Ideas Claras
DE INTERES PARA HOY sábado, 28 de enero de 2023
Indice:
El Papa: “Dejarlo todo para seguirle“
El Papa sobre camino sinodal en Alemania: El peligro es que se “filtre” la ideología
El Papa: “Parece que aún no se entiende el dolor que deja una guerra”
SANTO TOMÁS DE AQUINO* : Francisco Fernandez Carbajal
Evangelio del sábado: en los brazos de nuestro Padre Dios
“Servir al Señor y a los hombres” : San Josemaria
Cinco elementos esenciales de la predicación de Jesucristo
Muy humanos, muy divinos (XV): Sencillez, para ver claro el camino
Carta de Plinio el Joven sobre los cristianos en el Imperio Romano – Bitinia, año 112
La ternura de Dios (VI): Una serena atención: las obras de misericordia espirituales : Carlos Ayxelá
Los siete domingos de san José (dolores y gozos)
Tras los pasos de san Juan Pablo II
El cristianismo, el más grande humanismo : José María Montiu,
Recuperar las instituciones : Ángel J. Gómez Montoro
La fusión nuclear que viene : Carmen García-Rosales
Politizar la universidad : Jesús Domingo Martínez
Critica la reforma de sedición y malversación : José Morales Martín
La alegría de creer : JD Mez Madrid
Colleen Carroll Campbell: “La libertad engendra libertad : Paloma López Campos·
El Papa: “Dejarlo todo para seguirle“
Palabras del Santo Padre antes del Ángelus
Ángelus © Vatican Media
Este domingo, 22 de enero de 2023, Domingo de la Palabra de Dios, el Papa Francisco se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano, para recitar el Ángelus, con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro para la cita habitual de los domingos.
Estas fueron las palabras del Papa al introducir la oración mariana:
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Palabras del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy el Evangelio de la Liturgia (Mt 4,12-23) narra la llamada de los primeros discípulos que, en el lago de Galilea, lo dejan todo para seguir a Jesús. Algunos de ellos ya lo conocían gracias a Juan el Bautista, y Dios había sembrado en ellos la semilla de la fe (cf. Jn 1,35-39). Y ahora Jesús vuelve a buscarlos al lugar donde viven y trabajan. El Señor nos busca siempre; el Señor siempre nos acerca a Él, siempre. Y esta vez les hace un llamamiento directo: «Venid conmigo» (Mt 4,19). Y ellos «al instante, dejando las redes, le siguieron» (v. 20). Detengámonos en esta escena: es el momento del encuentro decisivo con Jesús, el momento que recordarán durante toda su vida y que entra en el Evangelio. Desde entonces siguen a Jesús, y para seguirlo, lo dejan todo
Dejar para seguir. Siempre es así con Jesús. Se puede comenzar de alguna manera a sentir su atracción, quizás gracias a otros. Luego el conocimiento puede ser más personal y encender una luz en el corazón. Se convierte en algo hermoso que compartir: “Mira, ese pasaje del Evangelio me ha emocionado, esa experiencia de servicio me ha conmovido”. Algo que te toca el corazón. Lo mismo habrán hecho los primeros discípulos (cf. Jn 1,40-42). Pero antes o después llega el momento en que hay que dejarlo todo para seguirle (cf. Lc 11,27-28). Y aquí hay que decidir: ¿dejo atrás algunas certezas y me embarco en una nueva aventura, o me quedo como soy? Es un momento decisivo para todo cristiano, porque se juega el sentido de todo lo demás. Si no se encuentra la valentía de ponerse en marcha, se corre el riesgo de quedarse como espectador de la propia existencia y vivir la fe a medias.
Permanecer con Jesús, por lo tanto, requiere la valentía de dejar, de ponerse en camino. ¿Qué debemos dejar? Nuestros vicios, nuestros pecados, por supuesto, que son como anclas que nos sujetan a la orilla y nos impiden remar mar adentro. Para empezar a dejar es justo que empecemos pidiendo perdón: perdón por las cosas que no fueron buenas: dejo esas cosas y sigo adelante. Pero hay que dejar también lo que nos impide vivir plenamente, por ejemplo, los miedos, los cálculos egoístas, las garantías de estar seguro viviendo una vida mediocre. Y también hay que renunciar al tiempo que se pierde en tantas cosas inútiles. Qué hermoso es dejar todo esto para vivir, por ejemplo, el arduo pero gratificante riesgo del servicio, o dedicar tiempo a la oración para crecer en la amistad con el Señor. Pienso también en una familia joven, que deja una vida tranquila para abrirse a la impredecible y hermosa aventura de la maternidad y de la paternidad. Es un sacrificio, pero basta una mirada a los hijos para comprender que era justo dejar ciertos ritmos y comodidades, para tener esta alegría. Pienso en ciertas profesiones, por ejemplo, a un médico o a un profesional de la salud que han renunciado a mucho tiempo libre para estudiar y prepararse, y ahora hacen del bien dedicando muchas horas del día y de la noche, muchas energías físicas y mentales a los enfermos. Pienso en los trabajadores que dejan sus comodidades, que dejan el placer de no hacer nada para llevar el pan a casa. En fin, para realizar la vida hay que aceptar el reto de dejar. A ello nos invita Jesús a cada uno de nosotros.
Y sobre esto os dejo algunas preguntas. En primer lugar: ¿recuerdo algún “momento fuerte” en el que ya haya encontrado a Jesús? Cada uno de nosotros piense en su propia historia: ¿ha habido en mi vida algún momento fuerte en el que encontré a Jesús? ¿Y algo hermoso y significativo que sucedió en mi vida por haber dejado atrás cosas menos importantes? Y hoy, ¿hay algo a lo que Jesús me pide que renuncie? ¿Cuáles son las cosas materiales, las formas de pensar, las actitudes que necesito dejar atrás para decirle “sí” a Él? Que María nos ayude a decir, como ella, un sí pleno a Dios, a saber dejar algo atrás para seguirle mejor. No tengáis miedo de dejarlo todo si es para seguir a Jesús, siempre estaremos mejor y seremos mejores.
El Papa sobre camino sinodal en Alemania: El peligro es que se “filtre” la ideología
Palabras del Santo Padre en la entrevista con AP
Papa Francisco © Vatican Media
El Papa Francisco ha vuelto a hablar sobre el camino sinodal en Alemania y ha advertido sobre el peligro de que se “filtre” lo ideológico: “Cuando la ideología se mete en los procesos eclesiales, el Espíritu Santo se va a su casa porque la ideología supera al Espíritu Santo”.
En una entrevista con The Associated Press publicada el martes 24 de enero de 2023, el Santo Padre ha especificado que “la experiencia alemana no ayuda, porque no es un Sínodo, un camino sinodal en serio, es un camino así llamado sinodal, pero no de la totalidad del pueblo de Dios, sino hecho por élites”.
El país alemán inició hace unos años un camino sinodal propio cuyos documentos de trabajo incluyen propuestas como la ordenación sacerdotal de mujeres, el celibato voluntario para sacerdotes y cambios en la moral sexual.
En este sentido, insistió en que sobre el este tema “me cuido de hablar mucho, pero ya escribí una carta que me llevó un mes hacerla. La hice solo y cuando me pregunten, digo ‘vuelvan a la carta’”.
Después, el Papa describió, “tuve reunión con ellos acá y ahora la Congregación para los Obispos, la Doctrina de la Fe y la Secretaría de Estado han hecho una precisión sobre tres o cuatro cosas que salieron en el diálogo aquí. El camino sinodal en Alemania está empezando desde las diócesis de los pueblos. Esto fue un poco elitista y no tiene todo el consenso procesal de un Sínodo como tal”.
El peligro de la ideología: “El Espíritu Santo se va a su casa”
Asimismo, resaltó que “el peligro es que se filtre algo muy, muy ideológico. Y cuando la ideología se mete en los procesos eclesiales, el Espíritu Santo se va a su casa porque la ideología supera al Espíritu Santo”.
“Usted mencionó algunas cosas a resolver que ellos quieren resolver, pero esto lo resolvés en base a ¿qué criterio? ¿En base a tu experiencia eclesial, tomando de la tradición de los apóstoles y traduciéndolo al día de hoy, o en base a datos sociológicos? Ahí está el problema, el problema de fondo”, clarificó.
Finalmente, Francisco expresó: “Pero hay que tener paciencia, dialogar y acompañar a este pueblo en su real camino sinodal y ayudar a este camino más elitista a que de alguna manera no termine mal, sino que también se integre en la Iglesia. Siempre tratar de unir”.
La polémica de los últimos días: Carta del Vaticano del 16 de enero
Recientemente, el Vaticano rechazó la creación de un “Consejo Sinodal” en la Iglesia Católica de Alemania en una carta dirigida a la Conferencia Episcopal Alemana.
La misiva de la Santa Sede, fechada el 16 de enero, está firmada por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, cardenal Luis Ladaria, y el prefecto del Dicasterio para los Obispos, cardenal Marc Ouellet. El Papa Francisco lo aprobó “in forma specifica” y ordenó su transmisión.
El “Consejo Sinodal” es uno de los proyectos de reforma del Camino Sinodal, que ya lleva varios años en marcha y al que están dando forma juntos obispos y laicos de Alemania. El organismo está previsto como órgano conjunto de asesoramiento y gestión de ámbito nacional y deberá ocuparse de “los acontecimientos esenciales en la Iglesia y la sociedad”. Estaría compuesto por 27 obispos alemanes, 27 miembros del Comité Central de los Católicos Alemanes y otros 20 miembros elegidos por los miembros del “Camino sinodal”.
En la carta vaticana se aclara “que ni el Camino Sinodal, ni un organismo establecido por él, ni una conferencia episcopal tienen competencia para establecer el ‘Consejo Sinodal’ a nivel nacional, diocesano o parroquial”.
Los citados cardenales explican en el texto que el mencionado Consejo Sinodal, a nivel nacional, constituiría una nueva estructura de liderazgo que podría colocarse por encima de la Conferencia Episcopal. A nivel diocesano, tal institución también podría situarse “por encima de la autoridad de cada obispo dentro de su diócesis”.
Con ello, el Vaticano desautoriza la creación de estos comités para reforzar la figura y el papel de los obispos dentro de la estructura de la Iglesia local.
Respuesta a una carta de algunos obispos alemanes
La carta del Vaticano subraya que los obispos alemanes no están obligados a participar en el “Comité Sinodal”, que debe preparar el “Consejo Sinodal” para 2026. Al precisar que los obispos alemanes no están obligados a cooperar en el “Comité Sinodal”, el Vaticano responde a otra misiva de varios obispos alemanes poco antes de Navidad, según indica la última carta de la Santa Sede.
Los obispos de Colonia (Mons. Woelki), Eichstätt (Mons. Hanke), Augsburgo (Mons. Meier), Passau (Mons. Oster) y Ratisbona (Mons. Voderholzer) deseaban saber del Vaticano si se les podía obligar o autorizar a participar en el “Comité sinodal”.
Por otra parte, en las cuatro páginas de respuesta de la Santa Sede, los representantes de la Curia agradecen de nuevo a los obispos alemanes sus “grandes esfuerzos” en el contexto de la superación de los delitos de abusos y el “enfoque a menudo inadecuado de algunos pastores de la Iglesia”. Animan a la Conferencia Episcopal a continuar este trabajo en el espíritu de las directrices dadas por el Papa Francisco.
Durante la visita ad limina de la Conferencia Episcopal Alemana el pasado mes de noviembre, el Vaticano también elogió el compromiso de la Iglesia alemana en la lucha contra los abusos.
Pronunciamientos del Papa Francisco y la Santa Sede
El Papa Francisco y la Santa Sede ya se han pronunciado varias veces el camino sinodal alemán y la carta del Vaticano del 16 de enero de 2023 hace referencia a algunas de ellas.
En primer lugar, el Santo Padre escribió una carta a la Iglesia alemana sobre el Camino Sinodal en junio de 2019, dirigida tanto a obispos como a laicos. En este texto, al que Francisco ha remitido repetidamente como orientación para el Camino Sinodal en Alemania, anima a la Iglesia alemana a seguir un camino común de discernimiento y escucha, pero también advierte contra los caminos “especiales”.
En cuanto a las reformas eclesiásticas, el Papa ha insistido en reiteradas ocasiones que los sínodos no son un parlamento y no deben malinterpretarse como sondeos de opinión con los consiguientes compromisos. Últimamente, recomendó a la Iglesia alemana en particular que no se perdiera en discusiones, sino que volviera al sentido religioso de la fe del pueblo.
En septiembre de 2019, cuando aún se estaban redactando los estatutos del Camino Sinodal alemán, el cardenal Marc Ouellet, planteó dudas sobre la concordancia de este con el Derecho Canónico. En una carta acompañada de un dictamen jurídico, recalcaba igualmente que los estatutos definitivos tendrían que someterse a la confirmación del Pontífice.
En julio de 2022, la Santa Sede habló nuevamente sobre el camino sinodal de la Iglesia en Alemania, precisando que este “no tiene potestad para obligar a los obispos y fieles a adoptar nuevas formas de gobierno y nuevas aproximaciones a la doctrina y la moral”.
De este modo, las nuevas estructuras o doctrinas oficiales tendrían que coordinarse a nivel de la Iglesia universal, habría que preservar la unidad de la Iglesia y las propuestas alemanas tendrían que alimentar el proceso sinodal de la Iglesia universal.
Durante la visita ad limina de los obispos alemanes al Vaticano en noviembre de 2022, los cardenales Luis Ladaria y Marc Ouellet “abordaron con franqueza y claridad las inquietudes y reservas sobre la metodología, el contenido y las propuestas del Camino Sinodal, proponiendo, en beneficio de la unidad de la Iglesia y de su misión evangelizadora, que las peticiones surgidas hasta ahora se incluyan en el Sínodo de la Iglesia universal”.
El prefecto del Dicasterio de los Obispos, Mons. Ouellet, abogó por una “moratoria” del camino Sinodal alemán y una “revisión fundamental” de sus exigencias a la luz de los resultados del proceso sinodal mundial en curso. Asimismo, el purpurado trasmitió que era necesaria una vía sinodal corregida, “menos parlamentaria”.
En la carta vaticana del 16 de enero de 2023, los cardenales firmantes recuerdan la misión del obispo tal como está formulada en la Constitución dogmática Lumen Gentium. También remiten a la carta del Papa de 2019 sobre el Camino Sinodal y reafirman la instrucción vaticana de 2022, según la cual “no sería lícito iniciar nuevas estructuras oficiales o doctrinas en las diócesis, antes de un acuerdo acordado a nivel de la Iglesia universal, lo que representaría una herida a la comunión eclesial y una amenaza a la unidad de la Iglesia”.
Reacción de la Conferencia Episcopal Alemana
El presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Mons. Georg Bätzing, por su parte, realizó una declaración sobre este tema tras la reunión ordinaria del Consejo Permanente en Würzburg, cita en la que los 27 obispos locales se reúnen sin sus obispos auxiliares para tratar temas de actualidad.
En respuesta a la carta de los cardenales Parolin, Ladaria y Ouellet, el obispo alemán considera “infundada” la preocupación de la Santa Sede de que ese nuevo organismo pudiera “situarse por encima de la Conferencia Episcopal o socavar la autoridad de los obispos individuales”. Para Mons. Bätzing, el Consejo Sinodal programado “funcionaría dentro del derecho canónico vigente”.
El obispo alemán considera también que la “Comité Sinodal”, que debe preparar el “Consejo Sinodal” para el año 2026, “no está cuestionado por la carta romana”.
Sobre el peligro de un debilitamiento del oficio episcopal del que habla la Santa Sede, el prelado alemán sostiene: “Yo vivo la consulta sinodal precisamente como un fortalecimiento de este oficio”. Por ello, en el futuro le gustaría reflexionar ‘mucho más intensamente’ sobre tales formas y posibilidades y buscar el diálogo con los responsables del Vaticano. También agradeció que “una gran parte del Consejo Permanente haya afirmado una vez más la voluntad de aplicar la decisión de la Asamblea sinodal sobre el Comité sinodal y de iniciar las consultas”.
Asimismo, el presidente de la Conferencia Episcopal expuso que “aceptarán sin demora la invitación de la carta (del Vaticano) a dialogar con Roma, y también como Presidium del Camino Sinodal”. También lamentó que “aún no hayamos podido hablar con Roma sobre los contenidos y objetivos de la consulta sinodal a todos los niveles de la Iglesia en nuestro país”.
Homilía del Papa Francisco en las segundas vísperas en la fiesta de la Conversión de san Pablo Apóstol
Segundas vísperas en la fiesta de la Conversión de san Pablo Apóstol, 25 enero 2023 © Vatican Media
Homilía del Santo Padre
Acabamos de escuchar la Palabra de Dios que ha marcado esta Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Son palabras fuertes, tan fuertes que podrían parecer inoportunas mientras tenemos la alegría de encontrarnos como hermanos y hermanas en Cristo para celebrar una liturgia solemne de alabanza en su honor. No faltan hoy noticias tristes y preocupantes, por lo que con gusto prescindiríamos de los “reproches sociales” de la Escritura. Y aún así, si prestamos atención a las inquietudes del tiempo en que vivimos, con mayor razón hemos de interesarnos en lo que hace sufrir al Señor, por quien vivimos. Y si nos hemos reunido en su nombre, no podemos más que poner al centro su Palabra, que es profética. En efecto, Dios, con la voz de Isaías, nos amonesta y nos invita al cambio. Amonestación y cambio son las dos palabras sobre las que quisiera proponerles algunas ideas esta tarde.
