Ideas Claras
DE INTERES PARA HOY lunes, 04 de mayo de 2020
Indice:
Homilía del Papa Francisco en Santa Marta
Regina Coeli: El 14 de mayo, convocados a orar por la humanidad
Regina Coeli: “El Buen Pastor nos llama porque nos ama”
El Alto Comité de Fraternidad Humana propone la “Oración por la humanidad”
DESEOS DE SANTIDAD: Francisco Fernandez Carbajal
“Con María, ¡qué fácil!”: San Josemaria
¿Qué es una Romería a la Virgen? ¿Cómo se hace?
El Amor que abraza el mundo (La creación, II): Marco Vanzini / Carlos Ayxelá
Una pequeña casa para una gran familia
Fortalecer el matrimonio: Ángel Cabrero Ugarte
Vida, Neurociencia e inmortalidad.: Jose Luis Velayos
La sonrisa maternal de María: Ernesto Juliá
Humildad, qué grande eres: Blanca Sevilla
La comunión de deseo. Una propuesta pastoral: Pablo Blanco Sarto
"España te espera": Campaña turística para después del coronavirus: Alfonso Mendiz
Otro peligroso virus en China: Domingo Martínez Madrid
Sin dejar a un lado la tremenda gravedad: Jesús D Mez Madrid
Educación en virtudes y el derecho de los padres: Josefa Romo
De momento: Pedro García
Banquetes que paga el pueblo y… otras cosas: Antonio García Fuentes
Te pido que reces por el PAPA FRANCISCO que el Señor le ilumine y por tu Obispo, si te queda un poco acuérdate de mí. Si estimas que vale la pena el “Boletín” difúndelo entre familiares y amigos. ¡¡¡Gracias!!!
Con el mayor afecto. Félix Fernández
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Homilía del Papa Francisco en Santa Marta
Domingo, 3 de mayo de 2020
https://youtu.be/xua7HDDZ4H4
Monición de entrada
Tres semanas después de la Resurrección del Señor, hoy, cuarto domingo de Pascua, la Iglesia celebra el domingo del Buen Pastor, Jesús el Buen Pastor. Esto me hace pensar en tantos pastores que en el mundo dan la vida por sus fieles, también en esta pandemia, muchos, más de 100 sacerdotes han fallecido aquí en Italia. Pienso también en otros pastores que cuidan del bien de la gente, los médicos. Se habla de los médicos, de lo que hacen, pero debemos saber que, solo en Italia, han muerto 154 médicos en acto de servicio. Que el ejemplo de estos pastores sacerdotes y pastores médicos nos ayude a cuidar del santo pueblo fiel de Dios.
Homilía
La Primera Carta del apóstol Pedro (2,20-25) que hemos escuchado, es un pasaje de serenidad. Habla de Jesús. Dice: «Él llevo nuestros pecados en su cuerpo hasta el leño, para que, muerto a los pecados, vivamos para la justicia. Con sus heridas fuisteis curados. Pues andabais errantes como ovejas, pero ahora os habéis convertido al pastor y guardián de vuestras almas». Jesús es el pastor –así lo ve Pedro– que viene a salvar a las ovejas perdidas: éramos nosotros. Y en el salmo 22, tras esta lectura, hemos repetido: «El Señor es mi pastor: nada me falta»: la presencia del Señor como pastor, como pastor del rebaño. Y Jesús, en el capítulo 10 de Juan (l0,1-10), que hemos leído, se presenta como el pastor. Es más, no solo el pastor, sino la “puerta” por la que se entra en el aprisco. Todos los que han venido y no han entrado por esa puerta eran ladrones o bandidos o querían aprovecharse del rebaño: ¡falsos pastores! Y en la historia de la Iglesia ha habido muchos que han abusado del rebaño. No les interesaban las ovejas sino solo hacer carrera o política o dinero. Pero el rebaño los conoce, los ha conocido siempre, y va buscando a Dios por sus sendas.
Pues cuando hay un buen pastor, es precisamente el rebaño el que va adelante, sale adelante. El pastor bueno escucha al rebaño, lo guía, lo cuida. Y el rebaño sabe distinguir entre los pastores, no se equivoca: el rebaño se fía del buen pastor, se fía de Jesús. Solo el pastor que se parece a Jesús da confianza al rebaño, porque Él es la puerta. El estilo de Jesús debe ser el estilo del pastor, no hay otro. Pero también Jesús buen pastor, como dice Pedro en su primera carta (2,20-25), «padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca. Él no devolvía el insulto cuando lo insultaban; sufriendo no profería amenazas», era manso. Una de la señales del buen pastor es la mansedumbre. El buen pastor es manso. Un pastor que no es manso no es buen pastor. Tiene algo escondido, porque la mansedumbre se muestra como es, sin escudarse. Es más, el pastor es tierno, tiene esa ternura de la cercanía, conoce a las ovejas una a una por su nombre y cuida de cada una como si fuese la única, hasta el punto de que cuando vuelve a casa tras una jornada de trabajo, cansado, se da cuenta de que le falta una, y sale a trabajar otra vez para buscarla…, y la puerta consigo, la puerta sobre los hombros. Ese es el buen pastor, ese es Jesús, ese es quien nos acompaña en el camino de la vida, a todos.
Esta idea del pastor y esta idea del rebaño y de las ovejas, es una idea pascual. La Iglesia, en la primera semana de Pascua canta aquel bonito himno para los nuevos bautizados: “Estos son los nuevos corderos”, el himno que hemos oído al inicio de la Misa. Es una idea de comunidad, de ternura, de bondad, de mansedumbre. Es la Iglesia que quiere a Jesús y Él protege esta Iglesia.
Este domingo es un hermoso domingo, un domingo de paz, un domingo de ternura, de mansedumbre, porque nuestro pastor cuida de nosotros. «El Señor es mi pastor: nada me falta».
Comunión espiritual
Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Como no puedo recibirte sacramentalmente ahora, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiese recibido, me abrazo y me uno todo a ti. No permitas que jamás me separe de ti.
Regina Coeli: El 14 de mayo, convocados a orar por la humanidad
Palabras del Papa después de la oración mariana
MAYO 03, 2020 14:59RAQUEL ANILLOANGELUS Y REGINA COELI
(zenit – 3 mayo 2020).- Hoy se celebra el Día Mundial por las Vocaciones y el Papa nos invita a a todos a invocar del Señor el don de los buenos obreros para su Reino y disponibles a su amor.
Expresa también su cercanía a los enfermos de COVID-19 alentando la cooperación internacional que se está llevando a cabo a responder a ala grave crisis que sufrimos.
También tuvo un pensamiento especial para Asociación “Meter”, promotora del Día Nacional por los niños víctimas de la violencia, la explotación y la indiferencia.
El Papa Francisco nos invita a poner nuestras preocupaciones en el corazón de María en este mes de mayo. y también se une a la oración mundial del 14 de mayo por la pandemia.
Estas son las palabras del Papa después de la oración mariana:
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Palabras del Papa
Queridos hermanos y hermanas,
Hoy celebramos el Día Mundial de la Oración por las Vocaciones. La existencia cristiana es siempre una respuesta a la llamada de Dios, sin importar el estado de vida. Este día nos recuerda lo que Jesús dijo un día, que el campo del Reino de Dios requiere mucho trabajo, y debemos rezar al Padre para que envíe obreros a trabajar en su campo (cf. Mt 9, 37-38). El sacerdocio y la vida consagrados requieren coraje y perseverancia; y sin la oración no iremos por este camino. Invito a todos a invocar del Señor el don de los buenos obreros para su Reino, con el corazón y las manos disponibles a su amor.
Una vez más me gustaría expresar mi cercanía a los enfermos de COVID-19, a los que se dedican su cuidado a todos aquellos que, de alguna manera, están sufriendo la pandemia. Al mismo tiempo, me gustaría apoyar y alentar la cooperación internacional que se está llevando a cabo adoptando diversas iniciativas para responder adecuada y eficazmente a la grave crisis que estamos viviendo. Es importante, de hecho, reunir las capacidades científicas, de forma transparente y desinteresada, para encontrar vacunas y tratamientos y asegurar el acceso universal a las tecnologías esenciales que permitan a cada persona infectada, en todas partes del mundo, recibir la atención médica necesaria.
Dirijo un pensamiento especial a la Asociación “Meter”, promotora del Día Nacional por los niños víctimas de la violencia, la explotación y la indiferencia. Animo a los responsables y a los operadores a que continúen su acción de prevención y sensibilización de las conciencias junto con los diversos organismos educativas. Y agradezco a los niños de la Asociación que me han enviado un collage con cientos de margaritas pintadas por ellos. ¡Gracias!
Recientemente hemos comenzado mayo, el mes mariano por excelencia, durante el cual los fieles aman visitar los santuarios dedicados a la Virgen. Este año, debido a la situación sanitaria, nos dirigimos espiritualmente a estos lugares de fe y devoción, para poner en el corazón de la santísima Virgen nuestras preocupaciones, expectativas y proyectos para el futuro.
Y como la oración es un valor universal, he aceptado la propuesta del Alto Comité para la Fraternidad Humana para que el próximo 14 de mayo los creyentes de todas las religiones se unan espiritualmente en un día de oración y ayuno y obras de caridad, para implorar a Dios que ayude a la humanidad a superar la pandemia del coronavirus. Recuerden: el 14 de mayo, todos los creyentes juntos, creyentes de diferentes tradiciones, para rezar, ayunar y hacer obras de caridad.
Les deseo a todos un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós.
Regina Coeli: “El Buen Pastor nos llama porque nos ama”
Palabras del Papa antes de la oración mariana
MAYO 03, 2020 13:37RAQUEL ANILLOANGELUS Y REGINA COELI
(zenit – 3 mayo 2020).- En este 4º Domingo de Pascua, Domingo del Buen Pastor, el Papa desde la biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano antes del rezo del Regina Coeli nos habla de el Buen Pastor que nos llama por nuestro nombre, nos llama porque nos ama.
También nos dice cómo distinguir la voz del maligno de la de Dios: Está la voz de Dios, que amablemente habla a la conciencia, y está la voz tentadora que induce al mal. “La voz de Dios nunca obliga, se propone no impone, nos corrige y consuela con esperanza. Sin embargo la voz del maligno nos distrae del presente y quiere que nos centremos en el temor del futuro o en las tristezas del pasado, no quiere la voz del presente: saca a la superficie la amargura, los recuerdos de los males sufridos, de los que nos hicieron daño y tantos recuerdos feos”.
He aquí las palabras del Papa antes de la oración mariana:
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Palabras del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El cuarto domingo de Pascua, que celebramos hoy, está dedicado a Jesús el Buen Pastor. El Evangelio dice: “Las ovejas escuchan su voz; él llama a sus ovejas, a cada una por su nombre” (Jn. 10,3). El Señor nos llama por nuestro nombre, nos llama porque nos ama. Pero, dice el Evangelio de nuevo, hay otras voces, que no debemos seguir: las de los extraños, ladrones y malhechores que quieren el mal de las ovejas.
Estas diversas voces resuenan dentro de nosotros. Está la voz de Dios, que amablemente habla a la conciencia, y está la voz tentadora que induce al mal. ¿Cómo reconocer la voz del buen Pastor de la del ladrón, cómo distinguir la inspiración de Dios de la sugestión del Maligno? Se puede aprender a discernir estas dos voces: de hecho, estas dos hablan idiomas diferentes, es decir, tienen formas opuestas de tocar a nuestros corazones, hablan lenguas diferentes, como nosotros sabemos distinguir una lengua de otra, nosotros podemos distinguir la voz de Dios de la del maligno La voz de Dios nunca obliga: Dios se propone, no se impone. En cambio, la voz maligna seduce, agrede, obliga: despierta ilusiones deslumbrantes, emociones alentadoras, pero pasajeras. Al principio nos halaga, nos hace creer que somos todopoderosos, pero luego nos deja vacíos por dentro y nos acusa: “Tu no vales nada”. La voz de Dios, por otra parte, nos corrige, con tanta paciencia, pero siempre nos anima, nos consuela siempre, alimenta la esperanza. La voz de Dios es una voz que tiene un horizonte, en cambio la voz del maligno lleva a un muro a una esquina
Otra diferencia. La voz del enemigo nos distrae del presente y quiere que nos centremos en el temor del futuro o en las tristezas del pasado, no quiere la voz del presente: saca a la superficie la amargura, los recuerdos de los males sufridos, de los que nos hicieron daño y tantos recuerdos feos. En cambio, la voz de Dios habla al presente: “Ahora puedes hacer el bien, ahora puedes ejercitar la creatividad del amor, ahora puedes renunciar a los arrepentimientos y remordimientos que tienen prisionero tu corazón”. Nos anima, nos lleva adelante, pero habla al presente.
