Las Noticias de hoy 8 Octubre 2022

Enviado por adminideas el Sáb, 08/10/2022 - 12:32

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Ideas Claras

DE INTERES PARA HOY    sábado, 08 de octubre de 2022        

Indice:

ROME REPORTS

El Papa en el Ángelus dirige “una llamada apremiante a los dirigentes de Rusia y Ucrania”

Conocerse a uno mismo para “crecer en la libertad”

Video del Papa octubre 2022: Por una Iglesia sinodal abierta a todos

ORACIONES A LA MADRE DE JESÚS : Francisco Fernandez Carbajal

Evangelio del sábado: escuchar y actuar

“¿He conversado con Él?” : San Josemaria

Carta del Prelado (6 octubre 2022)

Octubre, mes del Rosario

«Amar al mundo apasionadamente»

Celebremos el mes del rosario en familia : Silvia del Valle Márquez.

Sobre el sentido y valor de la vejez : Francisco Pellitero

 El sorprendente origen religioso de la bandera europea : Víctor C. Bustillo

La Belleza de la Liturgia (13). Estrenar cada día : José Martínez Colín.

«¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia!» : Juan Pablo II

En España se aumentó la producción ecológica : Jesús Domingo Martínez

Las religiones y la política : José Morales Martín

Mensajeros de la paz y de la unidad : Jesús Martínez Madrid

¿Cómo funciona la fe? : Francisco Varo Pin

 

 

ROME REPORTS

 

El Papa en el Ángelus dirige “una llamada apremiante a los dirigentes de Rusia y Ucrania”

Palabras del Santo Padre antes del Ángelus

 

Ángelus 2 octubre 2022 © Vatican Media

 

“Me afligen los ríos de sangre y lágrimas derramados en los últimos meses. Me duelen las miles de víctimas, especialmente niños, y las numerosas destrucciones, que han dejado a muchas personas y familias sin casa y amenazan con el frío y el hambre a vastos territorios” dice el Papa Francisco ante la situación de la guerra de Ucrania y dirige una llamada apremiante  a los dirigentes de Rusia y Ucrania durante la oración del Ángelus de este domingo 2 de octubre de 2022.

“El curso de la guerra en Ucrania, añadió el santo Padre,  se ha vuelto tan grave, devastador y amenazador que es motivo de gran preocupación. Por eso hoy quisiera dedicarle toda la reflexión antes del Ángelus. De hecho, esta terrible e inconcebible herida de la humanidad, en vez de cicatrizarse, sigue sangrando cada vez más, con el riesgo de agrandarse”.

Estas fueron las palabras del Papa al introducir la oración mariana:

***

Palabras del Papa

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El curso de la guerra en Ucrania se ha vuelto tan grave, devastador y amenazador que es motivo de gran preocupación. Por eso hoy quisiera dedicarle toda la reflexión antes del Ángelus. De hecho, esta terrible e inconcebible herida de la humanidad, en vez de cicatrizarse, sigue sangrando cada vez más, con el riesgo de agrandarse

Me afligen los ríos de sangre y lágrimas derramados en los últimos meses. Me duelen las miles de víctimas, especialmente niños, y las numerosas destrucciones, que han dejado a muchas personas y familias sin casa y amenazan con el frío y el hambre a vastos territorios. ¡Ciertas acciones no pueden ser justificadas nunca, nunca! Es angustiante que el mundo esté aprendiendo la geografía de Ucrania a través de nombres como Bucha, Irpín, Mariúpol, Izium, Zaporiyia y otras ciudades, que se han convertido en lugares de sufrimiento y miedo indescriptibles. ¿Y qué decir del hecho de que la humanidad se enfrenta una vez más a la amenaza atómica? Es absurdo.

¿Qué más tiene que pasar? ¿Cuánta sangre debe correr aún para que entendamos que la guerra nunca es una solución, sino solo destrucción? En nombre de Dios y en nombre del sentido de humanidad que habita en cada corazón, renuevo mi llamamiento para que se llegue inmediatamente a un alto el fuego. Que callen las armas y se busquen las condiciones para iniciar negociaciones capaces de conducir a soluciones no impuestas por la fuerza, sino consensuadas, justas y estables. Y serán tales si se fundan en el respeto del sacrosanto valor de la vida humana, así como de la soberanía e integridad territorial de cada país, como también de los derechos de las minorías y de sus legítimas preocupaciones.

Deploro vivamente la grave situación que se ha creado en los últimos días, con nuevas acciones contrarias a los principios del derecho internacional. De hecho, aumenta el riesgo de una escalada nuclear, hasta el punto que hacen temer consecuencias incontrolables y catastróficas a nivel mundial.

Mi llamamiento se dirige ante todo al Presidente de la Federación Rusa, suplicándole que detenga, también por amor a su pueblo, esta espiral de violencia y muerte. Por otro lado, entristecido por el inmenso sufrimiento de la población ucraniana tras la agresión sufrida, dirijo un llamamiento igualmente confiado al Presidente de Ucrania para que esté abierto a serias propuestas de paz. A todos los protagonistas de la vida internacional y a los líderes políticos de las naciones, les pido insistentemente que hagan todo lo que esté a su alcance para poner fin a la guerra en curso, sin dejarse arrastrar en escaladas peligrosas, y que promuevan y apoyen iniciativas de diálogo. ¡Por favor, hagamos posible que las jóvenes generaciones respiren el aire saludable de la paz, no el aire contaminado de la guerra, que es una locura!

Tras de siete meses de hostilidades, se recurra a todas las herramientas diplomáticas, incluso las que hasta ahora no se han utilizado, para poner fin a esta terrible tragedia. ¡La guerra en sí misma es un error y un horror!

Confiamos en la misericordia de Dios, que puede cambiar los corazones, y en la maternal intercesión de la Reina de la Paz, en el momento en que se eleva la Súplica a Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, unidos espiritualmente a los fieles reunidos en su Santuario y en muchas partes del mundo.

 

 

 

Conocerse a uno mismo para “crecer en la libertad”

Catequesis del Santo Padre Francisco

 

Audiencia general, 5 octubre 2022 © Vatican Media

 

La oración y conocerse a uno mismo son claves para la libertad, ha subrayado el Papa Francisco: “La oración y el conocimiento de uno mismo consienten crecer en la libertad. ¡Esto es para crecer en la libertad! Son elementos básicos de la existencia cristiana, elementos preciosos para encontrar el propio lugar en la vida”, han sido sus palabras.

La audiencia general del Santo Padre tuvo lugar este miércoles, 5 de octubre de 2022 a las 9 horas en la plaza de San Pedro. El Papa se reunió con grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todas partes del mundo.

El Papa ha impartido la 4ª catequesis del ciclo en curso sobre Discernimiento, centrando su meditación en el tema: “Los elementos del discernimiento. Conocerse a sí mismo” (Lectura: Sir 17, 1.6-7).

A continuación, sigue el texto completo de la audiencia del Santo Padre.

***

Catequesis sobre el discernimiento 4. Los elementos del discernimiento. Conocerse a sí mismo

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Seguimos tratando el tema del discernimiento. La vez pasada consideramos la oración como su elemento indispensable, entendida como familiaridad y confidencia con Dios. Oración, no como los loros, sino como familiaridad y confidencia con Dios; oración de los hijos al Padre; oración con el corazón abierto. Esto lo vimos en la última catequesis. Hoy quisiera, de forma casi complementaria, subrayar que un buen discernimiento requiere también el conocimiento de uno mismo. Conocerse a sí mismo. Y esto no es fácil. El discernimiento de hecho involucra a nuestras facultades humanas: la memoria, el intelecto, la voluntad, los afectos. A menudo no sabemos discernir porque no nos conocemos lo suficiente, y así no sabemos qué queremos realmente. Habéis escuchado muchas veces: “Pero esa persona, ¿por qué no arregla su vida? Nunca ha sabido lo que quiere…”. Sin llegar a ese extremo, pero a nosotros también nos sucede que no sabemos bien qué queremos, no nos conocemos bien.

En la base de dudas espirituales y crisis vocacionales suele haber un diálogo insuficiente entre la vida religiosa y nuestra dimensión humana, cognitiva y afectiva. Un autor de espiritualidad señaló que muchas dificultades en materia de discernimiento remiten a problemas de otro tipo, que deben ser reconocidos y explorados. Así escribe este autor: “He llegado a la convicción de que el obstáculo más grande al verdadero discernimiento (y a un verdadero crecimiento en la oración) no es la naturaleza intangible de Dios, sino el hecho de que no nos conocemos suficientemente a nosotros mismos, y no queremos ni siquiera conocernos por cómo somos verdaderamente. Casi todos nosotros nos escondemos detrás de una máscara, no solo frente a los otros, sino también cuando nos miramos al espejo” (Th. Green, La cizaña entre el trigo, Roma, 1992, 25). Todos tenemos la tentación de enmascararnos también delante de nosotros mismos

El olvido de la presencia de Dios en nuestra vida va a la par que la ignorancia sobre nosotros mismos —ignorar a Dios e ignorarnos a nosotros—, la ignorancia sobre las características de nuestra personalidad y sobre nuestros deseos más profundos.

Conocerse a uno mismo no es difícil, pero es fatigoso: implica un paciente trabajo de excavación interior. Requiere la capacidad de detenerse, de “apagar el piloto automático”, para adquirir conciencia sobre nuestra forma de hacer, sobre los sentimientos que nos habitan, sobre los pensamientos recurrentes que nos condicionan, y a menudo sin darnos cuenta. Requiere también distinguir entre las emociones y las facultades espirituales. “Siento” no es lo mismo que “estoy convencido”; “tengo ganas de” no es lo mismos que “quiero”. Así se llega a reconocer que la mirada que tenemos sobre nosotros mismos y sobre la realidad a veces está un poco distorsionada. ¡Darse cuenta de esto es una gracia! De hecho, muchas veces puede suceder que convicciones erróneas sobre la realidad, basadas en experiencias del pasado, nos influyen fuertemente, limitando nuestra libertad de jugárnosla por lo que realmente cuenta en nuestra vida.

Viviendo en la era de la informática, sabemos lo importante que es conocer las “contraseñas” para poder entrar en los programas donde se encuentran las informaciones más personales y valiosas. Pero también la vida espiritual tiene sus “contraseñas”: hay palabras que tocan el corazón porque remiten a aquello por lo que somos más sensibles. El tentador, es decir el diablo, conoce bien estas palabras-clave, y es importante que las conozcamos también nosotros, para no encontrarnos ahí donde no quisiéramos. La tentación no sugiere necesariamente cosas malas, sino a menudo desordenadas, presentadas con una importancia excesiva. De esta manera nos hipnotiza con lo atractivo que estas cosas suscitan en nosotros, cosas bellas pero ilusorias, que no pueden mantener lo que prometen, y así nos dejan al final con un sentido de vacío y de tristeza. Ese sentido de vacío y de tristeza es una señal de que hemos tomado un camino que no era justo, que nos ha desorientado. Pueden ser, por ejemplo, el título de estudio, la carrera, las relaciones, todas cosas en sí loables, pero hacia las cuales, si no somos libres, corremos el riesgo de nutrir expectativas irreales, como por ejemplo la confirmación de nuestro valor. Tú, por ejemplo, cuando piensas en un estudio que estás haciendo, ¿lo piensas solamente para promoverte a ti mismo, por tu interés, o también para servir a la comunidad? Ahí se puede ver cuál es la intencionalidad de cada uno de nosotros. De este malentendido derivan a menudo los sufrimientos más grandes, porque ninguna de esas cosas puede ser la garantía de nuestra dignidad.

Por esto, queridos hermanos y hermanas, es importante conocerse, conocer las contraseñas de nuestro corazón, aquello a lo que somos más sensibles, para protegernos de quien se presenta con palabras persuasivas para manipularnos, pero también para reconocer lo que es realmente importante para nosotros, distinguiéndolo de las modas del momento o de eslóganes llamativos y superficiales. Muchas veces lo que se dice en un programa en televisión, en alguna publicidad que se hace, nos toca el corazón y nos hace ir a esa parte sin libertad. Estad atentos a eso: ¿soy libre o me dejo llevar por los sentimientos del momento, o por las provocaciones del momento?

Una ayuda para esto es el examen de conciencia, pero no hablo del examen de conciencia que todos hacemos cuando vamos a la confesión, no. Esto es: “He pecado de esto, eso…”. No. Examen de conciencia general de la jornada: ¿qué ha sucedido en mi corazón en este día? “Han pasado muchas cosas…”. ¿Cuáles? ¿Por qué? ¿Qué huellas dejaron en el corazón? Hacer el examen de conciencia, es decir, la buena costumbre de releer con calma lo que sucede en nuestra jornada, aprendiendo a notar en las valoraciones y en las decisiones aquello a lo que damos más importancia, qué buscamos y por qué, y qué hemos encontrado al final. Sobre todo aprendiendo a reconocer qué sacia mi corazón. Porque solo el Señor puede darnos confirmación de lo que valemos. Nos lo dice cada día desde la cruz: ha muerto por nosotros, para mostrarnos cuánto somos valiosos a sus ojos. No hay obstáculo o fracaso que pueda impedir su tierno abrazo. El examen de conciencia ayuda mucho, porque así vemos que nuestro corazón no es un camino donde pasa de todo y nosotros no sabemos. No. Ver: ¿qué ha pasado hoy? ¿Qué ha sucedido? ¿Qué me ha hecho reaccionar? ¿Qué me ha puesto triste? ¿Qué me ha puesto contento? Qué ha sido malo y si he hecho mal a los otros. Se trata de ver el recorrido de los sentimientos, de las atracciones en mi corazón durante la jornada. ¡No os olvidéis! El otro día hablamos de la oración; hoy hablamos del conocimiento de uno mismo.

La oración y el conocimiento de uno mismo consienten crecer en la libertad. ¡Esto es para crecer en la libertad! Son elementos básicos de la existencia cristiana, elementos preciosos para encontrar el propio lugar en la vida. Gracias.

© Librería Editora Vaticana

 

Video del Papa octubre 2022: Por una Iglesia sinodal abierta a todos

Intención de oración que Francisco confía a la Iglesia

 

Logo del Sínodo sobre sinodalidad © Synod.va

 

En el video del Papa, que recoge la intención de oración que el Papa Francisco confía a los fieles a través de la Red Mundial de Oración del Papa de este mes de octubre de 2022, el Santo Padre pide por una Iglesia sinodal abierta a todos.

En esta intención de oración, Francisco comienza con una pregunta: ¿Qué significa “hacer sínodo”? Significa caminar juntos: sí-no-do. En griego es eso, “caminar juntos” y caminar en la misma dirección.

El Santo Padre asegura que “esto es lo que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio. Que retome la conciencia que es un pueblo en camino y que debe hacerlo junto”.

El Papa prosigue: “Una Iglesia con este estilo sinodal es una Iglesia de la escucha, que sabe que escuchar es más que oír. Es escucharse entre sí en nuestra diversidad y abrir puertas a los que están fuera de la Iglesia. No se trata de recoger opiniones, ni hacer un parlamento. El sínodo no es una encuesta; se trata de escuchar al protagonista, que es el Espíritu Santo, se trata de rezar. Sin oración, no habrá Sínodo.”

