Las Noticias de hoy 24 Septiembre 2022

Enviado por adminideas el Sáb, 24/09/2022 - 12:33

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Ideas Claras

DE INTERES PARA HOY    sábado, 24 de septiembre de 2022        

Indice:

ROME REPORTS

“Estamos llamados a ser creativos en hacer el bien, con la prudencia y la astucia del Evangelio”

Papa Francisco: ¡El futuro es hoy!

Papa Francisco: “Kazajistán tiene vocación de ser un país de encuentro”

NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED*  : Francisco Fernandez Carbajal

Madre de la Merced, Virgen de la Misericordia

“Pon todo en las manos de Dios” : San Josemaria

Evangelio del sábado: servir para reinar con Él

“¡Vale la pena!” (I): Una fuerza que conquista el tiempo

La familia según Benedicto XVI : Jesús de las Heras Muela 

La Belleza de la Liturgia (11). La liturgia nos hace humildes : José Martínez Colín.

     La muerte del hombre. :   José Luis Velayos

 Un investigador del CIMA y tres antiguos alumnos de la Universidad, entre los invitados a un evento de la AECC, presidido por la reina Letizia

 ¿Hacia dónde va la guerra? Rusia pugna por recuperar la iniciativa mientras Ucrania se crece

¿Frente al cambio climático? Legumbres : Jesús Domingo Martínez

A pesar de la creciente conciencia : Jesús Martínez Madrid

Más allá del escándalo momentáneo : José Morales Martín

Los expertos siguen dando vueltas : Pedro García

Día del Señor : Jesús D Mez Madrid

No olvides tu matrimonio ante la llegada del bebé : LaFamilia.info 

 

ROME REPORTS

 

 

“Estamos llamados a ser creativos en hacer el bien, con la prudencia y la astucia del Evangelio”

Palabras del Santo Padre antes del Ángelus

 

Ángelus 18 septiembre 2022 © Vatican Media

 

Alas 12 del mediodía de hoy, domingo 18 de septiembre de 2022, el Santo Padre Francisco se asomó a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

 

Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana:

***

Palabras del Papa

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

La parábola que el Evangelio de la Liturgia de hoy nos presenta (cfr Lc 16,1-13), parece un poco difícil de comprender. Jesús cuenta una historia de corrupción: un administrador deshonesto, que roba y después, cuando es descubierto por su amo, actúa con astucia para salir de esa situación. Nos preguntamos: ¿en qué consiste esta astucia -es un corrupto el que la usa-, y qué quiere decirnos Jesús?

En la historia vemos que este administrador corrupto termina en problemas porque se ha aprovechado de los bienes de su amo; ahora tendrá que rendir cuentas y perderá su trabajo. Pero él no se da por vencido, no se resigna a su destino y no se hace la víctima; al contrario, actúa en seguida con astucia, busca una solución, es ingenioso. Jesús se inspira en esta historia para lanzarnos una primera provocación: «Los hijos de este mundo -dice- son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz» (v. 8). Sucede que, quien se mueve en las tinieblas, según ciertos criterios mundanos, sabe salir adelante incluso en medio de los problemas, sabe ser más astuto que los otros; sin embargo, los discípulos de Jesús, es decir, nosotros, a veces estamos dormidos, o somos ingenuos, no sabemos tomar la iniciativa para buscar salidas en las dificultades (cfr Evangelii gaudium, 24). Por ejemplo, pienso en los momentos de crisis personal, social, pero también eclesial: a veces nos dejamos vencer por el desánimo, o caemos en la queja y en el victimismo. Sin embargo -dice Jesús- se podría también ser astutos según el Evangelio, ser despiertos y atentos para discernir la realidad, ser creativos para buscar soluciones buenas, para nosotros y para los otros.

Pero también hay otra enseñanza que Jesús nos ofrece. De hecho, ¿en qué consiste la astucia del administrador? Él decide hacer un descuento a los que están en deuda, y así se hace amigo de ellos, esperando que puedan ayudarle cuando el amo le eche. Antes acumulaba las riquezas para sí mismo, ahora las usa para hacerse amigos que puedan ayudarle en el futuro. Es el mismo camino, robar. Y Jesús, entonces, nos ofrece una enseñanza sobre el uso de los bienes: «Haceos amigos con el Dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas» (v. 9). Para heredar la vida eterna no es necesario acumular los bienes de este mundo, lo que cuenta es la caridad que habremos vivido en nuestras relaciones fraternas. Esta es la invitación de Jesús: no uséis los bienes de este mundo solo para vosotros mismos y para vuestro egoísmo, sino utilizadlos para generar amistades, para crear relaciones buenas, para actuar en la caridad, para promover la fraternidad y ejercer el cuidado hacia los más débiles.

Hermanos y hermanas, también en el mundo de hoy hay historias de corrupción como la del Evangelio; conductas deshonestas, políticas injustas, egoísmos que dominan las elecciones de los individuos y de las instituciones, y tantas otras situaciones oscuras. Pero a los cristianos no se nos permite desanimarnos o, peor aún, dejarlo pasar, permanecer indiferentes. Al contrario, estamos llamados a ser creativos en el hacer el bien, con la prudencia y la astucia del Evangelio, usando los bienes de este mundo -no solo los materiales, sino todos los dones que hemos recibido del Señor- no para enriquecernos a nosotros mismos, sino para generar amor fraterno y amistad social. Esto es muy importante: con nuestra actitud generar amistad social.

Rezamos a María Santísima, que nos ayude a ser como ella, pobres en espíritu y ricos de caridad recíproca.

© Libreria Editrice Vaticana

 

 

Papa Francisco: ¡El futuro es hoy!

Nuevo vídeo del Santo Padre con motivo de la 108ª Jornada Mundial de Migrante y Refugiado

 

El Papa Francisco con migrantes en Grecia, diciembre 2021 © Vatican New

 

Los jóvenes deben ser protagonistas del futuro. Lo ha dicho el Papa Francisco en el nuevo video publicado por la Sección de Migrantes y Refugiados (M&R) con motivo de la 108ª Jornada Mundial de Migrante y Refugiado (GMMR) que se celebrará el próximo domingo 25 de septiembre.

El Santo Padre habla del futuro, un futuro que “comienza hoy y comienza con nosotros”. No se puede dejar la responsabilidad de las decisiones a las próximas generaciones.

Acompañando las palabras del Papa Francisco, aparece el testimonio de dos jóvenes embajadores por Talitha Kum comprometidos en la lucha contra la trata de personas. Los dos chicos hablan de la trata en Asia y cómo están trabajando para ayudar a los necesitados al participar de esta manera para construir un futuro mejor

Precisamente para lograr este futuro el Papa Francisco nos pregunta: ¿Qué decisiones son necesarias inmediatamente para construir un futuro inclusivo y mejor para todos hoy? Estamos llamados a responder personalmente y es posible contribuir a esta reflexión.

Puedes enviar un video corto o una foto con la respuesta a media@migrants-refugees.va o yendo directamente a las redes sociales de la Sección M&R. Para celebrar GMMR, en la página web dedicada puedes encontrar un kit en diferentes idiomas que contienen: ideas para la Celebración Eucarística, oraciones, actividades para jóvenes y adultos y mucho más. La Sección de Migrantes y Refugiados estará encantada de recibir y publicar videos o fotografías de la GMMR de las diferentes comunidades.

 

Papa Francisco: “Kazajistán tiene vocación de ser un país de encuentro”

Texto completo de la catequesis del Santo Padre

 

Audiencia general, 21 septiembre 2022 © Vatican Media

El Papa Francisco ha destacado “la vocación de Kazajistán de ser país del encuentro: en él, de hecho, conviven cerca de ciento cincuenta grupos étnicos y se hablan más de ochenta lenguas”, en la catequesis de la audiencia general este miércoles, 21 de septiembre de 2022.

Dado que la semana pasada visitó el país kazajo, el Santo Padre dedicó la catequesis de la Audiencia General al que ha sido su 38º viaje apostólico, cuyo motivo principal fue participar en el Congreso de los Líderes de las religiones mundiales y tradicionales.

El Papa ha querido remarcar que aunque el país asiático no posee una gran cantidad de fieles católicos, “esta condición, si es vivida con fe, puede llevar frutos evangélicos: sobre todo la bienaventuranza de la pequeñez, del ser levadura, sal y luz contando únicamente con el Señor y no en alguna forma de relevancia humana. Además, la escasez numérica invita a desarrollar las relaciones con los cristianos de otras confesiones, y también la fraternidad con todos”.

A continuación, sigue el texto de la catequesis del Papa:

***

Catequesis del Santo Padre

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

La semana pasada, desde el martes hasta el jueves, estuve en Kazajistán, amplísimo país de Asia central, con ocasión del séptimo Congreso de los Líderes de las religiones mundiales y tradicionales. Renuevo al señor presidente de la República, y a las otras autoridades de Kazajistán mi gratitud por la cordial acogida que me ha sido reservada y por el generoso empeño profuso en la organización. Así también doy las gracias de corazón a los obispos y a todos los colaboradores por el gran trabajo que han hecho, y sobre todo por la alegría que me han dado por poder encontrarles y verles a todos juntos

Como decía, el motivo principal del viaje fue participar en el Congreso de los Líderes de las religiones mundiales y tradicionales. Esta iniciativa se lleva adelante desde hace veinte años por las autoridades del país, que se presenta al mundo como lugar de encuentro y de diálogo, en este caso a nivel religioso, y por tanto como protagonista en la promoción de la paz y de la fraternidad humana. Una imagen puede representar bien todo esto: un grandísimo salón de planta circular, con los instrumentos tecnológicos más modernos, con una enorme mesa redonda en el centro donde estábamos sentados los líderes religiosos y, alrededor, estaban colocadas las delegaciones de varias instituciones y organismos internacionales. Esto significa poner las religiones en el centro del compromiso para la construcción de un mundo en el que nos escuchamos y nos respetamos en la diversidad. Y esto hay que reconocérselo al gobierno kazajo que, tras haberse liberado del yugo del régimen ateo, propone ahora un camino de civilización que mantiene unidos política y religión, sin confundirlas ni separarlas, condenando claramente fundamentalismos y extremismos.

El Congreso discutió y aprobó la Declaración final, que va en continuidad con la que se firmó en Abu Dabi en febrero de 2019 sobre la fraternidad humana. Me gusta interpretar este paso adelante como fruto de un camino que parte de lejos: pienso naturalmente en el histórico Encuentro interreligioso por la paz convocado por san Juan Pablo II en Asís en 1986; pienso en la mirada clarividente de San Juan XXIII y San Pablo VI; y también a la de grandes almas de otras religiones – me limito a recordar a Mahatma Gandhi. ¿Pero cómo no recordar a tantos mártires, hombres y mujeres de todas las edad, lenguas y naciones, que han pagado con la vida la fidelidad al Dios de la paz y de la fraternidad? Lo sabemos: los momentos solemnes son importantes, pero después está el empeño cotidiano, es el testimonio concreto que construye un mundo mejor para todos.

Además del Congreso, este viaje me ha permitido encontrar a las autoridades de Kazajistán y a la Iglesia que viven en esa tierra.

Después de visitar al señor presidente de la República – a quien todavía agradezco su amabilidad – , nos dirigimos en la nueva Sala de Conciertos, donde pude hablar a los gobernantes, a los representantes de la sociedad civil y al cuerpo diplomático. Destaqué la vocación de Kazajistán de ser país del encuentro: en él, de hecho, conviven cerca de ciento cincuenta grupos étnicos y se hablan más de ochenta lenguas. Esta vocación, que se debe a sus características geográficas y a su historia, fue acogida y abrazada como un camino que merece ser animado y sostenido. Como también deseé que pueda proseguir la construcción de una democracia cada vez más madura, capaz de responder efectivamente a las exigencias de toda la sociedad. Es una tarea ardua, que requiere tiempo, pero ya es necesario reconocer que Kazajistán ha hecho elecciones muy positivas, como la de decir “no” a las armas nucleares y la de buenas políticas energéticas y ambientales.

En lo que se refiere a la Iglesia, me ha alegrado mucho encontrar una comunidad de personas contentas, alegres, con entusiasmo. Los católicos son pocos en ese vasto país. Pero esta condición, si es vivida con fe, puede llevar frutos evangélicos: sobre todo la bienaventuranza de la pequeñez, del ser levadura, sal y luz contando únicamente con el Señor y no en alguna forma de relevancia humana. Además, la escasez numérica invita a desarrollar las relaciones con los cristianos de otras confesiones, y también la fraternidad con todos. Por tanto, pequeño rebaño, sí, pero abierto, no cerrado, no defensivo, abierto y confiado en la acción del Espíritu Santo, que sopla libremente donde y como quiere. Hemos recordado a los mártires de ese Pueblo santo de Dios, hombres y mujeres que han sufrido tanto por la fe a lo largo del periodo de la persecución.

Con este pequeño pero alegre rebaño celebramos la Eucaristía, también en Nursultán, en la plaza de la Expo 2017, rodeada de arquitecturas muy modernas. Era la fiesta de la Santa Cruz. Y esto nos hace reflexionar. En un mundo en el cual progreso y regreso se cruzan, la Cruz de Cristo permanece el ancla de salvación: signo de la esperanza que no decepciona porque está fundada en el amor de Dios, misericordioso y fiel. A Él va nuestro agradecimiento por este viaje, y nuestra oración para que sea rico de frutos para el futuro de Kazajistán y para la vida de la Iglesia peregrina en esa tierra.

 

NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED*

Memoria

— Nuestra Madre Santa María, eficaz intercesora para librarnos de todas las ataduras.

— Sus manos están llenas de gracias y de dones.

— Acudir siempre a su Maternidad divina.

I. Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido a nuestros padres1.

A la Virgen Santísima se la venera con el título de la Merced en muchos lugares de Aragón, Cataluña y del resto de España y de América latina. Bajo esta advocación nació una Orden religiosa, que tuvo como misión rescatar cautivos cristianos en poder de los musulmanes. «Todos los símbolos de las imágenes de la Merced nos recuerdan su función liberadora: cadenas rotas y grilletes abiertos, como sus brazos y manos extendidas ofreciendo la libertad..., su Hijo Redentor»2. Hoy, la Orden dedica sus afanes principalmente a librar a las almas de los cristianos de las cadenas del pecado, más fuertes y más duras que las de la peor de las prisiones. En la fiesta de nuestra Madre, debemos acordarnos de nuestros hermanos que de diferentes modos sufren cautiverio o son marginados a causa de su fe, o padecen en un ambiente hostil a sus creencias. Se trata en ocasiones de una persecución sin sangre, la de la calumnia y la maledicencia, que los cristianos tuvieron ya ocasión de conocer desde los orígenes de la Iglesia y que no es extraña en nuestros días, incluso en países de fuerte tradición cristiana.

Dios padece, también hoy, en sus miembros. Naturalmente, «no llora en los cielos, donde habita en una luz inaccesible y donde goza eternamente de una felicidad infinita. Dios llora en la tierra. Las lágrimas se deslizan ininterrumpidamente por el rostro divino de Jesús, que, aun siendo uno con el Padre celestial, aquí en la tierra sobrevive y sufre (...). Y las lágrimas de Cristo son lágrimas de Dios.

»De este modo, Dios llora en todos los afligidos, en todos los que sufren, en todos los que lloran en nuestro tiempo. No podemos amarlo si no enjugamos sus lágrimas»3. La Pasión de Cristo, en cierto modo, continúa en nuestros días. Sigue pasando con la Cruz a cuestas por nuestras calles y plazas. Y nosotros no podemos quedar indiferentes, como meros espectadores.

Hemos de tener un corazón misericordioso para todos aquellos que sufren la enfermedad o se encuentran necesitados. Debemos pedir unidos en la Comunión de los Santos por todos aquellos que de algún modo sufren a causa de su fe, para que sean fuertes y den testimonio de Cristo. Y de modo muy particular hemos de vivir la misericordia con aquellos que experimentan el mayor de los males y de las opresiones: la del pecado.

