Las Noticias de hoy 30 Diciembre 2022

Enviado por adminideas el Vie, 30/12/2022 - 12:30

26 de diciembre, Jornada de la Sagrada Familia: "anunciar el Evangelio de  la familia hoy" - Conferencia Episcopal Española

Ideas Claras

DE INTERES PARA HOY    viernes, 30 de diciembre de 2022    

Indice:

ROME REPORTS

El Papa pide rezar por Benedicto XVI, que “está muy enfermo»

El Papa invita a la vida espiritual con una carta dedicada a san Francisco de Sales

Después de la Audiencia, Francisco se dirigió al Mater Ecclesiae a visitar a Benedicto XVI

NO TENGÁIS MIEDO: Francisco Fernandez Carbajal

Evangelio de la Sagrada Familia: Jesús, María y José (Ciclo A)

Oración por las familias de las personas del Opus Dei

“La labor de los padres es importantísima” : San Josemaria

Muy humanos, muy divinos (XV): Sencillez, para ver claro el camino

“Todavía hay mucho por hacer en los cuidados paliativos» : Ricardo Martino

Evangelizando a la generación Z desde un canal de Youtube : CARF

NACIMIENTO : Mario Ealde                                                                                                                                                    

Puerta de Luz : Irene Mercedes Aguirre

¿Sabes qué es el “Te Deum”? – ¿Por qué se reza al finalizar el año?

Prayer for Peace in Ukraine and Europe during Christmas time

PARA VER ESTA NAVIDAD. DISCERNIR LOS DOS AMORES : José Martínez Colín

Año nuevo, vida nueva. Y siempre es mejor en familia : Silvia del Valle Márquez

¿Qué es el arrepentimiento? : R.C. Sproul

La nueva ley del aborto : Jesús D Mez Madrid

No  es fácil pero tampoco imposible : Jesús Domingo Martínez

La Luz del Misterio : José Morales Martín

No puede hallar la razón el hilo : Pedro García

La familia: generadora de capitales intangibles

 

ROME REPORTS

 

El Papa pide rezar por Benedicto XVI, que “está muy enfermo»

 

El Santo Padre Francisco ha pedido esta mañana, al final de la audiencia de los miércoles, una oración especial para Benedicto XVI, “que en silencio está sosteniendo la Iglesia”” y “está muy enfermo”. La Santa Sede añade que se ha producido “un agravamiento” de su estado de salud.

 

Francisco Otamendi·28 de diciembre de 2022·Tiempo de lectura: 2 minutos

El Papa Benedicto XVI con el ganador del premio Ratzinger, Weiler

El Papa emérito Benedicto XVI con Joseph Weiler y el P. Michel Fédou, premios Ratzinger 2022, el 1 de diciembre.

El Papa Francisco ha hecho mención hoy de su predecesor Benedicto XVI, avisando de que está muy enfermo y pidiendo oraciones por él. Ha dado la noticia al final de la audiencia general de hoy.

“Pedimos al Señor que lo consuele y lo sostenga en este testimonio de amor a la Iglesia, hasta el final”, ha añadido el Papa Francisco al final de la tradicional audiencia de los miércoles, que hoy ha estado dedicada a san Francisco de Sales, al cumplirse cuatro siglos de su muerte.

A los pocos minutos, el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, declaró lo siguiente: “Respecto al estado de salud del Papa emérito, por quien el Papa Francisco pidió oraciones al final de la audiencia general de esta mañana, puedo confirmar que en las últimas horas se ha producido un agravamiento debido al avance de la edad. De momento, la situación sigue bajo control, vigilada constantemente por los médicos”.

La Oficina de Prensa de la Santa Sede informa asimismo que “al término de la audiencia general, el Papa Francisco se dirigió al monasterio Mater Ecclesiae para visitar a Benedicto XVI. Nos unimos a él en la oración por el Papa emérito”.

Por otra parte, según la agencia oficial vaticana, las palabras textuales del Papa Francisco fueron: “Quisiera pedirles a todos una oración especial, por el Papa emérito Benedicto, que en silencio está sosteniendo a la Iglesia. Recordarlo –está muy enfermo– pidiendo al Señor que lo consuele, y lo sostenga en este testimonio de amor a la Iglesia, hasta el final”.

La salud de Benedicto XVI está siendo estable en los últimos tiempos, pero su estado es muy frágil, y las palabras del Papa han suscitado mayor preocupación. El secretario personal de Benedicto XVI, el arzobispo Georg Gänswein, ha manifestado este año en diversas ocasiones que “está frágil, pero está bien”.

En estos años, el Papa emérito está siendo asistido, según la misma agencia, por las consagradas de la Asociación Memores Domini y por Monseñor Georg Gänswein, que a lo largo de los años siempre ha hablado de una vida dedicada a la oración, la música, el estudio y la lectura.

Benedicto XVI nació el 16 de abril de 1927, fue elegido Papa el 19 de abril de 2005 en el cónclave que tuvo lugar tras el fallecimiento de san Juan Pablo II, renunció el 28 de febrero de 2013, y cumplió 95 años el Sábado Santo. Desde su renuncia reside en el monasterio Mater Ecclesiae en el interior del Vaticano.

En numerosas ocasiones, añade Vatican News, el Papa Francisco ha hablado del vínculo con su predecesor, al que llamó “padre” y “hermano” en el Ángelus del 29 de junio de 2021, con ocasión del 70 aniversario de ordenación sacerdotal de Ratzinger. Asimismo, desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco inició la “tradición” de encontrarse con el Papa emérito, empezando por la primera visita histórica del Papa recién elegido, que llegó en helicóptero a la residencia de Castel Gandolfo, donde su predecesor permaneció unas semanas antes de trasladarse al monasterio Mater Ecclasiae.

En vísperas de las vacaciones de Navidad o Pascua, o con ocasión de consistorios con los nuevos cardenales, el Papa Francisco nunca ha querido perderse un gesto de cercanía y cortesía y acudir al monasterio vaticano para saludarle y expresarle sus mejores deseos.

 

El Papa invita a la vida espiritual con una carta dedicada a san Francisco de Sales

El Papa Francisco reflexiona sobre el magisterio de san Francisco de Sales en una carta apostólica publicada con motivo del cuarto centenario de la muerte del santo.

Giovanni Tridente·28 de diciembre de 2022·Tiempo de lectura: 5 minutos

El Papa frente al Belén

El Papa en la audiencia, en la que ha anunciado la publicación de "Totum Amoris est" (CNS Photo/ Vatican Media)

En el IV centenario de la muerte del obispo y doctor de la Iglesia que vivió en Francia a finales del siglo XVII, el Papa Francisco dedicó una reflexión a su magisterio, para extraer de él enseñanzas para nuestro tiempo.

La experiencia de Dios del hombre está totalmente anclada en su corazón; sólo contemplando y viviendo la Encarnación se puede leer la historia y habitarla con confianza; preguntarse en cada momento y circunstancia de la vida dónde se encuentra «más amor»; cultivar una vida espiritual y eclesial sana; aprender a distinguir la verdadera devoción mediante el discernimiento; concebir la propia existencia como un camino realista de santidad en las ocupaciones cotidianas…

Estas son las innumerables intuiciones que el Papa Francisco ha extraído de la vida y el ejemplo de San Francisco de Sales y ha entregado a la Iglesia hoy a través de la Carta Apostólica Totum amoris est. Un texto basado en gran parte en el Tratado sobre el amor de Dios del santo obispo de Ginebra, que vivió entre 1567 y 1622, publicado el día del cuarto centenario de su muerte.

Se trata, en cierto modo, de presentar también a los cristianos de nuestro tiempo el legado de este pastor que proclamó el Evangelio desde su juventud «abriendo horizontes nuevos e impredecibles en un mundo en rápida transición».

El mismo «cambio» que experimenta hoy la Iglesia, llamada -escribe Francisco- a no ser autorreferencial, «libre de toda mundanidad», pero al mismo tiempo capaz «de compartir la vida de la gente, de caminar juntos, de escuchar y de acoger», como ya había dicho el año pasado a los obispos y sacerdotes con los que se reunió durante su viaje a Bratislava.

De origen noble, Francisco de Sales eligió el camino del sacerdocio tras completar sus estudios jurídicos en París y Padua. Debido a su talento, fue enviado como misionero a la región calvinista de Chablais; posteriormente fue nombrado coadjutor del obispo de Ginebra, a quien sucedió de 1602 a 1622. Su apostolado se desarrolló principalmente en contacto con el mundo de la Reforma, utilizando un método no opresivo de «diálogo» que generaba en el interlocutor el deseo de que Dios fuera acogido con libertad.

No es casualidad que en sus textos más conocidos, Tratado y Filotea, deje claro que la relación con Dios es siempre «una experiencia de gratuidad que manifiesta la profundidad del amor del Padre», reflexiona el Papa Francisco en la Carta.

Totum amoris se inspira inicialmente en la experiencia biográfica del Santo Doctor de la Iglesia, que entre otras cosas es también el patrono de la obra de San Juan Bosco -no por casualidad conocido como «salesiano»-, que tomó de él los principios del optimismo, la caridad y el humanismo cristiano.

La síntesis de su pensamiento

El Papa Francisco comienza dejando inmediatamente clara cuál es la síntesis del pensamiento de san Francisco de Sales, a saber, que «la experiencia de Dios es una evidencia del corazón humano», que se sirve del asombro y de la gratitud para reconocer a Aquel que lleva a la profundidad y a la plenitud del amor en todas las circunstancias de la existencia.

Una actitud de fe que conduce «una verdad que se presenta a la conciencia como una ‘dulce emoción’, capaz de suscitar un correspondiente e irrenunciable bien-querer por cada realidad creada».

El criterio del amor

El criterio último sigue siendo el del amor, que es la culminación de un deseo profundo que debe ponerse a prueba mediante el discernimiento, pero también mediante «una escucha atenta de la experiencia» que se madura evidentemente a través de una relación desinteresada con los demás. En resumen, no hay doctrina separada de la iluminación del Espíritu y sin una verdadera acción pastoral.

Los rasgos esenciales de la teología

Aunque en sus intenciones nunca estuvo la pretensión de elaborar un verdadero y articulado sistema teológico, el Papa Francisco reconoce en el santo y místico francés algunos rasgos esenciales del hacer teología, que se sirven de «dos dimensiones constitutivas»: la vida espiritual – «es en la oración humilde y perseverante, en la apertura al Espíritu Santo, que se puede tratar de comprender y de expresar al Verbo de Dios»- y la vida eclesial -el «sentirse en la Iglesia y con la Iglesia»-.

Síntesis de Evangelio y cultura

Inevitablemente, también se apoyó en el ejemplo de su acción pastoral, que maduró en unas circunstancias de cambio de época que planteaban grandes problemas y nuevas formas de verlos, de las que también se desprendía una sorprendente exigencia de espiritualidad, como ocurría en el ambiente calvinista al que tuvo que enfrentarse como misionero en el Chablais.

«Conocer a esas personas y tomar conciencia de sus interrogantes fue una de las circunstancias providenciales más importantes de su vida», escribe el Pontífice. Tanto es así, que lo que inicialmente parecía un empeño inútil e infructuoso, se convirtió en una «síntesis fecunda» entre «Evangelización y cultura», «de la que derivó la intuición de un método auténtico, maduro y claro para una cosecha duradera y prometedora», que supo interpretar el cambio de época y guiar a las almas sedientas de Dios. Al fin y al cabo, éste era también el propósito de su Tratado.
¿Qué tiene que enseñar aún hoy San Francisco de Sales? El Papa Francisco en su Carta Apostólica Totum Amoris Est destaca «algunas de sus decisiones cruciales es importante también hoy, para vivir el cambio con sabiduría evangélica».

Relación entre Dios y el ser humano

En primer lugar, es imprescindible volver a partir de la «feliz relación entre Dios y el ser humano», para releerla y proponerla a cada persona según su propia condición, sin imposiciones externas ni fuerzas despóticas y arbitrarias, como explicó san Francisco en su Tratado. Más bien -escribe el Papa- necesitamos «la forma persuasiva de una invitación que mantenga intacta la libertad del hombre».

Verdadera devoción

También hay que aprender a distinguir la verdadera devoción de la falsa, en la que a menudo uno se siente realizado y «llegado», olvidando en cambio que es más bien una manifestación de la caridad y conduce a ella: «es como una llama con respecto al fuego: reaviva su intensidad, sin cambiar su naturaleza». No se puede ser devoto, en definitiva, sin la concreción del amor, un «estilo de vida», que «recoge[s] e interpreta[s] las pequeñas cosas de cada día, la comida y el vestido, el trabajo y el descanso, el amor y la descendencia, la atención a las obligaciones profesionales», iluminando así la vocación de cada uno.

El éxtasis de la acción vital

La culminación de este compromiso de amor por cada hombre se traduce en lo que el santo obispo llama «el éxtasis de la obra y de la vida», que se desprende de las «páginas centrales y más luminosas del Tratado«, como las llama el Papa Francisco.

Es una experiencia «que, ante toda aridez y frente a la tentación de replegarse sobre sí misma, ha encontrado de nuevo la fuente de la alegría», una respuesta verdadera también al mundo actual, invadido por el pesimismo y los placeres superficiales. El secreto de este éxtasis está en saber salir de uno mismo, lo que no significa abandonar la vida ordinaria ni aislarse de los demás, ya que «quien presume de elevarse hacia Dios, pero no vive la caridad para con el prójimo, se engaña a sí mismo y a los demás».

El misterio del nacimiento de Jesús

La audiencia general de este miércoles, el Papa Francisco la dedicó también al santo obispo y doctor de la Iglesia, deteniéndose en particular en algunos de sus pensamientos sobre la Navidad, entre ellos el confiado a santa Juana Francisca de Chantal -con quien, entre otras cosas, fundó el instituto de la Visitandina-: «Prefiero cien veces ver al querido Niñito en el pesebre, antes que a todos los reyes en sus tronos».

Y, en efecto, el Santo Padre reflexionaba: ‘el trono de Jesús es el pesebre o el camino, durante su vida cuando predicaba, o la cruz al final de su vida: esto es el trono de nuestro Rey», «el camino hacia la felicidad».

 

Después de la Audiencia, Francisco se dirigió al Mater Ecclesiae a visitar a Benedicto XVI

Lo declaró el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, respondiendo a las preguntas de los periodistas después de la Audiencia General en la que el Papa Francisco pidió una oración especial por el Papa Emérito Benedicto XVI que está muy enfermo.

Vatican News

"Respecto al estado de salud del Papa emérito, por quien el Papa Francisco pidió oraciones al final de la audiencia general de esta mañana, puedo confirmar que en las últimas horas se ha producido un agravamiento debido a la edad avanzada. De momento, la situación sigue bajo control, vigilada constantemente por los médicos”. Es la declaración del Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, al responder a las preguntas de los periodistas después de que el Papa pidiese una oración especial por el Papa Emérito Benedicto XVI al término de la Audiencia General. 

“Al término de la audiencia general, - dijo Bruni - el Papa Francisco se dirigió al monasterio Mater Ecclesiae para visitar a Benedicto XVI. Nos unimos a él en la oración por el Papa emérito".

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28/12/2022El Papa pidió que oremos por Benedicto XVI que está muy enfermo

Fue durante sus saludos a los fieles presentes de lengua italiana que el Santo Padre Francisco dejando de lado los papeles dejó entrever el delicado estado de salud de su predecesor, pidiendo una "oración especial por el Papa emérito Benedicto, que en silencio está sosteniendo a la Iglesia”. 

“Recordarlo, – está muy enfermo – pidiendo al Señor que lo consuele, y lo sostenga en este testimonio de amor a la Iglesia, hasta el final”, fue la petición del Pontífice, antes de dirigirse a visitar a su predecesor al Monasterio donde vive, después de su dimisión en febrero de 2013, asistido por las consagradas de la Asociación Memores Domini y su secretario personal, monseñor Georg Gänswein.

 

 

NO TENGÁIS MIEDO

— Jesucristo es siempre nuestra seguridad en medio de las dificultades y tentaciones que podamos padecer. Con Él se ganan todas las batallas.

— Sentido de nuestra filiación divina. Confianza en Dios. Él nunca llega tarde para socorrernos.

— Providencia. Todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios.

I. La historia de la Encarnación se abre con estas palabras: No temas, María1. Y a San José le dirá también el Ángel del Señor: José, hijo de David, no temas2. A los pastores les repetirá de nuevo el Ángel: No tengáis miedo3. Este comienzo de la entrada de Dios en el mundo marca un estilo propio de la presencia de Jesús entre los hombres.

Más tarde, acompañado ya de sus discípulos, atravesaba Jesús un día el pequeño mar de Galilea. Y se levantó una tempestad tan recia en el mar, que las olas cubrían la barca4. San Marcos precisa el momento histórico del suceso: fue por la tarde del día en el que Jesús habló de las parábolas sobre el reino de los cielos5. Después de esta larga predicación, se explica que el Señor, cansado, se durmiese mientras navegaban.

La tormenta debió de ser imponente. Aquellas gentes, aunque estaban acostumbradas al mar, se vieron, sin embargo, en peligro. Y recurrieron angustiadas a Jesús: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!

Los Apóstoles respetarían al principio el sueño del Maestro (¡muy cansado tenía que estar para no despertarse!), y ponen los medios a su alcance para hacer frente al peligro: arriaron las velas, tomaron los remos con fuerza, achicaron el agua que comenzaba a entrar en la barca... Pero el mar se embravecía más y más, y el peligro de naufragio era inminente. Entonces, inquietos, con miedo, acuden al Señor como único y definitivo recurso. Le despertaron diciendo: ¡Maestro, que perecemos! Jesús les respondió: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe?6.

¡Qué poca fe también la nuestra cuando dudamos porque arrecia la tempestad! Nos dejamos impresionar demasiado por las circunstancias que nos rodean: enfermedad, trabajo, reveses de fortuna, contradicciones del ambiente. El temor es un fenómeno cada vez más extendido. Se tiene miedo de casi todo. Muchas veces es el resultado de la ignorancia, del egoísmo (la excesiva preocupación por uno mismo, la ansiedad por males que tal vez nunca llegarán, etc.) pero, sobre todo, es consecuencia de que en ocasiones apoyamos la seguridad de nuestra vida en fundamentos muy frágiles. Nos podríamos olvidar de una verdad esencial: Jesucristo es, siempre, nuestra seguridad. No se trata de ser insensibles ante los acontecimientos, sino de aumentar nuestra confianza y de poner, en cada caso, los medios humanos a nuestro alcance. No debemos olvidar jamás que estar cerca de Jesús, aunque parezca que duerme, es estar seguros. En momentos de turbación, de prueba, Jesús no se olvida de nosotros: «nunca falló a sus amigos»7, nunca.