De nuevo: las dos voces plantean diferentes preguntas en nosotros. Aquella que viene de Dios será: “Que es bueno para mí?” En su lugar, el tentador insistirá en otra pregunta: “¿Qué cosa me gustaría hacer?” “¿Qué cosa me gustaría?”: la voz malvada siempre gira en torno al yo, a sus impulsos, a sus necesidades, al todo y de inmediato. Es como los engreimientos de los niños, todo ahora. La voz de Dios, por otro lado, nunca promete la alegría a bajo precio: nos invita a ir más allá de nuestro yo para encontrar el verdadero bien, la paz. Recordemos: el mal nunca nos da paz, nos pone en un frenesí primero y deja la amargura después, este es el estilo del mal.
Finalmente, la voz de Dios y la del tentador hablan en diferentes “ambientes”: el enemigo prefiere la oscuridad, la falsedad, las habladurías; el Señor ama la luz del sol, la verdad, la transparencia sincera. El enemigo nos dirá: “¡Enciérrate en ti mismo, porque nadie te entiende, ni te escucha, no confíes!”. El bien, al contrario, nos invita a abrirnos, a ser claros y a confiar en Dios y en los demás. Queridos hermanos y hermanas, en este tiempo tantos pensamientos y preocupaciones nos llevan de vuelta a nosotros mismos. Prestemos atención a las voces que llegan a nuestro corazón. Preguntémonos de dónde vienen. Pidamos la gracia de reconocer y seguir la voz del buen Pastor, que nos hace salir de los recintos del egoísmo y nos conduce a los pastos de la verdadera libertad. Que Nuestra Señora, Madre del Buen Consejo, oriente y acompañe nuestro discernimiento.
El Alto Comité de Fraternidad Humana propone la “Oración por la humanidad”
Para el 14 de mayo
MAYO 03, 2020 12:08REDACCIÓNECUMENISMO Y DIÁLOGO INTERRELIGIOSO
(zenit – 3 mayo 2020).- La Santa Sede hizo pública la “Oración por la humanidad” este sábado, 2 de mayo, del Alto Comité de Fraternidad Humana, dirigido a todos los hombres “que creen en Dios, el Creador” y a toda la “humanidad en todas partes del mundo”, para recurrir a Dios a través de la oración y la súplica, cada uno en su lugar y de acuerdo con su religión, creencia o doctrina, para que Dios elimine esta pandemia de Covid-19.
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Oración por la humanidad
¡Hermanos que creen en Dios, el Creador! ¡Hermanos en la humanidad en todas partes!
Hoy en día, el mundo enfrenta un peligro inminente que amenaza las vidas de millones de personas en todo el mundo, debido a la rápida propagación del coronavirus «Covid-19». Junto a la afirmación de nuestra creencia en la importancia del papel de la medicina y la investigación científica en el tratamiento de esta pandemia, no nos olvidamos de dirigirnos a Dios, el Creador, en esta gran crisis. Invitamos a todas las personas, en todo el mundo, a recurrir a Él a través de la oración, la súplica y las obras del bien, cada individuo en su lugar y de acuerdo con su religión, creencia o doctrina, para que Dios elimine esta pandemia, nos ayude a salir de esta aflicción, inspire a los científicos a descubrir un medicamento que acabe con ella, salve al mundo de las consecuencias sanitarias, económicas y humanas debido a la propagación de esta pandemia peligrosa.
Para alcanzar los objetivos del Documento de Fraternidad Humana, el Comité Supremo propone el próximo jueves 14 de mayo, como un día de oración y súplica por la humanidad. El Comité llama a todos los líderes religiosos y personas de todo el mundo a responder a este llamamiento humanitario y acudir al Todopoderoso con una sola voz para preservar a la humanidad, ayudarla a superar la pandemia y restablecer la seguridad, la estabilidad, la salud y el desarrollo, para hacer nuestro mundo, después de la finalización de esta pandemia, más humano y fraterno que nunca.
— Querer ser santos es el primer paso necesario para recorrer el camino hasta el final. Deseos sinceros y eficaces.
— El aburguesamiento y la tibieza matan los deseos de santidad. Estar vigilantes.
— Contar con la gracia de Dios y con el tiempo. Evitar el desánimo en la lucha por mejorar.
I. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. Como el ciervo desea las fuentes de las aguas, así te desea mi alma, oh Dios... ¿Cuándo vendré y apareceré ante la cara de Dios?1. Así rezamos en la liturgia de la Misa. El ciervo que busca saciar su sed en la fuente es la figura que emplea el salmista para descubrir el deseo de Dios que anida en el corazón de un hombre recto: ¡sed de Dios, ansias de Dios! He aquí la aspiración de quien no se conforma con los éxitos que el mundo ofrece para satisfacer las ilusiones humanas. ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si luego pierde su alma?2. Esta pregunta de Jesús nos sitúa de un modo radical ante el grandioso horizonte de nuestra vida, de una vida cuya razón última está en Dios. ¡Mi alma tiene sed de Dios! Los santos fueron hombres y mujeres que tuvieron un gran deseo de saciarse de Dios, aun contando con sus defectos. Cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿tengo verdaderamente ganas de ser santo? Es más, ¿me gustaría ser santo? La respuesta sería afirmativa, sin duda: sí. Pero debemos procurar que no sea una respuesta teórica, porque la santidad para algunos puede ser «un ideal inasequible, un tópico de la ascética, pero no un fin concreto, una realidad viva»3. Nosotros queremos hacerla realidad con la gracia del Señor.
Así te desea mi alma, oh Dios. Hemos de comenzar por fomentar en nuestra alma el deseo de ser santos, diciendo al Señor: «quiero ser santo»; o, al menos, si me encuentro flojo y débil, «quiero tener deseos de ser santo». Y para que se disipe la duda, para que la santidad no se quede en sonido vacío, volvamos nuestra mirada a Cristo: «El divino Maestro y Modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y cada uno de sus discípulos, cualquiera que fuese su condición, la santidad de vida, de la que Él es iniciador y consumador: Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5, 48)»4.
Él es el iniciador. Si no fuera así, nunca se nos habría ocurrido la posibilidad de aspirar a la santidad. Pero Jesús la plantea como un mandato: sed perfectos, y por eso no es extraño que la Iglesia haga sonar con fuerza esas palabras en los oídos de sus hijos: «Quedan, pues, invitados y aun obligados todos los fieles cristianos a buscar insistentemente la santidad y la perfección dentro de su estado»5.
Como consecuencia, ¡qué clara ha de ser nuestra ansia de santidad! En la Sagrada Escritura, el profeta Daniel es llamado vir desideriorum, «varón de deseos»6. ¡Ojalá cada uno mereciese ese apelativo! Porque tener deseos, querer ser santos, es el paso necesario para tomar la decisión de emprender un camino con el firme propósito de recorrerlo hasta el final: «... aunque me canse, aunque no pueda, aunque reviente, aunque me muera»7.
«Deja que se consuma tu alma en deseos... Deseos de amor, de olvido, de santidad, de Cielo... No te detengas a pensar si llegarás alguna vez a verlos realizados –como te sugerirá algún sesudo consejero–: avívalos cada vez más, porque el Espíritu Santo dice que le agradan los “varones de deseos”.
»Deseos operativos, que has de poner en práctica en la tarea cotidiana»8.
Por tanto, es preciso que examinemos si nuestros deseos de santidad son sinceros y eficaces; más aún, si los tomamos como una «obligación» –como hemos visto que dice el Concilio Vaticano II– de fiel cristiano, que responde a los requerimientos divinos. En ese examen quizá encontremos la explicación de tanta debilidad, de tanta desgana en la lucha interior. «Me dices que sí, que quieres. —Bien, pero ¿quieres como un avaro quiere su oro, como una madre quiere a su hijo, como un ambicioso quiere los honores o como un pobrecito sensual su placer?
»—¿No? —Entonces no quieres»9.
Alimentemos esos deseos con la virtud de la esperanza: solo se puede querer eficazmente algo cuando hay esperanza de conseguirlo. Si se considera imposible, si pensamos que una meta no es para nosotros, tampoco la desearemos realmente; y nuestra esperanza teologal se fundamenta en Dios.
II. La conversión del centurión Cornelio, que se lee en la Primera lectura de la Misa, demuestra que Dios no hace acepción de personas. San Pedro explica a los demás lo que ha sucedido: el Espíritu Santo descendió sobre ellos, así como sobre nosotros al principio10.
La fuerza del Espíritu Santo no conoce límites ni barreras. Tampoco –como en el caso de Cornelio, que no pertenecía a la raza ni al pueblo judío– en nuestra vida personal. Por una parte, hemos de desear ser santos; por otra, si Dios no construye la casa, en vano trabajan los que la edifican11. La humildad nos llevará a contar siempre y ante todo con la gracia de Dios. Luego vendrá nuestro esfuerzo por adquirir virtudes y por vivirlas continuamente; junto a ese empeño, nuestro afán apostólico, pues no podemos pensar en una santidad personal que ignora a los demás, que no se preocupa de la caridad, porque eso es un contrasentido; y, por último, nuestro deseo de estar con Cristo en la Cruz, es decir, de ser mortificados, de no rehuir el sacrificio ni en lo pequeño, ni en lo grande si es preciso.
Hemos de estar prevenidos para no acercarnos a Dios con regateos, sin renuncias, tratando de hacer compatible el amor a Dios con lo que no le agrada. Debemos vigilar para alimentar continuamente en la oración nuestros deseos de santidad, pidiendo a Dios que sepamos luchar todos los días, que sepamos descubrir en el examen de conciencia en qué puntos se está apagando nuestro amor. Los deseos de santidad se harán realidad en el cumplimiento delicado de nuestros actos de piedad, sin abandonarlos ni retrasarlos por cualquier motivo, sin dejarnos llevar por el estado de ánimo ni por los sentimientos, pues «el alma que ama a Dios de veras no deja por pereza de hacer lo que pueda para encontrar al Hijo de Dios, su Amado. Y después que ha hecho todo lo que puede, no se queda satisfecha, pues piensa que no ha hecho nada»12.
La humildad es la virtud que no nos dejará satisfacernos ingenuamente en lo que hemos hecho ni quedarnos solo en deseos teóricos, pues siempre nos hará ver que podemos hacer más para traducir en obras de amor nuestros deseos, impidiendo que la realidad de nuestros pecados, ofensas y negligencias dé por tierra con nuestras ilusiones. La humildad, pues, no corta las alas a los deseos, sino al contrario: nos hace comprender la necesidad de recurrir a Dios para convertirlos en realidades. Con la gracia divina haremos todo lo posible para que las virtudes se desarrollen en nuestra alma, quitando obstáculos, alejándonos de las ocasiones de pecar y resistiendo con valentía a las tentaciones.
III. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. ¿Es compatible esa sed con la experiencia de nuestros defectos e incluso de nuestras caídas? Sí, porque santos son, no los que no han pecado nunca, sino los que se han levantado siempre. Renunciar a la santidad porque nos vemos llenos de defectos es un modo encubierto de soberbia y una evidente cobardía, que acabará ahogando nuestras ansias de Dios. «Es propio de un alma cobarde y que no tiene la virtud vigorosa de confiar en las promesas del Señor, el abatirse demasiado y sucumbir ante las adversidades»13.
Dejar a Dios, abandonar la lucha porque tenemos defectos o porque existen adversidades es un grave error, una tentación muy sutil y muy peligrosa, que nos puede llevar a una manifestación de soberbia, que es la pusilanimidad, falta de ánimo y valor para tolerar las desgracias o para intentar cosas grandes. Quizá no necesitemos hacernos falsas ilusiones, porque quisiéramos ser santos en un día, y eso no es posible, salvo que Dios decidiera hacer un milagro, que no tiene por qué hacer, ya que nos da continua y progresivamente –por conductos ordinarios– las gracias que necesitamos.
El deseo de ser santos, cuando es eficaz, es el impulso consciente y decidido que nos lleva a poner los medios necesarios para alcanzar la santidad. Sin deseos, no hay nada que hacer; ni siquiera se intenta. Con deseos solo, no basta. «Hay pues, que tener paciencia, y no pretender desterrar en un solo día tantos malos hábitos como hemos adquirido, por el poco cuidado que tuvimos de nuestra salud espiritual»14.