La Primera lectura de la Misa4 nos habla de Judit, aquella mujer que con gran valentía liberó al Pueblo elegido del asedio de Holofernes. Así cantaban todos, llenos de alegría: Tú eres la gloria de Jerusalén, tú eres el honor de Israel, tú eres el orgullo de nuestra raza. Con tu mano lo hiciste, bienhechora de Israel... La Iglesia aplica a la Virgen María de la Merced este canto de júbilo, pues Ella es la nueva Judit, que con su fiat trajo la salvación al mundo, y cooperó de modo único y singular en la obra de nuestra salvación. Asociada a su Pasión junto a la Cruz, es ahora elevada a la ciudad celeste, abogada nuestra y dispensadora de los tesoros de la redención5. A la Virgen de la Merced acudimos hoy como eficaz intercesora, para que mueva a esos amigos, parientes o colegas que se encuentran alejados de su Hijo para que se acerquen a Él, especialmente a través del sacramento de la Penitencia, y para que fortalezca y alivie a quienes de alguna forma sufren persecución por ser fieles en su fe.

A Ella acudimos también para pedirle por esas pequeñas necesidades que la familia tiene, y que tan necesarias nos son también a nosotros. Nuestra Madre del Cielo siempre se distinguió por su generosidad en conceder mercedes.

II. En el Evangelio de la Misa leemos el momento en que el Señor nos dio a su Madre como Madre nuestra: Jesús, al ver a su Madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su Madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego, dijo al discípulo: Ahí tienes a tu Madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa6. Nos dio a María como Madre amantísima7. Ella cuida siempre con afecto materno a los hermanos de su Hijo que se hallan en peligros y ansiedad, para que, rotas las cadenas de toda opresión, alcancen la plena libertad del cuerpo y del espíritu8. Sus manos están siempre llenas de gracias y dones de mercedes- para derramarlos sobre sus hijos. Siempre que nos encontremos en un apuro, en una necesidad, hemos de acudir, como por instinto, a la Madre del Cielo. Especialmente si en algún momento se nos presenta una dificultad interior esos nudos y enredos que el demonio tiende a poner en las almas que separan de los demás y hacen dificultoso el camino que lleva a Dios. Ella es Auxilio de los cristianos, como le decimos en las Letanías, nuestro auxilio y socorro en esta larga singladura que es la vida, en la que encontraremos vientos y tormentas.

De mil maneras, los cristianos hemos acudido a Nuestra Señora: visitando sus santuarios, en medio de la calle, cuando se ha presentado la tentación, con el rezo del Santo Rosario... Uno de los testimonios más antiguos de la devoción filial a la Virgen se halla en esa oración tantas veces repetida: Sub tuum praesidium confugimus... «Nos acogemos bajo tu protección, Santa Madre de Dios: no desprecies las súplicas que te dirigimos en nuestra necesidad, antes bien sálvanos siempre de todos los peligros, Virgen gloriosa y bendita»9, y en la oración Memorare o Acordaos, que podemos rezar cada día por aquel de la familia que más lo necesite.

A Ella le decimos con versos de un poeta catalán, puestos en una hornacina de una calle de Barcelona: Verge i Mare // consol nostre, // femnos trobar el bon camí. // Jo sóc home, // sóc fill vostre. // Vos l’estel, yo el pelegrí. «Virgen y Madre, consuelo nuestro, haznos encontrar el buen camino. Yo soy hombre, soy hijo vuestro. Tú eres la estrella, yo el peregrino». Tú iluminarás siempre mi camino.

III. Mujer, ahí tienes a tu hijo. Al aceptar al Apóstol Juan como hijo suyo muestra su amor incomparable de Madre. «Y en aquel hombre oraba el Papa Juan Pablo II te ha confiado a cada hombre, te ha confiado a todos. Y Tú, que en el momento de la Anunciación, en estas sencillas palabras: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc 1, 38), has concentrado todo el programa de tu vida, abrazas a todos, buscas maternalmente a todos (...). Perseveras de manera admirable en el misterio de Cristo, tu Hijo unigénito, porque estás siempre dondequiera están los hombres sus hermanos, dondequiera está la Iglesia»10. Sus manos se encuentran siempre llenas de gracias, siempre dispuestas a derramarlas sobre sus hijos.

San Juan recibió a María en su casa y cuidó con suma delicadeza de Ella hasta que fue asunta a los Cielos en cuerpo y alma: Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. «Los autores espirituales han visto en esas palabras, que relata el Santo Evangelio, una invitación dirigida a todos los cristianos para que pongamos también a María en nuestras vidas. En cierto sentido, resulta casi superflua esa aclaración. María quiere ciertamente que la invoquemos, que nos acerquemos a Ella con confianza, que apelemos a su maternidad, pidiéndole que se manifieste como nuestra Madre»11¡Muestra que eres Madre! ¡Tantas veces se lo hemos pedido! Jamás ha dejado de escucharnos. No olvidemos nunca que la presencia de la Virgen en la Iglesia, y por tanto en la vida de cada uno, es siempre «una presencia materna»12, que tiende a facilitarnos el camino, a librarnos de los descaminos -pequeños o grandes a los que nos induce nuestra torpeza. ¡Qué sería de nosotros sin sus desvelos de madre! Procuremos nosotros ser buenos hijos.

Nuestra Señora está siempre atenta a sus hijos. Continúa el poeta catalán diciendo: ¿Per que ens miren, Verge Santa, // amb aquests ulls tan oberts?... ¿Por qué nos miras, Virgen Santa, // con esos ojos tan abiertos? // ¡Crea siempre en el alma // un santo estremecimiento! // Que los milagros de antaño // se repitan hoy en día, // ¡líbranos del pecado // y de una vil cobardía!

1 Antífona de entrada. Lc 1, 46. 54-55. — 2 A. Vázquez, Santa María de la Merced, Madrid 1988, p. 86. — 3 W. Van Straten, Dios llora en la tierra, BAC, 5.ª ed., Madrid 1981, pp. 7-8. — 4 Jdt 15, 8-10; 16, 13-14. — 5 Misas de la Virgen María, l, n. 43. Prefacio. — 6 Jn 19, 26-27. — 7 Oración después de la Comunión. — 8 Cfr. Prefacio de la Misa. — 9 A. G. Hamman, Oraciones de los primeros cristianos, Rialp, Madrid 1956. — 10 Juan Pablo II, Homilía en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, 27-I-1979. — 11 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 140. — 12 Cfr. Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, 25-III-1987, 24.

Esta fiesta conmemora la fundación de la Orden de los Mercedarios, dedicada en sus orígenes a la redención de cautivos. Cuenta una piadosa tradición que la Santísima Virgen se apareció la misma noche al rey Jaime I de Aragón, a San Raimundo de Peñafort y a San Pedro Nolasco, pidiéndoles que instituyesen una Orden con el fin de libertar a los cristianos que habían caído en poder de los musulmanes. En recuerdo de este hecho se creó esta fiesta, que el Papa Inocencio XII extendió a toda la Cristiandad en el siglo xvii. Actualmente se celebra en algunos lugares. Tiene una Misa propia en las Misas de la Virgen María, publicadas por Juan Pablo II. Es la Patrona de Barcelona.

 

 

Madre de la Merced, Virgen de la Misericordia

El 24 de septiembre muchos pueblos celebran la fiesta de la Virgen de la Merced, una advocación impulsada por la orden de los mercedarios con 800 años de historia, y que desde Cataluña se ha extendido por todo el mundo. Es la Madre de los cautivos y la Reina de la Misericordia.

Basílica de la Mercè, en Barcelona.

23/09/2022

En 1218 San Pedro Nolasco fundó la Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos, más conocida como la Orden de la Merced. Desde el principio fue una institución característicamente mariana que difundió la devoción a la Virgen de la Misericordia desde Cataluña al resto del mundo.

El protagonismo de los mercedarios en la evangelización del nuevo continente hizo que esta advocación mariana arraigara en numerosos países de América. En concreto, la Virgen de la Merced es patrona de muchas ciudades, localidades, municipios y departamentos en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, México, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Paraguay, Puerto Rico, Venezuela, Uruguay… Y el cariño de los fieles a la Merced también fue cuajando en Francia, Portugal, o Filipinas, donde también hay rincones encomendados a la Madre de los cautivos.

Algunas estampas de la devoción a la Virgen de la Merced, patrona de Barcelona.

Patrona y estrella

En España, además de ser Patrona de la Ciudad de Barcelona y, por extensión popular, de toda la Diócesis, la Virgen de la Merced es también patrona de 19 localidades o barrios de ocho comunidades autónomas diferentes, y es, además, copatrona de Cádiz.

En varios países, como España, la Virgen de la Misericordia es la Patrona de las instituciones penitenciarias, y san Juan Pablo II le nombró el 4 de febrero de 1985, en Piura (Perú), Estrella de la Evangelización.

En los registros del Instituto Nacional de Estadística sobre los nombres de mujeres más comunes en España queda constancia de que Mercedes está entre los 30 más habituales.

Los mercedarios

La difusión de esta advocación de la Virgen es reflejo del amor a la Virgen de los mercedarios, religiosos especialmente centrados, desde sus orígenes, en la preservación de la fe, “aunque su vida peligre por ello”.

Desde la restauración de la orden liderada por san Pedro Armengol en 1880, los mercedarios se dedican de manera más particular a la enseñanza y a las misiones. En estos momentos, realizan una esmerada labor de acogida de personas refugiadas procedentes de países en guerra.

En 2004, la Hermandad de Nuestra Señora de la Merced instaló un bajo relieve en su basílica que representa a san Josemaría rezando ante su Virgen titular

Las mercedes a san Josemaría

El 20 se septiembre de 2004, por iniciativa de la Hermandad de Nuestra Señora de la Merced, se colocó en la Basílica de la patrona de Barcelona una imagen de san Josemaría rezando ante la Virgen titular. Era una manera de dejar constancia de su cariño y su particular relación con la Virgen de la Misericordia.

En la historia personal de ese trato con Nuestra Señora de la Merced hay un momento singular: el 21 de junio de 1946. Ese día, el fundador del Opus Dei visitó la basílica antes de emprender el viaje a Roma del que volvería con la primera aprobación pontificia para la Obra, presente en el mundo desde el 2 de octubre de 1928.

EN LA HISTORIA PERSONAL DE ESE TRATO CON NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED HAY UN MOMENTO SINGULAR: EL 21 DE JUNIO DE 1946

Antes de 1946, san Josemaría ya había estado frente a la Virgen de la Merced. Y hay constancia de que, al menos, fue a saludarle también en 1962, 1966 y 1972. Como destaca Josep Masabeu en su libro Escrivá de Balaguer en Cataluña, 1913-1974. Huellas de San Josemaría, la Merced marcó la vida del fundador del Opus Dei.

En 1966, san Josemaría dijo en Barcelona: “Cuando, pasado el tiempo, se escriba la historia del Opus Dei, habrá que resaltar -¡cuántos acontecimientos vienen a mi memoria!- los hechos que vieron la luz en esta ciudad condal, entre vosotros y bajo la mirada de la Virgen María de la Merced”.


Historia relacionadaUn viaje en barco, hace 75 años

El 21 de junio de 1946 san Josemaría estuvo en Barcelona camino a Roma. El objetivo del viaje era impulsar el camino jurídico del Opus Dei y su expansión por todo el mundo. Pero debido a la guerra sólo se podía llegar a Roma en barco y el fundador padecía una fuerte diabetes, que hacía desaconsejable ese trayecto.

 

 

“Pon todo en las manos de Dios”

Además de su gracia cuantiosa y eficaz, el Señor te ha dado la cabeza, las manos, las facultades intelectuales, para que hagas fructificar tus talentos. Dios quiere operar milagros constantes –resucitar muertos, dar oído a los sordos, vista a los ciegos, posibilidades de andar a los cojos...–, a través de tu actuación profesional santificada, convertida en holocausto grato a Dios y útil a las almas. (Forja, 984)

24 de septiembre

Tu barca -tus talentos, tus aspiraciones, tus logros- no vale para nada, a no ser que la dejes a disposición de Jesucristo, que permitas que Él pueda entrar ahí con libertad, que no la conviertas en un ídolo. Tú solo, con tu barca, si prescindes del Maestro, sobrenaturalmente hablando, marchas derecho al naufragio. Únicamente si admites, si buscas, la presencia y el gobierno del Señor, estarás a salvo de las tempestades y de los reveses de la vida. Pon todo en las manos de Dios: que tus pensamientos, las buenas aventuras de tu imaginación, tus ambiciones humanas nobles, tus amores limpios, pasen por el corazón de Cristo. De otro modo, tarde o temprano, se irán a pique con tu egoísmo.(Amigos de Dios, 21)

 

 

Evangelio del sábado: servir para reinar con Él

Comentario del sábado de la 25.ª semana del tiempo ordinario. “Pero ellos no entendían este lenguaje (...). Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto”. Seguir al Señor solo es posible si abrimos el corazón a su voz para dejarnos iluminar y transformar desde lo profundo de nuestro ser.

24/09/2022

Evangelio (Lc 9, 43b-45)

Entre la admiración general por lo que hacía, dijo a sus discípulos:

«Meteos bien en los oídos estas palabras: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».

Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro, que no captaban el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.


Comentario

Jesús es admirado allí donde va. La gente se agolpa para escucharlo, para recibir una palabra de aliento, una mirada de ternura; le traen enfermos para que los cure, endemoniados para que los libere. Su fama atraviesa las fronteras de Galilea y Judea.

Los discípulos al contemplar al Señor se llenarían de orgullo y emoción. Además, ellos mismos han participado de su misión: han proclamado el reino de Dios, curando enfermos por todas partes.

De ahí que les resulten chocantes las palabras que les dirige: “el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres”.

Es verdad que, durante los días previos, ha empezado a anunciar abiertamente lo que le sucederá en Jerusalén; cómo será desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día (Lc 9, 22). Pero se resisten a aceptarlo: no entienden, les resulta oscuro, no son capaces de captar el sentido. Hasta el punto de que les daba miedo preguntarle.

Lucas evidencia que entre Jesús y los discípulos existía cierta diferencia ante lo que dice, de forma que las enseñanzas de Jesús no se terminan de entender.

Ellos tienen en la mente la restauración del Reino de Israel, poder sentarse a derecha e izquierda del Señor cuando esté en su gloria; les gusta discutir sobre quién de ellos será el más grande.

Él empieza a identificarse con el siervo del Dios sufriente, que padece y muere. Servir es la verdadera forma de reinar.

La lógica de Dios siempre es otra respecto a la nuestra, como reveló Dios mismo a través de Isaías: “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos” (Is 55, 8). Por eso seguir al Señor requiere una profunda conversión, un cambio en el modo de pensar y de vivir. Requiere abrir el corazón a la escucha para dejarse iluminar y transformar interiormente.

Como señala el Papa Benedicto XVI: “Un punto clave en el que Dios y el hombre se diferencian es el orgullo: en Dios no hay orgullo porque Él es toda la plenitud y tiende todo a amar y donar vida; en nosotros los hombres, en cambio, el orgullo está enraizado en lo íntimo y requiere constante vigilancia y purificación. Nosotros, que somos pequeños, aspiramos a parecer grandes, a ser los primeros; mientras que Dios, que es realmente grande, no teme abajarse y hacerse el último (Ángelus, 23-IX-2012).

 

 

“¡Vale la pena!” (I): Una fuerza que conquista el tiempo

La fidelidad es la virtud que surge en medio de las relaciones entre personas –y por eso también con Dios– cuando una confía en el amor de la otra.

01/08/2022

«¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece? ¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla? ¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?». Estas preguntas se hacía un poeta inglés del siglo XVII al reconocer que dirigimos nuestra atención hacia aquellos sucesos –como el firmamento o la música– no como algo impersonal, como si surgiera del azar. Al detectar que detrás de todas esas experiencias siempre hay alguien, un otro involucrado, al vislumbrar que siempre esconden una relación, al menos ofrecida, concluía: «Ningún hombre es una isla entera por sí mismo (…). Por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti»[1].

