Las Noticias de hoy 10 Junio 2023

Enviado por adminideas el Sáb, 10/06/2023 - 11:34

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Ideas Claras

DE INTERES PARA HOY    sábado, 10 de junio de 2023    

Indice: 
Indice:ROME REPORTS

El Papa mejora y se ha levantado de la cama

El Papa: Nuestro Dios es comunión de amor

EL VALOR DE LO PEQUEÑO : Francisco Fernandez Carbajal

Evangelio del sábado: los ricos en el reino de los cielos

"Enamórate y no 'le' dejarás" : San Josemaria

Agradar a Dios (II): lo normal, discreto y divino. Los sacramentos cotidianos : Diego Zalbidea

¿Qué es la Eucaristía?

¿Cómo recibir bien a Jesús en la Eucaristía?

Solemnidad del Corpus Christi

Retiro de junio #DesdeCasa (2023)

El orgullo, un vicio que debemos evitar en la familia : Silvia del Valle Márquez

EL GRAN DESCONOCIDO. LA TROMPETA TORCIDA : José Martínez Colín

El primer paso de la “misión de paz” vaticana para Ucrania culmina con “resultados útiles” : Maria José Atienza

Defender la vida ante el aborto, cambiar los corazones : Paloma López Campos

«El sacerdote debe ser amigo de Cristo» : Franklin Cavalcante

La esencia misma de Dios uno y Trino: Reflexión de Mons. Enrique Díaz

Responsabilidad ciudadana ante el medioambiente : Enrique Baquero

Los abusos en la Iglesia : Josefa Romo

“Falso progreso” : Domingo Martínez Madrid

Ocasión para actuar contra las fresas almonteñas : José Morales Martín

Un perro vale más que un niño : Cardenal Felipe Arizmendi

 

 

ROME REPORTS

 

El Papa mejora y se ha levantado de la cama

Pasó la mañana en un sillón y volvió al trabajo

 

 

Continúa la recuperación progresiva del Papa Francisco tras la laparotomía y cirugía plástica de la pared abdominal con prótesis a la que se sometió el miércoles.

 

La nota de la Oficina de Prensa

A última hora de la mañana, el director de la oficina de prensa del Vaticano difundió el comunicado sobre las condiciones del Santo Padre.

“El Papa Francisco descansó durante la noche”, dijo Matteo Bruni. “El equipo médico informa que el cuadro clínico mejora progresivamente y el postoperatorio es regular. Después del desayuno, Su Santidad comenzó a movilizarse pasando la mayor parte de la mañana en un sillón. Esto le permitió leer los periódicos y retomar su trabajo inicial”.

El Ángelus del Papa

La hospitalización del Papa seguramente durará algunos días más. Después de la cancelación de todas las audiencias hasta el 18 de junio por precaución, la presencia de Francisco en el Encuentro Mundial sobre la Fraternidad Humana titulado «No solo» (#notalone) obviamente también fue cancelada. El acto, organizado por la Fundación Fratelli tutti en colaboración con la Basílica de San Pedro, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y el Dicasterio para la Comunicación, está previsto para la tarde del sábado 10 y el propio Pontífice ha querido que se celebre igualmente. Queda por ver si el domingo 11 el Papa encabezará la habitual oración mariana del Ángelus desde el Gemelli.

 

 

El Papa: Nuestro Dios es comunión de amor

Palabras del santo Padre antes del Ángelus

 

Ángelus © Vatican Media

¡Pero no es solo una imagen, es realidad! Es realidad porque el Espíritu Santo, el Espíritu que el Padre mediante Jesús ha infundido en nuestros corazones (cfr. Gal 4,6) nos hace gustar, nos hace experimentar la presencia de Dios: presencia siempre cercana, compasiva y tierna. El Espíritu Santo hace con nosotros como Jesús con Nicodemo: nos introduce en el misterio del nuevo nacimiento -el nacimiento de la fe, de la vida cristiana-, nos desvela el corazón del Padre y nos hace partícipes de la vida misma de Dios.

La invitación que nos dirige, podríamos decir, es la de sentarnos a la mesa con Dios para compartir su amor. Esta es la imagen. Esto es lo que sucede en cada Misa, en el altar de la mesa eucarística, donde Jesús se ofrece al Padre y se ofrece por nosotros. Sí, así es, hermanos y hermanas, nuestro Dios es comunión de amor, y así nos lo ha revelado Jesús. ¿Y saben qué podemos hacer para recordarlo? El gesto más simple, que hemos aprendido de niños: la señal de la cruz. Con el gesto más simple, con esta señal de la cruz, trazando la cruz sobre nuestro cuerpo, recordamos cuánto nos ha amado Dios, hasta dar la vida por nosotros; y nos repetimos que su amor nos envuelve completamente, de arriba abajo, de izquierda a derecha, como un abrazo que no nos abandona nunca. Al mismo tiempo, nos comprometemos a testimoniar a Dios-amor, creando comunión en su nombre. Ahora, cada uno de nosotros, y todos juntos, hagamos la señal de la cruz [hace la señal de la cruz].

De este modo, hoy podemos preguntarnos: ¿testimoniamos a Dios-amor? ¿O bien Dios-amor se ha convertido para nosotros en un concepto, algo que ya hemos escuchado pero que ya no nos mueve y ya no provoca la vida? Si Dios es amor, ¿nuestras comunidades lo testimonian? ¿Nuestras comunidades saben amar? Y nuestra familia, ¿sabemos amar en familia? ¿Tenemos siempre la puerta abierta, sabemos acoger a todos, y subrayo a todos, acoger como hermanos y hermanas? ¿Ofrecemos a todos el alimento del perdón de Dios y el vino de la alegría evangélica? ¿Se respira aire de casa, o nos parecemos más a una oficina o a un lugar reservado donde solo entran los elegidos? Dios es amor, Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo, y ha dado la vida por nosotros, por eso hacemos la señal de la cruz.

Que María nos ayude a vivir la Iglesia como una casa en la que se ama de manera familiar, para gloria de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

 

 

EL VALOR DE LO PEQUEÑO

— La limosna de la viuda pobre. Lo importante para Dios.

— El amor da valor a lo que es en sí pequeño y de escasa importancia. La tibieza y el descuido en lo pequeño.

— La santidad es un tejido de pequeñas menudencias. El crecimiento en las virtudes y las cosas pequeñas.

I. Nos relata San Marcos en el Evangelio de la Misa1 que estaba Jesús sentado frente al cepillo del Templo y observaba a la gente que echaba dinero en él. La escena tiene lugar en uno de los atrios, en la llamada Cámara del tesoro o Sala de las ofrendas; los días de la Pasión están ya cercanos.

Ante muchos que daban grandes cantidades, el Señor no hizo el menor comentario. Pero vio Jesús una mujer que se acercaba con el clásico atuendo de las viudas, con clara apariencia de ser una mujer pobre. Había esperado quizá a que la aglomeración desapareciera, y dejó dos monedas pequeñas; eran, entre las que estaban en circulación, las de menos valor. San Marcos aclara para los lectores no judíos, a quienes se dirige particularmente su Evangelio, la entidad real de estas monedas. Quiere llamar la atención de todos sobre la exigua cantidad que representaban. De cara a los hombres aquella limosna tenía muy poco valor: las dos monedas hacían un cuadrante, es decir, la cuarta parte de un as. Esta moneda era a su vez la decimosexta parte de un denario, que constituía la primera unidad monetaria; un denario era el jornal de un trabajador del campo. Pocas cosas se podían comprar con un cuadrante.

Si alguien hubiera llevado una relación de las ofrendas que se hicieron aquel día en el Templo, quizá habría pensado que no valía la pena tomar nota de la limosna de esta mujer. ¡Y resultó ser, entre todas, la más importante! Tan grata fue a Dios que Jesús convocó a sus discípulos dispersos por los alrededores para que aprendieran la lección de aquella viuda. Aquellas piezas de cobre apenas hicieron ruido, pero Jesús percibió claramente el amor sin palabras de esta mujer que daba a Dios todos sus ahorros. Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía2.

¡Qué diferente es con frecuencia lo importante para Dios y lo importante para nosotros los hombres! ¡Qué diferentes medidas! A nosotros nos suele impresionar lo llamativo, lo grande, lo sorprendente. A Dios le conmueven –el Evangelio nos ha dejado abundantes testimonios– pequeños detalles llenos de amor, que están al alcance de todos; también los sucesos que nosotros consideramos de gran importancia, pero cuando están realizados con el mismo espíritu de rectitud, de humildad y de amor. Los Apóstoles, que serían más tarde el fundamento de la Iglesia, no olvidaron la lección de esta jornada. Aquella mujer nos ha enseñado a todos cómo conmover el corazón de Dios cada día con lo único que corrientemente tenemos a nuestro alcance: cosas pequeñas. «¿No has visto en qué “pequeñeces” está el amor humano? Pues también en “pequeñeces” está el Amor divino»3.

Aprendemos también en este pasaje del Evangelio el verdadero valor de las cosas. Cualquier acontecimiento –aunque parezca sin importancia– podemos convertirlo en algo gratísimo a Dios. Y, por ser grato a Él, valioso. Solo tiene valor real, verdadero y eterno lo que hacemos agradable a Dios.

Hoy, en nuestra oración, podemos considerar la gran cantidad de oportunidades que nos salen al paso: «Raras veces se ofrecen grandes ocasiones de servir a Dios, pero pequeñas continuamente. Pues ten entendido que el que sea fiel en lo poco será constituido en lo mucho. Haz, pues, todas tus cosas en honor de Dios, y todas las harás bien: ora comas, ora bebas, oras duermas, ora te diviertas, ora des vueltas al asador, si sabes aprovechar estas haciendas, adelantarás mucho a los ojos de Dios realizando todo esto porque así quiere Dios que lo hagas»4.

II. Son las cosas pequeñas las que hacen perfecta una obra y, por tanto, digna de ser ofrecida al Señor. No basta que aquello que se realiza sea bueno (trabajo, rezar...), sino que además debe ser una obra bien terminada. Para que haya virtud –enseña Santo Tomás de Aquino– es necesario atender a dos cosas: a lo que se hace y al modo de hacerlo5. Y en cuanto al modo de hacerlo, la cincelada, la pincelada, el retoque final convierte aquel trabajo en una obra maestra. Por el contrario, la chapuza, lo desmañado y defectuoso es señal de languidez espiritual y de tibieza en el cristiano, que se ha de santificar con su trabajo de cada día: conozco tus obras y que tienes nombre de viviente y estás muerto (...). Porque yo no hallo tus obras cabales en presencia de mi Dios6. El cuidado de las cosas pequeñas viene exigido por la naturaleza propia de la vocación cristiana: imitar a Jesús en los años de Nazaret, aquellos largos años de trabajo, de vida de familia, de trato amistoso con las gentes de su pueblo. Poner amor en lo pequeño por Dios requiere atención, sacrificio y generosidad. Un pequeño detalle aislado puede no tener importancia: «lo que es pequeño, pequeño es; pero el que es fiel en lo poco, ese es grande»7.

El amor es el que hace importante lo pequeño8. Si faltara este amor no tendría sentido el interés por cuidar las cosas pequeñas: se convertirían en manía o fariseísmo; se pagarían diezmos de la hierbabuena, del eneldo y del comino –como hacían los fariseos–, y se correría el riesgo de abandonar los puntos más esenciales de la ley, de la justicia y de la misericordia. Aunque lo que podamos ofrecer nos parezca poca cosa –como la limosna de esta pobre viuda–, adquiere un gran valor si lo ponemos sobre el altar y lo unimos al ofrecimiento que el Señor Jesús hace de Sí mismo al Padre. Entonces, «nuestra humilde entrega –insignificante en sí, como el aceite de la viuda de Sarepta o el óbolo de la pobre viuda– se hace aceptable a los ojos de Dios por su unión a la oblación de Jesús»9. Otras veces, los detalles, tanto en el trabajo, en el estudio, como en las relaciones con otros, son la coronación de algo bueno que sin ese detalle quedaría incompleto.

Uno de los síntomas más claros de que se inicia el camino de la tibieza es que se valoran poco los pormenores en la vida de piedad, los detalles en el trabajo, los actos pequeños y concretos en las virtudes; y se acaba descuidando también lo grande. «La desgracia es tanto más funesta e incurable cuando al deslizarse hacia lo profundo apenas se nota, y se verifica con mayor lentitud (...). Que con este estado se da un golpe mortal a la vida del espíritu, es cosa a todos manifiesta»10. El amor a Dios, por el contrario, se pone de relieve en el ingenio, en la vibración, en el esfuerzo por encontrar en todo ocasión de amor a Dios y de servicio a los demás.

III. El Señor no es indiferente a un amor que sabe estar en los detalles. No es indiferente, por ejemplo, a que vayamos a saludarle –lo primero– al entrar en una iglesia o al pasar delante de ella; al esfuerzo por llegar puntuales (mejor unos minutos antes) a la Santa Misa; a la genuflexión bien realizada ante Él en el Sagrario; a las posturas o al recogimiento que guardamos en su presencia... Además, cuando se ve a alguien doblar con devoción la rodilla ante el Sagrario es fácil pensar: tiene fe y ama a Dios. Y ese gesto de adoración ayuda a los demás a tener más fe y más amor. «Os podrá parecer quizá que la Liturgia está hecha de cosas pequeñas: actitud del cuerpo, genuflexiones, inclinaciones de cabeza, movimiento del incensario, del misal, de las vinajeras. Es entonces cuando hay que recordar las palabras de Cristo en el Evangelio: El que es fiel en lo poco, lo será en lo mucho (Lc 16, 10). Por otra parte, nada es pequeño en la Santa Liturgia, cuando se piensa en la grandeza de Aquel a quien se dirige»11.

