Las Noticias de hoy 24 Octubre 2022

Enviado por adminideas el Lun, 24/10/2022 - 12:37
 

Frases y pensamientos de la Madre Teresa de Calcuta

Ideas Claras

DE INTERES PARA HOY    lunes, 24 de octubre de 2022   

Indice:

ROME REPORTS

Papa Francisco se inscribe en la JMJ de Lisboa

El Papa en el Ángelus: “Donde hay demasiado yo, hay poco Dios”

DOMUND. El Papa: Testimonio y anuncio del Evangelio

El Papa: Se necesita una "economía del bien común"

MIRAR AL CIELO : Francisco Fernandez Carbajal

Evangelio del lunes: la misericordia de Cristo

“¡Señor, que no sé hacer oración!” : San Josemaria

La oración : José Luis Illanes

La luz de la fe (II): la creación (I): «Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno» : Marco Vanzini / Carlos Ayxelá

¿Qué es el Rosario? ¿Cómo se reza?

¿Qué es la Doctrina Social de la Iglesia? ¿Cuáles son sus principios?

Ejercicios Espirituales de Juan Pablo II

“A la sociedad española se le ha hurtado el debate sobre la eutanasia” : Cristina Castillo Albarran

Un psiquiatra alerta del aumento de casos de jóvenes que creen ser trans sin serlo : Celso Arango

Los eructos de ganado neozelandés. : Jesús Domingo Martínez

Asedio a la Corona : Jorge Hernández Mollar

En lo que afecta a las residencias de mayores : Jesús Domingo Martínez

Empecinamiento abortista : Pedro García

Contradicciones de la teoría “queer” : JD Mez Madrid

Asquerosa y repugnante : Jesús D Mez Madrid

¿Por qué bautizar a los niños? ¿No es mejor esperar a que ellos decidan?

 

ROME REPORTS

 

Papa Francisco se inscribe en la JMJ de Lisboa

Desde la ventana del Palacio Apostólico, a través de una tableta y junto a algunos jóvenes portugueses, Francisco da inicio al proceso de inscripción para la próxima JMJ que se celebrará en Lisboa, Portugal, en agosto de 2023.

Paolo Ondarza, Ciudad del Vaticano

Con un clic en su tableta, tras la oración mariana del Ángelus, el Papa se inscribió en la 37ª Jornada Mundial de la Juventud. Frente a él, desde la ventana del Palacio Apostólico, algunos jóvenes universitarios portugueses residentes en Roma tuvieron el mismo gesto y abrieron juntos la inscripción para este esperado evento. 

“Hoy se abre la inscripción para la 37ª Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Lisboa en agosto de 2023. He invitado a dos jóvenes a estar aquí conmigo, ya que también me inscribo como peregrino”.

Inscripciones abiertas

Tras el clic de la pantalla táctil, la invitación se dirige a todos los jóvenes del mundo:

“Aquí, me he registrado. Queridos jóvenes, los invito a inscribirse en este encuentro en el que, después de un largo período de distancia y aislamiento, redescubriremos la alegría del abrazo fraterno entre pueblos y entre generaciones, el abrazo de la reconciliación de la paz, que tanto necesitamos.”

 

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Cómo inscribirse en la JMJ

La Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa comenzará en 281 días y se celebrará del 1 al 6 de agosto de 2023.  La inscripción puede realizarse a través de la página web lisboa2023.org. El acceso a todos los actos de la JMJ de Lisboa es gratuito: desde la Misa de Apertura hasta el encuentro con el Papa, pasando por el Vía Crucis, la Vigilia y la Celebración Eucarística de Clausura. El Comité Organizador Local (COL) de la JMJ de Lisboa con el objetivo de ayudar a los peregrinos a acceder de forma organizada a una serie de servicios, como el alojamiento, la comida, el seguro de accidentes personales, el transporte y el kit del peregrino, puso a su disposición diferentes paquetes en función de la duración de la estancia. 

El tema elegido por el Papa Francisco para la JMJ de Lisboa es "María se levantó y se fue deprisa", tomado del Evangelio de Lucas (Lc 1,39). La frase bíblica está al principio de la historia de la Visitación, la visita de María a su prima Isabel. Dirigiéndose en particular a los jóvenes, instándoles a ser misioneros valientes, el Papa escribe en la Exhortación Apostólica Christus vivit: "¿A dónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay límites: Él nos envía a todos. El Evangelio no es para algunos, sino para todos" (CV 177).

 

El Papa en el Ángelus: “Donde hay demasiado yo, hay poco Dios”

Antes del rezo del Ángelus el Santo Padre reflexiona sobre la parábola del fariseo y el publicano, con sus dos movimientos “subir” y “bajar” que ayudan a lograr el “humilde” encuentro con Dios en la oración.

 

Johan Pacheco, Ciudad del Vaticano

"Dos hombres subieron al templo a orar" (Lc 18, 10) pero solo uno de ellos lo hace con humildad, recuerda el Papa Francisco en el Ángelus del XXX domingo del Tiempo Ordinario, en la reflexión antes del rezo del Ángelus junto a los peregrinos de la Plaza San Pedro en el Vaticano.

“El Evangelio de la liturgia de hoy nos presenta una parábola que tiene dos protagonistas, un fariseo y un publicano (cf. Lc 18,9-14), es decir, un religioso y un pecador declarado”, dice Francisco en su meditación dominical. Y destaca los dos movimientos del pasaje bíblico, “expresados por dos verbos: subir y bajar".

Subir al encuentro con Dios

Sobre la acción de quien sube a orar, explica el Santo Padre que “este aspecto recuerda muchos episodios de la Biblia, en los que para encontrar al Señor se sube a la montaña de su presencia: Abraham sube a la montaña para ofrecer el sacrificio; Moisés sube al Sinaí para recibir los mandamientos; Jesús sube a la montaña, donde se transfigura”.