1. Amonestación. Volvamos a escuchar algunas palabras divinas: “Cuando ustedes vienen a ver mi rostro, […] no me sigan trayendo vanas ofrendas; […] cuando extienden sus manos, yo cierro los ojos; por más que multipliquen las plegarias, yo no escucho” (Is1,12.13.15). ¿Qué es lo que suscita la indignación del Señor, al punto de reclamarle al pueblo que tanto ama con ese tono tan furioso? El texto nos revela dos motivos. En primer lugar, Él critica el hecho de que, en su templo, en su nombre, no se cumple lo que Él quiere. No quiere ni incienso ni ofrendas, sino que el oprimido sea socorrido, que se haga justicia al huérfano, que se defienda a la viuda (cf. v. 17). En la sociedad del tiempo del profeta, se había difundido la tendencia —lamentablemente siempre actual— de considerar que los bendecidos por Dios eran los ricos y aquellos que hacían muchas ofrendas, despreciando a los pobres. Pero esto es malinterpretar completamente al Señor. Jesús llama bienaventurados a los pobres (cf. Lc 6,20), y en la parábola del juicio final se identifica con los que tienen hambre, los que tienen sed, los que están de paso, los necesitados, los enfermos y los encarcelados (cf. Mt 25,35-36). Este es el primer motivo de la indignación: Dios sufre cuando nosotros, que nos decimos ser fieles suyos, anteponemos nuestra visión a la suya; seguimos los criterios de la tierra antes que los del cielo, conformándonos con la ritualidad exterior y quedándonos indiferentes delante de aquellos que más le importan a Él. Por tanto, Dios siente dolor, podríamos decir, por nuestra comprensión errónea e indiferente.
Además de esto, hay un segundo motivo, más grave, que ofende al Altísimo: la violencia sacrílega. Él dice: “¡No puedo aguantar el delito y la fiesta! […] ¡las manos de ustedes están llenas de sangre! […] ¡Aparten de mi vista la maldad de sus acciones!” (Is 1,13.15.16). El Señor está “enfadado” por la violencia cometida contra el templo de Dios que es el hombre, mientras es honrado en los templos construidos por el hombre. Podemos imaginar con cuánto sufrimiento ha de presenciar guerras y acciones violentas realizadas por quien se profesa cristiano. Viene a la mente aquel episodio en el que un santo, con el fin de protestar contra la crueldad del rey, fue a verlo durante la Cuaresma para ofrecerle carne. Cuando el soberano, en nombre de su religiosidad, la rechazó indignado, el hombre de Dios le preguntó por qué le daba escrúpulo comer carne animal, cuando en cambio no titubeaba en entregar a la muerte a hijos de Dios.
Hermanos y hermanas, esta amonestación del Señor nos hace pensar mucho, como cristianos y como confesiones cristianas. Quisiera reiterar que “hoy, con el desarrollo de la espiritualidad y de la teología, no tenemos excusas. Sin embargo, todavía hay quienes parecen sentirse alentados o al menos autorizados por su fe para sostener diversas formas de nacionalismos cerrados y violentos, actitudes xenófobas, desprecios e incluso maltratos hacia los que son diferentes. La fe, con el humanismo que encierra, debe mantener vivo un sentido crítico frente a estas tendencias, y ayudar a reaccionar rápidamente cuando comienzan a insinuarse” (Carta enc. Fratelli tutti, 86). Si queremos, a ejemplo del apóstol Pablo, que la gracia de Dios en nosotros no sea estéril (cf. 1 Co 15,10), hemos de oponernos a la guerra, a la violencia y a la injusticia en todo lugar donde se insinúen. El tema de esta semana de oración fue elegido por un grupo de fieles de Minnesota, conscientes de las injusticias cometidas en el pasado respecto a los pueblos indígenas y contra los afroamericanos en nuestros días. Frente a las diversas formas de desprecio y racismo; frente a la comprensión errónea e indiferente y a la violencia sacrílega, la Palabra de Dios nos amonesta: “¡Aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho!” (Is 1,17). En efecto, no es suficiente denunciar; es necesario también renunciar al mal, pasar del mal al bien. La amonestación, por tanto, está encaminada a nuestro cambio.
2. Cambio. Habiendo diagnosticado los errores, el Señor pide remediarlos y, por medio del profeta, dice: “¡Lávense, purifíquense! […] ¡Cesen de hacer el mal!” (v.16). Y sabiendo que estamos oprimidos o como paralizados por tantas culpas, promete que Él lavará nuestros pecados: “Vengan y discutamos —dice el Señor—: Aunque sus pecados sean como la escarlata, se volverán blancos como la nieve; aunque sean rojos como la púrpura, serán como la lana” (v. 18). Queridos hermanos y hermanas, por nosotros mismos no somos capaces de liberarnos de nuestras malas comprensiones de Dios y de la violencia que se incuba en nuestro interior. Sin Dios, sin su gracia, no nos curamos de nuestro pecado. Su gracia es la fuente de nuestro cambio. Nos lo recuerda la vida del apóstol Pablo, que hoy recordamos. No podemos lograrlo nosotros solos, pero con Dios todo es posible; solos no podemos, pero juntos es posible. En efecto, el Señor pide a los suyos que se conviertan, juntos. La conversión —esta palabra que se repite tanto, pero que no siempre es fácil de entender— se pide al pueblo; tiene una dinámica comunitaria, eclesial. Por tanto, creamos que también nuestra conversión ecuménica avanza en la medida en que nos reconocemos necesitados de gracia; necesitados de la misma misericordia; sabiendo que todos dependemos en todo de Dios, nos sentiremos y seremos, con su ayuda, verdaderamente uno (cf. Jn 17,21), hermanos de verdad.
Qué hermoso es que juntos, en el signo de la gracia del Espíritu, nos abramos a este cambio de perspectiva, redescubriendo que “todos los fieles dispersos por el orbe comunican con los demás en el Espíritu Santo, y así —como escribió San Juan Crisóstomo—, quien habita en Roma sabe que los de la India son miembros suyos” (Lumen gentium, 13; In Io. hom. 65,1). En este camino de comunión, estoy agradecido de que tantos cristianos de varias comunidades y tradiciones estén acompañando, con participación e interés, el camino sinodal de la Iglesia católica, que deseo que sea cada vez más ecuménico. Pero no olvidemos que caminar juntos y reconocernos en comunión los unos con los otros en el Espíritu Santo implica un cambio, un crecimiento que sólo puede suceder, como escribía Benedicto XVI, “a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo” (Carta enc. Deus caritas est, 18).
Que el apóstol Pablo nos ayude a cambiar, a convertirnos; que nos dé un poco de su valentía indómita. Porque, en nuestro camino, es fácil trabajar por el propio grupo más que por el Reino de Dios, impacientarse, perder la esperanza de que llegue aquel día en que “todos los cristianos se congreguen en una única celebración de la Eucaristía, en orden a la unidad de la una y única Iglesia, a la unidad que Cristo dio a su Iglesia desde un principio” (Decr. Unitatis redintegratio, 4). Pero justamente en vista de ese día, volvamos a poner nuestra confianza en Jesús, nuestra Pascua y nuestra paz. Mientras le rezamos y lo adoramos, Él obra. Y nos conforta lo que dijo a Pablo, y que podemos sentir dirigido a cada uno de nosotros: “Te basta mi gracia” (2 Co 12,9).
Queridos hermanos y hermanas, quise compartir, en espíritu fraterno, estos pensamientos que la Palabra me ha suscitado, para que, amonestados por Dios, por su gracia cambiemos y crezcamos en la oración, el servicio, el diálogo y el trabajo juntos hacia aquella plena unidad que Cristo desea. Ahora quisiera agradecerles de corazón, expresando mi reconocimiento a Su Eminencia, el Metropolita Policarpo, Representante del Patriarcado Ecuménico; a Su Gracia Ian Ernest, Representante personal del arzobispo de Canterbury en Roma; y a los representantes de las demás comunidades cristianas presentes. Expreso una profunda solidaridad a los miembros del Consejo Panucraniano de las Iglesias y de las Organizaciones Religiosas. En particular, saludo a los estudiantes ortodoxos y ortodoxos orientales, a los becarios del Comité de colaboración cultural con las Iglesias Ortodoxas ante el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y a los miembros del Instituto Ecuménico de Bossey del Consejo Ecuménico de las Iglesias. También saludo cordialmente a Frère Alois y a los hermanos de Taizé, comprometidos en la preparación de la Vigilia ecuménica de oración que precederá la apertura de la próxima sesión del Sínodo de los obispos. Todos juntos caminemos por el camino que el Señor nos ha puesto delante, el de la unidad.
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El Papa: “Parece que aún no se entiende el dolor que deja una guerra”
El Pontífice se reúne con el Instituto Europeo de Estudios Internacionales, comprometido con el camino de fraternidad y paz, para recordar las consecuencias que dejan las guerras y la importancia que tiene oración y el trabajo de mentalización para aportar soluciones y vencer al odio.
Mireia Bonilla, Ciudad del Vaticano
El Papa se reúne con los miembros del Instituto Europeo de Estudios Internacionales de Salamanca (España) para agradecerles las investigaciones en torno a la realidad política y social actual que realizan y se centra en dos palabras para desarrollar su discurso: paz y guerra.
Francisco explica que, ante el panorama actual, en el que nos encontramos sumergidos en la Tercera Guerra Mundial, “la paz entre los hombres es un bien esencial por el que debemos trabajar con denuedo y suplicar con fervor a Dios”. En este sentido, explica que, aunque la actitud de paz es muy “humana” también es “difícil de pacificar siempre”, “porque la primera reacción que tenemos es agarrar la piedra y tirársela al otro, declarar la guerra” y después “negociar”. “No – sentencia – pacificar es más fácil, se ahorran dos pasos”.
El Papa se para a pensar en las guerras del último siglo: “Si pensamos que en este siglo último hubo tres guerras mundiales, del 14 al 18, del 39 al 45 y esta actual que es una guerra mundial. ¿Cómo entendemos esto? Si pensamos que el budget más importante es la fabricación de armas, y, sin embargo, con un año que no se fabriquen armas se resuelve el problema del hambre en todo el mundo”. Francisco ha querido hacer reflexionar, recordando, entre otras cosas, que hoy en día la técnica de las armas llega a un punto que con una sola bomba se puede destruir una ciudad entera como esta. “Parece que no se entiende esto” añade.
De este fracaso podemos encontrar una lección de vida
“La guerra es terrible – continúa – sin embargo, no debemos darnos por vencidos, de esas cenizas que estamos viendo hoy ya puede brotar algo nuevo, de este fracaso podemos encontrar una lección de vida”.
Durante su discurso, también ha recordado diferentes momentos de su vida, que le han puesto las consecuencias de la guerra delante de sus ojos: “Leer las guerras anteriores, cuando era el 14 fui a Redipuglia por el centenario, vi esas tumbas y se me revolvió algo adentro, lloré como un niño. Todos los 2 de noviembre voy a un cementerio a celebrar, una vez fui a Anzio, el cementerio americano, en Anzio fue uno de los desembarcos y vi la edad de los soldados, 20, 21, 19, 22, y se me revolvió. No aprendemos”.
También recuerda cuando se conmemoró el septuagésimo aniversario del desembarco en Normandía en el que se juntaron varios jefes de gobierno para conmemorar eso, pero “nadie – dice – se acordó que sobre las playas de Normandía quedaron treinta mil muchachos, treinta mil”. “Yo pienso en las mamás, “una carta señora”, abre la carta: “Tengo el honor de comunicarle que usted es mama de un héroe que ha dado la vida por la patria”, y una medalla. Es el drama de la guerra, cuando lo vamos a entender” repite con fervor.
El reto que propone el Instituto Europeo de estudios internacionales de Salamanca
El Instituto Europeo de estudios internacionales de Salamanca, desde su ciencia, pretende aportar elementos válidos que ayuden a todos a avanzar por este camino de la fraternidad, por el camino de la paz, de la unidad humana. Francisco les recuerda que, lo que parece una derrota y un motivo de oprobio puede, como el escándalo de la cruz, “convertirse en una victoria”. “¿Cómo? – pregunta - si con nuestra oración y con nuestro trabajo de mentalización somos capaces de aportar soluciones, concitar voluntades, dar testimonio de que el amor, la fraternidad y el verdadero humanismo que nace de la fe vence al odio, al rechazo y a la brutalidad”.
SANTO TOMÁS DE AQUINO*
Doctor de la Iglesia
Memoria
— El camino hacia Dios: piedad y doctrina.
— Autoridad de Santo Tomás. Necesidad de formación.
— La doctrina, alimento de la piedad.
I. En la asamblea le da la palabra, el Señor lo llena de espíritu de sabiduría e inteligencia, lo viste con un traje de honor1.
Cuando Santo Tomás tenía aún pocos años solía preguntar reiteradamente a su maestro de Montecassino: «¿Quién es Dios?», «explicadme qué cosa es Dios». Y pronto comprendió que para conocer al Señor no bastan los maestros y los libros. Se necesita además que el alma le busque de verdad y se entregue con corazón puro, humilde, y con una intensa oración. En él se dio una gran unión entre doctrina y piedad. Nunca comenzó a escribir o a enseñar sin haberse encomendado antes al Espíritu Santo. Cuando trabajaba en el estudio y exposición del Sacramento de la Eucaristía solía bajar a la capilla y pasar largas horas delante del Sagrario.
Dotado de un talento prodigioso, Santo Tomás llevó a cabo la síntesis teológica más admirable de todos los tiempos. Su vida, relativamente corta, fue una búsqueda profunda y apasionada del conocimiento de Dios, del hombre y del mundo a la luz de la Revelación divina. El saber antiguo de los autores paganos y de los Santos Padres le proporcionó elementos para llevar a cabo una síntesis armoniosa de razón y fe que ha sido propuesta repetidamente por el Magisterio de la Iglesia como modelo de fidelidad a la Iglesia y a las exigencias de un sano razonamiento.
Santo Tomás es ejemplo de humildad y de rectitud de intención en el trabajo. Un día, estando en oración, oyó la voz de Jesús crucificado que le decía: «Has escrito bien de Mí, Tomás: ¿qué recompensa quieres por tu trabajo?». Y él respondió: «Señor, no quiero ninguna cosa, sino a Ti»2. También en este momento se manifestaron la sabiduría y la santidad de Tomás, y nos enseña lo que hemos de pedir y desear nosotros sobre cualquier otra cosa.
Con su enorme talento y sabiduría, siempre tuvo conciencia de la pequeñez de su obra ante la inmensidad de su Dios. Un día en que había celebrado la Santa Misa con especial recogimiento, decidió no volver a escribir más: dejó inconclusa su obra magna, la Suma Teológica. Y ante las preguntas insistentes de sus colaboradores acerca de la interrupción de su trabajo, contestó el Santo: «Después de lo que Dios se dignó revelarme el día de San Nicolás, me parece paja todo cuanto he escrito en mi vida, y por eso no puedo escribir más»3. Dios es siempre más de lo que puede pensar la inteligencia más poderosa, de lo que desea el corazón más sediento.
El Doctor Angélico nos enseña cómo hemos de buscar a Dios: con la inteligencia, con una honda formación, adecuada a las peculiares circunstancias de cada uno, y con una vida de amor y de oración4.
II. El Magisterio de la Iglesia ha recomendado frecuentemente a Santo Tomás como guía de los estudios y de la investigación teológica. La Iglesia ha hecho suya esta doctrina, por ser la más conforme con las verdades reveladas, las enseñanzas de los Santos Padres y la razón natural5. Y el Concilio Vaticano II recomienda profundizar en los misterios de la fe y descubrir su mutua conexión «bajo el magisterio de Santo Tomás»6. Los principios de Santo Tomás son faros que arrojan luz sobre los problemas más importantes de la filosofía y hacen posible entender mejor la fe en nuestro tiempo7.
La fiesta de Santo Tomás trae a nuestra meditación de hoy la necesidad de una sólida formación doctrinal religiosa, soporte indispensable de nuestra fe y de una vida plenamente cristiana en toda ocasión. Solo así, meditando y estudiando los puntos capitales de la doctrina católica, enriqueceremos nuestro vivir cristiano y podremos contrarrestar mejor esa ola de ignorancia religiosa que, a todos los niveles, recorre el mundo. Si tenemos buena doctrina en nuestra inteligencia no estaremos a merced de los estados de ánimo y del solo sentimiento, que puede ser frágil y cambiante. En ocasiones esta formación comienza por el repaso del Catecismo de la doctrina cristiana y por la constancia en la lectura espiritual que nos indica quién aconseja a nuestra alma.
La formación adecuada, profunda, es imprescindible en una época en que la confusión y los errores doctrinales se multiplican y los medios a través de los cuales pueden difundirse son más abundantes y poderosos (lecturas, televisión, radio, etc.). Es necesario decir «creo todo lo que Dios ha revelado», pero esta fe entraña el compromiso de no desentenderse de lograr una mejor y más profunda comprensión de los misterios de la fe, según las propias circunstancias, pues en caso contrario no daríamos importancia a aquello que Dios, en su infinito amor, ha querido revelarnos para que crecieran la fe, la esperanza y la caridad. Santa Teresa de Jesús decía que «quien más conoce a Dios, más fácil se le hacen las obras»8, interpreta con una visión más aguda los acontecimientos, santifica mejor su quehacer y encuentra sentido al dolor que toda vida lleva consigo. «No sé cuántas veces me han dicho –escribe un autor de nuestros días– que un anciano irlandés que solo sepa rezar el Rosario puede ser más santo que yo, con todos mis estudios. Es muy posible que así sea; y por su propio bien, espero que así sea. No obstante, si el único motivo para hacer tal afirmación es el de que sabe menos teología que yo, ese motivo no me convence; ni a mí ni a él. No le convencería a él, porque todos los ancianos irlandeses con devoción al Santo Rosario y al Santísimo que he conocido (y muchos de mis antepasados lo han sido) estaban deseosos de conocer más a fondo su fe. No me convencería a mí, porque si bien es evidente que un hombre ignorante puede ser virtuoso, es igualmente evidente que la ignorancia no es una virtud. Ha habido mártires que no hubieran sido capaces de enunciar correctamente la doctrina de la Iglesia, siendo el martirio la máxima prueba del amor. Sin embargo, si hubieran conocido más a Dios, su amor habría sido mayor»9. Y nosotros sabremos amar más a Jesús si ponemos empeño en conocerle a Él y en conocer su doctrina, que se nos transmite en la Iglesia. Por esto, hoy, que celebramos a este Santo Doctor de la Iglesia, es oportuno que nos preguntemos si ponemos verdadero interés en aprovechar aquellos medios de formación que tenemos a nuestro alcance, y si sentimos la urgencia de una adecuada formación doctrinal que contrarreste esa enorme ola de ignorancia y de error que se abate sobre tantos fieles indefensos.