El espíritu de mortificación se nos concreta normalmente en pequeños sacrificios a lo largo de la jornada: lucha perseverante en el examen particular, sobriedad en las comidas, puntualidad, afabilidad en el trato, levantarse a la hora, no dejar la tarea aunque nos resulte costosa y falte ilusión humana, orden y cuidado de los instrumentos de trabajo, comer con agradecimiento lo que nos sirven, sin andar con caprichos...

Para vivir la caridad en un tono cada vez más delicado y heroico será necesario también descender a los detalles pequeños y menudos de la convivencia cotidiana. «El deber de la fraternidad, con todas las almas, hará que ejercites el “apostolado de las cosas pequeñas”, sin que lo noten: con afán de servicio, de modo que el camino se les muestre amable»12. En ocasiones será poner verdadero interés en lo que nos cuentan; otras, pasar por alto las preocupaciones personales para atender a quienes conviven con nosotros; el no enfadarnos por cosas sin importancia; no ser susceptibles; ser cordiales; la ayuda, quizá inadvertida, que alivia el peso; pedir a Dios por una persona necesitada; evitar toda crítica; ser siempre agradecidos..., cosas que están al alcance de todos... Y así ocurre en cada una de las virtudes.

Si estamos atentos a lo pequeño, viviremos con plenitud todos los días, sabremos dar a cada momento el sentido de estar preparando la eternidad. Para eso, pidamos con mucha frecuencia la ayuda de María. Digámosle frecuentemente: Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros... ahora, en cada situación ordinaria y pequeña de nuestra vida.

1 Mc 12, 38-44. — 2 Mc 12, 43-44. — 3 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 824. — 4 San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota, III, 34. — 5 Cfr. Santo Tomás, Quodl. IV, a. 19. — 6 Apoc 3, 1-2. — 7 San Agustín, Sobre la doctrina cristiana, 14, 35. — 8 Cfr. San Josemaría Escrivá, o. c., n. 814. — 9 Juan Pablo II, Homilía en Barcelona 7-XI-1982. — 10 B. Baur, La confesión frecuente, p. 105. — 11 Pablo VI, Alocución 30-V-1967. — 12 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 737.

 

 

Evangelio del sábado: los ricos en el reino de los cielos

Comentario del sábado de la 9.° semana del tiempo ordinario. “En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos los que han echado en el gazofilacio, pues todos han echado algo de lo que les sobra; ella, en cambio, en su necesidad, ha echado todo lo que tenía, todo su sustento”. Esta pobre mujer nos da un ejemplo vivo de cómo la pobreza cristiana nos hace más libres para amar a Dios y a los demás.

10/06/2023

Evangelio (Mc 12,38-44)

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:

— Cuidado con los escribas, a los que les gusta pasear vestidos con largas túnicas y que los saluden en las plazas; los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes. Devoran las casas de las viudas y fingen largas oraciones. Éstos recibirán una condena más severa.

Sentado Jesús frente al gazofilacio, miraba cómo la gente echaba en él monedas de cobre, y bastantes ricos echaban mucho. Y al llegar una viuda pobre, echó dos monedas pequeñas, que hacen la cuarta parte del as. Llamando a sus discípulos, les dijo:

— En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que todos los que han echado en el gazofilacio, pues todos han echado algo de lo que les sobra; ella, en cambio, en su necesidad, ha echado todo lo que tenía, todo su sustento.


Comentario

En el evangelio de hoy, san Marcos narra el episodio de una mujer viuda y pobre que echa unas monedas en el cepillo del templo, ganándose la alabanza del Señor.

Las palabras de Jesús sobre la generosidad de esa buena mujer que “ha echado todo lo que tenía” dejan entrever una profunda alegría y admiración del Señor hacia ella.

Durante el Sermón de la Montaña, el Señor había alabado a los “pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5,3). La pobreza es una virtud cristiana que nos ayuda a dar el valor verdadero a las cosas materiales y a poner todo nuestros deseos y fuerzas para lograr los bienes imperecederos.

En ocasiones esta virtud se vivirá desde la carencia de los bienes materiales, incluso de los que se presentan como necesarios para vivir. En otras ocasiones, la pobreza no implicará esta carencia, pero la necesidad de vivir con este deseo de lograr los bienes imperecederos será la misma.

Por eso, la pobreza es una virtud que tiene mucho que ver con la grandeza de corazón y también con la libertad, para no quedar esclavizados por las cosas terrenas.

Casi veinte siglos después, durante una estancia de san Josemaría en Argentina, en uno de los numerosos encuentros que tuvo, tomó la palabra una mujer de mediana edad que, con gran sencillez, le contó que era pobre. También comentó que nunca se había sentido desdichada por ser de condición humilde, pero, acto seguido, reconoció que en ese momento sí sentía pena por no tener más posesiones, porque le gustaría darle más cosas a san Josemaría para que pudieran emplearse al servicio de las almas.

En la filmación que existe de ese momento, se ve a san Josemaría conmovido ante las palabras de esa mujer, pobre de bienes terrenos pero muy rica en deseos de generosidad y entrega a Dios y a los demás. Podemos pensar que el Señor habría sentido algo parecido ante la escena de la viuda echando esas monedas en el cepillo del templo.

Pidamos al Señor que nos ayude a vivir la verdadera pobreza cristiana, que nos hace más libres para amar a Dios y a nuestros hermanos.

 

 

"Enamórate y no 'le' dejarás"

¿Que cuál es el secreto de la perseverancia? El Amor. -Enamórate, y no "le" dejarás. (Camino, 999)

10 de junio​

Me hace temblar aquel pasaje de la segunda epístola a Timoteo, cuando el Apóstol se duele de que Demas escapó a Tesalónica tras los encantos de este mundo... Por una bagatela, y por miedo a las persecuciones, traicionó la empresa divina un hombre, a quien San Pablo cita en otras epístolas entre los santos.

Me hace temblar, al conocer mi pequeñez; y me lleva a exigirme fidelidad al Señor hasta en los sucesos que pueden parecer como indiferentes, porque, si no me sirven para unirme más a Él, ¡no los quiero! (Surco, 343)

El desaliento es enemigo de tu perseverancia. -Si no luchas contra el desaliento, llegarás al pesimismo, primero, y a la tibieza, después. -Sé optimista. (Camino, 988)

¡Bendita perseverancia la del borrico de noria! -Siempre al mismo paso. Siempre las mismas vueltas. -Un día y otro: todos iguales.

Sin eso, no habría madurez en los frutos, ni lozanía en el huerto, ni tendría aromas el jardín.

Lleva este pensamiento a tu vida interior. (Camino, 998)

 

Agradar a Dios (II): lo normal, discreto y divino. Los sacramentos cotidianos

Algunos paisanos de Jesús dudaron de que el poder de Dios pueda manifestarse en alguien "tan normal". El Señor quiere seguirnos encontrando en lo cotidiano, tejido por sencillas normas de piedad que procuramos vivir.

15/02/2021

Escucha el artículo «Agradar a Dios» (2): Lo normal, discreto y divino.

Descarga el libro digital «Agradar a Dios» (Disponible en PDF, ePub y Mobi)


Es sábado. Jesús está en la sinagoga de Nazaret. Quizás vienen a su mente muchos recuerdos entrañables de infancia y juventud. ¡Cuántas veces habrá escuchado allí la palabra de Dios! A sus paisanos, que le conocen desde hace mucho tiempo, les han ido llegando varias noticias sobre los milagros que ha hecho en ciudades vecinas. Y esto da lugar a algo extraño: la familiaridad con Jesús se convierte para ellos en un obstáculo. «¿De dónde le viene a este esa sabiduría y esos poderes? ¿No es éste el hijo del artesano?» (Mt 13,54-55), se preguntan. Les sorprende que la salvación pueda venir de alguien a quien han visto crecer día a día. No creen que el Mesías pueda haber vivido entre ellos de una manera tan discreta y desapercibida.

Como los paisanos de Jesús

Los habitantes de Nazaret creen conocer bien a Jesús. Están seguros de que las cosas que se cuentan de él no pueden ser ciertas. «¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no viven todas entre nosotros? ¿Pues de dónde le viene todo esto?» (Mt 13,56). En un pueblo que no hace representaciones de Dios, que ni siquiera pronuncia su nombre, uno de sus compatriotas afirma que es el Mesías… Imposible. Es más, conocen su origen, conocen a sus padres, conocen su casa: «Era una familia sencilla, cercana a todos, integrada con normalidad en el pueblo»[1]. No se explican cómo alguien tan similar a ellos puede hacer milagros. «La normalidad de Jesús, el trabajador de provincia, no parece tener misterio alguno. Su proveniencia lo muestra como uno igual a todos los demás»[2]. El hijo de Dios trabajaba con José en su taller; «la mayor parte de su vida fue consagrada a esa tarea, en una existencia sencilla que no despertaba admiración alguna»[3]. ¿Por qué la normalidad de la vida de Jesús pudo ser un motivo para no creer en su divinidad?

Aunque puede parecernos algo muy ajeno, reservado a aquellos que convivieron con Cristo, en realidad nosotros también muchas veces sospechamos de la normalidad. Nos atrae lo especial, lo llamativo, lo extraordinario; nos encanta romper el ritmo. Suele suceder que vemos adormecida nuestra capacidad de asombro, damos por supuesto que suceden muchas cosas, nos encerramos en ciertas rutinas, pasando por alto los milagros que están detrás de lo normal. Sin ir más lejos, muchas veces nos acostumbramos incluso al mayor de todos ellos, a la presencia del Hijo de Dios en la Eucaristía. Pero lo mismo nos puede pasar con nuestro encuentro personal con Cristo en la oración, con esa serenata de jaculatorias a la Virgen que es el rezo del santo rosario o con aquellos momentos en los que queremos llenar nuestra mente y nuestros afectos con la doctrina cristiana a través de la lectura espiritual. Tal vez nos hemos habituado a tener a nuestro creador tan a la mano. El dispensador de todas las gracias, el amor que colma cualquier deseo, está encerrado en infinidad de sagrarios repartidos por todo el globo. Dios ha querido hacer presente toda su omnipotencia en los espacios que le ofrece la normalidad. Obra desde allí. Así, muchas veces sin brillo, surgen innumerables milagros a nuestro alrededor.

Entre los bastidores de lo cotidiano

Nos puede desconcertar aquella normalidad de Dios porque la contraponemos a una espontaneidad que quizá juzgamos como elemento esencial de una relación. Lo normal nos puede parecer demasiado previsible porque allí aparentemente falta la creatividad, el factor sorpresa, la pasión del amor verdadero. Quizá echamos en falta algo distintivo que haga de nuestra relación con Dios una aventura inigualable, única e irrepetible, un testimonio espectacular que pueda incluso remover a otras personas. Podemos pensar que la normalidad uniforma y desaprovecha la aportación que cada uno puede hacer. Es verdad que, ante lo que siempre es igual, la reacción comprensible es el acostumbramiento.

Sin embargo, sabemos que Dios nos invita a encontrarle en lo más ordinario, en lo de cada día. Así es también el amor humano, que crece y se profundiza no solo valiéndose de grandes momentos especiales, sino en esos silencios, cansancios e incomprensiones de las jornadas compartidas; simplemente al estar juntos. «Hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes»[4] que nos encantaría descubrir. Sucede que, aunque nuestra relación con Dios ocurra en medio de la normalidad, la procesión va por dentro. Su amor apasionado se puede mover muy cómodamente entre los bastidores de la normalidad, en el hoy sin espectáculo, sin fuegos artificiales pero con brasas ardientes. La razón es que nos sabemos, en cada momento, mirados con un cariño nuevo. A Dios no le importa lo normal que sea mi vida: es mía y eso es suficiente para él. Dios, de hecho, nos ofrece la oportunidad de hacer de nuestra vida algo excepcionalmente singular y especial; él no sabe contar más que de uno en uno. Nunca hace comparaciones entre sus hijos. Nos ha llamado a cada uno desde antes de la creación del mundo (cfr. Ef 1,4): no hay nadie igual a mí y, por eso, soy inimitable y absolutamente amable para Dios.

Los mimos parecen monótonos

Ese espacio de normalidad en el que el Señor actúa hace posible que nuestra vida esté, como dice san Pablo, «escondida con Cristo en Dios» (Col 3,3); llena de días iguales en los que aparentemente no pasa nada y, sin embargo, está sucediendo lo más inaudito. «En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad “de la puerta de al lado”»[5]. Desde fuera podría parecer que la monotonía se ha apoderado de quien busca vivir esa santidad en las cosas ordinarias. Sin embargo, para desenmascarar esa visión superficial, san Josemaría comparaba las pequeñas y constantes costumbres de piedad de esa alma con los mimos que una madre tiene con su hijo pequeño: «Plan de vida: ¿monotonía? Los mimos de la madre, ¿monótonos? ¿No se dicen siempre lo mismo los que se aman?»[6]. Al mismo tiempo, Dios está concentrado en nosotros y no deja de pensar en nosotros ni de amarnos en ningún instante; no importa qué tan normal es nuestra vida, sino qué tan excepcional es para Él.