Francisco nos anima a aprovechar esta oportunidad para ser “una Iglesia de la cercanía, que es el estilo de Dios, la cercanía. Y demos las gracias a todo el pueblo de Dios que, con su escucha atenta, está recorriendo un camino sinodal.»

Para acabar, Su Santidad nos pide que “recemos para que la Iglesia, fiel al Evangelio y valiente en su anuncio, viva cada vez más la sinodalidad y sea un lugar de solidaridad, de fraternidad y de acogida.”

Tal y como indica la una nota de la Red Mundial de Oración del Papa esta intención “llega en un punto de inflexión en el camino sinodal que comenzó en el 2021 y concluirá en 2023. Finalizada la etapa inicial en la que las Iglesias particulares, Conferencias Episcopales y otras realidades eclesiales reflexionaron a partir del Documento Preparatorio enviado por Roma, se inaugura la etapa continental, cuyo énfasis se enmarca en la escucha, el discernimiento y el diálogo a nivel regional, a partir de las aportaciones realizadas por las Iglesias particulares”.

Segunda etapa del proceso sinodal

Con este ánimo comenzó hace un año el Sínodo 2021-2023, titulado “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, y este mes se da inicio a su segunda etapa. Es un proceso constante de escucha y discernimiento en todo el mundo. Ahora, en la etapa continental, a partir del trabajo de escucha que han hecho las Iglesias particulares y el discernimiento de los Pastores en las Conferencias Episcopales, la Secretaría General del Sínodo está elaborando un Documento de Discernimiento del Pueblo de Dios tras una cuidadosa reflexión sobre los frutos de la etapa anterior.

El secretario general del Sínodo, cardenal Mario Grech, comentó a propósito del proceso sinodal: “La respuesta del Pueblo de Dios en la primera etapa del proceso sinodal fue simplemente extraordinaria, ¡sin precedentes en la historia! Todas las Conferencias Episcopales enviaron su contribución. ¡Esto nunca había ocurrido y muestra claramente cómo actúa el Espíritu! Hoy en día, muchos creyentes se preguntan cómo seguir el camino que han iniciado. Además de las actividades implementadas localmente o a nivel de cada continente, invito a todos a contribuir con la oración personal y comunitaria para apoyar a quienes serán llamados al ejercicio de la escucha y el discernimiento en las próximas asambleas continentales”.

Se ha de entender, a partir de esto, que el proceso actual no termina con la etapa diocesana, ni con la etapa continental, ni con la celebración de la Asamblea del Sínodo; estos son acontecimientos que se integran en el continuo y único dinamismo de conversión sinodal de la Iglesia. Y en esa escucha recíproca —como el Santo Padre explicó en la Conmemoración del 50 Aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos—“cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, colegio episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo”.

Abrir las puertas: “Sin oración, no habrá Sínodo”

Por su parte, el padre Frédéric Fornos, director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa, agregó que el Papa Francisco ha iniciado un ciclo de catequesis sobre el discernimiento. “No tiene que sorprendernos, que en este mes en el cual celebramos un año del inicio del camino sinodal, y en el cual Francisco nos invita a rezar por una Iglesia abierta a todos, nos ayude a entender lo que significa discernir. Para que el camino sinodal en curso sea un verdadero proceso espiritual requiere escucha, diálogo, oración y discernimiento. No hay discernimiento sin oración. Sin oración se pueden compartir bonitas reflexiones y experiencias, pero difícilmente estar a la escucha del Espíritu Santo, actor principal del Sínodo. Recordemos pues, como dice Francisco, que ‘sin oración, no habrá Sínodo’”.

 

ORACIONES A LA MADRE DE JESÚS

— La Virgen nos conduce siempre a su Hijo.

— El Santo Rosario, la oración preferida de la Virgen.

— Frutos de la devoción a Santa María.

I. Estaba Jesús hablando a la multitud como en tantas ocasiones. Y una mujer del pueblo alzó la voz y gritó: Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron1. Jesús se acordaría en aquellos momentos de su Madre y le llegaría muy dentro del Corazón la alabanza de la mujer desconocida. El Señor la debió de mirar complacido y con agradecimiento. «Emocionada en lo más profundo del corazón ante las enseñanzas de Jesús, ante su figura amable, aquella mujer no puede contener su admiración. En sus palabras reconocemos una muestra genuina de la religiosidad popular siempre viva entre los cristianos a lo largo de la historia»2. Aquel día comenzó a cumplirse el Magnificat: ...me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Una mujer, con la frescura del pueblo, había comenzado lo que no terminará hasta el fin de los tiempos.

Jesús, recogiendo la alabanza, hace aún más profundo el elogio a su Madre: Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan. María es bienaventurada, ciertamente, por haber llevado en su seno purísimo al Hijo de Dios y por haberlo alimentado y cuidado, pero lo es aún más por haber acogido con extrema fidelidad la palabra de Dios. «A lo largo de la predicación de Jesús, recogió (María) las palabras con las que su Hijo, situando el Reino más allá de las consideraciones de la carne y de la sangre, proclamó bienaventurados a quienes escuchaban y guardaban la palabra de Dios, como Ella misma lo hacía con fidelidad (cfr. Lc 2, 19; 5 l)»3.

Este pasaje del Evangelio4 que se lee en la Misa de hoy nos enseña una excelente forma de alabar y de honrar al Hijo de Dios: venerar y enaltecer a su Madre. A Jesús le llegan muy gratamente los elogios a María. Por eso nos dirigimos muchas veces a Ella con tantas jaculatorias y devociones, con el rezo del Santo Rosario. «Del mismo modo que aquella mujer del Evangelio –señalaba el Papa Juan Pablo II– lanzó un grito de bienaventuranza y de admiración hacia Jesús y su Madre, así también vosotros, en vuestro afecto y en vuestra devoción, soléis unir siempre a María con Jesús. Comprendéis que la Virgen María nos conduce a su divino Hijo, y que Él escucha siempre las súplicas que se le dirigen a su Madre»5. La Virgen es la senda más corta para llegar a Cristo y, por Él, a la Trinidad Beatísima. Honrando a María, siendo de verdad hijos suyos, imitaremos a Cristo y seremos semejantes a Él. «Porque María, habiendo entrado íntimamente en la Historia de la Salvación, une en sí y, en cierta manera, refleja las más grandes exigencias de la fe; mientras es predicada y honrada atrae a los creyentes hacia su Hijo y su sacrificio, y hacia el amor del Padre»6. Con Ella vamos bien seguros.

II. Nosotros nos unimos a ese largo desfile de gentes tan diversas que a través de los siglos se han acercado a honrar a María. Nuestra voz se une a ese clamor que no cesará jamás. También nosotros hemos aprendido a ir a Jesús a través de María, y en este mes, siguiendo la costumbre de la Iglesia, lo hacemos cuidando con más empeño el rezo del Santo Rosario, «que es fuente de vida cristiana. Procurad rezarlo a diario, solos o en familia, repitiendo con gran fe esas oraciones fundamentales del cristiano, que son el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria –exhortaba el Romano Pontífice–. Meditad esas escenas de la vida de Jesús y de María, que nos recuerdan los misterios de gozo, dolor y gloria. Aprenderéis así en los misterios gozosos a pensar en Jesús que se hizo pobre y pequeño: ¡un niño!, por nosotros, para servirnos; y os sentiréis impulsados a servir al prójimo en sus necesidades. En los misterios dolorosos os daréis cuenta de que aceptar con docilidad y amor los sufrimientos de esta vida –como Cristo en su Pasión–, lleva a la felicidad y a la alegría, que se expresa en los misterios gloriosos de Cristo y de María a la espera de la vida eterna»7.

El Rosario es la oración preferida de Nuestra Señora8, plegaria que llega siempre a su Corazón de Madre y nos dispensa incontables gracias y bienes. Se ha comparado esta devoción a una escalera, que subimos escalón a escalón, acercándonos «al encuentro con la Señora, que quiere decir al encuentro con Cristo. Porque esta es una de las características del Rosario, la más importante y la más hermosa de todas: una devoción que a través de la Virgen nos lleva a Cristo. Cristo es el término de esta larga y repetida invocación a María. Se habla a María para llegar a Cristo»9.

¡Qué paz nos debe dar repetir despacio el Avemaría, deteniéndonos quizá en alguna de sus partes!: Dios te salve, María... y el saludo, aunque lo hayamos repetido millones de veces, nos suena siempre nuevo. Santa María... ¡Madre de Dios!... ruega por nosotros... ¡ahora! Y Ella nos mira y sentimos su protección maternal. «La piedad –lo mismo que el amor– no se cansa de repetir con frecuencia las mismas palabras, porque el fuego de la caridad que las inflama hace que siempre contengan algo nuevo»10.

III. La devoción a la Virgen no es de ninguna manera «un sentimiento estéril y pasajero, o vana credulidad»11, propio de personas de corta edad o de escasa formación. Por el contrario –sigue afirmando el Concilio Vaticano II–, procede «de la verdadera fe, por la que somos inclinados a reconocer la preeminencia de la Madre de Dios y somos impulsados a un amor filiar hacia Nuestra Señora y a la imitación de sus virtudes»12. El amor a la Virgen nos impulsa a imitarla y, por tanto, al cumplimiento fiel de nuestros deberes, a llevar la alegría allí donde vamos. Ella nos mueve a rechazar todo pecado, hasta el más leve, y nos anima a luchar con empeño contra nuestros defectos. Contemplar su docilidad a la acción del Espíritu Santo en su alma es estímulo para cumplir la voluntad de Dios en todo tiempo, también cuando nos cuesta. El amor que nace en nuestro corazón al tratarla es el mejor remedio contra la tibieza y contra las tentaciones de orgullo y sensualidad.

Cuando hacemos una romería o visitamos algún santuario dedicado a Nuestra Madre del Cielo, hacemos una buena provisión de esperanza. ¡Ella misma –Spes nostra– es nuestra esperanza! Siempre que rezamos con atención el Santo Rosario y nos detenemos para meditar unos instantes cada uno de los misterios que en él se nos proponen, nos encontramos con más fuerzas para luchar, con más alegría y deseos de ser mejores. «No se trata tanto de repetir fórmulas, cuanto de hablar como personas vivas con una persona viva, que, si no la veis con los ojos del cuerpo, podéis sin embargo verla con los ojos de la fe. La Virgen, de hecho, y su Hijo Jesús, viven en el Cielo una vida mucho más “viva” que esta nuestra –mortal– que vivimos aquí abajo.

»El Rosario es un coloquio confidencial con María, una conversación llena de confianza y abandono. Es confiarle nuestras penas, manifestarle nuestras esperanzas, abrirle nuestro corazón. Declararnos a su disposición para todo aquello que Ella, en nombre de su Hijo, nos pida. Prometerle fidelidad en toda circunstancia, incluso la más dolorosa y difícil, seguros de su protección, seguros de que, si lo pedimos, Ella nos obtendrá siempre de su Hijo todas las gracias necesarias para nuestra salvación»13.

Hagamos el propósito en este sábado mariano de ofrecerle con más amor esa corona de rosas que, según su etimología, significa el Rosario. No rosas marchitas o ajadas por el desamor y el descuido. «Santo rosario. —Los gozos, los dolores y las glorias de la vida de la Virgen tejen una corona de alabanzas, que repiten ininterrumpidamente los Ángeles y los Santos del Cielo..., y quienes aman a nuestra Madre aquí en la tierra.

»—Practica a diario esta devoción santa, y difúndela»14.

A través de esta devoción, Nuestra Madre del Cielo nos devolverá la esperanza si alguna vez, al considerar tantas flaquezas, sentimos en el alma la sombra del desaliento. «“Virgen Inmaculada, bien sé que soy un pobre miserable, que no hago más que aumentar todos los días el número de mis pecados...”. Me has dicho que así hablabas con Nuestra Madre, el otro día.

»Y te aconsejé, seguro, que rezaras el Santo Rosario: ¡bendita monotonía de avemarías que purifica la monotonía de tus pecados!»15.

1 Lc 11, 27-28. — 2 Juan Pablo II, Alocución 5-IV-1987. — 3 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 58. — 4 Lc 11, 27-28. — 5 Juan Pablo II, loc. cit. — 6 Conc. Vat. II, loc. cit., 65. — 7 Juan Pablo II, loc. cit. — 8 Pablo VI, Enc. Mense maio, 29-IV-1965. — 9 ídem, Alocución 10-V-1964. — 10 Pío XI, Enc. Ingravescentibus malis, 29-IX-1937. — 11 Conc. Vat. II, loc. cit., 67. — 12 Ibídem. — 13 Juan Pablo II, Alocución 25-IV-1987. — 14 San Josemaría Escrivá, Forja. n. 621. — 15 ídem, Surco, n. 475.

 

Evangelio del sábado: escuchar y actuar

Comentario del sábado de la 27.ª semana del tiempo ordinario. “Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan”. El Señor nos invita a una actitud proactiva delante de su enseñanza: escuchar lo que nos dice y actuar en consecuencia, dejándose transformar por su Palabra.

08/10/2022

Evangelio (Lc 11, 27-28)

Mientras él estaba diciendo todo esto, una mujer de en medio de la multitud, alzando la voz, le dijo:

–Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.

Pero él replicó:

–Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan”.


Comentario

La liturgia de la misa de hoy nos presenta la conclusión de una larga conversación de Jesús con la multitud, que san Lucas agrupó en el capítulo 11 de su evangelio. Este capítulo empieza con el pedido de los discípulos a Jesús de que les enseñe a rezar, a lo que el Maestro responde con el Padre Nuestro. Continúa luego con algunos ejemplos que subrayan la necesidad de orar confiadamente a nuestro Padre Dios. Luego, las palabras del Señor se hacen más duras ya que encuentra la oposición y la incredulidad de algunos que no terminaban de creer en Él.

En este contexto se debe leer el evangelio de hoy. En el vemos que Jesús no solo encuentra oposición allí donde va, sino también gran entusiasmo, al punto de llevar a una mujer de entre la multitud a levantar la voz y gritar fervorosamente: ¡Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron! Esta mujer había sabido reconocer en el Señor algo extraordinario y estaba quizá alegremente sorprendida por lo que escuchaba y veía en Jesús.

La respuesta del Maestro puede sorprender inicialmente. Parece que responde con palabras duras ante esta muestra de afecto, pero en realidad quiere invitar a esa mujer a perseverar en el seguimiento de sus palabras. Jesús sabe muy bien que hay muchos que empiezan con gran entusiasmo pero que no logran perseverar. Ya lo había dicho antes, en la parábola del sembrador, sobre algunos oyentes de la palabra que “reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; estos creen durante algún tiempo, pero a la hora de la tentación se vuelven atrás” (Lc 8,13).