II. Dios nunca llega tarde para socorrer a sus hijos. Aun en los casos que parezcan más extremos, Dios llega siempre, aunque sea de modo misterioso y oculto, en el momento oportuno. La plena confianza en Dios, con los medios humanos que sea necesario poner, dan al cristiano una singular fortaleza y una especial serenidad ante los acontecimientos y circunstancias adversas.

«Si no le dejas, Él no te dejará»8. Y nosotros –se lo decimos en nuestra oración personal– no queremos dejarle. Junto a Él se ganan todas las batallas, aunque, con mirada corta, parezca que se pierden. «Cuando imaginamos que todo se hunde ante nuestros ojos, no se hunde nada, porque Tú eres, Señor, mi fortaleza (Sal 42, 2). Si Dios habita en nuestra alma, todo lo demás, por importante que parezca, es accidental, transitorio; en cambio nosotros, en Dios, somos lo permanente»9. Esta es la medicina para barrer, de nuestras vidas, miedos, tensiones y ansiedades. San Pablo alentaba a los primeros cristianos de Roma, ante un panorama humanamente difícil, con estas palabras: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará en contra.?... ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?... Mas en todas estas cosas vencemos por aquel que nos amó. Porque persuadido estoy que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni lo presente, ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura, ni la profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios10. El cristiano es, por vocación, un hombre entregado a Dios, y a Él ha entregado también todo cuanto pueda acontecerle.

Otra vez instruía el Señor a las gentes acerca del amor y cuidado que Dios tiene por cada criatura. Quienes le escuchan son personas sencillas y honradas que alaban la majestad de Dios, pero a las que les falta esa peculiar confianza de hijos en su Padre Dios.

Es probable que en el preciso momento en que se dirigía a su auditorio, pasara cerca una bandada de pájaros buscando cobijo en un lugar cercano. ¿Quién se preocupa de ellos? ¿Acaso las amas de casa no solían comprarlos por unos pocos céntimos para mejorar sus comidas ordinarias? Estaban al alcance del más modesto bolsillo. Tenían poco valor.

El Señor los señalaría con un ademán, a la vez que decía a su auditorio: «Ni uno solo de estos gorriones está olvidado por Dios». Dios los conoce a todos. Ninguno de ellos cae al suelo sin el consentimiento de vuestro Padre. Y el Señor vuelve a darnos confianza: No temáis, vosotros valéis más que muchos pájaros11. Nosotros no somos criaturas de un día, sino sus hijos para siempre. ¿Cómo no se va a cuidar de nuestras cosas? No temáis. Nuestro Dios nos ha dado la vida y nos la ha dado para siempre. Y el Señor nos dice: A vosotros, mis amigos, os digo: No temáis12. «Todo hombre, con tal que sea amigo de Dios –son palabras de Santo Tomás–, debe tener confianza en ser librado por Él de cualquier angustia... Y como Dios ayuda de modo especial a sus siervos, muy tranquilo debe vivir quien sirve a Dios»13. La única condición: ser amigos de Dios, vivir como hijos suyos.

III. «Descansad en la filiación divina. Dios es un Padre lleno de ternura, de infinito amor»14. En toda nuestra vida, en lo humano y en lo sobrenatural, nuestro «descanso», nuestra seguridad, no tiene otro fundamento firme que nuestra filiación divina. Echad sobre Él vuestras preocupaciones –decía San Pedro a los primeros cristianos–, pues Él tiene cuidado de vosotros15.

La filiación divina no puede considerarse como algo metafórico: no es simplemente que Dios nos trate como un padre y quiera que le tratemos como hijos; el cristiano es, por la fuerza santificadora del mismo Dios presente en su ser, hijo de Dios. Esta realidad es tan profunda que afecta al mismo ser del hombre, hasta el punto de que Santo Tomás afirma que por ella el hombre es constituido en un nuevo ser16.

La filiación divina es el fundamento de la libertad, seguridad y alegría de los hijos de Dios, y en donde el hombre encuentra la protección que necesita, el calor paternal y la seguridad del futuro, que le permite un sencillo abandono ante las incógnitas del mañana y le confiere el convencimiento de que detrás de todos los azares de la vida hay siempre una última razón de bien: Todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios17. Los mismos errores y desviaciones del camino acaban siendo para bien, porque «Dios endereza absolutamente todas las cosas para su provecho...»18.

El saberse hijo de Dios hace adquirir al cristiano, en todas las circunstancias de su vida, un modo de ser en el mundo esencialmente amoroso, que es una de las manifestaciones principales de la virtud de la fe; el hombre que se sabe hijo de Dios no pierde la alegría, como no pierde la serenidad. La conciencia de la filiación divina libera al hombre de tensiones inútiles y, cuando por su debilidad se descamina, si verdaderamente se siente hijo de Dios, es capaz de volver a Él, seguro de ser bien recibido.

La consideración de la Providencia nos ayudará a dirigirnos a Dios, no como a un Ser lejano, indiferente y frío, sino como a un Padre que está pendiente de cada uno de nosotros y que ha puesto un Ángel –como esos Ángeles que anunciaron a los pastores el Nacimiento del Señor– para que nos guarde en todos nuestros caminos.

La serenidad que esta verdad comunica a nuestro modo de ser y de vivir no procede de permanecer de espaldas a la realidad, sino de verla con optimismo, porque confiamos siempre en la ayuda del Señor. «Esta es la diferencia entre nosotros y los que no conocen a Dios: estos, en la adversidad, se quejan y murmuran; a nosotros las cosas adversas no nos apartan de la virtud, sino que nos afianzan en ella»19, porque sabemos que hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados.

Estemos siempre con paz. Si de verdad buscamos a Dios, todo será ocasión para mejorar.

Al terminar nuestra oración hagamos el propósito de acudir a Jesús, presente en el Sagrario, siempre que las contradicciones, las dificultades o la tribulación nos pongan en situación de perder la alegría y la serenidad. Acudamos a María, a la que contemplamos en el belén tan cercana a su Hijo. Ella nos enseñará en estos días llenos de paz de la Navidad, y siempre, a comportarnos como hijos de Dios; también en las circunstancias más adversas.

1 Lc 1, 30. — 2 Mt 1, 20. — 3 Lc 2, 10. — 4 Mt 8, 24. — 5 Mc 4, 35. — 6 Mt 8, 25-26. — 7 Santa Teresa, Vida, 11, 4. — 8 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 730. — 9 ídem, Amigos de Dios, 92. — 10 Rom 3, 31 ss. — 11 Cfr. Mt 8, 26-27. — 12 Lc 8, 50. — 13 Santo Tomás, Exp. Simb. Apost., 5. — 14 San Josemaría Escrivá, o. c., 150. — 15 1 Pedr 5, 7. — 16 Santo Tomás, Suma Teológica, 1-2, q. 110, a. 2 ad 3. — 17 Rom 8, 28. — 18 San Agustín, De corresp. et gracia, 30, 35. — 19 San Cipriano, De moralitate, 13.

 

 

Evangelio de la Sagrada Familia: Jesús, María y José (Ciclo A)

Comentario de la fiesta de la Sagrada Familia. “De Egipto llamé a mi hijo”. La familia ideal no es la familia donde no hay problemas, sino la que, teniendo a Dios como centro, está unida por un auténtico amor.

30/12/2022

Evangelio (Mt 2,13-15; 19-23)

Cuando se marcharon, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo:

—Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.

Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre y huyó a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del Profeta:

De Egipto llamé a mi hijo.

Muerto Herodes, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José en Egipto y le dijo:

—Levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel; porque han muerto ya los que atentaban contra la vida del niño.

Se levantó, tomó al niño y a su madre y vino a la tierra de Israel. Pero al oír que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, temió ir allá; y avisado en sueños marchó a la región de Galilea. Y se fue a vivir a una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliera lo dicho por medio de los Profetas: «Será llamado nazareno».


Comentario

El evangelio de la fiesta litúrgica de la Sagrada Familia recoge dos pasajes del relato de la infancia según san Mateo: la huida a Egipto, por culpa de Herodes, y el regreso de la Sagrada Familia a la tierra de Israel, a Nazaret. Mateo muestra interés en demostrar que, tanto los sucesos dramáticos de la vida oculta de Jesús, como los más ordinarios y comunes, sucedieron según las Escrituras. Tenían, por tanto, un sentido profundo previsto por la providencia divina. En efecto, si el pueblo de Israel tuvo que huir de la amenaza de Egipto, como narra el libro del Éxodo, ahora Egipto será, por feliz contraste, el lugar de refugio para el Mesías. Desde allí, Dios lo iba a llamar como hijo, para que volviera a la tierra de Israel a salvar a su pueblo y a los gentiles. Las indicaciones divinas y las decisiones según las circunstancias, llevarán a María y José a instalarse en Nazaret, donde Jesús pasará la mayor parte de su vida.

Sobre el suceso dramático de la huida a Egipto, el Papa Francisco comentaba en una ocasión: “hoy el Evangelio nos presenta a la Sagrada Familia por el camino doloroso del destierro, en busca de refugio en Egipto. José, María y Jesús experimentan la condición dramática de los refugiados, marcada por miedo, incertidumbre, incomodidades (cf. Mt 2, 13-15.19-23). (…) Jesús quiso pertenecer a una familia que experimentó estas dificultades, para que nadie se sienta excluido de la cercanía amorosa de Dios. La huida a Egipto causada por las amenazas de Herodes nos muestra que Dios está allí donde el hombre está en peligro, allí donde el hombre sufre, allí donde huye, donde experimenta el rechazo y el abandono; pero Dios está también allí donde el hombre sueña, espera volver a su patria en libertad, proyecta y elige en favor de la vida y la dignidad suya y de sus familiares”[1]. Se deduce de este pasaje que los sucesos de nuestra vida no escapan a la mirada atenta y amorosa de Dios, como no escapaban los sucesos de la vida de su Hijo. Todo lo que nos pasa, encierra un sentido que debemos comprender y también construir, con nuestra libre correspondencia, aunque de primeras nos parezcan dolorosos.

También tienen sentido a los ojos de Dios aquellos sucesos aparentemente ordinarios y sin relieve. De hecho, como seguía diciendo el Papa, “hoy, nuestra mirada a la Sagrada Familia se deja atraer también por la sencillez de la vida que ella lleva en Nazaret. Es un ejemplo que hace mucho bien a nuestras familias, les ayuda a convertirse cada vez más en una comunidad de amor y de reconciliación, donde se experimenta la ternura, la ayuda mutua y el perdón recíproco”[2].

La Sagrada Familia y en especial san José aparecen en este evangelio como un modelo entrañable de aceptación de la voluntad divina y de esfuerzo por comprenderla y colaborar con ella. Gracias a las decisiones de María y José, el Hijo de Dios cumplirá la voluntad divina de vivir en una familia común, llevar una vida ordinaria durante muchos años y ser llamado «nazareno». Como explicaba san Josemaría, “Jesús, creciendo y viviendo como uno de nosotros, nos revela que la existencia humana, el quehacer corriente y ordinario, tiene un sentido divino.

Por mucho que hayamos considerado estas verdades, debemos llenarnos siempre de admiración al pensar en los treinta años de oscuridad, que constituyen la mayor parte del paso de Jesús entre sus hermanos los hombres. Años de sombra, pero para nosotros claros como la luz del sol. Mejor, resplandor que ilumina nuestros días y les da una auténtica proyección, porque somos cristianos corrientes, que llevamos una vida ordinaria, igual a la de tantos millones de personas en los más diversos lugares del mundo.

Así vivió Jesús durante seis lustros: era fabri filius (Mt XIII, 55), el hijo del carpintero. Después vendrán los tres años de vida pública, con el clamor de las muchedumbres. La gente se sorprende: ¿quién es éste?, ¿dónde ha aprendido tantas cosas? Porque había sido la suya, la vida común del pueblo de su tierra. Era el faber, filius Mariae (Mc VI, 3), el carpintero, hijo de María. Y era Dios, y estaba realizando la redención del género humano, y estaba atrayendo a sí todas las cosas (Ioh XII, 32)”[3].


[1] Papa Francisco, Ángelus, 29 de diciembre de 2013.

[2] Idem.

[3] San Josemaría, Es Cristo que pasa, 14.

 

 

Oración por las familias de las personas del Opus Dei

Desde 1951, en el Opus Dei se pide con especial intensidad a la Sagrada Familia de Nazaret —el 30 de diciembre o en el domingo que sigue a la Navidad— por las familias de los fieles de la Obra.

29/12/2022

Es una tradición que, desde 1951 (lea el relato de El Fundador del Opus Dei, (III): Los caminos divinos de la tierra, Andrés Vázquez de Prada), se repite cada año, el día en el que la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia. Ese día, en los centros de la Obra del mundo entero se pide a Dios que llene de bendiciones a las familias de los fieles del Opus Dei.


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Recogemos un fragmento:

«Oh Jesús, amabilísimo Redentor nuestro, que al venir a iluminar el mundo, con el ejemplo y con la doctrina, quisiste pasar la mayor parte de tu vida sujeto a María y a José en la humilde casa de Nazaret, santificando la Familia que todos los hogares cristianos debían imitar: acoge benignamente la consagración de las familias de tus hijos en el Opus Dei, que ahora te hacemos (..). Tómalas bajo tu protección y custodia, y haz que se acomoden al divino modelo de tu Sagrada Familia. (...)

Concédeles, Señor, que conozcan mejor cada día el espíritu de nuestro Opus Dei, al que nos llamaste para tu servicio y nuestra santificación; infunde en ellos un amor grande a nuestra Obra; haz que comprendan cada vez con luces más claras la hermosura de nuestra vocación, para que sientan un santo orgullo porque te dignaste escogernos, y para que sepan agradecer el honor que les otorgaste.

Bendice especialmente la colaboración que prestan a nuestra labor apostólica, y hazles siempre partícipes de la alegría y de la paz, que Tú nos concedes como premio a nuestra entrega».

Como narra Vázquez de Prada en la biografía del Fundador, la consagración se hizo por vez primera en un momento de necesidad urgente, por las dudas que atravesaban las familias de algunos de los primeros fieles de la Obra. Así lo contaba el propio san Josemaría en una carta en 1951:

«Me gustaría ahora contaros los detalles de la Consagración de la Obra, y de las familias de cada asociada y de cada socio a la Sagrada Familia, el día 14 de mayo de este año, en el oratorio —que por eso se llama, desde entonces, de la Sagrada Familia— todavía sin paredes, entre trozos de tablas y de clavos, del encofrado que sostuvo el cemento de las vigas y del techo, hasta que fraguó. Pero se conservan unas notas precisas, redactadas entonces. No me extiendo más aquí, por tanto.

Os comunicaré que únicamente podía acogerme al cielo, ante las maquinaciones diabólicas —¡las permitía Dios!— de ciertos desaprensivos, que hicieron firmar a algunos padres de familia un documento repleto de falsedades, y lograron que terminara en manos del Santo Padre. Jesús, María y José se ocuparon de que pasara el nublado, sin descargar ninguna granizada: todo se aclaró».

Inmediatamente se hicieron sentir los efectos del recurso a la Sagrada Familia. La misma semana de la presentación del escrito al Sumo Pontífice se echó atrás uno de los firmantes. El resto se percató enseguida de lo infundada que era la «angustiosa situación» de que se hablaba en la denuncia. En adelante no pusieron impedimento alguno a sus hijos, y el Señor devolvió la paz a esos hogares. La exposición de agravios hecha a Su Santidad se desvaneció por falta de peso, y don Josemaría tuvo el profundo gozo de ver crecer el afecto de las familias de sus hijos hacia el Opus Dei.

(Fragmentos extraídos de El Fundador del Opus Dei. Vol. III. Andrés Vázquez de Prada).

 

 

“La labor de los padres es importantísima”

Admira la bondad de nuestro Padre Dios: ¿no te llena de gozo la certeza de que tu hogar, tu familia, tu país, que amas con locura, son materia de santidad? (Forja, 689)

30 de diciembre

Me conmueve que el Apóstol califique al matrimonio cristiano de «sacramentum magnum» –sacramento grande. También de aquí deduzco que la labor de los padres de familia es importantísima.

–Participáis del poder creador de Dios y, por eso, el amor humano es santo, noble y bueno: una alegría del corazón, a la que el Señor –en su providencia amorosa– quiere que otros libremente renunciemos.

–Cada hijo que os concede Dios es una gran bendición divina: ¡no tengáis miedo a los hijos! (Forja, 691)

En mis conversaciones con tantos matrimonios, les insisto en que mientras vivan ellos y vivan también sus hijos, deben ayudarles a ser santos, sabiendo que en la tierra no seremos santos ninguno. No haremos más que luchar, luchar y luchar.

–Y añado: vosotros, madres y padres cristianos, sois un gran motor espiritual, que manda a los vuestros fortaleza de Dios para esa lucha, para vencer, para que sean santos. ¡No les defraudéis! (Forja, 692)

No tengas miedo de querer a las almas, por Él; y no te importe querer todavía más a los tuyos, siempre que queriéndoles tanto, a Él le quieras millones de veces más. (Surco, 693)

Por tu trato con Cristo, estás obligado a rendir fruto.

–Fruto que sacie el hambre de las almas, cuando se acerquen a ti, en el trabajo, en la convivencia, en el ambiente familiar... (Forja, 981)

 

Muy humanos, muy divinos (XV): Sencillez, para ver claro el camino

Sabernos mirados por Dios y vivir en el presente: dos actitudes para hacer crecer en nuestra vida la sencillez.

