Ideas Claras
DE INTERES PARA HOY lunes, 30 de enero de 2023
Indice:
El Papa: No desperdiciemos lo que tenemos, difundamos una ecología de justicia y caridad
El Papa invita a rezar por su viaje a África, probada por los conflictos
El Papa en el Día de la Memoria: La fraternidad se construye erradicando el odio
DESPRENDIMIENTO Y VIDA CRISTIANA : Francisco Fernandez Carbajal
Evangelio del lunes: el poder de Nuestro Señor compensa nuestra debilidad
“No pongas el corazón en nada caduco” : San Josemaria
La luz de la fe (I): la luz de la fe: vosotros sois la luz del mundo : Carlos Ayxelà
Feminismo y derechos de la mujer : Ignacio Ruiz Velasco Nuño
Ideología de género: Primer blanco, la Familia : Oscar Alzamora Revoredo
La semilla del odio : Jorge Hernández Mollar
¿Qué esperamos de la Iglesia? : Juan Luis Selma
La rebeldía de los jóvenes: ¿Defecto o virtud? : Gerardo Castillo Ceballos
Tras los pasos de san Juan Pablo II : carf
La diferenciada en Baleares : Jesús D Mez Madrid
Nuevamente contra la educación diferenciada : Pedro García
El problema de fondo : Jesús Martínez Madrid
La continuidad de la presencia de Cristo en la historia : Jesús D Mez Madrid
¿Cómo funciona la fe? : Francisco Varo Pineda
El Papa: No desperdiciemos lo que tenemos, difundamos una ecología de justicia y caridad
En su reflexión dominical sobre el Ángelus, el Papa nos invita a aprender de los pobres de espíritu, que reconocen el bien que viene de Dios y atesoran lo que reciben y no lo desperdician. No somos bendecidos por lo que tenemos, sino por lo que somos, hay que difundir una ecología de justicia y caridad, y considerar a cada persona como un don sagrado y único
Tiziana Campisi - Ciudad del Vaticano
No desperdiciar: es lo que nos enseñan los pobres de espíritu, entre los que Jesús llama bienaventurados en la página del Evangelio de Mateo del cuarto domingo del tiempo ordinario. Francisco lo subrayó en el Ángelus, explicando que los pobres de espíritu son aquellos que "saben que no se bastan consigo mismos, que no son autosuficientes, y viven como 'mendicantes de Dios': se sienten necesitados de Él y reconocen que el bien viene de Él, como don, como gracia". "Quien es pobre de espíritu", de hecho, añade el Papa, "atesora lo que recibe", por eso “desea que ningún don se desperdicie". "Los pobres de espíritu tratan de no desperdiciar nada". Y Jesús nos muestra la importancia de no desperdiciar, por ejemplo, cuando "después de la multiplicación de los panes y los peces", pide que se recoja la comida que sobra para que nada se pierda".
No desperdiciar nos permite apreciar el valor de nosotros mismos, de las personas y de las cosas. Pero lamentablemente es un principio a menudo desatendido, sobre todo en las sociedades más ricas, en las que domina la cultura del derroche y la cultura del descarte: las dos son una peste. Quisiera proponeros tres desafíos contra la mentalidad del desperdicio y del descarte.
Los desafíos contra el desperdicio
Y "contra la mentalidad del derroche" Francisco propone tres desafíos: "no desperdiciar el don que nosotros somos", "no desperdiciar los dones que tenemos" y "no descartar a las personas".
Cada uno de nosotros es un bien, independientemente de las cualidades que tiene. Cada mujer, cada hombre es rico no solo de talentos, sino de dignidad, es amado por Dios, vale, es valioso. Jesús nos recuerda que somos bienaventurados no por lo que tenemos, sino por lo que somos.
Se trata, dice el Pap, de cuando una persona "se deja ir y se tira, desperdiciándose a sí misma”. Es necesario entonces luchar, con la ayuda de Dios, "contra la tentación de considerarnos inadecuados, equivocados y de compadecernos de nosotros mismos".
29/01/2023El Papa invita a rezar por su viaje a África, probada por los conflictos
Hoy se desperdician un tercio de los alimentos producidos
Sobre el desperdicio de los dones que tenemos, el Papa recuerda que en el mundo se desperdicia cada año alrededor de un tercio de la producción alimentaria total.
¡Y esto mientras muchos mueren de hambre! Los recursos de la creación no se pueden usar así; los bienes deben ser custodiados y compartidos, de forma que a nadie le falte lo necesario. ¡No malgastemos lo que tenemos, sino difundamos una ecología de la justicia y de la caridad, del compartir!
No se puede descartar a las personas
Y el tercer desafío es la cultura del descarte, que usa a las personas hasta que le sirven, las descarta y las tira cuando ya no son de interés, o son obstáculo. "Y se trata así especialmente a los más frágiles", observa Francisco, "a los niños todavía no nacidos, a los ancianos, los necesitados y a los desfavorecidos".
Pero las personas no se pueden tirar, y los desfavorecidos no se pueden tirar. Cada uno es un don sagrado, cada uno es un don único, en toda edad y en toda condición. ¡Respetemos y promovamos la vida siempre! No descartemos la vida.
Reflexionar sobre las propias actitudes
La invitación del Papa es entonces a plantearse sobre cómo se vive la pobreza de espíritu, sobre el espacio que Dios tiene en la propia vida, si uno lo considera su riqueza y se cree amado por Él o “se tira con tristeza, olvidando que soy un don". Y luego la llamada a un uso responsable de las cosas, y por tanto la atención a no desperdiciar. Por último, Francisco exhorta a hacer un examen de conciencia sobre la propia disponibilidad a compartir los bienes con los demás, sobre cómo se considera a los más frágiles - "dones preciosos, que Dios me pide que custodie"- y si uno se acuerda de "quien está privado de lo necesario".
Tras el Ángelus, dolor por Tierra Santa, Nagorno-Karabaj y Ucrania
Tras la oración mariana, el Papa expresa su preocupación por la escalada de violencia en Tierra Santa y lanza un sentido llamamiento a los dos gobiernos implicados y a la comunidad internacional para que encuentren sin demora vías de paz. A continuación, sus pensamientos se dirigen al estancamiento en la región de Nagorno-Karabaj, donde la emergencia humanitaria es aguda. Francisco recuerda también el Día Mundial de los Enfermos de Lepra que se celebra hoy. Junto a él estaban dos jóvenes de Acción Católica, en representación de los congregados en la Plaza de San Pedro para la cita anual de la Caravana de la Paz. Y una vez más se elevó el deseo del fin de la guerra en Ucrania, también a través de sus voces.
El Papa invita a rezar por su viaje a África, probada por los conflictos
Dos días antes de su partida hacia la República Democrática del Congo y Sudán del Sur, Francisco recuerda tras el Ángelus el carácter ecuménico de su peregrinación: en efecto, a Sudán del Sur llegará junto con el Arzobispo de Canterbury y el Moderador de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia.
Antonella Palermo - Ciudad del Vaticano
"Viviremos juntos, como hermanos, una peregrinación ecuménica de paz". Así se expresó el Papa Francisco tras la oración del Ángelus que precedió a su 40º Viaje Apostólico al corazón del gran continente africano.
“La República Democrática del Congo sufre, sobre todo en el este del país, a causa de los enfrentamientos armados y la explotación; mientras que Sudán del Sur, desgarrado por años de guerra, no ve la hora de que terminen las continuas violencias que obligan a tantas personas a vivir desplazadas y en condiciones de gran dificultad.”
El valor ecuménico de la visita
A continuación, la puntualización del carácter ecuménico de su peregrinación: en efecto, a Sudán del Sur llegará junto con el Arzobispo de Canterbury y el Moderador de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia.
“Viviremos así juntos, como hermanos, una peregrinación ecuménica de paz.”
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28/01/2023África, Parolin: Un viaje para promover la reconciliación
La población del este de la RDC está agotada
Las noticias de la región informan de un enfrentamiento entre la República del Congo y Ruanda cada vez más cruento, y quienes pagan el precio son los habitantes del norte de Kivu, que viven aterrorizados desde hace décadas y siempre buscan un lugar seguro para vivir. Huyen de los pueblos objetivo de las numerosas bandas de delincuentes que se mezclan con las milicias organizadas, el ejército regular congoleño es incapaz de hacer frente a los rebeldes y a menudo se convierte en cómplice de las mismas milicias. Las fuerzas de mantenimiento de la paz de la ONU luchan por mantener el control. En la región del norte de Kivu, los rebeldes del grupo M23 han cortado carreteras vitales hacia la capital regional, Goma.
Temor de desestabilización generalizada en África Oriental
Las acusaciones recíprocas entre la República Democrática del Congo y Ruanda de apoyar a tal o cual grupo rebelde enardecen el clima político y social. Están en juego los recursos minerales de esta zona. La comunidad internacional teme que el conflicto se extienda con consecuencias desestabilizadoras para toda la región de África Oriental.
Las iglesias en Sudán del Sur y la construcción de la paz
En Sudán del Sur, la pertenencia a distintas comunidades religiosas es un factor unificador del tejido y la vida de la sociedad, en un contexto devastado y destrozado por décadas de guerras civiles. Como subraya la agencia Fides, también ha desempeñado un papel a la hora de salvar las distancias y los contrastes étnicos que alimentan los conflictos. A lo largo de los años, se ha intentado entablar negociaciones de paz a través de este canal.
El Papa en el Día de la Memoria: La fraternidad se construye erradicando el odio
El Papa Francisco, en el Día de la Memoria del Holocausto, lanza un tuit que se hace eco de las palabras que pronunció en la Audiencia General del pasado miércoles: el odio y la violencia alimentaron el horror del Holocausto
Maria Milvia Morciano - Ciudad del Vaticano
"El exterminio de millones de personas hebreas y de otras religiones no puede ser ni olvidado ni negado. No puede haber fraternidad sin arrancar primero las raíces de odio y de violencia que han alimentado el horror del Holocausto".
Este es el tuit del Papa Francisco en el Día de la Memoria, establecido en 2005 para conmemorar a las víctimas del Holocausto.
En el '45 el descubrimiento del horror
Es el 27 de enero de 1945, a las 8.00 horas, las tropas soviéticas entran en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau y lo liberan. Unos 7.000 prisioneros fueron encontrados por los soldados del Ejército Rojo y entre ellos había muchos niños. Nos hicimos una idea de lo que ocurrió a partir de imágenes tomadas de documentales, fotos, películas. Las miradas vacías en los rostros huesudos de los que habían sobrevivido. Anonadados, agotados por el sufrimiento, el frío y el hambre, incapaces ahora de sentir alegría por la liberación. Cómo olvidar los montones de huesos sin nombre, de los asesinados y de aquellos identificables por un número en la muñeca. Restos humanos y objetos amontonados, ordenadamente dispuestos, como para crear un orden ajeno a la humanidad que se quería cancelar. Borrar el recuerdo de lo que habían sido, arrebatarles su dignidad. "Si esto es un hombre" escribió Primo Levi, pues esto era la Shoah, el intento de eliminar toda dignidad de la persona humana, discriminada a través del odio y el racismo.
Recordar para no olvidar
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Ante una evidencia tan abrumadora no se puede fingir que nunca ocurrió; ante tal atrocidad no se puede olvidar, como reiteró de nuevo el Papa en sus saludos durante la Audiencia General del pasado miércoles: "El recuerdo del exterminio de millones de judíos y de personas de otras confesiones no puede ser olvidado ni negado. No puede haber un compromiso constante para construir juntos la fraternidad sin haber disipado antes las raíces del odio y la violencia que alimentaron el horror del Holocausto". Las palabras del Papa casi parecen hacerse eco de la amarga consideración expresada por la senadora Liliana Segre el 23 de enero en Milán, cuando habló del "peligro del olvido" y afirmó que "dentro de unos años habrá una línea en los libros de historia y luego ni eso".
El Papa con Edith Bruck
El Papa Francisco dirigió estas palabras a Edith Bruck, escritora, poeta y ex deportada, con la que se reunió en varias ocasiones: "He venido aquí para agradecerle su testimonio y rendir homenaje al pueblo mártir de la locura del populismo nazi. Y con sinceridad le repito las palabras que pronuncié de corazón en Yad Vashem y que repito ante cada persona que, como usted, ha sufrido tanto a causa de esto: '¡Perdón, Señor, en nombre de la humanidad!'".
DESPRENDIMIENTO Y VIDA CRISTIANA
— La presencia de Jesús en nuestra vida puede significar, alguna vez, perder algo temporal. Jesús vale más.
— Todas las cosas deben ser medios que nos acerquen a Cristo.
— Desprendimiento. Algunos detalles.
I. Nos dice San Marcos en el Evangelio de la Misa1 que llegó Jesús a la región de los gerasenos, una tierra de gentiles, al otro lado del lago de Genesaret. Allí, nada más dejar la barca, le salió al encuentro un endemoniado que, postrado ante Él, gritaba: ¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, hijo de Dios Altísimo? Te pido por Dios que no me atormentes. Porque Jesús le estaba diciendo: Espíritu inmundo, sal de este hombre. Jesús le preguntó por su nombre, y él respondió: Me llamo Legión, porque somos muchos. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella región. Cerca del lugar donde ellos se encontraban pacía una gran piara de cerdos.
La aparición del Mesías lleva consigo la derrota del reino de Satanás, que por eso muestra su resistencia de modo tan acentuado en numerosos pasajes del Evangelio. Como en los demás milagros, cuando Jesús expulsa a los demonios pone de relieve su poder redentor. El Señor se presenta siempre en la vida de los hombres librándolos de los males que les oprimen: Pasó haciendo el bien y sanando a todos los que habían caído bajo el poder del diablo2, dirá San Pedro en el discurso ante Cornelio y su familia, resumiendo esta y otras muchas expulsiones de demonios que hizo el Señor.