Por tanto, resalta que “subir”, dice: “expresa la necesidad del corazón de desprenderse de una vida plana para encontrarse con el Señor; de levantarse de las llanuras de nuestro ego para ascender hacia Dios; de recoger lo que vivimos en el valle para llevarlo ante el Señor”.

Bajar al encuentro con Dios

Y luego el Papa Francisco reflexiona sobre el segundo movimiento de la parábola: “bajar”. Indicando que para experimentar en la oración el encuentro con Dios, también es necesario “descender dentro de nosotros mismos: cultivar la sinceridad y la humildad de corazón, que nos permiten mirar con honestidad nuestras fragilidades y nuestra pobreza”.

Insiste el Papa en que “la humildad nos hacemos capaces de llevar a Dios, sin fingir, lo que somos, las limitaciones y las heridas, los pecados y las miserias que pesan en nuestro corazón, y de invocar su misericordia para que nos cure y nos levante. Cuanto más descendemos en humildad, más nos eleva Dios”, afirma.

 

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El fariseo y el publicano

Contrastando el comportamiento de los dos personajes de la parábola resalta como el publicano “se pone humildemente a distancia (cf. v. 13), pide perdón y el Señor lo levanta”. En cambio, el fariseo “se exalta a sí mismo, seguro de sí mismo, convencido de que está bien: de pie, se pone a hablar con el Señor sólo de sí mismo, alabándose, enumerando todas sus buenas obras religiosas, y desprecia a los demás”.

La actitud del fariseo, el Papa Francisco la denomina “soberbia espiritual: te lleva a creerte bueno y a juzgar a los demás. Y así, sin darte cuenta, adoras a tu propio yo y borras a tu Dios”, dice.

El Pontífice invitó a los fieles a examinar de manera personal "la presunción interior de ser justos" (Lc 18, 9) que como el fariseo “lleva a despreciar a los demás”.

“Ocurre, por ejemplo, cuando buscamos cumplidos y enumeramos siempre nuestros méritos y buenas obras, cuando nos preocupamos por aparentar en lugar de ser, cuando nos dejamos atrapar por el narcisismo y el exhibicionismo”, dijo el Papa.

La vanagloria del narcisismo y exhibicionismo

Y finalmente exhortó a cuidarse del narcisismo y del exhibicionismo, “basado en la vanagloria, que también nos lleva a nosotros los cristianos, a nosotros los sacerdotes, a nosotros los obispos, a tener siempre la palabra "yo" en los labios: yo hice esto, yo escribí aquello, yo dije aquello, yo entendí aquello, etc. Donde hay demasiado yo, hay poco Dios”.

El Papa rezó la oración del Ángelus pidiendo la María Santísima su intercesión: “la humilde esclava del Señor, imagen viva de lo que el Señor ama realizar, derrocando a los poderosos de sus tronos y levantando a los humildes (cf. Lc 1,52)”.

 

 

DOMUND. El Papa: Testimonio y anuncio del Evangelio

Francisco saludó en el Ángelus, del Domingo Mundial de las Misiones, a la comunidad peruana presente con la imagen del “Señor de los Milagros”; y recordó el testimonio de los nuevos Beatos españoles.

 

Vatican News

Este domingo la Iglesia celebra la Jornada Mundial de las Misiones, el Papa Francisco en el Ángelus ha invitado a los bautizados a ser partícipes mediante el anuncio del Evangelio. También recordó el testimonio de los nuevos Beatos de la Congregación del Santísimo Redentor, y saludó a la comunidad peruana en Roma que celebra la fiesta de Señor de los Milagros.  

“Hoy celebramos la Jornada Mundial de las Misiones, cuyo lema es: De mí serán testigos", expresó el Santo Padre.

E invitó a la oración y ayuda concreta con los misioneros: “Es una ocasión importante para despertar en todos los bautizados el deseo de participar en la misión universal de la Iglesia, mediante el testimonio y el anuncio del Evangelio. Animo a todos a apoyar a los misioneros con la oración y la solidaridad concreta, para que puedan continuar su labor de evangelización y promoción humana en todo el mundo”.

Testimonio de los testigos de Cristo

El Pontífice también destacó el “testimonio de los testigos de Cristo” asesinados por odio a la fe en España en 1936, y que fueron beatificados este sábado 22 de octubre en Madrid:

“Ayer, en Madrid, fueron beatificados Vincenzo Nicasio Renuncio Toribio y once compañeros de la Congregación del Santísimo Redentor, asesinados por odio a la fe en 1936, en España. Que el ejemplo de estos testigos de Cristo, hasta el derramamiento de sangre, nos estimule a ser coherentes y valientes; que su intercesión sostenga a quienes hoy luchan por sembrar el Evangelio en el mundo. ¡Aplaudamos al nuevo Beatos!”

En los diversos saludos a los peregrinos y comunidades, el Santo Padre saludó afectuosamente a la comunidad peruana en Roma “que celebra la fiesta del Señor de los Milagros”.

Un centenar de fieles asistieron al rezo del Ángelus en la plaza de San Pedro llevando en procesión una réplica de la imagen del Señor de los Milagros, tan querida por el pueblo peruano.  

 

 

El Papa: Se necesita una "economía del bien común"

En la audiencia a los participantes en el 27º Congreso Mundial de la Unión Internacional Cristiana de Empresarios que se está celebrando en Roma, Francisco llama a la valentía de "una nueva alianza" con la Economy of Francesco, que en Asís escribió y firmó "un Pacto para mejorar el sistema económico mundial".

 

Alessandro Di Bussolo - Ciudad del Vaticano

Es necesaria "una nueva alianza" entre los jóvenes de Economía de Francisco, que en Asís escribieron y firmaron "un Pacto para mejorar el sistema económico mundial" y "ustedes, líderes empresariales y emprendedores maduros y de éxito", para dar forma juntos a "una nueva economía para el bien común". Esta es la invitación del Papa Francisco a los 850 participantes en el 27º Congreso Mundial de Uniapac, la Unión Internacional Cristiana de Empresarios, en curso en Roma, que se han reunido, esta mañana, en el Aula Pablo VI.