 

24/12/2022

«¡Buscad lo suficiente, buscad lo que basta! Lo demás es agobio, no alivio; apesadumbra, no levanta»[1]. Así es: la vida cristiana nos lleva a buscar la intimidad con Dios y a desprendernos de lo que no nos lleva hacia Él. Se trata de un viaje interior en el que nos esforzamos a cada paso por identificar y escoger «lo que basta», aquella sola cosa necesaria que no nos será quitada (cfr. Lc 10,42).
 

La experiencia nos muestra, sin embargo, que esa búsqueda puede ser compleja. Hay épocas en que la vida se convierte en una especie de laberinto: momentos de confusión interior y de caos exterior, jornadas en que tenemos la cabeza llena y el corazón vacío. Puede ocurrir también que, por nuestra manera de ser o porque atravesamos periodos difíciles, tendamos a complicar las cosas, analizando una y mil veces la realidad. En esos momentos, cualquier decisión nos puede paralizar, y quizá no logramos sintonizar con la voluntad del Señor. Desearíamos entonces que la vida fuese más simple y nuestros razonamientos más directos. Anhelamos poseer esa sencillez que es capaz de iluminar la mente y de aligerar el alma.

¿Cómo discernir en cada ocasión la voluntad de Dios? ¿Cómo aceptar con serenidad los acontecimientos de la vida ordinaria? ¿Cómo relacionarnos con quienes nos rodean sin juzgar o retorcer sus intenciones? Conviene reflexionar en primer lugar sobre las raíces de nuestra tendencia a la complicación. Desde ahí descubriremos dos disposiciones que nos pueden ayudar a deshacer la madeja de nuestra alma: la humildad y el abandono.

El Creador de la vida y el “creador” del miedo

Todo artista deja su huella en sus obras. También Dios ha dejado en la creación uno de los rasgos más profundos de su esencia: la unidad. Él es Unidad en la Trinidad, y la armonía y la belleza del paraíso muestran cómo en su creación no faltaba nada y no sobraba nada (cfr. Gn 2,1). El mundo y el hombre habían surgido del Amor, porque solo el Amor es capaz de crear, y el Amor los mantenía unidos.

Sin embargo, frente al Dios de la afirmación, del sí, del «sea» (cfr. Gn 1,3), surge la voz del tentador. Como el diablo no puede crear, se dedica en cierto modo a descrear, y sugestiona al hombre con una lectura desfigurada de la realidad. Desde aquel primer episodio con Adán y Eva, el diablo juega con nuestros miedos para que nos angustiemos con el futuro o para que imaginemos intenciones rebuscadas en las palabras o en las acciones de los demás. Así, nos transforma poco a poco en almas inseguras, calculadoras y preocupadas.

«¿De modo que os ha mandado Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?», pregunta el diablo (Gn 3,1). El enemigo se propone que fijemos la atención en el árbol prohibido y que dejemos de apreciar el resto de dones de Dios: plantas, animales, otros seres humanos, una vida en estado de gracia... Comenzamos entonces a ver el mundo con sospecha, con ojos complicados. Satanás nos hace creer que nos falta algo, que Dios no es sincero, que nos esconde cosas. El Qohelet lo explica así: «Mira lo único que he descubierto: Que Dios hizo al hombre sencillo pero ellos se buscan infinitas complicaciones» (Qo 7,29).

Y la complicación prepara para el pecado. El hombre ya no dialoga ni pasea con Dios… y acaba por esconderse de él (cfr. Gn 3,8), por miedo a ser visto desnudo, desarmado, que es a fin de cuentas como la criatura se encuentra siempre ante su Creador. Al diablo no le basta con hacernos caer: vuelve enseguida con otra sugestión, otra «no-creación», que nos aleja aún más de Dios. Al perderse la confianza entre Creador y criatura, al querer escondernos de su mirada, entran en el mundo el ansia y la fatiga (cfr. Gn 3,16-17). El hombre y la mujer viven entonces con temor al futuro[2]; su corazón termina agotándose, y se convierte así en un terreno fértil para la tristeza, esa gran aliada del enemigo.

La complicación que el pecado trae consigo nos ha hecho difícil percibir dónde está el bien y tomar decisiones que nos conduzcan a Dios. El libro de los Proverbios lo dice sin rodeos: «el de corazón retorcido no encontrará el bien» (Pr 17,20). Pero añoramos la armonía de nuestro pasado junto a Dios, y es precisamente esa especie de recuerdo, esa nostalgia que quedó en el alma lo que nos sigue atrayendo hacia el Señor. La liturgia del Viernes Santo lo expresa así: «Dios todopoderoso y eterno, [Tú] creaste a todos los hombres para que, deseándote siempre, te busquen, y cuando te encuentren, descansen en ti»[3].

Humildad: sabernos mirados por Dios

Para vernos y para ver el mundo con ojos sencillos, es necesario en primer lugar encontrar nuestro descanso en la mirada de Dios. Sabernos mirados por Él nos da mucha seguridad: entendemos que Dios nos quiere en nuestra verdad y que todo lo demás tiene una importancia muy relativa. Al margen de esa mirada, en cambio, sentimos la necesidad de proteger nuestra fragilidad y nos encerramos en nosotros mismos, o nos quedamos paralizados por el miedo. Quien se refugia en esa mirada de amor goza de la serenidad de los sencillos, porque no depende de circunstancias que a fin de cuentas escapan a su control. «Somos de la verdad —dice san Juan— y en su presencia tranquilizaremos nuestro corazón» (1 Jn 3,19).

Podemos pensar en Simón Pedro, que era un hombre bueno, pero con un corazón a veces complicado. En su amor al Señor se mezclan la duda con la decisión, la obediencia con la rebeldía, el coraje con el miedo... Su momento de confusión más grande se da en el patio de Ananías, durante la Pasión del Señor (cfr. Lc 22,65-72). Podemos imaginar cómo, mientras Jesús es interrogado, la angustia del discípulo crece por momentos: quiere ser fiel, pero no comprende lo que está ocurriendo; los hechos lo desbordan. Le gustaría regresar a esas caminatas con el Maestro por los campos de Galilea, cuando su voz resonaba clara y los problemas se resolvían con un gesto o una palabra del Señor. En aquellos días, era fácil creer en las promesas. El futuro era espléndido, nítido.

Ahora no tiene al Señor para sacarle del agua, y el miedo se apodera de él. Pedro cede a la presión y niega conocer al Maestro. Cuenta el evangelio que, poco después, sus miradas se cruzan: «El Señor se volvió y miró a Pedro. Y recordó Pedro las palabras que el Señor le había dicho: “Antes que el gallo cante hoy, me negarás tres veces”. Y salió afuera y lloró amargamente» (Lc 22,61-62). La mirada de Jesús desatasca la confusión de Pedro. Al mirarle el Señor, Pedro logra verse a sí mismo en su verdad, con los ojos de Dios. «Mírame —pedía el futuro Benedicto XVI en un Viernes santo— como lo hiciste con Pedro después de la negación. Que tu mirada penetre en nuestras almas y nos indique el camino en nuestra vida»[4].

Vernos como somos, ver claramente nuestra propia realidad, puede hacernos llorar amargamente como a Pedro. Pero es el único modo de tocar suelo firme y de abandonar el ansia que nos produce pretender ser quienes no somos. Necesitamos mirarnos con los ojos de Dios y ser capaces de decirnos: «soy como soy, y así me ha querido Dios, para algo grande».

San Josemaría resumía en dos palabras los muchos motivos que tiene un cristiano para hacer oración: «conocerle y conocerte»[5]. En efecto, nuestros ratos de conversación con Dios son el momento adecuado para obtener una serena visión de los problemas y de nosotros mismos, para que el ovillo de nuestros pensamientos se pueda deshacer con la gracia de Dios. También nos ayudarán las orientaciones que podamos recibir en la dirección espiritual o en los medios de formación. Confiar en alguien que nos conoce puede servirnos para descomplicar la realidad y para restar importancia a esa voz interior que se empeña en revolver nuestros pensamientos. De hecho, san Josemaría señalaba cómo el objetivo de la formación cristiana que se ofrece en el Opus Dei es la sencillez: «nuestra ascética tiene la sencillez del evangelio. La complicaríamos si fuéramos complicados, si dejáramos el corazón oscuro»[6]. Por eso, a veces, un primer paso para ganar en sencillez será simplemente acoger con buena disposición un consejo y ver en la presencia de Dios cómo ponerlo en práctica.

Abandono: ahora es el tiempo del amor

La dificultad para abandonarse en Dios puede tener muchas causas: un cierto complejo de inferioridad, una autoestima débil, la dificultad para convivir con los propios errores... Por otro lado, el ritmo de trabajo actual tiende a complicar la vida y, en ocasiones, el carácter: al poder hacer más cosas cada día, las decisiones que tenemos que tomar aumentan; las prioridades no siempre se presentan con una claridad neta; la competitividad social nos pone presión e introduce ambiciones que acaban pesando en el alma… Desearíamos vivir una vida sencilla, pero la realidad es demasiado complicada para permitírnoslo.

Ante este panorama, san Josemaría nos invita a ocuparnos del presente, que es el kairós, el tiempo oportuno de nuestra santidad. Al fin y al cabo, el ahora es el único tiempo en el que podemos recibir la gracia de Dios: «Pórtate bien “ahora”, sin acordarte de “ayer”, que ya pasó, y sin preocuparte de “mañana”, que no sabes si llegará para ti»[7]. En efecto, el pasado o el futuro pueden acabar convirtiéndose en pesos que nos impiden discernir claramente la voluntad del Señor. Él mismo nos dice: «no os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad» (Mt 6,33). Concentrarnos en una tarea, sin detenernos excesivamente a valorar qué pensarán los demás o qué efectos tendrá en nuestra vida, nos ayudará a enfocar nuestra voluntad y a sacar mayor partido de nuestros talentos. Sin duda, es necesario sopesar los acontecimientos vividos y planificar el futuro, pero eso no debe impedir que, de la mano de Dios, nos concentremos en amar aquí y ahora, porque el amor solo lo podemos dar y recibir en este instante.

Cuando se presenta por primera vez a los apóstoles con su cuerpo glorioso, el Señor resucitado percibe su agitación: «¿Por qué os asustáis, y por qué admitís esos pensamientos en vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies: soy yo mismo» (Lc 24,38). Los acontecimientos que sus discípulos han vivido en los días pasados entran en colisión con lo que ven; el escándalo de la Pasión pesa aún demasiado en sus corazones; si quien tienen delante es verdaderamente Jesús, de repente el futuro se abre de par en par... Son tantas las emociones, que el Señor tiene que devolverlos al presente con una amigable pregunta: «¿Tenéis aquí algo que comer?» (Lc 24,41).

Jesús vuelve sobre una escena tantas veces vivida, cuando se sentaban juntos a comer, y eso saca a sus discípulos de la confusión. De igual modo, empeñarnos por servir a los demás en lo concreto y por desarrollar con esmero y por amor las ocupaciones de la vida ordinaria, abandonando en Dios aquellos problemas que escapan a nuestro control, será el modo más habitual de evitar enredarnos en la confusión y de volvernos, cada vez más, «sencillos como palomas» (Mt 10,16).


Al leer los evangelios, podemos descubrirnos lejos de la fe de los sencillos: la fe del pueblo que, quizá sin mucho conocimiento de la Ley de Dios, aceptó de buen grado el mensaje de Jesús. Esa aceptación sencilla de la Palabra del Señor puede contrastar con nuestra dificultad para confiar en Él. Quizá la nuestra sea más bien a veces la fe de los complicados

Con todo, Dios no deja de invitarnos en cada instante a recuperar esa armonía perdida, esa sencillez que es «como la sal de la perfección»[8]. Necesitamos ver con claridad el camino de vuelta a casa, al paraíso. Por la vía de la sencillez, nos elevaremos por encima de los problemas con la ligereza que da el amor: llevados por la gracia, lograremos contemplar la realidad con los ojos de Dios.


[1] San Agustín, Sermón 85, 5.6.

[2] Cfr. Qo 6,12, Mt 6,25-34.

[3] Misal Romano, Viernes Santo, Oración universal.

[4] Card. Joseph Ratzinger, Via Crucis, 2005, 1ª estación.

[5] San Josemaría, Camino, n. 91.

[6] Cfr. Cuadernos 3, p. 149 (AGP, biblioteca, P07).

[7] Camino, n. 253.

[8] Camino, n. 305.

 

 

“Todavía hay mucho por hacer en los cuidados paliativos»

 

¿Qué implica la enfermedad en los niños? ¿Cuál es el impacto en las familias? ¿Cómo se da la presencia de Dios en situaciones tan críticas como estas? Entrevistamos sobre estos temas a Ricardo Martino, Jefe de la Sección de Cuidados Paliativos Pediátricos del Hospital Infantil Niño Jesús.

 

Paloma López Campos·28 de diciembre de 2022·Tiempo de lectura: 4 minutos

Cuidados paliativos

Cuidados paliativos pediátricos (Unsplash / Aditya Romansa)

Ricardo Martino es el Jefe de Sección de Cuidados Paliativos Pediátricos del Hospital Infantil Niño Jesús. Es doctor en Medicina, especializado en Pediatría y promotor de diversos proyectos para dar a conocer los cuidados paliativos. Por todo ello, es Asesor del Ministerio de Sanidad en estas materias. En Omnes ha hablado sobre lo que implica la enfermedad en los niños, el impacto en las familias y la presencia de Dios en situaciones tan críticas como estas.

 

Ricardo Martino en una foto de la UNIR

 

Es duro ver la inocencia de los niños herida por las enfermedades, hasta el punto de que los pequeños acaban ingresando en cuidados paliativos. ¿Cómo se puede enfrentar uno a una realidad así?

– Para una familia es lo peor que les puede pasar. De hecho no hay ningún término en español que describa el estado permanente de la pérdida de un hijo. Uno puede ser viudo o huérfano, pero, hasta ahora no le hemos puesto palabras a este hecho. Este hecho irrumpe en la vida de un niño y trunca su futuro, o el futuro que pensábamos que tenía.

Una enfermedad no es una realidad que afecte solo al paciente, la familia entera sufre con los niños. ¿Cómo atendéis a todos los miembros de la familia?

– La vida de toda la familia se afecta. Los padres ven alterada su vida conyugal, además pueden perder el trabajo por el cuidado del hijo; los hermanos pasan a segundo lugar y pierden protagonismo, los abuelos sufren y se involucran en los cuidados de todos… Atendemos al niño y enseñamos a la familia a proporcionar los cuidados que necesita. También les ayudamos a afrontar la situación y les apoyamos tras el fallecimiento. Para eso es necesario un equipo en el que hay médicos, enfermeras, trabajadores sociales, psicólogos, acompañante espiritual, farmacéuticos, fisioterapeutas…

¿Se puede encontrar a Dios entre tanto sufrimiento?

– Todas las personas tienen una dimensión espiritual. Enfrentarse a la muerte o a la muerte de un hijo o un hermano conmueve a toda la persona. Lo espiritual ayuda al afrontamiento. Las personas que tienen una fe disponen de más recursos para aceptar la situación. Dios está presente, aunque a veces suscita “enfados” por lo acontecido. Muchas veces encontramos la delicadeza de un Dios providente y misericordioso en cómo se producen los acontecimientos y en la paz del corazón que, muchas familias, experimentan ante el fallecimiento de su propio hijo.

¿Cómo hablar a los niños y a sus familias de un Padre bueno?

– Lo más importante son “las experiencias de lo bueno” que los niños tienen, aún antes de poder comprender el hecho religioso o la persona de Dios. Ser querido, perdonado, celebrado… Son experiencias que se pueden tener con cualquier edad y que constituyen el sustrato necesario para poder entender la acción de Dios como Padre bueno.

¿Hay consuelo espiritual para los niños y sus familias en estas situaciones tan complicadas?

– Hay consuelo si hay aceptación. Y la aceptación no presupone comprensión. Si se entiende ayuda, pero esto es muy difícil de entender. Lo que sí se puede es aceptar aunque no se entiende. Para hacer un duelo sano hay que trabajar el afrontamiento y la aceptación.

Además de un cuidado médico muy especializado, ¿qué es lo que más necesitan los niños en cuidados paliativos? ¿Y los familiares?

– Necesitan ser considerados y tratados como personas. Así se tiene en cuenta lo que para ellos es importante, más allá de la propia enfermedad. El bien de la persona está por encima de lo que le pasa por su enfermedad. Además, lo que es bueno para el paciente cambia a lo largo del tiempo en función de la evolución de su enfermedad, sus limitaciones, sus expectativas y sus posibilidades de respuesta al tratamiento. Los familiares también necesitan ser acogidos, aceptados y acompañados por parte de los profesionales, que actúan sin prejuicios e intentando tener en cuenta lo que para ellos es importante, siempre que no pase por encima del bien del niño.

¿Cuántos niños hay en España que necesitan cuidados paliativos? ¿Crees que se invierte lo suficiente desde las Administraciones para hacer frente a las necesidades de tantos niños?

– En España hay 25000 niños que necesitan cuidados paliativos. Más del 80% no los reciben. Pero a día de hoy no hay equidad en la prestación de la atención. Depende de dónde vivas y la enfermedad que tengan. Y eso a pesar de que, al menos desde el 2014, las recomendaciones del Ministerio de Sanidad respecto de lo que hay que hacer están claras.

¿Cómo es la situación de los cuidados paliativos pediátricos en España en comparación con Europa?

– Por un lado no está mal porque cada vez hay más equipos que, poco a poco se van montando, sobre todo por la motivación y el empeño de los profesionales. Por otro, sin embargo, carecemos de instituciones sociosanitarias, como existen para los adultos, para apoyar en estas etapas de la vida. Además la formación requerida no está reconocida y se proporciona a través de estudios de postgrado.

¿Qué falta en este campo?

– Falta el reconocimiento social a esta realidad. Hay niños que mueren. Muchos después de años de evolución de la enfermedad. Toda la familia se ve afectada. En cuidados paliativos pediátricos, el tiempo va en contra. Cumplir meses o años significa empeorar y acercarse a la muerte. Cumplir más de 18 años, para un gran número de pacientes es un salto en el vacío, puesto que el sistema es rígido y prima la edad sobre las características clínicas del paciente para darle la atención que necesita. Hay niños de 20 años y 20 kilos de peso que, desde que nacieron usan pañal, necesitan ser cuidados, alimentados y movilizados. Todavía hay mucho por hacer.