Aquí los demonios hablan por boca de este hombre y se quejan de que Jesús haya venido a destruir su reino en la tierra. Y le piden quedarse en aquel lugar. Por eso quieren entrar en los cerdos. Era también, quizá, una manera de perjudicar y de vengarse de aquellas gentes, y de alborotarlas contra Jesús. El Señor accede, con todo, a la petición de los demonios. Entonces, la piara corrió con ímpetu por la pendiente hacia el mar y pereció en el agua. Los porqueros huyeron y dieron la noticia en la ciudad y en el campo. Y la gente fue a ver lo que había pasado.
San Marcos nos indica expresamente que eran alrededor de dos mil los cerdos que se ahogaron. Debió de significar una gran pérdida para aquellos gentiles. Quizá sea el rescate pedido a este pueblo por librar a uno de los suyos del poder del demonio: han perdido unos cerdos, pero han recuperado a un hombre. Y este endemoniado, este hombre «rebelde y dividido, con dominio miserable de una multitud de espíritus impuros, ¿no ofrece por ventura algún parecido con un tipo humano que no es ajeno a nuestro tiempo? En todo caso, el alto costo pagado por la liberación de aquel hombre, la hecatombe de la piara de los dos mil cerdos ahogados en las aguas del mar de Galilea, tal vez sea el índice del elevado precio que tiene el rescate del hombre pagano contemporáneo. Un costo valorable también en riquezas que se pierden; un rescate cuyo precio es la pobreza del que generosamente intenta redimirle. La pobreza real de los cristianos quizá sea el valor que Dios haya fijado por el rescate del hombre de hoy. Y vale la pena pagarlo (...); un solo hombre vale mucho más que dos mil cerdos»3, vale más que todo el mundo creado con sus riquezas y sus maravillas.
Sin embargo, sobre estas gentes pesa más el daño temporal que la liberación del endemoniado. En el cambio de un hombre por unos cerdos se inclinan por estos, por los cerdos. Ellos, al ver lo que había pasado, rogaron a Jesús que se marchara de su país. Cosa que el Señor hizo enseguida.
La presencia de Jesús en nuestras vidas puede significar, alguna vez, perder la ocasión de un buen negocio, porque no era del todo limpio, o por no poder competir con los mismos medios ilícitos que nuestros colegas..., o, sencillamente, porque quiere que ganemos su corazón con nuestra pobreza. Y siempre nos pedirá el Señor, para permanecer junto a Él, un desprendimiento efectivo de los bienes, una pobreza cristiana real, que señale con claridad la primacía de lo espiritual sobre lo material, y del fin último –la salvación, la nuestra y la del prójimo– sobre los fines temporales del bienestar humano.
II. Le pidieron a Jesús que se alejase de su región. No incurramos nosotros jamás en la aberración de decir a Jesús que se aleje de nuestra vida, porque por manifestarnos como cristianos perdamos en alguna circunstancia un cargo público, un puesto de trabajo, o debamos sufrir un perjuicio material de cualquier clase. Al contrario, hemos de decirle muchas veces al Señor, con las palabras que el sacerdote pronuncia en secreto antes de la Comunión en la Santa Misa: fac me tuis semper inhaerere mandatis, et a te numquam separari permittas: haz que cumpla siempre tus mandatos y no permitas que me separe nunca de Ti. Es preferible estar con Cristo sin nada, que estar sin Él y tener todos los tesoros del mundo juntos. «Bien sabe la Iglesia que solo Dios, al que ella sirve, responde a las aspiraciones más profundas del corazón humano, el cual nunca se sacia plenamente con solo los elementos humanos»4.
Todas las cosas de la tierra son medios para acercarnos a Dios. Si no sirven para eso, no sirven ya para nada. Más vale Jesús que cualquier negocio, más que la vida misma. «Si destierras de ti a Jesús y lo pierdes, ¿a dónde irás?, ¿a quién buscarás por amigo? Sin amigo no puedes vivir mucho; y si no fuere Jesús tu especialísimo amigo, estarás triste y desconsolado»5. Perderás mucho en esta vida, y todo en la otra.
Los primeros cristianos, y muchos hombres y mujeres a lo largo de los siglos, han preferido el martirio antes que perder a Cristo. «Durante las persecuciones de los primeros siglos, las penas habituales eran la muerte, la deportación y el exilio.
»Hoy, a la prisión, a los campos de concentración o de trabajos forzados, a la expulsión de la propia patria, se han unido otras penas menos llamativas pero más sutiles: no es ya una muerte sangrienta, sino una especie de muerte civil; no solo la segregación en una prisión o en un campo, sino la restricción permanente de la libertad personal o la discriminación social (...)»6. ¿Seremos nosotros capaces de perder, si fuera necesario, la honra o la fortuna, a cambio de permanecer con Dios?
Seguir a Jesús no es compatible con todo. Hay que elegir, y renunciar a todo lo que sea un impedimento para estar con Él. Para eso, debemos tener muy enraizada en el alma una clara disposición de horror al pecado, pidiendo al Señor y a su Madre que aparten de nosotros todo lo que nos separe de Él: «Madre, líbranos a tus hijos –a cada una, a cada uno– de toda mancha, de todo lo que nos aparte de Dios, aunque tengamos que sufrir, aunque nos cueste la vida»7. ¿Para qué queremos el mundo entero si perdiéramos a Jesús?
III. «Y que entre los moradores de aquella región había gentes necias –comenta San Juan Crisóstomo– bien claro se ve por el desenlace de todo este episodio. Porque cuando debían haberse postrado en adoración y admirar su poder, le mandaron recado suplicándole que se marchara de sus términos»8. Jesús fue a visitarles y no supieron comprender quién estaba allí, a pesar de los prodigios que había hecho. Esta fue la mayor necedad de estas gentes: no reconocer a Jesús.
El Señor pasa cerca de nuestra vida todos los días. Si tenemos el corazón apegado a las cosas materiales no le reconoceremos; y hay muchas formas, algunas muy sutiles, de decirle que se vaya de nuestros dominios, de nuestra vida, ya que nadie puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión al uno y amor al otro, o prestará su adhesión al primero y menospreciará al segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas9.
Conocemos por propia experiencia el peligro que corremos de servir a los bienes terrenos, en sus múltiples manifestaciones de deseo desordenado de mayores bienes, aburguesamiento, comodidad, lujo, caprichos, gastos innecesarios, etc.; y vemos también lo que ocurre a nuestro alrededor: «Muchos hombres parecen guiarse por la economía, de tal manera que casi toda su vida personal y social está como teñida de cierto espíritu materialista»10. Piensan que su felicidad está en los bienes materiales y se llenan de ansiedad por conseguirlos.
Nosotros debemos estar desprendidos de todo cuanto tenemos. De este modo, sabremos utilizar todos los bienes de la tierra según lo dispuesto por Dios, y tendremos el corazón en Él y en los bienes que nunca se agotan. El desasimiento hace de la vida un sabroso camino de austeridad y eficacia. El cristiano ha de examinar con frecuencia si se mantiene vigilante para no caer en la comodidad, o en un aburguesamiento que no se compagina de ninguna forma con ser discípulo de Cristo; si procura no crearse necesidades superfluas; si las cosas de la tierra le acercan o le separan de Dios. Siempre podemos y debemos ser parcos en las necesidades personales, frenando los gastos superfluos, no cediendo a los caprichos, venciendo la tendencia a crearse falsas necesidades, siendo generosos en la limosna.
También podemos considerar hoy en nuestra oración si estamos dispuestos a tirar lejos de nosotros lo que nos estorbe para acercarnos a Cristo, como hizo Bartimeo, aquel ciego que pedía limosna en las afueras de Jericó11.
El Señor vale infinitamente más que todos los bienes creados. No ocurrirá en nuestra vida como en la de aquellos gerasenos: toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verle, le rogaron que se alejara de su región12. Nosotros, por el contrario, digámosle, con las palabras de la oración de San Buenaventura para después de la Comunión: que Tú seas siempre (...) mi herencia, mi posesión, mi tesoro, en el cual esté siempre fija y firme e inconmoviblemente arraigada mi alma y mi corazón13. Señor, ¿a dónde iría yo sin Ti?
1 Mc 5, 1-20. — 2 Hech 10, 38. — 3 J. Orlandis, La vocación cristiana del hombre de hoy, Rialp, 2ª ed., Madrid 1964, p. 186. — 4 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 41. — 5 T. Kempis, Imitación de Cristo, II, 8, 3. — 6 Juan Pablo II, Meditación-plegaria, Lourdes, 14-VIII-1983. — 7 A. del Portillo, Carta 31-V-1987, n. 5. — 8 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 28, 3. — 9 Mt 6, 24. — 10 Conc. Vat. II, loc. cit., 63. — 11 Cfr. Mc 10, 50. — 12 Mt 8, 34. — 13 Misal Romano, Oración para la acción de gracias de la Comunión.
Evangelio del lunes: el poder de Nuestro Señor compensa nuestra debilidad
Comentario del lunes de la 4.ª semana del tiempo ordinario. “Ve a casa con tu familia y anúnciales todo lo que el Señor en su piedad ha hecho por ti”. Sin la ayuda de Nuestro Señor somos muy débiles y sucumbimos fácilmente al mal. Pero con su gracia todas las cosas son posibles, e incluso la persona más inesperada puede ser llamada a ser un apóstol.
30/01/2023
Evangelio (Mc 5, 1-20)
Y llegaron a la orilla opuesta del mar, a la región de los gerasenos. Apenas salir de la barca, vino a su encuentro desde los sepulcros un hombre poseído por un espíritu impuro, que vivía en los sepulcros y nadie podía tenerlo sujeto ni siquiera con cadenas; porque había estado muchas veces atado con grilletes y cadenas, y había roto las cadenas y deshecho los grilletes, y nadie podía dominarlo. Y se pasaba las noches enteras y los días por los sepulcros y por los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Al ver a Jesús desde lejos, corrió y se postró ante él; y, gritando con gran voz, dijo:
—¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te conjuro por Dios que no me atormentes! -porque le decía: ‘¡Sal, espíritu impuro, de este hombre!’
Y le preguntó:
—¿Cuál es tu nombre?
Le contestó:
—Mi nombre es Legión, porque somos muchos.
Y le suplicaba con insistencia que no lo expulsara fuera de la región.
Había por allí junto al monte una gran piara de cerdos paciendo. Y le suplicaron:
—Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos.
Y se lo permitió. Salieron los espíritus impuros y entraron en los cerdos; y la piara, alrededor de dos mil, se lanzó corriendo por la pendiente hacia el mar, donde se iban ahogando. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por los campos. Y acudieron a ver qué había pasado. Llegaron junto a Jesús, y vieron al que había estado endemoniado -al que había tenido a ‘Legión’- sentado, vestido y en su sano juicio; y les entró miedo. Los que lo habían presenciado les explicaron lo que había sucedido con el que había estado poseído por el demonio y con los cerdos. Y comenzaron a rogarle que se alejase de su región. En cuanto él subió a la barca, el que había estado endemoniado le suplicaba quedarse con él; pero no lo admitió, sino que le dijo:
—Vete a tu casa con los tuyos y anúnciales las grandes cosas que el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.
Se fue y comenzó a proclamar en la Decápolis lo que Jesús había hecho con él. Y todos se admiraban.
Comentario
El hombre poseído aparece como una figura tan temible como formidable. Es tan fuerte que nadie es capaz de mantenerlo bajo control. Vive en un cementerio, un lugar siniestro y, para los judíos un lugar impuro. No cesa de llenar el día y la noche con sus chillidos y gritos de dolor mientras se corta con piedras. Sin duda, todos se mantuvieron alejados de él, temerosos de su violencia. Y sin embargo, desde el momento de su encuentro, Jesús tiene autoridad absoluta sobre él. El hombre no corre hacia él para amenazarlo, sino para suplicarle que no le atormente. Los poderes del infierno no tienen potestad sobre Cristo.
Nuestro Señor exorciza entonces a los demonios con un poder maravilloso. El texto no explica por qué permite que los demonios entren en los cerdos, pero la destrucción que sigue es ciertamente una demostración visible de su autoridad y de la magnitud del mal al que ha vencido.
Después de la salida de los demonios, el hombre se transforma completamente, hasta el punto de que ahora quiere ser un discípulo. Jesús no le permite subir a la barca con los apóstoles, aunque sí le confiere una misión apostólica, la cual lleva a cabo fielmente. Dios da tareas muy variadas a las personas. Para nosotros lo más importante es llevar a cabo con la mayor perfección posible la tarea que se nos ha dado, en lugar de anhelar otra. Este hombre obedeció a Jesús y contó a la gente de la región de la Decápolis las grandes cosas que Jesús había hecho por él, y se nos dice que todos se maravillaron. Un resultado de su obediencia podría ser la acogida más positiva que Jesús encuentra más tarde, en su segunda visita a la zona (cf. Mc 7, 31 ss.).
Todo el episodio demuestra que no hay dificultad que Dios no pueda superar, y no hay mal que no pueda vencer. Esto incluye todo tipo de pecados y cualquier cosa que uno haya hecho en su vida. El hombre poseído se encontraba en una condición verdaderamente desastrosa; si un candidato tan improbable puede transformarse en un discípulo efectivo de Cristo, hay esperanza para todos.