San Bernardo de Claraval le escribía al Papa Eugenio III, gran amigo suyo que fue beatificado después, para animarle a que no descuidara la vida de oración constante y evitar así que le absorbieran las actividades que debía cumplir en su nuevo ministerio: «Sustráete de las ocupaciones al menos algún tiempo. Cualquier cosa menos permitirles que te arrastren y te lleven a donde tú no quieras. ¿Quieres saber a dónde? A la dureza del corazón»[7]. Sin unas costumbres de piedad concretas, diarias, el corazón tiene el peligro de cerrarse al amor de Dios y volverse duro. Sin su cariño, hasta lo más santo puede perder el sentido. Sin él a nuestro lado, enseguida nos quedamos sin fuerzas.

En mayo de 1936, san Josemaría daba una plática y propuso a los que le escuchaban que cada uno pidiera la «gracia para cumplir mi plan de vida de tal modo que aproveche bien el tiempo. ¿Por qué me acuesto y me levanto fuera de hora?»[8]. Y puede surgir en nosotros la pregunta: ¿qué tiene que ver el amor de Dios con la hora de irse a descansar? Esa es la maravilla de la normalidad de Dios. A él le importa, y mucho, nuestro sueño, nuestra salud, nuestros planes. Y, sobre todo, quiere que no nos asalte a última hora la inquietud por hacer más cosas de las que el día ha permitido, porque quien obra es siempre Dios.

Para garantizar nuestra libertad

Al comenzar su pontificado, Benedicto XVI nos alertaba ante un peligro constante y que quizá también estaba presente en aquella sinagoga de Nazaret que mencionamos al principio: «El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres»[9]. La normalidad nos parece también demasiado lenta, podemos pensar que llega tarde. Nosotros deseamos que las cosas buenas y santas sean realidad cuanto antes. A veces nos resulta difícil entender por qué el bien tarda tanto en llegar, por qué el Mesías se toma tanto tiempo que incluso «comienza estando en el seno de su Madre nueve meses, como todo hombre, con una naturalidad extrema»[10].

En realidad, bajo esa forma de presentarse, lo que Dios busca tal vez sea garantizar la libertad de los hombres, estar seguro de que nosotros también queremos estar con él, ya sea al orar unos cuantos minutos, al detener nuestra jornada para dedicar unas palabras a María o al hacer cualquier otra cosa. Si Dios se manifestase de una manera diversa, la respuesta nuestra tendría que ser indiscutible. Por eso vemos que Jesús parece feliz pasando desapercibido en las escenas del evangelio. Los magos, por ejemplo, debieron de quedar sorprendidos al ver al rey de los judíos sostenido por los brazos de una mujer joven, en un lugar tan sencillo. Dios no quiere avasallar a los hombres. La personalidad de su Hijo es tan atractiva que Dios ha elegido manifestarse en la normalidad para darnos un espacio de libertad. Quiere hijos libres, no deslumbrados. Sabe que nada nos estimula tanto como el descubrimiento personal de un tesoro escondido. Agradecer y disfrutar de esa libertad –con todas sus luces y sus sombras– nos ayuda a compartir su paciencia ante tantas cosas que, a primera vista, nos pueden parecer un obstáculo para la redención y, sin embargo, son el camino ordinario a través del cual Dios se manifiesta.

Por eso mismo, también sus mandamientos y sus normas son un don y una invitación. Se puede resumir esta realidad recurriendo a dos de los más grandes pensadores de la tradición cristiana: «En esta línea, Tomás de Aquino pudo decir: “La nueva ley es la misma gracia del Espíritu Santo”, no una norma nueva, sino la nueva interioridad dada por el mismo Espíritu de Dios. Agustín pudo resumir al final esta experiencia espiritual de la verdadera novedad en el cristianismo en la famosa fórmula: “Da quod iubes et iube quod vis”, “dame lo que mandas y manda lo que quieras”»[11]. Entonces se entienden bien algunos párrafos encendidos del salmista que pueden servirnos para agradecer esta libertad a Dios: «Con mis labios proclamo todas las normas de tu boca. En el camino de tus preceptos me deleito más que en todas las riquezas. Quiero meditar en tus mandatos, y fijar la vista en tus senderos» (Sal 119,13-15).

En lo normal está Dios

Vivimos en una época de fenómenos de masas, con personas que tienen millones de seguidores, fotos o vídeos que se hacen virales en pocos minutos. Ante este panorama, ¿qué vigencia tiene lo que hemos dicho sobre la normalidad en la que obra el Señor? Sabemos bien que Dios es paciente y nos ha dicho que su acción es como la levadura: no es posible distinguirla de la masa y, a pesar de cualquier circunstancia, llega hasta el último rincón. Es Dios el primer interesado en salvar al mundo, mucho más que nosotros. De hecho, es él quien empuja, quien enciende y quien sostiene. Nosotros, principalmente, nos sumamos a ese movimiento de santidad: «Con la maravillosa normalidad de lo divino, el alma contemplativa se desborda en afán apostólico»[12].

El Papa Francisco nos invita precisamente a dejarnos invadir por la vibración apasionada de la gracia: «Cuánto bien nos hace, como Simeón, tener al Señor “en brazos” (Lc 2,28). No solo en la cabeza y en el corazón, sino en las manos, en todo lo que hacemos: en la oración, en el trabajo, en la comida, al teléfono, en la escuela, con los pobres, en todas partes. Tener al Señor en las manos es el antídoto contra el misticismo aislado y el activismo desenfrenado, porque el encuentro real con Jesús endereza tanto al devoto sentimental como al frenético factótum. Vivir el encuentro con Jesús es también el remedio para la parálisis de la normalidad, es abrirse a la cotidiana agitación de la gracia»[13]. Con Cristo queremos liberarnos de la parálisis de pensar que en lo normal no está Dios.

«María santifica lo más menudo –nos hacía notar san Josemaría–, lo que muchos consideran erróneamente como intrascendente y sin valor: el trabajo de cada día, los detalles de atención hacia las personas queridas, las conversaciones y las visitas con motivo de parentesco o de amistad. ¡Bendita normalidad, que puede estar llena de tanto amor de Dios!»[14].

Diego Zalbidea


[1] Francisco, ex. ap. Amoris laetitia, n. 182.

[2] Benedicto XVI, La infancia de Jesús, Editorial Planeta, Barcelona, 2012, p. 11.

[3] Francisco, encíclica Laudato si’, n. 98.

[4] San Josemaría, Conversaciones, n. 113.

[5] Francisco, ex. ap. Gaudete et exultate, n. 7.

[6] San Josemaría, Guion de una plática, 22-VIII-1938. Citado en Pedro Rodríguez, Camino, edición crítico-histórica, Rialp, Madrid, 2004, p. 288.

[7] San Bernardo de Claraval, Carta al Papa Beato Eugenio III.

[8] San Josemaría, Guion de una plática, V-1936. Citado en Camino, edición crítico-histórica, p. 288.

[9] Benedicto XVI, Homilía, 24-IV-2005.

[10] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 18.

[11] Benedicto XVI, Jesús de Nazaret II, Ediciones Encuentro, Madrid, 2011, p. 83.

[12] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 120.

[13] Francisco, Homilía, 2-II-2018.

[14] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 148.

 

¿Qué es la Eucaristía?

¿Cuándo sucede la transubstanciación?​ ¿De qué manera está presente Jesús en la Eucaristía? Respuesta a algunas de las preguntas más habituales sobre la presencia de Jesucristo en la Eucaristía.

Respuestas a las preguntas más habituales sobre la Eucaristía. Foto: Ismael Martínez Sánchez

28/05/2020

Sumario
1. ¿Qué es la Eucarístía?
2. ¿Cómo se produce esa transformación? ¿Cuándo sucede la transubstanciación?
3. ¿Cómo está presente Jesús en la Eucaristía?
4. ¿Cómo se puede estar convencido de que Dios mismo está presente bajo las especies del pan y el vino?
5. ¿Cómo se manifiesta la fe en Jesús sacramentado?
6. ¿Qué es la Visita al Santísimo Sacramento?


Te puede interesar • 50 preguntas sobre Jesucristo y la Iglesia • ¿Cuáles son y en qué consisten las bienaventuranzas? • ¿Cuáles son las obras de misericordia? • Libro electrónico gratuito: el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica • Devocionario online • Versión digital gratuita de los Evangelios


 

1. ¿Qué es la Eucarístía?

Jesús, antes de su Pasión y Muerte, al celebrar con los sus apóstoles la Pascua, les dijo: "Con ansia he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer; porque os digo que ya no la comeré más hasta que halle su cumplimiento en el Reino de Dios" [...] Y tomó pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: "Esto es mi cuerpo que va a ser entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío". De igual modo, después de cenar, tomó el cáliz, diciendo: "Este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre, que va a ser derramada por vosotros". Son varios los relatos evangélicos que recogen esta verdad central de nuestra fe: San Lucas 22,7-20; San Mateo 26,17-29; San Marcos 14,12-25; 1 y San Pablo en la epístola a los Corintios 11,23-26).

Cada vez que el sacerdote en la Santa Misa reza las palabras de la Consagración, se realiza el milagro de la Eucaristía; lo que antes era pan y vino ahora, bajo esa apariencia, está en Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Como enseña el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, "Jesucristo está presente en la Eucaristía de modo único e incomparable. Está presente, en efecto, de modo verdadero, real y sustancial: con su Cuerpo y con su Sangre, con su alma y su divinidad. Cristo, todo entero, Dios y hombre, está presente en ella de manera sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas del pan y del vino" (n. 282).

Textos de san Josemaría para meditar

El Creador se ha desbordado en cariño por sus criaturas. Nuestro Señor Jesucristo, como si aún no fueran suficientes todas las otras pruebas de su misericordia, instituye la Eucaristía para que podamos tenerle siempre cerca y —en lo que nos es posible entender— porque, movido por su Amor, quien no necesita nada, no quiere prescindir de nosotros. Es Cristo que pasa, 84

Por amor y para enseñarnos a amar, vino Jesús a la tierra y se quedó entre nosotros en la Eucaristía. Es Cristo que pasa, 151

 

2. ¿Cómo se produce esa transformación? ¿Cuándo sucede la transubstanciación?

Mediante la transubstanciación, es decir por la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este sacramento. San Ambrosio dice respecto a esta conversión: «Estemos bien persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo que la bendición ha consagrado, y de que la fuerza de la bendición supera a la de la naturaleza, porque por la bendición la naturaleza misma resulta cambiada.

La presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y dura todo el tiempo que subsistan las especies eucarísticas. Cristo está todo entero presente en cada una de las especies y todo entero en cada una de sus partes, de modo que la fracción del pan no divide a Cristo (cf Concilio de Trento: DS 1641). Catecismo de la Iglesia Católica, 1375-1377

Textos de san Josemaría para meditar

Lo que nosotros no podemos, lo puede el Señor. Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre, no deja un símbolo, sino la realidad: se queda El mismo. Irá al Padre, pero permanecerá con los hombres. No nos legará un simple regalo que nos haga evocar su memoria, una imagen que tienda a desdibujarse con el tiempo, como la fotografía que pronto aparece desvaída, amarillenta y sin sentido para los que no fueron protagonistas de aquel amoroso momento. Bajo las especies del pan y del vino está El, realmente presente: con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. Es Cristo que pasa, 83

 

3. ¿Cómo está presente Jesús en la Eucaristía?

Jesucristo está realmente presente en la Eucaristía. En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero. Esta presencia se denomina "real", no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen "reales", sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente.

San Juan en su Evangelio recoge otras palabras de Jesús : "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna permanece en mí y yo en él" (Jn 6, 51.54.56).

El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella "como la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos. Catecismo de la Iglesia Católica, 1374

Textos de san Josemaría para meditar

El amor de la Trinidad a los hombres hace que, de la presencia de Cristo en la Eucaristía, nazcan para la Iglesia y para la humanidad todas las gracias. Este es el sacrificio que profetizó Malaquías: desde la salida del sol hasta el ocaso es grande mi nombre entre las gentes; y en todo lugar se ofrece a mi nombre un sacrificio humeante y una oblación pura. Es el Sacrificio de Cristo, ofrecido al Padre con la cooperación del Espíritu Santo: oblación de valor infinito, que eterniza en nosotros la Redención, que no podían alcanzar los sacrificios de la Antigua Ley. Es Cristo que pasa, 86

Él se abaja a todo, admite todo, se expone a todo —a sacrilegios, a blasfemias, a la frialdad de la indiferencia de tantos—, con tal de ofrecer, aunque sea a un hombre solo, la posibilidad de descubrir los latidos de un Corazón que salta en su pecho llagado. Homilía Sacerdote para la eternidad, 13-IV-1973

 

4. ¿Cómo se puede estar convencido de que Dios mismo está presente bajo las especies del pan y el vino?

La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo en este sacramento, "no se conoce por los sentidos, sino sólo por la fe, la cual se apoya en la autoridad de Dios: Es grandemente admirable que Cristo haya querido hacerse presente en su Iglesia de esta singular manera.

Puesto que Cristo iba a dejar a los suyos bajo su forma visible, quiso darnos su presencia sacramental; puesto que iba a ofrecerse en la cruz por muestra salvación, quiso que tuviéramos el memorial del amor con que nos había amado "hasta el fin", como dice San Juan en el capítulo 13,1 de su Evangelio, hasta el don de su vida.

