Ideas Claras
DE INTERES PARA HOY martes, 25 de abril de 2023
Indice:
Francisco invita a releer la historia de nuestra vida junto a Jesús
En la actualidad hay presiones dañinas para la vida familiar
Francisco: Quien sigue a Jesús no teme hacerse "inferior"
SAN MARCOS EVANGELISTA* : Francisco Fernandez Carbajal
25 de abril: san Marcos, evangelista
"No te duela que vean tus faltas" : San Josemaria
Como en una película con el joven rico: «Entrar en la Vida»
La ternura de Dios (II): “Anda y haz tú lo mismo”: la Ley de Dios y la misericordia : Carlos Ayxelá - Rodolfo Valdés
La alegría de estar junto a Jesucristo
“El sentimiento trans es mudable, pero su tratamiento, irreversible” : Lluís Amiguet
Uno de los mayores éxitos de tu vida es tener a tu familia unida : Guillermo Dellamary
Cómo mi abuela hace de la vejez la época más emocionante de la vida : Michael Rennier
La educación afectivo-sexual en los valores : Dr. Aldo Miguel Santos Hernández
Francisco J. Ayala: El legado de un gran científico, erudito y caballero perdura en la comunidad científica : Manuel Ribes
Italia prohíbe los alimentos sintéticos, incluida la carne cultivada : Jesús Domingo Martínez
Y, ¿qué nos dice el Señor Resucitado? : Jesús Martínez Madrid
El modo más complicado de venirse abajo : Pedro García
El padre en la familia : José Morales Martín
Rodrigo Martínez: “La enseñanza religiosa escolar tiene el desafío de fortalecer su identidad” : Maria José Atienza
Francisco invita a releer la historia de nuestra vida junto a Jesús
Antes de rezar el Regina Caeli en este tercer domingo de Pascua, el Papa reflexionó sobre el Evangelio del día, destacando la necesidad de dedicar cada noche un tiempo para realizar un examen de conciencia, pasando por el corazón la historia de nuestra vida, de un cierto período, de nuestras jornadas, con las desilusiones y las esperanzas.
Sebastián Sansón Ferrari - Ciudad del Vaticano
Comentando el Evangelio del día (Lc 24, 13-35) en el tercer domingo de Pascua antes de orar a la Madre de Dios, el Papa Francisco hizo notar que, mientras los discípulos de Emaús caminan, Jesús los ayuda a releer los hechos de un modo diverso, a la luz de la Palabra de Dios, de todo lo que fue anunciado al pueblo de Israel. "Releer: es lo que Jesús hace con ellos, ayudarlos a releer", dijo. A los 30.000 fieles congregados en la Plaza de San Pedro les propuso detenerse en este aspecto.
El Pontífice subrayó la relevancia de releer nuestra historia junto a Jesús: la historia de nuestra vida, de un cierto período, de nuestras jornadas, con las desilusiones y las esperanzas. Porque, también nosotros, "como aquellos discípulos, podemos encontrarnos perdidos en medio de los acontecimientos, solos y sin certezas, con muchas preguntas y preocupaciones". "El Evangelio de hoy -acotó- nos invita a contarle todo a Jesús, con sinceridad, sin temer molestarlo, sin tener miedo de decir algo equivocado, sin avergonzarnos de lo que nos cuesta comprender".
23/04/2023El Papa evoca su viaje a Hungría y los "gélidos vientos de guerra"
Al final del rezo del Regina Caeli del domingo 23 de abril, el Papa Francisco confió a las oraciones de los fieles su próximo viaje apostólico, que realizará a Hungría del 28 al 30 ...
El Señor está contento cuando nos abrimos a Él
Solo con la apertura al Señor Él puede tomarnos de la mano, acompañarnos y volver a hacer que arda nuestro corazón (cfr. v. 32), observó Francisco.
"También nosotros, como los discípulos de Emaús, estamos llamados a dialogar con Jesús, para que, al atardecer, Él se quede con nosotros (cfr. v. 29)".
Una manera para aprender a mirar las cosas con ojos diversos
El Obispo de Roma propuso un buen modo para dialogar con Jesús: dedicar un tiempo, cada noche, a un breve examen de conciencia. Se trata de releer la jornada con Jesús, abrirle el corazón, llevarle las personas, las decisiones, los miedos, las caídas, las esperanzas, todo lo que sucedió, para aprender gradualmente a mirar las cosas con ojos diversos, con los suyos y no solo con los nuestros.
"Así podremos revivir la experiencia de aquellos dos discípulos. Ante el amor de Cristo, incluso lo que nos parece fatigoso e inútil puede aparecer bajo otra luz: una cruz difícil de abrazar, la elección de perdonar una ofensa, una victoria no alcanzada, el cansancio del trabajo, la sinceridad que cuesta, las pruebas de la vida familiar"...
"Nos aparecerán -prosiguió- bajo una luz nueva, la del Crucificado Resucitado, que sabe transformar cada caída en un paso adelante. Pero para hacer esto es importante quitar las defensas: dejar tiempo y espacio a Jesús, no esconderle nada, llevarle las miserias, dejarse herir por su verdad, permitir que el corazón vibre con el aliento de su Palabra.
Algunas preguntas para la reflexión
El Sucesor de Pedro sugirió que podemos comenzar hoy dedicando esta noche un momento de oración durante el que preguntarnos:
"¿Cómo ha sido mi jornada? ¿Cuáles han sido las alegrías, las tristezas, los fastidios, cómo fue, qué sucedió? ¿Cuáles han sido sus perlas de la jornada, quizá escondidas, por las que dar gracias? ¿Ha habido un poco de amor en lo que he hecho? ¿Y cuáles son las caídas, las tristezas, las dudas y los miedos que he de llevar a Jesús para que me abra vías nuevas, me conforte y me anime?".
Al terminar su mensaje, Bergoglio deseó "que María, Virgen sapiente, nos ayude a reconocer a Jesús que camina con nosotros y a releer -la palabra: releer- ante Él cada día de nuestra vida".
En la actualidad hay presiones dañinas para la vida familiar
El Papa se reunió con más de diez mil fieles en la Plaza de San Pedro que peregrinaron para dar gracias por la beatificación de Armida Barelli, que tuvo lugar el 30 de abril del año pasado. Francisco destacó los rasgos de la cofundadora de la Universidad Católica del Sagrado Corazón y de la Obra de la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo. Fue una tejedora de grandes obras y relaciones, recordó el Pontífice, que nos exhorta a aprender a escuchar a todos
Tiziana Campisi – Vatican News
Una mujer generosa, disponible y dócil a la voluntad de Dios y consagrada en el mundo: Armida Barelli es un tesoro para toda la Iglesia. Lo subrayó el Papa ante más de diez mil fieles reunidos en la plaza de San Pedro para encontrarse con él, en Roma con motivo de la peregrinación de acción de gracias por la beatificación – que tuvo lugar el 30 de abril del año pasado – de la cofundadora de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, de los misioneros y de la Obra de la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo y líder de la Acción Católica Italiana.
Dirigiéndose de modo especial a la Universidad Católica del Sagrado Corazón, que mañana celebrará la 99ª fiesta nacional sobre el tema "Por el bien del saber. Los desafíos del nuevo humanismo", el Papa se detuvo ante todo en la generatividad de Barelli y destacó su capacidad para relacionarse con los demás.
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Barelli fue una tejedora de grandes obras y lo hizo realizando una formidable red de relaciones, viajando a lo largo y ancho de Italia y manteniéndose en contacto con todos. Así lo atestiguan sus numerosas y apasionadas cartas.
“Hoy no faltan, lamentablemente, las pulsiones opuestas, es decir, degenerativas. Son muy perjudiciales para la vida familiar, pero también se observan a nivel social, en las polarizaciones y en los extremismos que no dejan lugar al diálogo y tienen un efecto deshumanizador”
Liderazgo femenino promovido por Armida Barelli
Armida Barelli fue también una "formidable precursora" del liderazgo femenino en el ámbito eclesial y social, señaló Francisco, y añadió que hoy es "necesario un modelo integrado, que aúne la competencia y el rendimiento, a menudo asociados al papel masculino, con el cuidado de los vínculos, la escucha, la capacidad de mediar, de crear redes y de hacer crecer las relaciones, consideradas durante mucho tiempo prerrogativa del género femenino y a menudo subestimadas en su valor productivo".
Y es necesaria la integración y la reciprocidad de las diferencias para "garantizar la generatividad también en el ámbito social y laboral". De ahí la invitación a la Universidad Católica del Sagrado Corazón "a tener hoy el mismo impulso educativo y la misma iniciativa formativa que guiaron al padre Agostino Gemelli y a la beata Armida Barelli", quienes precisamente "a través del ateneo, contribuyeron a formar la conciencia civil en cientos de miles de jóvenes, entre ellos muchas mujeres".
“Hoy seguimos necesitando mujeres que, guiadas por la fe, sean capaces de dejar su impronta en la vida espiritual, la educación y la formación profesional”
Ser laicos apasionados por el Evangelio y la vida
Ante los miembros de la Acción Católica, el Papa subrayó la condición de la beata Barelli, su respuesta humilde, creativa y emprendedora ante Dios, su perseverancia en el camino que se le había mostrado, su deseo de compartir su experiencia con los demás y su determinación para ir "más allá de sus limitaciones e imperfecciones".
Por eso, resuena todavía hoy la invitación de la beata a no contentarse con vivir de manera acomodaticia, conformándose con compromisos y autoabsoluciones – "no puedo hacerlo", "no estoy a la altura", "no tengo tiempo" – sino a vivir como apóstoles de y en la alegría. Ser apóstoles significa ser laicos y laicas apasionados por el Evangelio y por la vida, preocupados por el bien vivir de todos y construir caminos de fraternidad para dar alma a una sociedad más justa, más inclusiva y más solidaria.
Y es importante hacer todo esto juntos, en la belleza de una experiencia asociativa que, por una parte, capacita para saber escuchar y dialogar con todos y, por otra, expresa ese "nosotros más grande" que educa a la vida eclesial, a la vida como pueblo que camina junto.
Enraizados en Cristo en los ámbitos sociales
Francisco animó a todos los que forman parte de la Acción Católica a "buscar vías para caminar con todos, persiguiendo la paz y la justicia", en los distintos "ámbitos de la economía, la cultura, la política, la escuela y el trabajo, con una atención constante a los pequeños, a los frágiles y a los pobres", tal y como hizo Armida Barelli, "con un espíritu de total entrega al Señor y con un estilo marcado por la concreción". A continuación, les ofreció algunas recomendaciones.
“Que en el corazón de su vida asociativa, esté siempre la formación integral, y en el corazón de su formación, la espiritualidad evangélica. Que el arraigo y la dedicación a la vida de sus Iglesias locales alimenten siempre en ustedes el impulso misionero, para ensanchar aún más su corazón y su mirada contemplativa sobre el mundo”
Acojamos la exhortación de la Beata Armida, la "hermana mayor", a amar, amar, amar sin medida, regenerados por el amor de Dios, que transforma la vida de las personas, de manera concreta y creíble, y a través de las personas activa procesos y caminos de renovación social.
El estilo comunitario
Por último, el Papa se dirigió a las Misioneras de la Realeza de Cristo, las consagradas queridas por Barelli, y subrayó que la consagración secular es "una vocación exigente" pero es "paradigma de un nuevo modo de vivir como laicos en el mundo": laicos comprometidos a discernir las semillas del Verbo entre los pliegues de la historia, comprometidos a animarla desde dentro como levadura, capaces de valorizar los gérmenes de bien presentes en las realidades terrenas" y también "promotores de valores humanos, tejedores de relaciones, testigos silenciosos y activos de la radicalidad evangélica".
El Papa reflexionó asimismo sobre el hecho de que la beata Barelli promovió de manera nueva a las mujeres en la vida consagrada, para que no se quedaran al margen, para que fueran enviadas "a construir el Reino". Francisco añadió que la beata Barelli "supo leer los signos de su tiempo y las necesidades más urgentes", que eran para ella "terreno de compromiso y misión", y repitió que implicó a mujeres y hombres, jóvenes y adultos, laicos y sacerdotes, en un estilo comunitario, en una colaboración orientada al "fin apostólico de la Iglesia".
“A menudo nos cuesta emprender un camino de compromiso porque pensamos que nunca estamos a la altura, en las opciones personales y en las de servicio a la comunidad. Si Armida estuviera hoy aquí, nos diría que si confiamos en el Señor nada es imposible”
Y así, confiar en Dios, concluyó el Papa, "es un acto de fe que da vigor e impulso a la esperanza y a la acción".
Francisco: Quien sigue a Jesús no teme hacerse "inferior"
El Santo Padre se reunió con los participantes en la Asamblea Plenaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, en el último día de trabajos. El Pontífice les ofreció una reflexión sobre la multiplicidad de ministerios en la Iglesia, el rol de los laicos y les exhortó a no caer en la autorreferencialidad.
Sebastián Sansón Ferrari - Ciudad del Vaticano
La ministerialidad: este fue el punto central del discurso del Papa Francisco a los asistentes a la II Asamblea Plenaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, a quienes recibió en audiencia en la mañana de este sábado 22 de abril.
Tras darles la bienvenida y agradecer las amables palabras del Cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio, el Santo Padre manifestó su gratitud por el trabajo del organismo vaticano y su compromiso en todos los ámbitos de su competencia. Estas áreas, como observó el Papa, afectan la vida cotidiana de tantas personas, como familias, jóvenes, ancianos, grupos de fieles asociados y, más en general, laicos que viven en el mundo con sus alegrías y trabajos. "Son un Dicasterio 'popular', diría yo, ¡y esto es hermoso!", según Francisco. Luego, les solicitó que no pierdan nunca ese carácter de cercanía a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo.
Escucha y descarga el informe con la voz del Papa
Al referirse al tema de la Plenaria ("Los laicos y ministerialidad en la Iglesia sinodal"), el Pontífice puntualizó que, "cuando se habla de ministerios, generalmente se piensa inmediatamente en los ministerios "instituidos" -lector, acólito, catequista-, que son bien conocidos y sobre los que se ha reflexionado mucho". "Estos ministerios -prosiguió- se caracterizan por una intervención pública de la Iglesia -un acto específico de institución- y por una cierta visibilidad. Están relacionados con el ministerio ordenado, porque implican diversos modos de participar en la tarea que le es propia, aunque no requieran el sacramento del Orden".
"Los ministerios instituidos, sin embargo, no agotan la ministerialidad de la Iglesia, que es más amplia y que desde las primeras comunidades cristianas concierne a todos los fieles (cf. Lett. ap. m.p. Antiquum ministerium, 2)". El Obispo de Roma lamentó que desgraciadamente se habla poco de ello y celebró que le hayan dedicado la Asamblea a este tópico.
El bautismo y los dones del Espíritu Santo
¿Cuál es el origen de la ministerialidad en la Iglesia? A esta pregunta, el Papa propuso dos respuestas fundamentales: la primera es el bautismo. "En él tiene su raíz el sacerdocio común de todos los fieles, que, a su vez, se expresa en los ministerios. La ministerialidad laical no se funda en el sacramento del Orden, sino en el Bautismo, por el hecho de que todos los bautizados -laicos, solteros, casados, sacerdotes, religiosos- son christifideles, creyentes en Cristo, discípulos suyos y, por tanto, llamados a participar en la misión que Él confía a la Iglesia, también mediante la asunción de determinados ministerios".
La segunda es: los dones del Espíritu Santo. "La ministerialidad de los fieles, y de los laicos en particular, brota de los carismas que el Espíritu Santo distribuye en el Pueblo de Dios para su edificación (cf. ibid.): primero, aparece un carisma suscitado por el Espíritu; después, la Iglesia reconoce este carisma como un servicio útil para la comunidad; finalmente, en un tercer momento, se introduce y difunde un ministerio específico".
La ministerialidad no puede reducirse solo a los ministerios instituidos
El Pontífice aclaró que la ministerialidad abarca un campo amplio. Incluso hoy, como en las comunidades de los orígenes, ante necesidades pastorales particulares, sin recurrir a la institución de ministerios, los pastores pueden confiar a los laicos algunas funciones de suplencia, es decir, servicios temporales, como sucede, por ejemplo, con la proclamación de la Palabra o la distribución de la Eucaristía.
Asimismo, además de los ministerios instituidos, de los servicios de suplencia y de otros oficios encomendados de modo permanente, Francisco sostuvo que los laicos pueden desempeñar una multiplicidad de tareas, que expresan su participación en la función sacerdotal, profética y real de Cristo, no solo dentro de la Iglesia, sino también en los ambientes en los que están insertos.
La ministerialidad de la Iglesia no puede reducirse
Compromiso social y testimonio cristiano
Francisco destacó el trabajo de los laicos en las necesidades asociadas a las antiguas y nuevas formas de pobreza, así como a los migrantes, que requieren con urgencia acciones de acogida y solidaridad. "En estos ámbitos de la caridad, pueden surgir muchos servicios que toman la forma de verdaderos ministerios", subrayó, evidenciando que constituyen un gran espacio de compromiso para quienes desean vivir concretamente, hacia los demás, la cercanía de Jesús que a menudo han experimentado en primera persona. De este modo, el ministerio se convierte, además de en un simple compromiso social, en un hermoso y personal testimonio cristiano.
La familia
El Papa también aludió a la familia, visto que en el encuentro del Dicasterio se habló sobre los desafíos de la pastoral familiar, como las situaciones de crisis matrimonial, los problemas de los separados y divorciados y de los que viven en una nueva unión o han contraído un nuevo matrimonio.