“No pongas el corazón en nada caduco”
No pongas el corazón en nada caduco: imita a Cristo, que se hizo pobre por nosotros, y no tenía dónde reclinar su cabeza. –Pídele que te conceda, en medio del mundo, un efectivo desasimiento, sin atenuantes. (Forja, 523)
30 de enero
Somos nosotros hombres de la calle, cristianos corrientes, metidos en el torrente circulatorio de la sociedad, y el Señor nos quiere santos, apostólicos, precisamente en medio de nuestro trabajo profesional, es decir, santificándonos en esa tarea, santificando esa tarea y ayudando a que los demás se santifiquen con esa tarea. Convenceos de que en ese ambiente os espera Dios, con solicitud de Padre, de Amigo; y pensad que con vuestro quehacer profesional realizado con responsabilidad, además de sosteneros económicamente, prestáis un servicio directísimo al desarrollo de la sociedad, aliviáis también las cargas de los demás y mantenéis tantas obras asistenciales -a nivel local y universal- en pro de los individuos y de los pueblos menos favorecidos.
Al comportarnos con normalidad -como nuestros iguales- y con sentido sobrenatural, no hacemos más que seguir el ejemplo de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre. Fijaos en que toda su vida está llena de naturalidad. Pasa seis lustros oculto, sin llamar la atención, como un trabajador más, y le conocen en su aldea como el hijo del carpintero. A lo largo de su vida pública, tampoco se advierte nada que desentone, por raro o por excéntrico. Se rodeaba de amigos, como cualquiera de sus conciudadanos, y en su porte no se diferenciaba de ellos. Tanto, que Judas, para señalarlo, necesita concertar un signo: aquel a quien yo besare, ése es. No había en Jesús ningún indicio extravagante. A mí, me emociona esta norma de conducta de nuestro Maestro, que pasa como uno más entre los hombres. (Amigos de Dios, nn. 120-121)
La luz de la fe (I): la luz de la fe: vosotros sois la luz del mundo
La fe es un regalo de Dios que nos cambia la vida. La serie de editoriales que ahora comenzamos con el título “La luz de la fe” —dirigida a creyentes, vacilantes y no creyentes abiertos a Dios— desea ayudar a descubrirlo, y a compartir el hallazgo.
09/07/2017
«El pueblo que yacía en tinieblas ha visto una gran luz; para los que yacían en región y sombra de muerte una luz ha amanecido» (Mt 4,16). De la mano del profeta Isaías, san Mateo presenta bajo el signo de la luz el inicio de la actividad apostólica del Señor en Galilea, tierra de transición entre Israel y el mundo pagano. Jesús, como profetizaba el anciano Simeón décadas antes con el Niño entre sus brazos, es «luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel» (Lc 2,32). Lo dirá el Señor de sí mismo: «Yo soy la luz del mundo» (Jn 8,12). Con la luz de la fe, con la luz que es Él, la realidad adquiere su verdadera profundidad, la vida encuentra su sentido. Sin ella, al final parece que «todo se vuelve confuso, es imposible distinguir el bien del mal, la senda que lleva a la meta de aquella otra que nos hace dar vueltas y vueltas, sin una dirección fija»[1].
Son muchas las personas que, a veces sin saberlo, buscan a Dios. Buscan su felicidad, que solo pueden encontrar en Dios, porque su corazón está hecho por Él y para Él. «Ya estás tú en sus corazones —reza San Agustín—, en los corazones de los que te confiesan, y se arrojan en ti, y lloran en tu seno a vista de sus caminos difíciles (…) porque eres tú, Señor, y no un hombre de carne y sangre; eres tú, Señor, que los hiciste, quien los restablece y consuela»[2]. Sin embargo, también hay quienes esperan encontrar la felicidad en otra parte, como si el Dios de los cristianos fuera un competidor de sus ansias de felicidad. En realidad, le están buscando a Él: se encaran solo «con la sombra de Jesucristo, porque a Cristo no lo conocen, ni han visto la belleza de su rostro, ni saben la maravilla de su doctrina»[3].
SON MUCHAS LAS PERSONAS QUE, A VECES SIN SABERLO, BUSCAN A DIOS: SU CORAZÓN ESTÁ HECHO POR ÉL Y PARA ÉL.
—«¿Crees tú en el Hijo del Hombre?» —pregunta Jesús al ciego de nacimiento, que ha recobrado ya la vista. —«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?» (Jn 9,35s). En todos los rincones del mundo hay hombres y mujeres que, en el fondo de la indiferencia u hostilidad que puedan mostrar hacia la fe, esperan quien les indique dónde está Dios, dónde está el que puede iluminar sus ojos y saciar su sed. Retratan bien su situación unas palabras que san Ireneo escribe sobre Abrahán: «Cuando, siguiendo el ardiente deseo de su corazón, peregrinaba por el mundo preguntándose dónde estaba Dios, y comenzó a flaquear y estaba a punto de desistir en la búsqueda, Dios tuvo piedad de aquel que, solo, le buscaba en silencio»[4]. A cada uno de ellos debemos llegarnos los cristianos, con el convencimiento humilde y sereno de que sabemos de Aquel a quien buscan (cfr. Jn 1,45s; Hch 17,23), aunque también nosotros constatemos tantas veces que aún no le conocemos bien. A todos los cristianos el Señor nos dice: «vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5,14); «dadles vosotros de comer» (Mt 14,16).
Levadura de esta masa
El Evangelio «es una respuesta que cae en lo más hondo del ser humano. Es la verdad que no pasa de moda porque es capaz de penetrar allí donde nada más puede llegar»[5], porque alcanza a «iluminar toda la existencia del hombre»[6], a diferencia de los saberes humanos, que solo consiguen esclarecer algunas dimensiones de la vida. Sin embargo, esta luz que «brilla en las tinieblas» (Jn 1,5) se encuentra con frecuencia con la frialdad de un mundo que tiene por real solamente lo que se puede ver y tocar, lo que se deja ver a la luz de la ciencia o del consenso social. Por una inercia cultural de siglos, la fe se percibe a veces como «un salto que damos en el vacío, por falta de luz, movidos por un sentimiento ciego; o como una luz subjetiva, capaz quizá de enardecer el corazón, de dar consuelo privado, pero que no se puede proponer a los demás»[7].
Sin embargo, también aquí hay motivos para el optimismo. Benedicto XVI constataba ya hace unos años cómo la ciencia ha empezado a tomar conciencia de sus límites: «muchos científicos dicen hoy que de alguna parte tiene que venir todo, que debemos volver a plantearnos esa pregunta. Con ello vuelve a crecer también una nueva comprensión de lo religioso, no como un fenómeno de naturaleza mitológica, arcaica, sino a partir de la conexión interior del Logos»[8]: poco a poco va quedando atrás la idea, demasiado simple, de que creer en Dios es un recurso para cubrir lo que no sabemos. Se abre camino una concepción de la fe como la mirada que logra dar mejor cuenta del sentido del mundo, de la historia, del hombre y, a la vez, de su complejidad y misterio[9].
EL EVANGELIO «ES UNA RESPUESTA QUE CAE EN LO MÁS HONDO DEL SER HUMANO. ES LA VERDAD QUE NO PASA DE MODA PORQUE ES CAPAZ DE PENETRAR ALLÍ DONDE NADA MÁS PUEDE LLEGAR» (PAPA FRANCISCO)
Estas nuevas perspectivas traen consigo un desafío para la teología, la catequesis y, en definitiva, el apostolado personal: «la religiosidad tiene que regenerarse de nuevo en este gran contexto y encontrar así nuevas formas de expresión y de comprensión. El hombre de hoy no comprende ya sin más que la sangre de Cristo en la cruz es expiación por sus pecados (…); se trata de fórmulas que hay que traducir y captar de nuevo»[10]. En efecto, es tarea de la teología no solo profundizar en los distintos aspectos de la fe, sino también acercar cada generación al Evangelio. La teología y la catequesis no deben contemporizar, en el sentido de rebajar la fe a las miopías de cada época, pero están llamadas a hacer contemporáneo a Cristo: a acoger las inquietudes, el lenguaje y los desafíos de cada momento, no como un mal menor, sino como la materia y el ambiente en que Dios espera que hagamos un pan sabroso, un pan para alimentar a todos (cfr. Mt 14,16). «Fuimos invitados a ser levadura de esta masa concreta. Es cierto podrán existir “harinas” mejores, pero el Señor nos invitó a leudar aquí y ahora, con los desafíos que se nos presentan. No desde la defensiva, no desde nuestros miedos sino con las manos en el arado, ayudando a hacer crecer el trigo tantas veces sembrado en medio de la cizaña»[11].
La atención a la sensibilidad del presente no viene a añadirse desde fuera a la fidelidad al Evangelio, sino que forma parte esencial de ella. Para proteger la fe, para vivirla con sentido, y para ir por todo el mundo enseñándola (cfr. Mc 16,15), se hace necesario recibirla hoy de nuevo, percibirla y hacer que los demás la perciban como lo que verdaderamente es: un don de Dios que nos cambia la vida, que la llena de luz. «Algunos pasan por la vida como por un túnel, y no se explican el esplendor y la seguridad y el calor del sol de la fe»[12]. El esfuerzo por mostrar esa luz y calor de la fe está transido de una solicitud sincera por hacerse cargo de las perplejidades y las dudas de nuestros coetáneos, sin considerarlas de antemano como impertinencias o complicaciones. Así uno se pone en mejores condiciones de encontrar, en cada caso, las palabras adecuadas. Hay personas, escribía San Josemaría, «que no saben nada de Dios..., porque no les han hablado en términos comprensibles»[13]. Cuando alguien no entiende, puede ser porque quien les habla tampoco ha comprendido lo que explica, o no se ha hecho cargo de sus inquietudes, y habla, quizá sin querer, de un modo abstracto y despegado. A la vez, es bueno no olvidar que «nunca podremos convertir las enseñanzas de la Iglesia en algo fácilmente comprendido y felizmente valorado por todos. La fe siempre conserva un aspecto de cruz (…). Hay cosas que solo se comprenden desde esa adhesión que es hermana del amor, más allá de la claridad con que puedan percibirse las razones y argumentos»[14].
Los católicos pueden verse a veces criticados como gente de miras estrechas, por el hecho de que no se pliegan a ciertos postulados que el mundo da por buenos. Sin embargo, si no dejan que les invada el miedo o el resentimiento ante las descalificaciones, si procuran desentrañar la inquietud o la herida que late en una respuesta airada, si no se cansan de pensar nuevos modos de dar cuenta de su visión del mundo, de hecho serán reconocidos, cada uno a su nivel, como personas con «amplitud de horizontes (…); una cuidadosa atención a las orientaciones de la ciencia y del pensamiento (…); una actitud positiva y abierta, ante la transformación actual de las estructuras sociales y de las formas de vida»[15].
EL LENGUAJE QUE MUEVE NO ES NECESARIAMENTE EL DEL GRAN ORADOR, SINO EL DE QUIEN HABLA, DESDE SU MODO DE SER, CON SUS PALABRAS, DE SU EXPERIENCIA DE LA FE.
La serie de editoriales que ahora inicia se propone ilustrar cómo la fe responde a las aspiraciones más profundas del corazón del hombre del siglo XXI, cómo Cristo, en enseñanza del Concilio Vaticano II, «manifiesta plenamente el hombre al propio hombre»[16]. Se quiere prestar atención a las dificultades que muchas personas encuentran —incluso cristianos con buena formación— para comprender el sentido de determinados aspectos de la fe, y para explicarlos a otros cuya fe se ha enfriado, o que querrían acercarse a ella. Se dirige, por tanto, a un público amplio: creyentes, vacilantes y no creyentes con apertura, quizá latente, a la fe. Las distintas cuestiones se abordan sin pretensión de exhaustividad, centrando el esfuerzo en recuperar accesos, en trazar nuevos caminos hacia puntos que pueden resultar menos claros hoy: mostrando, en fin, cómo la fe ilumina la realidad, y cómo se puede vivir la propia vida bajo esa luz. ¿Qué significa para mi vida, por ejemplo, que Jesucristo haya resucitado, o que Dios sea una Trinidad de personas? ¿En qué sentido la fe en la creación cambia la visión de la realidad? ¿Si el más allá no es un lugar físico, cómo pensar que sea tan real como el suelo que piso?
Donde está tu síntesis
Quien sigue un partido de tenis por la televisión no mejora con eso su forma física o su técnica: solo al jugar en la cancha entran en movimiento la técnica, el estilo, el golpe. De modo análogo, la formación doctrinal no se limita al acopio de conocimientos o de argumentos. Nos podemos beneficiar mucho de lo que leemos o estudiamos, pero no basta con retener: es necesario elaborar una comprensión propia de las cosas, hacerlas nuestras. «El estudio de la teología, no rutinario ni simplemente memorístico, sino vital, ayuda en gran medida a que lleguen a ser plenamente connaturales a la inteligencia las verdades de nuestra fe y a aprender a pensar en la fe y desde la fe. Sólo así se está en condiciones de valorar las múltiples cuestiones, en ocasiones complejas, que suscitan las ocupaciones profesionales y el desarrollo de la sociedad en su conjunto»[17].