Dios cuenta con el tiempo y tiene paciencia con cada uno de nosotros. Si nos desanimamos ante la lentitud de nuestro adelanto espiritual, hemos de recordar lo pésimo que es apartarse del bien, detenerse ante la dificultad y descorazonarse por nuestros defectos. Precisamente Dios puede concedernos más luz para ver mejor nuestra conciencia y para que emprendamos con más ánimo la lucha en nuevos frentes de batalla, recordando que los santos se han considerado siempre grandes pecadores, de ahí que procurasen esforzadamente acercarse más a Dios por medio de la oración y de la mortificación, confiados en la misericordia divina: «Esperemos con paciencia que vamos a mejorar y, en vez de inquietarnos por haber hecho poca cosa en el pasado, procuremos con diligencia hacer más en el futuro»15.
Como el ciervo desea las fuentes de las aguas, así te desea mi alma, oh Dios. Mantengamos vivo el deseo de Dios; encendamos cada día la hoguera de nuestra fe y de nuestra esperanza con el fuego del amor a Dios, que aviva nuestras virtudes y quema nuestra miseria, y saciaremos nuestra sed de santidad con el agua que salta hasta la vida eterna16.
1 Sal. 41. Salmo responsorial. — 2 Mt 16, 26. — 3 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 96. — 4 Conc. Vat. II, Lumen gentium, 40. — 5 Ibídem, 42. — 6 Dan 9, 23. — 7 Santa Teresa, Camino de perfección, 21, 2. — 8 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 628. — 9 ídem, Camino, n. 316. — 10 Hech 11, 15-17. — 11 Sal 126, 1. — 12 San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 3, 1. — 13 San Basilio, Homilía sobre la alegría, en F. Fernández Carvajal, Antología de textos, n. 1781. — 14 J. Tissot, El arte de aprovechar nuestras faltas, Palabra, 11ª ed., Madrid 1986, p. 14. — 15 Ibídem, pp. 24-25. — 16 Cfr. Jn 4, 14.
Antes, solo, no podías... –Ahora, has acudido a la Señora, y, con Ella, ¡qué fácil! (Camino, 513)
4 de mayo
Los hijos, especialmente cuando son aún pequeños, tienden a preguntarse qué han de realizar por ellos sus padres, olvidando en cambio las obligaciones de piedad filial. Somos los hijos, de ordinario, muy interesados, aunque esa conducta -ya lo hemos hecho notar-, no parece importar mucho a las madres, porque tienen suficiente amor en sus corazones y quieren con el mejor cariño: el que se da sin esperar correspondencia.
Así ocurre también con Santa María. (...) Han de dolernos, si las encontramos, nuestras faltas de delicadeza con esta Madre buena. Os pregunto -y me pregunto yo-, ¿cómo la honramos?
Volvemos de nuevo a la experiencia de cada día, al trato con nuestra madre en la tierra. Por encima de todo, ¿qué desean, de sus hijos, que son carne de su carne y sangre de su sangre? Su mayor ilusión es tenerlos cerca. Cuando los hijos crecen y no es posible que continúen a su lado, aguardan con impaciencia sus noticias, les emociona todo lo que les ocurre: desde una ligera enfermedad hasta los sucesos más importantes.
Mirad: para nuestra Madre Santa María jamás dejamos de ser pequeños, porque Ella nos abre el camino hacia el Reino de los Cielos, que será dado a los que se hacen niños. De Nuestra Señora no debemos apartarnos nunca. ¿Cómo la honraremos? Tratándola, hablándole, manifestándole nuestro cariño, ponderando en nuestro corazón las escenas de su vida en la tierra, contándole nuestras luchas, nuestros éxitos y nuestros fracasos. (Amigos de Dios, nn. 289-290)
¿Qué es una Romería a la Virgen? ¿Cómo se hace?
La palabra romería viene de "romero", tal y como se designaba a las personas que peregrinaban a Roma. Después, el significado se extendió y en la actualidad una romería es la visita a un santuario de la Virgen María.
PREGUNTAS SOBRE LA FE CRISTIANA21/05/2018
• ¿Qué es una Romería a la Virgen? ¿Cómo se hace? ¿Qué oraciones hay que rezar? (PDF, para imprimir)
En el mes de mayo, que la Iglesia dedica tradicionalmente a la Virgen Santísima, es habitual que se organicen romería a santuarios marianos, para visitar y honrar a nuestra Madre.
San Josemaría se conmovía con las manifestaciones multitudinarias de amor a la Virgen, pero siempre decía que tenía predilección por las romerías hechas individualmente o en grupos reducidos, quizá sólo de dos o tres personas. "Respeto y amo esas otras manifestaciones públicas de piedad, pero personalmente prefiero intentar ofrecer a María el mismo cariño y el mismo entusiasmo, con visitas personales, o en pequeños grupos, con sabor de intimidad". Es Cristo que pasa, 139.
En 1935, después de su primera visita al santuario de Sonsoles , en tierras de Ávila, el fundador del Opus Dei estableció que, como muestra de amor a la Virgen, todos los fieles de la Prelatura hicieran cada año, en el mes de mayo, una romería a un Santuario o lugar donde se venere una imagen de Santa María. Desde entonces, esa costumbre se ha difundido entre muchas otras personas que han entrado en contacto con su mensaje.
La romería de mayo es una visita a la Virgen hecha con amor filial. Lo que hacía San Josemaría era rezar tres partes del Rosario: una, en el camino de ida; otra —que solía ser la correspondiente al día de la semana, con las letanías—, en el santuario o ante la imagen de Nuestra Señora que había ido a visitar; y la tercera, en el camino de regreso.
Se pueden ofrecer a Santa María pequeños sacrificios por las necesidades personales y de toda la Iglesia: hacer a pie al menos la última parte del trayecto; aceptar con alegría las incomodidades del camino o las inclemencias del tiempo; privarse del pequeño refrigerio que sería normal en un paseo, etc.
La romería de mayo tiene un marcado espíritu apostólico. San Josemaría animaba a hacerla en compañía de amigos o parientes y a aprovechar para sugerirles algún paso adelante en su vida cristiana. "Muchas conversiones, muchas decisiones de entrega al servicio de Dios han sido precedidas de un encuentro con María. Nuestra Señora ha fomentado los deseos de búsqueda, ha activado maternalmente las inquietudes del alma, ha hecho aspirar a un cambio, a una vida nueva". Es Cristo que pasa, 149
"Una manifestación particular de la maternidad de María —decía Juan Pablo II en Fátima— la constituyen los sitios donde Ella se encuentra con los hombres, las casas donde habita; lugares donde se nota una particular presencia de la Madre. En todos estos lugares se cumple de modo admirable el singular testamento del Señor crucificado. Allí, el hombre es confiado a María, allí acude con presteza a encontrarse con Ella como con la propia Madre; le abre su corazón, le habla de todo; la recibe en su propia casa, es decir, le hace partícipe de todos sus problemas".
El Amor que abraza el mundo (La creación, II)
Tras haber reflexionado sobre los relatos de la creación, podemos preguntarnos una vez más: ¿en qué sentido es racional hablar hoy de creación?
LA LUZ DE LA FE14/08/2017
Que el amor tiene un lugar central en la realidad resulta una idea hermosa e inspiradora para muchas personas. Pero se trata quizá a menudo de una convicción nostálgica: el mundo, se dicen, sería un lugar mejor si todos nos guiásemos por este principio. La experiencia del mal, de las injusticias, de lo imperfecto del mundo, parecen hacer del amor más un ideal al que tender que la base sobre la que se levantaría el edificio mismo de la realidad. «En efecto, el hombre moderno cree que la cuestión del amor tiene poco que ver con la verdad. El amor se concibe hoy como una experiencia que pertenece al mundo de los sentimientos volubles y no a la verdad»[1].
«NADA HAY MÁS OCULTO Y NADA MÁS PRESENTE QUE ÉL; DIFÍCILMENTE SE HALLA DÓNDE ESTÁ Y MÁS DIFÍCILMENTE DÓNDE NO ESTÁ» (SAN AGUSTÍN)
Por contraste, la fe cristiana reconoce en el origen del universo un Amor personal e infinitamente creativo, que ha llegado hasta el punto de entrar como uno más en su creación, para salvarla. «Con amor eterno te amé; por eso prolongué mi misericordia para contigo» (Jr 31,3). Muchas personas que trabajan con ilusión por mejorar el mundo reconocen la grandeza de esta visión de la realidad, pero no pueden dejar de ver la idea de un ser personal y eterno –un ser que precede el mundo– como algo que a fin de cuentas responde a un modo de pensar «mítico y contrario al sistema»[2]: algo ajeno al entramado racional que podemos compartir, en la medida en que se basa en nuestra experiencia común del mundo. Tras haber reflexionado sobre los relatos de la creación en el Génesis, podemos preguntarnos ahora, una vez más: ¿en qué sentido es racional hablar hoy de creación?
¿Dónde está Dios?
Es frecuente oír, incluso entre gente con fe, la consideración de que, mientras la ciencia basa sus afirmaciones en pruebas seguras, la idea de Dios se basaría en tradiciones o suposiciones no verificables. A primera vista, parece difícil objetar nada a esta idea. Sin embargo, si se tiene en cuenta que «pruebas seguras» significa aquí «evidencias empíricas», se comprende que esa seguridad tiene un alcance acotado por la misma ciencia, que deliberadamente se concentra en los aspectos empíricos y mensurables de la realidad. Esta decisión estratégica ha permitido a la ciencia crecer exponencialmente, pero implica también que su estudio no puede abarcar todo el espectro de la realidad, o no puede al menos descartar que este espectro sea más amplio. Por otro lado, como toda disciplina –y esto incluye también a la teología–, la ciencia experimental tiene presupuestos que ella misma no puede demostrar. Uno de ellos es la existencia de la realidad que estudia, que requiere necesariamente una reflexión racional de otro tipo. Se entiende así que la revelación cristiana no venga a cuestionar el método de la ciencia ni sus evidentes éxitos: en realidad, lo precede y le abre horizontes más amplios.
Ciertamente, el modo peculiar en que Dios se hace presente en el mundo puede hacerle aparecer a veces como un gran ausente. Escribía san Agustín: «Nada hay más oculto y nada más presente que Él; difícilmente se halla dónde está y más difícilmente dónde no está»[3]. Esta paradoja, este cruce de sí y no, que parece indicar un cortocircuito, habla en cambio de la necesidad de abrir la racionalidad a otro nivel[4]. Dios no es una realidad como otras en este mundo, ni interviene necesariamente en los procesos naturales de modos empíricamente verificables. Dios actúa en un nivel mucho más profundo, sosteniendo el ser mismo de todas las cosas, haciendo que las cosas sean. Al hablar de Él, incluso para negar su existencia, el lenguaje va siempre más allá del marco de rigor propio de la ciencia experimental, y se inserta en un lenguaje distinto, que la ciencia misma presupone, y que tiene también un rigor propio: el lenguaje filosófico o metafísico. Por eso, el dios al que se querría obligar a revelarse a través de instrumentos de observación científica no sería el verdadero Dios, sino una caricatura suya. Y el verdadero Dios no viene a interferir en la ciencia, porque se sitúa en un nivel de realidad anterior a la ciencia misma. Dios no cabe en las leyes de la física, porque son más bien las leyes de la física las que «caben» en Él[5].
UNA CIENCIA SIN DIOS NO LIBERARÍA AL MUNDO DE LOS MITOS, PORQUE SIEMPRE QUEDARÍAN INEVITABLEMENTE RENDIJAS QUE SE LLENARÍAN CON OTRAS EXPLICACIONES
La aportación de la ciencia ha sido determinante para hacer al hombre consciente de la inmensidad del universo, de su evolución dinámica; para comprender sus leyes, así como la trayectoria evolutiva, que forma una especie de prehistoria biológica de aparición del homo sapiens sobre la tierra. Sin embargo, la ciencia no puede explicar hasta el final el origen del universo, porque este evento no enlaza dos «estados» de la misma realidad. Explicar la «ley» con la que se ha pasado de la nada a la primera forma embrionaria del universo está más allá de las posibilidades de la ciencia, porque la nada escapa a cualquier representación científica. Toda teoría cosmológica asume una estructura espacio-temporal como punto de partida; y la nada en sentido radical, es decir, el no-ser, cae siempre fuera de esta estructura: el umbral que separa el ser y la nada es metafísico[6]. Se entiende por eso que el diálogo entre la ciencia y la teología no sea solo deseable sino necesario, y que requiera la mediación de la filosofía, más que como un árbitro para poner paz entre partes en litigio, como un interlocutor capaz de comprender el alcance y las posibilidades de ambas disciplinas.