III. Considerando la vida y la obra de Santo Tomás, advertimos cómo la piedad exige doctrina; por eso, la formación nos lleva a una piedad profunda, manifestada casi siempre de modo sencillo. En el autógrafo de la Suma contra Gentiles se encuentran, por ejemplo, las palabras del Ave María repartidas por los márgenes, como jaculatorias que ayudaban al Santo a mantener el corazón encendido. Y cuando quería probar la pluma, lo hacía escribiendo estas y otras jaculatorias10. Todos sus escritos y sus enseñanzas orales llevan a amar más a Dios, con más profundidad, con más ternura. De él es esta sentencia: de la misma manera que quien poseyese un libro en el que estuviera contenida toda la ciencia solo buscaría saber este libro, así nosotros no debemos sino buscar solo a Cristo, porque en Él, como dice San Pablo, están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia11. Toda la doctrina que aprendemos nos ha de llevar a amar a Jesús, a desear servirle con más prontitud y alegría.
«Piedad de niños y doctrina de teólogos», solía inculcar San Josemaría Escrivá, porque la fe firme, cimentada sobre sólidos principios doctrinales, se manifiesta frecuentemente en una vida de infancia en la que nos sentimos pequeños ante Dios y nos atrevemos a manifestarle el amor a través de cosas muy pequeñas, que Él bendice y acoge con una sonrisa, como hace un padre con su hijo. El amor -enseñó Santo Tomás lleva al conocimiento de la verdad12, y todo el conocimiento está ordenado a la caridad como a su fin13. El conocimiento de Dios debe llevar a realizar frecuentes actos de amor, a una disposición firme de trato amable, sin miedos, con Él. Mientras la mente atiende al pequeño deber de cada momento, el corazón está fijo en Dios, recibiendo el suave impulso de la gracia, que la hace tender hacia el Padre, en el Hijo y por el Espíritu Santo.
Una formación doctrinal más profunda lleva a tratar mejor a la Humanidad Santísima del Señor, a la Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, a San José, «nuestro Padre y Señor», a los ángeles custodios, a las benditas almas del Purgatorio... Examinemos hoy cómo es nuestro empeño por adquirir esa formación sólida y cómo la difundimos a nuestro alrededor -con naturalidad y como quien da un tesoro en la propia familia, entre los amigos... y siempre que tenemos la menor oportunidad.
1 Antífona de entrada. Eclo 15, 5. — 2 Cfr. Fontes vitae Sancti Tomae, p. 108. — 3 Bartolomé de Capua, en el Proceso napolitano de canonización, n. 79: Fontes vitae Sancti Tomae, p. 3777. — 4 Cfr. Juan Pablo II, Discurso en la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino, 17-XI-1979. — 5 Cfr. Juan XXIII, Alocución 28-IX-1960. — 6 Conc. Vat. II, Decr. Optatam totius, 16. — 7 Cfr. Pablo VI, Carta Apost. Lumen Ecclesiae, 20-XI-1974, 29. — 8 Santa Teresa, Fundaciones, 3, 5. — 9 F. J. Sheed, Teología para todos, Palabra, 4ª ed., Madrid 1982, pp. 15-16. — 10 Cfr. Santo Tomás, Suma contra Gentiles, ed. Leonina, vol. 13, Pref. p. VIII b. — 11 Cfr. ídem, Comentario sobre la Epístola a los Tesalonicenses, 2, 3, 1 — 12 Cfr. ídem, Comentario al Evangelio de San Juan, 5, 6. — 13 Cfr. ibídem, 15, 2.
Nació hacia el año 1225 en el castillo de Roccaseca, de Aquino, cerca de Montecassino (Italia). Estudió primero en la abadía benedictina de este lugar y luego en Nápoles; a los veinte años ingresó en la Orden de Predicadores, a pesar de la fuerte oposición familiar. Fue maestro de Filosofía y Teología en Roma, Nápoles, Viterbo y, principalmente, en Colonia y París. Elaboró la primera síntesis teológica, partiendo de la filosofía de Aristóteles, de la teología de San Agustín y de la Sagrada Escritura. Su gran piedad se trasluce de modo especial en sus sermones y en el Oficio que compuso para la fiesta del Corpus Christi. El Magisterio de la Iglesia, desde su muerte, ha hecho suya su doctrina «por estar más conforme que ninguna otra con las verdades reveladas, las enseñanzas de los Santos Padres y la recta razón» (Juan XXIII). Su autoridad doctrinal es universalmente reconocida.
Murió cerca de Terracina el 7 de marzo de 1274, cuando se dirigía al Concilio de Lyón. Su fiesta se celebra hoy, 28 de enero, día en que su cuerpo fue trasladado a Toulouse, en el año 1639. Fue canonizado y declarado Doctor de la Iglesia en el año 1323.
Evangelio del sábado: en los brazos de nuestro Padre Dios
Comentario del sábado de la 3.ª semana del tiempo ordinario. “Entonces les dijo: ¿Por qué os asustáis? ¿Todavía no tenéis fe?”. El Señor nos pide una maduración interior: pasar del niño que se queja y se enfada porque parece que su padre no le hace caso, al niño que confía, que se abandona en los brazos de su padre.
28/01/2023
Evangelio (Mc 4, 35-41)
Aquel día, llegada la tarde, les dice:
— Crucemos a la otra orilla.
Y, despidiendo a la muchedumbre, le llevaron en la barca tal como estaba. Y le acompañaban otras barcas. Y se levantó una gran tempestad de viento, y las olas se echaban encima de la barca, hasta el punto de que la barca ya se inundaba. Él estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal. Entonces le despiertan, y le dicen:
— Maestro, ¿no te importa que perezcamos?
Y, puesto en pie, increpó al viento y dijo al mar:
— ¡Calla, enmudece!
Y se calmó el viento y sobrevino una gran calma. Entonces les dijo:
— ¿Por qué os asustáis? ¿Todavía no tenéis fe?
Y se llenaron de gran temor y se decían unos a otros:
— ¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?
Comentario
Al igual que a los discípulos, muchas veces nos sucederá que vivimos en medio de tormentas.
Y las tempestades de nuestra vida, nuestras miserias y caídas, nuestras derrotas y fracasos, la enfermedad y el sufrimiento, sacan a la luz nuestra vulnerabilidad. Y a la vez dejan al descubierto dónde hemos puesto nuestras seguridades.
El problema de los discípulos es que se habían dejado atemorizar por esa tempestad, tenían miedo. Piensan que Cristo, a pesar de que estaba con ellos, en realidad se había desinteresado, les había abandonado. “¿No te importa que perezcamos?”, le dicen.
Y él les responde: “¿Por qué os asustáis? ¿Todavía no tenéis fe?”.
Ante las tormentas de la vida, el cristiano puede tener una actitud que espera la intervención continua, constante, invasiva de Dios. O bien, tener una actitud de fe.
El Señor nos pide una maduración interior: pasar del niño que se queja y se enfada porque parece que su padre no le hace caso, al niño que confía, que se abandona en los brazos de su padre.
En la vida de un cristiano sucede lo mismo que al niño que aprende a caminar. Un paso, otro, se cae, se levanta. Siempre bajo la atenta mirada de su padre, que le anima, le levanta, pero no le lleva en brazos a todas partes para que no sufra.
En nuestras tempestades, tenemos que acudir al Señor, refugiarnos en Él, porque siempre está a nuestro lado, pero no tanto para que nos quite esa tempestad, sino para que nos ayude a crecer, a madurar.
Quizá en esa tempestad, somos la mano amiga que ayuda a caminar a los demás; la barca donde pueden encontrarse con ese Dios que nunca se olvida de nosotros.
“Servir al Señor y a los hombres”
Cualquier actividad –sea o no humanamente muy importante– ha de convertirse para ti en un medio de servir al Señor y a los hombres: ahí está la verdadera dimensión de su importancia. (Forja, 684)
28 de enero
No me aparto de la verdad más rigurosa, si os digo que Jesús sigue buscando ahora posada en nuestro corazón. Hemos de pedirle perdón por nuestra ceguera personal, por nuestra ingratitud. Hemos de pedirle la gracia de no cerrarle nunca más la puerta de nuestras almas.
No nos oculta el Señor que esa obediencia rendida a la voluntad de Dios exige renuncia y entrega, porque el Amor no pide derechos: quiere servir. Él ha recorrido primero el camino. Jesús, ¿cómo obedeciste tú? Usque ad mortem, mortem autem crucis, hasta la muerte y muerte de la cruz. Hay que salir de uno mismo, complicarse la vida, perderla por amor de Dios y de las almas. He aquí que tú querías vivir, y no querías que nada te sucediera; pero Dios quiso otra cosa. Existen dos voluntades: tu voluntad debe ser corregida, para identificarse con la voluntad de Dios; y no la de Dios torcida, para acomodarse a la tuya.
Yo he visto con gozo a muchas almas que se han jugado la vida ‑como tú, Señor, usque ad mortem‑, al cumplir lo que la voluntad de Dios les pedía: han dedicado sus afanes y su trabajo profesional al servicio de la Iglesia, por el bien de todos los hombres.
Aprendamos a obedecer, aprendamos a servir: no hay mejor señorío que querer entregarse voluntariamente a ser útil a los demás. Cuando sentimos el orgullo que barbota dentro de nosotros, la soberbia que nos hace pensar que somos superhombres, es el momento de decir que no, de decir que nuestro único triunfo ha de ser el de la humildad. Así nos identificaremos con Cristo en la Cruz, no molestos o inquietos o con mala gracia, sino alegres: porque esa alegría, en el olvido de sí mismo, es la mejor prueba de amor. (Es Cristo que pasa, 19)
Cinco elementos esenciales de la predicación de Jesucristo
El Papa explicó, en su catequesis sobre la evangelización, las cinco señas de identidad de la predicación de Jesús: alegría, liberación, luz, sanación y asombro.
Queridos hermanos y hermanas:
El miércoles pasado reflexionamos sobre Jesús modelo del anuncio, sobre su corazón pastoral siempre dirigido a los demás. Hoy nos fijamos en Él como maestro del anuncio.
Dejémonos guiar por el episodio en el que predica en la sinagoga de su pueblo, Nazaret. Jesús lee un pasaje del profeta Isaías (cfr. 61,1-2) y después sorprende a todos con una “predicación” muy breve, de una sola frase, una sola frase. Y dice así: «Esta escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy» (Lc 4,21).
Esta fue la predicación de Jesús: «Esta escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy». Esto significa que para Jesús ese pasaje profético contiene lo esencial de lo que Él quiere decir de sí. Por tanto, cada vez que nosotros hablamos de Jesús, deberíamos recalcar su primer anuncio.
Veamos entonces en qué consiste este primer anuncio. Se pueden identificar cinco elementos esenciales.
5 puntos sobre cómo predicaba Jesús
1. El primer elemento es la alegría.
Jesús proclama: «El Espíritu del Señor sobre mí, […] me ha enviado para anunciar a los pobres la Buena Nueva» (v. 18), es decir un anuncio de leticia, de alegría.
Buena Nueva: no se puede hablar de Jesús sin alegría, porque la fe es una estupenda historia de amor para compartir. Testimoniar a Jesús, hacer algo por los otros en su nombre, es decir entre las líneas de la vida haber recibido un don tan hermoso que ninguna palabra basta para expresarlo.
Sin embargo, cuando falta la alegría, el Evangelio no pasa, porque este ―lo dice la palabra misma― es buena nueva, y Evangelio quiere decir buena nueva, anuncio de alegría. Un cristiano triste puede hablar de cosas muy hermosas, pero todo es vano si el anuncio que transmite no es alegre. Decía un pensador: “un cristiano triste es un triste cristiano”: no olvidar esto.
2. Vamos al segundo aspecto: la liberación.
Jesús dice que ha sido enviado «a proclamar la liberación a los cautivos» (ibid.). Esto significa que quien anuncia a Dios no puede hacer proselitismo, no, no puede presionar a los otros, sino aligerarlos: no imponer pesos, sino aliviar de ellos; llevar paz, no llevar sentimientos de culpa.
Cierto, seguir a Jesús conlleva una ascesis, conlleva sacrificios; por otro lado, si cualquier cosa hermosa lo requiere, ¡mucho más la realidad decisiva de la vida! Pero quien testimonia a Cristo muestra la belleza de la meta, más que la fatiga del camino.
Nos habrá sucedido contarle a alguien sobre un bonito viaje que hemos hecho. Por ejemplo, habremos hablado de la belleza de los lugares, de lo que hemos visto y vivido, no del tiempo que tardamos en llegar ni de las colas del aeropuerto, ¡no! Así cada anuncio digno del Redentor debe comunicar liberación. Como el de Jesús. Hoy hay alegría, porque he venido a liberar.
3. Tercer aspecto: la luz.
Jesús dice que ha venido a traer «la vista a los ciegos» (ibid.). Llama la atención que, en toda la Biblia, antes de Cristo, nunca aparece la curación de un ciego, nunca. De hecho, era un signo prometido que llegaría con el Mesías. Pero aquí no se trata solo de la vista física, sino de una luz que hace ver la vida de forma nueva.
Hay un “venir a la luz”, un renacimiento que sucede solo con Jesús. Si lo pensamos, así empezó para nosotros la vida cristiana: con el Bautismo, que antiguamente se llamaba precisamente “iluminación”. ¿Y qué luz nos dona Jesús? Nos trae la luz de la filiación: Él es el Hijo amado del Padre, viviente para siempre; y con Él también nosotros somos hijos de Dios amados para siempre, a pesar de nuestros errores y defectos.
Entonces la vida ya no es un ciego avanzar hacia la nada, no: no es cuestión de suerte o fortuna. No es algo que dependa de la casualidad o de los astros, y tampoco de la salud o de las finanzas, no. La vida depende del amor, del amor del Padre, que cuida de nosotros, sus hijos amados.
¡Qué hermoso es compartir con los otros esta luz! ¿Habéis pensado que la vida de cada uno de nosotros ―mi vida, tu vida, nuestra vida― es un gesto de amor? ¿Es una invitación al amor? ¡Esto es maravilloso! Pero muchas veces lo olvidamos, frente a las dificultades, a las malas noticias, también frente ―y esto es feo― a la mundanidad, la forma de vivir mundana.
4. Cuarto aspecto del anuncio: la sanación.
Jesús dice que ha venido «para dar libertad a los oprimidos» (ibid.). Oprimido es quien en la vida se siente aplastado por algo que sucede: enfermedades, fatigas, angustias, sentimientos de culpa, errores, vicios, pecados… Oprimidos por esto: pensemos, por ejemplo, en los sentimientos de culpa por eso, por lo otro…
Lo que nos oprime, sobre todo, es precisamente ese mal que ninguna medicina o remedio humano puede resanar: el pecado. Y si uno tiene sentido de culpa por algo que ha hecho, y este se siente mal… Pero la buena noticia es que con Jesús este mal antiguo, el pecado, que parece invencible, ya no tiene la última palabra.
Yo puedo pecar porque soy débil. Cada uno de nosotros puede hacerlo, pero esta no es la última palabra. La última palabra es la mano tendida de Jesús que nos levanta del pecado. Y padre, ¿esto cuándo lo hace? ¿Una vez? No. ¿Dos? No. ¿Tres? No. Siempre. Cada vez que tú estás mal, el Señor siempre tiene la mano tendida. Solamente hay que aferrarse y dejarse llevar.
La buena noticia es que con Jesús este mal antiguo ya no tiene la última palabra: la última palabra es la mano tendida de Jesús que te lleva adelante. Jesús nos sana del pecado siempre. ¿Y cuánto debo pagar por la sanación? Nada. Nos sana siempre y gratuitamente. Invita a los que están «fatigados y sobrecargados» ―lo dice el Evangelio― a ir a Él (cfr. Mt 11,28).
Y entonces acompañar a alguien al encuentro con Jesús es llevarle al médico del corazón, que levanta la vida. Es decir: “Hermano, hermana, yo no tengo respuesta a muchos de tus problemas, pero Jesús te conoce, Jesús te ama, te puede sanar y serenar el corazón”. Quien lleva pesos necesita una caricia sobre el pasado. Muchas veces oímos: “Pero yo necesitaría sanar mi pasado… necesito una caricia sobre ese pasado que me pesa tanto…”. Necesita perdón. Y quien cree en Jesús tiene precisamente eso para donar a los otros: la fuerza del perdón, que libera el alma de toda deuda.
Hermanos, hermanas, no lo olvidéis: Dios lo olvida todo. ¿Por qué? Sí, olvida todos nuestros pecados, de ellos no tiene memoria. Dios perdona todo porque olvida nuestros pecados. Solamente hay que acercarse al Señor y Él nos perdona todo. Pensad en algo del Evangelio, de ese que ha empezado a hablar: “¡Señor, he pecado!”. Ese hijo… Y el padre le pone la mano en la boca. “No, está bien, nada…”. No le deja terminar...Y esto es hermoso. Jesús nos espera para perdonarnos, para resanarnos. ¿Y cuánto? ¿Una vez? ¿Dos veces? No. Siempre. “Pero padre, yo hago las mismas cosas siempre…”. Y también él hará las mismas cosas siempre: perdonarte, abrazarte. Por favor, no desconfiemos de esto. Así se ama al Señor.
Quien lleva pesos y necesita una caricia sobre el pasado, necesita perdón, que sepa que Jesús lo hace. Y es esto lo que da Jesús: liberar el alma de toda deuda. En la Biblia se habla de un año en el que se era liberado del peso de las deudas: el Jubileo, el año de gracia. Es como el último punto del anuncio.
Jesús, de hecho, dice que ha venido «a proclamar un año de gracia del Señor» (Lc 4,19). No era un jubileo programado, como los que estamos haciendo ahora, que todo está programado y se piensa en qué hacer, qué no hacer… No. Pero con Cristo la gracia que hace nueva la vida llega y asombra siempre. Cristo es el Jubileo de cada día, de cada hora, que se acerca a ti, para acariciarte, para perdonarte.
5. Y el anuncio de Jesús debe llevar siempre el asombro de la gracia.
Este asombro… “No me lo puedo creer, he sido perdonado, he sido perdonada”. ¡Pero tan grande es nuestro Dios! Porque no somos nosotros los que hacemos grandes cosas, sino que es la gracia del Señor que, también a través de nosotros, realiza cosas imprevisibles. Y estas son las sorpresas de Dios. Dios es un maestro de las sorpresas. Siempre nos sorprende, siempre nos espera. Nosotros llegamos y Él está esperando. Siempre. El Evangelio va acompañado de un sentido de maravilla y de novedad que tiene un nombre: Jesús.