En efecto, en su presencia eucarística permanece misteriosamente en medio de nosotros como quien nos amó y se entregó por nosotros, y se queda bajo los signos que expresan y comunican este amor. Catecismo de la Iglesia Católica, 1380-1381

Textos de san Josemaría para meditar

“Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte. Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad. En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido. No veo las llagas como las vió Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame. ¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura. Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero. Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria. Amén”. Oración de Santo Tomás recogida en el Catecimo de la Iglesia 1381

Es toda nuestra fe la que se pone en acto cuando creemos en Jesús, en su presencia real bajo los accidentes del pan y del vino. Es Cristo que pasa, 153

Señor, yo creo firmemente. ¡Gracias por habernos concedido la fe! Creo en Ti, en esa maravilla de amor que es tu Presencia Real bajo las especies eucarísticas, después de la consagración, en el altar y en los Sagrarios donde estás reservado. Creo más que si te escuchara con mis oídos, más que si te viera con mis ojos, más que si te tocara con mis manos. San Josemaría, Carta 28-III-1973, n. 7. Recogido en la Carta del Prelado del Opus Dei sobre el Año de la Eucaristía, 6-X-2004.

 

5. ¿Cómo se manifiesta la fe en Jesús sacramentado?

En la liturgia de la misa expresamos nuestra fe en la presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino, entre otras maneras, arrodillándonos o inclinándonos profundamente en señal de adoración al Señor.

Pero además La Iglesia católica ha dado y continúa dando este culto de adoración que se debe al sacramento de la Eucaristía no solamente durante la misa, sino también fuera de su celebración: conservando con el mayor cuidado las hostias consagradas, presentándolas a los fieles para que las veneren con solemnidad, llevándolas en procesión en medio de la alegría del pueblo.

El sagrario (tabernáculo) estaba primeramente destinado a guardar dignamente la Eucaristía para que pudiera ser llevada a los enfermos y ausentes fuera de la misa. Por la profundización de la fe en la presencia real de Cristo en su Eucaristía, la Iglesia tomó conciencia del sentido de la adoración silenciosa del Señor presente bajo las especies eucarísticas. Por eso, el sagrario debe estar colocado en un lugar particularmente digno de la iglesia; debe estar construido de tal forma que subraye y manifieste la verdad de la presencia real de Cristo en el santísimo sacramento. Catecismo de la Iglesia Católica, 1378-1379

Textos de san Josemaría para meditar

Nuestro Dios ha decidido permanecer en el Sagrario para alimentarnos, para fortalecernos, para divinizarnos, para dar eficacia a nuestra tarea y a nuestro esfuerzo. Es Cristo que pasa, 151

¡Qué prisa tienen todos ahora para tratar a Dios! (...). Tú no tengas prisa. No hagas, en lugar de una genuflexión piadosa, una contorsión del cuerpo, que es una burla (...). Haz la genuflexión así, despacio, con piedad, bien hecha. Y mientras adoras a Jesús sacramentado, dile en tu corazón: Adoro te devote, latens deitas. Te adoro, mi Dios escondido.
San Josemaría, Apuntes tomados en una tertulia, octubre 1972. Recogido en la Carta del Prelado del Opus Dei sobre el Año de la Eucaristía, 6-X-2004.

¿Cómo es posible que se desprecie ese milagro perpetuo de la presencia real de Cristo en el Sagrario? Se ha quedado para que lo tratemos, para que lo adoremos, para que, prenda de la gloria futura, nos decidamos a seguir sus huellas. El fin sobrenatural de la Iglesia, 12

 

6. ¿Qué es la Visita al Santísimo Sacramento?

Ya que Cristo mismo está presente en el Sacramento del Altar es preciso honrarlo con culto de adoración. "La visita al Santísimo Sacramento es una prueba de gratitud, un signo de amor y un deber de adoración hacia Cristo, nuestro Señor". Catecismo de la Iglesia Católica, 1418

Textos de san Josemaría para meditar

No dejes la Visita al Santísimo. —Luego de la oración vocal que acostumbres, di a Jesús, realmente presente en el Sagrario, las preocupaciones de la jornada. —Y tendrás luces y ánimo para tu vida de cristiano. Camino, 554

 

 

¿Cómo recibir bien a Jesús en la Eucaristía?

¿Qué significa recibir la Comunión o la Eucaristía? ¿Quienes pueden comulgar? ¿Cómo hay que prepararse para recibir la Comunión? ¿Cuándo conviene comulgar y qué hay que hacer cuando se ha recibido la comunión? Aquí tienes varias respuestas a las preguntas más habituales sobre la Sagrada Comunión.

Cinco preguntas sobre la comunión sacramental. Foto: Alberto Barrera

19/05/2018

Sumario
1. ¿Qué significa recibir la Comunión o la Eucaristía? ¿Quienes pueden comulgar?
2. ¿Por qué es importante recibir la Comunión?
3. ¿Cómo hay que prepararse para recibir la Comunión?
4. ¿Cuándo conviene comulgar?
5. ¿Qué hay que hacer cuando se ha recibido la Comunión?


Te puede interesar • 50 preguntas sobre Jesucristo y la Iglesia • ¿Cuáles son y en qué consisten las bienaventuranzas? • ¿Cuáles son las obras de misericordia? • Libro electrónico gratuito: el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica • Devocionario online • Versión digital gratuita de los Evangelios • Tema 21. La Eucaristía


Queridos amigos, no agradeceremos nunca bastante al Señor por el don que nos ha hecho con la Eucaristía. Es un don tan grande y, por ello, es tan importante ir a misa el domingo. Ir a misa no sólo para rezar, sino para recibir la Comunión, este pan que es el cuerpo de Jesucristo que nos salva, nos perdona, nos une al Padre. ¡Es hermoso hacer esto! Papa Francisco, Audiencia 5 de febrero de 2014.

1. ¿Qué significa recibir la Comunión o la Eucaristía? ¿Quienes pueden comulgar?

Recibir la comunión o la Eucaristía, es recibir al mismo Cristo, el Hijo de Dios vivo, que está bajo las especies sacramentales.

En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están "contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero".

Esta presencia se denomina "real", no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen "reales", sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente en nuestra alma cuando comulgamos.

Por esto, para recibir a Cristo en la Comunión eucarística es necesario estar bautizado y hallarse en estado de gracia. Si uno tiene conciencia de haber pecado mortalmente, es decir de haber ofendido a Dios en materia grave, con plena advertencia, no debe acercarse a la Eucaristía sin pedir perdón y haber recibido previamente la absolución en el sacramento de la Penitencia.

Textos de san Josemaría para meditar

Vamos a recibir al Señor. Para acoger en la tierra a personas constituidas en dignidad hay luces, música, trajes de gala. Para albergar a Cristo en nuestra alma, ¿cómo debemos prepararnos? ¿Hemos pensado alguna vez en cómo nos conduciríamos, si sólo se pudiera comulgar una vez en la vida?

Cuando yo era niño, no estaba aún extendida la práctica de la comunión frecuente. Recuerdo cómo se disponían para comulgar: había esmero en arreglar bien el alma y el cuerpo. El mejor traje, la cabeza bien peinada, limpio también físicamente el cuerpo, y quizá hasta con un poco de perfume... eran delicadezas propias de enamorados, de almas finas y recias, que saben pagar con amor el Amor. Es Cristo que pasa, 91

Jesús se quedó en la Eucaristía por amor..., por ti.
—Se quedó, sabiendo cómo le recibirían los hombres... y cómo lo recibes tú.
—Se quedó, para que le comas, para que le visites y le cuentes tus cosas y, tratándolo en la oración junto al Sagrario y en la recepción del Sacramento, te enamores más cada día, y hagas que otras almas —¡muchas!— sigan igual camino. Forja, 887

2. ¿Por qué es importante recibir la Comunión?

El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la Eucaristía: "En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros" (Jn 6,53). La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. Lo que el alimento material produce en nuestra vida corporal, la comunión lo realiza de manera admirable en nuestra vida espiritual. La comunión con la Carne de Cristo resucitado, conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo. Este crecimiento de la vida cristiana necesita ser alimentado por la comunión eucarística, pan de nuestra peregrinación, hasta el momento de la muerte, cuando nos sea dada como viático.

Además, la comunión nos separa del pecado. El Cuerpo de Cristo que recibimos en la comunión es "entregado por nosotros", y la Sangre que bebemos es "derramada por muchos para el perdón de los pecados". Como el alimento corporal sirve para restaurar la pérdida de fuerzas, la Eucaristía fortalece la caridad que, en la vida cotidiana, tiende a debilitarse; y esta caridad vivificada borra los pecados veniales. Dándose a nosotros, Cristo reaviva nuestro amor y nos hace capaces de romper los lazos desordenados con las criaturas y de arraigarnos en Él.

Por la misma caridad que enciende en nosotros, la Eucaristía nos preserva de futuros pecados mortales. Cuanto más participamos en la vida de Cristo y más progresamos en su amistad, tanto más difícil se nos hará romper con Él por el pecado mortal. La Eucaristía no está ordenada al perdón de los pecados mortales. Esto es propio del sacramento de la Reconciliación. Lo propio de la Eucaristía es ser el sacramento de los que están en plena comunión con la Iglesia, es decir de los que están en gracia de Dios. Catecismo de la Iglesia Católica, 1391- 1395

Textos de san Josemaría para meditar
Cuando daba la Sagrada Comunión, aquel sacerdote sentía ganas de gritar: ¡ahí te entrego la Felicidad! Forja, 267

Tus comuniones eran muy frías: prestabas poca atención al Señor: con cualquier bagatela te distraías... —Pero, desde que piensas —en ese íntimo coloquio tuyo con Dios— que están presentes los Ángeles, tu actitud ha cambiado...: “¡que no me vean así!”, te dices... —Y mira cómo, con la fuerza del “qué dirán” —esta vez, para bien—, has avanzado un poquito hacia el Amor. Surco, 694

3. ¿Cómo hay que prepararse para recibir la Comunión?

Para responder a esta invitación, debemos prepararnos para este momento tan grande y santo. San Pablo exhorta a un examen de conciencia: "Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma entonces del pan y beba del cáliz. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo" (1 Co 11,27-29). Quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar.

Ante la grandeza de este sacramento, el fiel sólo puede repetir humildemente y con fe ardiente las palabras del Centurión (cf Mt 8,8): "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". Para prepararse convenientemente a recibir este sacramento, los fieles deben observar el ayuno prescrito por la Iglesia, que obliga a abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos desde una hora antes de la sagrada comunión, a excepción sólo del agua y de las medicinas. Por la actitud corporal (gestos, vestido) se manifiesta el respeto, la solemnidad, el gozo de ese momento en que Cristo se hace nuestro huésped. Catecismo de la Iglesia Católica, 1384- 1389

Textos de san Josemaría para meditar

Hemos de recibir al Señor, en la Eucaristía, como a los grandes de la tierra, ¡mejor!: con adornos, luces, trajes nuevos...» —Y si me preguntas qué limpieza, qué adornos y qué luces has de tener, te contestaré: limpieza en tus sentidos, uno por uno; adorno en tus potencias, una por una; luz en toda tu alma. Forja, 834

¿Has pensado en alguna ocasión cómo te prepararías para recibir al Señor, si se pudiera comulgar una sola vez en la vida? »—Agradezcamos a Dios la facilidad que tenemos para acercarnos a Él, pero... hemos de agradecérselo preparándonos muy bien, para recibirle. Forja, 828

4.¿Cuándo conviene comulgar?

La Iglesia recomienda vivamente a los fieles que reciban la sagrada comunión cuando participan en la celebración de la Eucaristía; y les impone la obligación de hacerlo al menos una vez al año.

La Iglesia obliga a los bautizados a participar los domingos y días de fiesta en la Santa Misa y a recibir al menos una vez al año la Eucaristía, si es posible en tiempo pascual, preparados por el sacramento de la Reconciliación. Pero la Iglesia recomienda vivamente a los fieles recibir la santa Eucaristía los domingos y los días de fiesta, o con más frecuencia aún, incluso todos los días.

Textos de san Josemaría para meditar

Comulga. —No es falta de respeto. —Comulga hoy precisamente, cuando acabas de salir de aquel lazo.
—¿Olvidas que dijo Jesús: no es necesario el médico a los sanos, sino a los enfermos? Camino, 536

Agiganta tu fe en la Sagrada Eucaristía. —¡Pásmate ante esa realidad inefable!: tenemos a Dios con nosotros, podemos recibirle cada día y, si queremos, hablamos íntimamente con El, como se habla con el amigo, como se habla con el hermano, como se habla con el padre, como se habla con el Amor. Forja, 268

5.¿Qué hay que hacer cuando se ha recibido la comunión?

Después de comulgar, es aconsejable dedicar unos minutos para dar gracias a Jesús por su presencia real en nuestras almas. Es un detalle de respeto y amor. Cada persona encontrará el modo de agradecer personalmente a Dios la posibilidad de recibirle.

Textos de san Josemaría para meditar

El Espíritu Santo no guía a las almas en masa, sino que, en cada una, infunde aquellos propósitos, inspiraciones y afectos que le ayudarán a percibir y a cumplir la voluntad del Padre. Pienso, sin embargo, que en muchas ocasiones el nervio de nuestro diálogo con Cristo, de la acción de gracias después de la Santa Misa, puede ser la consideración de que el Señor es, para nosotros, Rey, Médico, Maestro, Amigo. Es Cristo que pasa, 92

Es Rey y ansía reinar en nuestros corazones de hijos de Dios. Pero no imaginemos los reinados humanos; Cristo no domina ni busca imponerse, porque no ha venido a ser servido sino a servir.

Su reino es la paz, la alegría, la justicia. Cristo, rey nuestro, no espera de nosotros vanos razonamientos, sino hechos, porque no todo aquel que dice ¡Señor!, ¡Señor! entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial, ése entrará.