La caridad, el amor fraterno, por el que vemos en cada hombre un hermano, es sin duda el testimonio más auténtico y luminoso de la fe: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros» (Jn 13,35). Cuando una persona se sabe querida de verdad, sin reservas, adivina el Amor de quien «nos amó primero» (1 Jn 4,19), un Amor que no es de este mundo, porque pasa por encima de tantas cosas —errores, antipatías, timidez, desconocimiento— que en el mundo llevan a la gente a ignorarse o a despreciarse. «A Dios se le puede ver con el corazón: la simple razón no basta»[18]: si la caridad, que habla al corazón, hace visible a Dios, su falta desdibuja su presencia en el mundo, y deslegitima al evangelizador; hace de él un falso profeta (Cfr. Mt 7,15). Sin embargo, la autenticidad que se espera hoy de un cristiano no se limita al testimonio de la caridad: se refiere también, en una medida importante, al modo personal y natural en que habla de Dios. Si uno tiene el hábito de pensar y de explicarse su propia fe, si ese diálogo interior nutre su oración y se nutre de ella, al hablar de Dios no transmitirá solo nociones teológicas o doctrinales: hablará de su experiencia, la de alguien que vive con Él y de Él. Por contraste, decía san Agustín, «pierde el tiempo predicando exteriormente la Palabra de Dios quien no es oyente de ella en su interior»[19]. Escuchar la Palabra de Dios es dejar que modele nuestro modo de pensar, de hablar, de vivir; que ilumine nuestras situaciones, intereses, encuentros; que se haga, en definitiva, nuestra.
LAS IDEAS DE OTROS PUEDEN AYUDARNOS MUCHO, PERO NO BASTA CON HACER ACOPIO DE ELLAS SI QUEREMOS HABLAR DE CORAZÓN A CORAZÓN.
«Donde está tu síntesis, allí está tu corazón», escribe el Papa, parafraseando una frase del Señor (cfr. Mt 6,21): «la diferencia entre iluminar el lugar de síntesis e iluminar ideas sueltas es la misma que hay entre el aburrimiento y el ardor del corazón»[20]. El lenguaje que mueve no es necesariamente el del gran orador, sino el de quien habla, desde su modo de ser, con sus palabras, de su experiencia de la fe. Por eso la formación doctrinal no está llamada a discurrir en un sector de nuestro saber, aislado del resto, sino a dialogar con todo lo que vivimos y somos, de modo que aun tomando tantas formas como personas, se pueda reconocer el mismo Espíritu en todas ellas. Así lo vemos en los santos, que nos hablan de Dios de mil modos, y así sucede con tantos santos escondidos. Si cada época —hoy quizá más— tiene sus Babeles, marañas de voces enfrentadas o discordantes (cfr. Gn 11,1-9), la pluralidad de lenguas del Espíritu Santo sigue ensanchándose en una «nueva Pentecostés»[21] allí donde hay cristianos que le escuchan, porque «si el Espíritu Santo no da interiormente la inteligencia, el hombre trabaja en vano (...): si el Espíritu Santo no acompaña el corazón del que oye, será inútil la palabra del doctor»[22].
Intenta beber de tu propia fuente
Se ha dicho que la cultura es lo que queda cuando uno olvida lo que estudió: es aquello que crece al cultivar la tierra de nuestra alma. «Nuestra formación no termina nunca»[23], solía decir san Josemaría: es necesario estudiar durante toda la vida, y hacerlo con la mentalidad evangélica y evangelizadora del agricultor (cfr. Mt 13,3-43). El cultivo es un trabajo paciente y sostenido, pero lleno de gratificaciones, cuando salen los primeros brotes, y cuando llegan los frutos. Junto al diálogo con Dios en la oración, y la disposición a conversar con los demás, facilita mucho ese cultivo la reflexión personal, por la que se adquiere una voz propia, auténtica, abierta. En ese diálogo interior, es necesario arar, sembrar, regar: ir dando forma a las ideas, buscar las palabras, aunque a veces salgan solo balbuceos. Las ideas de otros pueden ayudarnos mucho, pero no basta con hacer acopio de ellas si queremos hablar de corazón a corazón.
No se trata, pues, solamente de saber cosas, según una noción meramente cuantitativa del saber, sino de adquirir y renovar una mirada penetrante y apasionada sobre la realidad en toda su amplitud, es decir, con los demás y con Dios. La comprensión de la fe es tarea para cada uno, con sus modos: la profesora universitaria, el trabajador manual, la asistenta social, el auditor. Esta tarea intransferible no se añade al interés por conocer la fe, sino que le da forma: es una actitud por la que uno procura hacer suyo lo que oye, no solo en las obras, sino también en las ideas, en el lenguaje. «Soy un hombre de este tiempo si vivo sinceramente mi fe en la cultura de hoy, siendo uno que vive con los medios de comunicación de hoy, con los diálogos, con las realidades de la economía, con todo, si yo mismo tomo en serio mi propia experiencia e intento personalizar en mí esta realidad. Así estamos en el camino de hacer que también los demás nos entiendan. San Bernardo de Claraval, en su libro de reflexiones a su discípulo el Papa Eugenio, dijo: intenta beber de tu propia fuente, es decir, de tu propia humanidad. Si eres sincero contigo mismo y empiezas a ver en ti qué es la fe, con tu experiencia humana en este tiempo, bebiendo de tu propio pozo, como dice san Bernardo, también puedes decir a los demás lo que hay que decir»[24].
AUNQUE EL CRISTIANO TIENE LA RESPONSABILIDAD DE DEFENDER LA FE, SU ESPÍRITU DE FONDO NO ES EL DE QUIEN RECUPERA UN ESPACIO PERDIDO, SINO EL DE QUIEN SE SABE PARTE DE UNA SERENA CONQUISTA.
Quien se conduce así aprende de todas las conversaciones, no se arredra ante las objeciones, sino que las acepta como retos para comprender mejor su propia fe, para hacerse cargo de cómo piensan los demás, para percibir con ellos sus vértigos. Quien vive así escucha mucho, aprende con todos y de todos; concibe el diálogo, más que como una lucha por afianzar posiciones y rebatir argumentos, como un baile, en el que todo puede cooperar a esclarecer la realidad, aunque no sea siempre por la línea recta. «Un diálogo es mucho más que la comunicación de una verdad. Se realiza por el gusto de hablar y por el bien concreto que se comunica entre los que se aman por medio de las palabras. Es un bien que no consiste en cosas, sino en las personas mismas que mutuamente se dan en el diálogo»[25].
Aunque el cristiano tiene la responsabilidad de defender la fe, su espíritu de fondo no es el de quien recupera un espacio perdido, sino el de quien se sabe parte de una serena conquista. Sabemos dónde está la felicidad que busca nuestro corazón y el de todos los hombres y mujeres. Y la buscamos con ellos: «de ti piensa mi corazón: “Busca su rostro”» (Sal 27,8). Qué paz nos da esa certeza, para dialogar con todos, como hermanos que buscan a quien yo busco, que comparten conmigo mucho más de lo que piensan; para crecer con ellos, sabiendo que a su tiempo se hará la luz: nuestros amigos descubrirán «ubi vera sunt gaudia», dónde se encuentra la verdadera alegría[26], y nosotros lo redescubriremos con ellos.
Carlos Ayxelà
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Lecturas para profundizar
Sigue una lista, no exhaustiva, de libros, artículos y documentos acerca del modo de hablar de la fe hoy. Se indican en primer lugar algunos textos del Magisterio reciente y de otros organismos de la Iglesia, y después textos de otros autores. En las próximas entregas de esta serie se indicarán también textos específicos sobre los respectivos temas.
Francisco, Enc. Lumen Fidei, 29-VI-2013.
Francisco, Ex. Ap. Evangelii Gaudium, 24-XI-2013, esp. capítulo 3, “El anuncio del evangelio”.
Francisco, Catequesis en el Año de la Fe, de marzo a diciembre 2013 (disponibles en vatican.va)
Benedicto XVI, Catequesis en el Año de la Fe (octubre 2012 – febrero 2013, disponibles en vatican.va; p.ej. “¿Cómo hablar de Dios?”, 28-XI-2012 [leer]; “El deseo de Dios”, 7-XI-2012 [leer]).
San Juan Pablo II, Carta Ap. Novo Millennio Ineunte, 6-I-2001 (leer)
San Juan Pablo II, Catequesis sobre el Credo (marzo 1985 – noviembre 1997, disponibles en vatican.va, pdb)
Beato Pablo VI, Ex. Ap. Evangelii Nuntiandi, 8-XII-1975 (leer).
Catecismo de la Iglesia Católica (vatican.va, intratext) y Compendio del Catecismo (ebook)
Consejo Pontificio de la Cultura ¿Dónde está tu Dios? La fe cristiana ante la increencia religiosa, Valencia: Edicep, 2005 (leer).
Consejo Pontificio de la Cultura La vía pulchritudinis, camino de evangelización y de diálogo (leer).
Babendreier, J. La fe explicada hoy, Rialp, 2016 (The Faith Explained Today: Popular Edition)
Barron, R. Catolicismo: un viaje al corazón de la fe, Doubleday, 2013; disponible también en dvd (Catholicism: a Journey to the Heart of the Faith).
Biffi, G. Corso inusuale di catechesi (3 vols.) Elledici, 2006.
Burggraff, J. “La transmisión de la fe en la sociedad postmoderna”, en Burggraff, J. La transmisión de la fe en la sociedad postmoderna y otros escritos, Eunsa, 2015 (disponible en opusdei.org).
Chaput, Ch. Strangers in a Strange Land. Living the Catholic Faith in a Post-Christian World, Henry Holt, 2017.
Dolan, T. – Allen J. Un pueblo de esperanza. Conversaciones con Timothy Dolan, Palabra, 2015 (A People of Hope. The Challenges facing the Catholic Church and the Faith that can save it).
Hadjadj, F. La suerte de haber nacido en nuestro tiempo, Rialp, 2016 (L’aubaine d’être né en ce temps).
Hadjadj, F. ¿Cómo hablar de Dios hoy? Anti-manual de evangelización, Nuevo Inicio, 2013 (Comment parler de Dieu aujourd’hui? Anti-manuel d’évangelisation).
Hahn, S. La evangelización de los católicos. Manual para la misión de la Nueva Evangelización, Palabra, 2014 (Evangelizing Catholics).
Hahn, S. - Socías, J. La fe cristiana explicada. Introducción al catolicismo, Edibesa - MTF, 2015 (Introduction to Catholicism for Adults)
Ivereigh, A. - De la Cierva, Y. Cómo defender la fe sin levantar la voz. Respuestas civilizadas a preguntas desafiantes, Palabra, 2016 (Ivereigh, A. - Lopez, K. J. How to Defend the Faith without Raising your Voice).
San Josemaría, “Sed amigos sinceros y realizaréis un apostolado y un diálogo fecundos”, ABC, 17-V-1992 (leer).
Knox, R. El Credo a cámara lenta, Palabra, 2000 [3ª ed.] (The Creed in Slow Motion).
Lewis, C.S. Mero cristianismo, Rialp, 1995 (Mere Christianity).
Mora, J.M. “10 claves para comunicar la fe”.
Ratzinger, J. Dios y el mundo: creer y vivir en nuestra época, Galaxia Gutenberg, 2002 (Gott und die Welt. Glauben und Leben in unserer Zeit).
Ratzinger, J. “La nueva evangelización”, Conferencia en el Congreso de Catequistas y Profesores de Religión, Roma 10-XII-2000 (leer).
Trese, L.J. La fe explicada, Rialp, 2014 [28ª ed.] (Faith Explained).
[1] Francisco, Enc. Lumen Fidei (29-VI-2013), 3.
[2] San Agustín, Confesiones V.2.2.
[3] San Josemaría, Es Cristo que pasa, 179.
[4] San Ireneo de Lyon, Demostración de la predicación apostólica, 24 (Sources Chrétiennes 406, 117).
[5] Francisco, Ex. Ap. Evangelii Gaudium (24-XI-2013), 265.
[6] Francisco, Lumen Fidei, 4.
[7] Francisco, Lumen Fidei, 4.
[8] Benedicto XVI, Luz del mundo, Herder, Barcelona 2010, 145.
[9] Cfr. Benedicto XVI, Discurso en la Universidad de Ratisbona, 12-IX-2006.
[10] Benedicto XVI, Luz del mundo, 145.
[11] Francisco, Homilía, 2-II-2017.
[12] San Josemaría, Camino, 575.
[13] San Josemaría, Surco, 941.
[14] Francisco, Evangelii Gaudium, 42.
[15] Surco, 428.
[16] Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et Spes (7-XII-1965), 22.
[17] Javier Echevarría, Carta Pastoral con ocasión del Año de la Fe (29-XI-2012), 35.
[18] Joseph Ratzinger, Jesús de Nazaret. Desde el Bautismo a la Transfiguración, La esfera de los libros, Madrid 2007, 121.
[19] San Agustín, Sermón 179, 1.1.
[20] Francisco, Evangelii gaudium, 143.
[21] Surco, 213. Cfr. Hch 2,1-13.
[22] Santo Tomás de Aquino, Super Evangelium S. Ioannis, 14.6.
[23] San Josemaría, notas de una reunión familiar, 18-VI-1972 (citado en J. Echevarría, Carta sobre la nueva evangelización, 2-X-2011).
[24] Benedicto XVI, Discurso, 26-II-2009 (cfr. San Bernardo, De consideratione libri quinque ad Eugenium tertium, II.3.6. [PL 182, 745]).
[25] Francisco, Evangelii gaudium, 142.
[26] Misal Romano, domingo XXI del tiempo ordinario, oración colecta.
Feminismo y derechos de la mujer
Ignacio Ruiz Velasco Nuño
Sylviane Agacinski nos urge a repensar el feminismo y razonar los derechos reales de la mujer en la vida pública. Entre los argumentos que deja sobre el tapete, reflexiona sobre los beneficios que obtuvieron los grupos homosexuales de la lucha feminista y cómo las mujeres perdieron más de lo que ya habían ganado.