Él nos ayude a anunciarlo como desea, comunicando alegría, liberación, luz, sanación y asombro. Así se comunica Jesús.
Una última cosa: esta buena nueva, que dice el Evangelio, está dirigida «a los pobres» (v. 18). A menudo nos olvidamos de ellos, sin embargo, son destinatarios mencionados explícitamente, porque son los predilectos de Dios.
Acordémonos de ellos y recordemos que, para acoger al Señor, cada uno de nosotros debe hacerse “pobre dentro”. Con esa pobreza que hace decir: “Señor necesito perdón, necesito ayuda, necesito fuerza”. Esta pobreza que todos nosotros tenemos: hacerse pobre dentro.
Se trata de vencer toda pretensión de autosuficiencia para saberse necesitado de gracia, y siempre necesitado de Él. Si alguien me dice: Padre, pero ¿cuál es la vía más breve para encontrar a Jesús? Hazte necesitado. Hazte necesitado de gracia, necesitado de perdón, necesitado de alegría. Y Él se acercará a ti.
Muy humanos, muy divinos (XV): Sencillez, para ver claro el camino
Sabernos mirados por Dios y vivir en el presente: dos actitudes para hacer crecer en nuestra vida la sencillez.
24/12/2022
«¡Buscad lo suficiente, buscad lo que basta! Lo demás es agobio, no alivio; apesadumbra, no levanta»[1]. Así es: la vida cristiana nos lleva a buscar la intimidad con Dios y a desprendernos de lo que no nos lleva hacia Él. Se trata de un viaje interior en el que nos esforzamos a cada paso por identificar y escoger «lo que basta», aquella sola cosa necesaria que no nos será quitada (cfr. Lc 10,42).
La experiencia nos muestra, sin embargo, que esa búsqueda puede ser compleja. Hay épocas en que la vida se convierte en una especie de laberinto: momentos de confusión interior y de caos exterior, jornadas en que tenemos la cabeza llena y el corazón vacío. Puede ocurrir también que, por nuestra manera de ser o porque atravesamos periodos difíciles, tendamos a complicar las cosas, analizando una y mil veces la realidad. En esos momentos, cualquier decisión nos puede paralizar, y quizá no logramos sintonizar con la voluntad del Señor. Desearíamos entonces que la vida fuese más simple y nuestros razonamientos más directos. Anhelamos poseer esa sencillez que es capaz de iluminar la mente y de aligerar el alma.
¿Cómo discernir en cada ocasión la voluntad de Dios? ¿Cómo aceptar con serenidad los acontecimientos de la vida ordinaria? ¿Cómo relacionarnos con quienes nos rodean sin juzgar o retorcer sus intenciones? Conviene reflexionar en primer lugar sobre las raíces de nuestra tendencia a la complicación. Desde ahí descubriremos dos disposiciones que nos pueden ayudar a deshacer la madeja de nuestra alma: la humildad y el abandono.
El Creador de la vida y el “creador” del miedo
Todo artista deja su huella en sus obras. También Dios ha dejado en la creación uno de los rasgos más profundos de su esencia: la unidad. Él es Unidad en la Trinidad, y la armonía y la belleza del paraíso muestran cómo en su creación no faltaba nada y no sobraba nada (cfr. Gn 2,1). El mundo y el hombre habían surgido del Amor, porque solo el Amor es capaz de crear, y el Amor los mantenía unidos.
Sin embargo, frente al Dios de la afirmación, del sí, del «sea» (cfr. Gn 1,3), surge la voz del tentador. Como el diablo no puede crear, se dedica en cierto modo a descrear, y sugestiona al hombre con una lectura desfigurada de la realidad. Desde aquel primer episodio con Adán y Eva, el diablo juega con nuestros miedos para que nos angustiemos con el futuro o para que imaginemos intenciones rebuscadas en las palabras o en las acciones de los demás. Así, nos transforma poco a poco en almas inseguras, calculadoras y preocupadas.
«¿De modo que os ha mandado Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?», pregunta el diablo (Gn 3,1). El enemigo se propone que fijemos la atención en el árbol prohibido y que dejemos de apreciar el resto de dones de Dios: plantas, animales, otros seres humanos, una vida en estado de gracia... Comenzamos entonces a ver el mundo con sospecha, con ojos complicados. Satanás nos hace creer que nos falta algo, que Dios no es sincero, que nos esconde cosas. El Qohelet lo explica así: «Mira lo único que he descubierto: Que Dios hizo al hombre sencillo pero ellos se buscan infinitas complicaciones» (Qo 7,29).
Y la complicación prepara para el pecado. El hombre ya no dialoga ni pasea con Dios… y acaba por esconderse de él (cfr. Gn 3,8), por miedo a ser visto desnudo, desarmado, que es a fin de cuentas como la criatura se encuentra siempre ante su Creador. Al diablo no le basta con hacernos caer: vuelve enseguida con otra sugestión, otra «no-creación», que nos aleja aún más de Dios. Al perderse la confianza entre Creador y criatura, al querer escondernos de su mirada, entran en el mundo el ansia y la fatiga (cfr. Gn 3,16-17). El hombre y la mujer viven entonces con temor al futuro[2]; su corazón termina agotándose, y se convierte así en un terreno fértil para la tristeza, esa gran aliada del enemigo.
La complicación que el pecado trae consigo nos ha hecho difícil percibir dónde está el bien y tomar decisiones que nos conduzcan a Dios. El libro de los Proverbios lo dice sin rodeos: «el de corazón retorcido no encontrará el bien» (Pr 17,20). Pero añoramos la armonía de nuestro pasado junto a Dios, y es precisamente esa especie de recuerdo, esa nostalgia que quedó en el alma lo que nos sigue atrayendo hacia el Señor. La liturgia del Viernes Santo lo expresa así: «Dios todopoderoso y eterno, [Tú] creaste a todos los hombres para que, deseándote siempre, te busquen, y cuando te encuentren, descansen en ti»[3].
Humildad: sabernos mirados por Dios
Para vernos y para ver el mundo con ojos sencillos, es necesario en primer lugar encontrar nuestro descanso en la mirada de Dios. Sabernos mirados por Él nos da mucha seguridad: entendemos que Dios nos quiere en nuestra verdad y que todo lo demás tiene una importancia muy relativa. Al margen de esa mirada, en cambio, sentimos la necesidad de proteger nuestra fragilidad y nos encerramos en nosotros mismos, o nos quedamos paralizados por el miedo. Quien se refugia en esa mirada de amor goza de la serenidad de los sencillos, porque no depende de circunstancias que a fin de cuentas escapan a su control. «Somos de la verdad —dice san Juan— y en su presencia tranquilizaremos nuestro corazón» (1 Jn 3,19).
Podemos pensar en Simón Pedro, que era un hombre bueno, pero con un corazón a veces complicado. En su amor al Señor se mezclan la duda con la decisión, la obediencia con la rebeldía, el coraje con el miedo... Su momento de confusión más grande se da en el patio de Ananías, durante la Pasión del Señor (cfr. Lc 22,65-72). Podemos imaginar cómo, mientras Jesús es interrogado, la angustia del discípulo crece por momentos: quiere ser fiel, pero no comprende lo que está ocurriendo; los hechos lo desbordan. Le gustaría regresar a esas caminatas con el Maestro por los campos de Galilea, cuando su voz resonaba clara y los problemas se resolvían con un gesto o una palabra del Señor. En aquellos días, era fácil creer en las promesas. El futuro era espléndido, nítido.
Ahora no tiene al Señor para sacarle del agua, y el miedo se apodera de él. Pedro cede a la presión y niega conocer al Maestro. Cuenta el evangelio que, poco después, sus miradas se cruzan: «El Señor se volvió y miró a Pedro. Y recordó Pedro las palabras que el Señor le había dicho: “Antes que el gallo cante hoy, me negarás tres veces”. Y salió afuera y lloró amargamente» (Lc 22,61-62). La mirada de Jesús desatasca la confusión de Pedro. Al mirarle el Señor, Pedro logra verse a sí mismo en su verdad, con los ojos de Dios. «Mírame —pedía el futuro Benedicto XVI en un Viernes santo— como lo hiciste con Pedro después de la negación. Que tu mirada penetre en nuestras almas y nos indique el camino en nuestra vida»[4].
Vernos como somos, ver claramente nuestra propia realidad, puede hacernos llorar amargamente como a Pedro. Pero es el único modo de tocar suelo firme y de abandonar el ansia que nos produce pretender ser quienes no somos. Necesitamos mirarnos con los ojos de Dios y ser capaces de decirnos: «soy como soy, y así me ha querido Dios, para algo grande».
San Josemaría resumía en dos palabras los muchos motivos que tiene un cristiano para hacer oración: «conocerle y conocerte»[5]. En efecto, nuestros ratos de conversación con Dios son el momento adecuado para obtener una serena visión de los problemas y de nosotros mismos, para que el ovillo de nuestros pensamientos se pueda deshacer con la gracia de Dios. También nos ayudarán las orientaciones que podamos recibir en la dirección espiritual o en los medios de formación. Confiar en alguien que nos conoce puede servirnos para descomplicar la realidad y para restar importancia a esa voz interior que se empeña en revolver nuestros pensamientos. De hecho, san Josemaría señalaba cómo el objetivo de la formación cristiana que se ofrece en el Opus Dei es la sencillez: «nuestra ascética tiene la sencillez del evangelio. La complicaríamos si fuéramos complicados, si dejáramos el corazón oscuro»[6]. Por eso, a veces, un primer paso para ganar en sencillez será simplemente acoger con buena disposición un consejo y ver en la presencia de Dios cómo ponerlo en práctica.
Abandono: ahora es el tiempo del amor
La dificultad para abandonarse en Dios puede tener muchas causas: un cierto complejo de inferioridad, una autoestima débil, la dificultad para convivir con los propios errores... Por otro lado, el ritmo de trabajo actual tiende a complicar la vida y, en ocasiones, el carácter: al poder hacer más cosas cada día, las decisiones que tenemos que tomar aumentan; las prioridades no siempre se presentan con una claridad neta; la competitividad social nos pone presión e introduce ambiciones que acaban pesando en el alma… Desearíamos vivir una vida sencilla, pero la realidad es demasiado complicada para permitírnoslo.
Ante este panorama, san Josemaría nos invita a ocuparnos del presente, que es el kairós, el tiempo oportuno de nuestra santidad. Al fin y al cabo, el ahora es el único tiempo en el que podemos recibir la gracia de Dios: «Pórtate bien “ahora”, sin acordarte de “ayer”, que ya pasó, y sin preocuparte de “mañana”, que no sabes si llegará para ti»[7]. En efecto, el pasado o el futuro pueden acabar convirtiéndose en pesos que nos impiden discernir claramente la voluntad del Señor. Él mismo nos dice: «no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad» (Mt 6,33). Concentrarnos en una tarea, sin detenernos excesivamente a valorar qué pensarán los demás o qué efectos tendrá en nuestra vida, nos ayudará a enfocar nuestra voluntad y a sacar mayor partido de nuestros talentos. Sin duda, es necesario sopesar los acontecimientos vividos y planificar el futuro, pero eso no debe impedir que, de la mano de Dios, nos concentremos en amar aquí y ahora, porque el amor solo lo podemos dar y recibir en este instante.
Cuando se presenta por primera vez a los apóstoles con su cuerpo glorioso, el Señor resucitado percibe su agitación: «¿Por qué os asustáis, y por qué admitís esos pensamientos en vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies: soy yo mismo» (Lc 24,38). Los acontecimientos que sus discípulos han vivido en los días pasados entran en colisión con lo que ven; el escándalo de la Pasión pesa aún demasiado en sus corazones; si quien tienen delante es verdaderamente Jesús, de repente el futuro se abre de par en par... Son tantas las emociones, que el Señor tiene que devolverlos al presente con una amigable pregunta: «¿Tenéis aquí algo que comer?» (Lc 24,41).
Jesús vuelve sobre una escena tantas veces vivida, cuando se sentaban juntos a comer, y eso saca a sus discípulos de la confusión. De igual modo, empeñarnos por servir a los demás en lo concreto y por desarrollar con esmero y por amor las ocupaciones de la vida ordinaria, abandonando en Dios aquellos problemas que escapan a nuestro control, será el modo más habitual de evitar enredarnos en la confusión y de volvernos, cada vez más, «sencillos como palomas» (Mt 10,16).
Al leer los evangelios, podemos descubrirnos lejos de la fe de los sencillos: la fe del pueblo que, quizá sin mucho conocimiento de la Ley de Dios, aceptó de buen grado el mensaje de Jesús. Esa aceptación sencilla de la Palabra del Señor puede contrastar con nuestra dificultad para confiar en Él. Quizá la nuestra sea más bien a veces la fe de los complicados.
Con todo, Dios no deja de invitarnos en cada instante a recuperar esa armonía perdida, esa sencillez que es «como la sal de la perfección»[8]. Necesitamos ver con claridad el camino de vuelta a casa, al paraíso. Por la vía de la sencillez, nos elevaremos por encima de los problemas con la ligereza que da el amor: llevados por la gracia, lograremos contemplar la realidad con los ojos de Dios.
[1] San Agustín, Sermón 85, 5.6.
[2] Cfr. Qo 6,12, Mt 6,25-34.
[3] Misal Romano, Viernes Santo, Oración universal.
[4] Card. Joseph Ratzinger, Via Crucis, 2005, 1ª estación.
[5] San Josemaría, Camino, n. 91.
[6] Cfr. Cuadernos 3, p. 149 (AGP, biblioteca, P07).
[7] Camino, n. 253.
[8] Camino, n. 305.
Carta de Plinio el Joven sobre los cristianos en el Imperio Romano – Bitinia, año 112
Carta de Plinio el Joven dirigida al emperador Trajano
La carta sobre los cristianos de Plinio el Joven (Plin. Ep. X 96) es uno de los documentos más comentados. Debe datarse entre el 18 de septiembre del 111 y el 3 de enero del año 112, durante la legación de Plinio en Bitinia-Ponto.
Plinio el Joven (nacido en 61/62 d.C. en Novum Comum (actual Como) en el norte de Italia; murió después del 111 d.C.) fue un importante testigo romano de los acontecimientos del cristianismo primitivo. Plinio fue un administrador que alcanzó los más altos cargos de pretor y cónsul.
Los académicos han reconocido la amplia gama de temas y personas a las que Plinio acudió, especialmente a través del medio de la escritura:
“Plinio el Joven mantuvo una voluminosa correspondencia con la gente que conocía. Estas cartas tratan tanto temas técnicos como debates senatoriales y cuestiones de estilo, temas tan comunes como la enfermedad y la muerte o las inundaciones del Tíber … Revelan una personalidad tan versátil y variada como los temas que trata su autor ” .
Los escritos de Plinio evidencian un profundo y arraigado respeto por las magistraturas en los reinados de los emperadores Nerva y Trajano. Era justo en su trato con los demás y aparentemente velaba por el bienestar de los enfermos, los pobres y los ancianos.
Nos enteramos de que fundó una escuela, estableció un fondo para niños pobres y gastó parte de sus propias finanzas para ayudar a otros, como en el caso de elevar a su amigo Romatius Firmus al rango ecuestre y proporcionar una dote para la hija de Quintiliano. Una pasión particular de Plinio era la escritura y la literatura.
Leía mucho, incluidos los géneros de historia, comedia, poesía y oratoria, y pasaba gran parte de su tiempo preparando casos judiciales. Mantuvo correspondencia con otros escritores de renombre de su tiempo, incluidos los historiadores Suetonio y Tácito. Según todos los informes, Plinio era una persona de renombre.
Correspondencia con el emperador Trajano sobre los cristianos
Hacia el final de su carrera como gobernador de Bitinia y Ponto (noroeste de Turquía), Plinio escribió cartas al emperador Trajano (r. 98-117 d. C.) en varias ocasiones. Quizás la más famosa es la carta que escribió pidiendo consejo sobre cómo tratar con los cristianos (Epist. 10.96). Es un extracto extenso, pero vale la pena citarlo en su totalidad, y luego seguiremos con la respuesta de Trajano:
“Es mi regla, señor, referirle a usted todos los asuntos de los que no estoy seguro. Porque, ¿quién es más capaz de guiar mi incertidumbre o informar mi ignorancia? Como nunca he estado presente en ningún juicio de los cristianos, desconozco el método y los límites que deben observarse al examinarlos o castigarlos.
También he tenido grandes dudas sobre si se debe hacer alguna diferencia en razón de la edad, o alguna distinción permitida entre el más joven y el adulto; si retractarse permite un perdón, o si un hombre ha sido cristiano una vez, no le ayuda a retractarse; si la mera profesión de cristianismo, aunque sin delitos, o solo los delitos asociados con él, son punibles.
Mientras tanto, el método que he observado con los que me han sido denunciados como cristianos es este: les interrogué si eran cristianos.Si lo confesaron, repetí la pregunta una segunda y una tercera vez, agregando la amenaza de la pena capital. Si aún perseveraban, ordené que los llevaran a la ejecución.
Sea cual sea la naturaleza de sus creencias, al menos no podía sentir ninguna duda de que la terquedad y la obstinación inflexible merecían un castigo. Había otros también poseídos por la misma locura, pero siendo ciudadanos de Roma les ordené que fueran enviados allí. Estas acusaciones se extendieron (como suele ser el caso) por el mero hecho del asunto que se investiga y salieron a la luz varias formas de la travesura.
Se colocó un cartel, sin firma, acusando a un gran número de personas por su nombre. Aquellos que negaron ser, o habían sido, cristianos, que repitieron después de mí una invocación a los dioses y ofrecieron adoración, con vino e incienso, a tu estatua,que había ordenado traer para este propósito, junto con las imágenes de los dioses, y que finalmente maldijo a Cristo —todas las cosas que se dice que ningún cristiano verdadero puede ser obligado a hacer— pensé que deberían ser despedidos.
Otros que fueron nombrados por ese informante al principio se confesaron cristianos, pero poco después lo negaron, diciendo que lo habían sido, pero que habían cesado, unos tres años atrás, otros muchos años atrás, y unos pocos hasta veinte años atrás. Todos adoraron tu estatua y las imágenes de los dioses, y maldijeron a Cristo.