Es Médico y cura nuestro egoísmo, si dejamos que su gracia penetre hasta el fondo del alma. Jesús nos ha advertido que la peor enfermedad es la hipocresía, el orgullo que lleva a disimular los propios pecados. Con el Médico es imprescindible una sinceridad absoluta, explicar enteramente la verdad y decir: Domine, si vis, potes me mundare, Señor, si quieres —y Tú quieres siempre—, puedes curarme. Tú conoces mi flaqueza; siento estos síntomas, padezco estas otras debilidades. Y le mostramos sencillamente las llagas; y el pus, si hay pus. Señor, Tú, que has curado a tantas almas, haz que, al tenerte en mi pecho o al contemplarte en el Sagrario, te reconozca como Médico divino.

Es Maestro de una ciencia que sólo El posee: la del amor sin límites a Dios y, en Dios, a todos los hombres. En la escuela de Cristo se aprende que nuestra existencia no nos pertenece: El entregó su vida por todos los hombres y, si le seguimos, hemos de comprender que tampoco nosotros podemos apropiarnos de la nuestra de manera egoísta, sin compartir los dolores de los demás. Nuestra vida es de Dios y hemos de gastarla en su servicio, preocupándonos generosamente de las almas, demostrando, con la palabra y con el ejemplo, la hondura de las exigencias cristianas.
Jesús espera que alimentemos el deseo de adquirir esa ciencia, para repetirnos: el que tenga sed, venga a mi y beba. Y contestamos: enséñanos a olvidarnos de nosotros mismos, para pensar en Ti y en todas las almas. De este modo el Señor nos llevará adelante con su gracia, como cuando comenzábamos a escribir —¿recordáis aquellos palotes de la infancia, guiados por la mano del maestro?—, y así empezaremos a saborear la dicha de manifestar nuestra fe, que es ya otra dádiva de Dios, también con trazos inequívocos de conducta cristiana, donde todos puedan leer las maravillas divinas.

Es Amigo, el Amigo: vos autem dixi amicos, dice. Nos llama amigos y El fue quien dio el primer paso; nos amó primero. Sin embargo, no impone su cariño: lo ofrece. Lo muestra con el signo más claro de la amistad: nadie tiene amor más grande que el que entrega su vida por su amigos. Era amigo de Lázaro y lloró por él, cuando lo vio muerto: y lo resucitó. Si nos ve fríos, desganados, quizá con la rigidez de una vida interior que se extingue, su llanto será para nosotros vida: Yo te lo mando, amigo mío, levántate y anda, sal fuera de esa vida estrecha, que no es vida. Es Cristo que pasa, 93

 

 

Solemnidad del Corpus Christi

Textos, vídeos y audios para vivir –este jueves o el domingo, según las disposiciones litúrgicas de cada lugar–, la Solemnidad del Corpus Christi y su Octava.

08/06/2023

Recursos sobe la Eucaristía para la fiesta del Corpus Christi 
Evangelio del Corpus Christi y homilía de san Josemaría
Devoción eucarística
Lecturas para profundizar en el misterio de la Eucaristía
Preguntas y respuestas sobre el Corpus Christi y la Eucaristía
Resúmenes de fe cristiana


Evangelio del Corpus Christi y homilía de san Josemaría

∙ En la fiesta del Corpus Christi: texto y audio de esta homilía de fundador del Opus Dei.

∙ Comentario al Evangelio.

∙ La Eucaristía, misterio de amor y de fe. Momentos especiales de la predicación de san Josemaría sobre la Eucaristía.


Devoción eucarística. Textos para orar.

∙ Dios escondido en la Eucaristía: rezar con san Josemaría.

∙ El prodigio de la Sagrada Eucaristía: el Beato Álvaro del Portillo detalla las actitudes del alma verdaderamente eucarística.

∙ Jueves santo: institución de la Eucaristía. Meditación breve de Mons. Javier Echevarría.

∙ Oraciones para la adoración eucarística (devocionario móvil).

El himno 'Adoro te devote', compuesto por Sto. Tomás de Aquino.


Lecturas para profundizar en el misterio de la Eucaristía

∙ Libro electrónico: «Catequesis del Papa Francisco sobre la Santa Misa» (2018).

∙ Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia (san Juan Pablo II)

∙ Exhortación apostólica sinodal Sacramentum caritatis (Benedicto XVI, 2007)

∙ Carta de Mons. Javier Echevarría sobre la Eucaristía (2004), en la que desglosa el himno eucarístico Adoro te devote. Disponible en PDF.


Preguntas y respuestas sobre el Corpus Christi y la Eucaristía

∙ ¿Cómo fue la Última Cena?

∙ ¿Por qué la fiesta del Corpus Christi?: Benedicto XVI explica su origen.

∙ ¿Qué es la Eucaristía? Respuesta a algunas de las preguntas más habituales sobre la presencia de Jesucristo en la Eucaristía.

∙ ¿Cómo recibir bien a Jesús en la Eucaristía? Respuesta a las preguntas más habituales sobre la Sagrada Comunión.


Resúmenes de fe cristiana

∙ Tema 22 (I). La Eucaristía: La Eucaristía hace presente a Jesucristo: Él nos invita a acoger la salvación que nos ofrece y a recibir el don de su Cuerpo y de su Sangre como alimento de vida eterna.

∙ Tema 22 (II). La Eucaristía: La Santa Misa hace presente en el hoy de la celebración litúrgica de la Iglesia el único sacrificio de nuestra redención.

 

 

Retiro de junio #DesdeCasa (2023)

Esta guía es una ayuda para hacer por tu cuenta el retiro mensual, allí dónde te encuentres, especialmente en caso de dificultad de asistir en el oratorio o iglesia donde habitualmente nos reunimos para orar.

01/06/2023​

∙ Descarga el retiro mensual #DesdeCasa (PDF)
1. Introducción
2. Meditación I. El Sagrado Corazón de Jesús.
3. Meditación II. El ejemplo de san Josemaría.
4. Charla.
5. Lectura espiritual.
6. Examen de conciencia.

Retiro de junio #DesdeCasa (2023) from Opus Dei

Introducción

El Sagrado Corazón es signo del triple amor con que el Redentor ama continuamente al Padre y a todos los hombres: 1) Amor divino (común con el Padre y el Espíritu Santo), 2) Caridad ardentísima infundida en su alma que mueve su voluntad humana y 3) Amor sensible “con el que su Corazón sacratísimo no ha dejado nunca ni dejará de palpitar con imperturbable y plácido latido, ni cesará tampoco de demostrar el triple amor con que el Hijo de Dios se une a su Padre eterno y a la humanidad entera, de la que con pleno derecho es Cabeza Mística” (Pío XII, encíclica “Haurietis aquas”).

“Jesús en la Cruz, con el corazón traspasado de amor por los hombres, es una respuesta elocuente -sobran las palabras- a la pregunta por el valor de las cosas y de las personas. Valen tanto los hombres, su vida y su felicidad, que el mismo Hijo de Dios se entrega para redimirlos, para limpiarlos, para elevarlos.” (San Josemaría, Es Cristo que Pasa n. 165).

“¡Gracias, Jesús mío!, porque has querido hacerte perfecto Hombre, con un Corazón amante y amabilísimo, que ama hasta la muerte y sufre; que se llena de gozo y de dolor; que se entusiasma con los caminos de los hombres, y nos muestra el que lleva al Cielo; que se sujeta heroicamente al deber, y se conduce por la misericordia; que vela por los pobres y por los ricos; que cuida de los pecadores y de los justos...

–¡Gracias, Jesús mío, y danos un corazón a la medida del Tuyo!” (San Josemaría, Surco 813).

Primera meditación

Opción 1. Meditación: el Sagrado Corazón de Jesús. 

Opción 2. Homilía El Corazón de Cristo, paz de los cristianos, de san Josemaría (audio y texto)

Segunda meditación

Opción 1. Meditación. En la fiesta de san Josemaría. 

Opción 2. Homilía del Papa Juan Pablo II en la canonización de san Josemaría (texto)

Charla

El plan de vida espiritual. Las prácticas de piedad como parte de un diálogo más amplio con Dios. Aterrizar en el espacio y en el tiempo la relación con el Señor. Dios es el primero que desea permanecer con nosotros. San Josemaría llamó “plan de vida” al conjunto de prácticas de piedad y de costumbres cristianas, que jalonan la jornada de tiempos dedicados exclusivamente al trato con Dios y a las continuas referencias al Señor. Texto de Elena Álvarez.

Lectura

"El amor de Dios por nosotros es una cuestión fundamental para la vida y plantea preguntas decisivas sobre quién es Dios y quiénes somos nosotros. La historia de amor de Dios con Israel consiste en que el hombre, viviendo en fidelidad al único Dios, se experimenta a sí mismo como quien es amado por Dios y descubre la alegría en la verdad y en la justicia; la alegría en Dios que se convierte en su felicidad esencial: «¿No te tengo a ti en el cielo?; y contigo, ¿qué me importa la tierra?... Para mí lo bueno es estar junto a Dios» (Sal 73 [72], 25. 28). El amor apasionado de Dios por su pueblo, por el hombre, es a la vez un amor que perdona. Un amor tan grande que pone a Dios contra sí mismo, su amor contra su justicia. Dios ama tanto al hombre que, haciéndose hombre él mismo, lo acompaña incluso en la muerte y, de este modo, reconcilia la justicia y el amor".

Benedicto XVI, Enc. Deus caritas est. Se recomiendan los números 1-2, 7-17, 19-20.

Examen de conciencia

Acto de presencia de Dios

1. «Jesús, en tus brazos confiadamente me pongo, escondida mi cabeza en tu pecho amoroso, pegado mi corazón a tu Corazón: quiero, en todo, lo que Tú quieras» (Forja, n. 529). ¿Deseo que mi corazón se parezca cada vez más al Corazón de Cristo? ¿Cómo procuro aprender en el Evangelio de sus reacciones, ternura, miradas, cariño, delicadeza, paciencia, etc.? ¿Pido para mis hijos, mi cónyuge, mis amigos, que Dios les dé un corazón grande?

2. «Vio Jesús a un publicano, y como le miró con sentimiento de amor y le eligió, le dijo: Sígueme» (San Beda el Venerable, Hom. 21). ¿Me da paz considerar que Jesús me mira con amor, como miró a Mateo? ¿Trato de mirar a los demás como lo haría Cristo?

3. Con las obras de misericordia se refleja de manera especial la vida de Cristo en nuestra conducta. ¿Sé consolar a las personas que sufren, trato con paciencia y cariño a los enfermos cercanos, sé enseñar a quien no sabe, o dar buen consejo al que lo necesita? ¿Cómo podría ser generoso con mi tiempo? ¿Me doy cuenta de que las obras de misericordia comienzan en mi familia?

4. ¿Cómo manifiesto paciencia y cariño con los enfermos de mi familia, dedicando tiempo a las personas de mi alrededor más necesitadas? ¿Soy una persona amable y procuro dar siempre una visión positiva a los problemas?

5. «No he necesitado aprender a perdonar porque el Señor me ha enseñado a querer» (Surco, n. 804). ¿Con qué personas podría ensanchar mi capacidad de comprender y de querer? ¿Le pido a Dios que me dé la gracia necesaria para querer a aquellos que no me han tratado bien, que me han humillado, o a aquellos con los que no congenio demasiado? ¿Sé pasar por alto los defectos de los demás?

6. ¿Cómo alimentan mi oración y mi relación con el Señor las enseñanzas de san Josemaría? ¿Pido su intercesión para que me ayude en mi familia y con mis amigos?

7. San Josemaría solía decir que quería dejar a sus hijos en el Opus Dei como herencia el amor a la libertad y el buen humor. ¿Qué podría mejorar para que esto sea una realidad en mi vida?

Acto de contrición

 

El orgullo, un vicio que debemos evitar en la familia

Existen diferentes conceptos para la palabra orgullo. Si consultamos el diccionario nos dice lo siguiente:

Sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una persona se siente convertida.

Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que suele conllevar sentimiento de superioridad.

Amor propio, autoestima.

Si bien tiene un aspecto positivo, también está el aspecto negativo que se llega a hacer un vicio, es decir, un hábito negativo, que nos hace ser arrogantes, vanidosos, tener sentimientos de superioridad y un amor propio enfermizo.

Este tipo de orgullo viene de la soberbia y busca incitarnos a hacer lo que nosotros creemos que está bien y si en el camino atropellamos u ofendemos, evita a toda costa que reconozcamos nuestros errores y ofrezcamos disculpas.

La virtud que le hace contrapeso es la humildad y esta se alcanza con el trabajo diario, el vencimiento propio y, principalmente, con la gracia de Dios.

En las familias, el orgullo es muy dañino ya que provoca pleitos interminables, pues en muchas ocasiones nadie puede reconocer que está equivocado, provocando división y que los bandos se mantengan así por mucho tiempo.

Además, una persona orgullosa no puede recibir ayuda porque su soberbia y amor propio no se lo permiten.

Nosotros como papás debemos tratar de evitar que nuestros hijos caigan en este vicio educándolos en las virtudes necesarias para hacerle contrapeso, por eso aquí te dejo mis 5Tips para lograrlo.

PRIMERO. Que se den cuenta de que todos nos equivocamos.

Es importante que desde pequeños, nuestros hijos vean los errores como oportunidades de mejora y que se den cuenta que no pasa nada si nos equivocamos, que lo hacemos cotidianamente pero que nos damos el tiempo para analizar las cosas y corregir si es necesario.