Espiral que es elevada entre dos

Todos componemos un tejido de relaciones que nos ha acogido y nos ha sostenido en este mundo. Y es precisamente allí, en esos vínculos personales, en donde la fidelidad puede surgir. Aunque el término fidelidad sea utilizado a niveles muy distintos, «especialmente relevante –escribe el Prelado del Opus Dei– es considerar la fidelidad en la relación entre personas, en su aspecto más humanamente profundo»[2]. Nos necesitamos unos a otros no solo para la supervivencia material, sino para ser felices. «Por el hecho de ser animal social, un hombre le debe naturalmente a otro todo aquello sin lo cual la conservación de la sociedad sería imposible», empieza diciendo santo Tomás de Aquino. Es verdad que el primer apoyo que requerimos suele ser de tipo material, o de supervivencia, pero necesitamos también sostenernos mutuamente en nuestro camino hacia el futuro, sabernos parte de una misma cadena que se extiende hacia adelante con esperanza. Por eso, continúa el santo: «La convivencia humana no sería posible si los unos no se fían de los otros»[3].

Se ha dicho que nuestra época se caracteriza más por la búsqueda personal de una autonomía total que por reconocer que nuestras acciones están ligadas a quienes nos rodean; se ha dicho también que preferimos la ilusión de ser totalmente autosuficientes, antes que reconocernos necesitados de los demás. Las actitudes que nos empujan hacia el aislamiento –y que encontramos en mayor o menor medida dentro de nosotros– son una primera grieta que debemos sortear al hablar de fidelidad.

Porque, aunque existen algunas virtudes que no están inmediatamente involucradas en la relación directa con otras personas, como pueden ser la fortaleza o la templanza, existen virtudes que se dan solo en las relaciones. La fidelidad, en particular, es una de ellas, ya que se trata de un movimiento de ida y vuelta entre dos: supone, de un lado, creer que la otra persona, situada de frente, tiene buenas intenciones hacia mí; supone construir la propia vida con la convicción de que esa otra persona me quiere ahora y lo seguirá haciendo en el futuro. En ese sentido, nace en un primer momento en el otro, no depende inicialmente de nosotros mismos; y una virtud así rompe con nuestra tendencia hacia la autosuficiencia, invitándonos a una apertura humilde que, como señala el Papa Francisco, «siempre tiene una cuota de riesgo y de osada apuesta»[4]. Surge entonces un movimiento que, entre dos, poco a poco, se eleva en espiral hacia una vida compartida y feliz. Quien entra en esta dinámica de la fidelidad está muy lejos de haber llegado a la quietud de un destino; más bien, inicia el vértigo de lo vivo, el movimiento de quien está en camino, pero tiene al lado a alguien de quien fiarse cuando lo necesite. «La fidelidad es como una fuerza que conquista el tiempo, no por rigidez o inercia, sino de un modo creativo»[5].

Teresa de Jesús y Jesús de Teresa

Al seguir los medios de comunicación, al revisar alguna encuesta o al considerar nuestras propias experiencias, quizás nos veamos impulsados a considerar como urgente el reto de redescubrir la belleza de la fidelidad, el bien humano que esta aporta, la felicidad de la que es portadora. Notamos la necesidad de redescubrirla en el matrimonio, en la familia, en la relación con Dios y, en general, en cualquier tipo de relación personal[6]. Para hacerlo, contamos, por un lado, con la ayuda del Señor. Y, por otro, con el anhelo de una fidelidad creativa que detectamos en tantas personas, también en nosotros mismos; «una fidelidad que es libre correspondencia a la gracia de Dios, vivida con alegría y también con buen humor»[7]. Nuestro corazón no se satisface con una vida absolutamente autónoma, en soledad, ya que «ninguna vida humana es una vida aislada, sino que se entrelaza con otras vidas. Ninguna persona es un verso suelto»[8]; y tampoco con una vida estática, previsible, impropia de lo que está vivo.

En ocasiones, todo esto puede parecernos un deseo casi inalcanzable, algo que está por encima de nuestras fuerzas. Y no nos falta algo de razón: cada uno, si cuenta solamente consigo mismo, es débil, pues tenemos los pies de barro; además de que la fidelidad solo puede surgir entre dos. Pero es precisamente la experiencia de nuestra debilidad la que nos previene de fiarnos únicamente de nuestros buenos deseos o talentos. Vienen en nuestra ayuda aquellas palabras de san Pablo: «Todo lo puedo en aquel que me conforta» (Flp 4,13). Dios, con su amor ofrecido a nosotros antes de que podamos pedirlo, pase lo que pase y hagamos lo que hagamos, se entrega como fuente de nuestra fidelidad a él y a las demás personas.

Sin embargo, si pensamos en la experiencia de la fidelidad de Dios en nuestra vida y en la vida de tantas personas, podríamos decir que sí podemos confiar en nosotros mismos. Cuántas veces, quizás sobre todo en momentos difíciles, vienen a nuestra memoria recuerdos de la confianza que ha tenido el Señor en nosotros, empezando por nuestro nacimiento –que estemos vivos es una elección suya–, para seguir con nuestro bautismo y con todas las veces que Dios nos ha mostrado su amor, su cercanía y su luz en nuestro camino. Si bien la elección por parte de Dios ha sido eterna, su confianza depositada en nosotros se va realizando en el tiempo: en nuestro interior va madurando la conciencia que tenemos de aquel privilegio.

Cuando, en cambio, queremos ser fieles solo con nuestras fuerzas, cuando ponemos distancia en aquella relación que alberga la fidelidad, dejamos de experimentar esa confianza de Dios. Entonces perdemos la memoria de los dones recibidos, como aquellos viñadores que olvidaron que trabajaban porque el dueño salió a buscarles, y no por méritos propios (cfr. Mt 21,33-46). Nos concentramos, entonces, en lo costoso e insuficiente de nuestros esfuerzos. Poco a poco pueden ir apareciendo las quejas, breves huidas, infidelidad en lo pequeño. O aquella distancia puede también insinuarse de modo más solapado en el acostumbramiento a la vida con el Señor, en una lucha que busca tranquilizar la conciencia, en la tibieza. Se pierde la novedad del otro, la sorpresa de su rostro, la creatividad que siempre porta un ser personal.

En definitiva, podemos ser fieles porque Dios confía en nosotros. Así es como han sido fieles los santos. De santa Teresa de Ávila se cuenta que un día, cuando estaba en el Monasterio de la Encarnación, al bajar por las escaleras se topó con un niño que le sonreía. Sorprendida por ver a un pequeño dentro del convento, le preguntó: «¿Y tú quién eres?». A lo que el niño respondió con otra pregunta: «¿Y quién eres tú?». La santa, admirada, replicó: «Yo soy Teresa de Jesús». Y el niño, con una sonrisa, le dijo: «Pues yo soy Jesús de Teresa». Una relación así, entre dos personas, es el ambiente en el que surge la fidelidad, también la nuestra de frente a Dios: «El cristiano no es nunca un hombre solitario, puesto que vive en un trato continuo con Dios, que está junto a nosotros y en los cielos»[9].

Fidelidad de hijos de Dios

«La virtud de la fidelidad está profundamente unida al don sobrenatural de la fe, llegando a ser expresión de la solidez que caracteriza a quien ha puesto en Dios el fundamento de toda su vida», dice Benedicto XVI. Y continúa: «En la fe encontramos de hecho la única garantía de nuestra estabilidad (cfr. Is 7,9), y solo a partir de ella podemos también nosotros ser verdaderamente fieles»[10]. Habiendo considerado la fidelidad de Dios, que antecede a la que queremos para nosotros, podemos enunciar tres ámbitos en los cuales podemos fortalecer nuestra fidelidad: experimentar la alegría de pertenecer al Padre, en Cristo, como personas libres; hacer cada vez más profunda nuestra identificación personal con su voluntad, también personal, que es siempre un regalo para nosotros; y vivir la relación fraterna que surge entre quienes quieren ser fieles.

Primero, pertenecemos a Dios; pero no como algo inerte, sino como seres vivos, como personas libres, capaces tanto de amar como de abrirse al amor de otro. Y Dios se nos ha dado también personalmente, en su amor trinitario. Entonces deseamos conocer cada vez más al Señor y a nosotros mismos para, así, gozar, padecer, trabajar y relacionarnos con los demás empapados de esa filiación divina. Como en el sueño de la escala de Jacob, según la interpretación de san Juan de la Cruz, cuanto más subimos en nuestro conocimiento y amor de Dios, más descendemos en las profundidades de nuestra alma[11]. Conocer cada vez más a Dios nos acerca a nosotros mismos, que somos obra de su mano; y, al mismo tiempo, conocer mejor su creación, sobre todo en nosotros mismos, nos puede llenar de asombro y amor hacia el creador. De ahí que sigamos con gusto el consejo de san Josemaría en el último punto de Camino: «Enamórate, y no le dejarás»[12], que el beato Álvaro complementaba, dándole la vuelta: «No le dejes, y te enamorarás»[13]. Al Señor le basta nuestro deseo de seguirle de cerca, algunas veces a contrapelo, para infundir en nosotros renovados deseos de mantener nuestro corazón enamorado.

Después, en segundo lugar, sabemos que amar a Dios es, en realidad, un camino de identificación con Jesucristo, de dejar que fructifique en nosotros su confianza. Ahora bien, para lograrlo necesitamos asimismo su ayuda. En efecto, nadie puede llamar Padre a Dios, ni considerarse hijo suyo, si no es en Jesucristo. Pero, aunque todos participemos de la misma vida de Jesús, cada uno lo hace de forma personal. Dios nos ha concedido talentos y virtudes particulares a cada uno, una personalidad única, un modo de ver el mundo que es solamente nuestro. Por eso, la fidelidad de cada uno a Dios no es algo uniforme, como sacada de un molde, sino que es personal, única, forjada en la propia vida. De ahí que no tenga sentido compararnos con nadie, ni sentirnos juzgados por nadie a partir de esquemas fijos. «La fidelidad es fidelidad a un compromiso de amor, y es el amor a Dios el sentido último de la libertad (…): “Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga ligera (Mt 11,29-30)”»[14].

Por último, como hijos de Dios, todos somos hermanos; y como parte de su providencia ordinaria –la manera en la cual nos cuida– todos participamos igualmente de su paternidad divina: todos damos una mano a Dios al ser buenos padres y buenas madres de los demás. En realidad, no podemos ser autores solitarios de nuestra vida, sino que somos coautores con quienes nos rodean; somos los protagonistas de nuestra historia y formamos parte, a la vez, de las de los demás, en el gran libro de la vida. Entendemos así que la fidelidad de quien nos rodea depende de la nuestra. Y viceversa: para contrarrestar nuestra debilidad, está la fortaleza de los demás. Esta atención y cuidado se puede dirigir, por tanto, en primer lugar, a las personas de nuestra propia familia, natural y sobrenatural, para extenderse después a los demás miembros de la Iglesia. Y puesto que «de cien almas nos interesan las cien»[15], se dirige a la santidad de todos los que el Señor pone en nuestro camino: ese es el mejor modo de asegurar la propia fidelidad, como tuerca y contratuerca.


[1] John Donne, Devociones para ocasiones emergentes, Meditación XVII.

[2] Mons. Fernando Ocáriz, Carta pastoral, 19-III-2022, n. 1.

[3] Santo Tomás de Aquino, Suma de teología, II-II, c. 109, r. 1.

[4] Francisco, ex. ap. Amoris laetitia, n. 132.

[5] Guillaume Derville, «En la fiesta de san José: una fidelidad que se renueva», en opusdei.org.

[6] Se suele asimilar la «lealtad» a la «fidelidad»; no obstante, aquella primera no necesariamente se basa en la confianza fundada en el amor de otro, sino en aspectos más cercanos a la justicia; por eso la «lealtad» no siempre se refiere a otra persona, sino a ideas, valores o instituciones.

[7] Mons. Fernando Ocáriz, Carta pastoral, 19-III-2022, n. 4.

[8] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 111.

[9] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 116.

[10] Benedicto XVI, Discurso, 11-VI-2012.

[11] Cfr. San Juan de la Cruz, Noche oscura del alma, II, 8, 5.

[12] San Josemaría, Camino, n. 999.

[13] Beato Álvaro del Portillo, Carta pastoral, 19-III-1992, n. 50.

[14] Mons. Fernando Ocáriz, Carta pastoral, 19-III-2022, n. 8.

[15] Cfr. san Josemaría, Amigos de Dios, n. 9.

 

 

La familia según Benedicto XVI

 

Extracto de las principales frases del Papa Benedicto XVI en discursos sobre la verdad del matrimonio y la familia.

         A lo largo de los quince meses de ministerio apostólico petrino del Papa Benedicto XVI, la familia ha sido una de sus referencias más constantes. Hacemos ahora una selección de sus pensamientos, ordenados según criterios de quien este trabajo suscribe, a tenor de los quizás seis principales discursos al respecto.

La relación cronológica de estos discursos papales es la siguiente, incluido el número de nuestra Revista ECCLESIA en que han sido publicados. Quienes deseen recibir alguno de estos números de ECCLESIA debe enviarnos un correo electrónico de solicitud.

1.- Carta al cardenal presidente del Consejo Pontificio para la Familia convocando el V Encuentro Mundial de las Familias, 17 de mayo de 2005 (ECCLESIA, nº 3.260)

2.- Discurso en la apertura de la Asamblea eclesial de la diócesis de Roma, 6 de junio de 2005. (ECCLESIA, nº 3.262)

3.- Discurso a los presidentes de las Comisiones Episcopales para la Familia y la Vida de América Latina, 4 de diciembre de 2005. (ECCLESIA, nº 3.291/2)

4.- Discurso al Instituto “Juan Pablo II” para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, 11 de mayo de 2006. (ECCLESIA, nº 3.316)

5.- Discurso a los participantes en la asamblea plenaria del Consejo Pontificio para la Familia, 13 de mayo de 2006. (ECCLESIA, nº 3.316)

6.- Discurso en la apertura de la Asamblea eclesial de la diócesis de Roma, 5 de junio de 2006. (ECCLESIA, nº 3.316)

1.- En la verdad del hombre, en la verdad de la historia de la salvación:

         “La verdad del matrimonio y de la familia, que hunde sus raíces en la verdad del hombre, se ha hecho realidad en la historia de la salvación, en cuyo centro están las palabras <Dios ama a su pueblo>. En efecto, la revelación bíblica es, ante todo, expresión de una historia de amor, la historia de la alianza de Dios con los hombres; por eso, la historia del amor y de la unión de un hombre y de una mujer en la alianza del matrimonio pudo ser asumida por Dios como símbolo de la historia de la salvación”. (06-06-05)

“El matrimonio y la familia no son, en realidad, una construcción sociológica casual, fruto de situaciones históricas y económicas particulares. Al contrario, la cuestión de la correcta relación entre el hombre y la mujer, hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano y sólo a partir de ella puede encontrar su respuesta”. (06-06-05)

2.- En la verdad del amor:

         “El matrimonio y la familia están arraigados en el núcleo más íntimo de la verdad sobre el hombre y su destino. La Sagrada Escritura revela que la vocación al amor forma parte de esa auténtica imagen de Dios que el Creador ha querido imprimir en su criatura, llamándola a hacerse semejante a El precisamente en la medida en que está abierta al amor”. (11-05-06)

“La diferencia sexual que comporta el cuerpo del hombre y de la mujer no es, por tanto, un simple dato biológico, sino que reviste un significado mucho más profundo: expresa esa forma del amor con el que el hombre y la mujer se convierten en una sola carne, pueden realizar una auténtica comunión de personas abierta a la transmisión de la vida y cooperan de este modo con Dios en la procreación de nuevos seres humanos”. (11-05-06)

