Ideas Claras
DE INTERES PARA HOY lunes, 20 de junio de 2022
Indice:
Francisco: La comunicación debe ser limpia y completa
Francisco: El cristianismo, un proyecto de vida capaz de llenar el corazón
Francisco a los Combonianos: “El rasgo esencial del Corazón de Cristo es la misericordia”
LA MOTA EN EL OJO AJENO : Francisco Fernandez Carbajal
Evangelio del lunes: los juicios temerarios
“La única medida es amar sin medida” : San Josemaria
CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MATRIMONIOS
CON OCASIÓN DEL AÑO “FAMILIA AMORIS LAETITIA”
El desafío del 'nosotros'. La caridad en las relaciones para superar diferencias : Javier Marrodán
¿Evangelio e internet? Recordar el Evangelio : José Martínez Colín.
¿Orgullosos de qué? : Salvador Abascal Carranza.
Valoración del Anteproyecto de modificación de la LO 2/2010 del aborto : Observatorio de Bioética
Gaudí: liderazgo, pasión y propósito para el siglo XXI : Nuria Chinchilla
La paradoja de la felicidad : Julio Loredo
Las fotos con el Papa : Jorge Hernández Mollar
Una santidad hecha amor cotidiano : JD Mez Madrid
Hay que volver a lo esencial : Juan García.
Uno de cada diez pasa hambre en este momento : Domingo Martínez Madrid
Hacia un Estado totalitario : Jesús Martínez Madrid
Otro libro curioso y desconocido : Antonio García Fuentes
Francisco: La comunicación debe ser limpia y completa
El Papa recibió a la Familia Paulina reunida en Capítulo General y subrayó que los medios de comunicación de hoy carecen a menudo de honestidad: No se trata solo de una profesión, sino de una vocación, y es necesario ser agudo, claro, dar testimonio con la propia vida como con el Evangelio.
Alessandro De Carolis - Ciudad del Vaticano
Una comunicación "limpia", límpida como una página del Evangelio, auténtica y, por tanto, a años luz de la "desinformación" de las fake news que proliferan hoy en día. Así lo quiere Francisco y se lo pide a quienes, particularmente en la Iglesia, lo viven cada día como una misión, la puesta en práctica de un carisma: a la familia de los Paulinos, a quienes el Papa llama "apóstoles de la comunicación".
Como suele hacer, el Papa pronuncia un discurso de improviso y entrega el escrito, una forma de tocar diferentes notas de la misma partitura y profundizar en ciertos pensamientos. El modo se repite hoy con los representantes de la Sociedad de San Pablo reunidos desde hace días en el Capítulo General e inmediatamente, del discurso espontáneo, surge una indicación rigurosa.
"Comunicar es más que una profesión: es una vocación. Y esto es lo que el Padre Alberione ha querido subrayar en las diversas familias -llamadas- Paulinas, esto de comunicar. Comunicar de forma limpia. Y ustedes tienen la vocación de comunicar limpiamente, evangélicamente".
No a la desinformación
El escenario actual para Francisco -y lo dice sin tapujos- es a menudo lo contrario, "una comida indigesta, sucia, no limpia". Una distorsión como lo que ocurre con la fábula de Caperucita Roja que, señala el Papa con ironía, pasando de una comunicación a otra, "comienza con el lobo que quiere comerse a Caperucita y termina con Caperucita y la abuela comiéndose al lobo".
"Si tomamos los medios de comunicación actuales: hay una falta de limpieza, una falta de honestidad, una falta de integridad. La desinformación está a la orden del día: se dice una cosa pero se ocultan muchas otras. Debemos procurar que en nuestra comunicación de la fe no ocurra esto, que la comunicación venga precisamente de la vocación, del Evangelio, nítida, clara, testimoniada con la vida".
La identidad proviene de la vocación
"Está bien", aclara el Papa, que haya "comunicadores profesionales" entre vosotros, pero, repite, "antes de la profesión está la vocación, y la vocación os da identidad". Y es ese tipo de identidad como ocurre con el profeta David a quien Dios llama del rebaño pero le recuerda de dónde viene. Un punto que para Francisco es una piedra angular del magisterio.
"No te olvides del rebaño, que los 'humos' no vienen a llenarte la cabeza porque eres importante, has llegado a monseñor, a cardenal... Nada, no, eso no sirve. Lo que se necesita es limpieza, de ahí vengo, de la realidad. Y Dios se comunica siempre en la realidad: procurad que vuestra vida sea precisamente la comunicación de vuestra vocación, que ninguno de vosotros tenga que ocultar su identidad vocacional.
En el discurso escrito para la ocasión, el Papa pidió, entre otras cosas, a todas las ramas de la familia paulina que sigan la estela de las enseñanzas del beato Santiago Alberione, "aprovechando al máximo los medios de comunicación". Y citando la Redemptoris missio había observado: "En efecto, no basta con utilizar los medios de comunicación para propagar el mensaje cristiano y el Magisterio de la Iglesia; es necesario integrar el propio mensaje en la nueva cultura creada por la comunicación moderna. Una cultura que surge, incluso antes de los contenidos, por el hecho mismo de que existen nuevas formas de comunicación con nuevos lenguajes, nuevas técnicas y nuevas actitudes psicológicas".
17/06/2022Ser artesanos de la comunión anunciando la alegría del Evangelio
En el 50º aniversario de la muerte de su fundador, el Beato Santiago Alberione, los miembros de la Sociedad de San Pablo se reúnen en su 11º Capítulo General en Ariccia
Francisco: El cristianismo, un proyecto de vida capaz de llenar el corazón
El Santo Padre recibió, en la mañana de este sábado 18 de junio, a los participantes en la Syro-Malabar Youth Leaders Conference. “En cada peregrinación es, ante todo, al Señor Jesús que buscamos, Él que es el camino, la verdad y la vida”, afirmó el Papa.
Sebastián Sansón Ferrari – Ciudad del Vaticano
En un tiempo marcado por una cultura “líquida” o incluso “gaseosa”, la vida se llena de sentido y es fecunda cuando decimos “sí” a Jesús. Lo recuerda el Papa Francisco a los líderes jóvenes siro-malabares, con quienes se encontró en audiencia durante la mañana de este sábado 18 de junio en el Vaticano. Estos jóvenes de las varias Eparquías Siro-Malabares de la diáspora y de la Visitación Apostólica en Europa vinieron en peregrinación a Roma junto a sus Pastores, en el marco de la Syro-Malabar Youth Leaders Conference.
Les dijo: “Cada uno de ustedes puede preguntarse: ¿Estoy convencido? ¿He tenido la experiencia de sentirme amado gratuitamente, no por mi propio mérito sino por puro don? Esta experiencia es la que da sentido a toda la vida; y da la fuerza para decir "sí" al servicio y a la responsabilidad y "no" a la superficialidad y al descarte”.
La Iglesia crece no por proselitismo, sino por testimonio
El Romano Pontífice comentó:
“Ustedes son los jóvenes de la diáspora siro-malabar. El apóstol Tomás llegó a la costa occidental de la India, sembró el Evangelio y brotaron las primeras comunidades cristianas. Según la tradición, este año se celebra el 1950 aniversario del martirio de Tomás, que selló así su amistad con Jesús, a quien había dicho: "¡Señor mío y Dios mío!" (Jn 20,29)”.
La Iglesia es "apostólica" porque está fundada en el testimonio de los Apóstoles; y crece continuamente, no por proselitismo, sino por testimonio. Todo bautizado participa en su construcción en la medida en que es testigo. Y están llamados a serlo primero entre vuestros compañeros de la diáspora siro-malabar, pero también con los que no pertenecen a vuestra comunidad y con los que ni siquiera conocen al Señor Jesús.
“¡No tengan miedo de este amor!”
Francisco expresó que hay un terreno común en el que todos los jóvenes se encuentran, “y es el de un deseo de un amor genuino, hermoso y grande”; los invitó a no tener miedo a ese amor, “que nos revela Jesús y que San Pablo describe como ‘magnánimo y paciente, no inclinado por el interés propio, sino al bien y a la verdad’” (cf. 1 Cor 13,4-6).
El Papa los exhortó a descubrir los testimonios de amor de los hombres y mujeres santos de todas las épocas, incluso de la nuestra. “Ellos muestran más que cualquier discurso que el cristianismo no consiste en una serie de prohibiciones, que ahogan el deseo de felicidad sino en un proyecto de vida capaz de llenar el corazón”, les animó.
“Visiten a sus familiares mayores”
Al evocar la escena evangélica de la visitación de María a su prima Isabel, en la que se inspira el lema de la próxima Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa 2023, el Papa manifestó que la Virgen “no se encierra en casa pensando en el gran privilegio que ha recibido y en los grandes problemas que conlleva; no, María no se deja paralizar por el orgullo o el miedo. No es de las que necesita un buen sofá para estar cómoda y segura. Si su pariente anciano necesita que le echen una mano, no se demora y se pone inmediatamente en marcha (cf. Discurso en la Vigilia, Cracovia, 30 de julio de 2016).
“Esto, aseguró el Obispo de Roma, nos recuerda la fecundidad del encuentro entre los jóvenes y los ancianos”. A continuación, los preguntó si todavía tienen abuelos, al menos algunos de ellos y cómo es su relación con ellos. “Ustedes, los jóvenes, tienen la fuerza; los mayores, la memoria y la sabiduría”, añadió, y les instó a hacer como María con Isabel; es decir, a visitar a sus familiares mayores y tomar su sabiduría.
“María nos enseña a vivir con actitud eucarística”
Por último, el Sucesor de Pedro les dijo que la Virgen María nos enseña “a dar gracias, a cultivar la alabanza, a no fijarnos solo en los problemas y las dificultades”.
En la dinámica de la vida, las súplicas de hoy se convertirán en los motivos de agradecimiento de mañana. Así, vuestra participación en la Santa Qurbana [Santo Sacrificio] y en el Sacramento de la Reconciliación será tanto la culminación como el punto de partida: vuestras vidas se renovarán cada día, convirtiéndose en alabanza eterna al Todopoderoso (cf. Mensaje para la XXXII JMJ 2017).
Francisco les agradeció la visita, les impartió la bendición a los jóvenes, sus familias, sus comunidades, les pidió que no se olvidaran de rezar por él y les auguró un buen camino.
Francisco a los Combonianos: “El rasgo esencial del Corazón de Cristo es la misericordia”
Los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús se reunieron con el Santo Padre, quien les invitó a dejarse guiar por el Espíritu Santo ante la “impostergable renovación eclesial”, a través de la cercanía, la compasión, y la ternura.
Johan Pacheco - Ciudad del Vaticano
“La misión depende totalmente de la unión con Cristo y de la fuerza del Espíritu Santo”, dijo el Papa Francisco a los participantes del XIX Capítulo General de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús que recibió este sábado, 18 de junio, en la Sala del Consistorio en el Vaticano. Reflexionando con ellos también sobre la “impostergable renovación eclesial” presente en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium.
El Papa les invitó a permanecer unidos Cristo, guiados por el tema del actual Capítulo general: "Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. Arraigados en Cristo junto a Comboni”, recordando el testimonio de su fundador Daniel Comboni: “si somos como sarmientos bien unidos a la vid, la savia del Espíritu pasa de Cristo a nosotros y todo lo que hacemos da fruto, porque no es obra nuestra, sino que es el amor de Cristo el que actúa a través de nosotros”.
El ‘estilo de Dios’: cercanía, compasión, ternura
El Pontífice les agradeció la invitación a celebrar la próxima fiesta del Sagrado Corazón de Jesús junto a ellos; les prometió estar presente a través de la oración. Pidiéndoles, además, ser testigos de la misericordia del corazón de Jesús: “El rasgo esencial del Corazón de Cristo es la misericordia, la compasión, la ternura. Esto no debemos olvidarlo: el estilo de Dios, ya en el Antiguo Testamento, es también éste. Cercanía, compasión y ternura. No hay organización... no: cercanía, compasión, ternura. Por eso creo que están llamados a dar este testimonio al ‘estilo de Dios’ -cercanía, compasión, ternura- en su misión, allí donde estén y donde el Espíritu les guíe”.
“Para ello -dijo Francisco-, para que la forma de vida de la comunidad dé un buen testimonio, también son importantes los cuatro aspectos sobre los que han decidido trabajar en su Capítulo: la regla de vida, el camino de formación, la ministerialidad y la comunión de bienes”.
“Impostergable renovación eclesial”
Exhortó Francisco que este testimonio “forma parte de la ‘impostergable renovación eclesial’ en clave misionera a la que está llamada toda la Iglesia (Evangelii gaudium, 27-33). Es una conversión que parte de la conciencia de cada individuo, implica a cada comunidad y llega así a renovar todo el instituto”. Pero insistió, “todo debe hacerse con docilidad al Espíritu”.
De igual manera, les invitó a “Primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y celebrar” (Evangelii gaudium, 24) para ser una Iglesia en Salida el estilo de las Bienaventuranzas.
“Queridos hermanos, he querido recordar este pasaje de la Evangelii gaudium, sabiendo que lo tienen bien presente, precisamente por el placer de compartir con ustedes mi pasión por la evangelización”, expresó el Papa.
Finalmente, les impartió la bendición: “Que el Señor les bendiga y que la Virgen les proteja”, deseándoles una buena continuación de sus trabajos en el Capítulo General.
— La soberbia tiende a ver aumentadas las faltas ajenas y a disminuir y excusar las propias. Evitar los juicios negativos sobre los demás.
— Aceptar a las personas como son, con sus defectos. Ayudar con la corrección fraterna.
— La crítica positiva.
I. En cierta ocasión, el Señor advirtió a los que le escuchaban: ¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano, y no ves la viga que hay en el tuyo? O ¿cómo vas a decir a tu hermano: deja que saque la mota de tu ojo, cuando tú tienes una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás sacar la mota del ojo de tu hermano1. Una manifestación de humildad es evitar el juicio negativo, y frecuentemente injusto, sobre los demás.