Aquellas personas que les cuesta mucho trabajo reconocer sus errores denotan que cuando eran pequeños sus papás eran muy estrictos y no les permitían equivocarse. Ojalá que nosotros no caigamos en este error ya que les estaremos dejando una marca muy fuerte a nuestros hijos que da pie a la arrogancia, vanidad y soberbia.

Si ellos ven que a nosotros no nos cuesta trabajo reconocer cuando nos equivocamos y que, además, buscamos reparar el daño o la falta cometida en el error, verán que es un estilo de vida y crecerán cultivando esa virtud.

SEGUNDO. Que sean empáticos.

La mayoría de las veces es más fácil ver los errores ajenos que los propios, por esto debemos educar a nuestros hijos para que sean empáticos y analíticos.

Empáticos con los que se han equivocado para evitar burlas y sarcasmos, ya que esto solo destruye y carga el ambiente de un repudio por los que se equivocan; pero también analíticos de sus propios actos para que tengan la capacidad de darse cuenta cuando se han equivocado y que no les cueste trabajo reconocerlo y corregirlo.

Otra forma en que el orgullo hace daño es que, por el amor propio y autoestima excesivas no puedan darse cuenta de que con sus actitudes o palabras están incomodando o lastimando a los que están a su alrededor.

Si los educamos en la inteligencia emocional tendrán la capacidad de salir de sí mismos para sentir con el otro y tratar de justificar, para así perdonar en lugar de buscar hacer justicia y provocar pleitos irracionales. 

TERCERO. Que estén siempre dispuestos a ayudar.

Y es que cuando están dispuestos a salir de su comodidad para buscar el bien común, o el bien particular del prójimo, se están venciendo y así logran poner el amor propio y la autoestima en su justo lugar.

No podemos buscar nuestro bien antes que el bien común, porque entonces estaremos siendo egoístas y le damos paso al orgullo y la soberbia, es así que, si lo que nosotros necesitamos afecta a los que están a nuestro alrededor, los agrede o va en contra de la naturaleza, debemos pensar si verdaderamente es un bien o solo un capricho propiciado por nuestra amor propio y vanidad.

Ayudar no siempre es fácil, pero si logramos buscar ayudar sin esperar nada a cambio estaremos fortaleciendo la voluntad y la humildad, que son necesarias para hacer contrapeso al orgullo mal entendido.

CUARTO. Que aprendan a dejarse ayudar.

Otro aspecto importante es que nuestros hijos aprendan a dejarse ayudar ya que en muchos casos evitan que se les pueda brindar ayuda pues tienen un amor propio fuera de proporciones y les incomoda reconocer que se han equivocado o que no tienen la capacidad de hacer las cosas.

Es necesario, entonces, que tengan la humildad de pedir ayuda cuando no puedan hacer lo que se les pide y también que tengan la capacidad de dejarse ayudar cuando alguien se dé cuenta de que algo no anda bien.

La actitud debe ser de agradecimiento para con quien le ofrece la mano y de cooperación para que, juntos, se logre realizar la tarea con eficacia.

Yo creo que se requiere más humildad para dejarse ayudar que para ofrecer ayuda, porque hay que reconocer que nos somos perfectos y que no nos bastamos solos. Por eso debemos educar en esto a nuestros hijos con el ejemplo, es decir, debemos ser nosotros los que les pidamos ayuda a ellos, con amor y de la mejor manera para que aprendan que eso no nos quita autoridad ni dignidad, y sí nos hace crecer en humildad, autocontrol, vencimiento propio y todas las virtudes que vienen con esto.

Y QUINTO. Que sepan sus capacidades pero que también ubiquen sus defectos.

Una forma de mantener a raya la autoestima y el amor propio es ubicar con claridad las virtudes y los defectos, las capacidades y las limitaciones y buscar un sano equilibrio entre ellos, así tendrán los pies en el piso.

La vanagloria que producen en nuestros hijos las victorias en la vida, si no están ancladas por la humildad, es muy fuerte y puede llevar a un orgullo mal entendido y exagerado que les haga perder el piso y volverse soberbios y arrogantes, pero si estamos los papás para ayudarles a poner las cosas en su debida proporción y en su justo lugar, entonces todo será un aprendizaje que nos ayude a mantenernos humildes y ubicados.

Ojalá que nuestra familia tenga la capacidad de actuar guiados por el bien común, siempre dispuestos a ayudar a los demás, compartir lo que tenemos con los que más lo necesitan y sobre todo que busquemos con nuestras acciones darle mucha gloria a Dios, que al final de cuentas, es quien nos da todo lo que tenemos y nosotros solo somos administradores tanto de los bienes materiales como de los carismas y capacidades que nos caracterizan y que debemos trabajar para poner al servicio de la comunidad, buscando siempre el Bien Común.

 

EL GRAN DESCONOCIDO. LA TROMPETA TORCIDA

José Martínez Colín

1)  Para saber

Se cuenta que un hombre recibió unos guantes de regalo de un amigo. Los agradeció, pero como vivía en un clima tropical, no los necesitaba y guardó en un cajón. Mucho tiempo después se cambió a una ciudad de clima frío. Buscó los guantes y cuando metió la mano en uno de ellos, algo impidió que se acomodaran sus dedos. Para su gran sorpresa, descubrió que adentro había un billete de cien dólares enrollado en cada uno de los dedos del guante. Habían estado allí todo el tiempo, pero no se había dado cuenta.

En la vida espiritual nos puede suceder que contamos con un tesoro del que no nos damos cuenta: el Espíritu Santo. Este domingo 28 de mayo concluye el tiempo pascual con la solemnidad de Pentecostés, recordando el nacimiento de la Iglesia con la venida del Espíritu Santo sobre la Virgen María y los Apóstoles.

El Evangelio nos recuerda las palabras de Jesús: “El Espíritu Santo… les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn 14,26). El Papa Francisco señalaba que consiste en hacernos ver todo según la mirada de Jesús, de modo nuevo. En el viaje de la vida el Espíritu Santo nos enseña tres cosas: por dónde empezar, qué caminos tomar y cómo caminar.

2)  Para pensar

En primer lugar el Espíritu nos indica el punto de partida: «Si me aman, cumplirán mis mandamientos». El amor es lo primero y sin el amor en el centro, todo lo demás es vano. Y este amor es un don del Espíritu, por eso tenemos que pedírselo. El Espíritu es quien nos hace sentir amados y nos enseña a amar.

En segundo lugar, el Espíritu Santo nos enseña a caminar «según el Espíritu y no según la carne» (v. 4). Por eso es importante discernir la voz del Espíritu Santo y la del espíritu del mal. Las dos voces nos hablan. La voz del mal nos lleva a creer que tenemos derecho a usar la libertad como nos parezca; nos distrae con remordimientos pasados o miedos futuros. Pero después, viene la amargura, el pesimismo, la tristeza, las quejas, la impaciencia, el victimismo. La queja es el lenguaje del espíritu del mal, dice el Papa. El Espíritu Santo, en cambio, nos invita a no perder la confianza, nos toma de la mano y consuela, nos lleva a lo concreto, a amar aquí y ahora.

En tercer lugar, el Espíritu Santo nos enseña cómo caminar: todos juntos, como Iglesia, abrirnos a todos, olvidarnos de nosotros mismos y, nos enseña a ser una casa acogedora. Así rejuvenece a la Iglesia.

3)  Para vivir

En el mundo del jazz, hubo un músico llamado Dizzy Gillespie. Ha sido uno de los grandes nombres del jazz. Uno de sus símbolos era una trompeta torcida. Esta costumbre nació de un accidente. Cuando Gillespie se alojaba en un hotel neoyorkino al llegar a su habitación se encontró con su trompeta totalmente torcida. Sucedió que uno de sus amigos de forma distraída y accidental se sentó sobre el instrumento doblándolo. Gillespie tenía que tocar inmediatamente, tuvo que usarla así. La sorpresa fue que su sonoridad le entusiasmó tanto que la adoptó de por vida. Incluso encargaba trompetas con ese defecto. Esa trompeta torcida fue su símbolo.

De manera similar, el Espíritu Santo logra que aunque tengamos imperfecciones, lleguemos a la santidad, precisamente en nuestra lucha constante contra ellas.

 

 

El primer paso de la “misión de paz” vaticana para Ucrania culmina con “resultados útiles”

El cardenal Matteo Zuppi regresó en la tarde del martes 6 de junio tarde al Vaticano después de un viaje fugaz a Kiev, como enviado del Santo Padre.

Maria José Atienza·7 de junio de 2023·Tiempo de lectura: 2 minutos

ucrania zuppi

Foto: Zuppi en Kiev con el parlamentario ucraniano Dmytro Lubinets ©OSV News/courtesy Ombudsman of Ukraine

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El Arzobispo de Bolonia y Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, Matteo Zuppi culminó su visita a Kiev. Allí ha permanecido unas escasas 30 horas, en lo que parece ser el primer escalón de la misión que el Vaticano ha puesto en marcha para impulsar un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania, más de un año después de que Rusia invadiera el país vecino.

Según reza la nota que la Santa Sede publicó a la vuelta del cardenal Matteo Zuppi, los resultados de este “breve pero intenso” viaje, parecen resultar útiles para “evaluar los pasos que hay que seguir dar tanto en el plano humanitario como en la búsqueda de caminos para una paz justa y duradera”.

En estas horas que el cardenal, miembro de la comunidad de Sant’Egidio, ha pasado en la capital ucraniana, ha podido mantener una serie de diálogos clave.

Especialmente interesante parece haber sido el encuentro del cardenal con el presidente Volodymyr Zelenskyi quien, el pasado mayo, visitó personalmente al Santo Padre.

Asimismo, la nota señalaba cómo “la experiencia directa de los atroces sufrimientos del pueblo ucraniano a causa de la guerra en curso, serán llevados la atención del Santo Padre”.

Aún es pronto para evaluar en qué terminará esta misión impulsada personalmente por el Papa Francisco, la realidad es que este hecho supone el primer movimiento diplomático público de la Santa Sede. El siguiente paso, que correspondería a una visita a Rusia no ha sido confirmado por el momento ni por la Santa Sede ni por el gobierno de Putin. De hecho, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov negó que hubiese en agenda, por el momento, un encuentro entre Zuppi y el gobierno ruso.

Si bien el Papa acudió a la embajada de la Federación Rusa ante la Santa Sede al iniciarse la invasión y ha mantenido conversaciones con Zelensky, los pasos diplomáticos del Vaticano en este conflicto han estado marcados por una gran prudencia.

Aunque planea en el aire de manera constante desde marzo de 2022, el Santo Padre no ha dado muestra de tener prevista una visita inminente a Ucrania y Rusia. Una posibilidad que, según ha manifestado en algunas ocasiones, desea llevar a cabo para servir a la causa de la paz.

Atención humanitaria y oración

Zuppi no es el primer enviado papal a Ucrania aunque sí el primer cardenal con una misión específicamente diplomática y no humanitaria. A las pocas semanas de iniciarse el conflicto, Francisco envió a la zona a los cardenales Czerny y Krajewski del 7 al 11 de marzo de 2022. De éstos, el limosnero pontificio ha visitado el país tres veces más; la última de ellas, en diciembre de 2022 para entregar generadores eléctricos y ropa térmica a los refugiados para afrontar el invierno.

Además, en estos más de 28 meses de conflicto, el Papa no ha cesado de pedir oraciones por la paz entre Ucrania y Rusia. Además de renovar la consagración de Ucrania y Rusia al Corazón Inmaculado de la Virgen María, en marzo de 2022, el Papa mantuvo un afectuoso encuentro con Sviatoslav Shevchuk,  el arzobispo mayor de Kiev-Hali, quien acudió a Roma en noviembre de 2022 para llevar el sentir de Ucrania directamente al Papa Francisco.

 

 

Defender la vida ante el aborto, cambiar los corazones

El 24 de junio de 2023 se cumple un año desde que se revocara la sentencia Roe v. Wade en Estados Unidos, marcando así el fin del aborto como derecho constitucional. En recuerdo de este avance por la defensa de la vida, el obispo de Arlington, Michael F. Burbidge, del Comité de actividades provida, ha publicado un mensaje.

Paloma López Campos·10 de junio de 2023·Tiempo de lectura: 2 minutos

Aborto Estados Unidos

(Unsplash / Maria Oswalt)

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A finales de junio, el día 24, se celebra el primer aniversario de la revocación de la sentencia Roe v. Wade, señalando así el fin del aborto como un derecho constitucional en Estados Unidos. Esta decisión del Tribunal Supremo supuso un gran avance en la defensa de la vida y, para celebrar la fecha, el obispo Michael F. Burbidge, del Comité de actividades provida, ha enviado un comunicado.

Persistir en la labor

Esta fecha, dice el mensaje, “es un día para la alegría continua y la gratitud; un día para recordar a los innumerables trabajadores fieles que se han dedicado a la oración, la acción, el testimonio y el servicio en apoyo a la causa de la vida; y un día para dar gracias a Dios por su infinita fidelidad”.

Sin embargo, este paso que se dio en 2022 es solo el comienzo. Todavía hay estados en los que la defensa del aborto sigue vigente o incluso se ha blindado legalmente con más instrumentos. Por eso, la Conferencia episcopal afirma que persiste “con confianza en nuestros esfuerzos por defender la vida”.

Leyes y corazones

El esfuerzo que queda por hacer no se reduce al campo político y legislativo. “El trabajo que tenemos por delante sigue siendo no solo cambiar las leyes, sino también ayudar a cambiar los corazones, con fe firme en el poder de Dios para hacerlo”.

