Ideas Claras
DE INTERES PARA HOY lunes, 10 de octubre de 2022
Indice:
El Papa: Caminar juntos, ser sinodales. Agradecer a Dios por los dones que nos da
El Papa a la Centesimus Annus: mirada humilde para ver en el otro a mi hermano
El Papa: Recemos por una Iglesia sinodal abierta a todos
EL PAN DE CADA DÍA : Francisco Fernandez Carbajal
Evangelio de lunes: no se le dará otra señal que la de Jonás
“¿Santo, sin oración?” : San Josemaria
Vida de María (I): la Inmaculada Concepción : J.A. Loarte
Estos deberían ser tus cinco hábitos para vivir en presente : Sheila oataya
El dolor y el sufrimiento en familia; una oportunidad : Rosario Prieto
Ser solidarios. : José Luis Velayos
Como defender nuestros valores : Jorge Hernández Mollar
Agrandar el corazón : Fernando Ocáriz
A los “expertos” se les da cancha : Jesús Martínez Madrid
El temor al botón nuclear : José Morales Martín
Mensaje con tintes apocalípticos : Jesús D Mez Madrid
La píldora del día siguiente : Jesús Martínez Madrid
Pasos del sacramento de la Confesión
El Papa: Caminar juntos, ser sinodales. Agradecer a Dios por los dones que nos da
Francisco en su homilía en la misa con canonizaciones de los nuevos santos, Juan Bautista Scalabrini y Artémides Zatti, habló de la necesidad de caminar juntos, ser honestos con nosotros mismos, todos tenemos el corazón enfermo, todos necesitados de la misericordia del Padre.Agradecer a Dios por los dones que nos da todos los días, no olvidarnos de cultivar una relación viva con Él. No dar todo por sentado, incluso la fe, hasta el punto de convertirnos en cristianos que no saben asombrarse
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
En una plaza llena de fieles que vinieron a celebrar la fiesta de sus beatos que hoy fueron elevados al honor de los altares, que hoy son ya santos, el Papa quiso detenerse en su homilía en dos aspectos que sugiere el Evangelio de hoy: caminar juntos y agradecer. Dos santos que están muy relacionados con la migración.
Dedicó un intenso momento para hablar de la realidad de los migrantes hoy día. "La exclusión de los inmigrantes es escandalosa. La exclusión de los migrantes es criminal, los hace morir ante nosotros. Y así, hoy tenemos el Mediterráneo que es el mayor cementerio del mundo. La exclusión de los inmigrantes es repugnante, es pecaminosa, es criminal. No abrir las puertas a los necesitados", enviados a los lagers donde son explotados, vendidos como exclavos. Y ahora con el conflicto entre Rusia y Ucrania, hay una migración de ucranianos que huyen de la guerra dijo y pidió que no se olvide a la atormentada Ucrania.
Los migrantes. Excluídos y enviados a lagers
Caminar juntos, es incluir al otro. Escucharlo, acercarme al otro. Sentirnos todos pecadores, todos necesitados de la Misericordia de Cristo. Derribar las desigualdades y marginaciones:
“Me da miedo cuando veo comunidades cristianas que dividen el mundo en buenos y malos, en santos y pecadores; de esa manera, terminamos sintiéndonos mejores que los demás y dejamos fuera a muchos que Dios quiere abrazar. Por favor, incluyan siempre: incluyan siempre, en la Iglesia como en la sociedad, todavía marcada por tantas desigualdades y marginaciones. Incluya a todos".
Y hoy, en el día en que Scalabrini se convierte en santo, afirmó el Papa, me gustaría pensar en los emigrantes. La exclusión de los inmigrantes es escandalosa. Al contrario: la exclusión de los migrantes es criminal, los hace morir ante nosotros. El Mediterráneo es el mayor cementerio del mundo, dijo con tristeza, y añdió:
"La exclusión de los inmigrantes es repugnante, es pecaminosa, es criminal. No abrir las puertas a los necesitados... 'No, no los excluimos: los enviamos lejos', a los lagers, donde son explotados y vendidos como esclavos. Hermanos y hermanas, hoy pensamos en nuestros emigrantes, en los que mueren. Y los que pueden entrar, ¿los recibimos como hermanos o los explotamos? Dejo la pregunta ...."
Agradecer a Dios por los dones que nos da todos los días, no olvidarnos de cultivar una relación viva con Él. No padecer esa "fea enfermedad espiritual, dar todo por sentado, incluso la fe, incluso nuestra relación con Dios, hasta el punto de convertirnos en cristianos que ya no saben asombrarse, que ya no saben decir “gracias”, que no muestran gratitud, que no saben ver las maravillas del Señor".
La gratitud, el saber decir “gracias”, nos lleva en cambio a atestiguar la presencia de Dios-amor. Y también a reconocer la importancia de los demás, superando la insatisfacción y la indiferencia que deforman nuestro corazón. Saber dar las gracias es esencial, todos los días a Dios, y a quien nos rodea.
Caminar juntos:
Jesús sana a diez leprosos, al principio caminan juntos, pero sólo uno se devuelve para agradecerle a Jesús, el samaritano. El Papa al respecto dijo que la enfermedad y la fragilidad en común hacen caer las barreras y superan toda exclusión.
Cuando somos honestos con nosotros mismos, afirmó, recordamos que todos tenemos el corazón enfermo, que todos somos pecadores, que todos estamos necesitados de la misericordia del Padre.
“Y entonces, dejamos de dividirnos en base a los méritos, a los papeles que desempeñamos o a cualquier otro aspecto exterior de la vida; y caen los muros interiores, los prejuicios. Así, finalmente, nos redescubrimos como hermanos”.
Despojarnos de nuestras armaduras, de nuestras barreras
Hablando de la primera lectura en cambio, en la que Naamán, rico y poderoso, para ser curado se sumerge en el río en el que todos se bañaban, y lo hizo quitándose su armadura, sus ropas. Aquí Francisco nos recordó el bien que nos hace a todos, “quitarnos nuestras armaduras exteriores, nuestras barreras defensivas, y darnos un buen baño de humildad, recordando que todos somos frágiles por dentro y estamos necesitados de curación; todos somos hermanos”.
Caminar juntos es avanzar junto a los demás, no ser caminantes solitarios, recordó el Papa, esto es la fe cristiana, que nos invita a salir de nosotros mismos hacia Dios y hacia los hermanos, nunca a encerrarnos en nosotros mismos.
“Siempre nos pide que nos reconozcamos necesitados de curación y de perdón, que compartamos las fragilidades de los que nos rodean, sin sentirnos superiores.”
¿Vencemos la tentación de la autorreferencialidad?
Seguidamente el Santo Padre nos cuestiona, a cada uno de nosotros, nos pide que verifiquemos si en nuestras vidas, en nuestras familias, en los lugares donde trabajamos, y que frecuentamos cada día, si somos capaces de caminar junto a los demás, de escuchar, de vencer la tentación de atrincherarnos en nuestra autorreferencialidad y de pensar sólo en nuestras propias necesidades. Caminar juntos, ser “sinodales”, dijo Francisco, esa es también la vocación de la Iglesia.
Preguntémonos, nos cuestiona el Pontífice, hasta qué punto somos realmente comunidades abiertas y que incluyen a todos; si somos capaces de trabajar juntos, sacerdotes y laicos, al servicio del Evangelio; si tenemos una actitud de acogida ―no sólo con palabras, sino con gestos concretos― hacia los que están alejados y hacia todos los que se acercan a nosotros, sintiéndose inadecuados a causa de sus complicadas trayectorias de vida. Y nos pregunta si hacemos sentir parte de la comunidad a esas personas o las excluimos.
Agradecer a Dios
El segundo aspecto es agradecer. En el grupo de los diez leprosos hubo uno solo que, al verse curado, volvió a alabar a Dios y a mostrar su gratitud a Jesús, señaló Francisco, los otros nueve fueron sanados, pero luego cada uno tomó su camino, olvidándose de Aquel que los había curado.
“El samaritano, en cambio, hizo del don recibido el inicio de un nuevo camino; regresó donde Aquel que lo había sanado, fue a conocer de cerca a Jesús y comenzó una relación con Él. Su actitud de gratitud no fue, pues, un simple gesto de cortesía, sino el inicio de un camino de gratitud. Se postró a los pies de Cristo (cf. Lc 17,16), es decir, realiza un gesto de adoración, reconoció que Jesús es el Señor, y que Él era más importante que la curación que había recibido”.
Dar gracias a Dios por los dones que nos da a diario
Una gran lección para nosotros, nos recordó el Papa, porque nos beneficiamos de los dones de Dios todos los días, pero a menudo seguimos nuestro propio camino, olvidándonos de cultivar una relación viva con Él.
"Esa es una fea enfermedad espiritual, dar todo por sentado, incluso la fe, incluso nuestra relación con Dios, hasta el punto de convertirnos en cristianos que ya no saben asombrarse, que ya no saben decir “gracias”, que no muestran gratitud, que no saben ver las maravillas del Señor".
Saber decir gracias, nada es obvio o merecido
De esta manera, aseveró el Papa Francisco, acabamos pensando que todo lo que recibimos cada día sea obvio y merecido. La gratitud, el saber decir “gracias”, señaló, nos lleva en cambio a atestiguar la presencia de Dios-amor. Y también a reconocer la importancia de los demás, superando la insatisfacción y la indiferencia que deforman nuestro corazón.
"Saber dar las gracias es esencial. Todos los días, dar gracias al Señor, aprender a darnos las gracias entre nosotros: en la familia, por esas pequeñas cosas que recibimos a veces sin ni siquiera preguntarnos de dónde vienen; en los lugares que frecuentamos cada día, por los muchos servicios que disfrutamos y por las personas que nos apoyan; en nuestras comunidades cristianas, por el amor de Dios que experimentamos a través de la cercanía de los hermanos y hermanas que muchas veces en silencio rezan, ofrecen, sufren, caminan con nosotros. Por favor, no olvidemos nunca esta palabra clave: ¡Gracias!"
Scalabrini y Zatti: ejemplo de Caminar juntos y dar gracias
Los dos santos canonizados hoy nos recuerdan la importancia de caminar juntos y de saber dar las gracias, afirmó el Papa. Recordando al obispo Scalabrini, que fundó una Congregación para el cuidado de los emigrantes, afirmaba que en el caminar común de los que emigran no había que ver sólo problemas, sino también un designio de la Providencia: “Precisamente gracias a las migraciones forzadas por las persecuciones ―decía― la Iglesia cruzó las fronteras de Jerusalén y de Israel y se hizo ‘católica’; gracias a las migraciones de hoy la Iglesia será un instrumento de paz y comunión entre los pueblos” (cf. L'emigrazione degli operai italiani, Ferrara 1899). "Hay una migración, ahora mismo, aquí en Europa, sobre todo, que nos hace sufrir mucho y nos mueve a abrir el corazón: la migración de ucranianos que huyen de la guerra. No olvidemos hoy a la atormentada Ucrania". Scalabrini miraba más allá, dijo, miraba hacia delante, hacia un mundo y una Iglesia sin barreras, sin extranjeros.
Por su parte, dijo por último Francisco, el hermano salesiano Artémides Zatti fue un ejemplo vivo de gratitud. Curado de la tuberculosis, dedicó toda su vida a saciar las necesidades de los demás, a cuidar a los enfermos con amor y ternura. Se dice que lo vieron cargarse sobre la espalda el cadáver de uno de sus pacientes. Lleno de gratitud por lo que había recibido, quiso manifestar su acción de gracias asumiendo las heridas de los demás.
Una súplica del Papa al final de su homilía: "recemos para que estos santos hermanos nuestros nos ayuden a caminar juntos, sin muros de división; y a cultivar esa nobleza de espíritu tan agradable a Dios que es la gratitud".
El Papa a la Centesimus Annus: mirada humilde para ver en el otro a mi hermano
Es esta la recomendación que dio el Papa Francisco a los participantes en el congreso de la Centesimus Annus Pro Pontifice: convertir su mirada, ver en cada ser humano, tu hermano, cuya dignidad debe ser respetada.
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
Con una mirada humilde que ve al otro como tu hermano, y respeta su dignidad es como se podrá luchar contra los males de la especulación actual que alimentan los vientos de guerra, dijo el Papa a la Centesimus Annus. “No despreciar a nadie es el estilo de todo pacificador”. Significa un crecimiento inclusivo. Porque “todo viene de cómo uno se ve. La mirada de Jesús supo ver en los pobres que ponían dos céntimos en la caja de las ofrendas en el Templo un gesto de donación total (cf. Mc 12,41-44)”. La mirada de Jesús, dijo el Pontífice, partía de la misericordia y la compasión por los pobres y excluidos.
Francisco recordó que la pobreza no se combate con el asistencialismo. Dar dinero a los pobres es resolver un problema temporal, para afrontar emergencias, pero para que tengan una vida digna, sólo lo lograrán con un trabajo. Debemos comprometernos todos, afirmó, a aumentar las políticas laborales para los más frágiles, de lo contrario, fomentamos una cultura mundial del despilfarro.
Leer desde adentro la doctrina social de la Iglesia
El Papa agradeció a los participantes en el congreso de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice, por su aportación a la doctrina social de la Iglesia, en particular, porque contribuyen en su difusión y entendimiento. Además, porque, al profundizar en ella, “leen ‘desde dentro’ del complejo mundo económico y social, y por tanto pueden contrastar continuamente esa doctrina con la realidad, una realidad que siempre está en movimiento”.
Los participantes están afrontando el tema del "Crecimiento inclusivo para erradicar la pobreza y promover el desarrollo sostenible para la paz". Para el Papa la expresión clave es la inicial: "crecimiento inclusivo".
