Las Noticias de hoy 2 Enero 2023

Enviado por adminideas el Lun, 02/01/2023 - 12:11

Los 25 mensajes para la historia de Benedicto XVI en la JMJ de Madrid

Ideas Claras

DE INTERES PARA HOY    lunes, 02 de enero de 2023     

Indice:

ROME REPORTS

La gratitud del Papa con Benedicto XVI: Sólo Dios conoce sus sacrificios

Especial sobre Benedicto XVI

«Adiós a Benedicto XVI». Comunicado de la Oficina de Prensa del Vaticano

Mons. Ocáriz: “Demos gracias a Dios por Benedicto XVI, un humilde trabajador de la viña del Señor”

La vida de Benedicto XVI: biografía del Papa emérito

Se hace público el testamento espiritual de Benedicto XVI: «¡Manteneos firmes en la fe!»

INVOCAR AL SALVADOR : Francisco Fernandez Carbajal

Evangelio del 2 de enero: la eficacia de ser voz

“Os apoyaréis unos a otros” : San Josemaria

¿Qué pasó en Belén? Respuestas a las preguntas habituales sobre la Navidad

¿Creo en Dios, Uno y Trino?

Relativismo en el Magisterio de la Iglesia : +Cardenal Joseph Ratzinger

El amor romántico, como renuncia y sacrificio: ¿Qué opinan los y las jóvenes? : Esperanza Bosch Fiol, Raquel Herrezuelo, Victoria A. Ferrer Pérez

Fiesta Sagrada Familia 2022 : Josefa Romo Garlito

Los momentos claves del pontificado de Benedicto XVI : Giovanni Tridente

Benedicto XVI. El Papa emérito : Jorge Hernández Mollar

Pretende remodelar la familia y la escuela : Pedro García

Pero los cristianos, nosotros : JD Mez Madrid

Un verdadero despropósito : José Morales Martín

Un año agrario adverso para el campo español : Jesús Domingo Martínez

El valor de la vejez : Don Ramiro Pellitero Iglesias

 

 

ROME REPORTS

 

La gratitud del Papa con Benedicto XVI: Sólo Dios conoce sus sacrificios

La tarde de este sábado, 31 de diciembre, el Santo Padre presidió la Celebración de las Primeras Vísperas de la solemnidad de Santa María Madre de Dios y Te Deum de acción de gracias por el año que concluye y recordó al Papa emérito quien falleció esta mañana: “Con emoción recordamos su persona tan noble, tan gentil. Y sentimos tanta gratitud en el corazón: gratitud a Dios por haberle dado a la Iglesia y al mundo”.

 

Renato Martinez – Ciudad del Vaticano

“No pasemos deprisa, detengámonos a contemplar y meditar, pues aquí está una parte esencial del misterio de la salvación. Y tratemos de aprender el ‘método’ de Dios, su respeto infinito, su ‘bondad’ por así decirlo, porque en la maternidad divina de la Virgen está el camino hacia un mundo más humano”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía en la Celebración de las Primeras Vísperas de la solemnidad de Santa María Madre de Dios y Te Deum de acción de gracias por el año que concluye, este sábado 31 de diciembre, en la Basílica de San Pedro en el Vaticano.

El camino de Dios para la salvación

En su homilía, el Santo Padre señaló que, en la plenitud de los tiempos, Dios se hizo hombre, no vino al mundo precipitándose desde el cielo; nació de María. No nació en una mujer, sino de una mujer. Esto es esencialmente diferente: significa que Dios quiso tomar carne de ella. No la utilizó, sino que le pidió su "sí", su consentimiento. Y con ella inició el lento camino de la gestación de una humanidad libre de pecado y llena de gracia y de verdad, llena de amor y de fidelidad.

“Este es el camino que Dios ha elegido para entrar en el mundo y en la historia, este es el camino. Y este camino es esencial, tan esencial como el hecho mismo de que haya venido. La maternidad divina de María -la maternidad virginal, la virginidad fecunda- es el camino que revela el respeto extremo de Dios por nuestra libertad. Quien nos creó sin nosotros no quiere salvarnos sin nosotros (cf. San Agustín, Sermo CLXIX, 13)”.

Este modo suyo de venir a salvarnos es el camino por el que también nos invita a seguirle, a continuar junto a Él tejiendo la humanidad nueva, libre y reconciliada. Es un estilo, una forma de relacionarnos de la que derivan las muchas virtudes humanas de la buena y digna convivencia. Una de estas virtudes es la bondad, como forma de vida que fomenta la fraternidad y la amistad social.

Gratitud al Papa emérito Benedicto XVI

Y hablando de bondad, indicó el Papa Francisco, en este momento, nuestro pensamiento se dirige espontáneamente a nuestro queridísimo Papa emérito Benedicto XVI, que nos ha dejado esta mañana.

“Con emoción recordamos su persona tan noble, tan gentil. Y sentimos tanta gratitud en el corazón: gratitud a Dios por haberle dado a la Iglesia y al mundo; gratitud a él, por todo el bien que ha realizado, y especialmente por su testimonio de fe y de oración, sobre todo en estos últimos años de su vida retirada. Sólo Dios conoce el valor y la fuerza de su intercesión, de sus sacrificios ofrecidos por el bien de la Iglesia”.

La bondad también como una virtud cívica

Por ello, esta tarde el Santo Padre volvió a proponer la bondad también como virtud cívica, pensando en particular en nuestra diócesis de Roma. La bondad es un factor importante de la cultura del diálogo, y el diálogo es indispensable si queremos vivir en paz, como hermanos, que no siempre se llevan bien -es normal- pero que, sin embargo, hablan entre sí, se escuchan e intentan comprenderse y encontrarse.

“Basta pensar "qué sería del mundo sin el diálogo paciente de tantas personas generosas que han mantenido unidas a familias y comunidades". El diálogo persistente y valiente no aparece en los titulares como los enfrentamientos y los conflictos, y sin embargo ayuda discretamente al mundo a vivir mejor" (ibíd., 198). La bondad forma parte del diálogo. No es sólo una cuestión de "etiqueta"; no es una cuestión de "etiqueta", de formas galantes... No, no es esto a lo que nos referimos al hablar de cortesía. En cambio, es una virtud que hay que recuperar y ejercitar cada día, para ir contracorriente y humanizar nuestras sociedades”.

Ante el individualismo es posible elegir la bondad

De hecho, el Papa Francisco señaló que, los daños del individualismo consumista están a la vista de todos. Y el daño más grave es que los demás, las personas que nos rodean, se perciben como obstáculos para nuestra tranquilidad, para nuestra comodidad. Otros nos "incomodan", nos molestan, nos quitan tiempo y recursos para hacer lo que nos gusta.

“Las sociedades individualistas y consumistas tienden a ser agresivas, porque los demás son competidores con los que hay que competir (cf. ibíd., 222). Y, sin embargo, dentro de estas mismas sociedades nuestras, e incluso en las situaciones más difíciles, hay personas que demuestran que ‘todavía es posible elegir la bondad’ y así, con su estilo de vida, se convierten en estrellas en medio de la oscuridad”.

La bondad una actitud benévola

Y citando a San Pablo, en la Carta a los Gálatas, el Santo Padre dijo que este texto habla de los frutos del Espíritu Santo, y entre ellos menciona uno con la palabra griega chrestotes (cf. 5,22). Esto es lo que podemos entender por "bondad":

“Una actitud benévola, que apoya y reconforta a los demás evitando toda dureza y aspereza. Modo de tratar al prójimo, cuidando de no herir con palabras o gestos; procurando aligerar las cargas de los demás, animar, consolar, confortar; sin humillar, mortificar o despreciar nunca”.

Un antídoto contra algunas patologías de nuestras sociedades

La bondad, también indicó el Papa Francisco es un antídoto contra la crueldad, que desgraciadamente puede introducirse como un veneno en el corazón e intoxicar las relaciones; contra la ansiedad distraída y el frenesí que nos hacen centrarnos en nosotros mismos y cerrarnos a los demás (cf. ibíd., 224).

“Estas ‘enfermedades’ de nuestra vida cotidiana nos vuelven agresivos e incapaces de pedir ‘permiso’, o ‘perdón’, o simplemente decir ‘gracias’. Y así, cuando en la calle, o en una tienda, o en una oficina nos encontramos con una persona amable, nos asombramos, nos parece un pequeño milagro, porque desgraciadamente la amabilidad ya no es muy común. Pero, gracias a Dios, todavía hay personas amables, que saben dejar de lado sus propias preocupaciones para prestar atención a los demás, regalar una sonrisa, una palabra de ánimo, escuchar a alguien que necesita confiar, desahogarse”.

Tratemos de aprender el ‘método’ de Dios

Finalmente, el Santo Padre dijo que, viendo el icono de la Virgen Madre, dejémonos asombrar por la elección de Dios, que podría haber aparecido en el mundo de mil maneras mostrando su poder, y en cambio quiso ser concebido con plena libertad en el seno de María, quiso ser formado durante nueve meses como cualquier niño, y finalmente nacer de ella, nacer como mujer.

“No pasemos deprisa, detengámonos a contemplar y meditar, pues aquí está una parte esencial del misterio de la salvación. Y tratemos de aprender el ‘método’ de Dios, su respeto infinito, su ‘bondad’ por así decirlo, porque en la maternidad divina de la Virgen está el camino hacia un mundo más humano”.

 

Especial sobre Benedicto XVI

Página especial sobre el Romano Pontífice Emérito, con libros electrónicos de su Magisterio, y otros contenidos con los que queremos agradecer su dedicación y cariño. El Papa emérito, de 95 años, ha fallecido este sábado, 31 de diciembre, a las 9:34 horas, en el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano.

31/12/2022

El Papa emérito, de 95 años, ha fallecido este sábado, 31 de diciembre, a las 9:34 horas, en el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano.

1. Página del Vaticano sobre Benedicto XVI, con todo el Magisterio de su pontificado.

2. Mons. Ocáriz: “Demos gracias a Dios por Benedicto XVI, un humilde trabajador de la viña del Señor” 

El prelado del Opus Dei colaboró con el cardenal Ratzinger desde que, en 1986, fue nombrado consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En este artículo, Mons. Fernando Ocáriz recuerda la figura del difunto Papa emérito.

3. Libros electrónicos gratuitos.

4. #GraciasBenedicto (2013) "Hemos vivido una aventura juntos". Así se dirigió Benedicto XVI a los jóvenes de la JMJ de Madrid 2011 tras la fuerte tormenta que cayó en la Vigilia de oración. Como una gran aventura hemos vivido su pontificado, por el que le damos gracias con este sencillo homenaje.

5. Benedicto XVI en 10 frases. Artículo escrito por D. Pablo Blanco (2009).

6. El Aplauso Más Largo, para el Papa (2013). Más de 400 vídeos que suman más de 180 minutos de aplausos de todo el mundo como muestra de cariño a Benedicto XVI.

7. Textos, por orden cronológico, de Benedicto XVI (Card. Ratzinger) sobre San Josemaría y el Opus Dei.

 

 

«Adiós a Benedicto XVI». Comunicado de la Oficina de Prensa del Vaticano

El Papa emérito, de 95 años, falleció este sábado, 31 de diciembre, a las 9:34 horas, en el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano.

31/12/2022

Benedicto XVI ha vuelto a la Casa del Padre. La Oficina de Prensa del Vaticano ha anunciado hace unos minutos que el fallecimiento se ha producido a las 9:34 horas, en la residencia del Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano, que el Papa emérito, de 95 años, había elegido como residencia tras renunciar al ministerio petrino en 2013.

“Con pesar doy a conocer que el Papa emérito Benedicto XVI ha fallecido hoy a las 9:34 horas en el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano. Apenas sea posible se proporcionará mayor información”, se lee en la nota de prensa del Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, dada a conocer esta mañana.

El deterioro de las condiciones

Desde hacía ya varios días el estado de salud del Papa emérito había ido empeorando debido al avance de la edad, tal y como había informado la Oficina de Prensa actualizando la evolución de la situación.

El propio Papa Francisco había querido compartir públicamente la noticia sobre el empeoramiento del estado de salud de su predecesor al final de la última audiencia general del año, el pasado 28 de diciembre, cuando invitó a rezar por el Papa emérito, "muy enfermo", para que el Señor le consuele y le sostenga "en este testimonio de amor a la Iglesia hasta el final". Y en todos los continentes se multiplicaron inmediatamente las iniciativas de oración con mensajes de solidaridad y cercanía también desde el mundo no eclesial.

 

Mons. Ocáriz: “Demos gracias a Dios por Benedicto XVI, un humilde trabajador de la viña del Señor”

El prelado del Opus Dei colaboró con el cardenal Ratzinger desde que, en 1986, fue nombrado consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe. En este artículo, Mons. Fernando Ocáriz recuerda la figura del difunto Papa emérito.

31/12/2022

Con el fallecimiento de Benedicto XVI nos deja un sacerdote, un teólogo, un obispo, un cardenal y un Papa que se veía a sí mismo como “un humilde trabajador de la viña del Señor”. Junto al dolor, es natural que demos gracias a Dios por su vida y sus enseñanzas. La última lección del pontífice alemán ha sido la discreción y sobriedad con que ha vivido desde 2013, en actitud de oración.

Desde que le conocí personalmente en 1986, cuando comencé a colaborar como consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe, me llamó la atención su disponibilidad para escuchar a todos. Tuve la oportunidad de estar a solas con él en bastantes ocasiones, tanto por asuntos de la Congregación como por otras cuestiones. En esos encuentros nunca era él quien daba por terminada la conversación, o hacía notar que le esperaban otros asuntos. Edificaba percibir la gran consideración que le merecían las opiniones de los demás, aunque en ocasiones fueran distintas a las suyas. Se le podían exponer con toda tranquilidad pareceres contrarios y no se molestaba, a pesar de que vinieran de un interlocutor de menor edad, preparación o experiencia. Lo que realmente le importaba era la verdad; así llevaba grabada en su lema episcopal unas palabras de san Juan: Cooperatores veritatis (3 Juan, v. 8).

Era ejemplar su amor a la Iglesia y al Papa, que iba más allá de lo afectivo. Recuerdo, por ejemplo, cuando Mons. Lefebvre aceptó lo que se le propuso y poco después se echó para atrás. Ante este hecho, al cardenal Ratzinger le salió del alma exclamar con pena: “¡Cómo no se dan cuenta de que sin el Papa no son nada!”.

Su humildad y su amor al Señor le hicieron capaz de responder con un “sí” a lo que el Señor y la Iglesia le pedían. Es conocido que, en varias ocasiones, presentó su renuncia a san Juan Pablo II, para que lo sustituyera por otra persona más joven y con más vitalidad física. Ante la petición del Papa de que siguiera en el cargo, el cardenal Ratzinger no dudó.

Al poco de ser elegido para la sede de Pedro, contó que cuando falleció san Juan Pablo II pensó que ya podría retirarse a su Alemania natal para dedicarse a la oración y al estudio. Pero el Señor tenía otros planes, y tuvo que escuchar, referidas a sí mismo, las palabras del capítulo 21 del evangelio de san Juan: “Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras”.

De la misma manera, supo hacerse a un lado cuando, en la presencia de Dios, vio que ya no podría ejercer de manera adecuada las exigentes responsabilidades que conlleva la misión de sucesor de Pedro. Como todos, recibí la noticia de su renuncia con una mezcla de pena y de cariño hacia este gran sucesor de san Pedro. En los últimos meses se veía cómo iban disminuyendo sus fuerzas físicas, pero no así su lucidez mental y su serenidad de espíritu, su sencillez y su amabilidad.

Ese saber desaparecer, sirviendo a la Iglesia con su oración silenciosa, ha sido la nota característica de estos últimos años después de su renuncia. He tenido la oportunidad de visitarle en algunas ocasiones en su residencia en los jardines vaticanos: se le notaba interesado por los demás y centrado en la oración. Como él mismo dijo, se sentía un peregrino en camino a la casa del Padre, hacia el abrazo de Cristo, objeto de su amor y de sus largos años de estudio.

En sus casi ocho años de pontificado, Benedicto XVI nos ha dejado un gran patrimonio espiritual y doctrinal, formado por las encíclicas, Deus caritas est, Spe salvi, Caritas in veritate; además de abundantes exhortaciones apostólicas y homilías. Es enormemente rico el magisterio realizado a través de las audiencias de los miércoles, como el referido a la Iglesia, a los Apóstoles y a los Padres de la Iglesia, o el ciclo de audiencias sobre la oración, que constituye un tratado de gran belleza y profundidad sobre el diálogo con Dios.

Toda su vida podría recapitularse en una preciosa frase que pronunció en la misa de inicio de su ministerio petrino: “No hay nada más bello que dejarse alcanzar por el Evangelio, por Cristo”. Para él, la felicidad “tiene un nombre, tiene un rostro: el de Jesús de Nazaret, oculto en la Eucaristía”.