Una noble vocación

Tras un saludo del presidente de Uniapac, Bruno Bobone, el Papa definió el tema elegido para el congreso, que comenzó el 20 de octubre y se clausura el 22, "Crear una nueva economía para el bien común", como un "gran desafío" para ustedes y para muchos otros actores del mundo empresarial. Citando la Encíclica "Laudato Si'", Francisco define la vida del empresario, como una "noble vocación", recordando "que todas nuestras capacidades, incluido el éxito en los negocios, son dones de Dios" y como escribe en "Fratelli Tutti", "deben estar claramente orientados al desarrollo de los demás y a la eliminación de la pobreza, especialmente a través de la creación de oportunidades de trabajo diversificadas".

Espera entonces que los líderes cristianos tengan el valor de "ser capaces de reconocer la gracia" y la sabiduría de Dios en sus vidas, permitiendo que éstas "guíen y dirijan sus relaciones en los negocios y con los que trabajan para ustedes". En efecto, estamos "llamados a ser creativos para hacer el bien", aclaró, repitiendo lo que dijo en el Ángelus del 18 de septiembre de 2022, "utilizando los bienes de este mundo", incluidos "todos los dones que hemos recibido del Señor", no "para enriquecernos, sino para generar amor fraterno y amistad social".

El Papa agradece las palabras de Bruno Bobone, presidente de UNIAPAC

Una economía diferente

Contemplando los elementos constitutivos de una "economía diferente", el Pontífice reitera lo que dijo a los participantes en Economy of Francesco, en 2019, recordando que "da vida y no mata, incluye y no excluye, humaniza y no deshumaniza, cuida la creación y no la explota". Además, como se afirma en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, "toda persona tiene derecho a participar en la vida económica y el deber de contribuir, según sus capacidades, al progreso de su país y de toda la familia humana" y esto "es un deber de solidaridad y de justicia, pero también es la mejor manera de hacer progresar a toda la humanidad".

Por lo tanto, cualquier "nueva economía para el bien común" debe ser inclusiva. Con demasiada frecuencia se pronuncia el eslogan "no dejar a nadie atrás" sin ninguna intención de ofrecer el sacrificio y el esfuerzo para convertir estas palabras en realidad.

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Inclusión de pobres y marginados

En este punto, el Papa Francisco se remite a la Encíclica Populorum Progressio de San Pablo VI, que define el desarrollo integral como el único posible, "orientado a la promoción de todo hombre y de todo el hombre". Los empresarios y los emprendedores están, pues, "llamados a actuar como fermento para que el desarrollo llegue a todas las personas, pero especialmente a las más marginadas y necesitadas, de modo que la economía pueda contribuir siempre al crecimiento humano integral".

El Papa pide así que no se olvide a los trabajadores informales, jornaleros, poco cualificados y, a menudo, en los "márgenes del mercado laboral", a los que realizan trabajos "peligrosos, sucios y degradantes", a menudo migrantes y refugiados, que durante la pandemia y los cierres "aseguraron el suministro y la entrega de bienes necesarios para la vida cotidiana y el cuidado de nuestros seres queridos más frágiles, y mantuvieron las actividades económicas básicas, a pesar de la interrupción de muchas actividades formales".

"Porque la inclusión de los pobres y marginados, aclara Francisco, no puede ser satisfecha "con nuestros esfuerzos para proporcionar asistencia financiera y material".  

La vida digna a través del trabajo

Como está escrito en Laudato si', "ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre un remedio temporal para hacer frente a las emergencias. El verdadero objetivo debe ser permitirles llevar una vida digna a través del trabajo". De hecho, la puerta de entrada a la dignidad del hombre es el trabajo.

El trabajo, que para el hombre es "parte del sentido de la vida en esta tierra, un camino hacia la madurez, el desarrollo humano y la realización personal", debe estar bien integrado en una economía del cuidado, entendida como "el cuidado de las personas y de la naturaleza, ofreciendo productos y servicios para el crecimiento del bien común"

Una economía que se preocupe por el trabajo, creando oportunidades de empleo que no exploten al trabajador mediante condiciones laborales degradantes y horarios extenuantes". "El cuidado va más allá, debe ser una dimensión de todo el trabajo. Un trabajo que no cuida, que destruye la creación, que pone en peligro la supervivencia de las generaciones futuras, no es respetuoso con la dignidad de los trabajadores y no puede considerarse decente.

Un pacto para mejorar

A continuación, el Pontífice compartió con los miembros de Uniapac la "buena noticia" que supuso el encuentro de Economy of Francesco en Asís a finales de septiembre, donde "un millar de jóvenes economistas y empresarios razonaron sobre la creación de una nueva economía y redactaron y firmaron un Pacto para mejorar el sistema económico mundial con el fin de mejorar la vida de todas las personas". Para una nueva economía del bien común, estos jóvenes propusieron una "economía del Evangelio", recuerda el Papa Francisco.

Y cita algunos de los puntos del Pacto, por "una economía de paz y no de guerra, que cuide la creación y no la expolie, al servicio de la persona, de la familia y de la vida, respetuosa con cada mujer, hombre, niño, anciano y especialmente con los más frágiles y vulnerables". Y luego "una economía en la que el cuidado sustituya al descarte y a la indiferencia, que no deje a nadie atrás, para construir una sociedad en la que las piedras desechadas por la mentalidad dominante se conviertan en piedras angulares; que reconozca y proteja el trabajo digno y seguro para todos; en la que las finanzas sean amigas y aliadas de la economía real y del trabajo, y no contra ellas". Porque las finanzas tienen el peligro de hacer líquida, o más bien gaseosa, a la economía, y sigue con este ritmo de liquidez y gaseosidad y acaba como la cadena de San Antonio".