Por nuestra soberbia personal, las faltas más pequeñas que afectan a otros se ven aumentadas, mientras que, por contraste, los mayores defectos propios tienden a disminuirse y a justificarse. Es más, la soberbia tiende a proyectar en los demás lo que en realidad son imperfecciones y errores de uno mismo. Por eso aconsejaba sabiamente San Agustín: «Procurad adquirir las virtudes que creéis que faltan en vuestros hermanos, y ya no veréis sus defectos, porque no los tendréis vosotros»2.
La humildad, por el contrario, ejerce positivamente su influjo en una serie de virtudes que permiten una convivencia humana y cristiana. Solo la persona humilde está en condiciones de perdonar, de comprender y de ayudar, porque solo ella es consciente de haber recibido todo de Dios, y conoce sus miserias y lo necesitada que anda de la misericordia divina. De ahí que trate a su prójimo –también a la hora de juzgar– con comprensión, disculpando y perdonando cuando sea necesario. Por otra parte, nuestra visión de las acciones de otros será siempre muy limitada, pues solo Dios penetra en las intenciones más íntimas, lee en los corazones y da el verdadero valor a todas las circunstancias que acompañan a una acción.
Debemos aprender a excusar los defectos, quizá patentes e innegables, de quienes tratamos a diario, de tal manera que no nos separemos de ellos ni dejemos de apreciarlos a causa de sus fallos o incorrecciones. Aprendamos del Señor, que «no pudiendo de ninguna forma excusar el pecado de quienes le habían puesto en la cruz, trata sin embargo de aminorar la malicia, alegando su ignorancia. Cuando no podamos nosotros excusar el pecado, juzguémosle a lo menos digno de compasión, atribuyéndolo a la causa más tolerante que pueda aplicársele, como lo es la ignorancia o la flaqueza»3.
Si nos ejercitamos en ver las cualidades del prójimo, descubriremos que esas deficiencias en su carácter, esas faltas en su comportamiento son, de ordinario, de escaso relieve en comparación con las virtudes que posee. Esta actitud positiva, justa, ante quienes tratamos habitualmente, nos ayudará mucho a acercarnos más al Señor, pues creceremos en mortificación interior, en caridad y en humildad. «Procuremos siempre –aconsejaba Santa Teresa– mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados. Es una manera de obrar que, aunque luego no se haga con perfección, se viene a ganar una gran virtud, que es tener a todos por mejores que nosotros, y comiénzase a ganar por aquí el favor de Dios»4.
Ante las deficiencias de los demás, incluso ante los mismos pecados externos (murmuraciones, faltas de laboriosidad...), hemos de adoptar una actitud positiva: rezar en primer lugar por ellos, desagraviar al Señor, ejercitar la paciencia y la fortaleza, quererles y apreciarles más, porque más lo necesitan; ayudarles lealmente con la corrección fraterna.
II. El Señor no despidió a los Apóstoles ni dejó de apreciarlos porque tuvieran defectos. Estos han quedado bien reflejados en los Evangelios: en aquellos primeros momentos de su entrega al Señor, a veces vemos que se mueven por envidia, que tienen sentimientos de ira, que ambicionan los primeros puestos...; en esas ocasiones el Maestro les corrige con delicadeza, tiene paciencia con ellos y no deja de quererles. Enseña a quienes iban a ser los transmisores de su doctrina algo vital, en la familia, en el trabajo... en la Iglesia entera: el ejercicio, con obras, de la caridad.
Amar a los demás, con sus defectos también, es cumplir la Ley de Cristo, pues toda la Ley se resume en un solo precepto, en este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo5, y no dice este mandamiento de Jesús que se ha de amar solo a quienes carecen de defectos o a quienes tienen determinadas virtudes. El Señor nos pide que sepamos apreciar en primer lugar, porque la caridad es ordenada, a quien Dios ha puesto a nuestro lado por razones de parentesco, de trabajo, de amistad, de vecindad... Esta caridad tomará acentos y notas particulares según los lazos que nos unan, pero en todo caso nuestra actitud ha de ser siempre abierta, amistosa, con deseos de ayudar a todos. Y no se trata de vivir esta virtud con personas ideales, sino con quienes habitualmente convivimos, trabajamos o encontramos en la calle a la hora de mayor tráfico, o cuando los transportes públicos van sobrecargados. A veces nos hallaremos –quizá en el mismo hogar, en la misma oficina– a personas que tienen mal carácter o están algo enfermas o cansadas, o son egoístas y envidiosas... Se trata de convivir, de apreciar y de ayudar a esas personas concretas y reales.
Ante las faltas del prójimo, la respuesta del cristiano es comprender, rezar y, cuando sea oportuno, ayudar a través de la corrección fraterna, que recomendó el mismo Señor6 y que se vivió desde siempre en la Iglesia.
Esta ayuda fraterna, por ser fruto de la caridad, ha de hacerse humildemente, sin herir, a solas, de forma amable y positiva, haciendo comprender a ese amigo, a ese colega, que aquello daña a su alma, al trabajo, a la convivencia, a su debido prestigio humano. El precepto evangélico supera con mucho el plano meramente humano de las convenciones sociales y de la misma amistad si se funda solo en criterios exclusivamente humanos. Es una muestra de lealtad humana, que evita toda crítica o murmuración a espaldas del interesado. ¿Nos comportamos así nosotros? ¿Ejercitamos de hecho esta recomendación que tiene su origen en el mismo Cristo?
III. Si tomamos como norma habitual no estar pendientes de la mota en el ojo ajeno, nos será fácil no hablar mal de nadie. Si en algún caso tenemos la obligación de emitir un juicio sobre una determinada actuación, sobre el proceder de alguien, haremos esa valoración en la presencia del Señor, en la oración, purificando la intención y cuidando las normas elementales de prudencia y de justicia. «No me cansaré de insistiros –solía repetir San Josemaría Escrivá– en que, quien tiene obligación de juzgar, ha de oír las dos partes, las dos campanas. ¿Por ventura nuestra ley condena a nadie sin haberle oído primero y examinado su proceder?, recordaba Nicodemo, aquel varón recto y noble, leal, a los sacerdotes y fariseos que buscaban perder a Jesús»7.
Y si tenemos que ejercer la crítica, esta ha de ser siempre constructiva, oportuna, salvando siempre a la persona y sus intenciones, que no conocemos sino parcialmente. La crítica del cristiano es profundamente humana, no hiere y conserva incluso la amistad de quienes nos son contrarios, porque se manifiesta llena de respeto y de comprensión. El cristiano, por honradez humana, no juzga lo que no conoce, y cuando emite un juicio sabe que este debe tener siempre unos requisitos de tiempo, de lugar y con los matices oportunos, sin lo cual se podría convertir con facilidad en detracción o difamación. Por caridad, y por honradez, tendremos cuidado de no convertir en juicio inamovible lo que ha sido una simple impresión, o en transmitir como verdad el «se dice» o la simple noticia sin confirmar, y que quizá nunca se confirme, que daña la reputación de una persona o de una institución.
Si la caridad nos lleva a ver los defectos de los demás solo en un contexto de virtudes y de cualidades positivas, la humildad nos conduce a descubrir tantos errores y defectos en nosotros mismos que nos moverán, sin pesimismos, a pedir perdón al Señor, a comprender que los demás tengan alguno y a poner empeño por mejorar. Y, para esto, debemos aprender a recibir y a aceptar la crítica honrada de esas personas que nos conocen y aprecian. «Signo cierto de grandeza espiritual es saber dejarse decir las cosas: recibirlas con alegría y agradecimiento»8. Por el contrario, es propio de personas que se dejan llevar por la soberbia no tolerar ninguna advertencia, la excusa o la reacción contra quien, llevado de la caridad y de la mejor amistad, les quiere ayudar a superar un defecto o a evitar que repitan un mal proceder.
Entre los muchos motivos para dar gracias a Dios, ojalá podamos contar también con el de tener personas a nuestro lado que sepan decirnos oportunamente lo que hacemos mal y lo que podemos y debemos hacer mejor, en una crítica amiga y honesta.
La Virgen Santa María siempre supo decir la palabra adecuada; jamás murmuró, muchas veces guardó silencio.
1 Mc 7, 3-5. — 2 San Agustín, Comentarios sobre los salmos, 30, 2, 7. — 3 San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota, III, 28. — 4 Santa Teresa, Vida, 13, 6. — 5 Gal 5, 14. — 6 Mt 18, 15-17. — 7 San Josemaría Escrivá, Carta 29-IX-1957. — 8 S. Canals, Ascética meditada, p. 120.
Evangelio del lunes: los juicios temerarios
Comentario del lunes de la 12.ª semana del tiempo ordinario. “No juzguéis para no ser juzgados.” Si nos salvamos, se debe a la misericordia de Cristo con nosotros. Vivamos la misericordia con todos.
20/06/2022
Evangelio (Mt 7,1-5)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ‘No juzguéis para no ser juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis se os juzgará, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Por qué te fijas en la mota del ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en el tuyo? O ¿cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que saque la mota de tu ojo’, cuando tú tienes una viga en el tuyo? Hipócrita: saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad cómo sacar la mota del ojo de tu hermano.’
Comentario
Jesús instruye a sus discípulos para que sean misericordiosos en los juicios que emitan sobre los demás. Esto es central en el cristianismo mismo. Cualquiera que sea la ofensa que haya cometido el prójimo, el discípulo debe su salvación a Nuestro Señor, ante cuyo tribunal todos deben comparecer y rendir cuentas. Esta salvación se debe a su extraordinaria misericordia, como atestiguan sus palabras en la Cruz: “perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34).
Toda esa misericordia está disponible; pero ¿cómo podemos esperar que se aplique a nosotros si no aprendemos la lección y practicamos nosotros mismos la misericordia? Por lo tanto, nunca debemos condenar al prójimo. El discípulo debe ser muy positivo con respecto a los demás, y tener el corazón para perdonar las faltas, ya sean reales o percibidas.
Es posible que Jesús se dirigiera especialmente a los fariseos cuando hablaba de la persona con una viga en el ojo que juzga injustamente a los que son menos afortunados que él; sin embargo, la enseñanza en sí tiene una aplicación universal. La misericordia evita muchos males; va directamente contra nuestra dureza de corazón, que es el orgullo en su máxima expresión, y nos atrinchera contra la acción del Espíritu Santo.
Los juicios que emitimos son el desbordamiento de nuestros pensamientos invisibles, y de ahí que San Josemaría escriba: “No admitas un mal pensamiento de nadie, aunque las palabras u obras del interesado den pie para juzgar así razonablemente” (San Josemaría Escrivá, Camino 442).
La misericordia es uno de los temas más constantes de la predicación de Nuestro Señor, y Él la practicó a través de sus interacciones con personas de todo tipo, incluso con aquellas que la Ley señalaba como pecadores. Se acercó a las “periferias”, palabra utilizada por el Papa Francisco para describir a los que no están en buen lugar y necesitan ayuda. Por eso, siguiendo el ejemplo de Jesús, el cristiano debe saber amar a todo tipo de personas, perdonarlas y perseverar con ellas. Este es el camino de la caridad, que como dice San Pablo, “es paciente, la caridad es amable... todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Cor 13,4 y 7).
“La única medida es amar sin medida”
Cumples un plan de vida exigente: madrugas, haces oración, frecuentas los Sacramentos, trabajas o estudias mucho, eres sobrio, te mortificas..., ¡pero notas que te falta algo!
20 de junio
Lleva a tu diálogo con Dios esta consideración: como la santidad –la lucha para alcanzarla– es la plenitud de la caridad, has de revisar tu amor a Dios y, por Él, a los demás. Quizá descubrirás entonces, escondidos en tu alma, grandes defectos, contra los que ni siquiera luchabas: no eres buen hijo, buen hermano, buen compañero, buen amigo, buen colega; y, como amas desordenadamente “tu santidad”, eres envidioso. Te “sacrificas” en muchos detalles “personales”: por eso estás apegado a tu yo, a tu persona y, en el fondo, no vives para Dios ni para los demás: sólo para ti. (Surco, 739)
A todos los que estamos dispuestos a abrirle los oídos del alma, Jesucristo enseña en el sermón de la Montaña el mandato divino de la caridad. Y, al terminar, como resumen explica: amad a vuestros enemigos, haced bien y prestad sin esperanza de recibir nada a cambio, y será grande vuestra recompensa, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno aun con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, así como también vuestro Padre es misericordioso (Lc VI, 35–36).
La misericordia no se queda en una escueta actitud de compasión: la misericordia se identifica con la superabundancia de la caridad que, al mismo tiempo, trae consigo la superabundancia de la justicia. Misericordia significa mantener el corazón en carne viva, humana y divinamente transido por un amor recio, sacrificado, generoso. Así glosa la caridad San Pablo en su canto a esa virtud: la caridad es sufrida, bienhechora; la caridad no tiene envidia, no obra precipitadamente, no se ensoberbece, no es ambiciosa, no busca sus intereses, no se irrita, no piensa mal, no se huelga de la injusticia, se complace en la verdad; a todo se acomoda, cree en todo, todo lo espera y lo soporta todo (1 Cor XIII, 4–7). (Amigos de Dios, 232)
CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MATRIMONIOS
CON OCASIÓN DEL AÑO “FAMILIA AMORIS LAETITIA”
Queridos esposos y esposas de todo el mundo:
Con ocasión del Año “Familia Amoris laetitia”, me acerco a ustedes para expresarles todo mi afecto y cercanía en este tiempo tan especial que estamos viviendo. Siempre he tenido presente a las familias en mis oraciones, pero más aún durante la pandemia, que ha probado duramente a todos, especialmente a los más vulnerables. El momento que estamos pasando me lleva a acercarme con humildad, cariño y acogida a cada persona, a cada matrimonio y a cada familia en las situaciones que estén experimentando.
Este contexto particular nos invita a hacer vida las palabras con las que el Señor llama a Abrahán a salir de su patria y de la casa de su padre hacia una tierra desconocida que Él mismo le mostrará (cf. Gn 12,1). También nosotros hemos vivido más que nunca la incertidumbre, la soledad, la pérdida de seres queridos y nos hemos visto impulsados a salir de nuestras seguridades, de nuestros espacios de “control”, de nuestras propias maneras de hacer las cosas, de nuestras apetencias, para atender no sólo al bien de la propia familia, sino además al de la sociedad, que también depende de nuestros comportamientos personales.
