IDEAS CLARAS
DE INTERES PARA HOY sábado, 12 de agosto de 2023
Indice:
Papa Francisco: “La JMJ ha mostrado a todos que otro mundo es posible”
El Papa: “Una vida sin crisis no sirve para nada”
EL PODER DE LA FE Francisco Fernandez Carbajal
Evangelio del sábado: el mundo necesita nuestra fe
“Ojala seas como un viejo sillar oculto” : San Josemaria
Mensaje del prelado del Opus Dei a propósito del Motu proprio sobre las prelaturas personales
La ternura de Dios (VII): Devuélveme la alegría de tu salvación : Carlos Ayxelà
El Prelado, en Filipinas: Todas las cosas cooperan para el bien
La Asunción de la Virgen María
¿Apuestan los científicos?… : Manuel Ribes
Los mandamientos y nuestra madurez : encuentra.com
El drama de la infidelidad matrimonial: ¿puede evitarse? : Miguel A. Fuentes, IVE
Clonación humana, ¿un progreso sin ética? : José Antonio García-Prieto Segura.
Amor conyugal : Ana Teresa López de Llergo
En el corazón de agosto : Pedro Paricio Aucejo
Vacaciones 2023 : Jesús Martínez Madrid
Lujo ante la conversión ecológica : Jesús Domingo Martínez
Promoción humana y desarrollo: Jesús D Mez Madrid
El silencio : Pedro García
Los ovnis y la Iglesia : Mario Arroyo
Papa Francisco: “La JMJ ha mostrado a todos que otro mundo es posible”
Catequesis sobre el 42º viaje apostólico a Portugal en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud 2023
“Mientras que en Ucrania y en otros lugares del mundo se combate, y mientras en ciertas salas escondidas se planifica la guerra – es feo esto, ¡se planifica la guerra! – la JMJ ha mostrado a todos que otro mundo es posible: un mundo de hermanos y hermanas, donde las banderas de todos los pueblos ondean juntas, una junto a la otra, ¡sin odio, sin miedo, sin cierres, sin armas!”, ha resaltado el Papa Francisco.
El Santo Padre ha presidido hoy, 9 de agosto de 2023 la primera Audiencia General en el Aula Pablo VI tras la pausa de verano que tiene lugar durante el mes de julio. El tema de su reflexión ha sido el 42º viaje apostólico a Portugal en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud 2023.
Francisco ha repasado los principales momentos vividos durante este encuentro con más de 1,5 millones de jóvenes: “Esta JMJ de Lisboa, celebrada después de la pandemia, ha sido sentida por todos como don de Dios, que ha vuelto a poner en movimiento los corazones y los pasos de los jóvenes, tantos jóvenes de todas las partes del mundo – ¡tantos! – para ir a encontrarse y encontrar a Jesús”, destacó.
A continuación, sigue el texto completo de la catequesis de audiencia general, el saludo del Pontífice a los hablantes de lengua española y sus palabras pronunciadas en esta lengua, ofrecidos por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
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Catequesis. El Viaje apostólico a Portugal con motivo de la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En los días pasados fui a Portugal para la 37ª Jornada Mundial de la Juventud.
Esta JMJ de Lisboa, celebrada después de la pandemia, ha sido sentida por todos como don de Dios, que ha vuelto a poner en movimiento los corazones y los pasos de los jóvenes, tantos jóvenes de todas las partes del mundo – ¡tantos! – para ir a encontrarse y encontrar a Jesús.
Como bien sabemos, la pandemia ha tenido un fuerte impacto en los comportamientos sociales: el aislamiento a menudo ha degenerado en encierro, y los jóvenes se han visto particularmente afectados por él. Con esta Jornada Mundial de la Juventud, Dios ha dado un “empujón” en sentido contrario: esta ha marcado un nuevo inicio de la gran peregrinación de los jóvenes a través de los continentes, en nombre de Jesucristo. Y no es casualidad que haya sucedido en Lisboa, una ciudad que se asoma al océano, ciudad símbolo de las grandes exploraciones por mar.
Y entonces en la Jornada Mundial de la Juventud el Evangelio propuso a los jóvenes el modelo de la Virgen María. En su momento más crítico, [María] va a visitar a su prima Isabel. Dice el Evangelio: «Se levantó y partió sin demora» (Lc 1,39). A mí me gusta mucho invocar a la Virgen bajo este aspecto: la Virgen “apresurada”, que siempre hace las cosas apresurada, nunca nos hace esperar, porque Ella es la madre de todos. Así María hoy, en el tercer milenio, guía la peregrinación de los jóvenes tras las huellas de Jesús. Como hizo hace un siglo en Portugal, en Fátima, cuando se dirigió a tres niños encomendándoles un mensaje de fe y de esperanza para la Iglesia y el mundo. Por esto, en la JMJ, volví a Fátima, al lugar de las apariciones, y junto a algunos jóvenes enfermos recé a Dios para que sane al mundo de las enfermedades del alma: la soberbia, la mentira, la enemistad, la violencia – son enfermedades del alma y el mundo está enfermo de estas enfermedades. Y hemos renovado nuestra consagración, de Europa, del mundo al Corazón de María, al Corazón Inmaculado de María. He rezado por la paz, porque hay muchas guerras en todas las partes del mundo, mucha
Los jóvenes del mundo acudieron a Lisboa numerosos y con gran entusiasmo. Les encontré también en pequeños grupos, y algunos con muchos problemas; el grupo de jóvenes ucranianos llevaban historias que eran dolorosas. No eran unas vacaciones, un viaje turístico, y tampoco un evento espiritual fin en sí mismo; la Jornada Mundial de la Juventud es un encuentro con Cristo vivo a través de la Iglesia. Los jóvenes van a encontrar a Cristo. Es verdad, donde hay jóvenes hay alegría y hay un poco de todas estas cosas.
Mi visita a Portugal, con motivo de la JMJ, se benefició de su ambiente festivo, de esta ola de jóvenes. Doy gracias a Dios por ello, pensando especialmente en la Iglesia de Lisboa que, a cambio del gran esfuerzo realizado por la organización y la acogida, recibirá nuevas energías para continuar el nuevo camino, para echar de nuevo las redes con pasión apostólica. Los jóvenes en Portugal son ya hoy una presencia vital, y ahora, después de esta “transfusión” recibida por las Iglesias de todo el mundo, lo serán todavía más. Y muchos jóvenes, al regresar, han pasado por Roma, les estamos viendo también aquí, hay algunos que han participado en esta Jornada. ¡Ahí están! Donde están los jóvenes hay ruido, ¡saben hacerlo bien!
Mientras que en Ucrania y en otros lugares del mundo se combate, y mientras en ciertas salas escondidas se planifica la guerra – es feo esto, ¡se planifica la guerra! – la JMJ ha mostrado a todos que otro mundo es posible: un mundo de hermanos y hermanas, donde las banderas de todos los pueblos ondean juntas, una junto a la otra, ¡sin odio, sin miedo, sin cierres, sin armas! El mensaje de los jóvenes ha sido claro: ¿lo escucharán los “grandes de la tierra”? Me pregunto, ¿escucharán este entusiasmo juvenil que quiere paz? Es una parábola para nuestro tiempo, y todavía hoy Jesús dice: “¡El que tenga oídos, que oiga! ¡El que tenga ojos, que vea!”. Esperemos que todo el mundo escuche esta Jornada de la Juventud y mire esta belleza de los jóvenes yendo adelante.
Expreso nuevamente mi gratitud a Portugal, a Lisboa, al presidente de la República, que estuvo presente en todas las celebraciones, y a las otras autoridades civiles; al patriarca de Lisboa -¡que lo ha hecho bien! -, al presidente de la Conferencia Episcopal y al obispo coordinador de la Jornada Mundial de la Juventud, a todos los colaboradores y voluntarios. Pensad que los voluntarios – fui a encontrarles el último día, antes de volver – eran 25 mil: ¡esta Jornada ha tenido 25 mil voluntarios! ¡Gracias a todos! Por intercesión de la Virgen María, el Señor bendiga a los jóvenes del mundo entero y bendiga al pueblo portugués. Rezamos juntos a la Virgen, todos juntos, para que Ella bendiga al pueblo portugués.
[recita el Ave María]
Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Veo banderas mexicanas, colombianas, panameñas, argentinas, salvadoreñas. Un saludo a todos. Pidamos al Señor, por intercesión de Nuestra Señora de Fátima, que bendiga y fortalezca a todos los que han participado en la Jornada Mundial de la Juventud, para que lleven la alegría del Evangelio hasta los confines de la tierra. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Gracias.