"En Christifideles laici se afirma que hay ministerios que tienen su fundamento sacramental en el Matrimonio y no solo en el Bautismo y la Confirmación (n. 23). En Familiaris consortio se habla de la misión educativa de la familia como ministerio de evangelización, lo que la convierte en lugar de verdadera iniciación cristiana (cf. n. 39). Y ya en Evangelii nuntiandi se recuerda que la naturaleza misionera intrínseca a la vocación conyugal se expresa también fuera de la propia familia, cuando ésta se convierte en "evangelizadora de muchas otras familias y del ambiente en el que está inserta" (cf. n. 71)".
Apartándose del texto escrito, Francisco afirmó:
"Me detendré aquí un momento, porque he citado la Evangelii Nuntiandi. Esta exhortación de San Pablo VI, está en vigor hoy, es actual. Por favor: retómenla, reléanla, es muy actual. Con tantas cosas que cuando uno las vuelve a encontrar (dice): 'Ah mira, el clarividente Montini'. Ahí se ve esa clarividencia del gran santo que guió a la Iglesia".
"Nunca deben volverse autorreferenciales"
Bergoglio confesó que se enfada cuando ve a ministros laicos que se jactan por hacer este ministerio. "Esto es ministerial, pero no es cristiano", advirtió. "Son ministros paganos, llenos de sí mismos, ¿no es así? Cuidado con eso: nunca deben volverse autorreferenciales. El servicio es unidireccional, no es de ida y vuelta: no va", aseveró.
A su vez, alertó que la finalidad de los ministerios, los servicios trasciende a las personas, y es llevar "los valores cristianos al mundo social, político y económico" de nuestro tiempo (cf. Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 102). Esta es la misión confiada sobre todo a los laicos, cuya acción no puede limitarse "a tareas intraeclesiales sin un compromiso real de aplicación del Evangelio a la transformación de la sociedad" (ibid.).
Mirando a los diversos tipos de ministerio que enumeró, el Papa resaltó los dos aspectos que tienen en común: la misión y el servicio.
"En efecto, todos los ministerios son expresiones de la única misión de la Iglesia y todos son formas de servicio a los demás", agregó. Y, en particular, subrayó que en la raíz del término ministerio está la palabra minus, que significa "menor", lo cual consideró "un pequeño detalle, pero de gran importancia". Francisco apuntó que Jesús lo había dicho. "Que el que mande, sea el más pequeño, porque, si no, no sabes mandar", señaló.
Quien sigue a Jesús no teme hacerse "inferior", "menor" y ponerse al servicio de los demás. Jesús mismo, de hecho, nos enseñó: "El que quiera hacerse grande entre ustedes será su servidor, y el que quiera ser el primero entre ustedes será esclavo de todos" (Mc 10, 43-44). "Aquí radica la verdadera motivación que debe animar a todo creyente a la hora de asumir cualquier tarea eclesial, cualquier compromiso de testimonio cristiano en la realidad en la que vive: la voluntad de servir a los hermanos y, en ellos, servir a Cristo. Solo así cada bautizado podrá descubrir el sentido de su propia vida, experimentando con alegría que es "una misión en esta tierra" (ib., 273), llamada, de modos y formas diversas, a "iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar" (ib.).
Al concluir su intervención, les agradeció de nuevo el trabajo que realizan al servicio del Santo Pueblo Fiel de Dios.
"Que la Virgen los acompañe y les obtenga los dones del Espíritu Santo. De corazón los bendigo y por favor, les pido que recen por mí", finalizó.
Fiesta
— Colaborador de Pedro.
— Recomenzar siempre para llegar a ser buenos instrumentos del Señor.
— El mandato apostólico.
I. Desde muy joven, San Marcos fue uno de aquellos primeros cristianos de Jerusalén que vivieron en torno a la Virgen y a los Apóstoles, a los que conoció con intimidad: la madre de Marcos fue una de las primeras mujeres que ayudaron a Jesús y a los Doce con sus bienes. Marcos era, además, primo de Bernabé, una de las grandes figuras de aquella primera hora, quien le inició en la tarea de propagar el Evangelio. Acompañó a Pablo y a Bernabé en el primer viaje apostólico1; pero al llegar a Chipre, Marcos, que quizá no se sintió con fuerzas para seguir adelante, los abandonó y se volvió a Jerusalén2. Esta falta de constancia disgustó a Pablo, hasta tal punto que, al planear el segundo viaje, Bernabé quiso llevar de nuevo a Marcos, pero Pablo se opuso por haberles abandonado en el viaje anterior. La diferencia fue tal que, a causa de Marcos, la expedición se dividió, y Pablo y Bernabé se separaron y llevaron a cabo viajes distintos.
Unos diez años más tarde, Marcos se encuentra en Roma, ayudando esta vez a Pedro, quien le llama mi hijo3, señalando una íntima y antigua relación entrañable. Marcos está en calidad de intérprete del Príncipe de los Apóstoles, lo cual será una circunstancia excepcional que se reflejará en su Evangelio, escrito pocos años más tarde. Aunque San Marcos no recoge algunos de los grandes discursos del Maestro, nos ha dejado, como en compensación, la viveza en la descripción de los episodios de la vida de Jesús con sus discípulos. En sus relatos podemos acercarnos a las pequeñas ciudades de la ribera del lago de Genesaret, sentir el bullicio de sus gentes que siguen a Jesús, casi conversar con algunos de sus habitantes, contemplar los gestos admirables de Cristo, las reacciones espontáneas de los Doce...; en una palabra, asistir a la historia evangélica como si fuéramos uno más de los participantes en los episodios. Con esos relatos tan vivos el Evangelista consigue su propósito de dejar en nuestra alma el atractivo, arrollador y sereno a la vez, de Jesucristo, algo de lo que los mismos Apóstoles sentían al convivir con el Maestro. San Marcos, en efecto, nos transmite lo que San Pedro explicaba con la honda emoción que no pasa con los años, sino que se hace cada vez más profunda y consciente, más penetrante y entrañable. Se puede afirmar que el mensaje de Marcos es el espejo vivo de la predicación de San Pedro4.
San Jerónimo nos dice que «Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, puso por escrito su Evangelio, a ruego de los hermanos que vivían en Roma, según lo que había oído predicar a este. Y el mismo Pedro, habiéndolo escuchado, lo aprobó con su autoridad para que fuese leído en la Iglesia»5. Fue sin duda la principal misión de su vida: transmitir fielmente las enseñanzas de Pedro. ¡Cuánto bien ha hecho a través de los siglos! ¡Cómo debemos agradecerle hoy el amor que puso en su trabajo y la correspondencia fiel a la inspiración del Espíritu Santo! También la fiesta que celebramos es una buena ocasión para examinar qué atención, qué amor prestamos a esa lectura diaria del Santo Evangelio, que es Palabra de Dios dirigida expresamente a cada uno de nosotros: ¡cuántas veces hemos hecho de hijo pródigo, o nos hemos servido de la oración del ciego Bartimeo –Domine, ut videam!, ¡Señor, que vea!– o de la del leproso -Domine, si vis, potes me mundare!, ¡Señor, si quieres, puedes limpiarme...!. ¡Cuántas veces hemos sentido en lo hondo del alma que Cristo nos miraba y nos invitaba a seguirle más de cerca, a romper con un hábito que nos alejaba de Él, a vivir mejor la caridad, como discípulos suyos, con esas personas que nos costaba un poco más...!
II. Marcos permaneció varios años en Roma. Además de servir a Pedro, lo vemos como colaborador de Pablo en su ministerio6. A aquel que no quiso que le acompañara en su segundo viaje apostólico, ahora le sirve de profundo consuelo7, siéndole muy fiel. Todavía más tarde, hacia el año 66, el Apóstol pide a Timoteo que venga con Marcos, pues este le es muy útil para el Evangelio8. El incidente de Chipre, de tanta resonancia en aquellos momentos primeros, está ya completamente olvidado. Es más, Pablo y Marcos son amigos y colaboradores en aquello que es verdaderamente lo importante, la extensión del Reino de Cristo. ¡Qué ejemplo para que nosotros no formemos nunca juicios definitivos sobre las personas! ¡Qué enseñanza para saber, si fuera preciso, reconstruir una amistad que parecía rota para siempre!
La Iglesia nos lo propone hoy como modelo. Y puede ser un gran consuelo y un buen motivo de esperanza para muchos de nosotros contemplar la vida de este santo Evangelista, pues, a pesar de las propias flaquezas, podemos, como él, confiar en la gracia divina y en el cuidado de nuestra Madre la Iglesia. Las derrotas, las cobardías, pequeñas o grandes, han de servirnos para ser más humildes, para unirnos más a Jesús y sacar de Él la fortaleza que nosotros no tenemos.
Nuestras imperfecciones no nos deben alejar de Dios y de nuestra misión apostólica, aunque veamos en algún momento que no hemos correspondido del todo a las gracias del Señor, o que hemos flaqueado quizá cuando los demás esperaban firmeza... En esas y en otras circunstancias, si se dieran, no debemos sorprendernos, «pues no tiene nada de admirable que la enfermedad sea enferma, la debilidad débil y la miseria mezquina. Sin embargo -aconseja San Francisco de Sales detesta con todas tus fuerzas la ofensa que has hecho a Dios y, con valor y confianza en su misericordia, prosigue el camino de la virtud que habías abandonado»9.
Las derrotas y las cobardías tienen su importancia, y por eso acudimos al Señor y le pedimos perdón y ayuda. Pero, precisamente porque Dios confía en nosotros, debemos recomenzar cuanto antes y disponernos a ser más fieles, porque contamos con una gracia nueva. Y junto al Señor aprenderemos a sacar fruto de las propias debilidades, precisamente cuando el enemigo, que nunca descansa, pretendía desalentarnos y, con el desánimo, que abandonáramos la lucha. Jesús nos quiere suyos a pesar, si la hubo, de una historia anterior de debilidades.
III. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación10, leemos hoy en la Antífona de entrada. Es el mandato apostólico recogido por San Marcos. Y más adelante, el Evangelista, movido por el Espíritu Santo, da testimonio de que este mandato de Cristo ya se estaba cumpliendo en el momento en que escribe su Evangelio: los Apóstoles, partiendo de allí, predicaron por todas partes, y el Señor cooperaba y confirmaba la palabra con los milagros que la acompañaban11. Son las palabras finales de su Evangelio.
San Marcos fue fiel al mandato apostólico que tantas veces oiría predicar a Pedro: Id al mundo entero... Él mismo, personalmente y a través de su Evangelio, fue levadura eficaz en su tiempo, como lo debemos ser nosotros. Si ante su primera derrota no hubiera reaccionado con humildad y firmeza, quizá no tendríamos hoy el tesoro de las palabras y de los hechos de Jesús, que tantas veces hemos meditado, y muchos hombres y mujeres no habrían sabido nunca -a través de él que Jesús es el Salvador de la humanidad y de cada criatura.
La misión de Marcos, como la de los Apóstoles, los evangelizadores de todos los tiempos, y la del cristiano que es consecuente con su vocación, no debió resultar fácil, como lo prueba su martirio. Debió estar lleno de alegrías, y también de incomprensiones, fatigas y peligros, siguiendo las huellas del Señor.
Gracias a Dios, y también a esta generación que vivió junto a los Apóstoles, ha llegado hasta nosotros la fuerza y el gozo de Cristo. Pero cada generación de cristianos, cada hombre, debe recibir esa predicación del Evangelio y a su vez transmitirlo. La gracia del Señor no faltará nunca: non est abbreviata manus Domini12, el poder de Dios no ha disminuido. «El cristiano sabe que Dios hace milagros: que los realizó hace siglos, que los continuó haciendo después y que los sigue haciendo ahora»13. Nosotros, cada cristiano, con la ayuda del Señor, haremos esos milagros en las almas de nuestros parientes, amigos y conocidos, si permanecemos unidos a Cristo mediante la oración.
1 Cfr. Hech 13, 5-13. — 2 Cfr. Hech 13, 13. — 3 1 Pdr 5, 13. — 4 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, pp. 468-469. — 5 San Jerónimo, De script. eccl. — 6 Cfr. Fil 24. — 7 Col 4, 10-11. — 8 2 Tim 4, 11. — 9 San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota, 3, 9. — 10 Antífona de entrada. Mc 16, 15. — 11 Mc 16, 20. — 12 Is 59, 1. — 13 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 50.
Marcos, aunque de nombre romano, era judío de nacimiento y era conocido también con el nombre hebreo de Juan. Conoció con toda probabilidad a Jesucristo, aunque no fue de los Doce Apóstoles. Muchos autores eclesiásticos ven, en el episodio del muchacho que soltó la sábana y huyó a la hora del prendimiento de Jesús en Getsemaní, una especie de firma velada del propio Marcos a su Evangelio, ya que solo él lo relata. Este dato viene corroborado por el hecho de que Marcos era hijo de María, al parecer viuda de desahogada posición económica, en cuya casa se reunían los primeros cristianos de Jerusalén. Una antigua tradición afirma que esa era la misma casa del Cenáculo, donde el Señor celebró la Última Cena e instituyó la Sagrada Eucaristía.
Era primo de San Bernabé, y acompañó a San Pablo en su primer viaje apostólico y estuvo a su lado a la hora de su muerte. En Roma fue también discípulo de San Pedro. En su Evangelio expuso con fidelidad, inspirado por el Espíritu Santo, la enseñanza del Príncipe de los Apóstoles. Según una antigua tradición recogida por San Jerónimo, San Marcos -después del martirio de San Pedro y San Pablo, bajo el emperador Nerón se dirigió a Alejandría, cuya Iglesia le reconoce como su evangelizador y primer Obispo. De Alejandría, en el año 825, fueron trasladadas sus reliquias a Venecia, donde se le venera como Patrono.
25 de abril: san Marcos, evangelista
Comentario de la fiesta de san Marcos evangelista. “Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura”. Las personas nos necesitan. Necesitan de nuestra alegría para que, a través de ella, descubran a Jesús en sus vidas.
25/04/2023
Evangelio (Mc 16, 15-20)
Y les dijo:
—Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado se salvará; pero el que no crea se condenará. A los que crean acompañarán estos milagros: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas, agarrarán serpientes con las manos y, si bebieran algún veneno, no les dañará; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán curados.
El Señor, Jesús, después de hablarles, se elevó al cielo y está sentado a la derecha de Dios.
Y ellos, partiendo de allí, predicaron por todas partes, y el Señor cooperaba y confirmaba la palabra con los milagros que la acompañaban.
Comentario
Hoy la Iglesia celebra a San Marcos, uno de los cuatro evangelistas, muy cercano al apóstol Pedro. El Evangelio de Marcos fue el primero en ser escrito. Con un estilo sencillo y muy cercano nos narra la vida del Señor. Según la Tradición, San Marcos fundó y fue el primer obispo de la Iglesia de Alejandría. Allí dejó una huella indeleble de su amor por Cristo.
En el evangelio de hoy Jesús se para, reúne a los discípulos en torno a él y les da un último mandato: “Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura”. Les mira y elevándose se despide bendiciéndoles.
El mandato de predicar el Evangelio, es considerado por los discípulos como un gran don de Dios. Un don que quiere transmitir a los demás. “La fe siempre te lleva a salir de ti mismo. Salir. La transmisión de la fe; la fe debe ser transmitida, debe ser ofrecida, especialmente con el testimonio: “Id, que la gente vea cómo vivís” (cf. v. 15)”1.
Los discípulos, llenos de alegría, vuelven a la ciudad santa y desde allí comienzan a predicar la buena nueva por todo el mundo. Jesucristo es su amigo íntimo, porque saben que Él está con ellos, que Él es fiel a sus promesas. Han aprendido a fiarse de Él. No ponen su confianza en ellos, ni en sus fuerzas, ni en sus capacidades.
La Ascensión del Señor no es un “adiós”, un “hasta luego”, sino, paradójicamente, un “me quedo”. Ellos se fían de la promesa hecha por Jesucristo: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). No dudan de su presencia en ellos y, de modo central, en la Eucaristía.
Una alegría que se traduce en un abrirse en abanico para llevar ese Amor hasta el último rincón del mundo. Los discípulos del Señor eran hombres y mujeres a los que Dios confió todos los hombres. Y esa tarea les colmó de una alegría aún mayor. Reflejaban en su rostro la gloria del Señor: el brillo de su rostro enamorado.
San Marcos no solo trasmite esa fe, sino que la hace vida suya, es mediante su ejemplo y su vida como se transmite como el fuego.
“La fe es hacer ver la revelación, para que el Espíritu Santo pueda actuar en la gente mediante el testimonio: como testigo, con el servicio. El servicio es un modo de vivir: si digo que soy cristiano y vivo como un pagano, ¡no vale! Esto no convence a nadie. Si digo que soy cristiano y vivo como tal, eso atrae. Es el testimonio”2.
También nos ha elegido y nos ha confiado a todos los hombres: a nuestros padres, hermanos, familiares, amigos, compañeros de trabajo, la humanidad entera.
El apostolado es una consecuencia lógica de la alegría de estar con Jesús. Como enseña san Josemaría, “el apostolado es amor de Dios, que se desborda, dándose a los demás. La vida interior supone crecimiento en la unión con Cristo, por el Pan y la Palabra. Y el afán de apostolado es la manifestación exacta, adecuada, necesaria, de la vida interior. Cuando se paladea el amor de Dios se siente el peso de las almas”3.