«Se nace niño o niña, nos convertimos en hombres o mujeres», propone Agacinski al inicio de Política de sexos, para resumir así su intención. Tal diferencia exige el reconocimiento de la mixitud de la humanidad: mezcla de dos elementos, hombre y mujer. Todo el texto es una profunda y, en ocasiones, cruda reflexión sobre un tema generalmente trivializado, el papel y los derechos de la mujer en la vida pública tomando como base lo más característico de ella: su fecundidad y maternidad, con su consecuencia obligada, la labor doméstica. Si no se reconoce esa identidad femenina ni el valor del trabajo familiar, tampoco se podrá exigir al varón el deber de colaborar en las tareas del hogar y no sólo en su mantenimiento pecuniario. Únicamente desde la perspectiva de la mixitud, las mujeres tienen posibilidad de superar la sumisión.
Agacinski, además de iniciar un debate entre Simone de Beauvoir, uno de los grandes mitos del feminismo, y Aristóteles, supuesto misógino, en el que pone de manifiesto la discusión metafísica sobre la concepción sartreana de libertad que fundamenta el clásico Segundo sexo, argumenta a favor de la reivindicación de los derechos de la mujer sobre la base, en buena medida, de la naturaleza humana, refrescando un tema demasiado ideologizado.
«La diferencia sexual, siendo tan universal, no define en absoluto qué papel juega la organización práctica de las relaciones humanas. No implica en sí misma ninguna institución particular, ninguna segregación, ninguna jerarquía de ningún orden —económico, social, político, religioso o cualquier otro—. El firme cimiento de las diferencias anatómicas y fisiológicas sugiere, en rigor, unos tipos de comportamientos (…) pero no puede programar nada que sea de orden social, jurídico o institucional» (p. 141).
En principio, esta diferencia aparentemente establece una igualdad de los sexos: ambos componen el género humano. Sin embargo, en la vida real, la práctica de esta igualdad no se ve realizada como ese en principio parecería marcar. Las razones son múltiples, pero —de nuevo, en la práctica— es evidente que queda mucho androcentrismo. Bastaría observar el número de mujeres elegidas para cargos públicos o que ocupan puestos directivos en la empresa y el ámbito cultural.
La historia de la lucha de las mujeres por conseguir una equidad frente al varón es larga. En los dos últimos siglos se ha tornado más notoria, pero los frutos, aunque significativos, aún están lejos de ser halagüeños. Esta lucha ha recibido el nombre de feminismo, y fue dado por sus mismas promotoras. El feminismo ha tenido distintos niveles y momentos, llegando incluso a posiciones violentas. Lo más llamativo es que las posturas más agresivas han dañado a la propia mujer.
Desde sus orígenes, el feminismo se orientó en dos direcciones: la igualdad ante el hombre, por una parte, y la consecución de los derechos civiles, por otra. Frecuentemente ambas líneas iban de la mano, las lideresas buscaban objetivos definidos: el derecho al trabajo profesional hasta entonces masculino o el derecho a votar y ser votadas (participación política). A la vez, el feminismo ha tomado distintos colores según sea anglosajón o latino (especialmente francés).
El feminismo contra la mujer
Simone de Beauvoir, protagonista indiscutible, profunda pensadora y expositora del ideal femenino, basó su lucha a favor de la mujer en un combate contra su propia naturaleza, en la emancipación de ella. Su reflexión es previa al descubrimiento de los anticonceptivos modernos, por lo que veía como enemigo declarado el confinamiento femenino a la maternidad y sus consecuencias, así como la argumentación masculina basada en esas «limitaciones» naturales: «la mujer está hecha para el hogar». Frente a la necesidad natural y la enajenación carnal del cuerpo femenino, propugnó por una libertad emancipadora. Le Deuxième Sexe trajo ideas nuevas, ayudó a alcanzar una mayor bonanza e incluso independencia económica para las mujeres. Sin embargo, su lógica concibió la emancipación de las mujeres a partir de la negación de la identidad sexual, resaltó los valores viriles y adoptó modelos masculinos a costa de negar las diferencias femeninas y, por tanto, su identidad; a costa de infravalorar lo femenino y desvalorizar los atributos de la maternidad: «la vergüenza de lo femenino ha rondado el feminismo» (p. 52).
Para Simone de Beauvoir el hombre había reducido a la mujer al carácter de objeto: el varón sería actividad, la mujer, pasividad. El Segundo sexo buscó acabar con la idea objetivizada de la mujer, trató de liberarla convirtiéndola en «sujeto». La lógica de la mirada sartreana se encuentra presente en este combate. Nadie puede ser sujeto si antes es convertido en objeto por una mirada ajena, la mirada de un sujeto. O se es sujeto o se es objeto.
La lucha de la francesa, al basarse en la lógica sujeto/objeto, acepta la jerarquía varón/mujer, actividad/pasividad. Muestra clara es que sostiene la diferencia sexual con la adopción de la supuesta desventaja femenina por su función biológica, la maternidad. Ésta había sido la postura masculinizante del género humano. El Segundo sexo la acepta y enfoca todas sus baterías en contra de la naturaleza enajenante, plantea como real esa función biológica por la cual la mujer quedaría descartada a priori de la vida pública.
Pero, «de hecho no existe ninguna razón para que la fecundidad femenina, que constituye el principal carácter diferencial entre mujeres y hombres, represente un handicap y "justifique" la marginación de las mujeres en el interior de las estructuras opresivas. No existe razón sino el efecto de una violencia interpretativa ejercida por el otro sexo y asociado a una dominación de hecho» (p. 53).
Simone de Beauvoir niega la diferencia y menosprecia lo más propio de la mujer. No comprendió cuál ha sido la misión esencial confiada a la mujer y, con ésta, su ventaja sobre el varón: su maternidad y fecundidad que, no sólo la distinguen del hombre, sino además le conceden el nada despreciable poder de dar descendencia a los dos sexos.
La mujer no es más mujer porque acepte la cosmovisión masculinizante. Lo es porque reconoce y acoge su diferencia, la fecundidad y la maternidad, «una de sus posibilidades más hermosas y gratificantes» (p. 54). Es necesario confesar que «la fecundidad, verdaderamente, no tiene un lugar en este sistema moderno de valores. No fabrica mercancías y no aumenta los recursos. Más grave todavía: no desarrolla la "actividad" y, por tanto, no da a las mujeres ninguna experiencia de la libertad [sartreana]» (p. 57). El mundo moderno y sus valores se olvidan de que la verdadera libertad la constituye la posibilidad de pensar y de actuar con o sin la necesidad natural. Los límites naturales no son necesariamente negación de la libertad humana: mi estatura física no niega mi libertad, como el estrabismo de Jean Paul Sartre tampoco negaba la suya.
«La maternidad y la paternidad son posibilidades humanas esenciales y con frecuencia resulta doloroso estar privado de ellas (…) Traer al mundo un niño, y educarlo, desde su más tierna infancia, implica siempre, para los seres humanos, la cuestión suprema del sentido de la existencia» (pp. 58-59). El feminismo beauvoiriano no vio, como tampoco gran parte del feminismo anglosajón, la trascendencia de la fecundidad: por ella nos despreocupamos de nuestra corta duración y nos preocupamos del futuro de la humanidad. «El niño es a la vez lo mismo que aquellos que lo han engendrado, y es otro. Él difiere, por su singularidad, de todo hombre y de toda mujer. Por esta razón cualquier nacimiento es un acontecimiento absoluto» (p. 61).
El concepto de libertad como contraria a la naturaleza y su consecuencia, la denigración de la maternidad, son sólo dos de los temas beauvoirianos que Agacinski discute a fondo. Aún hay otros. Estos bastan para ver la profundidad y valentía de la autora, quien afirma: «Simone de Beauvoir es aún en tanto que filósofa la nieta de Platón: ella no mezcla el espíritu y la carne» (p. 66). Por tanto, «las mujeres quisieron liberarse de la alienación histórica y de la alienación natural, no con su fecundidad sino contra ella» (p. 68).
Feminismo y movimientos homosexuales
Me he detenido en el argumento que considero clave en este libro. Tanto Simone de Beauvoir como Sylviane Agacinski son filósofas. Ambas abordan los temas con profundidad. Lástima que la primera se viera tan influida por su pareja de toda la vida, Sartre, pues eso le impidió descubrir la raíz del dominio masculino.
Agacinski pone en la mesa de discusión dos puntos más que han impedido un ulterior desarrollo de los derechos de la mujer. Por una parte, la relación que se estableció entre el primer feminismo y las llamadas reivindicaciones homosexuales. Por otra, la visión universalista del varón.
Para comprender el primer punto —y en general todo el texto— es necesario volver a la frase con que da principio el libro: «se nace niño o niña, nos convertimos en hombres o mujeres» (p. 15). Este planteamiento es una toma de partido. Agacisnki desea reivindicar la naturaleza, la realidad tal cual es: «la especie humana se divide en dos, y solamente en dos, como la mayoría de las otras especies. Esta división, que es la de todos los seres humanos, sin distinción, es ya una dicotomía o, dicho de otra manera, todo individuo que no es mujer es hombre y todo aquel que no es hombre es mujer. No existe una tercera posibilidad» (p. 15).
A partir de los años cincuenta y sobre todo los sesenta, los movimientos homosexuales se unieron con éxito al feminismo. Fueron ellos quienes recibieron los beneficios: un grupo pequeño se fortaleció con la lucha de la mitad del género humano, y fueron ellas las perdedoras. Al establecer un paralelismo entre la lucha gay y el feminismo, se buscó una especie de asexualidad (aspecto que perdura en ciertos ambientes feministas) o, como se le llama hoy, la propuesta de género según la cual cada individuo sería libre de elegir su opción sexual. Este planteamiento, de acuerdo con Agacinski, va en contra de la mujer porque le hace perder su identidad. Para alcanzarla es preciso reconocer que sólo existen dos sexos: el masculino y el femenino. «El hombre y la mujer no están definidos solamente por caracteres innatos, sino por el hecho de que pueden ser, o lo son, padre o madre» (p. 89).
Lucha de identidad
El intento que hace la autora por no afectar demasiado a los gay le lleva a distinguir entre la naturaleza, el goce erótico y la fecundidad. Admite que la humanidad es naturalmente heterosexual. En cambio sugiere que en la relación con el otro, el deseo de ese otro, generalmente y de manera exclusiva es por el «hetero», es decir, el del otro sexo; pero según ella puede haber excepciones (que confirmarían la regla) por el «homo», es decir, desear sólo al del mismo sexo.
El planteamiento se fundamenta en lo que ella llama «la elección del objeto sexual», que podría ser generalmente del otro sexo y en menor número del mismo. Subrayo la palabra objeto porque me sorprende que después de haber puesto en evidencia las limitaciones del feminismo de Simone de Beauvoir, por su dependencia de la lógica sartreana de la mirada objetivante (sujeto vs. objeto), trate de establecer la posibilidad natural del homosexualismo por la elección de un objeto amoroso. La relación entre hombre y mujer, cuando es llevada a su plenitud, concluye en la relación amorosa. Pero equiparar esa relación heterosexual con la homosexual por elección del objeto amoroso como si éste fuera natural o elegible más allá de la determinación (ya declarada) por la que la humanidad se divide en dos sexos, y solamente en dos, es tratar de salvar a una «minoría» (como ella misma la llama) buscando un subterfugio, sin percatarse de utilizar la misma teoría criticada: la sartreana de la pugna entre naturaleza y libertad. Es decir, volvemos a caer en la rechazada lógica de El Segundo sexo. Como la fecundidad pertenece a la relación hombre-mujer, pero no aparece en la relación de los y las homosexuales, quedaría soslayado un obstáculo natural. La paradoja aparece cuando estas «parejas» reclaman un pretendido derecho a «tener» hijos (artificial y subrogadamente).
La aceptación y defensa de la «pareja homosexual» se funda en una serie de argumentaciones profundas pero, sobre todo, confusas y sofistas. Porque la defiende a la vez que establece un veto a unir la lucha homosexual con la defensa de los derechos de la mujer: «al revés de ciertos acercamientos que con mucha frecuencia han realizado ciertas corrientes del feminismo, tanto en Francia como en Estados Unidos, en general la causa de las mujeres difiere de la de los homosexuales y de la de las homosexuales, por el solo hecho de que las mujeres no pueden definirse como una minoría (…) En último término, nos podemos preguntar si la categoría "homosexualidad" no se convierte en una pantalla frente a aproximaciones menos simplificadoras de la vida sexual» (p. 97).
Para la lucha de las mujeres es indispensable fijar su identidad. Pero la autora no tiene inconveniente en que otros (los y las homosexuales) hagan otra cosa mientras no traten de identificar su lucha con la de ellas. Y, al concluir este análisis, se ve orillada a cuestionar los fundamentos y exigencias de simetría entre la supuesta identidad «homosexual» y la «heterosexual»: sin esa identidad «heterosexual», las reivindicaciones de la mujer se ven afectadas por una concepción asexuada del individuo humano que termina por favorecer un androcentrismo práctico. ¿Cómo defender entonces a las «parejas homosexuales» y sus «derechos»? Parece que aquí finalmente triunfa la postura ideológica sobre el análisis crítico racional.
Dominio masculino disfrazado
Muy distinto es el carácter de la crítica al «universal masculino». En efecto, cuando se habla de la especie humana, por lo general nos referimos a ella con el concepto universal de hombre. Pero esto es una abstracción que concluye en la referencia conceptual y real a un individuo asexuado, es decir, se pierde la diferencia y, por tanto, la distinción entre los derechos de los varones y de las mujeres. Ejemplifiquemos con los derechos laborales: es evidente que el varón no requiere del derecho de maternidad, pero hay otros aspectos que no son tan evidentes, como la necesidad de reconocer el papel laboral de la mujer en el hogar y su peculiar remuneración. En la práctica, pues, si no reconocemos una humanidad dividida en dos sexos, termina por dominar un androcentrismo más o menos implícito. O bien un asexualismo que también conduce al dominio masculino, como lo muestra la filosofía platónica: es preferible ¾ dice Agacinski¾ la supuesta misoginia aristotélica, pues ésta sí reconoce la diferencia y con ella la identidad femenina, que es la única forma de luchar por la igualdad de derechos.