“Me recuerda a la Populorum Progressio de San Pablo VI, donde afirma: "El desarrollo no se reduce al mero crecimiento económico. Para que sea un auténtico desarrollo, debe ser integral, lo que significa que está orientado a la promoción de cada hombre y de todo el hombre" (nº 14). Por lo tanto, el desarrollo es inclusivo o no es desarrollo”.
Fermentar la realidad económica en un sentido ético
A partir de allí, les afirmó, inicia la tarea de la fundación, como laicos, deben "fermentar" la realidad económica en un sentido ético, el crecimiento en el sentido del desarrollo. Y lo intentan, partiendo de la visión del Evangelio. Porque todo surge de la forma en que se mira la realidad.
El crecimiento inclusivo es no despreciar “nunca a nadie” incluso en los momentos históricos más desesperados, como la Depresión que se sufrió en la época anterior a la caída de la bolsa. Porque “todo viene de cómo uno se ve. La mirada de Jesús supo ver en los pobres que ponían dos céntimos en la caja de las ofrendas en el Templo un gesto de donación total (cf. Mc 12,41-44)”. La mirada de Jesús, dijo el Papa, partía de la misericordia y la compasión por los pobres y excluidos.
Una nueva mirada: no despreciar nunca a nadie
Por eso, dijo Francisco, el futuro exige una nueva mirada, y cada uno, a su pequeña manera, está llamado a ser promotor de esta forma diferente de ver el mundo, a partir de las personas y situaciones que vive en la vida cotidiana. “No despreciar nunca a nadie", es para el Papa una buena indicación para todos.
“Todos somos hermanos, y si soy el dueño de una empresa, eso no me da derecho a despreciar a mis empleados. Si soy el director general de un banco, no debo olvidar que cada persona debe ser tratada con respeto y cuidado”.
La pobreza no se combate con el asistencialismo
Porque para el Pontífice, el crecimiento inclusivo encuentra su punto de partida en una mirada no replegada sobre sí misma, libre de la búsqueda de la maximización del beneficio. La pobreza no se combate con el asistencialismo:
“Como ya dije en Laudato si', "ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre un remedio temporal para hacer frente a las emergencias. El verdadero objetivo debe ser permitirles llevar una vida digna a través del trabajo" (nº 128). Sin el compromiso de todos para hacer crecer las políticas laborales para los más frágiles, fomentamos una cultura mundial del despilfarro. He tratado de explicar esta convicción también en el primer capítulo de la Encíclica "Fratelli tutti", donde, entre otras cosas, se recuerda que "la riqueza ha aumentado, pero sin equidad, y así sucede que nace una nueva pobreza" (n. 21).
Una mirada humilde hacia tu hermano
Al final de su discurso, recomendó a la fundación a convertir las importantes reflexiones de estos días en una conversión de la mirada. La mirada humilde, dijo, de quien ve en cada hombre y mujer que encuentra a un hermano cuya dignidad debe ser respetada, antes de ser posiblemente un cliente con quien hacer negocios:
“Sólo con esta mirada podremos luchar contra los males de la especulación actual que alimentan los vientos de guerra. No despreciar a nadie es el estilo de todo pacificador”.
El Papa: Recemos por una Iglesia sinodal abierta a todos
En el Video del Papa con la intención de oración para el mes de octubre, el Pontífice invita a rezar para que la Iglesia viva cada vez más la sinodalidad. “Eso es lo que Dios se espera de la Iglesia del tercer milenio: que retome conciencia que es un pueblo en camino”
Vatican News
¿Qué significa “hacer sínodo”? Significa “caminar juntos, en la misma dirección. Y esto es lo que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”. Con esta afirmación, el Papa Francisco inicia el Video del Papa del mes de octubre con la intención de oración por una Iglesia sinodal “abierta a todos”, que el Pontífice confía a toda la Iglesia Católica a través de la Red Mundial de Oración del Papa.
Saber escuchar y abrir puertas
En el Video, Francisco recuerda que una Iglesia con este estilo sinodal “es una iglesia de la escucha, que sabe escuchar más que oír” y precisa:
Es escucharse entre sí en nuestra diversidad y abrir puertas a los que están fuera de la Iglesia. No se trata de recoger opiniones, ni hacer un parlamento. El sínodo no es una encuesta; se trata de escuchar al protagonista, que es el Espíritu Santo, se trata de rezar. Sin oración, no habrá Sínodo.
Una Iglesia "cercana" al estilo de Dios
“Aprovechemos esta oportunidad para ser una Iglesia de la cercanía, que es el estilo de Dios, la cercanía” exhorta el Santo Padre, invitando finalmente a rezar por su intención de oración de este mes: “para que la Iglesia, fiel al Evangelio y valiente en su anuncio, viva cada vez más la sinodalidad y sea un lugar de solidaridad, de fraternidad y de acogida”.
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El inicio de la segunda etapa del Sínodo
La intención de oración del Papa Francisco llega en un punto de inflexión en el camino sinodal que comenzó en el 2021 y concluirá en 2023. Finalizada la etapa inicial en la que las Iglesias particulares, Conferencias Episcopales y otras realidades eclesiales reflexionaron a partir del Documento Preparatorio, enviado por Roma, se inauguró la etapa continental, que hace hincapié en la escucha, el discernimiento y el diálogo a nivel regional, a partir de las aportaciones de las Iglesias particulares. En los últimos días, un grupo de expertos se ha reunido en Frascati para examinar los distintos informes de esta gran consulta del "pueblo de Dios" y elaborar el Documento para la fase continental. El domingo 2 de octubre, el Documento fue entregado al Papa en una audiencia privada con unos cincuenta expertos.
Escuchar, el primer compromiso
Contribuir con la oración personal y comunitaria
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A propósito del proceso sinodal, el Secretario General del Sínodo, el Cardenal Mario Grech, comentó: “La respuesta del Pueblo de Dios en la primera etapa del proceso sinodal fue simplemente extraordinaria, ¡sin precedentes en la historia! Todas las Conferencias Episcopales enviaron su contribución. ¡Esto nunca había ocurrido y muestra claramente cómo actúa el Espíritu! Hoy en día, muchos creyentes se preguntan cómo seguir el camino que han iniciado. Además de las actividades implementadas localmente o a nivel de cada continente, el prelado invitó a todos “a contribuir con la oración personal y comunitaria para apoyar a quienes serán llamados al ejercicio de la escucha y el discernimiento en las próximas asambleas continentales”.
"Hacer Sínodo"
Acerca del Video del Papa
El Video del Papa es una iniciativa oficial de alcance global que tiene como objetivo difundir las intenciones de oración mensuales del Santo Padre. Es desarrollada por la Red Mundial de Oración del Papa (Apostolado de la Oración). Desde el año 2016, el Video del Papa lleva más de 180 millones de visualizaciones en todas las redes sociales vaticanas, es traducido a más de 23 lenguas y tiene una cobertura de prensa en 114 países.
— Qué deseamos obtener cuando pedimos nuestro pan de cada día.
— El pan de vida.
— Fe para comer este nuevo pan del Cielo. La Sagrada Comunión.
I. Danos hoy nuestro pan de cada día...
Se cuenta en una vieja leyenda oriental que cierto rey entregaba a su hijo los víveres necesarios para vivir holgadamente los doce meses del año. En esta ocasión, que coincidía con la primera luna del año, el hijo veía el rostro de su padre, el monarca. Pero este mudó de parecer y decidió poner en manos del príncipe, cada vez, las provisiones que había de consumir en ese día. De esta forma podía saludar diariamente a su hijo, y el príncipe ver el rostro del rey. Algo parecido ha querido hacer nuestro Padre Dios con nosotros. El pan de cada día supone la oración de la jornada que comienza. Pedir solamente para hoy significa reconocer que tendremos un nuevo encuentro con nuestro Padre del Cielo mañana. ¿No hallaremos en esta previsión la voluntad del Señor de que recemos con atención cada día la oración que Él nos enseñó?
El Señor nos enseñó a pedir en la palabra pan todo lo que necesitamos para vivir como hijos de Dios: fe, esperanza, amor, alegría, alimento para el cuerpo y para el alma, fe para ver en los acontecimientos diarios la voluntad de Dios, corazón grande para comprender y ayudar a todos... El pan es el símbolo de todos los dones que nos llegan de Dios1. Pedimos aquí, en primer lugar, el sustento que cubra las necesidades de esta vida; después, lo necesario para la salud del alma2.
El Señor desea que pidamos también bienes temporales, los cuales, debidamente ordenados, nos ayudan a llegar al Cielo. Tenemos muchos ejemplos de ello en el Antiguo Testamento, y el mismo Señor nos mueve a pedir lo necesario para esta vida. No debemos olvidar que su primer milagro consistió en convertir agua en vino para que no se malograra la fiesta de unos recién casados. En otra ocasión alimentará a una ingente multitud que, hambrienta, le sigue lejos de sus hogares... Tampoco olvidará advertir que le den de comer a la hija de Jairo, a la que acaba de resucitar...3.
Al pedir el pan de cada día estamos aceptando que toda nuestra existencia depende de Dios. El Señor ha querido que le pidamos cada jornada aquello que nos es necesario, para que constantemente recordemos que Dios es nuestro Padre, y nosotros unos hijos necesitados que no podemos valernos por nosotros mismos. Rezar bien esta parte del Padrenuestro equivale a reconocer nuestra pobreza radical de cara a Dios y su bondad para con nosotros, que todos los días nos da lo necesario. Nunca nos faltará la ayuda divina.
Al decir pan nuestro, el Señor ha querido una vez más que no olvidemos a nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados y a quienes Dios nos ha encomendado.
II. Los Santos Padres no solo han interpretado este pan como el alimento material; también han visto significado en él el Pan de vida, la Sagrada Eucaristía, sin la cual no puede subsistir la vida sobrenatural del alma.
Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el pan que baja del cielo para que si alguien come de él no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Si alguno come de este pan vivirá eternamente; y el pan que Yo daré es mi carne para la vida del mundo4. San Juan recordará toda su vida este largo discurso del Señor y el lugar donde lo pronunció: estas cosas las dijo en Cafarnaún, en la sinagoga5.
El realismo de estas palabras y de las que siguieron es tan fuerte que excluye cualquier interpretación en sentido figurado. El maná del Éxodo era la figura de este Pan –el mismo Jesucristo– que alimenta a los cristianos en su camino hacia el Cielo. La Comunión es el sagrado banquete en el que Cristo se da a Sí mismo. Cuando comulgamos, participamos del sacrificio de Cristo. Por eso canta la Iglesia en la Liturgia de la Horas, en la fiesta del Corpus Christi: Oh sagrado banquete en el que Cristo es nuestra comida, se celebra el memorial de la Pasión, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la futura gloria6.
Los oyentes entendieron el sentido propio y directo de las palabras del Señor, y por eso les costaba aceptar que tal afirmación pudiera ser verdad. De haberlo entendido en sentido figurado no les hubiera causado extrañeza ni se hubiera producido ninguna discusión7. Discutían, pues, los judíos entre ellos diciendo: ¿Cómo puede este darnos a comer su carne?8. Pues Jesús afirma claramente que su Cuerpo y su Sangre son verdadero alimento del alma, prenda de la vida eterna y garantía de la resurrección corporal.
Incluso emplea el Señor una expresión más fuerte que el mero comer (el verbo original podría traducirse por «masticar»9), expresando así el realismo de la Comunión: se trata de una verdadera comida, en la que el mismo Jesús se nos da como alimento. No cabe una interpretación simbólica, como si participar en la Eucaristía fuera tan solo una metáfora, y no el comer y beber realmente el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
No está Cristo en nosotros después de comulgar como un amigo está en un amigo, mediante una presencia espiritual; está «verdadera, real y substancialmente presente» en nosotros. Existe en la Sagrada Comunión una unión tan estrecha con Jesús mismo que sobrepuja todo entendimiento.
Cuando decimos: Padre, danos hoy nuestro pan de cada día, y pensamos que en todas nuestras jornadas podemos recibir el Pan de vida, deberíamos llenarnos de alegría y de un inmenso agradecimiento; nos animará a comulgar con frecuencia, y aun diariamente, si nos es posible. Porque «si el pan es diario, ¿por qué lo recibes tú solo una vez al año? Recibe todos los días lo que todos los días te aprovecha y vive de modo que todos los días seas digno de recibirlo»10.
III. La Sagrada Eucaristía, de modo análogo al alimento natural, conserva, acrecienta, restaura y fortalece la vida sobrenatural11. Concede al alma la paz y la alegría de Cristo, como «un anticipo de la bienaventuranza eterna»12; borra del alma los pecados veniales y disminuye las malas inclinaciones; aumenta la vida sobrenatural y mueve a realizar actos eficaces relativos a todas las virtudes: es «el remedio de nuestra necesidad cotidiana»13.
Oculto bajo los accidentes de pan, Jesús espera que nos acerquemos con frecuencia a recibirle: el banquete, nos dice, está preparado14. Son muchos los ausentes, y Jesús nos espera. Cuando le recibamos, podremos decirle, con una oración que hoy se reza en la Liturgia de las Horas: Quédate con nosotros, Señor Jesús, porque atardece; sé nuestro compañero de camino, levanta nuestros corazones, reanima nuestra débil esperanza15.
La fe –que se manifestará en primer lugar en la conveniente preparación del alma– será indispensable para comer este nuevo pan. Los discípulos que aquel día abandonaron al Maestro renunciaron a su fe: prefirieron juzgar por su cuenta.