Las personas nos necesitan. Necesitan de nuestra alegría para que, a través de ella, descubran a Jesús en sus vidas. En nuestro quehacer cotidiano, en nuestras miradas limpias, en nuestras conversaciones llenas de comprensión, en nuestros afanes por servir, comprender, animar y perdonar, Jesucristo resucitado se hace presente llenándolo todo de su alegría. Este mundo, no tan distinto del mundo de los hombres y mujeres que acompañaron al Señor, necesita de cristianos que lleven en su rostro ese brillo de un Dios enamorado.
[1] Papa Francisco. Homilía 25-IV-2020
[2] Íbid.
[3] San Josemaría, “La Ascensión del Señor a los cielos”, Es Cristo que pasa, n. 122a.
"No te duela que vean tus faltas"
Cuanto más me exalten, Jesús mío, humíllame más en mi corazón, haciéndome saber lo que he sido y lo que seré, si tú me dejas. (Camino, 591)
25 de abril
No olvides que eres... el depósito de la basura. -Por eso, si acaso el Jardinero divino echa mano de ti, y te friega y te limpia... y te llena de magníficas flores..., ni el aroma ni el color, que embellecen tu fealdad, han de ponerte orgulloso.
-Humíllate: ¿no sabes que eres el cacharro de los desperdicios? (Camino, 593)
No eres humilde cuando te humillas, sino cuando te humillan y lo llevas por Cristo. (Camino, 594)
No te duela que vean tus faltas; la ofensa de Dios y la desedificación que puedas ocasionar, eso te ha de doler.
-Por lo demás, que sepan cómo eres y te desprecien. -No te cause pena ser nada, porque así Jesús tiene que ponerlo todo en ti. (Camino, 596)
Como en una película con el joven rico: «Entrar en la Vida»
En el Evangelio tienen lugar sucesos que desconciertan. Aparecen personajes con historias que no son precisamente redondas, sino que acaban con un poso de amargura. Uno de ellos es el joven rico. Sin embargo, es precisamente a través de la tristeza del relato lo que permite a Dios ofrecer motivos para la esperanza.
25/04/2023
La vida no es una película. No hay un director que se ocupe de decir a los actores lo que tienen que hacer, o que gira la trama para ajustarla al final que desea. Dios quiere que nosotros seamos protagonistas de nuestra película.
Seguramente venía siguiéndolo desde días atrás, observando en silencio. Pero esta vez ya no aguantó. Tuvo que ver tantas cosas en tan poco tiempo, que su corazón no pudo reprimir más el deseo de acercarse, de terminar de comprobar lo que desde hacía tiempo comenzaba a intuir.
Jesús se había vuelto a desplazar desde Galilea hacia Judea, al otro lado del Jordán. Y tal como era su costumbre, se puso a enseñar a la muchedumbre y a sanar a los enfermos que se acercaban. También muchas personas comenzaron a traerle unos niños para que los bendijera.
Quizá fue este derroche de cariño la gota que colmó el vaso de nuestro personaje. Nunca había visto tanta coherencia entre palabras y obras, tanto amor predicado y practicado. Tenía que hablar con él, pero se le acababan las oportunidades, porque no sabía si alguna otra vez lo tendría tan cerca. Así que, cuando vio que Jesús «salía para ponerse en camino, vino corriendo y se arrodilló delante de él» (Mc 10,17).
En busca de una respuesta
Se trataba de un joven distinguido, que era rico. Por sus palabras y actitudes podemos intuir, además, que estaba a la búsqueda del amor que diera sentido a todo lo que hacía. No es usual que alguien rico y distinguido se postre delante de otra persona. Pero la sed existencial que le consumía era tan abrasadora, que le importaban muy poco las formas o lo que otros pudieran pensar de él. Necesitaba una respuesta satisfactoria a la pregunta de su vida: «Maestro bueno, ¿qué puedo hacer para heredar la vida eterna?» (Lc 18,18). Ardía en deseos de encontrar lo verdaderamente bueno. Supo dar el primer paso: ponerse de rodillas delante de Dios. «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú has enviado» (Jn 17,3).
Es probable que la multitud allí presente se sorprendiera al contemplar la escena. Estarían expectantes por ver la reacción de Jesús ante semejante gesto de humildad. La primera réplica del Señor no pone el énfasis en lo que hace el hombre, sino en lo que hace su Padre: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno solo: Dios» (Lc 18,19). Es precisamente la bondad de Dios, no la del ser humano, la que abre las puertas. Es la gracia divina la que transforma y permite habitar en su casa. Pero vivir en la casa del Padre requiere, lógicamente, abrazar las reglas del hogar: «Si quieres entrar en la Vida, guarda los mandamientos» (Mt 19, 17).
La respuesta de Jesús no fue un descubrimiento, sino un recordatorio: «Ya conoces los mandamientos» (Lc 18,20). A nuestro afán por buscar respuestas originales, contesta señalándonos el camino que ya sabemos. Es como si el Señor nos indicara: «Lo que dije antes es lo que digo ahora». Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre (cfr. Hb 13,8). A veces, podemos pensar que hace falta realizar algo extraordinario para dar con la felicidad. Sin embargo, el Señor nos muestra que la plenitud se encuentra de una manera más sencilla de lo que creemos. «Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba (…). Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo»[1].
Pero el joven no se sintió satisfecho. Jesús le había dicho algo que ya sabía, pero él necesitaba más: «Todo esto lo he guardado desde mi adolescencia» (Lc 18,21). Tenía una fuerte familiaridad con las cosas de Dios, pero seguía inquieto. Quizá fue esa cercanía lo que le hacía buscar la respuesta definitiva, pues quien bebe de la verdadera fuente siempre querrá más. «Eres como un mar profundo en el que cuanto más busco, más encuentro, y cuanto más encuentro, más te busco»[2].
Y entonces «Jesús fijó en él su mirada y quedó prendado de él» (Mc 10,21). Su corazón ardía por hacer suya esa alma. Reconoció su deseo de plenitud y la inquietud que le había llevado a postrarse delante de él. No era una mirada cualquiera: era la del enamorado dispuesto a dar la propia vida por la otra persona. Por eso los ojos de Jesús cambiarían la existencia de ese joven para siempre, pues se supo amado infinitamente.
Por fin el Señor se decide a ofrecer al muchacho la respuesta que podría satisfacer sus deseos de eternidad. «Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo. Luego, ven y sígueme» (Mc 10,21). Se trata de un cambio radical de perspectiva. No es cuestión de pensar en cómo merecer la eternidad, sino de imitar al Señor viviendo sin ataduras en la tierra. «Es la llamada a una mayor madurez, a pasar de los preceptos observados para obtener recompensas al amor gratuito y total. Jesús le pide que deje todo lo que lastra el corazón y obstaculiza el amor. Lo que Jesús propone no es tanto un hombre despojado de todo sino un hombre libre y rico en relaciones. Si el corazón está abarrotado de posesiones, el Señor y el prójimo se convierten solo en una cosa entre otras. Nuestro tener demasiado y querer demasiado sofocan nuestro corazón y nos hacen infelices e incapaces de amar»[3].
El vértigo de volar
Las palabras de Jesús resonaron como un trueno en el centro del corazón del joven. Parecía como si en su interior se estuviera asomando el sol y de repente, se hiciera la más oscura de las noches. Su voluntad y su inteligencia, anhelantes de encontrar el sentido de la existencia, se habían quedado aturdidas. Su espíritu, noqueado.
Hasta ese momento todo iba bien. Pero en cuanto Dios le pidió el corazón y, con él, todo lo que llevaba dentro, no supo qué decir. Se hizo el silencio. Jesús lo seguiría mirando con cariño, esperando una respuesta. El joven miró dentro de esos ojos y vio allí todo lo que anhelaba: un futuro lleno de paz, de felicidad, de eternidad. Dentro de esa mirada se dio cuenta de lo lejos que podía volar, pero también sintió con toda la fuerza el vértigo de quien se eleva: adiós al suelo firme, a las seguridades. En definitiva, todo aquello que le daba cierto bienestar, pero que al mismo tiempo le encadenaba. Al fin y al cabo, todo aquello no podía satisfacer sus deseos de plenitud. Por eso Jesús lo invitó a soltar esas cadenas, pero él prefirió la seguridad de la celda.
Los ojos empezaron a llenarse de lágrimas. El Maestro no añadió nada más: simplemente le tendió la mano para que se levantara y se fuera con él. No le explicó a dónde, ni por cuánto tiempo. Solo le dijo «sígueme». Le pidió que confiara en él, que entendiera que es eso lo único que cuenta.
Al joven no le había importado que los demás lo vieran de rodillas, porque antes solo tenía ojos para Jesús. Pero ahora se estaba comenzando a llenar de vergüenza. Bajó la cabeza, porque no quería asumir lo que aquella mirada amorosa le proponía, y se levantó del suelo con pesadumbre. No quiso tomar la mano de Jesús, pues temía que eso lo instara a soltar otras cosas. Miró de reojo por última vez al maestro y, en ese último cruce de miradas, notó, por parte de Jesús, una confianza en él todavía incondicional; él, por su parte, había tomado ya una decisión. Se dio la vuelta y «se marchó triste, porque tenía muchas posesiones» (Mc 10,22).
No quiso girar la cabeza. Si lo hubiera hecho, se habría dado cuenta de que Jesús lo miraba hasta el último instante, hasta el momento en que el camino viraba y se perdía de su vista. Como pasa en muchas películas, el espectador conserva la esperanza de que volverá corriendo, de que abrazará a Jesús, de que se dará cuenta de que «lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado»[4]. Pero no, no vuelve.
La promesa del Señor
Mientras Jesús lo veía marcharse, los que presenciaron la escena se quedaron en silencio. Los apóstoles, que habían escuchado ese mismo «sígueme», notaron con particular fuerza el dolor que traslucía el rostro del Maestro. Entonces se alegraron de haber dejado entrar a Jesús en sus vidas, de haberle dicho que sí. Y también eran testigos del gozo que le embargaba por la presencia continua de los Doce y de las santas mujeres.
Finalmente, cuando la figura del joven rico, cabizbajo y con paso doloroso, se perdió en lontananza, Jesús suspiró y dijo: «¡Qué difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas!» (Lc 18,24). El Señor no tiene nada contra los ricos; su lamento se dirige más bien a aquellos que creen que solo la abundancia de bienes puede dar la auténtica felicidad. «No consiste la verdadera pobreza en no tener, sino en estar desprendido: en renunciar voluntariamente al dominio sobre las cosas. Por eso hay pobres que realmente son ricos. Y al revés»[5].
Pedro no pudo evitar intervenir. Ciertamente, los apóstoles no habían presenciado hasta ese momento un no tan rotundo a la llamada de Jesús. De hecho, habían visto lo contrario: personas que le habían manifestado su deseo de seguirlo a las que el Señor había invitado más bien a permanecer en su casa (cfr. Mc 5,19). Por eso, notando el contraste entre lo que el joven había hecho y lo que ellos mismos habían decidido, Pedro quiso saber cuál era la diferencia entre decir que sí y decir que no: «Ya ves que nosotros hemos dejado nuestras cosas y te hemos seguido. ¿Qué recompensa tendremos?» (Mt 19,27).
Entonces, Jesús dio una respuesta que ha movido corazones a lo largo de todos los siglos. Unas palabras que han consolado a los discípulos, que han sido el motor de las locuras de amor de los santos. Una promesa como la que Yahvé hizo a Abraham, a quien pidió también abandonarlo todo, incluso a su propio hijo: «Todo el que haya dejado casa, hermanos o hermanas, padre o madre, o hijos, o campos, por causa de mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna» (Mt 19,29).
La vida eterna. Justo lo que el joven rico buscaba. Al fin y al cabo, es a lo que aspiramos todos. Pero Jesús va más allá: nunca nadie podrá tener sueños más grandes que los de Dios. Nuestras más altas aspiraciones y anhelos se quedan muy cortos respecto a lo que el Señor nos quiere dar. Así como Salomón pidió sabiduría y se le concedió eso y también todo aquello a lo que renunció (cfr. 1 Reyes 3,1-15), los que siguen a Jesús reciben todo a lo que aspiran y mucho más que eso. «Quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada –absolutamente nada– de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Solo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Solo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Solo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera. (...) Abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida»[6].
[1]San Agustín, Confesiones Libro 7, 10. 18, 27.
[2] Del Diálogo de santa Catalina de Siena sobre la divina Providencia, Cap. 167.
[3] Francisco, Mensaje, 29-VI-2021.
[4] San Josemaría, Surco, n. 795.
[5] San Josemaría, Camino, n. 632.
[6] Benedicto XVI, Homilía, 24-IV-2005.
La ternura de Dios (II): “Anda y haz tú lo mismo”: la Ley de Dios y la misericordia
¿Quién es mi prójimo? El Señor responde a esta pregunta de un doctor de la Ley con la parábola del buen samaritano. Abre así ante él, y ante nosotros, el horizonte de las bienaventuranzas, que muestran la profundidad de la Ley de Dios. Nuevo editorial sobre la misericordia.
16/05/2016
Un doctor de la Ley se acercó en cierta ocasión a preguntar al Señor qué debía hacer para conseguir la vida eterna. En realidad, quería poner a prueba la ortodoxia de ese Rabí de Nazaret, de quien al parecer no sabía qué pensar[1]. Pero el Señor no se molesta; acepta el diálogo, y le devuelve la pregunta: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees tú?»[2] El doctor responde con unas palabras del Shemá Israel, Escucha Israel, que todo israelita aprendía desde niño: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente»[3]; y apostilla, con el libro del Levítico: «y a tu prójimo como a ti mismo»[4] En esas dos fórmulas se sintetizan toda la Ley y los Profetas[5], de modo que el Señor dice: «has respondido bien: haz esto y vivirás»[6]. El doctor no esperaba que su pregunta se resolviera con esa sencillez desarmante. «Queriendo justificarse»[7], insiste entonces con una nueva cuestión: «¿Y quién es mi prójimo?»[8] No se rinde el Señor, que quiere ganarse la confianza de su interlocutor. Le habla entonces al corazón, y con él a los hombres y mujeres de todos los tiempos, con su lenguaje a un tiempo llano y solemne: es la parábola del buen samaritano.
“Hacerse prójimo”
EN EL POBRE HOMBRE ASALTADO EN EL CAMINO DE JERUSALÉN A JERICÓ, LOS PADRES DE LA IGLESIA VEÍAN A ADÁN, Y CON ÉL A LA HUMANIDAD MALTRATADA POR SU PROPIO PECADO, POR NUESTRO PROPIO PECADO.
En el pobre hombre asaltado en el camino de Jerusalén a Jericó, los Padres de la Iglesia veían a Adán, y con él -porque Adán significa precisamente “hombre”- a la humanidad maltratada por su propio pecado, por nuestro propio pecado. En el buen samaritano reconocían a Jesús, que viene con paciencia a curarnos, después de que pasaran de largo quienes en realidad no eran capaces de traer al mundo la salvación. Él, en cambio, sí puede, y quiere. Así imagina una antigua y venerable homilía su encuentro con Adán -que es también encuentro con cada uno de nosotros- en su descenso a los infiernos: «Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu hijo; y ahora te digo que tengo el poder de anunciar a los que están encadenados: “Salid”, y a los que se encuentran en las tinieblas: “Iluminaos”, y a los que duermen: “Levantaos”»[9]. Con Jesús, son llamados a llevar su salvación -a ser buenos samaritanos- sus ungidos: los cristianos. Como su Señor, también ellos deben vendar las heridas de los hombres y echar en ellas aceite y vino[10]: deben ser buenos posaderos hasta la vuelta del Samaritano. «Esa posada, si lo advertís, es la Iglesia. Ahora es posada, porque nuestra vida es un ir de paso; será casa que nunca abandonaremos, una vez que hayamos llegado sanos al reino de los cielos. Mientras tanto, aceptamos gustosos la cura en la posada»[11].
Este es el horizonte que el Señor quiere abrir al doctor de la Ley, y con él a todos los cristianos, y a todos los hombres. No le reprocha su estrechez: le hace pensar primero, y después, soñar: «Pues anda (…), y haz tú lo mismo»[12] Como sucede con frecuencia en los Evangelios, es bueno no pasar demasiado deprisa sobre la concisión del relato. La respuesta a la pregunta de Jesús -«¿quién fue su prójimo?»- resulta ciertamente obvia: «el que tuvo misericordia con él»[13]. Lo que no es evidente, en cambio, es por qué el Señor hace esa pregunta, que da la vuelta al planteamiento del doctor de la Ley: «Jesús invierte la perspectiva: no se trata de reconocer al otro como mi semejante, sino de ser capaz de hacerme semejante al otro»[14]. Ante una actitud estrecha, que delimita el campo de acción para hacer el bien -sopesando por ejemplo si los demás pertenecen a mi grupo, o me devolverán después el favor-, el Señor responde invitando a levantar la vista, a ser él mismo prójimo.