Hoy en día, concluye el Papa, "hay cientos, miles, millones y quizás miles de millones de jóvenes que luchan por acceder a los sistemas económicos formales, o incluso simplemente por tener acceso a su primer trabajo remunerado en el que puedan poner en práctica sus conocimientos académicos, las habilidades adquiridas, la energía y el entusiasmo.

El Papa firma del Pacto con los jóvenes de Economy of Francesco en Asís

Caminar con los jóvenes

Me gustaría animarlos, líderes empresariales y emprendedores maduros y con éxito, a considerar una nueva alianza con los jóvenes que han creado y se han comprometido con este pacto.  Es cierto que los jóvenes siempre traen problemas, pero tienen el don de mostrar el verdadero camino. Caminar con ellos, enseñarles y aprender de ellos, enseñarles también; y, juntos, dar forma a "una nueva economía para el bien común". Gracias por lo que hacen, gracias por estar aquí.

40 años inspirados en el Evangelio.

Uniapac se fundó como Conferencia Internacional de Asociaciones Empresariales Católicas, formada por las asociaciones de Holanda, Bélgica y Francia, en el 40º aniversario de la "Rerum novarum", con la intención de reunir a empresarios y ejecutivos que se inspiran en la enseñanza social cristiana en el cumplimiento de sus tareas y deberes profesionales. Tras la Segunda Guerra Mundial, se extendió a otros países europeos y a América Latina. En los años 60, la Unión se convirtió en una asociación ecuménica y asumió su nombre actual (Unión Internacional Cristiana de Ejecutivos de Empresa).

 

 

MIRAR AL CIELO

— La mujer encorvada y la misericordia de Jesús.

— Lo que nos impide mirar al Cielo.

— Solo en Dios comprendemos la verdadera realidad de la propia vida y de todo lo creado.

I. En el Evangelio de la Misa1, San Lucas nos relata cómo Jesús entró a enseñar un sábado en la sinagoga, según era su costumbre. Y había allí una mujer poseída por un espíritu, enferma desde hacía dieciocho años, y estaba encorvada sin poder enderezarse de ningún modo. Y Jesús, sin que nadie se lo pidiera, movido por su compasión, la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de tu enfermedad. Y le impuso las manos, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios.

El jefe de la sinagoga se indignó porque Jesús curaba en sábado. Con su alma pequeña no comprende la grandeza de la misericordia divina que libera a esta mujer postrada desde hacía tanto tiempo. Celoso en apariencia de la observancia del sábado prescrita en la Ley2, el fariseo no sabe ver la alegría de Dios al contemplar a esta hija suya sana de alma y de cuerpo. Su corazón, frío y embotado –falto de piedad–, no sabe penetrar en la verdadera realidad de los hechos: no ve al Mesías, presente en aquel lugar, que se manifiesta como anunciaban las Escrituras. Y no atreviéndose a murmurar directamente de Jesús, lo hace de quienes se acercan a Él: Seis días hay en los que es necesario trabajar; venid, pues, en ellos a ser curados y no en día de sábado. Y el Señor, como en otras ocasiones, no calla: les llama hipócritas, falsos, y contesta –recogiendo la alusión al trabajo– señalando que, así como ellos se daban buena prisa en soltar del pesebre a su asno o a su buey para llevarlos a beber aunque fuera sábado, a esta, que es hija de Abrahán, a la que Satanás ató hace ya dieciocho años, ¿no era conveniente soltarla de esta atadura aun en día de sábado? Aquella mujer, en su encuentro con Cristo recupera su dignidad; es tratada como hija de Abrahán y su valor está muy por encima del buey o del asno. Sus adversarios quedaron avergonzados, y toda la gente sencilla se alegraba por todas las maravillas que hacía.

La mujer quedó libre del mal espíritu que la tenía encadenada y de la enfermedad del cuerpo. Ya podía mirar a Cristo, y al Cielo, y a las gentes, y al mundo. Nosotros hemos de meditar muchas veces estos pasajes en los que la compasiva misericordia del Señor, de la que tan necesitados andamos, se pone singularmente de relieve. «Esa delicadeza y cariño la manifiesta Jesús no solo con un grupo pequeño de discípulos, sino con todos. Con las santas mujeres, con representantes del Sanedrín como Nicodemo y con publicanos como Zaqueo, con enfermos y con sanos, con doctores de la ley y con paganos, con personas individuales y con muchedumbres enteras.

»Nos narran los Evangelios que Jesús no tenía dónde reclinar su cabeza, pero nos cuentan también que tenía amigos queridos y de confianza, deseosos de acogerlo en su casa. Y nos hablan de su compasión por los enfermos, de su dolor por los que ignoran y yerran, de su enfado ante la hipocresía»3.

La consideración de estas escenas del Evangelio nos debe llevar a confiar más en Jesús, especialmente cuando nos veamos más necesitados del alma o del cuerpo, cuando experimentemos con fuerza la tendencia a mirar solo lo material, lo de abajo, y a imitarle en nuestro trato con las gentes: no pasemos nunca con indiferencia ante el dolor o la desgracia. Hagamos igual que el Maestro, que se compadece y pone remedio.

II. «Así encontró el Señor a esta mujer que había estado encorvada durante dieciocho años: no se podía erguir (Lc 13, 11). Como ella –comenta San Agustín– son los que tienen su corazón en la tierra»4; después de un tiempo han perdido la capacidad de mirar al Cielo, de contemplar a Dios y de ver en Él la maravilla de todo lo creado. «El que está encorvado, siempre mira a la tierra, y quien busca lo de abajo, no se acuerda de a qué precio fue redimido»5. Se olvida de que todas las cosas creadas han de llevarle al Cielo y contempla solo un universo empobrecido.