Resumen leído por el Santo Padre en español
Queridos hermanos y hermanas:
El domingo pasado volví del viaje a Portugal, donde participé, junto a miles de jóvenes de distintos países, en la Jornada Mundial de la Juventud. Les agradezco a todos, tanto a las autoridades civiles y religiosas de ese país, como a los numerosos colaboradores y voluntarios. No quiero olvidar a los jóvenes peregrinos que llegaron a Lisboa de todas partes del mundo, así como a sus familias y sus comunidades que los han alentado y acogido, y a tantas personas que nos han acompañado con sus oraciones. Juntos han hecho posible la gran fiesta de la fe. ¡Gracias!
La Jornada Mundial de la Juventud es un encuentro con Cristo que vive en la Iglesia, un encuentro que toca el corazón, y donde muchos descubren la llamada de Dios para toda su vida: al matrimonio, a la vida consagrada, al sacerdocio. En esta ocasión nos guio especialmente la figura de la Virgen María. Ella nos transmite la alegría de saber que Dios nos llama por nuestro nombre, nos llama por nuestro nombre a todos; Dios nos convoca para formar parte de su Pueblo y nos envía para salir “sin demora” a anunciar que Él es nuestro Padre y ama a todos sus hijos.
El Papa: “Una vida sin crisis no sirve para nada”
Encuentro con los jóvenes de Scholas Occurrentes
Vatican Media
El Papa Francisco viajó de Lisboa a Cascais para reunirse con los chicos de Scholas Occurrentes que participaron en el proyecto «Vida entre los mundos», una iniciativa compuesta por personas de distintas nacionalidades y religiones, que se dedicaron a crear la obra artística de aproximadamente 3 km de longitud. Uno de los murales más grandes del mundo: «Es como la Capilla Sixtina», bromeó el Pontífice. Después hablando de la crisis dijo: «Una vida sin crisis no sirve para nada»
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Saludos del Santo Padre
Pregunta 1 (POR)
Buenos días! ¡Scholas! ¡Scholas! ¡Scholas!
Cuando me lo presentaron, no tuve dudas en aceptarlo y abrazarlo porque es un espacio donde todos comparten sus emociones y sentimientos. Es un espacio donde cada uno aporta lo que tiene, de valores éticos y morales para el bienestar de la comunidad. Independientemente de su religión u origen. Yo soy guineana, de Guinea Bissau, y soy musulmana. Pero me siento, me siento en este espacio. Y como musulmán, siento la obligación y el deber de unirme y formar parte de este movimiento. Porque lo que el Islam también pide es una buena coexistencia entre creencias, entre diferentes creencias. Y pide y vela por el bienestar de la comunidad. Llama a lo que debemos hacer, al cuidado que debemos tener por nuestro prójimo. Y por eso, me gustaría preguntar, ¿por qué Scholas es un espacio donde todos se identifican y por qué tanta diversidad para tener una obra de arte? Gracias.
Respuesta PAPA (ESP)
Scholas posibilita esto, que cada uno se sienta interpretado por el gran respeto, pero es un respeto no estático, dinámico, que pone en marcha para hacer cosas, para expresarse haciendo, como es esta pintura que, como me decía Del Corral, es una “Capilla Sixtina” pintada por ustedes.
(Aplausos)
Scholas te pone en marcha, Scholas te hace respetar al otro y escuchar al otro que tiene algo que decirte y escucharte a vos porque tenés algo que decirle. Scholas te muestra el camino hacia adelante y, si por ahí te quedás, te levanta y te hace ir adelante. Scholas es un encuentro, caminando. Todos, del país que seas, de la religión que seas, solo mirar adelante y caminar juntos. Y eso es constructivo como los tres kilómetros y medio de mural que ustedes han hecho para llegar acá.
(Aplausos)
Pregunta 2 (POR)
Quería moverme un poco en la dirección de la diversidad para entrar en el tema que fue la base de nuestros dos meses de trabajo, que es el caos. Nosotros, como grupo, y yo también individualmente, tuvimos la oportunidad de visitar varias comunidades diferentes, varias personas diferentes, que son de diferentes religiones, son de diferentes culturas, y esto nos dio una gran oportunidad de profundizar más y más, no sólo dentro de la persona misma, sino también de toda la comunidad, que es descubrir el verdadero sentimiento que tenían; los verdaderos dolores que sentían; y con eso, darles la oportunidad de representar todo esto con una pincelada, con una línea en el mural. Darles la oportunidad de expresarse. Y esto, nos guste o no, nos afecta, nos toca el corazón, para pensar: ¿tenemos nosotros este sentimiento? ¿Son estos dolores parte de nosotros, de nuestra convivencia? Entonces, quería preguntar: ¿qué sería de nuestra existencia sin el caos original? Gracias.
Respuesta PAPA (ESP)
Vos decís “caos”. Está bien, es la crisis… ¿Sabés de dónde viene la palabra? Cuando se cosechaba el trigo, se va pasaba por una zaranda, se “cribaba”. Crisis – cribar. Y la crisis, en las personas, es eso: situaciones de la vida, acontecimientos, problemas orgánicos tuyos, o malhumor, o buen humor. Te hace cribar y vos tenés que elegir. Una vida sin crisis es una vida aséptica. ¿A vos te gusta tomar agua? ¿Te gusta? Si yo te doy agua destilada, vas a decir: “Es un asco”. Una vida sin crisis es como el agua destilada, no tiene sabor a nada, no sirve para nada, sino para guardarla en el ropero y cerrar la puerta.
Las crisis hay que asumirlas, hay que asumirlas y resolverlas, porque quedarse en la crisis tampoco es bueno porque es un suicidio continuo. Es como un estar girando y girando, ¿no? Las crisis hay que caminarlas, hay que asumirlas y raramente solo. Y eso también es importante en el grupo de Scholas: caminar juntos para enfrentar crisis juntos, resolver cosas juntos y seguir adelante, crecer juntos… Y bueno, ¡adelante! Aunque sea para comer una feijoada…
(Aplausos)
Pregunta 3 (POR)
Estos dos últimos meses hemos trabajado duro para terminar el mural que habéis visto ahí fuera. Pero este mural representa realmente el caos. El caos que, muchas veces, cuando lo vivimos, y cuando lo vivimos de cerca, no entendemos y es un gran lío. Sólo aparecen líneas al azar. Pero lo cierto es que llega un punto en el que nos distanciamos. Y en esa distancia empiezas a ver formas, colores; empiezas a dar sentido a este caos, a pensar más allá de lo que a menudo sólo ves o sólo sientes, pero puedes expresarlo. Y para mí, por ejemplo, fue una experiencia muy grande porque yo también he vivido momentos de mucho caos en mi vida -y creo que todos lo hemos vivido- y la verdad es que escuchar la historia de otros, estar realmente abiertos a escuchar, a compartir, a acoger a todas estas personas que formaron parte de este mural fue un privilegio para nosotros, creo que más que para ellos, para nosotros que estamos aquí y facilitamos que esto haya sucedido. Y todo ello porque buscamos esa sensación, y todos buscamos esa sensación profunda de darnos cuenta de que es algo más grande que estar aquí. Y por eso queríamos preguntarte […] cuando pasaste por este mural; qué sentiste, qué pasaste durante esta experiencia hasta que llegaste aquí, al corazón, de este mural, y que realmente es simplemente para nosotros o el principio o el final. No lo sabemos
Y, antes de responder, nos gustaría también, en nombre de todos, ofrecerles un pincel. Este pincel que nos representa a todos.