Es por esto que el Señor la invita a edificar sobre terreno seguro, a poner los cimientos sobre roca (cf. Lc 6, 47-49), no solo escuchando y manifestando con palabras su cariño sino también viviendo y practicando su enseñanza. Esta lección del Maestro es la que san Josemaría nos transmite con tintes autobiográficos en un punto de camino: “Cuentan de un alma que, al decir al Señor en la oración “Jesús, te amo”, oyó esta respuesta del cielo: “Obras son amores y no buenas razones” (n. 933).

 

“¿He conversado con Él?”

Es posible que te asuste esta palabra: meditación. –Te recuerda libros de tapas negras y viejas, ruido de suspiros o de rezos como cantilenas rutinarias... Pero eso no es meditación. Meditar es considerar, contemplar que Dios es tu Padre, y tú, su hijo, necesitado de ayuda; y después darle gracias por lo que ya te ha concedido y por todo lo que te dará. (Surco, 661)

8 de octubre

Para tu examen diario: ¿he dejado pasar alguna hora, sin hablar con mi Padre Dios?... ¿He conversado con Él, con amor de hijo? –¡Puedes! (Surco, 657)

El único medio para conocer a Jesús: ¡tratarlo! En Él, encontrarás siempre un Padre, un Amigo, un Consejero y un Colaborador para todas las actividades nobles de tu vida cotidiana...

- Y, con el trato, se engendrará el Amor. (Surco, 662)

"Quédate con nosotros, porque ha oscurecido..." Fue eficaz la oración de Cleofás y su compañero.

–¡Qué pena, si tú y yo no supiéramos "detener" a Jesús que pasa!, ¡qué dolor, si no le pedimos que se quede! (Surco, 671)

 

Carta del Prelado (6 octubre 2022)

El prelado del Opus Dei comunica que en el primer semestre del 2023 convocará un Congreso General Extraordinario, para llevar a cabo la adecuación de los estatutos de la Obra según las indicaciones del motu proprio "Ad charisma tuendum".

Carta del prelado del Opus Dei (6 octubre 2022): Motu proprio Ad charisma tuendum

06/10/2022

Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!

Como ya os comuniqué, en el Consejo General y en la Asesoría Central estamos estudiando cómo proceder para llevar a cabo lo que el Papa nos ha pedido sobre la adecuación de los Estatutos de la Obra a las indicaciones del Motu proprio Ad charisma tuendum.

En el Dicasterio del Clero nos han aconsejado no limitarnos a considerar lo que se refiere a la dependencia de la Prelatura a este Dicasterio y al paso de quinquenal a anual del informe a la Santa Sede sobre la actividad de la Prelatura, sino que propongamos otros posibles retoques a los Estatutos, que nos parezcan convenientes a la luz del Motu proprio. También nos han aconsejado que dediquemos sin prisa todo el tiempo necesario.

Tratándose de una iniciativa de la Santa Sede, no hay que celebrar los Congresos Generales previstos para introducir cambios en los Estatutos (cfr. n. 181, § 3). Sin embargo, con el parecer favorable de la Asesoría Central y del Consejo General, convocaré un Congreso General Extraordinario con esa precisa y limitada finalidad, que tendrá lugar en el primer semestre del 2023.

Para preparar ese trabajo de las y los congresistas, interesa también contar, con suficiente antelación, con la aportación de quienes deseéis enviar sugerencias concretas. Próximamente os llegarán orientaciones sobre el modo y el tiempo para enviármelas, de modo que se facilite su estudio.

Tened en cuenta que se trata de cumplir lo que ha indicado la Santa Sede, no de proponer cualquier cambio que nos pudiese parecer interesante. Junto al deseo de ser fieles a la herencia de nuestro fundador, es importante considerar el bien general que supone la estabilidad jurídica de las instituciones.

Naturalmente, el texto del Motu proprio puede suscitar otras sugerencias, aparte de lo relativo a los Estatutos, para dar nuevo impulso a las labores apostólicas. Se os pedirán más adelante, cuando se convoquen las futuras Semanas de trabajo.

Encomendemos todo esto a la intercesión de san Josemaría, hoy que celebramos el vigésimo aniversario de su canonización. Pidamos al Señor que fructifique con renovada fuerza en la vida de cada uno -como nos ha urgido el Papa Francisco- el carisma que Dios confió a nuestro Padre en servicio de la Iglesia.

Os envío mi bendición más cariñosa.

Vuestro Padre

Fernando Ocáriz

Roma, 6 de octubre de 2022

 

Octubre, mes del Rosario

El mes de octubre, y especialmente el día 7, está dedicado a la Virgen María, en su advocación de nuestra Señora del Rosario.

Virgen de Torreciudad. Foto: Álvaro García Fuentes

06/10/2020

1. Devocionario online con lasletanías del rosario actualizadas. En el mes de julio el Papa Francisco dispuso que se incluyearan las invocaciones Mater misericordiaeMater spei y Solacium migrantium.

2. La devoción de San Josemaría a la Virgen María.

 

 

3. El Papa Francisco invita a rezar el rosario cada día (2018): El Santo Padre invitó a los fieles de todo el mundo a rezar cada día el Santo Rosario, durante todo el mes mariano de octubre y a unirse así en comunión y penitencia, como pueblo de Dios, para pedir a la Santa Madre de Dios y a San Miguel Arcángel que protejan a la Iglesia del diablo, que siempre pretende separarnos de Dios y entre nosotros.

4. El Beato Álvaro explica algunos consejos prácticos para rezar bien el Rosario.

 

5. Textos y audios de San Josemaría sobre los misterios del Rosario: el fundador del Opus Dei comenta el evangelio de cada escena del Rosario.

6. Descarga en PDF “Romerías por el mundo con san Josemaría” (editado en mayo de 2020).

7. Galería de fotos de las escenas del Rosario del Santuario de Torreciudad. Azulejos que representan los 20 Misterios, y que están distribuidos en cuatro galerías, fuera del templo: Gozosos, Luminosos, Dolorosos y Gloriosos.

8. Carta apostólicaRosarium Virginis Mariae de San Juan Pablo II.

9. ¿Qué es el Rosario? ¿Cómo se reza? Respuesta a las preguntas más habituales.


Más recursos sobre la Virgen María y el Rosario

• La vida de la Virgen: 20 capítulos que se detienen a contemplar cada una de las escenas donde aparece la Madre de Dios. También está disponible el libro “María, una vida junto a Jesús”.

• Oración del Papa Francisco a la Virgen María.

Oración del Papa Francisco a la Virgen María.

 

• Leer 'Santo Rosario' en www.escrivaobras.org

 

«Amar al mundo apasionadamente»

El 8 de octubre de 1967, san Josemaría celebró una Eucaristía en el campus de la Universidad de Navarra. La homilía -que se ofrece con su voz- condensa de manera singular toda la predicación de su autor sobre la santidad en la vida ordinaria.

07/10/2022

• Texto de la homilía «Amar al mundo apasionadamente» (Descarga en PDF)

• Escucha «Amar al mundo apasionadamente» (voz de san Josemaría).

• Vídeo con imágenes de la homilía del Campus (8 de octubre de 1967).

• Reportaje multimedia Amar al mundo apasionadamente, con motivo del 50 aniversario.

• Amar al mundo apasionadamente: conversación con Mons. Fernando Ocáriz.

• Palabras de Juan Pablo II sobre el mensaje de este texto de san Josemaría

• La homilía en Spotify y en YouTube.


 

 «Amar al mundo apasionadamente»

(Homilía pronunciada en el campus de la Universidad de Navarra el 8-X-1967)

Acabáis de escuchar la lectura solemne de los dos textos de la Sagrada Escritura, correspondientes a la Misa del domingo XXI después de Pentecostés. Haber oído la Palabra de Dios os sitúa ya en el ámbito en el que quieren moverse estas palabras mías que ahora os dirijo: palabras de sacerdote, pronunciadas ante una gran familia de hijos de Dios en su Iglesia Santa. Palabras, pues, que desean ser sobrenaturales, pregoneras de la grandeza de Dios y de sus misericordias con los hombres: palabras que os dispongan a la impresionante Eucaristía que hoy celebramos en el campus de la Universidad de Navarra.

Considerar unos instantes el hecho que acabo de mencionar. Celebramos la Sagrada Eucaristía, el sacrificio sacramental del Cuerpo y de la Sangre del Señor, ese misterio de fe que anuda en sí todos los misterios del Cristianismo. Celebramos, por tanto, la acción más sagrada y trascendente que los hombres, por la gracia de Dios, podemos realizar en esta vida: comulgar con el Cuerpo y la Sangre del Señor viene a ser, en cierto sentido, como desligarnos de nuestras ataduras de tierra y de tiempo, para estar ya con Dios en el Cielo, donde Cristo mismo enjugará las lágrimas de nuestros ojos y donde no habrá muerte, ni llanto, ni gritos de fatiga, porque el mundo viejo ya habrá terminado (Cfr. Apoc 21, 4). Esta verdad tan consoladora y profunda, esta significación escatológica de la Eucaristía, como suelen denominarla los teólogos, podría, sin embargo, ser malentendida: lo ha sido siempre que se ha querido presentar la existencia cristiana como algo solamente espiritual —espiritualista, quiero decir—, propio de gentes puras extraordinarias, que no se mezclan con las cosas despreciables de este mundo, o, a lo más, que las toleran como algo necesariamente yuxtapuesto al espíritu, mientras vivimos aquí.

Cuando se ven las cosas de este modo, el templo se convierte en el lugar por antonomasia de la vida cristiana; y ser cristiano es, entonces, ir al templo, participar en sagradas ceremonias, incrustarse en una sociología eclesiástica, en una especie de mundo segregado, que se presenta a sí mismo como la antesala del cielo, mientras el mundo común recorre su propio camino. La doctrina del Cristianismo, la vida de la gracia, pasarían, pues, como rozando el ajetreado avanzar de la historia humana, pero sin encontrarse con él.

En esta mañana de octubre, mientras nos disponemos a adentrarnos en el memorial de la Pascua del Señor, respondemos sencillamente que no a esa visión deformada del Cristianismo. Reflexionad por un momento en el marco de nuestra Eucaristía, de nuestra Acción de Gracias: nos encontramos en un templo singular; podría decirse que la nave es el campus universitario; el retablo, la Biblioteca de la Universidad; allá, la maquinaria que levanta nuevos edificios; y arriba, el cielo de Navarra...

¿No os confirma esta enumeración, de una forma plástica e inolvidable, que es la vida ordinaria el verdadero lugar de nuestra existencia cristiana? Hijos míos, allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo. Es, en medio de las cosas más materiales de la tierra, donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres.

Lo he enseñado constantemente con palabras de la Escritura Santa: el mundo no es malo, porque ha salido de las manos de Dios, porque es criatura suya, porque Yaveh lo miró y vio que era bueno (Cfr. Gen 1, 7 y ss.). Somos los hombres los que lo hacemos malo y feo, con nuestros pecados y nuestras infidelidades. No lo dudéis, hijos míos: cualquier modo de evasión de las honestas realidades diarias es para vosotros, hombres y mujeres del mundo, cosa opuesta a la voluntad de Dios.

Por el contrario, debéis comprender ahora —con una nueva claridad— que Dios os llama a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir.

Yo solía decir a aquellos universitarios y a aquellos obreros que venían junto a mí por los años treinta, que tenían que saber materializar la vida espiritual. Quería apartarlos así de la tentación, tan frecuente entonces y ahora, de llevar como una doble vida: la vida interior, la vida de relación con Dios, de una parte; y de otra, distinta y separada, la vida familiar, profesional y social, plena de pequeñas realidades terrenas.

¡Que no, hijos míos! Que no puede haber una doble vida, que no podemos ser como esquizofrénicos, si queremos ser cristianos: que hay una única vida, hecha de carne y espíritu, y ésa es la que tiene que ser —en el alma y en el cuerpo— santa y llena de Dios: a ese Dios invisible, lo encontramos en las cosas más visibles y materiales.

No hay otro camino, hijos míos: o sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca. Por eso puedo deciros que necesita nuestra época devolver —a la materia y a las situaciones que parecen más vulgares— su noble y original sentido, ponerlas al servicio del Reino de Dios, espiritualizarlas, haciendo de ellas medio y ocasión de nuestro encuentro continuo con Jesucristo.

El auténtico sentido cristiano —que profesa la resurrección de toda carne— se enfrentó siempre, como es lógico, con la desencarnación sin temor a ser juzgado de materialismo. Es lícito, por tanto, hablar de un materialismo cristiano que se opone audazmente a los materialismos cerrados al espíritu.

¿Qué son los sacramentos —huellas de la Encarnación del Verbo, como afirmaron los antiguos— sino la más clara manifestación de este camino, que Dios ha elegido para santificarnos y llevarnos al Cielo? ¿No veis que cada sacramento es el amor de Dios, con toda su fuerza creadora y redentora, que se nos da sirviéndose de medios materiales? ¿Qué es esta Eucaristía —ya inminente— sino el Cuerpo y la Sangre adorables de nuestro Redentor, que se nos ofrece a través de la humilde materia de este mundo —vino y pan—, a través de los elementos de la naturaleza, cultivados por el hombre como el último Concilio Ecuménico ha querido recordar? (cfr. Gaudium et Spes 38).

Se comprende, hijos, que el Apóstol pudiera escribir: todas las cosas son vuestras, vosotros sois de Cristo y Cristo es de Dios (1 Cor 3, 22-23). Se trata de un movimiento ascendente que el Espíritu Santo, difundido en nuestros corazones, quiere provocar en el mundo: desde la tierra, hasta la gloria del Señor. Y para que quedara claro que —en ese movimiento— se incluía aun lo que parece más prosaico, San Pablo escribió también: ya comáis, ya bebáis, hacedlo todo para la gloria de Dios (1 Cor 10, 31).

Esta doctrina de la Sagrada Escritura, que se encuentra —como sabéis— en el núcleo mismo del espíritu del Opus Dei, os ha de llevar a realizar vuestro trabajo con perfección, a amar a Dios y a los hombres al poner amor en las cosas pequeñas de vuestra jornada habitual, descubriendo ese algo divino que en los detalles se encierra. ¡Qué bien cuadran aquí aquellos versos del poeta de Castilla!: Despacito, y buena letra: / el hacer las cosas bien / importa más que el hacerlas (A. Machado, Poesías completas CLXI.— Proverbios y cantares XXIV. Espasa-Calpe. Madrid, 1940).

Os aseguro, hijos míos, que cuando un cristiano desempeña con amor lo más intrascendente de las acciones diarias, aquello rebosa de la trascendencia de Dios. Por eso os he repetido, con un repetido martilleo, que la vocación cristiana consiste en hacer endecasílabos de la prosa de cada día. En la línea del horizonte, hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria...