La relación con Dios nos moldea, nos acompaña y nos moviliza como personas y, en última instancia, nos ayuda a “salir de nuestra tierra”, en muchas ocasiones con cierto respeto e incluso miedo a lo desconocido, pero desde nuestra fe cristiana sabemos que no estamos solos ya que Dios está en nosotros, con nosotros y entre nosotros: en la familia, en el barrio, en el lugar de trabajo o estudio, en la ciudad que habitamos.
Como Abrahán, cada uno de los esposos sale de su tierra desde el momento en que, sintiendo la llamada al amor conyugal, decide entregarse al otro sin reservas. Así, ya el noviazgo implica salir de la propia tierra, porque supone transitar juntos el camino que conduce al matrimonio. Las distintas situaciones de la vida: el paso de los días, la llegada de los hijos, el trabajo, las enfermedades son circunstancias en las que el compromiso que adquirieron el uno con el otro hace que cada uno tenga que abandonar las propias inercias, certidumbres, zonas de confort y salir hacia la tierra que Dios les promete: ser dos en Cristo, dos en uno. Una única vida, un “nosotros” en la comunión del amor con Jesús, vivo y presente en cada momento de su existencia. Dios los acompaña, los ama incondicionalmente. ¡No están solos!
Queridos esposos, sepan que sus hijos —y especialmente los jóvenes— los observan con atención y buscan en ustedes el testimonio de un amor fuerte y confiable. «¡Qué importante es que los jóvenes vean con sus propios ojos el amor de Cristo vivo y presente en el amor de los matrimonios, que testimonian con su vida concreta que el amor para siempre es posible!» [1]. Los hijos son un regalo, siempre, cambian la historia de cada familia. Están sedientos de amor, de reconocimiento, de estima y de confianza. La paternidad y la maternidad los llaman a ser generativos para dar a sus hijos el gozo de descubrirse hijos de Dios, hijos de un Padre que ya desde el primer instante los ha amado tiernamente y los lleva de la mano cada día. Este descubrimiento puede dar a sus hijos la fe y la capacidad de confiar en Dios.
Ciertamente, educar a los hijos no es nada fácil. Pero no olvidemos que ellos también nos educan. El primer ámbito de la educación sigue siendo la familia, en los pequeños gestos que son más elocuentes que las palabras. Educar es ante todo acompañar los procesos de crecimiento, es estar presentes de muchas maneras, de tal modo que los hijos puedan contar con sus padres en todo momento. El educador es una persona que “genera” en sentido espiritual y, sobre todo, que “se juega” poniéndose en relación. Como padre y madre es importante relacionarse con sus hijos a partir de una autoridad ganada día tras día. Ellos necesitan una seguridad que los ayude a experimentar la confianza en ustedes, en la belleza de sus vidas, en la certeza de no estar nunca solos, pase lo que pase.
Por otra parte, y como ya he señalado, la conciencia de la identidad y la misión de los laicos en la Iglesia y en la sociedad ha aumentado. Ustedes tienen la misión de transformar la sociedad con su presencia en el mundo del trabajo y hacer que se tengan en cuenta las necesidades de las familias.
También los matrimonios deben “primerear” [2] dentro de la comunidad parroquial y diocesana con sus iniciativas y su creatividad, buscando la complementariedad de los carismas y vocaciones como expresión de la comunión eclesial; en particular, los «cónyuges junto a los pastores, para caminar con otras familias, para ayudar a los más débiles, para anunciar que, también en las dificultades, Cristo se hace presente» [3].
Por tanto, los exhorto, queridos esposos, a participar en la Iglesia, especialmente en la pastoral familiar. Porque «la corresponsabilidad en la misión llama […] a los matrimonios y a los ministros ordenados, especialmente a los obispos, a cooperar de manera fecunda en el cuidado y la custodia de las Iglesias domésticas» [4]. Recuerden que la familia es la «célula básica de la sociedad» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 66). El matrimonio es realmente un proyecto de construcción de la «cultura del encuentro» (Carta enc. Fratelli tutti, 216). Es por ello que las familias tienen el desafío de tender puentes entre las generaciones para la transmisión de los valores que conforman la humanidad. Se necesita una nueva creatividad para expresar en los desafíos actuales los valores que nos constituyen como pueblo en nuestras sociedades y en la Iglesia, Pueblo de Dios.
La vocación al matrimonio es una llamada a conducir un barco incierto —pero seguro por la realidad del sacramento— en un mar a veces agitado. Cuántas veces, como los apóstoles, sienten ganas de decir o, mejor dicho, de gritar: «¡Maestro! ¿No te importa que perezcamos?» (Mc 4,38). No olvidemos que a través del sacramento del matrimonio Jesús está presente en esa barca. Él se preocupa por ustedes, permanece con ustedes en todo momento en el vaivén de la barca agitada por el mar. En otro pasaje del Evangelio, en medio de las dificultades, los discípulos ven que Jesús se acerca en medio de la tormenta y lo reciben en la barca; así también ustedes, cuando la tormenta arrecia, dejen subir a Jesús en su barca, porque cuando subió «donde estaban ellos, […] cesó el viento» (Mc 6,51). Es importante que juntos mantengan la mirada fija en Jesús. Sólo así encontrarán la paz, superarán los conflictos y encontrarán soluciones a muchos de sus problemas. No porque estos vayan a desaparecer, sino porque podrán verlos desde otra perspectiva.
Sólo abandonándose en las manos del Señor podrán vivir lo que parece imposible. El camino es reconocer la propia fragilidad y la impotencia que experimentan ante tantas situaciones que los rodean, pero al mismo tiempo tener la certeza de que de ese modo la fuerza de Cristo se manifiesta en su debilidad (cf. 2 Co 12,9). Fue justo en medio de una tormenta que los apóstoles llegaron a conocer la realeza y divinidad de Jesús, y aprendieron a confiar en Él.
A la luz de estos pasajes bíblicos, quisiera aprovechar para reflexionar sobre algunas dificultades y oportunidades que han vivido las familias en este tiempo de pandemia. Por ejemplo, aumentó el tiempo de estar juntos, y esto ha sido una oportunidad única para cultivar el diálogo en familia. Claro que esto requiere un especial ejercicio de paciencia, no es fácil estar juntos toda la jornada cuando en la misma casa se tiene que trabajar, estudiar, recrearse y descansar. Que el cansancio no les gane, que la fuerza del amor los anime para mirar más al otro —al cónyuge, a los hijos— que a la propia fatiga. Recuerden lo que les escribí en Amoris laetitia retomando el himno paulino de la caridad (cf. nn. 90-119). Pidan este don con insistencia a la Sagrada Familia, vuelvan a leer el elogio de la caridad para que sea ella la que inspire sus decisiones y acciones (cf. Rm 8,15; Ga 4,6).
De este modo, estar juntos no será una penitencia sino un refugio en medio de las tormentas. Que el hogar sea un lugar de acogida y de comprensión. Guarden en su corazón el consejo a los novios que expresé con las tres palabras: «permiso, gracias, perdón» [5]. Y cuando surja algún conflicto, «nunca terminar el día en familia sin hacer las paces» [6]. No se avergüencen de arrodillarse juntos ante Jesús en la Eucaristía para encontrar momentos de paz y una mirada mutua hecha de ternura y bondad. O de tomar la mano del otro, cuando esté un poco enojado, para arrancarle una sonrisa cómplice. Hacer quizás una breve oración, recitada en voz alta juntos, antes de dormirse por la noche, con Jesús presente entre ustedes.
Sin embargo, para algunos matrimonios la convivencia a la que se han visto forzados durante la cuarentena ha sido especialmente difícil. Los problemas que ya existían se agravaron, generando conflictos que muchas veces se han vuelto casi insoportables. Muchos han vivido incluso la ruptura de un matrimonio que venía sobrellevando una crisis que no se supo o no se pudo superar. A estas personas también quiero expresarles mi cercanía y mi afecto.
La ruptura de una relación conyugal genera mucho sufrimiento debido a la decepción de tantas ilusiones; la falta de entendimiento provoca discusiones y heridas no fáciles de reparar. Tampoco a los hijos es posible ahorrarles el sufrimiento de ver que sus padres ya no están juntos. Aun así, no dejen de buscar ayuda para que los conflictos puedan superarse de alguna manera y no causen aún más dolor entre ustedes y a sus hijos. El Señor Jesús, en su misericordia infinita, les inspirará el modo de seguir adelante en medio de tantas dificultades y aflicciones. No dejen de invocarlo y de buscar en Él un refugio, una luz para el camino, y en la comunidad eclesial una «casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 47).
Recuerden que el perdón sana toda herida. Perdonarse mutuamente es el resultado de una decisión interior que madura en la oración, en la relación con Dios, como don que brota de la gracia con la que Cristo llena a la pareja cuando lo dejan actuar, cuando se dirigen a Él. Cristo “habita” en su matrimonio y espera que le abran sus corazones para sostenerlos con el poder de su amor, como a los discípulos en la barca. Nuestro amor humano es débil, necesita de la fuerza del amor fiel de Jesús. Con Él pueden de veras construir la «casa sobre roca» (Mt 7,24).
A este propósito, permítanme que dirija una palabra a los jóvenes que se preparan al matrimonio. Si antes de la pandemia para los novios era difícil proyectar un futuro cuando era arduo encontrar un trabajo estable, ahora aumenta aún más la situación de incerteza laboral. Por ello invito a los novios a no desanimarse, a tener la “valentía creativa” que tuvo san José, cuya memoria he querido honrar en este Año dedicado a él. Así también ustedes, cuando se trate de afrontar el camino del matrimonio, aun teniendo pocos medios, confíen siempre en la Providencia, ya que «a veces las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener» (Carta ap. Patris corde, 5).No duden en apoyarse en sus propias familias y en sus amistades, en la comunidad eclesial, en la parroquia, para vivir la vida conyugal y familiar aprendiendo de aquellos que ya han transitado el camino que ustedes están comenzando.
Antes de despedirme, quiero enviar un saludo especial a los abuelos y las abuelas que durante el tiempo de aislamiento se vieron privados de ver y estar con sus nietos, a las personas mayores que sufrieron de manera aún más radical la soledad. La familia no puede prescindir de los abuelos, ellos son la memoria viviente de la humanidad, «esta memoria puede ayudar a construir un mundo más humano, más acogedor» [7].
Que san José inspire en todas las familias la valentía creativa, tan necesaria en este cambio de época que estamos viviendo, y Nuestra Señora acompañe en sus matrimonios la gestación de la “cultura del encuentro”, tan urgente para superar las adversidades y oposiciones que oscurecen nuestro tiempo. Los numerosos desafíos no pueden robar el gozo de quienes saben que están caminando con el Señor. Vivan intensamente su vocación. No dejen que un semblante triste transforme sus rostros. Su cónyuge necesita de su sonrisa. Sus hijos necesitan de sus miradas que los alienten. Los pastores y las otras familias necesitan de su presencia y alegría: ¡la alegría que viene del Señor!
Me despido con cariño animándolos a seguir viviendo la misión que Jesús nos ha encomendado, perseverando en la oración y «en la fracción del pan» (Hch 2,42).
Y por favor, no se olviden de rezar por mí, yo lo hago todos los días por ustedes.
Fraternalmente,
Francisco
Roma, San Juan de Letrán, 26 de diciembre de 2021, Fiesta de la Sagrada Familia.
[1] Videomensaje a los participantes en el Foro «¿Hasta dónde hemos llegado con Amoris laetitia?» (9 junio 2021).
[2] Cfr Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24.
[3] Videomensaje a los participantes en el Foro «¿Hasta dónde hemos llegado con Amoris laetitia?» (9 junio 2021).
[5] Discurso a las familias del mundo con ocasión de su peregrinación a Roma en el Año de la Fe (26 octubre 2013); cf. Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 133.
[6] Catequesis del 13 de mayo de 2015. Cf. Exhort. ap. postsin. Amoris laetitia, 104.
[7] Mensaje con ocasión de la I Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores “Yo estoy contigo todos los días” (31 mayo 2021).
El desafío del 'nosotros'. La caridad en las relaciones para superar diferencias
El Papa nos invita a ser constructores de nuevos vínculos sociales. Para eso es imprescindible, además de predicar el Evangelio, procurar personalmente ser un auténtico testimonio de caridad cristiana.
15/03/2021
«Vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5,14), dijo Jesús en uno de sus primeros discursos, desde la cima de un monte. Era un reto ambicioso para sus oyentes, que difícilmente habrían salido de Palestina y que en muchos aspectos no eran mejores que otros pueblos del entorno. ¿Cómo podían iluminar todo el mundo? El Papa Francisco también ha recordado en alguna ocasión que los bautizados estamos llamados a ser en el mundo «un evangelio viviente», a sazonar todos los ambientes con «una vida santa», con «el testimonio de una caridad genuina»[1]. Su propuesta adquiere en nuestros días una relevancia especial al considerar que los cristianos, en algunos lugares del mundo, son una inmensa minoría, como ocurría en los primeros tiempos de la Iglesia: para muchos hombres y mujeres del siglo XXI, la relación con un católico que vive su fe será a veces la única oportunidad de aproximarse al Evangelio. Esto supone una enorme oportunidad. Además, contamos con una garantía: la luz que aspiramos a transmitir a otros no es nuestra, sino de Dios.
Esa luz tiene que ver, ciertamente, con el contenido de un mensaje que nos gustaría extender en el mundo; pero también –y no es menos importante– con el medio que lo transmite y con el modo de hacerlo. Ambos aspectos están intrínsecamente unidos, el uno influye en el otro: nuestra condición de discípulos de Jesús se manifiesta a la vez en el qué y en el cómo. Sabemos bien que el cristianismo no es puro conocimiento, no consiste en un saber teórico ni en una suma de lecturas: es, sobre todo, un modo de estar en el mundo y de relacionarse con los demás que tiene su origen en el encuentro con Jesucristo. Implica un empeño práctico que, cuando surge de ese diálogo interior con Dios, acaba interpelando a las personas cercanas. San Josemaría lo resumió en uno de los puntos iniciales de Camino: «Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: éste lee la vida de Jesucristo»[2].