Esta tarea tiene sus raíces en “el conocimiento de la verdad y en la valentía para contarla y vivirla con compasión”. Esta compasión es esencial, tal como señala monseñor Burbidge, ya que “cada uno de nosotros está llamado a una solidaridad radical con las mujeres que se enfrentan a un embarazo inesperado o difícil”.

La solidaridad, indica el comunicado, pasa por “hacer todo lo posible para proporcionarles el apoyo y la atención que necesitan para dar la bienvenida a sus hijos”. Por ello, los obispos agradecen los esfuerzos y las iniciativas de “millones de católicos que viven la llamada del Evangelio a través de las parroquias y comunidades”.

Respeto a la vida y responsabilidad

El comunicado anima a “todas las personas de fe y buena voluntad” a trabajar unidas “para proclamar que la vida humana es un don precioso de Dios; que cada persona que recibe este don tiene responsabilidades hacia Dios, hacia sí misma y hacia los demás”.

Por otro lado, recuerda que “la sociedad, a través de sus leyes e instituciones sociales, debe proteger y cuidar al ser humano en todas las etapas de su vida”.

 

 

«El sacerdote debe ser amigo de Cristo»

Un sacerdote del siglo XXI debe ser ante todo un amigo de Cristo, que testimonia, con su vida, el amor por la Iglesia y por las almas

Franklin Cavalcante tiene 31 años y es de Río de Janeiro. Como muchos niños de su país soñaba con convertirse en jugador de fútbol. Después de hacer la Primera Comunión se alejó de la Iglesia, pero en una Misa cuando cumplió 18 años descubrió que Dios le estaba hablando de su vocación sacerdotal.

Antes del encuentro con el Señor y de descubrir su vocación sacerdotal, pensaba que la felicidad pasaba por tener un balón en los pies, como tantos jóvenes en su país. Sus padre, Vicente, no era muy religioso. Su madre algo más y le enseño lo básico de la fe desde pequeño, aunque la Iglesia no le atraía nada. Pero esa Misa lo cambió todo. Pudo escuchar a Dios hablando con él.

Entonces, empezó a tomarse en serio la vida cristiana. Empezó a ir a Misa más a menudo. Ingresó en un curso de Crisma, recibió el sacramento de la Confirmación y comenzó a ayudar en la parroquia como catequista y predicador en un grupo de oración.

“Jesucristo era lo que me hacía feliz”

Poco a poco descubrió que Jesucristo era quien daba plenitud a su vida y quien le hacía verdaderamente feliz. Hasta entonces nunca se había planteado su vocación sacerdotal, pero el trabajo pastoral en la parroquia le hizo percibir que el pueblo necesitaba pastores.

“Tuve una profunda conversación con mi párroco e inicié el camino vocacional. Después de dos años participando en encuentros vocacionales, discerní mi vocación sacerdotal y mi camino hacia la felicidad. Dar a conocer a Jesucristo y hacer que los hombres sean amigos de Dios, es la misión que espero realizar durante toda mi vida”.

El Seminario Internacional Bidasoa, una bendición

Después de realizar los estudios de filosofía en la Universidad Pontificia de Río de Janeiro, su obispo le envío a terminar de formarse al Seminario Internacional Bidasoa y en las Facultades de estudios eclesiásticos de la Universidad de Navarra. Allí ha tenido la posibilidad de experimentar la riqueza de la Iglesia Universal, conviviendo con seminaristas de distintos países. “Es como vivir un nuevo pentecostés”.

Para Franklyn, Bidasoa es una bendición para su formación sacerdotal. Recibe una formación muy buena que le permite crecer en la amistad con Cristo y madurar su vocación sacerdotal.

Fomentar la vocación sacerdotal entre los jóvenes

Como dice el Papa Francisco, nos ha tocado vivir un “cambio de época”. Muchos jóvenes están alejados de Dios y de la Iglesia. “Si queremos fomentar las vocaciones sacerdotales”, dice Franklyn, “es imprescindible que el pueblo rece para que el Señor de la mies envíe operarios. Los sacerdotes tienen que testimoniar la belleza de la vocación sacerdotal. Un sacerdote del siglo XXI debe ser ante todo un amigo de Cristo, que testimonia, con su vida, el amor por la Iglesia y por las almas”.

Secularización y evangelización

En Brasil, la secularización y la irrupción del protestantismo amenazan la vida de la Iglesia Católica. “Hoy más que nunca la Iglesia tiene la obligación de anunciar la buena nueva de Jesucristo, de promover el encuentro de los jóvenes con la Persona de Jesús, para que ellos descubran en Él el camino seguro para la felicidad”. Frente a secularización, Franklyn propone vivir la fe como testigos del Resucitado y frente al protestantismo, presentar la verdad de la fe.

“Las necesidades apostólicas más importantes de Río de Janeiro son: la conversión personal de cada cristiano y, a partir de ahí, promover una evangelización que presente toda la riqueza y verdad que Jesucristo confió a la Iglesia Católica”.

 

La esencia misma de Dios uno y Trino: Reflexión de Mons. Enrique Díaz

La Santísima Trinidad*

 

(C) Pexels

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Mons. Enrique Díaz Díaz comparte con los lectores de Exaudi su reflexión sobre el Evangelio de este Domingo de 4  junio, de 2023, titulado: “La esencia misma de Dios uno y Trino”

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Éxodo 34, 4-6.8-9: “Yo soy el Señor, el Señor Dios, compasivo y misericordioso”

Daniel 3: “Bendito seas para siempre, Señor”

II Corintios 13, 11-13: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con ustedes”

San Juan 3, 16-18: “Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salvara por él”

Con las palabras de San Juan: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único” se descubre el más grande y bello amor. Hoy, fiesta de la Santísima Trinidad, nos acercamos a la esencia misma de Dios que el mismo Jesús nos descubre en sus afirmaciones: Dios uno y Trino. Cuando queremos contener a Dios en un nombre y no permitimos que nos invada toda la experiencia de su presencia, parece que pretendemos reducirlo a un objeto del que podemos tener más o menos necesidad. Si Dios da su nombre a Moisés es para asegurar su presencia continua, fiel y muy cercana a su pueblo. “Dios es el que es”, que esto es lo que significa su nombre, encierra una profundidad que los Israelitas al mismo tiempo perciben como un misterio y como una cercanía. El Dios de sus padres, que ha bendecido y acompañado a los patriarcas, se manifiesta ahora cercano y presente, sosteniendo y animando a su pueblo en su esclavitud, en su dolor, en su liberación y en sus esperanzas. Es profundo el significado del nombre de Dios y nos ayudaría mucho entenderlo para adorarlo y percibirlo como el Dios compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel.

 Pero Jesús nos viene a descubrir mucho más y de la adoración, presencia y respeto, pasamos a una dinámica de participación y de amor. Jesús viene a manifestarnos que Dios es Trinidad. A la mayoría de los creyentes la Trinidad no les dice nada y les parece una doctrina extraña y superflua. Sin embargo, el Dios Trino es la característica distintiva del cristianismo. Cambia una imagen de un Dios individualista y solitario por la del Dios de la vida, de relación, comunitario y amor. Aunque todas las palabras y las imágenes nos resulten ahora inadecuadas para expresarlo, la realidad de un Dios Trinidad nos lleva a una forma nueva de entender a Dios y su relación con las personas. Cristo nos lleva a esta dinámica y nos inserta en este misterio, más con su forma de actuar que con sus palabras. Nunca se puso a explicar filosófica o teológicamente las relaciones que había entre Él y su Padre Dios, pero las manifiesta igual que un niño habla de su papá, mamá y hermanos, y vive el sentido de familia. Así también Cristo nos inserta en esta dinámica de amor en la Trinidad.

Jesús nos dice que Dios es Padre, y cada vez que habla de Él así lo nombra, y cada vez que se dirige a Él, también así lo llama, y siempre se siente el enviado a cumplir su voluntad y a descubrir su misterio. Lo grande de esta revelación es que no solamente hay esta relación con Jesús, sino que nos invita a participar de esa filiación. Una de las experiencias grandes de los discípulos al encontrar a Jesús resucitado, es la de entenderlo siempre en relación con su Padre Dios, pero también es la de no sentirse solos, sino llamados a participar de esa comunión. Somos hijos de Dios Padre con Jesús. Así también podemos y debemos sentirnos amados, cuidados y protegidos por un Dios que es nuestro Padre. Estaremos llamados también a cumplir sus mandamientos de creación, de relación con los otros hijos y de cuidado de la vida. Hoy podemos reflexionar en esta gran verdad: “Con Jesús soy hijo de Dios Padre”.

El Hijo es regalo y participación. “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su hijo único, para que todo el que crea en él, no perezca” Son palabras que nos muestran la grandeza del amor del Padre, pero son también palabras que nos muestran la grandeza de la misión del Hijo. Con Jesús nosotros podemos sentirnos y ser hermanos. Jesús es la muestra palpable del amor del Padre y nos enseña cómo somos amados y cómo podemos amarnos siendo hermanos. El hombre no es un lobo solitario que tiene que luchar contra todos para subsistir. El hombre está llamado a la fraternidad en el mismo sentido que la vivió Jesús: haciéndose igual que los hermanos, sirviendo a los más débiles, anunciando su evangelio, dando la vida y dando vida. Es la misión de todo discípulo que quiere parecerse a Jesús su hermano mayor.

 Nada mejor para expresar el amor que el Espíritu Santo: es amistad, es comunión, es participación, es fuerza y dinamismo. Es maravilloso constatar como toda la vida de Jesús se mueve por “impulso del Espíritu”, desde su encarnación hasta su misión final. Cada momento es vivido con una fuerza extraordinaria por el Espíritu. El Espíritu sigue animando y dando fuerza a su Iglesia. Y lo más hermoso de todo es que no podemos arbitrariamente separar las acciones del Padre, del Hijo y del Espíritu. La Trinidad la entendemos como una circulación del amor, la danza trinitaria de unas Personas en las otras, todo pasa de una Persona divina a otra de manera recíproca. Y más impresionante aun es que nosotros somos invitados a participar de esa misma vida divina trinitaria. Sabernos hijos amados del Padre, hermanos predilectos de Cristo Jesús el Hijo, y templos llenos de la fuerza y el dinamismo del Espíritu.

 Si este gran misterio esto lo logramos hacer vida y oración, encontraremos una fuerza poderosa para actuar conforme a lo que Jesús nos ha enseñado. Más que definición de Trinidad, Jesús nos invita a participar de su misma familia y su sueño es que todos los hombres participen de este círculo de amor. Hoy, al celebrar a la Santísima Trinidad, debemos cuestionarnos seriamente si somos esa imagen de amor, de entrega y unidad que es nuestro Dios. Si hemos vencido los miedos, ambiciones y discriminaciones hacia los hermanos que también son hijos del mismo Padre, hermanos del mismo Jesús y templos del mismo Espíritu. Es un gran cuestionamiento también sobre la forma de educar y vivir en la familia. La Santísima Trinidad es el modelo de educación, integración y amor familiar.

 Santísima Trinidad, concédenos experimentar el gran Amor del Padre, la entrega incondicional de Hijo y la fuerza y vitalidad del Espíritu Santo. Amén.

 

Responsabilidad ciudadana ante el medioambiente

Enrique Baquero

Biólogo, investigador del Instituto de Biodiversidad y Medioambiente y profesor de la Facultad de Ciencias, Universidad de Navarra

 

La Responsabilidad Ambiental puede definirse como la “imputabilidad de una valoración positiva o negativa por el impacto ecológico de una decisión”, generalmente por daño causado a otras especies, a la naturaleza en su conjunto o a las futuras generaciones, por las acciones —o las no-acciones— de otro individuo o grupo. La imputabilidad es la “capacidad del ser humano para entender que su conducta lesiona los intereses de sus semejantes y para adecuar su actuación a esa comprensión”, también de atribuir a alguien las consecuencias de su obra.

Cuando el ser humano comenzó su andadura en la Tierra ejercía poco impacto sobre el medio: pocos individuos, hábitos no sedentarios, baja relación entre demanda y oferta de recursos (que son los bienes o servicios que proporciona la naturaleza). La relación entre las personas y el medio pasaba por la utilización de esos recursos y, entonces, eran poco diversos y muy abundantes. Estos recursos pueden ser materiales (aire, agua, minerales o derivados de la Biosfera) o energéticos, y estos renovables (solar, eólica, hidráulica o geotérmica) o no renovables (combustibles fósiles y nuclear). Los renovables son los que se regeneran a un ritmo comparable al de su consumo. Y el consumo de un recurso puede superar a su renovación y provocar su desaparición. Todo esto tiene mucho que ver con el concepto de Sostenibilidad, que, según se considera actualmente, implica la triple interacción entre los ámbitos ecológico, económico y social.

El impacto del ser humano sobre el medio se produce a muchas escalas. Hay acciones muy puntuales (como tirar una colilla al suelo) pero también estamos ante un escenario de grandes retos: generamos grandes cantidades de basura (y mucho plástico); el agua dulce está comenzando a ser escasa y la situación puede empeorar; las emisiones de gases que incrementan el efecto invernadero —y aceleran el calentamiento global— llevan desbocadas muchos decenios y no descienden; como consecuencia hay efectos climáticos catastróficos y, en algunos hábitats como el mar, se producen desequilibrios que provocan efectos como el blanqueamiento de los corales; la degradación del suelo por culpa de prácticas agrícolas no sostenibles tiene unas dimensiones enormes y hay graves problemas de erosiónse está acelerando la deforestación de grandes extensiones de selva tropical; y como consecuencia de todo lo anterior, nos dirigimos hacia una acelerada pérdida de Biodiversidad. Estos dos últimos problemas son los más graves, pues afectan directamente a la supervivencia de la especie humana.