Vivir santamente la vida ordinaria, acabo de deciros. Y con esas palabras me refiero a todo el programa de vuestro quehacer cristiano. Dejaos, pues, de sueños, de falsos idealismos, de fantasías, de eso que suelo llamar mística ojalatera —¡ojalá no me hubiera casado, ojalá no tuviera esta profesión, ojalá tuviera más salud, ojalá fuera joven, ojalá fuera viejo!...—, y ateneos, en cambio, sobriamente, a la realidad más material e inmediata, que es donde está el Señor: mirad mis manos y mis pies dijo Jesús resucitado: soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo (Luc 24, 39).

Son muchos los aspectos del ambiente secular, en el que os movéis, que se iluminan a partir de estas verdades. Pensad, por ejemplo, en vuestra actuación como ciudadanos en la vida civil. Un hombre sabedor de que el mundo —y no sólo el templo— es el lugar de su encuentro con Cristo, ama ese mundo, procura adquirir una buena preparación intelectual y profesional, va formando —con plena libertad— sus propios criterios sobre los problemas del medio en que se desenvuelve; y toma, en consecuencia, sus propias decisiones que, por ser decisiones de un cristiano, proceden además de una reflexión personal, que intenta humildemente captar la voluntad de Dios en esos detalles pequeños y grandes de la vida.

Pero a ese cristiano jamás se le ocurre creer o decir que él baja del templo al mundo para representar a la Iglesia, y que sus soluciones son las soluciones católicas a aquellos problemas. ¡Esto no puede ser, hijos míos! Esto sería clericalismo, catolicismo oficial o como queráis llamarlo. En cualquier caso, es hacer violencia a la naturaleza de las cosas. Tenéis que difundir por todas partes una verdadera mentalidad laical que ha de llevar a tres conclusiones:

— a ser lo suficientemente honrados, para pechar con la propia responsabilidad personal;

— a ser lo suficientemente cristianos, para respetar a los hermanos en la fe, que proponen —en materias opinables— soluciones diversas a la que cada uno de nosotros sostiene;

— y a ser lo suficientemente católicos, para no servirse de nuestra Madre la Iglesia, mezclándola en banderías humanas.

Se ve claro que, en este terreno como en todos, no podríais realizar ese programa de vivir santamente la vida ordinaria, si no gozarais de toda la libertad que os reconocen —a la vez— la Iglesia y vuestra dignidad de hombres y de mujeres creados a imagen de Dios. La libertad personal es esencial en la vida cristiana. Pero no olvidéis, hijos míos, que hablo siempre de una libertad responsable.

Interpretad, pues, mis palabras, como lo que son: una llamada a que ejerzáis —¡a diario!, no sólo en situaciones de emergencia— vuestros derechos; y a que cumpláis noblemente vuestras obligaciones como ciudadanos —en la vida política, en la vida económica, en la vida universitaria, en la vida profesional—, asumiendo con valentía todas las consecuencias de vuestras decisiones libres, cargando con la independencia personal que os corresponde. Y esta cristiana mentalidad laical os permitirá huir de toda intolerancia, de todo fanatismo —lo diré de un modo positivo—, os hará convivir en paz con todos vuestros conciudadanos, y fomentar también la convivencia en los diversos órdenes de la vida social.

Sé que no tengo necesidad de recordar lo que, a lo largo de tantos años, he venido repitiendo. Esta doctrina de libertad ciudadana, de convivencia y de comprensión, forma parte muy principal del mensaje que el Opus Dei difunde. ¿Tendré que volver a afirmar que los hombres y las mujeres, que quieren servir a Jesucristo en la Obra de Dios, son sencillamente ciudadanos iguales a los demás que se esfuerzan por vivir con seria responsabilidad —hasta las últimas conclusiones— su vocación cristiana?

Nada distingue a mis hijos de sus conciudadanos. En cambio, fuera de la Fe, nada tienen en común con los miembros de las congregaciones religiosas. Amo a los religiosos y venero y admiro sus clausuras, sus apostolados, su apartamiento del mundo —su contemptus mundi que son otros signos de santidad en la Iglesia. Pero el Señor no me ha dado vocación religiosa, y desearla para mí sería un desorden. Ninguna autoridad en la tierra me podrá obligar a ser religioso, como ninguna autoridad puede forzarme a contraer matrimonio. Soy sacerdote secular: sacerdote de Jesucristo, que ama apasionadamente el mundo.

Quienes han seguido a Jesucristo —conmigo, pobre pecador— son: un pequeño tanto por ciento de sacerdotes, que antes han ejercido una profesión o un oficio laical; un gran número de sacerdotes seculares de muchas diócesis del mundo —que así confirman su obediencia a sus respectivos Obispos y su amor y la eficacia de su trabajo diocesano—, siempre con los brazos abiertos en cruz para que todas las almas quepan en sus corazones, y que están como yo en medio de la calle, en el mundo, y lo aman; y la gran muchedumbre formada por hombres y por mujeres —de diversas naciones, de diversas lenguas, de diversas razas— que viven de su trabajo profesional, casados la mayor parte, solteros muchos otros, que participan con sus conciudadanos en la grave tarea de hacer más humana y más justa la sociedad temporal; en la noble lid de los afanes diarios, con personal responsabilidad —repito—, experimentando con los demás hombres, codo con codo, éxitos y fracasos, tratando de cumplir sus deberes y de ejercitar sus derechos sociales y cívicos. Y todo con naturalidad, como cualquier cristiano consciente, sin mentalidad de selectos, fundidos en la masa de sus colegas, mientras procuran detectar los brillos divinos que reverberan en las realidades más vulgares.

También las obras, que —en cuanto asociación— promueve el Opus Dei, tienen esas características eminentemente seculares: no son obras eclesiásticas. No gozan de ninguna representación oficial de la Sagrada Jerarquía de la Iglesia. Son obras de promoción humana, cultural, social, realizadas por ciudadanos, que procuran iluminarlas con las luces del Evangelio y caldearlas con el amor de Cristo. Un dato os lo aclarará: el Opus Dei, por ejemplo, no tiene ni tendrá jamás como misión regir Seminarios diocesanos, donde los Obispos instituidos por el Espíritu Santo (Act 20, 28). preparan a sus futuros sacerdotes.

Fomenta, en cambio, el Opus Dei centros de formación obrera, de capacitación campesina, de enseñanza primaria, media y universitaria, y tantas y tan variadas labores más, en todo el mundo, porque su afán apostólico —escribí hace muchos años— es un mar sin orillas.

Pero ¿cómo me he de alargar en esta materia, si vuestra misma presencia es más elocuente que un prolongado discurso? Vosotros, Amigos de la Universidad de Navarra, sois parte de un pueblo que sabe que está comprometido en el progreso de la sociedad, a la que pertenece. Vuestro aliento cordial, vuestra oración, vuestro sacrificio y vuestras aportaciones no discurren por los cauces de un confesionalismo católico: al prestar vuestra cooperación sois claro testimonio de una recta conciencia ciudadana, preocupada del bien común temporal; atestiguáis que una Universidad puede nacer de las energías del pueblo, y ser sostenida por el pueblo.

Una vez más quiero, en esta ocasión, agradecer la colaboración que rinden a nuestra Universidad mi nobilísima ciudad de Pamplona, la grande y recia región navarra; los Amigos procedentes de toda la geografía española y —con particular emoción lo digo— los no españoles, y aun los no católicos y los no cristianos, que han comprendido, y lo muestran con hechos, la intención y el espíritu de esta empresa.

A todos se debe que la Universidad sea un foco, cada vez más vivo, de libertad cívica, de preparación intelectual, de emulación profesional, y un estímulo para la enseñanza universitaria. Vuestro sacrificio generoso está en la base de la labor universal, que busca el incremento de las ciencias humanas, la promoción social, la pedagogía de la fe.

Lo que acabo de señalar lo ha visto con claridad el pueblo navarro, que reconoce también en su Universidad ese factor de promoción económica para la región y, especialmente, de promoción social, que ha permitido a tantos de sus hijos un acceso a las profesiones intelectuales, que —de otro modo— sería arduo y, en ciertos casos, imposible. El entendimiento del papel que la Universidad habría de jugar en su vida, es seguro que motivó el apoyo que Navarra le dispensó desde un principio: apoyo que sin duda habrá de ser, de día en día, más amplio y entusiasta.

Sigo manteniendo la esperanza —porque responde a un criterio justo y a la realidad vigente en tantos países— de que llegará el momento en el que el Estado español contribuirá, por su parte, a aliviar las cargas de una tarea que no persigue provecho privado alguno, sino que —al contrario— por estar totalmente consagrada al servicio de la sociedad, procura trabajar con eficacia por la prosperidad presente y futura de la nación.

Y ahora, hijos e hijas, dejadme que me detenga en otro aspecto —particularmente entrañable— de la vida ordinaria. Me refiero al amor humano, al amor limpio entre un hombre y una mujer, al noviazgo, al matrimonio. He de decir una vez más que ese santo amor humano no es algo permitido, tolerado, junto a las verdaderas actividades del espíritu, como podría insinuarse en los falsos espiritualismos a que antes aludía. Llevo predicando de palabra y por escrito todo lo contrario desde hace cuarenta años, y ya lo van entendiendo los que no lo comprendían.

El amor, que conduce al matrimonio y a la familia, puede ser también un camino divino, vocacional, maravilloso, cauce para una completa dedicación a nuestro Dios. Realizad las cosas con perfección, os he recordado, poned amor en las pequeñas actividades de la jornada, descubrid —insisto— ese algo divino que en los detalles se encierra: toda esta doctrina encuentra especial lugar en el espacio vital, en el que se encuadra el amor humano.

Ya lo sabéis, profesores, alumnos, y todos los que dedicáis vuestro quehacer a la Universidad de Navarra: he encomendado vuestros amores a Santa María, Madre del Amor Hermoso. Y ahí tenéis la ermita que hemos construido con devoción, en el campus universitario, para que recoja vuestras oraciones y la oblación de ese estupendo y limpio amor, que Ella bendice.

¿No sabíais que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? (1 Cor 6, 19). ¡Cuántas veces, ante la imagen de la Virgen Santa, de la Madre del Amor Hermoso, responderéis con una afirmación gozosa a la pregunta del Apóstol!: Sí, lo sabemos y queremos vivirlo con tu ayuda poderosa, oh Virgen Madre de Dios.

La oración contemplativa surgirá en vosotros cada vez que meditéis en esta realidad impresionante: algo tan material como mi cuerpo ha sido elegido por el Espíritu Santo para establecer su morada..., ya no me pertenezco..., mi cuerpo y mi alma —mi ser entero— son de Dios... Y esta oración será rica en resultados prácticos, derivados de la gran consecuencia que el mismo Apóstol propone: glorificad a Dios en vuestro cuerpo (1 Cor 6, 20).

Por otra parte, no podéis desconocer que sólo entre los que comprenden y valoran en toda su profundidad cuanto acabamos de considerar acerca del amor humano, puede surgir esa otra comprensión inefable de la que hablará Jesús (Cfr. Mt 19, 11), que es un puro don de Dios y que impulsa a entregar el cuerpo y el alma al Señor, a ofrecerle el corazón indiviso, sin la mediación del amor terreno.

Debo terminar ya, hijos míos. Os dije al comienzo que mi palabra querría anunciaros algo de la grandeza y de la misericordia de Dios. Pienso haberlo cumplido, al hablaros de vivir santamente la vida ordinaria: porque una vida santa en medio de la realidad secular —sin ruido, con sencillez, con veracidad—, ¿no es hoy acaso la manifestación más conmovedora de las magnalia Dei (Eccli 18, 4), de esas portentosas misericordias que Dios ha ejercido siempre, y no deja de ejercer, para salvar al mundo?

Ahora os pido con el salmista que os unáis a mi oración y a mi alabanza: magnificate Dominum mecum, et extollamus nomen eius simul (Ps 33, 4); engrandeced al Señor conmigo, y ensalcemos su nombre todos juntos. Es decir, hijos míos, vivamos de fe.

Tomemos el escudo de la fe, el casco de salvación y la espada del espíritu que es la Palabra de Dios. Así nos anima el Apóstol San Pablo en la epístola a los de Efeso (Ephes 6, 11 y ss.), que hace unos momentos se proclamaba litúrgicamente.

Fe, virtud que tanto necesitamos los cristianos, de modo especial en este año de la fe que ha promulgado nuestro amadísimo Santo Padre el Papa Paulo VI: porque, sin la fe, falta el fundamento mismo para la santificación de la vida ordinaria.

Fe viva en estos momentos, porque nos acercamos al mysterium fidei (1 Tim 3, 9), a la Sagrada Eucaristía; porque vamos a participar en esta Pascua del Señor, que resume y realiza las misericordias de Dios con los hombres.

Fe, hijos míos, para confesar que, dentro de unos instantes, sobre este ara, va a renovarse la obra de nuestra Redención (Secreta del domingo IX después de Pentecostés). Fe, para saborear el Credo y experimentar, en torno a este altar y en esta Asamblea, la presencia de Cristo, que nos hace cor unum et anima una (Act 4, 3), un solo corazón y una sola alma; y nos convierte en familia, en Iglesia, una, santa, católica, apostólica y romana, que para nosotros es tanto como universal.

Fe, finalmente, hijas e hijos queridísimos, para demostrar al mundo que todo esto no son ceremonias y palabras, sino una realidad divina, al presentar a los hombres el testimonio de una vida ordinaria santificada, en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y de Santa María.

 

Celebremos el mes del rosario en familia

Escrito por Silvia del Valle Márquez.

 

El rosario hace germinar las virtudes para que las almas consigan la misericordia divina.

Octubre es el mes del rosario y la Virgen ha pedido en múltiples ocasiones, en sus apariciones que se rece el rosario con devoción y en familia, desde Santo Domingo de Guzmán, el beato Alano de la Rupe, los pastorcitos de Fátima y muchos otros pueden dar testimonio de la petición constante de la Santísima Virgen María de que el Santo Rosario debe ser rezado por todo el mundo y en familia, por eso aquí te dejo mis 5 Tips para lograrlo.

PRIMERO. Que todos sepan cómo se reza.
Es importante que todos sepan como rezarlo para que se sientan incluidos.

Aunque parece muy largo, en realidad no lo es, ya que está dividido en misterios y cada uno de ellos hace referencia a un momento de la vida de Jesús y María.

Están divididos en grupos: Gozosos, Luminosos, Dolorosos y Gloriosos. Cada uno tiene 5 misterios de un Padre Nuestro y diez Ave Marías. Al finalizar cada uno se dice el Gloria y se puede agregar algunas jaculatorias.

Al finalizar se reza un Padre Nuestro y tres Ave Marías especiales haciendo referencia a la virginidad de la Santísima Virgen María y se ofrecen por el Papa, su persona intenciones y salud. Por último, se rezan las oraciones finales y las letanías lauretanas.

Los lunes y sábado se recuerdan los misterios Gozosos, los martes y viernes los Dolorosos, los miércoles y domingos los Gloriosos y los jueves los Luminosos.

De ser necesario podemos hacer una hojita con todos estos datos para que nuestros hijos aprendan a rezarlo y aunque al principio debemos tener paciencia, poco a poco podremos hacerlo mejor cada vez.

Lo importante es que lo recemos de corazón.