En el corazón de lo real
Incluso aproximándose hasta el origen mismo del universo, pues, la ciencia se queda siempre de este lado de la realidad, dentro del ser. Son muchos los científicos que, al identificar ese umbral, se dan cuenta de la necesidad de emprender una reflexión filosófica, desde la que es posible llegar a comprender la necesidad de un Creador en el origen del universo. «Es, sin duda, un gran libro la misma hermosura de la creación. Contempla, mira, lee su parte superior y su parte inferior. Dios no hizo letras de tinta, mediante las cuales pudieras conocerle: puso ante tus ojos esas mismas cosas que hizo. ¿Por qué buscas una voz más potente? A ti claman el cielo y la tierra: “Dios me hizo”»[7].
Sin embargo, la filosofía misma topa también con preguntas límite: ¿Por qué el ser y no más bien la nada? ¿Por qué existo? En este sentido, la fe cristiana viene a aportar «una imagen de Dios nueva, más elevada que la que pudiera nunca forjarse y pensar la razón filosófica. Pero la fe tampoco contradice la doctrina filosófica de Dios; (…) la fe cristiana en Dios acepta en sí la doctrina filosófica de Dios y la consuma»[8]. Ante la pregunta acerca del porqué, del sentido último de la existencia –pregunta que en algún momento de la vida se vuelve decisiva para todos–, se hace el silencio. Se alza entonces la fe cristiana, y responde serenamente: Dios estaba ahí antes del mundo, pensó en él, y lo creó con amor.
Esta sencilla afirmación produce, en realidad, lo contrario de lo que a veces se achaca a la noción de creación: desmitifica el universo. La comprensión del mundo como creación de Dios es «la “Ilustración” decisiva de la historia (…), la ruptura con los temores que habían reprimido a los hombres. Significa la liberación del Universo por la razón, el reconocimiento de su racionalidad y de su libertad»[9]. Aunque la ciencia es capaz de leer una parte importante de la lógica interna de la naturaleza, una ciencia sin Dios no liberaría al mundo de los mitos, porque siempre quedarían inevitablemente rendijas que se llenarían con otras explicaciones[10]. No es posible, por la autolimitación de la ciencia a lo empírico, que ella misma cubra algún día todas esas rendijas; y el hombre tampoco va a dejar de preguntarse por ellas, porque el hecho mismo de hacerlo –como, por lo demás, el ejercicio mismo de la ciencia– muestra que trasciende el orden de lo empírico. El espíritu humano, que se manifiesta entre otras cosas en el hecho de que cada uno de nosotros percibe su identidad frente al mundo, en el hecho de que nos preguntemos por esas rendijas, e incluso de que alguien pueda considerar estúpido preguntarse por ellas… todo ello pone de manifiesto, incluso a una reflexión meramente filosófica, que nosotros mismos –aun siendo un microcosmos, que comparte con el universo sus mismos elementos– somos algo más que simple mundo.
La libertad personal y la autoconciencia, por las que uno se percibe distinto del mundo, son por eso también grandes rendijas a través de las cuales el hombre puede asomarse a la trascendencia: hablan del Dios personal que es aún más radicalmente distinto del mundo, y que lo crea libremente. Y viceversa, en el reconocimiento de que la realidad tiene su origen en esa Libertad creadora se juega el reconocimiento mismo de la libertad humana, y por tanto de la dignidad de cada persona[11]. Este es uno de los sentidos fundamentales en los que el Génesis dice que «creó Dios al hombre a su imagen» (Gn 1,27): nosotros mismos somos un espejo en el que se puede entrever a Dios. Por eso el beato John Henry Newman identificaba en la conciencia «nuestro gran maestro interior de religión»[12], un «principio de conexión entre la criatura y el creador»[13].
La fe en la creación, pues, no viene a añadir desde fuera el «mundo del espíritu» al mundo material: más bien afirma decididamente que Dios abraza el entero universo material. La intuición poética de Dante lo expresó de modo inmortal: «Dios es el amor que mueve el sol y las demás estrellas»[14]. En el corazón de lo real está Dios, y Dios quiere el mundo, y a cada uno: «abierta su mano con la llave del amor, surgieron las criaturas»[15]. Tiene gran profundidad teológica, en este sentido, un pensamiento recurrente en san Josemaría; a la hora de actuar, solía decir, esta es «la razón más sobrenatural: porque nos da la gana»[16]. La libertad y el amor, como la racionalidad del mundo, hablan de Dios. Por eso, si san Agustín reconocía a Dios en el libro de la naturaleza, le encontraba también en la intimidad de su alma: «he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te andaba buscando (…). Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y ahuyentaste mi ceguera»[17].
El milagro del mundo
La realidad de los milagros responde a esta misma prioridad respecto al mundo de la libertad, el amor y la sabiduría de Dios. Con su peculiar estilo paradójico, decía Chesterton: «Si un hombre cree en la inalterabilidad de las leyes de la naturaleza, no puede creer en ningún milagro de ninguna época. Si un hombre cree en una voluntad anterior a las leyes, puede creer en cualquier milagro de cualquier época»[18]. Los tres evangelios sinópticos hablan de un leproso que se acerca a Jesús, pidiéndole su curación. Jesús responde: «Quiero, queda limpio» (Mt 8,3). Dios cura a aquel hombre porque quiere, del mismo modo que creó el mundo, y ha creado a cada uno, porque quiere, por amor. Comentando el relato de otro milagro, la curación de un ciego, observaba Benedicto XVI: «No es casualidad que el comentario conclusivo de la gente después del milagro recuerde la valoración de la creación al comienzo del Génesis: “Todo lo ha hecho bien” (Mc 7,37). En la acción sanadora de Jesús entra claramente la oración, con su mirada hacia el cielo. La fuerza que curó al sordomudo fue provocada ciertamente por la compasión hacia él, pero proviene del hecho de que recurre al Padre. Se entrecruzan estas dos relaciones: la relación humana de compasión hacia el hombre, que entra en la relación con Dios, y así se convierte en curación»[19].
VIVIMOS DE MILAGRO: CADA INSTANTE DE NUESTRA VIDA ORDINARIA SE DESENVUELVE EN MEDIO DEL MILAGRO DE UN MUNDO QUE EXISTE POR AMOR
Los milagros, pues, no son excepciones que ponen en cuestión la solidez y la racionalidad del mundo, sino que apuntan a la raíz misma de esa solidez: ponen de manifiesto el verdadero milagro, que es la existencia misma del universo y de la vida; el verdadero milagro –miraculum, algo ante lo que solo cabe admirarse– es la creación de Dios. La apertura de la razón a este inicio de los inicios no solo hace razonables los milagros, sino que hace razonable, sobre todo, el mundo mismo. «La uniformidad y la generalidad de las leyes naturales (…) llevan a pensar que la naturaleza se basta a sí misma. Y sin embargo, no hay solución de continuidad entre la creación y el acontecimiento más habitual y banal. El milagro interviene para convencernos de ello»[20].
Se dice a veces que «vivimos de milagro», para referirse a los modos sorprendentes en que se resuelven ciertos problemas o peligros. En realidad, la expresión recoge una verdad radical: cada instante de nuestra vida ordinaria se desenvuelve en medio del milagro de un mundo que existe por amor. «Cada uno de nosotros, cada hombre y cada mujer, es un milagro de Dios, es querido por él y es conocido personalmente por él»[21]. Como decía san Pablo a quienes le escuchaban en el Areópago de Atenas, «en él vivimos, nos movemos y existimos» (Hch 17,28). Por eso, «para la tradición judío-cristiana, decir “creación” es más que decir naturaleza, porque tiene que ver con un proyecto del amor de Dios donde cada criatura tiene un valor y un significado»[22].
***
«Te doy gracias porque me has hecho como un prodigio» (Sal 139,14): la fe en la creación se cifra en una profunda actitud de agradecimiento. A pesar del dolor y del mal presentes en el mundo, la realidad entera –y en especial la propia existencia y la de quienes nos rodean– aparece como una promesa de felicidad: «¡Todos los sedientos, venid a las aguas! Y los que no tengáis dinero, ¡venid! (…) Comprad, sin dinero y sin nada a cambio, vino y leche» (Is 55,1). El hombre se sabe inerme –porque realmente lo es–, pero destinatario de una generosidad infinita que le llama a vivir, y a vivir para siempre. San Ireneo lo sintetizó en una máxima célebre: «La gloria de Dios es el hombre vivo, y la vida del hombre es la visión de Dios»[23]. Desde esta mirada, la vida no es una simple lucha por el éxito o por la supervivencia, ni siquiera en las condiciones más extremas: es espacio para el agradecimiento, para la adoración, en la que el hombre encuentra su verdadero descanso[24]. «¡Qué maravillosa certeza es que la vida de cada persona no se pierde en un desesperante caos, en un mundo regido por la pura casualidad o por ciclos que se repiten sin sentido! El Creador puede decir a cada uno de nosotros: “Antes que te formaras en el seno de tu madre, yo te conocía” (Jr 1,5). Fuimos concebidos en el corazón de Dios, y por eso “cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario”»[25].
Marco Vanzini / Carlos Ayxelá
Lecturas para profundizar
Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 279-324.
Francisco, Enc. Laudato si’, capítulo II, “El evangelio de la creación” (nn. 62-100)
Benedicto XVI, Audiencia, 6-II-2013; Audiencia, 9-XI-2005
– Homilía en la Vigilia Pascual, 23-IV-2011; Homilía en la Vigilia Pascual, 7-IV-2012.
– Mensaje al Meeting de Rimini, 10-VIII-2012.
– Discurso a la Pontificia Academia de las Ciencias, 31-X-2008.
– Discurso en la Universidad de Ratisbona, 12-IX-2006.
Juan Pablo II, Catequesis sobre la creación, 8-I-1986 – 23-IV-1986.
– Memoria e identidad, Planeta, Barcelona 2005.
Artigas, M.; Turbón, D. Origen del hombre. Ciencia, filosofía y religión, Eunsa, Pamplona 2007.
Chesterton, G. K. Santo Tomás de Aquino, Rialp, Madrid 2016 (On Saint Thomas Aquinas).
Guardini, R. El principio de las cosas: Meditaciones sobre los tres primeros capítulos del Génesis, publicado en Meditaciones Teológicas, Cristiandad, Madrid, 1965, 13-113. (Der Anfang der Dinge [Meditationen über Genesis, Kapitel 1-3]).
– “El ojo y el conocimiento religioso”, en Los sentidos y el conocimiento religioso, Cristiandad, Madrid, 1965, 21-48. (“Das Auge und die religiöse Erkenntnis”).
– La aceptación de sí mismo. Lumen, Buenos Aires 2016; Cristiandad, Madrid 1962 (Die Annahme seiner selbst).
Kehl, M. La creación, Sal Terrae, Bilbao 2011 (Schöpfung: Warum es uns gibt).
Marmelada, C.; Palafox, E.; Llano, A. En busca de nuestros orígenes. Biología y trascendencia del hombre a la luz de los últimos descubrimientos, Rialp, Madrid 2017.
Maspero, G.; O’Callaghan, P. Creatore perché Padre. Introduzione all’ontologia del dono, Cantagalli, Siena 2012.
Polkinghorne, J. Science and Theology, Parallelisms, en Tanzella-Nitti, G. y Strumia, A. (eds.), Interdisciplinary Encyclopedia of Religion and Science, www.inters.org.
Ratzinger, J. Progetto di Dio. Meditazioni sulla creazione e la Chiesa, Marcianum Press, Venecia 2012 (Gottes Projekt. Nachdenken über Schöpfung und Kirche).
– Creación y pecado, Eunsa, Pamplona 2005 = En el principio creó Dios [incluye la conferencia Consecuencias de la fe en la creación], Edicep, Valencia 2008 (Im Anfang schuf Gott. Vier Münchener Fastenpredigten über Schöpfung und Fall. Konsequenzen des Schöpfungsglaubens).
– Dios y el mundo. Creer y vivir en nuestra época, Random House Mondadori, Barcelona 2002, pp. 106-136 (Gott und die Welt. Glauben und Leben in unserer Zeit).
Sanz, S. La creación, en www.opusdei.org.
Tanzella-Nitti, G. Creation, en Tanzella-Nitti, G. y Strumia, A. (eds.), Interdisciplinary Encyclopedia of Religion and Science, www.inters.org.