Nosotros le decimos, con San Pedro: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna16. Y hacemos el propósito de preparar mejor la Comunión, con más fe y con más amor: «Adoradle con reverencia y con devoción; renovad en su presencia el ofrecimiento sincero de vuestro amor; decidle sin miedo que le queréis; agradecedle esta prueba diaria de misericordia tan llena de ternura, y fomentad el deseo de acercaros a comulgar con confianza. Yo me pasmo ante este misterio de Amor: el Señor busca mi pobre corazón como trono, para no abandonarme si yo no me aparto de Él»17.
Al terminar nuestra oración, nosotros también le decimos al Señor, como aquellas gentes de Cafarnaún: Señor, danos siempre de ese pan18.
Y cuando recemos el Padrenuestro, pensemos un momento que son muchas nuestras necesidades y las de nuestros hermanos; diremos con devoción: Padre, «danos hoy nuestro pan de cada día; lo que necesitamos para subsistir en el cuerpo y en el alma». Mañana nos sentiremos dichosos de pedir de nuevo a Dios que se acuerde de nuestra pobreza. Y Él nos dirá: Omnia mea tua sunt19, todas mis cosas son tuyas.
1 Cfr. Ex 23, 25; Is 33, 16. — 2 Cfr. Catecismo Romano, IV, 13, n. 8. — 3 Cfr. Jn 2, 1 ss; Mt 14, 13-21; Mc 5, 22-43. — 4 Jn 6, 48-52. — 5 Cfr. Jn 6, 60. — 6 Antífona del «Magnificat» en las Segundas Vísperas. — 7 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, nota a Jn 6, 52. — 8 Jn 6, 52. — 9 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, cit., nota a Jn 6, 54. — 10 San Ambrosio, Sobre los Sacramentos, V, 4. — 11 Cfr. Conc. de Florencia, Decr. Pro armeniis, Dz. 698. — 12 Cfr. Jn 6, 58; Dz. 875. — 13 San Ambrosio, Sobre los Sacramentos. — 14 Cfr. Lc 14, 15 ss. — 15 Liturgia de las horas, Oración de las II Vísperas. — 16 Jn 6, 68. — 17 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 161. — 18 Jn 6, 34. — 19 Cfr. Lc 15, 31.
Evangelio de lunes: no se le dará otra señal que la de Jonás
Comentario del lunes de la 28° semana del tiempo ordinario. “No se le dará otra señal que la de Jonás”. Jesús nos pide que confiemos plenamente en Él. Para ello contamos con la fuerza poderosa del Espíritu Santo.
10/10/2022
Evangelio (Lc 11, 29-32)
Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a decir: —Esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra señal que la de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, del mismo modo lo será también el Hijo del Hombre para esta generación. La reina del Sur se levantará en el Juicio contra los hombres de esta generación y los condenará: porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y daos cuenta de que aquí hay algo más que Salomón. Los hombres de Nínive se levantarán en el Juicio contra esta generación y la condenarán: porque ellos se convirtieron ante la predicación de Jonás, y daos cuenta de que aquí hay algo más que Jonás.
Comentario
“Esta generación es una generación perversa, buscan una señal”. Lo que les reprocha el Señor no es que pidan un signo. El Antiguo Testamento está llenos de signos que muestran el cuidado de Dios por su pueblo: el paso del mar rojo, las tablas de la ley, el arca de la alianza, etc. Los signos son buenos. Jesús les llama generación perversa porque tienen el corazón endurecido, porque no están dispuestos a escuchar. Porque la soberbia les ciega. Porque no son capaces de reconocerle por medio de los signos que realiza. En concreto del último que ha realizado que es la curación de un endemoniado (cfr. Lucas 11, 14-23).
Por eso les dice que la única señal que se les dará es la señal de Jonás. Jonás fue enviado a predicar la conversión a los habitantes de Nínive, la ciudad más importante del imperio Asirio. Jonás comenzó a adentrarse en la ciudad, e hizo un día de camino proclamando: “Dentro de cuarenta días Nínive será destruida” (Jonás 3, 4). Y los habitantes de Nínive hicieron caso al profeta Jonás: “Convocaron a un ayuno y se vistieron de saco del mayor al más pequeño” (Jonás 3, 5). Tenían un corazón sensible dispuesto a abrirse a Dios, aunque estaban lejos de Él.
Jesús les pide ser escuchado por la autoridad con la que les habla y por los signos que va haciendo cuando va recorriendo las distintas ciudades.
Jesús nos pide que sepamos escuchar, que tengamos un corazón abierto a todo lo que nos viene de Dios. Que sepamos escucharle cuando nos habla a través de su palabra o a través de una lectura o a través de otra persona o a través de una situación por la que atravesemos, etc. En definitiva, que sepamos descubrir cuando se dirige a nosotros para guiarnos en el camino de la vida hacia la santidad.
Contamos con la fuerza poderosa del Espíritu Santo que cuando encuentra un corazón dispuesto se vuelca con sus dones y le conduce por los caminos de Dios.
Nos pide Jesús que nos fiemos y vivamos de su palabra, como hizo la Virgen. Justo antes de este episodio se lee aquella alabanza preciosa de Jesús a su Madre: “Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan” (Lucas 11, 28). Esa fue la actitud de la Virgen durante toda su vida. El Papa Benedicto XVI describió esta actitud de María con palabras muy bellas: “la Palabra de Dios es verdaderamente su propia casa, de la cual entra y sale con toda naturalidad. Habla y piensa con la Palabra de Dios: la Palabra de Dios se convierte en Palabra suya y su palabra nace de la Palabra de Dios”[1].
Si no tratas a Cristo en la oración y en el Pan, ¿cómo le vas a dar a conocer? (Camino, 105)
10 de octubre
Me has escrito, y te entiendo: "Hago todos los días mi "ratito" de oración: ¡si no fuera por eso!" (Camino, 106)
¿Santo, sin oración?... -No creo en esa santidad. (Camino, 107)
Te diré, plagiando la frase de un autor extranjero, que tu vida de apóstol vale lo que vale tu oración.(Camino, 108)
Deseo que tu comportamiento sea como el de Pedro y el de Juan: que lleves a tu oración, para hablar con Jesús, las necesidades de tus amigos, de tus colegas..., y que luego, con tu ejemplo, puedas decirles: «respice in nos!» –¡miradme! (Forja, 36)
Cuenta el Evangelista San Lucas que Jesús estaba orando...: ¡cómo sería la oración de Jesús!
Contempla despacio esta realidad: los discípulos tratan a Jesucristo y, en esas conversaciones, el Señor les enseña –también con las obras– cómo han de orar, y el gran portento de la misericordia divina: que somos hijos de Dios, y que podemos dirigirnos a Él, como un hijo habla a su Padre. (Forja, 71)
Al emprender cada jornada para trabajar junto a Cristo, y atender a tantas almas que le buscan, convéncete de que no hay más que un camino: acudir al Señor.
–¡Solamente en la oración, y con la oración, aprendemos a servir a los demás! (Forja, 72)
En los centros del Opus Dei dedicados a la formación de gente joven —tarea encomendada especialmente al arcángel San Rafael y al apóstol San Juan— al menos un día cada semana se tiene una meditación, un rato de oración dirigido por un sacerdote.
10/10/2022
Desde el comienzo del apostolado con jóvenes, san Josemaría quiso que uno de los medios para acompañarles en su trato de amistad con Dios fuera la meditación de San Rafael.
Entre otros recuerdos, Francisco Botella cuenta de esos ratos de oración que san Josemaría se dirigía al sagrario, para hablar con Dios, con el mismo realismo con que nos hablaba a nosotros; y se sentía luego uno metido entre los apóstoles y discípulos del Señor, como uno de ellos[1]. De ahí que la meditación no sea otra cosa que una ayuda, un puente que facilita entrar en diálogo con Dios, para hablar con Él y escucharle.
Porque de hecho, rezar, hablar con Dios, es fácil. O debería serlo. Sencillo y natural como respirar, dormir o dar un paseo. Hemos nacido para eso: para que toda nuestra vida sea un diálogo con Dios, una conversación de amistad con aquél que ha querido habitar en lo más íntimo de nuestro corazón. Llevamos a Dios con nosotros. Somos templos de Dios. Muy fuerte, sí, y apasionante, como todo lo real, lo verdadero.
Enlaces relacionados: Algunas meditaciones para gente joven publicadas en la página web «He venido a traer fuego»: san Josemaría y los jóvenes Documental: ¿Cómo se puede vivir la fe a los 20 años? Vídeo: La oración, el secreto de los santos
A la vez, es cierto que todos tenemos experiencia de que luego las cosas en el día a día no son tan fáciles. Se nos puede hacer un mundo ese diálogo con Dios. No es que sea complicado, no; pero sí curioso, difícil de hincarle el diente, dar los primeros pasos, entrar al juego. ¿Por dónde empiezo? ¿Qué digo? ¿Cómo habla Dios? ¿De qué maneras? ¿Esta ocurrencia es mía o es de Él? ¿Todo el mundo ve lo que yo he visto cuando me sucedió aquello? ¿Estaría Él en el fondo, detrás de todo? ¿Qué quiere decir Jesús aquí, en el Evangelio? ¿Y esa respuesta a los apóstoles? ¿Por qué eso tiene que ver con mi vida?
Una ayuda para entrar por caminos de oración
Un modo de dar respuesta a todas estas preguntas es la meditación de San Rafael. En ella, el sacerdote comienza su oración personal en voz alta: habla con el Señor, bucea en los textos que aparecen en el Evangelio: tantas palabras, tantos gestos, tantos personajes, tantos escenarios... El Espíritu Santo le va soplando algunas luces que iluminan facetas de la vida de Jesús, y las comparte con los que escuchan. Y, como dice el Papa Francisco, la Palabra de Dios se hace carne en aquellos que la acogen en la oración[2]. Se hace vida en el interior de nuestro corazón.
Ese meditar en voz alta sobre el misterio del amor infinito de Dios por nosotros, nos ayuda a coger carrerilla para continuar luego por nuestra cuenta el diálogo con el Señor. Y en esa conversación personalísima –Jesús y yo– surgirá quizá el agradecimiento, o la petición de perdón; vendrán los afectos sinceros –¡Jesús, te quiero!–, los propósitos, las pequeñas o grandes luces que nos hacen descubrir la maravilla de la vocación cristiana... Y va uno entrando poco a poco por caminos de oración –cada uno el suyo: no hay dos historias de amor iguales–, de vida escondida en Dios. Porque, aunque pueden ser muchos los asistentes a una meditación, que escuchan las mismas palabras del sacerdote que predica, Dios comunica sus dones de manera distinta, de modo personal.
Pasan los minutos y el sacerdote sigue hablando, compartiendo, comentando..., y en lo más profundo del corazón va surgiendo la conversación de amistad íntima y única, que transforma la mirada sobre la propia vida. En este sentido, podemos decir que se asiste a una meditación, no solo para formarse, sino para amar y estar con quien más nos ama, para aprender a querer, para descubrir la acción de Dios en la vida de los hombres, en nuestra vida.
Rezar juntos, en familia
Es lógico que, después, encendidos por esa amistad divina que crece y crece, nazca el deseo de salir a todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que brota en el corazón; y hablar a los amigos, familiares, compañeros de clase, del atractivo inmenso de Jesús de Nazaret. Él nos transmite en la oración sus ansias de redención, y nuestras vidas iluminan entonces con la luminaria de la fe y del Amor. El diálogo con Jesús nos transforma en apóstoles, testigos, embajadores de la alegría del Evangelio. Porque conocer a Cristo y darlo a conocer son un mismo disparo, un mismo baile.
San Josemaría deseaba que en todos los centros se respirara el espíritu de la verdadera caridad cristiana, que se tradujera en un confiado ambiente de familia. Ése es el contexto en el que se desenvuelve la meditación de San Rafael. Por eso, cuando cada semana rezamos juntos, codo con codo con nuestros amigos, nos llenamos de fuerza para encender el mundo, y llevar el amor de Dios a todas las almas que todavía no le conocen.
[1] Recuerdos de Francisco Botella, Madrid 1979-80. AGP.
[2] Audiencia General, 27-I-2021.
Santo Rosario. —Los gozos, los dolores y las glorias de la vida de la Virgen tejen una corona de alabanzas, que repiten ininterrumpidamente los Angeles y los Santos del Cielo..., y quienes aman a nuestra Madre aquí en la tierra.
20/10/2014
Fijaos en una de las devociones más arraigadas entre los cristianos, en el rezo del Santo Rosario. La Iglesia nos anima a la contemplación de los misterios: para que se grabe en nuestra cabeza y en nuestra imaginación, con el gozo, el dolor y la gloria de Santa María, el ejemplo pasmoso del Señor, en sus treinta años de oscuridad, en sus tres años de predicación, en su Pasión afrentosa y en su gloriosa Resurrección.
Amigos de Dios, 299
Arma poderosa
El Santo Rosario es arma poderosa. Empléala con confianza y te maravillarás del resultado.
Camino, 558
Ten una devoción intensa a Nuestra Madre. Ella sabe corresponder finamente a los obsequios que le hagamos.
Además, si rezas todos los días, con espíritu de fe y de amor, el Santo Rosario, la Señora se encargará de llevarte muy lejos por el camino de su Hijo.
Surco, 691
Aparente monotonía
El Rosario es eficacísimo para los que emplean como arma la inteligencia y el estudio. Porque esa aparente monotonía de niños con su Madre, al implorar a Nuestra Señora, va destruyendo todo germen de vanagloria y de orgullo.