¿Cuál es la solución? ¿La igualdad? Es preciso tener mucho cuidado, establecer la igualdad legislativa puede convertirse en una desigualdad de hecho. Por eso es necesario reflexionar sobre la posibilidad de establecer una ley de paridad de la mujer en la vida pública: unas cuotas de cargos para ellas, mientras se consigue la igualdad de hecho. Siempre se corre el riesgo de caer en una discriminación positiva: por exigir esa cuota se excluye a los otros, en este caso hombres, de la posibilidad de ocupar esos puestos que deberían obtenerse por méritos propios y no por su pertenencia a un sexo.
Ideología de género: Primer blanco, la Familia
Oscar Alzamora Revoredo
La principal razón del rechazo feminista a la familia es que para ellas esta institución básica de la sociedad "crea y apoya el sistema de clases sexo/género"
"El final de la familia biológica eliminará también la necesidad de la represión sexual. La homosexualidad masculina, el lesbianismo y las relaciones sexuales extramaritales ya no se verán en la forma liberal como opciones alternas, fuera del alcance de la regulación estatal, en vez de esto, hasta las categorías de homosexualidad y heterosexualidad serán abandonadas: la misma institución de las relaciones sexuales, en que hombre y mujer desempeñan un rol bien definido, desaparecerá. La humanidad podría revertir finalmente a su sexualidad polimorfamente perversa natural" (1)
Estas palabras de Alison Jagger, autora de diversos libros de texto utilizados en programas de estudios femeninos en Universidades norteamericanas, revelan claramente la hostilidad de las "feministas del género" frente a la familia. "La igualdad feminista radical significa, no simplemente igualdad bajo la ley y ni siquiera igual satisfacción de necesidades básicas, sino más bien que las mujeres -al igual que los hombres- no tengan que dar a luz". La destrucción de la familia biológica que Freud jamás visualizó, permitirá la emergencia de "mujeres y hombres nuevos, diferentes de cuantos han existido anteriormente" (2).
Al parecer, la principal razón del rechazo feminista a la familia es que para ellas esta institución básica de la sociedad "crea y apoya el sistema de clases sexo/género". Así lo explica Christine Riddiough:
"La familia nos da las primeras lecciones de ideología de clase dominante y también le imparte legitimidad a otras instituciones de la sociedad civil. Nuestras familias son las que nos enseñan primero a ser buenos ciudadanos, tan completa es la hegemonía de la clase dominante en la familia, que se nos enseña que ésta encarna el orden natural de las cosas. Se basa en particular en una relación entre el hombre y la mujer que reprime la sexualidad, especialmente la sexualidad de la mujer" (3).
Para quienes tienen una visión marxista de las diferencias de clases como causa de los problemas, apunta O’Leary, diferente es siempre desigual y desigual siempre es opresor. En este sentido, las "feministas de género" consideran que cuando la mujer cuida a sus hijos en el hogar y el esposo trabaja fuera de casa, las responsabilidades son diferentes y por tanto no igualitarias. Entonces ven esta desigualdad en el hogar como causa de desigualdad en la vida pública, ya que la mujer, cuyo interés primario es el hogar, no siempre tiene el tiempo y la energía para dedicarse a la vida pública. Por ello afirman:
"Pensamos que ninguna mujer debería tener esta opción. No debería autorizarse a ninguna mujer a quedarse en casa para cuidar a sus hijos. La sociedad debe ser totalmente diferente. Las mujeres no deben tener esa opción, porque si esa opción existe, demasiadas mujeres decidirán por ella" (4).
Además, las "feministas de género" insisten en la desconstrucción de la familia no sólo porque según ellas esclaviza a la mujer, sino porque condiciona socialmente a los hijos para que acepten la familia, el matrimonio y la maternidad como algo natural. Al respecto, Nancy Chodorow afirma:
"Si nuestra meta es acabar con la división sexual del trabajo en la cual la mujer maternaliza, tenemos que entender en primer lugar los mecanismos que la reproducen. Mi recuento indica exactamente el punto en el que debe intervenirse. Cualquier estrategia para el cambio cuya meta abarque la liberación de las restricciones impuestas por una desigual organización social por géneros, debe tomar en cuenta la necesidad de una reorganización fundamental del cuidado de los hijos, para que sea compartido igualmente por hombres y mujeres" (5).
Queda claro que para los propulsores del "género" las responsabilidades de la mujer en la familia son supuestamente enemigas de la realización de la mujer. El entorno privado se considera como secundario y menos importante; la familia y el trabajo del hogar como "carga" que afecta negativamente los "proyectos profesionales" de la mujer. Este ataque declarado contra la familia, sin embargo, contrasta notablemente con la Declaración Universal de los Derechos Humanos promulgada, como es sabido, por la ONU en 1948. En el artículo 16 de la misma, las Naciones Unidas defienden enfáticamente a la familia y al matrimonio:
1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia; y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio.
2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el matrimonio.
3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado.
Sin embargo, los artífices de la nueva "perspectiva de género" presentes en la cumbre de la mujer pusieron al margen todas estas premisas y por el contrario apuntaron desde entonces la necesidad de "desconstruir" la familia, el matrimonio, la maternidad, y la feminidad misma para que el mundo pueda ser libre. En cambio, los representantes de las principales naciones comprometidas con la defensa de la vida y los valores familiares que participaron en Pekín, alzaron su voz en contra de este tipo de propuestas, sobre todo al descubrir que el documento de la cumbre eliminaba arbitrariamente del vocabulario del programa las palabras "esposa", "marido", "madre", "padre".
Ante tal hecho, Barbara Ledeen, Directora del Independent Women Forum, una organización de defensa de la mujer ampliamente conocida en Estados Unidos, señaló:
"El documento está inspirado en teorías feministas ultra radicales, de viejo sello conflictivo, y representa un ataque directo a los valores de la familia, el matrimonio y la femineidad".
Lamentablemente, la propuesta del Consejo Europeo para la Plataforma de Acción de Pekín se pronunció de la siguiente manera:
"Ya es hora de dejar en claro que los estereotipos de géneros son anticuados: los hombres ya no son únicamente los machos que sostienen la familia ni las mujeres sólo esposas y madres. No debe subestimarse la influencia psicológica negativa de mostrar estereotipos femeninos" (6).
Ante esta postura, O’Leary escribe en su informe que si bien es cierto que las mujeres no deben mostrarse únicamente como esposas y madres, muchas sí son esposas y madres, y por ello una imagen positiva de la mujer que se dedica sólo al trabajo del hogar no tiene nada de malo. Sin embargo, la meta de la perspectiva del género no es representar auténticamente la vida de la mujer, sino una estereotipificación inversa según la cual las mujeres que "sólo" sean esposas y madres nunca aparezcan bajo un prisma favorable.
Salud y Derechos Sexuales Reproductivos
En la misma línea, las "feministas de género" incluyen como parte esencial de su agenda la promoción de la "libre elección" en asuntos de reproducción y de estilo de vida. Según O’Leary, "libre elección de reproducción" es la expresión clave para referirse al aborto a solicitud; mientras que "estilo de vida" apunta a promover la homosexualidad, el lesbianismo y toda otra forma de sexualidad fuera del matrimonio. Así, por ejemplo, los representantes del Consejo Europeo en Pekín lanzaron la siguiente propuesta:
"Deben escucharse las voces de mujeres jóvenes, ya que la vida sexual no gira sólo alrededor del matrimonio. Esto lleva al aspecto del derecho a ser diferente, ya sea en términos de estilo de vida -la elección de vivir en familia o sola, con o sin hijos- o de preferencias sexuales. Deben reconocerse los derechos reproductivos de la mujer lesbiana" (7).
Estos "derechos" de las lesbianas, incluirían también el "derecho" de las parejas lesbianas a concebir hijos a través de la inseminación artificial, y de adoptar legalmente a los hijos de sus compañeras. Pero los defensores del "género" no sólo proponen este tipo de conductas sino que además defienden el "derecho a la salud" que, en honor a la verdad, se aleja por completo de la verdadera salud del ser humano. En efecto, ignorando el derecho de todo ser humano a la vida, estos proponen el derecho a la salud, que incluye el derecho a la salud sexual y reproductiva. Paradójicamente, esta "salud reproductiva" incluye el aborto y por tanto, la "muerte" de seres humanos no nacidos. No en vano, las "feministas de género" son fuertes aliadas de los Ambientalistas y Poblacionistas.
Según O’Leary, aunque las tres ideologías no concuerdan en todos sus aspectos, tienen en común el proyecto del aborto. Por un lado, los Ambientalistas y Poblacionistas, consideran esencial para el éxito de sus agendas, el estricto control de la fertilidad y para ello están dispuestos a usar la "perspectiva de género". La siguiente cita de la Division for the Advance of Women (División para el Avance de las Mujeres) propuesta en una reunión organizada en consulta con el Fondo de Población de la ONU, revela la manera de pensar de aquellos interesados primariamente en que haya cada vez menos gente:
"Para ser efectivos en el largo plazo, los programas de planificación familiar deben buscar no sólo reducir la fertilidad dentro de los roles de género existentes, sino más bien cambiar los roles de género a fin de reducir la fertilidad" (8).
Así, los "nuevos derechos" propuestos por las "feministas de género", no se reducen simplemente a los derechos de "salud reproductiva" que como hemos mencionado ya, promueven el aborto de un ser humano no nacido, sino que además exigen el "derecho" a determinar la propia identidad sexual. En un volante que circuló durante la Conferencia de Pekín, la ONG International Gay and Lesbian Human Rights Commission (Comisión Internacional de los Derechos Humanos de Homosexuales y Lesbianas) exigió este derecho en los siguientes términos:
"Nosotros, los abajo firmantes, hacemos un llamado a los Estados Miembros a reconocer el derecho a determinar la propia identidad sexual; el derecho a controlar el propio cuerpo, particularmente al establecer relaciones de intimidad; y el derecho a escoger, dado el caso, cuándo y con quién engendrar y criar hijos, como elementos fundamentales de todos los derechos humanos de toda mujer, sin distingo de orientación sexual".
Esto es más preocupante aún si se toma en cuenta que para las "feministas de género" existen cinco sexos. Rebecca J. Cook, docente de Leyes en la Universidad de Toronto y redactora del aporte oficial de la ONU en Pekín, señala en la misma línea de sus compañeros de batalla, que los géneros masculino y femenino, serían una "construcción de la realidad social" que deberían ser abolidos. Increíblemente, el documento elaborado por la feminista canadiense afirma que "los sexos ya no son dos sino cinco", y por tanto no se debería hablar de hombre y mujer, sino de "mujeres heterosexuales, mujeres homosexuales, hombres heterosexuales, hombres homosexuales y bisexuales". La "libertad" de los propulsores del "género" para afirmar la existencia de 5 sexos, contrasta con todas las pruebas científicas existentes según las cuales, sólo hay dos opciones desde el punto de vista genético: o se es hombre o se es mujer, no hay absolutamente nada, científicamente hablando, que esté en el medio.
1. Alison Jagger, "Political Philosophies of Womens Liberation", Feminism and Philosophy, Littlefield, Adams & Co., Totowa, New Jersey, 1977, p. 13.
2. Allí mismo, p. 14.
3. Christine Riddiough, "Socialism, Feminism and Gay/Lesbian Liberation", Women and Revolution, p. 80.
4. Christina Hoff Sommers, Who Stole Feminism?, Simon & Shuster, New York, 1994, p. 257.
5. Nancy Chodorow, The Reproduction of Mothering, U. of CA Press, Berkeley, 1978, p. 215.
6. Council of Europe, "Equality and Democracy: Utopia of Challenge?", Palais delEurope, Strausbourg, Febrero 9-11, 1995.
7. Allí mismo, p. 25.
8. "Gender Perspective in Family Planning Programs", Division for the Advancement of Women.
Fuente: Texto publicado por la CEP
No resulta fácil sustraerse a acontecimientos como los ocurridos a lo largo de esta semana, y que al menos a mí me han producido una profunda desazón interior. Reconozco que han sido dos noticias que me han sobresaltado porque coinciden con algunas de las raíces que dan sentido a mi vida: la universitaria y la católica.
“...Mirad en twitter las mierdas de comentarios que están poniendo de vuestra presidenta..” ”Ayuso pepera los ilustres (que la llamaban asesina) están fuera”, Así se expresaba, entre otras lindezas, Elisa Lozano en su “brillante” discurso durante la recepción del reconocimiento que como número uno de su promoción, le otorgaba la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, así como a la Presidenta de la Comunidad de Madrid y a otros ilustres homenajeados.
Me he formado intelectual y académicamente en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid. En la década de los años 60 éramos una juventud rebelde al poder del régimen franquista, de una gran inquietud intelectual y muy imbuidos del espíritu universitario que prestigiosos catedráticos y profesores nos supieron transmitir. Una semilla que al pasar de los años fructificó en lo que luego fue la generación de la transición que desde Rodriguez Zapatero y sus herederos están empeñados en dinamitar.