SEGUNDO. Que conozcan las promesas que la Virgen hizo a los que lo rezan.
Son muy sencillas y es necesario tenerlas presentes:

Quien rece constantemente mi rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.
Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi rosario.
El rosario es el escudo contra el infierno, destruye el vicio, libra de los pecados y abate las herejías.
El rosario hace germinar las virtudes para que las almas consigan la misericordia divina. Sustituye en el corazón de los hombres el amor del mundo con el amor de Dios y los eleva a desear las cosas celestiales y eternas.
El alma que se me encomiende por el rosario no perecerá.
El que con devoción rece mi rosario, considerando sus sagrados misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá de muerte desgraciada, se convertirá si es pecador, perseverará en gracia si es justo y, en todo caso será admitido a la vida eterna.
Los verdaderos devotos de mi rosario no morirán sin los Sacramentos.
Todos los que rezan mi rosario tendrán en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia y serán partícipes de los méritos bienaventurados.
Libraré bien pronto del Purgatorio a las almas devotas a mi rosario.
Los hijos de mi rosario gozarán en el cielo de una gloria singular.
Todo cuanto se pida por medio del rosario se alcanzará prontamente
Socorreré en sus necesidades a los que propaguen mi rosario.
He solicitado a mi Hijo la gracia de que todos los cofrades y devotos tengan en vida y en muerte como hermanos a todos los bienaventurados de la corte celestial.
Los que rezan rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.
La devoción al Santo rosario es una señal manifiesta de predestinación de gloria.

TERCERO. Los más pequeños deben estar incluidos.
Nuestros hijos deben ver el rezo del Santo Rosario como parte de su estilo de vida, es decir, como lo más normal y eso lo logramos si desde pequeños lo escuchan de nuestros labios y conforme van creciendo los invitamos a rezarlo con nosotros.

Para ellos podemos hacer rosarios de cuentas grandes, rosarios dibujando o iluminados con materiales divertidos, tarjetas didácticas con los nombres de cada misterio y un dibujo muy significativo para que se los aprenda, etc.

Además, ya existen rosarios en video para niños que pueden encontrar en internet, por ejemplo en Flor y Canto. Santa María Reina de la Paz en YouTube.

Es necesario que nuestros hijos crezcan rezando el rosario para que lo amen y lo hagan propio.

CUARTO. Que cada uno escoja su rosario, que sea muy especial.
Puede ser comprado, regalado o hecho por ellos mismos.

Los pequeños podemos hacérselos de cuentas grandes y materiales adecuados para la edad de nuestros pequeños, y para los más grandes les podemos proporcionar materiales para que se hagan su propio rosario, esto es mucho más significativo y les ayudará a amarlo más.

También podemos buscar comprarles alguno de madera ya que es muy resistente y ayudará a que no lo pierdan o se les rompa por el uso cotidiano.

Sea como sea, su rosario debe ser muy especial para cada uno.

Y QUINTO. Establece una hora para rezar en familia.
Siempre es mejor que todos sepamos que a cierta hora tenemos una cita con nuestra Santísima Madre.

Nosotros escogimos por la noche, antes de cenar, así ya estábamos todos juntos para rezar.

Cada familia es diferente por lo que debemos tratar de adecuarlo a nuestras necesidades, y así dejar establecido un horario fijo, firme pero flexible.

Debemos también tomar en cuenta la edad de nuestros hijos y sus capacidades para establecer este horario.

Esto independientemente de que cada quien quiera y pueda rezar más a lo largo del día.

No podemos olvidar que la familia que reza unida permanece unida y un mundo que reza es un mundo en paz. Y nosotros necesitamos mucho la paz.

Dios te bendiga y la Santísima Virgen María te cubra con su manto.

 

Sobre el sentido y valor de la vejez

 

Escrito por Ramiro Pellitero

Publicado: 12 Septiembre 2022

 

En agosto el Papa concluyó sus dieciocho catequesis sobre la vejez, comenzadas el 23 de febrero pasado, tras la catequesis sobre san José. Francisco nos ofrece lecciones de humanidad y de antropología cristiana

Fuente: omnesmag.com

En estas catequesis, el Papa presenta la ancianidad como don que importa proteger y educar, para que sepamos acogerlo y cuidarlo, de modo que brille la misión humana y cristiana de los ancianos.

La ancianidad como don y bendición

Comenzó situando la vejez en el marco unitario de las edades de la vida protagonistas. Hoy los ancianos son más numerosos que en otras épocas de la historia, y a la vez tienen un mayor riesgo de ser descartados, ya desde el siglo pasado: “La exaltación de la juventud como única edad digna de encarnar el ideal humano, combinada con el desprecio de la vejez vista como fragilidad, degradación o invalidez, fue la marca dominante de los totalitarismos del siglo XX” (Audiencia general, 23-II-2022). Hoy, en la cultura dominante, los ancianos son poco valorados, en su calidad espiritual, su sentido comunitario, su madurez y sabiduría. Y esto, a los ojos del Papa, implica un “vacío de pensamiento, imaginación, creatividad”

“Con estas catequesis sobre la vejez” −declaraba− “quisiera animar a todos a invertir pensamientos y afectos en los dones que ella trae consigo y para las otras edades de la vida” (ibid.) Los ancianos son como las raíces del árbol: el jugo, si no llega ese “goteo” −por así decirlo− desde las raíces, no se darán las flores ni los frutos (cfr. ibid).

Oportunidad para hacer un mundo más humano

La Biblia muestra que la maduración humana y su calidad espiritual requiere un largo tiempo de iniciación, de apoyo entre las generaciones, de transmisión de experiencias, como una larga “fermentación”, de un diálogo entre los abuelos y los niños, que marcan los extremos de las edades. Pero “la ciudad moderna tiende a ser hostil con los ancianos (y no por casualidad también lo es con los niños)” (Audiencia general2-III-2022). Por eso, sin el diálogo entre generaciones tenemos “una sociedad estéril, sin futuro, una sociedad que no mira al horizonte, sino que se mira a sí misma” (ibid).

La vejez, pondera Francisco, puede salvar al mundo, porque se adelanta al día de la destrucción. Recuérdese la historia de Noé y el diluvio, y las consideraciones de Jesús (cfr. Lc 17, 26-27). Eso nos puede suceder a nosotros sin que nos salven los robots. Jesús advierte que, si no nos preocupamos más que de comer y beber, y no de las cuestiones fundamentales de nuestra vida −la calidad espiritual, el cuidado de la casa común, la justicia y el amor−, podemos acostumbrarnos a la corrupción. 

Por eso Francisco les dice a los ancianos: “Tenéis la responsabilidad de denunciar la corrupción humana en la que vivimos y en la que continúa esa forma de vida del relativismo, totalmente relativa, como si todo fuera lícito. Adelante. El mundo precisa, necesita jóvenes fuertes, que salgan adelante, y viejos sabios” (ibid). 

“Memoria” y “testimonio” de fidelidad vivida 

El Papa se fija también en el llamado “Cántico de Moisés”, que es como el testamento espiritual del que fue guía del Pueblo elegido (cfr. Dt 32 ss). Una bella confesión de fe, que transmite, como valiosa herencia, la memoria de la fidelidad de Dios hacia su Pueblo. También nuestros ancianos pueden llegar a esa lucidez, a esa sabiduría que proviene de los años bien aprovechados; y por tanto esa capacidad para entregar (“tradición”) el sentido de la historia transcurrida. 

“En nuestra cultura” −observa Francisco−, “tan ‘políticamente correcta’, este camino resulta obstaculizado de varias formas: en la familia, en la sociedad, en la misma comunidad cristiana. Hay quien propone incluso abolir la enseñanza de la historia, como una información superflua sobre mundos que ya no son actuales, que quita recursos al conocimiento del presente. ¡Cómo si hubiéramos nacido ayer!” (Audiencia general, 23-III-2022)

Por eso señala el Papa: “Sería bonito que en los planes de catequesis existiera desde el principio también la costumbre de escuchar, de la experiencia vivida de los ancianos”; así entran ellos en la “tierra prometida” (la vida de la fe) que Dios prepara para cada generación.

Proteger a los ancianos, educar en el cuidado de la ancianidad

Dice Francisco que corresponde a la sociedad educar a todos en el honor debido a los ancianos (cfr. Audiencia general 20-IV-2022). La Biblia condensa ese deber cuando manda “honrar padre y madre”, sugiriendo una interpretación más amplia. Pero con frecuencia faltamos a ese deber. “El honor falta cuando el exceso de confianza, en vez de manifestarse como delicadeza y cariño, ternura y respeto, se convierte en rudeza y prevaricación. Cuando la debilidad es reprochada, e incluso castigada, como si fuera una falta. Cuando el desconcierto y la confusión se convierten en ocasión para la burla y la agresión” (ibid).

Esto −advierte el sucesor de Pedro− abre el camino, en la sociedad, a excesos inimaginables. 

El puente entre los jóvenes y los ancianos

El Papa ha insistido en que se fomente la “alianza entre las generaciones”, para abrir el futuro (cfr. Audiencia general, 27-IV-2022). Se apoya en el libro de Rut, que considera complementario al Cantar de los Cantares a la hora de explicar el valor del amor nupcial, en cuanto que celebra el poder, la poesía y la fuerza del amor, que se pueden encontrar en los lazos de familia y parentesco.

Tomando pie de otro relato bíblico, el del anciano Eleazar (cfr. 2 M, 18 ss.), Francisco explica cómo la fidelidad de la vejez muestra el “honor” que debemos a la fe, y que le damos cuando la vivimos hasta el final, también cuando hay que ir a contracorriente (cfr. Audiencia general, 4-V-2022). 

Oponiéndose a la postura gnóstica (una fe puramente teórica y espiritualista, que no se “mancha” con la vida ni influye en la sociedad), declara Francisco que “la práctica de la fe no es el símbolo de nuestra debilidad, sino el signo de su fortaleza” (ibid.).

Y por eso: “Demostraremos, con toda humildad y firmeza, precisamente en nuestra vejez, que creer no es algo ‘para viejos’, sino algo vital. Creer en el Espíritu Santo, que hace nuevas todas las cosas, y con mucho gusto nos ayudará”. La fe vivida es herencia de la ancianidad. 

La generosidad de los ancianos es fruto y garantía de una juventud admirable

De la figura bíblica de Judit −heroína que salva a su pueblo por la fuerza y la valentía de su amor−, Francisco extrae otras lecciones importantes (cfr. Audiencia general, 11-V-2022).

“Los pequeños aprenden la fuerza de la ternura y el respeto por la fragilidad: lecciones insustituibles, que con los abuelos son más fáciles de impartir y de recibir. Los abuelos, por su parte, aprenden que la ternura y la fragilidad no son solo signos de la decadencia: para los jóvenes, son pasajes que hacen humano el futuro”. 

El libro de Job enseña que la ancianidad puede superar las pruebas −la pandemia, las enfermedades, las guerras− con la fe, y así abrir la esperanza para todos (cfr. Audiencia general, 18-V-2022). Ante las serias pruebas que Dios permite, y el aparente “silencio” de Dios, Job no se arredra y manifiesta la fe: “Sé que mi redentor vive y que al fin se alzará sobre el polvo: después que me arranquen la piel, ya sin carne, veré a Dios. Yo mismo lo veré, y no otro; mis propios ojos lo verán” (19, 25-27).

Amor a la justicia, oración y “magisterio de la fragilidad”

También el Papa acude al libro del Eclesiastés o Cohélet. Ahí se enseña a superar el desencanto que viene con la vejez (“todo es vanidad”), con la pasión por la justicia; y eso es signo de fe, de esperanza y de amor (cfr. Audiencia general25-V-2022). En lugar del cinismo y de la tibieza (acedia), que aúnan el conocimiento y la irresponsabilidad, una ancianidad lograda se vuelve antídoto contra la decepción, el escepticismo y el desánimo paralizante. 

Esto requiere la oración. Tomando pie del salmo 71, Francisco apunta algunas características que ha de tener la oración en la ancianidad. “Todos estamos tentados de ocultar nuestra vulnerabilidad, de ocultar nuestra enfermedad, nuestra edad y nuestra vejez, porque tememos que sean el preludio de nuestra pérdida de dignidad” (Audiencia general, 1-VI-2022).

El anciano redescubre la oración y da testimonio de su fuerza. “Los ancianos, por su debilidad, pueden enseñar a los que viven otras edades de la vida que todos necesitamos abandonarnos en el Señor, para invocar su ayuda. En ese sentido, todos tenemos que aprender de la vejez: sí, hay un don en ser viejo entendido como abandonarse al cuidado de los demás, comenzando por el mismo Dios” (Ibid).

De ahí surge un “magisterio de la fragilidad”: no esconder las debilidades de la vejez es una lección de los ancianos para todos. 

La misión humana y cristiana de los ancianos 

En el evangelio de san Juan, Nicodemo le pregunta a Jesús: “¿Cómo puede uno nacer siendo ya viejo?” (Jn 3,4). Y Jesús le explica que la vejez es oportunidad para renacer espiritualmente y aportar un mensaje de futuro, misericordia y sabiduría (cfr. Audiencia general, 8-VI-2022).

Hoy, dice el Papa, “la vejez es un tiempo especial para disolver el futuro de la ilusión tecnocrática de la supervivencia biológica y robótica, pero sobre todo porque se abre a la ternura del vientre creador y generador de Dios” (ibid.). 

Y así enseña: “Los viejos son los mensajeros del futuro, los viejos son los mensajeros de la ternura, los viejos son los mensajeros de la sabiduría de una vida vivida” (ibid.).

Escuela de aceptación y de servicio

A partir del relato de la sanación de la suegra de Simón (cfr. Mc 1, 29-31), considera Francisco: “Cuando eres anciano, ya no mandas sobre tu cuerpo. Es necesario aprender a aceptar los propios límites, lo que ya no podemos hacer” (cfrAudiencia general 15-VI-2022: “También yo tengo que ir ahora con bastón”). 

La suegra de Pedro “se levantó y se puso a servirles”. Dice el Papa: “Los ancianos que conservan la disposición para la sanación, el consuelo, la intercesión por sus hermanos y hermanas −sean discípulos, sean centuriones, personas perturbadas por espíritus malignos, personas descartadas…−, son quizá el testimonio más elevado de pureza de esa gratitud que acompaña la fe”. Todo ello, observa, no es exclusivo de las mujeres. Pero las mujeres pueden enseñar a los hombres sobre la gratitud y la ternura de la fe, que a veces a ellos les cuesta más comprender.

En el diálogo entre Jesús resucitado y Pedro al final del evangelio de Juan (21, 15-23, cfr. Audiencia general 22-VI-2022), Francisco encuentra también fundamento para aconsejar a los ancianos: 

“Debes ser testigo de Jesús incluso en la debilidad, en la enfermedad y en la muerte”. Más aún, el Señor nos habla siempre según la edad que tengamos. Y nuestro seguimiento deberá aprender a dejarse instruir y moldear por nuestra propia fragilidad, nuestra impotencia, la dependencia de los demás, incluso en el vestir, en el andar”.