[1] Francisco, Enc. Lumen Fidei (29-VI-2013), 27.
[2] J. Ratzinger, La fiesta de la fe, Desclée, Bilbao 1999, 25.
[3] San Agustín, De quantitate animae, 34, 77.
[4] Es en este sentido que Benedicto XVI habló de «la valentía para abrirse a la amplitud de la razón» (Discurso en la Universidad de Ratisbona, 12-IX-2006).
[5] «Albert Einstein dijo que en las leyes de la naturaleza “se revela una razón tan superior que toda la racionalidad del pensamiento y de los ordenamientos humanos es, en comparación, un reflejo absolutamente insignificante” (…). Un primer camino, por lo tanto, que conduce al descubrimiento de Dios es contemplar la creación con ojos atentos» (Benedicto XVI, Audiencia, 14-XI-2012).
[6] En ese sentido, explica Santo Tomás de Aquino que para sacar el ser de la nada es necesaria una «potencia infinita» (cfr. Summa Theologica I, q. 45, 5, ad 3): una capacidad que no puede ser comunicada a ninguna criatura, precisamente porque –como podemos percibir en nuestra existencia misma– las criaturas son contingentes, es decir, podrían no haber sido nunca (Summa Theologica I, q. 104, 1)
[7] San Agustín, Sermón 68, 6.
[8] J. Ratzinger, El Dios de la fe y el Dios de los filósofos, Encuentro, Barcelona 2007, 13.
[9] J. Ratzinger, Creación y pecado, Eunsa, Pamplona 2005, 37.
[10] Son muchos los científicos que así lo entienden; baste con mencionar a Einstein, que, desde una idea peculiar de Dios llegó a decir que «la ciencia sin la religión está coja; la religión sin la ciencia es ciega» (Pensieri, idee, opinioni [1934-1950], Newton Compton, Roma 1996, p. 29); y a Georges Lemaître, sacerdote y físico, que puso las bases de lo que más adelante se llamaría, al principio con ironía, y luego más seriamente, el Big Bang.
[11] Cfr. J. Ratzinger, La fiesta de la fe, 25-26: «Si, partiendo de la realidad, la personalidad no es posible o no existe, tampoco puede existir en ningún otro sitio. La libertad o es posible partiendo del fundamento de la realidad o bien no existe».
[12] Beato John Henry Newman, An Essay in Aid of a Grammar of Assent, Longmans Green and Co, Londres 1903, 389.
[13] Ibidem, 117.
[14] «L’amor che move il sole e l’altre stelle» (Dante, Commedia. Paradiso, XXXIII, 145).
[15] Santo Tomás de Aquino, Commentum in secundum librum Sententiarum, Prologus (citado en Catecismo de la Iglesia Católica, 293).
[16] San Josemaría, Es Cristo que pasa, 184.
[17] San Agustín, Confesiones, X, 27, 38.
[18] G. K. Chesterton, Orthodoxy, New York, Dover 2012, 67.
[19] Benedicto XVI, Audiencia general, 14-XII-2011.
[20] J. Guitton, Le temps et l’éternité chez Plotin et saint Augustin, Aubier, Paris 1955, 176-177.
[21] Benedicto XVI, Audiencia general, 23-V-2012.
[22] Francisco, Laudato si’, 76.
[23] San Ireneo, Adversus haereses, 4, 20, 7 (citado en Catecismo de la Iglesia Católica, 294).
[24] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 347. Creación, milagro, adoración, agradecimiento… No es casual que estos motivos converjan en el misterio eucarístico: «La Eucaristía une el cielo y la tierra, abraza y penetra todo lo creado. El mundo que salió de las manos de Dios vuelve a él en feliz y plena adoración» (Francisco, Laudato si’, 236).
[25] Francisco, Laudato si’, 65; cfr. Benedicto XVI, Homilía en el solemne inicio del ministerio petrino (24-IV-2005).
Una pequeña casa para una gran familia
Al principio de la quinta semana de cuarentena me preguntaron: "¿Cómo te las arreglas con todos tus hijos en una casa tan pequeña?".
EN PRIMERA PERSONA
Mi marido y yo tenemos una pequeña y feliz prole de nueve niños, de entre 5 y 22 años. A pesar de que no tenemos mucho espacio físico, mi marido es un experto de la construcción y es capaz de sacar espacio de donde no parecía haberlo. Nuestra casa es estrecha, pero estamos acostumbrados.
En marzo, los primeros días de la cuarentena fueron una aventura. Todos los niños, desde el que va a preescolar hasta el que frecuenta la Universidad estaban encantados con la idea de no ir a clases. Lo afrontamos como unas largas vacaciones. No pasó mucho tiempo antes de que nos diéramos cuenta de que, si debíamos “sobrevivir” todos juntos, el orden y la rutina serían "esenciales". Por eso mi marido y yo decidimos que esta sería una oportunidad para inculcar algunas virtudes, tanto por nuestro bien como padres como por el de nuestros hijos. Nunca nos planteamos la educación como un choque -"nosotros contra ellos"- sino como un modo de buscar ser todos más felices en este pequeño hogar nuestro. Poco a poco, empezamos a incorporar algunas costumbres en nuestra rutina. Algunas se afianzaron naturalmente sin mucho esfuerzo, y en otras… todavía estamos trabajando.
Nueva sala de estudio y trabajo
Una vez que la novedad desapareció
Las mañanas comienzan con levantarse relativamente pronto, hacer las camas, cambiarse y cepillarse los dientes, vaciar el lavavajillas y preparar el desayuno. Al principio todo iba bien, pero una vez que la novedad desapareció, el horario supuso una lucha para todos. Empecé a disfrutar cada vez más de la tranquila soledad de las mañanas, cuando todos aún dormían, Solo así podía saborear un poco de tiempo para "mí". Pronto, me di cuenta de que era un pensamiento un poco egoísta: tanta gente luchando contra el coronavirus, sacrificándose por los demás, y yo preocupándome por lograr ratos de calma en la vida familiar…
Usamos sitios web en línea para establecer un horario para que los más jóvenes se mantuvieran al tanto de las tareas escolares, los adolescentes en la escuela secundaria continuaron con la educación a distancia. Los mayores continuaron con sus estudios desde casa y siguieron trabajando, lo cual fue otra dificultad para nosotros. Teníamos que tratar de mantenernos callados mientras la gente realizaba reuniones en línea. Publicamos "meeting in progress" en las puertas de los dormitorios, pero incluso entonces, era un desafío. La perseverancia de la fortaleza y la laboriosidad, nos dimos cuenta de que eran más virtudes en las que trabajar.
Desafíos, diversión y nuestros seres queridos
Mi marido trabajaba en casa, pero yo perdí mi empleo a tiempo parcial. Al principio lo vi como una noticia negativa, pero fue algo que me permitió estar más concentrada en los niños. Durante estas semanas hemos cosido, pintado un mural, e incluso intentamos recrear un sistema solar con papel maché (aunque algo hicimos mal, porque Mercurio era del mismo tamaño que Saturno...). He enseñado a muchos de ellos a cocinar, hornear y cargar y descargar un lavavajillas correctamente. Hemos reconstruido y repintado muchas bicicletas, ajustado muchos escritorios, tirado ordenadores viejos... Al tirar cosas y hacer más espacio, en la sala de estar hemos podido instalar una mesa de manualidades.
Todos extrañamos mucho nuestros almuerzos dominicales con la abuela y el abuelo. Echábamos de menos a nuestros primos, sobrinos, amigos y compañeros de trabajo. Y, sobre todo, nos faltaba la misa, la gente de nuestra parroquia, el párroco y nuestra iglesia. Nos entristecía saber por las noticias cuánto estaban sufriendo los enfermos y la gente que moría sola. Les hemos recordado a todos a diario en nuestras oraciones y cuando veíamos la misa por la televisión.
Jiancarlo se divierte.
Un hogar más vibrante
Luchamos para superar la tristeza, el aburrimiento y la pereza. Las conversaciones en la mesa siempre son divertidas y duran mucho más tiempo que antes. Siempre hay música en algún lugar de la casa y por la noche aprovechamos para jugar a juegos de mesa, pues nos divierte a todos.
Yo solía rezar el rosario por mi cuenta, pero ahora varios de mis hijos se unen a mi sin necesidad de que yo les diga nada. Así que cuando mis amigas me preguntan por Whatsapp: “¿Cómo te las arreglas?”, yo les respondo: “Cada uno pone de su parte. Estamos seguros de que todo va a salir bien… si permanecemos juntos”.
Ángel Cabrero Ugarte
El papa Francisco frente a una pareja de novios.
La historieta contenida en “Don Quijote de la Mancha” y que en más de una ocasión se ha
publicado como novelita aparte, “El curioso impertinente”, podríamos definirla como cuento,
porque es una historia breve, exagerada en sus términos, buscando una enseñanza. Se
encuadra en unos momentos históricos, en Italia, aunque Cervantes está, casi seguro,
pensando en sus circunstancias de España, contando con que el ambiente cristiano es
generalizado y patente.
A pesar de todo, la experiencia del autor le lleva a plantear esta situación un tanto grotesca e increíble, o sea una fábula: Anselmo y Lotario son grandes amigos desde siempre. Camila, de familia noble y cristiana, se casa con Anselmo, y a este se le ocurre la curiosa idea de poner a prueba la fidelidad de su mujer y le pide a su amigo que la provoque, a ver cuál es su reacción. Como podría preverse, aquello termina muy mal.
Es muy poco probable que se le pueda ocurrir a nadie, ni hoy ni en ninguna otra época de la historia, semejante actitud. Y sin embargo Cervantes quiere introducir ese tema, en el ámbito de la famosa venta del Quijote, con varios personajes bien conocidos. Y si lo hace,
prácticamente con calzador, seguramente está pensando en un problema presente en su
entorno, o está pensando en que es algo que se da en toda la historia de la humanidad.
Es impensable que un marido quiera poner a prueba su mujer, pero en cambio sí sabemos que, en la sociedad nuestra, en donde se tiene en tan poco la unidad matrimonial, las ocasiones de romper esa unidad están a la orden del día. Y quizá una circunstancia, entre las más peligrosas, es la relación tan intensa y extensa que se da en el ámbito laboral entre una mujer casada y un hombre casado, compañeros de trabajo.
Es inevitable, podríamos decir, pero la actitud de fidelidad de cada uno de ellos respecto a su cónyuge es muy variable. No hay que obviar el hecho de que ella se arregla adecuadamente para ir a su empresa. Es lógico y es de agradecer, que no vaya de cualquier forma. Los hombres se preocupan menos de este extremo, pero son conscientes de que, habitualmente, y dependiendo de cuál sea su trabajo, tendrán que ir debidamente presentables. Además, puede ocurrir que ella, en cambio, en su propia casa esté menos cuidada, y él desde luego
Así que tenemos dos personas casadas, que están muchas horas con quien no es su cónyuge, bien cuidadas sus apariencias, intimando, pues cuando pasan los meses y los años, resulta que han hablado de muchas más cosas que con sus parejas, con quienes a veces solo salen temas de los niños y de la casa. El peligro está servido. Y las soluciones hay que pensarlas un poco.
Es importante fortalecer la unidad matrimonial día a día. El amor del matrimonio no es nunca suficiente. Es esencial que esté siempre en crecimiento. Tanto él como ella deben pensar en todo momento en los detalles de cariño que refuerzan la unidad matrimonial. Tanto él como ella deben pensar constantemente en las soluciones para ciertas problemáticas de los hijos, de la casa, del descanso, de las vacaciones. O sea, aquellas cosas que son de la familia y que, o hay un propósito actualizado de cuidarlas, o se mueren.
Qué es lo que a ella le gusta. Qué podemos hacer este fin de semana, teniendo en cuenta sus gustos. Qué comida le gusta a él, especialmente para ese día de fiesta o aniversario. Son mil cosas que definen la fidelidad. La fidelidad no es nunca algo adquirido y estático.
Miguel de Cervantes, El curioso impertinente, Rialp 2016
Vida, Neurociencia e inmortalidad.
El título de este escrito obliga a definir tres conceptos:
1) La vida es un proceso que tiene su principio en la fecundación (o fertilización del óvulo por el espermatozoide), y que, en un fluir constante, se desarrolla de forma progresiva, sin saltos cualitativos, terminando biológicamente cuando el principio vital (llámese alma, forma, psique) deja de animar al componente material. Lo característico de la vida (del hombre y de todo ser vivo) es, en términos biológicos, el movimiento (metabólico, motor, mental), movimiento coordinado, al unísono, mancomunado, de los componentes del sistema.