La palabra prójimo pasa así, de calificar a un tipo de personas que merecerían mi atención, a convertirse en una cualidad del corazón. Pedagogía de Dios, que da la vuelta a la pregunta ¿a quién hacer el bien?, y así la transfigura: lo que era materia de discusión y casuística en las escuelas rabínicas -dónde estaba el límite, hasta dónde tenía que compadecerme de los demás- se convierte en un reto audaz. El cristiano, decía san Juan Pablo II, «no se pregunta a quién debe amar, porque preguntarse “¿quién es mi prójimo?” ya implica poner límites y condiciones (…) La pregunta legítima no es “¿quién es mi prójimo?”, sino “¿de quién debo hacerme prójimo?”. Y la respuesta es: “cualquiera que sufra necesidad, aunque me sea desconocido, se convierte para mí en prójimo, al que debo ayudar”»[15]. Es la projimidad[16], neologismo del Papa Francisco que nos recuerda nuestra vocación a ser próximos a nuestro prójimo, a ser «islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia»[17].
El camino hacia la plenitud de la Ley
CON JESÚS, SON LLAMADOS A LLEVAR SU SALVACIÓN -A SER BUENOS SAMARITANOS- SUS UNGIDOS: LOS CRISTIANOS. COMO SU SEÑOR, TAMBIÉN ELLOS DEBEN VENDAR LAS HERIDAS DE LOS HOMBRES Y ECHAR EN ELLAS ACEITE Y VINO.
Se podría decir que este diálogo con el doctor de la Ley compendia el camino que lleva desde las enseñanzas morales del Antiguo Testamento hasta la plenitud de la vida moral en Cristo. Y es que, como recuerda san Pablo, la Ley del Pueblo Elegido es buena y santa[18], pero no definitiva. Se ordenaba, sobre todo, a preparar los corazones para la llegada de Nuestro Señor.
La pregunta del fariseo -«¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»[19]- parece reflejar cierto agobio ante la multitud de preceptos que, con una visión legalista, se habían ido introduciendo en la vida religiosa israelita. En otro momento, Jesucristo se queja de los doctores de la Ley «porque imponéis a los hombres cargas insoportables, pero vosotros ni con uno de vuestros dedos las tocáis»[20] Aún más, en ocasiones las tradiciones humanas habían acabado por ser una excusa para no sujetarse a un mandato divino: así, el Señor denuncia la actitud de quienes se escudaban con las ofrendas del Templo para no ayudar a sus padres[21]
Por eso, Jesucristo apunta a lo fundamental: el Amor a Dios y al prójimo. De este modo, se cumple lo que dice de Él mismo: que no ha venido «a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud»[22]. La Alianza que Dios había celebrado con su Pueblo incluía unas prescripciones que no tenían el sentido original de imponerles cargas sino, muy al contrario, el de llevarles por caminos de libertad: «Hoy pongo ante ti la vida y el bien, o la muerte y el mal. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que yo te ordeno hoy (…), entonces vivirás y te multiplicarás: el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra que vas a tomar en posesión»[23]
La tierra prometida a los hebreos es una figura de la tierra interior en la que los hombres y mujeres de todos los tiempos podemos entrar, si vivimos en su auténtico sentido los mandamientos del Señor. Son una puerta para llegar a la comunión con Dios, porque fuera de ella cualquier otra tierra resulta inhóspita: «lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado»[24].
Si los preceptos rituales y legales del Pueblo de Israel cesaron con la venida de Jesucristo, los Diez Mandamientos, conocidos también como el Decálogo, son perennes: recogen los principios fundamentales para poder amar a Dios -poniéndolo por encima de todo, respetando su nombre santo, dedicándole los días de fiesta, como hacemos los cristianos el domingo- y a los demás -fomentando el cariño y reverencia a los padres, protegiendo la vida, la pureza de corazón, etc.- ¡Cuántas generaciones de israelitas meditaron la verdad y la solicitud de Padre que entrañan esas diez palabras! «Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón»[25], una muestra de la misericordia divina, que no quiere que nos extraviemos, que desea que tengamos una vida plena. El mundo puede rebelarse a veces contra los Mandamientos, como si fueran imposiciones trasnochadas, propias de un estadio infantil de la humanidad; pero no faltan ejemplos de cómo se desmoronan las sociedades y las personas cuando creen que pueden ignorarlos. Las diez palabras del Señor son las constantes del universo interior del hombre; si se alteran, su corazón se desfigura.
Para que seáis hijos de vuestro Padre
«PROJIMIDAD»: CON ESTE NEOLOGISMO, EL PAPA FRANCISCO NOS RECUERDA NUESTRA VOCACIÓN A SER PRÓXIMOS A NUESTRO PRÓJIMO, A SER «ISLAS DE MISERICORDIA EN MEDIO DEL MAR DE LA INDIFERENCIA».
El Decálogo queda como englobado en la Nueva Ley que Jesucristo ha instaurado al salvarnos dando su vida en la Cruz. Esta Ley Nueva es la gracia del Espíritu Santo dada mediante la fe en Cristo[26]. Ahora, por tanto, ya no tenemos solo un horizonte moral al que aspirar: se trata de vivir en Jesús, de parecernos cada vez más a Él, dejando que el Espíritu Santo nos transforme, para cumplir así sus mandamientos.
¿Cómo ser más parecidos a Jesucristo? ¿Dónde podemos ver su modo de ser? Dice el Catecismo que «Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y describen su caridad»[27] En esas enseñanzas que recogen los evangelios, vemos el retrato de Nuestro Señor, su rostro que revela el amor compasivo del Padre hacia todos los hombres. Estas recogen las promesas hechas al Pueblo Elegido, pero las perfeccionan ordenándolas no ya a la posesión de la tierra, sino al Reino de los Cielos[28].
En el evangelio de Mateo, las primeras cuatro bienaventuranzas se refieren a una actitud o forma de ser que se centra en las palabras de Jesús[29]: «Bienaventurados los pobres de espíritu», «los que lloran», «los mansos», «los que tienen hambre y sed de justicia». Invitan a confiar totalmente en Dios y no en nuestros recursos humanos, a enfrentar con sentido cristiano los sufrimientos, a ser pacientes día a día. A estas bienaventuranzas se añaden otras que ponen el acento en la acción: «Bienaventurados los misericordiosos», «los limpios de corazón», «los pacíficos», y otras más que advierten que para seguir a Jesús hemos de sufrir algunas contradicciones[30], siempre con alegría, pues «la felicidad del Cielo es para los que saben ser felices en la tierra»[31]
EL MUNDO PUEDE REBELARSE A VECES CONTRA LOS MANDAMIENTOS, COMO SI FUERAN IMPOSICIONES TRASNOCHADAS, PROPIAS DE UN ESTADIO INFANTIL DE LA HUMANIDAD; PERO NO FALTAN EJEMPLOS DE CÓMO SE DESMORONAN LAS SOCIEDADES Y LAS PERSONAS CUANDO CREEN QUE PUEDEN IGNORARLOS.
Las bienaventuranzas ciertamente manifiestan la misericordia de Dios, que se empeña en dar un gozo sin límites a quienes lo siguen: «Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo»[32]. No son, sin embargo, una colección de aforismos para imaginar un utópico mundo mejor que alguien se ocupará de hacer posible, o para consolarse falsamente ante las dificultades del momento Por eso, las bienaventuranzas son también llamadas exigentes de Dios al corazón de cada hombre, que empujan a comprometerse a trabajar por el bien y la justicia ya en esta tierra.
Considerar con frecuencia las bienaventuranzas, quizás en la oración personal, ayuda a saber cómo aplicarlas en la vida diaria. Por ejemplo, la mansedumbre se concreta tantas veces en «la sonrisa amable para quien te molesta; aquel silencio ante la acusación injusta; tu bondadosa conversación con los cargantes y los inoportunos; el pasar por alto cada día, a las personas que conviven contigo, un detalle y otro fastidiosos e impertinentes...»[33].
Al mismo tiempo, quien procura vivir según el espíritu de las bienaventuranzas, va incorporando a su personalidad unas actitudes y modos de juzgar las cosas que le dan mayor facilidad para cumplir los mandamientos. La limpieza de corazón le permite ver la imagen de Dios en cada persona, considerándola como alguien digna de respeto y no como objeto para satisfacer unos deseos retorcidos. Ser pacíficos nos lleva a vivir como hijos de Dios, y a reconocer a los demás como hijos suyos, siguiendo ese «camino más excelente»[34] de la caridad, que «todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta»[35], transformando los agravios en una ocasión de amar y rezar por quienes hacen daño[36]. En definitiva, amoldar nuestro corazón según los contornos que trazan las bienaventuranzas hace realidad el ideal que Jesucristo nos propone de ser «misericordiosos como vuestro Padre celestial es misericordioso»[37] Nos transformamos en portadores del amor de Dios, aprendemos a ver en los demás a ese prójimo que necesita nuestra ayuda; somos en Cristo ese buen samaritano que sabe conducirse por la misericordia para cumplir en plenitud la ley de la caridad. Nuestro corazón se ensancha entonces, como ocurrió con el de la Virgen Santísima.
Carlos Ayxelá - Rodolfo Valdés
[1] Cfr. Lc 10, 25.
[2] Lc 10, 26.
[3] Dt 6, 5.
[4] Lv 19, 18.
[5] Mt 22, 40.
[6] Lc 10, 28.
[7] Lc 10, 29.
[8] Lc 10, 29.
[9] Homilía sobre el grande y santo Sábado (PG 43, 462).
[10] Lc 10, 34.
[11] San Agustín, Sermón 131, 6.
[12] Lc 10, 37.
[13] Lc 10, 37.
[14] Francisco, Mensaje, 24-I-2014.
[15] San Juan Pablo II, Mensaje, 2-II-1999.
[16] Francisco, Ex. Ap. Evangelii Gaudium (24-XI-2013), n. 169.
[17] Francisco, Mensaje, 4-X-2014.
[18] Cfr. Rm 7, 12.
[19] Mt 22, 36.
[20] Lc 11, 46.
[21] Mt 15, 3-6.
[22] Mt 5, 17.
[23] Dt 30, 15-18.
[24] San Josemaría, Surco, 795.
[25] Sal 119 (118), 111.
[26] Cfr. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, I-II, q. 106, a. 1, c. y ad 2, cit. en San Juan Pablo II, Enc. Veritatis Splendor, 6-VIII-1993, n. 24.
[27] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1717.
[28] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1716.
[29] Cfr. Mt 5, 3-12.
[30] Cfr. Mt 5, 10-12.
[31] San Josemaría, Forja, n. 1005.
[32] Mt 5, 12.
[33] San Josemaría, Camino, n. 173.
[34] 1 Co 12, 31.
[35] 1 Co 13, 7.
[36] Cfr. Mt 5, 44-45.
[37] Lc 6, 36.
La alegría de estar junto a Jesucristo
Mensaje para la XXVII Jornada Mundial de la Juventud (2012), que la Iglesia celebra el Domingo de Ramos. El Papa reflexiona sobre los caminos para encontrar la alegría y vivirla con mayor profundidad.
Foto: Ismael Martínez Sánchez.
27/03/2012
«¡Alegraos siempre en el Señor!» ( Flp 4,4)
Queridos jóvenes:
Me alegro de dirigirme de nuevo a vosotros con ocasión de la XXVII Jornada Mundial de la Juventud. El recuerdo del encuentro de Madrid el pasado mes de agosto sigue muy presente en mi corazón. Ha sido un momento extraordinario de gracia, durante el cual el Señor ha bendecido a los jóvenes allí presentes, venidos del mundo entero. Doy gracias a Dios por los muchos frutos que ha suscitado en aquellas jornadas y que en el futuro seguirán multiplicándose entre los jóvenes y las comunidades a las que pertenecen. Ahora nos estamos dirigiendo ya hacia la próxima cita en Río de Janeiro en el año 2013, que tendrá como tema «¡Id y haced discípulos a todos los pueblos!» (cf. Mt 28,19).
Este año, el tema de la Jornada Mundial de la Juventud nos lo da la exhortación de la Carta del apóstol san Pablo a los Filipenses : «¡Alegraos siempre en el Señor!» (4,4). En efecto, La alegría es un elemento central de la experiencia cristiana. También experimentamos en cada Jornada Mundial de la Juventud una alegría intensa, la alegría de la comunión, la alegría de ser cristianos, la alegría de la fe. Esta es una de las características de estos encuentros. Vemos la fuerza atrayente que ella tiene: en un mundo marcado a menudo por la tristeza y la inquietud, la alegría es un testimonio importante de la belleza y fiabilidad de la fe cristiana.
Foto: Ismael Martínez Sánchez.
La Iglesia tiene la vocación de llevar la alegría al mundo, una alegría auténtica y duradera, aquella que los ángeles anunciaron a los pastores de Belén en la noche del nacimiento de Jesús (cf. Lc 2,10). Dios no sólo ha hablado, no sólo ha cumplido signos prodigiosos en la historia de la humanidad, sino que se ha hecho tan cercano que ha llegado a hacerse uno de nosotros, recorriendo las etapas de la vida entera del hombre. En el difícil contexto actual, muchos jóvenes en vuestro entorno tienen una inmensa necesidad de sentir que el mensaje cristiano es un mensaje de alegría y esperanza. Quisiera reflexionar ahora con vosotros sobre esta alegría, sobre los caminos para encontrarla, para que podáis vivirla cada vez con mayor profundidad y ser mensajeros de ella entre los que os rodean.
1. Nuestro corazón está hecho para la alegría
La aspiración a la alegría está grabada en lo más íntimo del ser humano. Más allá de las satisfacciones inmediatas y pasajeras, nuestro corazón busca la alegría profunda, plena y perdurable, que pueda dar «sabor» a la existencia. Y esto vale sobre todo para vosotros, porque la juventud es un período de un continuo descubrimiento de la vida, del mundo, de los demás y de sí mismo. Es un tiempo de apertura hacia el futuro, donde se manifiestan los grandes deseos de felicidad, de amistad, del compartir y de verdad; donde uno es impulsado por ideales y se conciben proyectos.
Cada día el Señor nos ofrece tantas alegrías sencillas: la alegría de vivir, la alegría ante la belleza de la naturaleza, la alegría de un trabajo bien hecho, la alegría del servicio, la alegría del amor sincero y puro. Y si miramos con atención, existen tantos motivos para la alegría: los hermosos momentos de la vida familiar, la amistad compartida, el descubrimiento de las propias capacidades personales y la consecución de buenos resultados, el aprecio que otros nos tienen, la posibilidad de expresarse y sentirse comprendidos, la sensación de ser útiles para el prójimo. Y, además, la adquisición de nuevos conocimientos mediante los estudios, el descubrimiento de nuevas dimensiones a través de viajes y encuentros, la posibilidad de hacer proyectos para el futuro. También pueden producir en nosotros una verdadera alegría la experiencia de leer una obra literaria, de admirar una obra maestra del arte, de escuchar e interpretar la música o ver una película.
Foto: Ismael Martínez Sánchez.
Pero cada día hay tantas dificultades con las que nos encontramos en nuestro corazón, tenemos tantas preocupaciones por el futuro, que nos podemos preguntar si la alegría plena y duradera a la cual aspiramos no es quizá una ilusión y una huída de la realidad. Hay muchos jóvenes que se preguntan: ¿es verdaderamente posible hoy en día la alegría plena? Esta búsqueda sigue varios caminos, algunos de los cuales se manifiestan como erróneos, o por lo menos peligrosos. Pero, ¿cómo podemos distinguir las alegrías verdaderamente duraderas de los placeres inmediatos y engañosos? ¿Cómo podemos encontrar en la vida la verdadera alegría, aquella que dura y no nos abandona ni en los momentos más difíciles?
2. Dios es la fuente de la verdadera alegría
En realidad, todas las alegrías auténticas, ya sean las pequeñas del día a día o las grandes de la vida, tienen su origen en Dios, aunque no lo parezca a primera vista, porque Dios es comunión de amor eterno, es alegría infinita que no se encierra en sí misma, sino que se difunde en aquellos que Él ama y que le aman. Dios nos ha creado a su imagen por amor y para derramar sobre nosotros su amor, para colmarnos de su presencia y su gracia. Dios quiere hacernos partícipes de su alegría, divina y eterna, haciendo que descubramos que el valor y el sentido profundo de nuestra vida está en el ser aceptados, acogidos y amados por Él, y no con una acogida frágil como puede ser la humana, sino con una acogida incondicional como lo es la divina: yo soy amado, tengo un puesto en el mundo y en la historia, soy amado personalmente por Dios. Y si Dios me acepta, me ama y estoy seguro de ello, entonces sabré con claridad y certeza que es bueno que yo sea, que exista.
Este amor infinito de Dios para con cada uno de nosotros se manifiesta de modo pleno en Jesucristo. En Él se encuentra la alegría que buscamos. En el Evangelio vemos cómo los hechos que marcan el inicio de la vida de Jesús se caracterizan por la alegría. Cuando el arcángel Gabriel anuncia a la Virgen María que será madre del Salvador, comienza con esta palabra: «¡Alégrate!» ( Lc 1,28). En el nacimiento de Jesús, el Ángel del Señor dice a los pastores: «Os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor» ( Lc 2,11). Y los Magos que buscaban al niño, «al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría» ( Mt 2,10). El motivo de esta alegría es, por lo tanto, la cercanía de Dios, que se ha hecho uno de nosotros. Esto es lo que san Pablo quiso decir cuando escribía a los cristianos de Filipos: «Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca» ( Flp 4,4-5). La primera causa de nuestra alegría es la cercanía del Señor, que me acoge y me ama.
Foto: Ismael Martínez Sánchez.