Afirmaron, sin embargo, que toda su culpa o error era que tenían la costumbre de reunirse en un cierto día fijo antes de que amaneciera, y de cantar en versos alternos un himno a Cristo como a un dios, y de atarse a sí mismos. por un juramento solemne, no a las malas acciones, pero nunca cometer ningún fraude, robo,o adulterio, para nunca falsificar su palabra, ni para negar una prenda cuando fueron llamados a entregarla.
Después de esto, tenían la costumbre de separarse y luego reunirse para participar de la comida, pero comida ordinaria e inocente. Incluso esta práctica, sin embargo, la habían abandonado después de la publicación de mi edicto, por el cual, según sus órdenes, había prohibido las asociaciones políticas.
Por tanto, pensé que era más necesario extraer la verdad real, con la ayuda de la tortura, de dos esclavas, a las que llamaban diaconisas: pero no pude descubrir nada más que una superstición depravada y excesiva. Por tanto, he aplazado el procedimiento y me apresuré a consultarle. Porque me pareció que valía la pena referirme a usted, especialmente considerando los números en peligro.
Muchas personas de todas las edades y rangos y de ambos sexos están siendo y serán llamadas a juicio. Porque esta superstición contagiosa no se limita solo a las ciudades, sino que también se ha extendido por las aldeas y distritos rurales. Sin embargo, parece posible comprobarlo y corregirlo.
Es cierto, al menos, que los templos, que estaban casi desiertos, comienzan ahora a ser visitados nuevamente; y los ritos sagrados, después de un largo interludio, vuelven a ser revividos. Existe una demanda generalizada de animales de sacrificio, para la que hasta ahora sólo se encontraban compradores en raras ocasiones.
A partir de esto, es fácil imaginar que una multitud de personas pueden ser recuperadas de este error, si se deja una puerta abierta para que cambien de opinión “.pero también se ha extendido por las aldeas y distritos rurales. Sin embargo, parece posible comprobarlo y corregirlo.
Es cierto, al menos, que los templos, que estaban casi desiertos, comienzan ahora a ser visitados nuevamente; y los ritos sagrados, después de un largo interludio, vuelven a ser revividos. Existe una demanda generalizada de animales de sacrificio, para la que hasta ahora sólo se encontraban compradores en raras ocasiones. A partir de esto, es fácil imaginar que una multitud de personas pueden ser recuperadas de este error, si se deja una puerta abierta para que cambien de opinión “.
Pero también se ha extendido por las aldeas y distritos rurales. Sin embargo, parece posible comprobarlo y corregirlo. Es cierto, al menos, que los templos, que estaban casi desiertos, comienzan ahora a ser visitados nuevamente; y los ritos sagrados, después de un largo interludio, vuelven a ser revividos.
Existe una demanda generalizada de animales de sacrificio, para la que hasta ahora sólo se encontraban compradores en raras ocasiones. A partir de esto, es fácil imaginar que una multitud de personas pueden ser recuperadas de este error, si se deja una puerta abierta para que cambien de opinión “.
Existe una demanda generalizada de animales de sacrificio, para la que hasta ahora sólo se encontraban compradores en raras ocasiones. A partir de esto, es fácil imaginar que una multitud de personas pueden ser recuperadas de este error, si se deja una puerta abierta para que cambien de opinión “.
Existe una demanda generalizada de animales de sacrificio, para la que hasta ahora sólo se encontraban compradores en raras ocasiones. A partir de esto, es fácil imaginar que una multitud de personas pueden ser recuperadas de este error, si se deja una puerta abierta para que cambien de opinión “.
El emperador Trajano luego respondió brevemente a Plinio (a quien llamó Secundus; Epist. 10.97):
—El método que ha seguido, segundo mío, para examinar los casos de los que le denunciaron como cristianos es el adecuado. No es posible establecer una regla general que pueda aplicarse como norma fija en todos los casos de esta naturaleza. No se debe realizar ninguna búsqueda de estas personas.
Cuando son denunciados y declarados culpables, deben ser castigados; con la restricción, sin embargo, de que cuando un individuo niega que es cristiano y da prueba de ello, es decir, adorando a nuestros dioses, será perdonado sobre la base del arrepentimiento, aunque anteriormente haya incurrido en sospechas.
Las acusaciones anónimas no deben admitirse como prueba contra nadie, ya que está introduciendo un precedente muy peligroso y de ninguna manera agradable a nuestro tiempo ”.
¿Qué aprendemos de estas cartas?
El emperador Trajano elogia a Plinio por su correcto curso de acción al tratar con los cristianos, aparentemente reconociendo la difícil situación que enfrenta. La carta de Plinio evidencia que los cristianos se enfrentaban a la persecución bajo la autoridad romana, aunque esto ciertamente estaba justificado en su opinión.
Plinio es un testigo hostil del floreciente movimiento cristiano al que se refiere como “contagioso” y como una “superstición depravada y excesiva”. Aquellos que se adscriben a la fe están todos poseídos por la “misma locura” considerada digna del castigo de Roma. El proceso de castigo, dice Plinio, fue que los sospechosos de ser cristianos fueron interrogados y luego se les ordenó que se retractaran de su fe si admitían ser creyentes en Cristo.
Las respuestas de los cristianos ante el juicio con amenazas de tortura e incluso ejecución son las que cabría esperar: algunos se retractaron de su fe negando haber sido cristianos, posteriormente maldijeron a Cristo, rindieron reverencia a los dioses de Roma y ofrecieron vino e incienso a la estatua de Trajano. A continuación, estos cristianos fueron despedidos sin más condenación.
Otros cristianos se mantuvieron firmes en su fe, y luego fueron enviados para ser ejecutados. En estas circunstancias, es evidente que Plinio no estaba seguro de cómo responder. El cristianismo dentro de su provincia y el Imperio era visto como una plaga, pero ¿estaba castigando a los culpables de una manera apropiada?
La carta de Plinio también proporciona uno de los primeros testimonios no cristianos de la existencia de Jesús, probablemente escrito ochenta años después (2).
Plinio indica que había un gran número de cristianos, muchos de los cuales eran conocidos por su posición y constituían un abanico de edades, clases sociales y sexos. La carta revela que ya en el siglo I d.C. el movimiento cristiano había crecido significativamente y se extendía más allá de su lugar de origen en Jerusalén.
Los cristianos no solo se encontraban dentro de las grandes ciudades del Imperio, sino también en áreas rurales y aldeas. También sucedió que los templos, presumiblemente dedicados a los dioses romanos, se estaban volviendo desiertos y que los vendedores de carne de sacrificio luchaban por encontrar compradores, evidentemente porque más personas se estaban convirtiendo al cristianismo.
Aunque la carta de Plinio aquí refleja la realidad histórica a raíz de la expansión cristiana,hace uso de una hipérbole y una floritura retórica para comunicarle a Trajano la gravedad de la situación. Plinio tampoco habría querido arriesgarse a darle a Trajano la impresión de que estaba informando sin verdad sobre su provincia.
Además, aprendemos de esta carta que los cristianos tenían la costumbre de reunirse en un día determinado (el domingo) antes de que amaneciera. Que los cristianos se reunieran antes de que amaneciera (es decir, en la mañana) es interesante en este contexto., ya que parece posible que a principios del siglo II como muy tarde, los cristianos comenzaron a celebrar servicios de oración y canto los domingos por la mañana antes del trabajo. Estos servicios matutinos tuvieron lugar junto a las reuniones eucarísticas del domingo por la noche.
Según Flavio, los esenios en Judea y en otras partes de Palestina se reunían antes del amanecer todos los días de la semana y luego nuevamente para cenar.
En estas reuniones los cristianos adoraban a Cristo a través del canto y tenían un código moral para evitar males como el fraude, el robo y el adulterio. Además, nos enteramos de que había diaconisas en la iglesia, dos de las cuales Plinio había torturado.
Plinio el Joven a la luz de las fuentes cristianas del Nuevo Testamento
Aunque existen limitaciones, varios detalles de la carta de Plinio se corresponden con lo que aprendemos de los textos del Nuevo Testamento. Del libro de los Hechos , escrito alrededor del año 80 y que narra el surgimiento de la iglesia primitiva, estalló una gran revuelta justo al sur de Éfeso (19: 23-41).
Una gran cantidad de personas en el área se estaban convirtiendo al cristianismo, lo que llevó a los plateros a quebrar al verse incapaces de vender sus imágenes de los dioses. La lectura más natural de Hechos y las cartas de Plinio es que la gente se estaba convirtiendo al cristianismo y que esto tuvo un impacto negativo en los negocios locales relacionados con los templos y la religión romana .
Como se señaló, Plinio da fe de la presencia de diaconisas dentro del movimiento cristiano primitivo. Las diaconisas son mencionadas décadas antes por el apóstol Pablo, nuestro primer autor cristiano. De la carta de Pablo a los Romanos , aprendemos de una diaconisa de nombre Febe, a quien Pablo encomendó la tarea de entregar la carta a la iglesia en Roma (16: 1-2).
San Pablo escribió esta carta a mediados y finales de la década de los 50 d.C., sugiriendo que las mujeres desempeñaron un papel durante las primeras etapas de la formación del cristianismo.
La respuesta de Trajano es informativa. Aunque los cristianos experimentaron persecución durante este período temprano, a Plinio se le indica que no los persiga como si estuvieran fuera una caza de brujas. De hecho, los cristianos debían ser castigados, pero solo si se les declaraba culpables con suficientes pruebas. Trajano parece preocupado por los casos de acusación anónima que podrían haber estado impugnando este proceso judicial, de ahí su instrucción a Plinio de tener esto en cuenta.
Como fuente del cristianismo primitivo en el Imperio Romano, la carta de Plinio y la respuesta de Trajano son fuentes valiosísimas de información sobre cómo era ser un seguidor de Cristo en ese momento.
La ternura de Dios (VI): Una serena atención: las obras de misericordia espirituales
Las obras de misericordia espirituales atienden al hambre y a la sed, a la desnudez y al desamparo, a la enfermedad y a la cautividad que experimenta, en tantas formas diversas, el corazón humano.
02/09/2016
La Iglesia tiene la sabiduría de una buena madre, que sabe lo que necesitan sus hijos para crecer sanos y fuertes, en el cuerpo y en el espíritu. Con las obras de misericordia, nos invita a descubrir siempre de nuevo que tanto el cuerpo como el alma de nuestros hermanos los hombres necesitan de cuidados, y que Dios nos confía a cada uno esa custodia atenta. «El objeto de la misericordia es la misma vida humana en su totalidad. Nuestra vida misma en cuanto “carne” está hambrienta y sedienta, necesitada de vestido, casa y visitas, así como de un entierro digno, cosa que nadie puede darse a sí mismo (…). Nuestra vida misma, en cuanto “espíritu”, necesita ser educada, corregida, animada, consolada (…). Necesitamos que otros nos aconsejen, nos perdonen, nos aguanten y recen por nosotros»[1].
AUN CON EL PESO QUE LLEVEMOS A NUESTRAS ESPALDAS, DIOS ESPERA QUE NUESTRO CORAZÓN SE CONMUEVA COMO EL SUYO, QUE NO SE INSENSIBILICE ANTE LAS NECESIDADES DE LOS DEMÁS.
Vamos a considerar ahora las obras espirituales, que atienden al hambre y a la sed, a la desnudez y al desamparo, a la enfermedad y a la cautividad que experimenta, en tantas formas diversas, el corazón humano: formas de mendicidad espiritual que a todos nos aquejan, y que descubrimos también, si no nos dormimos, a nuestro alrededor[2]. Aun con el peso que llevemos a nuestras espaldas, Dios espera que nuestro corazón se conmueva como el suyo, que no se insensibilice ante las necesidades de los demás. «En medio de tanto egoísmo, de tanta indiferencia –¡cada uno a lo suyo!–, recuerdo aquellos borriquitos de madera, fuertes, robustos, trotando sobre una mesa... –Uno perdió una pata. Pero seguía adelante, porque se apoyaba en los otros»[3].
La misericordia de todos los días
San Josemaría recordaba en una ocasión su alegre experiencia de generosidad cristiana, confirmada a lo largo de los años: «conozco miles de estudiantes (…) que han renunciado a construirse su pequeño mundo privado, dándose a los demás mediante un trabajo profesional, que procuran hacer con perfección humana, en obras de enseñanza, de asistencia, sociales, etc., con un espíritu siempre joven y lleno de alegría»[4]. Donde hay un cristiano que se reconoce «como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar», encontramos «la enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás. Pero si uno separa la tarea por una parte y la propia privacidad por otra, todo se vuelve gris y estará permanentemente buscando reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades»[5]. «Hombres todos, y todos hijos de Dios, no podemos concebir nuestra vida como la afanosa preparación de un brillante curriculum, de una lucida carrera»[6]. Es lógico que nos ilusionemos con los horizontes que se abren ante nosotros en nuestro trabajo; pero esa ilusión, si no quiere ser delirio –«vanidad de vanidades» (Qo 1,2)–, debe estar inspirada por la pasión de iluminar las inteligencias, pacificar las tensiones, confortar los corazones.
Todos incidimos de un modo u otro en la cultura y en la opinión pública: no solo los escritores, los profesores o los profesionales de la comunicación. Cada uno a su modo puede hacer mucho por «enseñar al que no sabe», «dar buen consejo al que lo necesita» y «corregir al que se equivoca»: a quienes son víctimas, aun sin saberlo, de la superficialidad o de las ideologías; a quienes tienen sed de saber, de beber de las fuentes de la sabiduría humana y divina; a quienes no conocen a Cristo, «ni han visto la belleza de su rostro, ni saben la maravilla de su doctrina»[7] El esfuerzo por pensar la fe, de modo que se perciba el resplandor de la verdad; la disposición a complicarse la vida organizando medios de formación en los contextos más diversos; la ilusión por dar forma cristiana a la propia profesión, purificándola de abusos y abriéndole horizontes; el interés de los profesores por hacer crecer a sus alumnos; la iniciativa para orientar con nuestra experiencia a quienes se abren paso en el mundo profesional; la disposición a ayudar o aconsejar a los colegas en sus dificultades; el apoyo a los jóvenes que no se deciden a formar una familia a causa de la precariedad de sus condiciones de trabajo; la nobleza y la valentía de «corregir al que se equivoca»… Estas, y otras actitudes que van mucho más allá de éticas minimalistas, dan forma a la misericordia ordinaria que Dios pide a los cristianos de la calle.
EL TERRENO HABITUAL DE LA MISERICORDIA ES UN DÍA A DÍA DEL TRABAJO REGIDO POR LA PASIÓN DE AYUDAR: ¿QUÉ MÁS PUEDO HACER? ¿A QUIÉN MÁS PUEDO IMPLICAR?
Aunque sin duda conviene dar vida a proyectos allí donde tengamos posibilidad de dar una mano, el terreno habitual de la misericordia es un día a día del trabajo regido por la pasión de ayudar: ¿qué más puedo hacer? ¿a quién más puedo implicar? Todo esto es misericordia en acto, sin horarios, sin cálculos: «una misericordia dinámica, no como un sustantivo cosificado y definido, ni como adjetivo que decora un poco la vida, sino como verbo –misericordiar y ser misericordiados–»[8].
Arropar la debilidad del otro
Este binomio –misericordiar y ser misericordiados– se hace eco de la bienaventuranza más específica de este año jubilar: «bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia» (Mt 5,7): se abrirá paso en ellos la misericordia, porque al darla la recibirán de lo alto. El genio de Shakespeare lo sintetizó así: «La misericordia no es obligatoria; cae como la dulce lluvia del cielo sobre la tierra que está bajo ella. Es una doble bendición: bendice al que la concede y al que la recibe»[9].
A los misericordiosos, pues, el Señor no les promete solo clemencia y comprensión al final de sus días, sino también una medida generosa de dones –el ciento por uno (Mt 19, 29)– para esta vida: el misericordioso percibe más intensamente cómo Dios le perdona y le comprende; se alegra a su vez perdonando y comprendiendo, aunque duela; y experimenta también la alegría de ver cómo la misericordia de Dios se contagia, a través de él, a los demás. «Porque lo necio de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres» (1 Co 1,25). Cuando ahogamos el mal con abundancia de bien; cuando evitamos que la dureza de los demás nos endurezca el corazón, y no respondemos a la frialdad con más frialdad; cuando nos resistimos a volcar sobre quienes nos rodean nuestras dificultades; cuando nos esforzamos por sobreponernos a nuestra susceptibilidad y a nuestro amor propio, entonces libramos «las batallas de Dios (…). No hay más remedio que tomarse con empeño esta hermosísima guerra de amor, si de verdad queremos conseguir la paz interior, y la serenidad de Dios para la Iglesia y para las almas»[10].
Otra de las obras de misericordia espirituales consiste en «sufrir con paciencia los defectos de los demás». No se trata solo de no poner en evidencia al otro, de no señalarle con el dedo: la misericordia arropa la debilidad del otro, como los hijos de Noé[11], aunque al arroparle note el «olor» de sus defectos. Una misericordia distante no sería misericordia. El «olor a oveja»[12] –porque todos en la Iglesia somos «oveja y pastor»[13]– no suele ser agradable, pero exponerse a él es un sacrificio que, realizado sin aspavientos, sin que se note, tiene un aroma muy agradable a Dios: el bonus odor Christi[14]. «Cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lávate la cara, para que no adviertan los hombres que ayunas, sino tu Padre, que está en lo oculto» (Mt 6,17-18)
LA MISERICORDIA INVIERTE UNA FÁCIL TENDENCIA A SER EXIGENTES CON LOS DEMÁS, Y TRANSIGENTES CON NOSOTROS MISMOS.