Benedicto XVI condujo la barca de la Iglesia por el mar de la historia con los ojos puestos en Jesucristo, en los “días de sol y de brisa suave, días en los que la pesca ha sido abundante y momentos en los que las aguas se agitaban, el viento era contrario, y el Señor parecía dormir”. Pero sabía que la barca era de Cristo.

Benedicto XVI ha sido “una de esas luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo orientación para nuestras vidas”, como tan bellamente expresaba en la encíclica Spe Salvi.

Su trabajo en la viña de la Iglesia le habrá hecho merecedor de las amorosas palabras de Cristo: “Ven, siervo bueno y fiel, entra en la casa de tu Señor”.

 

 

La vida de Benedicto XVI: biografía del Papa emérito

Reconocido teólogo y prelado alemán, elegido Papa de la Iglesia Católica el 19 de abril de 2005, sucesor de Juan Pablo II. La historia de vida de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, 265 Papa de la Iglesia católica, es la de un hombre que ha vivido por y para la Iglesia, sosteniéndola también con la oración, en silencio, en sus últimos años de vida.

 

Vatican News

El cardenal Joseph Ratzinger, Papa Benedicto XVI, nació en Marktl am Inn, diócesis de Passau (Alemania), el 16 de abril de 1927 (Sábado Santo), y fue bautizado ese mismo día. Su padre, comisario de la gendarmería, provenía de una antigua familia de agricultores de la Baja Baviera, de condiciones económicas más bien modestas. Su madre era hija de artesanos de Rimsting, en el lago Chiem, y antes de casarse trabajó de cocinera en varios hoteles.

Pasó su infancia y su adolescencia en Traunstein, una pequeña localidad cerca de la frontera con Austria, a treinta kilómetros de Salzburgo. En ese marco, que él mismo ha definido “mozartiano”, recibió su formación cristiana, humana y cultural.

El período de su juventud no fue fácil. La fe y la educación de su familia lo preparó para afrontar la dura experiencia de aquellos tiempos en los que el régimen nazi mantenía un clima de fuerte hostilidad contra la Iglesia católica. El joven Joseph vio como los nazis golpeaban al párroco antes de la celebración de la Santa Misa.

Precisamente en esa compleja situación, descubrió la belleza y la verdad de la fe en Cristo; para ello fue fundamental la actitud de su familia, que siempre dio un claro testimonio de bondad y esperanza, con una arraigada pertenencia a la Iglesia.

Hasta el mes de septiembre de 1944 estuvo enrolado en los servicios auxiliares antiaéreos.

De 1946 a 1951 estudió filosofía y teología en la Escuela superior de filosofía y teología de Freising y en la universidad de Munich, en Baviera.

Recibió la ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1951.

Un año después, inició su actividad como profesor en la Escuela superior de Freising.

En el año 1953 se doctoró en teología con la tesis: “Pueblo y casa de Dios en la doctrina de la Iglesia de san Agustín”. Cuatro años más tarde, bajo la dirección del conocido profesor de teología fundamental Gottlieb Söhngen, obtuvo la habilitación para la enseñanza con una disertación sobre: “La teología de la historia de san Buenaventura”.

Tras ejercer como profesor de teología dogmática y fundamental en la Escuela superior de filosofía y teología de Freising, prosiguió su actividad docente en Bona, de 1959 a 1963; en Muñiste, de 1963 a 1966; y en Tubinga, de 1966 a 1969. En este último año pasó a ser catedrático de dogmática e historia del dogma en la Universidad de Ratisbona, donde ocupó también el cargo de vicerrector de la Universidad.

De 1962 a 1965 hizo notables aportaciones al Concilio Vaticano II como “experto”; asistió como teólogo consultor del cardenal Joseph Frings, arzobispo de Colonia.

Su intensa actividad científica lo llevó a desempeñar importantes cargos al servicio de la Conferencia Episcopal Alemana y de la Comisión Teológica Internacional.

En 1972, juntamente con Hans Urs von Balthasar, Henri de Lubac y otros grandes teólogos, fundó la revista de teología “Communio”.

El 25 de marzo de 1977, el Papa Pablo VI lo nombró arzobispo de Munich y Freising. El 28 de mayo recibió la Ordenación episcopal. Fue el primer sacerdote diocesano, después de 80 años, que asumió el gobierno pastoral de la gran archidiócesis bávara. Escogió como lema episcopal: “Colaborador de la verdad” y él mismo lo explicó: “Por un lado, me parecía que expresaba la relación entre mi tarea previa como profesor y mi nueva misión. Aunque de diferentes modos, lo que estaba y seguía estando en juego era seguir la verdad, estar a su servicio. Y, por otro, escogí este lema porque en el mundo de hoy el tema de la verdad es acallado casi totalmente; pues se presenta como algo demasiado grande para el hombre y, sin embargo, si falta la verdad todo se desmorona”.

Pablo VI lo creó cardenal, con el título presbiteral de “Nuestra Señora de la Consolación en el Tiburtino”, en el consistorio del 27 de junio del mismo año.

En 1978, el Cardenal Ratzinger participó en el Cónclave, celebrado del 25 al 26 de agosto, que eligió a Juan Pablo I, el cual lo nombró su Enviado Especial al III Congreso mariológico internacional, que tuvo lugar en Guayaquil (Ecuador), del 16 al 24 de septiembre. En el mes de octubre del mismo año, participó también en el Cónclave que eligió a Juan Pablo II.

Fue Relator en la V Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos de 1980, sobre el tema: “Misión de la familia cristiana en el mundo contemporáneo” y Presidente delegado de la VI Asamblea general ordinaria, de 1983, sobre “La reconciliación y la penitencia en la misión de la Iglesia”.

Juan Pablo II lo nombró Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y Presidente de la Pontificia Comisión Bíblica y de la Comisión Teológica Internacional, el 25 de noviembre de 1981. El 15 de febrero de 1982 renunció al gobierno pastoral de la archidiócesis de Munich y Freising. El 5 de abril de 1993, lo elevó al Orden de los Obispos, asignándole la sede suburbicaria de Velletri-Segni.

Fue Presidente de la Comisión para la preparación del Catecismo de la Iglesia católica, que, después de seis años de trabajo (1986-1992), presentó al Papa el nuevo Catecismo.

Juan Pablo II, el 6 de noviembre de 1998, aprobó la elección del cardenal Ratzinger como Vicedecano del Colegio cardenalicio, realizada por los Cardenales del Orden de los Obispos. Y el 30 de noviembre de 2002, aprobó su elección como Decano; con dicho cargo le fue asignada, además, la sede suburbicaria de Ostia.

En 1999 fue Enviado Especial del Papa a las celebraciones con ocasión del XII centenario de la creación de la diócesis de Paderborn, Alemania, que tuvieron lugar el 3 de enero.

Desde el 13 de noviembre de 2000 fue Académico honorario de la Academia Pontificia de las Ciencias.

En la Curia romana, fue miembro del Consejo de la Secretaria de Estado para las Relaciones con los Estados; de las Congregaciones para las Iglesias Orientales, para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, para los Obispos, para la Evangelización de los Pueblos, para la Educación Católica, para el Clero y para las Causas de los Santos; de los Consejos pontificios para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y para la Cultura; del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica; y de las Comisiones pontificias para América Latina, “Ecclesia Dei”, para la Interpretación auténtica del Código de Derecho Canónico y para la Revisión del Código de Derecho Canónico Oriental.

Entre sus numerosas publicaciones ocupa un lugar destacado el libro: "Introducción al Cristianismo", recopilación de lecciones universitarias publicadas en 1968 sobre la profesión de fe apostólica; "Palabra en la Iglesia" (1973), antología de ensayos, predicaciones y reflexiones dedicadas a la pastoral.

Tuvo gran resonancia el discurso que pronunció ante la Academia bávara sobre el tema “¿Por qué sigo aún en la Iglesia?”, en el que, con su habitual claridad, afirmó: “Sólo en la Iglesia es posible ser cristiano y no al margen de la Iglesia”.

Sus publicaciones fueron abundantes a lo largo de los años, constituyendo un punto de referencia para muchas personas, especialmente para los que querían profundizar en el estudio de la teología. En 1985 publicó el libro-entrevista “Informe sobre la fe” y, en 1996 “La sal de la tierra”. Asimismo, con ocasión de su 70° cumpleaños, se publicó el libro: “En la escuela de la verdad”, en el que varios autores ilustran diversos aspectos de su personalidad y de su obra.

Ha recibido numerosos doctorados “honoris causa”: por el College of St. Thomas in St. Paul (Minnesota, Estados Unidos), en 1984; por la Universidad católica de Eichstätt (Alemania) en 1985; por la Universidad católica de Lima (Perú), en 1986; por la Universidad católica de Lublin (Polonia), en 1988; por la Universidad de Navarra (Pamplona, España), en 1998; por la Libre Universidad María Santísima Asunta (LUMSA) Roma, en 1999; por la Facultad de Teología de la Universidad de Wroclaw (Polonia), en 2000.

 

Se hace público el testamento espiritual de Benedicto XVI: «¡Manteneos firmes en la fe!»

"Por último, pido humildemente: rezad por mí, para que el Señor, a pesar de todos mis pecados e insuficiencias, me reciba en las moradas eternas. A todos los que me han sido confiados, mis oraciones salen de mi corazón, día a día", escribió Benedicto XVI.

En las últimas horas ha transcendido el testamento espiritual que dejó escrito Benedicto XVI el 29 de agosto de 2006. Un legado para todos los cristianos que no tiene desperdicio.

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A continuación reproducimos íntegramente este valioso y bello texto:

"Si en esta hora tardía de mi vida miro hacia atrás, hacia las décadas que he recorrido, veo en primer lugar cuántas razones tengo para dar gracias. En primer lugar, doy gracias a Dios mismo, dador de todo bien, que me dio la vida y me guió en diversos momentos de confusión; siempre me levantó cuando empecé a resbalar y siempre me devolvió la luz de su semblante. En retrospectiva veo y comprendo que incluso los tramos oscuros y fatigosos de este camino fueron para mi salvación y que fue en ellos donde Él me guió bien.

Doy gracias a mis padres, que me dieron la vida en una época difícil y que, a costa de grandes sacrificios, con su amor prepararon para mí una morada magnífica que, como una luz clara, ilumina todos mis días hasta el día de hoy. La lúcida fe de mi padre nos enseñó a los niños a creer, y como señal siempre se ha mantenido firme en medio de todos mis logros científicos; la profunda devoción y la gran bondad de mi madre son un legado que nunca podré agradecerle lo suficiente. Mi hermana me ha asistido durante décadas desinteresadamente y con afectuoso cuidado; mi hermano, con la lucidez de sus juicios, su vigorosa resolución y la serenidad de su corazón, me ha allanado siempre el camino; sin este constante precederme y acompañarme, no habría podido encontrar la senda correcta. 

De corazón doy gracias a Dios por los muchos amigos, hombres y mujeres, que siempre ha puesto a mi lado; por los colaboradores en todas las etapas de mi camino; por los profesores y alumnos que me ha dado. Con gratitud los encomiendo todos a Su bondad. Y quiero dar gracias al Señor por mi hermosa patria en los Prealpes bávaros, en la que siempre he visto brillar el esplendor del Creador mismo. Doy las gracias al pueblo de mi patria porque en él he experimentado una y otra vez la belleza de la fe. Rezo para que nuestra tierra siga siendo una tierra de fe y os lo ruego, queridos compatriotas: no os dejéis apartar de la fe. Y, por último, doy gracias a Dios por toda la belleza que he podido experimentar en todas las etapas de mi viaje, pero especialmente en Roma y en Italia, que se ha convertido en mi segunda patria.

A todos aquellos a los que he hecho daño de alguna manera, les pido perdón de todo corazón.

Lo que antes dije a mis compatriotas, lo digo ahora a todos los que en la Iglesia están confiados a mi servicio: ¡manteneos firmes en la fe! No se confundan. A menudo da la impresión de que la ciencia -las ciencias naturales, por un lado, y la investigación histórica (especialmente la exégesis de la Sagrada Escritura), por otro- es capaz de ofrecer resultados irrefutables en contradicción con la fe católica. 

He vivido las transformaciones de las ciencias naturales desde hace mucho tiempo, y he podido comprobar cómo, por el contrario, las aparentes certezas contra la fe se han desvanecido, demostrando no ser ciencia, sino interpretaciones filosóficas sólo aparentemente pertenecientes a la ciencia; del mismo modo que, por otra parte, es en el diálogo con las ciencias naturales como también la fe ha aprendido a comprender mejor el límite del alcance de sus pretensiones, y por tanto su especificidad. 

Hace ya sesenta años que acompaño el camino de la Teología, en particular de las ciencias bíblicas, y con la sucesión de las diferentes generaciones he visto derrumbarse tesis que parecían inamovibles, demostrando ser meras hipótesis: la generación liberal (Harnack, Jülicher, etc.), la generación existencialista (Bultmann, etc.), la generación marxista. He visto y veo cómo de la maraña de hipótesis ha surgido y vuelve a surgir lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo.

Por último, pido humildemente: rezad por mí, para que el Señor, a pesar de todos mis pecados e insuficiencias, me reciba en las moradas eternas. A todos los que me han sido confiados, mis oraciones salen de mi corazón, día a día.

Benedictus PP XVI.

 

INVOCAR AL SALVADOR

— Tratar al Señor con amistad y confianza.

— El nombre de Jesús. Jaculatorias.

— El trato con la Virgen María y con San José.

I. En la vida corriente, el llamar a una persona por su nombre indica familiaridad. «Suele suponer un paso decisivo en una amistad, aun casual, el que dos personas empiecen, sin esfuerzo y sin embarazo, a llamarse mutuamente por sus nombres de pila. Y cuando nos enamoramos, y todas nuestras experiencias se hacen más agudas y las cosas pequeñas significan tanto para nosotros, hay un nombre propio en el mundo que arroja un hechizo sobre nuestros ojos y oídos, cuando lo vemos escrito en la página de un libro o cuando lo oímos en una conversación; su simple encuentro nos estremece. Este sentido de amor personal fue el que personas como San Bernardo dieron al nombre de Jesús»1. También para nosotros el Señor lo es todo, y por eso le tratamos con toda confianza.

San Josemaría Escrivá nos aconseja: «Pierde el miedo a llamar al Señor por su nombre –Jesús– y a decirle que le quieres»2.

A un amigo le llamamos por su nombre. ¿Cómo no vamos a llamar a nuestro mejor Amigo por el suyo? Él se llama JESÚS, así lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno3. Dios mismo fijó su nombre por medio del Ángel. Con el nombre queda señalada su misión: Jesús significa Salvador. Con Él nos llega la salvación, la seguridad y la verdadera paz: Es el nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno4.

¡Con cuánto respeto y con cuánta confianza a la vez hemos de repetirlo! También, y de modo especial, cuando nos dirigimos a Él en nuestra oración personal, como ahora: «Jesús, necesito...», «Jesús, yo querría...».

El nombre era de gran importancia entre los judíos. Cuando a alguien se le imponía un nombre se quería expresar lo que había de ser en el futuro. Si no se conocía el nombre de una persona, no se conocía a esta en absoluto. Tachar un nombre era suprimir una vida, y cambiarlo suponía alterar el destino de la persona. El nombre expresaba la realidad profunda de su ser.

Entre todos los nombres, el de Dios era el nombre por excelencia5. Este debe ser bendito ahora y siempre, desde la aurora al ocaso6, pues es digno de alabanza de la mañana a la noche7. En una de las peticiones del Padrenuestro rogamos precisamente que sea santificado el nombre del Señor.

En el pueblo judío, el nombre se imponía en la circuncisión, rito instituido por Dios para señalar como con una marca y contraseña a quienes pertenecían al pueblo elegido. Era la señal de la Alianza que Dios hizo con Abraham y su descendencia8, y prescribió que se realizase al octavo día del nacimiento. El incircunciso quedaba excluido del pacto y, por tanto, del pueblo de Dios.

En cumplimiento de este precepto, Jesús fue circuncidado al octavo día9, como decía la Ley. María y José cumplieron lo que estaba legislado. «Cristo se sometió a la circuncisión en el tiempo en que estaba vigente –dice Santo Tomás– y así su obra se nos ofrece como ejemplo a imitar, para que observemos las cosas que en nuestro tiempo están preceptuadas»10 11 y no busquemos situaciones de excepción o privilegio cuando no hay razón para ello.

II. Terminada la circuncisión de Jesús, sus padres, María y José, repetirían por vez primera el nombre de Jesús, llenos de una inmensa piedad y cariño.