Surco, 474
TEN UNA DEVOCIÓN INTENSA A NUESTRA MADRE. ELLA SABE CORRESPONDER FINAMENTE A LOS OBSEQUIOS QUE LE HAGAMOS.
“Virgen Inmaculada, bien sé que soy un pobre miserable, que no hago más que aumentar todos los días el número de mis pecados...” Me has dicho que así hablabas con Nuestra Madre, el otro día.
Y te aconsejé, seguro, que rezaras el Santo Rosario: ¡bendita monotonía de avemarías que purifica la monotonía de tus pecados!
Surco, 475
Siempre retrasas el Rosario para luego, y acabas por omitirlo a causa del sueño. —Si no dispones de otros ratos, recítalo por la calle y sin que nadie lo note. Además, te ayudará a tener presencia de Dios.
Surco, 478
Una corona de alabanzas
Santo Rosario. —Los gozos, los dolores y las glorias de la vida de la Virgen tejen una corona de alabanzas, que repiten ininterrumpidamente los Angeles y los Santos del Cielo..., y quienes aman a nuestra Madre aquí en la tierra.
—Practica a diario esta devoción santa, y difúndela.
Forja, 621
En este entramado, en este actuar de la fe cristiana se engarzan, como joyas, las oraciones vocales. Son fórmulas divinas: Padre Nuestro..., Dios te salve, María..., Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Esa corona de alabanzas a Dios y a Nuestra Madre que es el Santo Rosario, y tantas, tantas otras aclamaciones llenas de piedad que nuestros hermanos cristianos han recitado desde el principio.
Amigos de Dios, 248
¿Qué son el Ave Maria y el Angelus sino alabanzas encendidas a la Maternidad divina? Y en el Santo Rosario —esa maravillosa devoción, que nunca me cansaré de aconsejar a todos los cristianos— pasan por nuestra cabeza y por nuestro corazón los misterios de la conducta admirable de María, que son los mismos misterios fundamentales de la fe.
Amigos de Dios, 290, 2
Vida de María (I): la Inmaculada Concepción
La Redención del mundo estaba en marcha ya desde el primer momento. Luego, poco a poco, inspirados por el Espíritu Santo, los profetas fueron desvelando los rasgos de esa hija de Adán.
15/01/2018
La Inmaculada Concepción (Descarga en PDF) Novena a la Inmaculada Concepción Vida de María (I): Magisterio, Padres, santos, poetas
La historia del hombre sobre la tierra es la historia de la misericordia de Dios. Desde la eternidad, antes de la creación del mundo, nos eligió para que fuéramos santos y sin mancha en su presencia, por el amor (Ef 1, 4).
Sin embargo, por instigación del demonio, Adán y Eva se rebelaron contra el plan divino: seréis como Dios, conocedores del bien y del mal (Gn 3, 5), les había susurrado el príncipe de la mentira. Y le escucharon. No quisieron deber nada al amor de Dios. Trataron de conseguir, por sus solas fuerzas, la felicidad a la que habían sido llamados.
Pero Dios no se echó atrás. Desde la eternidad, en su Sabiduría y en su Amor infinitos, previendo el mal uso de la libertad por parte de los hombres, había decidido hacerse uno de nosotros mediante la Encarnación del Verbo, segunda Persona de la Trinidad.
Por eso, dirigiéndose a Satanás, que bajo figura de serpiente había tentado a Adán y a Eva, le conminó: Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo (Gn 3, 15). Es el primer anuncio de la Redención, en el que se entrevé ya la figura de una Mujer, descendiente de Eva, que será la Madre del Redentor y, con Él y bajo Él, aplastará la cabeza de la infernal serpiente. Una luz de esperanza se enciende ante el género humano desde el instante mismo en que pecamos.
"TRATARON DE CONSEGUIR, POR SUS SOLAS FUERZAS, LA FELICIDAD A LA QUE HABÍAN SIDO LLAMADOS"
Comenzaban así a cumplirse las palabras inspiradas —escritas muchos siglos antes de que la Virgen viniera al mundo— que la liturgia pone en labios de María de Nazaret. El Señor me tuvo al principio de sus caminos, antes de que hiciera cosa alguna... Desde la eternidad fui formada, desde el comienzo, antes que la tierra. Cuando no existían los océanos fui dada a luz, cuando no había fuentes repletas de agua. Antes que se asentaran los montes, antes que las colinas fui dada a luz. Aún no había hecho la tierra ni los campos, ni el polvo primero del mundo (Prv 8, 22-26).
La Redención del mundo estaba en marcha ya desde el primer momento. Luego, poco a poco, inspirados por el Espíritu Santo, los profetas fueron desvelando los rasgos de esa hija de Adán a la que Dios —en previsión de los méritos de Cristo, Redentor universal del género humano— preservaría del pecado original y de todos los pecados personales, y llenaría de gracia, para hacer de Ella la digna Madre del Verbo encarnado.
"ALCANZÓ VICTORIA CONTRA UN ENEMIGO IMPONENTE, HASTA EL PUNTO DE QUE A ELLA, MÁS QUE A NADIE, SE DIRIGEN AQUELLAS ALABANZAS".
Ella es la virgen que concebirá y dará a luz un Hijo, que se llamará Enmanuel (Is 7, 14); está significada en Judit, la heroína del pueblo hebreo que alcanzó victoria contra un enemigo imponente, hasta el punto de que a Ella, más que a nadie, se dirigen aquellas alabanzas: Tú eres la exaltación de Jerusalén, la gran gloria de Israel, el gran honor de nuestra gente... Bendita seas tú de parte del Señor todopoderoso por siempre jamás (Jdt 15, 9-10).
Extasiados ante la belleza de María, los cristianos le han dirigido siempre toda clase de alabanzas, que la Iglesia recoge en la liturgia: huerto cerrado, lirio entre espinas, fuente sellada, puerta del cielo, torre victoriosa contra el dragón infernal, paraíso de delicias plantado por Dios, estrella amiga de los náufragos, Madre purísima...
LA VOZ DEL MAGISTERIO
«El inefable Dios eligió y señaló desde el principio, antes de los tiempos, una Madre para que su unigénito Hijo se encarnara y naciese de Ella en la dichosa plenitud de los tiempos. Y en tanto grado la amó, por encima de todas las criaturas, que sólo en Ella se complació con singular benevolencia. Por esto la colmó de la abundancia de todos los dones celestiales, tomados del tesoro de su divinidad, muy por encima de todos los ángeles y los santos. Y así Ella, absolutamente siempre libre de toda mancha de pecado, toda hermosa y perfecta, posee una tal plenitud de inocencia y de santidad, que no es posible concebir una mayor después de Dios, y nadie puede imaginar fuera de Dios».
«Era ciertamente convenientísimo que una Madre tan venerable brillase siempre adornada con los resplandores de la más perfecta santidad, y que, inmune de la mancha del pecado original, alcanzase un triunfo total sobre la antigua serpiente. En efecto, Dios Padre había dispuesto entregarle a su Hijo unigénito —engendrado de su corazón, igual a Sí mismo y a quien ama como a Sí mismo—, de tal modo que Él fuese, por naturaleza, el mismo Hijo único común de Dios Padre y de la Virgen; ya que el mismo Hijo había determinado hacerla sustancialmente Madre suya, y el Espíritu Santo había querido y hecho que fuese concebido y naciese Aquel de quien Él mismo procede».
«Al considerar los Padres y escritores eclesiásticos que la Santísima Virgen fue llamada llena de gracia por el ángel Gabriel —por mandato y en nombre del mismo Dios—, cuando le anunció la altísima dignidad de Madre de Dios (Lc 1, 28), enseñaron que, con este saludo tan solemne y singular, jamás oído, se manifestaba que la Madre de Dios era la sede de todas las gracias divinas, y que estaba adornada de todos los carismas del Espíritu Santo».
«De ahí se deriva su sentir, no menos claro que unánime, según el cual la gloriosísima Virgen, en quien hizo cosas grandes el Todopoderoso (Lc 1, 49), brilló con tal abundancia de dones celestiales, con tan plenitud de gracia y con tal inocencia, que resultó como un inefable milagro de Dios; más aún, como el milagro cumbre de todos los milagros y digna Madre de Dios; y allegándose a Dios mismo lo más cerca posible, según se lo permitía la condición de criatura, fue superior a toda alabanza, tanto de hombres como de ángeles».
«Por lo cual, para honra de la santa e individua Trinidad, para gloria y ornato de la Virgen Madre de Dios, para exaltación de la fe católica e incremento de la religión cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y con la nuestra, declaramos, pronunciamos y definimos que ha sido revelada por Dios y, de consiguiente, debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano».
Beato Pío IX, Bula Ineffabilis Deus , 8-XII-1854, al definir como dogma de fe la Inmaculada Concepción.
* * *
LA VOZ DE LOS PADRES
«Exulte hoy toda la creación y se estremezca de gozo la naturaleza. Alégrese el cielo en las alturas y las nubes esparzan la justicia. Destilen los montes dulzura de miel y júbilo las colinas, porque el Señor ha tenido misericordia de su pueblo y nos ha suscitado un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, es decir, en esta inmaculadísima y purísima Virgen, por quien llega la salud y la expectación de los pueblos».
«Que las almas buenas y agradecidas entonen un cántico de alegría; que la naturaleza convoque a todas las criaturas para anunciarles la buena nueva de su renovación y el inicio de su reforma. Salten de alegría las madres, pues la que carecía de descendencia [Santa Ana] ha engendrado una Madre virgen e inmaculada. Alégrense las vírgenes, pues una tierra no sembrada por el hombre traerá como fruto a Aquél que procede del Padre sin separación, según un modo más admirable de cuanto puede decirse. Aplaudan las mujeres, pues si en otros tiempos una mujer fue ocasión imprudente del pecado, también ahora una mujer nos trae las primicias de la salvación; y la que antes fue rea, se manifiesta ahora aprobada por el juicio divino: Madre que no conoce varón, elegida por su Creador, restauradora del género humano».
«Que todas las cosas creadas canten y dancen de alegría, y contribuyan adecuadamente a este día gozoso. Que hoy sea una y común la celebración del cielo y de la tierra, y que cuanto hay en este mundo y en el otro hagan fiesta de común acuerdo. Porque hoy ha sido creado y erigido el santuario purísimo del Creador de todas las cosas, y la criatura ha preparado a su Autor un hospedaje nuevo y apropiado».
«Hoy la naturaleza, antiguamente desterrada del paraíso, recibe la divinidad y corre con paso alegre hacia la cima suprema de la gloria. Hoy Adán ofrece María a Dios en nuestro nombre, como las primicias de nuestra naturaleza; y estas primicias, que no han sido puestas con el resto de la masa, son transformadas en pan para la reparación del género humano.
«Hoy la humanidad, en todo el resplandor de su nobleza inmaculada, recibe el don de su primera formación por las manos divinas y reencuentra su antigua belleza. Las vergüenzas del pecado habían oscurecido el esplendor y los encantos de la naturaleza humana; pero nace la Madre del Hermoso por excelencia, y esta naturaleza recobra en Ella sus antiguos privilegios y es modelada siguiendo un modelo perfecto y verdaderamente digno de Dios. Y esta formación es una perfecta restauración; y esta restauración una divinización; y ésta, una asimilación al estado primitivo».
«Hoy ha aparecido el brillo de la púrpura divina, y la miserable naturaleza humana se ha revestido de la dignidad real. Hoy, según la profecía, ha florecido el cetro de David, la rama siempre verde de Aarón, que para nosotros ha producido Cristo, rama de la fuerza. Hoy, de Judá y de David ha salido una joven virgen, llevando la marca del reino y del sacerdocio de Aquél que, según el orden de Melquisedec, recibió el sacerdocio de Aarón. Hoy la gracia, purificando el efod místico del divino sacerdocio, ha tejido —a manera de símbolo— el vestido de la simiente levítica, y Dios ha teñido con púrpura real la sangre de David».
«Por decirlo todo en una palabra: hoy comienza la reforma de nuestra naturaleza, y el mundo envejecido, sometido ahora a una transformación totalmente divina, recibe las primicias de la segunda creación»
San Andrés de Creta, Homilía 1 en la Natividad de la Santísima Madre de Dios .
* * *
LA VOZ DE LOS SANTOS
«Misterio de amor es éste. La razón humana no alcanza a comprender. Sólo la fe acierta a ilustrar cómo una criatura haya sido elevada a dignidad tan grande, hasta ser el centro amoroso en el que convergen las complacencias de la Trinidad. Sabemos que es un divino secreto. Pero, tratándose de Nuestra Madre, nos sentimos inclinados a entender más —si es posible hablar así— que en otras verdades de fe».
«Los teólogos han formulado con frecuencia un argumento destinado a comprender de algún modo el sentido de ese cúmulo de gracias de que se encuentra revestida María, y que culmina con la Asunción a los cielos. Dicen: convenía, Dios podía hacerlo, luego lo hizo . Es la explicación más clara de por qué el Señor concedió a su Madre, desde el primer instante de su inmaculada concepción, todos los privilegios. Estuvo libre del poder de Satanás; es hermosa — tota pulchra! —, limpia, pura en alma y cuerpo». ( San Josemaría, Es Cristo que pasa , n. 171).
«¡Cómo gusta a los hombres que les recuerden su parentesco con personajes de la literatura, de la política, de la milicia, de la Iglesia!... —Canta ante la Virgen Inmaculada, recordándole: Dios te salve, María, hija de Dios Padre: Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo: Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo... ¡Más que tú, sólo Dios!». (San Josemaría, Camino , n. 496).