Respuesta PAPA (ESP)
Es lindo lo que decís del caos. Había alguien que decía que la vida del hombre, nuestra vida humana, es hacer del caos un cosmos, o sea, de lo que no tiene sentido, de lo desordenado, lo caótico, hacer un cosmos, con sentido, abierto, invitador, complessivo. Yo no quiero ponerme acá catequista, ¿no?, pero si vemos la estructura del relato de la Creación, que es un relato mítico, ¿no es cierto? En el sentido verdadero de la palabra “mito”, porque “mito” es un modo de conocimiento. Entonces, usa esa historia, el que escribió el relato de la Creación. Entre paréntesis, eso se escribió mucho después que el pueblo judío tuvo la experiencia de su liberación. O sea, primero es toda la experiencia del éxodo del pueblo judío y después miran hacia atrás. ¿Y cómo empezó la historia? ¿Cómo se transformó el caos en cosmos? Y ahí está en un lenguaje poético cómo Dios, del caos un día hace la luz, otro día hace el hombre y va como creando cosas y transformando el caos en cosmos. Y en nuestra vida sucede lo mismo, eh: hay momentos de crisis -vuelvo a tomar la palabra-, que son caóticos, que vos no sabés dónde estás parado, y todos pasamos esos momentos, oscuros. Caos. Y ahí el trabajo personal de las personas que nos acompañan, de un grupo así, es transformar el cosmos. A mí me cuesta trabajo, en este caos de la Sixtina (risas), pensar que hay detrás un cosmos, porque el cosmos, ¿cuál es? Lo están armando ustedes en el mensaje que están llevando adelante, en el camino… No se olviden nunca esto: de un caos, transformar un cosmos. Y ese es el camino de cada uno, ¿no? Una vida que se queda en lo caótico es una vida fracasada y una vida que nunca sintió el caos es una vida destilada, todo perfecto, ¿no? Y las vidas destiladas no dan vida, se mueren en sí mismas. Es una vida que sintió la crisis como caos, que no entiende nada, y lentamente dentro de sí, y en la comunidad, fue transformando la vida personal o la vida relacional en un cosmos…Chapeau!
Una de las jóvenes de Scholas Ocurrentes, en español:
Muchas gracias, Papa Francisco, por tus palabras. Gracias.
Una joven en portugués: Es una alegría para nosotros concluir este viaje de esta manera. Pero aunque esta experiencia haya terminado, nos gustaría pensar que el trabajo realmente nunca termina. Por eso, hoy vamos a concluir empezando. Y así, cuando un camino se cierra, un nuevo camino se abre. Decidimos llamar a este proyecto «La vida entre los mundos». De hecho, todo el mural es una experiencia y una expresión de la vida que nace del encuentro de tantas realidades diferentes. Así que hoy vamos a dar un salto y a unir un mundo físico con un mundo virtual.
Una joven, en español: Vamos a pedirte, querido Francisco, que nos acompañes hasta la pared que tenés atrás, y nos regales la última pincelada de este mural, pero con un pincel muy particular, capaz de iniciar, al mismo tiempo, una misma obra virtual que va a conseguir reunir las diferentes comunidades de Scholas en todo el mundo.
José María del Corral [Presidente de Scholas Ocurrentes]: Papa, Papa Francisco, el video, el pincel este, virtual, del que hablaba Eugenia, es un arma para la paz. Parece una pistola porque vas a gatillar acá, pero, en vez de matar, con esta pincelada que vas a dar en la pared, también vas a estar dándola en el mundo virtual. En estos momentos, hay chicos de Scholas en Mozambique, que tienen puesto un artefacto, en Mozambique, en Tofo, para ver tu pincelada, que vas a hacer ahora, y seguirla en el mundo virtual, porque los jóvenes quieren que seas vos el que una el mundo físico con el mundo virtual para que el mundo virtual nunca deje de ser concreto y comprometido con la realidad.
(Aplausos)
Pintamos la pared.
PAPA: Este es el buen samaritano, y ninguno de nosotros está eximido de ser un buen samaritano. Es una obligación que todos tenemos. Cada uno tiene que buscarla en la vida, pero uno que termina su vida […] perdió como en la guerra. Resulta que el buen samaritano se encuentra a este tirado en el suelo, pero antes pasó un levita, pasó un sacerdote, y estaban apurados. No le dieron bolilla. Pero, además de que estaban apurados, no podían tocarlo porque había sangre […] Y, según la legislación de ese tiempo, el que tocaba la sangre quedaba impuro. No sé por cuánto tiempo se tenía que purificar, entonces eso le impedía cumplir sus deberes, no tocar… Morite, pero yo no te toco, impuro no me quedo. Morite, pero yo impuro no me quedo. No se olviden eso. ¡Cuántas veces puede pasar por nuestra mente: “Morite, pero yo impuro no me quedo”! ¡Cuántas veces se prefiere la “pureza ritual” a la cercanía humana! […] Los samaritanos, en la mentalidad de esa época, eran atorrantes, eran todos atorrantes y negociantes, no eran puros de mente, de corazón, eran marginados. Y este se para y lo ve y dice la historia que sintió compasión. “Morite, yo cuido mi pureza”. Sintió compasión. Les dejo la pregunta: ¿qué cosas a mí me hacen sentir compasión? ¿O vos tenés un corazón tan seco que ya no tiene compasión? Cada uno se responde. Y entonces, ¿qué sucede? Lo lleva a una posada y le consigue, en el hotel ahí, del pueblo ese, le consigue una pieza y le dice: “Mirá, yo voy a pasar dentro de tres días de vuelta”, le dice al hotelero. “Tomá, te pago esto y, si hace falta más, a la vuelta te lo pago”. Este atorrante era un buen pagador. Entonces, tenemos los ladrones que matan, el buen samaritano que lo cuida, el levita y el sacerdote que se van para no quedar impuros. Y Jesús dice: “En el Reino de los Cielos, este entra”, porque se movió a compasión. Piensen un poco en esta historia. ¿Dónde estoy yo acá? ¿Haciendo daño a la gente? ¿Dónde estoy yo acá? ¿Sacándole el cuerpo a las dificultades reales o me ensucio las manos? A veces, en la vida, hay que ensuciarse las manos para no ensuciar el corazón.
(Aplausos)
Una de las jóvenes, en español: Muchas gracias, querido Francisco, por tu regalo, una verdadera seña para seguir caminando juntos.
PAPA: Ahora les voy a dar la bendición, pero ustedes me prometen desearme bendición a mí después, y rezar y desear para que el Señor los bendiga.
(Bendición en portugués)
PAPA: Recen por mí, y el que de ustedes no reza porque no puede o porque no se siente, mándeme buena onda, eso sí…
— La fe capaz de trasladar montañas. Cada día tienen lugar en la Iglesia los milagros más grandes.
— Más gracias cuanto mayores son los obstáculos.
— Fe con obras.
I. Entre una inmensa muchedumbre que espera a Jesús, se adelantó un hombre y, puesto de rodillas, le suplicó: Señor, ten compasión de mi hijo...1. Es una oración humilde la de este padre, como reflejan su actitud y sus palabras. No apela al poder de Jesucristo sino a su compasión; no hace valer méritos propios, ni ofrece nada: se acoge a la misericordia de Jesús.
Acudir al Corazón misericordioso de Cristo es ser oídos siempre: el hijo quedará curado, cosa que no habían logrado anteriormente los Apóstoles. Más tarde, a solas, los discípulos preguntaron al Señor por qué ellos no habían logrado curar al muchacho endemoniado. Y Él les respondió: Por vuestra poca fe. Porque os digo que si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este monte: trasládate de aquí allá, y se trasladaría y nada os sería imposible.
Cuando la fe es profunda participamos de la Omnipotencia de Dios, hasta el punto de que Jesús llegará a decir en otro momento: el que cree en Mí, también hará las obras que Yo hago, y las hará mayores que estas, porque Yo voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si pidiereis algo en mi nombre, Yo lo haré2. Y comenta San Agustín: «No será mayor que yo el que en mí cree; sino que yo haré entonces cosas mayores que las que ahora hago; realizaré más por medio del que crea en mí, que lo que ahora realizo por mí mismo»3.
El Señor dice a los Apóstoles en este pasaje del Evangelio de la Misa que podrían «trasladar montañas» de un lugar a otro, empleando una expresión proverbial; entre tanto, la palabra del Señor se cumple todos los días en la Iglesia de un modo superior. Algunos Padres de la Iglesia señalan que se lleva a cabo el hecho de «trasladar una montaña» siempre que alguien, con la ayuda de la gracia, llega donde las fuerzas humanas no alcanzan. Así sucede en la obra de nuestra santificación personal, que el Espíritu Santo va realizando en el alma, y en el apostolado. Es un hecho más sublime que el de trasladar montañas y que se opera cada día en tantas almas santas, aunque pase inadvertido a la mayoría.
Los Apóstoles y muchos santos a lo largo de los siglos hicieron admirables milagros también en el orden físico; pero los milagros más grandes y más importantes han sido, son y serán los de las almas que, habiendo estado sumidas en la muerte del pecado y de la ignorancia, o en la mediocridad espiritual, renacen y crecen en la nueva vida de los hijos de Dios4. «“Si habueritis fidem, sicut granum sinapis!” -¡Si tuvierais fe tan grande como un granito de mostaza!...
»—¡Qué promesas encierra esa exclamación del Maestro!»5. Promesas para la vida sobrenatural de nuestra alma, para el apostolado, para todo aquello que nos es necesario...