Después de la histriónica intervención de esta futura periodista, cabe preguntarse: ¿Qué generación se está formando y educando en esta Universidad cuando lo más granado de sus alumnos, como Elisa, insulta, vocifera y desprecia a ilustres visitantes que han acudido, en calidad de invitados para disfrutar de un merecido reconocimiento? ¿No es esa violencia verbal repleta de odio, el germen de lo que hoy estamos sufriendo en nuestra sociedad?. Una reflexión que la propia Universidad y educadores deberían hacerse. Degradar la escuela del saber y el conocimiento es la vía más segura para conducir a la sociedad hacia su propia degradación.
Sin solución de continuidad y en la ciudad andaluza de Algeciras un fanático marroquí en nombre de Alá ha sembrado la muerte y el dolor entre su comunidad cristiana. No han podido ser más acertadas las palabras que, entre lágrimas ha pronunciado el Vicario del Campo de Gibraltar, párroco de la Iglesia de La Palma: “la fortaleza está en el Espíritu Santo”. Nada que ver con el Alá que ha invocado el terrorista para extender la violencia, el odio y el mal por las iglesias de Algeciras.
Llevamos ya demasiado años que en Europa, en África y también en Asia, el yihadismo demoníaco ataca con saña a los cristianos, se trata de una persecución religiosa, aunque tenga también un componente económico y político. En la catedral de Bagdad el Papa Francisco refiriéndose a unos recientes atentados dijo que “su muerte nos recuerda con fuerza que la incitación a la guerra, las actitudes de odio, la violencia y el derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas”. Sembrar la semilla del odio en la palabra es el paso previo a la violencia y a la muerte…
Jorge Hernández Mollar
Escrito por Juan Luis Selma
Publicado: 11 Diciembre 2022
La Iglesia debe dirigirnos al bien, a la verdad, al amor. No puede ser una madre consentidora
Me contaron que se jubiló el pastor de una iglesia protestante con pocos feligreses, pero asiduos. Presentó a su sustituto, que era una pastora. Al poco tiempo bajó el número de los parroquianos. Transcurridos unos meses la pastora apareció con su pareja, otra mujer, y siguió disminuyendo el número. Quien lo contaba dijo que sus padres dejaron de ir a los oficios y que él se hizo católico. Buscaba continuidad con el Evangelio, seguridad.
También reina cierta confusión entre nosotros. Esta vez el protagonista es un adolescente que acudió a confesarse. Al acusarse de algo contra el sexto mandamiento, el sacerdote le dijo que eso no era pecado, que daba igual. El chico, con mucho sentido común, le respondió: “Pues si da igual, confiéseme si no le importa”.
Por último, a un sacerdote, que se le nota por el modo de vestir, se le acercó un compañero, buena persona, pero que había optado por la vestimenta civil, y le preguntó: ¿los jóvenes no se asustan al verte así? Le respondió que en absoluto, que en muchas ocasiones se acercaban para solicitar sus servicios o para darle las gracias por ir así vestido. Aunque “el hábito no hace al fraile, ayuda”. Es bonito ver signos de identidad cristiana por la calle, aunque algunos intolerantes y poco inclusivos los insulten.
Nos dice Isaías: “Fortaleced las manos cansadas, afianzad las rodillas vacilantes, decid a los de corazón apocado: ¡Ánimo!, no temáis, mirad a vuestro Dios, vengador y justiciero, viene en persona a salvarnos”. En momentos de tanta confusión buscamos orientación, seguridad, claridad de ideas. La Iglesia, como buena madre, vela por la salud y salvación de sus hijos. No puede ser una madre consentidora que a todo dice que sí.
Me decía una adolescente que tenía la peor de las madres: no le dejaba hacer lo que quería, se metía en sus cosas, siempre dando consejos…, pero que menos mal que la tenía. Protestaba, pero le daba seguridad, se sentía querida. No basta con ser graciosos, con tener “buen rollo”. El amor lleva a querer lo mejor, lo bueno, para los nuestros. Esto debe hacer la Iglesia, dirigirnos al bien, a la verdad, al amor.
Su misión es llevarnos a Dios, seguir la obra de Cristo. Jesús aportó novedad, savia nueva al mundo pequeño del judaísmo, nos mostró el camino del amor, pero no se calló las cosas, no fue “políticamente correcto”. Denunció las injusticias, enderezó lo que estaba torcido. Basta ver su intervención sobre el divorcio, ya extendido en aquel momento: “Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer −no por fornicación− y se case con otra, comete adulterio”.
Ahora queremos que la Iglesia se pliegue a las circunstancias actuales, a los poderes de este mundo, que “bautice” todos nuestros caprichos. Esto sería su perdición. Algunos creen que tiene que ser más cercana, y así debe ser, pero debe acercarse a curar las heridas, a acariciarlas y suavizarlas, no a contagiarse, ni a propagar las enfermedades. Cercana para ser consciente de los males y pobrezas; cercana para poder curar, consolar, dar luz; nunca para colaborar con su silencio a que el mal se propague.
Dice Benedicto XVI: “La Iglesia no tiene consistencia por sí misma; está llamada a ser signo e instrumento de Cristo, en pura docilidad a su autoridad y en total servicio a su mandato. El único Cristo funda la única Iglesia, Él es la roca sobre la que se cimienta nuestra fe”. Lo que pedimos a la Iglesia es que nos muestre el rostro de Cristo, que nos recuerde sus enseñanzas, que nos lleve a Él. Aunque sea signo de contradicción.
Lamentablemente se encuentra sola en muchas cosas: sola en la defensa de la vida, en proclamar la dignidad de toda persona humana, rica o pobre, sana o enferma, joven o vieja, buena o mala; siempre con el hombre, defendiéndolo del propio hombre. Sola en el cuidado de la familia y del amor: cree en el amor y se sabe familia. Sola en dignificar la sexualidad, que no es un juego que esclaviza, que no es un negocio, que no tiene sentido sin el amor. Sola defendiendo la libertad: de conciencia, de educación, de culto. Sola cuidando de los pobres, inmigrantes, drogadictos… Sola para defender la verdad y la justicia.
Acabo de leer el libro Al cruzar el puente. Testimonios de una iglesia abierta a todos, de José Manuel Horcajo. Libro que recomiendo ardientemente. En él afirma el autor que agradece “que Dios me haya aumentado la paciencia, porque para servir a los demás hace falta una buena dosis de paciencia. Uno que te cuenta una cosa diez veces, otro al que debes explicarle un procedimiento en seis ocasiones. Una que se enfada y se va, pero vuelve. Otro que discute y monta un pollo, pero luego regresa, aunque sea sin pedir perdón”.
Juan Luis Selma
La rebeldía de los jóvenes: ¿Defecto o virtud?
Escrito por Gerardo Castillo Ceballos
Publicado: 12 Diciembre 2022
Como los motivos y las formas de rebelarse pueden ser muy diferentes en cada caso, no hay rebeldía, sino rebeldías y rebeldes.
Tradicionalmente la rebeldía ha sido considerada sólo como un defecto, por acentuar excesivamente el significado de una de sus acepciones: insumisión, desacato y desafío a la autoridad. En cambio apenas se suele mencionar otra acepción: “Rebelde se llama también al indócil, duro, fuerte y tenaz”. Se sobreentiende que estas actitudes son vinculables a algún bien que se quiere preservar o defender.
En la adolescencia inicial la rebeldía es un rasgo de inmadurez abierto a una posible madurez posterior que puede alcanzar la categoría de virtud.
La actitud de la rebeldía es ambivalente: puede producirse con causa y sin causa; por algo que vale la pena o por algo intrascendente; para ayudar o para obtener una ventaja personal (la propia conveniencia); como reacción desde la inseguridad o en función de algún valor.
La rebeldía surge en la pubertad (12-14 años) como mecanismo de defensa de una personalidad insegura que necesita autoafirmarse. Nace del miedo a actuar tras salir de la dependencia de la infancia. Los momentos de ingenua prepotencia se alternan con los de reclusión en sí mismo. Es una rebeldía “regresiva”. El púber, en algunas ocasiones,pierde la confianza en sí mismo y siente nostalgia de la niñez, a la que regresa mentalmente.
Un ejemplo de la rebeldía incoherente del púber:
-A ver si queda claro: ¡ya no soy un niño! Soy un adulto capaz de tomar mis propias decisiones y de resolver por mí mismo mis problemas. Así que mamá ¡hazme las maletas!, porque yo no puedo seguir viviendo en esta casa.
En la adolescencia media (14-16 años) se produce una crisis interna o de personalidad que se manifiesta como inconformismo radical. Puede conllevar actitudes agresivas. El adolescente se siente mal por dentro y proyecta su insatisfacción contra padres y profesores. Es la “rebeldía agresiva”, que es “propia de la persona débil, de quien no sabiendo soportar la dureza de la vida diaria intenta aliviar su sufrimiento haciendo sufrir a los demás. Se expresa de forma violenta”. (Yela, M.) .
En algunos casos evoluciona hacia la transgresión. La “rebeldía transgresiva” va directamente contra las normas de la sociedad, de la familia y de la escuela, por el simple placer de romperlas. Puede haber sido provocada tanto por influencia de una subcultura del entorno como por errores en la educación familiar, especialmente el autoritarismo y la indiferencia de los padres.
Conozco un padre que tras reconocer que no estaba dedicando tiempo al hijo rebelde quiso rectificar:
-Hijo mío, me gustaría pasar más tiempo contigo. ¿Me aceptas como amigo de Facebook y te sigo en Twitter?
Hasta aquí las rebeldías inmaduras de la inseguridad, propias de quienes no saben todavía qué es lo que quieren en la vida. En cambio, en la adolescencia superior o edad juvenil (a partir de los 17 años), fase del “despertar del yo mejor” y de los grandes ideales, suele surgir una rebeldía más evolucionada.
Esa rebeldía se ha denominado “progresiva”. Es la que “se siente como deber más que como derecho. No es propia del asustado, ni del débil, ni del amoral. Es, al contrario, el signo del que se atreve a vivir, pero quiere vivir dignamente; del que sabe soportar el peso de la realidad, pero no el de la injusticia; del que acepta las reglas de los hombres, pero las discute y critica para mejorarlas” (Yela)
Se trata de una rebeldía constructiva frente a comportamientos de deslealtad, hipocresía, insolidaridad, injusticia social, falta de respeto a la naturaleza y a la vida humana.
Para Marañón la rebeldía es el deber y la virtud fundamental de la juventud. La actitud rebelde debe mostrarse tanto en la vida privada como en la vida pública: “Siendo el estado actual de las sociedades una estructura transitoria necesitada de constante renovación, la fuerza legítimamente impulsora de ese cambio tiene que ser la juventud. Con los años el espíritu se endurece para las injusticias; se acaba por aceptar lo que de joven era incomprensible”.
En una sociedad permisiva la mejor rebeldía es la práctica de las virtudes. La virtud de la sobriedad es una rebeldía frente al ambiente consumista; las virtudes de la castidad y del pudor son una rebeldía frente a la escalada del erotismo.
Gerardo Castillo Ceballos
Tras los pasos de san Juan Pablo II
Acompáñanos a Polonia, recién cumplidos los 102 años del nacimiento de san Juan Pablo II, uno de los pontífices más carismáticos de la Historia.
Peregrinación a Polonia
Descubriremos la tierra natal del papa san Juan Pablo II. Nos acercaremos, a los lugares donde creció y vivió el joven Karol Wojtyla, para conocer su país, su historia y su arraigada fe en Jesucristo.
Durante este viaje descubrirás la gran personalidad de Juan Pablo II, y su lucha por defender los valores cristianos a lo largo de toda su vida. Él fue el inspirador de la Fundación CARF.
Cracovia, Varsovia en una ruta personalizada.
Pensión completa, hotel de 4 estrellas.
Del 26 al 31 de mayo 2023.
¿Quieres vivir una experiencia inolvidable?
Encuentro en el seminario Bidasoa
El Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa acoge a alumnos de todo el mundo con el objetivo de que reciban una óptima formación para su labor sacerdotal en sus diócesis.
Encuentro con los seminaristas en la Santa Misa solemne y comida con ellos para disfrutar posteriormente de una gala musical que ofrecen cada año en honor de los asistentes.
Visita a el Santuario de Jasna Góra
Situado al sur de Polonia el Santuario alberga la comunidad de monjes Paulinos y está considerado el principal centro de peregrinación del país. Allí se encuentra la Basílica de Nuestra Señora de Czestochowa, rodeada de numerosas historias, remonta el origen del icono hasta San Lucas quien lo habría pintado sobre una madera de ciprés de la casa de la Sagrada Familia.
Recorrido por Wadowice
Paseo por el pueblo natal del Papa San Juan Pablo II y la Basílica de Wadowice, donde fue bautizado. Visitaremos su casa, que hoy es día es un museo, donde a través de fotos, ropas y objetos personales vislumbraremos cómo era su vida aquí.
Museo de Auschwitz
Declarado Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Este complejo de campos de concentración de Auschwitz fue el mayor de los establecidos durante la Segunda Guerra Mundial. Un guía local nos hará el recorrido. Auschwitz, es un símbolo particular del propio sufrimiento y de martirio de Santa Edith Stein y de San Maximiliano María Kolbe.
Casco antiguo de Cracovia
Ciudad ligada al Papa San Juan Pablo II y considerada una de las ciudades más bellas de Europa, parece anclada en el tiempo. Declarada Patrimonio de la Humanidad desde 1978. Su pasado medieval está presente por toda la ciudad como en sus murallas o la Plaza del Mercado, centro neurálgico de la ciudad.
Minas de sal de Wieliczka
Las minas de sal de Wieliczka, cerca de Cracovia, llevan en funcionamiento desde el siglo XIII continuando, hoy en día, produciendo sal de mesa. Acrecienta su valor la cantidad de cámaras y capillas excavadas. Es una ciudad subterránea con todas sus estructuras. Visitaremos uno de los monumentos de cultura material y espiritual más valioso que hay en Polonia, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1978. Y visita a Łagiewniki, capital de la Divina Misericordia.