La misericordia invierte una fácil tendencia a ser exigentes con los demás, y transigentes con nosotros mismos. Descubrimos entonces con frecuencia que lo que nos parecía un defecto era simplemente una etiqueta que habíamos puesto al otro, quizá por un episodio aislado, o por una impresión a la que habíamos dado demasiada importancia; un «juicio sumario» que cristalizó, y que nos impide verle como es, porque percibimos solo esa cara negativa, ese rasgo hinchado por nuestro amor propio. La misericordia de Dios nos ayuda a evitar y, en su caso, a levantar esos dictámenes severos, de los que a veces no somos demasiado conscientes. También aquí rige aquella sentencia tan sabia de Tertuliano de que «dejan de odiar quienes dejan de ignorar, desinunt odisse qui desinunt ignorare»[15]. Un reto de la misericordia ordinaria, pues, es conocer mejor a quienes nos rodean, y evitar etiquetarles: padres, hijos, hermanos; vecinos, colegas... Además, cuando comprendemos a una persona, cuando no desesperamos de ella, la ayudamos a crecer; y en cambio, la fijación en las insuficiencias produce una tensión, un agarrotamiento con el que difícilmente brota lo mejor de cada uno. Toda nuestra relación con los demás, especialmente en la familia, debe ser «un “pastoreo” misericordioso»: sin paternalismos, «cada uno, con cuidado, pinta y escribe en la vida del otro»[16]
Hace falta también misericordia para llevar sin resentimiento la dureza con la que los demás a veces puedan tratarnos. No es fácil querer cuando uno recibe coces o indiferencia, pero «si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso también los paganos?» (Mt 5,47). El aire cristiano no se caracteriza solo por la mutua comprensión sino también por la disposición a reconciliarse cuando fallamos o cuando nos tratan con desdén. La actitud sincera de «perdonar las ofensas» es la única vía para romper las espirales de incomprensión que vemos alzarse a nuestro alrededor y que son, casi siempre, espirales de desconocimiento mutuo. No es esta una actitud idealista para ingenuos que no están en contacto con la mezquindad o con el cinismo, sino «fuerza de Dios» (1 Co 1, 19): una brisa suave, capaz de derrumbar las estructuras más imponentes.
Enviados a consolar
«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros seamos capaces de consolar a los que se encuentran en cualquier tribulación, mediante el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios» (2 Co 1,3-4). El cristiano sufre como los demás hombres; sufre a veces más por las incomprensiones o por las dificultades que le crea su fidelidad a Dios[17]; pero a la vez los sufrimientos se le hacen más ligeros, porque tiene el consuelo de su Padre. «Esta es tu seguridad, el fondeadero donde echar el ancla, pase lo que pase en la superficie de este mar de la vida. Y encontrarás alegría, reciedumbre, optimismo, ¡victoria!»[18] El consuelo que Dios nos da nos hace capaces de consolar; nos envía al mundo a consolar, porque «nuestra tristeza infinita sólo se cura con un infinito amor»[19].
UNA DE NUESTRAS ALEGRÍAS EN EL CIELO SERÁ DESCUBRIR EL BIEN QUE HIZO A TANTAS PERSONAS UNA BREVÍSIMA ORACIÓN EN MEDIO DEL AJETREO DEL TRÁFICO O DEL TRANSPORTE PÚBLICO.
Para «consolar al que está triste» es necesario aprender a leer las necesidades de los demás. Hay personas que están tristes porque experimentan la «amargura que proviene de la soledad o de la indiferencia»[20]; otras porque están sometidas a mucha tensión y necesitan descansar: se tratará de acompañarles y, a veces, de enseñarles a descansar, porque nunca aprendieron ese arte. Un buen hijo de Dios procura emular la tarea discreta del verdadero Consolador, «descanso en el trabajo, alivio en el calor, consuelo en el llanto»[21]: atender a los demás sin hacerles notar que les estamos dedicando tiempo, sin que tengan la impresión de que les concedemos audiencia, o de que les gestionamos. «Estamos hablando de una actitud del corazón, que vive todo con serena atención, que sabe estar plenamente presente ante alguien sin estar pensando en lo que viene después, que se entrega a cada momento como don divino que debe ser plenamente vivido»[22] Un hijo de Dios camina por la existencia con la convicción profunda de que «cada persona es digna de nuestra entrega»[23]: la sonrisa, la disposición a ayudar, el interés verdadero por los demás, también por aquellos a quienes ni siquiera conocemos, pueden cambiarles el día, y a veces la vida.
Con todos, conocidos y desconocidos, nuestra misericordia encontrará un «cauce ancho, manso y seguro»[24] en la oración: «Interceder, pedir en favor de otro, es, desde Abraham, lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios»[25]. Por eso la Iglesia nos alienta a «rogar a Dios por vivos y difuntos». Una de nuestras alegrías en el cielo será descubrir el bien que hizo a tantas personas una brevísima oración en medio del ajetreo del tráfico o del transporte público, a veces quizá como respuesta misericordiosa a un gesto poco amable; la esperanza que Dios inspiró, por nuestra intercesión, a quienes sufrían por cualquier motivo; el consuelo que recibieron vivos y difuntos por nuestro recuerdo –memento– en la Santa Misa, metidos en la oración de Jesús al Padre, en el Espíritu Santo.
Acabamos así este breve recorrido por las obras de misericordia, que son en realidad «infinitas, cada una con su sello personal, con la historia de cada rostro. No son solamente las siete corporales y las siete espirituales en general. O más bien, estas, así numeradas, son como las materias primas –las de la vida misma–: cuando las manos de la misericordia las tocan y las moldean, se convierten cada una de ellas en una obra artesanal. Una obra que se multiplica como el pan en las canastas, que crece desmesuradamente como la semilla de mostaza»[26].
Carlos Ayxelá
[1] Francisco, 3ª meditación en el Jubileo de los sacerdotes, 2-VI-2016.
[2] El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica las enumera así: enseñar al que no sabe; dar buen consejo al que lo necesita; corregir al que yerra; perdonar las injurias; consolar al triste; sufrir con paciencia los defectos de los demás; rogar a Dios por vivos y difuntos.
[3] San Josemaría, Forja, 563.
[4] San Josemaría, Conversaciones, 75.
[5] Francisco, Ex. Ap. Evangelii gaudium (24-XI-2013), 273.
[6] San Josemaría, Amigos de Dios, 76.
[7] San Josemaría, Es Cristo que pasa, 179.
[8] Francisco, 1ª meditación en el Jubileo de los sacerdotes, 2-VI-2016.
[9] W. Shakespeare, El mercader de Venecia, Acto IV, Escena I. Cfr. Francisco, Mensaje para la 50 Jornada mundial de las comunicaciones sociales, 24-I-2016.
[10] San Josemaría, Apuntes tomados de una meditación, II-1972, citado en Es Cristo que pasa, Edición crítico-histórica preparada por Antonio Aranda, Rialp 2013, 8d.
[11] Cfr. Gn 9,22-23.
[12] Francisco, Homilía, 28-III-2013.
[13] Cfr. Javier Echevarría, Carta Pastoral, 1-VIII-2007.
[14] Cfr. 2 Cor 2,15.
[15] Tertuliano, ad Nationes, 1, 1. También San Agustín aborda esta cuestión en In Evangelium Ioannis Tractatus, 89 y 90.
[16] Francisco, Ex. Ap. Amoris Laetitia (19-III-2016), 322.
[17] Los salmos se hacen eco con frecuencia de esta dificultad del creyente. Cfr. p.ej. Sal 42 (41),10-12; 44 (43),10-26; 73 (72).
[18] Via Crucis, VII estación, 3.
[19] Francisco, Evangelii Gaudium, 265.
[20] San Josemaría, Discurso en el Centro ELIS, con motivo de su inauguración, 21-XI-1965 (en Josemaría Escrivá de Balaguer y la universidad, Pamplona, Eunsa 1993, 84).
[21] Misal Romano, Pentecostés, Secuencia Veni Sancte Spiritus
[22] Francisco, Enc. Laudato si’ (24-V-2015), 226
[23] Francisco, Evangelii Gaudium, 274.
[24] Amigos de Dios, 306.
[25] Catecismo de la Iglesia Católica, 2635.
[26] Francisco, 3ª meditación en el Jubileo de los sacerdotes, 2-VI-2016. Cfr. Mt 13,31-32; 14,19-20.
Ballesteros participó en la presentación del informe anual del Global Affairs de la Universidad y señaló que el envío de carros de combate a Ucrania “no es decisivo”
FotoJosé Juan Rico/El director del departamento de Seguridad Nacional de la Moncloa, Miguel Ángel Ballesteros, durante su intervención en la presentación del Global Affairs Journal, en la sede de posgrado de Madrid.
26 | 01 | 2023
A punto de cumplirse un año del inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania, el campus de la Universidad de Navarra en Madrid se convirtió ayer en un foro de debate donde se expusieron las consecuencias del conflicto en la Unión Europea, la estrategia geopolítica de Rusia, el papel de Estados Unidos y la OTAN y la entrada en juego de otros actores como Turquía y, sobre todo, China. Fue durante la presentación del informe anual que elabora el centro de investigación Global Affairs de la Universidad de Navarra. El evento contó con la participación del general y director del Departamento de Seguridad Nacional, Miguel Ángel Ballesteros, quien destacó la importancia de la unidad en la Unión Europea: “Frente a la guerra, la cohesión de la UE es clave. Es el mensaje que hay que lanzar a Putin”. Miguel Ángel Ballesteros se refirió a la pandemia y a la guerra y afirmó que de las crisis surgen oportunidades. En este sentido, recalcó: “Europa puede ser un actor geopolítico de peso”. Se refirió también al envío de carros de combate a Ucrania por parte de EEUU y otros países como Alemania y España. “Estados Unidos va a enviar 31 carros de combate. No son decisivos, son números pequeños, pero lo que importa es el mensaje y el mensaje es: somos una piña”, incidió.
Miguel Ángel Ballesteros explicó a los asistentes algunos de los puntos principales de la denominada Brújula Estratégica de la UE, que persigue reforzar la política de seguridad y defensa europeas hasta 2030 y que se basa en cuatro pilares: tener una capacidad de despliegue rápido de al menos 5.000 efectivos; incrementar sustancialmente el gasto de defensa; impulsar la capacidad de análisis de inteligencia y seguir potenciando la colaboración con la OTAN.
Frente a las políticas de seguridad compartidas de décadas precedentes, Ballesteros expuso el orden internacional establecido en el último concepto geoestratégico de la Alianza Atlántica, aprobado en junio del año pasado en Madrid, que prioriza las acciones de disuasión y la defensa de la integridad territorial de todos los aliados no sólo ante un ataque armado sino también ante las llamadas amenazas híbridas: ciberespacio, campañas de desinformación, injerencias en procesos institucionales democráticos, etc. “El área euroatlántica no está en paz. Rusia es una amenaza. China se ha convertido en un desafío tecnológico, económico y político”, dijo . Ante la pérdida de la hegemonía de Estados Unidos, Ballesteros aseguró que China quiere ser lo que la que fue secretaria de Estado estadounidense, Madeleine Albright, denominó "la nación imprescindible”.
Los efectos de la guerra y la maldición del 'Heartland'
Además del general Ballesteros, participaron en la sesión, el coronel José Luis Calvo Albero (Ministerio de Defensa); Luis de la Corte Ibañez (Universidad Autónoma de Madrid) y Miguel Ángel Benedicto (Universidad Complutense de Madrid) y el profesor de la Universidad de Navarra, Salvador Sánchez Tapia, autores de los artículos del informe Global Affairs Journal 2023, editado bajo el título “La guerra devuelve la geopolítica a Europa: el eco de Mackinder”.
Los expertos analizan en él las consecuencias del conflicto en la UE; el pensamiento geopolítico en Europa Central y Oriental o la geopolítica de cooperación competitiva entre Turquía y Rusia, entre otras cuestiones.
“El primer efecto de la guerra en Europa es la alteración drástica de las relaciones de la UE con Rusia; en segundo lugar, la invasión ha sido un incentivo más, después de la pandemia, para reforzar para la cooperación entre los miembros de la UE, que se ha materializado hasta ahora”, intervino Luis de la Corte. Miguel Ángel Benedicto aproximó a los presentes al papel que juega Turquía en el actual orden internacional: de ser un aliado de la UE a alinearse con China y Rusia, en busca de una mayor autonomía estratégica, condicionada sobre todo por la dependencia energética y comercial de Rusia. Por su parte, el coronel José Luis Calvo Albero hizo referencia a la teoría de Halford John Mackinder sobre la “tierra corazón” (Heartland). El Heartland se refiere al «corazón» del continente euroasiático, de donde históricamente han llegado amenazas a Europa; controlado por Rusia en su expansión asiática, la obsesión por la necesidad de defensa de tan extenso territorio ha generado la cultura de confrontación mostrada por Moscú. “Hoy la amenaza es Rusia pero ¿qué ocurrirá con Ucrania o Polonia militarizada y armada hasta los dientes? Al final te conviertes en la amenaza que querías neutralizar. Esa es la maldición del ‘Heartland’”.
Los siete domingos de san José (dolores y gozos)
Los siete domingos de san José son una costumbre de la Iglesia para preparar la fiesta del 19 de marzo. La meditación de los “dolores y gozos de san José” ayuda a conocer mejor al santo Patriarca y a recordar que también él afrontó alegrías y dificultades.
Durante los siete domingos anteriores a la fiesta de San José se contemplan los principales gozos y dolores de la vida del santo Patriarca. Obra de Palmira Laguéns (Santuario de Torreciudad)
27/01/2023
Los siete domingos de san José (dolores y gozos)
- Primer domingo de san José.
- Segundo domingo de san José.
- Tercer domingo de san José.
- Cuarto domingo de san José.
- Quinto domingo de san José.
- Sexto domingo de san José.
- Séptimo domingo de san José.
La Iglesia, siguiendo una antigua costumbre, prepara la fiesta de san José, el día 19 de marzo, dedicando al Santo Patriarca los siete domingos anteriores a esa fiesta en recuerdo de los principales gozos y dolores de la vida de San José.
En concreto, fue el Papa Gregorio XVI quien fomentó la devoción de los siete domingos de san José, concediéndole muchas indulgencias; pero S.S. Pío IX les dio actualidad perenne con su deseo de que se acudiera a San José, para aliviar la entonces aflictiva situación de la Iglesia universal.
Descarga en formato PDF los dolores y gozos de san José, con ilustraciones del santuario de Torreciudad.
Los siete dolores y gozos de san José
Primer domingo de san José
Primer dolor: Estando desposada su madre María con José, antes de vivir juntos se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo (Mt 1,18).
Primer gozo: El ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús (Mt 1, 20-21).
Primer dolor y gozo de san José
Meditaciones: 1º domingo de san José (audio y texto)
Primera reflexión para meditar durante los siete domingos de san José. Los temas propuestos son: la devoción de los siete domingos de san José; la misión del padre de Jesús; patrón de la Iglesia y de la Obra.
Segundo domingo de san José
Segundo dolor: Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron (Jn 1,11).
Segundo gozo: Fueron deprisa y encontraron a María, a José y al niño reclinado en el pesebre (Lc 2,16).
Segundo dolor y gozo de san José
Meditaciones: 2º domingo de san José (audio y texto)
Segunda reflexión para meditar durante los siete domingos de san José. Los temas propuestos son: san José, padre amado; modelo de padre; patrono de la familia.
Tercer domingo de san José
Tercer dolor: Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno (Lc 2,21).
Tercer gozo: Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados (Mt 1, 21).
Tercer dolor y gozo de san José
Meditaciones: 3º domingo de san José (audio y texto)
Tercera reflexión para meditar durante los siete domingos de san José. Los temas propuestos son: san José enseña a Jesús; Jesús escucha la ley de labios de José; José experimenta la ternura de Dios.
Cuarto domingo de san José
Cuarto dolor: Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre: Mira, éste ha sido puesto como signo de contradicción para que se descubran los pensamientos de muchos corazones (Lc 2, 34-35).
Cuarto gozo: Porque han visto mis ojos tu salvación, la que preparaste ante todos los pueblos; luz para iluminar a las naciones (Lc 2, 30-31).
Cuarto dolor y gozo de san José
Meditaciones: 4º domingo de san José (audio y texto)
Cuarta reflexión para meditar durante los siete domingos de san José. Los temas propuestos son: cómo obedece san José; el recogimiento necesario para escuchar a Dios; con su obediencia anticipa la de Jesús.
Quinto domingo de san José
Quinto dolor: El ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y estate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo (Mt 2,13).
Quinto gozo: Y estuvo allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dice el Señor por el profeta: "De Egipto llamé a mi hijo" (Mt 2,15).
Quinto dolor y gozo de san José
Meditaciones: 5º domingo de san José (audio y texto)
Quinta reflexión para meditar durante los siete domingos de san José. Los temas propuestos son: José acoge los planes divinos; descubrir a Dios en la realidad diaria; la coherencia del modo de hacer de Dios.
Sexto domingo de san José
Sexto dolor: Él se levantó, tomó al niño y a su madre y regresó a la tierra de Israel. Pero al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, temió ir allá (Mt 2, 21-22).
Sexto gozo: Y fue a vivir a una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por los profetas: será llamado Nazareno (Mt 2,23).
Sexto dolor y gozo de san José
Meditaciones: 6º domingo de san José (audio y texto)
Sexta reflexión para meditar durante los siete domingos de san José. Los temas propuestos son: dificultades y creatividad en la vida de José; la actitud ante los problemas de una familia corriente; acoger la luz de Dios en lo ordinario.
Séptimo domingo de san José
Séptimo dolor: Le estuvieron buscando entre los parientes y conocidos, y al no hallarle, volvieron a Jerusalén en su busca (Lc 2, 44-45).
Séptimo gozo: Al cabo de tres días lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y haciéndoles preguntas (Lc 2,46).
Séptimo dolor y gozo de san José
Meditaciones: 7º domingo de san José (audio y texto).
Séptima reflexión para meditar durante los siete domingos de san José. Los temas propuestos son: Jesús trabajó junto a José; redescubrir el valor del trabajo; trabajo y oración, oración y trabajo.
Tras los pasos de san Juan Pablo II
Acompáñanos a Polonia, recién cumplidos los 102 años del nacimiento de san Juan Pablo II, uno de los pontífices más carismáticos de la Historia.
Peregrinación a Polonia
Descubriremos la tierra natal del papa san Juan Pablo II. Nos acercaremos, a los lugares donde creció y vivió el joven Karol Wojtyla, para conocer su país, su historia y su arraigada fe en Jesucristo.
Durante este viaje descubrirás la gran personalidad de Juan Pablo II, y su lucha por defender los valores cristianos a lo largo de toda su vida. Él fue el inspirador de la Fundación CARF.