Desde antiguo, en las más diversas religiones, y por supuesto en el Cristianismo, la simbología de la luz va ligada a la vida. En la Biblia se dice que Dios, al principio, dijo: “Hágase la luz”, precediendo la creación de la luz a la del resto de criaturas. En la Pascua de Resurrección la Iglesia proclama la “Luz de Cristo”. Popularmente, se dice que cuando una persona nace “ve la luz”, su madre “le dio a luz”
En muchas culturas, además, la luz es también símbolo del bien y de la alegría, en contraposición a la muerte, a las tinieblas, a la tristeza y al mal.
2) La Neurociencia, disciplina relativamente moderna, estudia los aspectos morfofuncionales relativos al sistema nervioso. Como se trata de asuntos diversos, ya sea en un hombre o en un animal, la Neurociencia es interdisciplinar, pues tiene que ver con la Anatomía, la Fisiología, la Bioquímica, la Neurología, la Psicología, la Antropología, etc. Es disciplina compleja, pues su objetivo es el de intentar desentrañar los misterios del cerebro (y, bajo un punto de vista materialista, la supuesta emergencia de la mente).
3) El ser humano, desde su más temprana infancia, tiene deseos de inmortalidad. El animal atiende a lo próximo, a lo más material de la existencia, como es alimentarse, defenderse de los peligros, reproducirse, entre otras funciones. Por eso, aunque, naturalmente está aferrado a su propia vida, “le tiene sin cuidado” la vida eterna.
Desde siempre, hubo un deseo de inmortalidad. La Historia nos habla de la invención de elixires y pócimas para conseguir, ilusoriamente, la eterna juventud. Y hoy día, las mujeres (y muchos hombres) quieren parecer siempre jóvenes, y no escatiman gastos para ello. ¿Es en el fondo una manifestación del deseo de inmortalidad?
Kurzweil afirmaba en 2012 que “en poco más de 30 años, los humanos serán capaces de cargar toda su mente a las computadoras y convertirse en un inmortal digital”. Decía que las diferencias entre la máquina y el hombre con el tiempo se irán difuminando. Sin embargo, la máquina es perecedera, pues los materiales que la componen se desgastan, y con el tiempo se hacen inservibles. Algo similar (no igual) se puede decir del ser humano. Y el hombre podrá tener un corazón artificial, riñón artificial, ventilación mecánica, estar en coma, etc. pero su ser es humano, ya que su alma seguirá siendo la de un hombre (y por supuesto, un ciego, sordo, cojo, manco, mudo, enfermo, discapacitado, es un ser humano).
Otra utopía, en su momento bastante difundida, fue la de pretender mantener el cerebro eternamente joven. Otra, la del trasplante de cerebro, que más bien sería un trasplante de cabeza (o visto de otra forma, ¿trasplante de cuerpo?), hoy por hoy impracticable. Para llevarlo a cabo, aparte de las complicaciones técnicas que conllevaría, habría que matar a un ser humano. Lo mismo cabría pensar respecto a tratar de mantener un cerebro humano vivo, in vitro, que previamente tendría que ser extraído de una persona viva. Son todas ideas como de una película de ciencia ficción, tipo Frankestein.
Por otra parte, no tenemos una idea precisa del funcionamiento del cerebro (tanto de su “hardware” como de su “software”) y menos aún de lo que pueda ser la consciencia, lo que hace más problemático aún el asunto.
Además, el hombre desea una inmortalidad de verdad, no la de vivir en el recuerdo, en estatuas, en la imprenta: quiere vivir eternamente y de forma personal. Es algo inscrito en su naturaleza; es absurda la aniquilación. Desea “ver la luz” al final de sus días. En la Divina Comedia, el Dante describe el Paraíso como la posesión de la Luz, identificada con el ser de Dios, que no se termina nunca.
Y al hablar de inmortalidad, surge el concepto de eternidad, del para siempre. La ciencia vislumbra (aunque no lo demuestra fehacientemente) que la eternidad es posible.
El ingrediente esencial es la fe. La fe explica muchas cosas.
Ernesto Juliá
Estatua de la Virgen Maria en Medjujorje.
¿Estamos ya en medio del túnel? ¿Comenzamos a vislumbrar la luz mientras seguimos caminando a tientas en la oscuridad?
Una vez más, y la lista es muy larga, el hombre se ha sobrepuesto a las desgracias y catástrofes naturales, y está en camino de vencer. El coronavirus no ha triunfado; ha conseguido alguna que otra victoria; ha dejado muchos cadáveres en el campo de batalla, pero al final -¿es ya el fin?- se ha retirado. ¿Volverá? ¿Cuándo?
Y si vuelve se encontrará al hombre más preparado para combatirlo y destruirlo, aunque él alcance todavía algún que otro triunfo.
Nosotros, ¿hemos tomado consciencia de nuestra fragilidad, de nuestra debilidad natural, del barro en el que hemos sido creados? ¿Hemos aprendido a enfrentarnos, cara a cara, a las tragedias, contradicciones, con las que nos encontramos los humanos tantas veces a lo largo de nuestras breves vidas?
Cada uno de nosotros, allá en el fondo de su conciencia, se dará cuenta de si ha aprovechado estos tiempos de tribulación y de confinamiento, para haber sacado algún provecho para su vivir futuro, y no darse pena a sí mismo, por haberse quedado en la simple, triste y estéril lamentación.
El silencio y la soledad físicos nos han rodeado estos días; ¿los hemos vivido como silencio y soledad vital? ¿Nos hemos dado cuenta del clamor que late en el fondo de esos sentimientos de soledad y de silencio que nos invita a anhelar la compañía de los demás, la compañía de Dios, de Cristo, nuestro Señor?
Muchas personas se han conmovido al ver esos videos de jóvenes, ellos y ellas, de familias, de matrimonios, que rogaban a los obispos para que pronto pudieran volver a vivir la Misa en los templos, y recibir con devoción los Sacramentos. Quizá nos ha servido este tiempo para no acostumbrarnos a recibir con una cierta rutina al Señor Sacramentado; a agradecer de nuevo su presencia en la Eucaristía, que ha de ser siempre una novedad cada día para el buen creyente; a arrepentirnos de nuestros pecados y tener la alegría de recibir el perdón del Señor en el sacramento de la Reconciliación.
En no pocas familias han redescubierto la alegría de rezar juntos: bendecir la mesa, un misterio o una parte del Rosario, una lectura pausada de la vida del Señor. En definitiva, reencontrarse con el Señor, y con su Madre Santísima, en el quehacer de cada momento. Y con esa presencia de Jesús, se han alegrado de todo corazón de gozar de la compañía de hermanos y de hermanas, a quienes han visto con otros ojos, y han rezado juntos los unos por los otros.
Y no pocos jóvenes, adolescentes, habrán descubierto también, y habrán dado gracias a Dios, el rostro sonriente, también con una sonrisa de cansancio, de su madre, de su padre, que les han atendido y ayudado a seguir estudiando, trabajando en estos días, y le han facilitado el esfuerzo. Las sonrisas materna y paterna hacen verdaderos milagros en el espíritu de sus hijos.
El Papa nos ha invitado a todos a rezar el Rosario en el mes de mayo que comienza, y que nos regala la apertura gradual del confinamiento al que todavía estamos sometidos. “Contemplar juntos el rostro de Cristo con el corazón de María, nuestra Madre, nos unirá más como familia espiritual y nos ayudará a superar esta prueba”; son palabras suyas, y en una de las oraciones que nos recomienda para terminar el Rosario, nos invita a pedir a la Virgen María: “Consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, haz que Dios nos libere con su mano poderosa de esta terrible epidemia y que la vida pueda reanudar
su curso normal con serenidad”.
La sonrisa maternal de María nos dará la paz del amor de su Hijo Jesús; y la fuerza para recomenzar el ajetreo de cada día más anclados en Dios, sabiendo que Ella y el Señor quieren estar siempre con nosotros, en familia.
Hace falta ser muy hombre –o muy mujer– para aceptar lo mucho que nos falta por saber, aun en la ancianidad y ya muy cerca de la muerte.
La humildad bien merece una loa en nuestros días, tal vez a manera de rescate.
Necesaria y vituperada, ausente y extrañada, cuánta falta nos hace para aprender, de todas y de cada una de las personas que nos rodean, a ser hombres y mujeres sin máscaras, indigentes como todos, potenciales como todos, inacabados como todos.
La confusión empieza cuando se juzga por las apariencias. Qué sabio parece el que escupe datos a diestra y siniestra, el que está informado aunque no formado, el que actúa con la autosuficiencia que le da pasaporte de aceptación en un grupo, el que adorna el lenguaje con palabras de las que a veces ni él conoce el exacto significado, el que va con la corriente, aun a costa de su congruencia…
Eso, aunque la mayoría suponga lo contrario, es un remedo de sabiduría, una caricatura del prestigio. El verdadero conocimiento, ese que llega a integrarse en el todo de la persona de una manera natural, ese que es vivencia, hace a las personas humildes y sencillas, comprensivas y humanas, porque las pone frente a su precariedad. Hace falta ser muy hombre –o muy mujer– para aceptar lo mucho que nos falta por saber, aun en la ancianidad y ya muy cerca de la muerte.
Cervantes nos lo dice en el Quijote: hay algunos que se cansan en saber y averiguar cosas, que después de sabidas y averiguadas, no importan un ardite al entendimiento y a la memoria.
Saber enciclopédico. ¿Para qué?
Cuando se lee una novela, una poesía, un cuento, cuando se disfruta de una crónica, de un concierto, se llenan los sentidos y el alma, las frases se repiten una y otra vez en la mente, se recrean en la soledad y ya son nuestras, aunque nadie más lo sepa.
Son conocimientos que se disfrutan, que viven con nosotros hasta la última respiración; son más que palabras; son alimento que satisface para propiciar más hambre.
Cuanto más se conoce, más se sabe que no se sabe. De ahí la necesidad de rendir pleitesía a la humildad, que nos hace grandes, lejos de empequeñecernos.
De nada sirve hacer como que sabemos si, al final de cuentas, sabemos que no es así. Conocer, aprender, disfrutar, vibrar… ¿para qué?
Tal vez para ser humanos, con virtudes sabidas y con defectos humildemente admitidos.
La comunión de deseo. Una propuesta pastoral
La comunión espiritual ha pasado de manera inesperada al primer plano de la actualidad, debido a algunas propuestas presentadas en el contexto del Sínodo de la familia. Pero son imprescindibles algunas precisiones
Entre los tres parágrafos de la relación final del sínodo que no obtuvieron la aprobación de los dos tercios de los padres sinodales está el que se refiere a la comunión espiritual para los divorciados que se han vuelto a casar civilmente. Es el parágrafo 53, que dice textualmente: “Algunos padres sostuvieron que las personas divorciadas y vueltas a casar o convivientes pueden recurrir provechosamente a la comunión espiritual. Otros padres se preguntaron por qué entonces no pueden acceder a la comunión sacramental. Se requiere, por tanto, una profundización de la temática que haga emerger la peculiaridad de las dos formas y su conexión con la teología del matrimonio”. Para este parágrafo, los placet fueron 112 y los non placet, 64.
Asumiendo este reto, algunos autores han profundizado en la naturaleza de la comunión espiritual y las condiciones para recibirla.
Un poco de historia
Trento había recordado que la comunión eucarística no es solo espiritual (c. 8: D 1648): no se trata solo de una manducatio spiritalis −como algunos reformados habían reprochado a los católicos−, sino también oralis. Por eso según los protestantes debían comulgar todos los asistentes a la Cena. El concilio entendió que la Eucaristía no solo era para ver, adorar y contemplar; sino también para comerla y recibirla en la sagrada comunión. Recuerda sin embargo que algunos la reciben “solo sacramentalmente”, como los gravemente pecadores, quienes no reciben los frutos espirituales; otros la reciben solo espiritualmente, como los que, con el deseo del Pan celestial, con fe viva “a través del amor” (Ga 5, 6), gozan de sus frutos y se benefician de ella; en fin, un tercer grupo la recibiría tanto sacramentalmente como espiritualmente (c. 8): son los que se preparan antes para acercarse a la Mesa divina, vestidos con las vestiduras nupciales (cf. Mt 22, 11ss.) y la reciben fructuosamente en la sagrada comunión.