II. Señor, ¿por qué no hemos podido curar al muchacho? ¿Por qué no hemos podido hacer el bien en tu nombre? San Marcos6, y muchos manuscritos en los que se recoge el texto de San Mateo, añade estas palabras del Señor: Esta especie (de demonios) no puede expulsarse sino por la oración y el ayuno.
Los Apóstoles no pudieron librar a este endemoniado por falta de la fe necesaria; una fe que había de expresarse en oración y mortificación. Y nosotros también nos encontramos con gentes que precisan de estos remedios sobrenaturales para que salgan de la postración del pecado, de la ignorancia religiosa... Ocurre con las almas algo semejante a lo que sucede con los metales, que funden a diversas temperaturas. La dureza interior de los corazones necesita, según los casos, mayores medios sobrenaturales cuanto más empecinados estén en el mal. No dejemos a las almas sin remover por falta de oración y de ayuno.
Una fe tan grande como un grano de mostaza es capaz de trasladar los montes, nos enseña el Señor. Pidamos muchas veces a lo largo del día de hoy, y en este momento de oración, esa fe que luego se traduce en abundancia de medios sobrenaturales y humanos. Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe7. «Ante ella caen los montes, los obstáculos más formidables que podamos encontrar en el camino, porque nuestro Dios no pierde batallas. Caminad, pues, in nomine Domini, con alegría y seguridad en el nombre del Señor. ¡Sin pesimismos! Si surgen dificultades, más abundante llega también la gracia de Dios; si aparecen más dificultades, del Cielo baja más gracia de Dios; si hay muchas dificultades, hay mucha gracia de Dios. La ayuda divina es proporcionada a los obstáculos que el mundo y el demonio opongan a la labor apostólica. Por eso, incluso me atrevería a afirmar que conviene que haya dificultades, porque de este modo tendremos más ayuda de Dios: donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia (Rom 5, 20)»8.
Las mayores trabas a esos milagros que el Señor también quiere realizar ahora en las almas, con nuestra colaboración, pueden venir sobre todo de nosotros mismos: porque podemos, con visión humana, empequeñecer el horizonte que Dios abre continuamente en amigos, parientes, compañeros de trabajo o de estudio, o conocidos. No demos a nadie por imposible en la labor apostólica; como tantas veces han demostrado los santos, la palabra imposible no existe en el alma que vive de fe verdadera. «Dios es el de siempre. —Hombres de fe hacen falta: y se renovarán los prodigios que leemos en la Santa Escritura.
»—“Ecce non est abbreviata manus Domini” —El brazo de Dios, su poder, no se ha empequeñecido!»9. Sigue obrando hoy las maravillas de siempre.
III. «Jesucristo pone esta condición: que vivamos de la fe, porque después seremos capaces de remover los montes. Y hay tantas cosas que remover... en el mundo y, primero, en nuestro corazón. ¡Tantos obstáculos a la gracia! Fe, pues; fe con obras, fe con sacrificio, fe con humildad. Porque la fe nos convierte en criaturas omnipotentes: y todo cuanto pidiereis en la oración, como tengáis fe, lo alcanzaréis (Mt 21, 22)»10.
La fe es para ponerla en práctica en la vida corriente. Habéis de ser no solo oyentes de la palabra, sino hombres que la ponen en práctica: estote factores verbi et non auditores tantum11. Haced, realizad en vuestra vida la palabra de Dios y no os limitéis a escucharla, nos exhorta el Apóstol Santiago. No basta con asentir a la doctrina, sino que es necesario vivir esas verdades, practicarlas, llevarlas a cabo. La fe debe generar una vida de fe, que es manifestación de la amistad con Jesucristo. Hemos de ir a Dios con la vida, con las obras, con las penas y las alegrías... ¡con todo!12.
Las dificultades proceden o se agrandan con frecuencia por la falta de fe: valorar excesivamente las circunstancias del ambiente en que nos movemos o dar demasiada importancia a consideraciones de prudencia humana, que pueden proceder de poca rectitud de intención. «Nada hay, por fácil que sea, que nuestra tibieza no nos lo presente difícil y pesado; como nada hay tampoco tan difícil y penoso que no nos lo haga del todo fácil y llevadero nuestro fervor y determinación»13.
La vida de fe produce un sano «complejo de superioridad», que nace de una profunda humildad personal; y es que «la fe no es propia de los soberbios sino de los humildes», recuerda San Agustín14: responde a la convicción honda de saber que la eficacia viene de Dios y no de uno mismo. Esta confianza lleva al cristiano a afrontar los obstáculos que encuentra en su alma y en el apostolado con moral de victoria, aunque en ocasiones los frutos tarden en llegar. Con oración y mortificación, con el trato de amistad, con nuestra alegría habitual, podremos realizar esos milagros grandes en las almas. Seremos capaces de «trasladar montañas», de quitar las barreras que parecían insuperables, de acercar a nuestros amigos a la Confesión, de poner en el camino hacia el Señor a gentes que iban en dirección contraria. Esa fe capaz de trasladar montes se alimenta en el trato íntimo con Jesús en la oración y en los sacramentos.
Nuestra Madre Santa María nos enseñará a llenarnos de fe, de amor y de audacia ante el quehacer que Dios nos ha señalado en medio del mundo, pues Ella es «el buen instrumento que se identifica por completo con la misión recibida. Una vez conocidos los planes de Dios, Santa María los hace cosa propia; no son algo ajeno para Ella. En el cabal desempeño de tales proyectos compromete por entero su entendimiento, su voluntad y sus energías. En ningún momento se nos muestra la Santísima Virgen como una especie de marioneta inerte: ni cuando emprende, vivaz, el viaje a las montañas de Judea para visitar a Isabel; ni cuando, ejerciendo de verdad su papel de Madre, busca y encuentra a Jesús Niño en el templo de Jerusalén; ni cuando provoca el primer milagro del Señor; ni cuando aparece –sin necesidad de ser convocada– al pie de la Cruz en que muere su Hijo... Es Ella quien libremente, como al decir Hágase, pone en juego su personalidad entera para el cumplimiento de la tarea recibida: una tarea que de ningún modo le resulta extraña: los de Dios son los intereses personales de Santa María. No es ya solo que ninguna mira privada suya dificultase los planes del Señor: es que, además, aquellas miras propias eran exactamente estos planes»15.
1 Mt 17, 14-20. — 2 Jn 14, 12-14. — 3 San Agustín, Datado sobre el Evangelio de San Juan, 72, 1. — 4 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, in loc. — 5 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 585. — 6 Mc 9, 29. — 7 1 Jn 5, 4. — 8 A. del Portillo, Carta pastoral 31-V-1987, n. 22. — 9 San Josemaría Escrivá, o. c., n. 586. — 10 ídem, Amigos de Dios, 203. — 11 Sant 1, 22. — 12 Cfr. P. Rodríguez, Fe y vida de fe, p. 173. — 13 San Juan Crisóstomo, De compunctione, 1, 5. — 14 San Agustín, cit. en Catena Aurea, vol. VI, p. 297. — 15 J. M. Pero-Sanz, La hora sexta, Rialp, Madrid 1978, p. 292.
Evangelio del sábado: el mundo necesita nuestra fe
Comentario del sábado de la 18.° semana del tiempo ordinario. “Luego los discípulos se acercaron a solas a Jesús y le dijeron: —¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo? —Por vuestra poca fe” Muchas veces lo que necesitan las personas que están a nuestro alrededor es que les transmitamos una fe viva que lleva a confiar en Dios.
12/08/2023
Evangelio (Mt 17,14-20)
Al llegar donde la multitud, se acercó a él un hombre, se puso de rodillas y le suplicó:
—Señor, ten compasión de mi hijo, porque está lunático y sufre mucho; muchas veces se cae al fuego y otras al agua. Lo he traído a tus discípulos y no lo han podido curar.
Jesús contestó:
—¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traédmelo aquí.
Le increpó Jesús y salió de él el demonio, y quedó curado el muchacho desde aquel momento.
Luego los discípulos se acercaron a solas a Jesús y le dijeron:
—¿Por qué nosotros no hemos podido expulsarlo?
—Por vuestra poca fe —les dijo—. Porque os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este monte: «Trasládate de aquí allá», y se trasladaría, y nada os sería imposible.
Comentario
La escena del Evangelio de hoy tiene tonos dramáticos. Un padre se pone de rodillas ante Jesús para suplicarle que cure a su hijo poseído por el demonio. Ha intentado primero que lo curen sus seguidores, pero la tentativa acabó en un fracaso. Ahora prueba con el Maestro, y se realiza la liberación.