“La respuesta de la Biblia es unitaria y consecuente: el hombre es creado a imagen de Dios, y Dios mismo es amor. Por eso, la vocación al amor es lo que hace que el hombre sea la auténtica imagen de Dios: es semejante a Dios en la medida en que ama”. (06-06-05)

3.- La familia, fragua y patrimonio de la humanidad:

         “La familia, fundada en el matrimonio, constituye un patrimonio de la humanidad, una institución social fundamental; es la célula vital y el pilar de la sociedad y esto afecta tanto a creyentes como a no creyentes. Es una realidad por la que todos los Estados deben tener la máxima consideración, pues, como solía repetir Juan Pablo II, el futuro de la humanidad se fragua en la familia”. (13-05-06)

“El futuro de la humanidad se fragua en la familia. Por consiguiente es indispensable y urgente que todo hombre de buena voluntad se esfuerce por salvar y promover los valores y exigencias de la familia”. (04-12-05)

“Todos los pueblos para dar un rostro verdaderamente humano a la sociedad no pueden ignorar el don precioso de la familia, fundada sobre el matrimonio. La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio para toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, es el fundamento de la familia, patrimonio y bien común de la humanidad. Así pues, la Iglesia no puede dejar de anunciar que, de acuerdo con los planes de Dios (Mt 19,3-9), el matrimonio y la familia son insustituibles y no admiten otras alternativas”. (17-05-05)

4.- La grandeza del amor cristiano

         4.1.- Expresión de la imagen cristiana de Dios y del hombre:

         “A través del amor se expresa la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su camino. Es decir, se sirvió del camino del amor para revelar el misterio de su vida trinitaria. Además, la íntima relación que existe entre la imagen del Dios amor y el amor humano nos permite comprender que a la imagen del Dios monoteísta corresponde el matrimonio monógamo. El matrimonio, basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano”. (11-05-06)

         “Este planteamiento nos permite superar también una concepción encerrada en el amor meramente privado, que hoy está tan difundida. El auténtico amor se transforma en una luz que guía toda la vida hacia la plenitud, generando una sociedad humanizada para el hombre”. (11-05-06)

         4.2.- Un amor sano, fuerte, libre y maduro:

         “La fe y la ética cristiana no pretenden ahogar el amor, sino hacerlo sano, fuerte y realmente libre: precisamente este es el sentido de los diez mandamientos, que no son una serie de “no”, sino un gran “sí” al amor y a la vida”. (05-06-06)

         “El amor humano necesita ser purificado, madurar y también ir más allá de sí mismo y poder llegar a ser plenamente humano para ser principio de una alegría verdadera y duradera”. (05-06-06)

         “El amor y la entrega total de los esposos, con sus notas peculiares de exclusividad, fidelidad, permanencia en el tiempo y apertura a la vida es el pilar de esta comunidad de vida y amor que es el matrimonio. Hoy es preciso anunciar con renovado entusiasmo que el Señor está siempre presente con su gracia. Este anunciado a menudo es desfigurado por falsas concepciones del matrimonio y de la familia que no respetan el proyecto originario de Dios. En este sentido, se han llegado a proponer nuevas formas de matrimonio, algunas de ellas desconocidas en las culturas de los pueblos, en las que se altera su naturaleza específica”. (04-12-05)

         “La encíclica Humanae vitae reafirma con claridad que la procreación humana debe ser siempre fruto del acto conyugal, en su doble significado de unión y de procreación. Lo exige la grandeza del amor conyugal según el proyecto divino, como recordé en la encíclica Deus caritas est: El <eros> degradado a puro sexo se convierte en mercancía, en simple objeto que se puede comprar y vender; más aún, el mismo hombre se convierte en mercancía… En realidad, nos encontramos ante una degradación del cuerpo humano”. (13-05-06)

 

         4.3.- Un amor elevado a la dignidad de sacramento:

         “Además, según la visión cristiana, el matrimonio, elevado por Cristo a la altísima dignidad de sacramento, confiere mayor esplendor y profundidad al vínculo conyugal y compromete con mayor fuerza a los esposos que, bendecidos por el Señor de la alianza, se prometen fidelidad hasta la muerte en el amor abierto a la vida”. (13-05-06)

5.- El oscurecimiento de la verdad del matrimonio y la familia

         5.1.- Agnosticismo, relativismo y desarraigo:

         “La primera de esas líneas es el agnosticismo, que brota de la reducción de la inteligencia humana a simple razón calculadora y racional y que tiende a ahogar el sentido religioso inscrito en lo más íntimo de nuestra naturaleza. La segunda es el proceso de relativización y de desarraigo que destruye los vínculos más sagrados y los afectos más dignos del hombre, y como consecuencia hace frágiles a las personas y precarias e inestables nuestras relaciones recíprocas”. (05-06-06)

         5.2.- La secularización:

         “Los valores fundamentales del matrimonio y de la familia están amenazados por el fenómeno actual de la secularización que impide a la conciencia social llegara descubrir adecuadamente la identidad y misión de la institución familiar y últimamente por la presión de leyes injustas que desconocen los derechos fundamentales de la misma”. (04-12-05)

         5.3.- El confusionismo de otras uniones del amor débil:

         “La comunidad de vida y de amor, que es el matrimonio, se conforma de este modo como un auténtico bien para la sociedad. Evitar la confusión con los demás tipos de uniones basadas en el amor débil constituye hoy algo especialmente urgente. Sólo la roca del amor total e irrevocable entre el hombre y la mujer es capaz de fundamentar la construcción de una sociedad que se convierta en una casa para todos los hombres”. (11-05-06)

         5.4.- Libertad anárquica y trivialización del hombre:

“Las diversas formas actuales de disolución del matrimonio, como las uniones libres y el matrimonio a prueba, hasta el pseudo matrimonio entre personas del mismo sexo, son expresiones de una libertad anárquica, que se quiere presentar erróneamente como verdadera liberación del hombre”. (06-06-05)

         “Esa pseudo libertad se funda en una trivialización del cuerpo, que inevitablemente incluye la trivialización del hombre. Se basa en el supuesto de que el hombre puede hacer de sí mismo lo que quiera: así su cuerpo se convierte en algo secundario, algo que se puede manipular desde el punto de vista humano, algo que se puede utilizar como se quiera. El libertarismo, que se quiere hacer pasar como descubrimiento del cuerpo y de su valor, es en realidad un dualismo que hace despreciable el cuerpo, situándolo -por así decirlo- fuera del auténtico ser y de la auténtica dignidad de la persona”. (06-06-05)

         5.5.- Medios para iluminar este oscurecimiento:

         “La estabilidad de la familia está hoy en peligro. Para salvaguardarla, con frecuencia es necesario ir contracorriente a la cultura dominante, y esto exige paciencia, esfuerzo, sacrificio y búsqueda constante. Pero también hoy los cónyuges pueden superar las dificultades y mantenerse fieles a su vocación, recurriendo a la ayuda de Dios con la oración y participando asiduamente en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía”. (13-05-06)

6.- El testimonio de las familias cristianas:

         “El momento histórico que estamos viviendo exige que las familias cristianas testimonien con valiente coherencia que la procreación es fruto del amor. Este testimonio estimulará a los políticos y legisladores a salvaguardar los derechos de las familias”. (13-05-06)

         “Por eso, además de la palabra de la Iglesia, es muy importante el testimonio y el compromiso público de las familias cristianas, especialmente para reafirmar la intangibilidad de la vida humana desde la concepción hasta su término natural, el valor único e insustituible de la familia fundada en el matrimonio y la necesidad de medidas legislativas y administrativas que sostengan a las familias en la tarea de engendrar y educar a los hijos, tarea esencial para nuestro futuro común”. (06-06-05)

         “La unidad y la firmeza de las familias ayudan a la sociedad a respirar los auténticos valores humanos y abrirse al Evangelio”. (13-05-06)

         “El matrimonio cristiano constituye el lugar natural dentro del cual se lleva a cabo la inserción de la persona humana en la familia de la Iglesia”. (06-06-05)

Jesús de las Heras Muela 

 

 

La Belleza de la Liturgia (11). La liturgia nos hace humildes

Escrito por José Martínez Colín.

El Espíritu Santo es quien a través de los Sacramentos transforma toda nuestra vida, conformándonos cada vez más con Cristo.

1) Para saber

“La humildad es hacer la estimación correcta de uno mismo”. Esta frase atribuida a Charles H. Spurgeon, predicador inglés del siglo XIX, nos expresa la necesidad de no sobrevalorarnos.

Alec Guinnes fue un reconocido actor inglés, ganador de un Oscar e intérprete de Obi-Wan Kenobi en la "La guerra de las Galaxias". Se transformaba de tal forma al actuar, que no se le reconocía en público. Solía contar una anécdota que le ayudó para su humildad. En una ocasión fue a un restaurante y al dejar el sombrero y el abrigo en el guardarropa, el encargado le dijo que no era necesario alguna identificación. Alec pensó que el empleado lo había reconocido. Cuando concluyó la velada, solicitó sus prendas y se las entregó el encargado al instante. El actor se sintió halagado por el trato especial. Pero la magia se esfumó cuando metió la mano en uno de los bolsillos y encontró una nota del empleado del guardarropa que ponía el modo para reconocerlo: "Calvo con gafas".

El papa Francisco señala que la liturgia nos ayuda a reconocer lo que en verdad somos y, por tanto, a ser humildes. En varias ceremonias litúrgicas se comienza por reconocernos pecadores y necesitados del perdón. Por ejemplo, en la Misa, se exhorta: “Antes de comenzar estos sagrados misterios, reconozcamos nuestros pecados…”.

2) Para pensar

Hay una tentación peligrosa que puede tener consecuencias desastrosas para la vida de la Iglesia nos indica y previene el papa Francisco: el neopelagianismo, una antigua herejía. Pelagio veía posible alcanzar la perfección sin necesidad de la gracia divina, es decir, el mismo hombre, con sus propias fuerzas, podría alcanzar la salvación por sí mismo. Con lo cual se ponía en entredicho la salvación ganada por Cristo. Esta doctrina del pelagianismo fue claramente refutada y condenada por la Iglesia, pues la salvación nos viene de Jesucristo y sin Él no hay salvación.

La celebración litúrgica, en cambio, proclama claramente que nuestra salvación nos fue dada gratuitamente, no por nuestros méritos. Cuando se asiste a Misa, se nos recuerda nuestra condición pecadora y se nos invita a pedir la intercesión ante Dios de la bienaventurada siempre Virgen María, de los ángeles, los santos y de todos las hermanas y hermanos. Ciertamente no somos dignos de entrar en su casa, necesitamos una palabra suya para salvarnos. La Liturgia no es un invento de los hombres, sino que es un don de Dios, el don de la Pascua del Señor que nos trae la salvación, una nueva vida.

3) Para vivir

Cuando se comprende la grandeza del don que se recibe en la Liturgia, se descubre la profunda belleza de la celebración cristiana y el papel insustituible de Cristo y su misterio Pascual. Por ello afirma el papa Francisco que la Liturgia es el sacerdocio de Cristo revelado y entregado a nosotros en su Pascua. Ese don se hace presente y activo hoy a través de los signos sensibles, como el agua, aceite, pan, vino, gestos, palabras… que constituyen los Sacramentos. Es el Espíritu Santo quien a través de esos Sacramentos transforma toda nuestra vida, conformándonos cada vez más con Cristo. Acudamos agradecidos a los Sacramentos a recibir el Don de Dios.

 

 

CARTA A LOS OBISPOS DE LA IGLESIA CATÓLICA
SOBRE LA COLABORACIÓN DEL HOMBRE Y LA MUJER
EN LA IGLESIA Y EL MUNDO

  

INTRODUCCIÓN

1.Experta en humanidad, la Iglesia ha estado siempre interesada en todo lo que se refiere al hombre y a la mujer. En estos últimos tiempos se ha reflexionado mucho acerca de la dignidad de la mujer, sus derechos y deberes en los diversos sectores de la comunidad civil y eclesial. Habiendo contribuido a la profundización de esta temática fundamental, particularmente con la enseñanza de Juan Pablo II,1 la Iglesia se siente ahora interpelada por algunas corrientes de pensamiento, cuyas tesis frecuentemente no coinciden con la finalidad genuina de la promoción de la mujer.

Este documento, después de una breve presentación y valoración crítica de algunas concepciones antropológicas actuales, desea proponer reflexiones inspiradas en los datos doctrinales de la antropología bíblica, que son indispensables para salvaguardar la identidad de la persona humana. Se trata de presupuestos para una recta comprensión de la colaboración activa del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo, en el reconocimiento de su propia diferencia. Las presentes reflexiones se proponen, además, como punto de partida de profundización dentro de la Iglesia, y para instaurar un diálogo con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, en la búsqueda sincera de la verdad y el compromiso común de desarrollar relaciones siempre más auténticas.

I. EL PROBLEMA

2.En los últimos años se han delineado nuevas tendencias para afrontar la cuestión femenina. Una primera tendencia subraya fuertemente la condición de subordinación de la mujer a fin de suscitar una actitud de contestación. La mujer, para ser ella misma, se constituye en antagonista del hombre. A los abusos de poder responde con una estrategia de búsqueda del poder. Este proceso lleva a una rivalidad entre los sexos, en el que la identidad y el rol de uno son asumidos en desventaja del otro, teniendo como consecuencia la introducción en la antropología de una confusión deletérea, que tiene su implicación más inmediata y nefasta en la estructura de la familia.

Una segunda tendencia emerge como consecuencia de la primera. Para evitar cualquier supremacía de uno u otro sexo, se tiende a cancelar las diferencias, consideradas como simple efecto de un condicionamiento histórico-cultural. En esta nivelación, la diferencia corpórea, llamada sexo, se minimiza, mientras la dimensión estrictamente cultural, llamada género, queda subrayada al máximo y considerada primaria. El obscurecerse de la diferencia o dualidad de los sexos produce enormes consecuencias de diverso orden. Esta antropología, que pretendía favorecer perspectivas igualitarias para la mujer, liberándola de todo determinismo biológico, ha inspirado de hecho ideologías que promueven, por ejemplo, el cuestionamiento de la familia a causa de su índole natural bi-parental, esto es, compuesta de padre y madre, la equiparación de la homosexualidad a la heterosexualidad y un modelo nuevo de sexualidad polimorfa.

3. Aunque la raíz inmediata de dicha tendencia se coloca en el contexto de la cuestión femenina, su más profunda motivación debe buscarse en el tentativo de la persona humana de liberarse de sus condicionamientos biológicos.2 Según esta perspectiva antropológica, la naturaleza humana no lleva en sí misma características que se impondrían de manera absoluta: toda persona podría o debería configurarse según sus propios deseos, ya que sería libre de toda predeterminación vinculada a su constitución esencial.

Esta perspectiva tiene múltiples consecuencias. Ante todo, se refuerza la idea de que la liberación de la mujer exige una crítica a las Sagradas Escrituras, que transmitirían una concepción patriarcal de Dios, alimentada por una cultura esencialmente machista. En segundo lugar, tal tendencia consideraría sin importancia e irrelevante el hecho de que el Hijo Dios haya asumido la naturaleza humana en su forma masculina.

4. Ante estas corrientes de pensamiento, la Iglesia, iluminada por la fe en Jesucristo, habla en cambio de colaboración activa entre el hombre y la mujer, precisamente en el reconocimiento de la diferencia misma.