Así hemos de hacer nosotros con frecuencia. Invocar su nombre es ser salvos12; creer en este nombre es llegar a ser hijos de Dios13; orar en este nombre es ser escuchados con toda seguridad: en verdad os digo que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo concederá14. En el nombre de Jesús se perdonan los pecados15 y las almas son purificadas y santificadas16. Anunciar este nombre constituye la esencia de todo apostolado17, pues Él «es el fin de la historia humana, punto de convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la civilización, centro de la humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total de sus aspiraciones»18. En Jesús encuentran los hombres aquello que más necesitan y de lo que están sedientos: salvación, paz, alegría, perdón de sus pecados, libertad, comprensión, amistad.

«¡Oh Jesús..., cómo te compadeces de los que te invocan!

¡Qué bueno eres con quienes te buscan!

¡Qué no serás para quienes te encuentran!...

Solo quien lo ha experimentado puede saber lo que encierra amarte a Ti, ¡oh Jesús!»19, exclamaba San Bernardo.

Al invocar el nombre del Señor, nos encontramos en algunas ocasiones como aquellos leprosos que, desde lejos, le dicen: Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros. Y el Señor les dice que se acerquen, y los curará enviándolos a los sacerdotes20. O tendremos que repetirle, porque también nosotros estamos ciegos para tantas cosas, las palabras del ciego de Jericó: Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí. «¿No te entran ganas de gritar a ti, que estás también parado a la vera del camino, de ese camino de la vida, que es tan corta; a ti, que te faltan luces; a ti, que necesitas más gracias para decidirte a buscar la santidad? ¿No sientes la urgencia de clamar: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí? ¡Qué hermosa jaculatoria, para que la repitas con frecuencia!»21.

Invocando el Santísimo Nombre de Jesús desaparecerán muchos obstáculos y sanaremos de tantas enfermedades del alma que a menudo nos aquejan.

«Que tu nombre, oh Jesús, esté siempre en el fondo de mi corazón y al alcance de mis manos, a fin de que todos mis afectos y todas mis acciones vayan dirigidas a ti (...). En tu nombre, ¡oh Jesús!, tengo remedio para corregirme de mis malas acciones y para perfeccionar las defectuosas; también, una medicina con que preservar de la corrupción mis afectos o sanarlos, si ya estuvieran corrompidos»22.

Las jaculatorias harán más vivo el fuego de nuestro amor al Señor, y aumentarán nuestra presencia de Dios a lo largo del día. Otras veces, mirando al Señor, Dios hecho Niño por amor nuestro, le diremos llenos de confianza: Dominus iudex noster, Dominus legifer noster, Dominus rex noster; ipse salvabit nos23. Señor, Jesús, en ti confiamos, en ti confío.

III. Junto al nombre de Jesús hemos de tener en nuestros labios los de María y de José: los nombres que más veces debió pronunciar el mismo Señor.

La piedad de los primeros cristianos da al nombre de María diversos significados: Muy amada, Estrella del Mar, Señora, Princesa, Luz, Hermosa...

Es San Jerónimo quien la llama Stella Maris, Estrella del Mar; Ella nos guía a puerto seguro en medio de todas las tempestades de la vida.

Con mucha frecuencia hemos de tener este nombre salvador en nuestros labios, pero de modo especial en la necesidad y en las dificultades. En nuestro caminar hacia Dios vendrán tormentas, que el Señor permite para purificar nuestra intención y para que crezcamos en las virtudes; y es posible que, por fijarnos demasiado en los obstáculos, asome la desesperanza o el cansancio en la lucha. Es el momento de recurrir a María, invocando su nombre. «Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas con los escollos de la tentación, mira a la estrella, llama a María. Si te agitan las olas de la soberbia, de la ambición o de la envidia, mira a la estrella, llama a María. Si la ira, la avaricia, o la impureza impelen violentamente la nave de tu alma, mira a María. Si turbado con la memoria de tus pecados, confuso ante la fealdad de tu conciencia, temeroso ante la idea del juicio, comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza o en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir su ayuda intercesora no te apartes tú de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege nada tendrás que temer; no te fatigarás si es tu guía; llegarás felizmente al puerto si Ella te ampara»24.

Invocaremos nosotros su nombre especialmente en el Avemaría, y también en las demás oraciones y jaculatorias que la piedad cristiana ha sabido crear a lo largo de los siglos, y que quizá nos enseñaron nuestras madres.

Y junto a Jesús y María, José. «Si toda la Iglesia está en deuda con la Virgen María, ya que por medio de Ella recibió a Cristo, de modo semejante le debe a San José una especial gratitud y reverencia»25.

Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía. Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.

¡Cuántos millones de cristianos habrán aprendido de labios de sus madres estas u otras jaculatorias parecidas, que luego han repetido hasta el final de sus días! No nos olvidemos nosotros de acudir diariamente, muchas veces, a esta trinidad de la tierra.

1 R. Knox, Tiempos y fiestas del año litúrgico, Madrid 1964, pp. 64-65. — 2 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 303. — 3 Cfr. Lc 2, 21. — 4 Flp 2, 9-10. — 5 Zac 14, 9. — 6 Sal 113, 2-3. — 7 Sal 9, 2. — 8 Cfr. Gen 17, 10-14. — 9 Lc 2, 21. — 10 Santo Tomás, Suma Teológica, 3, q. 37, a. l. — 11 Cfr. Hech 15, 1 ss. — 12 Cfr. Rom 10, 9. — 13 Cfr. Jn 1, 12. — 14 Jn 16, 23. — 15 1 Jn 2, 12. — 16 Cfr. 1 Cor 6, 11. — 17 Hech 8, 12. — 18 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 45. — 19 San Bernardo, Sermones sobre los cantares, 15. — 20 Cfr. Lc 17, 13. — 21 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 195. — 22 San Bernardo, l. c. — 23 Antífona ad tertiam, en la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. — 24 San Bernardo, Hom. sobre la Virgen Madre, 2. — 25 San Bernardino de Siena, Sermón 2.

 

Evangelio del 2 de enero: la eficacia de ser voz

Comentario del 2 de enero.

02/01/2023

Evangelio (Jn 1,19-28)

Éste es el testimonio de Juan, cuando desde Jerusalén los judíos le enviaron sacerdotes y levitas para que le preguntaran: «¿Tú quién eres?». Entonces él confesó la verdad y no la negó, y declaró:

— Yo no soy el Cristo.

Y le preguntaron:

— ¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?

Y dijo:

— No lo soy.

— ¿Eres tú el Profeta?

— No - respondió.

Por último le dijeron:

— ¿Quién eres, para que demos una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?

Contestó:

— Yo soy la voz del que clama en el desierto: «Haced recto el camino del Señor», como dijo el profeta Isaías.

Los enviados eran de los fariseos. Le preguntaron:

— ¿Pues por qué bautizas si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?

Juan les respondió:

— Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis. Él es el que viene después de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de la sandalia.

Esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.


Comentario

Juan Bautista es uno de los protagonistas de los tiempos de Adviento y de Navidad. Él es a la vez profeta y discípulo del Mesías. Era tan importante su influjo y con tanta fuerza hablaba y actuaba, que los fariseos le enviaron unos sacerdotes para informarse sobre su identidad. “¿Tú quién eres?”, es la pregunta que encontramos varias veces en el evangelio de San Juan. Se trata de la identidad de Jesús, de la que dependen tantas cosas, incluida toda nuestra vida.

Pero en este pasaje nos fijamos en la identidad del Bautista, que de alguna forma refleja, prepara e ilumina la identidad de Jesús.

A la pregunta y a las hipótesis de los levitas, el Bautista contesta: “Yo soy la voz del que clama en el desierto”. San Agustín subraya el hecho de que Juan era la voz, pero el Señor es la Palabra que existía desde el principio (cf. Jn 1,1). Si quitamos la palabra ¿para qué sirve la voz? Quizá la voz llegue al oído pero, sin palabras no edifica el corazón. No solo eso sino que Juan es la voz que “grita” en el desierto, en la aridez de un mundo sediento de salvación.

Esta confesión de Juan nos sugiere algo sobre nuestra identidad, en concreto de la importancia de ser verdaderos apóstoles. Un cristiano no está llamado principalmente a transmitir un mensaje moral, enseñar unos dogmas de fe, sino a manifestar a Jesucristo en su vida. Un cristiano es la voz que clama en su época más o menos desierta y dice “Emmanuel, Dios-con-nosotros”.

Es lo que han hecho los santos desde el principio de la Iglesia, como San Pablo que afirma: “no me he preciado de saber otra cosa entre vosotros sino a Jesucristo, y a éste, crucificado” (1Cor 2,2). O cómo San Josemaría que a veces describía su norma habitual de conducta con estas palabras: “ocultarme y desaparecer es lo mío, que sólo Jesús se luzca” (Carta 28-I-1975).

 

“Os apoyaréis unos a otros”

Si sabes querer a los demás y difundes ese cariño –caridad de Cristo, fina, delicada– entre todos, os apoyaréis unos a otros: y el que vaya a caer se sentirá sostenido –y urgido– con esa fortaleza fraterna, para ser fiel a Dios. (Forja, 148)

2 de enero

Llega la plenitud de los tiempos y, para cumplir esa misión, no aparece un genio filosófico, como Platón o Sócrates; no se instala en la tierra un conquistador poderoso, como Alejandro. Nace un Infante en Belén. Es el Redentor del mundo; pero, antes de hablar, ama con obras. No trae ninguna fórmula mágica, porque sabe que la salvación que ofrece debe pasar por el corazón del hombre. Sus primeras acciones son risas, lloros de niño, sueño inerme de un Dios encarnado: para enamorarnos, para que lo sepamos acoger en nuestros brazos.

Nos damos cuenta ahora, una vez más, de que éste es el cristianismo. Si el cristiano no ama con obras, ha fracasado como cristiano, que es fracasar también como persona. No puedes pensar en los demás como si fuesen números o escalones, para que tú puedas subir; o masa, para ser exaltada o humillada, adulada o despreciada, según los casos. Piensa en los demás ‑antes que nada, en los que están a tu lado‑ como en lo que son: hijos de Dios, con toda la dignidad de ese título maravilloso.

Hemos de portarnos como hijos de Dios con los hijos de Dios: el nuestro ha de ser un amor sacrificado, diario, hecho de mil detalles de comprensión, de sacrificio silencioso, de entrega que no se nota. Este es el bonus odor Christi, el que hacía decir a los que vivían entre nuestros primeros hermanos en la fe: ¡Mirad cómo se aman! (Es Cristo que pasa, 36)

 

¿Qué pasó en Belén? Respuestas a las preguntas habituales sobre la Navidad

¿Por qué se celebra el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre? ¿Dónde y cómo nació Jesús? ¿Qué fue la estrella de Oriente? Preguntas y respuestas sobre los acontecimientos que celebramos en Navidad.

Ocho preguntas sobre la Navidad

18/12/2022

Preguntas y respuestas de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra sobre la historicidad y la doctrina de los acontecimientos que celebramos en Navidad.

1. ¿Qué sabemos realmente de Jesús? (PDF)

2. ¿Qué fue la estrella de Oriente? (PDF)

3. ¿Por qué se celebra el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre? (PDF)

4. ¿Qué significa la virginidad de María? (PDF)

5. ¿Estuvo casado San José por segunda vez? (PDF)

6. ¿Qué fue la matanza de los inocentes?, ¿es histórica? (PDF)

7. ¿Jesús nació en Belén o en Nazaret? (PDF)

8. ¿Dónde y cómo nació Jesús? (PDF)

Si desea conocer más aspectos relacionados con estas preguntas puede consultar, al menos, tres capítulos -el 2, 10 y 11- de un Curso de Catequesis de la Doctrina Católica (Catequesis Arguments ®)

Arguments© ofrece un Curso de Catequesis de la Doctrina Católica que tiene su origen en el manual CURSO DE CATEQUESIS , de J. Pujol Balcells y J. Sancho Bielsa. EUNSA, Pamplona, 1994.

 

¿Creo en Dios, Uno y Trino?

La Santísima Trinidad es el misterio de Dios en sí mismo, el misterio central de la fe y de la vida cristiana. ¿Qué significa en la práctica decir “Creo en Dios Uno y Trino”? ¿Cómo distinguir y tratar a cada una de las Tres Personas divinas?

07/06/2022

Sumario
1. ¿Qué significa “Creo en Dios”?
2. ¿Cómo es Dios?
3. ¿Qué significa el misterio de la Santísma Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo?
4. ¿Qué consecuencias tiene creer en un solo Dios?
5. Si Creer es tener fe en Dios, ¿qué es la fe?


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1. ¿Qué significa “Creo en Dios”?

La afirmación “Creo en Dios” es la más importante: la fuente de todas las demás verdades sobre el hombre y sobre el mundo y de toda la vida del que cree en Dios. Creer en Dios, significa creer lo que Dios ha revelado.

Dios, en su bondad y sabiduría, se revela al hombre. Por medio de acontecimientos y palabras, se revela a sí mismo y especialmente se ha dado a conocer a través del Verbo encarnado, su Hijo Jesucristo, hecho Hombre, para abrir el camino que lleva a gozar definitivamente de Dios en el Cielo.

En la práctica creer en Dios significa para el hombre adherirse a Dios mismo, confiando plenamente en Él y dando pleno asentimiento a todas las verdades por Él reveladas, porque Dios es la Verdad.

Significa creer en un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Textos de

erto Barrera.san Josemaría para meditar

Es necesario dejar que esas verdades de nuestra fe vayan calando en el alma, hasta cambiar toda nuestra vida. ¡Dios nos ama!: el Omnipotente, el Todopoderoso, el que ha hecho cielos y tierra.

Dios se interesa hasta de las pequeñas cosas de sus criaturas: de las vuestras y de las mías, y nos llama uno a uno por nuestro propio nombre. Esa certeza que nos da la fe hace que miremos lo que nos rodea con una luz nueva, y que, permaneciendo todo igual, advirtamos que todo es distinto, porque todo es expresión del amor de Dios.

Nuestra vida se convierte así en una continua oración, en un buen humor y en una paz que nunca se acaban, en un acto de acción de gracias desgranado a través de las horas Es Cristo que pasa, 144.

2. ¿Cómo es Dios?

Dios es Uno y Trino. Un solo Dios y tres Personas divinas: Padre, Hijo y Espiritu Santo. La Santísima Trinidad es el misterio de Dios en sí mismo, el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina.

Sólo Dios es, desde siempre y por siempre, el que transciende el mundo y la historia. Él es el creador de todas las cosas, quien ha hecho cielo y tierra. Él es el Dios fiel, siempre cercano a su pueblo para salvarlo. Él es el Santo por excelencia, «rico en misericordia» (Ef 2, 4), siempre dispuesto al perdón. Dios es el Ser espiritual, trascendente, omnipotente, eterno, personal y perfecto. Él es la verdad y el amor.

Textos de san Josemaría para meditar

Si recorréis las Escrituras Santas, descubriréis constantemente la presencia de la misericordia de Dios: ‘llena la tierra’, se extiende a todos sus hijos, ‘super omnem carnem; nos rodea, nos antecede, se multiplica para ayudarnos’, y continuamente ‘ha sido confirmada’. Dios, al ocuparse de nosotros como Padre amoroso, nos considera en su misericordia: una misericordia ‘suave, hermosa como nube de lluvia’.

¡Qué seguridad debe producirnos la conmiseración del Señor! ‘Clamará a mí y yo le oiré, porque soy misericordioso’. Es una invitación, una promesa que no dejará de cumplir Es Cristo que pasa, n. 7.

Parece que el mundo se te viene encima. A tu alrededor no se vislumbra una salida. Imposible, esta vez, superar las dificultades.

Pero, ¿me has vuelto a olvidar que Dios es tu Padre?: omnipotente, infinitamente sabio, misericordioso. El no puede enviarte nada malo. Eso que te preocupa, te conviene, aunque los ojos tuyos de carne estén ahora ciegos.

Omnia in bonum! ¡Señor, que otra vez y siempre se cumpla tu sapientísima Voluntad! Vía Crucis.

3. ¿Qué significa el misterio de la Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo?

La fe católica es ésta: que veneremos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no confundiendo las Personas, ni separando las substancias; una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo una es la divinidad, igual la gloria, coeterna la majestad.

No hay más que un solo Dios, el Padre todopoderoso y su Hijo único y el Espíritu Santo.

Textos de san Josemaría para meditar

El corazón necesita distinguir y adorar a cada una de las Personas divinas. De algún modo, es un descubrimiento, el que realiza el alma en la vida sobrenatural, como los de una criaturica que va abriendo los ojos a la existencia. Y se entretiene amorosamente con el Padre y con el Hijo y con el Espíritu Santo; y se somete fácilmente a la actividad del Paráclito vivificador, que se nos entrega sin merecerlo: ¡los dones y las virtudes sobrenaturales! Amigos de Dios, 306.