Jesús dice a sus discípulos que para expulsar a ese demonio necesitaban más fe. Para sanar al mundo, para curar los corazones, los cristianos tenemos que ser hombres y mujeres de fe. Hay cadenas que no las pueden romper las fuerzas humanas: odios profundos, vicios arraigados, falta de esperanza…
En ocasiones, personas cercanas a nosotros atraviesan por situaciones críticas. Intentamos ayudarles con gestiones, favores prácticos, etc. Pero con frecuencia llega un momento en que notamos que no podemos llegar más lejos, porque lo que se necesita es la acción de la gracia: una luz especial o una conversión profunda. De nuestra parte, queda transmitir una profunda confianza en Dios, y quizá rezar juntos para que sea el Señor el que cure sus heridas.
La oración llena de fe es la que sostiene al mundo. Por eso, hemos de recurrir al Señor con constancia, abandonándonos en sus manos. Nos puede servir de ayuda esta oración que recomienda san Josemaría: “Señor, Tú eres el de siempre. Dame la fe de aquellos varones que supieron corresponder a tu gracia y que obraron —en tu Nombre— grandes milagros, verdaderos prodigios (…) sé que los harás; pero, también me consta que quieres que se te pidan, que quieres que te busquemos, que llamemos fuertemente a las puertas de tu Corazón”.
“Ojala seas como un viejo sillar oculto”
No quieras ser como aquella veleta dorada del gran edificio: por mucho que brille y por alta que esté, no importa para la solidez de la obra. –Ojalá seas como un viejo sillar oculto en los cimientos, bajo tierra, donde nadie te vea: por ti no se derrumbará la casa. (Camino, 590)
12 de agosto
Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad:
––pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás; ––querer salirte siempre con la tuya; –disputar sin razón o –cuando la tienes– insistir con tozudez y de mala manera;
—dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad; —despreciar el punto de vista de los demás;
—no mirar todos tus dones y cualidades como prestados;
—no reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees; —citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones;
—hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan; —excusarte cuando se te reprende;
—encubrir al Director algunas faltas humillantes, para que no pierda el concepto que de ti tiene; —oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti;
—dolerte de que otros sean más estimados que tú;
—negarte a desempeñar oficios inferiores;
—buscar o desear singularizarte;
—insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional...;
—avergonzarte porque careces de ciertos bienes... (Surco, 263)
Mensaje del prelado del Opus Dei a propósito del Motu proprio sobre las prelaturas personales
El prelado del Opus Dei escribe estas palabras a propósito del Motu proprio del Papa Francisco sobre las prelaturas personales, del pasado 8 de agosto.
10/08/2023
Queridísimos, ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Como habréis visto, anteayer el Papa Francisco publicó una carta en forma de Motu proprio acerca de las prelaturas personales. En ella se introducen modificaciones en dos cánones del Código de Derecho Canónico, en continuidad con lo establecido en Praedicate evangelium, sobre la reforma de la Curia romana, y el Motu proprio Ad charisma tuendum.
Os escribo estas palabras para compartir con vosotros que acogemos con sincera obediencia filial esas disposiciones del Santo Padre, y para pediros que también en esto permanezcamos todas y todos muy unidos. Seguimos así el espíritu con el que vivieron san Josemaría y sus sucesores ante cualquier disposición del Papa relacionada con el Opus Dei. Siendo la Obra una realidad de Dios y de la Iglesia, el Espíritu Santo nos conduce en todo momento.
Por otro lado, y como es lógico, el Motu proprio del día 8 de agosto también deberá tenerse en cuenta en la adaptación y actualización de los estatutos de la Obra, que está en marcha desde hace un año. Por este motivo, renuevo ahora la petición de oraciones que ya os dirigí hace algunos meses, para que este trabajo llegue a buen puerto. Además, desearía que día a día se refuerce en nosotros, por la gracia de Dios, el sentirnos hijos de la Iglesia, hermanos y hermanas de una familia unida, que procuran encarnar en su vida el mensaje recibido por san Josemaría. Seamos apóstoles que siembran magnánimamente comprensión y caridad, con la alegría que da el encuentro con el Señor.
Las modificaciones establecidas en estos cánones se refieren al derecho general acerca de las prelaturas personales. En el añadido que se refiere a los laicos –razón de ser del Opus Dei: cristianos corrientes en medio del mundo, que buscan a Dios a través de su trabajo profesional y de su vida ordinaria–, se explicita la realidad de que son fieles de sus diócesis, como cualquier otro católico. En el caso de la Obra, además, miembros de esta familia sobrenatural, gracias a una específica llamada vocacional.
Por último, os aliento a continuar acompañándome en el viaje pastoral de los próximos días en Australia y Nueva Zelanda, como os transmití hace poco en otro mensaje, y a recurrir a la intercesión maternal de la Virgen, en la ya cercana solemnidad de la Asunción de María.
Con todo cariño, os bendice
Vuestro Padre
Sídney, 10 de agosto de 2023
La ternura de Dios (VII): Devuélveme la alegría de tu salvación
Para poder dar misericordia, necesitamos recibirla de Dios: mostrarle nuestras heridas, dejarnos curar, dejarnos querer. En un mundo «a menudo duro con el pecador e indulgente con el pecado», el salmo miserere –ten misericordia de mí– es la gran oración del perdón que libera el alma, que nos devuelve la alegría de estar en la casa del Padre.
07/10/2016
Miserere mei, Deus, secundum misericordiam tuam –«ten misericordia de mí, Dios mío, según tu bondad» (Sal 51 [50],3). Desde hace tres milenios, el salmo miserere ha alimentado la oración de cada generación del Pueblo de Dios. Las Laudes de la Liturgia de las horas lo recogen semanalmente, los viernes. San Josemaría, y sus sucesores, lo rezan cada noche[1], expresando con el cuerpo el tenor de las palabras que componen este «Magnificat de la misericordia», como lo ha llamado recientemente el Papa: «el Magnificat de un corazón contrito y humillado que, en su pecado, tiene la grandeza de confesar al Dios fiel que es más grande que el pecado»[2].
EN SU PRESENCIA TRANQUILIZAREMOS NUESTRO CORAZÓN, AUNQUE EL CORAZÓN NOS REPROCHE ALGO, PORQUE DIOS ES MÁS GRANDE QUE NUESTRO CORAZÓN Y CONOCE TODO.
El salmo miserere nos sumerge en «la más profunda meditación sobre la culpa y la gracia»[3]. La tradición de Israel lo pone en labios de David, cuando el profeta Natán le reprochó, de parte de Dios, el adulterio con Betsabé y el asesinato de Urías[4]. El profeta no echó directamente en cara al rey su pecado: se sirvió de una parábola[5], para que fuera el mismo David quien llegara a reconocerlo. Peccavi Domino, «pequé contra el Señor» (2 S 12,13): el miserere –ten misericordia, misericórdiame– que sale del corazón de David expresa también su desolación interior, y la conciencia del dolor que ha sembrado a su alrededor. La percepción del alcance de su pecado –Dios, los demás, él mismo– le lleva a buscar su refugio y su curación en el Señor, el único que puede arreglar las cosas: «en su presencia tranquilizaremos nuestro corazón, aunque el corazón nos reproche algo, porque Dios es más grande que nuestro corazón y conoce todo» (1 Jn 3,20).
Porque no saben lo que hacen
Del pecado vemos sobre todo, en un primer momento, la liberación que parece prometer: emanciparse de Dios, para ser verdaderamente nosotros mismos. Pero la aparente liberación –espejismo– se convierte muy poco después en una carga pesada. El hombre fuerte y autónomo, que creía poder silenciar su conciencia, llega tarde o temprano a un momento en que se desarma: el alma no puede más; «no le bastan las explicaciones habituales, no le satisfacen las mentiras de los falsos profetas»[6]. Es el inicio de la conversión, o de una de las «sucesivas conversiones» de nuestra vida, que son «más importantes aún y más difíciles»[7].
El proceso no es siempre tan rápido como en la historia del rey David. La ceguera que precede y acompaña al pecado, y que crece con el pecado mismo, puede prolongarse después; nos engañamos con justificaciones, nos decimos que la cosa no tiene tanta entidad… Es una situación que también nos encontramos con frecuencia a nuestro alrededor, «en un mundo a menudo duro con el pecador e indulgente con el pecado»[8]: duro con el pecador, porque en su conducta se percibe claramente lo corrosivo del pecado; pero indulgente con el pecado, porque reconocerlo como tal significaría prohibirse ciertas «libertades». Todos estamos expuestos a este riesgo: ver lo feo del pecado en los demás, sin condenar el pecado en nosotros mismos. No solo nos falta misericordia entonces: nos hacemos también incapaces de recibirla.