Por eso, la formación cristiana no busca una simple erudición doctrinal, sino conformarnos con Jesús. Así extenderemos la buena noticia a través de nuestras palabras y especialmente con nuestra propia vida, como él mismo hizo. Este modo de desenvolvernos en el mundo no es ajeno a la convivencia con los otros hombres, incluidos, como es lógico, los que pueden parecer más lejanos. El planteamiento de Jesús es magnánimo, incluso revolucionario, supone una de las grandes novedades del Evangelio: «Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; bendecid a los que os maldicen y rogad por los que os calumnian» (Lc 6,27-29). Siempre podremos mirarnos en ese mensaje y examinar hasta qué punto lo hemos hecho nuestro.
La diferencia es un regalo
Todas las personas somos diferentes. Nos distinguimos en el aspecto físico, la voz, la forma de pensar, el modo de interpretar la libertad, las soluciones que proponemos a los conflictos de la existencia, hasta en la manera de entender la humanidad o la propia vida. Frente a esa realidad, nuestra actitud no es simplemente la de tolerar la diferencia, resignarse ante ella, aceptarla como si fuera un mal inevitable. Esa diversidad ha sido querida por Dios y, por tanto, es una riqueza, una manifestación de su infinitud. Las diferencias forman parte de la grandeza de la creación, podemos y debemos beneficiarnos de ellas. Queriendo a los demás tal como son, los queremos como los quiere Dios. Hemos escuchado tantas veces decir que el amor de Dios es incondicional que tal vez el alcance del adjetivo se ha podido diluir un poco. Sin embargo se trata de un reto decisivo: el amor de Dios supera y desborda todas nuestras condiciones, por muy razonadas que nos parezcan. Por eso se convierte también en un desafío, en una llamada para que amemos incondicionalmente, sin prejuicios, sin antecedentes, sin excepciones, sin inercias de ninguna clase.
Ese empeño nos conducirá a evitar el riesgo de pasar sutilmente del «soy distinto» a «soy mejor», a alejar la tentación de convertirnos en el criterio para medir a los demás, un peligro frecuente en todo tipo de grupos humanos, desde un círculo de amigos hasta una nación entera. Ese «soy el mejor» puede inducir una cierta superioridad moral que aumenta las distancias entre personas hasta crear a veces fronteras impermeables. Por el contrario, san Josemaría, pensando en el espíritu del Opus Dei, predicó siempre que «la misión sobrenatural que hemos recibido no nos lleva a distinguirnos y a separarnos de los demás; nos lleva a unirnos a todos, porque somos iguales que los otros ciudadanos de nuestra patria»[3]. Además, siempre es posible descubrir en el prójimo cualidades que lo hace mejor que nosotros. «Lo dijo con claridad santo Tomás de Aquino, una de las mentes más prodigiosas de la historia de la humanidad: “En cualquier hombre existe algún aspecto por el que otros pueden considerarlo superior”. Siempre hay alguien que de algún modo nos supera y del que podemos aprender»[4].
Decidirse a buscar al otro
Los algoritmos de las redes sociales –la fórmula que selecciona la información que recibimos– generan una tendencia a buscar, promover, compartir y consumir solamente noticias, comentarios o interpretaciones que avalan nuestras propias ideas. Esto muchas veces nos puede llevar a minusvalorar o ignorar opciones alternativas o experiencias distintas a la nuestra. El Papa Francisco nos ha puesto en guardia frente a este peligro: «El funcionamiento de muchas plataformas a menudo acaba por favorecer el encuentro entre personas que piensan del mismo modo, obstaculizando la confrontación entre las diferencias. Estos circuitos cerrados facilitan la difusión de informaciones y noticias falsas, fomentando prejuicios y odios»[5].
Siempre es más cómodo recibir permanentemente confirmaciones de lo que pensamos. La inercia nos aleja de las dudas en cuestiones opinables, apaga el sano espíritu crítico. A todos nos cuestan las conversaciones difíciles, no siempre nos encontramos cómodos al abandonar la seguridad de lo conocido. Por eso, el camino para encontrar al otro requiere una decisión personal, una actitud proactiva. Buscar juntos la verdad a través del diálogo, del conocimiento mutuo, «es un camino perseverante, hecho también de silencios y de sufrimientos, capaz de recoger con paciencia la larga experiencia de las personas y de los pueblos»[6].
En ese diálogo, los cristianos tenemos claro que no se trata de cambiar el mensaje de Cristo ni de confrontarlo retóricamente con otras propuestas en busca de un punto medio conciliador. Sería tramposo enfrentar el qué y el cómo en una lucha teórica. Los cristianos queremos vivir el mensaje de Cristo en su integridad, adquirir una nueva manera de ser: esta es una premisa sustancial de nuestra misión. Por eso estamos abiertos a conocer, valorar y aprovechar la experiencia de los demás.
Esta aspiración se puede complicar cuando las personas que piensan de modo diferente adoptan posturas hostiles. El desenlace de la vida terrena de Jesús puede ser un espejo para mirarnos cuando nos inquieten las dudas. Descubriremos en su pasión y en su muerte que esa incomprensión no debería preocuparnos más de lo necesario. La asimetría que asume el cristiano al convivir de ese modo, al convivir desde la cruz, encarna el discurso del Señor sobre el amor a los enemigos. Más aún, esa desproporción en el trato que damos a los demás puede ser una manifestación específica del cristianismo. En palabras del mismo Jesús: «Si amáis a los que os aman, ¿qué merito tendréis?, pues también los pecadores aman a quienes les aman» (cfr. Lc 6,32-33). Esto lo podemos aplicar también a quienes nos comprenden –o comprendemos– menos y a quienes cuyo trato se nos puede hacer un poco más difícil, al menos al principio.
Jesús acoge a la samaritana
Es razonable imaginar una sintonía creciente de Jesús con los apóstoles conforme pasan los meses juntos: son sus amigos, las personas más cercanas, las más favorables a su misión. Pero también van apareciendo en los evangelios otros hombres y mujeres ajenos a los intereses, a la geografía y al estilo de vida de los doce. Por ejemplo, la samaritana. El diálogo que Jesús mantiene con ella es uno de los más extensos del Evangelio. Es una conversación que le sirve a Jesús para reducir rápidamente las distancias que los separan. Mientras Pedro y los demás buscan algo para comer, él pide agua a la mujer e inicia una conversación en la que rápidamente deshace sus prejuicios y barreras. Las palabras del Maestro sacuden el alma de la samaritana y, cuando se despiden, ella se siente impulsada a compartir su descubrimiento con todos: «Dejó su cántaro, fue a la ciudad y le dijo a la gente: venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?» (Jn 4,28-29). Se había convertido en una mujer apóstol de la que Dios se sirvió para que muchos samaritanos creyeran en Jesús.
La relación del Señor con la mujer samaritana encierra una enseñanza elocuente: no debemos descartar a nadie. Las distancias entre ambos eran evidentes, pero el desenlace del relato evangélico nos anima a llevar hasta Dios a personas que nos pueden parecer poco afines. Jesús transformó rápidamente en un nosotros aquel único encuentro. En ocasiones, las diferencias con otras personas o los juicios apresurados que hacemos de ellas se ponen de manifiesto después de una simple conjunción adversativa: «es buen trabajador, pero…», «es muy generosa con su tiempo, pero…», «es de un trato bastante agradable, pero…». El pero será con frecuencia inevitable, a veces simplemente reflejará alguna situación externa. Debemos estar atentos para no convertirlo en una excusa para mantener la distancia con el otro.
A la hora de deshacer nudos, pensar en la propia familia aporta una clave que tal vez hemos experimentado en primera persona. Los lazos especialísimos que nos unen a nuestros padres, hermanos o hijos proporcionan un sentido distinto a ese pero. Lo que antes suponía una objeción, incluso una trinchera, nos sirve para unir, nos aporta una razón lógica para no descartar a nadie. Podemos tener tal o cual diferencia con una persona, incluso de una entidad considerable, «pero es mi hermano», «pero es mi hija», «pero es mi padre». De algún modo, la caridad consiste en aplicar ese criterio en otros ámbitos. En el caso de la samaritana, Jesús transformó el pero en un además. Un cristiano es alguien que acoge. Y su acogida tiene más sentido con los que vienen de más lejos. «Nosotros, procurando –dentro de nuestra poquedad– imitar al Señor, tampoco “excluimos a nadie, no apartamos a ningún alma de nuestro amor en Jesucristo. Por eso habréis de cultivar una amistad firme, leal, sincera –es decir, cristiana– con todos vuestros compañeros de profesión: más aún, con todos los hombres, cualesquiera que sean sus circunstancias personales”»[7].
El «giro copernicano» del amor
En ese empeño por tender puentes y estrechar las relaciones con personas distintas, la alegría de los cristianos puede suponer una ventaja decisiva. «Ganar en afabilidad, alegría, paciencia, optimismo, delicadeza, y en todas las virtudes que hacen amable la convivencia es importante para que las personas puedan sentirse acogidas y ser felices»[8]. Una persona alegre interpela con su propia vida, sin necesidad de justificaciones teóricas previas. Benedicto XVI considera que «la fuerza con que la verdad se impone tiene que ser la alegría, que es su expresión más clara. Por ella deberían apostar los cristianos y en ella deberían darse a conocer al mundo»[9]. Por eso, en cierto sentido, la alegría es una responsabilidad en este mundo agitado y cambiante. La paciencia es igualmente necesaria, sobre todo con personas que pueden presentar una actitud un poco hostil. «Ofrecer nuestra amistad de manera auténtica presupone la capacidad de arriesgar, pues cabe la posibilidad de no ser correspondido»[10]. Y, unido a la paciencia, también es imprescindible el respeto, que «no es una educada resignación ante los defectos de los demás, con la que nos quedamos protegidos detrás de nuestro muro de defensa, sino un porte cercano, comprensivo, magnánimo, que nos permite mirar de verdad a los ojos a cada uno»[11].
Las manifestaciones anteriores se engloban dentro de la caridad, que es el rasgo fundamental en nuestra relación con los demás. Ya lo experimentó san Pablo: «Aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y aunque tuviera tanta fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, no sería nada» (1 Cor 13,2). También Benedicto XVI habló del «giro copernicano del amor» que consiste en entrar en una nueva dimensión de la caridad: Dios nos ama no porque nosotros seamos buenos o reunamos algún mérito, sino porque él es bueno. La imitación de Cristo en este aspecto nos permitirá amar no solo a un pequeño círculo de personas sino a todos los hombres y mujeres que Dios ha puesto en nuestro camino. Nunca seremos del todo conscientes del fruto de esta actitud: nunca sabremos hasta qué punto la cercanía, el cariño, la paciencia y el respeto activaron deseos magnánimos en las personas que se fueron cruzando en nuestra vida. Sin embargo, tenemos el convencimiento de que, para ser luz del mundo, no hay ninguna estrategia de transmisión posible al margen de la caridad. Lo sintetizó san Josemaría: «De que tú y yo nos portemos como Dios quiere –no lo olvides– dependen muchas cosas grandes»[12].
* * *
Vivimos tiempos propicios para la magnanimidad: el Papa Francisco se ha servido de la parábola del buen samaritano para recordarnos que debemos ser «constructores de un nuevo vínculo social»[13], para hacernos caer en la cuenta de que todos los días nos enfrentamos a «la opción de ser buenos samaritanos o indiferentes viajantes que pasan de largo»[14]. El ejemplo de aquel único caminante que se detuvo al ver a un hombre malherido en la cuneta nos recuerda que «hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos»[15]. El buen samaritano es un mensaje viviente, muestra la identificación entre el qué de su alma y el cómo de sus actos.
Alguna vez los prejuicios y las barreras podrán parecer insalvables. Sin embargo, hay un recurso eficacísimo para desactivar rencores o posturas irreductibles: la oración. Rezar por una persona con fe y constancia nos une a ella de un modo especial y nos acerca a la propuesta citada del evangelio: rezar por los enemigos nos ayuda a no tenerlos, nos cambia la mirada sobre cualquier persona, también sobre aquellas que tal vez nos puedan resultar incómodas. San Josemaría encomendaba diariamente a Dios en la Santa Misa a quienes le habían hecho daño en algún momento[16]. Es un planteamiento que aparece resumido en un punto de Forja: «Considera el bien que han hecho a tu alma los que, durante tu vida, te han fastidiado o han tratado de fastidiarte. –Otros llaman enemigos a esas gentes. Tú, tratando de imitar a los santos, siquiera en esto, y siendo muy poca cosa para tener o haber tenido enemigos, llámales bienhechores. Y resultará que, a fuerza de encomendarlos a Dios, les tendrás simpatía»[17].
Javier Marrodán
[1] Francisco, Ángelus, 09-02-2014.
[2] San Josemaría, Camino, n 2.
[3] San Josemaría, Carta 1, n. 5a.
[4] Isabel Sánchez, Mujeres brújula en un bosque de retos, Planeta, Barcelona, 2020, p. 159.
[5] Francisco, Fratelli tutti, n. 45.
[6] Ibíd., n. 50.
[7] Mons. Fernando Ocáriz, Carta Pastoral, 1-XI-2019, n. 7. El texto entrecomillado que aparece dentro de la cita pertenece a la carta 18 de san Josemaría.
[8] Ibíd., n. 10.
[9] Benedicto XVI, Opera Omnia, vol. 11, parte C, XI, 4.
[10] Mons. Fernando Ocáriz, Carta pastoral, 1-XI-2019, n. 12,
[11] «Con el cariño en la mirada», en www.opusdei.org.
[12] San Josemaría, Camino, n. 755.
[13] Francisco, Fratelli tutti, n. 66.
[14] Ibíd., n. 69.
[15] Ibíd., n. 77.
[16] Cfr. Javier Echevarría, Carta pastoral, 1-IV-1999.
[17] San Josemaría, Forja, n. 802.
¿Evangelio e internet? Recordar el Evangelio
Escrito por José Martínez Colín.
Todos necesitamos que el Espíritu Santo traiga a nuestros corazones las palabras de Jesús y nos enseñe su sentido para saberlas vivir convencidos y alegres.