Aprende a alabar al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Aprende a tener una especial devoción a la Santísima Trinidad: creo en Dios Padre, creo en Dios Hijo, creo en Dios Espíritu Santo; espero en Dios Padre, espero en Dios Hijo, espero en Dios Espíritu Santo; amo a Dios Padre, amo a Dios Hijo, amo a Dios Espíritu Santo. Creo, espero y amo a la Trinidad Beatísima.

—Hace falta esta devoción como un ejercicio sobrenatural del alma, que se traduce en actos del corazón, aunque no siempre se vierta en palabras Forja, 296.

4. ¿Qué consecuencias tiene creer en un solo Dios?

Creer en Dios, el Único, comporta: conocer su grandeza y majestad; vivir en acción de gracias; confiar siempre en Él, incluso en la adversidad; reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres, creados a imagen de Dios; usar rectamente de las cosas creadas por Él.

Textos de san Josemaría para meditar

Esa es la gran osadía de la fe cristiana: proclamar el valor y la dignidad de la humana naturaleza, y afirmar que, mediante la gracia que nos eleva al orden sobrenatural, hemos sido creados para alcanzar la dignidad de hijos de Dios. Osadía ciertamente increíble, si no estuviera basada en el decreto salvador de Dios Padre, y no hubiera sido confirmada por la sangre de Cristo y reafirmada y hecha posible por la acción constante del Espíritu Santo Es Cristo que pasa, 133.

5. Si Creer es tener fe en Dios, ¿qué es la fe?

La fe, don gratuito de Dios, accesible a cuantos la piden humildemente, es la virtud sobrenatural necesaria para salvarse. El acto de fe es un acto humano, es decir un acto de la inteligencia del hombre, el cual, bajo el impulso de la voluntad movida por Dios, asiente libremente a la verdad divina. Además, la fe es cierta porque se fundamenta sobre la Palabra de Dios; «actúa por medio de la caridad» (Ga 5,6); y está en continuo crecimiento, gracias, particularmente, a la escucha de la Palabra de Dios y a la oración. Ella nos hace pregustar desde ahora el gozo del cielo.

Textos de san Josemaría para meditar

La historia no está sometida a fuerzas ciegas ni es el resultado del acaso, sino que es la manifestación de las misericordias de Dios Padre. Los pensamientos de Dios están por encima de nuestros pensamientos, dice la Escritura, por eso, confiar en el Señor quiere decir tener fe a pesar de los pesares, yendo más allá de las apariencias. La caridad de Dios –que nos ama eternamente– está detrás de cada acontecimiento, aunque de una manera a veces oculta para nosotros.

Cuando el cristiano vive de fe –con una fe que no sea mera palabra, sino realidad de oración personal–, la seguridad del amor divino se manifiesta en alegría, en libertad interior. Esos nudos que atenazan a veces el corazón, esos pesos que aplastan el alma, se rompen y se disuelven. Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros? . Y la sonrisa viene enseguida a los labios. Un hijo de Dios, un cristiano que viva vida de fe, puede sufrir y llorar: puede tener motivos para dolerse; pero, para estar triste, no. Las riquezas de la fe


Para saber más

Catecismo de la Iglesia Católica: Dios Padre, Dio Hijo y Dios Espíritu Santo

 

Relativismo en el Magisterio de la Iglesia

Homilía del cardenal Joseph Ratzinger en la misa por la elección del Papa

En esta hora de gran responsabilidad, escuchemos con particular atención lo que nos dice el Señor con sus mismas palabras. De las tres lecturas, quisiera escoger sólo algún pasaje que nos afecta directamente en un momento como éste.

La primera lectura ofrece un retrato profético de la figura del Mesías, un retrato que alcanza todo su significado en el momento en el que Jesús lee este texto en la sinagoga de Nazaret, cuando dice: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy» (Lucas 4, 21). En el centro de este texto profético, encontramos una frase que, al menos a primera vista, parece contradictoria. Al hablar de sí mismo, el Mesías dice que ha sido enviado «a pregonar el año de gracia del Señor, el día de venganza de nuestro Dios» (Isaías 61, 2). Escuchamos, con alegría, el anuncio del año de la misericordia: la misericordia divina pone un límite al mal, nos ha dicho el Santo Padre. Jesucristo es la misericordia divina en persona: encontrar a Cristo significa encontrar la misericordia de Dios. El mandato de Cristo se ha convertido en nuestro mandato a través de la unción sacerdotal; estamos llamados a promulgar no sólo con las palabras sino también con la vida y con los signos eficaces de los sacramentos «el año de la misericordia del Señor». Pero, ¿qué quiere decir Isaías cuando anuncia el «día de venganza de nuestro Dios»? Jesús, en Nazaret, al leer el texto profético, no pronunció estas palabras, concluyó anunciando el año de la misericordia. ¿Fue éste quizá el motivo del escándalo que tuvo lugar tras su predicación? No lo sabemos. De todos modos, el Señor ofreció su comentario auténtico a estas palabras con su muerte en la cruz. «Él mismo sobre el madero llevó nuestros pecados…», dice san Pedro (1 Pedro 2, 24). Y san Pablo escribe a los Gálatas: «Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: maldito todo el que está colgado de un madero, a fin de que llegara a los gentiles, en Cristo Jesús, la bendición de Abraham, y por la fe recibiéramos el Espíritu de la Promesa» (Gálatas 3, 13s).

La misericordia de Cristo no es una gracia barata, no supone la banalización del mal. Cristo lleva en su cuerpo y en su alma todo el peso del mal, toda su fuerza destructora. El día de la venganza y el año de la misericordia coinciden en el misterio pascual, en Cristo, muerto y resucitado. Esta es la venganza de Dios: él mismo, en la persona del Hijo, sufre por nosotros. Cuanto más quedamos tocados por la misericordia del Señor, más solidarios somos con su sufrimiento, más disponibles estamos para completar en nuestra carne «lo que falta a las tribulaciones de Cristo» (Colosenses 1, 24).

Pasemos a la segunda lectura, la carta a los Efesios. Afronta esencialmente tres argumentos: en primer lugar, los ministerios y los carismas en la Iglesia, como dones del Señor resucitado y elevado al cielo; a continuación, la maduración en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, como condición y contenido de la unidad en el cuerpo de Cristo; y, por último, la participación común en el crecimiento del Cuerpo de Cristo, es decir, la transformación del mundo en la comunión con el Señor.

Detengámonos en dos puntos. El primero, es el camino hacia la «madurez de Cristo», como dice, simplificando, el texto en italiano. Más en concreto tendríamos que hablar, según el texto griego, de la «medida de la plenitud de Cristo», a la que estamos llamados a llegar para ser realmente adultos en la fe. No deberíamos quedarnos como niños en la fe, en estado de minoría de edad. Y, ¿qué significa ser niños en la fe? Responde san Pablo: significa ser «llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina» (Efesios 4, 14). ¡Una descripción muy actual!

Cuántos vientos de doctrina hemos conocido en estas últimas décadas, cuántas corrientes ideológicas, cuántas modas del pensamiento… La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos con frecuencia ha quedado agitada por las olas, zarandeada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinismo; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a inducir en el error (Cf. Efesios 4, 14). Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, es etiquetado con frecuencia como fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, el dejarse llevar «zarandear por cualquier viento de doctrina», parece ser la única actitud que está de moda. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que sólo deja como última medida el propio yo y sus ganas.

Nosotros tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el verdadero hombre. Él es la medida del verdadero humanismo. «Adulta» no es una fe que sigue las olas de la moda y de la última novedad; adulta y madura es una fe profundamente arraigada en la amistad con Cristo. Esta amistad nos abre a todo lo que es bueno y nos da la medida para discernir entre lo verdadero y lo falso, entre el engaño y la verdad.

Tenemos que madurar en esta fe adulta, tenemos que guiar hacia esta fe al rebaño de Cristo. Y esta fe, sólo la fe, crea unidad y tiene lugar en la caridad. San Pablo nos ofrece, en oposición a las continuas peripecias de quienes son como niños zarandeados por las olas, una bella frase: hacer la verdad en la caridad, como fórmula fundamental de la existencia cristiana. En Cristo, coinciden verdad y caridad. En la medida en que nos acercamos a Cristo, también en nuestra vida, verdad y caridad se funden. La caridad sin verdad sería ciega; la verdad sin caridad, sería como «un címbalo que retiñe» (1 Corintios 13, 1).

Pasemos ahora al Evangelio, de cuya riqueza quisiera sacar tan sólo dos pequeñas observaciones. El Señor nos dirige estas maravillosas palabras: «No os llamo ya siervos… a vosotros os he llamado amigos» (Juan 15, 15). Muchas veces no sentimos simplemente siervos inútiles, y es verdad (Cf. Lucas 17, 10). Y, a pesar de ello, el Señor nos llama amigos, nos hace sus amigos, nos da su amistad. El Señor define la amistad de dos maneras. No hay secretos entre amigos: Cristo nos dice todo lo que escucha al Padre; nos da su plena confianza y, con la confianza, también el conocimiento. Nos revela su rostro, su corazón. Nos muestra su ternura por nosotros, su amor apasionado que va hasta la locura de la cruz. Nos da su confianza, nos da el poder de hablar con su yo: «este es mi cuerpo…», «yo te absuelvo…». Nos confía su cuerpo, la Iglesia. Confía a nuestras débiles mentes, a nuestras débiles manos su verdad, el misterio del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; el misterio del Dios que «tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único» (Juan 3, 16). Nos ha hecho sus amigos y, nosotros, ¿cómo respondemos?

El segundo elemento con el que Jesús define la amistad es la comunión de las voluntades. «Idem velle – idem nolle», era también para los romanos la definición de la amistad. «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando» (Juan 15, 14). La amistad con Cristo coincide con lo que expresa la tercera petición del Padrenuestro: «Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo». En la hora de Getsemaní, Jesús transformó nuestra voluntad humana rebelde en voluntad conformada y unida con la voluntad divina. Sufrió todo el drama de nuestra autonomía y, al llevar nuestra voluntad en las manos de Dios, nos da la verdadera libertad: «pero no sea como yo quiero, sino como quieras tú» (Mateo 26, 39). En esta comunión de las voluntades tiene lugar nuestra redención: ser amigos de Jesús, convertirse en amigos de Dios. Cuanto más amamos a Jesús, más le conocemos, más crece nuestra auténtica libertad, la alegría de ser redimidos. ¡Gracias, Jesús, por tu amistad!

El otro elemento del Evangelio que quería mencionar es el discurso de Jesús sobre llevar fruto: «os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca» (Juan 15, 16). Aquí aparece el dinamismo de la existencia del cristiano, del apóstol: os he destinado para que vayáis… Tenemos que estar animados por una santa inquietud: la inquietud de llevar a todos el don de la fe, de la amistad con Cristo. En verdad, el amor, la amistad de Dios, nos ha sido dada para que llegue también a los demás.

Hemos recibido la fe para entregarla a los demás, somos sacerdotes para servir a los demás. Y tenemos que llevar un fruto que permanezca. Pero, ¿qué queda? El dinero no se queda. Los edificios tampoco se quedan, ni los libros. Después de un cierto tiempo, más o menos largo, todo esto desaparece. Lo único que permanece eternamente es el alma humana, el hombre creado por Dios para la eternidad. El fruto que queda, por tanto, es el que hemos sembrado en las almas humanas, el amor, el conocimiento; el gesto capaz de tocar el corazón; la palabra que abre el alma a la alegría del Señor. Entonces, vayamos y pidamos al Señor que nos ayude a llevar fruto, un fruto que permanezca. Sólo así la tierra se transforma de valle de lágrimas en jardín de Dios.

Volvamos, por último, una vez más a la carta a los Efesios. La carta dice, con las palabras del Salmo 68, que Cristo, al ascender al cielos, «subiendo al cielo, dio dones a los hombres» (Efesios 4, 8). El vencedor distribuye dones. Y estos dones son apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Nuestro ministerio es un don de Cristo a los hombres para edificar su cuerpo, el mundo nuevo. Vivamos nuestro ministerio de este modo, ¡como don de Cristo a los hombres! Pero, en este momento, pidamos sobre todo con insistencia al Señor que, después del gran don del Papa Juan Pablo II, nos dé de nuevo un pastor según su corazón, un pastor que nos guíe al conocimiento de Cristo, a su amor, a la verdadera alegría. Amén.

+Cardenal Joseph Ratzinger

Roma, abril de 2005

 

El amor romántico, como renuncia y sacrificio: ¿Qué opinan los y las jóvenes?

 

Escrito por Esperanza Bosch Fiol, Raquel Herrezuelo, Victoria A. Ferrer Pérez

Publicado: 27 Diciembre 2022

 

Introducción

Partiendo de un punto de vista culturalista, podemos considerar que el amor es una construcción social y cultural, que ha variado a lo largo de la historia y depende en gran medida del proceso de socialización (Bosch, Ferrer, Ferreiro, y Navarro, 2013). Desde este punto de vista, en el momento actual el amor romántico sería aquel que se caracteriza por (Esteban y Tavora, 2008; Ferrer y Bosch, 2018; Luengo y Rodríguez-Sumaza, 2009; Moreno-Marimón y Sastre, 2010; Sanpedro, 2005; Rivière, 2009): un inicio súbito (amor a primera vista); la importancia que se otorga al proceso de enamoramiento; las dificultades para conquistar a la otra persona o para materializar el amor; el sufrimiento por la ausencia o por la presencia de la otra persona; la necesidad de sacrificarse por el otro y de dar pruebas o muestras de amor continuas; la renuncia a los propios deseos para colocar por delante los de la otra persona; la sublimación, o colocar el amor por encima de todo; el temor a perder a la persona amada; y, en definitiva, las expectativas mágicas, como encontrar un ser absolutamente complementario (la media naranja), vivir en una simbiosis (la fusión con el otro, el olvido de las propias necesidades y de la propia vida), tener necesidad uno del otro para respirar o moverse, o la (supuesta) fuerza arrolladora de los sentimientos.

En resumen, según esta concepción, el amor romántico es monógamo y hetero-centrista, se basa en la creencia de un yo incompleto que busca en la otra persona la plenitud (la “media naranja”), vincula indisolublemente el romanticismo, la pasión y el erotismo, y es perpetuo, incondicional y no vinculado a la voluntad (Tenorio, 2012). Estas claves, que definen y caracterizan al amor romántico, se sustancian básicamente en los llamados mitos románticos (Ferrer, Bosch, y Navarro, 2010; Giráldez y Sueiro, 2015; Moreno-Marimón y Sastre, 2010), y una relación de pareja basada en dichos mitos conlleva un riesgo importante de crear falsas expectativas sobre lo que es o ha de ser la pareja (Bosch y Ferrer, 2014; Bosch et al., 2008, 2012, 2013).

Pero esta experiencia no es neutra, sino que el amor está fuertemente generizado (Calvo, 2017; Esteban 2011; Esteban y Tavora, 2008; Leal, 2012; Schäfer, 2008; Tenorio, 2012). Así, los mandatos de género tradicionales, transmitidos a través de la socialización diferencial, condicionan aspectos tales como la elección del objeto de amor, su vivencia,  o la importancia o centralidad del amor y la pareja en nuestras vidas, otorgando a estas cuestiones un rol central, y vinculado a la entrega, la sumisión y la renuncia en el caso de las mujeres, y un rol más periférico, y vinculado al dominio en el caso de los varones. No es pues extraño que el amor haya sido considerado como una clave analítica fundamental desde el análisis en clave feminista (Jonásdóttir, 1993; Jonásdóttir y Fergusson, 2013; Millet, 1969/1995) pues, como resume Marcela Lagarde (2012):

La opresión de las mujeres encuentra en el amor uno de sus cimientos. La entrega, la servidumbre, el sacrificio y la obediencia, así como la amorosa sumisión a otros, conforman la desigualdad por amor y es forma extrema de opresión amorosa (pp. 44-45) (…) Al sacrificio, la entrega y la capacidad de vivir-para-los-otros se les ha convertido en virtudes y en dimensiones del amor de las mujeres, convertido en esencia (p. 46).

Desde la psicología y la psicología social, el amor ha sido entendido y analizado como actitud, emoción, y conducta (Sangrador, 1993), y se han realizado gran número de estudios que han abordado diferentes temáticas desde múltiples aproximaciones conceptuales, teóricas y epistemológicas (García y Montenegro, 2014), incluyendo: la metodología cuantitativa y la utilización de cuestionarios, lo que ha permitido recoger la experiencia de amplias muestras de mujeres y alcanzar un amplio grado de visibilidad; la metodología de carácter cualitativo y la utilización de diversas técnicas al uso (entrevistas en profundidad y semi-estructuradas, historias de vida, narrativas, etc.), que han permitido un acercamiento en profundidad y la visibilización de nuevas temáticas y aspectos, dando, además, protagonismo a la vivencia de las mujeres; y también la combinación de metodologías cuantitativas y cualitativas, que se enriquecen mutuamente.