Esos problemas tienen dimensión individual o comunitaria, y esta última tiene dos componentes distintos, el empresarial y el de la administración. Por un lado la Administración tiene responsabilidad en relación con la gestión de: la normativa ambiental (impacto ambiental; control de emisiones al aire, al agua o lumínicas); la ocupación del suelo (calificación; infraestructura verde urbana); los residuos (RSUs, RCDs y otros); la gestión energética a gran escala; el agua (pluvial, residual y de consumo); la movilidad; y los recursos naturales (parques, ecosistemas, especies). Una buena administración electrónica y un buen papel como potenciadores de la Educación Ambiental de los ciudadanos pueden ser buenos aliados.

Por otra parte, la empresa, o los sectores económicos-industriales, tienen responsabilidad en relación con: sus emisiones (cantidad y calidad); y el modo en que ocupan el suelo, sobre todo el sector agrícola y ganadero —por extensión—, pero también el pesquero, petroquímico y minero por la gravedad de la modificación del medio que supone su actividad. La empresa —si practica una buena Responsabilidad Social Corporativa ambiental— debe tener una estrategia para la implementación de una buena conducta en lo relacionado con el medioambiente, respetar las leyes vigentes, instaurar reglas y compromisos voluntarios, analizar su impacto, disponer de un departamento especializado en medioambiente y seleccionar personal adecuado para trabajar en él, desarrollar programas de educación ambiental para todos sus trabajadores, realizar mejoras ambientales en sus productos y servicios, y ahorrar energía.

Por su parte, cada ciudadano puede contribuir siendo responsable con su consumo energético, la adquisición austera de otros recursos, practicando una alimentación respetuosa (consumo moderado de carne y adquisición de alimentos de proximidad o Km0), colaborando en la reducción y reciclaje de residuos, con una movilidad responsable, contribuyendo a la conservación de la Biodiversidad (por ejemplo no liberando especies invasoras en el medio natural), y contribuyendo a la no degradación directa del hábitat (incendios, comportamiento correcto cuando está en el medio natural, etc.).

Los centros educativos deberían convertirse en focos de emisión de una buena conciencia ambiental, y fomento de buenas prácticas, convirtiendo a los futuros ciudadanos en actores solidarios que aseguren un escenario en el que toda la humanidad conviva en condiciones de justicia ambiental, económica y social.

En conclusión, la especie humana forma parte del sistema. Actualmente su capacidad de impacto en el medioambiente es superior al de otros organismos, y por lo tanto debe ser muy consciente de su responsabilidad ante esta situación. Si el impacto aumenta —a todas las escalas: personal-ciudadanía, empresa y administración—, el medio se degradará a un ritmo muy considerable. Aunque las organizaciones (empresas o administración), son las que más contribuyen en forma de cambio (positivo o negativo), son los ciudadanos individuales los que en último término tienen la responsabilidad. Como ciudadanos debemos ser conscientes de los ámbitos en los que tenemos esa responsabilidad. A eso se le llama conciencia ambiental, y debe estar inspirada en la solidaridad intergeneracional.

 

Los abusos en la Iglesia

Se difunde en la Prensa, estos datos aportados por la comisión de la Conferencia Episcopal y que nos escandalizan:  “Los casos recopilados en las 202 Oficinas para la protección de menores, que  entregó al Defensor del pueblo a finales de marzo ascienden hasta los 728 abusadores y las víctimas 927 ”. Importante el dato: La Conferencia Episcopal  escribió “victimas” en referencia al número de acusadores, y “victimarios” los acusados ( mayor entre los religiosos que en el clero secular). El abanico abarca los casos desde 1945, o sea, desde hace setenta y ocho años, e   incluye clérigos secularizados. Muchos ya han muerto,  el 63, 60%,  y no podrían hacer alegaciones ni defenderse. ¿ Por qué un estudio tan amplio? ¿No será adrede para que la sociedad se escandalice?  El conocido caso reciente del cardenal Pell, austríaco, que, siendo inocente fue acusado, condenado y encarcelado, me hace pensar que, incluso casos juzgados y hasta condenados, puedan ser de personas inocentes.  No me cabe duda de que ha habido clérigos que han abusado de menores, que han sido infieles a sus promesas sacerdotales; pero también miro con sospecha el hecho de que el Gobierno social-comunista haya querido poner en la picota, en el Parlamento,  sólo a la Iglesia y esconder  tantísimos casos de abusadores en otras instituciones ( en la enseñanza, en el deporte, en la medicina, en familiares...). En un estudio reciente, se vio que el número de abusos en eclesiásticos era muy inferior al de otras filas. Para ser justos, habría que poner en claro, blanco sobre negro, la totalidad de abusadores en nuestra sociedad durante todo ese tiempo. ¿Hay duda de que se trataba de acallar a la Iglesia, porque se preparaban leyes que, “de facto”, buscan legalizar la pederastia en nuestra sociedad?  Saben muy bien que “sólo la Iglesia defiende la verdad moral” sin fisuras y con autoridad, aunque pueda existir la excepción  ( San Pablo VI lo dijo, con dolor, en 1975: “el humo de Satanás ha penetrado en el Santuario”). Abusar de los niños siempre es repulsivo, un horror, máxime cuando se trata de personas que deben destacarse por su ejemplaridad; pero ocultar la totalidad es insidioso y sectario.

Josefa Romo

 

 

“Falso progreso”

Ante el mundo universitario y de la cultura, el Papa ha rechazado un “falso progreso” que nos lleva a descartar a los enfermos, a aplicar la eutanasia, o a perseguir a quien piensa diferente en nombre de un consenso impuesto desde el poder. Por el contrario, la verdadera cultura parte del asombro y se abre al absoluto, siempre en búsqueda inquieta y constante de la verdad.

Francisco, el Papa, rendía homenaje al testimonio de la Iglesia greco-católica en los confines orientales de Europa, al tiempo que podía fundirse en un abrazo con el Metropolita Hilarión, de la Iglesia Ortodoxa Rusa, en un encuentro con el telón de fondo de la guerra en Ucrania, tan presente en toda la visita, que nos permite entender hasta qué punto tiene sentido proclamar todos juntos que Cristo es nuestro futuro.

Domingo Martínez Madrid

 

Ocasión para actuar contra las fresas almonteñas

Hay que consumir huevos solares, ecológicos y camperos. Huevos puestos al sol y se supone que de gallinas morenas, aunque se desconocen las encuestas que los de Bruselas han hecho entre las ponedoras y el resultado de las sondeos, que igual pasan antes por la cocina de Tezanos.

Y ya con los huevos (de gallina, se entiende) al sol, tienen tiempo de ocuparse de Doñana y llega un lituano un tal Sinkevicius -que es a von der Leyen lo que Ribera a Sánchez- y dice lo que hay que hacer y lo que no se puede hacer en Doñana. No es de extrañar que los ecos alemanes hayan encontrado una ocasión para actuar contra las fresas almonteñas.

El tal lituano Sinkevicius (dicho sea con todo respeto para los lituanos y para los apellidos acabados en vicius, aunque no jueguen en el Real Madrid) y tras poner los huevos (de gallina claro está) al sol, monta un pollo -nunca mejor dicho- y hasta le acusan de hacer campaña a favor de Sánchez, cosa que se ha apresurado a negar von der Leyen que ha defendido a todos sus consejeros. O sea como Sánchez  con las belarras, las monteros, las díaz, los iceta y los marlaskas y hasta las calviños y los garzones.

Pero las preguntas siguen en pie: ¿por qué Europa tiene que mangonear los países europeos? ¿Sirve para algo la Unión? ¿Es eso lo que soñaron los padres de Europa? ¿Hay que dar la razón a De Gaulle? Y sobre todo ¿qué sabe el tal Sinkevicius de Doñana?

Quizás se hable demasiado a la ligera de Doñana, de Sinkevicius, de pulpos y de garajes y hasta de huevos (de gallina, naturalmente) Y es que se podría aplicar a algunos, sin señalar a nadie (opiniones de Tezanos aparte) aquel dicho: “No eres tan guapo para ser tan g….”.

José Morales Martín

 

Un perro vale más que un niño

Un niño en el seno materno es lo más sagrado que se debe cuidar y proteger

 

(C) Pexels

 

El cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ofrece a los lectores de Exaudi su artículo semanal titulado “Un perro vale más que un niño”

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MIRAR

Gran revuelo y conmoción causó el hecho de que un señor, enojado contra el dueño de una carnicería, violentamente agarró un inocente perro que allí estaba y lo arrojó a un cazo de aceite hirviendo; murió el perro. Ya está en la cárcel al autor del hecho y recibirá una condena de seis años por ese delito. ¡Qué bueno que nuestras leyes protejan a los animales! Son criaturas de Dios y merecen todo nuestro respeto. Hay que seguirnos educando para dar a los animales el trato justo que merecen.

Sin embargo, me sorprende que muchos de los defensores de animales no defiendan, con mayor empeño, a las criaturas recién concebidas en el seno materno y que luchen por lo que llaman “derecho al aborto”. ¿Importa más un perro que un ser humano? ¡A dónde hemos llegado! La ciencia ha demostrado que, al poco tiempo de la concepción, ya está conformado lo esencial del cuerpo humano y, si no se le impide, llegará a crecer y nacer como cualquier otra persona humana, con todos sus derechos. Esto no es cuestión sólo de religión, sino ante todo una comprobación de la ciencia.

Al que mató ese perro le impusieron seis años de cárcel. No estamos pidiendo que se meta a la cárcel a las mujeres que, por diversos motivos, deciden abortar. Hay que darles toda la atención que necesitan, pero igual derecho tiene el ser humano que llevan en su seno, y que no pidió venir al mundo, sino que está allí y no es un tumor maligno.

Es bueno que se dé a los animales el trato justo y digno que merecen, pero ¡no exageremos! Me ha tocado ver, en unos vuelos aéreos, que algunos pasajeros llevan su mascota junto con nosotros, como uno más, con su asiento y todo. ¡Y no se quiere traer hijos al mundo! Se alegan muchas razones, pero en el fondo no es sólo la cuestión económica, sino un problema antropológico, que valen más las cosas, la “madre tierra” y los animales, que los niños. Con razón varios países de Europa están ahora propiciando campañas para que las parejas decidan tener más hijos. Japón acaba de apoyar con millones de dólares el que se puedan tener más niños. Han visto que, si siguen sin niños, los países se hacen viejos y tienen que venir de otras culturas para sobrevivir aun económicamente. Se están dando cuenta que la postura de la Iglesia en estas cuestiones no estaba equivocada.

DISCERNIR

El Papa Francisco, en una entrevista a la Revista AMERICA MAGAZINE, expresó:

“Sobre el aborto te digo estas cosas que repito ahora. En cualquier libro de embriología se dice que un poco antes del mes de la concepción ya están delineados los órganos en el feto chiquitito y el DNA. Antes que la madre se dé cuenta. Por tanto, es un ser humano vivo. No digo una persona, porque se discute eso, pero un ser humano. Y me hago dos preguntas. ¿Es justo eliminar un ser humano para resolver un problema? Segunda pregunta: ¿es justo alquilar un sicario para resolver un problema?” (28-XI-2022).

En cuanto al invierno demográfico, ha dicho:

“Ustedes llaman la atención sobre la escasez de nacimientos en Europa y especialmente en Italia. Este invierno demográfico es serio; ¡tengan cuidado! Es muy grave” (10-VI-2022).

“Creo que el tema de la natalidad es central para todos, sobre todo para el futuro de Italia y de Europa. En efecto, el nacimiento de niños es el principal indicador para medir la esperanza de un pueblo. Si nacen pocos significa que hay poca esperanza. Y esto no sólo tiene consecuencias económicas y sociales, sino que mina la confianza en el futuro” (3-XII-2022).

“Hoy en Italia hay un invierno demográfico para los nacimientos. Una vez oí a un señor de cierta edad, no anciano, pero sí maduro, decir «¿quién me pagará mañana la pensión, si no hay nacimientos?» Parece de risa. Existe la cultura de la procreación, la cultura de que no, los niños no son lo mejor. Mejor hacer un viaje, comprar una villa. Conozco a gente que piensa así. Una de mis secretarias me contaba que hace unas semanas estaba cruzando la plaza y había una señora con un carrito y se acercó a ella para ver al bebé. Había un perrito. Algunos países, como Francia, han tomado muy buenas medidas a favor de la familia y por eso la tasa de natalidad en Francia ha subido bastante. Pero en Italia ahora mismo tenemos que ayudar a las familias a procrear. Muchas mujeres tienen miedo de quedarse embarazadas, porque en cuanto el jefe de la empresa donde trabajan ve que se le hincha la barriga, la manda a paseo. Y muchas mujeres no encuentran trabajo porque sus empleadores temen que se queden embarazadas. Un niño es una amenaza en este momento. Pero, ¿dónde estamos? Debería ser una bendición. Por eso creo que tenemos que empezar de nuevo. Yo digo: italianos, por favor, tengan hijos. La patria necesita niños, por favor. Menos egoísmo” (19-XII-2022).

ACTUAR

Respetemos a los perros y a todos los animales; son criaturas de Dios. Pero no demos más valor a los animales que a los niños. Un niño en el seno materno es lo más sagrado que se debe cuidar y proteger.