«Quizá ahora alguno de vosotros puede pensar que la jornada ordinaria, el habitual ir y venir de nuestra vida, no se presta mucho a mantener el corazón en una criatura tan pura como Nuestra Señora. Yo os invitaría a reflexionar un poco. ¿Qué buscamos siempre, aun sin especial atención, en todo lo que hacemos? Cuando nos mueve el amor de Dios y trabajamos con rectitud de intención, buscamos lo bueno, lo limpio, lo que trae paz a la conciencia y felicidad al alma. ¿Que no nos faltan las equivocaciones? Sí; pero precisamente, reconocer esos errores, es descubrir con mayor claridad que nuestra meta es ésa: una felicidad no pasajera, sino honda, serena, humana y sobrenatural».
«Una criatura existe que logró en esta tierra esa felicidad, porque es la obra maestra de Dios: Nuestra Madre Santísima, María. Ella vive y nos protege; está junto al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, en cuerpo y alma. Es la misma que nació en Palestina, que se entregó al Señor desde niña, que recibió el anuncio del Arcángel Gabriel, que dio a luz a Nuestro Salvador, que estuvo junto a Él al pie de la Cruz».
«En Ella adquieren realidad todos los ideales; pero no debemos concluir que su sublimidad y grandeza nos la presentan inaccesible y distante. Es la llena de gracia, la suma de todas las perfecciones: y es Madre. Con su poder delante de Dios, nos alcanzará lo que le pedimos; como Madre quiere concedérnoslo. Y también como Madre entiende y comprende nuestras flaquezas, alienta, excusa, facilita el camino, tiene siempre preparado el remedio, aun cuando parezca que ya nada es posible». (San Josemaría, Amigos de Dios , n. 292).
* * *
LA VOZ DE LOS POETAS
Tú, que lo que perdió Eva,
cobraste por quien tú eres;
tú, que nos diste la nueva
de perdurables placeres;
tú, bendita en las mujeres,
si nos vales:
darás fin a nuestros males.
Tú, que te dicen bendita
todas las generaciones;
tú, que estás por tal escrita
entre todas las naciones;
pues en las tribulaciones
tanto vales:
da remedio a nuestros males.
Tú, que tienes por oficio
consolar desconsolados;
tú, que gastas tu ejercicio
en librarnos de pecados;
tú, que guías los errados
y los vales:
da remedio a nuestros males.
Tú, que tenemos por fe
ser de tanta perfección,
que nunca será ni fue
otra de tu condición;
pues para la salvación
tanto vales:
da remedio a nuestros males.
Quién podrá tanto alabarte
según es tu merecer;
quién sabrá tan bien loarte
que no le falte saber;
pues que para nos valer
tanto vales:
da remedio a nuestros males.
¡Oh Madre de Dios y hombre!
¡Oh concierto de concordia!,
tú que tienes por renombre
madre de misericordia;
pues para quitar discordia
tanto vales:
da remedio a nuestros males.
Tú, que por gran humildad
fuiste tan alto ensalzada,
que a par de la Trinidad
tú sola estás asentada;
y pues tú, Reina sagrada,
tanto vales:
da remedio a nuestros males.
Tú, que estabas ya criada
cuando el mundo se crió;
tú, que estabas muy guardada
para quien de ti nació;
pues por ti nos conoció,
si nos vales:
fenecerán nuestros males.
Tú, que eres flor de las flores,
tú, que del Cielo eres puerta,
tú, que eres olor de olores,
tú, que das gloria muy cierta;
si de la muerte muy muerta
no nos vales;
no hay remedio en nuestros males.
Juan del Enzina, Villancico.
Vida de María (I): La Inmaculada Concepción.
J.A. Loarte
Estos deberían ser tus cinco hábitos para vivir en presente
Mi pasado, oh Señor, a tu misericordia; Mi presente, a tu amor; Mi futuro a Tu providencia. Es una de las recomendaciones más conocidas de Padre Pío, y en realidad, está muy relacionada con una buena salud mental
Hace poco leía el siguiente pensamiento del Dalai Lama : “Solamente hay dos días en el año en el que nada puede ser hecho. Uno se llama ayer y el otro se llama mañana, de manera que hoy es el día correcto para amar, creer, hacer y sobre todo vivir.
Reflexiono en estas palabras y comprendo que son verdad. ¿Cuánta gente no conoces tú que vive entre el ayer y el mañana perdiendo así su presente?
Recuerdo la cara de mi amiga Sharon, cuando en una conversación que tuvimos hace unas semanas pude darme cuenta que ella vive así…… entonces de una manera gentil y llena de amor le dije : ¿te has dado cuenta que por todo lo que me cuentas estás viviendo en el ayer que te deprime y en el futuro que te llena de ansiedad? ¿te das cuenta de que estás perdiendo el aquí y ahora? Pues esto es lo que significa estar presente, vivir en presente. La cara de Sharon se transformo y me dijo: “tienes razón, no lo había visto así”.
Sharon es sólo un ejemplo de los muchos que veo en psicoterapia o coaching. Yo misma, he caído algunas veces en esta trampa de la mente: suspirar por el ayer y vivir en un estado de ansiedad constante por el futuro.
Muchos pasajes en la Biblia nos llaman también a «vivir en presente». Quizás el más conocido es el pasaje que se reza a diario como salmo invitatorio de la oración de Laudes: «Si hoy escuchas Su voz…»
Quiero invitarte a implementar estos cinco hábitos diarios que te van ayudar a vivir en presente y también a ser feliz.
1 COME SALUDABLEMENTE
¿Quieres bajar de peso? ¿quieres tener una mejor digestión? ¿estar más alerta? Y dices mañana lo haré. Entonces empiezas a comer con ansiedad porque piensas que mañana empezarás a privarte de lo que te gusta. Pues no, come aquí y ahora saludablemente y verás que feliz te sientes.
2 HAZ EJERCICIO
Dices, no hago ejercicio porque cierto acontecimiento me ha dejado deprimida. Cuando tenga tiempo para volver al gimnasio lo haré. Y mientras tanto el ejercicio de tu aquí y ahora no existe.
¿Qué pasa cuando una persona no se ejercita? Se vuelve lenta . Se siente pesada. Retiene mucho líquido. Se siente cansada. Empiezan a doler sus articulaciones. El ejercicio se hace en presente y sólo en presente, tal y como te bañas todos los días.
3 APRENDE A MANEJAR EL ESTRÉS
Generalmente las personas nos estresamos porque vamos muy rápido y pensando en futuro. Alto. Para. Observa tu mente. Vives en piloto automático, ¿hacia dónde te está llevando? Una forma muy sencilla de manejar el estrés es rezar diez Padre Nuestro todos los días a la misma hora y en forma meditada. Treinta minutos que harán una enorme diferencia en tu vida.
4 VISITA LA NATURALEZA
No hay como una caminata muy temprano en la mañana o cuando está a punto de caer el sol. Las neuronas en el cerebro empiezan a bailar. ¡Cuánta felicidad sienten! La serotonina, dopamina y oxitocina aumentan y la sonrisa te vuelve al rostro. La naturaleza, el mar, el campo, las flores son psicoterapeutas al alcance de la mano y no cuestan nada.
5 APRENDE A DAR GRACIAS CADA NOCHE
A veces estamos tan cansados que se nos pasa por alto el agradecer a Dios por la vida que tenemos. Es realmente importante dar gracias. Ucrania esta en guerra. Miles de niños han muerto. Familias desplazadas. Sufrimiento. En los Estados Unidos, los ataques a escuelas no cesan. Son 19 familias las que se quedaron sin su niño o sin su niña. Están heridos, desconsolados, no entienden….
Por ello, es importante todas las noches hacer una pequeña reflexión de lo que ha sido el día. Agradecer la oportunidad, la prueba, la familia, el trabajo, el país donde Dios lo ha puesto a uno.
Sheila Morataya
El dolor y el sufrimiento en familia; una oportunidad
En medio de la pandemia habría querido escribir de varios temas que pudieran llegar a tu corazón, que te hicieran pensar, reflexionar, sentir, luchar… y pensando en ello, me di cuenta que todos sentimos dolor, preocupación, estrés, algunos angustia, otros desesperación… Emociones que podemos tratar de evadir o de enfrentar de muchas maneras, algunas adecuadas, otras no tanto y otras más totalmente inadecuadas e incluso perjudiciales… Eso me ha llevado a hablarte hoy del dolor y del sufrimiento.
Se agolpan de pronto las ideas, y debo decirte querido lector, que sin saberlo, hoy, la vida me pondría a prueba y no solo a mí sino a toda mi familia.
La medida del amor es el amor sin medida, decía San Agustín…
Una persona a la que amo con toda el alma tiene covid y lo contrajo no por irresponsabilidad o inconsciencia, sino por dar su vida a los demás y entregarse a la vocación a la que fue llamada, médico para salvar vidas, para llevar vida, aliento y esperanza, cuidados, aliento y respuestas a sus pacientes y a sus familias. Investigadora incansable, capaz, fuerte, resiliente, alegre y generosa; que ha renunciado a tanto, que ha decidido ofrendar su vida diaria procurando un mundo mejor y más humano, porque como afirmaba San Juan de Dios «Nada de lo humano le es ajeno»
El dolor llegó más cerca, sabíamos que había riesgo, para todos, pero ella, Doctora, decidiendo amar al extremo, no abandonó a sus pacientes, sino que, con todas las medidas de protección cumplía con gran dedicación su vocación atendiéndolos, a ellos y a sus familiares. No se sabe cómo es que se ha contagiado, este virus es tan pequeño y tan poderoso a la vez… Lejos de casa, sin poder verle y cuidarle, nos ha hecho una videollamada familiar… «Me he contagiado» nos ha dicho, las lágrimas brotaron de inmediato, la voz se nos ha cortado… ante el peligro inminente…
Hoy, en mi familia, como a muchas otras personas en el mundo, nos acompaña el dolor, la incertidumbre, el pesar, la preocupación, nos damos cuenta en carne propia lo vulnerables que somos y nos enfrentamos a la realidad de nuestra finitud en la tierra…
¿Cómo debemos enfrentar esta realidad que nos afecta tan de cerca? Poniendo todo en manos de Dios, tener Esperanza en que se recuperará, encomendándola en nuestras oraciones, confiando que Nuestro Señor le concederá la vida y la salud.
Tristísimo lo que hemos vivido en el mundo con esta pandemia, aunque no solo con esta, cabe aclarar que hay muchas pandemias que atentan contra el ser humano, algunas causadas por él mismo… sin embargo, ha sido un golpe para la humanidad fuerte, catastrófico durante algunos… y si, la economía, el turismo, la vida social, la vida normal se ha detenido… nuestras vidas han tenido que cambiar de formato… hay problemas nuevos, graves, y otros, que venían ya de tiempo que se han acentuado en la mayoría de los países, sino es que en todos.
Nos enfrentamos a lo desconocido… esto genera miedo, tristeza, ira… cuidado, no nos perdamos… No debemos vivir con estos sentimientos en el corazón, los pensamientos que se detonaran serían dañinos para nosotros y los que nos rodean… pero las personas enferman, muchas mueren… ¿Qué hacer?
Aceptar el dolor en nuestras vidas como parte de nuestra naturaleza y el sentido del sufrimiento, para enseñarlo a los hijos y vivir reconciliados con la realidad, no queriendo taparla o maquillarla para evitar el sufrimiento a toda costa, pues sería una vida inhumana, irreal, falsa y hasta psicótica, en el sentido de que estaríamos alejados de la verdad y nos quita la posibilidad de ser sensibles al dolor propio y del prójimo, la responsabilidad social, la justicia, la caridad…
¿Cómo hablar del dolor como una oportunidad en la familia?
Enseñar a los hijos a que en la vida el sufrimiento humano es algo inherente a nuestra naturaleza, ocultar esa verdad por no verles tristes jamás, sería injusto y no crecerían mentalmente saludables. Además, el sufrimiento nos acerca al amor… ¿No decía la Madre Teresa de Calcuta: Ama hasta que duela? Pues así es, la entrega duele, el amor conlleva sacrificios y renuncias, la mayor felicidad es un estado presente de vivir en el amor de Dios, Único Dios, que experimentó el dolor, el sufrimiento y la muerte por ti y por mí y si unes tu sufrimiento al de Él, resucitarás junto con Él. Resistirse a la realidad por no sentir dolor, por no sufrir, solo nos traerá mayor dolor, sufrimiento y enfermedad.
La misión de la familia es ser maestra de amor, de cobijo, ahí podemos ser, ahí podemos conectar con los más amados, es el mejor lugar para el encuentro con Dios, con uno mismo y con los demás, es ahí donde aprendemos a vivir con amor el dolor y llenar de vida el sufrimiento; responsabilidad, fortaleza, resiliencia, caridad…
¡Este tiempo es maravilloso para desprenderse de todos los apegos del mundo… y es que hemos sido creados para la eternidad! Enseñemos eso a los hijos, aferrémonos a la vida que no muere, la vida eterna y enseñemos a los nuestros, con nuestro ejemplo, que esta vida es solo un camino, que es transitoria, temporal y que los dolores y el sufrimiento nos ayudan a purificar la vida, la mente, el corazón para ser verdaderamente libres y eternamente felices.
La enfermedad, la muerte, los problemas económicos y todo tipo de dolor, es preciso vivirlo desde lo humano, pero no quedarnos ahí, sino trascender, y sufrirlo con amor transformador y reparador, purificador.
Todo tiene remedio menos la muerte dice un dicho por ahí… pero aún la muerte tiene remedio y este es nada más ni nada menos que el Cielo Prometido.