Para comprender mejor el fundamento, sentido y consecuencias de esta respuesta, conviene volver, aunque sea brevemente, a las Sagradas Escrituras, —ricas también en sabiduría humana— en las que la misma se ha manifestado progresivamente, gracias a la intervención de Dios en favor de la humanidad.3

II. LOS DATOS FUNDAMENTALES
DE LA ANTROPOLOGÍA BÍBLICA

5.Una primera serie de textos bíblicos a examinar está constituida por los primeros tres capítulos del Génesis. Ellos nos colocan «en el contexto de aquel ‘‘principio'' bíblico según el cual la verdad revelada sobre el hombre como ‘‘imagen y semejanza de Dios'' constituye la base inmutable de toda la antropología cristiana».4

En el primer texto (Gn 1,1-2,4), se describe la potencia creadora de la Palabra de Dios, que obra realizando distinciones en el caos primigenio. Aparecen así la luz y las tinieblas, el mar y la tierra firme, el día y la noche, las hierbas y los árboles, los peces y los pájaros, todos «según su especie». Surge un mundo ordenado a partir de diferencias, que, por otro lado, son otras tantas promesas de relaciones. He aquí, pues, bosquejado el cuadro general en el que se coloca la creación de la humanidad. «Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra... Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, hombre y mujer los creó» (Gn 1,26-27). La humanidad es descrita aquí como articulada, desde su primer origen, en la relación de lo masculino con lo femenino. Es esta humanidad sexuada la que se declara explícitamente «imagen de Dios».

6.La segunda narración de la creación (Gn 2,4-25) confirma de modo inequívoco la importancia de la diferencia sexual. Una vez plasmado por Dios y situado en el jardín del que recibe la gestión, aquel que es designado —todavía de manera genérica— como Adán experimenta una soledad, que la presencia de los animales no logra llenar. Necesita una ayuda que le sea adecuada. El término designa aquí no un papel de subalterno sino una ayuda vital.5 El objetivo es, en efecto, permitir que la vida de Adán no se convierta en un enfrentarse estéril, y al cabo mortal, solamente consigo mismo. Es necesario que entre en relación con otro ser que se halle a su nivel. Solamente la mujer, creada de su misma «carne» y envuelta por su mismo misterio, ofrece a la vida del hombre un porvenir. Esto se verifica a nivel ontológico, en el sentido de que la creación de la mujer por parte de Dios caracteriza a la humanidad como realidad relacional. En este encuentro emerge también la palabra que por primera vez abre la boca del hombre, en una expresión de maravilla: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne» (Gn 2,23).

En referencia a este texto genesíaco, el Santo Padre ha escrito: «La mujer es otro ‘‘yo'' en la humanidad común. Desde el principio aparecen [el hombre y la mujer] como ‘‘unidad de los dos'', y esto significa la superación de la soledad original, en la que el hombre no encontraba ‘‘una ayuda que fuese semejante a él'' (Gn 2,20). ¿Se trata aquí solamente de la ‘‘ayuda'' en orden a la acción, a ‘‘someter la tierra'' (cf Gn 1,28)? Ciertamente se trata de la compañera de la vida con la que el hombre se puede unir, como esposa, llegando a ser con ella ‘‘una sola carne'' y abandonando por esto a ‘‘su padre y a su madre'' (cf Gn 2,24)».6

La diferencia vital está orientada a la comunión, y es vivida serenamente tal como expresa el tema de la desnudez: «Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro» (Gn 2, 25).

De este modo, el cuerpo humano, marcado por el sello de la masculinidad o la femineidad, «desde ‘‘el principio'' tiene un carácter nupcial, lo que quiere decir que es capaz de expresar el amor con que el hombre-persona se hace don, verificando así el profundo sentido del propio ser y del propio existir».7 Comentando estos versículos del Génesis, el Santo Padre continúa: «En esta peculiaridad suya, el cuerpo es la expresión del espíritu y está llamado, en el misterio mismo de la creación, a existir en la comunión de las personas ‘‘a imagen de Dios''».8

En la misma perspectiva esponsal se comprende en qué sentido la antigua narración del Génesis deja entender cómo la mujer, en su ser más profundo y originario, existe «por razón del hombre» (cf 1Co 11,9): es una afirmación que, lejos de evocar alienación, expresa un aspecto fundamental de la semejanza con la Santísima Trinidad, cuyas Personas, con la venida de Cristo, revelan la comunión de amor que existe entre ellas. «En la ‘‘unidad de los dos'' el hombre y la mujer son llamados desde su origen no sólo a existir ‘‘uno al lado del otro'', o simplemente ‘‘juntos'', sino que son llamados también a existir recíprocamente, ‘‘el uno para el otro... El texto del Génesis 2,18-25 indica que el matrimonio es la dimensión primera y, en cierto sentido, fundamental de esta llamada. Pero no es la única. Toda la historia del hombre sobre la tierra se realiza en el ámbito de esta llamada. Basándose en el principio del ser recíproco ‘‘para'' el otro en la ‘‘comunión'' interpersonal, se desarrolla en esta historia la integración en la humanidad misma, querida por Dios, de lo ‘‘masculino'' y de lo ‘‘femenino''».9

La visión serena de la desnudez con la que concluye la segunda narración de la creación evoca aquel «muy bueno» que cerraba la creación de la primera pareja humana en la precedente narración. Tenemos aquí el centro del diseño originario de Dios y la verdad más profunda del hombre y la mujer, tal como Dios los ha querido y creado. Por más transtornadas y obscurecidas que estén por el pecado, estas disposiciones originarias del Creador no podrán ser nunca anuladas.

7.El pecado original altera el modo con el que el hombre y la mujer acogen y viven la Palabra de Dios y su relación con el Creador. Inmediatamente después de haberles donado el jardín, Dios les da un mandamiento positivo (cf Gn 2,16) seguido por otro negativo (cf Gn 2,17), con el cual se afirma implícitamente la diferencia esencial entre Dios y la humanidad. En virtud de la seducción de la Serpiente, tal diferencia es rechazada de hecho por el hombre y la mujer. Como consecuencia se tergiversa también el modo de vivir su diferenciación sexual. La narración del Génesis establece así una relación de causa y efecto entre las dos diferencias: en cuando la humanidad considera a Dios como su enemigo se pervierte la relación misma entre el hombre y la mujer. Asimismo, cuando esta última relación se deteriora, existe el riesgo de que quede comprometido también el acceso al rostro de Dios.

En las palabras que Dios dirige a la mujer después del pecado se expresa, de modo lapidario e impresionante, la naturaleza de las relaciones que se establecerán a partir de entonces entre el hombre y la mujer: «Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará» (Gn 3,16). Será una relación en la que a menudo el amor quedará reducido a pura búsqueda de sí mismo, en una relación que ignora y destruye el amor, reemplazándolo con el yugo de la dominación de un sexo sobre el otro. La historia de la humanidad reproduce, de hecho, estas situaciones en las que se expresa abiertamente la triple concupiscencia que recuerda San Juan, cuando habla de la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida (cf 1 Jn 2,16). En esta trágica situación se pierden la igualdad, el respeto y el amor que, según el diseño originario de Dios, exige la relación del hombre y la mujer.

8. Recorrer estos textos fundamentales permite reafirmar algunos datos capitales de la antropología bíblica.

Ante todo, hace falta subrayar el carácter personal del ser humano. «De la reflexión bíblica emerge la verdad sobre el carácter personal del ser humano. El hombre —ya sea hombre o mujer— es persona igualmente; en efecto, ambos, han sido creados a imagen y semejanza del Dios personal».10 La igual dignidad de las personas se realiza como complementariedad física, psicológica y ontológica, dando lugar a una armónica «unidualidad» relacional, que sólo el pecado y las ‘‘estructuras de pecado'' inscritas en la cultura han hecho potencialmente conflictivas. La antropología bíblica sugiere afrontar desde un punto de vista relacional, no competitivo ni de revancha, los problemas que a nivel público o privado suponen la diferencia de sexos.

Además, hay que hacer notar la importancia y el sentido de la diferencia de los sexos como realidad inscrita profundamente en el hombre y la mujer. «La sexualidad caracteriza al hombre y a la mujer no sólo en el plano físico, sino también en el psicológico y espiritual con su impronta consiguiente en todas sus manifestaciones».11 Ésta no puede ser reducida a un puro e insignificante dato biológico, sino que «es un elemento básico de la personalidad; un modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los otros, de sentir, expresar y vivir el amor humano».12 Esta capacidad de amar, reflejo e imagen de Dios Amor, halla una de sus expresiones en el carácter esponsal del cuerpo, en el que se inscribe la masculinidad y femineidad de la persona.

Se trata de la dimensión antropológica de la sexualidad, inseparable de la teológica. La criatura humana, en su unidad de alma y cuerpo, está, desde el principio, cualificada por la relación con el otro. Esta relación se presenta siempre a la vez como buena y alterada. Es buena por su bondad originaria, declarada por Dios desde el primer momento de la creación; es también alterada por la desarmonía entre Dios y la humanidad, surgida con el pecado. Tal alteración no corresponde, sin embargo, ni al proyecto inicial de Dios sobre el hombre y la mujer, ni a la verdad sobre la relación de los sexos. De esto se deduce, por lo tanto, que esta relación, buena pero herida, necesita ser sanada.

¿Cuáles pueden ser las vías para esta curación? Considerar y analizar los problemas inherentes a la relación de los sexos sólo a partir de una situación marcada por el pecado llevaría necesariamente a recaer en los errores anteriormente mencionados. Hace falta romper, pues, esta lógica del pecado y buscar una salida, que permita eliminarla del corazón del hombre pecador. Una orientación clara en tal sentido se nos ofrece con la promesa divina de un Salvador, en la que están involucradas la «mujer» y su «estirpe» (cf Gn 3,15), promesa que, antes de realizarse, tendrá una larga preparación histórica.

9.Una primera victoria sobre el mal está representada por la historia de Noé, hombre justo que, conducido por Dios, se salva del diluvio con su familia y las distintas especies de animales (cf Gn 6-9). Pero la esperanza de salvación se confirma, sobre todo, en la elección divina de Abraham y su descendencia (cf Gn 12,1ss). Dios empieza así a desvelar su rostro para que, por medio del pueblo elegido, la humanidad aprenda el camino de la semejanza divina, es decir de la santidad, y por lo tanto del cambio del corazón. Entre los muchos modos con que Dios se revela a su pueblo (cf Hb 1,1), según una larga y paciente pedagogía, se encuentra también la repetida referencia al tema de la alianza entre el hombre y la mujer. Se trata de algo paradójico si se considera el drama recordado por el Génesis y su reiteración concreta en tiempos de los profetas, así como la mezcla entre sacralidad y sexualidad, presente en las religiones que circundaban a Israel. Y sin embargo, este simbolismo parece indispensable para comprender el modo en que Dios ama a su pueblo: Dios se hace conocer como el Esposo que ama a Israel, su Esposa.

Si en esta relación Dios es descrito como «Dios celoso» (cf Ex 20,5; Na 1,2) e Israel denunciado como esposa «adúltera» o «prostituta» (cf Os 2,4-15; Ez16,15-34), el motivo es que la esperanza que se fortalece por la palabra de los profetas consiste precisamente en ver cómo Jerusalén se convierte en la esposa perfecta: «Porque como se casa joven con doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu Dios» (Is62,5). Recreada «en justicia y en derecho, en amor y en compasión» (Os 2,21), aquella que se alejó para buscar la vida y la felicidad en los dioses falsos retornará, y a Aquel que le hablará a su corazón, «ella responderá allí como en los días de su juventud» (Os 2,17), y le oirá decir: «tu esposo es tu Hacedor» (Is54,5). En sustancia es el mismo dato que se afirma cuando, paralelamente al misterio de la obra que Dios realiza por la figura masculina del Siervo, el libro de Isaías evoca la figura femenina de Sión, adornada con una trascendencia y una santidad que prefiguran el don de la salvación destinada a Israel.

El Cantar de los cantares representa sin duda un momento privilegiado en el empleo de esta modalidad de revelación. Con palabras de un amor profundamente humano, que celebra la belleza de los cuerpos y la felicidad de la búsqueda recíproca, se expresa igualmente el amor divino por su pueblo. La Iglesia no se ha engañado pues al reconocer el misterio de su relación con Cristo, en su audacia de unir, mediante las mismas expresiones, aquello que hay de más humano con aquello que hay de más divino.

A lo largo de todo el Antiguo Testamento se configura una historia de salvación, que pone simultáneamente en juego la participación de lo masculino y lo femenino. Los términos esposo y esposa, o también alianza, con los que se caracteriza la dinámica de la salvación, aun teniendo una evidente dimensión metafórica, representan aquí mucho más que simples metáforas. Este vocabulario nupcial toca la naturaleza misma de la relación que Dios establece con su pueblo, aunque tal relación es más amplia de lo que se puede captar en la experiencia nupcial humana. Igualmente, están en juego las mismas condiciones concretas de la redención, en el modo con el que oráculos como los de Isaías asocian papeles masculinos y femeninos en el anuncio y la prefiguración de la obra de la salvación que Dios está a punto de cumplir. Dicha salvación orienta al lector sea hacia la figura masculina del Siervo sufriente que hacia aquella femenina de Sión. Los oráculos de Isaías alternan de hecho esta figura con la del Siervo de Dios, antes de culminar, al final del libro, con la visión misteriosa de Jerusalén, que da a luz un pueblo en un solo día (cf Is 66,7-14), profecía de la gran novedad que Dios está a punto de realizar (cf Is 48,6-8).

10.Todas estas prefiguraciones se cumplen en el Nuevo Testamento. Por una parte María, como la hija elegida de Sión, recapitula y transfigura en su femineidad la condición de Israel/Esposa, a la espera del día de su salvación. Por otra parte, la masculinidad del Hijo permite reconocer cómo Jesús asume en su persona todo lo que el simbolismo del Antiguo Testamento había aplicado al amor de Dios por su pueblo, descrito como el amor de un esposo por su esposa. Las figuras de Jesús y María, su Madre, no sólo aseguran la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, sino que superan aquel. Como dice San Ireneo, con el Señor aparece «toda novedad».13

Este aspecto es puesto en particular evidencia por el Evangelio de Juan. En la escena de las bodas de Caná, por ejemplo, María, a la que su Hijo llama «mujer», pide a Jesús que ofrezca como señal el vino nuevo de las bodas futuras con la humanidad. Estas bodas mesiánicas se realizarán en la cruz, dónde, en presencia nuevamente de su madre, indicada también aquí como «mujer», brotará del corazón abierto del crucificado la sangre/vino de la Nueva Alianza (cf Jn 19,25-27.34).14 No hay pues nada de asombroso si Juan el Bautista, interrogado sobre su identidad, se presenta como «el amigo del novio», que se alegra cuando oye la voz del novio y tiene que eclipsarse a su llegada: «El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. Es preciso que él crezca y que yo disminuya» (Jn 3,29-30).15

En su actividad apostólica, Pablo desarrolla todo el sentido nupcial de la redención concibiendo la vida cristiana como un misterio nupcial. Escribe a la Iglesia de Corinto por él fundada: «Celoso estoy de vosotros con celos de Dios. Pues os tengo desposados con un solo esposo para presentaros cual casta virgen a Cristo» (2 Cor 11,2).

En la carta a los Efesios la relación esponsal entre Cristo y la Iglesia será retomada y profundizada con amplitud. En la Nueva Alianza la Esposa amada es la Iglesia, y —como enseña el Santo Padre en la Carta a las familias— «esta esposa, de la que habla la carta a los Efesios, se hace presente en cada bautizado y es como una persona que se ofrece a la mirada de su esposo: ‘‘Amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para... presentársela resplandeciente a sí mismo; sin que tenga mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada'' (Ef 5,25-27)».16

Meditando, por lo tanto, en la unión del hombre y la mujer como es descrita al momento de la creación del mundo (cf Gn 2,24), el apóstol exclama: «Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia» (Ef 5,32). El amor del hombre y la mujer, vivido con la fuerza de la gracia bautismal, se convierte ya en sacramento del amor de Cristo y la Iglesia, testimonio del misterio de fidelidad y unidad del que nace la «nueva Eva», y del que ésta vive en su camino terrenal, en espera de la plenitud de las bodas eternas.