Por lo que se refiere a las temáticas, se han realizado estudios para analizar cuestiones como: las formas diferenciales por género de comprender y caracterizar el amor (Caro y Monreal, 2017; Fernández, 2017; García, Hernández, y Monter, 2019; Hernández, González, y Regino, 2016; Leal, 2007; Moreno-Marimón y Sastre, 2010); la intensidad del amor (Cuenca, Graña, y O’Leary, 2015); la relación entre estilos de amor y satisfacción marital (Álvarez y García, 2017); las actitudes hacia el romanticismo (Thompson y Sullivan, 2012); la vigencia y persistencia de los mitos románticos (Bosch et al., 2008, 2012; García y Soriano, 2017; Giráldez y Sueiro, 2015; Rodríguez, Lameiras, Carrera, y Vallejo, 2013); o la relación entre el amor, los mitos del amor romántico y la violencia contra las mujeres en la pareja (Bonilla, Rivas, García, y Criado, 2017; Bonilla, Rivas, y Vázquez, 2017; Caro, 2008; Caro y Monreal, 2017; Cubells y Calsamiglia, 2015; Cubells, Albertín, y Calsamiglia, 2010; Hester, Fahmy, y Donovan, 2010; Papp, Liss, Erchull, Godfrey, y Waaland-Kreutzer, 2017; Ruiz-Repullo, 2016; Smith, Nunley, Martin, 2013).

En el contexto de este estudio, resulta de particular interés mencionar la tipología de John A. Lee (1976), que describe la existencia de seis tipos de amor, de entre los cuales dos, Eros y Ágape, aportan claves descriptivas importantes para este estudio. Así, el tipo Eros, o amor pasional se refiere al amor sensual, romántico, caracterizado por una pasión irresistible, con sentimientos intensos, intimidad, fuerte atracción física y actividad sexual. Por su parte, el tipo Ágape o amor altruista (definido como un estilo secundario, compuesto de Eros y Storge) se caracteriza por dar antes que obtener, por el auto-sacrificio por el bienestar de la pareja, por ser un amor de renuncia absoluta y entrega totalmente desinteresada, más bien idealista, en el que la sexualidad y la sensualidad no son relevantes.

El diseño y posterior uso de la Love Attitudes Scale (LAS, Hendrick y Hendrick, 1986) ha dado lugar a gran cantidad de trabajos y estudios para determinar la vigencia de estos estilos de amor descritos por Lee (e.g., Costa, Oishi, Pereira, Wirtz, y Esteves, 2014; Cramer, Marcus, Pomerleau, y Gillard, 2015; Díaz, Estévez, Momeñe, y Linares, 2018; Ferrer, Bosch, Navarro, y Ramis, 2008; Galicia, Sánchez, y Robles, 2013; Lascurain, Lavandera, y Manzanares, 2017; Rocha, Avendaño, Barrios, y Polo, 2017; Rodríguez-Santero, García-Carpintero, y Porcel, 2017).

Estos trabajos coinciden, básicamente, en señalar que el estilo de amor mayoritariamente aceptado, tanto en general, como por los hombres y las mujeres de diferentes edades y condiciones es Eros, es decir, coinciden en que el estilo de amor romántico es el que despierta mayor aceptación entre la población. Pero, más allá de esta coincidencia general, diversos trabajos (e.g., Caycedo et al., 2007; Galicia et al., 2013; Regan, 2016; Rocha et al. 2017; Rodríguez-Santero et al., 2017) muestran que, tras Eros, el estilo de amor más aceptado  por las mujeres y las chicas es Ágape, es decir, el amor altruista. También algunos estudios cualitativos (Caro y Monreal, 2017; Marroquí y Cervera, 2014), que no emplean la LAS pero sí aplican la tipología de Lee, apuntan estos mismos resultados, esto es, que entre las chicas predominan los estilos Eros y Ágape, mientras que entre los chicos predominan Ludus (amor como juego) y Pragma (amor pragmático). Sin embargo, en otros casos se obtienen resultados contradictorios, siendo los varones quienes muestran preferencia por el estilo Ágape (Cramer et al., 2015; Ferrer et al., 2008; Jonason y Kavanagh, 2010; Regan, 2016).

Como se ha señalado, la mayoría de estos estudios se centran en determinar cuál  es el estilo de amor más aceptado por chicos/varones o chicas/mujeres. En este estudio cualitativo se empleó metodología de corte cualitativo puesto que el objetivo fue comprender un profundizar en el contenido y alcance de las renuncias y el sacrificio personal que chicas y chicos están dispuestas/os a realizar por la pareja, y que constituyen el núcleo central del estilo de amor Ágape o amor altruista. Considerando que el amor es una experiencia fuertemente generizada, y considerando el contenido de los mandatos de género tradicionales, se hipotetiza que las chicas estarán dispuestas que los chicos a realizar más renuncias y sacrificios en nombre del amor y la pareja.

Método

Participantes

Este estudio se realizó sobre una muestra de conveniencia de 260 estudiantes pre-graduados de una universidad pública española, incluyendo 64 varones (24,52%) y 196 mujeres (75,09%), de diferentes titulaciones (54% estudiantes de psicología, 30% de pedagogía, y 16% de educación social), con una edad media de 20.4 años (rango 18-35 años).

Instrumentos

Los resultados de diferentes estudios previos sobre el tema (Bosch et al., 2012; Ferrer et al., 2008) llevaron a considerar que el amor y la pareja inciden particularmente sobre la toma de decisiones de la persona en relación a cuatro grandes áreas o ámbitos de la vida cotidiana: la elección del lugar de residencia, el empleo, las amistades y el proyecto de vida futura. En base a estos resultados previos, para obtener información relativa al objetivo de este estudio se elaboró un formulario de respuesta ad hoc, encabezado por un título (¿Qué estarías dispuesto/a a hacer por amor?), que incluía cuatro preguntas abiertas sobre estas renuncias, formuladas del modo siguiente: a) ¿Estarías dispuesto/a a cambiar de ciudad?, b) ¿Estarías dispuesto/a a cambiar de trabajo?, c) ¿Estarías dispuesto/a a renunciar a tus amistades?, d) ¿Estarías dispuesto/a a seguir a la persona amada en su proyecto vital o laboral, aunque para ello tuviera que renunciar en todo o en parte al tuyo? Además, se pidió a las personas participantes que indicaran su sexo, edad, y la titulación que estaban cursando.

Procedimiento

Previa autorización del profesorado, las personas participantes fueron invitadas a colaborar en el estudio respondiendo a estas preguntas en el contexto del aula. En todos los casos, las personas participantes fueron debidamente informadas del carácter voluntario y anónimo de su participación en el estudio y de los objetivos del mismo, y aceptaron voluntariamente participar en el mismo sin recibir ninguna compensación a cambio. Cabe remarcar que todo el alumnado que fue invitado a participar, aceptó hacerlo.

Análisis de datos

Las personas participantes fueron invitadas a responder a las preguntas formuladas de forma lo más sincera posible, y del modo y en el formato que consideraran más conveniente. Es decir, las personas participantes podían responder una y/o varias de las preguntas formuladas, dejando, en su caso, en blanco aquellas que no desearan responder. Además, podían dar tanto una respuesta dicotómica (Si/No) como razonada (es decir, explicar los motivos por los cuales estarían o no dispuestos/as a renunciar) y no se estableció limitación en cuanto al número de palabras de cada respuesta.

Tras la recogida de información se realizó una lectura en profundidad de las respuestas obtenidas que permitió obtener información para efectuar dos tipos de análisis: En primer lugar, se categorizaron todas las respuestas en afirmativas (esto es, la persona sí estaba dispuesta a renunciar), negativas (esto es, la persona no estaba dispuesta a renunciar), y dubitativas (esto es, la persona no sabía y/o no estaba segura de sí estaría dispuesta a renunciar). A partir de esta información se realizó un recuento de respuestas, un análisis descriptivo de las mismas (frecuencias y porcentajes), y una comparación entre las respuestas ofrecidas por chicas y chicos (mediante la prueba Chi-cuadrado). En segundo lugar, la lectura en profundidad realizada mostró que en las respuestas razonadas (es decir, cuando la personaba indicaba los motivos por los cuales estaría o no dispuesta a renunciar) emergían las categorías siguientes: a) consecuencias de la renuncia (positivas / negativas); b) tipo de consecuencias (económicas, emocionales, etc.); c) a quién afectan esas consecuencias (a la persona que renuncia, al otro miembro de la pareja, a la pareja en sí, etc.).

Cabe remarcar que, dado el objetivo y características del estudio realizado, de las tres formas básicas de argumentación usuales en la presentación de resultados cualitativos (Suárez, del Moral y González, 2013), esto es, descriptiva, explicativa e interpretativa, en el presente caso se realizará una presentación descriptiva de los resultados centrada en exponer la posición discursiva de los/as participantes.

Por otra parte, y de acuerdo con los procedimientos al uso (Suárez et al., 213), el rigor de los datos se aseguró mediante controles de credibilidad (particularmente, la consulta de investigaciones previas sobre el tema), y triangulación entre investigadores/as (para lo cual, todas las repuestas fueron leídas, analizadas y categorizadas primero de forma individual por cada una de las 3 firmantes del artículo, y, posteriormente, se procedió a cotejar los resultados obtenidos y, en caso de no acuerdo, a la revisión y categorización por consenso).

Resultados

A continuación se muestran los resultados obtenidos para cada una de las preguntas formuladas. Así, en la Tabla 1 se incluyen las respuestas a la pregunta si estarían dispuestos/as a cambiar de ciudad por amor.

Tabla 1. ¿Qué estarías dispuesto/a a hacer por amor? ¿Estarías dispuesto/a a cambiar de ciudad?

De acuerdo con estos resultados, casi un 90% de las personas participantes estarían dispuestas a cambiar de ciudad por amor, y sólo en torno a un 9.5% no lo haría. No hay diferencias estadísticamente significativas entre chicas y chicos en cuanto a esta respuesta (Chi-cuadrado (1, 259) = 2.19, p= .1385), siendo un 88.77% de chicas y un 92.18% de chicos quienes responden afirmativamente a esta cuestión.

Cabe señalar, sin embargo, que el análisis de las respuestas razonadas muestra algunos matices interesantes y diferentes entre las respuestas de ellas y ellos. Así, ellas manifiestan una mayor predisposición al sacrificio y tratan de encontrar en el cambio alguna consecuencia positiva, tanto para ellas como para sus parejas, incluyendo en sus respuestas expresiones como “sólo por un futuro mejor para ambos”. Algunos ejemplos serían:

“Si, no me importaría cambiar de ciudad con la persona que quiero, ya que puedo continuar con mis cosas allá a pesar de dejar otras tales como familia y amigos” (Chica, 21 años, Psicología).

Un matiz interesante que cabe subrayar en estas respuestas es que las participantes están condicionando la posibilidad de realizar la renuncia a las características de la relación, y, especialmente, a la estabilidad de la relación y a la intensidad del amor:

“Si, porque si lo quiero no me importaría comenzar una nueva vida en otra parte, siempre que sea con él” (Chica, 20 años, Pedagogía).

“Sí, porque si estoy realmente enamorada sería una oportunidad de conocer una nueva ciudad y un entorno diferente” (Chica, 24 años, Educación Social).

Los chicos, por su parte, centran, en general, sus reflexiones en lo beneficioso que podría resultar un cambio de ciudad para su propio proyecto vital o laboral, viéndolo, incluso, como una oportunidad personal. Así, en sus respuestas aparecen expresiones como: “siempre que no afecte de manera negativa a mi vida”, “siempre que pueda continuar con mis objetivos”, “depende de la ciudad de destino”, “siempre que el cambio también sea beneficioso para mí”, “puede ser una oportunidad”). Algunos ejemplos serían:

“Si siempre que en esta ciudad pueda continuar con mis estudios, o realizarme para conseguirlos” (Chico, 21 años, Pedagogía).

“Si, siempre que el cambio no sea a peor, siempre que la ciudad me enriquezca ola persona que tenga al lado sea un pilar inamovible” (Chico, 27 años, Pedagogía).

Cabe, además, resaltar aquellos casos en los que los chicos dan una respuesta aparentemente favorable a la renuncia, pero condicionan ésta a sus intereses, esto es, afirman que sí renunciarían, pero sólo si no hubiera impedimentos para ello:

“Si, excepto que circunstancias mayores me lo impidan, como puede ser el trabajo de mi vida” (Chico, 23 años, Pedagogía).

“Si, si no hay nada que me retenga en mi ciudad actual” (Chico, 23 años, Psicología).

Otra cuestión remarcable que emerge del análisis de las respuestas de los chicos es el uso de una mayor número de pronombres personales en 1ª persona, lo que apunta que, aunque la pregunta se refiere a un cambio motivado por el amor, ellos realizan una lectura en clave más personalista que ellas.

Por lo que se refiere al cambio de trabajo (Tabla 2), los resultados obtenidos indican que alrededor de un 60% de las personas participantes estarían dispuestas a cambiar de trabajo por amor, mientras un 40% no lo haría. Cabe señalar que las respuestas de chicas y chicos son significativamente diferentes (Chi-cuadrado (1, 259) = 10.47, p= .0012), siendo los chicos quienes se muestran más proclives a realizar este cambio (78.12% de los varones responden afirmativamente, frente sólo un 55.10% de las chicas).

Tabla 2. ¿Qué estarías dispuesto/a a hacer por amor? ¿Estarías dispuesto/a a cambiar de empleo?

El análisis de las respuestas razonadas muestra, por una parte, que, en el caso de algunas participantes, sigue pesando la idea de que el trabajo y la satisfacción laboral de sus parejas son más importantes que los suyos propios:

“Si, ya que si las circunstancias son porque sus motivos pesan más que mi trabajo, renunciaría y me adaptaría a él” (Chica, 19 años, Educación Social)

“Cambiaría de trabajo si pensara que mi pareja estuviera descontenta o amargada en el suyo, siempre que fuera para mejorar ambas partes, si tuviera que cambiarme a un trabajo que me gustara menos, pero para ello mi pareja consiguiera un trabajo en el que esté más a gusto, sería un cambio mejor para la pareja” (Chica, 20 años, Psicología)

“Si, si fuera porque mi pareja se tiene que trasladar a otro lugar, yo iría con él, por tanto cambiaría de trabajo” (Chica, 21 años, Educación Social)

Por otra parte, en esta pregunta emerge la relación que algunas chicas establecen entre la renuncia y la consecución de la felicidad:

“Cambiaría de trabajo si pensara que puedo ser más feliz con esta persona, empezar una nueva vida” (Chica, 22 años, Psicología)

Una cuestión relevante es que no pocas chicas señalan lo importante que es para ellas  la profesión en la que se están formando, por lo que son más reacias a renunciar  a un hipotético empleo debido al alto nivel de expectativas que depositan en su consecución. Esto quedan de manifiesto en frases como: “nunca cambiaría aquello por lo que he luchado y que me llena”, “no, porque es un aspecto de mi vida muy personal”, o “sería una forma de anular mi personalidad e identidad”. Es importante tener en cuenta que las participantes son estudiantes de ramas sociales y de la salud, profesiones estrechamente ligadas al estereotipo femenino tradicional, que incorpora como uno de sus ejes principales el cuidado a los demás, y la potenciación del afecto y la empatía, pero también un fuerte componente vocacional.

En el caso de los chicos destacan, por una parte, la mayor relevancia dada a las motivaciones laborales de carácter material, la proyección profesional, o la calidad del trabajo y, sobre todo las respuestas en las que, aunque la respuesta dada parece favorable a la renuncia, la motivación señalada indica que, en realidad, sólo estarían dispuestos a cambiar si la alternativa es mejor:

“Si, siempre que no sea mi trabajo soñado o cuando haya conseguido el objetivo que me puse al aceptarlo” (Chico, 21años, Pedagogía)

“Si, si el nuevo trabajo nos beneficiara a los dos tanto en disponibilidad de horario o en cuanto a sueldo, no tendría ningún problema, siempre que el trabajo sea de mi agrado” (Chico, 21 años, Pedagogía)

“Si, aunque depende de si la alternativa laboral me convence” (Chico, 23 años, Pedagogía) “Si y no, estaría dispuesto siempre que el trabajo sea parecido y en unas condiciones aceptables” (Chico, 27 años, Pedagogía)

“Solo si hay la posibilidad de encontrar un trabajo de iguales condiciones o mejores” (Chico, 23 años, Psicología)

Por lo que se refiere al cambio de amistades (Tabla 3), los resultados obtenidos indican que sólo un 12% de las personas participantes estarían dispuestas a cambiar de amistades por amor, mientras un 88% no lo estaría. No hay diferencias estadísticamente significativas entre chicas y chicos en cuanto a estas respuestas (Chi-cuadrado (1, 259) = 0.03, p= .8697).