La vida espiritual es la que nos da esa fortaleza y sabiduría para saber despedirse con una sonrisa: “Una despedida alegre: he vivido mi vida, he conservado mi fe”

A los demás, especialmente a los jóvenes, corresponde ayudar a los mayores a vivir y expresar esa sabiduría, y saber recibir recibirla. 

Tiempo de testimoniar la vida que ya no muere

En esa misma línea, ya cerca del final de las catequesis, el Papa invita a releer la despedida de Jesús (cfr. Jn 14): “Cuando me haya marchado y os haya preparado un lugar, de nuevo vendré y os llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros” (14, 3). 

Afirma el sucesor de Pedro: “El tiempo de la vida en la tierra es la gracia de ese paso. La presunción de detener el tiempo −querer la eterna juventud, el bienestar ilimitado, el poder absoluto− no sólo es imposible, es delirante” (cfr. Audiencia general, 10-VIII-2022). 

Aquí abajo la vida es iniciación, imperfección camino de la vida más plena. Y aprovecha Francisco para decir que, a nuestra predicación, donde abunda la bienaventuranza, la luz y el amor, “quizá le falta un poco de vida”

En conexión con esto se sitúa la original catequesis del Papa sobre el “anciano de cabellos blancos” que aparece en el libro de Daniel (7, 9; cfr. Audiencia general, 17-VIII-2022). Así se suele representar a Dios Padre. Pero esto −observa Francisco− “no es un símbolo tonto” que habría que desmitificar. Es símbolo de una existencia eterna, de la eternidad de Dios, siempre antigua y siempre nueva, con su fuerza y su cercanía; “porque Dios siempre nos sorprende con su novedad, siempre sale a nuestro encuentro, cada día de manera especial, para ese momento, para nosotros”

Francisco puso el broche de oro a sus catequesis sobre la vejez contemplando el misterio de la asunción de la Virgen (cfr. Audiencia general, 24-VIII-2022). En Occidente −recordaba− la contemplamos elevada a lo alto, envuelta en luz gloriosa; en Oriente se la representa acostada, dormida, rodeada de los Apóstoles en oración, mientras el Resucitado la lleva en sus manos como a una niña. El Papa indica que debería subrayarse la conexión de la asunción de la Virgen con la resurrección del Señor, a la que está vinculada la nuestra. 

María nos antecede en su asunción al cielo, también como figura de la Iglesia, que eso será al final: la extensión del cuerpo resucitado de Cristo, hecha familia. Jesús habla de eso −de la vida plena que nos espera en el Reino de los cielos− con diversas imágenes: el banquete de bodas, la fiesta con los amigos, la rica cosecha, el fruto que viene, no sin dolor. 

De todo ello y para el bien de los demás −propone Francisco incluyéndose en el grupo− hemos de ser los ancianos semilla, luz, y también inquietud; de esa plenitud de vida que nos espera.

Francisco Pellitero

 

 

El sorprendente origen religioso de la bandera europea

 

Escrito por Víctor C. Bustillo

Publicado: 17 Septiembre 2022

 

Con sus 12 estrellas, la bandera de la Unión Europea tiene su origen vinculado a la Inmaculada Concepción

La bandera de la Unión Europea está representada por 12 estrellas en círculo, sobre un fondo azul. Hay todo tipo de teorías sobre su significado, pero una de ellas tiene un simbolismo plenamente cristiano y católico.

Según la página web de la Unión Europea, el número 12 simboliza perfección y plenitud: "El número de estrellas no tiene nada que ver con el número de Estados miembros. Hay doce estrellas porque, tradicionalmente, representa el símbolo de la perfección, lo completo y la unidad. Por lo tanto la bandera no cambia con las ampliaciones de la UE".

Pero el 12, también es un número con pleno sentido religioso: 12 tribus de Israel, o los 12 apóstoles de Jesús. Pero, además, la bandera de la Unión Europea está inspirada en la iconografía religiosa tradicional, que representa a la Virgen María coronada. Arsène Heitz es el diseñador de la bandera y asegura que: “Inspirado por Dios, tuve la idea de hacer una bandera azul sobre la que destacaban las doce estrellas de la Inmaculada Concepción de Rue du Bac; de modo que la bandera europea es la bandera de la madre de Jesús que apareció en el cielo coronada de doce estrellas”.

La bandera europea también parece representar “La mujer del libro del Apocalipsis”. En uno de sus capítulos, el apóstol San Juan habla de una imagen, con 12 estrellas, que representa a la Madre de Dios como reina del cielo: “Una mujer vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”. Dicho pasaje pertenece al capítulo 12 del Apocalipsis.

Por otra parte, la bandera parece tener cierta relación con otra advocación mariana: la Virgen Milagrosa. Santa Catalina Labouré, religiosa vicentina, vio el 27 de noviembre de 1830 a la Virgen María en la parisina iglesia de La Rue du Bac. En dicha aparición, la Virgen vestía de blanco y también la acompañaban esas 12 estrellas que aparecen en la Medalla Milagrosa y en la bandera europea.

Las apariciones de La Virgen Milagrosa, y la de Lourdes, son devociones marianas que influyeron en el dogma de la Inmaculada Concepción. Casualmente, se aprobó la bandera europea el mismo día de la Inmaculada: el 8 de diciembre de 1955.

El francés Jean Baptiste Nicolás, uno de los “padres de Europa”, participó en la creación de las comunidades europeas, defendiendo la advocación mariana y el significado cristiano de la bandera europea. Actualmente, se encuentra en proceso de beatificación. Como puede verse, España y Francia influyeron en la creación de esta bandera.

La historia de la bandera europea

En 1955, el Consejo de Europa realizó un concurso para elegir su bandera. Arsène Heitz, empleado del servicio de correos del Consejo Europeo, fue quien ganó aquel concurso. Para ello, decidió poner 12 estrellas en círculo, sobre fondo azul.

La nueva bandera fue aprobada por el Comité Ministerial, el 8 de diciembre de 1955, coincidiendo con la festividad de la Inmaculada Concepción. El Consejo de Europa fue creado el 5 de mayo de 1949, con el fin de contribuir al diálogo y debate en las naciones europeas. En su fundación, participaron 10 estados: Reino Unido, Bélgica, Dinamarca, Francia, Holanda, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Noruega y Suecia. Después fueron incorporando Grecia, Turquía y Alemania. España se unió el 24 de noviembre de 1977

La bandera europea fue adoptada por la Unión Europea en los años ochenta.  En 1983, el Parlamento Europeo pidió al Consejo para utilizarlo como símbolo propio. Aceptaron su petición y el Parlamento Europeo comenzó a usarla como enseña en 1983.

En 1984 comenzó a ser bandera oficial de las instituciones de la Unión Europea. Además, fue adoptada por los Jefes de Estado y Gobierno de las Comunidades Europeas. Desde 1992, la bandera ondea cada 9 de mayo, como símbolo de la actual Unión Europea.

Víctor C. Bustillo

 

 

La Belleza de la Liturgia (13). Estrenar cada día

Escrito por José Martínez Colín.

El asombro es maravillarnos al experimentar la fuerza de los símbolos, que nos remiten a la presencia de Dios vivo y presente.

1) Para saber

“El misterio crea asombro y el asombro es la base del deseo del hombre de comprender” (Neil Armstrong). Para el filósofo Platón, el asombro es necesario para filosofar, pues implica ver con ojos nuevos y sorprenderse de algún suceso ya presenciado. Pero el asombro no es exclusivo del filosofar. El pensador Miguel Ángel Martí invita a estrenar la vida cada día y asombrarnos de su belleza que es inagotable. Hay que evitar la “vista cansada” que da por conocido lo “ya visto” y nos empobrece. Sin el asombro no es posible la juventud de espíritu ni la alegría de vivir.

Ante el misterio pascual, que se concreta en los Sacramentos, no puede faltar una actitud de asombro, señala el papa Francisco. Si faltara el asombro desaprovecharíamos el “océano de gracia que inunda cada celebración”. Ante el encuentro con Dios que se nos otorga, se pregunta el Papa: ¿Cómo se nos puede escapar lamentablemente la fascinación por la belleza de este don?

2) Para pensar

El asombro ante el encuentro con Dios fue decisivo para la conversión de Barbara Heil, ex pastora protestante estadounidense. En una entrevista relató que su asombro fue creciendo al leer a los Padres de la Iglesia, al estudiar la liturgia, la Sagrada Escritura y la Misa Eucarística. Ahí descubrió la belleza que guarda la fe católica: “Fue entonces cuando me di cuenta de que la única forma en que voy a disfrutar plenamente de lo que estoy aprendiendo sobre la Iglesia es realmente entrar en la Iglesia”, declaró. No obstante, tuvo que renunciar a todo de lo que formaba parte, pues tenía un ministerio en su iglesia protestante.

Aclaró que, en su camino de conversión, fue “absolutamente central el encuentro que tuve con Cristo en la Eucaristía… Entonces supe que Jesús estaba allí, incluso más que muchos católicos. Entonces, cuando vengo a Misa, soy una gran adoradora. Voy mucho a la adoración (…) sé que estoy con Cristo y que Cristo está conmigo. No lo dejo cuando dejo la iglesia: Él va conmigo; Él está conmigo; Él está en mí; me alimenta de sí mismo dándome su Cuerpo y su Sangre. Y es real”, dijo.

Ahora Barbara Heil difunde las enseñanzas de la Iglesia Católica a través de conferencias y seminarios web: “todo el mundo está llamado a ser santo, es Jesús quien quiere conocerte. Si uno se encuentra seco en la fe debe acudir a Jesús y abrir la Escritura, comenzar con el Libro de Juan y dejar que esa carta de amor de Dios empiece a hablarte. Eso es amistad con Dios”, concluyó.

3) Para vivir

Aunque el hecho de que Dios mismo se haya hecho hombre para salvarnos y luego haya querido quedarse en el Pan de la Eucaristía sean sucesos sublimes muy extraordinarios, podemos mal acostumbrarnos y hasta ser indiferentes. De ahí el llamado al asombro al que nos invita el papa Francisco ante el misterio pascual, que se hace presente en cada Misa e ilumina cada acción litúrgica, aunque no captemos del todo su grandeza.

Por ello el asombro es parte esencial de toda acción litúrgica. Es maravillarnos al experimentar la fuerza de los símbolos, que nos remiten a la presencia de Dios vivo y presente. La belleza, como la verdad, siempre genera asombro y, cuando se refiere al misterio de Dios, conduce a la adoración.

 

«¡El futuro de la humanidad se fragua en la familia!»

(Juan Pablo II)

En las semanas del Tiempo de Adviento, los cristianos nos preparamos para celebrar el nacimiento del Hijo de Dios en Belén: Hijo de Dios e Hijo del hombre, el Niño Jesús, que es la Segunda Persona de la Trinidad venido en carne [Cfr. 1 Jn 4, 2]. Acompañamos a la Sagrada Familia en su viaje a Belén. El Niño está por nacer, la Familia está completa. Y es lógico que ante el misterio de la trinidad de la tierra –clásica expresión- ponderemos una vez más la urgente necesidad vigente de continuar redimiendo la familia. Dios Hijo se hizo hombre, para redimir todo lo humano, porque todo había sido contaminado por el pecado de Adán y la creación entera se encuentra aún sometida a los dolores de parto de que habla el apóstol Pablo [Rom 8, 22]. Era preciso rescatar todo lo humano del poder del mal, de lo diabólico, corruptor y mortal. Esto es evidente para todo el que tenga ojos para ver el mundo tal cual está ahí. La fe nos enseña que el Redentor ha llegado y consumó la Redención en la cumbre del Calvario. Pero a la vez la dejó abierta y cada generación ha de redimir, con Cristo, su propio tiempo, su época, su entorno [Efesios 5, 16: redimentes tempus quoniam dies mali sunt]

En los albores del tercer milenio, advertía Juan Pablo II, la humanidad se encuentra en uno de sus momentos cruciales, en un decisivo cruce de caminos, en el que es ineludible tomar opciones lúcidas, porque las que se tomen generarán consecuencias de gran trascendencia. El Papa magno nos presentaba como «dos civilizaciones» contrapuestas: la «civilización del amor» y la anticivilización deconstructora o «cultura de la muerte». Una alternativa que se decide en el corazón de cada persona humana y redunda en el mundo que cada cual: con sus acciones y omisiones, contribuye a construir/deconstruir. La segunda alternativa se caracteriza por un relativismo despótico -«la dictadura del relativismo» denunciada con nitidez por Benedicto XVI-, inspirada paradójicamente en un pensamiento light, permisivo de radical egoísmo utilitarista. «El utilitarismo –escribió Juan Pablo II- es una civilización basada en producir y disfrutar; una civilización de las "cosas" y no de las "personas"; una civilización en la que las personas se usan como si fueran cosas».

Las mentes más lúcidas advierten que para conseguir que la humanidad se encamine decididamente por el camino de la civilización del amor y venza la tentación de abandono a su alternativa de muerte, es necesario fortificar la institución familiar y defenderla de los graves peligros que la amenazan. Bien puede afirmarse con palabras de Juan Pablo II que la humanidad «sin el amor de la familia no puede vivir, crecer y perfeccionarse como comunidad de personas». Un amor de mutua entrega en el que aquél que se da, se olvida de sí, como sucedía entre Jesús, María y José; como acontece en el amor de Cristo y la Iglesia, paradigma del amor entre los esposos cristianos [Cf. Ef 5, 25].

Porque la familia se funda sobre ideales de amor y los ejercita de modo muy alto, puede decirse con verdad que «la familia es el centro y el corazón de la civilización del amor». Una familia constituida según los planes de Dios es un paradigma vivo de lo que debe ser esa civilización y una forja de hombres y mujeres con mentalidad nueva, capaces de enfrentar y resolver los retos de la hora presente. Una familia constituida de este modo, partiendo precisamente de la realidad de amor que vive dentro de su peculiar ámbito, será capaz de discernir cuál es la línea deseable para el desarrollo futuro de la humanidad; percibirá con claridad que «una civilización inspirada en una mentalidad consumista y antinatalista no es ni puede ser nunca una civilización del amor».

El lugar natural donde la vida se engendra, nace, es atendida y termina sus días, es en el seno de la familia. Allí nos conocen por nuestro nombre y nos quieren tal como somos. Arranca de un fundamento sólido: el matrimonio entre un hombre y una mujer. No puede ser sustituido por otro tipo de uniones que no tienen ni la finalidad procreadora ni la misión educativa que la familia de por sí tiene. No cualquier tipo de unión es familia. El amor conyugal es un modo peculiar de amistad personal que responde no solamente al reclamo del cuerpo, sino al reclamo del espíritu, de los sentimientos, del corazón y del alma. Esto es lo que da garantías a la fidelidad, lo que respeta a la persona tal como es, lo que permite aprender a convivir en toda circunstancia por adversa que resulte.