El demonio mantuvo dieciocho años sin poder mirar al Cielo a la mujer curada por Jesús. Otros, por desgracia, pasan la vida entera mirando a la tierra, atados por la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida6. La concupiscencia de la carne impide ver a Dios, pues solo lo verán los limpios de corazón7; esta mala tendencia «no se reduce exclusivamente al desorden de la sensualidad, sino también a la comodidad, a la falta de vibración, que empuja a buscar lo más fácil, lo más placentero, el camino en apariencia más corto, aun a costa de ceder en la fidelidad a Dios (...).

»El otro enemigo (...) es la concupiscencia de los ojos, una avaricia de fondo, que lleva a no valorar sino lo que se puede tocar. Los ojos que se quedan como pegados a las cosas terrenas, pero también los ojos que, por eso mismo, no saben descubrir las realidades sobrenaturales. Por tanto, podemos utilizar la expresión de la Sagrada Escritura, para referirnos a la avaricia de los bienes materiales, y además a esa deformación que lleva a observar lo que nos rodea –los demás, las circunstancias de nuestra vida y de nuestro tiempo– solo con visión humana.

»Los ojos del alma se embotan; la razón se cree autosuficiente para entender todo, prescindiendo de Dios (...). La existencia nuestra puede, de este modo, entregarse sin condiciones en manos del tercer enemigo, de la superbia vitae. No se trata solo de pensamientos efímeros de vanidad o de amor propio: es un engreimiento general. No nos engañemos, porque este es el peor de los males, la raíz de todos los descaminos»8. Ninguno de estos enemigos podrá con nosotros si tenemos la sinceridad necesaria para descubrir sus primeras manifestaciones, por pequeñas que sean, y suplicamos al Señor que nos ayude a levantar de nuevo nuestra mirada hacia Él.

III. La fe en Cristo se ha de manifestar en los pequeños incidentes de un día corriente, y ha de llevarnos a «organizar la vida cotidiana sobre la tierra sabiendo mirar al Cielo, esto es, a Dios, fin supremo y último de nuestras tensiones y nuestros deseos»9.

Cuando, mediante la fe, tenemos la capacidad de mirar a Dios, comprendemos la verdad de la existencia: el sentido de los acontecimientos, que tienen una nueva dimensión; la razón de la cruz, del dolor y del sufrimiento; el valor sobrenatural que podemos imprimir a nuestro trabajo diario y a cualquier circunstancia que, en Dios y por Dios, recibe una eficacia sobrenatural.

El cristiano no está cerrado en absoluto a las realidades terrenas; por el contrario, «puede y debe amar las cosas creadas por Dios. Pues de Dios las recibe, y las mira y respeta como objetos salidos de las manos de Dios»10, pero solo «usando y gozando de las criaturas en pobreza y con libertad de espíritu, entra de veras en posesión del mundo, como quien nada tiene y es dueño de todo: Todas las cosas son vuestras, vosotros sois de Cristo y Cristo de Dios (1 Cor 3, 22)»11. San Pablo recomendaba a los primeros cristianos de Filipos: Por lo demás, hermanos, cuanto hay de verdadero, de honorable, de justo, de íntegro, de amable y de encomiable; todo lo que sea virtuoso y digno de alabanza, tenedlo en estima12.

El cristiano adquiere una particular grandeza de alma cuando tiene el hábito de referir a Dios las realidades humanas y los sucesos, grandes o pequeños, de su vida corriente. Cuando los aprovecha para dar gracias, para solicitar ayuda y ofrecer la tarea que lleva entre manos, para pedir perdón por sus errores... Cuando, en definitiva, no olvida que es hijo de Dios todas las horas del día y en todas las circunstancias, y no se deja envolver de tal manera por los acontecimientos, por el trabajo, por los problemas que surgen... que olvide la gran realidad que da razón a todo: el sentido sobrenatural de su vida. «¡Galopar, galopar!... ¡Hacer, hacer!... Fiebre, locura de moverse... Maravillosos edificios materiales...

»Espiritualmente: tablas de cajón, percalinas, cartones repintados... ¡galopar!, ¡hacer! —Y mucha gente corriendo: ir y venir.

»Es que trabajan con vistas al momento de ahora: “están” siempre “en presente”. —Tú... has de ver las cosas con ojos de eternidad, “teniendo en presente” el final y el pasado...

»Quietud. —Paz. —Vida intensa dentro de ti. Sin galopar, sin la locura de cambiar de sitio, desde el lugar que en la vida te corresponde, como una poderosa máquina de electricidad espiritual, ¡a cuántos darás luz y energía!..., sin perder tu vigor y tu luz»13.

Acudamos a la misericordia del Señor para que nos conceda ese don, vivir de fe, para poder andar por la tierra con los ojos puestos en el Cielo, con la mirada fija en Él, en Jesús,

1 Lc 13, 10-17. — 2 Cfr. Ex 20, 8. — 3 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 108. — 4 San Agustín, Comentario al Salmo 37, 10. — 5 San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, 31, 8. — 6 Cfr. 1 Jn 2, 16. — 7 Cfr. Mt 5, 8. — 8 San Josemaría Escrivá, o. c., 56. — 9 Juan Pablo II, Ángelus 8-XI-1979.  10 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 37. — 11 Ibídem. — 12 Flp 4, 8. — 13 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 837.

 

Evangelio del lunes: la misericordia de Cristo

Comentario del lunes de la 30º semana del tiempo ordinario. “Y le impuso las manos, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios”. El Señor nos impone las manos en la Comunión y en la Confesión. No dudemos en encomendarle nuestros propósitos de mejora.