 

 

Evangelizando a la generación Z desde un canal de Youtube

Pablo Fernández y Luis Escandell son novicios de los Siervos del Hogar de la Madre, una comunidad de espiritualidad mariana y apostolado centrado en los jóvenes. Pablo y Luis estudian Teología en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (PUSC) a la vez que evangelizan en el canal de Youtube Catholic Stuff. Nos cuentan cómo escucharon la llamada a dejarlo todo y seguir a Cristo como religiosos y sacerdotes.

Raíces en el Opus Dei

— Qué alegría poder tener esta charla con vosotros, ¡Pablo y Luís!,  para nuestros lectores de lengua española… además me encantan vuestros videos y creo que son de mucha utilidad para la evangelización y la formación cristiana de los jóvenes. Sabéis, siempre he tenido mucha curiosidad por saber quién estaba detrás de estos chicos tan extrovertidos de vuestro programa Catholic Stuff…

Pablo, (P): ¡Pues aquí estamos! Yo soy el Hermano Pablo Fernández, Siervo del Hogar de la Madre. Tengo 26 años y soy el mediano de tres hermanos. Mi madre es alemana y mi padre español; aunque nos hemos movido bastante, he pasado la mayor parte de mi infancia y adolescencia en Zaragoza. Debo reconocer que mi familia ha sido el primer vehículo que me ha trasmitido la fe. En el seno familiar aprendí a rezar y a relacionarme de manera natural con el Señor y la Virgen.

Mi padre siempre ha intentado procurarnos el mejor ambiente donde poder crecer espiritualmente. Para ello, continuamente nos ha dado todas las facilidades para que pudiésemos acudir a un sinfín de actividades católicas con otros jóvenes. Y, aunque he podido participar en actividades de varias realidades en la Iglesia, hay dos que han marcado de manera especial mi itinerario personal de fe: el Opus Dei, que conocí en el 2002; y el Hogar de la Madre, que entró en mi vida en el 2010. Gracias a estas dos realidades toda mi infancia y adolescencia ha estado llena de muchísimos momentos buenos, en un ambiente sano, rodeado de personas estupendas.

Luis, (L): Y yo soy el Hermano Luis Escandell, tengo 28 años y soy el tercero de cinco. En mi caso, soy español por las dos partes. Nací y me crie en Madrid hasta los 19 años, edad en la que respondí a la llamada del Señor y entré a formar parte de nuestra comunidad. Varias personas de mi familia pertenecen o mantienen una relación habitual con el Opus Dei, y es así también como me formaron en la fe durante la infancia. Recuerdo con mucho cariño tantísimas actividades que hicimos con el club Llambria, los círculos de formación, excursiones, campamentos de verano… De la mano del libro Camino aprendí a rezar, y fue también dentro del Opus Dei donde sentí por primera vez la voz de Dios que me invitaba a seguirle más de cerca (pero de eso hablaremos más adelante).

Vocación a los Siervos del Hogar de María

— Con esas raíces en el Opus Dei, ambos habéis encontrado una vocación particular al interior de la realidad de los Siervos del Hogar de la Madre, pequeña, pero ya con un gran camino de santidad: ¿cuál es su característica?

P: Nuestra comunidad nació durante el pontificado de san Juan Pablo II, y gran parte de nuestro carisma responde precisamente a los intereses de este gran santo. Nuestras misiones en la Iglesia son: la defensa de la Eucaristía; la defensa del honor de Nuestra Madre, especialmente en el privilegio de su virginidad; y la conquista de los jóvenes para Jesucristo.

Dada nuestra condición de sacerdotes o aspirantes al sacerdocio, procuramos hacer realidad esa frase de Juan Pablo II: “La Santa Misa es de modo absoluto el centro de mi vida y de toda mi jornada”. En la actualización sacramental del sacrificio de Cristo, tratamos de ofrecernos cada día con Él, Sacerdote y Víctima, al Padre, por la salvación de los hombres.

L: Así es… Y de la misma manera que san Juan Pablo II, el Hogar de la Madre también se siente propiedad entera de la Virgen María, totus tuus, escogidos por Ella. Además, como nacimos en la tumba de san Pedro, queremos seguir fieles a Pedro. Sólo en él tenemos la garantía de la verdad. Su Magisterio no es para nosotros algo que nos coarta nuestra libertad, sino un faro luminoso que brilla en medio de la confusión que nos envuelve, un camino seguro que nos conduce a la Verdad.

Ser sacerdotes

— ¡Estupendo! ¿Y cómo sentisteis la vocación de ser parte de esta realidad y para ser sacerdotes?

P: En mi caso, no hubo un momento específico donde descubriera con claridad mi vocación. Fue más bien algo gradual, una historia entrelazada con muchas pequeñas gracias. Mi padre siempre nos transmitió la importancia de seguir la propia vocación, de seguir la voluntad de Dios. Crecí con la conciencia clara de que Dios nos ha creado para algo y que sólo podremos ser felices y llegar a la plenitud, a la santidad, si seguimos el plan de Dios. En esa búsqueda, el sacerdocio apareció como una opción ya desde mi primera comunión. Tengo la gracia de haber tenido cerca buenos sacerdotes, enamorados del Señor y de su vocación. Ese buen ejemplo hizo que, desde pequeño, me sintiera de alguna manera atraído por el sacerdocio. Quiero aprovechar también estas líneas para agradecer al Colegio de Fomento Montearagón y al centro juvenil de la Obra Jumara de Zaragoza, por toda la ayuda que han supuesto para mi formación humana y espiritual en este itinerario de fe.

Pero, si bien es verdad que la idea del sacerdocio siempre ha estado presente en mi vida, no lo ha estado siempre de la misma manera. Ha habido sus altibajos en el proceso: no ha sido un proceso ascendente continuo, sino que ha habido momentos donde estaba en un primer plano y otros donde estaba en el duodécimo plano. Sin embargo, ahí estaba dando vueltas de alguna manera. Pero desde que tomé la decisión, en una peregrinación a Fátima, hasta que terminé segundo de Bachillerato, fue como una carrera de obstáculos. El demonio no quería ponérmelo fácil y me puso mil excusas para que no hiciera lo que el Señor me pedía.

Ayuda a formar sacerdotes y religiosos de comunidades como los Siervos del Hogar de María. ¡Dona ahora!

diácono de filipinas

«Es en el silencio donde Dios toca los corazones y los transforma. Todas las actividades que realizamos (convivencias, campamentos, peregrinaciones, retiros, uso de los medios de comunicación, etc.) están enfocados en este encuentro».

Una beca de Airbus en Alemania o el sacerdocio

— …Como lo de Airbus…

P: ¡Claro! Una de las distracciones más grandes, pues, fue una oferta de estudio y trabajo que me hizo la compañía aeroespacial Airbus. La verdad es que, cuando empezó lo de Airbus, no tenía ninguna esperanza de que siguiera adelante. Eché la solicitud un poco sin pensar y, acortando la historia, al final fui incluido entre los estudiantes seleccionados por la empresa. A los seleccionados no sólo les iban a pagar los estudios de ingeniería en Alemania, sino que les iban a dar un sueldo mensual durante los años de la carrera. Después, un puesto fijo asegurado con un sueldo alto. Y ahí estoy, con 17 años y sin haber dado un palo al agua, con todo el futuro asegurado. ¿Qué hacer? Quiero remarcar que las opciones en ese momento no eran Airbus o sacerdocio. Era Airbus o dedicarle tiempo al discernimiento. ¿Y si, al final del año, veía que Dios no me pedía ser sacerdote? ¿Y si me llamaba a ser ingeniero? Lo llevé a la oración y vi que era una tentación. Así que di el salto en la fe y el Señor me sostuvo.

Finalmente, pude ir a vivir con los Siervos tras el verano de segundo de Bachillerato y ahí recibí los últimos toques para abrirme del todo a la voluntad de Dios. Todas esas pequeñas gracias que había recibido sobre la vocación durante tantos se hicieron patentes de una forma muy clara. Las piezas del puzle encajaron perfectamente y el dibujo quedó claro. El 1 de noviembre de 2014 entré como Siervo del Hogar del Madre y comenzó la aventura.

Alejado de Dios se adentró en el mundo del heavy metal

— ¿Y tú?, Luís.

L: Mi primer recuerdo de la llamada de Dios al sacerdocio se remonta a los 14 años. Por entonces, yo estudiaba en el colegio de Fomento El Prado de Madrid, y gracias a una vida espiritual muy intensa, estaba muy abierto a lo que Dios quisiera de mí. Cierto día en que nos hicieron ver un pequeño vídeo sobre el sacerdocio, al escuchar las palabras del Señor a Pedro: “Desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5, 10), se despertó en mí tal deseo de entregarme por entero a Dios que salí de la sala de proyección dando saltos de alegría: “¡¡Voy a ser sacerdote!!”

Sin embargo, aquel primer entusiasmo se apagó muy pronto, al comenzar el Bachillerato en otro colegio. Por un lado, la autoexigencia en los estudios me había provocado un desequilibrio nervioso que se manifestaba repetidamente en largas noches de insomnio; y, por otro, las malas amistades me pusieron en contacto con el oscuro mundo del heavy metal, dentro del cual descubrí un nuevo ideal de felicidad totalmente opuesto al que de pequeño me enseñaron y que, por momentos, parecía colmar todos mis anhelos.

El cristianismo que profesé de pequeño era, según pensaba yo, una gran mentira que, bajo la promesa de una futura bienaventuranza eterna, escondía la amargura de las constantes renuncias exigidas por Dios. Lo más curioso es que nunca, al menos de manera explícita, negué la existencia de Dios, pero mi idea de Él era la de un viejo gruñón que, de alguna manera, disfrutaba frustrando las ilusiones de los pobres mortales. Por tanto, la única manera de ser feliz era, en la medida de lo posible, llevarle la contraria a Dios en todo. Todo lo vivido hasta entonces era una fantasía, una vida desperdiciada.

Gracias a Dios, incluso en los peores momentos todavía conservé algo de sentido común, y ese proyecto de ruptura con mi antigua vida como cristiano se presentó más arduo de lo que me figuraba en un principio. Cuanto más me sumergía en el pecado, más me embargaba un terrible sentimiento de insatisfacción que, poco a poco, degeneró hasta darme asco a mí mismo. Aquella pregunta que antes podía responder con toda sencillez ahora me hacía experimentar vértigo: ¿quién soy?, un cacho de carne que camina de miseria en miseria hacia la nada absoluta, porque después de la muerte no hay nada. Esta idea me horrorizaba. Algo dentro de mí, esa parte de mi niñez que todavía sobrevivía, se negaba a aceptarla: “¡Tiene que haber algo más!” De vez en cuando, me volvía hacia el Señor gritando con todo mi ser: “Dios, si estás ahí, ¡¡¡sácame de esta situación!!!” La respuesta se presentó, de forma totalmente providencial, en las Navidades de 2013-14.

La alegría de los Siervos del Hogar

— …Y me contabas que vienes de una familia de filósofos…

L: ¡Así es! Mi padre, José Escandell, es filósofo. De hecho, en mi familia existe una gran tradición filosófica: también mi abuelo, Antonio Millán-Puelles, era filósofo, lo mismo que mi tío, Tomás Melendo, y tantos otros. Por esos días, pues, los Siervos del Hogar de la Madre invitaron a mi padre a impartirles una serie de clases privadas de Filosofía, y quiso llevarse consigo a algunos de sus hijos, entre los cuales me contaba yo. Si bien mi disposición era contraria a Dios, no tenía nada en contra de quienes viven la fe, así que me uní sin resistencia alguna. La alegría que vi en los Siervos hizo tambalearse todo aquel amasijo absurdo de teorías que configuraban mi vida, como un cañonazo dirigido contra una choza de paja. Aquellos hombres, aunque habían renunciado a todo cuanto el mundo considera deseable, irradiaban una paz que no era de este mundo, mientras que yo no podía verme a mí mismo sino con vergüenza. “¿Y si me habré equivocado?”, pensé.

Una vez de vuelta en casa, me zambullí en la lectura de un libro que me habían dado los Siervos en el que relataban algunos de sus testimonios de conversión. Aquel fue el golpe definitivo. Recuerdo preguntarme un día, cansado ya de darle vueltas al asunto: “Si admito que esta es la verdad, ¿estaría dispuesto a darlo todo, aun la propia vida, con tal de ser fiel?” Inmediatamente, comprendí que antes yo no buscaba la verdad, sino una huida de la realidad, de mí mismo y de Dios, y que nunca había sido tan feliz como cuando estaba en paz con el Señor. Ahora bien, ¿podría responder a aquella llamada que sentí con 14 años como si nada hubiera ocurrido? Ciertamente, Dios no es como los hombres, capaz de guardar rencor, sino que mantiene su plan de amor para con nosotros incluso a pesar de haberle negado: “El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: tú eres sacerdote eterno” (Sal 110, 4).

Ya solo me quedaba saber dónde me quería Dios. Ese mismo verano participé con los Siervos y otros jóvenes en una peregrinación a Irlanda con la intención de abrirme a Dios. En el santuario mariano de Knock, el Señor me descubrió finalmente cuál era mi lugar: el Hogar de la Madre. Mi entrada como Siervo tuvo lugar el 1 de diciembre, Solemnidad de Todos los Santos, junto al Hno. Pablo.

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«El Sacerdote —quien sea— es siempre otro Cristo (Camino, 66); o, como dice el Cura de Ars, es el amor del Corazón de Jesús en la tierra. Son las personas escogidas por el Señor para celebrar los sacramentos y perpetuar así su presencia entre nosotros hasta el fin del mundo».

Los Siervos del Hogar de la Madre, los jóvenes y la Iglesia

— ¿A cuáles necesidades de la Iglesia respondéis los Siervos del Hogar de la Madre? De hecho, sabemos que hay muchos jóvenes que os siguen.

L: Como ya hemos indicado, la conquista de los jóvenes para Jesucristo es nuestra tercera misión dentro de la Iglesia. En su carta a los jóvenes, san Juan Pablo II afirma que la juventud es la época de las grandes preguntas, como la del joven rico: ¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? ¿Qué he de hacer para que mi vida tenga pleno valor y pleno sentido? Sólo el Señor puede ofrecer una respuesta plenamente satisfactoria, capaz de abarcar y comprometer toda la existencia.

El amor es exigente, lo pide todo, no se contenta con medias tintas. En los jóvenes, esta sed de amor se manifiesta de modo particularmente intenso. Pídele algo a un joven, y no te dará nada; pídele mucho, y te dará un poco; pídeselo todo, y te dará más de lo que te puedes imaginar. Los jóvenes quieren grandes ideales por los que valga la pena dar la vida. Quizá sin saber expresarlo con palabras, intuyen que su destino trasciende la simple temporalidad, que no basta con estar cómodos aquí abajo: hemos sido creados para la grandeza, para el cielo.

Ahora bien, estamos expuestos a un constante bombardeo de estímulos y placeres inmediatos que los jóvenes, con una voluntad tan débil, difícilmente consiguen controlar. Es necesario ayudarles a superar la mediocridad y la cobardía poniéndolos delante del Señor, llevándolos al encuentro personal con Dios por medio de la oración. Sólo cuando escuchen la voz del Señor que les llama a la comunión consigo encontrarán el valor necesario para salir de sí mismos y ponerse en camino. En esto consiste la conquista: en ponerles en la presencia de Dios.

Es en el silencio donde Dios toca los corazones y los transforma. Todas las actividades que realizamos (convivencias, campamentos, peregrinaciones, retiros, uso de los medios de comunicación, etc.) están enfocados en este encuentro.

En el Hogar de la Madre somos muy conscientes de que nuestra misión no consiste en conquistar a los jóvenes para nosotros mismos, para juntar gente que nos siga como un grupo de fans o algo por el estilo, sino para el Señor. En la medida en que el Siervo del Hogar de la Madre se llena de Dios, su existencia se convierte en una luz para todos los hombres, de modo particular para los jóvenes.

Dios no es aburrido

— Catholic Stuff es un programa estupendo, junto a todas las iniciativas de formación y de evangelización: ¿a quiénes os dirigís particularmente?

P: Catholic Stuff no persigue otro fin que el de acercar las almas a Dios. Jesús nos ha dicho: “Id al mundo entero y predicad el evangelio” (Mc 16,15). Como dice Benedicto XVI, Internet es un sexto continente para evangelizar; y, en palabras de san Pablo VI, los medios de comunicación son el nuevo púlpito desde el que la Iglesia debe dirigirse al mundo. Queremos usar las redes actuales para llevar las almas a Dios, que es el único que puede llenar nuestras vidas y colmar nuestros anhelos más profundos.

La serie Catholic Stuff está dirigida a todos aquellos jóvenes que, si bien se consideran creyentes, no practican mucho su fe y se quedan solamente en los aspectos más básicos de ella. Pero también a todos aquellos que, aun practicando su fe, quieren entrar más a fondo. Pensamos que el programa puede ser útil también para los catequistas que necesitan algún medio innovador y divertido para llevar a cabo su trabajo apostólico.

Empezamos el proyecto sin saber exactamente en qué nos embarcábamos, con la sola convicción de que Dios lo quería. Uno va a buscar en YouTube vídeos con contenido católico y se le cae el alma a los pies cuando ve la calidad del formato: ¿dónde encontrar un vídeo que proclame la verdad del Evangelio con el lenguaje de la juventud? Con esto en mente nos lanzamos a aprender, poco a poco, a usar los programas necesarios para una evangelización al estilo del cine.

La clave, ciertamente, está en que decimos la verdad sin edulcorantes. Las personas en el fondo buscan la verdad, y son capaces de reconocerla, aunque luego pueden no aceptarla. Hablamos de la Verdad que es Cristo. Él es la clave de nuestro éxito. Además, tratamos de abordar los temas con humor y de manera juvenil, con expresiones coloquiales y bromas para no dar la típica impresión de que la fe es “aburrida”. ¡Dios no es aburrido!

— Luís, una pregunta para ti en particular:¿por qué tú y varios padres y hermanos de los Siervos elegisteis la Pontificia Universidad de la Santa Cruz?