11.Injertados en el misterio pascual y convertidos en signos vivientes del amor de Cristo y la Iglesia, los esposos cristianos son renovados en su corazón y pueden así huir de las relaciones marcadas por la concupiscencia y la tendencia a la sumisión, que la ruptura con Dios, a causa del pecado, había introducido en la pareja primitiva. Para ellos, la bondad del amor, del cual la voluntad humana herida ha conservado la nostalgia, se revela con acentos y posibilidades nuevas. A la luz de esto, Jesús, ante la pregunta sobre el divorcio (cf Mt 19,1-9), recuerda las exigencias de la alianza entre el hombre y la mujer en cuanto queridas por Dios al principio, o bien antes de la aparición del pecado, el cual había justificado los sucesivos acomodos de la ley mosaica. Lejos del ser la imposición de un orden duro e intransigente, esta enseñanza de Jesús sobre el divorcio es efectivamente el anuncio de una «buena noticia»: que la fidelidad es más fuerte que el pecado. Con la fuerza de la resurrección es posible la victoria de la fidelidad sobre las debilidades, sobre las heridas sufridas y sobre los pecados de la pareja. En la gracia de Cristo, que renueva su corazón, el hombre y la mujer se hacen capaces de librarse del pecado y de conocer la alegría del don recíproco.

12.«Todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay... ni hombre ni mujer», escribe S. Pablo a los Gálatas (Ga 3,27-28). El Apóstol no declara aquí abolida la distinción hombre-mujer, que en otro lugar afirma pertenecer al proyecto de Dios. Lo que quiere decir es más bien esto: en Cristo, la rivalidad, la enemistad y la violencia, que desfiguraban la relación entre el hombre y la mujer, son superables y superadas. En este sentido, la distinción entre el hombre y la mujer es más que nunca afirmada, y en cuanto tal acompaña a la revelación bíblica hasta el final. Al término de la historia presente, mientras se delinean en el Apocalipsis de Juan «los cielos nuevos» y «la tierra nueva» (Ap 21,1), se presenta en visión una Jerusalén femenina «engalanada como una novia ataviada para su esposo» (Ap 21,20). La revelación misma se concluye con la palabra de la Esposa y del Espíritu, que suplican la llegada del Esposo: «Ven Señor Jesús» (Ap 22,20).

Lo masculino y femenino son así revelados como pertenecientes ontológicamente a la creación, y destinados por tanto a perdurar más allá del tiempo presente, evidentemente en una forma transfigurada. De este modo caracterizan el amor que «no acaba nunca» (1 Cor 13,8), no obstante haya caducado la expresión temporal y terrena de la sexualidad, ordenada a un régimen de vida marcado por la generación y la muerte. El celibato por el Reino quiere ser profecía de esta forma de existencia futura de lo masculino y lo femenino. Para los que viven el celibato, éste adelanta la realidad de una vida, que, no obstante continuar siendo aquella propia del hombre y la mujer, ya no estará sometida a los límites presentes de la relación conyugal (cf Mt 22,30). Para los que viven la vida conyugal, aquel estado se convierte además en referencia y profecía de la perfección que su relación alcanzará en el encuentro cara a cara con Dios.

Distintos desde el principio de la creación y permaneciendo así en la eternidad, el hombre y la mujer, injertados en el misterio pascual de Cristo, ya no advierten, pues, sus diferencias como motivo de discordia que hay que superar con la negación o la nivelación, sino como una posibilidad de colaboración que hay que cultivar con el respeto recíproco de la distinción. A partir de aquí se abren nuevas perspectivas para una comprensión más profunda de la dignidad de la mujer y de su papel en la sociedad humana y en la Iglesia.

III. LA ACTUALIDAD
DE LOS VALORES FEMENINOS
EN LA VIDA DE LA SOCIEDAD

13.Entre los valores fundamentales que están vinculados a la vida concreta de la mujer se halla lo que se ha dado en llamar la «capacidad de acogida del otro». No obstante el hecho de que cierto discurso feminista reivindique las exigencias «para sí misma», la mujer conserva la profunda intuición de que lo mejor de su vida está hecho de actividades orientadas al despertar del otro, a su crecimiento y a su protección.

Esta intuición está unida a su capacidad física de dar la vida. Sea o no puesta en acto, esta capacidad es una realidad que estructura profundamente la personalidad femenina. Le permite adquirir muy pronto madurez, sentido de la gravedad de la vida y de las responsabilidades que ésta implica. Desarrolla en ella el sentido y el respeto por lo concreto, que se opone a abstracciones a menudo letales para la existencia de los individuos y la sociedad. En fin, es ella la que, aún en las situaciones más desesperadas —y la historia pasada y presente es testigo de ello— posee una capacidad única de resistir en las adversidades, de hacer la vida todavía posible incluso en situaciones extremas, de conservar un tenaz sentido del futuro y, por último, de recordar con las lágrimas el precio de cada vida humana.

Aunque la maternidad es un elemento clave de la identidad femenina, ello no autoriza en absoluto a considerar a la mujer exclusivamente bajo el aspecto de la procreación biológica. En este sentido, pueden existir graves exageraciones que exaltan la fecundidad biológica en términos vitalistas, y que a menudo van acompañadas de un peligroso desprecio por la mujer. La vocación cristiana a la virginidad —audaz con relación a la tradición veterotestamentaria y a las exigencias de muchas sociedades humanas— tiene al respecto gran importancia.17 Ésta contradice radicalmente toda pretensión de encerrar a las mujeres en un destino que sería sencillamente biológico. Así como la maternidad física le recuerda a la virginidad que no existe vocación cristiana fuera de la donación concreta de sí al otro, igualmente la virginidad le recuerda a la maternidad física su dimensión fundamentalmente espiritual: no es conformándose con dar la vida física como se genera realmente al otro. Eso significa que la maternidad también puede encontrar formas de plena realización allí donde no hay generación física.18

En tal perspectiva se entiende el papel insustituible de la mujer en los diversos aspectos de la vida familiar y social que implican las relaciones humanas y el cuidado del otro. Aquí se manifiesta con claridad lo que el Santo Padre ha llamado el genio de la mujer.19 Ello implica, ante todo, que las mujeres estén activamente presentes, incluso con firmeza, en la familia, «sociedad primordial y, en cierto sentido, ‘‘soberana''»,20 pues es particularmente en ella donde se plasma el rostro de un pueblo y sus miembros adquieren las enseñanzas fundamentales. Ellos aprenden a amar en cuanto son amados gratuitamente, aprenden el respeto a las otras personas en cuanto son respetados, aprenden a conocer el rostro de Dios en cuanto reciben su primera revelación de un padre y una madre llenos de atenciones. Cuando faltan estas experiencias fundamentales, es el conjunto de la sociedad el que sufre violencia y se vuelve, a su vez, generador de múltiples violencias. Esto implica, además, que las mujeres estén presentes en el mundo del trabajo y de la organización social, y que tengan acceso a puestos de responsabilidad que les ofrezcan la posibilidad de inspirar las políticas de las naciones y de promover soluciones innovadoras para los problemas económicos y sociales.

Sin embargo no se puede olvidar que la combinación de las dos actividades —la familia y el trabajo— asume, en el caso de la mujer, características diferentes que en el del hombre. Se plantea por tanto el problema de armonizar la legislación y la organización del trabajo con las exigencias de la misión de la mujer dentro de la familia. El problema no es solo jurídico, económico u organizativo, sino ante todo de mentalidad, cultura y respeto. Se necesita, en efecto, una justa valoración del trabajo desarrollado por la mujer en la familia. En tal modo, las mujeres que libremente lo deseen podrán dedicar la totalidad de su tiempo al trabajo doméstico, sin ser estigmatizadas socialmente y penalizadas económicamente. Por otra parte, las que deseen desarrollar también otros trabajos, podrán hacerlo con horarios adecuados, sin verse obligadas a elegir entre la alternativa de perjudicar su vida familiar o de padecer una situación habitual de tensión, que no facilita ni el equilibrio personal ni la armonía familiar. Como ha escrito Juan Pablo II, «será un honor para la sociedad hacer posible a la madre —sin obstaculizar su libertad, sin discriminación sicológica o práctica, sin dejarle en inferioridad ante sus compañeras— dedicarse al cuidado y a la educación de los hijos, según las necesidades diferenciadas de la edad».21

14.En todo caso es oportuno recordar que los valores femeninos apenas mencionados son ante todo valores humanos: la condición humana, del hombre y la mujer creados a imagen de Dios, es una e indivisible. Sólo porque las mujeres están más inmediatamente en sintonía con estos valores pueden llamar la atención sobre ellos y ser su signo privilegiado. Pero en última instancia cada ser humano, hombre o mujer, está destinado a ser «para el otro». Así se ve que lo que se llama «femineidad» es más que un simple atributo del sexo femenino. La palabra designa efectivamente la capacidad fundamentalmente humana de vivir para el otro y gracias al otro.

Por lo tanto la promoción de las mujeres dentro de la sociedad tiene que ser comprendida y buscada como una humanización, realizada gracias a los valores redescubiertos por las mujeres. Toda perspectiva que pretenda proponerse como lucha de sexos sólo puede ser una ilusión y un peligro, destinados a acabar en situaciones de segregación y competición entre hombres y mujeres, y a promover un solipsismo, que se nutre de una concepción falsa de la libertad.

Sin prejuzgar los esfuerzos por promover los derechos a los que las mujeres pueden aspirar en la sociedad y en la familia, estas observaciones quieren corregir la perspectiva que considera a los hombres como enemigos que hay que vencer. La relación hombre-mujer no puede pretender encontrar su justa condición en una especie de contraposición desconfiada y a la defensiva. Es necesario que tal relación sea vivida en la paz y felicidad del amor compartido.

En un nivel más concreto, las políticas sociales —educativas, familiares, laborales, de acceso a los servicios, de participación cívica— si bien por una parte tienen que combatir cualquier injusta discriminación sexual, por otra deben saber escuchar las aspiraciones e individuar las necesidades de cada cual. La defensa y promoción de la idéntica dignidad y de los valores personales comunes deben armonizarse con el cuidadoso reconocimiento de la diferencia y la reciprocidad, allí donde eso se requiera para la realización del propio ser masculino o femenino.

IV. LA ACTUALIDAD
DE LOS VALORES FEMENINOS
EN LA VIDA DE LA IGLESIA

15.Con respecto a la Iglesia, el signo de la mujer es más que nunca central y fecundo. Ello depende de la identidad misma de la Iglesia, que ésta recibe de Dios y acoge en la fe. Es esta identidad «mística», profunda, esencial, la que se debe tener presente en la reflexión sobre los respectivos papeles del hombre y la mujer en la Iglesia.

Ya desde las primeras generaciones cristianas, la Iglesia se consideró una comunidad generada por Cristo y vinculada a Él por una relación de amor, que encontró en la experiencia nupcial su mejor expresión. Por ello la primera obligación de la Iglesia es permanecer en la presencia de este misterio del amor divino, manifestado en Cristo Jesús, contemplarlo y celebrarlo. En tal sentido, la figura de María constituye la referencia fundamental de la Iglesia. Se podría decir, metafóricamente, que María ofrece a la Iglesia el espejo en el que es invitada a reconocer su propia identidad así como las disposiciones del corazón, las actitudes y los gestos que Dios espera de ella.

La existencia de María es para la Iglesia una invitación a radicar su ser en la escucha y acogida de la Palabra de Dios. Porque la fe no es tanto la búsqueda de Dios por parte del hombre cuanto el reconocimiento de que Dios viene a él, lo visita y le habla. Esta fe, cierta de que «ninguna cosa es imposible para Dios» (cf Gn 18,14; Lc 1,37), vive y se profundiza en la obediencia humilde y amorosa con la que la Iglesia sabe decirle al Padre: «hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). La fe continuamente remite a la persona de Jesús: «Haced lo que él os diga» (Jn 2,5), y lo acompaña en su camino hasta los pies de la cruz. María, en la hora de las tinieblas más profundas, persiste valientemente en la fe, con la única certeza de la confianza en la palabra de Dios.

También de María aprende la Iglesia a conocer la intimidad de Cristo. María, que ha llevado en sus brazos al pequeño niño de Belén, enseña a conocer la infinita humildad de Dios. Ella, que ha acogido el cuerpo martirizado de Jesús depuesto de la cruz, muestra a la Iglesia cómo recoger todas las vidas desfiguradas en este mundo por la violencia y el pecado. La Iglesia aprende de María el sentido de la potencia del amor, tal como Dios la despliega y revela en la vida del Hijo predilecto: «dispersó a los que son soberbios y exaltó a los humildes» (Lc 1,51-52). Y también de María los discípulos de Cristo reciben el sentido y el gusto de la alabanza ante las obras de Dios: «porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso» (Lc 1, 49). Ellos aprenden que están en el mundo para conservar la memoria de estas «maravillas» y velar en la espera del día del Señor.

16. Mirar a María e imitarla no significa, sin embargo, empujar a la Iglesia hacia una actitud pasiva inspirada en una concepción superada de la femineidad. Tampoco significa condenarla a una vulnerabilidad peligrosa, en un mundo en el que lo que cuenta es sobre todo el dominio y el poder. En realidad, el camino de Cristo no es ni el del dominio (cf Fil 2, 6), ni el del poder como lo entiende el mundo (cf Jn18,26). Del Hijo de Dios aprendemos que esta «pasividad» es en realidad el camino del amor, es poder real que derrota toda violencia, es «pasión» que salva al mundo del pecado y de la muerte y recrea la humanidad. Confiando su Madre al apóstol S. Juan, el Crucificado invita a su Iglesia a aprender de María el secreto del amor que triunfa.

Muy lejos de otorgar a la Iglesia una identidad basada en un modelo contingente de femineidad, la referencia a María, con sus disposiciones de escucha, acogida, humildad, fidelidad, alabanza y espera, coloca a la Iglesia en continuidad con la historia espiritual de Israel. Estas actitudes se convierten también, en Jesús y a través de él, en la vocación de cada bautizado.

Prescindiendo de las condiciones, estados de vida, vocaciones diferentes, con o sin responsabilidades públicas, tales actitudes determinan un aspecto esencial de la identidad de la vida cristiana. Aun tratándose de actitudes que tendrían que ser típicas de cada bautizado, de hecho, es característico de la mujer vivirlas con particular intensidad y naturalidad. Así, las mujeres tienen un papel de la mayor importancia en la vida eclesial, interpelando a los bautizados sobre el cultivo de tales disposiciones, y contribuyendo en modo único a manifestar el verdadero rostro de la Iglesia, esposa de Cristo y madre de los creyentes.

En esta perspectiva también se entiende que el hecho de que la ordenación sacerdotal sea exclusivamente reservada a los hombres22 no impide en absoluto a las mujeres el acceso al corazón de la vida cristiana. Ellas están llamadas a ser modelos y testigos insustituibles para todos los cristianos de cómo la Esposa debe corresponder con amor al amor del Esposo.

CONCLUSIÓN

17.En Jesucristo se han hecho nuevas todas las cosas (cf Ap 21,5). La renovación de la gracia, sin embargo, no es posible sin la conversión del corazón. Mirando a Jesús y confesándolo como Señor, se trata de reconocer el camino del amor vencedor del pecado, que Él propone a sus discípulos.

Así, la relación del hombre con la mujer se transforma, y la triple concupiscencia de la que habla la primera carta de S. Juan (cf 1Jn 2,15-17) cesa su destructiva influencia. Se debe recibir el testimonio de la vida de las mujeres como revelación de valores, sin los cuales la humanidad se cerraría en la autosuficiencia, en los sueños de poder y en el drama de la violencia. También la mujer, por su parte, tiene que dejarse convertir, y reconocer los valores singulares y de gran eficacia de amor por el otro del que su femineidad es portadora. En ambos casos se trata de la conversión de la humanidad a Dios, a fin de que tanto el hombre como la mujer conozcan a Dios como a su «ayuda», como Creador lleno de ternura y como Redentor que «amó tanto al mundo que dio a su Hijo único» (Jn 3,16).