En términos generales, y a diferencia de lo que sucedía con las dos preguntas anteriores, en este caso se observa no sólo un amplio rechazo a la renuncia, sino también una cierta exaltación de la amistad que podría estar relacionada con la edad de la muestra estudiada. Este rechazo se halla presente tanto en las chicas como en los chicos, pero es manifestado de modo más vehemente por ellos:

Tabla 3. ¿Qué estarías dispuesto/a a hacer por amor? ¿Estarías dispuesto/a a cambiar de amistades?

“No, opino que una cosa no puede perjudicar a la otra, es decir, que la pareja y los amigos se tiene que llevar bien, si tu pareja te planea el dilema de elegir entre ella o un amigo , creo que elegiría al amigo” (Chico, 20 años, Educación Social)

“No, mis amigos de verdad, son pocos, son personas prioritarias en mi vida, y entre ellos y un posible amor de mi vida, no puedo elegir” (Chico, 21 años, Pedagogía)

“No, las amistades es lo que te queda si el amor fracasa (y también la familia)” (Chico, 19 años, Pedagogía)

“No, la pareja, tanto como las amistades pueden ser temporales, pero aquellas amistades que han estado siempre nunca renunciaría a ellas” (Chico, 20 años, Pedagogía)

“Renunciar a amistades nunca, lo que podría hacer es que si la persona amada no quiere estas amistades, yo las visitaría o vería solo” (Chico, 20 años, Psicología)

En el caso de las chicas, aunque predomina también el rechazo a este tipo de renuncia, este aparece más matizado o, incluso, como condicionado a la opinión de la pareja:

“Si esas amistades influyeran negativamente en mi relación y encuentro que es necesario y que a mi pareja le hace daño, si” (Chica, 20 años, Psicología)

“Depende de las circunstancias por las que tenga que pasar. Renunciar para siempre no, alejarme, si” (Chica, 27 años, Educación Social)

“No, siempre y cuando mis amigos no sean una mala influencia o me perjudicaran de alguna manera, en este caso, si mi pareja me lo hiciera ver de manera justificada, si” (Chica, 20 años, Educación Social)

De hecho, algunas chicas llegan al punto de dar por sentado que esta renuncia va ligada a otras y/o es inevitable y normal:

“Si, ya que si cambiara de ciudad las dejaría aquí, pero tendría contacto con ellas” (Chica, 19 años, Educación Social)

“Si, de hecho creo que normalmente pasa” (Chica, 19 años, Educación Social)

Finalmente, por lo que se refiere a la posibilidad de seguir a la persona amada en su proyecto vital o laboral, incluso renunciando al propio (Tabla 4), los resultados obtenidos indican que, aproximadamente, la mitad de las personas participantes estaría dispuesta a ello, mientras algo menos de la mitad rechaza esta posibilidad, y en torno a un 3% tiene dudas al respecto. Estas respuestas no son significativamente diferentes entre chicas y chicos (Chi-cuadrado (1, 259) = 1.42, p= .2338).

Tabla 4. ¿Estarías dispuesto/a a seguir a la persona amada en su proyecto vital o laboral, aunque para ello tuvieras que renunciar en todo o en parte al tuyo?

En general, las respuestas obtenidas muestran una cierta predisposición femenina al auto-sacrificio por la persona amada y renunciar, al menos, a una parte del proyecto vital propio:

“Si, en una relación a veces se han de hacer algunos esfuerzos por ambas partes” (Chica, 20 años, Educación Social)

“Si, ya que la felicidad compartida es mejor y no me importaría porque se habría establecido una conversación previa” (19 años, Educación Social)

Cabe, sin embargo, remarcar que en algunos casos las chicas ponen ciertas condiciones a este sacrificio:

“Si este proyecto fura muy importante y le hubiera costado mucho esfuerzo y dedicación sí que renunciaría, en parte, a mis planes. Esto es cosa de dos y supongo que igual que yo, después él me apoyaría en mis proyectos” (Chica, 19 años, Psicología)

“Si, si económicamente pudiera permitírmelo” (Chica, 20 años, Psicología)

En el caso de ellos, aparecen con más fuerza las condiciones y limitaciones a la posibilidad de renunciar, y, nuevamente, encontramos respuestas que, aunque aparentemente aceptan la renuncia, de hecho, la están rechazando y/o condicionando a los intereses propios:

“A veces las personas han de renunciar a una parte de sus proyectos, pero si implica no poderlo seguir nunca más, no” (21 años, Psicología)

“Si, si la otra persona también está dispuesta a renunciar a una parte del suyo” (19 años, Psicología)

“Estaría dispuesto si con el cambio yo fuera feliz junto con mi pareja y pudiera trabajar de lo mío” (19 años, Psicología)

“Depende, si puedo formar parte de su proyecto y si forma parte de mis gustos, o que pueda hacer otro tipo de proyectos que me haga feliz” (24 años, Pedagogía)

Conclusiones

Los resultados obtenidos permiten alcanzar el objetivo previsto ya que suponen un avance en el conocimiento del contenido y alcance de las renuncias y el sacrificio personal que las y los jóvenes están dispuestas/os a realizar por la pareja, que constituyen el núcleo central del estilo de amor Ágape o amor altruista, y, al mismo tiempo, abren nuevas vías de investigación.

Así, en primer lugar, se observa que las personas participantes de ambos sexos aceptan y manifiestan tener algunas creencias que son propias y características del amor romántico (Esteban, 2011; Esteban y Tavora, 2008; Ferrer y Bosch, 2018; Luengo y Rodríguez-Sumaza, 2009; Moreno-Marimón y Sastre, 2010; Sanpedro, 2005; Rivière, 2009), tanto en lo relativo a las renuncias y sacrificios, por los que se preguntaba directamente, como en lo relativo a la centralidad del amor, que emerge en sus respuestas. Sin embargo, es importante recordar que en el contexto de este estudio no se preguntó a las personas participantes por su situación sentimental o por el número y características de sus relaciones de pareja previas, lo que puede suponer que algunas de sus respuestas estén siendo dadas en un plano más teórico que real, y, por tanto, estén más ligadas al ámbito de los deseos que a la realidad.

Una segunda constatación es que, en general, todas las personas participantes, sean chicos o chicas, aceptan la idea de que determinados aspectos de sus vidas pueden ser sacrificados por amor, esto es, manifiestan una aceptación, más o menos importante, de lo que Lee denominó el estilo Ágape. De hecho, en torno al 90% estaría dispuesto/a a cambiar de lugar de residencia, el 60% a cambiar de empleo, y el 50% a asumir el proyecto vital del/la otro/a, y sólo aparece una clara resistencia al cambio en el caso de las amistades (siendo sólo el 12% de las personas participantes las que estarían dispuestas a asumir renuncias en este respecto, lo cual podría relacionarse con la edad de las personas participantes y la importancia otorgada a la amistad en ese momento vital). Ciertamente, algunas de estas cuestiones podrían estar muy relacionadas con las circunstancias vitales actuales. Así, por ejemplo, un cambio de residencia es visto con mucha mayor normalidad por las personas jóvenes en relación a generaciones anteriores; y, en el caso del cambio de empleo, algunas de las resistencias observadas se refieren más al contexto económico actual que a las relaciones personales o de pareja. En cualquier caso, cabe remarcar que los resultados obtenidos coinciden básicamente con los descritos en la literatura sobre  el tema en cuanto a la aceptación del estilo Ágape (Caro y Monreal, 2017; Caycedo et al., 2007; Cramer et al., 2015; Ferrer et al., 2008; Galicia et al., 2013; Jonason y Kavanagh, 2010; Marroquí y Cervera, 2014; Rocha et al. 2017; Rodríguez-Santero et al., 2017).

Sin embargo, uno de los aspectos a destacar de estos resultados es que los resultados cuantitativos obtenidos contradicen la hipótesis planteada. Así, al igual que sucede en algunos estudios previos (e.g., Cramer et al., 2015; Ferrer et al., 2008; Jonason y Kavanagh, 2010; Regan, 2016), el análisis cuantitativo (de frecuencias y porcentajes y de comparación estadística entre ambos) muestra que, al contrario de lo hipotetizado en base al contenido de los mandatos de género tradicionales, serían los varones afirmarían estar dispuestos a realizar más sacrificios por amor, en comparación con las mujeres que han participado en el estudio, es decir, serían ellos quienes, en mayor medida, aceptarían el estilo Ágape, o amor altruista.

En este sentido, autores como Peter K. Jonason y Phillip Kavanagh (2010) ya advirtieron que es importante manejar los datos con cautela puesto que los resultados que señalan que los varones son más auto-abnegados o auto-sacrificados que las mujeres son inconsistentes con algunas investigaciones previas, y con la realidad, podríamos añadir. Así, la socialización (en general y en relación con el amor) sigue siendo a día de hoy diferencial, y coherente con los mandatos de género tradicionales, que posicionan a los varones y a las mujeres en ámbitos diferentes, de modo que las decisiones de ellos tienen, en general, más peso que las de ellas, favoreciendo una mejor situación personal para ellos que para ellas (Álvarez, Sánchez, y Bojó, 2016; Lagarde, 2012). En este contexto, las chicas se socializan aprendiendo a idealizar el amor y a valorar positivamente la renuncia a la propia individualidad y a la satisfacción personal, la entrega a los deseos y la felicidad del otro (estar ahí cuando el otro te necesite para cuidarle y/o darle lo que quiera), y el sacrificio (darlo todo sin esperar nada a cambio), que se unen a la tolerancia y el perdón, aceptando, en definitiva, que el “amor verdadero” lo “aguanta todo”; mientras los chicos aprenden que pueden amar sin renunciar a sus proyectos personales, y manteniendo su individualidad, y se hallan menos dispuestos a la renuncia total y al sacrificio personal, de modo que, finalmente, las renuncias de ellos suelen ser menores y en territorios menos importantes que las de ellas (Burín y Meler, 2010; Hernández et al., 2016; Lamas, 2005; Moreno-Marimón y Sastre, 2010).

Los efectos de esta socialización no se manifiestan en los resultados cuantitativos obtenidos, pero sí emergen en las respuestas razonadas. Es decir, el estudio cualitativo que permite profundizar en el análisis de las motivaciones aportadas por ellos y ellas muestra diferencias entre unas y otros en dichas motivaciones e, incluso, en el propio lenguaje con el que las expresan, y abre una reflexión importante, que va en la línea de lo sugerido por Peter K. Jonason y Phillip Kavanagh (2010): aunque digan lo mismo, el significado puede ser diferente en uno y otro caso. Un ejemplo de ello lo encontramos al observar que, tal y como ya sucedía en el trabajo de Barbara Gawda (2008), también en este caso las narrativas de ellos y ellas se articulan de modo diferente. Así, las respuestas de los participantes se formulan más a menudo como “Sí, pero…”, es decir, ellos, afirman que sí renunciarían y/o cambiarían por amor, pero, al profundizar en esta idea, ponen más condiciones, mostrando que, en realidad, sólo estarían dispuestos a realizar esa concesión siempre que ello les reportase algún beneficio (un nuevo reto profesional, una oportunidad, o, incluso, una aventura), lo cual no constituye, ciertamente, un sacrificio o renuncia. Ellas, en cambio, formulan más a menudo sus respuestas en términos de “Sí, porque….”, es decir, tratan de justificar sus respuestas y, muy a menudo, lo hacen en base a sus sentimientos y/o a la cohesión de la pareja.

En definitiva, entendemos que la principal fortaleza de este trabajo se halla en los resultados cualitativos obtenidos, que van en la misma dirección que los de la literatura previa sobre el tema, señalando la vigencia de los estilos de amor romántico y altruista entre las personas jóvenes, con la carga de mitos y creencias erróneas que ello  supone, y poniendo de manifiesto que esto ocurre incluso entre aquellas personas con elevados niveles formativos, como es el caso del alumnado universitario. Esta constatación es especialmente importante en el caso de las chicas y de cara al trabajo de intervención preventivo puesto que la combinación entre Eros y Ágape, que las podría llevar a “darlo todo” y “olvidarse de sí mismas”, las podría colocar también en una situación particularmente vulnerable en la pareja, muy especialmente en aquellos casos en los que se enfrenten a relaciones abusivas, y/o en las que la violencia contra las mujeres en la pareja llegue a hacer su aparición (Ferrer y Bosch, 2013; Galicia et al., 2013).

Sin embargo, y a pesar de ello, este trabajo no está exento de limitaciones. De hecho, su propia naturaleza cualitativa es, al tiempo que una fortaleza, también una limitación, en tanto en cuanto, como es usual en estos casos, no permite extraer conclusiones más robustas y/o generalizables a otras poblaciones. Otras limitaciones vienen dadas por las propias características de la muestra, tanto en cuanto a su tamaño, como en cuanto a su homogeneidad (puesto que incluye mayoritariamente mujeres, alumnas universitarias, de edades similares, y de unas ciertas titulaciones). Cabe por tanto, remarcar la necesidad de seguir profundizando en este tema, con estudios que combinen metodologías cualitativas y cuantitativas, y amplíen las muestras de estudio.

En cualquier caso, entendemos que los resultados obtenidos abren nuevas vías de trabajo que cabe considerar relevantes y, entre ellas, una no menor por la relevancia que puede tener en el estudio de este y otros temas es si, dados los diferentes procesos de socialización vividos y los diferentes modelos de comportamiento a los que éstos conducen, los hombres y las mujeres estamos refiriéndonos a lo mismo aun cuando, aparentemente, así sea. Resultados como los obtenidos en este trabajo parecen indicar de un modo claro la necesidad de seguir profundizando en esta cuestión, así como de relacionar los conceptos estudiados (el estilo de amor Ágape, la renuncia, el sacrificio, el altruismo) en el contexto del mandato de género femenino tradicional (el amor auto-sacrificado) con otros como el auto-silenciamiento, que fue descrito por Dana C. Jack (2011) para analizar los mecanismos vinculados con las normas sociales impuestas a las mujeres que podrían explicar la depresión, como sería, entre otros, la pérdida del sentido de la propia identidad, o la exigencia de disponibilidad para el cuidado altruista, más allá de las propias necesidades.

Esperanza Bosch Fiol, Raquel Herrezuelo, Victoria A. Ferrer Pérez

 

 

 

Fiesta Sagrada Familia 2022

Con el lema “la Familia, cuna de la vocación al amor”, el 30 de diciembre de 2022, la Iglesia celebró universalmente la Fiesta de la Sagrada Familia; la familia de Jesús, María y José, la familia de Nazaret, Esta familia es referente para todos los cristianos. En ella, se descubren las virtudes que deben vivirse en la familia para agradar a Dios y ser felices también aquí en la Tierra. Fue cosa principal en ella, el cumplimiento de la voluntad de Dios, de donde parten todas las virtudes. Cada uno en su puesto: María, como esposa y madre, atenta a las necesidades de su esposo e hijo; lo mismo, José, solícito para cubrir las necesidades de los de su casa: su hijo de adopción, del que Dios mismo le encomendó su cuidado, y de su esposa, la mujer más pura y bondadosa que por la Tierra ha pasado. ¡Qué privilegiado se vería José! A cada marido,  Dios le da su mujer, y no hay otra que la iguale, ni hay otra mejor para él. Y al reverso. Pero hay quienes siempre miran- efecto de la envidia- fuera del hogar.

 

La Familia de Nazaret es el mayor tesoro de Dios en la Tierra. Con gran amor, María y José acogieron al Hijo de Dios, que se hizo carne en las entrañas purísimas de María, joven doncella adornada de las más excelsas virtudes que pensarse pueda. En Ella está la gracia y la hermosura en todo su ser. Al verla, el Ángel del Señor se asombra y exclama: “Salve, llena de gracia, el Señor contigo está”. Y era tanta su humildad, que se ruborizó y “no podía entender aquel saludo”. José tampoco puede comprender la concepción milagrosa de María, su castísima esposa, pero obedece al Ángel del Señor y la llevó consigo a su casa. El ángel le dijo: “lo que hay en Ella es fruto del Espíritu Santo”.