L: Desde hace varios años, los Siervos del Hogar de la Madre hemos realizado nuestros estudios en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz por la calidad de la formación que ofrecen y el ambiente en el que se realiza. El mundo actual exige de los aspirantes al sacerdocio un gran rigor intelectual capaz de integrar razón y fe de tal modo que podamos, como dice san Pedro, “dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3,15). Deseamos comprender para vivir nuestra fe siempre con mayor profundidad, y ser al mismo tiempo testigos valientes de Cristo en una sociedad sedienta de la Verdad.

Otra peculiaridad de la formación recibida en esta universidad es la armonía existente entre vida intelectual y profesional, por un lado, y la formación espiritual por otra. Los profesores no son solamente eruditos, sino que se percibe en ellos que han asimilado existencialmente aquello de lo que nos hablan, y por ello resulta convincente y alentador, comunicándonos la certeza de que nuestra fe no está desligada de las realidades temporales, sino que ilumina cada aspecto de nuestra vida y la mueve a su plena realización.

Por último, es muy enriquecedora la presencia de alumnos de distintas nacionalidades. Nos abre así a la universalidad de la Iglesia Católica, ampliando nuestras miras más allá de los límites de la región de donde somos originarios para compartir la fe con otras culturas y modos de vivir el encuentro con el Señor.

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«Nuestras misiones en la Iglesia son: la defensa de la Eucaristía; la defensa del honor de Nuestra Madre, especialmente en el privilegio de su virginidad; y la conquista de los jóvenes para Jesucristo».

Modelos de santidad

— Sé que, a pesar de ser una realidad muy joven, ya habéis tenido, en los Siervos, muchos testigos de santidad…

P: Sí, en particular la hermana Clare Crockett, cuya vida está relatada en esta película.

Era una chica que tenía un gran talento artístico, una preciosa voz, un aspecto físico atractivo y una personalidad arrolladora. Con solo 15 años la habían contratado ya como presentadora de programas juveniles de televisión en el Canal 4 –uno de los más importantes del Reino Unido– y, a los 17, se había interesado por ella el canal estadounidense Nickelodeon. Sin embargo, experimentó un vacío tan grande que comprendió que su vida no tenía sentido si no se la entregaba a Jesucristo. Ni los ruegos de su familia ni las promesas de su manager consiguieron detenerla. El 11 de agosto de 2001 entregó su vida a Dios como Sierva del Hogar de la Madre y se fue convirtiendo en un instrumento cada vez más dócil en las manos del Señor.

Había una imagen que la hermana Clare usaba mucho y que le ayudaba a poner cada día su vida en las manos de Dios. Era la imagen del cheque en blanco. Cada día le ofrecía al Señor un cheque en blanco, para que Él le pudiera pedir todo lo que quisiera. El 16 de abril de 2016, un terremoto en Ecuador, donde ella servía desde hacía años, puso fin a su vida y la de otras cinco jóvenes aspirantes.

Para sorpresa nuestra, la noticia de la muerte de la hermana Clare empezó enseguida a circular por los diversos medios de comunicación social de todo el mundo. Empezamos a recibir muchos mensajes de cercanía y de apoyo, pero, sobre todo, muchos testimonios de personas que, al conocer su historia, se habían sentido movidas a volver a frecuentar los sacramentos o a vivir más intensamente su fe. Actualmente, su documental en YouTube tiene más de 3.500.000 visualizaciones en español y 2.000.000 en inglés.

L: También quiero mencionar al P. Henry Kowalczyk de Estados Unidos.

Él también se consagró al servicio de Dios y de las almas, de manera particular por los enfermos. Él mismo era epiléptico, y en los últimos años sufría frecuentes crisis que le menguaban cada vez más la salud y la movilidad apostólica, pero lo supo llevar todo tan unido al Señor que nos dejaba a todos impresionados.

Al comenzar la pandemia de coronavirus en España, el convento de Carmelitas Descalzas de Amposta (Tarragona) pidió un capellán, y el P. Henry se ofreció para ir. La mañana del 15 de abril del 2020 le sobrevino un nuevo ataque epiléptico mientras se aseaba y se golpeó la cabeza contra la bañera, lo cual le ocasionó la muerte inmediata. Según las mismas Madres Carmelitas, en sus últimos días “estaba feliz y en las homilías hablaba del Cielo”.

Ellos dos no sólo son un ejemplo para nosotros, los Siervos, sino que su testimonio de vida está recorriendo todo el mundo haciendo un bien inmenso a personas de todas las edades y condiciones. Os recomendamos que busquéis en internet más información sobre ellos.

— ¡Qué fuerte! Personalmente, yo vi los videos y películas de ambos en YouTube y me emocioné muchísimo. Y se las aconsejo a nuestros lectores también.

Y nosotros también… Y algo más que queremos decirles a los benefactores de la Fundación CARF, y a todos los lectores y benefactores en España y en el mundo es que, en Mt 10,42 podemos leer: “El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa”. Si el Señor recompensa hasta un vaso de agua fresca que se dé en su nombre, ¡cuánto más recompensará el ayudar a la formación de un sacerdote!

“El Sacerdote —quien sea— es siempre otro Cristo” (Camino, 66); o, como dice el Cura de Ars, es el amor del Corazón de Jesús en la tierra. Son las personas escogidas por el Señor para celebrar los sacramentos y perpetuar así su presencia entre nosotros hasta el fin del mundo. Es una elección difusiva o expansiva, podríamos decir. Escoge al sacerdote para llegar a toda la comunidad y alimentarla con la Eucaristía, perdonar los pecados a través de la confesión, dar nueva vida con el bautismo, estar presente en los momentos importantes de nuestra vida, acompañarnos, alentarnos…

Ayudar a la formación de un sacerdote es contribuir al bien de todo el pueblo de Dios. Hoy más que nunca hace falta sacerdotes bien formados en todos los niveles, y el posibilitarlo en buenos centros de estudio es una ayuda enorme. Solo puedo agradecer y seguir animando a los benefactores a seguir adelante con su colaboración, tan importante para nosotros.

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Gerardo Ferrara,
Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio.
Responsable de alumnado en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma.

 

 

NACIMIENTO

 

Jesús ha nacido                                                                                                                                                Nadie sabe cómo ha sido

De noche, en la madrugada                                                                                                                           Llegó la hora afortunada

Dime Niño porque lloras                                                                                                                                       Si tu madre está contigo                                                                                                                            Llorando de alegría                                                                                                                                     Porque ha llegado el día

Dime Niño, Niño, Niño,                                                                                                                            Bendito de arriba abajo                                                                                                                                   Con arrobo te mira el padre,                                                                                                                  Suspirando por el bien llegado

María escucha, canta la mañana,                                                                                                                Se sonríe el Sol saliente,                                                                                                                                        La arboleda se balancea.                                                                                                                                   Los vientos se adormecen…

Y tú y yo, adorando sin saber                                                                                                                     Dónde está el sitio                                                                                                                                                Si en el cielo o en la tierra                                                                                                                          Porque el alma se nos marcha                                                                                                                        Para besar al niño.

Dime Niño, Niño, Niño

¿Escuchas los cantares,                                                                                                                              ¿Notas los besos?

Siempre a tus pies benditos                                                                                                                     Llorándolos con alegría                                                                                                                                  Que son muy chiquititos

 

Mario Ealde                                                                                                                                                    Navidad 2022

 

Puerta de Luz

Ya anuncian las auroras el inicio

del cambio incomparable entre la gente,

otros modos de ser, el beneficio

de amar y respetar lo diferente.

 

Ya fluye el rayo tibio y esplendente,

penetra  en derredor cada resquicio

y con su  pincelada, consecuente,

brinda la novedad del Natalicio.

 

Jesús nace en Belén, cruza la Historia,

conjuga un siglo a otro, los despierta

y su eco repercute en la memoria.

 

¡En el espacio azul, la estrella es puerta

de la alborada en flor hacia la Gloria

que todos percibimos, , pura, cierta!

 

 

¿Sabes qué es el “Te Deum”? – ¿Por qué se reza al finalizar el año?

  • te deum

 

Te Deum – Una antiquísima oración cristiana

 

El “Te Deum” (“A Ti, Oh Dios“) es un antiquísimo himno cristiano de alabanza y acción de gracias a Dios. Actualmente el Papa lo reza solemnemente cada 31 de diciembre, para dar gracias a Dios por el año que termina. También se canta en las grandes solemnidades.

 

Suele ser entonado en momentos de celebración. El himno continúa siendo regularmente utilizado por la Iglesia católica, en el Oficio de las Lecturas encuadrado en la Liturgia de las Horas. También se suele entonar en las misas celebradas en ocasiones especiales como en las ceremonias de canonización, la ordenación de presbíteros y proclamaciones reales.

Los cardenales lo entonan tras la elección de un papa. Posteriormente, los fieles de todo el mundo para agradecer por el nuevo papa, lo cantan en las catedrales.

Compuesto originalmente en latín, el nombre se debe a que así empieza su primer verso. Se suele denominar también “Himno Ambrosiano” pues, según una leyenda, lo compusieron en común San Ambrosio de Milán y San Agustín de Hipona: en el año 387, cuando San Agustín recibió el bautismo de manos de San Ambrosio, este último, movido por el Espíritu Santo, improvisó el himno y Agustín iba respondiendo a sus versos. Empero, estudios recientes han verificado que el Te Deum en realidad fue escrito en el siglo IV por Aniceto de Remesiana.

Por tanto, su origen se remonta probablemente a la primera mitad del siglo IV. En su forma actual se encuentra por primera vez en el “Antiphonarium Benchorense” de Bangor (Irlanda del Norte), que se debe fechar alrededor del año 690. Desde el siglo IX, se han conocido también diversas traducciones.

 

Muchos compositores (Haydn, Mozart, Berlioz) le han puesto música.

En latín:

Te Deum laudamus: te Dominum confitemur.
Te æternum Patrem omnis terra veneratur.
Tibi omnes Angeli; tibi cæli et universæ Potestates;
Tibi Cherubim et Seraphim incessabili voce proclamant:
Sanctus, Sanctus, Sanctus, Dominus Deus Sabaoth.
Pleni sunt cæli et terra maiestatis gloriæ tuæ

Te gloriosus Apostolorum chorus,
Te Prophetarum laudabilis numerus,
Te Martyrum candidatus laudat exercitus.
Te per orbem terrarum sancta confitetur Ecclesia,
Patrem immensæ maiestatis:

 

Venerandum tuum verum et unicum Filium;
Sanctum quoque Paraclitum Spiritum.

Tu Rex gloriae, Christe.
Tu Patris sempiternus es Filius.
Tu ad liberandum suscepturus hominem,
non horruisti Virginis uterum.

Tu, devicto mortis aculeo,
aperuisti credentibus regna caelorum.
Tu ad dexteram Dei sedes, in gloria Patris.
Iudex crederis esse venturus.

Te ergo quaesumus, tuis famulis subveni:
quos pretioso sanguine redemisti.
Aeterna fac cum sanctis tuis in gloria numerari.

(Posteriormente se añadió esta parte, con fragmentos de Salmos:)

Salvum fac populum tuum, Domine, et benedic hereditati tuae.
Et rege eos, et extolle illos usque in aeternum.
Per singulos dies benedicimus te;
Et laudamus Nomen tuum in saeculum, et in saeculum saeculi.
Dignare, Domine, die isto sine peccato nos custodire.
Miserere nostri Domine,
miserere nostri.
Fiat misericordia tua, Domine, super nos,
quemadmodum speravimus in te.
In te, Domine, speravi: non confundar in aeternum.

 

 

En español

A ti, oh Dios, te alabamos,
a ti, Señor, te reconocemos.
A ti, eterno Padre,
te venera toda la creación.

Los ángeles todos, los cielos
y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:

Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios de los ejércitos.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad de tu gloria.

A ti te ensalza el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.

A ti la Iglesia santa,
extendida por toda la tierra,te aclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero, digno de adoración,
Espíritu Santo, defensor.

Tú eres el Rey de la gloria, Cristo.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana sin desdeñar el seno de la Virgen.

Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes el Reino de los Cielos.
Tú sentado a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.

Creemos que un día has de venir como juez.

Te rogamos, pues, que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.

Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre para siempre,
por eternidad de eternidades.

Dígnate, Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
En ti, Señor, confié,
no me veré defraudado para siempre.

 

 

Prayer for Peace in Ukraine and Europe during Christmas time

God of peace,

We pray for the people of Ukraine,
for all who are caught up in violence and war, for all those suffering and afraid,
that you will protect them and strengthen them.

We pray for world leaders,
for wisdom, integrity and compassion,
that you will guide their feet in the way of justice and reconciliation.

We pray for church leaders,
for discernment, determination and courage,
that they may speak words of truth and righteousness.

We pray for the people of Russia,
for all those who plead for an end to violence and conflict,
for all those who are persecuted for speaking against aggression, that you will console, support and guard them.

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We ask for comfort for those who mourn,

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hope for those who despair,

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forgiveness for those who commit violence,

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and mercy for all who suffer.

In the name of Jesus Christ, our Prince of Peace. Amen.

H.Em. Card. Jean-Claude Hollerich SJ

Archbishop of Luxembourg President of COMECE

Rev. Christian Krieger

President of the Protestant Federation of France President of CEC

 

PARA VER ESTA NAVIDAD. DISCERNIR LOS DOS AMORES

1) Para saber

“Dos son los amores que en esta vida luchan entre sí en toda tentación: el amor al mundo y el amor a Dios. Y el que venciere de estos dos, arrastra hacia sí al amante como una gran mole”, afirma san Agustín (Sermón 344). A su vez, Hermas, autor del siglo II, habla de dos consejeros que nos acompañan toda la vida: el ángel de justicia y el de maldad. Importa discernirlos. El ángel de justicia es delicado, manso y tranquilo. Nos habla de pureza, de santidad, de no codiciar, de toda obra virtuosa. En cambio, el consejero maligno es impaciente y amargado. Se le reconoce en la impaciencia y amargura, o el ansia de muchos manjares y embriagueces, de soberbia, de placeres inconvenientes.

En la reciente Audiencia General, el papa Francisco nos invita a discernir teniendo presente la Palabra de Dios, a Jesucristo. La Navidad nos recuerda que Cristo vino al mundo para facilitar y hacer posible que el hombre conozca la Verdad y pueda poner su corazón en Dios. Un famoso director de cine tuvo que discernir su futuro. Veamos.

2) Para pensar

Si no se sabe qué película ver estos días navideños, se puede elegir el clásico “Qué bello es vivir” (It’s a Wonderful Life”, 1946). Muestra la importancia de los valores y cómo al vivirlos se tienen muchas consecuencias buenas, muchas inimaginables, en las personas y en la misma sociedad.

Su director Frank Capra (1897-1991), de fe católica, describió en un manuscrito hallado recientemente, que en una noche sintió muy clara la tentación diabólica de hacer películas sin valores. De joven Capra no era muy allegado a la fe, pero un amigo le dijo algo que le cambió la vida: “Los talentos que tiene, Señor Capra, no son suyos. Dios le dio esos talentos para usarlos en su propósito”. Entonces, reevaluó su fe y la tomó en serio. En su película “Vive como quieras”, mostró el amor al prójimo que Cristo enseñó, que es la fuerza más poderosa en la vida: “Mis películas deben permitir que todos los hombres, mujeres y niños sepan que Dios los ama, que yo los amo y que la paz y la salvación se convertirán en una realidad solo cuando todos aprendan a amarse unos a otros”.

Capra escribió que la humanidad necesita dramatizaciones que muestren que “el hombre es esencialmente bueno, un átomo viviente de divinidad; que la compasión por los demás, amigos o enemigos, es la más noble de todas las virtudes. Hay que hacer películas para decir estas cosas, para contrarrestar la violencia y la mezquindad”. Concluía el escritor Matt Archbold: “Cuando veo a las personas que no le gustan las películas de Capra, creo que estoy en el lado correcto. Así que este año, estaré viendo ‘Qué bello es vivir’, feliz de saber que al diablo no le gusta”.

3) Para vivir

La Navidad muestra el deseo de Dios de dialogar con nosotros. La Biblia, señala el Papa Francisco, nos advierte que la voz de Dios resuena en la calma, en el silencio. Como con el profeta Elías, a quien el Señor le habla no en el viento fuerte, ni en el terremoto, sino en una brisa suave. La voz de Dios no se impone, es discreta, respetuosa. No es fácil entrar en esa paz del corazón, porque estamos ocupados en muchas cosas. Esta Navidad es un tiempo propicio para entrar en uno mismo y encontrarnos con Dios. (articulosdog@gmail.com)

 

 

Año nuevo, vida nueva. Y siempre es mejor en familia

Como cada año llega el momento de dejar atrás el año que termina y darle la bienvenida al año que llega con nuevos retos y con grandes oportunidades.

Para muchos es algo difícil ya que implica dejar atrás situaciones complicadas, dolorosas o que nos causaron angustia y tristeza, pero para otros es motivo de gran alegría y agradecimiento a Dios por la oportunidad que nos da de vivir un año más y de tratar de hacer mejor las cosas cotidianas en este nuevo año.

Como papás tenemos la hermosa tarea de educar a nuestros hijos y también en estas épocas podemos hacerlo si les enseñamos a ver cada acontecimiento con ojos optimistas y a tomar todo con una actitud positiva, por eso aquí te dejo mis 5Tips para lograr que este año que comienza lo podamos recibir con una actitud positiva.

PRIMERO. Haz una lista de lo que quieres alcanzar este año.

Ya no quiero hablar de propósitos porque esos se olvidan con mucha facilidad o se hacen tan ideales que poco podemos realizarlos.

Este año me gustaría ser más practica y hacer una lista muy concreta de lo que queremos alcanzar, de lo que necesitamos lograr, de lo que queremos emprender; pero es necesario ponerle una fecha concreta y si es algo a largo plazo, debemos ponerle fechas intermedias para que sea medible y por lo mismo alcanzable.

Es bueno recordar que esta lista siempre estará sujeta a revisiones y cambios dependiendo de los avances o de las circunstancias que nos van rodeando.

Sería ideal hacer una por cada miembro de la familia y una lista familiar, ya que hay cosas que como familia queremos y podemos alcanzar o lograr.

SEGUNDO. Haz una lista de lo que quieres cambiar.

Como todos somos imperfectos, siempre hay algo que mejorar o que podemos hacer de otra forma para tratar de mejorar.