24/10/2022

Evangelio (Lc 13, 10-17)

Un sábado estaba enseñando en una de las sinagogas. Y había allí una mujer poseída por un espíritu enferma desde hacía dieciocho años, y estaba encorvada sin poder enderezarse de ningún modo. Al verla Jesús, la llamó y le dijo:

— Mujer, quedas libre de tu enfermedad

Y le impuso las manos, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios. Tomando la palabra el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús curaba en sábado, decía a la muchedumbre:

— Hay seis días para trabajar, venid pues en ellos para ser curados y no un día de sábado.

El Señor le respondió:

— Hipócritas ¿cualquiera de vosotros no suelta del pesebre en sábado su buey o su asno y lo lleva a beber? Y a ésta, que es hija de Abraham, a la que Satanás ató hace ya 18 años, ¿no había que soltarla de esta atadura aún en día de sábado?

Y cuando decía esto, quedaban avergonzados todos sus adversarios, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía.


Comentario

La mujer que nos narra el Evangelio, llevaba casi veinte años encorvada sin poderse enderezar, pero se acerca a Dios, va a la sinagoga y su enfermedad la hace humilde. Cristo, que penetra los corazones, ve en aquella mujer un alma sencilla y purificada. Se dirige a ella imponiéndole las manos y le dice: 'Queda libre de tu mal'. Es una imagen preciosa del sacramento de la misericordia de Dios, de la confesión, en el que Jesús nos libra de las ataduras del pecado, bendiciéndonos con sus manos para librarnos del mal. ¡Qué profunda alegría la que sintió aquella mujer! Podía erguirse y levantar con facilidad la mirada al cielo. Su mirada se encontró con la mirada del Señor y lágrimas de gratitud surcaron su rostro.

El Evangelio relata a continuación la reacción airada del jefe de la sinagoga, que pone por delante de la misericordia la observancia de un precepto. Una reacción que escondía hipocresía, y que contrasta con la alegría de la gente al ver las maravillas que hacía Jesús. No quiere el diablo, el enemigo de nuestra santidad, que nos acerquemos al Corazón misericordioso de Jesús y pone toda clase de obstáculos -¡hasta citando la Palabra de Dios!-, pero hemos de reaccionar con firmeza, para ir al Señor y con sencillez mostrarle los nudos que atenazan el alma, para que los desate su misericordia.

Si guardáramos algún afecto al pecado, viviríamos encorvados sin poder levantar la vista al cielo, con la mirada baja, ocupados solamente de las cosas de la tierra, como si Dios no existiese. El afecto al pecado atenaza, provoca un replegamiento sobre nosotros mismos: el horizonte de la vida se estrecha y los mejores talentos se desaprovechan. El corazón del hombre ha nacido de Dios y tiene anhelos de infinito, de él. Puede conformarse con lo efímero, pero eso no calma su sed profunda, camina en círculo sin avanzar, se traiciona a sí mismo y los intentos de dar alguna utilidad a su vida se van marchitando y acaban siendo castillos de arena. Llenemos nuestro corazón de los verdaderos anhelos que nos dan plenitud, y que nos hacen ir erguidos, con la mirada en el cielo.

 

 

“¡Señor, que no sé hacer oración!”

Me has escrito: “orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?” –¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: “¡tratarse!”. (Camino, 91)

24 de octubre

¿Cómo hacer oración? Me atrevo a asegurar, sin temor a equivocarme, que hay muchas, infinitas maneras de orar, podría decir. Pero yo quisiera para todos nosotros la auténtica oración de los hijos de Dios, no la palabrería de los hipócritas, que han de escuchar de Jesús: no todo el que repite: ¡Señor!, ¡Señor!, entrará en el reino de los cielos. Los que se mueven por la hipocresía, pueden quizá lograr el ruido de la oración -escribía San Agustín-, pero no su voz, porque allí falta la vida, y está ausente el afán de cumplir la Voluntad del Padre. Que nuestro clamar ¡Señor! vaya unido al deseo eficaz de convertir en realidad esas mociones interiores, que el Espíritu Santo despierta en nuestra alma (...).

No me he cansado nunca y, con la gracia de Dios, nunca me cansaré de hablar de oración. Hacia 1930, cuando se acercaban a mí, sacerdote joven, personas de todas las condiciones -universitarios, obreros, sanos y enfermos, ricos y pobres, sacerdotes y seglares-, que intentaban acompañar más de cerca al Señor, les aconsejaba siempre: rezad. Y si alguno me contestaba: no sé ni siquiera cómo empezar, le recomendaba que se pusiera en la presencia del Señor y le manifestase su inquietud, su ahogo, con esa misma queja: Señor, ¡que no sé! Y, tantas veces, en aquellas humildes confidencias se concretaba la intimidad con Cristo, un trato asiduo con Él. (Amigos de Dios, nn. 243-244)

 

La oración

La oración es necesaria para la vida espiritual: es la respiración que permite que la vida del espíritu se desarrolle, y actualiza la fe en la presencia de Dios y de su amor.

El reconocimiento de la realidad de Dios provoca la tendencia a dirigirse a Él.

22/11/2016

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1. Qué es la oración [1]

En castellano se cuenta con dos vocablos para designar la relación consciente y coloquial del hombre con Dios: plegaria y oración. La palabra “plegaria” proviene del verbo latino precor , que significa rogar, acudir a alguien solicitando un beneficio. El término “oración” proviene del substantivo latino oratio , que significa habla, discurso, lenguaje.

Las definiciones que se dan de la oración, suelen reflejar estas diferencias de matiz que acabamos de encontrar al aludir a la terminología. Por ejemplo, San Juan Damasceno, la considera como «la elevación del alma a Dios y la petición de bienes convenientes» [2]; mientras que para San Juan Clímaco se trata más bien de una «conversación familiar y unión del hombre con Dios» [3].

La oración es absolutamente necesaria para la vida espiritual. Es como la respiración que permite que la vida del espíritu se desarrolle. En la oración se actualiza la fe en la presencia de Dios y de su amor. Se fomenta la esperanza que lleva a orientar la vida hacia Él y a confiar en su providencia. Y se agranda el corazón al responder con el propio amor al Amor divino.