Una tal conversión no puede verificarse sin la humilde oración para recibir de Dios aquella transparencia de mirada que permite reconocer el propio pecado y al mismo tiempo la gracia que lo sana. De modo particular se debe implorar la intercesión de la Virgen María, mujer según el corazón de Dios —«bendita entre las mujeres» (Lc 1,42)—, elegida para revelar a la humanidad, hombres y mujeres, el camino del amor. Solamente así puede emerger en cada hombre y en cada mujer, según su propia gracia, aquella «imagen de Dios», que es la efigie santa con la que están sellados (cf Gn 1,27). Solo así puede ser redescubierto el camino de la paz y del estupor, del que es testigo la tradición bíblica en los versículos del Cantar de los cantares, donde cuerpos y corazones celebran un mismo júbilo.

Ciertamente la Iglesia conoce la fuerza del pecado, que obra en los individuos y en las sociedades, y que a veces llevaría a desesperar de la bondad de la pareja humana. Pero por su fe en Cristo crucificado y resucitado, la Iglesia conoce aún más la fuerza del perdón y del don de sí, a pesar de toda herida e injusticia. La paz y la maravilla que la Iglesia muestra con confianza a los hombres y mujeres de hoy son la misma paz y maravilla del jardín de la resurrección, que ha iluminado nuestro mundo y toda su historia con la revelación de que «Dios es amor» (1Jn 4,8.16).

El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en la audiencia concedida al infrascrito Cardenal Prefecto, ha aprobado la presente Carta, decidida en la Sesión Ordinaria de esta Congregación, y ha ordenado que sea publicada.

Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 31 de mayo de 2004, Fiesta de la Visitación de la Beata Virgen María.

 

Joseph Card. Ratzinger
Prefecto

Angelo Amato, SDB
Arzobispo titular de Sila
Secretario


1Cf Juan Pablo II, Exhort. Apost. post sinodal Familiaris consortio (22 de noviembre de 1981): AAS 74 (1982), 81-191; Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988): AAS 80 (1988), 1653-1729; Carta a las familias (2 de febrero de 1994): AAS 86 (1994), 868-925; Carta a las mujeres (29 de junio de 1995): AAS 87 (1995), 803-812; Catequesis sobre el amor humano (1979-1984): Enseñanzas II (1979) - VII (1984); Congregación para la Educación Católica, Orientaciones educativas sobre el amor humano. Pautas de educación sexual (1 de noviembre de 1983): Ench. Vat. 9, 420-456; Pontificio Consejo para la Familia, Sexualidad humana: verdad y significado. Orientaciones educativas en familia (8 de diciembre de 1995): Ench. Vat. 14, 2008-2077.

2Sobre esta compleja cuestión del género, cf también Pontificio Consejo para la Familia, Familia, matrimonio y «uniones de hecho» (26 de julio de 2000), 8: Suplemento a L'Osservatore Romano (22 de noviembre de 2000), 4.

3Cf Juan Pablo II, Carta Enc. Fides et ratio (14 de septiembre de 1998), 21: AAS 91 (1999), 22: «Esta apertura al misterio, que le viene de la Revelación, ha sido al final para él la fuente de un verdadero conocimiento, que ha consentido a su razón entrar en el ámbito de lo infinito, recibiendo así posibilidades de compresión hasta entonces insospechadas». 

4Juan Pablo II, Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), 6: AAS 80 (1988), 1662; cf S. Ireneo, Adversus haereses, V, 6, 1; V, 16, 2-3: SC 153, 72-81; 216-221; S. Gregorio de Nisa, De hominis opificio, 16: PG 44, 180; In Canticum homilia, 2: PG 44, 805-808; S. Agustín, Enarratio in Psalmum, 4, 8: CCL 38, 17. 

5La palabra hebrea ezer, traducida como ayuda, indica el auxilio que sólo una persona presta a otra persona. El término no tiene ninguna connotación de inferioridad o instrumentalización. De hecho también Dios es, a veces, llamado ezer respecto al hombre (cf Esd 18,4; Sal 9-10,35). 

6Juan Pablo II, Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), 6: AAS 80 (1988), 1664.

7Juan Pablo II, Catequesis El hombre-persona se hace don en la libertad del amor (16 de enero de 1980), 1: Enseñanzas III, 1 (1980), 148.

8Juan Pablo II, Catequesis La concupiscencia del cuerpo deforma las relaciones hombre-mujer (26 de julio de 1980), 1: Enseñanzas III, 2 (1980), 288.

9Juan Pablo II, Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), 7: AAS 80 (1988), 1666.

10Ibid., n.6, l.c., 1663.

11Congregación para la Educación Católica, Orientaciones educativas sobre el amor humano. Lineamientos de educación sexual (1 de noviembre de 1983), 4: Ench. Vat. 9, 423.

12Ibid.

13Adversus haereses, 4, 34, 1: SC 100. 846: «Omnem novitatem attulit semetipsum afferens».

14La Tradición exegética antigua ve en María en el episodio de Caná la «figura Synagogæ» y la «inchoatio Ecclesiæ».

15El cuarto Evangelio profundiza aquí un dato ya presente en los Sinópticos (cf Mt 9,15 y par.). Sobre el tema de Jesús Esposo, cf Juan Pablo II, Carta a las Familias (2 de febrero de 1994), 18: AAS 86 (1994), 906-910.

16Juan Pablo II, Carta a las familias (2 de febrero de 1994), 19: AAS 86 (1994), 911; cf Carta Apost. Mulieris dignitatem (15 de agosto de 1988), 23-25: AAS 80 (1988), 1708-1715.

17Cf Juan Pablo II, Exhort. Apost. post sinodal Familiaris consortio (22 de noviembre de 1981), 16: AAS 74 (1982), 98-99.

18Ibid., 41, l.c., 132-133; Congregación para la Doctrina de la Fe, Instruc. Donum vitae (22 de febrero de 1987), II, 8: AAS 80 (1988), 96-97.

19Cf Juan Pablo II, Carta a las mujeres (29 de junio de 1995), 9-10: AAS 87 (1995), 809-810.

20Juan Pablo II, Carta a las familias (2 de febrero de 1994), 17: AAS 86 (1994), 906.

21Carta Enc. Laborem exercens (14 de septiembre de 1981), 19: AAS 73 (1981), 627.

22Cf Juan Pablo II, Carta Apost. Ordinatio sacerdotalis (22 de mayo de 1994): AAS 86 (1994), 545-548; Congregación para la Doctrina de la Fe, Respuesta a la duda acerca de la doctrina de la Carta Apostólica «Ordinatio sacerdotalis» (28 de octubre de 1995: AAS 87 (1995), 1114.

    

La muerte del hombre.

En el ser humano se da una unidad abarcativa de lo morfológico, fisiológico, fisicoquímico, psicológico, en un lugar y momento concretos, poseyendo el pasado y el presente, y vertiéndose al futuro. Otra característica del hombre es el gran desarrollo del telencéfalo, correspondiente sobre todo a la corteza cerebral.

Kurzweil afirmaba en 2012: “En poco más de 30 años, los humanos serán capaces de cargar toda su mente a las computadoras y convertirse en un inmortal digital”. Decía que las diferencias entre la máquina y el hombre se irán difuminando.  Sin embargo, la máquina es perecedera, sus materiales se desgastan; y el hombre podrá estar en coma, tener un corazón artificial, ventilación mecánica, etc., pero su ser siempre será humano. Su alma es inmortal. Las máquinas no tienen alma y, lógicamente, no son inmortales.

 

El comienzo de la vida va con el momento de la fecundación.  

El momento de la muerte, también puntual, es parte de la biografía personal (se podría decir que “va con el DNI”).

Para los clásicos, la muerte es la separación del cuerpo y del principio vital (alma, psique). También se han dado definiciones impersonales: extinción del sistema individual, supresión del metabolismo, etc.

La muerte supone la desaparición de la unidad biológica. Es el cese del funcionamiento del organismo como un todo. La realidad que se aprecia tras la muerte no corresponde a un ser humano; es un cadáver, son los restos de un hombre o mujer.

 El cerebro es el órgano crítico cuyo fallo determina irreversiblemente la muerte. Dentro del cerebro, el tallo cerebral regula las funciones respiratoria y circulatoria; su fallo hace que dejen de funcionar unitariamente los órganos. Es  la zona, en la cabeza del toro, en que el matador hunde la espada al final de la faena, provocando la muerte inmediata.

 

Después de la muerte, durante un tiempo, algún órgano u órganos pueden seguir funcionando (lo que hace legítimo el trasplante de órganos).  

 

El hombre es el animal que conoce que va a morir. Hacia los tres/cuatro años, con la experiencia de la yoidad, puede aparecer la angustia de la muerte.

La  muerte es inexplicable de forma experiencial. Por eso, el miedo a morir es normal: miedo a  si después hay una aniquilación, un cambio de morada o un tránsito. Decía Julián Marías que es seguro que vamos a morir, pero no tenemos seguridad de lo que pasará después.

Son conocidas las referencias a un túnel, a la visión de una luz, etc. por parte de personas que han estado al borde de la muerte, fenómenos que podrían tener un correlato fisiológico: ¿disminución de la cuantía de oxígeno en áreas cerebrales visuales primarias y asociativas? ¿afectación del tallo cerebral? ¿afectación de áreas uni y/o plurimodales asociativas? Las cuestiones pueden ser múltiples.

La ciencia no puede demostrar la existencia de otra vida, pero el hombre, desde su más temprana infancia, intuye que va a vivir siempre. Desea una inmortalidad de verdad, y de forma personal, no la de vivir en el recuerdo, en estatuas, en imprenta. Ve absurda la aniquilación.

La Historia nos habla de la invención de  elixires y pócimas para conseguir, ilusoriamente, la eterna juventud. Hoy día, las mujeres (y muchos hombres) quieren parecer siempre jóvenes, y no escatiman gastos para ello. ¿No será en el fondo una manifestación del deseo de inmortalidad? En algunos, la fe en la ciencia sustituye a la fe en Dios.

Al animal “le tiene sin cuidado” la vida eterna. Está aferrado a su propia vida, le ocupa lo próximo, lo cercano.

Al hombre le preocupa la vida eterna, el para siempre (el existencialismo cristiano fue una potente corriente cultural en el siglo XX). El ser humano desea “ver la luz” al final de sus días. A este respecto, en la Divina Comedia, Dante describe el Paraíso como la posesión de la Luz, inacabable, identificada con el ser de Dios.

 José Luis Velayos

 

Un investigador del CIMA y tres antiguos alumnos de la Universidad, entre los invitados a un evento de la AECC, presidido por la reina Letizia

Celebrado en Nueva York, el evento ha reunido a un grupo de investigadores españoles que trabajan en EE.UU. para reconocer su trabajo


FotoCedida
/De izquierda a derecha, Álvaro Curiel, Isabel Orbe, Ramón Reyes, la reina Letizia, Jill Biden, Valentín Fuster, Marta Puyol, Luis Montuenga y Amaia Lujambio Goizueta.

23 | 09 | 2022

La Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) ha reunido en Nueva York a un grupo de investigadores españoles que trabajan en EE.UU. para reconocer su trabajo, conocer sus inquietudes e impulsar la cooperación científica contra el cáncer. El encuentro, presidido la reina Letizia, ha congregado a 15 jóvenes investigadores españoles que están llevando a cabo sus proyectos de investigación en EE.UU. y algunos investigadores ya consolidados.

Entre ellos han participado el Dr. Luis Montuenga, investigador senior del Cima Universidad de Navarra, y decano de la Facultad de Ciencias, y los antiguos alumnos de la Universidad de Navarra Manuel Hidalgo, director de la División de Hematología y Oncología Médica de Weill Cornell Medicine; Amaya Lujambio, investigadora principal en la Facultad de Medicina de Mount Sinai; y Álvaro Curiel, investigador postdoctoral en la Universidad de Columbia.

Durante el evento se ha puesto de manifiesto la necesidad de apoyar a los investigadores españoles que desarrollan su trabajo fuera de nuestras fronteras, así como de impulsar la cooperación internacional. Todo ello permitirá reducir los tiempos para acercar los resultados a los pacientes, mejorar el ecosistema de ciencia y medicina oncológica nacional, y reforzar la imagen de España como referente en innovación e investigación en cáncer.

Posteriormente, su majestad la reina Letizia y Jill Biden, primera dama de EE.UU., en representación de la iniciativa Cancer Moonshot, han participado en un encuentro en la Universidad de Columbia para resaltar la importancia y la cooperación global de la investigación del cáncer

En la actualidad, la AECC ha destinado 17 millones de euros a proyectos internacionales en 12 países y ha concedido 38 proyectos para que los investigadores españoles tengan las herramientas para participar y liderar estudios de alta calidad.

Día Mundial de la Investigación del Cáncer

El Día Mundial de la Investigación del Cáncer (WCRD, por sus siglas en inglés) se creó en 2016 para apoyar el objetivo general de la Declaración Mundial sobre el Cáncer de 2013, que pedía reducciones en las muertes prematuras por esta enfermedad, así como mejoras en la calidad de vida y en el índice de supervivencia.

Se trata de una iniciativa global coordinada conjuntamente por nueve organizaciones: American Association for Cancer Research (AACR), American Society of Clinical Oncology (ASCO), Asociación Española Contra el Cáncer, Associazione Italiana per la Recerca sul Cancro (AIRC),  Asociación Europea para la Investigación del Cáncer (EACR), Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO), Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), Instituto Nacional del Cáncer (NCI), y Unión para el Control Internacional del Cáncer (UICC).

 

 

¿Hacia dónde va la guerra? Rusia pugna por recuperar la iniciativa mientras Ucrania se crece

22/09/2022

Publicado en

The Conversation

Salvador Sánchez Tapia |

Profesor de Análisis de Conflictos y Seguridad Internacional, Universidad de Navarra

El péndulo de la guerra parece haber cambiado de dirección con la ofensiva ucraniana de septiembre sobre el sector de Jarkov. El gobierno de Kiev ha conseguido recuperar una parte del territorio perdido al comienzo de la guerra. Aunque a un ritmo menor, la ofensiva continúa y cuestiona la firmeza del control ruso sobre los territorios del Donbás que arrebató a Ucrania en 2014.

El cambio de postura de Ucrania aviva las expectativas de una victoria final y completa sobre Rusia, que podría verse desalojada de los territorios que ocupa desde 2014. ¿Está Ucrania ganando la guerra? La respuesta a esta pregunta depende, en gran medida, de lo que signifique para Ucrania “ganar la guerra”, aunque considerar que Rusia está en vías de ser derrotada –algo posible– es hoy tan inexacto como prematuro.

La ofensiva ucraniana

Las capacidades militares de Ucrania han progresado de forma extraordinaria desde el comienzo de la guerra gracias, sí, a la experiencia de combate adquirida en estos meses pero, sobre todo, por mor de la asistencia recibida de Occidente en forma de material, inteligencia, adiestramiento, capacidad de planeamiento y medios de mando y control. Día a día, Ucrania es más capaz y se atreve a más, como demuestra la forma en que la ofensiva se ha preparado y ejecutado.

Con todo, la operación ucraniana ha sido de alcance limitado. No estamos ante una ofensiva de nivel operacional que abarque todo el frente ruso y que pueda provocar su hundimiento y una derrota total de Rusia. Hoy por hoy –es posible que esto cambie en el futuro– Ucrania no parece tener capacidad para planear y ejecutar una operación de tal envergadura, mucho menos para sostenerla.

 

Respuesta rusa: decreto de movilización y amenaza nuclear

Rusia, aunque ha sufrido pérdidas y un daño en la moral de combate de sus unidades difícil de cuantificar, no está al borde del colapso, si bien la propia naturaleza de la guerra hace que esta posibilidad no pueda ser descartada.