Es importante hacer una lista de todo eso y darle prioridad desde lo más urgente e importante hasta lo que es importante pero no tan urgente, así podremos enfocarnos poco a poco, a lo largo del año, a realizar lo que más nos hace falta.

Esta lista también debe ser muy realista y concreta y a esta también le podemos poner fechas, pero deben ser tentativas para no generarnos estrés ni ansiedad si no lo logramos.

Es importante recordar que corregir siempre cuesta más trabajo que comenzar de cero, por eso esta lista debe estar abierta a correcciones, adecuaciones y, por que no, a cambios inesperados.

Debemos recordar que lo único que buscamos es nuestra mejora continua y estos cambios siempre deben ir enfocados a esto.

TERCERO. Haz un plan de acción para lograr los dos anteriores.

Con las dos listas anteriores es tiempo de hacer una estrategia para lograr llevar a cabo lo más posible de las dos.

Hay cosas que se pueden realizar a la par, otras que dependen de las primeras, algunas más que conllevan alguna mejora y algún reto a realizar, etc.

Por esto el plan estratégico nos puede ayudar mucho. Podemos tomar el calendario y tratar de acomodar durante los meses del año las acciones que están en nuestras listas, podemos hacerlo más específico, por ejemplo por semana, etc.

En realidad cada uno de nosotros marcamos el paso y debemos estar muy conscientes de que nuestra estrategia debe ser revisada constantemente, ya que como somos personas, nuestras circunstancias cambian y nuestra estrategia también debe adecuarse a nuestras necesidades personales.

Para no perder las listas y para evitar que nuestra estrategia se traspapele con le paso del tiempo podemos hacerla en una libreta especial y podemos ir anotando cómo vamos avanzando o lo que se nos ha atorado a lo largo del tiempo. Esta libreta la podemos poner en un lugar accesible a nosotros y muy visible por ejemplo la mesita de noche, nuestro escritorio o, para nosotras las mamás, en alguna alacena o cajón de la cocina.

Lo importante es que la tengamos a la mano y la podamos revisar constantemente.

Si logramos hacerla en modo de lista, podemos ir palomeando lo que vamos logrando y esto nos ayudará a darnos ánimo pues podemos notar nuestro avance.

CUARTO. Ofrece todo a Dios y manos a la obra.

Es importante no confiar solo en nuestras fuerzas, sino que debemos echar mano de la ayuda de Dios.

Si nuestra estrategia se la ofrecemos a Dios y le pedimos que nos ayude a lograr nuestras metas, si son para su gloria y bien de nuestra alma, seguro que nos ayudará.

Podemos hacer una pequeña oración en casa o el día de año nuevo podemos llevar nuestra libretita para ponerla bajo la protección de Dios y que la bendigan cuando bendigan el año que comienza.

Esto nos hará tomar todo más en serio y trabajar duro por lograr todo lo que nos hemos propuesto para el nuevo año.

Y QUINTO. Siempre es mejor en familia.

¡Claro! Cuando todos los miembros de la familia estamos en la misma dinámica es más fácil que nos apoyemos y nos echemos porras.

Como papás, debemos animar a los que veamos mas atrasados, ayudar a los más pequeños para que puedan hacer su estrategia y sobre todo explicarles a todos que todo esto lo hacemos para ser mejores personas y así seguir caminando hacia el cielo, que al final de cuentas, es lo que todos debemos buscar, llegar a estar un día en la presencia de Dios y gozar de su Amor por siempre y eso solo se logra con nuestras buenas obras, portándonos bien, cumpliendo con la voluntad de Dios y sobre todo, con la gracia de Dios.

Que Dios nos conceda un año muy bendecido y lleno de su amor.

 

 

¿Qué es el arrepentimiento?

 

Escrito por R.C. Sproul

 

  1.             ¿Qué es el arrepentimiento?

¿Te han preguntado alguna vez qué cosa cambiarías si pudieras vivir otra vez? A mí me sorprende cuando la gente responde que no cambiarían nada. Simplemente no concibo que alguien no tenga nada que quisiera cambiar.

¿Acaso no tenemos todos remordimientos? Por cierto, como cristianos que entendemos nuestro pecado, apreciaríamos la oportunidad de volver a vivir parte de nuestro pasado. Quizá habría palabras que querríamos guardarnos, o escenas dolorosas que nos gustaría reescribir. Estos deseos apuntan hacia nuestra necesidad de arrepentimiento.

Es de vital importancia que entendamos el concepto bíblico de arrepentimiento. Este es esencial no solo en el Nuevo Testamento, sino en toda la Escritura. El evangelio de Marcos comienza con la aparición de Juan el Bautista, quien viene del desierto anunciando el acercamiento del reino de Dios. Su mensaje para el pueblo de Israel era muy simple: lo llamó al arrepentimiento. No mucho después, Jesús comenzó su ministerio público, predicando exactamente el mismo mensaje: “Después de que Juan fue encarcelado, Jesús fue a Galilea para proclamar el evangelio del reino de Dios. Decía: ‘El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepiéntanse, y crean en el evangelio!’” (Mc  1, 14-15).

Este tema es recurrente en todo el Nuevo Testamento. Cuando la gente escuchaba a Cristo o la predicación de los apóstoles, solían responder diciendo: “¿Qué deberíamos hacer?”. Las respuestas tenían una forma similar: “Crean en Cristo”, “crean y bautícense”, o “arrepiéntanse y bautícense”. Dado que el concepto del arrepentimiento es tan esencial en la predicación apostólica, es de suma importancia que lo comprendamos cabalmente.

La palabra arrepentimiento viene de la palabra griega metanoia. El prefijo meta puede significar “con”, “junto a”, o “después”. Una palabra castellana derivada es metafísica. El estudio de la física es el estudio de aquellos elementos de la naturaleza que son visibles, perceptibles, y físicos. La metafísica es un intento de llegar más allá del mundo físico al ámbito trascendente. La raíz noia es la forma verbal del sustantivo que aparece frecuentemente en la Biblia como nous. Esta es simplemente la palabra griega para “mente”. En su forma más simple, el término metanoia tiene que ver con “la mente posterior”, o lo que podríamos llamar una reconsideración. En el idioma griego, llegó a significar “un significativo cambio de mentalidad”.

Por lo tanto, en el sentido más básico, el concepto bíblico de arrepentimiento significa “cambiar de parecer”. No obstante, pronto veremos que no solo se trata del juicio intelectual, tal como cambiar nuestro enfoque después de tratar de resolver un problema. En términos generales, metanoia tiene que ver con el cambio de parecer respecto a nuestro comportamiento. Incluye la idea de compunción. La compunción significa sentir remordimiento por una acción en particular. No solo implica una evaluación intelectual, sino también una  reacción emocional o visceral. El sentimiento que con mayor frecuencia se asocia al arrepentimiento en la Escritura es el de remordimiento, contrición, y una sensación de pesar por haberse comportado de determinada forma. Por lo tanto, el arrepentimiento implica tristeza por determinada conducta previa.

El concepto de arrepentimiento está profundamente arraigado en la experiencia del Israel veterotestamentario. Cuando los estudiosos examinan la noción de arrepentimiento en el Antiguo Testamento, suelen distinguir entre  dos tipos de arrepentimiento. El primero es un arrepentimiento cultual o ritual, y el segundo es un arrepentimiento profético.

Consideremos primero el arrepentimiento cultual o ritual. En nuestro  tiempo, la palabra cultual puede ocasionar malentendidos. Cuando hablamos de un culto, pensamos en grupos de personas radicales lideradas por falsos maestros. Pero el término cultual, usado en el verdadero sentido teológico, no se refiere a grupos desviados sino a los patrones de conducta o la vida religiosa de una comunidad determinada. El culto de Israel en el Antiguo Testamento era su práctica común de observancia religiosa. El culto de Israel fue instituido por Dios. En su ley, él no solo definió cómo debía comportarse moralmente el pueblo, sino también cómo debía comportarse en el ámbito religioso. Por ejemplo, había instrucciones sobre cómo orar, cómo ofrecer sacrificios, y cómo llevar a cabo el ministerio de la adoración en el templo. Todo esto era parte de las prácticas cultuales de Israel.

Asimismo, la estructura religiosa de la vida del Antiguo Testamento incluía muchas prácticas orientadas a facilitar el arrepentimiento. La ira de Dios ardía contra su pueblo por la infiel desobediencia de este, y a consecuencia de ello, el pueblo seguía las instrucciones de Dios sobre cómo quitar de ellos su ira. Dios perdonaba los pecados de ellos, y en la comunidad se restauraba la paz con él. Los rituales de arrepentimiento del Antiguo Testamento solían incluir un llamado a ayunar durante una asamblea solemne. Cuando los israelitas estaban en el desierto, primero eran llevados ante el tabernáculo, y posteriormente al templo. El profeta anunciaba el juicio de Dios y llamaba a un ayuno general. Para desviar la ira de Dios, cada persona dejaba de comer durante un periodo de tiempo determinado como señal nacional de arrepentimiento.

Israel, el pueblo de Dios, también recibió instrucciones de usar cierto tipo de ropa que funcionaría como símbolo externo del arrepentimiento interior del corazón. Por ejemplo, leemos acerca de personas que se cubrían de “silicio y ceniza”. Muchos usaban ropas ásperas e incómodas como un tipo de medida punitiva, infligiéndose incomodidad en señal de arrepentimiento. Algunos incluso tomaban ceniza y la esparcían sobre sus ropas o sobre la frente. Este proceso ritual era una señal de abatimiento. Por ejemplo, después de que Dios le habló a Job desde el torbellino, Job dijo: “Por lo tanto, me retracto de lo dicho, y me humillo hasta el polvo y las cenizas” (Jb 42, 6).

Junto con el cambio de la ropa, se cantaba un particular tipo de canción. Era una lamentación, un canto que expresaba pesar. A veces se usaba el lamento cuando alguien moría, o cuando ocurría una catástrofe. En el Antiguo Testamento, el libro de Jeremías va seguido de un libro más breve llamado Lamentaciones, también escrito por Jeremías. En este libro, Jeremías lamenta que la ira de Dios se hubiera derramado sobre su pueblo impenitente en la destrucción de Jerusalén. Este es un magnífico ejemplo de este tipo de tristeza por el pecado. El verdadero arrepentimiento debía expresarse con el lamento, una canción de pesar, y acompañado de fuertes gritos y gemidos.

Además de esto, en el sistema religioso de Israel había oraciones específicas de arrepentimiento. El libro de los Salmos, una especie de himnario del pueblo de Dios, contiene oraciones y poesía musicalizada y cantada como parte de la liturgia de la comunidad israelita. Está compuesto de distintos géneros: salmos de lamentación, salmos de acción de gracias, y salmos reales, entre otros. Hay salmos que celebran la bondad de la ley de Dios, pero también hay salmos llamados salmos penitenciales, que eran una especie de lamento. Los salmos penitenciales incluyen un reconocimiento de pecado contra Dios, una decisión de apartarse de la mala conducta, y una humilde súplica de que Dios restaure a la persona a un estado de gracia. El más famoso de los salmos penitenciales es el Salmo 51. En este Salmo, David registra su emotiva confesión de pecado tras ser confrontado por el profeta Natán a causa de sus pecados contra Urías y Betsabé.

Una última característica de esta vida ritual eran los días específicos de arrepentimiento. Estos días eran separados no solo para festividades, celebraciones, y conmemoraciones del pasado, sino también para arrepentirse. Eran momentos fijos de reconocimiento y tristeza por el pecado en forma corporativa, y formaban parte de la vida cultual de Israel.

Las prácticas y ritos cultuales del Antiguo Testamento le permitían al pueblo de Israel expresar, verbalizar, y demostrar su tristeza por el pecado. ¿Pero cómo lo hacemos nosotros hoy en día? ¿Cómo mostramos un corazón quebrantado por haber ofendido a Dios? ¿Cómo se demuestra este quebranto en la vida de la iglesia?

En la Iglesia Católica Romana, existe todo un sistema de penitencia ligado a los sacramentos de la iglesia, pero los protestantes al parecer han perdido el camino en cuanto a contar con un método prescrito para mostrar arrepentimiento. Entre las pocas prácticas que existen para facilitar el arrepentimiento está la oración ocasional el domingo por la mañana en la que la congregación confiesa su pecado en forma corporativa y recibe certeza de perdón de parte del ministro.

Las formas específicas de arrepentimiento conllevan el peligro de la mera formalidad externa. Como veremos, se debería dar importancia prioritaria al corazón. Sin embargo, a menudo carecemos de la capacidad de demostrar nuestro arrepentimiento. En este punto, al igual que a las personas del Antiguo Testamento, a nosotros podría resultarnos provechoso contar con formas más estructuradas de demostrar este cambio del corazón.

  1.          Una imagen del arrepentimiento

En mi infancia, yo formé parte del coro de niños de la iglesia. No participaba por una devoción o fervor religioso, sino porque mis padres me obligaban a hacerlo. El coro me causaba vergüenza, porque tenía que usar una túnica y una casulla blanca con un enorme cuello almidonado blanco y un corbatín negro. Los demás chicos me llamaban “el señorito”.

Cantábamos una vez cada dos meses en el servicio de adoración, pero lo más destacado del coro de niños era cuando catábamos el himno “Buscad al Señor”. En esta canción en particular, nos apoyaba el solista principal, un magnífico tenor del coro adulto. En ese entonces yo no era cristiano, pero esta canción sonaba tan majestuosa que las palabras se me quedaban grabadas. El poder de la Palabra de Dios recorría la canción entera, y mientras se cantaba, la Palabra penetraba mi alma y mi mente.

Esto ocurrió hace muchas décadas, pero todavía puedo ver a Dick Dodds parado en la tribuna del coro, cantando “Buscad al Señor mientras pueda ser hallado. Llamadlo mientras esté cercano. Que el malvado abandone sus pensamientos y el impío sus caminos. Pues él tendrá misericordia. Él tendrá misericordia. Él tendrá misericordia y abundante perdón”. Estas palabras estaban tomadas directamente de los profetas (de Isaías 55 en este caso), a quienes les preocupaba profundamente el verdadero arrepentimiento y el lugar de este en la vida del pueblo de Dios.

Ya hemos considerado los rituales judíos del Antiguo Testamento, que incluían las prácticas cultuales del ayuno, el día del arrepentimiento, el cambio  de ropa, y los cantos de lamentación. Con el tiempo, estas prácticas y rituales degeneraron y para muchos se convirtieron en una mera formalidad. Los adoradores simplemente hacían la mímica del arrepentimiento pero carecían de verdadera sinceridad. Durante los siglos VIII y VII A. C., grandes profetas tales como Amós, Jeremías, Isaías, y Oseas vinieron al pueblo a recordarle que Dios exige una tristeza genuina y piadosa que nace del corazón. La cuestión de fondo era esta: el pueblo estaba llamado a rasgar su corazón, no sus vestiduras. Cuando los profetas exhortaban al pueblo de esta forma, no se oponían a la práctica de rasgar las vestiduras, sino que estaban diciendo que no basta con romper la ropa en señal de arrepentimiento; también se debe romper el corazón. Cuando nos damos cuenta de que hemos ofendido a Dios, debemos sentir esa ruptura de nuestra alma.

Para entender mejor esta perspectiva profética del arrepentimiento, observemos el libro de Joel. Este libro se enfoca en la relación entre los rituales de arrepentimiento y la realidad que tales rituales se proponen simbolizar. En el primer capítulo, leemos acerca del llamado de Joel a una asamblea solemne para que el pueblo pueda escuchar un anuncio de parte de Dios.

La palabra del Señor vino a Joel, hijo de Petuel: “Ustedes los ancianos, ¡oigan esto! Y ustedes, los habitantes de toda la tierra, ¡escuchen! ¿Acaso sucedió algo así en sus días, o en los días de sus padres? Esto lo contarán ustedes a sus hijos, y sus hijos a sus propios hijos, y ellos a la generación siguiente. Lo que la oruga dejó se lo comió el saltón, y lo que dejó el saltón se lo comió el revoltón, y lo que el revoltón dejó se lo comió la langosta” (Jl 1, 1-4).

Un severo juicio había caído sobre el pueblo de Dios. La tierra estaba destruida a causa de la sequía y la invasión de insectos que consumían los sembrados de la gente. Para el profeta, todo esto es el juicio de la mano de Dios sobre el pueblo por su pecado. Por lo tanto, hay un llamado al pueblo a regresar, a cambiar su pensamiento, a arrepentirse.

Joel dice: “Despierten, borrachos, y lloren; y todos ustedes, los que beben vino, giman por causa del mosto, porque se les va a quitar de la boca” (v. 5).

Incluso los cultivos de las viñas habían sido destruidos, y el profeta llamaba a aquellos que deambulaban aturdidos por la borrachera a despertar y ver que incluso el placer que recibían del fruto de la vid se había secado. Joel está anunciando que ha llegado el día del arrepentimiento.

Él continúa diciendo: “Llora tú, como joven vestida de ropas ásperas por el marido de su juventud” (v. 8, RV95). Para la mayoría de las mujeres, la selección de un vestido de novia es de suma importancia. La novia será el centro de atención mientras camina al altar para casarse legítimamente con el novio que la espera. Los asistentes quedan embobados al ver a la mujer vestida con el más fino traje que usará en su vida. Aquí, el profeta Joel dice que Israel es como una novia que no está adornada con un bello vestido, sino con ropas ásperas. Imagina asistir a una boda donde la novia se presente vestida con un feo y gastado saco de arpillera. Esa es la ilustración que usa Joel para mostrar cómo se espera que se demuestre el arrepentimiento. Es una cruda imagen de lamento en lugar de regocijo.

Joel escribe: “Los sacerdotes que sirven al Señor están de luto. Los campos están asolados y de luto, porque el trigo ha sido destruido. Mosto no hay, y el aceite se ha perdido” (vv. 9b-10). En la economía de Israel en la antigüedad, el aceite de oliva era muy importante. El profeta está diciendo: “Ahora toda la economía nacional está en bancarrota. Todo se ha secado. Avergüéncense, agricultores. Laméntense, viñadores. Laméntense por el trigo y la cebada porque la cosecha en el campo se ha perdido y el gozo se ha marchitado”.