No nos gusta hablar del dolor, pero hemos de trabajar en ello, el dolor estará independientemente de nuestra voluntad, pero el sufrimiento nos hará trascender si buscamos el para qué ¿Para ser más fuerte, más paciente, para ser resiliente? Todo esto es bueno, pero lo que no debemos perder de vista, es que el dolor, aunque no lo comprendamos, aceptado por amor y con amor, es nuestro camino al Cielo
El dolor y el sufrimiento en la familia, no es deseable, pero es algo natural y es preciso aprender con sencillez, docilidad y nobleza a tratar esta realidad, no sólo es una oportunidad para encontrarnos y crecer, sino también una bendición si sabemos abrazarlo y transformarlo en un bien que nos permitirá trascender de la manera más hermosa… para toda la eternidad.
Te invito a que eleves tus oraciones por el mundo entero, por la humanidad, los gobiernos y especialmente por todas las familias y si me permites, querido lector el atrevimiento, ora también por mi familia, mi hermana y su esposo, para que Dios nos permita cumplir con amor siempre Su Voluntad, que sea lo que Él quiera, cuando Él quiera y como Él quiera.
Rosario Prieto
Desde la aparición del sindicato polaco Solidarnosc, “Solidaridad” (fundado en 1980 por Lech Walesa, Premio Nobel de la Paz) tal palabra se ha hecho corriente. Ser solidarios está muy bien visto.
Solidaridad es unidad, abrazo, comprensión, empatía, acompañamiento. La solidaridad es contraria a la envidia.
La amistad, emparentada con la solidaridad, significa querer el bien a otra persona, que no puede ser temporal, sino permanente, con más razón si se trata de la amistad matrimonial. La fidelidad es para siempre, no para un tiempo. Por eso, si un hombre y una mujer se unen con idea de divorciarse si las cosas van mal, ahí no hay amistad matrimonial, no hay matrimonio, no hay solidaridad.
Ser solidarios también significa fraternidad. Los seres humanos somos hermanos, porque tenemos el mismo Padre; somos criaturas de Dios. Por eso, el ser humano es digno del máximo respeto. No son explicables (no son justificables) el aborto, los maltratos físicos o mentales y la eutanasia, pues con tales actuaciones se ataca a la vida de seres humanos, de hijos de Dios.
Solidaridad también quiere decir desprendimiento, darse a los demás, y especialmente si se trata de seres humanos necesitados de amor, de amistad, de dinero, de consuelo, de acompañamiento. La pobreza interpela. No basta con la “caridad” de unos euros. Se trata de “la imaginación de la caridad”, como dice Mons. Fernando Ocáriz. La caridad es superior a la solidaridad.
El buen funcionamiento del encéfalo en alguna medida favorece la práctica de la solidaridad. Una disfunción cerebral puede perturbar tal actitud. En este sentido, dentro del cerebro, es importante el sistema límbico, constituido por amplias estructuras tanto corticales como profundas o subcorticales, muy relacionadas con lo vegetativo, lo visceral, lo emocional.
Los afectados por el síndrome de Down tienen un especial sentido de la solidaridad. En ellos, .la alteración cerebral se sitúa más en la corteza cerebral que en otras zonas encefálicas; el número de sinapsis entre las neuronas corticales es menor que en los individuos no afectos del síndrome. El lenguaje está afectado, no solo por este motivo, sino también por el menor desarrollo de la corteza auditiva, corteza que es esencial en los procesos del lenguaje. El hipocampo, tan relacionado con los procesos de memoria, presenta también un menor desarrollo. Pero el sistema límbico, en su conjunto, en general, funciona correctamente. Y hay que tener en cuenta que cada caso es distinto, propio, individual, personal. No se pueden hacer generalizaciones.
Otro factor a considerar es la edad. La madurez puede en muchos casos dar consistencia a las actitudes solidarias, que constituyen verdaderas virtudes (hoy día más bien se las denomina “valores”). Pero, independientemente de la edad, es solidario el que es amigo de sus amigos, el que tiene un “buen fondo” y ayuda a los demás sin egoísmo, el que sabe compadecer.
José Luis Velayos
Como defender nuestros valores
La izquierda y la derecha han cambiado hoy sus papeles tradicionales
Mientras en Irán las mujeres son golpeadas y maltratadas en las manifestaciones de protesta por la tortura y fallecimiento de la joven Mahsa Amini detenida por la Policía de la moral iraní, por no colocarse debidamente el hiyab o velo islámico, la reacción de la comunidad internacional y no digamos la del gobierno español, ha sido de una vergonzante tibieza o de un cobarde silencio.
Al mismo tiempo la Comisión Islámica de Melilla se ha opuesto a los talleres con contenido LGTB organizados por un conocido Colegio Público de aquella ciudad donde la mayoría de alumnos pertenecen a la comunidad musulmana. Las razones que aducen es considerar que la actividad organizada por ese colegio es “una flagrante vulneración de los derechos fundamentales y un ataque directo a las libertades y derechos constitucionales”, amén de otras consideraciones sobre el adoctrinamiento, la moral y el derecho de los padres…
Resulta paradójico que sea en un país teocrático como Irán o en el seno de la Comunidad Islámica en Melilla, donde se invoque la libertad y el ejercicio de los derechos constitucionales para no ser tiranizados ni adoctrinados por el poder del Estado, aunque en el primer caso, sea por el fundamentalismo religioso de su régimen y en el otro por la imposición de una ideología que, como la de género, atenta gravemente contra las libertades civiles o religiosas de una comunidad.
Sin entrar en consideraciones de tipo moral que complicaría mucho más el hacer una breve reflexión sobre la reacción de la ciudadanía a las tiranías o dictaduras del pensamiento o de las ideologías, creo que los acontecimientos de Irán o de Melilla, invitan a detenerse en el protagonismo que hoy le toca jugar a la sociedad civil frente a las corrientes estatistas o individualistas. Hoy las izquierdas y derechas han intercambiado notablemente sus papeles tradicionales.
Mientras en la izquierda predomina un individualismo liberador de la persona no sujeta a ninguna regla ética, moral o incluso civil, en cuestiones como la sexualidad, aborto, matrimonio, etc., -la familia natural ha sido superada- según la Secretaria de Estado de Igualdad, la derecha se refugia en el papel de gestor eficaz de los asuntos económicos y rehúye el debate y la defensa de esas reglas éticas o morales que protegen al individuo frente a la invasión de los poderes públicos.
Aquellos que confían exclusivamente en los partidos o en sus líderes para afrontar cuestiones o problemas que afectan directamente a su autonomía personal, como son sus convicciones religiosas o sus libertades individuales, yerran porque, como en Irán o en Melilla, es la sociedad civil representada en las organizaciones cívicas, la familia o incluso las religiosas quienes sirven de contrapeso a la “ortodoxia dominante” de la izquierda o a los ”interesados silencios” de la derecha.
Jorge Hernández Mollar
Escrito por Fernando Ocáriz
Publicado: 02 Octubre 2022
Con motivo del décimo aniversario de Harambee, Mons. Javier Echevarría pronunció la conferencia El corazón cristiano, motor del desarrollo social [1]. Al cumplirse 20 años de la misma iniciativa y en el marco de esta Jornada sobre innovación social, quisiera continuar las reflexiones de mi predecesor. A la luz de la doctrina social de la Iglesia y del mensaje de san Josemaría, me detendré sobre la dimensión social de la vocación cristiana.
Hace diez años, don Javier nos recordaba que el diálogo entre Jesús y un doctor de la Ley expresa que el amor a Dios es inseparable del amor a los demás: “cuando un doctor de la ley le preguntó cuál era el primer mandamiento, el Señor no se limitó a indicar que el amor a Dios es el más grande y primer mandamiento, sino que añadió la necesidad de amar al prójimo como mandamiento incluido en el primero (Mt 22, 35-39)” [2].
Es importante tener presente la dimensión relacional de la persona. Benedicto XVI, en la encíclica Caritas in veritate, afirma que “la criatura humana, en cuanto de naturaleza espiritual, se realiza en las relaciones interpersonales. Cuanto más las vive de manera auténtica, tanto más madura también en la propia identidad personal”. Esta realidad “obliga a una profundización crítica y valorativa de la categoría de la relación (…)” y ayuda a “captar con claridad la dignidad trascendente del hombre” [3].
Vosotros, con modos y perspectivas muy diversas, os dedicáis profesionalmente a cuidar y dignificar personas, especialmente a las más necesitadas. Sabéis por experiencia que, aunque las instituciones y las estructuras sean necesarias, para lograr el verdadero desarrollo integral, es preciso también el encuentro entre personas, crear los contextos y las condiciones para que el desarrollo pueda ocurrir, para que la persona tenga la oportunidad de perfeccionarse en todas sus dimensiones. Como discípulos de Jesucristo, estamos llamados por un nuevo título -el de cristianos- a cuidar a las personas, a cuidar el mundo.
¿Qué vemos en el mundo? Junto a nuevas posibilidades de promoción humana ofrecidas por los avances en salud, tecnología, comunicaciones y tantos ejemplos inspiradores, afloran las injusticias y heridas por las que sangra la humanidad. “En el mundo actual, la pobreza presenta muchos rostros diversos: enfermos y ancianos que son tratados con indiferencia, la soledad que experimentan muchas personas abandonadas, el drama de los refugiados, la miseria en la que vive buena parte de la humanidad como consecuencia muchas veces de injusticias que claman al Cielo” [4].
Como os decía también en una carta de 2017, “Nada de esto nos puede resultar indiferente”, todos y todas estamos llamados a “poner en movimiento la «imaginación de la caridad» para llevar el bálsamo de la ternura de Dios a todos nuestros hermanos que pasan necesidad” [5].
Cuando los seres humanos ignoran o se desentienden de su condición de ser hijos de Dios, todas sus relaciones quedan afectadas: con uno mismo, con los demás y con la creación. Como ha dicho el Papa Francisco, la interdependencia se transforma en dependencias, “perdemos esta armonía de interdependencia en la solidaridad” [6].
Somos corresponsables de cuidar el mundo, estableciendo relaciones fundadas en la caridad, la justicia y el respeto, especialmente superando la enfermedad de la indiferencia. San Juan Pablo II escribió: “Sí, cada hombre es «guarda de su hermano», porque Dios confía el hombre al hombre” [7].
Buena parte de las iniciativas a las que representáis han nacido por inspiración de san Josemaría. Y muchos de vosotros, a partir de la misma inspiración, trabajáis en organizaciones de signos y orientaciones diversas porque os habéis sentido empujados a “hacer algo”, a no quedaros con los brazos cruzados.
Está en el núcleo del espíritu del Opus Dei convertir las realidades ordinarias en lugar de encuentro con Dios y de servicio a los demás; la aspiración de personas maduras, sensibles hacia los demás y profesionalmente competentes, que buscan hacer del mundo un lugar más justo y fraterno. “Amar al mundo apasionadamente”, implica conocerlo, cuidarlo y servirlo.
La actitud ante las necesidades sociales la resumía san Josemaría en una carta publicada en los años 50 del siglo pasado: “Un cristiano no puede ser individualista, no puede desentenderse de los demás, no puede vivir egoístamente, de espaldas al mundo: es esencialmente social, miembro responsable del Cuerpo Místico de Cristo” [8].
De la mano del fundador del Opus Dei, en esta sesión me detendré en cuatro dimensiones: la espiritual, la profesional, la personal y la colectiva.
La dimensión espiritual
Podría parecer utópico pensar que somos capaces de hacer algo para paliar el sufrimiento de la humanidad. Sin embargo, sabemos que es Jesús quien carga con el dolor humano. Las llagas en su costado, en sus manos y en sus pies recuerdan las llagas del mundo. Y Jesús nos ha dicho: “lo que hicisteis con uno de estos conmigo lo hicisteis” [9].
El camino de identificación con Cristo va transformando el corazón humano y lo abre a la caridad. La unión con el Señor, en los sacramentos y en la oración, lleva a descubrir al prójimo y sus necesidades y a prestar menos atención a uno mismo. La caridad cambia la mirada. “La caridad de Cristo no es solo un buen sentimiento en relación al prójimo; no se para en el gusto por la filantropía. La caridad, infundida por Dios en el alma, transforma desde dentro la inteligencia y la voluntad: fundamenta sobrenaturalmente la amistad y la alegría de obrar bien” [10].
Hace un tiempo, en una carta os invitaba a pedir al Señor que nos agrandara el corazón, que nos diera un corazón a su medida “para que entren en él todas las necesidades, los dolores, los sufrimientos de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, especialmente de los más débiles” [11]. Un corazón orante, en medio del mundo, que sostiene y acompaña a los demás en sus necesidades.
La identificación con Jesús nos abre a las necesidades de los demás. Al mismo tiempo, el contacto con el necesitado, nos lleva a Jesús. Por eso, san Josemaría escribía: “Los pobres —decía aquel amigo nuestro— son mi mejor libro espiritual y el motivo principal para mis oraciones. Me duelen ellos, y Cristo me duele con ellos. Y, porque me duele, comprendo que le amo y que les amo” [12].
Jesús tuvo predilección por los pobres y por quienes sufrían, pero también quiso ser él mismo necesitado y víctima. En la persona que sufre se entrevé a Jesús que nos habla, como recordaba el papa Francisco: “¿Sabemos aprender de los pobres, encontrar en ellos el rostro de Cristo y dejarnos evangelizar por ellos?” [13]. Desde la primitiva Iglesia se ha entendido que el mensaje Evangélico pasaba por la preocupación por los pobres y que es un signo reconocible de identidad cristiana y un elemento de credibilidad [14].