Cracovia, Varsovia en una ruta personalizada.
Pensión completa, hotel de 4 estrellas.
Del 26 al 31 de mayo 2023.
Encuentro en el seminario Bidasoa
El Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa acoge a alumnos de todo el mundo con el objetivo de que reciban una óptima formación para su labor sacerdotal en sus diócesis.
Encuentro con los seminaristas en la Santa Misa solemne y comida con ellos para disfrutar posteriormente de una gala musical que ofrecen cada año en honor de los asistentes.
Visita a el Santuario de Jasna Góra
Situado al sur de Polonia el Santuario alberga la comunidad de monjes Paulinos y está considerado el principal centro de peregrinación del país. Allí se encuentra la Basílica de Nuestra Señora de Czestochowa, rodeada de numerosas historias, remonta el origen del icono hasta San Lucas quien lo habría pintado sobre una madera de ciprés de la casa de la Sagrada Familia.
Recorrido por Wadowice
Paseo por el pueblo natal del Papa San Juan Pablo II y la Basílica de Wadowice, donde fue bautizado. Visitaremos su casa, que hoy es día es un museo, donde a través de fotos, ropas y objetos personales vislumbraremos cómo era su vida aquí.
Museo de Auschwitz
Declarado Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Este complejo de campos de concentración de Auschwitz fue el mayor de los establecidos durante la Segunda Guerra Mundial. Un guía local nos hará el recorrido. Auschwitz, es un símbolo particular del propio sufrimiento y de martirio de Santa Edith Stein y de San Maximiliano María Kolbe.
Casco antiguo de Cracovia
Ciudad ligada al Papa San Juan Pablo II y considerada una de las ciudades más bellas de Europa, parece anclada en el tiempo. Declarada Patrimonio de la Humanidad desde 1978. Su pasado medieval está presente por toda la ciudad como en sus murallas o la Plaza del Mercado, centro neurálgico de la ciudad.
Minas de sal de Wieliczka
Las minas de sal de Wieliczka, cerca de Cracovia, llevan en funcionamiento desde el siglo XIII continuando, hoy en día, produciendo sal de mesa. Acrecienta su valor la cantidad de cámaras y capillas excavadas. Es una ciudad subterránea con todas sus estructuras. Visitaremos uno de los monumentos de cultura material y espiritual más valioso que hay en Polonia, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1978. Y visita a Łagiewniki, capital de la Divina Misericordia.
Itinerario
Haz tu peregrinación con CARF con una planificación muy cuidada. Tiempo para rezar, tiempo para pasear, tiempo para disfrutar.
Viernes, 26 de mayo: Madrid - Pamplona - Zaragoza
06.00 h. Encuentro del grupo en el punto acordado -Santiago Bernabéu-, y salida en bus hacia Pamplona (4 horas de trayecto aproximadamente).
11.00 h. Recepción y celebración de la sesión inaugural del Encuentro Anual de Benefactores en las Facultades Eclesiásticas de la Universidad de Navarra.
13.00 h. Santa Misa solemne en el Seminario Bidasoa con los seminaristas, formadores y autoridades. Recorrido por el colegio y foto de familia.
14.00 h. Comida en compañía de formadores y seminaristas de más de 20 países.
15.00 h. Café y actuación musical de los seminaristas.
16.00 h. Adoración al santísimo y bendición.
17.00 h Traslado a la ermita de Nuestra Señora del Amor Hermoso, a la entrada del campus de la Universidad de Navarra. Oración del Rosario.
18.30 h Traslado hacia Zaragoza (2 horas aproximadamente). Check in y cena en el alojamiento.
Sábado, 27 de mayo: Zaragoza - Barcelona - Varsovia
Domingo, 28 de mayo: Varsovia - Częstochowa
Lunes, 29 de mayo: Częstochowa - Auschwitz - Cracovia
Martes, 30 de mayo: Cracovia – Łagiewniki - Wieliczka – Cracovia
Miércoles, 31 de mayo: Cracovia - Varsovia - Madrid
Información del viaje
- Del 26 al 31 de mayo de 2023.
Precio/persona, para 40 pax. 1.280 €.
Precio/persona, para 35 pax. 1.305 €.
Precio/persona, para 30 pax. 1.335 €.
Precio/persona, para 25 pax. 1.380 €.
Precio/persona, para 20 pax. 1.455 €. - Reserva y señalización de 600 € obligatoria con la inscripción. Resto del pago, antes del 26 de abril.
- Suplemento habitación doble de uso individual: 210 €.
- Salida desde Madrid. Otras opciones, consultar con la agencia de viajes.
- Plazas máximas limitadas.
El precio incluye:
- Vuelos de ida y vuelta con tasas incluidas (Vuelos Barcelona – Varsovia y Cracovia – Madrid) con franquicia de equipaje 23 kg. y 1 pieza de mano de 8 kg.
- Traslados Madrid, Pamplona, Zaragoza y al aeropuerto El Prat y durante el viaje en autobús privado.
- Alojamiento y desayuno en hoteles de 4*. Comidas y cenas, según programa en pensión completa.
- Entradas a las visitas y monumentos, con coordinador y guía de habla hispana y auriculares.
- Seguro de viaje con RACE. Gastos de cancelación: hasta 1.800 €. Equipaje: hasta 1.500 €. Asistencia médica en Europa: hasta 50.000 €. Responsabilidad civil: 60.000 €.
El precio no incluye:
- Segunda bebidas en las comidas/cenas (agua con gas, vino, refrescos, etc.).
- Entradas a sitios no mencionados en el programa.
- Gastos personales.
- Propinas del guía y chofer.
- Nada que no aparezca en el apartado incluye.
Más información:
- Forma de pago: Ingreso en cuenta IBERCAJA de la Fundación CARF – ES75 2085 9513 7103 3034 5348.
- La vigencia mínima de la documentación: DNI en vigor.
- Sin la transferencia bancaria, su inscripción no tiene valor alguno como reserva de plaza. Según vaya pagando cada peregrino, se asegura su viaje hasta completar el cupo de plazas máximo.
- Para cualquier duda relativa al viaje: vuelos, alojamiento, circunstancias especiales, etc. contactar con Ana Lucía de Red Peregrina (polonia2023carf@redperegrina.org teléfono:+34 664 357 826).
El cristianismo, el más grande humanismo
Con cierta frecuencia, en el mundo moderno, se opone humanismo a cristianismo ¡Como si ser cristiano fuera ser menos humano!
Jesus tiende su mano © Libre de derechos
José María Montiu,
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Con cierta frecuencia, en el mundo moderno, se opone humanismo a cristianismo ¡Como si ser cristiano fuera ser menos humano! Examinemos, pues, si tiene algún fundamento dicha contraposición.
Necesariamente, todo verdadero humanismo ha de valorar grandemente a la persona humana. Por tanto, en todo humanismo resulta clave cuánto la valora. Además, habría de valorarla desde el momento de la concepción hasta el momento de la muerte. Y, habría de tener en gran valor a todo ser humano, sea éste como sea. Sea pues nuestra pregunta: ¿en cuanto valoran al hombre los humanismos?
En un banquete de los diálogos del filósofo pagano Platón, un comensal le dice a otro, que había manifestado amarle: ¿si de veras me amas, muere por mí? Pero, esta invitación no fue acogida, no murió por él.
Conociendo que, en realidad, Cristo es verdadero y perfecto Dios, Hombre-Dios, nadie tendría la desfachatez y el atrevimiento de decirle a Cristo: si realmente me amas, prueba tu amor, sufriendo por mí un gran suplicio, que termine en la muerte de cruz: suda sangre, déjate pegar e insultar a más no poder, déjate crucificar…; ¡muere, muere, muere, por mí!, ¡quiero que mueras por mí!, y, todo ello, por amor a mí. Los labios no parirían tamaña petición. La voz, sería: ¡la tierra enmudecida! El silencio sería sepulcral, total, absoluto.
La razón de esto es clara: todos tendríamos por excesivo, por locura, por algo que es demasiado, llegar siquiera a sugerir una cosa de este género. Exigir tanto habría sido pasarse, pasarse un montón, pasarse cuatro pueblos. Nos daría vergüenza pedirlo. Sólo de pensar tamaña cosa, ¡nuestras piernas temblarían!, nos daría el tembleque, nuestra cara se iría enrojeciendo, hasta quedar roja a más no poder, roja como un tomate ¡Qué vergüenza! Si imagináramos la escena de estar haciendo esta petición, ¡se nos caería la cara de vergüenza! Antes nos dejaríamos matar, y cortar a pedazos, que exigir cosa tan estratosférica, precio tan desmesuradamente alto.
Pero, aquello que no habríamos siquiera osado pedir, es lo que ha ocurrido en verdad. Es decir, la realidad es que Cristo ha sufrido lo indecible en su Sagrada Pasión, llegando hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! Y, todo esto, pudiendo evitarlo, lo ha elegido, lo ha querido vivir, lo ha vivido plenamente, y, ello, únicamente, por amor. Sin ni siquiera mover el dedo meñique, habría podido evitar su sufrimiento y muerte. Pero, libérrimamente, con plena voluntariedad, porque le daba la real gana, ha padecido todo esto y lo ha padecido por amor. Se ha abrazado amorosamente al sufrimiento y a la muerte, porque así nos abrazaba a nosotros.
Ha obrado así por amor a cada uno de nosotros. Habría hecho exactamente lo mismo si en el universo sólo hubiera existido una sola persona humana. No ha muerto por un conjunto de personas, por una colectividad, por una clase, ha muerto por cada uno en particular, como si sólo existiese esa persona humana, como si no hubiese nadie más en el Cosmos. Ha muerto por ti ¡Me amó, y se entregó por mí!
Así pues, nos ha querido mucho más de lo que siquiera hubiéramos podido desear, imaginar, pensar, pedir ¡Cuánto cariño! ¡Cuánto amor! ¡Nos ha amado tanto cuánto podía amar su corazón humano! ¡Nos ha querido más que nadie! ¡Nadie te ama tanto como Jesús! ¡Nos ha amado con un amor infinito!
Si reflexionamos sobre lo realmente acaecido, nos percatamos de que, por un lado, realmente Cristo ha sufrido tanto y ha muerto en la cruz por nosotros, y, por otro, no nos puede caber en la cabeza que haya ocurrido esto, aunque bien sabemos que realmente ha ocurrido. ¡Ha muerto el Señor Jesús! ¡Ha ocurrido lo impensable, lo inimaginable!
El hecho es que ha muerto el Hombre-Dios, Jesús. Por comunicación de idiomas, expresamos esto mismo, diciendo: ¡ha muerto Dios! Por esta expresión entendemos que ha muerto en cuanto a su naturaleza humana, no en cuanto a su naturaleza divina, pues Dios es inmortal; pero, ha muerto Aquel que es Dios, él mismo. Él que ha muerto es Dios. ¡Ha muerto por el hombre aquel que es de majestad infinita, Dios!
¡Ha muerto Dios! ¿Qué grito hay más grande que éste? ¡Ha muerto Dios y no se ha desintegrado el mundo! ¡Ha muerto Dios, se rompen las piedras, y algunos corazones humanos, como si nada, siguen más duros que las piedras! ¡Ha muerto Dios!
Entre Cristo y nosotros hay una diferencia de dignidad mucho más grande que entre nosotros y una hormiga. Pues, aquella diferencia, o distancia, es infinita, mientras que ésta es finita. No entenderíamos que un hombre diera su vida por una hormiga, o por una rata repugnante y rabiosa. Pues, Dios ha hecho mucho más, ha muerto por nosotros, que le somos tan inferiores, pero que sí que somos imagen de Dios.
Misteriosa realidad, superior a la razón, y no contraria a la razón, sapientísimo designio amoroso de Dios, que es algo que no nos cabe en la cabeza, pero que nos da el consuelo de sabernos tan amados. ¡Dios sabe más!
Así pues, todo hombre ha costado la sangre del Señor Jesús. Todo hombre, bueno o malo, asesino o santo, degenerado o no, lleno de odio o de amor, el mejor y el peor, ha costado la sangre de Cristo. Expresando esto mismo en el lenguaje de la comunicación de idiomas: ¡es tanto tu valor que has llegado a costar la sangre de Dios! ¡Tú vales la sangre de Dios!
Te señalo con el dedo, como la flecha va señalando y dirigiéndose a la diana, como si no existiera nadie más en el mundo. Un dedo que apunta hacia ti de manera clarísima, y te digo: ¡Tú, tú, tú, has costado la sangre de Dios! ¡Tú, tú, tú, vales tanto! ¡Tanto vales!
Así pues, no hay ninguna doctrina, se presente ésta, ya como religión ya como sistema de pensamiento humano, qué, dé tanta importancia al ser humano, a todo ser humano, como el cristianismo. Es, pues, la religión cristiana el más grande humanismo. Todos los otros sistemas de pensamiento, son, en comparación con esta religión, en el mejor de los casos, como juegos de niños. Ninguna otra creencia llega a tan gran altura.
Se entiende, pues, que cuando las sociedades se descristianizan, se pierde en humanismo, el hombre pasa a ser menos valorado, queda empobrecida la visión de la sociedad…
¡Bendito sea Nuestro Señor Jesucristo que nos ha mostrado que nos ama más de lo que pudiéramos llegar a desear e imaginar! ¡Alabado sea por habernos mostrado la grandeza maravillosa del ser humano, de todo ser humano, desde el momento de la concepción hasta el momento de la muerte, sea como sea su vida! ¡Qué gran humanismo!
Ángel J. Gómez Montoro
Catedrático de Derecho Constitucional
«No es difícil entender que al poder le entusiasmen poco los límites; y también es comprensible que a los partidos políticos les guste aún menos perder las elecciones y pasar a la oposición. Pero no respetar los límites constitucionales y poner la permanencia en el poder cómo único objetivo, a cualquier precio, es minar las bases de la democracia, al menos de la democracia del Estado constitucional: el que garantiza los derechos fundamentales o el poder sometido al derecho»
Los ingleses suelen decir que la hacienda y la policía deben quedar fuera del juego partidista de los gobiernos precisamente para tener garantías cuando se deja de gobernar. Más allá del pragmatismo británico, lo que hay detrás de esa afirmación es la certeza de que la democracia presupone la alternancia en el poder y la necesidad de instituciones que queden al margen del juego político. Pero todavía hay un argumento más relevante y es que la democracia -la auténtica, la que no lleva adjetivos- implica tanto el gobierno de la mayoría como la limitación del poder, también el de esa misma mayoría. Supone un sistema de frenos y contrapesos (los famosos 'checks and balances' del constitucionalismo norteamericano) que ponga remedio a la tentación de todo poder que, como ya señaló Montesquieu, no es otra que la de expandirse sin límites.
De aquí la importancia de la división de poderes -muy especialmente entre poder político y poder judicial-, pero de una división previa y aún más relevante entre poder constituyente y poder constituido: ningún poder constituido, tampoco el Parlamento, está por encima de la Constitución, que es precisamente el instrumento que garantiza que el poder sea limitado. Y de aquí la posición especial y trascendente del Tribunal Constitucional.
No es difícil entender que, por contraste, al poder le entusiasmen poco los límites; y también es comprensible que a los partidos políticos les guste aún menos perder las elecciones y pasar a la oposición. Pero no respetar los límites constitucionales y poner la permanencia en el poder cómo único objetivo, a cualquier precio, es minar las bases de la democracia, al menos de la democracia del Estado constitucional: el que garantiza los derechos fundamentales, la protección de las minorías o el poder sometido al derecho. Por eso, no es demócrata quien no respeta los límites del propio poder, quien contrapone mayorías y Estado de derecho, quien pretende acallar la opinión pública y controlar las instituciones llamadas a hacer de contrapeso. Por eso, tienen poco de democracia las llamadas democracias populares que, en realidad, no implican tampoco que gobierne el pueblo o un Parlamento fuerte que lo represente sino que, como se demuestra una vez y otra, este termina siendo la marioneta de un ejecutivo que, a la vez, está en manos de un presidente de tendencias caudillistas. Y, por desgracia, en estos tiempos del resurgir de los populismos, no parece necesario traer a colación ejemplos.
Las afirmaciones anteriores son de sobra conocidas y recordarlas sería superfluo si no fuera porque vivimos tiempos en los que se cuestionan, al menos con prácticas que están deteriorando nuestras instituciones hasta límites que parecían impensables no hace mucho tiempo. Lo vivido en diciembre ha evidenciado hasta qué punto no podemos considerarnos inmunes ante riesgos que nos parecían propios de países con democracias escasamente consolidadas. Desde luego, si hemos llegado a esto no ha sido de forma casual sino como consecuencia de un deterioro progresivo: el reparto de cuotas en la designación de los miembros de los órganos constitucionales, el retraso sistemático en su renovación, el abuso del decreto-ley, pero también el entendimiento de las mayorías parlamentarias como bloques monolíticos en los que nadie puede discrepar (lealtad al partido por encima de lo que se considere que es bueno para los ciudadanos), la descalificación de los tribunales -incluido o más bien empezando por el Tribunal Constitucional- ante resoluciones contrarias a los propios intereses, etcétera, han sido un caldo de cultivo sin el cual no estaríamos en una coyuntura tan preocupante.
Y es ciertamente preocupante porque, aunque el consenso en el Consejo para elegir magistrados del Tribunal Constitucional ha permitido superar la grave crisis de diciembre, nunca se había llegado tan lejos en el deterioro institucional: las reformas de leyes orgánicas reguladoras de órganos constitucionales llevadas a cabo no ya sin el consenso entre los partidos mayoritarios, sino de manera absolutamente partidista e improvisada (el espectáculo con las reformas de las competencias del Consejo General del Poder Judicial no puede calificarse sino de lamentable), el abuso de la proposición de ley para evitar posibles opiniones negativas de los órganos que, por razones técnicas, están llamados a informar (ni siquiera se acepta la discrepancia no vinculante), el intento de afectar al estatus del Tribunal Constitucional mediante una enmienda aprobada monolíticamente contra el parecer de los servicios jurídicos de la Cámara (y de cualquier jurista mínimamente conocedor de la jurisprudencia constitucional) o la tesitura en que se ha puesto al Tribunal Constitucional son hechos graves que evidencian un deterioro de nuestra democracia.