En la oración, el alma, conducida por el Espíritu Santo desde lo más hondo de sí misma (cfr. Catecismo, 2562), se une a Cristo, maestro, modelo y camino de toda oración cristiana (cfr. Catecismo, 2599 ss.), y con Cristo, por Cristo y en Cristo, se dirige a Dios Padre, participando de la riqueza del vivir trinitario (cfr. Catecismo, 2559-2564). De ahí la importancia que en la vida de oración tiene la Liturgia y, en su centro, la Eucaristía.

2. Contenidos de la oración

Los contenidos de la oración, como los de todo diálogo de amor, pueden ser múltiples y variados. Cabe, sin embargo, destacar algunos especialmente significativos:

Petición

Es frecuente la referencia a la oración impetratoria a lo largo de toda la Sagrada Escritura; también en labios de Jesús, que no sólo acude a ella, sino que invita a pedir, encareciendo el valor y la importancia de una plegaria sencilla y confiada. La tradición cristiana ha reiterado esa invitación, poniéndola en práctica de muchas maneras: petición de perdón, petición por la propia salvación y por la de los demás, petición por la Iglesia y por el apostolado, petición por las más variadas necesidades, etc.

De hecho, la oración de petición forma parte de la experiencia religiosa universal. El reconocimiento, aunque en ocasiones difuso, de la realidad de Dios (o más genéricamente de un ser superior), provoca la tendencia a dirigirse a Él, solicitando su protección y su ayuda. Ciertamente la oración no se agota en la plegaria, pero la petición es manifestación decisiva de la oración en cuanto reconocimiento y expresión de la condición creada del ser humano y de su dependencia absoluta de un Dios cuyo amor la fe nos da conocer de manera plena (cfr. Catecismo, 2629.2635).

Acción de gracias

El reconocimiento de los bienes recibidos y, a través de ellos, de la magnificencia y misericordia divinas, impulsa a dirigir el espíritu hacia Dios para proclamar y agradecerle sus beneficios. La actitud de acción de gracias llena desde el principio hasta el fin la Sagrada Escritura y la historia de la espiritualidad. Una y otra ponen de manifiesto que, cuando esa actitud arraiga en el alma, da lugar a un proceso que lleva a reconocer como don divino la totalidad de lo que acontece, no sólo aquellas realidades que la experiencia inmediata acredita como gratificantes, sino también de aquellas otras que pueden parecer negativas o adversas.

Consciente de que el acontecer está situado bajo el designio amoroso de Dios, el creyente sabe que todo redunda en bien de quienes –cada hombre– son objeto del amor divino (cfr. Rm 8, 28). «Acostúmbrate a elevar tu corazón a Dios, en acción de gracias, muchas veces al día. —Porque te da esto y lo otro. —Porque te han despreciado. —Porque no tienes lo que necesitas o porque lo tienes. Porque hizo tan hermosa a su Madre, que es también Madre tuya. —Porque creó el Sol y la Luna y aquel animal y aquella otra planta. —Porque hizo a aquel hombre elocuente y a ti te hizo premioso... Dale gracias por todo, porque todo es bueno» [4].

Adoración y alabanza

Es parte esencial de la oración reconocer y proclamar la grandeza de Dios, la plenitud de su ser, la infinitud de su bondad y de su amor. A la alabanza se puede desembocar a partir de la consideración de la belleza y magnitud del universo, como acontece en múltiples textos bíblicos (cfr., por ejemplo, Sal 19; Si 42, 15-25; Dn 3, 32-90) y en numerosas oraciones de la tradición cristiana [5]; o a partir de las obras grandes y maravillosas que Dios opera en la historia de la salvación, como ocurre en el Magnificat (Lc 1, 46-55) o en los grandes himnos paulinos (ver, por ejemplo, Ef 1, 3-14); o de hechos pequeños e incluso menudos en los que se manifiesta el amor de Dios.

En todo caso, lo que caracteriza a la alabanza es que en ella la mirada va derechamente a Dios mismo, tal y como es en sí, en su perfección ilimitada e infinita. «La alabanza es la forma de orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por Él mismo, le da gloria no por lo que hace sino por lo que Él es» (Catecismo, 2639). Está por eso íntimamente unida a la adoración, al reconocimiento, no sólo intelectual sino existencial, de la pequeñez de todo lo creado en comparación con el Creador y, en consecuencia, a la humildad, a la aceptación de la personal indignidad ante quien nos trasciende hasta el infinito; a la maravilla que causa el hecho de que ese Dios, al que los ángeles y el universo entero rinde pleitesía, se haya dignado no sólo a fijar su mirada en el hombre, sino habitar en el hombre; más aún, a encarnarse.

Adoración, alabanza, petición, acción de gracias resumen las disposiciones de fondo que informan la totalidad del diálogo entre el hombre y Dios. Sea cual sea el contenido concreto de la oración, quien reza lo hace siempre, de una forma u otra, explícita o implícitamente, adorando, alabando, suplicando, implorando o dando gracias a ese Dios al que reverencia, al que ama y en el que confía. Importa reiterar, a la vez, que los contenidos concretos de la oración podrán ser muy variados. En ocasiones se acudirá a la oración para considerar pasajes de la Escritura, para profundizar en alguna verdad cristiana, para revivir la vida Cristo, para sentir la cercanía de Santa María... En otras, iniciará a partir de la propia vida para hacer partícipe a Dios de las alegrías y los afanes, de las ilusiones y los problemas que el existir comporta; o para encontrar apoyo o consuelo; o para examinar ante Dios el propio comportamiento y llegar a propósitos y decisiones; o más sencillamente para comentar con quien sabemos que nos ama las incidencias de la jornada.