La ofuscación del pecado y de la tibieza tiene algo de autoengaño, de ceguera querida –queremos no ver, hacemos como que no vemos–, y por eso requiere el perdón de Dios. Jesús ve así el pecado cuando dice desde la Cruz: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34). Perderíamos la profundidad de esta palabra del Señor si la viéramos como una mera disculpa amable, que ocultara el pecado. Cuando nos alejamos de Dios, sabemos y no sabemos lo que hacemos. Nos damos cuenta de que no obramos bien, pero olvidamos que por ahí no vamos a ninguna parte. El Señor se apiada de ambas cosas, y también de la profunda tristeza en la que nos quedamos después. San Pedro sabía y no sabía lo que hacía cuando negaba al Amigo. Después «lloró amargamente» (Mt 26,75), y las lágrimas le dieron una mirada más limpia, y más lúcida.
«La misericordia de Cristo no es una gracia barata; no implica trivializar el mal. Cristo lleva en su cuerpo y en su alma todo el peso del mal, toda su fuerza destructora. Quema y transforma el mal en el sufrimiento, en el fuego de su amor doliente»[9]. Su palabra de perdón desde la Cruz –«no saben lo que hacen»– deja entrever su proyecto misericordioso: que volvamos a la casa del Padre. Por eso también desde la Cruz nos confía a la protección de su Madre.
La nostalgia de la casa del Padre
«La vida humana es, en cierto modo, un constante volver hacia la casa de nuestro Padre»[10]. La conversión, y las conversiones, comienzan y recomienzan con la constatación de que nos hemos quedado de algún modo sin hogar. El hijo pródigo siente la «nostalgia por el pan recién horneado que los empleados de su casa, la casa de su padre, comen para el desayuno. La nostalgia es un sentimiento poderoso. Tiene que ver con la misericordia porque nos ensancha el alma (…). En este horizonte amplio de la nostalgia, este joven –dice el Evangelio– entró en sí y se sintió miserable. Y cada uno de nosotros puede buscar o dejarse llevar a ese punto donde se siente más miserable. Cada uno de nosotros tiene su secreto de miseria dentro... Hace falta pedir la gracia de encontrarlo»[11].
Fuera de la casa del padre –recapacita el hijo pródigo– está en realidad fuera de su misma casa. La redescubre: el lugar que se le antojaba como un obstáculo para su realización personal se revela como el hogar que nunca debió haber abandonado. También quienes están dentro de la casa del padre pueden estar con el corazón fuera. Así sucede con el hermano mayor de la parábola: aunque no se había ido, su corazón estaba lejos. Para él rigen también esas palabras del profeta Isaías, a las que Jesús se referirá en su predicación: «Este pueblo (…) me honra con sus labios pero su corazón está lejos de mí» (Is 29,13)[12]. El hermano mayor «no dice nunca “padre”, no dice nunca “hermano”; piensa sólo en sí mismo, hace alarde de haber permanecido siempre junto al padre y de haberlo servido (…) ¡Pobre padre! Un hijo se había marchado, y el otro nunca había sido verdaderamente cercano. El sufrimiento del padre es como el sufrimiento de Dios, el sufrimiento de Jesús cuando nosotros nos alejamos o porque nos marchamos lejos o porque estamos cerca sin ser cercanos»[13]. Habrá momentos de nuestra vida en que, aunque quizá no nos hayamos alejado como el hijo menor, percibiremos más fuertemente hasta qué punto somos como el hijo mayor. Son momentos en los que Dios nos da más luz: nos quiere más cerca de su corazón. Son momentos de nueva conversión.
CUANDO LA VIDA INTERIOR SE CLAUSURA EN LOS PROPIOS INTERESES, YA NO HAY ESPACIO PARA LOS DEMÁS (…), YA NO SE ESCUCHA LA VOZ DE DIOS.
En la conversación entre el hermano mayor y el padre[14], salta a la vista, frente a la ternura del corazón del padre, la dureza del corazón del hijo: su respuesta amarga deja adivinar cómo había perdido la alegría de estar en la casa de su padre. Por eso mismo había perdido la capacidad de alegrarse con él y con su hermano. Para uno y otro tenía solamente reproches: solo veía sus fallos. «Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás (…), ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente»[15].
El padre se sorprende también ante esa dureza, e intenta ablandar el corazón de aquel hijo que, aunque había permanecido con él, suspiraba –quizá sin ser él mismo muy consciente– por el egoísmo alocado del hermano pequeño; el suyo era un egoísmo más «razonable», más sutil, y quizá más peligroso. El padre intenta darle explicaciones: «había que celebrarlo y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida» (Lc 15,32). Con fortaleza de padre y ternura de madre, le reconviene, como diciéndole: Hijo mío, deberías alegrarte: ¿qué te pasa en el corazón? «También él necesita descubrir la misericordia del padre»[16]: tiene necesidad de descubrir esa nostalgia de la casa del Padre, ese dolor suave que nos hace volver.
Devuélveme el gozo de tu salvación
Tibi, tibi soli peccavi et malum coram te feci, –«contra Ti, contra Ti solo he pecado, y he hecho lo que es malo a tus ojos» (Sal 51 [50],6). El Espíritu Santo, que «convencerá al mundo en lo referente al pecado»[17], es quien nos hace ver que esa nostalgia, ese malestar, no es solo un desequilibrio interior; tiene su origen más profundo en una relación herida: nos hemos alejado de Dios; le hemos dejado solo, y nos hemos dejado solos. «In multa defluximus»[18], escribe San Agustín: cuando nos apartamos de Dios, nos desparramamos en muchas cosas, y nuestra casa se queda desierta[19]. El Espíritu Santo es quien nos mueve a volver a Dios, que es el único que puede perdonar los pecados[20]. Como aleteaba sobre las aguas desde el inicio de la creación[21], así aletea ahora sobre las almas. Él movió a la mujer pecadora a acercarse, sin palabras, a Jesús; y la misericordia de Dios la acogió sin que los comensales entendieran el porqué de las lágrimas, el perfume, los cabellos[22]: Jesús, radiante, dijo de ella que se le había perdonado mucho porque había amado mucho[23].
La nostalgia de la casa del Padre es nostalgia de cercanía, de misericordia divina; necesidad de volver a poner «el corazón en carne viva, humana y divinamente transido por un amor recio, sacrificado, generoso»[24]. Si nos acercamos, como el hijo menor, hasta el regazo del Padre, allí comprendemos que la medicina para nuestras heridas es Él mismo, Dios mismo. Entra entonces en escena un «tercer hijo»: Jesús, que nos lava los pies, Jesús, que se ha hecho siervo por nosotros. Él es «el que «siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo» (Fil 2,6-7). ¡Este Hijo-Siervo es Jesús! Es la extensión de los brazos y del corazón del Padre: Él ha acogido al pródigo y ha lavado sus pies sucios; Él ha preparado el banquete para la fiesta del perdón»[25].
Cor mundum crea in me, Deus –«Crea en mí, Dios mío, un corazón puro» (Sal 50 [51],12). El salmo vuelve una y otra vez sobre la pureza del corazón[26]. No es cuestión de narcisismo, ni de escrúpulo, porque «el cristiano no es un maníaco coleccionista de una hoja de servicios inmaculada»[27]. Es cuestión de amor: el pecador arrepentido está dispuesto a hacer lo necesario para curar su corazón, para recuperar la alegría de vivir con Dios. Redde mihi laetitiam salutaris tui –«devuélveme el gozo de tu salvación» (Sal 51 [50],14): cuando se ven así las cosas, la confesión no es una cuestión fría, como una especie de trámite administrativo. «Puede hacernos bien preguntarnos: Después de confesarme, ¿festejo? ¿O paso rápido a otra cosa, como cuando después de ir al médico, uno ve que los análisis no dieron tan mal y los mete en el sobre y pasa a otra cosa?»[28].