En efecto, el encuentro con Jesús produce siempre una gran alegría interior. Lo podemos ver en muchos episodios de los Evangelios. Recordemos la visita de Jesús a Zaqueo, un recaudador de impuestos deshonesto, un pecador público, a quien Jesús dice: «Es necesario que hoy me quede en tu casa». Y san Lucas dice que Zaqueo «lo recibió muy contento» ( Lc 19,5-6). Es la alegría del encuentro con el Señor; es sentir el amor de Dios que puede transformar toda la existencia y traer la salvación. Zaqueo decide cambiar de vida y dar la mitad de sus bienes a los pobres.
En la hora de la pasión de Jesús, este amor se manifiesta con toda su fuerza. Él, en los últimos momentos de su vida terrena, en la cena con sus amigos, dice: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor… Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud» ( Jn 15,9.11). Jesús quiere introducir a sus discípulos y a cada uno de nosotros en la alegría plena, la que Él comparte con el Padre, para que el amor con que el Padre le ama esté en nosotros (cf. Jn 17,26). La alegría cristiana es abrirse a este amor de Dios y pertenecer a Él.
Los Evangelios relatan que María Magdalena y otras mujeres fueron a visitar el sepulcro donde habían puesto a Jesús después de su muerte y recibieron de un Ángel una noticia desconcertante, la de su resurrección. Entonces, así escribe el Evangelista, abandonaron el sepulcro a toda prisa, «llenas de miedo y de alegría», y corrieron a anunciar la feliz noticia a los discípulos. Jesús salió a su encuentro y dijo: «Alegraos» ( Mt 28,8-9). Es la alegría de la salvación que se les ofrece: Cristo es el viviente, es el que ha vencido el mal, el pecado y la muerte. Él está presente en medio de nosotros como el Resucitado, hasta el final de los tiempos (cf. Mt 28,21). El mal no tiene la última palabra sobre nuestra vida, sino que la fe en Cristo Salvador nos dice que el amor de Dios es el que vence.
Foto: Ismael Martínez Sánchez.
Esta profunda alegría es fruto del Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios, capaces de vivir y gustar su bondad, de dirigirnos a Él con la expresión «Abba», Padre (cf. Rm 8,15). La alegría es signo de su presencia y su acción en nosotros.
3. Conservar en el corazón la alegría cristiana
Aquí nos preguntamos: ¿Cómo podemos recibir y conservar este don de la alegría profunda, de la alegría espiritual?
Un Salmo dice: «Sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón» ( Sal 37,4). Jesús explica que «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo» ( Mt 13,44). Encontrar y conservar la alegría espiritual surge del encuentro con el Señor, que pide que le sigamos, que nos decidamos con determinación, poniendo toda nuestra confianza en Él. Queridos jóvenes, no tengáis miedo de arriesgar vuestra vida abriéndola a Jesucristo y su Evangelio; es el camino para tener la paz y la verdadera felicidad dentro de nosotros mismos, es el camino para la verdadera realización de nuestra existencia de hijos de Dios, creados a su imagen y semejanza.
Buscar la alegría en el Señor: la alegría es fruto de la fe, es reconocer cada día su presencia, su amistad: «El Señor está cerca» ( Flp 4,5); es volver a poner nuestra confianza en Él, es crecer en su conocimiento y en su amor. El «Año de la Fe», que iniciaremos dentro de pocos meses, nos ayudará y estimulará. Queridos amigos, aprended a ver cómo actúa Dios en vuestras vidas, descubridlo oculto en el corazón de los acontecimientos de cada día. Creed que Él es siempre fiel a la alianza que ha sellado con vosotros el día de vuestro Bautismo. Sabed que jamás os abandonará. Dirigid a menudo vuestra mirada hacia Él. En la cruz entregó su vida porque os ama. La contemplación de un amor tan grande da a nuestros corazones una esperanza y una alegría que nada puede destruir. Un cristiano nunca puede estar triste porque ha encontrado a Cristo, que ha dado la vida por él.
Foto: Ismael Martínez Sánchez.
Buscar al Señor, encontrarlo, significa también acoger su Palabra, que es alegría para el corazón. El profeta Jeremías escribe: «Si encontraba tus palabras, las devoraba: tus palabras me servían de gozo, eran la alegría de mi corazón» ( Jr 15,16). Aprended a leer y meditar la Sagrada Escritura; allí encontraréis una respuesta a las preguntas más profundas sobre la verdad que anida en vuestro corazón y vuestra mente. La Palabra de Dios hace que descubramos las maravillas que Dios ha obrado en la historia del hombre y que, llenos de alegría, proclamemos en alabanza y adoración: «Venid, aclamemos al Señor… postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro» ( Sal 95,1.6).
La Liturgia en particular, es el lugar por excelencia donde se manifiesta la alegría que la Iglesia recibe del Señor y transmite al mundo. Cada domingo, en la Eucaristía, las comunidades cristianas celebran el Misterio central de la salvación: la muerte y resurrección de Cristo. Este es un momento fundamental para el camino de cada discípulo del Señor, donde se hace presente su sacrificio de amor; es el día en el que encontramos al Cristo Resucitado, escuchamos su Palabra, nos alimentamos de su Cuerpo y su Sangre. Un Salmo afirma: «Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo» ( Sal 118,24). En la noche de Pascua, la Iglesia canta el Exultet , expresión de alegría por la victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte: «¡Exulte el coro de los ángeles… Goce la tierra inundada de tanta claridad… resuene este templo con las aclamaciones del pueblo en fiesta!». La alegría cristiana nace del saberse amados por un Dios que se ha hecho hombre, que ha dado su vida por nosotros y ha vencido el mal y la muerte; es vivir por amor a él. Santa Teresa del Niño Jesús, joven carmelita, escribió: «Jesús, mi alegría es amarte a ti» ( Poesía 45/7).
4. La alegría del amor
Queridos amigos, la alegría está íntimamente unida al amor; ambos son frutos inseparables del Espíritu Santo (cf. Ga 5 ,23). El amor produce alegría, y la alegría es una forma del amor. La beata Madre Teresa de Calcuta, recordando las palabras de Jesús: «hay más dicha en dar que en recibir» ( Hch 20,35), decía: «La alegría es una red de amor para capturar las almas. Dios ama al que da con alegría. Y quien da con alegría da más». El siervo de Dios Pablo VI escribió: «En el mismo Dios, todo es alegría porque todo es un don» (Ex. ap. Gaudete in Domino , 9 mayo 1975).
Foto: Ismael Martínez Sánchez.
Pensando en los diferentes ámbitos de vuestra vida, quisiera deciros que amar significa constancia, fidelidad, tener fe en los compromisos. Y esto, en primer lugar, con las amistades. Nuestros amigos esperan que seamos sinceros, leales, fieles, porque el verdadero amor es perseverante también y sobre todo en las dificultades. Y lo mismo vale para el trabajo, los estudios y los servicios que desempeñáis. La fidelidad y la perseverancia en el bien llevan a la alegría, aunque ésta no sea siempre inmediata.
Para entrar en la alegría del amor, estamos llamados también a ser generosos, a no conformarnos con dar el mínimo, sino a comprometernos a fondo, con una atención especial por los más necesitados. El mundo necesita hombres y mujeres competentes y generosos, que se pongan al servicio del bien común. Esforzaos por estudiar con seriedad; cultivad vuestros talentos y ponedlos desde ahora al servicio del prójimo. Buscad el modo de contribuir, allí donde estéis, a que la sociedad sea más justa y humana. Que toda vuestra vida esté impulsada por el espíritu de servicio, y no por la búsqueda del poder, del éxito material y del dinero.
A propósito de generosidad, tengo que mencionar una alegría especial; es la que se siente cuando se responde a la vocación de entregar toda la vida al Señor. Queridos jóvenes, no tengáis miedo de la llamada de Cristo a la vida religiosa, monástica, misionera o al sacerdocio. Tened la certeza de que colma de alegría a los que, dedicándole la vida desde esta perspectiva, responden a su invitación a dejar todo para quedarse con Él y dedicarse con todo el corazón al servicio de los demás. Del mismo modo, es grande la alegría que Él regala al hombre y a la mujer que se donan totalmente el uno al otro en el matrimonio para formar una familia y convertirse en signo del amor de Cristo por su Iglesia.
Foto: Ismael Martínez Sánchez.
Quisiera mencionar un tercer elemento para entrar en la alegría del amor: hacer que crezca en vuestra vida y en la vida de vuestras comunidades la comunión fraterna. Hay vínculo estrecho entre la comunión y la alegría. No en vano san Pablo escribía su exhortación en plural; es decir, no se dirige a cada uno en singular, sino que afirma: «Alegraos siempre en el Señor» ( Flp 4,4). Sólo juntos, viviendo en comunión fraterna, podemos experimentar esta alegría. El libro de los Hechos de los Apóstoles describe así la primera comunidad cristiana: «Partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón» ( Hch 2,46). Empleaos también vosotros a fondo para que las comunidades cristianas puedan ser lugares privilegiados en que se comparta, se atienda y cuiden unos a otros.
5. La alegría de la conversión
Queridos amigos, para vivir la verdadera alegría también hay que identificar las tentaciones que la alejan. La cultura actual lleva a menudo a buscar metas, realizaciones y placeres inmediatos, favoreciendo más la inconstancia que la perseverancia en el esfuerzo y la fidelidad a los compromisos. Los mensajes que recibís empujar a entrar en la lógica del consumo, prometiendo una felicidad artificial. La experiencia enseña que el poseer no coincide con la alegría. Hay tantas personas que, a pesar de tener bienes materiales en abundancia, a menudo están oprimidas por la desesperación, la tristeza y sienten un vacío en la vida. Para permanecer en la alegría, estamos llamados a vivir en el amor y la verdad, a vivir en Dios.
Foto: Ismael Martínez Sánchez.
La voluntad de Dios es que nosotros seamos felices. Por ello nos ha dado las indicaciones concretas para nuestro camino: los Mandamientos. Cumpliéndolos encontramos el camino de la vida y de la felicidad. Aunque a primera vista puedan parecer un conjunto de prohibiciones, casi un obstáculo a la libertad, si los meditamos más atentamente a la luz del Mensaje de Cristo, representan un conjunto de reglas de vida esenciales y valiosas que conducen a una existencia feliz, realizada según el proyecto de Dios. Cuántas veces, en cambio, constatamos que construir ignorando a Dios y su voluntad nos lleva a la desilusión, la tristeza y al sentimiento de derrota. La experiencia del pecado como rechazo a seguirle, como ofensa a su amistad, ensombrece nuestro corazón.
Pero aunque a veces el camino cristiano no es fácil y el compromiso de fidelidad al amor del Señor encuentra obstáculos o registra caídas, Dios, en su misericordia, no nos abandona, sino que nos ofrece siempre la posibilidad de volver a Él, de reconciliarnos con Él, de experimentar la alegría de su amor que perdona y vuelve a acoger.
Queridos jóvenes, ¡recurrid a menudo al Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación! Es el Sacramento de la alegría reencontrada. Pedid al Espíritu Santo la luz para saber reconocer vuestro pecado y la capacidad de pedir perdón a Dios acercándoos a este Sacramento con constancia, serenidad y confianza. El Señor os abrirá siempre sus brazos, os purificará y os llenará de su alegría: habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte (cf. Lc 15,7).
6. La alegría en las pruebas
Al final puede que quede en nuestro corazón la pregunta de si es posible vivir de verdad con alegría incluso en medio de tantas pruebas de la vida, especialmente las más dolorosas y misteriosas; de si seguir al Señor y fiarse de Él da siempre la felicidad.
Foto: Ismael Martínez Sánchez.
La respuesta nos la pueden dar algunas experiencias de jóvenes como vosotros que han encontrado precisamente en Cristo la luz que permite dar fuerza y esperanza, también en medio de situaciones muy difíciles. El beato Pier Giorgio Frassati (1901-1925) experimentó tantas pruebas en su breve existencia; una de ellas concernía su vida sentimental, que le había herido profundamente. Precisamente en esta situación, escribió a su hermana: «Tú me preguntas si soy alegre; y ¿cómo no podría serlo? Mientras la fe me de la fuerza estaré siempre alegre. Un católico no puede por menos de ser alegre... El fin para el cual hemos sido creados nos indica el camino que, aunque esté sembrado de espinas, no es un camino triste, es alegre incluso también a través del dolor» ( Carta a la hermana Luciana , Turín, 14 febrero 1925). Y el beato Juan Pablo II, al presentarlo como modelo, dijo de él: «Era un joven de una alegría contagiosa, una alegría que superaba también tantas dificultades de su vida» ( Discurso a los jóvenes , Turín, 13 abril 1980).
Más cercana a nosotros, la joven Chiara Badano (1971-1990), recientemente beatificada, experimentó cómo el dolor puede ser transfigurado por el amor y estar habitado por la alegría. A la edad de 18 años, en un momento en el que el cáncer le hacía sufrir de modo particular, rezó al Espíritu Santo para que intercediera por los jóvenes de su Movimiento. Además de su curación, pidió a Dios que iluminara con su Espíritu a todos aquellos jóvenes, que les diera la sabiduría y la luz: «Fue un momento de Dios: sufría mucho físicamente, pero el alma cantaba» ( Carta a Chiara Lubich , Sassello, 20 de diciembre de 1989). La clave de su paz y alegría era la plena confianza en el Señor y la aceptación de la enfermedad como misteriosa expresión de su voluntad para su bien y el de los demás. A menudo repetía: «Jesús, si tú lo quieres, yo también lo quiero».
Foto: Ismael Martínez Sánchez.
Son dos sencillos testimonios, entre otros muchos, que muestran cómo el cristiano auténtico no está nunca desesperado o triste, incluso ante las pruebas más duras, y muestran que la alegría cristiana no es una huída de la realidad, sino una fuerza sobrenatural para hacer frente y vivir las dificultades cotidianas. Sabemos que Cristo crucificado y resucitado está con nosotros, es el amigo siempre fiel. Cuando participamos en sus sufrimientos, participamos también en su alegría. Con Él y en Él, el sufrimiento se transforma en amor. Y ahí se encuentra la alegría (cf. Col 1,24).
7. Testigos de la alegría
Queridos amigos, para concluir quisiera alentaros a ser misioneros de la alegría. No se puede ser feliz si los demás no lo son. Por ello, hay que compartir la alegría. Id a contar a los demás jóvenes vuestra alegría de haber encontrado aquel tesoro precioso que es Jesús mismo. No podemos conservar para nosotros la alegría de la fe; para que ésta pueda permanecer en nosotros, tenemos que transmitirla. San Juan afirma: «Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis en comunión con nosotros… Os escribimos esto, para que nuestro gozo sea completo» ( 1Jn 1,3-4).
Foto: Ismael Martínez Sánchez.
A veces se presenta una imagen del Cristianismo como una propuesta de vida que oprime nuestra libertad, que va contra nuestro deseo de felicidad y alegría. Pero esto no corresponde a la verdad. Los cristianos son hombres y mujeres verdaderamente felices, porque saben que nunca están solos, sino que siempre están sostenidos por las manos de Dios. Sobre todo vosotros, jóvenes discípulos de Cristo, tenéis la tarea de mostrar al mundo que la fe trae una felicidad y alegría verdadera, plena y duradera. Y si el modo de vivir de los cristianos parece a veces cansado y aburrido, entonces sed vosotros los primeros en dar testimonio del rostro alegre y feliz de la fe. El Evangelio es la «buena noticia» de que Dios nos ama y que cada uno de nosotros es importante para Él. Mostrad al mundo que esto de verdad es así.
Por lo tanto, sed misioneros entusiasmados de la nueva evangelización. Llevad a los que sufren, a los que están buscando, la alegría que Jesús quiere regalar. Llevadla a vuestras familias, a vuestras escuelas y universidades, a vuestros lugares de trabajo y a vuestros grupos de amigos, allí donde vivís. Veréis que es contagiosa. Y recibiréis el ciento por uno: la alegría de la salvación para vosotros mismos, la alegría de ver la Misericordia de Dios que obra en los corazones. En el día de vuestro encuentro definitivo con el Señor, Él podrá deciros: «¡Siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu señor!» ( Mt 25,21).
Foto: Ismael Martínez Sánchez.
Que la Virgen María os acompañe en este camino. Ella acogió al Señor dentro de sí y lo anunció con un canto de alabanza y alegría, el Magníficat : «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador» ( Lc 1,46-47). María respondió plenamente al amor de Dios dedicando a Él su vida en un servicio humilde y total. Es llamada «causa de nuestra alegría» porque nos ha dado a Jesús. Que Ella os introduzca en aquella alegría que nadie os podrá quitar.
Vaticano, 15 de marzo de 2012 BENEDICTUS PP. XVI
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El mensaje en el website del Vaticano
Mensaje para la XXVII Jornada Mundial de la Juventud (2012)
Sección "Conocer a Jesucristo"
“El sentimiento trans es mudable, pero su tratamiento, irreversible”
Escrito por Lluís Amiguet
Publicado: 18 Marzo 2023
Entrevista a Caroline Eliacheff, psiquiatra infantil
Tengo edad de no sentirme sola al proteger a los menores y darles tiempo para decidir si quieren someter su cuerpo a hormonas y cirugía. Soy parisina. Tengo 4 hijos, 12 nietos y 8 bisnietos. Hay demasiados intereses creados para la transexualidad apresurada de menores; pero lo ético es defender la reflexión
Keira Bell se arrepintió
Durante el 2012 la Generalitat asistió a 19 personas en procesos de transexualidad; en el 2021 fueron 1.400 y hasta hoy les ha tramitado 1.853 tarjetas sanitarias, de las que 690 han sido para menores. La doctora Eliacheff expresa aquí sus dudas respecto a la capacidad de esos menores, a quienes les negamos la de decidir sus relaciones sexuales o ingerir alcohol, para, en cambio, “iniciar un proceso irreversible de hormonación y amputación”. Y cita la doctrina del Tribunal de Justicia de Londres en el caso de Keira Bell, quien se querelló en el 2020 contra el sistema de salud inglés por haberle facilitado, aun siendo menor, la hormonación que solicitó. El tribunal concluyó: “Es dudoso que un menor de 16 años pueda comprender y valorar los riesgos y las consecuencias a largo plazo de la administración de bloqueadores de la pubertad”.