1) Para saber
La palabra “recordar” proviene del prefijo “re” que significa “reiteración”, “volver a hacer una acción”. Y la palabra “cordar” viene del latín “cor” que significa “corazón”. Por tanto, “recordar” sería “traer de vuelta al corazón”. El Papa Francisco, en la reciente fiesta de Pentecostés, señalaba que Jesús había prometido a los discípulos que enviaría al Espíritu Santo para que fuera quien les recordara y enseñara sus palabras. O sea, que trajera a nuestro corazón el Evangelio.
Todos necesitamos que el Espíritu Santo traiga a nuestros corazones las palabras de Jesús y nos enseñe su sentido para saberlas vivir convencidos y alegres. Dice el Papa que el Espíritu logra que los pensamientos de Jesús se conviertan en nuestros, y ese conocimiento personal de Jesús, entre en nuestro corazón.
2) Para pensar
Polícleto fue un gran escultor de la Grecia clásica. En cierta ocasión, tuvo la idea de esculpir simultáneamente dos estatuas con el mismo tema, pero mientras que una era esculpida en el más riguroso secreto, atendiendo exclusivamente a su inspiración, la otra estaba a la vista de todos y aceptaba las sugerencias que los "sabios ciudadanos" le hacían al respecto: un poquito más de aquí, algo menos de allá… El escultor aceptaba todas las correcciones que le hacían atendiendo esos "oportunos" consejos de quienes solían criticar todas sus obras.
Una vez que finalizó las dos obras, nacidas de una misma idea pero que crecieron de distinta forma, las expuso una al lado de la otra. Y comprobó cómo la escultura que fue fruto de la opinión pública fue censurada unánimemente, mientras que la esculpida según su inspiración fue alabada por todos y considerada la obra de un verdadero maestro. Entonces dijo Polícleto: "Atenienses la estatua que criticáis es obra vuestra; la que alabáis es obra mía".
En nuestro actuar pueden influir muchas voces, de ahí la importancia de seguir a un buen consejero, y el mejor es el Espíritu Santo que nunca se equivoca.
3) Para vivir
Se puede pensar, dice el papa, que puesto que Jesús vivió hace dos mil años, eran otros tiempos, situaciones, y por eso el Evangelio parecería anticuado, distanciado e inadecuado para el día de hoy. ¿Qué puede decir el Evangelio en la era de Internet y de la globalización? Pero sería un mal razonamiento, pues el Espíritu Santo es especialista en acortar las distancias y conecta la enseñanza de Jesús con cada tiempo y cada persona. ¡Con Él, las palabras de Cristo cobran vida hoy! A través de la Sagrada Escritura nos habla y nos orienta en el presente.
Nosotros corremos el riesgo de hacer de la fe una cosa de museo. Por ello nos invitaba a preguntarnos el papa si ante una adversidad, un cansancio o una crisis nos olvidamos del amor de Jesús y caemos en la duda y en el miedo. El remedio es invocar a menudo al Espíritu Santo. Especialmente en los momentos importantes, antes de las decisiones difíciles. Podemos decir: “Ven, Espíritu Santo, recuérdame a Jesús, ilumina mi corazón”. Esta es una bella oración. Terminó el papa deseando que la Virgen María, llena del Espíritu Santo, encienda en nosotros el deseo de orarle y de acoger la Palabra de Dios.
Escrito por Salvador Abascal Carranza.
Hoy, en México como en casi todos los países occidentales, la Convención sobre los Derechos de los Niños es papel mojado.
Hay que ser muy cínicos para que alguien se sienta orgulloso de lo que no tiene mérito alguno. Con cierta frecuencia me gusta consultar el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE) para tener mucho cuidado de no equivocarme en los términos que voy a usar. En efecto, a alguien, no se sabe a quién, se le ocurrió nombrar un día de junio, y después todo el mes, como el día y el mes “del orgullo gay”. Orgullo (del cat. orgull), se lee en el DRAE, p. 1107, que es “arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas”. Es natural que la izquierda, en todo el mundo, favorezca estas causas, porque sienten que tienen “superioridad moral”. A saber lo que entienden por moral.
Lo que sí es el orgullo gay: Arrogancia, es decir, altanería, soberbia, vanidad, exceso de autoestima que hace que una persona o un grupo se sientan superiores a los demás. Eso exactamente es lo que vemos en los famosos desfiles del orgullo gay. Vamos, ya ni siquiera es solamente altanería y soberbia, sino el descarado exhibicionismo procaz, de cuerpos semidesnudos que se lucen contorsionados enfrente de niños inocentes, para ir dejando en sus mentes que lo malo es bueno y que lo feo es bello.
Lo hacen para normalizar lo que no es normal, para tener candidatos de tierna edad para las clínicas de “reasignación de sexo” o para normalizar la pedofilia. ¿Por qué insisten tanto los organizadores de los desfiles para que los adultos inconscientes, confundidos o cómplices, lleven a los niños a “divertirse” con las Drag Queens o con los bailes pornográficos de ¿hombres y mujeres? Sí, de hombres biológicos que aparentan ser mujeres y viceversa. Por más que finjan, no pueden cambiar la biología. En el fondo, por muchos testimonios de “reasignación de género”, las personas sometidas a esa presión social, sufren mucho y creo que disfrazar el drama que seguramente viven, del supuesto “orgullo de ser LGTBITQ+”, es disimular, no una virtud sino un vicio mayor. ¿Quieren que los niños sufran lo mismo que ellos? ¿Desean compañeros de viaje para no sentirse tan solos y deprimidos?
Una nota periodística no da cuenta, por sí sola del drama. “Aumenta la Población Transgénero en Estados Unidos” (Diario Reforma, México, 11 de junio del 2022). Los adolescentes tuvieron un fuerte incremento en el cambio de sexo, señala un informe, basado en encuestas gubernamentales de salud realizadas entre 2017 y 2020. “Estimó (la encuesta) que el 1.3 % de los jóvenes de 13 a 17 años y el 1.3% de los de 18 a 24 años son transgénero, en comparación con el aproximadamente 0.3% de todos los adultos. Usamos los mejores datos disponibles, pero necesitamos más y mejores datos”, dijo Jody Herman, investigadora principal del Instituto Williams.” Una de las causas principales del aumento del transgenerismo, lo atribuyen los investigadores al uso de las redes sociales, en donde los adolescentes encuentran “un mundo fascinante, diferente y por lo mismo atractivo”. Lo que no reportan es la influencia que está teniendo la hipersexualización a la que están siendo sometidos en la escuela los niños y los jóvenes.
El propio sitio web de DQSH (sitio especializado en la actividad queer en EE UU) dice explícitamente que su objetivo es "capturar la imaginación y el juego de la fluidez de género de la infancia y brindarles a los niños modelos a seguir glamorosos, positivos y descaradamente queer". En este mes especialmente, pero no solamente, muchas escuelas han organizado fiestas del orgullo gay dentro de sus recintos, y hacen mini desfiles “para que los niños vayan encontrando su identidad”.
En España, la nueva ley de educación, llamada Ley Celaá por su autora, ha provocado el rechazo de varias autonomías por su contenido adoctrinador en la ideología de género. “Hablamos –dice la presidente de la comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, al rechazar esta ley- de contenidos impartidos para que el alumno sepa si es niño o niña, conozca el sexo temprano o los distintos tipos de fornicio”. La misma exministra Celaá dijo en una ocasión, al inicio del debate por la educación en El Congreso, que (palabras más o menos) “no se les ocurra a los padres de familia decir que los hijos son suyos”.
¿De esto es de lo que se orgullecen los colectivos LGTBIQ*? ¿Es esta su razón de vivir, su propósito para entender para qué vinieron a este mundo? ¿Para pervertir a los niños? Jesús de Nazareth dijo claramente: “Es inevitable que haya escándalos, pero al que escandalizase a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le atasen al cuello una rueda de molino y lo arrojasen al mar” (Lucas 17, 1-6).
La hipersexualización de los niños, contraviene lo establecido en la Convención sobre los Derechos del Niño (ONU, 20 de nov. De 1989. Art. 1. Para los efectos de la presente Convención, se entiende por niño todo ser humano menor de 18 años). Lo más escandaloso, es que la “educación sexual” tiene un propósito obscuro: la normalización de la pederastia y de la pornografía infantil, es decir, corrupción de los cuerpos y de las mentes de los pequeños. En el Preámbulo del citado documento se establece que: “El niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento”. Todos los países europeos y la mayor parte de los americanos y africanos aparecen como firmantes de esta Convención (ONU, Nueva York, países adheridos a la CDN desde 1989). México se adhirió en 1990, y por la reforma constitucional de 2011, forma parte de la Carta Magna. Hoy, en México como en casi todos los países occidentales, la Convención sobre los Derechos de los Niños es papel mojado.
Es un hecho que los niños no están protegidos, como establece la citada Convención, en muchos países de Occidente. No en España, no en Francia ni en Estados Unidos, como en otros muchos. Hablemos de este último, porque es un caso espeluznante: En San Francisco, California, existe un grupo LGTBIQT+ que tiene por nombre San Francisco Gay Men Chorus, que distribuye en redes sociales un video, una canción escrita por Roy Iwath y Daniel Quadrino, con música de Tim Rosser. La letra, traducida al español, dice –entre otras muchas cosas- lo siguiente: “¿Piensas que corromperemos a tus hijos?, ¡Sí!, nuestra agenda no se controla. Es gracioso, sólo por esta vez estás en lo correcto: pervertiremos a tus hijos. Sucede poco a poco, en silencio y sutilmente, y apenas lo notarás […] Cambiarán su grupo de amigos; no aprobarías a dónde van por la noche, OK, y estarás muy asqueado cuando encuentren cosas en línea que has mantenido fuera de su vista […] Convertiremos a tus hijos alcanzando a todos y cada uno, y no habrá forma de escapar […] Convertiremos a tus hijos, venimos por ellos […] La agenda gay ya está aquí, pero no tienes de qué preocuparte, hay cada vez mayor orgullo porque no hay nada de malo de estar de nuestro lado, ¡la agenda gay! […] Convertiremos a tus hijos, entonces nos volveremos contra ti […] Olvidarás que algún día estuviste molesto. Convertiremos a tus hijos y te convertirás en un aliado”.
Todavía estamos a tiempo de advertir a las nuevas generaciones de esta atrocidad. Hay muchos padres que se rinden porque piensan que no pueden luchar y menos vencer. Es cierto que el acoso de los LGTBIQT+ es permanente, feroz, hacen programas infantiles con canciones con Drag-Queens, y llenan algunas televisoras sus programas con dos papás y dos mamás, etc. Es necesario decirles a los chicos que en esa vida de “homos” y de “trans” no hay finales felices, al contrario, es un camino lleno de dolor y de sufrimiento, no solamente porque ciertamente hay discriminación, lo cual es lamentable, y la seguirá habiendo en todo tiempo, sino porque ese camino no lleva a ninguna parte, a no ser el vacío, el sinsentido y la desesperación.
Uno de los mayores dramas, empero, es ocultado cuidadosamente por las autoridades federales de EE UU. “Nadie sabe cuántas personas trans o cuántos homosexuales se suicidaron el año pasado, lamentó Amit Paley, director de The Trevor Project, un grupo de prevención del suicidio. Estos datos no existen porque el gobierno no los recopila en los registros de defunción”. No me extraña en absoluto que el gobierno no registre estos datos, porque no quieren que se sepa y, cuando los hay, los principales medios no los publican porque, de publicarse, podrían hacerle algún daño al poderoso y multimillonario movimiento LGTBIQ+.
Hay países que prohíben en sus leyes la de-transición o reconversión, no vaya a ser que los arrepentidos les vayan a arruinar la fiesta a los LGTBIQ+ (gay, en inglés significa alegre). Es verdad que no podemos estar de acuerdo con una reconversión basada en la tortura, pero sí en una terapia cuidadosa, guiada por expertos. Baste con uno de los miles de ejemplos, uno muy doloroso, para documentar este drama. Se trata de una chica llamada Laura. Como la mayor parte de los casos, ella fue abusada de pequeña, lo que le provocó disforia de género y pensó que todo se arreglaría si se convertía en hombre. Alguien la aconsejó. Empezó su transición hormonal y quirúrgica inyectándose hormonas masculinas que le cambiaron el tono de la voz, el pelo, el vello en la cara y en el cuerpo.
La cirugía vino más tarde, a pesar de estar convencida de que los cambios no serían reales, pero con la esperanza de que algún día olvidase que “una vez fue mujer”. Se sometió a la mastectomía, a la extirpación de los órganos sexuales femeninos y se hizo colocar una prótesis. Cuando despertó de la cirugía, dice ella, aunque le gustaban los resultados sabía que no había nada real, era una real mentira: “nadie me dijo que sería tan horrible”. Se dio cuenta de que por más operaciones que se hiciera, jamás sería un hombre. “Estaba horrorizada con lo que me había hecho, me encontré en el hoyo más profundo y obscuro, le pedí a Dios que me quitara la vida, pero Dios tenía otro plan para mí”. Abrazó, dice Laura, “su diseño original de mujer […] Dios me ha redimido, sólo encuentro plenitud en mi fe”. Hoy, Laura arrastra dolorosas consecuencias de su “cambio de género”, con pérdida de memoria y problemas musculares y neurológicos. Imparte conferencias a gente con disforia de género y escribió Transgender to Transformed y su nombre es Laura Perry.
Lo que no es el orgullo gay. Para finalizar. Hay una parte de la definición que aún no hemos desarrollado: Fobia, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas”. Es verdad que existe una parte positiva del orgullo, de sentirse orgulloso por algo o por alguien. Es el orgullo que nace de causas nobles o virtuosas. Es legítimo el orgullo que siente un padre o una madre (o un abuelo-abuela) cuando ve que sus hijos son exitosos y virtuosos. Del homosexualismo, del transgenerismo, de la actividad Queer, o de la bisexualidad, etc., nadie puede estar orgulloso. Es como si los heterosexuales nos sintiéramos orgullosos, por el simple hecho de ser heterosexuales; y tendríamos razones de sobra para hacerlo, porque procreamos vida, lo que no pueden hacer ellos ni ellas; después la cuidamos, la protegemos y le damos alas para volar. Y si tenemos que marchar por las calles, en alegre manifestación, lo hacemos, como yo mismo le he hecho varias veces, para defender una causa, la más noble de ellas, si se le puede llamar así, que es la defensa de la vida del no nacido y de la familia. Y me siento orgulloso por hacerlo, y lo seguiré haciendo hasta que Dios me preste fuerzas y vida.