En el verso 13, vemos nuevamente las instrucciones para mostrar arrepentimiento. “Ustedes los sacerdotes, ministros del altar, ¡vístanse de luto y lloren! Vengan y duerman con el cilicio puesto, ministros de mi Dios, porque en la casa de su Dios ya no hay ofrendas ni libaciones” (v. 13). Nótese que el más enfático llamado al arrepentimiento en esta hora de calamidad nacional va dirigido a los sacerdotes. Ellos eran los que soportaban la carga de la culpa nacional. Los profetas de Israel funcionaban como la conciencia de la nación, y la tarea de los profetas de llamar a los sacerdotes al arrepentimiento era especialmente difícil. Cuando los sacerdotes se corrompían, la verdadera piedad se ocultaba del pueblo. En lugar de instruir al pueblo en la piedad, los falsos profetas y sacerdotes corruptos trataban de agradar al pueblo más bien que de ministrarlo. En lugar de exhortar al pueblo, lo adulaban. En lugar de llamar al pueblo al arrepentimiento cuando pecaba, los sacerdotes se coludían con el pueblo, y lo hacían sentir bien antes que arriesgarse a ofenderlo. Era una religión orientada a sentirse bien. Pero el profeta llega con la Palabra de Dios y dice a los ministros: “Laméntense, lloren, y póstrense con ropas ásperas y ceniza”.

El siguiente verso dice: “Proclamen ayuno, convoquen a una asamblea; congreguen en la casa del Señor su Dios a los ancianos y a todos los habitantes de la tierra, e imploren su ayuda” (v. 14). Todos estos son elementos del ritual para el arrepentimiento en el Antiguo Testamento. Más adelante, leemos: “Por eso, vuélvanse ya al Señor de todo corazón, y con ayuno, lágrimas y lamentos. — Palabra del Señor. Desgárrense el corazón, no los vestidos” (Jl 2,12-13a).

El concepto central del arrepentimiento en el Antiguo Testamento puede condensarse en una palabra: conversión. Esta palabra se escucha frecuentemente en la jerga cristiana de hoy, y es el punto focal del llamado profético al arrepentimiento. Nadie nace biológicamente cristiano. Para hacerse cristiano, tiene que ocurrir algo a través de lo cual la persona es radicalmente transformada. Esto está vinculado con el concepto bíblico de metanoia, aquel cambio de mentalidad que no es el mero ajuste intelectual de un concepto, sino el vuelco de la vida en su totalidad. Para el profeta, el arrepentimiento no es un mero ritual religioso, sino que es esencial para la conversión del alma. Significa el cambio de la totalidad de nuestro ser.

En la vida de cada persona existe un punto de inflexión, un momento crucial que define nuestra existencia. Puede ser el encuentro con cierta persona, conseguir determinado empleo, o experimentar un desastre en particular. Para la nación de Israel, ese punto fue cuando Dios la fundó. Dios le dio al pueblo su identidad como su pueblo escogido, hizo un pacto con él, y le dio ciertos preceptos que debía seguir. El pueblo prometió que seguiría a Dios, que obedecería sus mandamientos, y lo amaría de todo corazón. Pero de tanto en tanto, la nación se desviaba, y entonces los profetas venían a ella y decían: “Ustedes tienen que volverse al Señor”.

Antes de que el pecado entrara en el mundo, hubo un tiempo cuando toda la raza humana estaba incorporada a nuestro cabeza de pacto, Adán, quien nos representaba ante Dios y gozaba de obediencia delante de Dios y de una perfecta comunión con él. Milton escribió sobre esto en su obra épica El paraíso perdido. Perdimos el paraíso cuando nos alejamos de Dios y cada persona siguió su propio camino. Así que hoy en día, cuando llamamos a la gente a la conversión, todavía es apropiado pensar en ello como un “regreso a casa”, un retorno a donde estábamos originalmente, en la presencia de Dios, en comunión con Dios, y en sumisión a Dios. El llamado al arrepentimiento es un llamado al retorno, un llamado a volver a casa.

El punto de inflexión más importante de mi vida fue mi conversión; no hay otro acontecimiento en mi vida que tuviese un impacto tan radical en todo lo que vino después. Toda mi vida fue cambiada y remecida. No que me volviera perfecto o me deshiciera del pecado de la noche a la mañana. Pero en este metanoia, este cambio de mentalidad, la dirección de mi vida dio un vuelco radical. Antes del metanoia, antes del arrepentimiento de conversión, nuestra vida se va alejando de Dios. Cuanto más tiempo vivimos en la impenitencia, y más tiempo permanecemos en un estado no convertido, tanto más nos alejamos de Dios. La conversión no significa que saltemos instantáneamente del pecado a la perfección, sino que nuestra vida experimenta un retorno fundamental. Desde el momento de nuestra conversión, nuestra vida toma una dirección distinta, de regreso a Dios.

Piensa en los puntos de inflexión más decisivos de tu vida. ¿Cuáles fueron esos momentos, cuáles fueron las decisiones o los sucesos que te alejaron de Dios?

¿Cuáles fueron esos momentos en tu vida que te cambiaron para bien? Ahora hazte estas preguntas: ¿eres una persona convertida? ¿Hacia dónde te diriges?

¿Cuál es tu rumbo? ¿Necesita tu vida un retorno?

  1.        Un modelo de arrepentimiento

En la obra de Shakespeare Macbeth, hay una potente metáfora para el arrepentimiento. Lady Macbeth, la ambiciosa y astuta esposa del protagonista de la obra, está deshecha por la culpa por su participación en el asesinato del Rey Duncan. Una noche, mientras camina sonámbula y alucina, recuerda sus crímenes. Angustiada, intenta lavar la sangre de sus manos. Sin embargo, no hay jabón lo bastante potente para quitar la mancha de su culpa, y ella grita: “¡Fuera, mancha maldita!”.

Esta imagen de ser limpiado es central en el concepto bíblico del arrepentimiento. Podemos vernos tentados a concebir el arrepentimiento meramente en términos de perdón, pero también se trata de limpieza. Estamos corrompidos, y debemos ser limpiados. También podemos vernos tentados a concebir el arrepentimiento como un accesorio opcional de la fe. A fin de cuentas, la justificación es solo por la fe. Pero la justificación no excluye el arrepentimiento. El arrepentimiento no es un concepto secundario en la Biblia; más bien es central en la conversión y la justificación.

Como guía para analizar estos temas tomaremos el Salmo 51. Este Salmo, uno de los salmos penitenciales, fue escrito por David después de ser confrontado por el profeta Natán. Natán declaró que David había pecado gravemente contra Dios al tomar a Betsabé como esposa y al asesinar al esposo de ella, Urías.

Es importante ver la angustia y la sincera compunción que experimenta David, pero también debemos entender que el arrepentimiento del corazón es la obra de Dios el Espíritu Santo. David se arrepiente debido a la influencia del Espíritu Santo sobre él. No solo eso, sino que al escribir esta oración, lo hace bajo la inspiración del Espíritu Santo. El Espíritu Santo demuestra en el Salmo 51 de qué forma él produce arrepentimiento en nuestro corazón. Ten esto presente a medida que miramos el pasaje.

El Salmo 51 comienza así: “Dios mío, por tu gran misericordia, ¡ten piedad de mí!; por tu infinita bondad, ¡borra mis rebeliones!” (v. 1). Aquí vemos un elemento fundamental para el arrepentimiento. Normalmente, cuando una persona se da cuenta de su pecado y se aparta de él, se entrega a la misericordia de Dios. El primer fruto del arrepentimiento auténtico es el reconocimiento de nuestra profunda necesidad de misericordia. David no le pide justicia a Dios. Él sabe que si Dios tratara con él conforme a la justicia, sería destruido de inmediato. En consecuencia, David comienza su confesión suplicando misericordia.

Cuando David le implora a Dios que borre sus rebeliones, le está pidiendo que quite la mancha de su alma, que cubra su iniquidad, y lo limpie del pecado que ahora es parte permanente de su vida. Así que él dice: “Lávame más y más de mi maldad; ¡límpiame de mi pecado!” (v. 2).

Las ideas de perdón y limpieza están relacionadas, pero no son lo mismo. En el Nuevo Testamento, el apóstol Juan escribe: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1Jn 1, 9). Con un espíritu de arrepentimiento, vamos delante de Dios y confesamos nuestros pecados, y le pedimos no solo el perdón, sino también la fuerza para abstenernos de volver a cometer ese pecado. Tal como hace David en este salmo, pedimos que nuestra inclinación al mal sea eliminada.

David continúa: “Reconozco que he sido rebelde; ¡mi pecado está siempre ante mis ojos!” (Sal 51, 3). Este no es un mero reconocimiento trivial de culpa. David es un hombre atribulado; él dice “yo sé que soy culpable”. No intenta minimizar su culpa. No intenta auto-justificarse. Nosotros, sin embargo,  a menudo somos maestros de las justificaciones y rápidos para excusarnos presentando todo tipo de razones para nuestra conducta pecaminosa. Pero en este texto, por el poder del Espíritu Santo, David es llevado al punto donde es honesto delante de Dios. Él admite su culpa, pues se da cuenta de que su pecado siempre está presente. No se puede deshacer de él, y eso lo atormenta.

Entonces David clama: “Contra ti, y sólo contra ti, he pecado; ¡ante tus propios ojos he hecho lo malo!” (v. 4a). En cierto sentido, aquí David está usando la hipérbole. Él ha cometido un terrible pecado contra Urías, la familia y los amigos de Urías, Betsabé, y toda la nación del pueblo de Dios. Pero David entiende que a fin de cuentas el pecado es una ofensa contra Dios, porque Dios es el único ser perfecto en el universo. Puesto que Dios es el juez del cielo y la tierra, todo el pecado se define como la transgresión de la ley de Dios y es una ofensa contra su santidad. David sabe que es así y lo reconoce. Él no está minimizando la realidad de su pecado contra los seres humanos, sino que reconoce que en definitiva su pecado es contra Dios.

Luego David hace una declaración que suele pasarse por alto. Está en la segunda parte del verso 4 y es una de las expresiones más potentes de verdadero arrepentimiento que encontramos en la Escritura: “Eso justifica plenamente tu sentencia, y demuestra que tu juicio es impecable” (v. 4b). En esencia, David está diciendo: “Oh Dios, tú tienes todo el derecho a juzgarme, y está claro que no merezco otra cosa que tu juicio y tu ira”. David reconoce que Dios es intachable y tiene todo el derecho a juzgarlo. No hay manera de negociar o regatear con Dios.

“¡Mírame! ¡Yo fui formado en la maldad! ¡Mi madre me concibió en pecado! ¡Mírame! Tú amas la verdad en lo íntimo; ¡haz que en lo secreto comprenda tu sabiduría!” (vv. 5-6). Dios no solo quiere de nosotros la verdad, sino que la quiere desde lo profundo de nosotros. David reconoce que ha fracasado en hacer lo que Dios ordena, y que su obediencia a menudo es una mera ceremonia externa en lugar de actos que broten del centro de su ser.

Luego David clama una vez más pidiendo ser limpiado: “¡Purifícame con hisopo, y estaré limpio! ¡Lávame, y estaré más blanco que la nieve! (v. 7). Se puede sentir el absoluto desvalimiento en la voz de David. Él no dice: “Dios, espera un momento. Antes de que continúe este diálogo en oración, tengo que limpiarme las manos. Tengo que lavarme”. David sabe que él es incapaz de quitarse la mancha de su culpa. Él no puede compensar el mal. Debemos unirnos a David y reconocer que no podemos hacer expiación por nuestros propios pecados.

Más tarde, por medio del profeta Isaías, Dios hizo esta promesa: “Vengan ahora, y pongamos las cosas en claro. Si sus pecados son como la grana, se pondrán blancos como la nieve. Si son rojos como el carmesí, se pondrán blancos como la lana” (Is 1, 18). A Dios le place limpiarnos cuando nos encuentra en el lodo.

Luego David dice: “¡Lléname de gozo y alegría!” (Sal 51, 8a). El arrepentimiento es un hecho doloroso. ¿Quién disfruta de pasar por la confesión del pecado y el reconocimiento de la culpa? La culpa es el más potente destructor del gozo que pueda haber. Aunque David no está muy feliz en este momento, le pide a Dios que restaure su alma y lo haga sentir gozo y alegría nuevamente. A esto se refiere cuando dice: “… ¡y revivirán estos huesos que has abatido!” (v. 8b). Es una frase interesante, ¿no es así? Él dice: “Dios, tú me has quebrantado. Mis huesos están abatidos; no fue Satanás ni Natán quienes abatieron mis huesos, sino que fuiste tú cuando me hiciste ver mi culpa. Así que estoy delante de ti como un hombre quebrantado, y la única manera en que puedo seguir adelante es que tú me sanes y me devuelvas el gozo y la alegría”.

A continuación, David dice: “No te fijes ya en mis pecados; más bien, borra todas mis maldades. Dios mío, ¡crea en mí un corazón limpio! ¡Renueva en mí un espíritu de rectitud!” (vv. 9-10). La única forma de tener un corazón limpio  es mediante una obra de re-creación divina. Yo soy incapaz de crear algo así en mi ser. Solo Dios puede crear un corazón limpio, y él efectivamente crea corazones limpios al borrar nuestro pecado.

Luego David clama: “¡No me despidas de tu presencia, ni quites de mí tu santo espíritu! (v. 11). David se da cuenta de que esto es lo peor que le puede ocurrir a cualquier pecador. Él sabe que Dios efectivamente nos expulsará de su presencia si permanecemos en la impenitencia. Jesús advierte que aquellos que lo rechacen serán raídos de Dios para siempre. Pero la oración de arrepentimiento es un refugio para el creyente. Es la respuesta piadosa de alguien que sabe que está en pecado. Este tipo de respuesta debería caracterizar la vida de todos los que están convertidos.

David prosigue: “¡Devuélveme el gozo de tu salvación! ¡Dame un espíritu dispuesto a obedecerte! Así instruiré a los pecadores en tus caminos; así los pecadores se volverán a ti” (vv. 12-13). A menudo escuchamos que a la gente no le gusta juntarse con los cristianos porque estos muestran una arrogante actitud de auto-justificación, o una actitud mojigata de superioridad moral. Pero no debería ser así. Los cristianos no tienen nada de qué jactarse; no somos personas justas tratando de corregir a los injustos. Como dijo un predicador: “El evangelismo no es más que un mendigo diciéndole a otro mendigo donde hallar pan”. La principal diferencia entre el creyente y el incrédulo es el perdón. Lo único que califica a una persona para ser ministro en nombre de Cristo es que esa persona haya experimentado el perdón y quiera contárselo a otros.

“Abre, Señor, mis labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Aún si yo te ofreciera sacrificios, no es eso lo que quieres; ¡no te agradan los holocaustos! Los sacrificios que tú quieres son el espíritu quebrantado; tú, Dios mío, no desprecias al corazón contrito y humillado” (vv. 15-17). Aquí es donde encontramos el corazón mismo del arrepentimiento profético, como vimos en el capítulo anterior. La verdadera naturaleza del arrepentimiento piadoso se encuentra en la oración “tú, Dios mío, no desprecias al corazón contrito y humillado”. David está diciendo que si él pudiera hacer expiación por sus propios pecados, la haría; pero el caso es que su única esperanza es que Dios lo acepte conforme a su misericordia.

La Biblia nos dice explícitamente y nos muestra implícitamente que Dios resiste al altivo y da gracia al humilde. David sabe que eso es cierto. En su quebrantamiento, él conoce a Dios y sabe cómo se relaciona Dios con las personas arrepentidas. Él entiende que Dios jamás detesta o desprecia un corazón contrito y quebrantado. Esto es lo que Dios desea de nosotros. Esto es lo que Jesús tenía en mente cuando dijo: “Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mt 5, 4). Este texto no se refiere simplemente a la tristeza por la pérdida de un ser querido, sino también a la tristeza que experimentamos cuando nuestro pecado nos inculpa. Jesús nos asegura que cuando nos entristecemos por nuestro pecado, Dios nos consolará por medio de su Espíritu Santo.

Yo recomendaría que todos los cristianos se aprendieran el Salmo 51 de memoria. Es un modelo perfecto de piadoso arrepentimiento. Muchas veces en mi vida he venido al Señor y le he dicho: “Dios mío, ¡crea en mí un corazón limpio!”, o “¡borra mis rebeliones! Purifícame con hisopo. Lávame y límpiame”. Muchas veces he orado: “¡Devuélveme, oh Señor, el gozo de tu salvación!”, y he clamado: “Contra ti, y sólo contra ti, he pecado”. Cuando nos sentimos abrumados por la realidad de nuestra culpa, nos faltan las palabras para tratar de expresar nuestro arrepentimiento delante de Dios. En tales ocasiones, es una verdadera bendición tener en nuestros labios las palabras de la Escritura misma.

  1.         Regeneración y arrepentimiento

Hace muchos siglos, San Agustín generó cierta controversia con una simple oración. Agustín oró: “Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”. Pelagio, el famoso compañero de disputa teológica de Agustín, se disgustó y reaccionó en forma bastante negativa. Pelagio alegaba que si Dios nos ordena algo, la razón indicaría que nosotros somos capaces de hacer lo que él ordena sin su ayuda.

Pero Agustín reconocía lo que Pelagio se negaba a admitir: que somos criaturas caídas, y desde la caída, somos moralmente incapaces de hacer todo lo que Dios ordena. La caída nos infecta por completo hasta el nivel mismo de nuestras capacidades. Por ejemplo, Dios ordena perfecta obediencia, ¿y quién de nosotros es capaz de mostrarle ese tipo de obediencia? Dios ordena que seamos santos tal como él es santo, pero nosotros no somos santos; como criaturas caídas, no tenemos la fuerza moral para la santidad en nuestro interior. La Biblia dice que estamos bajo el poder del pecado, no solo bajo el juicio de la ley. El pecado sujeta nuestro corazón como un torno. Esto salta a la vista cuando, como cristianos, batallamos con pecados específicos una y otra vez.

Uno de los grandes temas del Nuevo Testamento es que Dios, en su gracia, nos capacita para hacer lo que él ordena. Su mandato primordial es el arrepentimiento. Este es el mensaje tanto de Juan el Bautista como de Jesús al comienzo de sus respectivos ministerios. Con todo, ¿cómo podemos arrepentirnos si estamos totalmente subyugados por el poder del pecado?