Quien festeja, aprecia: agradece el perdón. Y ve entonces la penitencia como algo más que una mera diligencia para restablecer la justicia: la penitencia es una exigencia del corazón, que experimenta la necesidad de respaldar sus palabras –pequé, Señor pequé– con la vida. Por eso, san Josemaría aconsejaba a todos a tener «espíritu de penitencia»[29]. «Un corazón contrito y humillado» (Sal 51 [50],19) comprende que resulta necesario un camino de retorno, de reconciliación, que no se hace de la noche a la mañana. Como es el amor el que tiene que recomponerse, para adquirir una nueva madurez, es él mismo el remedio: «amor con amor se paga»[30]. La penitencia, pues, es el cariño que lleva a querer sufrir –alegres, sin darnos importancia, sin «cosas raras»[31]– por todo lo que hemos hecho sufrir a Dios y a los demás. Ese es el sentido de uno de los modos que el Ritual propone al sacerdote para despedirse del penitente tras la absolución; el confesor nos dice: «que el bien que hagas y el mal que puedas sufrir te sirvan como remedio de tus pecados»[32]. Además, «¡qué poco es una vida para reparar!»[33] La vida entera es alegre contrición: con un dolor confiado –sin angustias, sin escrúpulos– porque cor contritum et humiliatum, Deus, non despicies (Sal 51 [50],19) –«un corazón contrito y humillado, Dios mío, no lo desprecias».
Texto: Carlos Ayxelà
Fotos: Santiago González Barros
[1] Cfr. A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, tomo III, Rialp, Madrid 2003, p. 395.
[2] Francisco, 1ª meditación en el Jubileo de los sacerdotes, 2-VI-2016.
[3] San Juan Pablo II, Audiencia, 24-X-2001.
[4] Cfr. 2 S 11, 2 ss.
[5] Cfr. 2 S 12, 2-4.
[6] San Josemaría, Amigos de Dios, 260.
[7] San Josemaría, Es Cristo que pasa, 57.
[8] Francisco, Homilía, 24-XII-2015.
[9] Card. Joseph Ratzinger, Homilía, Missa pro eligendo pontifice, 18-IV-2005.
[10] Es Cristo que pasa, 64.
[11] Francisco, 1ª meditación en el Jubileo de los sacerdotes, 2-VI-2016.
[12] Cfr. Mt 15,8.
[13] Francisco, Audiencia, 11-V-2016.
[14] Cfr. Lc 15,28-32.
[15] Francisco, Ex. Ap. Evangelii gaudium (24-XI-2013), 2.
[16] Francisco, Audiencia, 11-V-2016.
[17] Cfr. Jn 16,8. Así traduce San Juan Pablo II estas palabras de la oración sacerdotal de Jesús, sobre las que meditó profundamente en la encíclica Dominum et vivificantem (18-V-1986), 27-48.
[18] San Agustín, Confesiones X.29.40.
[19] Cfr. Mt 23,38.
[20] Cfr. Lc 7,48.
[21] Cfr. Gen 1,2.
[22] Cfr. Lc 7,36-50.
[23] Cfr. Lc 7,47.
[24] Amigos de Dios, 232.
[25] Francisco, Angelus, 6-III-2016.
[26] Cfr. Sal 50 (51), 4, 9, 11, 12, 19.
[27] Es Cristo que pasa, 75.
[28] Francisco, Homilía, 24-III-2016.
[29] Cfr. San Josemaría, Forja, 784; Amigos de Dios, 138-140, acerca del espíritu de penitencia, y sus diversas manifestaciones.
[30] Forja, 442.
[31] Forja, 60.
[32] Ritual de la Penitencia, 104.
[33] San Josemaría, Vía Crucis, VII estación.
El Prelado, en Filipinas: Todas las cosas cooperan para el bien
El domingo 30 de julio de 2023, el prelado del Opus Dei tuvo un encuentro de una hora con un nutrido grupo de familias, miembros del Opus Dei y sus amigos en el Mall of Asia Arena.
04/08/2023
30 de julio 28 de julio 27 de julio 26 de julio 25 de julio
30 de julio, domingo
El domingo 30 de julio de 2023, el prelado del Opus Dei tuvo un encuentro de una hora con un nutrido grupo de familias, miembros del Opus Dei y sus amigos en el Mall of Asia Arena.
El anuncio, hace más de un mes, de que el prelado del Opus Dei visitaría Filipinas suscitó la expectativa de un encuentro general con él, que pondría el broche de oro a su estancia de 12 días. El último viaje del Prelado a Filipinas tuvo lugar en 2008, cuando Mons. Javier Echevarría tuvo una tertulia general en el SMX Convention Center.
Las lluvias torrenciales intermitentes habían inundado partes de Metro Manila durante días, pero no mermaron el ánimo de las cerca de 7.000 personas que se congregaron en el Mall of Asia Arena en la mañana del 30 de julio.
“A pesar del tamaño del recinto y del número de personas, el ambiente era cálido y familiar”, comentó una mujer, compartiendo el sentir de todos.
La escenografía del escenario era la de un salón con sofás y sillas. A los lados había árboles autóctonos. El telón de fondo era una fotografía submarina de corales y peces en el mundialmente famoso arrecife de Tubattaha, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y situado en medio del mar de Sulu. El fondo aludía a uno de los pasajes evangélicos favoritos de san Josemaría Escrivá, en el que el Señor dice a Pedro y a los discípulos: Remad mar adentro (cf. Lc 5,4), una llamada a profundizar en la vida espiritual y apostólica.
Monseñor Fernando Ocáriz entró en la sala entre música folclórica filipina y expresiones de cariño.
La multitud se sentó y el Padre (como se le llama familiarmente en la Obra) comenzó reflexionando sobre el Evangelio de ese domingo. “¡Omnia in bonum! Todas las cosas cooperan para el bien”, dijo. A pesar del sufrimiento, de las dificultades y de nuestras debilidades personales, “descubramos que Dios está con nosotros y ésta será la fuente de nuestra felicidad”, afirmó.
En un signo de amor filial compartido con san Josemaría y sus sucesores, Mons. Ocáriz pidió a continuación a los asistentes que rezaran por el Papa Francisco. “No sabemos exactamente lo que tiene en su mente y en su corazón, pero podemos imaginar que lleva un gran peso sobre sus hombros”, reflexionó. Recordó las muchas veces que el Papa Francisco pide a la gente “¡Rezad por mí!”. “Él cuenta con las oraciones de cada uno”, dijo monseñor Ocáriz.
Santificar las actividades humanas
Ana, aficionada al deporte,explicó que sabía que el Padre jugaba al tenis. El prelado comentó que las actividades humanas como el deporte y el trabajo pueden transformarse en un diálogo con Dios.
“Es una cuestión de fe. Podemos ofrecer todo a Dios, incluso el deporte”, dijo. Y añadió: “Encontramos a Dios en la Eucaristía y en la oración, pero lo encontramos en todo. Dios está con nosotros y debemos esforzarnos por estar con Él, como Él está con nosotros”.
Fue entonces cuando un padre y su hijo subieron al escenario para regalarle una raqueta de tenis, ante la diversión de la multitud.
Empresario y marido
Ed, empresario, describió las dificultades por las que han pasado sus negocios en los últimos años: un incendio, la erupción volcánica, la pandemia y luego su mujer, que sufrió un derrame cerebral.
“Desde hace tres años, mi trabajo profesional consiste en cuidar de mi mujer, Corazón”, dijo Ed. Señalándola -se encontraba en una silla de ruedas a su lado-, continuó: “Ahora está conmigo y, gracias a Dios, está mejorando. Y nuestros negocios empiezan a recuperarse”.
Ed junto a su mujer, Corazón
Tras bendecirles desde el escenario, Mons. Ocáriz dijo que lo que le vino a la mente al escuchar la historia de Ed, fue la filiación divina. Sabernos hijas e hijos de Dios es la base del espíritu del Opus Dei y del mismo cristianismo.
El Prelado explicó que las dificultades y las pruebas nos hacen semejantes a Cristo en la Cruz, que eligió aceptar libremente el sufrimiento. “La filiación divina -añadió- nos ayuda a aceptar el sufrimiento con alegría”.
Un club de chicas como legado
Nora, que organiza las actividades del Rosas Girls Club, habló al Padre de este proyecto impulsado por una supernumeraria, ya fallecida. Su hijo y su hija siguen apoyando el club, que enseña a las niñas catecismo y habilidades para la vida.
A continuación, seis chicas jóvenes interpretaron una danza autóctona, llamada Itik-Itik, imitando a patitos (itik en filipino) que aletean alegremente. Como colofón de su actuación, se pusieron en fila para saludar al Padre apretando su mano contra la frente en el gesto “mano po" de respeto a los padres y los mayores.
Evangelización a través del cine y la televisión
Mel, una respetada guionista de televisión y cine, dijo que se esfuerza para reflejar en sus guiones los valores cristianos. Preguntó cómo los guionistas y otras personas creativas podían perseverar en su trabajo, nadando contra la corriente de una industria secularizada.