¿Tiene esto arreglo? Me temo que no hay muchos motivos para el optimismo. Pero si de verdad nuestros actores políticos tienen voluntad de arreglarlo, bastaría con empezar a hacer las cosas bien con el Consejo General del Poder Judicial: señores portavoces de los Grupos Parlamentarios, negocien y propongan candidatos para la renovación del Consejo; en vez de repartirse cuotas y elegir candidatos afines, busquen perfiles sobre los que pueda haber acuerdo, respetando así la voluntad del constituyente; señora presidenta del Congreso y señor presidente del Senado, cumplan con su obligación y convoquen la sesión para elegir a los miembros del Consejo; futuros candidatos, no acepten que les impongan el nombre del presidente o la presidenta que ustedes tienen el derecho -y la obligación- de elegir.
Y podríamos seguir con el Tribunal Constitucional, que debe conseguir cuanto antes que la última crisis quede en un episodio aislado, que no mine una institución que es pieza clave del sistema. Señores magistrados, no se dejen encasillar en bloques y no acepten otros argumentos que los que se derivan de la propia Constitución y el resto del bloque de la constitucionalidad.
Es muy posible que las cosas no sucedan como acabo de señalar y que sigamos en una deriva que viene a poner en riesgo lo que entre todos hemos construido en estas casi cinco décadas de régimen democrático. Pero, quienes así lo hacen y quienes lo apoyen, deben al menos ser conscientes de la gravedad de sus actos; y quienes lo observamos, tenemos la obligación de hacer lo posible para frenar el deterioro institucional.
23/01/2023
Publicado en
The Conversation
Carmen García-Rosales
Catedrática de Tecnun-Escuela de Ingeniería e investigadora de CEIT, Universidad de Navarra
La fusión nuclear se presenta como una fuente de energía extraordinariamente atractiva. Se trata de una energía limpia que dispone de recursos casi ilimitados y no genera residuos altamente radioactivos.
El pasado diciembre el Departamento de Energía de los EEUU anunció en una rueda de prensa que el equipo del National Ignition Facility (NIF) del Lawrence Livermore National Laboratory había obtenido más energía por fusión nuclear que la empleada para activarla. Se trata de un importante hito científico conseguido mediante la vía conocida como fusión por confinamiento inercial.
La fusión nuclear se presenta como una fuente de energía extraordinariamente atractiva. Se trata de una energía limpia (no produce CO₂) que dispone de recursos prácticamente ilimitados y no genera residuos altamente radioactivos durante miles de años como en el caso de la fisión del uranio. La fusión nuclear se puede considerar, por tanto, como la energía del futuro, al ser capaz de generar energía de alta potencia con la que poder sustituir a las actuales centrales térmicas basadas en combustibles fósiles.
La energía de las estrellas en la Tierra
La fusión nuclear es la energía de las estrellas, muy cercana por tanto a nuestra vida en el planeta Tierra, que depende de una de ellas: el Sol. El sueño es hacer realidad en la Tierra la energía de las estrellas. El proceso, sin embargo, no puede ser el mismo, pues en el interior de una estrella la fusión se produce de una manera extremadamente lenta.
Para hacer realidad la fusión nuclear en nuestro planeta hay que partir de isótopos del hidrógeno como el deuterio (compuesto de un protón y un neutrón) y el tritio (un protón y dos neutrones) que, al fusionar, dan lugar a un núcleo de helio y un neutrón, ambos a altísimas energías.
Volviendo al experimento del NIF, en este caso la fusión de deuterio y tritio se produjo al aplicar un pulso de energía producida por 192 láseres concentrados sobre una diminuta cápsula que contiene el combustible refrigerado.
En concreto, se aportó una energía de 2,05 megajulios mediante láseres, lo que dió lugar a la compresión de la cápsula haciendo posible la fusión del deuterio y el tritio en su interior y produciendo una energía de 3,15 megajulios, es decir, una ganancia de energía de un 154%. Por primera vez en la historia, se obtuvo la ignición (más energía de fusión que la que se aporta) mediante el confinamiento inercial.
Limitaciones de la fusión inercial
Sin embargo, a pesar del innegable hito conseguido, la noticia ha de ser tomada con cautela por varias razones. Por un lado, para producir un pulso láser como el empleado para obtener la ignición se requieren del orden de 300 megajulios de energía de la red, pues la eficiencia de los láseres utilizados es muy baja, menor del 1%.
Por otro lado, en la fusión por confinamiento inercial no está claro cómo se aprovecha la energía de los neutrones para producir energía eléctrica. De hecho, la ignición ha tardado tanto en llegar porque esa no es la única tarea del NIF, que también apoya el programa de armamento nuclear de EEUU.
Además, la fusión inercial es una tecnología pulsada. Sería preciso conseguir unos 10 pulsos de láser por segundo en lugar de un pulso al día, para lo cual se requieren millones de cápsulas al día, lo que supone un enorme reto tecnológico.
Fusión por confinamiento magnético
Otra vía para obtener energía de la fusión nuclear es el confinamiento magnético. En este concepto, un gas de deuterio y tritio se calienta en un recipiente toroidal hasta temperaturas del orden de 150 millones de grados para conseguir que las partículas del gas tengan suficiente energía como para superar la repulsión debida a las cargas positivas de los núcleos.
A semejantes temperaturas, los electrones se separan de los núcleos, de manera que ya no se tiene un gas compuesto por átomos neutros, sino un gas de partículas cargadas, también llamado plasma. Un plasma puede ser confinado por campos magnéticos, evitando así el contacto de las partículas altamente energéticas con la pared del recipiente.
Al producirse la reacción de fusión del deuterio y tritio, se genera helio, que es confinado por el campo magnético y permanece por tanto en el plasma aportándole su energía. Así, la temperatura del plasma se automantiene con la reacción de fusión.
Los neutrones, en cambio, no son confinados por el campo magnético y transfieren su energía a un refrigerante situado inmediatamente después de la pared expuesta al plasma. El refrigerante a su vez la transfiere a un intercambiador de vapor, este a una turbina y esta a un generador, de manera que se produce energía eléctrica.
Grandes proyectos de fusión nuclear
El paso más inmediato en la fusión por confinamiento magnético es el reactor ITER (de International Thermonuclear Experimental Reactor), uno de los proyectos tecnológicos más grandes a nivel mundial, en el que están involucrados la Unión Europea, EEUU, Rusia, Japón, China, India y Corea.
ITER, situado en el sur de Francia y cuya construcción se concluirá a finales de 2025, será el mayor dispositivo por confinamiento magnético del mundo. La operación con un plasma de deuterio-tritio comenzará en 2035, esperándose ganancias de energía del 1.000% con una potencia de fusión de 500 megavatios, que, sin embargo, no aportará energía a la red, pero preparará el camino a futuros reactores que sí lo harán.
En Europa, el siguiente paso será DEMO, un reactor de demostración de fusión en el que se prevén ganancias de energía del 2.500% con una potencia de fusión de 2.000 megavatios, de los que 300-500 megavatios se aportarán a la red. Se prevé que la construcción de DEMO comience hacia 2040, de manera que su operación se situará en la década de 2050.
Los mayores desafíos a los que se enfrenta DEMO son el desarrollo de los materiales expuestos al plasma de fusión, que tienen que soportar altas cargas térmicas bajo un flujo de neutrones, así como la obtención de tritio dentro del reactor. En cualquier caso, ITER será un paso definitivo en el camino hacia la producción de energía mediante fusión nuclear.
Estos días hemos vivido un caso claro de politización y manipulación de la universidad. Pienso que politizar la universidad convirtiéndola en terminal de algunos partidos políticos supone alterar la naturaleza de una institución que es plural, en la que prima la búsqueda cooperativa de la verdad y la libertad a la hora de hacer ciencia. La universidad debe ser un espacio de diálogo y de reflexión destinado a la formación de los estudiantes, no debe convertirse en un laboratorio ideológico al servicio de intereses partidistas. Es urgente preservar la libertad de cátedra y de pensamiento, tanto de profesores como de estudiantes. La pretensión del nacionalismo de ocupar todos los espacios públicos de la sociedad y de uniformar el pensamiento de las nuevas generaciones no es más que la instrumentalización de una institución centenaria que debe regirse con la ejemplaridad debida a quienes tienen la responsabilidad de preparar a las futuras generaciones.
Jesús Domingo Martínez
Critica la reforma de sedición y malversación
El auto del juez Llarena en el que modifica los delitos imputados a Puigdemont ha avivado el debate sobre la eliminación de la sedición. Llarena señala que con la reforma del Código Penal no se consigue mayor proporcionalidad sino “un contexto cercano a la despenalización”. Es decir, un alzamiento por la fuerza, o fuera de las vías legales, con la finalidad de entorpecer gravemente el ejercicio de la autoridad pública, queda sin castigo. Hay que recordar que el delito de sedición históricamente se concibió como una rebelión “en pequeño” o “de segundo grado”.
El juez desmonta los argumentos del Gobierno: la sedición era homologable a los delitos tipificados en los países de nuestro entorno. Para dejar claro que la sustitución de la sedición por desorden público agravado no tiene sentido, el magistrado imputa ahora a Puigdemont una desobediencia sin pena de cárcel. Una reforma como la que se ha hecho, sin un endurecimiento de los delitos de desobediencia y sin una nueva modalidad del delito de rebelión no violenta, deja desprotegida la Constitución.
José Morales Martín
Tres fueron las últimas palabras dichas en italiano en su lecho de muerte, “Jesús, te amo”, ellas fueron el sonido de fondo constante en una intensa semana de emocionadas despedidas a Benedicto XVI, durante la primera semana del año. Las sobrias palabras de Francisco en el funeral, fueron exactamente las que hubiera deseado Joseph Ratzinger, resonaron claras y cristalinas para la multitud de fieles que tanto tenían que agradecerle a un Pontífice que puso todo su empeño en enseñar a “descubrir la alegría de creer”. Más allá de la amistad que en estos años han mantenido Francisco y Benedicto, el Papa ha subrayado un tipo de lazo mucho más fuerte. Citando a su predecesor, el obispo de Roma afirmaba que “el que cree, nunca está solo”. “En estos días –añadía– experimentamos cuán universal es esta comunidad de fe, que no acaba ni siquiera con la muerte”. Tiempo habrá para glosar la colosal figura de Joseph Ratzinger, pero Francisco ha dejado ya algunas claves sobre su legado.
JD Mez Madrid
Colleen Carroll Campbell: “La libertad engendra libertad
Colleen Carroll Campbell es una importante periodista y escritora estadounidense que combina su labor profesional con el cuidado de la familia. En esta entrevista habla sobre Dios y su presencia en la vida.
Paloma López Campos·24 de enero de 2023·Tiempo de lectura: 5 minutos
Colleen Carroll Campbell, escritora y periodista estadounidense
A inicios de los 2000, Colleen Carroll Campbell era una joven periodista estadounidense que se trasladó a Washington para incorporarse al equipo del presidente George W. Bush, siendo la única mujer en el grupo de redactores de los discursos del que se conoce como el hombre más poderoso del mundo.
Siguiendo sus intuiciones y confiando en la Providencia divina, Colleen dejó su trabajo en la Casa Blanca para volver a su ciudad natal, contraer matrimonio con su entonces novio y, a la par, acompañar a su padre durante una dura lucha contra el alzheimer. En su libro “Mis hermanas las santas”, recoge esos años en los que la propia Colleen vivía una singular batalla personal. Además de esta obra, ha publicado también, en inglés, “The Heart of Perfection” (2019) y “The New Faithful” (2002).
En la actualidad, Colleen, ejerce como asesora de comunicación y homeschooling y dedica gran parte de su vida a escribir. En esta entrevista concedida a Omnes habla sobre su relación con Dios, la tentación de caer en el perfeccionismo y su vida como mujer de Iglesia.
Has trabajado en ambientes diferentes, desde periódicos hasta la Casa Blanca. Son lugares en los que, habitualmente, es difícil vivir según la fe y los mandamientos del Señor. ¿Qué consejos das a las personas que quieren vivir acordes a la fe en esas situaciones?
–Mantente fiel a la oración diaria y los sacramentos, incluyendo la Misa entre semana cuando sea posible y la confesión regular; cultiva lo oculto y la humildad mediante una aproximación sobrenatural a tu trabajo y a la confianza en los designios de Dios antes que en tus estrategias profesionales; invoca con frecuencia al Espíritu Santo durante la jornada laboral; pasa tus horas de descanso con personas que comparten tu fe y te pueden ayudar a mantenerte con los pies en la tierra. Y como dirían los padres del desierto, “recuerda tu muerte”.
Estás en esta posición influyente por un espacio de tiempo muy corto; la eternidad es para siempre. Muévete en tu carrera profesional sin perder de vista tu destino de eternidad y lo que desearás haber hecho en tu lecho de muerte.
Eres esposa y madre. ¿Han cambiado estas experiencias tu relación con Dios y el modo en el que le miras?
–He sido bendecida con un esposo maravilloso y nuestro matrimonio ha sido un gran regalo -un modelo precioso de la intimidad que Jesús quiere tener con cada uno de nosotros. No puedo imaginarme caminando en esta vida y en la fe sin mi esposo John.
La maternidad ha sido particularmente instructiva. He descubierto de una manera completamente nueva lo mucho que me ama Dios, la misericordia con la que mira mis debilidades y mis fracasos, lo dispuesto que está a darme un millón de segundas oportunidades. He visto también que lo que yo muchas veces considero un desastre es en realidad la providencia amorosa de Dios en acción – mi padre celestial me permite sufrir un poco para que, al final, sea más fuerte y libre. El versículo de Romanos 8, 28 siempre ha sido uno de mis favoritos, pero creo que ahora que soy madre lo entiendo mejor.
En tu nuevo libro hablas sobre el perfeccionismo ¿Qué es el perfeccionismo espiritual? ¿Cómo nos afecta en la vida cotidiana?
–El perfeccionismo espiritual es la creencia tóxica de que podemos, y debemos, ganarnos el amor de Dios. Es, normalmente, una actitud inconsciente de vergüenza y aversión hacia nuestros defectos, con la incorrecta percepción de que Dios también está escandalizado y de que le repelen nuestras miserias, y de que debemos esconderle nuestras debilidades para no ser rechazados, abandonados o que para que no nos deje de amar. Esto abre una brecha entre nosotros y Dios, y tiene el potencial de infectar todos los ámbitos de nuestra vida.
Podemos ver los trazos de este perfeccionismo espiritual manifestándose en cualquier cosa, desde el desaliento por defectos en los que nos obcecamos, la culpa devastadora por errores pasados, pequeños pecados, hasta la actitud compulsiva por comparar nuestras vidas con las de otros, o incluso la tendencia hacia el compromiso excesivo que nos lleva a desgastarnos haciendo cosas buenas. El perfeccionismo espiritual nos puede hacer hipersensibles a la crítica. Nos puede hacer demasiado críticos hacia los demás. O simplemente puede provocar que nos cerremos espiritualmente, por la frustración de que somos demasiado imperfectos como para vivir esta fe en la que los ideales siempre parecen fuera de nuestro alcance.
Es una tentación espiritual muy sutil -la gran mayoría no queremos admitir que albergamos una visión tan sombría de Dios y su misericordia – lo cual es, precisamente, lo que la hace tan dominante y peligrosa. Escribí “The Heart of Perfection” para exponer esto, porque creo que es uno de los obstáculos clave en el crecimiento hacia la santidad para los cristianos comprometidos de hoy en día.
¿Qué hay en la cultura contemporánea que cultiva de manera excesiva el culto del esfuerzo, el perfeccionismo y la adicción al trabajo?
–Podría señalar miles de factores, pero tal vez el más obviado en las discusiones seglares sobre el perfeccionismo sea nuestra pérdida del sentido de la presencia de Dios y su acción en el mundo de hoy. Nuestra cultura secular ha destronado a Dios y nos ha dicho que podemos ser nuestros propios dioses, pero algo dentro de nosotros sabe que esa no es nuestra tarea.
Nuestra idolatría -el culto moderno al éxito y a uno mismo- lleva inevitablemente a la ansiedad y a la lucha constante. Corremos intentando encontrar el sentido y la seguridad en los logros, el estatus, el dinero, o incluso en el físico perfecto o los hijos perfectos. Tratamos de escapar de la verdadera condición humana, queremos creer a todos los gurús modernos que nos dicen que somos autosuficientes.
El Evangelio -la Buena Noticia de Jesús y su Iglesia- dice que no nos bastamos a nosotros mismos, y que eso está bien. Jesús vino a salvarnos porque no podemos hacerlo por nuestra cuenta.
¿Cómo podemos enseñar a nuestros amigos e hijos a tener una perspectiva distinta?
–El mejor modo de ayudar a los demás es empezando por nosotros mismos. Escucho con frecuencia a lectores que dicen que han comprado “The Heart of Perfection” para un amigo o familiar, pero luego lo empezaban a leer y se daban cuenta de que ellos mismos eran quienes necesitaban ese mensaje.
Es muy fácil ver el perfeccionismo en otra persona, pero es más difícil detectarlo en nosotros mismos. Podemos ayudar a otros buscando la libertad y la sanación de este perfeccionismo espiritual para nosotros mismos -a través de la oración, los sacramentos, la Sagrada Escritura y la lectura espiritual, encontrando compañía y guías espirituales en otros que también estén en este camino hacia la libertad, y aprendiendo las lecciones de los santos perfeccionistas que cambiaron, muchos de los cuales están retratados en mi libro “The Heart of Perfection”- y después, vivir con esta nueva libertad en nuestros hogares, en nuestro trabajo, en las parroquias y comunidades. La libertad engendra libertad. Una vez rotas las cadenas del perfeccionismo espiritual, nuestro ejemplo permite a otros hacer lo mismo.
¿Sigues manteniendo una estrecha relación con tus hermanas las santas?
–Sí, siempre estoy conociendo santos nuevos -desde que me mudé a California, san Junípero Serra se ha convertido en uno de mis favoritos- y mis fieles viejos amigos, como santa Teresa de Lisieux o Teresa de Ávila, no me han abandonado. ¡Qué encuentro más glorioso tendremos algún día en el Cielo, si Dios quiere, cuando podamos conocer a estas grandes almas y santos amigos cara a cara!
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