El arrepentimiento genuino es algo que obra en nosotros el Espíritu Santo. Es una actividad de la gracia de Dios. Ya hemos visto que la conversión y el arrepentimiento van inseparablemente unidos. Si miramos atentamente el concepto de fe del Nuevo Testamento, que es el supremo requisito para la redención, aprendemos que el arrepentimiento es parte esencial de la fe. Si una persona tiene fe pero no arrepentimiento, no tiene una fe auténtica. Esa persona no posee los elementos necesarios para la redención; la conversión es un resultado de la fe y del arrepentimiento.

El Nuevo Testamento nos dice que la fe es un don de Dios. La fe no es algo que produzcamos con nuestras propias fuerzas, sino que es obra del Espíritu Santo. Esto se llama “nuevo nacimiento” o “regeneración”. Si les pidiéramos a cien cristianos que respondan esta pregunta: “¿Qué es primero, la regeneración o el arrepentimiento?”, imagino que noventa de cien dirían que primero es el arrepentimiento. Sin embargo, no tiene sentido que las personas que están muertas en sus pecados y transgresiones se inclinen naturalmente al arrepentimiento. El Nuevo Testamento enseña que Dios el Espíritu Santo primero vivifica nuestra alma, dándonos vida espiritual, y el fruto de esta obra es un piadoso arrepentimiento y la fe.

Consideremos Ef 2, 1-2a: “A ustedes, él les dio vida cuando aún estaban muertos en sus delitos y pecados, los cuales en otro tiempo practicaron”. Pablo se dirige a los creyentes de Éfeso, y les recuerda lo que Dios ha hecho por ellos en su gracia. Pablo insiste en que, si uno es cristiano, Dios le ha dado vida.

¿Cuándo? Cuando lo resucitó. Él nos levantó de los muertos, no física sino espiritualmente. La persona estaba muerta en su estado de pecado. Pablo está diciendo: “Ustedes no estaban convertidos, y Dios los ha convertido. Ustedes estaban muertos, pero Dios los ha resucitado. Dios los ha vivificado para sí mismo”.

Pablo escribe: “A ustedes, él les dio vida cuando aún estaban muertos en sus delitos y pecados, los cuales en otro tiempo practicaron, pues vivían de acuerdo a la corriente de este mundo y en conformidad con el príncipe del poder del aire, que es el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (vv. 1-2). Pablo describe el estilo de vida de los no convertidos, y explica que ahí es donde se encontraban los creyentes efesios.

La mayoría de las carreras, como una maratón, tienen una ruta definida por límites fijos. Si uno corre la carrera, tiene que seguir la ruta. Pablo está diciendo que todos los que estamos convertidos solíamos andar en determinada ruta: la corriente del mundo. Éramos incapaces de correr cualquier otra carrera. Esto nos recuerda el Salmo 1:

Bienaventurado el hombre que no anda en compañía de malvados, ni se detiene a hablar con pecadores, ni se sienta a conversar con blasfemos. Que, por el contrario, se deleita en la ley del Señor, y día y noche medita en ella. Ese hombre es como un árbol plantado junto a los arroyos: llegado el momento da su fruto, y sus hojas no se marchitan. En todo lo que hace, prospera (Sal 1, 1-4).

La diferencia entre la persona bienaventurada y la impía es que la persona bienaventurada camina en conformidad con el cielo y no según la corriente de este mundo. Pablo hace hincapié en un sentimiento similar en Efesios. Existe un marcado contraste entre la vida de la persona convertida y la vida de la persona no convertida. La persona no convertida aún está espiritualmente muerta, y camina según la corriente de este mundo.

Antes de convertirnos, elegimos hacer todo lo que Satanás quiere que hagamos. Somos aliados en su reino y marchamos a sus órdenes. Caminamos según los valores y sistemas de este mundo, y somos siervos obedientes, más bien esclavos, del príncipe de la potestad del aire, o, como lo expresa Pablo, “el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:2b). Pablo deja claro que este fue el pasado de todos nosotros: “Entre ellos todos nosotros también vivimos en otro tiempo. Seguíamos los deseos de nuestra naturaleza humana y hacíamos lo que nuestra naturaleza y nuestros pensamientos nos llevaban a hacer. Éramos por naturaleza objetos de ira, como los demás” (v. 3). Pablo está diciendo que todos nosotros somos, por naturaleza, obedientes discípulos de Satanás. Nadie nace cristiano. Para convertirse en discípulo de Cristo, hay que tener un metanoia, un cambio de la mente que se refleja en el arrepentimiento. Debemos ser levantados de la muerte espiritual.

Sin embargo, Pablo no nos deja en el abismo de la desesperación. Las siguientes dos palabras, “pero Dios”, son dos de las palabras más gloriosas de toda la Biblia. “Pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó, nos dio vida junto con Cristo” (vv. 4-5a). Este punto es clave. No es que él nos diera vida después de que nosotros nos inclinamos a él. Pablo hace referencia a la cronología según la cual Dios despierta espiritualmente a las personas muertas. Los cristianos han sido despertados por la abundante misericordia de Dios. ¿Cuándo? Mientras estábamos muertos en transgresiones. Pablo está enseñando que la conversión es una transición de la muerte espiritual a la vida espiritual. Es una obra que solo Dios puede realizar, y la realiza por nosotros cuando estamos totalmente desvalidos. Si eres una persona convertida, no te convertiste gracias a tu propia justicia inherente. Te convertiste porque Dios te convirtió.

Pablo prosigue: “Pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó, nos dio vida junto con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados (la gracia de Dios los ha salvado), y también junto con él nos resucitó, y asimismo nos sentó al lado de Cristo Jesús en los lugares celestiales, para mostrar en los tiempos venideros las abundantes riquezas de su gracia y su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Ciertamente la gracia de Dios los ha salvado por medio de la fe. Ésta no nació de ustedes, sino que es un don de Dios” (vv. 4-8). ¿Cuál es el antecedente de la palabra “esta” en la última oración de este glorioso texto? En la estructura del texto, solo hay una cosa a la que “esta” puede referirse: toda la frase anterior en el texto. La palabra “esta” no solo se refiere a la “gracia” o “los ha salvado”, sino también a la “fe”. Por gracia han sido salvados mediante la fe, y esta fe no es algo que ustedes produjeran por su cuenta, sino más bien es un don de Dios.

A continuación, Pablo dice que nuestra fe no “es resultado de las obras, para que nadie se vanaglorie” (v. 9). Jamás podemos jactarnos por la conversión, porque la conversión es plenamente la obra de Dios. Si hay alguna duda, Pablo continúa diciendo: “Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras” (v. 10a). No nos hemos re-creado nosotros mismos, ni nuestras buenas obras. Somos hechura de Cristo. Cristo nos ha formado y modelado para buenas obras. Nuestras buenas obras son el fruto de la conversión.

¿Eres una persona convertida? La carrera que estás corriendo en tu vida sigue una ruta definida. ¿Cuál es? ¿Estás corriendo la carrera de Dios, o estás siguiendo la corriente de este mundo? ¿Es el deleite de tu corazón agradar a Dios? ¿Existe evidencia de que estás siendo modelado, formado y configurado por Cristo? ¿O tu corazón sigue frío hacia las cosas de Dios y alejado de Cristo? ¿Eres de las personas que dicen: “Bueno, se puede encontrar algo significativo en la religión cristiana, y puede que Cristo sea un apoyo para otros, pero yo no necesito a Cristo”? Si ese es tu parecer, lo que estás diciendo es: “No lo quiero. No hay espacio para él en mi vida. Quiero modelar mi propia alma y labrar mi propio destino”. Esas son las señales de una persona no convertida. Son las marcas de la muerte espiritual.

Pero no hay mayor bendición que ser formado, moldeado y configurado por la obra amorosa de Cristo. Es por eso que Agustín oró como lo hizo: “Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”. Si sabes que deberías arrepentirte, pero no puedes producir en ti sentimientos de arrepentimiento, ora para que Dios genere en ti el arrepentimiento, porque el único que puede producir arrepentimiento genuino en tu alma es Dios. Dios nos convence de pecado. Dios nos despierta a nuestra culpa. Si Dios nos abate con una tristeza piadosa, eso es un acto de pura gracia. Es su acto de misericordia para llevarnos a la fe y la conversión.

R.C. Sproul, en teologiasana.com

 

 

La nueva ley del aborto

Parece que el PSOE y sus socios han pactado a última hora una modificación de la nueva ley del aborto en trámite que afecta a los médicos que ejerzan la objeción de conciencia. Estos facultativos no podrán participar en los comités de ética de los hospitales que decidan sobre el aborto por las denominadas “causas médicas”. Esta marginación de los médicos objetores por una supuesta falta de imparcialidad es una vuelta de tuerca más a la obsesión abortista del Gobierno de Sánchez.

No hay que olvidar que la Agencia Española de Protección de Datos publicó en septiembre un informe jurídico advirtiendo de la falta de “garantías” e inconsistencia de las listas negras de médicos objetores. Ahora se da un paso más y se inhabilitará a estos médicos para participar en deliberaciones de carácter científico. Se les impedirá así participar en el ámbito de decisión sobre el futuro de la vida del concebido y no nacido.

Jesús D Mez Madrid

 

 

No  es fácil pero tampoco imposible

Hay que reconocer que el nivel que Dios nos pide, a todos los hombres per en especial a los cristianos, es muy alto, porque no se trata solo de amar a los que nos aman; “también los pecadores aman a los que los aman”. Se trata, además, de “amar a los enemigos”, a los que nos consideren sus enemigos. En definitiva: “tratad a los demás como queréis que ellos os traten” (Luc 6, 27.31-32).

Decíamos que no  es fácil pero tampoco imposible: lo vivió el Señor perdonando desde la Cruz a los que le crucificaban. Y lo que Él ha vivido en cuanto hombre, en su humanidad santísima, podemos vivirlo nosotros. Ya decía San Ireneo de Lyon que “el Hijo de Dios (se hizo) Hijo del hombre para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios" (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 3, 19, 1. Catecismo de la Iglesia, n. 460).

Si somos capaces de vivir así en todos los ámbitos de las relaciones humanas, empezando por la propia familia, el mundo, ¡qué duda cabe!, sería muy distinto. Llevamos veinte siglos, y quedan muchos frentes por impregnar con las enseñanzas de Jesucristo.  Pero si cada uno procuramos vivir así, aún con fallos, habremos dado un paso al frente. La Navidad es, sin duda, un buen momento para empezar de nuevo. ¡Feliz Navidad! Año Nuevo y Reyes.

Jesús Domingo Martínez

 

La Luz del Misterio

En medio del tráfago de tantas noticias que nos asaltan cada día, y que pretenden cubrir los horizontes de nuestro vivir: desde el deporte, la política, el último modelo de coche junto al último atentado terrorista en cualquier lugar del mundo; reconozco que en estos días he dispuesto mi espíritu para saborear la noticia de un hecho histórico, temporal y eterno,  que estamos celebrando: la novedad de la Navidad: el acontecimiento que descubrió a los hombres el sentido del mundo, el sentido de su propio vivir.

Ante el portal de Belén el hombre se sitúa ante al Misterio: el nacimiento del Hijo de Dios hecho hombre que dio sentido a todo el caminar del hombre en la tierra.

En el pesebre de Belén está la más asombrosa realidad hecha Carne, hecha Misterio; el más asombroso Misterio escondido en la realidad de la Carne. Y no sólo la de un hombre que dio sentido a la historia del mundo; sino la de “Dios hecho hombre, nacido de mujer”, que dio sentido a la historia de los hombres

En estos días, en plena Navidad, vuelve el hombre a sentir el sabor de algo que desconoce, de algo que le sobrepasa y le sobrecoge, de algo “incomprensible”.

¿Es quizá nostalgia de Dios? ¿Es una necesidad de silencio, de paz interior, para descubrir el sentido del primer llanto, de la primera sonrisa del Niño Jesús? Quizá. Hay hombres que queremos que ese algo “incomprensible” nos llene de su Luz.

Otros hombres y otras mujeres, en cambio, sólo quieren silenciar esos susurros y ahogar hasta el respirar de la criatura, como un día soñó Herodes y que mañana lo celebramos.

En estos días, aquí y allá algunos dirigentes locales levantan la voz para quitar los nacimientos de un rincón visible de la ciudad. ¿Tienen miedo a que el Niño Jesús, desde la cuna, difunda un espíritu contagioso que ponga en peligro sus puestos de mando? Pretenden llenar el silencio de la Nochebuena con olas de ruido insulso y desacorde. ¿Tienen temor al silencio del portal de Belén?

José Morales Martín

 

No puede hallar la razón el hilo

La ley del “sólo el sí es sí” es una ocasión para quienes desconocemos cómo funciona el derecho de aventurarnos en una iniciación necesaria. Después de días preguntando y leyendo, comparto con el lector que tampoco sea ducho en estas lides un recorrido sencillo que le ayude a contextualizar dónde estamos.  

Hasta ahora, el Código Penal tenía dos tipos de delitos sexuales: lo que era agresión y lo que era abuso. La diferencia entre ambos radica en el uso de la violencia física. El problema es que en la mayoría de las ocasiones en que una mujer sufre un atentado tan atroz, paralizada por el pánico, no opone resistencia. Y como a los jueces lo que les corresponde es aplicar el tipo delictivo atendiendo a los hechos ocurridos, se ha condenado demasiadas veces a los violadores como abusadores.  

Cuando el caso de La Manada llenó los telediarios, el Tribunal Superior de Justicia de Navarra hizo lo que le tocaba: aplicar los elementos del tipo penal. Y el fallo sobre sus protagonistas fue que se trataba de un abuso. Esto dio lugar a un movimiento cuya protesta se apoyó en un argumento más que razonable: no debiera existir esta diferencia entre un tipo agravado (agresión) y un tipo menos agravado (abuso). Sin embargo, determinados grupos se alzaron como abanderados de la causa y la infestaron con el virus de la ideología: “La justicia es machista”, señaló alguna. Desde esta perspectiva desenfocada ha promovido la ley el Ministerio de Igualdad.  

Lo que sigue es lo que se comenta estos días: las incongruencias de una norma que, queriendo eliminar el crimen, ha derivado en un salvavidas para los criminales. ¿Por qué ha ocurrido esto?  

Pedro García

 

La familia: generadora de capitales intangibles

Los intangibles emocionales están entrelazados con la actitud y cómo se manifiesta esta en los diferentes ambientes en los que la persona se desenvuelve.

Conviene especificar qué son los Capitales Intangibles. El estudio de los capitales intangibles surgió como un concepto aplicable al nuevo giro de la economía, la llamada Nueva Economía del Conocimiento (NEC). De manera muy amplia, se puede afirmar que el enfoque de la NEC se avoca más a la persona y lo que ésta puede aportar de positivo en una organización o grupo humano. Es decir, cómo la persona con sus diferentes características aporta valor a los objetivos que persigue un grupo humano determinado. Al hablar de características de la persona, se hace alusión al conocimiento que posee, a lo que sabe hacer, a cómo se relaciona, a sus actitudes, etc. Es el estudio de tales características lo que ha dado lugar a lo que se conoce como diferentes tipos de capitales. Se les considera Capitales en el sentido de que son fortalezas, son activos importantes que contribuyen a la creación de valor.

Nonaka incluye, dentro de este tipo de capitales, al conocimiento tácito; señala que tal tipo de conocimiento incluye también los modelos mentales y creencias que determinan el comportamiento de las personas. Martínez-Aldanondo, señala “los estados de ánimo son intangibles (…) y las decisiones más importantes las tomamos a partir de intangibles como las emociones”. Parafraseando a este gestor de conocimiento, es correcto afirmar que son intangibles los elementos con base en los cuales elegimos a la pareja, la decisión de formar una familia, las decisiones sobre cómo gestionar la propia familia, etc. Inclusive, señala a la fe como el intangible por antonomasia. La fe es componente importante del intangible conocido como capital espiritual.

Los intangibles emocionales (participantes importantes en la autogestión y en la toma de decisiones) están entrelazados con la actitud y cómo se manifiesta ésta en los diferentes ambientes en los que la persona se desenvuelve. Los capitales intangibles que una persona posee, los lleva siempre consigo y los manifiesta en diferentes grados y combinaciones dependiendo de la situación específica que experimenta. Por ejemplo, si dentro de la familia se fomenta el luchar por lo bueno, el volver a empezar cuando se ha fallado, la constancia, la resiliencia, se estará fomentando un capital psicológico sano.

La afable relación entre los miembros de la misma familia, tanto nuclear como extendida, es parte esencial del capital social que le permitirá a la persona convivir con otros productivamente; incrementando o fomentando, como consecuencia, su capital relacional con otras instituciones fuera de su ámbito cercano o inmediato. Si en la familia los padres transmiten la importancia de ser constante en la escuela, obtener buenas calificaciones, etc., no sólo se impacta positiva e inmediatamente al capital cognitivo de los hijos, a futuro se estará impactando su capital humano, lo que les permitirá tener acceso a mejores trabajos y un bienestar material de mejor calidad. Ello se entrelaza con un capital estructural fuerte que le será de beneficio a lo largo de la vida

Los capitales intangibles interesan porque los posee la persona integrante de una familia, familia que es conformadora de una sociedad en específico y de la sociedad en su conjunto. Una adecuada gestión de los capitales intangibles que la familia posee, hace probable el bienestar, el sano desarrollo, la vida armoniosa, no sólo dentro de una familia, también dentro de un grupo social, del grupo de trabajo, etc.

El fomento de capitales intangibles en la familia debe apuntar a un impacto social y cultural positivo a favor de la persona, la familia y su entorno cultural, político y económico. El INFAMILIA ha identificado y definido detalladamente nueve tipos de capitales intangibles que, de fomentarse, seguramente fortalecerán a la familia. Estos son: Capital Salud, Capital Cognitivo, Capital Espiritual, Capital Psicológico, Capital Estratégico, Capital Estructural, Capital Social, Capital Relacional y Capital Humano. De ahí nuestro propósito 2021: seguir trabajando por fortalecer a las familias, para fortalecer, enriquecer y prosperar a nuestra sociedad.