Moscú, después del noqueo inicial, comienza a adoptar medidas para contener la penetración ucraniana y restablecer la situación anterior a la ofensiva. El anuncio del decreto de movilización parcial de trescientos mil reservistas y, sobre todo, la amenaza de uso de armas nucleares, son hechos que hablan elocuentemente del daño que la ofensiva ha hecho a Rusia, a la moral de combate de sus unidades y, puede intuirse, a la voluntad de resistencia del público ruso.

La posibilidad de que Rusia llegue a cruzar el umbral atómico no puede ser ignorada sin más, máxime si llegara a consumarse la anexión a Rusia de los territorios de Donetsk y Lugansk que está detrás de los referendos anunciados en los dos territorios.

Sin llegar a ese extremo, Rusia puede responder reforzando las unidades del frente ucraniano –lo que debe ponderar cuidadosamente para no quebrar su frente doméstico–, intensificando el empleo de medios de fuego sobre objetivos de valor táctico y estratégico y manteniéndose firme en espera de que la llegada del invierno incline de nuevo la balanza a su favor. Con todo, no parece lógico esperar que Rusia recupere sus capacidades hasta el punto de revertir la tendencia actual, recuperar el territorio recién perdido y extender su control de Ucrania aún más al Oeste.

Recientemente, el presidente Zelenski ha manifestado su ambición de recuperar todos los territorios que Rusia le ha arrebatado desde 2014. Semejante aspiración es legítima, comprensible y consistente con el respeto al orden internacional, que no puede dar carta de naturaleza a una situación a la que se ha llegado mediante el uso ilegítimo de la fuerza. Si ese es el objetivo estratégico definido por el presidente, aún está lejos de lograrlo, ni militarmente, ni por la vía de unas eventuales negociaciones que se antojan distantes por falta de voluntad de las partes.

 

El apoyo de Occidente

¿Y si ese objetivo fuera alcanzable? ¿Debería Occidente apoyar los esfuerzos ucranianos para lograrlo? Surge aquí un dilema entre lo deseable y lo práctico. La total restauración de su integridad territorial es una cuestión de derecho, para Ucrania y para toda la comunidad internacional.

El problema es que intentarlo puede dar lugar a una escalada de la respuesta rusa en los términos utilizados por Putin en su amenaza, que podría terminar arrastrando a Occidente al conflicto, con consecuencias imprevisibles. Una derrota de Rusia en esos términos podría, además, hacer caer el régimen de Putin sin que, por el momento, se pueda atisbar un sustituto con el que Occidente pudiera llegar a entenderse, y que podría adoptar una postura aún más contraria hacia Occidente que la de Putin, bloqueando la posibilidad de cooperación. Eso es algo no del todo conveniente si se piensa en China como el verdadero reto a la seguridad global a medio plazo.

Con todas las reservas morales, la vía pragmática de la negociación debe ser explorada si lo que se persigue es una paz estable y aceptable por ambas partes. Esta solución se antoja lejana; Ucrania la rechaza pensando que la recuperación de todo el territorio perdido no es una quimera; Rusia, porque necesita recuperar la iniciativa y porque considera que el territorio ocupado hasta ahora no colma sus necesidades de seguridad ni alcanza a justificar su opción por la guerra. No se alcanzará sin un estímulo exterior que mueva a los contendientes hacia la mesa de negociación.

 

¿Frente al cambio climático? Legumbres

 

Durante el presente año la sequía y el calor extremo han vuelto a marcar el verano, en lo meteorológico y en lo agronómico. Sin duda se trata de factores climatológicos que según los expertos irán a más en los próximos años y a los que los agricultores deberán adaptarse para seguir, haciendo su principal función, produciendo alimentos. Una de las conclusiones extraídas de los trabajos del Grupo Operativo LegSapiens, un proyecto con numerosos socios que coordina la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), es que uno de los cultivos que jugarán un papel crucial serán las legumbres.

 

Las extremas condiciones climatológicas que se han producido en la última campaña, con numerosas olas de calor y con escasas precipitaciones en los últimos meses, son solo un ejemplo de lo que, según los expertos, va a ocurrir en los próximos años. Por eso desde el grupo operativo LegSapiens aseguran que es “todavía más necesario” ampliar la rotación de cultivos, introduciendo cultivos que mejoran el suelo, como son las leguminosas, como medidas de mitigación y adaptación al cambio climático.

 

El citado grupo operativo acaba de concluir su segunda fase de ejecución, un periodo en el que se han realizado numerosos ensayos en campo y jornadas formativas y divulgativas así como entrevistas a distintos actores de la cadena de comercialización de las leguminosas. Las actividades se han centrado en la realización de ensayos de campo, con el objetivo de evaluar diferentes cultivos como altramuces o titos (almortas), garbanzos, lentejas, alubias y soja, aplicando técnicas innovadoras como los cultivos de servicio y cultivos asociados.

 

Los ensayos de campo se han llevado a cabo en municipios de Lleida, Madrid, Zamora y Burgos. Por otra parte, los talleres, jornadas de campo y entrevistas realizadas con los distintos actores de la cadena de valor de las leguminosas, en las tres zonas de actuación del proyecto, han aportado "valiosa información" para superar los retos de estos cultivos.

 

Jesús Domingo Martínez

 

 

A pesar de la creciente conciencia

Los Ayuntamientos de toda España organizan en verano infinidad de actividades formativas y de ocio para niños y adolescentes. También lo hacen las entidades sociales dedicadas al ocio y a la formación de niños y jóvenes, así como las peñas y asociaciones cívicas de toda índole. Algunas de estas actividades, que no suelen recabar la atención de la prensa, han ocupado este verano las portadas de los medios de comunicación. La razón es grave. La sexualización de menores, niños y adolescentes, se ha colado en el ocio veraniego en forma de diversión.

La creciente conciencia en materia de protección de los derechos de los menores ha obligado a elaborar protocolos, normas y planes de prevención de abusos y malos tratos. Los profesionales que trabajan con menores deben estar debidamente acreditados. La legislación española en esta materia se ha endurecido con la aprobación de la Ley integral de Protección a la infancia y a la adolescencia. Nada de esto ha evitado, y no se trata de una anécdota, que este verano se hayan organizado actividades con menores diseñadas por tienda eróticas o gynkamas municipales de contenido explícitamente sexual. Más allá del escándalo momentáneo que estas noticias provocan, llama la atención la falta de criterios para afrontar con un juicio contundente y sereno el planteamiento que late en el fondo de estas noticias.

Jesús Martínez Madrid

 

 

Más allá del escándalo momentáneo

Nada de la creciente conciencia en materia de protección de los derechos de los menores ha evitado, y no se trata de una anécdota, que este verano se hayan organizado actividades con menores diseñadas por tienda eróticas o gynkamas municipales de contenido explícitamente sexual. Más allá del escándalo momentáneo que estas noticias provocan, llama la atención la falta de criterios para afrontar con un juicio contundente y sereno el planteamiento que late en el fondo de estas noticias.

La sexualización de los menores es una decisión que adoptan adultos en nombre de una supuesta libertad que ignora intencionadamente los derechos de niños y adolescentes. Se cosifica el cuerpo de los menores para disfrute de los adultos, se les fuerza a recorrer etapas vitales para las que no están preparados y se les convierte en objetos de consumo. Pienso que la cuestión es grave y los efectos en el desarrollo vital de los menores es el núcleo del problema que exige una regulación normativa clara que alcance a la industria de la moda, los medios de comunicación y los contenidos audiovisuales. La Escuela, con el nuevo curso comenzado, tiene una oportunidad de oro para contrarestar ciertos efectos.

José Morales Martín

 

 

Los expertos siguen dando vueltas

Los expertos siguen dando vueltas a las causas del desencanto que ha movido a muchas personas, europeas, a no volver a los puestos de trabajo que ocupaban antes de la reducción de empleos a causa de la pandemia. Sin duda, están cambiando las motivaciones laborales, como muestra que el mero aumento salarial no resuelve los problemas. Ciertamente, el confinamiento ha puesto de relieve la desatención económica y social hacia tareas esenciales para la sociedad que, sencillamente, están mal pagadas a pesar del gran servicio que prestan. A propósito del déficit de profesores en Francia ante la rentrèe, se comenta que un principiante cobrará 1,2 veces el salario mínimo interprofesional, cuando era 2,3 veces en los años ochenta.

Además de los problemas relativos a la disponibilidad de materias primas, la escasez de mano de obra hará más difícil la recuperación económica, así como la atención de tantos servicios personalizados demandados por el funcionamiento de un país desarrollado. Ciertamente, sin los emigrantes no es posible ya la construcción, la atención a los mayores o el cuidado de los más pequeños.

Así por ejemplo, la coalición que gobierna Alemania se ha propuesto como objetivo prioritario para este año una amplia reforma de las leyes sobre inmigración. Intentan reducir al máximo la excesiva burocratización en materia de permisos de residencia y de trabajo, y tal vez seguir marcando pautas objetivas que faciliten la contratación directa por las empresas. Puede ser un arma tecnocrática de doble filo, pensando también en el daño que se hará a los países de origen.

Pedro García

 

 

Día del Señor

La palabra “domingo” viene de “Domínicus”, o sea, Señor en latín, y seguramente a cualquiera que le preguntáramos no tendría demasiado problema para decirnos que desde siempre ha sido un día para Dios, un día sagrado. Probablemente tenemos casi todos esa idea de fondo.

Otra cosa es cómo se vive realmente, y ahí nos encontramos mucha variedad. En España, hace 60 años, por poner una cifra, la mayoría de la gente iba a misa. Se cuenta que, en algunos pueblos, los hombres, durante la homilía, se salían de la iglesia a fumar un pitillo y volvían a entrar cuando el párroco terminaba su perorata. Era un planteamiento superficial, iban por cumplir y, muchos de ellos no entendían demasiado del por qué.

Pero en general la asistencia a misa era masiva y muy respetuosa. Había gente que se confesaba en aquel momento y había mucha gente que comulgaba. Esto hoy todavía ocurre en muchas parroquias. Hay iglesias que se llenan, con un buen ambiente de recogimiento, con gente que se confiesa en ese rato si hay sacerdotes disponibles, y muchas comuniones. Pero también sabemos de otras parroquias con menos ambiente y, sobre todo, sabemos de muchas personas cercanas, quizá amigos, quizá familiares, que no asisten a la misa de los domingos.

Hace 60 años la gente tenía menos cosas que hacer en un domingo y asistían a misa. Hoy resulta que el domingo se ha convertido en el día de viajar -desde el viernes hasta el domingo tarde- o el día para dormir más, porque se estuvo trasnochando, o el día para ir a comer a algún lugar exótico. Y se deja la misa como algo que “ya si eso…”. Nos da pena ver familias con poco ambiente cristiano que no valoran algo tan importante.

Jesús D Mez Madrid

 

 

No olvides tu matrimonio ante la llegada del bebé

Por LaFamilia.info 

Foto: Pixabay 

¿Hay crisis de pareja cuando llega un hijo? Hay grandes cambios, no siempre crisis. Para evitarla, se recomienda prestar atención a lo siguiente.

El nacimiento de un hijo, es sin duda, uno de los momentos más emocionantes y trascendentales que alguien puede llegar a vivir, y es también una etapa de cambios en la relación de pareja. Después de la llegada de los hijos, el matrimonio pasa de un antes a un después: la paternidad trae consigo nuevos retos en la vida conyugal.

En entrevista con el diario ABC.es, la psicóloga clínica Olga Carmona, explica qué ocurre en las parejas cuando llega un hijo: «una pareja es un sistema que tiene su propio equilibrio, aquél que necesita y cubre sus necesidades afectivas, que para cada pareja son distintas. Cuando llega un hijo, el binomio salta por los aires para convertirse en un triángulo al servicio de las necesidades de un tercero que exige mucha energía en términos de afectividad y presencia. La pareja desplaza la mirada hacia alguien que ya no es el otro, o al menos ya no es en la misma proporción que era».

Tantos años en consulta y la propia experiencia personal hacen que la psicóloga no dude al afirmar que esto sucede «porque somos tremendamente resistentes al cambio. Nos sentimos seguros en la inercia, en lo conocido, y la llegada de un hijo es posiblemente uno de los mayores cambios vitales en la vida de un ser humano».

Las madres no lo viven igual que los padres

Hombres y mujeres no viven la paternidad de la misma manera. La psicóloga explica que: «en el caso de las mujeres, el cambio va desde lo físico y bioquímico hasta nuestro mundo emocional, que se siente asaltado por la que creo que es la más intensa forma de amar posible. Nos ponemos en cuerpo y alma al servicio de las necesidades de toda índole de un ser que percibimos, y es, absolutamente vulnerable. Este terremoto vital, sumado al cansancio físico y en muchos casos la sensación de desbordamiento psíquico, hacen que nos desconectemos temporalmente del mundo. Y en el mundo exterior, también está nuestra pareja».

«Para los hombres es también un cambio brusco y muchas veces desconcertante. Se pueden llegar a sentir agotados, también desbordados, algunas veces desplazados por esa fusión que se produce entre madre e hijo. También tienen que reaprenderse en un rol que hasta ahora les era desconocido». Expone Carmona.

Entonces, ¿qué se puede hacer para evitar la rutina y caer en el olvido de la pareja?

La experta recomienda lo siguiente: «Es importante para la pareja reconectar, no desconectar. Reconectarse, volver a mirar al otro, buscar espacios que favorezcan y faciliten volver a la emoción que dio origen a los hijos. Alejarse de la exigente rutina, hacer un paréntesis donde volvamos a ser los protagonistas, tomar perspectiva, fortalecer el vínculo. Es tan fácil como frecuente que las imprescindibles demandas de los hijos nos arrastren hasta casi olvidarnos de que también somos hombres y mujeres, no exclusivamente padres. Y que esto no sólo no es incompatible sino esencial. Nuestros hijos necesitan padres sólidos que puedan ofrecer un referente de pareja del que ellos aprenderán. Y ¡claro! a veces no fluye sólo, hay que esforzarse en buscar estos espacios y requieren de una planificación que antes de los hijos era mucho más sencilla. Pero insisto, imprescindible.»

Como vemos la paternidad significa un cambio de vida, tal vez el mejor de la vida, pero la forma en que ambos cónyuges lo afronten, será determinante en su bienestar matrimonial.

5 “tips” para los nuevos padres

La paternidad tiene el poder extraordinario de unir a la pareja, además de hacerla más madura y sólida, solo se requiere del esfuerzo y el compromiso de ambos cónyuges para lograrlo. Por eso, debes tener presente lo siguiente:

1. Las mujeres necesitan a sus maridos más que nunca, no para reprocharlas sino para apoyarlas

Ellas no están haciendo el papel de víctimas, en realidad están pasando una montaña rusa emocional, así que si eres hombre, ten un poco de paciencia y dale todo tu amor.

2. Busquen ser la fortaleza del otro en los momentos difíciles

Como por ejemplo una mala noche, la enfermedad del bebé, problemas en el trabajo… En esta nueva etapa del matrimonio debe haber grandes niveles de comprensión, sacrificio y mucha dosis de amor.

3. ¡Hablen!

Díganse el uno al otro lo que sienten, en especial los hombres que suelen ser menos expresivos. No hay nada de malo decirle a la esposa que la extrañas, que anhelas esos momentos de los dos. Con cariño, todo es bien recibido.

4. No abandonen su apariencia física

El cansancio y la falta de tiempo pueden hacer que el arreglo personal pase a un segundo plano, no obstante, esto es básico en la relación de pareja.

5. Pequeñas citas, es una prioridad

Si quieren darle un gran regalo a ese pequeño, ¡saquen tiempo de pareja! Dejar al bebé en casa al cuidado de familiares o personas cercanas por una o dos horas, no te hará una mala madre/padre y sí te hará muy buena esposa/esposo.

Un hijo es la mayor muestra de amor entre los esposos, es la representación de un vínculo único entre papá y mamá. Por eso, no olvides que antes de ser padres, son pareja.