También el Catecismo y el Código de Derecho Canónico emanados tras el Vaticano II abordan la cuestión. Recordemos en primer lugar que las condiciones que se requieren para acceder a la comunión sacramental son las siguientes:
1) bautismo y comunión eclesial, pues el bautismo se ordena a la Eucaristía, y solo en plenitud de comunión con Cristo puede ser recibida. La comunión en la fe es requisito para recibir la comunión eucarística; es decir, es necesario: a) pertenecer no solo al cuerpo de Cristo sino estar en su corazón (cf. Lumen Gentium 14), es decir, encontrarse en estado de gracia; b) estar libre de censuras eclesiásticas, y c) no ser ni parecer un pecador público, para evitar todo escándalo (cf. CIC 912, 915);
2) edad y uso de razón: se requiere un conocimiento adecuado sobre lo que se va a recibir, que sin embargo no es siempre necesario en las Iglesias orientales, como cuando −tras el bautismo y la confirmación− se administra la Eucaristía a los neonatos (cf. CIC 913).
La Eucaristía sería pues un sacramento de vivos porque: a) no se puede recibir válidamente la Eucaristía sin el bautismo (y la penitencia, como segundo bautismo), pues este sacramento es el que abre al alma a la vida de la gracia. Además, b) se requiere la ausencia de pecado grave en la conciencia del que recibe el cuerpo de Cristo; por lo tanto, c) un no bautizado o alguien sin las disposiciones adecuadas que se acercara al sacramento de la Eucaristía recibiría solo materialmente el cuerpo de Cristo, sin ningún fruto espiritual ex opere operato. Es más, “quien recibiera indignamente el cuerpo de Cristo, recibiría su propia condenación” (1Co 11,27).
La comunión espiritual puede entenderse de formas
diferentes, y puede prestarse a grandes equívocos
Como consecuencia, las disposiciones para una comunión fructuosa son las siguientes: 1) estado de gracia, aunque la Eucaristía borra los pecados veniales y previene y preserva de los mortales: “Quien tenga conciencia de hallarse en pecado grave, no celebre la Misa ni comulgue el Cuerpo del Señor sin acudir antes a la confesión sacramental, a no ser que concurra un motivo grave y no haya oportunidad de confesarse; y en este caso, tenga presente que está obligado a hacer un acto de contrición perfecta, que incluye el propósito de confesarse cuanto antes” (CIC 916; cf. CCE 1385); 2) ayuno eucarístico, con las condiciones modificadas por Pío XII en la Constitución apostólica Christus Dominus (1953): “Quien vaya a recibir la santísima Eucaristía, ha de abstenerse de tomar cualquier alimento y bebida al menos desde una hora antes de la sagrada comunión, a excepción solo del agua y de las medicinas” (CIC 919).
¿Comunión espiritual o de deseo?
Cuando no se reúnen todas estas condiciones, siempre puede recibirse el sacramento de modo espiritual.
En la comunión espiritual se obtienen los efectos in voto, como promesa. Según Tomás de Aquino, la comunión espiritual consiste en hacer un acto de fe sobre la presencia de Jesucristo Nuestro Señor en el Santísimo sacramento, tras un acto de amor y contrición por haberlo ofendido. Después el alma invita a Jesucristo a venir a ella y a que este la haga suya completamente; en fin, cada uno le da gracias como si lo hubiera recibido sacramentalmente. La comunión espiritual consiste así en “un deseo ardiente de recibir a Nuestro Señor Jesucristo sacramentalmente (STh IIIa, q 80). Es decir, sería equivalente, en cuanto a los frutos, a recibir directamente al Señor por la manducatio oralis. El sacerdote católico de origen anglicano Ronald Knox escribe: “Sabemos que una comunión espiritual hecha sinceramente puede producir los mismos efectos que la comunión sacramental”.
Los frutos son, pues, aquí sobre todo ex opere operantis, en virtud de las disposiciones del comulgante. Juan Pablo II añade además la siguiente recomendación: “Es conveniente cultivar en el ánimo, el deseo constante del Sacramento eucarístico. De aquí ha nacido la práctica de la comunión espiritual” (Ecclesia de Eucharistia, n. 34). En la exhortación apostólica Familiaris consortio (1981, n. 84) solicitaba a los divorciados en segundas nupcias civiles que se abran a la acción efectiva de la gracia, por ejemplo, escuchando las sagradas Escrituras, frecuentando la misa, rezando, escuchando la predicación, participando en la vida de la Iglesia, etc. Era así propuesta una pastoral de la espera y de la conversión, hasta que −por imperativos de la vida− ambos cónyuges convivieran uti frater et soror, y entonces estarían en perfectas condiciones para recibir la comunión sacramental.
Quien no está en gracia y aún no puede salir de ese
estado, podría recibir la “comunión de deseo”
Sin embargo, la comunión espiritual puede ser entendida en formas diferentes y, en consecuencia, puede prestarse a también graves equívocos. Como la comunión espiritual requiere el estado de gracia, y así como existe el bautismo de deseo para el que está impedido de recibirlo sacramentalmente, de la misma manera puede existir también la comunión de deseo (in voto). La “comunión de deseo” sería como una “comunión espiritual” para aquellos que no están en gracia. Esta parece precisamente adecuada para los que no están en estado de gracia y querrían salir de este estado, pero que −por diversos motivos− no pueden de modo inmediato. Por ejemplo, sería este el caso de los divorciados vueltos a casar, o de pecadores públicos que no podrían recibir de momento la comunión eucarística. La comunión espiritual “de deseo” es considerada como práctica habitual de la Iglesia católica y puede mover a la esperanza a estas personas con buenas disposiciones.
Eucaristía y conversión
Prueba de ello es la contribución dada a la discusión sinodal por Carlo Buzzi, del Pontificio Instituto de las Misiones, en una carta desde Bangladesh publicada el pasado mes de mayo con el título: “¿Comunión a los divorciados vueltos a casar? Sí, de deseo”. Ahí afirma que puede existir también la “comunión de deseo”, que “parece precisamente adecuada para el que no está en estado de gracia y querría salir de este estado, pero que por varios motivos no puede”. Así, tuvo razón el Sínodo al solicitar “una profundización de la temática” desde aquí a la próxima sesión, prevista para octubre del 2015, aunque falta alguna referencia en las 47 preguntas del cuestionario distribuido a las Conferencias episcopales.
También Paul Jerome Keller, profesor del Athenaeum de Ohio (Cincinnati), ha publicado en el último número de la edición inglesa de Nova et Vetera un artículo sobre este tema titulado: “¿La comunión espiritual es para todos?” (t.o.: “Is Spiritual Communion for Everyone?”, Nova et Vetera 12/3 (2014): 631-655). “Lo que hoy llamamos comúnmente ‘comunión espiritual’” −afirmaba el dominico estadounidense− “es la que para santo Tomás de Aquino es una comunión de deseo (in voto). Es distinta de la recepción espiritual que es el efecto inherente a la recepción real de la santa comunión”. He aquí pues una distinción terminológica, en la línea de la propuesta por el Aquinate: “Solo una persona que está buscando remover el obstáculo que le impide la plena comunión con Cristo puede comenzar a estar en condiciones de realizar una comunión espiritual”, añadía Keller.
Recordando la distinción tomista entre la comunión espiritual como acto de alimentación espiritual (spiritualis manducatio) y como deseo espiritual (in voto), está claro que, para una persona que tiene algún obstáculo para la plena comunión con Cristo, no le es posible recibir la comunión ni hacer de modo pleno una comunión espiritual. Por eso resulta problemático emplear el mismo término −comunión espiritual− para referirse a dos situaciones morales distintas y a dos relaciones muy diferentes con la Eucaristía: “Debemos evitar” −continúa Keller− “el error de pensar que la comunión espiritual es el sustituto de la comunión sacramental para los divorciados que se han vuelto a casar y, en definitiva, para cualquiera que está impedido de recibir la Eucaristía a causa de un pecado mortal. El peligro pastoral presente en esta idea es inducir a pensar que el pecado que impide la comunión sacramental ‘no es tan malo’, porque de todos modos se puede tener a disposición la sustancia de la comunión”.
Es requerido por tanto el paso previo a la conversión: “Para poder recibir las gracias de la comunión con Cristo, tanto sacramental como espiritual, para todos en cualquier situación de la vida, es necesaria la conversión interior a Cristo y una manifestación de esta conversión en las acciones externas y en el modo de vivir”. Pero debemos evitar los equívocos: “No debemos oscurecer” −insistía− “la distinción entre el vivir en el estado de gracia y la gracia de ser movidos a la contrición”. En efecto, para acercarnos a la comunión sacramental, se requiere el estado de gracia que implica el previo arrepentimiento respecto a cualquier pecado y la absolución sacramental: “A partir de la revelación de Cristo y de la institución del sacramento de la Eucaristía, la única forma adecuada de adoración que se debe a Dios viene a través de Cristo y en Cristo, y se cumple en grado sumo en la celebración de la sagrada liturgia. Esto es verdad para todos los bautizados, que estén o no en condiciones de participar en la santa comunión”.
Una posible solución
La asistencia a la celebración eucarística es ya un beneficio para todo fiel, de modo que “nadie de extraer beneficios de la participación en la Misa, es decir, de la celebración litúrgica. También la persona a la que le está impedida la más plena expresión del culto −la recepción de la santa comunión− está siempre en condiciones de recibir las gracias que provienen del arrepentimiento, así como también de las gracias efectivas que provienen de la adoración”. Además, podría encontrar la conversión y el arrepentimiento en la misma celebración eucarística, tal como se da de hecho con cierta frecuencia.
Y añade Keller al final de su artículo que “no es la Iglesia la que interpone el obstáculo a la plena comunión, sino el individuo que perpetúa la opción de violar un vínculo sacramental del matrimonio”. Es esa persona concreta la que debe remover los obstáculos que le separan de la Eucaristía, y la Iglesia −según Keller− debe mantenerse fiel a su misión.
“Si efectivamente la Iglesia se mantuviera pasiva y permitiera la santa comunión a quien no estuviera correctamente dispuesto, ella misma estaría sujeta a la condena, a causa de un tipo distinto de opresión: la incapacidad de contener a sus hijos frente a acciones ilícitas y al pecado, así como la incapacidad de custodiar fielmente y de dispensar los sacramentos”. Ante esto, la Iglesia no comete injusticia ni falta de misericordia: “No hay ninguna opresión de la persona que sufre, sea ella el divorciado que se ha vuelto a casar o el catecúmeno (quien también debe ser hecho justo sacramentalmente antes de recibir la santa comunión). Está solamente la mano extendida y dolorida del Crucificado y Resucitado, quien, a través de la Iglesia, ofrece la salvación a cada persona que elige dirigirse a Cristo, abrazando sólo a él también en las decisiones más difíciles de la vida”.
Este itinerario penitencial y sacramental ayudará a todo el que se acerca a la comunión eucarística a alcanzar la necesaria conversión (cf. Mc 1,15), a la vez que expresa de modo adecuado la dignidad del sacramento de la Eucaristía. Esta no es la mesa de los pecadores sin arrepentimiento, sino la de los elegidos, arrepentidos y reconciliados. No se trata, como es lógico, de expulsar a nadie de las iglesias, sino por el contrario de facilitarles la conversión y ese progresivo acceso a la comunión eucarística. Junto a las recomendaciones que hacía Juan Pablo II, tal vez podría resultar interesante la práctica ecuménica que se realiza en países con presencia interconfesional (como Escandinavia o Estados Unidos), con la que cristianos que no se encuentran en plena comunión con la Iglesia católica puedan acercarse a recibir la bendición, pero no la comunión: se aproximan al ministro en la fila de la comunión con la mano en el pecho, y reciben la bendición con el cuerpo de Cristo. Tal vez este gesto, dotado de gran belleza y fuerte simbolismo, podría ser también tenido en cuenta por el Sínodo. Podría propiciar la comunión de deseo y facilitar el progresivo acercamiento a la comunión plena con el cuerpo y la sangre de Cristo.
Pablo Blanco Sarto. Universidad de Navarra
Fuente: Revista Palabra
"España te espera": Campaña turística para después del coronavirus
El turismo es uno de los sectores que más va a sufrir las consecuencias económicas del coronavirus. Según las estimaciones más fiables, el turismo –que representa el 12’9% de los empleos españoles– va a perder entre 70.000 y 80.000 millones de euros a causa de la crisis generada por la pandemia, y va a dejar en el paro –al menos, temporalmente– a más de un millón de trabajadores.