La dimensión profesional
Deseamos poner a Cristo en el corazón de todas las actividades humanas, santificando el trabajo profesional y los deberes ordinarios del cristiano. Esta misión se desarrolla en medio de la calle, en la sociedad, especialmente con el trabajo. Como nos recuerda san Josemaría, “el trabajo corriente —sea humanamente humilde o brillante— es de un gran valor y puede ser un medio eficacísimo para amar y servir a Dios y a los demás hombres”. E invita a todos “a trabajar —con plena autonomía, del modo que les parezca mejor— para borrar las incomprensiones y las intolerancias entre los hombres y para que la sociedad sea más justa” [15].
Para quien desea seguir a Cristo, cualquier trabajo es una oportunidad de servir a los demás y especialmente a los más necesitados. Hay profesiones en las que esta repercusión social se da de un modo más inmediato o evidente, como en vuestro caso, el trabajo en organizaciones centradas en mejorar las condiciones de vida de personas o grupos desfavorecidos. Pero esta dimensión de servicio no es solo para algunos, ha de estar presente en cualquier trabajo honrado.
Desde que san Josemaría comenzó a difundir su mensaje, decía que para santificar el mundo no era necesario cambiar de lugar, profesión o ambiente. Se trata de cambiar uno mismo en el lugar en el que se encuentra.
En el ideal cristiano del trabajo confluyen la caridad y la justicia. Lejos de las lógicas del “éxito”, el servicio a los demás es el mejor parámetro del desempeño laboral de un cristiano. Satisfacer las exigencias de la justicia en el trabajo profesional es un objetivo alto y ambicioso; cumplir con las propias obligaciones no siempre es fácil y la caridad va siempre más lejos, pidiendo a cada una y a cada uno salir generosamente de uno mismo hacia los demás.
En la parábola del buen samaritano, el posadero pasa como en segundo plano: solo se dice que actuó profesionalmente. Su conducta nos recuerda que el ejercicio de cualquier tarea profesional nos da ocasión de servir a quienes padecen necesidad.
A veces, podría insinuarse la tentación de “refugiarse en el trabajo”, en el sentido de no descubrir su dimensión social transformadora, conformándonos con un falso espiritualismo. El trabajo santificado es siempre una palanca de transformación del mundo, y el medio habitual a través del cual se deberían producir los cambios que dignifican la vida de las personas, de modo que la caridad y la justicia empapen verdaderamente todas las relaciones. El trabajo así realizado podrá contribuir a purificar las estructuras de pecado [16], convirtiéndolas en estructuras donde el desarrollo humano integral sea una posibilidad real.
La fe nos ayuda a mantener la confianza en el futuro. Como aseguraba san Josemaría, “nuestra labor apostólica contribuirá a la paz, a la colaboración de los hombres entre sí, a la justicia, a evitar la guerra, a evitar el aislamiento, a evitar el egoísmo nacional y los egoísmos personales: porque todos se darán cuenta de que forman parte de toda la gran familia humana, que está dirigida por voluntad de Dios a la perfección. Así contribuiremos a quitar esta angustia, este temor por un futuro de rencores fratricidas, y a confirmar en las almas y la sociedad la paz y la concordia: la tolerancia, la comprensión, el trato, el amor” [17].
La dimensión personal
El mensaje del Opus Dei nos impulsa a esforzarnos por la transformación del mundo a través del trabajo. Esto incluye también “tener compasión”, como el samaritano [18], como exigencia del amor, que lleva la ley (“lo obligatorio”), a su plenitud [19]. El amor hace que nuestra libertad se encuentre cada vez más dispuesta y preparada para hacer el bien.
Escribía san Josemaría en una carta fechada en 1942: “La generalización de los remedios sociales contra las plagas del sufrimiento o de la indigencia –que hacen posible hoy alcanzar resultados humanitarios, que en otros tiempos ni se soñaban–, no podrá suplantar nunca la ternura eficaz –humana y sobrenatural– de este contacto inmediato, personal, con el prójimo: con aquel pobre de un barrio cercano, con aquel otro enfermo que vive su dolor en un hospital inmenso (…)” [20].
Se presenta ante nosotros un panorama amplísimo en la familia y en la sociedad, y un corazón ensanchado, tratará de cuidar con esmero a sus padres ancianos, dar limosna, interesarse por los problemas de los vecinos, rezar por un amigo agobiado por una preocupación, visitar un pariente enfermo en el hospital o en su casa, pararse a hablar con una persona que vive en la calle a la que vemos habitualmente, escuchar pacientemente, etc., etc.
De ordinario, no se trata de sumar nuevas tareas a las que ya realizamos; se trata más bien de procurar manifestar desde la propia identidad el amor de Cristo a los demás. La pregunta sobre la caridad no es solo qué tengo que hacer sino, antes, quién soy para el otro y quién es el otro para mí.
En este cultivo diario de la solidaridad, nos encontramos con los demás y así las necesidades de otros se convierten también en un punto de encuentro entre personas de buena voluntad, cristianos o no, pero unidos ante las situaciones de pobreza e injusticia.
Este diálogo con la necesidad y la vulnerabilidad, seguramente tendrá como resultados una piel sensible y una vida de oración cercana a la realidad. Estaremos preparados para tomar decisiones de mayor austeridad personal, evitando el consumismo, el atractivo de la novedad, el lujo… y sabremos renunciar a bienes innecesarios que quizá nos podríamos permitir por nuestra situación profesional. Seremos así permeables al cambio personal, a tener los oídos abiertos al Espíritu Santo y escuchar lo que nos dice a través la pobreza.
La relación de Cristo con los necesitados es uno a uno. Ciertamente, las obras colectivas son necesarias, pero la caridad es personal, porque así es nuestra relación con Dios. En una cristiana o en un cristiano maduro, el despliegue de las obras de misericordia [21] vividas personalmente fluye de manera orgánica, al igual que un árbol que, mientras crece, da más fruto y sombra. Desde esta perspectiva, se percibe también la complementariedad que existe entre las diversas manifestaciones del apostolado personal y la generosidad con los necesitados.
San Josemaría describía la trascendencia social de la caridad personal en medio del mundo, acudiendo al ejemplo de los fieles de la primitiva Iglesia: “así actuaron los primeros cristianos. No tenían, por razón de su vocación sobrenatural, programas sociales ni humanos que cumplir; pero estaban penetrados de un espíritu, de una concepción de la vida y del mundo, que no podía dejar de tener consecuencias en la sociedad en que se movían”[22].
La dimensión colectiva
No quiero dejar de agradecer el bien que hacéis a través de las labores inspiradas por san Josemaría y a quienes trabajáis, también inspirados por él, en distintas organizaciones que prestan un servicio directo a los más necesitados. Pienso en aquel joven sacerdote que cuidaba pobres y enfermos en el Madrid de los años 30 del siglo XX. La “piedra caída en el lago” [23] ha llegado lejos. Aunque somos conscientes de nuestras limitaciones, damos gracias a Dios y le pedimos ayuda para mejorar y continuar.
Las obras colectivas mantienen viva la sensibilidad social cristiana y son una expresión civil y pública de misericordia. Como dice el Compendio de la doctrina social de la Iglesia, “en muchos aspectos, el prójimo que tenemos que amar se presenta “en sociedad” (...): amarlo en el plano social significa, según las situaciones, servirse de las mediaciones sociales para mejorar su vida, o bien eliminar los factores sociales que causan su indigencia. La obra de misericordia con la que se responde aquí y ahora a una necesidad real y urgente del prójimo es, indudablemente, un acto de caridad; pero es un acto de caridad igualmente indispensable el esfuerzo dirigido a organizar y estructurar la sociedad de modo que el prójimo no tenga que padecer la miseria, sobre todo cuando ésta se convierte en la situación en que se debaten un inmenso número de personas y hasta de pueblos enteros, situación que asume, hoy, las proporciones de una verdadera y propia cuestión social mundial” [24].
San Josemaría recordaba que “el Opus Dei [ha de estar presente] donde hay pobreza, donde hay falta de trabajo, donde hay tristeza, donde hay dolor, para que el dolor se lleve con alegría, para que la pobreza desaparezca, para que no falte trabajo —porque formamos a la gente de manera que lo pueda tener—, para que metamos a Cristo en la vida de cada uno, en la medida en que quiera, porque somos muy amigos de la libertad” [25].Con las limitaciones propias de las instituciones humanas, las realidades colectivas promovidas por los fieles del Opus Dei tratan también de encarnar y expresar el espíritu de servicio en el ámbito social.
En vuestra actividad se fusionan todas las dimensiones que consideramos: fundamento espiritual, trabajo profesional y cuidado de los necesitados tomados como grupo (caridad social) en el que se afirma también la dignidad de cada uno (caridad personal). Se une así la necesaria competencia profesional de un área que requiere cada vez más especialización, con el espíritu cristiano expresado en las obras de misericordia. Se podría decir que quienes promovéis o colaboráis con estas labores aspiráis a ser al mismo tiempo samaritanos y posaderos.
Por otra parte, cada labor colectiva, y no sólo las directamente percibidas como “sociales”, puede tener una dimensión social explícita, una preocupación por el entorno, unos fines de servicio a los demás, un modo de relacionarse con los pobres, una intención de reconciliar al mundo con Dios… Toda obra colectiva de inspiración cristiana (un colegio, una universidad, una escuela de negocios, un hospital, una residencia, etc.), aunque su misión inmediata no consista en favorecer colectivos necesitados, ha de integrar en su ethos este rasgo central del cristianismo que es la caridad social.
En este sentido, es lógico que cada labor colectiva se pregunte habitualmente sobre las expresiones prácticas y tangibles de su contribución social y de su servicio a las personas más necesitadas. Esa contribución es un efecto connatural de esa actividad, no un simple añadido.
Conviene preguntarse, “desde que existe esta iniciativa, ¿a qué necesidades sociales procura dar respuesta?, ¿en qué ha mejorado el entorno?” El Señor nos pide que, desde la imaginación de la caridad, reflexionemos sobre este aspecto en cada labor.
En el horizonte del centenario del Opus Dei (2028-2030)
Los próximos años ofrecen una ocasión especial para revitalizar el servicio a los necesitados de manera personal o colectiva, tomando una mayor conciencia de su importancia en el mensaje de san Josemaría. En esto, son especialmente valiosas las ideas y propuestas de quienes os dedicáis de un modo inmediato a este ámbito.
Junto a los temas que propondréis, sugiero dos posibles líneas de reflexión.
Trabajar con otros. San Josemaría animó siempre a los fieles de la Obra a abrirse en abanico, a trabajar con muchas otras personas, también no católicas y no cristianas, en proyectos de servicio. La globalización ha provocado que la distribución de los recursos, las migraciones, la falta de acceso a la educación, la concatenación de crisis económicas, las pandemias y otros desafíos, afecten cada vez a más personas. Se percibe vivamente la dependencia mutua de la familia humana y se mira el mundo como un hogar compartido. Cada vez se hacen más indispensables las instituciones de desarrollo de todo tipo y se abre paso la idea de colaboración y coordinación de conocimientos y esfuerzos. En un momento en el que el sufrimiento es en cierto modo global, deberíamos sentirnos más que nunca hijos de un mismo Padre.
Investigación y estudio. Vuestra labor os coloca en observatorios desde los que podéis atisbar tendencias de futuro. Esa posición, unida a dilatadas experiencias de trabajo en el área de desarrollo en diferentes culturas y países, permite pensar en espacios específicos de investigación y estudio. Esto podría dar lugar a propuestas de buenas prácticas, programas de formación de voluntarios, tareas de consultoría, convocatorias de congresos y encuentros con instituciones similares por la materia o afinidades regionales, acuerdos con centros académicos para profundizar sobre temas sociales desde distintas perspectivas, aunando el trabajo sobre el terreno con la investigación académica. Estas posibilidades recuerdan la aspiración de san Josemaría, que veía a los cristianos “in ipso ortu rerum novarum”, en el mismo origen de los cambios sociales.
Desearía concluir con otras palabras fuertes y estimulantes de san Josemaría: “Un hombre o una sociedad que no reaccione ante las tribulaciones o las injusticias, y que no se esfuerce por aliviarlas, no son un hombre o una sociedad a la medida del amor del Corazón de Cristo. Los cristianos —conservando siempre la más amplia libertad a la hora de estudiar y de llevar a la práctica las diversas soluciones y, por tanto, con un lógico pluralismo—, han de coincidir en el idéntico afán de servir a la humanidad. De otro modo, su cristianismo no será la Palabra y la Vida de Jesús: será un disfraz, un engaño de cara a Dios y de cara a los hombres” [26].
Ojalá, la reflexión que comenzáis hoy con vistas al centenario de la Obra, sirva para profundizar en esta llamada de nuestro fundador, y a concretarla en el plano espiritual y personal, en el trabajo profesional y en todas las iniciativas sociales y educativas que, de un modo u otro, encuentran inspiración en su mensaje. En este campo, como en otros, se pueden aplicar las palabras de san Josemaría: está todo hecho y está todo por hacer. Seguro que nos animaría a seguir soñando.
Fernando Ocáriz, opusdei.org/es/
Notas:
[1] Javier Echevarría, conferencia El corazón cristiano, motor del desarrollo social, octubre 2012, Pontificia Universidad de la Santa Cruz.
[2] Ibíd.
[3] Benedicto XVI, Caritas in veritate, 29-06-2009, n. 53, subrayado en el original.
[4] Fernando Ocáriz, Carta pastoral, 14-II-2017, n. 31.
[5] Ibíd.
[6] Francisco, Audiencia general, 2-IX-2020.