¿Por qué aumenta la transexualidad en países desarrollados?
Hasta hace veinte años solo uno de cada 10.000 chicos y solo una de cada 20.000 niñas quería cambiar de sexo, y desde entonces el porcentaje se ha multiplicado por 1.000 y en algunos países por 4.000.
¿Por qué tanto aumento y tan rápido?
Observe, además, que antes eran chicos y hoy son las chicas la mayoría, el 80% de quienes quieren cambiar su sexo y un 70% han sufrido trastornos previos como autismo, depresión, agresiones sexuales o han crecido en una familia disfuncional.
¿A qué edad quieren ser transexuales?
Quienes lo deciden ya mayores de edad no son objeto de este análisis. Mi especialidad psiquiátrica son los menores y constato que en ese campo necesitan protección y tutela.
¿Por qué no pueden decidir su sexo?
Durante los últimos 30 años, si un menor quería cambiar de sexo se la aplicaba el denominado protocolo neerlandés: bloqueadores de pubertad y hormonas cruzadas...
¿En todos los países?
En todo el mundo; pero tras observar sus resultados perniciosos e irreversibles está prohibido en Finlandia, Noruega, el Reino Unido y estados norteamericanos, donde se vetan los bloqueadores de pubertad y hormonas cruzadas salvo en casos muy concretos.
¿En qué consisten esas hormonas?
En testosterona para chicas que quieren ser chicos y estrógenos para chicos que quieren ser chicas. Esos países también han prohibido la cirugía de amputación entre los 16 y los 18 años. Y deberíamos prohibirlas ya en Francia, España, Alemania, Italia...
¿Por qué?
Algunos médicos y activistas promueven el aumento de casos interesadamente, por eso ha cambiado el tipo de menor que pide esa intervención. Y recetan apresuradamente hormonas a adolescentes influidos por las redes que un día dicen sentirse de otro sexo.
¿Por qué cree usted que es apresurado?
Antes de adoptar la actitud transafirmativa de “sé quien crees que eres”, lo ético sería que el profesional realizara un estudio concienzudo de antecedentes, historia familiar y luego diera tiempo para reflexionar a todos.
¿Hay que negarles sus sentimientos?
Son del todo respetables, pero también mudables según días y momentos. En cambio, los tratamientos y la cirugía trans son irreversibles. Y hoy se recetan con interesada ligereza.
¿Qué haría usted?
Me parece incongruente que a los menores de 16 años los protejamos prohibiéndoles mantener relaciones sexuales, alcohol o conducir...y, en cambio, les permitamos modificar su cuerpo de forma radical e irreversible sin estudio previo.
¿Y si lo autorizan también sus padres?
Los padres suelen quedarse atónitos al descubrir el problema. Aman a sus hijos y se asocian con otros padres en asociaciones que acompañan a los menores y se vuelven militantes protrans; o en otras que intentan que no hagan nada irreversible.
¿Y si los padres se niegan al tratamiento?
A menudo son considerados por los menores, apoyados por algunos médicos y activistas, maltratadores en vez de protectores.
¿Qué aconseja a los padres?
Que se mantengan unidos a sus hijos y reflexionen juntos sobre lo que es definitivo. Y bloquear con medicamentos la pubertad es definitivo; no es el botón “pause” de la tele.
Entonces, ¿qué pueden hacer?
Permanecer en una posición ambivalente para facilitar al menor que también lo sea y no colocarlo en una autopista rápida en la que convertir en irreversible sin reflexión previa lo que decidieron en un momento.
¿Por qué son más niñas que niños?
La transformación en mujer no es fácil: sufrimos una enorme presión estética. Una adolescente trans operada me decía hace poco que solo estaba eliminando en su cuerpo “todo lo que ella no sentía”.
¿A tajos de bisturí?
Una locura. Una anoréxica que pide al médico una liposucción no la obtiene, porque si es ético la deriva a salud mental. En cambio, hoy hay menores que dicen que no les gusta su cuerpo y enseguida les recetan hormonas.
¿Qué recomienda a la Administración?
Que proteja a los menores, y eso no es discriminar a nadie. Protegerles es darles tiempo a reflexionar antes de la decisión irreversible.
¿Cómo?
Recordemos que ser trans no es una patología y la Seguridad Social no puede subvencionar una vida entera de medicamentos para curarla. Homosexualidad y transexualidad son cosas diferentes. Solo los activistas trans las mezclan interesadamente.
¿Qué aconseja a los adolescentes que sienten que su cuerpo no es el suyo?
Que desconfíen de lo que les dicen en las redes sociales y no crean que los adultos siempre están contra ellos.
Lluís Amiguet
Más de 700 personas, reunidas en el Palacio de Congresos de Málaga, disfrutaron de “un día con Isidoro” en un evento organizado con motivo del 80 aniversario del fallecimiento del ingeniero Isidoro Zorzano, quien desarrolló la mayor parte de su vida profesional en la capital de la Costa del Sol.
24/04/2023
Zorzano fue uno de los primeros miembros del Opus Dei y desde 1948 se encuentra en proceso de beatificación. El Papa Francisco lo declaró venerable en 2016.
La iniciativa surgió de un grupo de malagueños que deseaban recordar la profunda huella dejada en su ciudad por el ingeniero y difundir sus valores humanos y espirituales. Para ello contaron con el escritor Enrique Muñiz, autor de la última biografía publicada de Isidoro Zorzano, y con D. José Carlos Martín de la Hoz, postulador diocesano de su causa de beatificación.
En su intervención, Muñiz lo describió como uno de los “santos de la puerta de al lado” y destacó su constancia, su profesionalidad y su servicio: “Si queréis, buscad otro intercesor, pero me parece que es difícil de superar”, comentó destacando la ejemplaridad de Zorzano en lo ordinario.
Por su parte, D. José Carlos Martín de la Hoz también animó a cultivar la amistad con el ingeniero y a pedirle por todas las necesidades: “Isidoro, vete al Señor y dile de nuestra parte. Porque eso es lo bonito de los santos... La comunión de los santos se resume en eso: un amigo en el Cielo al que puedo acudir y él va a Jesús y se encarga de insistir”.
Durante la jornada, los participantes pudieron visitar una exposición sobre la vida de Isidoro Zorzano, que se detiene con especial atención en sus años malagueños y aborda aspectos de su personalidad como el amor al trabajo, la amistad, la fidelidad a la Iglesia o la sensibilidad social, entre otros temas.
Uno de los asistentes relató cómo su abuelo tuvo la suerte de tener como jefe a Isidoro, y la admiración con que hablaba de su amabilidad y preocupación por cada uno de sus trabajadores. También el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, que asistió al evento, se refirió a la amistad que unió a sus padres con Zorzano y explicó que precisamente uno de sus hermanos fue bautizado con el nombre de Isidoro en recuerdo de él.
🎙 Entrevista a Enrique Muñiz en Onda Cero
Así, Isidoro Zorzano se ha convertido en patrón de empresarios, intercesor de familias, amigo de estudiantes y ejemplo de vida cristiana para todos.
“Soñad y os quedaréis cortos”, decía san Josemaría a los primeros miembros del Opus Dei. Probablemente el panorama de más de 700 personas recordando a Isidoro Zorzano habría sido uno de esos sueños para los aquellos fieles de la Obra que convivieron con él.
Uno de los mayores éxitos de tu vida es tener a tu familia unida
¿De qué puede uno estar orgulloso en la vida? ¿Del automóvil…? El psicólogo Guillermo Dellamary habla de la riqueza que supone lograr la unión de la familia
Hace algunos días, una persona me relataba que se había quedado muy impactado al escuchar una entrevista con alguien muy famoso que decía que el éxito más importante de un padre de familia es el que sus hijos adolescentes quisieran estar con él. Y más aún, que lo acompañaran muy de cerca en su viajes.
Es una buena idea de lo que también quiere decir un verdadero éxito, pues la mayoría de las personas lo reducen a unos logros económicos o profesionales; pero no alcanzan a ver el gran valor que tiene el que la familia quiera estar reunida.
También me contaba una señora que le parecía muy egoísta que su esposo quisiera ir tanto a visitar a sus papás. Y consideraba que una vez que estás Casado, ya no le debes dar tanta importancia a tu familia de origen y centrarte más en tu pareja y tus hijos.
Desde luego que es un tema de debate, pues no es fácil tener un claro equilibrio entre dedicarle las atenciones a tu nueva vida y dejar a un lado a tus padres y hermanos.
Seguro que hay quien piensa que, una vez casados, tus padres deben pasar a un segundo plano. Y habrá quien no esté de acuerdo con esa postura y concluya que no es cuestión de prioridades sino de ser amables y atentos con todos.
El tema es guardar un prudente equilibrio y tratar de atender a todos en la justa medida. Las personas posesivas, sean los padres o la pareja, siempre tendrán la sensación de que ellos deben ser los únicos en tener la atención plena de la pareja o de los hijos, y que nadie más debe usurpar el primer lugar.
De aquí, muchos celos, coraje y sentimientos de tristeza por no recibir todo lo que se quiere, de la pareja o de los hijos.
El verdadero objetivo es mantener a la familia unida y que los hijos, a cualquier edad, quieran estar con la familia, en vez de darle tanta importancia a los amigos y a otras actividades extra familiares. Que incluso llegan a preferir y a no desear estar con ellos.
Una persona exitosa mantiene unida a su familia.
De aquí la importancia de enseñar a nuestros hijos el gran valor que tiene aspirar a lograr este éxito tan trascendente, y no sólo desear obtener bienes materiales, fama, comodidades y lujos.
Qué se necesita para conquistar este logro
Mantener la cercanía y la unidad con los seres queridos comienza con gestar un ambiente agradable, amigable, respetuoso. Que nuestros hijos sientan positivo el entorno familiar, desde la temprana infancia. Que disfruten de estar en su casa, que sientan en su hogar un espacio seguro, en donde reciben el afecto, el cariño y la comprensión; junto a los bienes indispensables para cubrir las necesidades básicas.
Es importante que los padres nos empeñemos en verdaderamente hacer del hogar el mejor lugar en donde se pueda estar, que sientan tanta paz y alegría que no la busquen en otras familias, con los amigos o en la calle.
Un espacio en el que se cultiven los verdaderos valores y se practiquen sin regaños ni violencia de ningún tipo. Que la autoridad de los padres sea fuente de sabiduría y buen ejemplo, y no de unos vigilantes que corrigen, premian o castigan.
Que los hijos sientan la protección y la guía de sus padres, para crecer con seguridad y los recursos emocionales necesarios para no tener ni pena ni vergüenza.
El éxito es que desde un inicio sientan la libertad de elegir estar en casa, antes que preferir estar fuera de ella; que deseen charlar con sus padres y fomentar una amigable relación con los hermanos.
El hogar es el mayor santuario que tenemos, en donde el niño va creciendo con la alegría de que es el lugar más bello en el que pueden encontrarse.
¿Quién se quiere ir de un lugar así?
Podrán llegar los momentos gratos de la socialización en la adolescencia, y descubrir nuevos mundos y retos que afrontar, pero en su corazón permanece la sensación de que su hogar es un espacio especial y sus familiares unos seres excepcionales. No tendrán que huir, ni salir por temor y represalias, o por que es un territorio desagradable del que emanan exigencias con agresividad.
Cuando se crece en un ambiente así y se siente una relación amigable y positiva con los padres y hermanos. Siempre querrán mantener una relación sana y positiva con ellos. En vez de quererse alejar y poner pretextos para no desear convivir con ellos.
El verdadero éxito es que tengan en casa el amor, el afecto y el cariño y no sientan un vacío que los obliguen a tenerlo que ir a buscar en otros lados.
Por Guillermo Dellamary
Cómo mi abuela hace de la vejez la época más emocionante de la vida
A medida que mi abuela envejecía, aprendió piano, kickboxing, Wordle y más, porque la vejez y la jubilación son una gran oportunidad
Cuando mi abuela tenía unos 50 años, empezó a tomar clases de piano. Su pieza favorita siempre ha sido «Turkey in the Straw», y tengo buenos recuerdos de ella tocándola para mí cuando yo era un niño pequeño. A lo largo del año, ella siguió mejorando y, como yo también estaba aprendiendo a tocar el piano en ese momento, aprendimos varios duetos.
Ella no decidió aprender a tocar el piano por capricho. «Mi madre era muy buena en el piano», dice. Debido al talento de su madre, «tenía una idea gloriosa de lo buena que podría ser… No puedo cantar, pero podría aprender a tocar el piano. Aprendí algunas de las mismas canciones que tocaba mi mamá.»
Entonces, para ella, el piano es un vínculo con su propia infancia y los recuerdos de la familia reunida alrededor del piano y cantando juntos. Para ella y para mí, tocar el piano es una fuente de juventud. Es un vehículo para volver a experimentar esas partes de nuestras vidas de una manera muy real.
Aproximadamente una década después, mi abuela se unió a un grupo de Caballeros de Colón que asistía a eventos de la iglesia y entretenía a los niños. Lo hicieron disfrazándose de payasos. Obtuvo el conjunto completo, practicó algunos trucos de magia, aprendió algunos chistes y practicó el maquillaje de su rostro. Todas estas habilidades eran completamente nuevas para ella.
Mis recuerdos están todos revueltos, pero puedo recordar que, mezclados allí durante esos años de jubilación con tocar el piano y hacer el payaso, también aprendió baile cuadrado, kickboxing, ¡y trató de obtener las respuestas correctas en Jeopardycada tarde!
Y ella todavía está en eso. Aprendió a hacer tarjetas de felicitación ilustradas para convertirse en amiga por correspondencia de varios de sus bisnietos, aprendió a jugar Wordle y explora la sala de manualidades en su edificio de apartamentos para aprender nuevas habilidades.
«Se supone que debes seguir aprendiendo cosas nuevas», dice ella.
Aprender a medida que envejecemos, sin importar lo que sea
No importa si lo que aprendes parece tonto o ridículo. No importa si solo aprendes algunas canciones sencillas al piano y nunca te conviertes en un concertista de piano. El objetivo es disfrutar, reír mucho y probar cosas nuevas. Mi abuela no ve sus años de jubilación con temor. Ella los ve como una oportunidad.
Ella está en algo, aquí. Los estudios muestran que permanecer creativo en la vejez ayuda a las personas a vivir independientemente por más tiempo . Y nunca se es demasiado mayor para aprender.
Un equipo de investigación realizó un experimento en el que los adultos mayores se inscribieron en clases de nivel universitario durante un semestre (entre tres y cinco). Al final del período de tiempo, sus habilidades cognitivas mejoraron enormemente. Los investigadores sospechan que es el equivalente a hacer que el cerebro sea 30 años más joven.
«En la vejez», dice la escritora Simone de Beauvoir , «deberíamos desear tener todavía pasiones lo suficientemente fuertes como para evitar que nos recluyamos en nosotros mismos.»
Mantenerse creativo y comprometido no se trata solo de mantenimiento. No es aferrarse desesperadamente hasta que tu juventud se escape de tus dedos apretados. Es la voluntad de seguir creciendo a cualquier edad que tengas.
El objetivo no es permitirse la expectativa poco realista de permanecer joven para siempre. Más bien es enamorarte de tu vida, una y otra vez, y que cada día resulte precioso, renovador y vigorizante a su manera.
La vejez debe tener la misma emoción que la juventud
No es lo mismo que ser joven. Cada época tiene su propia estación, y aunque en la vejez la creatividad pueda parecer más modesta, menos ambiciosa, sigue siendo valiosa.
Debido a que está templada por la sabiduría de los años y liberada de las expectativas sociales que a menudo acompañan a la juventud, nuestra creatividad en la vejez realmente podría ser mejor que en nuestra juventud.
Los intereses no se centran tan estrechamente en la carrera y la crianza de los hijos; pueden ensancharse. Nos convertimos en exploradores.
Para aclarar algunos detalles de este artículo, hablé con mi abuela por teléfono. Después de hablar, me envió un mensaje de texto con algunas cosas más que había olvidado mencionar, y agregó: «PD: el hecho de que te esté enviando un mensaje de texto significa que he aprendido algo nuevo».
Por Michael Rennier
La educación afectivo-sexual en los valores
«Si de noche lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te permitirán ver las estrellas…» R. Tagore.
A continuación pretendemos mostrar una visión panorámica del tratamiento dado a la sexualidad humana en nuestros días, así como ofrecer algunas pistas que nos orienten en la búsqueda de posibles soluciones.
Por todos es bien conocida la situación que enfrentan nuestras sociedades, sumergidas en un rápido y al parecer inexorable proceso de globalización o más bien de «homogeneización», en el que en aras de un «progreso» que se nos pinta como única vía para alcanzar ese «estado de bienestar y felicidad» al que todo ser humano aspira, se nos terminan imponiendo esquemas de pensamiento, modelos de conducta y estilos de consumo e influencias negativas a las que la sexualidad no ha escapado.