Por eso, la industria turística se ha puesto las pilas y ha comenzado a crear campañas “para después de la pandemia”. No puede hacer campañas en contra del confinamiento (y mostrar lindos parajes a los que nadie puede ir), pero sí puede crear un posicionamiento de marca y una conexión emocional con los futuros viajeros.
Algunos países comenzaron a hacerlo desde el primer día. Así, la campaña “Visit Portugal”, del organismo oficial portugués, estuvo ya en la calle el 20 de marzo. Insistía en que nos quedáramos en casa, pero recordaba que los destinos turísticos continuaban allí: esperando a que podamos visitarlos.
Turespaña, el organismo oficial del turismo español, ha cogido esta idea y ha lanzado su campaña con el mismo mensaje. En la presentación, se amparaba en un estudio de Inturea y concluía que las marcas turísticas debían continuar haciendo marketing por dos motivos: porque el uso de redes sociales ha aumentado exponencialmente estos días y porque los consumidores sueñan con el día en que podrán salir de casa.
La propuesta creativa es totalmente emocional. Nos dice que nos quedemos en casa (y así, de paso, se posiciona junto a todos los mensajes institucionales) pero termina por despertar nuestro anhelo de hacer turismo. Porque –como dice el lema de la campaña- “España te espera”. Sigue ahí, con el cariño de siempre: con sus playas hermosas, sus monumentos de ensueño y sus noches mágicas. “Pase lo que pase, tu casa siempre te está esperando”.
Una bella promesa que, sin inquietarnos, nos invita a soñar.
No pretendo en modo alguno suscitar lamentaciones, sino más bien ampliar horizontes de oración entre los creyentes, en solidaridad con quienes llevan años sufriendo graves limitaciones de su libertad religiosa en China. El régimen de Pekín, con el proceso de “chinización” lanzado por Xi Jinping, ha acentuado los problemas, que parecían haber alcanzado una vía de solución, al menos para los católicos, gracias al acuerdo con Roma sobre nombramiento de obispos.
No es posible resumir en pocas palabras el alcance de los problemas, que se difunden con cuentagotas, y pueden quedar ahogados por las fuertes campañas de imagen que las autoridades chinas lanzan periódicamente en occidente, para lavar una imagen francamente deteriorada. Lo estamos viendo estos días, con el doble juego de la aparente cooperación internacional que oculta la falta de información, cuando no la pura “desinformación”.
Aunque no lo parezca a primera vista, China es uno de los Estados con mayor número de cristianos: una minoría en el conjunto de la nación con más habitantes del planeta, pero superior en cifras absolutas a muchos países del mundo. Se comprende el interés hacia el continente amarillo mostrado desde siempre por los romanos pontífices. Es más, en este último mes de marzo, en El vídeo del Papa, Francisco manifiesta una vez más su solicitud hacia aquel inmenso pueblo: “La Iglesia quiere que los cristianos chinos sean cristianos en serio y que sean buenos ciudadanos”. Y no olvida el gran deseo de “alcanzar la unidad de la comunidad católica, que está dividida”.
Domingo Martínez Madrid
Sin dejar a un lado la tremenda gravedad
Una de las premisas fundamentales del buen periodismo es la capacidad de los profesionales para valorar las noticias. Es evidente que en estos momentos las informaciones sobre la pandemia, las cifras, la evolución de los afectados, la situación de los hospitales y hasta de los enterramientos, deben de ser noticia de primera plana que eclipse todos los demás acontecimientos en cualquier ámbito de la actualidad. Pero, sin dejar a un lado la tremenda gravedad de lo que estamos viviendo, hay que procurar –muchos medios y muchos profesionales ya lo hacen- que la sociedad esté informada de otras muchas situaciones que deberían ser conocidas por los ciudadanos.
Desde la situación económica, laboral y empresarial, a los cambios en los usos sociales, pasando por la caótica realidad de la enseñanza en todos sus grados, también hay que atender, con perspectiva informativa, todas y cada una de las facetas de la actualidad que influyen o van a influir, en un futuro próximo, en nuestras vidas.
Con demasiada “asiduidad” se están dando, desde entornos políticos, acciones sectarias camufladas por el velo que despliega la pandemia y que demuestran que desde ámbitos interesados, partidarios e ideológicos, está aprovechando una situación trágica para intentar “colar”, de rondón, hechos consumados que pretenden escapar al fielato de la opinión pública como ya están eludiendo, por ejemplo, el control parlamentario.
Jesús D Mez Madrid
Educación en virtudes y el derecho de los padres
Una cosa no se entiende: la celeridad en la tramitación durante el confinamiento, de la ley de educación o Ley Celáa. Sin consenso, no podrá ser estimada, ni respetada ni duradera.
Qué acertado si, en todas las escuelas, se enseñaran virtudes y no se impusieran ideologías controvertidas, contra la voluntad de padres y maestros, con olvido del “derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones” . ( art. 27.3 de nuestra Constitución).
Como madre y profesora, tengo muy claro que la educación de los niños debe basarse en la verdad, el bien y la belleza. La educación en virtudes debe ser, desde muy temprano, lo prioritario. Hay que respetar la inocencia de los niños e inculcarles “ hábitos de bien obrar”, o sea, virtudes. Quien las conoce, se siente atraído por ellas. Si se quiere una sociedad sana, hay que educar en virtudes verdaderas, que nunca pasan de moda y hacen mucho bien: la honradez y la justicia, que es respeto a los bienes y derechos ajenos: producen paz; la misericordia, que trasciende la solidaridad; la humildad y la mansedumbre, que serenan el corazón y nos ponen en nuestro sitio; la paciencia y fortaleza, que siembran la constancia; la castidad y la modestia, que respetan el cuerpo y salvaguarda la salud; la prudencia, que es precaución y discernimiento; la templanza, que asegura el dominio de sí; la laboriosidad, que supone esfuerzo y labra un porvenir atractivo… De manera particular, hay que hacer hincapié en el cultivo del sentido de responsabilidad en el uso de la libertad.
Señora Ministra, le digo con respeto: no desdeñe la educación en virtudes que usted quiso para sus hijas, como demuestra que eligiera un colegio religioso y de élite para ellas.
Por favor, Sra. Ministra, le digo con respeto, sea coherente. No abuse de su poder por sumisión a ideologías ajenas a su formación. No olvide, Vuestra Excelencia, que, en materia de educación, la función del Estado es de subsidiariedad, no de suplantación de los derechos de los padres, un derecho natural.
Josefa Romo
De momento, una de las causas de las hambrunas parece dar un respiro, al menos, informativamente: los abundantes conflictos bélicos que asolan el mundo, especialmente en África y Asia. Como era previsible, el papa Francisco se adhirió en el ángelus del 29 de marzo al llamamiento del Secretario General de la ONU a un "alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo", como respuesta a la “emergencia de COVID-19, que no conoce fronteras”.
Para la solución de tantas cuestiones, se impone subrayar la necesidad de la ética de los procedimientos, que invita a vivir con rigor jurídico las exigencias del estado de derecho. Ciertamente, la lucha contra la adversidad actual exige recortes en la libertad de los ciudadanos, sobre todo, en su movilidad. Se entiende la declaración de estados de alarma, emergencia o su equivalente en los diferentes ordenamientos jurídicos. Pero se adoptan mediante procesos para legitimar el trasvase de competencias a los gobernantes. Se aplica una reducción de la división de poderes. Pero no se anula, como tampoco el control parlamentario del ejecutivo, aunque en algunos casos deba realizarse a posteriori.
Pedro García
Banquetes que paga el pueblo y… otras cosas
BANQUETE EN LA FINCA DE LOS MONTES DE TOLEDO (Comensales todo el gobierno y muchos invitados más) (Periodista Digital 09-02-2020)
Como es lo normal en España, cuando paga el contribuyente o “el dinero público” (que según la invitada Carmen Conde Poyatos, vicepresidenta “de empleo fijo”, el dinero público no es de nadie) el banquete habrá sido de aúpa; y al que han asistido multitud de agregados a las “dos docenas de ministros”; lo que habrá costado “un capital”, que no sabremos salvo que estemos “en la oficina”, del agraciado restaurante que ha suministrado toda la cuchipanda y arreos necesarios; o sea todo un ejemplo de un gobierno para la enormidad de “súbditos pobres que ya hay”. Y que tengan la cara dura de decirnos que esa reunión ha sido para tratar y resolver los infinitos problemas de la España actual; es como para… “piensen lo que quieran hay margen”, puesto que decirles… ¡Y una mierda! Es muy poco… poquísimo. ¡Y Hacienda y sus inspectores apretando de forma que quieren “sacar leche de una alcuza”!
Entren aquí y lean lo que yo he leído: https://www.periodistadigital.com/politica/20200209/jose-luis-martinez-almeida-esperpentico-pic-nic-sanchez-ministros-alguien-vuelto-loco-moncloa-noticia-689404255166/
“El Banco de España avisó en 2016: un salario mínimo de 950 euros en 2020 destruirá 280.000 empleos: Hace cuatro años el supervisor estudió el impacto que tendría en el empleo una subida del SMI igual a la aprobada por el Gobierno de Pedro Sánchez” https://www.vozpopuli.com/economia-y-finanzas/banco-espana-aviso-salario-minimo-empleos_0_1325867678.html
Si esto es cierto, que debe serlo por la procedencia de la noticia; resulta una vez más que lo que los políticos preconizan como progreso, la realidad se traduce en todo lo contrario. Y hecho el estropicio, como nadie luego responde de nada, la economía en su conjunto sufre los efectos; y los efectos serán más pobreza. Todo ello me recuerda el muy viejo chiste de la promesa de un político, subido en el balcón del ayuntamiento el que ya logrado el enardecer a aquella masa de tontos, les gritó… ¡Y ahora pedidme lo que queráis, que os lo concedo! Y a lo que aquellos tontos del agro le gritaron. ¡Queremos que el año tenga dos cosechas! Y a lo que aquel demagogo sin titubear les contestó gritándoles. ¡¡Concedido pero desde ahora el año tendrá 24 meses!! Y a lo que aquel gentío enardecido, aplaudió de forma estrepitosa.
“Canarias, Extremadura, Murcia y Andalucía, las zonas donde más se cobra el Salario Mínimo: Son las que tienen más incidencia del SMI y por tanto más riesgo de destrucción de puestos de trabajo”. (Vozpópuli 10-02-2020)
El mal gobierno viene desde mucho tiempo atrás; y ello ha llevado a la despoblación de zonas antes bien pobladas, a convertirlas en zonas abandonadas, incluso en fase de desertización o de eriales incultivables. Todo viene por ese afán destructivo del dinero o capital nacional o internacional; puesto que consiguió llevar a masas de desesperados a los grandes centros o ciudades, que hoy no son otra cosa que, “infiernos inhabitables y donde todas las lacras humanas tienen cabida”, aparte que sus altos costos de mantenimiento, producen unas condiciones imposibles de conseguir, para cada vez mayor cantidad de “pobres monos humanos”, que ahora vuelven (si pueden) a los lares que dejaron sus padres y abuelos, para vivir en ellos una vida más sana y por tanto llevadera; y lo estamos viendo palpablemente si nos fijamos en las noticias que nos llegan. Aun así los inútiles gobiernos que siguen sin saber gobernar, no encaminan la máximo del dinero público, para dotar a esas zonas abandonadas desde hace un siglo o más, para que tengan lo necesario para asentar allí los que vuelven y los que “aún siguen marchándose al infierno de la gran ciudad, puesto que en ella esperan encontrar su mejor vivir, pero que no lo van a encontrar en mayoría”.
'CASO PUJOL': La Policía destapa el 'modus operandi' de los Pujol para mover su dinero en Andorra: Un informe de la Policía Judicial muestra cómo los integrantes del clan del expresidente catalán transfirieron millones de euros entre sus cuentas opacas a la Hacienda española”. https://www.vozpopuli.com/espana/udef-modus-operandi-familia-pujol-andorra_0_1325868376.html
Destapan, descubren, saben, los tienen en los juzgados, pero la realidad que nadie comprende, es el por qué estos "tan cacareados honorables catalanes" y tantísimos otros del resto de España, siguen en la calle, "empapelados con montañas de papel en los juzgados·, pero que no tienen confiscados todos su bienes, y ellos en la cárcel... ¿Qué tipo de leyes y justicia hay en esto que nos dicen es democracia y consideran el mejor o menos malo de los sistemas políticos? ¿Alguien me lo explica con claridad bien clara).
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen-ciudad.es (aquí mucho más) y
http://www.bubok.es/autores/GarciaFuentes
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