El Prelado le dijo que estaba implicada en algo muy importante. Le aconsejó que siguiera tratando personalmente con productores, directores y personas del sector
Abandono y oración
Al segundo bebé de Zita le diagnosticaron una enfermedad pulmonar y tenía dificultades para respirar. Tras meses de tratamiento médico, ella y su marido decidieron rezar al Beato Álvaro del Portillo por su curación.
Señalando al niño que gritaba en brazos de su padre, Zita le dijo: “Como ve, Padre, ya está muy bien”. Preguntó cómo estar serenos y unidos a Dios en medio de las pruebas.
Zita, junto a su marido y a su hijo
“Es una cuestión de fe. Omnia in bonum!”, respondió el prelado del Opus Dei. “Cristo dijo 'pedid y recibiréis'. Seguid rezando porque nada se pierde con la oración”, dijo. También le aconsejó que rezara a la Virgen cuando vengan dificultades, y que le pida que aumentara nuestra fe en que Dios está con nosotros. “Ella aumentará nuestra fe porque es nuestra Madre”.
Apostolado chino filipino
Ace, un chino filipino, habló primero en fukien y luego en inglés, diciendo que estaba muy contento de que el Padre estuviera aquí, añadiendo -para regocijo de la multitud- que debería “venir más a menudo”.
Habló del Frontier Development Group y de los retiros y clases mensuales que organizan en el barrio chino de Manila. Mencionó que, gracias a generosos benefactores, han estado cooperando para que sacerdotes de China continental puedan realizar sus estudios eclesiásticos en Filipinas, España y Roma. Mientras hablaba, el público prorrumpió en aplausos.
“Muy pronto tendremos un centro de actividades en Chinatown. Padre, hemos puesto el Mandatum Novum (Mandamiento Nuevo) en chino para ese futuro centro del Opus Dei. Nos gustaría que le pusiera el sello chino”, dijo Ace.
Ace (izquierda) y otros tres jóvenes del Frontier Development Group
Él y otros tres filipinos chinos trajeron entonces un pergamino con el Mandamiento Nuevo pintado en caligrafía china para que monseñor Ocáriz lo sellara con su firma en chino.
Luego cantaron la conmovedora canción popular china Yue liang dai biao wo de xin (La luna representa mi corazón). Ace explicó: “Queremos decirle que, sea cual sea la distancia entre nosotros aquí en Filipinas y usted en Roma, siempre habrá una luna que represente nuestro afecto por usted”. La canción emocionó a muchos.
Generosidad
Hablando de una reciente actividad de divulgación que sus amigos llevaron a cabo para ciegos, Jennifer dijo que valoró y se sintió agradecida por gozar de buena salud. Preguntó por el valor de la generosidad.
“La generosidad produce alegría”, dijo Mons. Ocáriz, animándola a perseverar en los actos de servicio, especialmente para los más necesitados. Le recordó lo que decía san Josemaría: “Lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado”.
Supercooperador y vocación
Raffy y su mujer son cooperadores del Opus Dei. Raffy comenzó su pregunta preguntando si podría ser un “supercooperador” de por vida (los cooperadores no son miembros del Opus Dei). Ese comentario provocó en muchos de los asistentes risas y aplausos.
“Bromas aparte, continuó Raffy, ¿cómo puede uno saber si el Señor le llama a ser supernumerario del Opus Dei?”.
El Prelado, Mons. Fernando Ocáriz, durante un momento del encuentro en Manila
En la respuesta, el Padre le explicó: “Todo el mundo tiene una vocación. Dios tiene un plan en su mente para cada persona”. “San Josemaría, les recordó, predicaba que todos estamos llamados a la santidad. Depende de cada uno descubrir el camino de santidad al que Dios le llama”.
El Prelado explicó que, a la hora de discernir la propia vocación, Dios permite algún elemento de incertidumbre, porque quiere que cada uno decida libremente; que dé un salto de fe para entregarle su vida con generosidad. Al oír esa llamada, cada uno debe dar ese salto de fe con inteligencia, con la ayuda de la oración y la guía de un director espiritual. “Todos tenemos una vocación y a lo que Dios nos llama es lo mejor para hacernos santos”, concluyó el Prelado.
Eres tú
El colofón de la animada mañana lo puso la actuación de los mundialmente conocidos Philippine Madrigal Singers.
Mark, director del grupo, habló de cómo conoció la Obra durante sus años universitarios. Expresó su agradecimiento por las amistades y la formación continua que ha recibido en la Obra desde los años ochenta.
Mark Carpio y los Philippine Madrigal Singers interpretaron tres canciones
La música, dijo al Padre, “está en cada filipino”. La música une y trae la paz, dijo, mientras presentaba al coro, que ofreció una serenata al Padre y al público con tres canciones memorables: “Eres tú” (It's you), “Kay Ganda ng Ating Musika” (en filipino, “Qué hermosa es nuestra música”) y “Permission to Dance” (originalmente del grupo coreano BTS), que hizo que muchos de los asistentes cantaran, aplaudieran y bailaran al ritmo de la canción.
Antes de que el Padre impartiera su bendición para finalizar la reunión, se hizo una foto de grupo, al más puro estilo filipino. Los fotógrafos se apresuraron a subir al escenario para hacer la foto de grupo con el Prelado y todo el público del MOA Arena de fondo. El Padre dio su bendición a todos y, visiblemente feliz, terminó diciendo: “¡Muchas gracias!”.
28 de julio, viernes
Mons. Ocariz visitó por la mañana a algunos fieles enfermos y ancianos de la Prelatura en sus casas. Antes celebró la Misa en una capilla dedicada a Santa María Stella Orientis.
27 de julio, jueves
Por la mañana, Mons. Ocáriz recibió a algunas familias en el centro de Nueva Manila. Las familias compartieron sus historias y le mostraron fotos, que él bendijo. Además, se reunió con 40 estudiantes de la escuela PAREF Southrige que estaban a punto de partir hacia Lisboa para participar en la Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar del 1 al 6 de agosto. Vinieron con su equipamiento para la ocasión, y le regalaron una chaqueta al prelado. Éste les dijo que practicaran la fraternidad entre ellos y con las personas de otros países con las que iban a convivir durante esos días. Les recordó que seguramente encontrarían algunas dificultades en el camino y que podrían ofrecerlas por el Papa. A continuación, les dio la bendición para el viaje.
Por la tarde, el Prelado estuvo de nuevo en la Universidad de Asia y el Pacífico para una reunión con estudiantes varones y jóvenes profesionales que asisten a las actividades de formación en los centros del Opus Dei. Les dijo que las actividades formativas del Opus Dei no están para hacer a uno personalmente “perfecto”, sino para permitirnos amar más a Jesús. Mons. Ocáriz respondió a sus preguntas sobre temas relacionados con la amistad, el apostolado, la oración y el discernimiento vocacional.
26 de julio, miércoles
En la agenda del Prelado para este día, y para el inicio de su viaje apostólico a Filipinas, figuraba en primer lugar una peregrinación al Santuario Nacional de Nuestra Señora del Carmen, en Nueva Manila. Mons. Álvaro del Portillo hizo exactamente lo mismo en 1987, así como Mons. Javier Echevarría en 1998.
El Superior de los Padres Carmelitas le dio la bienvenida al Santuario. Mons. Ocáriz rezó el Rosario con Julio Diéguez, Vicario Regional del Opus Dei en Filipinas. Un pequeño grupo de fieles -que se encontraban en la iglesia esa mañana- les acompañó, pidiendo por los frutos apostólicos de este viaje.
Por la tarde, Mons. Ocáriz tuvo un encuentro con unas trescientas jóvenes estudiantes y profesionales reunidas en la Universidad de Asia y el Pacífico (UA&P), que asisten regularmente a las actividades de formación organizadas por los centros del Opus Dei en el país.
El Prelado les lanzó el reto de tomarse en serio la formación que reciben. “Es una responsabilidad gozosa, porque Dios cuenta con vosotras", les dijo. Y añadió: “Con la fuerza de vuestra oración y de vuestro trabajo, estáis haciendo mucho. En un mundo que a veces parece hostil a las cosas de Dios, id adelante, sin miedo". Hubo preguntas, anécdotas y cantos durante la reunión familiar, que duró 45 minutos.
25 de julio, martes
El Prelado fue recibido por Julio Diéguez, Vicario Regional del Opus Dei en Filipinas, y por algunas familias que acudieron a saludarle. Ronnie y Richelle presentaron a sus cinco hijos (foto), así como Paul y Denice. A continuación se trasladó a Nueva Manila, Quezon City, donde residirá estos días.