Situación de la familia en el mundo de hoy

Juan Pablo II la resumía así en el n. 6 de su Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, n. 6:

«La situación en que se halla la familia presenta aspectos positivos y aspectos negativos: signo, los unos, de la salvación de Cristo operante en el mundo; signo, los otros, del rechazo que el hombre opone al amor de Dios.

En efecto, por una parte existe una conciencia más viva de la libertad personal y una mayor atención a la calidad de las relaciones interpersonales en el matrimonio, a la promoción de la dignidad de la mujer, a la procreación responsable, a la educación de los hijos; se tiene además conciencia de la necesidad de desarrollar relaciones entre las familias, en orden a una ayuda recíproca espiritual y material, al conocimiento de la misión eclesial propia de la familia, a su responsabilidad en la construcción de una sociedad más justa. Por otra parte no faltan, sin embargo, signos de preocupante degradación de algunos valores fundamentales: una equivocada concepción teórica y práctica de la independencia de los cónyuges entre sí; las graves ambigüedades acerca de la relación de autoridad entre padres e hijos; las dificultades concretas que con frecuencia experimenta la familia en la transmisión de los valores; el número cada vez mayor de divorcios, la plaga del aborto, el recurso cada vez más frecuente a la esterilización, la instauración de una verdadera y propia mentalidad anticoncepcional.

En la base de estos fenómenos negativos está muchas veces una corrupción de la idea y de la experiencia de la libertad, concebida no como la capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios sobre el matrimonio y la familia, sino como una fuerza autónoma de autoafirmación, no raramente contra los demás, en orden al propio bienestar egoísta.

Merece también nuestra atención el hecho de que en los países del llamado Tercer Mundo a las familias les faltan muchas veces bien sea los medios fundamentales para la supervivencia como son el alimento, el trabajo, la vivienda, las medicinas, bien sea las libertades más elementales. En cambio, en los países más ricos, el excesivo bienestar y la mentalidad consumística, paradójicamente unida a una cierta angustia e incertidumbre ante el futuro, quitan a los esposos la generosidad y la valentía para suscitar nuevas vidas humanas; y así la vida en muchas ocasiones no se ve ya como una bendición, sino como un peligro del que hay que defenderse.

La situación histórica en que vive la familia se presenta pues como un conjunto de luces y sombras.

Esto revela que la historia no es simplemente un progreso necesario hacia lo mejor, sino más bien un acontecimiento de libertad, más aún, un combate entre libertades que se oponen entre sí, es decir, según la conocida expresión de san Agustín, un conflicto entre dos amores: el amor de Dios llevado hasta el desprecio de sí, y el amor de sí mismo llevado hasta el desprecio de Dios.(16)

Se sigue de ahí que solamente la educación en el amor enraizado en la fe puede conducir a adquirir la capacidad de interpretar los «signos de los tiempos», que son la expresión histórica de este doble amor».

La botella, pues, según el lúcido diagnóstico que acabamos de leer, no está medio vacía sino medio llena. Medios hay para llenarla del todo.

«Delenda est familia!»

Cierto que desde hace lustros abundan los anuncios del funeral de la familia, entendida según el esquema básico de la tradición occidental de raíces judeo-romano-cristianas: comunión de personas formada, nuclearmente, por uno con una para siempre, abierta a la procreación, a la educación de los hijos que hubiere y al bien común de la sociedad en la que viven.

Es cierto que abundan los motivos para pensar que la sociedad moderna o posmoderna intenta socavar sus cimientos o al menos debilitarlos de modo alarmante. No faltan personas y grupos influyentes que piensan la familia como una polvorienta reliquia del pasado, institución anacrónica, lastre para la marcha ascendente del progreso socio económico y, en consecuencia, que debe desaparecer, para dejar paso a otras formas de «ser… familia». Habría que acabar de una vez por todas con la «familia antigua»: Delenda est familia!, resumía hace ya décadas un destacado catedrático de Psicología, lamentando ese grito insensato; aunque figurado en la forma, real en hechos concretos y abundantes.

Dicen que la realización personal pasa por la superación de las constricciones familiares; que la familia sería una más de las cosas que se hunden en el naufragio de la sociedad industrial o de la modernidad frustrada para dar paso a la posfamilia…

El profesor aludido manifestaba con estas palabras su desacuerdo: «yo no opino así. La familia es una de las formas permanentes de la vida humana, cimiento de la sociedad, crisol donde se forjan las líneas maestras del carácter, lugar de las relaciones sexuales plenas y de la realización espiritual de la pareja. La familia es una forma consustancial de la vida humana, cuyo fallecimiento se ha exagerado en los últimos tiempos, igual que la muerte de Mark Twain. A pesar de los agoreros, la familia superará esta crisis, está superándola ya, porque la historia nos enseña que siempre renace de sus cenizas, que es la institución que ha sobrevivido al mayor número de calamidades posibles. Cuando no queden ni los ecos de las voces que anuncian su destrucción, la familia seguirá intentando hacer personas libres de los niños que trajo al mundo» [Jose Luis Pinillos, El eterno retorno de la familia, en "YA", 15 de enero de 1989].

Quizá, ante los brutales ataques que sufre la familia en muchos medios de comunicación de masas a favor de de otros modos de convivencia contrarios a la naturaleza de la persona, nos sintamos abrumados como si nos halláramos en una nueva era en la que se esté asentando un gravísimo desorden moral irreversible. Puede parece que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero cabe preguntarse con P-J. Viladrich: «¿Quién puede pensar alguna cosa tonta o sensata que no haya sido pensada ya en el pasado?». La poliandria, la poligamia, el matrimonio monógamo, el patriarcado, el matriarcado, el repudio, el divorcio, el misogenismo, la partenogénesis, el mito del Andrógino, el tercer sexo, el homosexualismo, el lesbianismo, el matrimonio libre, el amor libre, la promiscuidad, el comunismo sexual y el libertismo sexual, el feminismo gineárquico y diárquico, el eugenismo, etc. etc., y cuantas fórmulas aparecen en la literatura actual no son ni histórica, ni culturalmente una novedad. Es sólo el cambio de circunstancias sociales, económicas y políticas que ocurren en cada época, el que permite reargumentar lo viejo como si fuera nuevo. Pero esto es la crisis constante. Y una reargumentación no es un estreno, una novedad, un debut; cuanto más, es una reedición al gusto y lenguaje de la época» [ID., El mito del fin de la familia, en "NUESTRO TIEMPO", octubre de 1986, págs. 74-79

Viladrich diagnostica una carencia de seriedad y realismo histórico en «la presentación del matrimonio y de la familia como si se tratasen de fórmulas propias y limitadas a una época histórica concreta, a saber, la judeo‑romano‑cristiana, de suerte que la inexorable ley del progreso sentenciase que una nueva época ‑el hoy‑ ha de alumbrar su propia fórmula sexual, sustancialmente distinta de la anterior. Le falta a esta visión el sentido de la historicidad humana, además de veracidad histórica. El matrimonio y la familia son fórmulas que se encuentran en todas las culturas de todos los tiempos y lugares, y no sólo coexistiendo con otras fórmulas ‑lo que es un dato histórico indiscutible‑, sino constituyendo el resultado final de la destilación crítica de las demás fórmulas y ensayos sexuales. El matrimonio y la familia ‑y éste es otro dato histórico‑ no sólo han soportado todas las crisis, sino que han acabado siempre por ser la síntesis de toda crisis sexual seria. Y es altamente probable que esta vieja novedad sea de nuevo en el futuro la novedad sexual más vieja. Este destino no es un azar, sino fruto de la persistencia de ciertas constantes esenciales en la humanidad.» [Ibid.]

Lo que sucede hoy sucedía hace veinte siglos en la sociedad pagana del tiempo del Apóstol Pablo: "habiendo conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se ofuscaron en sus vanos razonamientos y se oscureció su corazón insensato. Presumiendo de sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen semejante a la de hombre corruptible, de aves, cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual, Dios los entregó a pasiones deshonrosas; pues sus mujeres invirtieron el uso natural por el que es contra la naturaleza. Igualmente, también los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se inflamaron en deseos de unos por los otros, hombres con hombres, practicando la infamia y recibiendo en sí mismos el pago merecido por su extravío. Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, Dios los entregó a su réprobo sentir para hacer lo que no se debe: repletos de toda injusticia, perversidad, codicia, maldad; rebosantes de envidia, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad; chismosos, calumniadores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, soberbios, vanidosos, inventores de maldades, desobedientes a sus padres, insensatos, desleales, sin compasión y sin piedad" [Rom 1, 21-32]

Es cierto que «cada nueva generación, renueva» y no todo lo que las nuevas generaciones aspiran a cambiar ha de tenerse por ingenuo o infantil. Tienen derecho a replantearse los interrogantes perennes y a aportar su propia creatividad. Hoy, lo mejor de la generaciones jóvenes, está mejorando ya la familia. Pero sería infantil e ingenuo pensar que cada generación ha de hacer tabla rasa de todo lo anterior y comportarse como si no hubiera naturaleza humana ni un Dios que la haya creado con atributos esenciales. Esta es la pretensión del existencialismo ateo y la conclusión de los deísmos equivalentes.

Lo más triste es que esto suceda tras veinte siglos de cristianismo; y que se utilicen los grandes medios de comunicación de masas para precipitar la corrupción de la familia. Muchos padres no se dan cuenta de cómo y hasta qué punto se está corrompiendo a sus hijos en todo tipo de movidas.

Muchos padecen la enfermedad letal sin sentirla, sin advertir su gravedad, o asumiéndola con actitud fatalista, como si no tuviese remedio o como si la enfermedad fuese el estado normal de una persona sana; como si la carencia de brújula y de sentido de la orientación, la niebla y la noche fuesen las condiciones ideales, liberadoras, del caminante; como si lo normal fuese andar a tientas, dando tumbos, sin norte ni guía, hacia la angustia, la náusea, el vértigo de una existencia que viaja en el vacío, sin nada firme donde aferrarse, sin una verdad que sea un punto cierto de referencia; como si Dios no existiera, como si no existiese naturaleza humana: il n"hi ha pas de nature humane!, han dicho no sólo existencialistas ateos, sino moralistas cristianos, desde ediciones de nombre católico.

El relativismo subjetivista se ha infiltrado hasta en inteligencias encumbradas por títulos académicos e incluso en cátedras de Universidades o Escuelas de título católico. La Santa Sede ha tenido que emanar dolorosos documentos y medidas para impedir que se propague la epidemia del error desde sus mismas instituciones. El cardenal Ratzinger, en la misa previa al cónclave en el había de ser elegido papa Benedicto XVI, denunciaba con frase gráfica la dictadura del relativismo que domina tantos países, especialmente en Europa.

El hombre suplanta a Dios, se erige ilusoriamente en señor del bien y del mal, de la vida y de la muerte, como si en ello conquistara su libertad y plenitud existencial. Pero al desconectar su inteligencia de la verdad divina, su libertad pierde el norte, se sustrae al dominio de la razón, y los sentidos y las más bajas pasiones se rebelan frente al señorío de la razón recta. El hombre responsable sin Dios se convierte en el animalis homo [1 Cor 2, 14], de que habla san Pablo. Sin Dios, sin piedad, sin corazón, sin familia, solo.. Hoy,  releer estas palabras, algunos lo consideran delito y trabajan para que las leyes civiles así lo sostengan.

Lo sobrenatural es suplantado por lo meramente humano; lo humano por lo animal; lo espiritual por lo material. Lo económico se pone en lo más alto de la escala de valores. El placer sensible se erige en criterio de felicidad: "nada hay mejor que la sensualidad", se llega a leer en anuncios cinematográficos. Su dios es el vientre, y su gloria en su vergüenza, el sexo y el dinero [cfr. Flp 3, 19].

Todo esto incide de modo especialmente disolvente en los más jóvenes: el abuso del sexo desde la pubertad, el uso frecuente de drogas blandas y duras; el pánico a todo lo que conlleva sacrificio, por bello y grande o necesario que sea, están ahí. No sólo hay cizaña, sino abundancia de cizaña. No sólo en una familia, sino prácticamente en todas las familias o en alguna rama de ellas. Esta es la realidad que los padres sensatos ven con justa preocupación; y si algunos no lo ven, están ciegos, han de abrir los ojos, despertar, porque está en juego la felicidad temporal y la eterna de sus hijos, y la de tantos otros. No cabe huir de responsabilidad tan seria.

Es preciso afrontarla con la seguridad de que, a pesar del grito de guerra - delenda est familia!- sin duda el diseño divino sobre la creación triunfará, la familia seguirá siendo la célula primera y vital de la sociedad como las piedras seguirán cayendo hacia abajo y no hacia arriba, por mucho que nos empeñáramos en lo contrario. La familia es una institución natural, en el sentido más fuerte de la palabra, es decir, según un pensamiento milenario universal, obedece a una energía latente en lo profundo del ser humano, creado a imagen de Dios, que en feliz expresión de Juan Pablo II, «en su más íntimo misterio, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor» [JUAN PABLO II, Homilía en Puebla, 28-I-1979 (AAS, 71, 1979), 184].

Contrariamente a lo que afirmó Sartre, hay naturaleza humana, porque Dios la ha concebido… con sabiduría y amor infinitos. Por eso, cuando nos empeñamos en imitar a los brutos lo hacemos muy mal, nos hacemos peor que ellos, porque somos más semejantes a Dios que al simio. Lo natural puede traicionarse, pero es conocido el dicho: Dios perdona siempre, el hombre algunas veces, la naturaleza no perdona nunca. Si toda una sociedad se empeñara en despeñarse por un abismo de vileza, no podría subsistir y habría de volver a aferrase a lo natural. Esto sucederá sin duda. Pero es preciso detener la marcha hacia el abismo y evitar suicidios colectivos y todos los individuales posibles.

Necesidad de formarse y formar

A los padres de familia, especialmente, se dirigen hoy, quizá con mayor urgencia que nunca, las palabras del Espíritu Santo: Custos, quid de nocte! [Isaías 21, 11]: ¡Centinela, alerta! ¿te das cuenta de la situación? ¿tienes los ojos abiertos? ¿te preparas para impedir que el enemigo de tu familia entre por alguna ventana (la del televisor, por ejemplo)? No se puede abandonar a los hijos, no se les puede dejar a la intemperie. "Si alguno no se cuida de los suyos, principalmente de los de su casa, ha renegado de la fe y es peor que un infiel" [1 Tim 5, 8].

Tampoco se les puede meter en una burbuja, en un invernadero, ni negarles la libertad que Dios les ha dado, ni es buen sistema la discusión acalorada. Es preciso proporcionarles verdades, porqués verdaderos, profundos, «verdades últimas». que les amueblen la mente y sensibilicen el corazón por todo lo bueno y noble, con toda delicadeza y respeto a sus conciencias, con todos los medios a nuestro alcance, para que puedan ejercer cuanto antes -gradualmente, sin prisas, pero sin demoras- del modo más pleno posible la libertad.

Pues bien, para formarles en los valores positivos, en las virtudes que conforman personalidades auténticas, formarse. Para exigir amablemente, exigirse reciamente. Si se puede adquirir una preparación profunda, incluso científica, para realizar la más importante de las tareas humanas en las que cabe pensar -formar hombres y mujeres espiritualmente sanos y cristianos-, no es posible conformarse con menos.

Los tiempos reclaman mejorar la calidad de vida espiritual familiar, para que los hijos encuentren en el seno del hogar el alimento que necesitan para crecerse ante las amenazas contra su salud espiritual. Por eso ha surgido la necesidad de una nueva ciencia: la que se refiere a la Orientación o Educación Familiar.

Somos muchos -aunque habríamos de ser más- los que nos damos cuenta de la gravedad de la situación y que -lejos de lamentarnos estérilmente- estamos dispuestos a trabajar en la vida personal, en la familiar y en la social para restaurar los valores quebrantados, recuperar los perdidos y potenciar los muchos que, afortunadamente, tenemos en buen estado. Juan Pablo II nos ha recordado en su libro Memoria e identidad que Dios también gobierna el mal: que no quiere, pero permite -el mal- porque sabe, puede y quiere sacar de los grandes males, mayores bienes. Cuidado. No suele hacerlo sin la cooperación de sus hijos. No hay tiempo que perder. Es preciso reaccionar en todos los campos a nuestro alcance. Es preciso redimir con Cristo nuestro tiempo, sin esperar a los que vengan detrás. Cada uno es responsable de su tiempo, nosotros del nuestro. Cada uno es responsable de su familia y en cierta medida, según el lugar que ocupa en la sociedad, y todos ocupamos un lugar, de las familias de los demás. La persona no es una mónada. La persona es un ser esencialmente relacional, abierto ante todo a sus padres y hermanos y, enseguida, a otras personas, a otras familias; y aun descubriríamos, desde una perspectiva teológica, relación de cada persona a toda la humanidad.

La familia conserva su prestigio

No sólo las estadísticas presentan a la familia como la institución más estimada en países como España; la «familia» , como dice Rodrigo Guerra «es un tópico que ha ingresado como categoría relevante desde hace algunos años en  la retórica política. No es extraño encontrar abundantes discursos partidistas y gubernamentales,  desde las más diversas posturas ideológicas, que utilizan el concepto de "familia" al momento de  querer ofrecer un sentido humano, cálido y de concreción a las políticas públicas que se planean o  se implementan.

»Aún a nivel puramente discursivo se intuye que una manera de validar una política pública, sobre  todo de índole social, es precisamente detectando si posee algún impacto en las familias reales.  Las familias por una parte son un lugar empírico, concreto, tangible, que hace que el imaginario  personal y social se enfoque en una realidad que nos es cercana y significativa. Por otro lado, la  familia es un espacio en el que un conjunto de valores cualitativos asociados psicológica y socialmente a «lo humano» emergen y se desarrollan. No nos referimos con esto a experiencias  particularmente sublimes que en algunas pocas familias eventualmente puedan darse en torno a  ciertos valores vividos en su máximo de virtud. Nos referimos más bien a la experiencia cotidiana  de la verdad, de la justicia, del desinterés que en las relaciones más elementales de tipo familiar,  aunque no se den de manera eminente, suelen existir y configuran el «ethos» diferenciador de esta institución.

El uso retórico y hasta mercadotécnico de la categoría «familia» por parte de gobernantes, legisladores, jefes partidistas, candidatos, primeras damas y similares muestra de una manera elocuente que aún en la debilísima referencia nominal a esta realidad es posible detectar que  existen algunos contenidos elementales irrenunciables que anuncian al menos parcialmente que la  «familia» posee una cierta consistencia y una cierta funcionalidad social» [R.Guerra López, La familia y su futuro, párr 1-3]

A pesar de las abundantes crisis matrimoniales, el «matrimonio» «vende» –escribe Ignacio Bañares-: El matrimonio, "vende", a pesar de estar en crisis. «Aunque a veces no se mira directamente a la realidad, a lo que es, sino al nombre: lo que importa en ocasiones es el logotipo. Así, a la vez que algunas parejas de hecho heterosexuales desean efectos matrimoniales para una unión que quieren expresamente que no sea matrimonial, otros -parte del colectivo homosexual- piden el nombre y el reconocimiento de realidad matrimonial a su forma de cohabitación. Quieren que se reconozca en la ley que son capaces de matrimonio. Y es que el logotipo del matrimonio tiene tradición.» En rigor, el gravísimo error de equiparar la unión homosexual a la unión conyugal (mírese como se mire son realidades radicalmente diferentes), que tanta confusión genera y tanto daño hará a la sociedad, es un homenaje –no deseado, por supuesto- a la institución matrimonial. Algo semejante cabe decir de las «parejas de hecho», que no quieren constituir matrimonio pero "como si lo fuera".

El lógico pensar que la parte de la humanidad que continúe por ese despeñadero acabará en la ruina no sólo moral, sino en todos los sentidos y no tendrá más remedio que planterase la vuelta a lo natural. Ahora bien, la reconstrucción moral de Sodoma y Gomorra, fácilmente previsible –porque también el mal tiene su lógica interna- llevará o llevaría mucho tiempo, siglos tal vez, y no cabe a las personas responsables permanecer impasibles, como si a ellas no les afectara, como si no tuvieran nada que decir ni hacer. Es preciso volver la mirada a la realidad de las cosas, a la naturaleza  -«natura», de «nascere», nacer -: ¿Qué son la cosas en sí mismas, independientemente de cómo yo las deseo o prefiero?

Violentar la naturaleza, empeñarse en negar la verdad sobre el hombre, pensar que la podemos inventar desde su raíz y hacer de ella lo que nos plazca, es una soberana insensatez que siempre se paga caro.

Recordemos: «Dios perdona siempre, el hombre algunas veces, la naturaleza no perdona nunca». Vale la pena ponerse de su lado. Es el lado de Dios, que viene, que vuelve una y otra vez, un año y otro a recordarnos que es muy bueno ser hombre, ser mujer, ser hijo, y madre y padre. Viene a que toda la Humanidad sea una gran familia, familia de familias: ut omnes unum sint… [Jn 17, 21], que ésta es su ilusión eterna, manifestada momentos antes de instituir el gran sacramento de la unidad, la Eucaristía, Pan de vida eterna. Tras la Navidad celebraremos la Solemnidad de la Sagrada Familia. De la Trinidad de la tierra vendrá la redención de las familias, la elevación a los más altos niveles de humanidad santa. Pero a nosotros nos toca poner los medios: primero oración; segundo, sacrificio; tercero, acción (cfr. Camino, n. 82).

Por Antonio Orozco Delclós

 

En España se aumentó la producción ecológica

Según recogen las estadísticas de Producción Ecológica correspondientes al año 2021 que ha publicado el Ministerio de Agricultura: “la superficie agrícola destinada a la producción ecológica en España aumentó un 8% en 2021 frente al año anterior, hasta alcanzar las 2.635.442 hectáreas, y sitúa ya la superficie agraria útil (SAU) dedicada a la producción ecológica en el 10,79%.” Recordar que se elabora a partir de los datos que envían las comunidades autónomas.

Estos datos confirman la tendencia de crecimiento de los últimos años y colocan a España como uno de los principales productores ecológicos por superficie de la Unión Europea y del mundo.

En producción vegetal destaca el aumento de hectáreas dedicadas a los cultivos permanentes (+18%), en especial los frutos secos (+35%), las plataneras y subtropicales (+25%), los cítricos (21%) y el olivar (16%). Dentro de los cultivos arables (+15%), se ha producido un crecimiento de plantas cosechadas en verde para alimentación animal (+39%).

Respecto a producción animal, ha aumentado el número de actividades ganaderas eco al alcanzar las 9.247 explotaciones ganaderas (+20% respecto año anterior). En concreto, en ovino (+24%), bóvidos (+22%), caprino (+15%) y porcino (+15%). El número de cabezas de ganado sube especialmente en bovino (+20%), ovino (+17%), porcino (+11%) y caprino (+9%).

En cuanto al número de operadores ha aumentado un 16% frente al año 2020 y ya alcanzan los 58.485. Este incremento se ha producido en casi todas las actividades: productores primarios (19%), establecimientos industriales (12%) y comercializadores (7%).

Si tenemos en cuenta que un mismo operador puede desempeñar varias actividades diferentes, el número total de actividades han alcanzado los 62.320, lo que supone una subida del 16,87% respecto al año anterior.

Jesús Domingo Martínez

 

Las religiones y la política

La guerra de Ucrania ha demostrado que la vivencia y respeto a lo sagrado no es un problema exclusivo de las culturas orientales, y ha reavivado el debate sobre la necesidad de una purificación permanente de la fe. Dicho de otra forma, de un examen de conciencia por parte de los creyentes para evitar tomar el nombre de Dios en vano, por legítimos que sean sus intereses y preferencias ideológicas.

Este ejercicio es el que permite después una sana colaboración entre ambas esferas, del mismo modo que el diálogo interreligioso solo es posible desde una clara identidad de cada una. En esa línea, tan necesaria hoy para la paz, seguirá profundizando durante este mes de octubre el Encuentro Internacional convocado en Roma por la Comunidad de San Egidio, actualizando el legado que dejó en 1986 Juan Pablo II en Asís.

José Morales Martín

 

Mensajeros de la paz y de la unidad

El modelo de la Jornada de Oración por la paz en el mundo que en 2002 convocó el Papa Juan Pablo II, ha animado la celebración de los siete Congresos celebrados para reafirmar la aportación positiva de las tradiciones religiosas al diálogo y a la concordia entre los pueblos. La violencia terrorista marcó a sangre el comienzo del siglo XXI.

Esta amenaza común, sostenida por el odio y la hostilidad, que algunos amparan en nombre de la religión debe ser condenada sin condiciones ni peros. Así de tajante es la Declaración final del Congreso de Líderes de Religiones mundiales y tradicionales clausurada hace unos días en Kazajistán.

La política y la trascendencia pueden convivir sin confundirse. La religión debe vivir sin ceder a las tentaciones del poder, de la misma manera que vida pública no debe excluir a las religiones. De ahí la importancia de defender y garantizar el derecho a la libertad religiosa, que permite sostener y animar relaciones de cooperación entre personas, gobiernos, naciones y confesiones religiosas.

Jesús Martínez Madrid

 

¿Cómo funciona la fe?

¿Es razonable creer en Dios? Dios sale a nuestro encuentro de muchas maneras. En cada experiencia conmovedora de la naturaleza, en cada encuentro verdaderamente humano, en cada aparente casualidad, en cada sufrimiento, en cada reto que se nos plantea, hay un mensaje escondido de Dios para cada uno. También lo escuchamos en la voz de nuestra conciencia si está abierta a la verdad.

Fe y razón no son realidades incompatibles, sino complementarias

Cuando seguimos las pistas que nos señalan la existencia de Dios y adquirimos confianza para dirigirnos a él, estamos dando los primeros pasos para afianzar una amistad inolvidable que nos proporcionará una gran estabilidad y serenidad, ya que podremos descansar confiadamente apoyados en quien nunca falla.

Dios nos busca y nos habla como amigos, y espera que le respondamos con nuestra amistad, creyendo en él, intentando comprender lo que nos dice, y aceptando sin reservas lo que nos propone.

La fe es la respuesta a la invitación que Dios nos hace a comunicarnos con él y a gozar de su compañía. Mediante la fe el hombre somete por completo su inteligencia y su voluntad a Dios, prestando asentimiento a lo que Dios ha revelación y decidiendo vivir de modo coherente con esas verdades.

Pero ¿esto una postura razonable? ¿creer es humano? ¿está en sus cabales una persona que somete su inteligencia a lo que otro le dice, o pone sus decisiones en manos de otro?

La fe es ante todo una adhesión personal a Dios, y al mismo tiempo e inseparablemente asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado.

Es verdad que sería vano y equivocado poner una fe semejante en una criatura. ¿Pero sucede lo mismo con Dios? La realidad de las cosas depende fundamentalmente de la respuesta que tenga una cuestión, que es la fundamental: ¿Dios existe o no existe? Si no existiera y fuera sólo una construcción ideológica, no tendría sentido. Pero ¿y si existe?

Digamos que la opción de prestar ese asentimiento supone asumir un riesgo, porque no es posible controlar intelectualmente toda la realidad. Requiere un ejercicio de confianza, algo así como la que requeriría lanzarse a una piscina a una persona que nunca lo hubiera hecho. Ve a otras personas que están allí y disfrutan del baño, pero la primera impresión es que si se tira se va a ir al fondo y se ahogará.

Para prestar el asentimiento de fe no se puede esperar a encontrar una demostración matemática de la existencia de Dios ni de cada una de las verdades que ha revelado. Supone un riesgo, y por eso requiere una ayuda que tenemos que recibir desde fuera. La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por él. Para dar una respuesta positiva a lo que Dios ha revelado es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede a todos gusto en aceptar y creer la verdad. Así lo enseña el Concilio Vaticano II (Dei Verbum, n.5) y el Catecismo de la Iglesia Católica (n.153).

 

 

 El Papa Benedicto XVI dice sobre Santo Tomás de Aquino, que es ejemplo de la armonía que debe existir entre la fe y la razón.

La confianza en Dios

Ahora bien no es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre depositar la confianza en Dios y aceptar las verdades por él reveladas. Ya en las relaciones humanas no es contrario a nuestra propia dignidad creer lo que otras personas nos dicen sobre ellas mismas y sobre sus intenciones, y prestar confianza a sus promesas (como, por ejemplo, cuando un hombre y una mujer se casan). Nos fiamos de nuestros padres cuando somos pequeños, nos fiamos de nuestros maestros y de lo que dicen los manuales. Nos fiamos de lo que leemos en la prensa, escuchamos en la radio o vemos en la televisión. No tenemos tiempo ni posibilidad de contrastar experimentalmente todo la información de vamos recibiendo. En la vida normal casi todo lo que sabemos es porque nos hemos fiado de alguien. Así que no es contrario a nuestra dignidad fiarnos de Dios.

El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de nuestra razón natural. Creemos a causa de la autoridad de Dios mismo que revela, y que no puede engañarse ni engañarnos.

También en la vida real, necesitamos contrastar por lo menos algunos datos de lo que nos dicen y verificar si son verosímiles, aunque muchas veces no podamos demostrarlos. La ciencia avanza más por inducción que por deducción matemáticamente probada.

Por eso, también es razonable que deseemos conocer con más precisión y profundizar en lo que nos dice la fe. Como señalaba San Anselmo, “la fe trata de comprender”. Es propio de la fe católica que el creyente desee conocer mejor a aquel en quien ha puesto su fe, y comprender mejor lo que le ha sido revelado, y por eso que ponga todo su empeño en acercarse cuanto pueda a entender los misterios de la revelación.

Fe y razón no son realidades incompatibles, sino complementarias. La investigación científica correctamente realizada, nunca estará realmente en oposición con la fe, porque las realidades profanas y las realidades de fe tienen su origen en el mismo Dios.

Don Francisco Varo Pin