A principios del presente siglo comenzó a gestarse un fenómeno de profundas connotaciones, la llamada «revolución sexual», proceso limitado en sus inicios a una pequeña élite de intelectuales, principalmente formada por escritores como D. H. Lawrence, Oscar Wilde, Andre Gide entre otros; científicos como Havellock, Yon Krafft Ebing (autor de Psychopathia sexualis y padre de la sexología moderna) y S. Freud, así como algunos filósofos como Marcuse.
La sexualidad al estar en todo ( música, filmes, revistas, libros, telenovelas, comerciales) y mediarlo todo, se hace nada, se banaliza. Ocurre entonces que las relaciones interpersonales, experimentan un notable empobrecimiento, al punto de muchas veces no pasan de relaciones «inter-individuales» en las que cada uno de los miembros de la pareja (si es que puede a este tipo de unión dársele tal calificativo ), instrumentaliza a su compañero. Ambos se «usan» mutuamente para satisfacerse a sí mismos. En tal contexto, al disociarse el amor de la sexualidad no se le da cabida al compromiso, cerrándose por ende a «ataduras» tales como el matrimonio y la fertilidad y sucediendo lo que nuestro Santo Padre ha manifestado en la Evangelium vitae (no.23): «la procreación se convierte en el enemigo que es preciso combatir a toda costa y como sea».
En la raíz de todos estos fenómenos se encuentra el profundo vacío axiológico, o sea de valores, que sufre el ser humano contemporáneo; quien al carecer de significados de orientación, de referentes éticos; se muestra confundido y desorientado. Al ignorar el verdadero significado de la sexualidad, le da el sentido que se le antoja, el que él cree más adecuado, aceptando sin cuestionamientos los «sentidos» que se le imponen desde fuera. Los criterios de comportamiento se rigen entonces por huecos procesos heterónomos, entre los cuales se encuentran por una parte el «sociologismo moral», según el cual lo normal no es lo que dice la norma, sino lo que dice o hace la mayoría. Lo «normal» así planteado es entonces «lo bueno» y por tanto lo deseable e incluso exigible. Ejemplo típico del sociologismo moral lo constituyen los criterios que predominan acerca de las relaciones sexuales prematrimoniales. Otro de estos procesos a que hacemos referencia es el «legalismo moral», según el cual ante una determinada situación se razona que si la ley lo permite, lo favorece o simplemente no hay ley que lo prohíba, es bueno o por lo menos «no es del todo malo». Ejemplos clásicos de este caso son las opiniones sobre el aborto y la anticoncepción. Bajo el influjo de estos procesos se conforman los antivalores dominantes que permean a nuestra maltrecha aldea global.
A continuación trataremos el tópico de la educación sexual, de la cual existen unos cuatro enfoques básicos bien distinguibles, los cuales bosquejaremos:
Educación sexual de enfoque higiénico sanitario
Su objetivo se reduce a garantizar el uso higiénico de la función sexual, o sea la prevención de las enfermedades de transmisión sexual y otras sexopatías, lo cual no es malo en sí mismo. En no pocas ocasiones este enfoque incluye como punto central la anticoncepción y el aborto en «determinadas situaciones en las que el embarazo ponga en peligro la salud física o psíquica de la mujer,» definición bastante vaga e imprecisa que justifica estas conductas en prácticamente todas las situaciones, al mismo tiempo que coloca a la vida par nacer en el mismo nivel de las enfermedades de transmisión sexual, de las cuales en ambos casas es preciso protegerse o deshacerse. El aborto y la anticoncepción son males intrínsicamente graves. Esto es, siempre están mal en toda circunstancia y por cualquier motivo. Pretendiendo ser neutral (alegando que todo contenido científico es y debe ser «neutro»), se limita a impartir mera información científica sin referencia alguna a otras dimensiones esenciales de la sexualidad como la sicológica, la socio-cultural, la espiritual y la ética. Es por lo tanto una visión reduccionista, simplista y dañina del complejo fenómeno de la sexualidad humana.
Educación sexual con enfoque hedonista
Su objetivo consiste en tratar de lograr que la persona alcance una plena «libertad» en el carnpo de la sexualidad liberándose de todo tipo de ataduras morales, religiosas así como de «prejuicios y tabúes culturales», los que, según este enfoque, limitan y esclavizan al ser humano. Los defensores de esta postura llegan a catalogar como perfectamente normales e incluso a reclamar como «derechos civiles» ciertos comportamientos (pornografía, permisivismo, erotismo, bisexualismo, homosexualismo y sus múltiples variantes). El sexo es objetivado, esto es, convertido en objeto, y donde el sexo se objetiviza, necesariamente se objetiviza a la persona misma.
Educación sexual con enfoque antropológico-cultural
Parte de la base que las normas que regulan las costumbres y las conductas sociales son determinadas por la sociedad en una situación socio-histórica, cultural y política determinada, por lo que pueden y son cambiables ante una nueva situación concreta. Ello, como es de suponer, trae como resultado el relativismo ético. Su lado débil es que se fija en las normas, las que son hasta cierto punto cambiables, sin acentuar los valores que las fundamentan; los cuales son más estables, universales y consistentes Estos son la justicia, la paz, la solidaridad y el respeto a la dignidad de todo ser humano, por sólo mencionar algunos.
Educación sexual con enfoque personalista
Es el modelo al cual debemos tender. Su objetivo consiste en desarrollar una sexualidad madura que integre sus múltiples dimensiones, buscando la realización armónica de la persona concreta.
La educación ética significa formar a partir de los valores. Donde no hay valores no hay verdadera educación. Puede haber instrucción, entrenamiento, pero nunca educación. Es preciso tener presente que los valores no se enseñan ni memorizan, sino que se transmiten, se contagian, se demuestran. Educar en los valores no significa pues, enseñar un conjunto de fríos contenidos ni dictar manuales de entendidos en la materia. No se trata de dar grandes listados de recetas, fórmulas y principios teóricos abstractos, error en el que no pocas veces incurrimos. La educación afectivo-sexual en los valores consiste en ir despertando y alimentando la sensibilidad, el sentido ético. Esto es, la capacidad para captar los valores, capacitando al sujeto para el discernimiento en situaciones reales y concretas ante las cuales se verá en la vida.
Mediante esta educación sexual se deberá propiciar el descubrimiento del significado antropológico y teológico pluridimensional de la sexualidad humana, de modo que la persona sea capaz por sí misma de encontrar en su sexualidad un conjunto de sentidos existenciales; los cuales, desde la libertad como realización de la verdad en la responsabilidad, contribuyan a su realización y plenificación humana, única fuente de la verdadera felicidad.
Por el Dr. Aldo Miguel Santos Hernández voluntario de Pro-Vida en Holgúin, Cuba.
Por OBSERVATORIO DE BIOETICA UCV|5 abril, 2023|Bioética, BIOÉTICA PRESS, Informes, Top News
El ídolo caído
El genetista español Francisco J. Ayala[1], fallecido el 5 de marzo de 2023, nacionalizado estadounidense, ha sido uno de los científicos más reconocidos de los Estados Unidos en los últimos tiempos. Su nombre estuvo unido a la Universidad de California en Irvine, a la que prestigió e incluso financió con hasta 10 millones de dólares producto de los premios que recibió y el rendimiento de su propio negocio vinícola.
Después de estudiar Física y Filosofía en la Universidad de Salamanca, llegó a ser ordenado dominico, aunque antepuso su interés por la ciencia y decidió abandonar el sacerdocio en menos de un año. Se trasladó a Estados Unidos, doctorándose en genética bajo la tutela del conocido neodarwinista Theodosius Dobzhansky en 1964.
Así dio comienzo a una intensa y exitosa etapa como investigador, en la que se centró en el reloj molecular de la evolución y el estudio de determinadas enfermedades parasitarias, que compaginó con otras actividades: el fomento de la enseñanza en las escuelas de las teorías de la evolución; la publicación de numerosos artículos y libros; y dando conferencias e interviniendo en debates públicos en los que siempre defendió la compatibilidad de la ciencia con la religión. Ello le llevó a formar parte del consejo de gobierno de la Academia Nacional de Ciencias y presidente del consejo de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia. Fue asesor científico del presidente Bill Clinton y premiado con la Medalla Nacional de la Ciencia de EEUU, que le impuso George W. Bush en 2001. La Fundación que organiza la entrega de este galardón destacó así sus méritos:
“Por sus descubrimientos teóricos y experimentales sobre el origen de las especies, la diversidad genética y la dinámica de poblaciones, que condujeron a una nueva comprensión de la evolución biológica, y por sus distinguidas contribuciones a la educación, la promoción de la comprensión pública de la ciencia y la filosofía y ética de la empresa científica”[2].
También recibió la Medalla de Oro Honoraria Gregor Mendel de la Academia Sueca de las Ciencias y el premio Templeton, el premio mejor remunerado del mundo. Distinguido como doctor honoris causa por veinte universidades de todo el mundo y acogido como miembro de las Academias de Ciencias nacionales de Rusia, España, Italia y México.
El buen nombre y el reconocimiento público del que gozaba Francisco J. Ayala se vino abajo en 2018 cuando, a sus 84 años y estando activo en sus funciones en la Universidad de California Irvine, fue acusado de acoso sexual. Los investigadores de la Universidad afirmaron que algunas mujeres de su entorno se sintieron profesionalmente perjudicadas por su conducta y concluyeron que Ayala infringió las políticas de acoso sexual y discriminación por razón de sexo de la UC Irvine en los casos de tres de las cuatro mujeres que presentaron denuncias contra él. “A diferencia de muchos acosadores que tienen relaciones sexuales con estudiantes o las presionan directamente para tener sexo, Ayala no cruzó esos límites”, señala Ann Olivarius, especializada en acoso sexual y que revisó el informe de UC Irvine a petición de Science. “Pero es evidente que hizo que varias mujeres se sintieran degradadas. (…) Altos cargos de la universidad le advirtieron que dejara de actuar así, pero él continuó”[3].
La universidad le despidió de inmediato y el nombre de Ayala fue retirado de la Facultad de Ciencias Biológicas, así como de becas, programas académicos y cátedras subvencionadas. Y aunque más de cien académicos de la UCI y de todo el mundo firmaron una declaración en la que expresaban su preocupación, pues las sanciones constituían ”una reacción exagerada masiva”[4], ya nada cambió, para su buen nombre la suerte estaba echada.
La respuesta de los medios ante la noticia de su fallecimiento ocurrida el pasado 4 de marzo ha sido discreta. Por ello destaca el panegírico que le dedicó el físico teórico Lawrence M. Krauss, en las antípodas religiosas de Ayala, a quien califica de “Gran Científico, Erudito y Caballero”, resaltando lo que Wikipedia dice de él: “Es conocido por sus investigaciones sobre genética de poblaciones y evolutiva, y se le ha llamado el «Hombre del Renacimiento de la Biología Evolutiva». Sus descubrimientos han abierto nuevas vías para la prevención y el tratamiento de enfermedades que afectan a cientos de millones de personas en todo el mundo”[5].
Profundizó en el pensamiento de Darwin
Resaltó la importancia de la aportación de Darwin, destacando lo que fue su descubrimiento fundamental: que en la naturaleza hay un proceso que es creativo aunque no sea consciente. La selección natural implica que ciertos genes y combinaciones genéticas se transmiten a las generaciones siguientes en promedio más frecuentemente que sus alternativas. La selección natural no trata de obtener tipos de organismos predeterminados, sino sólo organismos que están adaptados a sus ambientes presentes. Las variables que determinan en qué dirección irá son el ambiente, la constitución preexistente de los organismos y las mutaciones que emergen al azar. Por tanto, la selección natural es un proceso creativo que puede explicar la aparición de novedad genuina. Pero no “crea” las entidades sobre las que actúa, sino que produce combinaciones genéticas adaptativas que de otro modo no hubiesen existido.
Por ello, afirma que Darwin completó la revolución copernicana al extender a la biología la noción de la naturaleza como un sistema de materia en movimiento que la razón humana puede explicar sin recurrir a agentes extranaturales.
Este poder creativo, que Ayala defiende que existe en la naturaleza, no se refiere a una creación “absoluta”. Como él explicó tantas veces, esa creación absoluta se da en el origen del universo y queda fuera del análisis científico: “La creación u origen del universo implica una transición de la nada al ser. Un fenómeno de transición sólo se puede investigar científicamente si tenemos cierto conocimiento sobre los estados y entidades a ambos lados de la frontera. La nada, sin embargo, no es objeto de investigación o comprensión científica.”[6]
“La constitución genética de una persona puede clonarse; el individuo, no.”
Cuando se habla de clonación[7] nos podemos referir a la clonación de genes, la clonación de células o la clonación de individuos, y todos estos campos han sido objeto de estudio y de interesantes aportaciones por parte de Ayala.
La clonación humana ha estado en el punto de mira de la imaginación popular y de la ciencia ficción, pero no solamente eso, sino que, en la medida que se han producido espectaculares avances en el conocimiento y la tecnología genética, también se han sugerido utópicas propuestas científicas para mejorar la raza humana. El profesor Ayala se ha encargado de rebajar estas expectativas afirmando de forma rotunda que el genoma no es suficiente para saber lo que somos, por lo que resulta imposible la clonación humana en sentido estricto. En efecto, hay que distinguir el genotipo o genoma, la constitución genética del individuo, en contraste con su fenotipo, lo que el individuo es.
El fenotipo de una persona incluye su morfología, fisiología, comportamiento, preferencias, valores morales, preferencias estéticas, creencias religiosas y, en general, todos los rasgos de su cultura adquiridos por imitación, aprendizaje o de cualquier otra manera, y que son parte de la evolución cultural. Y esto significa que el genotipo de esa persona tiene un número ilimitado, prácticamente infinito, de experiencias posibles. Está claro que el genotipo influye en lo que el individuo es, pero es algo igualmente claro que no lo determina en un sentido estricto. Las experiencias de un individuo humano a través de toda su vida, conscientes o no, influyen en lo que el individuo resulta ser. Por tanto, no hay razón alguna para esperar que los genomas de individuos con atributos excelentes produzcan, al ser clonados, individuos igualmente dotados de virtud o inteligencia. Genomas idénticos producen, en entornos diferentes, individuos que pueden ser muy distintos.
Es importante señalar que la tecnología de la clonación, la clonación del genoma, aún no se ha desarrollado hasta el punto de hacer posible la producción de un individuo humano sano, mediante clonación. Pero lo verdaderamente importante es que el individuo producido por clonación sería una persona muy diferente de aquella cuyo genotipo se clona.
La moralidad es un rasgo humano único
Darwin ya sostuvo que el sentido moral o conciencia es la diferencia más importante entre los humanos y los demás animales. Sin duda, es la doble faceta de filósofo y genetista lo que ha permitido a Ayala profundizar en la idea y proponer la capacidad ética como un atributo necesario de la naturaleza humana.
En primer lugar, Ayala define el comportamiento moral como “las acciones de una persona que tiene en cuenta de forma comprensiva el impacto que las acciones tienen en los demás.”[8] Y considera que la cuestión de si el comportamiento ético está determinado biológicamente puede referirse tanto a la capacidad para la ética (es decir, la propensión a juzgar las acciones humanas como correctas o incorrectas), como a las normas morales aceptadas por los seres humanos para guiar sus acciones. Para afirmar que la capacidad ética es un atributo necesario de la naturaleza humana, mientras que las normas morales son producto de la evolución cultural, no de la biológica.
Según Ayala, los seres humanos tienen sentido moral porque su constitución biológica determina la presencia de tres condiciones necesarias para el comportamiento ético: la capacidad de prever las consecuencias de las propias acciones, la capacidad de emitir juicios de valor y la capacidad de elegir entre cursos de acción alternativos. Estas capacidades derivan del elevado grado de inteligencia alcanzado por el ser humano en su proceso evolutivo. El comportamiento ético surgió en la evolución no porque sea adaptativo en sí mismo, sino como consecuencia necesaria de las eminentes capacidades intelectuales del hombre, y éstas sí que son un atributo directamente promovido por la selección natural. En efecto, el desarrollo de las capacidades intelectuales avanzadas se vio favorecido por la selección natural, porque la construcción y el uso de herramientas mejoraron la posición estratégica de nuestros antepasados bípedos, una vez liberadas las extremidades anteriores para la función locomotora.
El ser humano es Homo moralis porque es Homo rationalis. La capacidad de anticipar las consecuencias de los propios actos está estrechamente relacionada con la capacidad de establecer la conexión entre medios y fines; es decir, de ver un medio precisamente como un medio, como algo que sirve a un fin o propósito concreto. Esta capacidad de establecer la conexión entre los medios y sus fines requiere la capacidad de anticipar el futuro y de formarse imágenes mentales de realidades no presentes o incluso no existentes. La capacidad de establecer la conexión entre medios y fines resulta ser la capacidad intelectual fundamental que ha hecho posible el desarrollo de la cultura y la tecnología humanas.
Esta capacidad para la ética es el resultado de una evolución gradual, pero es un atributo que sólo existe cuando las capacidades intelectuales alcanzan un grado avanzado tal que la formación de conceptos abstractos y la anticipación del futuro son posibles, sin que seamos capaces de determinar cuándo se cruzó este umbral. Aunque sí que sabemos que fenómenos semejantes se dan en otros desarrollos evolutivos, por ejemplo: en los orígenes de la vida o la pluricelularidad; y también en el mundo físico, como es la transición del agua, que a los 100°C comienza la ebullición y el paso de líquido a gas se inicia de repente.