Jesús, atento a la voluntad del Padre de los Cielos, se somete fielmente a los deseos, sobre él, de María y José. La obediencia es signo de humildad, y nada hay que agrade más a Dios que un corazón humilde. Por eso, Dios siempre hace sus obras por medio de personas de corazón humilde. Humildad, y obediencia como su mejor expresión, y amor apasionado a Dios con fuerte deseo de cumplir su voluntad, fueron virtudes eminentes de la Sagrada Familia, la familia del Señor. Que el Señor nos conceda, a los cristianos, esas mismas virtudes que nos ayuden a vivir unos para los otros en la familia y, así, a vivir para Dios. José y María se responsabilizaron el uno del otro y, ambos, del hijo, que, además, era el Hijo de Dios. Nada ni nadie ha de hacernos perder la conciencia de nuestra responsabilidad de padres y esposos, ni de actuar en consecuencia.  

Josefa Romo Garlito

 

 

 

Los momentos claves del pontificado de Benedicto XVI

El destino de quien guiara la Iglesia bajo el nombre de Benedicto XVI había quedado claro el día del funeral de su predecesor cuando pronunció aquella conmovedora homilía que tenía como comienzo la palabra "Sígueme".

Giovanni Tridente·31 de diciembre de 2022·Tiempo de lectura: 9 minutos

benedicto xvi

Con humildad y en la verdad, en silencio y con la oración. Así ha vivido, y así se ha ido, Benedicto XVI, el Papa emérito. Elegido al solio pontificio el 19 de marzo de 2005, inmediatamente después del «Papa grande Juan Pablo II», en sus primeras palabras a la multitud desde la logia central de la basílica de San Pedro se describió a sí mismo como «un sencillo y humilde trabajador de la viña del Señor». Y como tal apareció, con las mangas de su camisa negra sobresaliendo de su sotana papal, señal de una
elección que tal vez no se esperaba.

Tímido, pero muy culto, sencillo en los modales pero complejo en el pensamiento y nunca banal. Trabajador incansable. Lo ha demostrado en los innumerables años que pasó en la Curia romana como colaborador insustituible de su predecesor, en uno de los dicasterios más importantes y sólidos, la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe.

También en el día de su elección, se definió a sí mismo como un «instrumento insuficiente», reconfortado por el hecho de que el Señor sabría utilizarlo de la mejor manera posible, sin que le fuera a faltar «su ayuda permanente», con la complicidad de su Madre María Santísima. Pedía oraciones.

Durante casi ocho años, hasta su dimisión, que se hizo efectiva el 28 de febrero de 2013, no se rindió ante ningún obstáculo, puso (y volvió a poner) la mano en el arado y comenzó a apuntalar en sus elementos fundamentales el edificio de la Iglesia, que acababa de aterrizar con toda la humanidad en un nuevo milenio lleno de cambios y «sobresaltos», huérfana desde hacía poco de una guía espiritual imponente, que lo había acompañado de la mano durante más de 27 años.

Su destino había quedado claro el día del funeral de san Juan Pablo II, cuando pronunció aquella conmovedora homilía que tenía como comienzo precisamente la palabra «Sígueme». Unos días antes -en el Vía Crucis del Coliseo, meditando sobre la novena estación, la tercera caída de Jesús- se había «encargado» entonces de denunciar la «suciedad en la Iglesia», pero también la soberbia y la autosuficiencia.

Su sueño era volver a su tierra natal, dedicarse a la lectura y disfrutar de su pasión por los gatos y su amor por la música clásica. En cambio, le tocó asumir todos esos problemas que había aprendido a conocer tan de cerca, y también cargar con la cruz de las críticas y las incomprensiones, pero
allanando el camino para un proceso de reformas que su sucesor -el Papa Francisco- ha podido continuar con facilidad. Lo hizo con humildad y en verdad.

Una tarea inaudita que supera toda capacidad humana

«Una tarea inaudita, que realmente supera toda capacidad humana». El domingo 24 de abril de 2005, Benedicto XVI inició su ministerio petrino como obispo de Roma, en una plaza de San Pedro abarrotada por más de 400.000 personas. Y al exponer la gravedad y el peso del mandato que sentía que tenía que asumir, dijo que, al fin y al cabo, su programa de gobierno no sería «seguir mis propias ideas, sino ponerme a la escucha, con toda la Iglesia, de la palabra y la voluntad del Señor y dejarme guiar
por Él, para que sea Él mismo quien guíe a la Iglesia en esta hora de nuestra historia». La voluntad de Dios que «no nos aleja, nos purifica -quizás incluso dolorosamente- y así nos conduce a nosotros mismos».

Estar dispuesto a sufrir

El tema del sufrimiento aparece a menudo en el discurso de investidura, como cuando explica que «amar [al pueblo que Dios nos confía] significa también estar dispuesto a sufrir», «para dar a las ovejas el verdadero bien, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios, el alimento de su presencia».

Palabras que leídas en retrospectiva suenan a profecía. Ciertamente, a Benedicto XVI no se le ahorró ningún sufrimiento, pero siempre lo vivió con espíritu de servicio y en humildad. Repasando los casi ocho años de su pontificado, destacan algunas aportaciones sobresalientes que el primer Papa emérito de la historia ha dejado como legado a toda la Iglesia.

Las tres encíclicas

La primera contribución es sin duda magisterial. A los pocos meses de comenzar su pontificado, Benedicto XVI firmó su primera Encíclica, la “Deus caritas est” (Dios es amor), en la que explica cómo el hombre, creado a imagen de Dios-amor, es capaz de hacer la experiencia de la caridad; escrita inicialmente en alemán y firmada el día de Navidad de 2005, fue difundida al mes siguiente.

El 30 de noviembre de 2007 se publicó “Spe salvi” (Salvados en la esperanza), que pone frente a frente la esperanza cristiana y las formas modernas de esperanza basadas en los logros terrenales, que llevan a sustituir la confianza en Dios por una mera fe en el progreso. Pero sólo una perspectiva infinita como la que ofrece Dios a través de Cristo puede dar la verdadera alegría.

La última encíclica que lleva su firma está fechada el 29 de junio de 2009 y se titula “Caritas in veritate” (El amor en la verdad). El Pontífice repasa aquí las enseñanzas de la Iglesia sobre la justicia social e invita a los cristianos a redescubrir la ética de las relaciones comerciales y económicas, poniendo siempre en el centro a la persona y los valores que preservan su bien.

Estaba preparando una cuarta encíclica para completar la trilogía dedicada a las tres virtudes teologales; sería publicada por el Papa Francisco el 29 de junio de 2013, en el Año de la Fe, completando lo principal del trabajo que ya había preparado Ratzinger. Se titula “Lumen fidei”.

Cuatro Exhortaciones postsinodales

Eucaristía, Palabra, África y Oriente Medio son, por su parte, los temas de las cuatro exhortaciones apostólicas que vieron la luz bajo el pontificado de Benedicto XVI, coronando otros tantos Sínodos de los Obispos que tuvieron lugar respectivamente en 2005, generando la “Sacramentum caritatis” (2006); en 2008, con la publicación de la “Verbum Domini” (2010); en 2009, de la que surgió la exhortación “Africae munus” (2011); y en 2010, que dos años después dio lugar al documento “Ecclesia in Medio Oriente”.

Ahí está la importancia de los sacramentos, y la cercanía a las periferias del mundo, lugares donde la Iglesia está muy viva, rica en vocaciones, pero donde a menudo falta el esfuerzo «de Roma» por hacerse más presente en esas tierras.

La trilogía sobre Jesús de Nazaret

Gracias a su pasión por el estudio y a sus cualidades de fino teólogo, en los años de su pontificado Benedicto XVI ha regalado también a la comunidad de creyentes tres importantes libros sobre la figura histórica de Jesús, publicados respectivamente en 2007, 2011 y 2012. El recorrido narrativo parte de la “Infancia de Jesús” y continúa por la vida pública del Mesías, hasta la resurrección.

Ha sido un éxito editorial sin precedentes, y muchos creyentes han sido edificados por el relato sobre la Persona-Jesús. Peregrino de los pueblos, no interrumpió la tradición de su predecesor de realizar viajes apostólicos tanto en Italia como en el extranjero; una serie inaugurada a los cuatro meses de su pontificado viajando a su patria para la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia. Volvió a Alemania dos veces más, en 2006 (a Baviera, donde se produjo el conocido «incidente de Ratisbona») y en 2011, en visita oficial al país. En total, Benedicto XVI ha realizado 24 viajes apostólicos al extranjero, varios a Europa (tres veces a España), pero también a América Latina (Brasil, México, Cuba), Estados Unidos (2008), África (Camerún, Benín) y Australia (2008).

Sin duda fue muy significativo su viaje a Tierra Santa, visitando Jordania, Israel y la Autoridad Nacional Palestina, en mayo de 2009, como también lo fue su visita al campo de concentración de Auschwitz, en el mismo mes tres años antes, donde rezó para honrar la memoria de los judíos, polacos, rusos, gitanos y representantes de veinticinco naciones asesinados por el odio nazi.

También realizó más de treinta visitas pastorales y peregrinaciones en Italia y otras tantas en la diócesis de Roma, visitando parroquias, santuarios, basílicas, cárceles, hospitales y seminarios. Para la historia
quedará su visita a L’Aquila en 2009, inmediatamente después del terremoto, cuando fue a rezar sobre los restos de Celestino V, sobre cuya sepultura santuario depositó su palio, una premonición que muchos han asociado a su futura dimisión.

Los «accidentes”

Al comienzo de su ministerio petrino, Benedicto XVI se había referido a los sufrimientos, y desgraciadamente éste fue uno de los elementos de los que no se libró en absoluto, empezando por algunos malentendidos y controversias que tuvieron eco internacional.

El primero de ellos se remonta a 2006, con la famosa “lectio magistralis” en la Universidad de Ratisbona durante su segundo viaje a Alemania, visitando Baviera. En este caso, el incidente surgió a raíz de la desafortunada cita de una frase del emperador bizantino Manuel II Paleólogo sobre la guerra santa, con referencias al profeta Mahoma. En su discurso, el Papa había recordado la declaración “Nostra Aetate” y la actitud de la Iglesia hacia las religiones no cristianas, pero para entonces ya se había dado el malentendido, y en el mundo islámico se produjeron reacciones violentas.

Más tarde, Benedicto XVI se disculpó públicamente, diciendo que «lo lamentaba» y dejando claro que no compartía el pensamiento expresado en el texto citado. Afortunadamente, en los años siguientes florecieron los intercambios culturales y teológicos entre católicos y musulmanes, que culminaron incluso con un encuentro en el Vaticano entre una delegación de teólogos e intelectuales islámicos y el propio Pontífice. Aquí están sin duda los prolegómenos del “Documento sobre la Fraternidad Humana” que varios años después el Papa Francisco logrará firmar en Abu Dhabi junto al Gran Imán de Al-Azhar.

Un segundo incidente tuvo lugar en Roma, protagonizado por la principal Universidad de la capital, «La Sapienza», donde un grupo de más de 60 profesores de la universidad se opuso a la visita de Benedicto XVI, que había sido invitado por el entonces rector a hablar en la inauguración del curso académico en 2008. Tras el aluvión de polémicas, la Santa Sede declinó la invitación. Nueve años después, en 2017, su sucesor Francisco se pudo en cambio visitar otra universidad civil romana, «Roma Tre».

Tras el malentendido con los musulmanes, en 2009 llegó el incidente con el mundo judío. Benedicto XVI había decidido remitir la excomunión a cuatro obispos lefebvrianos, entre los que se encontraba Richard
Williamson. Tras este gesto salió a la luz -a través de la televisión sueca SVT- que en el pasado el monseñor había expresado públicamente posiciones negacionistas sobre la Shoah. También en este caso, la Santa Sede se vio obligada a emitir una nota que, además de confirmar la condena y el recuerdo del genocidio de los judíos, exigía al obispo Williamson que se distanciara «de forma absolutamente inequívoca y pública de sus posiciones respecto a la Shoah» antes de ser admitido a funciones episcopales en la Iglesia, aclarando que estas posiciones no eran conocidas por el Papa en el momento de la remisión de la excomunión.

Otras críticas surgieron durante su viaje a Camerún y Angola en marzo de 2009, cuando afirmó en el avión que la distribución de preservativos no sería una solución contra el sida; una declaración estigmatizada por gobiernos, políticos, científicos y organizaciones humanitarias con repercusiones también a nivel diplomático.

Lucha contra los abusos

Y, sin embargo, bajo el pontificado de Benedicto XVI, todo el proceso de lucha contra los abusos en la Iglesia, que el Papa Francisco ha sabido continuar con mayor fluidez, cobró un impulso irreversible. El Papa Ratzinger fue el primer pontífice que pidió perdón explícitamente a las víctimas de abusos por parte de clérigos, además de reunirse con ellas en varias ocasiones, por ejemplo en viajes al extranjero.

Fue drástico al expulsar a varios clérigos responsables de tales delitos y al establecer las primeras normas y directrices más estrictas contra estos fenómenos.

Un ejemplo entre todos es el tratamiento del «caso Maciel», que Ratzinger ya había tenido ocasión de examinar en profundidad durante sus años como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.Como Pontífice, dispuso que la Congregación de los Legionarios recibiera una Visita Apostólica, de resultas de la cual se nombró a un Delegado Pontificio -el difunto Cardenal Velasio De Paolis-, que luego llevó a la revisión de los estatutos y reglamentos, tras reconocerse públicamente la culpa del fundador y ponerse en marcha un proceso completo de renovación y sanación.

Otro fenómeno es el de Irlanda, tras la publicación de los informes Ryan y Murphy que denunciaban numerosos casos de abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes y religiosos desde los años 30 hasta el año 2000, con intentos de encubrimiento por parte de la Iglesia local. Ya en 2006, dirigiéndose a los obispos del país que habían acudido a Roma en visita “ad Limina”, Benedicto XVI dijo que «las heridas causadas por tales actos son profundas, y es urgente la tarea de restablecer la confianza cuando han sido dañada». Además, es necesario «tomar todas las medidas para evitar que se repita en el futuro, garantizar el pleno respeto de los principios de justicia y, sobre todo, curar a las víctimas y a todos los afectados por estos crímenes abominables».

Cuatro años más tarde escribió una carta pastoral a los católicos de Irlanda en la que les confiaba que «compartía la consternación y la sensación de traición» que habían experimentado, y dirigiéndose a los culpables añadía: «debéis responder de esto ante Dios Todopoderoso, así como ante los tribunales debidamente constituidos».

Los Consistorios

A lo largo de su pontificado, Benedicto XVI presidió cinco consistorios para la creación de nuevos cardenales, creando un total de 90 «eminencias», de las que 74 eran electores. Significativamente, en el último, el 24 de noviembre de 2012, además de ser el segundo Consistorio en el mismo año (desde 1929 no había habido dos creaciones diferentes de cardenales en el mismo año), esta vez no hubo cardenales europeos presentes, casi como inaugurando una tradición de “pescar” colaboradores del Papa incluso lejos de Roma. Algo que luego se ha hecho muy habitual con el Papa Francisco.

Fue el año de la creación del cardenal Luis Antonio Tagle, arzobispo metropolitano de Manila (Filipinas), o de Baselios Cleemis Thottunka, arzobispo mayor de Trivandrum de los siro-malankares (India), por ejemplo.

Renuncia

El último acto que queda en la historia del pontificado de Benedicto XVI es sin duda su renuncia, anunciada el 11 de febrero de 2013 durante un Consistorio para determinadas causas de canonización como una «decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia».

Entre las motivaciones que le llevaron a esta decisión -hecha con absoluta humildad y espíritu de servicio a la Iglesia, también en este caso- estaba la conciencia de que «para gobernar la barca de San Pedro se necesita también el vigor del cuerpo y del alma, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal modo que tengo que reconocer mi incapacidad para administrar bien el ministerio que se me ha confiado».

Palabras de una limpieza única, ofrecidas con el corazón en la mano, y con la libertad de quien no teme reconocer sus propias limitaciones, estando al mismo tiempo dispuesto a servir al Señor «no menos sufriendo y orando».

Fiel a su palabra, Benedicto XVI, ha dedicado los últimos años de su vida a rezar por la Iglesia, en el «ocultamiento» del Monasterio Mater Ecclesiae,con el corazón, con la reflexión y con todas sus fuerzas interiores, como dijo en su último saludo a los fieles desde la Logia del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo el 28 de febrero de hace casi diez años. Como peregrino «en la última etapa de su peregrinación en esta tierra», que ahora ha llegado a su cumplimiento. ¡Cuídanos desde el Cielo!

 

Benedicto XVI. El Papa emérito

Benedicto XVI ha dejado un sello indeleble en la Historia universal de la Iglesia

Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt 16,13-20) Desde hace más de dos mil años, la Iglesia de Cristo navega en las aguas procelosas de este mundo, bajo el gobierno de los sucesores de Pedro.

Reconozco que pertenecer a una generación que ha tenido la gran fortuna de haber vivido acontecimientos que han sido un hito en la historia de la humanidad, como es la llegada del primer hombre a la luna, la caída del muro de Berlín o la renuncia de un Papa a su pontificado, imprime un cierto sentimiento de singular privilegio. Benedicto XVI, al igual que la mayoría de sus predecesores, ha dejado un sello indeleble en la Historia universal de la Iglesia.