El pasado 31 de Mayo, fue aprobado el Real Decreto 415/2022 , por el que se modifica el Real Decreto 124/2007, de 2 de febrero, que regula el Registro nacional de instrucciones previas y el correspondiente fichero automatizado de datos de carácter personal, según recoge Diario Médico en un artículo publicado el 1 de junio de 2022, en referencia a la Ley de la Eutanasia en España.
Las novedades que introduce esta modificación hacen referencia a «la información mínima que deben trasladar las comunidades autónomas al Registro nacional, una vez realizada la inscripción de un documento de instrucciones previas». Concretamente se incorpora la prestación de ayuda para morir como materia de la declaración, asegurando la igualdad y calidad de futuras decisiones asistenciales, así como la toma de decisiones respetuosas con la voluntad del enfermo cuando este no tiene ya capacidad para decidir por sí mismo», según recoge la norma.
Este cambio normativo, según asegura Diario Médico “es necesario para que pueda darse una posibilidad que recoge la ley y es que la solicitud de eutanasia la haga una tercera persona, que puede ser un familiar del enfermo o, incluso, su médico, cuando el afectado haya perdido ya su capacidad de decidir, pero dejara registrado con antelación su deseo de que se le practicara la eutanasia. De modo que, de acuerdo con la LORE, esa petición de eutanasia presentada por una tercera persona deberá estar acompañada de la petición que el afectado registró en el documento de instrucciones previas”.
Séptimo país del mundo en legalizar la eutanasia
La Ley Orgánica de Regulación de la Eutanasia, promovida por el Partido Socialista Obrero Español y Unidas Podemos, se aprobó en España por mayoría absoluta el 18 de marzo de 2021, convirtiéndose en el séptimo país del mundo en legalizarla después de Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Canadá, Colombia y Nueva Zelanda. Para solicitarla, el afectado debe “sufrir una enfermedad grave e incurable o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante” que le cause un “sufrimiento intolerable”. La norma regula tanto la eutanasia propiamente dicha -”administración directa al paciente de una sustancia letal por parte del profesional sanitario competente”- como el suicidio médicamente asistido -”la prescripción o suministro al paciente por parte del profesional sanitario de una sustancia letal, de manera que este se la pueda autoadministrar, para causar su propia muerte”.
Valoración bioética
El testamento vital, o declaración de la voluntad de un paciente referida a la atención que desea recibir al final de su vida, específicamente cuando no pueda ya manifestarla cabalmente, trata de respetar los términos en los que desea ser atendido, cuando su vejez o la fase terminal de una enfermedad lo sitúe en una situación incurable necesitada de atención médica que, siendo a veces agresiva y con escasos resultados, puede ser rechazada por el paciente.
La petición anticipada de eutanasia en un paciente que prevé una fase degenerativa de su enfermedad en el futuro que pudiera causarle un sufrimiento intolerable, entraña dos dificultades bioéticas fundamentales.
Por un lado, la petición de un paciente para que se le aplique la eutanasia o el suicidio asistido debe ser limitada por el rechazo hacia toda forma de homicidio, aún cuando pretende justificarse como alivio de un sufrimiento. La atención paliativa de calidad puede controlar los sufrimientos asociados a las enfermedades incurables, evitando el planteamiento de la supresión del paciente en vez de la supresión o el alivio de sus sufrimientos.
Por otro, el deseo manifestado acerca de una situación futura puede ser modificado por múltiples circunstancias. El haber manifestado el deseo de ser sometido a la eutanasia tiempo antes de que llegue el momento final de su vida, no asegura que la persona siga manteniendo esta misma actitud, por lo que decidir por él cuando él ya no puede expresarse conscientemente, resulta intolerable si se trata de terminar con su vida, basándose en una manifestación previa alejada en el tiempo. La intervención médica, mejor dicho, pseudomédica, de provocar la muerte del paciente, siempre condenable éticamente, resulta más trágica si se aplica bajo el amparo legal que permite realizarla bajo petición del paciente, siendo que esta petición no se formula en el momento de su aplicación sino previamente.
En países como Bélgica esta práctica se ha convertido en habitual, y a muchos pacientes, más de la mitad de los eutanasiados de más de 80 años, se les ha aplicado la eutanasia sin que estos la hubieran pedido.
Si un paciente expresa anticipadamente su voluntad de no ser eutanasiado en ningún caso, deberá respetarse en todo caso cuando no esté en condiciones de decidir porque no implica aplicar una intervención homicida sobre él. Sin embargo, la manifestación previa de un paciente en sentido contrario, recibir la eutanasia, nunca debería considerarse suficiente para su posterior aplicación -como recoge la modificación legal que comentamos- porque no puede descartarse un cambio de actitud en el final de su vida, que entonces no sea capaz de manifestar.
La posibilidad de actuar de modo homicida -eso es la eutanasia- sobre un paciente que al final de su vida, sin poder manifestarlo, no desea que le sea aplicada, aunque se manifestara previamente en sentido contrario, convertiría el homicidio en un asesinato.
El principio de prudencia debería alejar toda tentación de aplicar medidas lesivas e irreversibles en contra de la voluntad clara del paciente en el momento de su aplicación, lo que parece favorecer la pendiente resbaladiza a la que conduce la legalización de prácticas ilícitas como la eutanasia.
Julio Tudela
Observatorio de Bioética
Valoración del Anteproyecto de modificación de la LO 2/2010 del aborto
El Anteproyecto de modificación de la LO 2/2010, considera el aborto y la contracepción como un derecho por imperativo legal, de modo análogo a lo sucedido con la normativa de género y LGTBI.
De ello se derivan las siguientes consecuencias:
1.- Los poderes públicos promocionarán la atención especializada en las diferentes etapas del ciclo vital, con especial énfasis en la infancia y juventud (art. 5.2.e), y generarán información pública promocionando el aborto, garantizando un itinerario sencillo y comprensible, que incluye el acceso a información en internet sobre centros públicos y una línea telefónica especializada (art. 18.bis).
2.- La cartera de servicios comunes del Sistema Nacional de Salud dispondrá de equipos interdisciplinares con el objetivo principal de promover “la salud sexual y reproductiva” (art. 5 sexies.2).
3.- Se habilitará una incapacidad temporal especial para las mujeres que aborten (art. 7.bis.e) y se les brindarán recursos de acompañamiento y atención especializada (art. 7.bis.i).
4.- Podrán distribuirse métodos de barrera (que pueden ser físicos, químicos o mixtos) durante las campañas de educación sexual en centros de la ESO (art. 7.ter.c).
5.- La contracepción es considerada como un asunto de salud pública (art. 7.quater.c) por lo que se garantizará tanto la financiación con cargo a fondos públicos de los contraceptivos hormonales cuando se dispensen en centros del Sistema Nacional de Salud (DA 3ª.1) como la dispensación gratuita de la anticoncepción de urgencia (DA3ª.2).
6.- Los contenidos sobre salud y derechos sexuales y reproductivos serán parte del temario de las carreras universitarias y oposiciones relacionadas con las ciencias jurídicas, educativas y sociales (art. 8.2), y se impartirá una formación específica y adecuada a los profesionales de la salud (art. 8.1).
7.- El sistema educativo español contemplará la formación en “salud sexual y reproductiva” que contribuya a: (art. 9.1).
- a) Promocionar una visión de la sexualidad en igualdad y corresponsabilidad.
- b) Reconocimiento de la diversidad sexual.
- c) Desarrollo de la sexualidad con especial atención a la adolescencia y juventud.
- d) Prevención de enfermedades e infecciones.
- e) Prevención de embarazo.
8.- La educación afectivo sexual formará parte del currículo durante toda la educación obligatoria (6 a 16 años) y será impartida por personal que haya recibido “formación adecuada” para ello (art. 5.1.c y 9.2),
garantizando el abordaje integral de la salud menstrual con perspectiva de género (art. 10.ter.a). [1]
7.- Las menores de edad de 16 y 17 años y las mujeres con discapacidad tendrán la posibilidad de decidir sobre sus propios cuerpos, en coherencia con lo establecido en los “estándares internacionales”[2] y no tendrán que pedir permiso a sus tutores legales para acceder a la interrupción voluntaria del embarazo.
8.- Se elimina el período de reflexión de 3 días y la información obligatoria que se entregaba a las mujeres. Esa información será de carácter optativo, a petición de la mujer que acude a abortar. [3]
9.- Se blinda el acceso al aborto en los centros públicos, haciendo que el recurso de acudir a las clínicas privadas sea la excepción. Con este mismo objetivo, se regula la objeción de conciencia, un derecho fundamental e individual de cada profesional,[4] sin que ello impida el efectivo derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y se crea un registro autonómico de profesionales sanitarios objetores de conciencia respecto de la intervención directa en un aborto que ha de manifestarse con antelación y por escrito (art. 19 bis y 19 ter). [5]
10.- Las administraciones públicas:
a) Impulsarán campañas de concienciación de los derechos recogidos en esta Ley Orgánica para toda la población incluyendo corresponsabilidad en la anticoncepción, eliminación de estereotipos de género en las relaciones sexuales y promoción de “supuestos” derechos reproductivos como el aborto, la promoción de la “salud menstrual”, el embarazo, el parto y el puerperio (art. 10 quinquies.1), con especial divulgación en medios de comunicación públicos y en centros educativos, sociales, sanitarios, culturales y deportivos (art. 10 quinquies.2; art. 25.1).
b) Asegurarán que autoridades, personal funcionario, agentes e instituciones (estatales y autonómicas), así como cualesquiera otros que actúen en nombre de ellos, se abstendrán de vulnerar los derechos sexuales y reproductivos reconocidos en esta Ley Orgánica (art. 24.1).
c) Establecerán servicios adaptados y adecuados para la población joven promoviendo su participación en el desarrollo y abordaje integral de la sexualidad (art. 5 sexies.3).
11.- El Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud aprobará la Estrategia Estatal de Salud Sexual y Reproductiva previo informe favorable de la Conferencia Sectorial de Igualdad para cumplir los objetivos de esta Ley Orgánica (art. 11.1).
12.- El Gobierno impulsará una colaboración reforzada con el Defensor del Pueblo a nivel estatal, autonómico y local. (art. 11 ter).
Reflexión final
Ante este intervencionismo ideológico contrario a la vida, promotor del aborto y una determinada educación sexual, apoyada en la desinformación y la manipulación, la defensa de la vida de los seres humanos más vulnerables constituye un objetivo prioritario.
Deben, por tanto, promoverse iniciativas que planteen una alternativa pública, accesible a todos los ciudadanos que defiendan la vida y la dignidad humanas, lo que implica la necesidad de formar e informar debidamente a la población, especialmente a los jóvenes, en una concepción antropológica de la sexualidad constructiva e integradora, respetuosa con la persona y la naturaleza, que propicie actitudes verdaderamente libres, frente a este nuevo orden impulsado por la Organización de Naciones Unidas, la Unión Europea, y otros grupos de poder promotores de modelos sociales que discriminan a los individuos, suprimen a los más débiles y tratan de debilitar la institución familiar y, por ende, el tejido social.
Y en ese ámbito, es fundamental la educación afectivo sexual de los menores, futuros ciudadanos, que se convierte en una prioridad urgente, tanto en el ámbito educativo como en la vida pública, que requiere la creación de proyectos formativos alternativos a las propuestas oficiales descritas, basados en una antropología que respete y promocione la vida de todo ser humano, específicamente la del no nacido, su dignidad personal inalienable, integrando la sexualidad en su proyecto vital, de modo que favorezca el respeto mutuo y el dominio de sí, orientados hacia la relación y donación personales como verdadero proyecto vital constructivo.
Finalmente, debemos insistir en la falacia de establecer un supuesto derecho a matar. El aborto no es un derecho, como no lo son la eutanasia ni el suicidio asistido. Conculca el derecho a la vida, reconocido expresamente en la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, y la Constitución Española.
[1] La denominada “formación adecuada”, ofrecida por la Administración, presenta una visión sesgada de la persona, su naturaleza y su dimensión sexual. Resulta por tanto inadecuada para el respeto a la vida y la dignidad de los seres humanos.
[2] No indica cuáles son esos “estándares internacionales”. El Estado parece interferir injustificadamente en las relaciones paternofiliales, es decir, en la intimidad de las familias, de modo inaceptable.
Por otro lado, la futura norma pretende regular la autonomía de esas menores cuando son ellas las que quieren abortar y hay oposición por parte de los padres, pero no recoge la situación contraria en la que la menor decide continuar con el embarazo y son sus padres quienes quieren convencerla para que aborte. Si la autonomía se regula en un caso también debería regularse en el otro.
[3] Resulta muy grave, a nuestro juicio, que se limite el derecho a la información, dado que, aunque todo paciente tiene derecho a renunciar a la información, ello no exime al médico de informarle debidamente, al menos, de los puntos más importantes de la intervención, sobre todo en un tema tan importante como este. Es decir, no se limita a incluir en la historia clínica que la paciente no quiere ser informada, sin más. Ello podría conllevar el riesgo de trasladar a la menor toda la responsabilidad de la decisión sin conocimiento de causa suficiente. Supone un atentado contra el derecho de autonomía del paciente, que, de este modo, no puede otorgar un consentimiento INFORMADO.
[4] Debe recordarse que el personal sanitario tiene derecho a la objeción de conciencia en el caso del aborto. Y lo tiene desde la STC de 11 de abril de 1985 en su Fundamento Jurídico decimocuarto, y concretado y desarrollado en el artículo 19 de la Ley 2/2010.
[5] En su primera parte pretende “blindar el acceso al aborto en los centros públicos”. Habría que preguntarse por qué el legislador tiene esa intención. Quizá nos da una pista la segunda parte del párrafo: la objeción de conciencia del personal sanitario, aunque habla más bien de un “derecho fundamental e individual”.