Corroborando su idea, Ayala cita al destacado psicólogo Steven Pinker cuando escribe que “la moralidad no es un tema cualquiera de la psicología, sino que está cerca de nuestra conexión con el sentido de la vida. La bondad moral es lo que nos da a cada uno de nosotros la sensación de que somos seres humanos dignos.”[9]
Su legado permanecerá
Su nombre ya no luce en la entrada de la que fue su Escuela, pero sus descubrimientos seguirán beneficiando a millones de personas y sus enseñanzas permanecerán, nos ha hecho ver la diferencia de ser humanos.
Manuel Ribes
Instituto Ciencias de la Vida
Italia prohíbe los alimentos sintéticos, incluida la carne cultivada
El pasado día 29 de marzo el Gobierno italiano anunciaba la promulgación de un proyecto legislativo para prohibir la producción y comercialización de los alimentos sintéticos, como la carne cultivada. ¿Argumento? La falta de estudios científicos sobre los mismos y las desigualdades que podrían ocasionar a nivel nutricional.
Francesco Lollobrigida, ministro de Agricultura, en una rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros decía “Queremos proteger la salud pública y evitar el desempleo. Existe un riesgo de injusticia social con los alimentos sintéticos, con una sociedad en la que los ricos comen bien y los pobres no”.
El responsable de la cartera de Agricultura compareció junto al ministro de Sanidad italiano, Orazio Schillaci, tras el encuentro entre los miembros del Ejecutivo, para explicar las razones que han motivado la aprobación de este proyecto legislativo.
“Italia dice no a los alimentos sintéticos y a la carne sintética”, zanjó el ministro tras celebrar que el texto aprobado es “pionero” en el mundo ya que sanciona “la producción, comercialización e importación” de estos productos.
El ministro de Sanidad argumentó que la decisión se ha tomado como una manera de “salvaguardar” el patrimonio y la cultura agroalimentaria del país, “basada en la dieta mediterránea”. “La ley contra los alimentos sintéticos es significativa: se basa en el principio de precaución”
De hecho, decenas de personas convocadas por Coldiretti, la mayor asociación de ganaderos y agricultores del país, aplaudieron la aprobación del texto frente a la sede del Ejecutivo, en Roma.
Jesús Domingo Martínez
Y, ¿qué nos dice el Señor Resucitado?
“He muerto por ti; resucita tú por Mí. No te des por vencido jamás en tu lucha por hacer el bien, por amarme, por amar a los demás.
He resucitado, he vencido la muerte y el pecado, por ti; muere tú ahora al pecado por Mí, y vencerás la muerte conmigo.
He muerto por amor a ti, resucita tú por amor a Mí, y dame la alegría de perdonarte tus pecados, de abrazarte, de acogerte en mi amor, como el padre del hijo pródigo.
He resucitado para decirte que te amo. Muere al pecado, y dime que me amas.
¡Tengo sed! Clamé en la Cruz pidiéndote una limosna de amor. Dime tú ahora, ¡tengo sed! Y Yo calmaré tu sed de amor, de vida eterna”.
La Resurrección de Cristo, Dios hecho hombre, es la luz que ilumina todas las tinieblas del mundo. El hombre se arranca a veces los ojos para no verla; para seguir caminando en la estrechez de miras a la que alcanza su pobre corazón. La Cruz ha sido la manifestación mayor de amor de Dios a los hombres. La resurrección es la Luz que hace posible que el hombre comprenda ese Amor.
La Resurrección de Cristo ha sido, y es, el acontecimiento, el único acontecimiento, que marca un antes y un después en la historia del mundo, en todo el vivir de los hombres sobre este pequeño planeta llamado Tierra. Cristo ha resucitado. El tiempo de la muerte ha sido asumido en la Eternidad del Resucitado. La Resurrección, además de esperanza, da al hombre la capacidad de ser creativo, de hacer germinar los mejores tesoros que el Creador ha sembrado en la creación.
Jesús Martínez Madrid
El modo más complicado de venirse abajo
Pero quizá el modo más complicado de venirse abajo es el de quienes alimentan su propio venirse abajo para huir de sí mismos. Trataré de explicarme, porque es algo enmarañado. Uno de los grandes temores del hombre, y de la mujer, es el de quedar mal, el de fracasar y, sobre todo, delante de los demás mortales. Ante los errores caben varios caminos: el más normal, el de personas cuerdas, que suelen venirse abajo con bastante menos frecuencia, es el de reconocerlo, pedir perdón si es el caso, y poner los medios para cambiar las perspectivas de su vivir, y remediar lo que sea preciso, sin avergonzarse ni darle más importancia al asunto.
Y el menos normal, y el peor y más ficticio de todo, el de no pocos "aprendices de superhombres", a lo Nietzsche, quienes, para quedarse tranquilos y no enfrentarse con la debilidad de su voluntad, con la herida provocada por un fracaso, una humillación; se refugian en el venirse abajo con el único fin de no reconocer su error, o su pecado.
De otro lado, todos sabemos de tantas personas, amigas y conocidas, que son débiles como todo el mundo, frágiles, cometen errores, sonríen y lloran como cualquier mortal, y que no se vienen abajo nunca; y ni ellas mismas se lo creen. En ocasiones se tambalean, flaquean, y están a punto de desmoronarse, invadidas por las ganas de encerrarse en su habitación y llorar sus penas; y al final, quedan en pie.
Hombres y mujeres que soportan con una sonrisa serena las enfermedades propias, las de sus hijos, las de sus padres; que llevan con una tranquilidad de ánimo verdaderamente encomiable hasta la propia ruina, o descalabros notables que a diario ocurren a su alrededor. Al pensar en ellos, tengo ganas de agradecer a Dios que nos ha hecho "para estar en pie" y nos da fuerza para levantarnos, también después de venirnos debajo de verdad.
Pedro García
La figura de la madre está reconocida en la mayoría de las sociedades de este mundo globalizado. Sin duda, una madre es una fuente de seguridad para sus hijos, pero la relación que existe entre ellos debería completarse con la función del padre. Estudios de psicólogos y educadores muestran que la figura paterna es necesaria para el buen desarrollo psicológico de los hijos. La presencia del padre en la vida de sus hijos se hace más necesaria cuando éstos son pequeños, ya que el padre ejerce en sus vidas un papel clave en su desarrollo cognitivo, social y emocional.
Ante esta cuestión, en el libro “La diferencia prohibida” de Tony Anatrella, experto en psiquiatría social, se menciona que la devaluación del papel del padre tiene grandes consecuencias sobre la estructuración psíquica de las personas y sobre la sociedad: debilitamiento de la imagen masculina, aumento de las conductas adictivas, pérdida del sentido de los límites (toxicomanías, bulimia/anorexia, prácticas sexuales reaccionales), dificultades para socializarse, etc. Por ello, el padre debe implicarse en la crianza y educación de sus hijos, de forma activa y positiva, en todas las etapas de su desarrollo.
¿Por qué se ha llegado a admitir la cancelación del padre en nuestra sociedad? Se puede decir, que hoy en día, la legislación y los medios de comunicación presentan o proporcionan una imagen estereotipada de la figura paterna. Además, actualmente se piensa que el que nace hombre va a desarrollar “conductas machistas” o de “maltrato”. Por otro lado, como las técnicas de reproducción asistida permiten prescindir de una pareja masculina, por lo que los hijos dependen principalmente de la decisión de la madre, y al hombre se le considera un ser imprescindible. Ante este panorama cultural algunas mujeres se preguntan ¿Para qué queremos a los hombres?
Es una realidad, el qué en la mayor parte de las series televisivas, se presenta al padre como un individuo incapaz de posicionarse correctamente en su tarea educativa, de ocuparse de sus hijos adolescentes, aún menos de divulgar las exigencias necesarias a la vida en sociedad e incluso de reprender cuando es necesario.
José Morales Martín
Rodrigo Martínez: “La enseñanza religiosa escolar tiene el desafío de fortalecer su identidad”
En esta entrevista con Omnes, Rodrigo Martínez, presidente de la Junta Regional de Educación Católica del obispado de San Isidro (Argentina) subraya cómo la enseñanza religiosa escolar necesita una reflexión amplia sobre la religiosidad popular y una formación en la materia y en la didáctica del profesorado para responder a los retos actuales de la enseñanza.
Maria José Atienza·19 de abril de 2023·Tiempo de lectura: 6 minutos
Rodrigo Martínez, presidente de la Junta Regional de Educación Católica del obispado de San Isidro, en Argentina.
RELACIONADAS¿Religión en la escuela pública? ¡Sí, gracias!José María de Moya: “El profesor de Religión de la escuela pública es un héroe”
Rodrigo Martínez será uno de los ponentes del Encuentro Iberoamericano de Profesores de Humanidades que se celebrará en Madrid entre los días 6 y 7 de mayo, impulsado por Siena Educación.
Profesores de las áreas de Religión, Historia, Filosofía o Literatura tienen una cita en este encuentro que aunará ponencias, conferencias, talleres y visitas culturales de alto nivel y dirigido a docentes de España y América Latina.
Este Encuentro toma el testigo, ampliado, del I Encuentro Iberoamericano de profesores de religión, realizado el año pasado y que tuvo una excelente acogida y participación.
Rodrigo Martínez preside de la Junta Regional de Educación Católica del obispado de San Isidro (Argentina) y, desde hace años, estudia la presencia de la enseñanza religiosa en el ámbito de las escuelas públicas o de gestión estatal en América Latina.
Este es, de hecho, el tema de su presentación en el Encuentro de Humanidades. En esta entrevista con Omnes, Martínez subraya cómo la enseñanza religiosa escolar necesita una reflexión amplia sobre la religiosidad popular y una formación en la materia y en la didáctica del profesorado para responder a los retos actuales de la enseñanza.
En América Latina el panorama de la enseñanza religiosa escolar es diversos según los países. ¿Podría dibujar un mapa de la enseñanza de Religión en la actualidad?
–La primera distinción que hay que hacer en relación a la presencia de la enseñanza de la religión en la escuela hay que verla entre aquellos países que tienen la posibilidad, en sus legislaciones, de que la enseñanza religiosa se pueda impartir en las escuelas públicas o de gestión estatal y en aquellos que no la permiten.
En los países de tradición hispana o portuguesa de América Latina, tenemos diez casos en los que está habilitada la enseñanza religiosa en la escuela de gestión estatal en alguno de los modelos y otros diez que no.
Entre los que sí tienen esta enseñanza en la escuela pública, el modelo que parece prevalecer es el modelo pluriconfesional. En este modelo, el estado habilita un número de confesiones religiosas para que puedan hacer sus programaciones y formar a sus profesores para la enseñanza religiosa escolar. Es el modelo, por ejemplo, que encontramos en Chile, Colombia, o Brasil.
Es cierto que, en la práctica, la enseñanza religiosa escolar se reduce, muchas veces a la católica; en algunos lugares, católica y evangélica y no hay experiencia con otras religiones, aunque, por ejemplo, como ocurre en Chile, la legislación contempla un número muy elevado de religiones que podrían brindar la enseñanza religiosa.
Desde algunos ámbitos, más críticos con la presencia de enseñanza religiosa, se habla de un modelo no confesional, que presenta el fenómeno religioso como un hecho cultural, que hay que estudiar por su importancia cultural, etc., pero, en la práctica ese modelo apenas tiene presencia en la región. Quizás, Bolivia tiende un poco a este tipo, pero no parece que tenga mucho arraigo en América latina.
Por otra parte, el modelo católico como única opción, apenas existe, sólo en Perú. La mayoría de los países optan por modelos pluriconfesionales, de raíz cristiana como hemos visto.
¿Cómo se definen, en estos países, las confesiones a las que se habilita? ¿Se hace en relación a su presencia en la sociedad?
–Generalmente, estos países tienen tradición católica. Ése era el modelo que prevalecía. Más tarde, a través de sucesivas reformas de las legislaciones educativas habilita la presencia de otras confesiones religiosas. En el caso de Colombia, por ejemplo, la ley habla de la confesión cristiana católica y cristianas no católicas. En Brasil, donde las denominaciones evangélicas son más fuertes, aparecen más detalladas. Pero en general, no se realiza esta puntualización basada en el porcentaje de presencia.
En el caso de los países de América Latina. ¿Hay estabilidad en sus legislaciones educativas?
–Los modelos que encontramos ahora en cada país son fruto de las reformas sucesivas, aunque es cierto que no se han experimentado grandes cambios en los últimos años. Ha habido variaciones quizás relativas a los diseños curriculares, etc.
Por otro lado, en algunos países, sí se ha vivido la presentación de recursos, por parte de algún movimiento político o asociación civil para eliminar la enseñanza religiosa del currículo escolar. En relación a los resultados de este tipo de acciones hemos visto tres consecuencias diferentes.
En Argentina existe un sistema federal, en el que cada provincia determina su sistema educativo; antes, había dos provincias que impartían enseñanza religiosa en la escuela pública: Salta y Tucumán. En Salta hubo una presentación en contra de esta presencia de la enseñanza religiosa en la escuela de gestión estatal que llegó a la corte suprema de la nación y se eliminó la enseñanza religiosa en la escuela pública en la forma que se planteaba: de corte confesional y católico. Tras el recurso pasó a habilitarse fuera del horario escolar. Ahora sólo queda una provincia con esta posibilidad, Tucumán.
En el caso de Brasil hubo una iniciativa del estilo. En este caso, la presentación de un recurso para que la enseñanza de la Religión no fuera confesional. En este caso, la corte de Brasil avaló la constitucionalidad de que la enseñanza religiosa sea confesional.
El tercer caso lo encontramos en Costa Rica donde hubo una presentación, también sobre la confesionalidad, que surgió en relación a la formación del profesorado de Religión, que era potestad exclusiva de la Iglesia católica. Ante este recurso, el tribunal superior falló que podía haber otro tipo de formación, por lo que la enseñanza religiosa escolar dejaba de ser exclusivamente católica. Eso derivó en una reforma del plan de estudios hacia un modelo que podríamos llamar ecléctico.
Lo que vemos es que la cuestión se centra, principalmente, en la confesionalidad, por eso los modelos pluriconfesional o interconfesional pueden ser un camino para seguir sosteniendo el espacio de la enseñanza religiosa en la escuela estatal.
¿Cómo se atiende a la formación del profesorado de Religión en estos países?¿Cuáles son sus desafíos?
–El panorama es diverso. En los modelos confesionales o pluriconfesionales suele darse a la confesión religiosa la potestad de la formación. En este campo, la Iglesia católica, por su larga tradición en esta tarea, posee muchos mas recursos para la formación de profesores.
Pensando en los desafíos de la formación de este profesorado creo que,-hablando del modelo donde existe enseñanza religiosa en la escuela estatal- estos retos se centrar, sobre todo, en conseguir una formación acorde a la identidad de esta disciplina escolar. Una formación que posea claridad conceptual de lo que es la enseñanza de la religión la capacidad de presentarla a unos alumnos, de los que no tenemos que presuponer que son católicos.
En América Latina tenemos una mayoría de bautizados, pero eso no significa que conozcan su fe. En el caos de la religión, aun más porque hablamos de unos conocimientos que no suponen la fe, pero pueden despertarla. Esto sería muy interesante, saber transmitir y presentar los conocimientos de la religión católica de tal modo que aquel alumno que tiene fe, mediante la asignatura pueda fortalecer su fe; que quien está en búsqueda pueda cuestionarse y quizás encontrar una respuesta y aquellos no tienen fe puedan contrastar su postura con la mirada de la Iglesia.
En un mundo podríamos llamar post-secular, ¿qué aporta la enseñanza religiosa en el ámbito de la escuela?
–El concepto post-secular nace a finales del XIX donde se promulgaba el fin de las religiones. Un momento que coincide con el nacimiento de los sistemas legales propios en muchos países de Latinoamerica.
La historia nos confirma que la religión no desaparece. Estamos en un mundo que es religioso, la religión sigue, de hecho, estando presente, aunque quizás de otra manera. Por eso pongo el acento en esta necesidad de descubrir de qué modo se presenta ahora este anhelo de religiosidad.
En América Latina, por ejemplo, yo echo en falta una reflexión, en todo el currículo de la enseñanza de la religión escolar, de lo que significa la religiosidad popular. La religiosidad popular en América Latina es un elemento muy fuerte y parece que no entra en estos planes de estudio. Creo que ése puede ser un camino para descubrir algunas realidades que conforman esa identidad religiosa que tiene el ser humano. En el caso de América Latina, el pueblo latinoamericano mas allá de la secularización que existe, convive con esas expresiones religiosas populares: personas que no son practicantes en el sentido estricto pero que tienen sus devociones, tradiciones, que sigue bautizando a sus hijos, por ejemplo. El otro camino es descubrir el valor de la religión para la convivencia en el mundo de hoy.
La apertura al diálogo intercultural e interreligioso es, en la actualidad, un reto urgente, porque ayuda a la convivencia a la fraternidad y este es un valor intrínseco de la religión católica y que constituye, frente a los estados, un argumento de fuerza.
Más allá de las “discusiones teóricas” en el día a día, la gente sigue buscando respuestas religiosas, a veces en filosofías o en supersticiones, pero sigue en búsqueda. La enseñanza de la Religión puede ser, en este contexto, un camino natural para encontrar las respuestas.
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