De la segunda guerra mundial del siglo XX, surgieron dos Papas que han sido hijos de un trágico desgarro y enfrentamiento de sus pueblos: el polaco Karol Wojtyla y el alemán Joseph Ratzinger. Dos europeos a los que sorpresivamente el Espíritu Santo les encomendó, años después, la apasionante tarea de gobernar la barca de Pedro. A la exhaustiva e inmensa actividad apostólica de San Juan Pablo II, fruto de su arrebatadora personalidad, le sucedió la profunda, sosegada y reposada sabiduría del gran intelectual y teólogo que ha sido Benedicto XVI.

Su legado doctrinal es de una densidad tal, que sería pretencioso resumirlo en una breve semblanza de su relevante pontificado. Ya como Prefecto para la Congregación de la Doctrina para la Fe desde su nombramiento en 1982 se enfrentó a las grandes cuestiones planteadas en la Iglesia y muy especialmente ante lo que quería hacer el revolucionario Juan Pablo II, que se plasmaron en sus encíclicas doctrinales sobre la moral de la vida, los fundamentos de la moral católica o sobre la compatibilidad entre la fe y la razón (Fides et ratio 1998).

Benedicto XVI insistió a lo largo de su magisterio en esta compatibilidad.

En su memorable discurso en la Universidad de Ratisbona en el 2006, abogó por “ampliar nuestro concepto de la razón y de su uso…”, “solo lo lograremos si la razón y la fe se reencuentran de un modo nuevo, si superamos la limitación que la razón se impone a sí misma de reducirse a lo que se puede verificar con la experimentación…”, a su vez la fe necesita el diálogo con la razón moderna, afirmaba.

Otro aspecto recurrente de su pontificado ha sido la denuncia de la “dictadura del relativismo”: “Tener una fe clara según el Credo de la Iglesia, es constantemente etiquetado como fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, el dejarse llevar de aquí hacia allá por cualquier viento de doctrina, aparece como la única aproximación a la altura de los tiempos actuales…” El peligro hoy día, decía, es que “en nombre de la tolerancia se elimine la tolerancia”.

Dos discursos en los Parlamentos británico y alemán en los años 2010 y 2011, representan toda una guía ética y moral para cualquier dirigente o líder político. Frente a quienes confían en el mero consenso social como criterio suficiente para aprobar unas leyes, el Papa señalaba a los parlamentarios británicos que hay unas reglas éticas que son anteriores y superiores a la vida política y que la democracia se debilita cuando las ignora: “El papel de la religión no es proponer soluciones políticas concretas sino ayudar a purificar e iluminar la aplicación de la razón al descubrimiento de principios morales objetivos”.

En el Bundestag alemán se preguntó sobre los fundamentos del Derecho: ¿Cómo podemos reconocer lo que es justo? ¿cómo podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el derecho verdadero y el derecho aparente?... “la política debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz. Naturalmente un político buscará el éxito, sin el cual nunca tendría la posibilidad de una acción política efectiva. Pero el éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho y a la comprensión del derecho…”

Su contribución al estudio y conocimiento de Dios y del hombre, al Magisterio de la Iglesia y a la sociedad en general, le acreditan como uno de los Papas más preclaros y sólidos en la defensa de la fe y la doctrina cristiana, la Historia así se lo reconocerá. Santidad, descanse en la Paz de Dios que tanto anheló.

Jorge Hernández Mollar

 

 

Pretende remodelar la familia y la escuela

Detrás de la actitud del Gobierno ante ciertos comportamientos paternales se percibe toda una concepción ideológica que pretende remodelar la familia y la escuela como primeros ámbitos de socialización. Se trata de una clara inversión de roles que ignora que la responsabilidad de los poderes públicos es ponerse al servicio de la sociedad, no sustituirla. Si al Gobierno le preocupa el bienestar de niños y adolescentes, nada más eficaz que poner en marcha políticas familiares con impacto económico, desde luego, pero también impacto cultural. Es lo que han hecho varios países europeos. La estrategia, por cierto, ha sido adoptada por varias Comunidades Autónomas que tratan de paliar la insuficiencia de familias para el acogimiento. Y es que es apabullante la evidencia a favor de la familia para el bienestar del menor. De las familias normales, con sus límites e imperfecciones. Familias a las que no vendría mal, que el Gobierno empezara a mirarlas con un poco más de respeto y empatía.

Pedro García

 

 

Pero los cristianos, nosotros

Hoy, último día del año quiero hacer un recordatorio de todos los que nos han dejado y que casi seguro están gozando de Dios en el cielo. Muchas veces me he preguntado sobre la actitud de algunas personas ante la muerte. Pienso a veces que lo del luto no tiene demasiado sentido. Todo es cuestión de profundizar un poco. ¿Por qué tenemos que llorar la muerte de los seres queridos? Solo podemos admitir esa actitud por egoísmo. Se va una persona cercana. ¿Hay alguna otra razón? Las religiones antiguas no creían en la resurrección, y en el Antiguo Testamento estaba demasiado especificado.

Pero  los cristianos, nosotros, lo tenemos muy claro. Aquí estamos preparándonos para llegar a la vida eterna. Por lo tanto, especialmente esas personas que han vivido en cristiano, con más o menos defectos, pero con fe, sabemos que se van al cielo. ¿Con un proceso de purgación, de conversión, de limpieza? Sí, pero es solo ponerse el traje de fiesta para entrar en el cielo. Por lo tanto ante una persona muerta, más o menos cercana, debería de haber alegría. Esa debería ser la lógica cristiana.

Nos puede resultar más penoso pensar en la posibilidad de que se condene una persona que sabemos que ha vivido lejos de Dios. Aún en esos casos no debemos olvidar que Dios quiere que todos los hombres se salven y pondrá por medio su Gracia para conseguir una conversión, aunque sea en el último instante.

Por lo tanto, en muchos casos, ante la muerte de los seres queridos, debemos considerar que están mucho mejor que nosotros. Están con Dios, gozando de la maravilla de la presencia de la Trinidad, muy cerquita de la Virgen y acompañados por tantas personas queridas que están ya gozando de esa paz eterna.

JD Mez Madrid

 

 

Un verdadero despropósito

El ejercicio de la objeción de conciencia, además de ser un derecho constitucional, no puede convertirse en un criterio discriminatorio y de señalamiento de quienes están cumpliendo con el juramento hipocrático que obliga a proteger la vida.

En este sentido, otra de las enmiendas pactadas entre el PSOE y Unidas Podemos es que la nueva ley facilite el aborto a las menores que aún no hayan cumplido los 16 años. En el caso de que los padres no estén de acuerdo con la decisión de su hija, la menor podrá recurrir a los tribunales y denunciar a sus padres por no respetar su voluntad. Un verdadero despropósito en nombre de una fantasmagórica idea de progreso.

José Morales Martín

 

 

Un año agrario adverso para el campo español

Todo da a entender que este año, el 2022, será recordado en el campo por la fuerte sequía, que ha provocado un descenso en la producción agraria nacional. Los datos del Ministerio de Agricultura cifran dicho descenso en un -14,7%, para la producción vegetal y un -9% para el conjunto de la producción agroganadera. Este fenómeno meteorológico extremo ha sido el más importante, según explican desde UPA, pero no el único, pues también han ocurrido episodios de calor extremo en todo el país y heladas en primavera que también dejaron daños en la agricultura.

La meteorología ha sido sin duda un fenómeno muy desfavorable en este año, a pesar de las lluvias en algunos lugares –sin duda positivas– de los meses de noviembre y diciembre, pero no el único, pues la guerra en Ucrania, que comenzó el 24 de febrero, se empezó a notar en el campo, en forma de encarecimiento de los costes, varios meses antes. Este conflicto bélico ha marcado profundamente la situación del sector primario y de toda la cadena agroalimentaria.

El encarecimiento de los costes de producción ha sido, según los datos de Agricultura, del 31,2% a nivel global, motivado por los piensos (+34,6%), la energía y los lubricantes (+49,6%), los fertilizantes (+62,1%) y los productos fitosanitarios (+20,3%). Este encarecimiento de los costes, unido a las bajas producciones provocadas por las condiciones meteorológicas, ha llevado a que la cifra de renta agraria haya descendido un 5,5%. Datos que demuestran, para UPA, que la subida de precios de las producciones no ha compensado suficientemente los costes disparados para el sector primario español, que se ha empobrecido en este ejercicio.

Jesús Domingo Martínez

 

El valor de la vejez

Ha concluido la catequesis del Papa sobre el sentido y el valor de la vejez (del 23 de marzo al 24 agosto de 2022). Quiso «animar a todos a invertir pensamientos y afectos en los dones que ella trae consigo y para las otras edades de la vida» (23-III-2022); pues, en efecto, la ancianidad es un don y bendición divinos*.

 

Los ancianos, maestros de sabiduría

Francisco señaló que en la cultura dominante, «los ancianos son poco valorados, en su calidad espiritual, su sentido comunitario, su madurez y sabiduría». Y esto, a los ojos del Papa, implica un «vacío de pensamiento, imaginación, creatividad» (Ibid.). Insistió en que sin el diálogo entre generaciones tenemos «una sociedad estéril, sin futuro, una sociedad que no mira al horizonte, sino que se mira a sí misma» (2-II-2022).

A los ancianos les dijo: «Tenéis la responsabilidad de denunciar la corrupción humana en la que vivimos y en la que continúa esa forma de vida del relativismo, totalmente relativa, como si todo fuera lícito. Adelante. El mundo precisa, necesita jóvenes fuertes, que salgan adelante, y viejos sabios» (Ibid.).

A los demás, les recordó su deber de proteger a los ancianos y de educar en el cuidado de la ancianidad. A propósito del cuarto mandamiento Honrar Padre y Madre, señaló: «El honor falta cuando el exceso de confianza, en vez de manifestarse como delicadeza y cariño, ternura y respeto, se convierte en rudeza y prevaricación. Cuando la debilidad es reprochada, e incluso castigada, como si fuera una falta. Cuando el desconcierto y la confusión se convierten en ocasión para la burla y la agresión» (23-II-2022).

La fe vivida, herencia de la ancianidad

Con el ejemplo del viejo Eleazar (cf. 2 M, 18 ss.) indicó que «la práctica de la fe no es el símbolo de nuestra debilidad, sino el signo de su fortaleza» (Audiencia general, 4-V-2022.). Y por eso: «Demostraremos, con toda humildad y firmeza, precisamente en nuestra vejez, que creer no es algo ‘para viejos’, sino algo vital. Creer en el Espíritu Santo, que hace nuevas todas las cosas, y con mucho gusto nos ayudará» (Ibid.). La fe vivida es herencia de la ancianidad.

«Los ancianos, por su debilidad, pueden enseñar a los que viven otras edades de la vida que todos necesitamos abandonarnos en el Señor, para invocar su ayuda. En ese sentido, todos tenemos que aprender de la vejez: sí, hay un don en ser viejo entendido como abandonarse al cuidado de los demás, comenzando por el mismo Dios (Ibid). De ahí surge un “magisterio de la fragilidad”: no esconder las debilidades de la vejez es una lección de los ancianos para todos».

En el evangelio de san Juan, Nicodemo le pregunta a Jesús: ¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo? (Jn 3,4). Y Jesús le explica que la vejez es oportunidad para renacer espiritualmente y aportar un mensaje de futuro, misericordia y sabiduría (cf. Audiencia general, 8-VI-2022).

Hoy, dice el Papa, «la vejez es un tiempo especial para disolver el futuro de la ilusión tecnocrática de la supervivencia biológica y robótica, pero, sobre todo, porque se abre a la ternura del vientre creador y generador de Dios» (Ibid.).

Y así enseña: «Los viejos son los mensajeros del futuro, los viejos son los mensajeros de la ternura, los viejos son los mensajeros de la sabiduría de una vida vivida» (Ibid.).

El Valor de la Vejez - Expertos - CARF

Francisco habló del papel de los médicos y agentes sanitarios en esta responsabilidad compartida entre las familias de los ancianos y el sistema de salud de una sociedad, y afirmó: «Toda la medicina tiene un papel especial en la sociedad como testigo del honor que se debe a la persona anciana y a cada persona humana».

Aceptación de los límites y espíritu de servicio

A partir del relato de la sanación de la suegra de Simón (cf. Mc 1, 29-31), considera Francisco: «Cuando eres anciano, ya no mandas sobre tu cuerpo. Es necesario aprender a aceptar los propios límites, lo que ya no podemos hacer» (cf. Audiencia general, 15-VI-2022). (“También yo tengo que ir ahora con bastón”).

La suegra de Pedro “se levantó y se puso a servirles”. Dice el Papa: «Los ancianos que conservan la disposición para la sanación, el consuelo, la intercesión por sus hermanos y hermanas —sean discípulos, sean centuriones, personas perturbadas por espíritus malignos, personas descartadas…—, son quizá el testimonio más elevado de pureza de esa gratitud que acompaña la fe. Todo ello, observa, no es exclusivo de las mujeres. Pero las mujeres pueden enseñar a los hombres sobre la gratitud y la ternura de la fe, que a veces a ellos les cuesta más comprender».

Tiempo del testimonio de la Vida que no muere

En el diálogo entre Jesús resucitado y Pedro al final del evangelio de Juan (21, 15-23, cf. Audiencia general 22-VI-2022), Francisco encuentra también fundamento para aconsejar a los ancianos.

«Debes ser testigo de Jesús incluso en la debilidad, en la enfermedad y en la muerte. Más aún, el Señor nos habla siempre según la edad que tengamos. Y nuestro seguimiento deberá aprender a dejarse instruir y moldear por nuestra propia fragilidad, nuestra impotencia, la dependencia de los demás, incluso en el vestir, en el andar».

La vida espiritual (por la oración y los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la confesión de los pecados) es la que nos da esa fortaleza y sabiduría para saber despedirse con una sonrisa: «una despedida alegre: he vivido mi vida, he conservado mi fe». A los demás, especialmente a los jóvenes, corresponde ayudar a los mayores a vivir y expresar esa sabiduría, y saber recibir recibirla.

En esa misma línea, ya cerca del final de las catequesis, el Papa invita a releer la despedida de Jesús (cf. Jn 14): “Cuando me haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros” (14,3). Afirma el sucesor de Pedro: «El tiempo de la vida en la tierra es la gracia de ese paso. La presunción de detener el tiempo –querer la eterna juventud, el bienestar ilimitado, el poder absoluto– no sólo es imposible, es delirante» (cf. Audiencia general, 10-VIII-2022).

Aquí abajo la vida es iniciación, imperfección camino de la vida más plena. Y aprovecha Francisco para decir que, a nuestra predicación, donde abunda la bienaventuranza, la luz y el amor, «quizá le falta un poco de vida».

El “anciano de cabellos blancos” y María

En conexión con esto se sitúa la original catequesis del Papa sobre el “anciano de cabellos blancos” que aparece en el libro de Daniel (7, 9; cf. Audiencia general, 17-VIII-2022). Así se suele representar a Dios Padre. Pero esto –observa Francisco– “no es un símbolo tonto” que habría que desmitificar. Es símbolo de una existencia eterna, de la eternidad de Dios, siempre antigua y siempre nueva, con su fuerza y su cercanía; «porque Dios siempre nos sorprende con su novedad, siempre sale a nuestro encuentro, cada día de manera especial, para ese momento, para nosotros».

Francisco puso el broche de oro a sus catequesis sobre la vejez contemplando el misterio de la asunción de la Virgen (cf. Audiencia general, 24-VIII-2022). En Occidente –recordaba– la contemplamos elevada a lo alto, envuelta en luz gloriosa; en Oriente se la representa acostada, dormida, rodeada de los Apóstoles en oración, mientras el Resucitado la lleva en sus manos como a una niña. El Papa indica que debería subrayarse la conexión de la Asunción de la Virgen con la Resurrección del Señor, a la que está vinculada la nuestra, cuando resucitaremos con él al final de los tiempos.

María nos antecede en su asunción al cielo, también como figura de la Iglesia, que eso será al final: la extensión del cuerpo resucitado de Cristo, hecha familia. Jesús habla de eso –de la vida plena que nos espera en el Reino de los cielos– con diversas imágenes: el banquete de bodas, la fiesta con los amigos, la rica cosecha, el fruto que viene, no sin dolor. De todo ello y para el bien de los demás –propone el Francisco incluyéndose en el grupo– «hemos de ser los ancianos semilla, luz, y también inquietud; de esa plenitud de vida que nos espera».

Don Ramiro Pellitero Iglesias
Profesor de Teología Pastoral de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra.