Las Noticias de hoy 29 Julio 2023

Enviado por adminideas el Sáb, 29/07/2023 - 11:51

El Mundo - Nuestra frase del es de Francisco de Miranda, político, militar,  diplomático, escritor, humanista e ideólogo venezolano considerado El  Precursor de la Emancipación Americana contra el Imperio español.  #frasedeldia #frasescélebres #

Ideas Claras

DE INTERES PARA HOY    sábado, 29 de julio de 2023  

Indice:

ROME REPORTS

Papa Francisco: JMJ en Lisboa que sea “semilla del mundo del futuro”

El Papa a los jóvenes: Dios está loco de amor por ustedes

SANTA MARTA* : Francisco Fernandez Carbajal

Evangelio del sábado: el tiempo de los frutos

“A vuestro corazón ha llegado el Reino de Dios” : San Josemaria

Por la Jornada Mundial de la Juventud

La buena política está al servicio de la paz

Tema 15. La Iglesia y el Estado : Enrique Colom

LA VERDAD Y DIOS. EL GIGANTE DE CARDIFF : José Martínez C olín

El Papa Francisco y los engaños populistas : Rodrigo Guerra

DEFENSA DE LA VIDA : Carlota Sedeño Martinez

Familia.  : Josefa Romo

Doctora de la Iglesia : Pedro Paricio Aucejo

Felicidad.: Jose Luis Velayos

Verdad y mentira  : Ana Teresa López de Llergo

Vencer las adversidades. Resiliencia : Lucía Legorreta

La generosidad y la gratitud : JD Mez Madrid

Es urgente que las instituciones de la Unión : Pedro García

Futuro de la inteligencia artificial (IA) : José Morales Martín

Que defiendan valores inderogables : Jesús Martínez Madrid

El Opus Dei estudiará “con detenimiento” la situación del santuario de Torreciudad : Maria José Atienza·

 

ROME REPORTS

 

Papa Francisco: JMJ en Lisboa que sea “semilla del mundo del futuro”

Video del Papa, agosto 2023: Por la JMJ Lisboa

 

 

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“Cuando voy a la Iglesia de mi barrio, solo veo personas mayores. ¿La Iglesia es ahora cosa de viejos?”, le preguntan a Francisco al comienzo de este Video del Papa que se enmarca en la Jornada Mundial de la Juventud. La respuesta es contundente: “Si se convierte en algo de viejos, va a morir. […] La Iglesia necesita a los jóvenes para no envejecer”.

El video con la nueva intención de oración del Santo Padre –que se confía a toda la Iglesia Católica a través de la Red Mundial de Oración del Papa , y que este mes cuenta con la colaboración de la Fundación de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Lisboa 2023 y del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida  – trata sobre los jóvenes, sobre la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud . El mensaje pone el acento en el llamado del Papa Francisco a que los jóvenes se pongan en camino, a toda prisa, a dar testimonio del Evangelio y con alegría.

Las preguntas de los jóvenes

El video de este mes tiene una particularidad: el Papa Francisco responde a algunos jóvenes, que le interrogan en varias lenguas y desde varios continentes. Desde Filipinas, Brasil y Costa de Marfil, jóvenes del Movimiento Eucarístico Juvenil -la sección juvenil de la Red Mundial de Oración del Papa, que cuenta con 1.700.000 miembros en 60 países- plantean a Francisco preguntas sin filtro: si la Iglesia se está reduciendo a “cosas de viejos”; por qué se eligió a María como tema de la Jornada Mundial de la Juventud; qué espera el propio Papa de este encuentro mundial de jóvenes en Portugal.

Las respuestas del Papa

Las respuestas de Francisco, en esta réplica a distancia, son también muy contundentes. Explica que la actitud de María es una lección para todos sus coetáneos, porque “en cuanto sabe que va a ser la madre de Dios, no se queda allí tomándose un selfie o presumiendo”, sino que “lo primero que hace es ponerse en camino, a toda prisa, para servir, para ayudar”. A continuación, confió su sueño de “ver en Lisboa una semilla del mundo del futuro”: un mundo en el que el amor (en un momento en el que “estamos en guerra”) y la alegría (“porque los cristianos si no tenemos alegría, no somos creíbles”) están en el centro.

Los días del encuentro

Según Monseñor Américo Aguiar, Presidente de la Fundación JMJ Lisboa 2023, “las Jornadas son, en esencia, un encuentro de los jóvenes con el Papa, un encuentro de los jóvenes con los jóvenes, y un encuentro de cada joven con la persona de Cristo vivo. En este viaje espero todo y no espero nada. Esperar todo es esperar que todos los jóvenes sean tocados por las palabras del Papa y que cada joven se encuentre con el Señor de la Vida. No esperar nada es confiar totalmente, dar todo lo que tengo y soy, y no esperar nada a cambio. Busco cada día, pero de modo especial en estos últimos días, el desprendimiento total de quien sabe que no es posible llevar a cabo esta inmensa tarea sin la presencia efectiva de Jesús Resucitado”.

Volver tras la pandemia

El Padre João Chagas , responsable de la Oficina para la Juventud del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida , comenta: “Es bueno poder rezar juntos meditando sobre el diálogo intergeneracional, un tema tan querido por nuestro amado Papa Francisco. Ya en su mensaje a los jóvenes en 2017, recordaba: ‘Con sobrada razón, aspiráis a «emprender el vuelo», lleváis en vuestro corazón muchos sueños, pero tenéis necesidad de la sabiduría y de la visión de los ancianos. Mientras abrís vuestras alas al viento, es indispensable que descubráis vuestras raíces y que toméis el testigo de las personas que os han precedido. Para construir un futuro que tenga sentido, es necesario conocer los acontecimientos pasados ​​y tomar posición frente a ellos. Precisamente para promover esta cultura integral del encuentro, después de la terrible experiencia de la pandemia, del aislamiento social, que esta JMJ sea una oportunidad para que los jóvenes de todo el mundo vuelvan a encontrarse, con la esperanza de vivir tiempos de paz”.

La Red Mundial de Oración del Papa y la JMJ 2023

El P. Frédéric Fornos SJ , Director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa, destaca la presencia de la obra pontificia en la JMJ: “El video del Papa de este mes es uno de los signos de la presencia de la Red Mundial de Oración del Papa en la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa. Ya desde 2020, de hecho, el camino de preparación del evento ha estado acompañado por la oración en la app Click To Pray, la app oficial de oración del Papa y del encuentro de Lisboa, que el día 23 de cada mes dedica una oración periódica a la JMJ 2023. Del 30 de julio al 6 de agosto, durante el transcurso del evento, Click To Pray llegará entonces a disposición de los participantes -y de quienes no pueden estar físicamente presentes, pero desean acompañar la JMJ rezando a distancia- tres meditaciones diarias, en formato texto y audio, disponibles en cinco idiomas: español, portugués, inglés, italiano y francés”. Por supuesto, el Movimiento Eucarístico Juvenil, nuestra sección juvenil, también estará presente en Lisboa. Hemos creado un equipo de reporteros MEJ que ayuda a los jóvenes MEJ de todo el mundo a participar, a través de eventos locales, en sus propios países, y online».

 

El Papa a los jóvenes: Dios está loco de amor por ustedes

“Popecast”, un diálogo a distancia entre Francisco y un grupo de chicos y chicas que se confían y cuentan sus historias. El Papa los escucha, consuela y anima

 

© Vatican Media

© Vatican Media

“Esta es la juventud del Papa…”

¿Quiénes son los jóvenes del Papa? ¿Quiénes son los jóvenes de hoy? Desde el macrocosmos de la JMJ -próximamente en Lisboa- quizá sea difícil entrar en los matices de una generación caracterizada por el avance de las tecnologías, marcada por muchas fragilidades, pero que también se distingue por el deseo de hacer, de descubrir, de reinventarse. Colores de generaciones policromáticas como la Gen Z, la Gen X, los millennials, son Jonás, discapacitado y transexual; Eduardo y Valerij, en prisión por hurto y robo; Arianna, aquejada de trastorno bipolar que se refugia en el sueño para escapar de la angustia de la vida; Giuseppe, que pasa la mayor parte de sus días jugando a videojuegos, y muchos otros cuyos rostros no conocemos, solo sus heridas, miedos, deseos y proyectos. Los compartieron en un podcast.

«¿El podcast? Lo recuerdo»

«¿El podcast? Sí, lo recuerdo», respondió Francisco. El primero había sido en marzo, con motivo del décimo aniversario de su Pontificado. La propuesta era un segundo episodio con vistas a la JMJ, donde los protagonistas son chicos y chicas de distintas procedencias que, cuando hablaron, aún no sabían que sus voces resonarían en los altavoces de un ordenador de la Casa Santa Marta. Así que hay toda la autenticidad de la gente desahogándose, contando sus historias, confiando los unos en los otros. Frente a ese ordenador se sienta el Sucesor de Pedro, que de vez en cuando da un respingo de dolor al oír palabras como suicidio, condena, marginación. Sonríe ante la diversidad de acentos. La preocupación es dar a todos una palabra. Y esa palabra es siempre «Dios», el horizonte de la vida. La otra es «adelante».

La historia de Jonás, discapacitado y transexual

Se lo dice a todo el mundo. Se lo dice a Jonás, discapacitado, homosexual, transexual, creyente, que no reivindica nada, sino que solo quiere compartir su historia: «Cultivar una fe que realmente sentía mía, me ayudó a aceptarme en mi cuerpo discapacitado, atípico, a no sentirme nunca realmente solo ni siquiera en las dificultades porque era consciente de que quienes me conocían antes de serlo nunca me confiarían una cruz demasiado pesada para mis hombros», relata.

«Cuando fui consciente de que era una persona trans, hubiera preferido tanto no creer… ¿Qué pasaba con ese cuerpo maravilloso y perfecto como obra suya? Me sentía estrujado por la dicotomía entre la fe y la identidad transgénero, ambos brazos de un mismo cuerpo, ¡el mío!». Jonás explica que las primeras personas en las que confió intentaron disuadirle, presagiando «un camino oscuro», el de los «desertores de Cristo»: «Me sentía culpable».

Edward y Valerij, marginación, baby gang, orfanato, ira

En Sudamérica, Edward, rumano, sería miembro de una pandilla, las que en Italia se conocen como baby gang. Ha robado, traficado, atracado, como respuesta a una condición de pobreza y marginación, de burlas por ropa vieja e italiano equivocado. Se describe a sí mismo como «un buen chico, pero muy frágil». Valerij es ruso y ha utilizado la violencia contra cosas y personas. Desahogó una rabia interior acumulada tras el abandono de sus padres en un orfanato y la pandemia, la «chispa» que le hizo estallar. No tiene sueños en el cajón, confiesa, solo espera el fin de su condena. Ambos están en la comunidad de rehabilitación juvenil de Kayros.

Los errores no deben ahogar la vida

Su historia es una historia «humana», dice el Papa, que «sigue con aciertos y con errores».

«Tantas veces la sociedad es cruel porque un error nos califica de por vida… Ese dedo acusador nos destruye. Te digo una cosa: no estabas solo en tu camino, ni siquiera cuando cometiste los malos errores, el Señor estaba allí. Y el Señor estaba dispuesto a llevarte de la mano, a ayudarte a levantarte. Fue Él quien hizo que las circunstancias históricas os levantaran a los dos…. La vida no se ahoga en los errores. Nuestros errores muchas veces nos hacen reflexionar para seguir adelante».

Ariadna, los trastornos y la salvación de Dios

Ariadna no es menor de edad, pero sigue siendo una niña. Sufre un trastorno bipolar que la «mantiene atrapada» y le impide trabajar. Duerme para escapar de la angustia de una vida plagada de dificultades, incluidas las psicológicas. Lo cuenta todo con la lucidez que da sentirse «salvada por Dios». El Papa se conmueve con su relato y pide escuchar dos veces algunos pasajes, sobre todo aquel en el que la chica dice vivir como en «un vaivén entre el deseo de suicidarse y el corazón que estalla de alegría».

«No pierdas la aventura de la vida»

El Papa advierte: «Una vida así corre el riesgo de ser un laberinto».

“Miren siempre adelante, no pierdan el horizonte, porque es lo que les hará seguir adelante. Y el horizonte es Dios. No pierdas esta aventura de la vida. No entres en los laberintos de la conciencia que al final no nos salvan”.

Del Pontífice también la invitación a observar todos los cuidados psicológicos necesarios: «Todos tenemos heridas psicofísicas, todos estamos heridos por la vida y también por el pecado. Pero cuídense de eso».

Agustina y los jóvenes de Argentina

Acompaña a los jóvenes Agustina, de Argentina. Habla de la acción de los chicos y chicas de su país por un futuro «mejor». «Argentina… Su asunto, Santo Padre». Él, con un brillo en los ojos, sintoniza con su compatriota y cuenta ‘una historia’:

«Una vez los ángeles fueron a ver a Dios y a quejarse: ‘Tú, Padre Eterno, eres injusto porque a todos nos diste una sola cosa de riqueza… en cambio a la Argentina le diste todo, es rica en todo’. Y el Padre Eterno respondió: ‘Pero me di cuenta y para equilibrarlo les di a los argentinos’. El problema de Argentina somos nosotros que muchas veces no tenemos fuerzas para seguir”.

El ejemplo de la Copa del Mundo

El ejemplo, para Francisco, es el último Mundial:

«Holanda al principio, primer tiempo, 2-0. Pero ¡qué bonito! ¿Y qué hicieron los argentinos? «¡Ganamos!». Al final tuvieron que ganar con un penalti. Francia, 3-1. «¡Ah, ya ganamos!» Pero faltaba el segundo tiempo. Al final ganaron con un penalti. Pensamos que se acabó porque nos cansamos del camino y paramos a mitad de camino».

Valeria y los deseos y críticas de los jóvenes a la Iglesia

Valeria, profesora de religión, es joven, pero no habla como joven, sino en nombre de los jóvenes. Ella es la portavoz de las peticiones, demandas e incluso quejas que recoge en su servicio. Como las de una Iglesia más transparente, modernizada en sus métodos, cercana a la gente. Una «Iglesia en camino» en definitiva, observa el Papa.

«La Iglesia es Iglesia cuando está en camino. Por el contrario, es una secta religiosa encerrada en sí misma. Muchas veces, en la Iglesia hay luchas de pequeños grupos, unos contra otros. Cuando una diferencia se convierte en partido, esto mata la unidad…. No todos somos uniformes en la Iglesia y esta es la grandeza».

La vida virtual de Giuseppe

El último es Giuseppe, quien ha dejado la universidad y pasa la mayor parte del tiempo en casa jugando a videojuegos, tejiendo solo relaciones virtuales. El suyo no es un testimonio, sino la reivindicación de una elección de vida: «Al final no hago daño, ni lo recibo». El Papa escucha y pasa de abuelo a padre, sin ahorrar algo de dureza porque chicos como José quizá necesiten una sacudida.

«Contacto aséptico»

“Realmente has desarrollado una forma de vivir, de estar en contacto con la gente, pero es un contacto aséptico. Como el que tienen las personas en terapia de custodia que miran a sus familiares detrás de un cristal. Echas de menos el horizonte… No se puede vivir sin horizonte, ¿sabes? Te aburres de ti mismo, con el tiempo”.

La invitación a ir a la JMJ

«¿Irás a la JMJ?» es la pregunta que finalmente se hace a todos. Algunos sí, otros no, algunos ni siquiera saben de qué se trata. Sin embargo, la invitación del Papa vale para todos:

«Vale la pena ir a la JMJ. ¡Vale la pena arriesgarse! Quien no se arriesgue, que no vaya. Merece la pena ir, y luego hablamos».

La propuesta de una Jornada Mundial de los Niños

Casi en la puerta, en la urgencia de una agenda estival marcada por todo menos por el descanso, una última petición: «¡Esto, Santo Padre, tiene que oírlo de verdad!». Es el mensaje de voz de Alessandro, un niño de 9 años, que lanza la propuesta de una Jornada Mundial de los Niños.

«¡Me gusta mucho! Y podemos pedir a los abuelos que lo organicen. Pedir a los abuelos que organicen un día así. Una bonita idea. Lo pensaré y veré cómo hacerlo».

 

 


SANTA MARTA*

Memoria

— Confianza y amor al Maestro.

— La Humanidad Santísima de Jesús.

— La amistad con el Señor nos hace fácil el camino.

I. La festividad de Santa Marta nos permite entrar una vez más en el hogar de Betania, bendecido tantas veces por la presencia de Jesús. Allí, en la familia formada por aquellos hermanos, Marta, María y Lázaro, el Señor encontraba cariño, y también descanso para su cuerpo fatigado por recorridos interminables por aldeas y ciudades. Jesús buscaba refugio entre sus amigos, especialmente cuando en los últimos días tropezaba más frecuentemente con la incomprensión y el desprecio, por parte principalmente de los fariseos. Los sentimientos del Maestro hacia los hermanos de Betania vienen expresados por San Juan en su Evangelio: Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro1. ¡Eran amigos!

El Evangelio de la Misa2 nos relata la llegada de Jesús al hogar de esta familia, cuando hacía cuatro días que Lázaro había muerto. Poco tiempo antes, cuando ya Lázaro estaba muy grave, las hermanas enviaron al Maestro este recado lleno de confianza: Señor, mira, aquel a quien amas está enfermo3. Y Jesús, que se encontraba en Galilea, a varias jornadas de camino, cuando oyó que estaba enfermo, se quedó aún dos días en el mismo lugar. Después, pasados estos, dijo a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea4. Cuando llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días sepultado.

Marta, siempre atenta y activa, probablemente antes de que Jesús llegara a la casa se enteró de que se aproximaba, y salió enseguida a recibirlo. Y a pesar de que, aparentemente, el Señor no había acudido a la llamada, su confianza y su amor no han disminuido. Señor le dice Marta, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano...5. Le reprocha con suma delicadeza no haber llegado antes. Marta esperaba la curación de su hermano cuando estaba todavía enfermo. Y Jesús, con un gesto amable, quizá con una sonrisa en los labios, la sorprende: Tu hermano resucitará6. Marta acoge estas palabras como un consuelo y piensa en la resurrección definitiva, y contesta: Ya sé que resucitará en la resurrección, en el último día7. Estas palabras provocan una portentosa declaración de Jesús acerca de su divinidad: Yo soy la Resurrección y la Vida, el que cree en Mí, aunque hubiera muerto, vivirá, y todo el que vive y cree en Mí no morirá para siempre8. Y le pregunta: ¿Crees tú esto? ¿Quién podría sustraerse a la autoridad soberana de esta declaración? ¡Yo soy la Resurrección y la Vida! ¡Yo...! ¡Yo soy la razón de ser de todo cuanto existe! Jesús es la Vida, no solo la que empieza en el más allá, sino también la vida sobrenatural que la gracia opera en el alma del hombre que todavía se encuentra en camino. Son palabras extraordinarias que nos llenan de seguridad, que nos acercan cada vez más a Cristo, y que nos llevan a hacer nuestra la respuesta de Marta: Yo he creído que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido a este mundo9. El Señor, momentos después, resucitará a Lázaro.

Admiramos en Marta su fe, y querríamos imitarla en su amistad confiada con el Maestro. «¿Has visto con qué cariño, con qué confianza trataban sus amigos a Cristo? Con toda naturalidad le echan en cara las hermanas de Lázaro su ausencia: ¡te hemos avisado! ¡Si Tú hubieras estado aquí!...

»-Confíale despacio: enséñame a tratarte con aquel amor de amistad de Marta, de María y de Lázaro; como te trataban también los primeros Doce, aunque al principio te seguían quizá por motivos no muy sobrenaturales»10.

II. Un tiempo después, estando ya cercana la Pascua, Jesús visitó de nuevo a estos amigos: fue a Betania donde vivía Lázaro, al que Jesús resucitó de entre los muertos. Allí le prepararon una cena. Marta servía y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con Él11.

Marta servía... ¡Con qué amor agradecido lo haría! Allí, en su casa, estaba el Mesías, allí estaba Dios necesitado de sus atenciones. Y ella podía servirle. Dios se ha hecho Hombre para estar muy cerca de nuestras necesidades, para que aprendamos a amarle a través de su Humanidad Santísima, para que podamos ser sus amigos entrañables. No podemos dejar de considerar una y otra vez que el mismo Jesús de Nazareth, de Cafarnaún, de Betania, es el mismo que nos espera en el Sagrario más próximo, «necesitado» de nuestras atenciones. «Es verdad que a nuestro Sagrario le llamo siempre Betania... Hazte amigo de los amigos del Maestro: Lázaro, Marta, María. Y después ya no me preguntarás por qué llamo Betania a nuestro Sagrario»12. Allí está Él. No podemos pasar indiferentes, no debemos dejar de visitarle cada día..., y permanecer en su compañía esos minutos de acción de gracias, después de la Comunión, sin prisas, sin inquietud. Nada hay más importante.

Enseña Santo Tomás que no hubo otro modo más conveniente para redimir a los hombres que el de su Encarnación13. Y aduce estas razones: en cuanto a la fe, porque se hacía más fácil creer, ya que Dios mismo era el que hablaba; en cuanto a la esperanza, por la prueba tan grande de su voluntad salvífica que esto representaba; en cuanto a la caridad, porque nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos14; en cuanto a las obras, porque el mismo Dios nos iba a servir de modelo: asumiendo nuestra carne nos mostraba la importancia de la criatura humana, con su humillación curaba nuestra soberbia...

En la Humanidad Santísima de Jesús toma forma humana el amor que Dios nos tiene, abriéndose así un plano inclinado que nos lleva suavemente a Dios Padre. Por eso, la vida cristiana consiste en querer a Cristo, en imitarle, en seguirle de cerca, atraídos por su vida. La santificación no tiene su centro en la lucha contra el pecado, no es algo negativo; está centrada en Jesucristo, objeto de nuestro amor: no se trata solo de evitar el mal, sino de amar al Maestro y de imitarle a Él, que pasó haciendo el bien...15. La vida cristiana es profundamente humana: el corazón tiene un importante lugar en la obra de nuestra santidad porque Dios se ha puesto a su alcance. Y cuando se descuida la vida de piedad, la amistad personal con el Maestro, dejando que el corazón ande desparramado en las criaturas, la fuerza de la voluntad no basta para ir hacia adelante en el camino de la santidad. Por eso, hemos de esforzarnos en verle siempre cercano a nuestra vida, y servirnos de la imaginación para representarnos a Cristo vivo: el que nació en Belén, trabajó en Nazareth, tuvo amigos durante su vida mortal a los que apreciaba de verdad y a quienes acudió muchas veces porque su compañía lo confortaba.

Aprendamos de los amigos de Jesús a tratarle con inmenso respeto, porque es Dios, y con gran confianza, por ser el Amigo de siempre, que busca continuamente nuestro trato.

III. En otra ocasión, Jesús y sus discípulos se detuvieron en casa de estos amigos de Betania, antes de llegar a Jerusalén. Las dos hermanas se dispusieron a preparar todo lo necesario para dar hospitalidad al Maestro y al grupo de los que le acompañaban. Pero María, quizá al poco tiempo de llegar Jesús, se sentó a sus pies, y escuchaba su palabra16, y Marta quedó sola en el trabajo de la casa. María se despreocupa de lo mucho que aún falta por disponer y se entrega por completo a escuchar al Maestro. «La familiaridad con que se instala a sus pies, el hábito que tiene de escucharle, el hambre de oír sus palabras, demuestran que no es este un primer encuentro, sino que hay una verdadera intimidad»17. Marta no es ciertamente indiferente a las palabras de Jesús; ella también atiende, pero está más ocupada en las tareas domésticas. Sin darse cuenta, Jesús ha pasado a un segundo plano: la absorbe aquello mismo que ha de disponer para atenderle bien. Y se inquieta al sentirse sola, con más trabajo quizá del que puede realizar. Mientras, contempla a su hermana a los pies de Jesús. Quizá un tanto desasosegada, y con gran confianza, se puso delante de Jesús, precisa San Lucas, y le dijo: Señor, ¿no te importa nada que mi hermana me deje sola en el trabajo de la casa? Dile, pues, que me ayude18. ¡Qué confianza tan grande tiene con el Maestro!: Dile que me ayude...

Jesús le responde en el mismo tono familiar, como parece indicar la misma repetición del nombre: Marta, Marta le dice, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. En verdad una sola cosa es necesaria19. María, que con toda seguridad tendría que haber estado ayudando a su hermana, no ha olvidado con todo lo esencial, lo verdaderamente necesario: tener a Cristo como centro de su atención y de su vida. No alaba el Señor toda su actitud, sino lo principal: su amor.

Ni siquiera las cosas que se refieren al Señor nos deben hacer olvidar al Señor de las cosas. Nunca olvidaría Marta esta amable reconvención de Jesús. A pesar de lo indispensable que era su trabajo, mayor aún era el esmero que debía tener por no dejar a Jesús en segundo plano.

Ni siquiera en las tareas que se refieren directamente al Señor debemos olvidar nosotros que lo principal, lo necesario, es su Persona. También en nuestra vida ordinaria debemos tener presente que asuntos que parecen primordiales, como es el trabajo, tampoco se han de anteponer a la familia misma; de poco servirían otras ayudas mejoras económicas, relaciones sociales... si la misma vida familiar se fuera deteriorando por quedar en segundo plano, excepto en casos excepcionales que pueden llevar a que, por ejemplo, sea necesario que el cabeza de familia trabaje en un lugar distante de donde reside el resto de la familia (emigrantes, marinos...). Si un padre o una madre de familia gana más dinero, pero descuida el trato con los hijos, ¿de qué servirá?

Santa Marta, que goza en el Cielo para siempre de la presencia inefable de Cristo, nos alcanzará la gracia de apreciar más la amistad con el Maestro; nos enseñará a cuidar con diligencia de las cosas del Señor, sin olvidar al Señor de las cosas; ella intercederá ante Jesús para que nosotros aprendamos a no posponer tampoco la familia a esos logros buenos que queremos alcanzar en favor de la familia misma.

1 Jn 11, 5. — 2 Jn 11, 17-27. — 3 Jn 11, 3. — 4 Jn 11, 67. — 5 Jn 11, 21. — 6 Jn 11, 23. — 7 Jn 11, 24. — 8 Jn 11, 25. — 9 Jn 11, 27. — 10 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 495. — 11 Jn 12, 1-2. — 12 San Josemaría Escrivá. Camino, n. 322. — 13 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica. 3, q. I. a. 2. — 14 Jn 15, 13. — 15 Hech 10, 38. — 16 Lc 10, 39. — 17 M. J. Indart, Jesús en su mundo, p. 36. — 18 Lc 10, 40. — 19 Lc 10, 41-42.

Santa Marta vivía en Betania, cerca de Jerusalén, con sus hermanos María y Lázaro. En la última etapa de la vida pública, Jesús se hospedó con frecuencia en su casa. Fuertes lazos de amistad unían a aquellos hermanos con Jesús.

 

Evangelio del sábado: el tiempo de los frutos

Comentario del sábado de la 16.ª semana del tiempo ordinario. “Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla; el trigo, en cambio, almacenadlo en mi granero”. En el tiempo de esta vida cultivemos con paciencia y generosidad los dones recibidos, para que Él recoja los frutos en el momento oportuno.

29/07/2023​

Evangelio (Mt 13, 24-30)

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola al gentío: “El Reino de los Cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero, mientras dormían los hombres, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando brotó la hierba y echó espiga, entonces apareció también la cizaña. Los siervos del amo de la casa fueron a decirle: «Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña?» Él les dijo: «Algún enemigo lo habrá hecho». Le respondieron los siervos: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?» Pero él les respondió: «No, no vaya a ser que, al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo. Dejad que crezcan juntos hasta la siega. Y al tiempo de la siega les diré a los segadores: “Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla; el trigo, en cambio, almacenadlo en mi granero».”


Comentario

Seguramente, a todos nos interpela con fuerza la existencia del mal. De hecho, es el motivo que muchos aducen para poner en duda la existencia de Dios, porque no ven compatibilidad posible entre su Bondad y las cosas malas que suceden. Del mismo modo, muchos creyentes asisten a complejos escenarios y flagrantes injusticias, mientras parece que el Señor está cruzado de brazos.

Jesús, con la parábola del buen trigo y la cizaña, que Él mismo explicó (aunque esa parte no aparece en el evangelio de hoy), revela la razón y el significado de esta trágica realidad. Así, nos hace ver que Dios no es ajeno ni ingenuo: el Señor tiene delante de los ojos toda la maldad de la historia, no la niega ni la desconoce. Y un día la va a juzgar: “No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra” (Gálatas 6, 7).

De hecho, esta parábola de Jesús afirma rotundamente que existe el mal, que está presente en la vida de los hombres. Al mismo tiempo, declara que no puede provenir de Dios. Es otro el que ha sembrado esa semilla: “La cizaña son los hijos del maligno y el enemigo que la sembró es el diablo” (Mateo 13, 38).

¿Por qué Dios no arranca la cizaña? Jesús nos lo deja claro: arrancarla implicaría llevarse consigo el buen fruto sembrado por Él: la libertad. El Señor no interviene como nos parece a nosotros, en parte porque quiere intervenir a través de nosotros: “la buena semilla son los hijos del Reino” (Mateo 13, 38). Quitar a la humanidad la posibilidad de hacer el mal, implicaría también arrancar la libertad de hacer el bien, la libertad de amar.

Con extrema simplicidad, pero con gran profundidad, el Señor nos está mostrando que toda la historia humana, por compleja que sea, tendrá un instante definitivo: el trigo será separado de la cizaña. Pero ese momento no lo decidimos nosotros: lo decide Dios, que conoce los tiempos de la cosecha.

Lo que a nosotros corresponde es, a pesar de los pesares, cultivar con paciencia todo lo hermoso, bello y grande que nos entregó Dios y dejar los resultados en sus manos. Paga a cada uno según sus obras: “Porque has guardado mi mandato de perseverar, yo también te guardaré a la hora de la tentación que va a venir sobre todo el mundo, para probar a los habitantes de la tierra. Voy enseguida. Conserva lo que tienes, para que nadie arrebate tu corona” (Apocalipsis 3, 10-11).

 

 

“A vuestro corazón ha llegado el Reino de Dios”

¿Por qué no pruebas a convertir en servicio de Dios tu vida entera: el trabajo y el descanso, el llanto y la sonrisa? –Puedes..., ¡y debes! (Forja, 679)

29 de julio

No caigas en esa enfermedad del carácter que tiene por síntomas la falta de fijeza para todo, la ligereza en el obrar y en el decir, el atolondramiento...: la frivolidad, en una palabra.

Y la frivolidad -no lo olvides- que te hace tener esos planes de cada día tan vacíos ("tan llenos de vacío"), si no reaccionas a tiempo -no mañana: ¡ahora!-, hará de tu vida un pelele muerto e inútil. (Camino, 17)

Esta es tu tarea de ciudadano cristiano: contribuir a que el amor y la libertad de Cristo presidan todas las manifestaciones de la vida moderna: la cultura y la economía, el trabajo y el descanso, la vida de familia y la convivencia social. (Surco, 302)

Como Cristo pasó haciendo el bien (Act X, 38) por todos los caminos de Palestina, vosotros en los caminos humanos de la familia, de la sociedad civil, de las relaciones del quehacer profesional ordinario, de la cultura y del descanso, tenéis que desarrollar también una gran siembra de paz. Será la mejor prueba de que a vuestro corazón ha llegado el reino de Dios: nosotros conocemos haber sido trasladados de la muerte a la vida –escribe el Apóstol San Juan– en que amamos a los hermanos (1 Ioh III, 14). (Es Cristo que pasa, 166)

 

Por la Jornada Mundial de la Juventud

El Papa Francisco nos invita a rezar para que "la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa ayude a los jóvenes a ponerse en camino, dando testimonio del Evangelio con nuestra propia vida".

28/07/2023

 

                          —Cuando voy a la Iglesia de mi barrio, solo veo personas mayores. ¿La Iglesia es ahora cosa de viejos?

—L            a Iglesia no es un club para la tercera edad, como tampoco es un club juvenil. Si se convierte en algo de viejos, va a morir. San Juan Pablo II decía que si vivís con los jóvenes también vos te volvés joven, y la Iglesia necesita a los jóvenes para no envejecer.

—Querido Papa Francisco, ¿por qué ha escogido el lema para esta JMJ “María se levantó y partió sin demora”?

—Porque María, en cuanto sabe que va a ser la madre de Dios, no se queda allí tomándose un selfie o presumiendo. Lo primero que hace es ponerse en camino, a toda prisa, para servir, para ayudar. También ustedes tienen que aprender de ella a ponerse en camino para ayudar a los demás.

—¿Qué espera de esta JMJ de Lisboa?

—Me gustaría ver en Lisboa una semilla del mundo del futuro. Un mundo donde el amor esté en el centro, donde nos podamos sentir hermanas y hermanos. Estamos en guerra, necesitamos otra cosa. Un mundo que no tenga miedo a testimoniar el Evangelio. Un mundo con alegría, porque los cristianos si no tenemos alegría, no somos creíbles, no nos cree nadie.

Oremos para que la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa nos ayude a los jóvenes a ponernos en camino, dando testimonio del Evangelio con nuestra propia vida.

Oración de la intención mensual del Papa Francisco

Intenciones mensuales anteriores. Las intenciones son confiadas mensualmente a la Red Mundial de Oración del Papa con el objetivo de difundir y concienciar sobre la imperiosa necesidad de orar y actuar por ellas.

 

 

La buena política está al servicio de la paz

Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de la Paz 2019 (1 de enero).

31/12/2018

1. “Paz a esta casa”

Jesús, al enviar a sus discípulos en misión, les dijo: «Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros» (Lc 10,5-6).

Dar la paz está en el centro de la misión de los discípulos de Cristo. Y este ofrecimiento está dirigido a todos los hombres y mujeres que esperan la paz en medio de las tragedias y la violencia de la historia humana[1]. La “casa” mencionada por Jesús es cada familia, cada comunidad, cada país, cada continente, con sus características propias y con su historia; es sobre todo cada persona, sin distinción ni discriminación. También es nuestra “casa común”: el planeta en el que Dios nos ha colocado para vivir y al que estamos llamados a cuidar con interés.

Por tanto, este es también mi deseo al comienzo del nuevo año: “Paz a esta casa”.

2. El desafío de una buena política

La paz es como la esperanza de la que habla el poeta Charles Péguy[2]; es como una flor frágil que trata de florecer entre las piedras de la violencia. Sabemos bien que la búsqueda de poder a cualquier precio lleva al abuso y a la injusticia. La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción.

LA POLÍTICA, SI SE LLEVA A CABO EN EL RESPETO FUNDAMENTAL DE LA VIDA, LA LIBERTAD Y LA DIGNIDAD DE LAS PERSONAS, PUEDE CONVERTIRSE EN UNA FORMA EMINENTE DE LA CARIDAD

Dice Jesús: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos» (Mc 9,35). Como subrayaba el Papa san Pablo VI: «Tomar en serio la política en sus diversos niveles ―local, regional, nacional y mundial― es afirmar el deber de cada persona, de toda persona, de conocer cuál es el contenido y el valor de la opción que se le presenta y según la cual se busca realizar colectivamente el bien de la ciudad, de la nación, de la humanidad»[3].

En efecto, la función y la responsabilidad política constituyen un desafío permanente para todos los que reciben el mandato de servir a su país, de proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo. La política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, la libertad y la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad.

3. Caridad y virtudes humanas para una política al servicio de los derechos humanos y de la paz

El Papa Benedicto XVI recordaba que «todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis. […] El compromiso por el bien común, cuando está inspirado por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramente secular y político. […] La acción del hombre sobre la tierra, cuando está inspirada y sustentada por la caridad, contribuye a la edificación de esa ciudad de Dios universal hacia la cual avanza la historia de la familia humana»[4]. Es un programa con el que pueden estar de acuerdo todos los políticos, de cualquier procedencia cultural o religiosa que deseen trabajar juntos por el bien de la familia humana, practicando aquellas virtudes humanas que son la base de una buena acción política: la justicia, la equidad, el respeto mutuo, la sinceridad, la honestidad, la fidelidad.

A este respecto, merece la pena recordar las “bienaventuranzas del político”, propuestas por el cardenal vietnamita François-Xavier Nguyễn Vãn Thuận, fallecido en el año 2002, y que fue un fiel testigo del Evangelio:

Bienaventurado el político que tiene una alta consideración y una profunda conciencia de su papel.

Bienaventurado el político cuya persona refleja credibilidad.

Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés.

Bienaventurado el político que permanece fielmente coherente.

Bienaventurado el político que realiza la unidad.

Bienaventurado el político que está comprometido en llevar a cabo un cambio radical.

Bienaventurado el político que sabe escuchar.

Bienaventurado el político que no tiene miedo[5].

4. Los vicios de la política

Cada renovación de las funciones electivas, cada cita electoral, cada etapa de la vida pública es una oportunidad para volver a la fuente y a los puntos de referencia que inspiran la justicia y el derecho. Estamos convencidos de que la buena política está al servicio de la paz; respeta y promueve los derechos humanos fundamentales, que son igualmente deberes recíprocos, de modo que se cree entre las generaciones presentes y futuras un vínculo de confianza y gratitud.

ESTOS VICIOS, QUE SOCAVAN EL IDEAL DE UNA DEMOCRACIA AUTÉNTICA, SON LA VERGÜENZA DE LA VIDA PÚBLICA Y PONEN EN PELIGRO LA PAZ SOCIAL

En la política, desgraciadamente, junto a las virtudes no faltan los vicios, debidos tanto a la ineptitud personal como a distorsiones en el ambiente y en las instituciones. Es evidente para todos que los vicios de la vida política restan credibilidad a los sistemas en los que ella se ejercita, así como a la autoridad, a las decisiones y a las acciones de las personas que se dedican a ella.

Estos vicios, que socavan el ideal de una democracia auténtica, son la vergüenza de la vida pública y ponen en peligro la paz social: la corrupción —en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas—, la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la “razón de Estado”, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio.

5. La buena política promueve la participación de los jóvenes y la confianza en el otro

Cuando el ejercicio del poder político apunta únicamente a proteger los intereses de ciertos individuos privilegiados, el futuro está en peligro y los jóvenes pueden sentirse tentados por la desconfianza, porque se ven condenados a quedar al margen de la sociedad, sin la posibilidad de participar en un proyecto para el futuro.

En cambio, cuando la política se traduce, concretamente, en un estímulo de los jóvenes talentos y de las vocaciones que quieren realizarse, la paz se propaga en las conciencias y sobre los rostros. Se llega a una confianza dinámica, que significa “yo confío en ti y creo contigo” en la posibilidad de trabajar juntos por el bien común. La política favorece la paz si se realiza, por lo tanto, reconociendo los carismas y las capacidades de cada persona. «¿Hay acaso algo más bello que una mano tendida? Esta ha sido querida por Dios para dar y recibir. Dios no la ha querido para que mate (cf. Gn 4,1ss) o haga sufrir, sino para que cuide y ayude a vivir. Junto con el corazón y la mente, también la mano puede hacerse un instrumento de diálogo»[6].

LA POLÍTICA FAVORECE LA PAZ SI SE REALIZA RECONOCIENDO LOS CARISMAS Y LAS CAPACIDADES DE CADA PERSONA

Cada uno puede aportar su propia piedra para la construcción de la casa común. La auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales.

Una confianza de ese tipo nunca es fácil de realizar porque las relaciones humanas son complejas. En particular, vivimos en estos tiempos en un clima de desconfianza que echa sus raíces en el miedo al otro o al extraño, en la ansiedad de perder beneficios personales y, lamentablemente, se manifiesta también a nivel político, a través de actitudes de clausura o nacionalismos que ponen en cuestión la fraternidad que tanto necesita nuestro mundo globalizado.

VIVIMOS EN ESTOS TIEMPOS EN UN CLIMA DE DESCONFIANZA QUE ECHA SUS RAÍCES EN EL MIEDO AL OTRO O AL EXTRAÑO

Hoy más que nunca, nuestras sociedades necesitan “artesanos de la paz” que puedan ser auténticos mensajeros y testigos de Dios Padre que quiere el bien y la felicidad de la familia humana.

6. No a la guerra ni a la estrategia del miedo

Cien años después del fin de la Primera Guerra Mundial, y con el recuerdo de los jóvenes caídos durante aquellos combates y las poblaciones civiles devastadas, conocemos mejor que nunca la terrible enseñanza de las guerras fratricidas, es decir que la paz jamás puede reducirse al simple equilibrio de la fuerza y el miedo. Mantener al otro bajo amenaza significa reducirlo al estado de objeto y negarle la dignidad. Es la razón por la que reafirmamos que el incremento de la intimidación, así como la proliferación incontrolada de las armas son contrarios a la moral y a la búsqueda de una verdadera concordia.

NO SON ACEPTABLES LOS DISCURSOS POLÍTICOS QUE TIENDEN A CULPABILIZAR A LOS MIGRANTES DE TODOS LOS MALES Y A PRIVAR A LOS POBRES DE LA ESPERANZA

El terror ejercido sobre las personas más vulnerables contribuye al exilio de poblaciones enteras en busca de una tierra de paz. No son aceptables los discursos políticos que tienden a culpabilizar a los migrantes de todos los males y a privar a los pobres de la esperanza. En cambio, cabe subrayar que la paz se basa en el respeto de cada persona, independientemente de su historia, en el respeto del derecho y del bien común, de la creación que nos ha sido confiada y de la riqueza moral transmitida por las generaciones pasadas.

Asimismo, nuestro pensamiento se dirige de modo particular a los niños que viven en las zonas de conflicto, y a todos los que se esfuerzan para que sus vidas y sus derechos sean protegidos. En el mundo, uno de cada seis niños sufre a causa de la violencia de la guerra y de sus consecuencias, e incluso es reclutado para convertirse en soldado o rehén de grupos armados. El testimonio de cuantos se comprometen en la defensa de la dignidad y el respeto de los niños es sumamente precioso para el futuro de la humanidad.

7. Un gran proyecto de paz

Celebramos en estos días los setenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que fue adoptada después del segundo conflicto mundial. Recordamos a este respecto la observación del Papa san Juan XXIII: «Cuando en un hombre surge la conciencia de los propios derechos, es necesario que aflore también la de las propias obligaciones; de forma que aquel que posee determinados derechos tiene asimismo, como expresión de su dignidad, la obligación de exigirlos, mientras los demás tienen el deber de reconocerlos y respetarlos»[7].

LA PAZ ES UNA CONVERSIÓN DEL CORAZÓN Y DEL ALMA

La paz, en efecto, es fruto de un gran proyecto político que se funda en la responsabilidad recíproca y la interdependencia de los seres humanos, pero es también un desafío que exige ser acogido día tras día. La paz es una conversión del corazón y del alma, y es fácil reconocer tres dimensiones inseparables de esta paz interior y comunitaria:

— la paz con nosotros mismos, rechazando la intransigencia, la ira, la impaciencia y ―como aconsejaba san Francisco de Sales― teniendo “un poco de dulzura consigo mismo”, para ofrecer “un poco de dulzura a los demás”;

— la paz con el otro: el familiar, el amigo, el extranjero, el pobre, el que sufre...; atreviéndose al encuentro y escuchando el mensaje que lleva consigo;

— la paz con la creación, redescubriendo la grandeza del don de Dios y la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno de nosotros, como habitantes del mundo, ciudadanos y artífices del futuro.

La política de la paz ―que conoce bien y se hace cargo de las fragilidades humanas― puede recurrir siempre al espíritu del Magníficat que María, Madre de Cristo salvador y Reina de la paz, canta en nombre de todos los hombres: «Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; […] acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre» (Lc 1,50-55).

Vaticano, 8 de diciembre de 2018

Francisco


[1] Cf. Lc 2,14: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad».

[2] Cf. Le Porche du mystère de la deuxième vertu, París 1986.

[3] Carta ap. Octogesima adveniens (14 mayo 1971), 46.

[4] Carta enc. Caritas in veritate (29 junio 2009), 7.

[5] Cf. Discurso en la exposición-congreso “Civitas” de Padua: “30giorni” (2002), 5.

[6] Benedicto XVI, Discurso a las Autoridades de Benín (Cotonou, 19 noviembre 2011).

[7] Carta enc. Pacem in terris (11 abril 1963), 44.

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Tema 15. La Iglesia y el Estado

La salvación realizada por Cristo, y consiguientemente la misión de la Iglesia, se dirige al hombre en su integridad, y por tanto como persona que vive en sociedad.

La religión y la política son ámbitos distintos, aunque no separados pues el hombre religioso y el ciudadano se funden en la misma persona.

17/12/2016

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1. La misión de la Iglesia en el mundo

La salvación realizada por Cristo, y consiguientemente la misión de la Iglesia, se dirige al hombre en su integridad: por eso cuando la Iglesia propone su doctrina social, no sólo no se aleja de su misión, sino que la cumple fielmente. Aún más, la evangelización no sería auténtica si no tuviera en cuenta la relación entre el Evangelio y la conducta personal, tanto a nivel individual cuanto social. Además, la Iglesia vive en el mundo y es lógico, e incluso debido, que se relacione con él en modo armónico, respetando la estructura y finalidad propia de la naturaleza de las distintas organizaciones humanas.

Así pues, la Iglesia tiene la misión, que es también un derecho, de ocuparse de los problemas sociales; y cuando lo hace «no puede ser acusada de sobrepasar su campo específico de competencia y, mucho menos, el mandato recibido del Señor» [1].

La misión de la Iglesia en este ámbito no se limita a proponer una normativa ética. Se trata, más básicamente, de mostrar la dimensión evangélica de la vida social, según la entera verdad sobre el hombre, de enseñar la conducta congruente con esa verdad y de exhortar a su cumplimiento.

De hecho, entre la vida cristiana y la promoción humana existe una profunda y esencial unión: un nexo antropológico, un vínculo teológico y un deber de caridad [2]. Esa armonía, sin embargo, no comporta su confusión: la meta de la conducta cristiana es la identificación con Cristo; su liberación es, esencialmente, liberación del pecado, que ciertamente exige el empeño en las liberaciones sectoriales [3]. Esta distinción es la base de la autonomía de las realidades terrenas.

Las enseñanzas del Magisterio en este campo no se extienden, por tanto, a los aspectos técnicos, ni proponen sistemas de organización social, que no pertenecen a su misión. Estas enseñanzas sólo pretenden la formación de las conciencias; y así, no obstaculizan la autonomía de las realidades terrenas [4].

Así pues, no corresponde a la Jerarquía una función directa en la organización de la sociedad; su cometido es enseñar e interpretar de modo auténtico los principios morales en este campo. Por eso, la Iglesia acepta cualquier sistema social en que se respete la dignidad humana; y los fieles deben acoger el Magisterio social con una adhesión de la inteligencia, de la voluntad y de la obras (cfr. Lc 10,16; Catecismo, 2032 y 2037).

2. Relación entre la Iglesia y el Estado

La religión y la política son ámbitos distintos, aunque no separados pues el hombre religioso y el ciudadano se funden en la misma persona, que está llamada a cumplir tanto sus deberes religiosos cuanto sus deberes sociales, económicos y políticos. Es necesario, sin embargo, que «los fieles aprendan a distinguir con cuidado los derechos y deberes que les conciernen por su pertenencia a la Iglesia y los que les competen en cuanto miembros de la sociedad humana. Esfuércense en conciliarlos entre sí, teniendo presente que en cualquier asunto temporal deben guiarse por la conciencia cristiana, dado que ninguna actividad humana, ni siquiera en el orden temporal, puede sustraerse al imperio de Dios. En nuestro tiempo, concretamente, es de la mayor importancia que esa distinción y esta armonía brille con suma claridad en el comportamiento de los fieles» [5]. Puede decirse que en estas palabras se resume el modo en que los católicos deben vivir la enseñanza del Señor: «Dad, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios» (Mt 22,21).

La relación entre la Iglesia y el Estado comporta, por tanto, una distinción sin separación, una unión sin confusión (cfr. Mt 22,15-21 y paral.). Esa relación será correcta y fructuosa si sigue tres principios fundamentales: aceptar la existencia de un ámbito ético que precede y informa la esfera política; distinguir la misión de la religión y de la política; favorecer la colaboración entre estos dos ámbitos.

a) Los valores morales deben informar la vida política

La propuesta de un “Estado ético”, que pretende regular el comportamiento moral de los ciudadanos, es una teoría ampliamente rechazada, ya que con frecuencia lleva al totalitarismo o al menos implica una tendencia marcadamente autoritaria. Al Estado no le corresponde decidir lo que está bien o lo que está mal, en cambio si tiene la obligación de buscar y promover el bien común y para eso, a veces, necesitará regular sobre el comportamiento de los ciudadanos.

Este rechazo a un “Estado ético”, sin embargo, no debe conducir al error opuesto: la “neutralidad” moral del mismo que de hecho ni existe ni se puede dar. En efecto, los valores morales indican los criterios que favorecen el desarrollo integral de las personas; ese desarrollo, en su dimensión social, forma parte del bien común terreno; y el principal responsable del bien común es el Estado. El Estado debe, entre otras cosas, favorecer la conducta moral de las personas, al menos en la vida social.

b) La Iglesia y el Estado se diferencian por su naturaleza y por sus fines

La Iglesia ha recibido de Cristo el mandato apostólico: «id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» ( Mt 28,19-20). Con su doctrina y con su actividad apostólica, la Iglesia contribuye a la recta ordenación de las cosas temporales, de modo que sirvan al hombre para alcanzar su fin último y no lo desvíen de él.

Los medios que la Iglesia utiliza para llevar a cabo su misión son, ante todo, espirituales: la predicación del Evangelio, la administración de los sacramentos, la oración. También necesita utilizar medios materiales, adecuados a la naturaleza de sus miembros que son personas humanas (cfr. Hch 4,32-37; 1 Tm 5,18); estos medios han de ser siempre conformes al Evangelio. La Iglesia necesita además independencia para realizar su misión en el mundo, pero no un predominio de carácter político o económico (cfr. Catecismo, 2246; Compendio, 426) [6].

El Estado es una institución que deriva de la natural sociabilidad humana, cuya finalidad es el bien común temporal de la sociedad civil; este bien no es sólo material sino también espiritual, pues los miembros de la sociedad son personas con cuerpo y alma. El progreso social requiere, además de medios materiales, otros muchos bienes de carácter espiritual: la paz, el orden, la justicia, la libertad, la seguridad, etc. Estos bienes sólo pueden alcanzarse mediante el ejercicio de las virtudes sociales, que el Estado debe promover y tutelar (p. ej. la moralidad pública).

La diversidad entre el ámbito religioso y político implica que el Estado no goza de “sacralidad” ni debe gobernar las conciencias, ya que el fundamento moral de la política se encuentra fuera de ella; además la Iglesia no posee un poder político coercitivo; en cuanto la pertenencia a ella, desde el punto de vista civil, es voluntaria, su potestad es de carácter espiritual y no impone una única solución política. En tal modo, Estado e Iglesia se ajustan a sus propias funciones, y esto favorece la libertad religiosa y social.

De aquí derivan dos importantes derechos: el derecho a la libertad religiosa que consiste en una inmunidad de coacción por parte del Estado en materia religiosa; y el derecho a la libertad de actuación de los católicos respecto a la jerarquía en materia temporal, aunque con la obligación de seguir el Magisterio (cfr. CIC, 227). Además la Iglesia, «al predicar la verdad evangélica, iluminando todos los sectores de la acción humana con su doctrina y con el testimonio de los cristianos, respeta y promueve también la libertad y la responsabilidad políticas de los ciudadanos» [7].

c) Colaboración entre la Iglesia y el Estado

La distinción entre la Iglesia y el Estado no comporta –como se ha dicho– su total separación, ni que la Iglesia deba reducir la propia acción al ámbito privado y espiritual. Ciertamente la Iglesia «no puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia» [8]. En este sentido, la Iglesia tiene el derecho y el deber «de enseñar su doctrina sobre la sociedad, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas» [9].

Así, p. ej., la Iglesia puede y debe señalar que una ley es injusta porque es contraria a la ley natural (leyes sobre el aborto o el divorcio), o que determinadas costumbres o situaciones son inmorales aunque estén permitidas por el poder civil, o que los católicos no deben dar su apoyo a aquellas personas o partidos que se propongan objetivos contrarios a la ley de Dios, y por tanto a la dignidad de la persona humana y al bien común [10].

Tanto la Iglesia como la actividad política –que ejercen los gobernantes a través de las distintas instituciones, o los partidos– aunque por un título diverso, están al servicio del hombre, y «este servicio lo realizarán con tanta mayor eficacia, para bien de todos, cuanto más sana y mejor sea la cooperación entre ellas» [11]. Si la comunidad política (es decir, la sociedad tomada en su conjunto: gobernantes y gobernados de un determinado Estado) ignora a la Iglesia, se pone en contradicción consigo misma, puesto que obstaculiza los derechos y los deberes de una parte de los ciudadanos, concretamente de los fieles católicos.

Las formas prácticas de regular estas relaciones pueden variar según las circunstancias: p. ej., no será la misma en países de tradición católica que en otros en los que la presencia de católicos es minoritaria.

Un aspecto esencial que se debe cuidar siempre es la salvaguarda del derecho a la libertad religiosa [12]. Velar por el respeto de este derecho es velar por el respeto del entero orden social. El derecho a la libertad social y civil en materia religiosa, es la fuente y síntesis de todos los derechos del hombre [13].

En muchos países la Constitución (o sistema de leyes fundamentales que regulan el sistema de gobierno de un Estado) garantiza ampliamente la libertad religiosa de todos los ciudadanos y grupos religiosos; por este cauce, puede también la Iglesia encontrar libertad suficiente para cumplir su misión y espacio para desarrollar sus iniciativas apostólicas [14].

Además, si es posible, la Iglesia procura establecer acuerdos con el Estado, llamados en general Concordatos, en los cuales se pactan soluciones concretas a las cuestiones eclesiásticas relacionadas con la finalidad del Estado: libertad de la Iglesia y de sus entidades para ejercer su misión, convenios en materia económica, días de fiesta, etc.

3. Régimen sobre las cuestiones mixtas

Hay materias en que tanto la Iglesia como el Estado deben intervenir desde sus respectivas competencias y finalidades (llamadas cuestiones mixtas), como son la educación, el matrimonio, la comunicación social, la asistencia a los necesitados [15]. En estas materias es especialmente necesaria la colaboración, de modo que cada uno pueda cumplir su misión sin impedimento por parte del otro [16].

a) A la Iglesia le compete regular el matrimonio de los católicos, aunque sólo lo sea uno de los contrayentes; también porque el matrimonio es un sacramento y a la Iglesia le corresponde establecer las normas para su administración. Mientras concierne al Estado regular los efectos de orden civil: régimen de bienes entre los esposos, etc. (cfr. CIC, 1059). El Estado tiene el deber de reconocer a los católicos el derecho a contraer matrimonio canónico.

b) La educación de los hijos —también en materia religiosa— corresponde a los padres por derecho natural; son ellos quienes deben determinar el tipo de enseñanza que desean para sus hijos y los medios de los que se servirán para ese fin (escuela, catequesis, etc.) [17]. Allí donde no sea suficiente la iniciativa de los padres o de los grupos sociales, el Estado debe subsidiariamente establecer sus propias escuelas, respetando siempre el derecho de los padres sobre la orientación de la educación de sus hijos.

En este derecho está incluido que puedan promover y dirigir escuelas en las que sus hijos reciban una educación adecuada; teniendo en cuenta la función social de estas escuelas, el Estado debe reconocerlas y subvencionarlas [18]. Y también que sus hijos reciban en las escuelas ―estatales o no― una enseñanza que esté de acuerdo con sus convicciones religiosas [19].

Compete al Estado dictar las normas relativas a la enseñanza que sean necesarias para el bien común (niveles, grados, acceso de todos a la instrucción, contenidos mínimos para obtener los grados correspondientes, reconocimiento de títulos, etc.). Es tiranía que el Estado pretenda reservarse, aunque sea indirectamente el monopolio de la enseñanza (cfr. CIC, 797).

A la Iglesia le compete siempre determinar y vigilar todo lo que se refiere a la enseñanza y difusión de la religión católica: programas, contenidos, libros, idoneidad de los profesores. Es un aspecto de la potestad de magisterio que compete a la Jerarquía, y un derecho de la Iglesia para defender y garantizar su propia identidad y la integridad de su doctrina. Nadie puede, por tanto, erigirse en maestro de doctrina católica (en las escuelas de cualquier nivel) si no está aprobado por la autoridad eclesiástica (cfr. CIC, 804-805).

También tiene derecho la Iglesia a establecer sus propios centros de enseñanza (oficialmente católicos), a que sean reconocidos y reciban ayudas estatales en las mismas condiciones que los demás centros no estatales, sin tener para ello que renunciar a su ideario católico o a su dependencia de la autoridad eclesiástica (cfr. CIC, 800).

c) La Iglesia tiene también derecho a promover iniciativas sociales que sean congruentes con su misión religiosa (hospitales, medios de comunicación, orfanatos, centros de acogida) y a que el Estado reconozca estas obras “católicas” en las mismas condiciones que las demás iniciativas de este tipo promovidas por particulares (exenciones fiscales, titulación del personal, subvenciones, colaboración de voluntarios, posibilidad de recaudar donativos, etc.).

4. Laicidad y laicismo

Un tema de gran actualidad es la distinción entre laicidad y laicismo. Por laicidad se entiende que el Estado es autónomo respecto a las leyes eclesiásticas; mientras el laicismo pretende una autonomía de la política respecto al orden moral y al mismo designio divino, y tiende a encerrar la religión en la esfera puramente privada. De este modo conculca el derecho a la libertad religiosa y perjudica el orden social (cfr. Compendio, 572). Una auténtica laicidad evita dos extremos: la imposición de una teoría moral que transforme la sociedad civil en un Estado ético [20], y el rechazo a priori de los valores morales que provienen de ámbitos culturales, religiosos, etc., que son de libre pertenencia y no deben ser gestionados desde el poder [21].

Se debe, además, subrayar que es ilusorio e injusto pedir que los fieles actúen en política “como si Dios no existiese”. Es ilusorio, porque todas las personas actúan en base a sus convicciones culturales (religiosas, filosóficas, políticas, etc.), derivadas o no de una fe religiosa; son, por tanto, convicciones que influyen sobre el comportamiento social de los ciudadanos. Es injusta, porque los no católicos aplican sus propias doctrinas, independientemente de cuál haya sido su origen.

Actuar en política de acuerdo con la propia fe, si es coherente con la dignidad de las personas, no significa que la política esté sometida a la religión; significa que la política está al servicio de la persona y, por tanto, debe respetar las exigencias morales, que es tanto como decir que debe respetar y favorecer la dignidad de todo ser humano. Asimismo, vivir el empeño político por un motivo trascendente se ajusta perfectamente a la naturaleza humana y, por eso, estimula ese empeño y produce mejores resultados.

5. El pluralismo social de los católicos

Todo lo dicho concuerda con el legítimo pluralismo de los católicos en el ámbito social. En efecto, los mismos objetivos útiles se pueden conseguir a través de diversos caminos; es, por tanto, razonable un pluralismo de opiniones y de actuaciones para alcanzar una meta social. Es natural que los partidarios de cada solución busquen legítimamente realizarla; sin embargo, ninguna opción tiene la garantía de ser la única alternativa adecuada –entre otras cosas porque la política trabaja en gran parte con futuribles: es el arte de realizar lo posible– y, aún menos, de ser la única que responde a la doctrina de la Iglesia [22]: «A nadie le está permitido reivindicar en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de la Iglesia» [23].

En este sentido todos los fieles, especialmente los laicos, tienen derecho a que en la Iglesia se reconozca su legitima autonomía para gestionar los asuntos temporales según sus propias convicciones y preferencias, siempre que sean acordes con la doctrina católica. Y tienen el deber de no implicar a la Iglesia en sus personales decisiones y actuaciones sociales, evitando presentar esas soluciones como soluciones católicas [24].

El pluralismo no es un mal menor, sino un elemento positivo ―al igual que la libertad― de la vida civil y religiosa. Es preferibile aceptar una diversidad en los aspectos temporales, que lograr una presunta eficacia uniformando las opciones con merma de la libertad personal. El pluralismo, sin embargo, no debe confundirse con el relativismo ético [25]. Más aún, un auténtico pluralismo requiere un conjunto de valores como soporte de las relaciones sociales.

El pluralismo es moralmente admisible mientras se trate de decisiones encaminadas al bien personal y social; pero no lo es si la decisión es contraria a la ley natural, al orden público y a los derechos fundamentales de las persones (cfr. Catecismo, 1901). Evitados estos casos extremos, conviene fomentar el pluralismo en materias temporales, como un bien para la vida personal, social y eclesial.

Enrique Colom

Publicado originalmente el 21 de noviembre de 2012


Bibliografía básica

Catecismo de la Iglesia Católica, 2104-2109; 2244-2246; 2419-2425.

Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et spes , 74-76; y Declar. Dignitatis humanae, 1-8; 13-14.

Juan Pablo II, Ex. ap. Christifideles laici, 30-XII-88, 36-44.

Lecturas recomendadas

San Josemaría, Homilía Amar al mundo apasionadamente, en Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, 113-123.

Congregación para la Doctrina de la Fe Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, 24-XI-2002.

Compendio de la doctrina social de la Iglesia, 49-55; 60-71; 189-191; 238-243; 377-427.


[1] Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, 30-XII-1987, 8. Cfr. Pablo VI, Ex. Ap. Evangelii nuntiandi, 8-XII-1975, 29 y 30; Juan Pablo II, Discurso en Puebla, III; Enc. Redemptor hominis, 4-III-1979, 15; Compendio, 64 y 71.

[2] Cfr. Pablo VI, Ex. Ap. Evangelii nuntiandi, 31. La unión de lo humano con lo divino es muy propia del Opus Dei: su Fundador decía que toda la vida de sus fieles es «un servicio de metas exclusivamente sobrenaturales, porque el Opus Dei no es ni será nunca —ni podrá serlo— un instrumento temporal; pero es al mismo tiempo un servicio humano, porque no hacéis más que tratar de lograr la perfección cristiana en el mundo, limpiamente, con vuestra libérrima y responsable actuación en todos los campos de la actividad ciudadana. Un servicio abnegado, que no envilece, sino que educa, que agranda el corazón —lo hace más romano, en el sentido más alto de esta palabra— y lleva a buscar el honor y el bien de las gentes de cada país: para que haya cada día menos pobres, menos ignorantes, menos almas sin fe, menos desesperados, menos guerras, menos inseguridad, más caridad y más paz» (San Josemaría, Carta 31-V-1943 , n. 1 en J.L. Illanes, F. Ocáriz, P. Rodríguez, El Opus Dei en la Iglesia, Rialp, Madrid 1993, p. 178).

[3] Cfr. Pablo VI, Ex. Ap. Evangelii nuntiandi, 9, 33-35; Congregación para la Doctrina de la Fe, Inst. Libertatis conscientia, 23-III-1986, 23.

[4] Hablando de los valores que favorecen el desarrollo de la dignidad humana, el Compendio indica: «El respeto de la legítima autonomía de las realidades terrenas lleva a la Iglesia a no asumir competencias específicas de orden técnico y temporal, pero no le impide intervenir para mostrar cómo, en las diferentes opciones del hombre, estos valores son afirmados o, por el contrario, negados» (Compendio, 197). Cfr. Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et spes, 36 y 42; Pablo VI, Enc. Populorum progressio, 26-III-1967, 13; Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, 41; Compendio, 68 y 81.

[5] Concilio Vaticano II, Const. Lumen gentium, 36. Cfr. Catecismo, 912.

[6] Cfr. Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et spes, 76; Declar. Dignitatis humanae, 13.

[7] Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et spes, 76.

[8] Benedicto XVI, Enc. Deus caritas est, 25-XII-2005, 28. Cfr. Benedicto XVI, Discurso en Verona, 19-X-2006.

[9] Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et spes, 76.

[10] Cfr. Ibidem, 40 y 41.

[11] Ibidem, 76. Cfr. Compendio, 425.

[12] Este derecho no consiste en que el hombre tenga libertad ante Dios para escoger una u otra religión, porque sólo hay una verdadera religión y el hombre tiene la obligación de buscar la verdad y, una vez encontrada, abrazarla (cfr. Concilio Vaticano II, Declar. Dignitatis humanae , 1). El derecho a la libertad religiosa «consiste en que todos los hombres deben estar inmunes de coacción, tanto por parte de las personas particulares como de grupos sociales y de cualquier otra potestad humana, y esto de tal manera, que en materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o asociado a otros, dentro de los límites debidos» (Concilio Vaticano II, Declar. Dignitatis humanae, 2).

«El respeto, por parte del Estado, del derecho a la libertad religiosa es un signo del respeto a los demás derechos humanos fundamentales, porque es el reconocimiento implícito de la existencia de un orden que supera la dimensión política de la existencia, un orden que nace de la esfera de la libre adhesión a una comunidad de salvación anterior al Estado» (Juan Pablo II, Discurso , 9-I-1989, 6). Se dice que la comunidad de salvación es anterior al Estado porque la persona se incorpora a ella con miras a un fin que se encuentra en un plano superior al de los fines de la comunidad política.

[13] Cfr. Juan Pablo II, Enc. Centesimus annus, 1-V-1991, 47.

El derecho a la libertad en materia religiosa «está ligado al de todas las demás libertades»; más aún, todas ellas lo «reclaman como fundamento» (Juan Pablo II, Discurso , 23-III-91, 2).

[14] Cfr. Concilio Vaticano II, Declar. Dignitatis humanae, 13.

[15] Siempre que las circunstancias lo permitan, la Santa Sede establece relaciones diplomáticas con los Estados para así mantener un cauce de diálogo permanente en las cuestiones que interesan a las dos partes (cfr. Compendio, 427).

[16] Se debe, por tanto, sostener netamente que «no es verdad que haya oposición entre ser buen católico y servir fielmente a la sociedad civil. Como no tienen por qué chocar la Iglesia y el Estado, en el ejercicio legítimo de su autoridad respectiva, cara a la misión que Dios les ha confiado» (San Josemaría, Surco, 301).

[17] «El derecho y el deber de la educación son para los padres primordiales y inalienables» (Catecismo, 2221). Cfr. Juan Pablo II, Ex. Ap. Familiaris consortio, 22-XI-1981, 36.

[18] Cfr. Juan Pablo II, Ex. Ap. Familiaris consortio, 40.

[19] «Los padres, como primeros responsables de la educación de sus hijos, tienen el derecho de elegir para ellos una escuela que corresponda a sus propias convicciones. Este derecho es fundamental. En cuanto sea posible, los padres tienen el deber de elegir las escuelas que mejor les ayuden en su tarea de educadores cristianos. Los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su ejercicio» (Catecismo, 2229).

[20] Cfr. Pablo VI, Carta Ap. Octogesima adveniens, 14-V-1971, 25; Juan Pablo II, Enc. Centesimus annus, 25.

[21] Cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, 24-XI-2002, 6; Compendio, 571.

[22] Cfr. Concilio Vaticano II, Const. Gaudium et spes, 75; Pablo VI, Carta Ap. Octogesima adveniens, 50; Compendio, 417.

[23] Ibidem 43.

[24] Cfr. San Josemaría, Conversaciones, 117.

[25] «Una concepción relativista del pluralismo no tiene nada que ver con la legítima libertad de los ciudadanos católicos de elegir, entre las opiniones políticas compatibles con la fe y la ley moral natural, aquella que, según el propio criterio, se conforma mejor a las exigencias del bien común. La libertad política no está ni puede estar basada en la idea relativista según la cual todas las concepciones sobre el bien del hombre son igualmente verdaderas y tienen el mismo valor, sino sobre el hecho de que las actividades políticas apuntan caso por caso hacia la realización extremadamente concreta del verdadero bien humano y social en un contexto histórico, geográfico, económico, tecnológico y cultural bien determinado. La pluralidad de las orientaciones y soluciones, que deben ser en todo caso moralmente aceptables, surge precisamente de la concreción de los hechos particulares y de la diversidad de las circunstancias» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, 24-XI-2002, 3). Cfr. Compendio, 569 y 572.

© Fundación Studium, 2016 y © Oficina de Información del Opus Dei, 2016.

 

LA VERDAD Y DIOS. EL GIGANTE DE CARDIFF

José Martínez Colín

1)  Para saber

Una mujer llamada Gloria se encuentra a su amiga, y feliz le cuenta la novedad: “Hola Paty, este verano he perdido peso”. Paty le responde con cierta envidia: “¡Pues no se te nota nada, Gloria!”. Y sin enfadarse Gloria le responde: “Pues claro, ¡te he dicho que lo he perdido!”.

A veces puede costar reconocer la verdad. No obstante, todos la desean, a nadie le gusta que le mientan. En cualquier relación humana tanto a nivel personal, como en los diversos ámbitos de la sociedad, es necesario que impere la verdad para que haya confianza mutua.

Muchos pensadores han tratado de definir la verdad. Ya Aristóteles decía que está en la verdad aquel que “dice de lo que es, que es, y de lo que no es, que no es”. Una definición bastante acertada la formuló santo Tomás de Aquino al afirmar que la verdad “es la adecuación del entendimiento con la cosa”. Ahora el Papa Francisco nos alienta a que, como Pascal —hombre de inteligencia prodigiosa— seamos buscadores de la verdad, teniendo en cuenta que no podemos separarla del amor y, en concreto, del amor a Dios. Una verdad “descarnada”, abstracta, puede volverse un ídolo al que no se ama ni adora.

2)  Para pensar

En octubre de 1869, dos hombres estaban cavando un pozo detrás de un granero, cuando golpearon algo duro. “Es un pie, ¡un pie gigante!”, exclamó uno de los hombres. “Sigue cavando. Quizás haya algo más”. Pronto apareció una pierna, luego otra pierna y luego el pecho, hasta que desenterraron un cuerpo de más de tres metros de largo.

Cuando los periodistas se enteraron de este sorprendente descubrimiento, lo llamaron «La octava maravilla del mundo». Creían que era un gigante petrificado. Miles de personas fueron a verlo, y el dueño de la granja comenzó a ganar dinero cobrando la entrada para ver al “Gigante de Cardiff”, como lo llamaron los diarios de Gales.

Lo que el público no sabía era que un hombre llamado George Hull había planificado todo con mucho cuidado. Él había contratado artistas que esculpieran una estatua realista. Luego, hizo que enterraran al «gigante» en la granja un año antes de que pidiera a los trabajadores que cavaran un pozo. Todo salió tal como había sido planificado, y la mentira que le hacía ganar dinero había logrado engañar a todos.

Un camino hacia la verdad es a través de lo que nos enseñan los demás. Por ello importa saber la calidad humana de quien nos la transmite, pues no todos la tienen. La anécdota nos muestra que no falta quien proponga algo falso. Importa saber discernir para separar la verdad de lo que no es.

3)  Para vivir

Dado que la verdad se origina cuando el entendimiento se adecua a la realidad, se puede afirmar que el fundamento de toda verdad está en las cosas que existen, que son. Y dado que todas las cosas le deben su existencia al poder de Dios que las ha creado y las mantiene, se puede concluir que toda verdad tiene su fundamento último en Dios. Por eso, nos recuerda el Papa Francisco, “Dios y la verdad son inseparables”, como afirmaba Pascal.

Cuando lo que decimos es verdadero, tiene su fundamento en Dios. Y al revés, cuando no decimos la verdad, nos hemos alejado de Dios, que es la Verdad Plena. Será nuestra decisión libre la que elija si sigue o no la verdad, a Dios.

 

El Papa Francisco y los engaños populistas

Las democracias enferman cuando la lógica “pueblo-antipueblo” arriba al escenario

 

© Pexels

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Los conflictos en la vida social no pueden obviarse. Existen como un hecho. Sin embargo, las teorías para interpretarlos y superarlos demarcan las distintas posturas explícitas o encubiertas de las personas y de los grupos. Nada más revelador de las convicciones profundas que mirar las formas de resolver los conflictos.

Las regresiones autoritarias contemporáneas justamente afirman una hipótesis: es necesario acelerar la polarización social para cumplir el fin último de las naciones. Para ello, es preciso delimitar – desde el poder – quién es “pueblo” y quién es “antipueblo”. Sin importar si el neopopulista es de izquierdas o de derechas, lo relevante es hacer una delimitación precisa respecto de quiénes son valientes y quiénes son cobardes, quiénes pertenecen al pueblo y quiénes deberían ser eliminados. El populismo es ideológico porque divide la sociedad en dos mitades, alienta la lógica de la enemistad, plantea el dilema “ellos o nosotros”, quiere aniquilar al adversario porque busca la homogeneidad totalizante.

El Papa Francisco, meditando estas cuestiones, el 4 de diciembre de 2021, repropone el pensamiento del Siervo de Dios, Alcide De Gasperi, fundador de la Democracia Cristiana italiana: “la democracia es compleja, mientras el autoritarismo es expeditivo y las promesas fáciles propuestas por los populismos se muestran atrayentes.” (…) “El remedio a esto no está en la búsqueda obsesiva de popularidad, en la sed de visibilidad, en la proclamación de promesas imposibles o en la adhesión a abstractas colonizaciones ideológicas, sino que está en la buena política. Porque la política es algo bueno y así debe ser en la práctica, en cuanto responsabilidad suprema del ciudadano, en cuanto arte del bien común. (…) Esta es la dirección a seguir, que un padre fundador de Europa indicó como antídoto para las polarizaciones que animan la democracia, pero que amenazan con exasperarla: «Se habla mucho de quien está a la izquierda o a la derecha, pero lo decisivo es ir hacia adelante, e ir hacia adelante significa encaminarse hacia la justicia social» (A. De GasperiDiscurso en Milán, 23 abril 1949). En este sentido, es necesario un cambio de ritmo, mientras cada día se difunden miedos, amplificados por la comunicación virtual, y se elaboran teorías para oponerse a los demás.

El Papa Francisco, en su Encíclica Fratelli tutti”, continúa esta reflexión apostando por la amistad y la fraternidad, categorías bíblicas y filosóficas que muestran lo mejor del humanismo y de la cada vez más urgente cultura de la cooperación entre personas y pueblos. En otras palabras, Francisco nos invita a pensar el pueblo como unidad plural e incluyente, que no se resigna a la dialéctica “pueblo–antipueblo”.

Los populistas desgarran y humillan para autoexaltarse. Su misión no es servir al pueblo sino tornarse en “divos”. Hacen de la política un espectáculo. Manipulan los sentimientos populares a través de su retórica. Pero en el fondo, cuanto más mencionan la palabra “pueblo”, más autoritarios, violentos y represivos, devienen. Las democracias no se reconstruyen así: con discursos monológicos y guerras dialécticas. El Papa Francisco, por el contrario, sueña con una democracia participativa, con una sociedad poliédrica, pluriforme, en la que todos podemos caber. Todos, sin excepciones.

 

 

      DEFENSA DE LA VIDA

“Vivimos en una era en la que se define la condición de persona cada vez con más requisitos, de modo que cada vez somos menos los que superamos el listón; en una era que prácticamente ha abjurado de los valores morales, de forma que podemos tratar a las personas como objetos. Sí, el aborto nos ha ayudado a aprender a hacer eso.” El que hizo estas afirmaciones sabía muy bien lo que decía ya que se trata del Dr. Bernard Nathanson que fue director del Centro de Salud Reproductiva y Sexual, entonces, la mayor clínica abortista del mundo. Este ginecólogo de Nueva York practicó a lo largo de los años unos 75.000 abortos. Al desarrollarse la ecografía en la década de los 70, observó un aborto en tiempo real y ello le condujo  a reconsiderar todo hasta llegar a ser un defensor de la vida. Viajó por muchos países dando conferencias y mostrando un vídeo: “El grito silencioso”. Posteriormente, mostró un documental: “El eclipse de la razón.”

“Yo soy uno de los que ayudaron a marcar el comienzo de esta era de barbarie” fue otra de sus afirmaciones. Desarrolló la “teoría del vector de la vida” en la que explica que, desde el momento de la concepción, existe “una fuerza auto-dirigida de vida que, si no se interrumpe, dará lugar al nacimiento de un bebé humano.”  Nathanson se definía a sí mismo como un “ateo judío” y hablaba del tema de la vida y su eliminación desde su experiencia práctica durante años. Realizó el aborto de su propio hijo al quedar embarazada la que entonces era su novia (él había tenido ya dos divorcios). Se negó, entonces, a un nuevo matrimonio y, además, consideró que no se daban las circunstancias socio-económicas necesarias. Dice a este propósito que fue “un egregio ejemplo de la coacción ejercida por los hombres en la tragedia del aborto.”

El Dr. Nathanson explicó, en años posteriores, que después de observar los ultrasonidos, ya no podía seguir como antes. Era algo puramente empírico ya que la tecnología había permitido conocer más sobre el feto que en casi toda la historia de la medicina anteriormente. Ya no le quedó duda alguna de que el embrión temprano es un ser humano ya que todo su código genético y todos sus rasgos son indiscutiblemente humanos. Dice: “Como ser, no cabe duda de que existe, está vivo, se autodirige y no es el mismo ser que la madre, siendo como es un todo unificado.” Viene bien recordar que la comunidad pro-vida afirma que no se puede poner como condición, para conferir la condición de persona, ninguna cualidad basada en habilidades o en capacidades físicas o mentales.

El Dr. Nathanson decía que los embriones son criaturas “dependientes” así como los fetos y como todos nosotros somos dependientes de la amabilidad o tolerancia de los otros y de varios aparatos médicos o biológicos: ayudas auditivas, gafas, marcapasos, diálisis, etc., etc.  Por lo tanto, la “dependencia” no es una medida de la categoría de los seres humanos, de su calidad moral, de su valía. Hablaba de la abolida esclavitud y decía que en este tema y en el del aborto hay un mismo tema central, común a ambos: la definición del ser humano en términos morales y la eliminación de derechos naturales que acompaña a ese status.

En una autobiografía, crudamente sincera, habla de su familia, de sus orígenes, de sus fracasos matrimoniales, de su trabajo, de la evolución de su pensamiento y de cómo sus posturas pro-vida estaban científicamente fundadas y, que se mantenía a distancia de cualquier creyente ya que él era ateo. Pero, llegó un  determinado momento en que reconoció, con la misma sinceridad, lo siguiente: “Por primera vez, en toda mi vida adulta, empecé a considerar seriamente la noción de Dios…Como Simone Weil, me encontré en el eterno umbral de la bendita rendición a la fe, pero siempre remiso a dar el último e irrevocable paso.” Y es que él, quizá no contaba con que siguiendo la ley natural, se encontraría también con su Creador.

El Dr. Nathanson fue recibido en la Iglesia Católica y el cardenal O`Connor le administró los Sacramentos del Bautismo, Confirmación y Comunión en la catedral de San Patricio de Nueva York. Su autobiografía se titula “La mano de Dios” y es un relato apasionante

                                                 Carlota Sedeño Martinez

 

Familia. 

En las campañas electorales, tan recientes ahora,  los representantes políticos apenas han tocado, en los debates y en sus campañas, el tema de la familia ( la mayoría, nada), un asunto que nos interesa, verdaderamente, a todos: de ella venimos y en ella vivimos o hemos vivido, y crea nostalgia en quienes la han perdido o no han podido disfrutarla.

La Familia es una institución de ayer, de hoy y de siempre, aunque su estilo de vida varíe con los tiempos; pero siempre igual  en lo esencialpersonas unidas por lazos de amor y sangre, de amor fecundo.

Hoy no hay nada tan denostado en ciertos  medios de comunicación, como la familia; ni nada tan estimado por la gente, como la misma.

Cuando se pregunta, en las encuestas, cuál es la institución más valorada,  la familia se lleva la palma. Y es que todos venimos de una familia, y el cariño a los nuestros es indecible. Aspiramos a no perderla, a reproducirla. Familia es hogar, acogida, nido, amor compartido, cariño que se da y se recibe sin pedirlo; es solidaridad, entrega generosa, seguridad; es prolongación del ser de los padres en los hijos; es fraternidad. La propia familia es lo mejor que tenemos y por lo que el hombre y la mujer lo darían todo y se dan a sí mismos. La familia empieza en el matrimonio: la unión estable y amorosa de un hombre y una mujer que se abren al amor y a la vida.

Crear una familia es vocación universal; si bien, algunos la subliman ( maternidad y paternidad espiritual) y otros, por distintos motivos, no llegan a realizarla o sufren el fracaso. La Familia es ley de vida. Todos sentimos  la necesidad de ser acogidos y queridos independientemente de nuestras cualidades o de nuestra valía personal. Esto sólo ocurre en la familia. Como  el tesoro más preciado, hemos de cuidar  la familia, expuesta a peligros constantes en el ambiente que se respira y en  la imposición  forzada  de ideologías erróneas y corruptoras, que se transmiten en  ciertos medios de comunicación y que algunos quieren imponer desde la escuela.

Todo lo bueno hay que cuidarlo, como a las plantas delicadas. Merece la pena luchar por mantener unida la propia familia, un bien personal y social insustituible. La familia, aunque no sea perfecta,  es una llamada al verdadero amor, que se traduce en felicidad y seguridad personal.  Como dijo el Cardenal-Arzobispo emérito de Valladolid, D. Ricardo Blázquez, “ fuera [de la familia] hace mucho frío”.

Josefa Romo

 

Doctora de la Iglesia

Pedro Paricio Aucejo

El Doctorado de la Iglesia es un título que –por alumbrar el ámbito de la Revelación y abrir nuevos caminos a la teología– se otorga a ciertos santos en reconocimiento a su eminencia como maestros de la fe. En el catálogo de Doctores, santa Teresa de Jesús (1515-1582) ha sido la primera mujer en obtener tal distinción en la ya larga historia del cristianismo, si bien la alcanzó en 1970, a pesar de haber sido beatificada en 1614 y canonizada en 1622.

Ello no significa que, antes de la concesión oficial de su doctorado eclesial, no fuera considerada tanto la excelencia de su doctrina como su origen carismático, su utilidad y sus frutos espirituales. Así, ya en el siglo XVI, se calificó a la carmelita abulense de ´angélica doctora`, siendo reconocido expresamente el carisma de su sabiduría por fray Jerónimo Gracián, su confesor, y fray Luis de León, primer editor de sus obras. Pero aquel reconocimiento se dio sobre todo a raíz del desarrollo de los procesos de su beatificación y canonización, en los que los jueces del tribunal de la Rota se pronunciaron unánimemente respecto del origen carismático de la sabiduría de su doctrina.

Igualmente, en los siglos XVII y XVIII, además de destacados letrados de la Universidad de Salamanca, avalaron también y relanzaron su magisterio san Francisco de Sales y san Alfonso Mª de Ligorio, futuros Doctores de la Iglesia. Asimismo, en el XIX, se publicaron ya numerosos estudios para demostrar la vigencia de su doctorado, entre los que destaca el de san Enrique de Ossó, quien difundió además centenares de estatuas de la Santa con toga y birrete doctoral. A pesar de ello, cuando, ya en el siglo XX, se planteó a Pío XI la posible proclamación doctoral de la Santa, el Pontífice alegó el impedimento derivado de su sexo (´obstat sexus`: ´el sexo lo impide`, decía el veredicto emitido).

Este motivo hizo que su nombramiento fuese largamente diferido en el tiempo, al tratarse de una cuestión que no afectaba a la naturaleza de la fe sino a la conveniencia cultural del momento, con respecto a la cual la Iglesia tiene en cuenta en cada instante la evolución de la sociedad en la que está inserta y los desafíos propios de su tiempo. Por ello mismo, el 27 de septiembre de 1970 fue solemnemente proclamada Doctora por Pablo VI, en cuya decisión influyó la revalorización aportada por el Concilio Vaticano II respecto de la experiencia espiritual, los carismas –concretamente el de las mujeres– y la vocación del hombre a la unión con Dios. Se abrieron así nuevos horizontes para la mejor comprensión teológica de la Santa y una más completa estimación de su figura, su doctrina y su puesto en la Iglesia.

En la ceremonia celebrada al efecto, el también hoy Santo evocó la atracción de la figura excepcional de esta carmelita descalza en la historia de la Iglesia: su vitalidad humana y su dinámica espiritualidad como mujer religiosa, reformadora, fundadora, escritora, contemplativa incomparable e incansable alma activa. Pero, el Papa quiso poner de relieve la santidad de su vida y, de modo singular, la eminencia de su doctrina. En este último ámbito, el saber de Teresa de Ahumada brilla por el carisma de su verdad, de su fidelidad a la fe católica, de su utilidad para la formación de las almas y, en especial, de su sabiduría sobrenatural.

En ese sentido, no hay duda de que el tesoro de sus ideas procede de su esclarecida inteligencia, de su singular sensibilidad, de su formación cultural, de su trato con los grandes maestros de la teología y de la espiritualidad, de su habitual e intensa disciplina ascética y de su meditación contemplativa. Pero la riqueza de su enseñanza debe ser atribuida, sobre todo, a la acción extraordinaria del Espíritu Santo, que la encumbró como guía de la humanidad.

Así, aunque tardíamente, la proclamación de la Santa de Ávila como Doctora de la Iglesia no solo supone una de las más insignes efemérides del cosmos teresiano, sino también la exaltación de un magno acontecimiento de relevancia universal, el del acceso de la mujer –por primera vez en la historia– a la dignidad de dicho título eclesial.

 

 

Felicidad.

La felicidad es el estado de ánimo del individuo consciente que se siente plenamente satisfecho por disfrutar de algo bueno o por gozar de lo que desea.

“Happiness”, en inglés.

“Félicité”, en francés.

“Glück”, en alemán.

“Felicità”, en italiano.

“Zoriona”, en euskera

Счастье, schast, en ruso

En cuanto a la felicidad eterna, se puede decir que la esperanza de un bien eterno después de la muerte es el motivo que puede hacernos sufrir con paciencia los males de esta vida. Pero es importante ser felices no solo en la otra vida sino también en la presente.

Se incrementa la felicidad viviendo el presente con una actitud abierta, sin desear que las circunstancias futuras sean de una determinada manera. Es vivir el día a día sin agobios ni angustias. “El dinero no da la felicidad, no hace la felicidad”, se dice.

“La muerte feliz” es el nombre de la primera novela del escritor francés Albert Camus. El tema existencialista de la novela es la "voluntad para ser feliz", la creación consciente de la felicidad propia y la necesidad de tiempo (y de dinero) para lograrlo. Gran parte de la  trama está fundamentada en sus propias memorias, que incluyen su trabajo en la comisión marítima de Argelia, su padecimiento de la tuberculosis y sus viajes por Europa.

Camus escribió y corrigió la novela entre 1936 y 1938; pero decidió no publicarla. Precursora de la novela es “El extranjero”, obra publicada en 1942.  Finalmente, “La muerte feliz”  fue publicada en 1971, más de diez años después de la muerte del autor.

“Mens sana in corpore sano”: mente sana en cuerpo sano. Al hacer ejercicio físico el cerebro libera endorfinas, que hacen que el individuo se sienta feliz. De forma concomitante, el sistema circulatorio se activa y moviliza oxígeno a todo el organismo.

La situación de alegría provoca aumento de la frecuencia cardiaca y de la presión sanguínea, así como fluctuaciones en la actividad electrodérrmica. En ocasiones, en esta situación se pueden producir escapes de orina debido a una relajación de los músculos del esfínter de la uretra.

Existen cuatro grupos de sustancias hormonales clave relacionadas con el estado anímico: dopamina, oxitocina, serotonina y las endorfinas  (se podría hablar de la “química de la felicidad”).

La dopamina se segrega en el área tegmental ventral, amígdala cerebral y tubérculo olfatorio, entre otras estructuras cerebrales. Tiene que ver con los sistemas de recompensa; también tiene efectos antioxidantes. Aumenta su producción en la esquizofrenia. La cocaína provoca aumento en su producción. La levodopa, precursor de la dopamina, se usa como medicación en la enfermedad de Parkinson.

La oxitocina es producida de forma mayoritaria en los núcleos paraventricular y supraóptico del hipotálamo. Interviene en determinados procesos fisiológicos, como es la activación del fisiologismo del útero y de las mamas, e influye también en la corteza cerebral.

En la depresión hay una disminución del nivel de serotonina,  neurotransmisor segregado por los núcleos del rafe del tallo cerebral (aunque no es una hormona, se la conoce como la  “hormona de la alegría”). En el locus coeruleus, también situado en el tallo cerebral, se segrega noradrenalina, y a su vez este núcleo conecta con múltiples áreas que reciben la influencia de la serotonina. En la depresión hay un desequilibrio en la serotonina, aunque, visto el asunto de forma unitaria, hay un trastorno en el balance global y en el equilibrio de la tasa de neurotransmisores.

Al practicar un ejercicio vigoroso, el organismo libera endorfinas en el torrente circulatorio. El ejercicio físico constante contribuye a una mayor producción y liberación de las endorfinas, teniendo como resultado una sensación general de bienestar y euforia.

El estrés y el dolor favorecen, como cosa necesaria, la liberación de endorfinas que, al unirse a los receptores correspondientes, provocan euforia, depresión respiratoria, reducción de la movilidad gastrointestinal, así como reducción e incluso  supresión del dolor, es decir, analgesia. Son opioides endógenos.

Se puede decir que la alteración del nivel de neurotransmisores es consecuencia, pero también causa de las modificaciones de los estados de ánimo. Y se puede deducir que la felicidad, en paralelo a la salud, es un estado variable. 

La idea de que sólo las ciencias experimentales dan las claves de la felicidad arranca, en gran medida de los tiempos de la Ilustración en que dominaba la “diosa razón”. Sin embargo, la ciencia no puede dar respuesta a preguntas fundamentales tales como: ¿quién soy?, ¿qué soy? ¿de dónde vengo?, ¿a dónde voy?, ¿qué finalidad tiene mi vida? ¿solo existo yo, y lo que me rodea es una ilusión? ¿tiene valor crematístico mi cuerpo? ¿soy una máquina perfecta?, ¿soy más bien una mota de polvo en el universo? ¿soy inmortal de verdad o me diluiré en la nada?

“O felix culpa quae talem et tantum meruit habere redemptorem”, dice la Liturgia. Frase que quiere expresar que gracias a la culpa de Adán y Eva tuvimos un Redentor.

“Nada te turbe, nada te espante; todo se pasa, Dios no se muda; la paciencia todo lo alcanza. Quien a Dios tiene nada le falta”. Son palabras de Santa Teresa de Jesús, teñidas de una felicidad total, en medio de los avatares de una existencia atribulada.

 

 

Verdad y mentira 

Desgraciadamente somos testigos del deterioro de la aplicación del lenguaje. Los vocablos, muchas veces, se utilizan no por su significado tradicional, sino por dichos populares de quienes los emplean de manera desenfadada inaugurando otras aplicaciones que provocan nuevas interpretaciones y mucha imprecisión.

La verdad y la mentira fundamentalmente expresan contenidos opuestos. La verdad hace referencia a expresar hechos, dichos, realidades tal cual son o suceden, nos gusten o no nos gusten. La mentira es lo opuesto hechos, dichos y realidades se relatan de modo totalmente distinto, el modo de manifestarlo está sujeto a la intención de quien dice para provocar las recciones que desea.

La definición de la palabra verdad es: la correspondencia perfecta del pensamiento o de la expresión con la cosa representada. Verdadero es conforme a la verdad.

Hay dos estados de la verdad. La originaria está siempre en los sujetos o en las cosas: son lo que son. La verdad en los receptores consiste en captar la realidad tal cual es y trasmitirla sin distorsión.

Por lo tanto, para transmitir la verdad es necesario que el trasmisor quiera trasmitir sin alterar. Para ello a nivel intelectual debe conocer bien el lenguaje para usar las palabras adecuadas y captar muy bien la cosa o el suceso que se va a trasmitir para que el contenido del pensamiento sea preciso. A nivel volitivo ha de querer expresarse sin distorsiones, debe poseer la virtud de la veracidad.

Cuando alguien va a trasmitir algo de lo que no es testigo directo, debe asegurarse de la veracidad del asunto y también de la veracidad del difusor. Este aspecto requiere ser muy cuidadoso pues las redes sociales lanzan muchas noticias y difundirlas sin comprobarlas puede causar mucha confusión si aquello no es cierto.

La definición de la palabra mentira es: expresión o manifestación contraria a la verdad. Mentiroso es alguien que tiene la costumbre de mentir, también esta palabra se aplica al texto que tiene muchas erratas o errores.

Quien transmite irreflexivamente una noticia falsa no es mentiroso porque no lo hace por costumbre sino por precipitación, aunque al difundir una mentira está causando confusión. Su falta no es por mentiroso sino por imprudente.

Hay malicia ética en la mentira y también en modos de proceder emparentados con la mentira como la simulación, la hipocresía, la restricción mental o la infidelidad.  La malicia no está tanto en la mala aplicación de las palabras sino en el pensamiento, en el deseo de engañar, de confundir.

La mentira es intrínsecamente mala y nunca es justificable. Ni siquiera para conseguir bienes para otros. Además, a esta maldad se añade la injusticia de engañar a los demás. La maldad de la mentira es patente, incluso los mentirosos no quieren que se les mienta.

Con sentido común la verdad provoca confianza y credibilidad. También con sentido común la mentira provoca desconfianza e incredulidad. La verdad une, acerca, provoca seguridad. La mentira desune, aleja, no supone apoyo alguno. El problema más grave con la mentira se encuentra en el mentiroso que no está equivocado, sino que desea confundir y pretende que los demás crean lo que dice para conseguir sus fines.  

También puede haber problema para una persona que sinceramente busca y respeta la verdad, pero puede fallar porque pone su credulidad en alguien que miente. Es difícil darse cuenta y rectificar si el mentiroso es muy hábil. Pero si por alguna circunstancia aparece alguna duda, la persona crédula tiene obligación de investigar, aunque el resultado cause dolor.

Otra confusión es hablar de mi verdad y tu verdad. Ya vimos que las cosas y los acontecimientos son como son o como transcurren y allí está la verdad. Sin embargo, hay puntos de vista, perspectivas, salud, estado de ánimo, datos previos, etc. Esas variables se deben tomar en cuenta, pero es la misma realidad observada por eso no cambia la realidad, pero sí como la capta cada uno. Entonces es mejor decir es la misma realidad, pero yo observo esto…

En algunos casos es lícito ocultar la verdad, siempre que no se mienta. Es legítimo no expresar algunos aspectos de la vida privada o íntima, porque no haría ningún bien y sí podría afectar a otros. Aunque sí obliga revelar aquello si la reserva ocasionará un daño grave a otros.

La simulación es distinta. Consiste en dar a entender con gestos exteriores algo distinto a lo ocurrido. Esto es una mentira realizada con la conducta.

Tampoco es lícita la restricción mental. Consiste en usar las palabras no en su sentido propio, por dentro mentalmente se completa la idea, pero no se expresa y el oyente no entiende el sentido verdadero. Esta es una actuación semejante a la mentira.

Es lícito callar una parte de la verdad cuando no se trata de algo relevante, o no se ha previsto en un documento, o cuando callar no perjudica a terceros. Esto se debe a que en temas lícitos nadie está obligado a perjudicarse a sí mismo.

El secreto es legítimo en el caso del secreto profesional, secretos de Estado. Aquí entran aspectos privados de la vida familiar o de la vida privada.

La fidelidad se puede definir como la veracidad de la conducta, de la palabra dada, de las promesas. La infidelidad en materia grave, sobre todo cuando hay un contrato, es una forma de mentira además de una injusticia.

 

Vencer las adversidades. Resiliencia

La resiliencia es el arte de vencer las adversidades, salir adelante y aprender de ellas.

Sin embargo, hay muchas creencias que nos limitan, tales como:

–        Hay eventos que nos marcan la vida para siempre.  Claro que hay eventos importantes, pero no nos definen.

–        El pasado determina el futuro: me resigno a vivir con este pasado: infidelidad, violencia. No podemos cambiar nuestro pasado, pero si la forma de aceptarlo.

–        No eres libre para decidir: confórmate con lo que tienes. Si insistes en que lo puedes conseguir vas a sufrir más: renuncia a tus sueños, no tengas proyectos.

–        Aunque quieras, no vas a poder: te desaniman y dicen que no vuelvas a intentarlo

–        Pueden más tus debilidades: eso no es para ti, nadie ha podido hacer antes, vas a fracasar.

–        Arrastrarás tus heridas de por vida:  ya no tiene caso que sigas, todo será igual.

¿De dónde viene el término de resiliencia?

–        Es una cualidad de algunos materiales como el hierro y el acero.  Son firmes y resistentes, pero pueden doblarse y ser flexibles, y regresan a su forma original

–        Se vio que había personas viviendo en situaciones límite y que no se rompían.   Es entonces cuando se llevó el término de resiliencia al campo humano: personas que han sufrido violencia, situaciones de vida, carencias, adversidades, estrés.   Se observó que esto no los domaba y salían adelante.

–        Se encontró que había muchos niños en condición de calle que tuvieron grandes carencias en su vida, sufrieron abandono y descuido. A pesar de ello lograron salir adelante. Incluso protegían a los más pequeños.

–        Sobrevivientes en desastres naturales.

–        Hijos de padres alcohólicos y drogadictos, entre otros.

–        Ser resiliente no es cuestión de destino.  Cada persona va construyendo su propio camino.

–        Tenemos que saber que, a pesar de las adversidades, la persona tiene futuro: sufren el cuerpo, las emociones, pero es espíritu sigue de pie.

–        Hay una disposición del alma para enfrentar: no huir o hundirse, sino hacerle frente al problema.

–        La resiliencia es la habilidad para superar los problemas, personas que se han ido curtiendo o preparando para cuando se presenta una dificultad.

–        Salen fortalecidos, la persona tiene consciencia de su propio potencial, agradece a las adversidades y sabe que saldrá adelante. Aprende de lo vivido.

Todos podemos ser resilientes. Siempre tendremos problemas, lo importante es la forma de enfrentarlos.

 

La generosidad y la gratitud

Para lograr un buen ambiente familiar hay que esmerarse en el cuidado de cosas pequeñas o de buenos hábitos, como puede ser el orden en las cosas personales y en las comunes, la generosidad a la hora de realizar alguna tarea o al ceder en los gustos, la gratitud, (…). La práctica de estas dos últimas virtudes es muy necesaria, ya que vivimos en una sociedad individualista y en la que predomina el convencimiento de que tenemos derechos, pero no obligaciones, y cabe recordar lo que dice un refrán: “es de bien nacidos, el ser agradecidos”.

Se pueden tener unas excelentes vacaciones sin hacer grandes dispendios, ni grandes planes, sino que basta disfrutar de pequeñas cosas, como, por ejemplo, tomar un helado, montar una barbacoa, pasear en bici o en barco, asistir a un concierto, ver una película, jugar, charlar, etc.

Cada uno de los miembros de la familia debe combinar sus planes y sus metas personales con los familiares, aunque estoy convencida de que todos deberían sacar tiempo para leer, para practicar algún deporte, para rezar, etc. Si algunos miembros de la familia tienen habilidades o conocimientos, como puede ser el dominio de un idioma, éstos pueden ayudar al resto organizando actividades lúdicas o pequeños repasos para aprender o mejorar ese idioma. En este punto, me atrevo a mencionar que hay algunos pueblos españoles en los que se organizan cursos de idiomas o campamentos familiares de verano, “Hablar y vivir”, (Speakandlive).

Si en el lugar de las vacaciones elegido se coincide con familiares o amigos, se les puede visitar o invitar a que se unan a alguno de los planes de nuestra familia. Estas ocasiones, nos ayudan a no vivir centrados en nosotros mismos, ya que, sin duda alguna, las relaciones familiares y de amistad nos ayudan a ser mejores personas. Las familias deberían hacer planes con otras familias, cuyos proyectos de familia sean similares, sobre todo cuando tienen hijos adolescentes o hijos que estén pasando por alguna situación más problemática y así puedan tener amigos con principios similares a los de su propio grupo familiar. Además, también se puede aprovechar para hacer alguna actividad de solidaridad en familia, como puede ser ir a visitar a niños enfermos o ancianos, o ir un rato al banco de alimentos, etc.                 

La planificación de las vacaciones no debería quedar al albur de éstas, sino que debería formar parte del proyecto propio de cada familia. De esta forma, el proyecto irá “viento en popa, a toda vela”.

Por otra parte, durante el resto de los días de la época estival, en los que los padres deben trabajar, los hijos deberían aprovechar para mejorar alguna de sus habilidades, reforzar conocimientos de algunas materias o formarse en materias no curriculares, necesarias para llegar a ser personas maduras e íntegras.

JD Mez Madrid

 

 

Es urgente que las instituciones de la Unión

Diez años han pasado ya desde que el Papa Francisco realizara su histórica visita a la isla italiana de Lampedusa donde denunció la "globalización de la indiferencia" ante la vergüenza del naufragio de otra embarcación procedente de Libia que costó la vida a 360 inmigrantes.

Desde entonces, han sido innumerables las ocasiones en que el Papa ha clamado contra esta tragedia continua que tiñe de sangre el Mediterráneo sin que la Unión Europea acierte a encontrar una respuesta eficaz y humana. Hace tan solo unos días que Francisco clamó contra las mafias que controlan este tráfico de muerte y despueblan de jóvenes a los países africanos con el espejismo de una nueva vida para ellos.

Es urgente que las instituciones de la Unión y los países que la componen se movilicen con decisión, cabeza y corazón frente a esta tragedia, actuando en los países de origen, estableciendo vías seguras para la inmigración, y respondiendo también con humanidad y realismo a los que llegan a nuestras costas con historias llenas de dolor a sus espaldas.

Pedro García

 

 

Futuro de la inteligencia artificial (IA)

Todas las civilizaciones antiguas colapsaron. Culturas que parecían inagotables (los incas, los mongoles, el Egipto faraónico, el gran imperio romano…) sucumbieron bien por razones externas como invasiones, bien por motivos internos como debacles económicas o crisis políticas. Unas cayeron inesperadamente, otras se apagaron lentamente.

Me venía esto a la cabeza al leer que un grupo de más de 300 investigadores ha firmado una carta en la que comparan la amenaza implícita a la inteligencia artificial (IA) con la de una gran pandemia o una guerra nuclear. La misiva cuenta, entre otras, con las rúbricas de los directores ejecutivos de Google DeepMind, Anthropic y OpenAI. Riesgo de extinción de la humanidad es la expresión que refieren. Ni más ni menos.    

Al margen de los posibles escenarios apocalípticos de los que advierten estos expertos (que ponen los pelos como escarpias), no está claro si la IA de andar por casa, por así decirlo, depende del uso que se le dé o es un arma que carga el diablo. Una duda que invita a hacer memoria y a elevar la mirada.    

La memoria lleva, entre otros escenarios, a la Revolución Industrial y al movimiento ludita, que se opuso a las máquinas porque pensaban que acabarían con el trabajo de las personas. Y la realidad es que la sociedad ha evolucionado y ha ideado ocupaciones insospechadas en el siglo XIX (hay que ir con cuidado con los agoreros porque, a lo largo de la historia, han metido mucho la pata). Quizás con esta tecnología se evolucione de manera parecida.  

José Morales Martín

 

 

Que defiendan valores inderogables

Estamos en un momento de gran trascendencia para España. Hay que desear que los que resulten vencedores en las próximas elecciones estén dispuestos a defender valores inderogables, valores imprescindibles para el verdadero progreso de los pueblos, que necesariamente incluye el progreso moral, ético, en temas esenciales.

¿Y cuáles son esos temas esenciales?: la unidad de España es uno de ellos. Apartar de la vida política a los que justifican el terrorismo es otro. A nadie sensato se le ocurriría decir que esos valores son de "derechas" o de "izquierdas", porque son para todos, y el que no los defienda queda descalificado.

De igual modo debe ser también para todos defender la vida humana desde su concepción. ¿No sería una locura considerar el aborto y la eutanasia como un progreso, mientras que defender la vida humana sería un atraso? ¿No sería una lamentable cobardía no atreverse a dar la cara para defender a los no nacidos, los ancianos, los enfermos terminales..? ¿Qué credibilidad moral tendría el supuesto interés por los derechos humanos, los valores sociales, la justicia, la paz..., si no se defiende y respeta el derecho humano fundamental: la vida humana? Ese respeto es esencial para el verdadero progreso en la vida de los pueblos, y no el meramente económico.

El supuesto caso de conflicto entre la vida de la madre y la vida del nasciturus, hoy día es más teórico que real. Y una cosa es que en algún caso, el embarazo sea objetivamente un peligro real para la vida de la madre por circunstancias concretas que hay que evaluar bien en cada proceso, y otra cosa bien distinta es el estrés que le produzca a una persona determinada un embarazo no deseado, o alguna otra alteración semejante, que objetivamente no supone ningún peligro para la vida de la embarazada y no tendría ninguna justificación médica abortar.

Jesús Martínez Madrid

 

El Opus Dei estudiará “con detenimiento” la situación del santuario de Torreciudad

La prelatura del Opus Dei ha emitido un comunicado en el que muestra su sorpresa por el nombramiento unilateral de un rector para el Santuario de Torreciudad por parte del obispo de la diócesis de Barbastro-Monzón.

Maria José Atienza·18 de julio de 2023·Tiempo de lectura: 3 minutos

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Foto: Santuario de Torreciudad ©Mikel Pando. Torreciudad

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“Con sorpresa”: así ha recibido la Prelatura del Opus Dei la noticia de que el obispo de Barbastro Monzón, Ángel Pérez Pueyo, ha nombrado a José Mairal, párroco de Bolturina-Ubierg y Vicario judicial de la diócesis, rector del Santuario de Torreciudad

Asimismo, según el comunicado diocesano, Mons. Pérez Pueyo ha indicado que el hasta ahora rector, Ángel Lasheras, y los sacerdotes Pedro J. García de Jalón y de la Fuente y Eduardo Martínez Ruipérez, deben trabajar con el nuevo responsable “hasta que se regularice la situación canónica existente entre ambas instituciones”.

Se trata de un nombramiento insólito ya que, según señala el Opus Dei, el santuario es un templo de la Prelatura; en concreto, tiene la condición jurídica de oratorio de la Prelatura y, como sucede con esos oratorios, fue erigido en su día con la venia del Obispo de la diócesis. El Opus Dei señala que, en consecuencia, “entiende que no corresponde al obispo llevar a cabo este nombramiento”. De hecho, de acuerdo con la regulación vigente, es el Vicario regional del Opus Dei el encargado de efectuar el nombramiento del rector y del equipo sacerdotal que atiende el santuario.

El comunicado de la diócesis de Barbastro-Monzón señala la necesidad de “regularizar” la situación canónica del santuario como el motivo para llevar a cambio este nombramiento, aunque no aclara la naturaleza de esta situación. Posteriormente, la misma diócesis ha añadido algunas aclaraciones, apuntando que “en el caso de Torreciudad, y en orden a regularizar su situación canónica con la diócesis, se expuso a la Prelatura la pertinencia de que propusiera a este Obispado una terna de sacerdotes para efectuar ese nombramiento de rector (c. 557 &1). Con el paso de los meses, y al no recibir esa terna tras varios requerimientos, se ha optado por el nombramiento de José Mairal, párroco de Bolturina-Ubiergo, a cuya parroquia pertenece la ermita-santuario de Torreciudad”.

El citado canon determina que “el Obispo diocesano nombra libremente al rector de una iglesia, sin perjuicio del derecho de elección o de presentación, cuando éste competa legítimamente a alguien; en este caso, corresponde al Obispo diocesano confirmar o instituir al rector”. Este es el procedimiento que se ha venido siguiendo en Torreciudad desde la construcción del santuario en 1975, y la que recogen sus estatutos de Torreciudad, del año 1980, donde se especifica que “el nombramiento del rector y la designación de los sacerdotes que se ocupan de la atención pastoral corresponde al Vicario Regional de la Prelatura”.

Por su parte, el Opus Dei ha dado a conocer que la diócesis y la Prelatura han iniciado conversaciones para preparar unos nuevos estatutos y permitir que Torreciudad se convirtiera en santuario diocesano.

Los contactos comenzaron “hace más de un año”, y van dirigidos a “erigir Torreciudad como santuario diocesano y establecer un convenio de atención pastoral con la diócesis, análogo a los convenios que la prelatura del Opus Dei mantiene para la atención pastoral de numerosas parroquias e iglesias en España y en otros países”. El comunicado de la Prelatura destaca que ese trabajo no ha terminado, y que, “aunque desarrollado en un clima de mutua colaboración, no ha estado exento de dificultades de comprensión y de interpretación por parte de la diócesis”. 

La situación creada por este nombramiento tiene importantes implicaciones eclesiales y jurídicas. El Opus Dei ha anunciado que “estudiará este asunto con detenimiento y espíritu de comunión eclesial”.

La prelatura ha subrayado su voluntad “de seguir colaborando con la Diócesis en la labor evangelizadora que se realiza desde Torreciudad, un lugar tan querido por los pueblos del Alto Aragón, y en el que cada año millares de personas tienen un encuentro con la Virgen, acuden al sacramento de la confesión y se acercan a Jesús inspiradas por la vida y las enseñanzas del barbastrense san Josemaría Escrivá”.

También la diócesis de Barbastro sitúa esta decisión en el contexto de un esfuerzo de “convergencia” y “comunión”, “siempre al servicio de la atención pastoral de todos los fieles de Barbastro-Monzón”.