[7] San Juan Pablo II, encíclica Evangelium vitae, 25-III-1995, n. 19.
[8] San Josemaría, Cartas (Vol. I), edición crítica y anotada, preparada por Luis Cano, Rialp, Madrid 1ª edición, 2020, Carta n. 3, 37d, p. 188.
[9] Mt 25, 40.
[10] San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, edición critico-histórica preparada por Antonio Aranda, Rialp, 2013, Madrid, homilía El respeto cristiano a la persona y su libertad, 71d, p. 442.
[11] Fernando Ocáriz, Carta pastoral, 14-II-2017, n. 31.
[12] San Josemaría, Surco, n. 827.
[13] Francisco, Mensaje V Jornada mundial de los Pobres, 14-XI-2021.
[14] Cfr. Benedicto XVI, encíclica Deus caritas est, 25-XII-2005, n. 20.
[15] San Josemaría, Conversaciones con monseñor Escrivá de Balaguer, edición crítico-histórica preparada bajo la dirección de José Luis Illanes, Rialp, Madrid, 2012, n. 56.
[16] Cfr. San Juan Pablo II, encíclica Sollicitudo rei socialis, 30-XII-1987, n. 36.
[17] San Josemaría, cit., Cartas (Vol. I), Carta n. 3, n. 38a y 38b, pp. 188-189.
[18] Cfr. Lc 10, 33.
[19] Cfr. Rm 13, 8-10.
[20] San Josemaría, Carta 24-X-1942, n. 44: AGP, serie A.3, 91-7-2.
[21] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2447.
[22] San Josemaría, Carta 9-I-1959, n. 22.
[23] San Josemaría, Camino, n. 831.
[24] Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 208.
[25] San Josemaría, Una mirada hacia el futuro desde el corazón de Vallecas, Madrid, 1998, p. 135 (palabras pronunciadas el 1-X-1967).
[26] San Josemaría, Es Cristo que pasa, cit., n. 167.
A los “expertos” se les da cancha
En estos momentos a los “expertos” se les da cancha y se les hace caso, porque incluso algunos han ascendido al grado de “influencers” y hay que vestirse, peinarse, comer, andar, tomar medicinas y vitaminas y hasta hacer deporte como lo dicen ellos. Y hasta hay expertos en expertos, que los contratan, avalan, los pasean por los medios y los llevan a encuentros, conferencias, mítines y a saraos varios.
En estas últimas semanas han proliferado los expertos a la violeta, en protocolo, en la City, en la iglesia de Escocia, en liturgia protestante, en uniformes, en familias reales, en sombreros femeninos y en chaqués masculinos, en tumbas, en banderas, en castillos y en palacios y en gaitas; expertos en miradas y rictus risueños, aburridos o enfadados. Solamente han faltado, los expertos en Mary Poppins, pero es cuestión de tiempo.
Es la atracción de todo lo británico. Y por eso viene a cuento la mención a Don José Cadalso, el autor de “Los eruditos a la violeta”, militar de carrera que, ostentando el grado de coronel, murió en el sitio de Gibraltar, en 1782, acción con la que los soldados españoles intentaron liberar la plaza española de la ocupación de los británicos.
Decía Chesterton que “una sociedad está en decadencia definitiva o transitoria cuando el sentido común ha llegado a ser poco común”. Habría que averiguar si lo que ocurre en la sociedad que ha montado Sánchez, es definitivo o “se pasa” con unas elecciones.
Jesús Martínez Madrid
En Ucrania, en estos momentos, están los intereses y hasta el futuro de los países limítrofes con Rusia, y de toda Europa. La chispa puede extenderse, por la locura megalómana de Putin.
Falta por ver la reacción de los ciudadanos rusos. Ya han salido del país familias y reservistas que podían ser llamados a filas. Los rusos que viven en España han recibido la noticia de la movilización con gran inquietud, pues tienen hermanos que están en esa lista, en definitiva que saben que supone una extensión y agravamiento de la guerra.
A la hora de movilizar, Rusia no movilizará a muchos que vivan en grandes ciudades, como es el caso de Moscú, sino de zonas alejadas, con poca influencia social y cultural. Todo reservista de Moscú movilizado es un altavoz, una caja de resonancia para que los periodistas extranjeros recojan reacciones y posibles insurrecciones. En una dictadura como Rusia se calla o se acalla, pero nadie sabe hasta cuándo.
En términos geopolíticos, China, que firmó con Rusia un tratado de respeto mutuo unos días antes del inicio de la invasión de Ucrania, se frota las manos con esta guerra en Europa. Europa se desangra y desgasta económicamente, y China sigue su crecimiento imparable. China utiliza a Rusia, sus deseos de volver a ser una potencia, algo parecido a un imperio de lo que fue: es el instrumento ideal para China.
Putin sigue con su locura. El final no sé si será por una derrota militar o porque internamente en Rusia le obliguen a firmar la paz. Lo que se repite, una y otra vez, de que hay que lograr una paz que no sea humillante para Rusia, una “salida airosa”, es cada vez más difícil, por la crueldad de Putin.
Rusia sabe el temor al botón nuclear. Claro que existe ese temor, porque un loco es capaz de todo. Sin embargo, en ese hipotético escenario, cualquiera ve que Rusia saldría perdiendo, que no sería ganadora de nada. Amenaza permanente, posible en un loco, pero hasta un loco puede entender que la devastación general no sería una victoria.
José Morales Martín
Mensaje con tintes apocalípticos
Es pronto aún para saber hasta qué punto la reacción de Putin significa un cambio radical en la estrategia militar rusa. En su último mensaje, con tintes apocalípticos y constantes referencias a las supuestas amenazas que padece Rusia por parte de Occidente, se confirma que no existe ninguna intención de poner fin a la agresión contra Ucrania, y también que la situación interna se complica por momentos.
La decisión de convocar referéndums, llevados a la práctica, en los territorios ucranianos ocupados ha sido solo una estratagema que la comunidad internacional no puede aceptar de ningún modo. Presionado por los sectores más duros del imperialismo ruso, Putin, desgraciadamente, aleja la esperanza de una paz justa.
Jesús D Mez Madrid
El nuevo Proyecto de Ley Orgánica remitido por el actual Gobierno de España a las Cortes Generales que modifica la Ley Orgánica 2/2010, quiero recordar que impulsa y anima a la distribución de la “píldora del día siguiente”, incluso de manera gratuita en institutos y centros de salud. Algo que está en contra de lo indicado en la propia ficha técnica de la citada “píldora”, en la que se señala que es un producto para un uso ocasional, y que no debe sustituir a un anticonceptivo de uso regular.
Es decir, banaliza generalizando el uso de un producto o más bien un interceptor (no me atrevo a llamarlo medicamento, aunque lo ampare el extraño “cajón de sastre” en el que se encuentra definido el concepto medicamento en nuestra legislación, ya que no va a tratar ninguna enfermedad), adoptando por tanto, una dirección contraria a la salud, a la seguridad de uso necesaria para cualquier medicamento y olvidando lo que realmente mantiene la ciencia.
Jesús Martínez Madrid
Pasos del sacramento de la Confesión
Repasemos cuáles son los pasos del sacramento de la Confesión. “Jesucristo Señor Nuestro, nuestro Dios, instituyó los sacramentos, que son como huellas de sus pisadas, para que nosotros pisemos allí y podamos llegar al Cielo. Y uno de los sacramentos más hermosos, más consoladores, es el sacramento de la Confesión”. San Josemaría, Argentina, 15 junio de 1974.
Sacramento de la Confesión
Cristo instituyó el este sacramento ofreciéndonos una nueva posibilidad de convertirnos y de recuperar, después del Bautismo, la gracia de Dios. “El sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación. Cuando yo voy a confesarme es para sanarme, curar mi alma, sanar el corazón y algo que hice y no funciona bien”. Papa Francisco, Audiencia general, 19 de febrero de 2014.
Como todos los a sacramentos, este es un encuentro con Jesús. Durante la Confesión, contamos nuestros pecados al sacerdote que actúa en la persona de Cristo y con la autoridad de Jesús para escuchar, ofrecer orientación, proporcionar una penitencia adecuada y pronunciar las palabras de absolución.
«En la celebración del Sacramento de la Reconciliación, el sacerdote no representa solamente a Dios, sino a toda la comunidad, que se reconoce en la fragilidad de cada uno de sus miembros, que escucha conmovida su arrepentimiento, que se reconcilia con Él, que lo alienta y lo acompaña en el camino de conversión y de maduración humana y cristiana. Alguno puede decir: “yo me confieso solamente con Dios”. Sí, tú puedes decir a Dios: “perdóname”, y decirle tus pecados. Pero nuestros pecados son también contra nuestros hermanos, contra la Iglesia, y por ello es necesario pedir perdón a la Iglesia y a los hermanos, en la persona del sacerdote«. Papa Francisco, Catequesis del miércoles, 19 de febrero de 2013.
San Josemaría solía llamar a la Confesión el sacramento de la alegría, porque a través de él se recuperan el gozo y la paz que trae la amistad con Dios.
Importancia de la Confesión
Este sacramento no solo restaura nuestra relación como hijos e hijas de Dios, sino que también nos reconcilia entre nosotros rehaciendo nuestra unión con el Cuerpo de Cristo, su Iglesia. El Papa Francisco explica la importancia de la confesión con estas palabras “el perdón de nuestros pecados no es algo que podamos darnos nosotros mismos. Yo no puedo decir: me perdono los pecados. El perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos el perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo, es un don del Espíritu Santo”.
Pasos de la Confesión
El Catecismo de la Iglesia nos propone cuatro pasos para una buena confesión. Estos expresan el camino hacia la conversión, que va desde el análisis de nuestros actos, hasta la acción que demuestra el cambio que se ha realizado en nosotros. Son cuatro los pasos que damos para poder recibir el gran abrazo de amor que Dios, nuestro Padre, nos quiere dar con este sacramento: “Dios nos espera, como el padre de la parábola, extendidos los brazos, aunque no lo merezcamos. No importa nuestra deuda. Como en el caso de hijo pródigo, hace falta sólo que abramos el corazón”. San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 64.
“El perdón nos viene de la misericordia de Dios”, san Josemaría.
Primer paso: examen de conciencia
En el examen de conciencia tratamos de examinar nuestra alma en oración ante Dios, a la luz de las enseñanzas de la Iglesia, a partir de nuestra última confesión. Reflexionamos sobre aquellas acciones, pensamientos o palabras, que nos hayan podido alejar de Dios, ofender a los demás o dañarnos interiormente.
Hay varios detalles que podemos tener en cuenta para hacerlo de un modo más profundo y efectivo. Por ejemplo, podemos ayudarnos de una guía con las claves necesarias para un buen examen de conciencia. Es el momento de ser sinceros con uno mismo y con Dios, sabiendo que Él no quiere que nuestros pecados pasados nos opriman, sino que desea liberarnos de ellos para poder vivir como buenos hijos suyos.
Segundo paso: contrición y propósito de no volver a pecar
La contrición o arrepentimiento, es un don de Dios. Es un dolor del alma y un rechazo de nuestros pecados, que incluye la resolución de no volver a pecar. A veces, el arrepentimiento llega con un sentimiento intenso de dolor o vergüenza, que nos ayuda a enmendarnos. Pero este sentimiento, no es indispensable. Lo importante es comprender que hemos obrado mal, y tener deseos de mejorar como cristianos. De no ser así, nos pondremos en manos de Dios para pedirle a Él que obre en nuestro corazón, para rechazar el mal.
“La contrición –explica el Papa– es el pórtico del arrepentimiento, es esa senda privilegiada que lleva al corazón de Dios, que nos acoge y nos ofrece otra oportunidad, siempre que nos abramos a la verdad de la penitencia y nos dejemos transformar por su misericordia”.
Tercer paso: confesión
El sacerdote es un instrumento de Dios. Dejemos a un lado la vergüenza o el orgullo, y abramos nuestra alma seguros de que es Dios quien nos escucha. “Confesarse con un sacerdote es un modo de poner mi vida en las manos y en el corazón de otro, que en ese momento actúa en nombre y por cuenta de Jesús. […] Es importante que vaya al confesionario, que me ponga a mí mismo frente a un sacerdote que representa a Jesús, que me arrodille frente a la Madre Iglesia llamada a distribuir la Misericordia de Dios. Hay una objetividad en este gesto, en arrodillarme frente al sacerdote, que, en ese momento, es el trámite de la gracia que me llega y me cura”. Papa Francisco. El nombre de Dios es misericordia, 2016.
- La confesión consiste en decir los pecados al sacerdote. Se suele decir que una buena confesión tiene «4 C»:
- Clara: señalar cuál fue la falta específica, sin añadir excusas.
- Concreta: decir el acto o pensamiento preciso, no usar frases genéricas.
- Concisa: evitar dar explicaciones o descripciones innecesarias.
- Completa: sin callar ningún pecado grave, venciendo la vergüenza.
La confesión es un sacramento, cuya celebración incluye ciertos gestos y palabras por parte del penitente y del sacerdote.
Cuarto paso: cumplir la penitencia
Este el momento más hermoso del sacramento de la Confesión, pues recibimos el perdón de Dios. La penitencia es un acto sencillo que representa nuestra reparación por la falta que cometimos. Es una buena ocasión también para dar gracias a Dios por el perdón recibido, y para renovar el propósito de no volver a pecar.
Bibliografía
Opusdei.org.
“Es Cristo que pasa”, n. 64. San Josemaría.
«El nombre de Dios es misericordia», Papa Francisco.
Audiencia general del 19 de febrero de 2014, Papa Francisco.
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