Itinerario
Haz tu peregrinación con CARF con una planificación muy cuidada. Tiempo para rezar, tiempo para pasear, tiempo para disfrutar.
Viernes, 26 de mayo: Madrid - Pamplona - Zaragoza
06.00 h. Encuentro del grupo en el punto acordado -Santiago Bernabéu-, y salida en bus hacia Pamplona (4 horas de trayecto aproximadamente).
11.00 h. Recepción y celebración de la sesión inaugural del Encuentro Anual de Benefactores en las Facultades Eclesiásticas de la Universidad de Navarra.
13.00 h. Santa Misa solemne en el Seminario Bidasoa con los seminaristas, formadores y autoridades. Recorrido por el colegio y foto de familia.
14.00 h. Comida en compañía de formadores y seminaristas de más de 20 países.
15.00 h. Café y actuación musical de los seminaristas.
16.00 h. Adoración al santísimo y bendición.
17.00 h Traslado a la ermita de Nuestra Señora del Amor Hermoso, a la entrada del campus de la Universidad de Navarra. Oración del Rosario.
18.30 h Traslado hacia Zaragoza (2 horas aproximadamente). Check in y cena en el alojamiento.
Sábado, 27 de mayo: Zaragoza - Barcelona - Varsovia
Domingo, 28 de mayo: Varsovia - Częstochowa
Lunes, 29 de mayo: Częstochowa - Auschwitz - Cracovia
Martes, 30 de mayo: Cracovia – Łagiewniki - Wieliczka – Cracovia
Miércoles, 31 de mayo: Cracovia - Varsovia - Madrid
Información del viaje
- Del 26 al 31 de mayo de 2023.
Precio/persona, para 40 pax. 1.280 €.
Precio/persona, para 35 pax. 1.305 €.
Precio/persona, para 30 pax. 1.335 €.
Precio/persona, para 25 pax. 1.380 €.
Precio/persona, para 20 pax. 1.455 €. - Reserva y señalización de 600 € obligatoria con la inscripción. Resto del pago, antes del 26 de abril.
- Suplemento habitación doble de uso individual: 210 €.
- Salida desde Madrid. Otras opciones, consultar con la agencia de viajes.
- Plazas máximas limitadas.
El precio incluye:
- Vuelos de ida y vuelta con tasas incluidas (Vuelos Barcelona – Varsovia y Cracovia – Madrid) con franquicia de equipaje 23 kg. y 1 pieza de mano de 8 kg.
- Traslados Madrid, Pamplona, Zaragoza y al aeropuerto El Prat y durante el viaje en autobús privado.
- Alojamiento y desayuno en hoteles de 4*. Comidas y cenas, según programa en pensión completa.
- Entradas a las visitas y monumentos, con coordinador y guía de habla hispana y auriculares.
- Seguro de viaje con RACE. Gastos de cancelación: hasta 1.800 €. Equipaje: hasta 1.500 €. Asistencia médica en Europa: hasta 50.000 €. Responsabilidad civil: 60.000 €.
El precio no incluye:
- Segunda bebidas en las comidas/cenas (agua con gas, vino, refrescos, etc.).
- Entradas a sitios no mencionados en el programa.
- Gastos personales.
- Propinas del guía y chofer.
- Nada que no aparezca en el apartado incluye.
Más información:
- Forma de pago: Ingreso en cuenta IBERCAJA de la Fundación CARF – ES75 2085 9513 7103 3034 5348.
- La vigencia mínima de la documentación: DNI en vigor.
- Sin la transferencia bancaria, su inscripción no tiene valor alguno como reserva de plaza. Según vaya pagando cada peregrino, se asegura su viaje hasta completar el cupo de plazas máximo.
- Para cualquier duda relativa al viaje: vuelos, alojamiento, circunstancias especiales, etc. contactar con Ana Lucía de Red Peregrina (polonia2023carf@redperegrina.org teléfono:+34 664 357 826).
Resulta inadmisible –y no quito ni una letra, porque es una demagogia insultante– que en Baleares argumenten que “no hay una demanda real” de educación diferenciada. Afirmar eso es tratar como inexistentes o estúpidos a los padres que allí, ahora, la quieren y optan por ella.
Hay una demanda real, en Baleares y en toda España, en miles de familias que quieren educación diferenciada. Leía no hace mucho que en torno a 170 centros de educación diferenciada hay en España, pese a la asfixia a la que se le viene sometiendo desde los partidos de izquierdas, y alguno que no se sabe si es de izquierdas o derechas, o simplemente según le conviene o según los líderes.
En coloquios sobre la enseñanza es imposible que no se toque el tema de la educación diferenciada. Lo asombroso es que, a la hora de argumentar, los que están en contra se quedan casi mudos, aludiendo a falsas segregaciones o discriminaciones. Se recuerda que hay centros de educación diferenciada en Estados Unidos, Alemania, Australia… sin la asfixia que hay en España: en este asunto no se tiene en cuenta lo que hacen otros países, ¡y que hay centros públicos de educación diferenciada, dato que se esconde sistemáticamente!
Hay estudios y opiniones de pedagogos experimentados que defienden la enseñanza mixta, enumerando las ventajas e inconvenientes de la mixta y de la diferenciada. Y otros defienden el mayor valor de la diferenciada. Son respetables los argumentos y me reafirman en la opción por el pluralismo y la libertad.
Jesús D Mez Madrid
Nuevamente contra la educación diferenciada
El Gobierno balear, presidido por la socialista Francina Armengol, aprobó el nuevo decreto de conciertos educativos, dejando al margen a los de educación diferenciada, al amparo de la LOMLOE, a partir del próximo curso.
Como en otras cuestiones de la vida, mi postura es la de defender la libertad y el pluralismo, que suele ser algo más incómoda que las posturas demagógicas y dictatoriales, como es el caso del acoso -desde hace años– contra la enseñanza diferenciada.
Sí, hablo de enseñanza diferenciada, para chicos o para chicas, y no de “segregada” ni “discriminada por sexos”, que son expresiones demagógicas, muy pensadas para acomplejar e intentar desarmar lo que es una legítima opción.
Simplemente, apuesto por una enseñanza en que se pueda elegir, una enseñanza mixta y una enseñanza diferenciada, una enseñanza estatal o autonómica y una enseñanza privada-concertada, porque presta un servicio público -y a un menor coste económico que la enseñanza estatal o autonómica– como la que simplificando se denomina “pública”.
Siento rechazo a escribir de nuevo sobre este asunto, porque responde a una tozudez dictatorial de ciertos Gobiernos, pero es que parece como si hubiera una resignación a no defender ni argumentar la enseñanza diferenciada, como un tipo de enseñanza que quieren muchas familias para sus hijos. Pero la persistencia dictatorial me anima a escribir de nuevo sobre la libertad en este terreno.
Pedro García
El problema de fondo, en la violencia contra las mujeres, tiene que ver con una profunda crisis ética y cultural que afecta a las sociedades de nuestro entorno, precisamente aquellas que se habían construido sobre el cimiento de los derechos humanos. Se ha desdibujado la conciencia del valor sagrado de toda vida humana, mientras crece un sustrato de instintividad y violencia sobre el que no hacen mella las campañas gubernamentales. Se ha establecido un modelo de educación que no sitúa a la sexualidad en el marco integral de lo que es la persona con todas sus dimensiones, sino que propone una sexualidad deshumanizada, que aboca a futuras frustraciones y a reacciones violentas. Es necesario educar para la libertad, la responsabilidad, la igualdad y el respeto mutuo entre hombre y mujer, en la familia, en la escuela y en los ámbitos del ocio y la comunicación social. Como ha dicho hace unos días Papa Francisco, en una nueva condena de esta lacra, toda agresión contra las mujeres es un ultraje a Dios, que tomó su humanidad de una mujer. Una perspectiva mucho más potente que la de algunas campañas tópicas e ineficaces.
Jesús Martínez Madrid
La continuidad de la presencia de Cristo en la historia
Tras el funeral por el papa Benedicto, sucedido hace un mes, se han ido sucediendo los comentarios que elogian su estilo, su humanidad dulce y bondadosa. Pienso que todo esto es importante. Ratzinger supo, a pesar de su timidez, ganarse la estima y el cariño de millones de hombres. Pero, quien gobernó la Iglesia durante ocho años, de 2005 a 2013, también debe ser recordado como un Papa que percibió cuál es la esencia del cristianismo y su misión en el mundo contemporáneo.
Y es que en el pensamiento de Benedicto XVI la Iglesia no es una forma política, es la continuidad de la presencia de Cristo en la historia. Por eso no puede ni reducirse ni identificarse con una religión civil o con un dique contra el mal para mantener el mundo en orden. Por todo ello su misión es evangelizadora, es decir, debe mostrar a Cristo y preguntarse por la verdad que Cristo manifiesta.
Jesús D Mez Madrid
¿Es razonable creer en Dios? Dios sale a nuestro encuentro de muchas maneras. En cada experiencia conmovedora de la naturaleza, en cada encuentro verdaderamente humano, en cada aparente casualidad, en cada sufrimiento, en cada reto que se nos plantea, hay un mensaje escondido de Dios para cada uno. También lo escuchamos en la voz de nuestra conciencia si está abierta a la verdad.
Fe y razón no son realidades incompatibles, sino complementarias
Cuando seguimos las pistas que nos señalan la existencia de Dios y adquirimos confianza para dirigirnos a él, estamos dando los primeros pasos para afianzar una amistad inolvidable que nos proporcionará una gran estabilidad y serenidad, ya que podremos descansar confiadamente apoyados en quien nunca falla.
Dios nos busca y nos habla como amigos, y espera que le respondamos con nuestra amistad, creyendo en él, intentando comprender lo que nos dice, y aceptando sin reservas lo que nos propone.
La fe es la respuesta a la invitación que Dios nos hace a comunicarnos con él y a gozar de su compañía. Mediante la fe el hombre somete por completo su inteligencia y su voluntad a Dios, prestando asentimiento a lo que Dios ha revelación y decidiendo vivir de modo coherente con esas verdades.
Pero ¿esto una postura razonable? ¿creer es humano? ¿está en sus cabales una persona que somete su inteligencia a lo que otro le dice, o pone sus decisiones en manos de otro?
La fe es ante todo una adhesión personal a Dios, y al mismo tiempo e inseparablemente asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado.
Es verdad que sería vano y equivocado poner una fe semejante en una criatura. ¿Pero sucede lo mismo con Dios? La realidad de las cosas depende fundamentalmente de la respuesta que tenga una cuestión, que es la fundamental: ¿Dios existe o no existe? Si no existiera y fuera sólo una construcción ideológica, no tendría sentido. Pero ¿y si existe?
Digamos que la opción de prestar ese asentimiento supone asumir un riesgo, porque no es posible controlar intelectualmente toda la realidad. Requiere un ejercicio de confianza, algo así como la que requeriría lanzarse a una piscina a una persona que nunca lo hubiera hecho. Ve a otras personas que están allí y disfrutan del baño, pero la primera impresión es que si se tira se va a ir al fondo y se ahogará.
Para prestar el asentimiento de fe no se puede esperar a encontrar una demostración matemática de la existencia de Dios ni de cada una de las verdades que ha revelado. Supone un riesgo, y por eso requiere una ayuda que tenemos que recibir desde fuera. La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por él. Para dar una respuesta positiva a lo que Dios ha revelado es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede a todos gusto en aceptar y creer la verdad. Así lo enseña el Concilio Vaticano II (Dei Verbum, n.5) y el Catecismo de la Iglesia Católica (n.153).
El Papa Benedicto XVI dice sobre Santo Tomás de Aquino, que es ejemplo de la armonía que debe existir entre la fe y la razón.
La confianza en Dios
Ahora bien no es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre depositar la confianza en Dios y aceptar las verdades por él reveladas. Ya en las relaciones humanas no es contrario a nuestra propia dignidad creer lo que otras personas nos dicen sobre ellas mismas y sobre sus intenciones, y prestar confianza a sus promesas (como, por ejemplo, cuando un hombre y una mujer se casan). Nos fiamos de nuestros padres cuando somos pequeños, nos fiamos de nuestros maestros y de lo que dicen los manuales. Nos fiamos de lo que leemos en la prensa, escuchamos en la radio o vemos en la televisión. No tenemos tiempo ni posibilidad de contrastar experimentalmente todo la información de vamos recibiendo. En la vida normal casi todo lo que sabemos es porque nos hemos fiado de alguien. Así que no es contrario a nuestra dignidad fiarnos de Dios.
El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de nuestra razón natural. Creemos a causa de la autoridad de Dios mismo que revela, y que no puede engañarse ni engañarnos.
También en la vida real, necesitamos contrastar por lo menos algunos datos de lo que nos dicen y verificar si son verosímiles, aunque muchas veces no podamos demostrarlos. La ciencia avanza más por inducción que por deducción matemáticamente probada.
Por eso, también es razonable que deseemos conocer con más precisión y profundizar en lo que nos dice la fe. Como señalaba San Anselmo, “la fe trata de comprender”. Es propio de la fe católica que el creyente desee conocer mejor a aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado, y por eso que ponga todo su empeño en acercarse cuanto pueda a entender los misterios de la revelación.
Fe y razón no son realidades incompatibles, sino complementarias. La investigación científica correctamente realizada, nunca estará realmente en oposición con la fe, porque las realidades profanas y las realidades de fe tienen su origen en el mismo Dios.
Don Francisco Varo Pineda
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