El legislador ve aquí, pues, una colisión de derechos entre la mujer que quiere abortar y el médico objetor. Tal colisión la pretende resolver blindando el acceso y creando un registro de objetores entendemos que público, aunque no dice nada al respecto.
Observatorio de Bioética
Gaudí: liderazgo, pasión y propósito para el siglo XXI
Nadie que se haya acercado de verdad a la vida y la obra de Antonio Gaudí puede poner en duda que su pasión por la luz, su humildad, su manera de afrontar la adversidad, su innovación y su inspiración en la Naturaleza son una fuente inagotable de reflexión. En este caso, el énfasis se pone en los mensajes que nos deja Gaudí sobre cuestiones tan vitales como el liderazgo, la misión o la innovación.
El bosque de piedra de la Sagrada Familia
El pasado 25 de mayo, en una nueva sesión de I-Wil Network Lunch en IESE, tuvimos ocasión de adentrarnos en la vida, la personalidad y el genio de Gaudí, de la mano del gran experto José Manuel Almuzara, para después desentrañar claves de su vida que son una guía atemporal para afrontar, en el siglo XXI, algunos retos. En este segundo itinerario nos guio el profesor del IESE Yih-Teen-Lee, experto en liderazgo.
José Manuel abre las puertas a un Gaudí vulnerable, humano, víctima del desamor, un Gaudí que se enfrenta a las adversidades, del tipo que sean, con la mirada elevada a Dios, buscando sin descanso la trascendencia y la luz
Estatua de Antoni Gaudí, en el parque de la Villa El Capricho, Comillas.
La compleja simbología que impregna la obra del genial arquitecto se va revelando a medida que el ponente muestra, explica, relaciona. Vida y producción artística se entrelazan y dan sentido la una a la otra. Un hombre dedicado en cuerpo y alma a su propósito, buscando siempre soluciones y caminos para continuar la marcha hacia su misión. Nada le detiene.
Refugiado en su trabajo,Gaudí confiesa a sus colaboradores que «Mis grandes amigos están muertos; no tengo familia, ni clientes, ni fortuna, ni nada. Así puedo entregarme totalmente al templo». Un templo que avanza despacio porque, como él mismo afirma, “mi Cliente no tiene prisa”.
En esta aproximación al Gaudí más humano, no falta la referencia a las difíciles condiciones de su infancia y juventud, a esas largas estancias en la masía de sus padres debido a una enfermedad que le impedía ir a la escuela, la llegada a Barcelona con 16 años, acompañado de su hermano, sin recursos, sus primeros trabajos… Gaudí afronta la adversidad aferrándose a su fe. Gaudí, la esperanza; Gaudí, la luz.
Esta es una de sus grandes lecciones: lejos de caer en la amargura, el genial artista se entrega aun más al trabajo y al esfuerzo. Una actitud ante la adversidad que es fruto de su sentido de misión, de su propósito, como bien explica el profesor Yih-Teen-Lee.
De su estancia en la masía familiar, sin más distracciones que la naturaleza, obtiene Gaudí su pasión por la luz y por las formas vegetales. En el taller de su padre, calderero, aprende a extraer volumen de una superficie. Antonio Gaudí aprende y descubre constantemente, hasta el día de su muerte.
El Mas de la Calderera, casa familiar de los Gaudí en Riudoms
«Con tiestos de flores, rodeado de viñas y olivares, animado por el cloquear de las gallinas, el canto de los pájaros y el de los insectos, y con las montañas de Prades al fondo, capté las más puras y placenteras imágenes de la Naturaleza, que siempre es mi maestra.»
Su trabajo irradia trascendencia y por eso su simbolismo es atemporal. El recorrido que José Manuel Almuzara nos propone permite leer en las creaciones de Gaudí como si de un libro se tratara. Como los grandes líderes, supo transmitir la importancia de su proyecto a sus trabajadores, haciéndoles partícipes de esa trascendencia. El Gaudí líder, emprendedor e innovador, ha sido objeto de estudio por parte del profesor Yih-Teen-Lee (ver Innovative spirit: lessons in leadership from the Sagrada Familia)
En su intervención, el profesor pone el foco en tres aspectos clave en la vida y obra de Gaudi, que tienen aplicación directa en la gestión empresarial del siglo XXI: la visión, la misión y la innovación. No voy a desvelar los mensajes que en torno a estos ejes pueden extraerse de la biografía y la obra del genio catalán, prefiero invitaros a dedicar un tiempo a disfrutar este video que os dejo, en el que ambos expertos van creando una atmósfera mágica en la que arte, sensibilidad, fe, trascendencia y liderazgo componen un todo coherente. Seguro que a cada uno de vosotros Gaudí os mueve a una reflexión diferente y personal.
«¿Quiere saber dónde encontré mi modelo? Un árbol crece hacia arriba, aguanta sus ramas y éstas, sucesivamente, sus ramitas y éstas, a su vez, las hojas. Y cada parte individual ha estado creciendo armoniosamente, magníficamente, después de que Dios, el artista, lo crease.»
Quizás nunca antes la vida de las personas se ha basado tanto en la búsqueda de la felicidad. Y tal vez la gente nunca ha sido más infeliz que hoy. ¿Están buscando en el lugar equivocado? ¿Qué es la felicidad?
Entrevista a Roberto Marchesini
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Hablamos de ello con Roberto Marchesini, un conocido psicólogo y psicoterapeuta milanés, autor de decenas de libros.
Doctor, nunca como hoy estamos asistiendo a un aumento de los problemas psicológicos, con el consiguiente uso de psicofármacos y terapias psicológicas. Las personas buscan frenéticamente la felicidad, pero están cada vez más deprimidas. ¿Cómo?
Hace años estaba en un viaje de estudios a California. Fui a visitar una librería importante, con una sala enorme dedicada a la psicología. Casi las tres cuartas partes de los libros expuestos eran de autopsicología: cuídate, con aromas, con flores, con colores, etc. Pero, si estas curas funcionaran, ¿qué necesidad habría de todos estos libros? De hecho, no funcionan.
Las personas buscan estos tratamientos porque experimentan serias dificultades existenciales que quieren solucionar. La solución, sin embargo, no se encuentra aquí. La vida es como un vaso que tenemos que llenar. En la primera parte de la vida recibimos. tenemos que recibir. Tenemos que llenar nuestro propio vaso. Aprendemos, experimentamos, recibimos consejos. Entonces llega un día en que pensamos: ¿y qué hago con este vaso casi lleno? Es una de las típicas preguntas existenciales. ¿Qué estoy haciendo en este mundo? cual es el significado de mi vida?
Y la respuesta paradójica es: una vez que nuestro vaso está lleno, ¡tenemos que dárselo a otra persona! ¡Dáselo a otra persona! Esta es la única manera de respetar el valor del vaso. En otras palabras, por paradójico que parezca, desde el punto de vista de la psicología, la felicidad consiste en dar y no en recibir. Dar con alegría es la única respuesta sensata a nuestras preguntas existenciales, el único camino para alcanzar la felicidad.
Parece una auténtica paradoja: cuanto más doy, más recibo…
De hecho, los filósofos lo llaman «la paradoja de la felicidad»: si persigues tu felicidad, nunca la alcanzarás; si, en cambio, buscas la felicidad de los demás, te encontrarás feliz. Giacomo Samek Lodovici dijo:
«Sólo el amor auténtico logra la felicidad accesible al hombre, mientras que la búsqueda directa de la felicidad personal, en la que consiste el egoísmo, la impide».
Luego cita a varios filósofos y teólogos, desde Séneca hasta Kierkegaard y San Bernardo de Claraval. Todos están de acuerdo en decir que nadie vive feliz si sólo se cuida a sí mismo, si lo dirige todo a su propio interés. Para ser feliz, debe buscar la felicidad de los demás.
Esta paradoja de la felicidad, por otro lado, es sólo la manifestación de la paradoja del amor. En el amor, saliendo de uno mismo, se logra la perfección personal. En el darse se experimenta un dar sin perder, un recibir dando, en el que la persona perfecciona y se perfecciona. Luego el hombre no puede vivir sin amor.
Por lo tanto, hay más alegría en dar.
Exactamente. Y esta no es otra que la enseñanza de Jesús:
«¡Hay más alegría en dar que en recibir!» (Hechos 20:35).
Que la felicidad sólo puede alcanzarse buscando la felicidad de los demás es tanto una verdad natural como una verdad revelada.
En la cosmología aristotélico-tomista, todo tiene un final. Así es también para el hombre: está en el mundo por una razón y la realización de esa razón coincide con su máxima realización y felicidad. Esto significa que buscar, incluso a costa del propio sacrificio, el bien de los demás no es sólo causa de felicidad, sino también fin y realización del hombre. Esto es lo que la Iglesia católica viene proponiendo desde hace siglos cuando habla de «vocación».
La verdadera felicidad sólo nace de la Verdad
Nuestra vocación es por qué estamos en el mundo. Y esto es buscar el bien del otro, ante todo, incluso a costa del sacrificio de uno mismo. El programa que la Iglesia ha propuesto a lo largo de los siglos se resume en el título de un folleto sobre espiritualidad: Imitatio Christi, la imitación de Cristo. Y Jesús, a quien estamos llamados a imitar, hizo precisamente eso: entregó su vida entera, hasta morir en la cruz, para salvar a los que amaba. Esta ha sido su realización, su obediencia, y nosotros estamos llamados a hacer lo mismo.
Dejemos el aspecto religioso por un momento. Desde el punto de vista humano, ¿en qué consiste este dar para ser feliz?
Tomemos a la familia. Para la mayoría de las personas hoy en día, no pasa por la antecámara del cerebro en lo más mínimo que el matrimonio puede ser una entrega. ¡Qué le vamos a hacer, me casé para ser feliz! Claro, pero recordemos la paradoja de la felicidad: soy feliz si busco la felicidad de otro. En cambio, la gente sigue casándose para ser feliz, no para hacer feliz a otro. El resultado está a la vista de todos: separaciones y divorcios; cada vez menos matrimonios que duran cada vez menos. La razón es exactamente esta.
¿Por qué la gente se separa? ¿Por qué consideras el matrimonio como una entrada; ¿o como máximo una partida doble, en la que las partidas “débito” y “crédito” deben ser al menos pares? Pero después de un tiempo, descubre que es más lo que das que lo que recibes; y aquí está la crisis. Bastaría recordar que el matrimonio es una salida, no una entrada; y todo estaría bien.
Entonces, ¿el matrimonio es solo trabajo duro, sacrificio y servicio? Obviamente no. De vez en cuando también hay alguna gratificación; pero no es la meta del matrimonio. Es un poco como el Evangelio:
«Buscad primero el reino de Dios y su justicia; todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6,33).
Cuando estoy en casa, no soy yo mismo. Soy la persona que los demás (esposa, hijos) necesitan. Sus necesidades son más importantes que las mías. No puedo, por ejemplo, ir a casa después de un duro día de trabajo y poner esta carga sobre mi familia. Esto significa, en la vida diaria, sacrificarse por las personas que amamos.
Hay una segunda salida para este vaso: el trabajo.
Al igual que con el matrimonio y la familia, muchas personas están convencidas de que el trabajo es un ingreso o, como mucho, una doble entrada: está bien, requiere tiempo y esfuerzo, pero me hace feliz. El problema es que esta felicidad nunca sucede así. No creo que esto sea una injusticia. Yo creo, más bien, que son expectativas irreales e infundadas. Déjenme explicar.
Como en el matrimonio, incluso en el trabajo, no somos nosotros mismos; asumimos un papel. Lo hacemos por el bien de los demás. Nos pagan por esto, por dejar nuestra vida privada fuera de la puerta de la oficina. Esto también se aplica a las relaciones. Si asumimos un rol en el trabajo, ¿cómo podemos crear relaciones personales verdaderas y sinceras? No podemos. Así como conviene separar nuestra vida privada de la vida profesional, también es bueno separar las relaciones personales de las relaciones funcionales.
El trabajo no es el mejor lugar para verter nuestra necesidad de aprobación, atención y cariño. Debemos respetarnos y colaborar con los compañeros, pero nada más.
¿Todo esto se aplica también a la vida consagrada?
¡Por supuesto! Los sacerdotes cumplen su vocación dando su vida por un grupo de personas que les ha confiado el obispo; religiosos, entregando su vida a todos, sin distinción. Desde el punto de vista vocacional, su vocación no es diferente de la de los cónyuges: sólo cambian las personas a las que dedican su vida. Otra diferencia entre los cónyuges y los sacerdotes y religiosos es esta: mientras los que están casados tienen generalmente dos salidas, la familiar y la laboral, los demás tienen una sola. Sin doble entrada do ut des (sin reciprocidad).
Digo esto porque es fácil para las personas consagradas ver su propia vocación como un intercambio; lo que, incluso para ellos, a menudo se vuelve insatisfactorio y es una fuente de frustración. Cuántos sacerdotes me han contado el tormento de la tarde del domingo cuando, después de un día en el que han sido el centro de atención y sonrisas, ven a todos retirarse a sus cálidos hogares, mientras se encuentran solos, frente a la luz azulada de la televisión… Y esta es la causa principal de muchos escándalos relacionados con la vida consagrada.
El servicio pastoral es una salida, la persona consagrada está en la parroquia o en el oratorio para servir a sus feligreses; no por un toma y daca inoportuno. También en este caso, recuerda que las salidas de nuestro vaso son, de hecho, salidas.
¿Pero no ha entrado nada?
Se podría pensar que, después de tanto dar, el vaso queda vacío y ya no podemos dar. Paradójicamente, esta es precisamente la situación en la que se encuentran quienes, desesperadamente y sin éxito, intentan sacar algo de las salidas: el vaso queda inexorablemente vacío mientras las salidas absorben tiempo, energía y ganas de vivir.
Para seguir dando es necesario llenar el vaso. Es decir, volver a ese equilibrio entre ingresos y gastos que teníamos en la primera etapa de nuestra vida, cuando no nos oprimía el cansancio de vivir. La diferencia entre entonces y ahora no es que los gastos hayan aumentado drásticamente. De hecho, han aumentado. Pero el problema es que, a menudo, dejamos que las entradas se cierren. Pensábamos que, una vez que estuviéramos casados y empleados, podríamos prescindir de los ingresos; que, una vez llegados al monasterio o a la parroquia, habíamos encontrado ipso facto un equilibrio de vida. No es así. De ahí la mayor parte de la insatisfacción con la vida contemporánea.
Es hora, por tanto, de dirigir nuestra atención a las entradas que a muchos han dejado disecarse.
(El último libro de Roberto Marchesini, del que tomamos el punto de partida de esta entrevista, es: La vida es un vaso. Discursos sobre la vida, el trabajo y el buen beber, Sugarco Edizioni, Milán 2022),
Julio Loredo
Lo que no puede compartir el Papa con este Gobierno son los valores morales y religiosos de los que carece
Después del encuentro del presidente Pedro Sánchez con el Papa Francisco, ya se han fotografiado con el sucesor de Pedro, la Vicepresidenta segunda Yolanda Díaz y hace tan solo unos días el Ministro de la Presidencia Félix Bolaños, lo que indica que estos encuentros son una aspiración muy deseada por los miembros de este gobierno sociocomunista. Si Jesús “comía con publicanos y pecadores” (Mt 9,11), nada puede extrañar que el Papa pueda recibir a quien se declara ateo públicamente o, a quienes promueven leyes contrarias a la moral cristiana.
Que Francisco ejerza hoy un atractivo entre sectores reacios a la doctrina de la Iglesia, debe ser porque algunas de sus enseñanzas no caen en saco roto y son bien valoradas hasta por los no creyentes. Ya sabemos que aunque en España, algunas autoridades y políticos no respeten el signo de la cruz o se prohíbe rezar ante las clínicas abortivas, al menos sí respetan la figura del Papa, menos es nada.
Pero todo esto esconde una realidad y es que las razones de visitas tan continuadas, no pueden ser otras que las fotos interesadas que persigue un gobierno que ataca con insistencia las creencias religiosas de una parte de la sociedad española. Como botón de muestra son las leyes que atentan gravemente contra la libertad religiosa y la libertad de educación o las que, también lo hacen, contra el derecho a la vida, como son las del aborto y eutanasia.
Lo fácil es salir de las audiencias, como lo hizo Yolanda Díaz, diciendo que ha sido “emocionante”, y “que su visita al Papa es un ejemplo de lo que ella quiere para España” que es lo mismo que no decir nada. Este tipo de admiradores/as del cabeza de la Iglesia alardean de coincidir con sus planteamientos sobre el “trabajo digno”, la “apertura a los inmigrantes” o la lucha “contra el cambio climático”, pero silencian sus pronunciamientos en la defensa de los más débiles, indefensos e inocentes como son los “niños por nacer”.
El Pontífice ha recordado el cuidado de la naturaleza en su integridad y que como tal exige respetar los límites de la naturaleza humana, que hoy, precisamente, sobrepasa el gobierno de España aplicando la ideología de género y negando la diferencia biológica de los sexos. El propio papa Francisco contradice esa ideología en sus numerosos escritos y documentos.
El colofón de este desfile gubernamental ha sido el encuentro con el Ministro de la Presidencia Félix Bolaños quien se ha atrevido a decir “que al Papa y al Gobierno le inspiran los mismos valores…” La Iglesia no es ni una ONG ni una asociación filantrópica, aunque los valores humanos que defiende sean compartidos por miles de millones de creyentes y no creyentes en el mundo. Lo que no puede compartir el Papa con este Gobierno son los valores morales y religiosos de los que carece.
Jorge Hernández Mollar
Una santidad hecha amor cotidiano
Sencilla y al mismo tiempo de exigente es la propuesta para conseguir la santidad: abandonarse en Cristo para mirar siempre en Él a los demás. Cuando se ama, se imita; se imita a Cristo, repetía Carlos de Foucauld, canonizado el pasado mes de mayo.
Todos podemos hacerlo. El Señor tiene un plan único, un sueño para cada uno de nosotros. La Buena Noticia no es para unos pocos, sino que todos estamos llamados a servir el Evangelio y a los hermanos ofreciendo nuestra vida desinteresadamente, sin buscar ninguna gloria mundana.
Los nuevos santos nos marcan el paso y se convierten en poderosos intercesores para nosotros porque, con sus vidas, se desgastaron hasta abrazar con entusiasmo su vocación, de sacerdote, de consagrada o de laico, y descubrieron una alegría sin igual para convertirse en reflejos luminosos del Señor en la historia.
JD Mez Madrid
Ya podemos entender que en este estilo de familia, en el que se contempla la opción de ruptura, es muy improbable que haya hijos y, ya no digamos, que haya hijos bien educados. Estamos inmersos en una sociedad egoísta y eso no lleva a nuevas vidas. Por eso cuando un joven se plantea lo que significa el matrimonio debería tener la prudencia de dejarse ayudar. Que alguien le enseñe a meditar lo que significa la entrega total y para siempre, y como se hace eso, porque ahora hay pocos modelos en donde mirar para aprender.
Dice Ceriotti: “Es necesario volver a definir el matrimonio como lo que es: una relación pensada para perdurar, sin fecha de finalización. Esta característica hace que sea, en el plano afectivo y psicológico, un vínculo muy específico, muy distinto de otras formas de relación, que puedan ser también intensas y significativas, y que no tengan como presupuesto compartido el compromiso recíproco por la continuidad y la duración” (p. 16).
Hay que volver a lo esencial si queremos construir una sociedad justa, amable, generosa. Nos estamos jugando llegar a un ambiente de ruptura generalizado, una sociedad de retales. Para evitarlo hay que plantearse volver a lo que es natural. “Es muy importante entender el matrimonio como un proceso dinámico. No es correcto pensar en la relación de pareja como una realidad estable y definida de una vez para siempre. Los cambios en las condiciones de la vida con el paso del tiempo, y la evolución personal de cada uno, hacen necesarias las adaptaciones recíprocas y continuas” (p. 19).
Juan García.
Uno de cada diez pasa hambre en este momento
Uno de cada diez habitantes del planeta pasa hambre en este momento. Se ha invertido así la tendencia que se venía registrando hasta 2019. Nos alejamos del segundo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que pretende eliminar el hambre del mundo.
Las causas de este cambio de tendencia son varias. Antes de que se produjera la invasión rusa, ya se había registrado un alza importante del precio de los alimentos. Entre otras cosas por las condiciones climáticas, el encarecimiento del transporte y los problemas con la cadena de suministros global. La guerra iniciada por Moscú contra Ucrania es una auténtica guerra del trigo. Las tropas de Putin han bombardeo infraestructuras e impiden la salida al mercado exterior de 30 millones de toneladas de grano. El encarecimiento de la energía provoca una subida del precio de los fertilizantes. Dos grandes productores mundiales de cereales, como Rusia y Ucrania, no puedan dedicarse a las cosechas. Y, además, el Cuerno de África está sufriendo la peor sequía de los últimos años.
Domingo Martínez Madrid
La ministra de Igualdad, Irene Montero, dijo hace unos días en el Congreso que lo mejor que tiene este país es el movimiento feminista, refiriéndose a las feministas de su cuerda, claro está. Pero lo mejor que tiene este país, en esta materia, es la Constitución que garantiza la igualdad de todos ante la ley. Esta ley doctrinaria, la Ley orgánica de garantía integral de la libertad sexual, contiene otras muchas medidas de dudosa constitucionalidad, que ya fueron advertidas en un severo informe del Consejo General del Poder Judicial. Crear una especie de comisariado ideológico del acto sexual coloca a las relaciones más íntimas en riesgo de ser controladas y manipuladas, algo propio de los Estados totalitarios.
Jesús Martínez Madrid
Otro libro curioso y desconocido
El libro, la escritura, es “la obra más imperecedera que ha logrado crear el ser humano”; y desde las pinturas denominadas “rupestres” hasta lo más avanzado y que queramos analizar como “libro comunicativo”; son eso, sólo eso, LIBROS; que nos han informado de todo el devenir del ser humano, desde que se decidió a mostrarse para la posteridad, con sus múltiples formas de comunicación. Desde que hay bibliotecas públicas, esos libros o muchos de ellos, tienen continuidad aunque sólo sea, “en el sueño de unas estanterías que nadie o muy pocos analizan”; y es por lo que seguro estoy que muchos buenos libros, “duermen el sueño de los justos”, allí en esos “cementerios del saber humano”, donde son pocos, muy pocos, los que se mantienen con una continuidad que sea merecedora de ello.
Pues bien, de todas esas circunstancias, yo he encontrado ya bastantes libros, “desaparecidos de la actualidad” y el último de ellos, es el siguiente; editado en Madrid, en 1925 por una editorial que se identifica como “CALPE”; se trata de la obra de Vicente Vera, que fue “De la Real Sociedad Geográfica”, entre muchas otras cosas más y cuyo título es: “Cómo se viajaba en el siglo de Augusto”; tema que seguro estoy que a muchos, “les sonará a chino”, pero que en la época más brillante de nuestra civilización occidental, encarna un siglo de paz en la Roma, del primero de sus emperadores, y que es el que cierra la época republicana, tras un innumerable “rosario” de guerras civiles, asesinatos selectos o en masa, hasta consolidarse el poder, en un solo hombre que inteligente y astuto, supo “encarnar en sí mismo el poder republicano y el absolutismo del nuevo poder que encarnarían, los emperadores, considerados muchos de ellos como dioses y a los que se les asignaron templos y ritos”; lo que no traería otra cosa que nuevos abusos y excesos, pero aquel intervalo que fue el de un siglo de paz, se le debe a aquel hombre, cuya vida no fue otra cosa que una tragedia personal y que le ocasionaría (imagino) más pesares que gozos, puesto que al fin y al cabo, era un hombre más, según se desprende de su vida, llevada al cine y a la literatura múltiples veces.
¿Pero qué contiene de interés y nos dice este libro por la mano de su autor? Pues en principio y principal, la enorme red de vías y caminos de todo orden, que cosían el ya Imperio Romano, y el que se empezó a “tejer” varios siglos anteriores a Augusto, puesto que desde un principio, aquel imperio se basó, en “conquistar, comunicar viariamente (la marina vino después y ya bien constituido el imperio) colonizar o someter, respetar los dioses ajenos (incluso llegaron a copiar algunos) y fomentar el comercio y los negocios, o sea, “ir al grano” y eludir todo lo eludible, como bien se demuestra en el juicio a Cristo, por Pilatos, al que le importaba “un rábano”, no sólo aquel galileo, sino todo el Sanedrín y religión judía, él estaba en Jerusalén, para cuidar y mantener los negocios de Roma y que a ella llegasen cuantos más bienes mejor, fuese en oro y plata, o en materias necesarias para el sostenimiento de la metrópoli.
En este libro se explican todas o la mayoría de incidencias, que tenía aquella inmensa, red de comunicaciones, que si bien principalmente se empleaba para el dominio militar, pero reitero que sus fines eran muchísimo más amplios. En ella había como, hoy en las modernas autovías o autopistas, “estaciones de servicio”, hospedajes y restaurantes, repuesto de caballos y mulas, de corredores humanos, que se empleaban para determinados servicios, destacamentos militares, incluso había su más o menos abundante cantidad de “bandidos y salteadores, ladrones de todo tipo”; pero los que crucificaban en el tramo de vía donde ocurrieran los hechos delictivos, para escarmiento del resto; también los que irían a galeras o minas determinadas y otros castigos, muy lejanos a los de hoy, donde, “el preso, sí, está preso, pero puede tener desde piscina a campo de deportes y unos alojamientos y alimentación, que seguro no tienen ya muchos de los que siguen en la calle y libres aguantando los chaparrones gubernativos”.
También describe la forma de viajar, los vehículos que empleaban, o el viajar solitario a pie o uniéndose a grupos más defendibles, por miedo a la delincuencia, y en fin, todo lo que de engorroso o cómodo podía disfrutarse en aquella lejana época de hace dos milenios”; y donde el que podía, viajaba con su coorte de esclavos, litera portátil (para no sentir los “baches del camino”) e incluso con mayordomo o cocinero para seguir disfrutando de la “cocina de su casa”; pero todos ellos en aquellos viajes, era correr una aventura incierta, lo que nos permite gozar de las comodidades de hoy, donde y como extremo, puedes dormir en Canadá y tras el desayuno subir en un avión, para ir a comer a París; luego continuar y dormir en Teherán y así, en el tiempo en que aquellos recorrían no más de cincuenta kilómetros, el potentado de hoy, puede casi dar la vuelta al mundo.
Sí, reitero, es un libro curiosísimo y el que con la imaginación, te traslada y puedes vivir escenas, de aquel, “histórico siglo de la Paz Romana, del reinado de su primer Emperador, Augusto, al que debemos los españoles, no pocas de sus obras, puesto que ello es destacable, Roma no era sólo Roma, Roma se reflejaba a su imagen y semejanza, en todo su Imperio; es por lo que fue el más duradero del mundo y el que aún nos enseña cosas interesantes, puesto que desde que se funda la república romana, hasta que los turcos conquistan Constantinopla, transcurre más de dos milenios, y aún hoy hay que estudiar a los romanos en todas las universidades del mundo, cuyo sistema político, sigue siendo hoy más o menos el que ellos llevaron… “incluidas las corrupciones y abusos que seguimos soportando de los malos gobernantes, que también allí los hubo en abundancia, pero a pesar de ello, recuerden que duraron MAS DE DOS MILENIOS, por lo que esa historia hay que saberla en todo cuanto se pueda, puesto que es nuestra historia.
(1) Vicente Vera y López: Nació en Salamanca el 15 de agosto de 1855. Doctor en Ciencias, fue catedrático del Instituto de San Isidro en Madrid, así como químico del Ayuntamiento de Madrid y director de la Estación Enotécnica de España en Londres. Fue autor de numerosas obras científicas. Dirigió el periódico Los Vinos y Aceites y fue colaborador de El Día, La Ilustración Española, La España Moderna, Alma Española, La Lectura, ABC, El Imparcial y El Sol, entre otras. Fue corresponsal de este periódico en la segunda guerra bóer (1900-1901) y en la guerra ruso-japonesa (1904). Firmó como «Doctor Hispanus». Dejó una importante obra literaria relativa a su andar por el mundo.
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen-ciudad.es (Aquí mucho más)
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