Encuentro entre el creyente y Dios en quien se apoya y por el que se sabe amado, la oración puede versar sobre la totalidad de las incidencias que conforman el existir, y sobre la totalidad de los sentimientos que puede experimentar el corazón. «Me has escrito: “orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?” —¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias..., ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio. En dos palabras: conocerle y conocerte: “¡tratarse!”» [6]. Siguiendo una y otra vía, la oración será siempre un encuentro íntimo y filial entre el hombre y Dios, que fomentará el sentido de la cercanía divina y conducirá a vivir cada día de la existencia de cara a Dios.

3. Expresiones o formas de la oración

Atendiendo a los modos o formas de manifestarse la oración, los autores suelen ofrecer diversas distinciones: oración vocal y oración mental; oración pública y oración privada; oración predominantemente intelectual o reflexiva y oración afectiva; oración reglada y oración espontánea, etc. En otras ocasiones los autores intentan esbozar una gradación en la intensidad de la oración distinguiendo entre oración mental, oración afectiva, oración de quietud, contemplación, oración unitiva...

El Catecismo estructura su exposición distinguiendo entre: oración vocal, meditación y oración de contemplación. Las tres «tienen en común un rasgo fundamental: el recogimiento del corazón. Esta actitud vigilante para conservar la Palabra y permanecer en presencia de Dios hace de todas ellas tiempos fuertes de la vida de oración» (Catecismo, 2699). Un análisis del texto evidencia, por lo demás, que el Catecismo al emplear esa terminología no hace referencia a tres grados de la vida de oración, sino más bien a dos vías, la oración vocal y la meditación, presentándo ambas como aptas para conducir a esa cumbre en la vida de oración que es la contemplación. En nuestra exposición nos atendremos a este esquema.

Oración vocal

La expresión “oración vocal” apunta a una oración que se expresa vocalmente, es decir, mediante palabras articuladas o pronunciadas. Esta primera aproximación, aun siendo exacta, no va al fondo del asunto. Pues, de una parte, todo dialogar interior, aunque pueda ser calificado como exclusiva o predominantemente mental, hace referencia, en el ser humano, al lenguaje; y, en ocasiones, al lenguaje articulado en voz alta, también en la intimidad de la propia estancia. De otra, hay que afirmar que la oración vocal no es asunto sólo de palabras sino sobre todo de pensamiento y de corazón. De ahí que sea más exacto sostener que la oración vocal es la que se hace utilizando fórmulas preestablecidas tanto largas como breves (jaculatorias), bien tomadas de la Sagrada Escritura (el Padrenuestro, el Avemaria ...), bien recibidas de la tradición espiritual (el Señor mío Jesucristo, el Veni Sancte Spiritus , la Salve, el Acordaos ...).

Todo ello, como resulta obvio, con la condición de que las expresiones o formulas recitadas vocalmente sean verdadera oración, es decir, que cumplan con el requisito de que quien las recita lo haga no sólo con la boca sino con la mente y el corazón. Si esa devoción faltara, si no hubiera conciencia de quién es Aquél al que la oración se dirige, de qué es lo que en la oración se dice y de quién es aquél la dice, entonces, como afirma con expresión gráfica Santa Teresa de Jesús, no se puede hablar propiamente de oración «aunque mucho se meneen los labios» [7].

La oración vocal juega un papel decisivo en la pedagogía de la plegaría, sobre todo en el inicio del trato con Dios. De hecho, mediante el aprendizaje de la señal de la Cruz y de oraciones vocales el niño, y con frecuencia también el adulto, se introduce en la vivencia concreta de la fe y, por tanto, de la vida de oración. No obstante, el papel y la importancia de la oración vocal no está limitada a los comienzos del diálogo con Dios, sino que está llamada a acompañar la vida espiritual durante todo su desarrollo.

La meditación

Meditar significa aplicar el pensamiento a la consideración de una realidad o de una idea con el deseo de conocerla y comprenderla con mayor hondura y perfección. En un cristiano la meditación –a la que con frecuencia se designa también oración mental– implica orientar el pensamiento hacia Dios tal y como se ha revelado a lo largo de la historia de Israel y definitiva y plenamente en Cristo. Y, desde Dios, dirigir la mirada a la propia existencia para valorarla y acomodarla al misterio de vida, comunión y amor que Dios ha dado a conocer.

La meditación puede desarrollarse de forma espontánea, con ocasión de los momentos de silencio que acompañan o siguen a las celebraciones litúrgicas o a raíz de la lectura de algún texto bíblico o de un pasaje autor espiritual. En otros momentos puede concretarse mediante la dedicación de tiempos específicamente destinados a ello. En todo caso, es obvio que –especialmente en los principios, pero no sólo entonces– implica esfuerzo, deseo de profundizar en el conocimiento de Dios y de su voluntad, y en el empeño personal efectivo con vistas a la mejora de la vida cristiana. En ese sentido, puede afirmarse que «la meditación es, sobre todo, una búsqueda» (Catecismo, 2705); si bien conviene añadir que se trata no de la búsqueda de algo , sino de Alguien . A lo que tiende la meditación cristiana no es sólo, ni primariamente, a comprender algo (en última instancia, a entender el modo de proceder y de manifestarse de Dios), sino a encontrarse con Él y, encontrándolo, identificarse con su voluntad y unirse a Él.

La oración contemplativa

El desarrollo de la experiencia cristiana, y, en ella y con ella, el de la oración, conducen a una comunicación entre el creyente y Dios cada vez más continuada, más personal y más íntima. En ese horizonte se sitúa la oración a la que el Catecismo califica de contemplativa, que es fruto de un crecimiento en la vivencia teologal del que fluye un vivo sentido de la cercanía amorosa de Dios; en consecuencia, el trato con Él se hace cada vez más directo, familiar y confiado, e incluso, más allá de las palabras y del pensamiento reflejo, se llega a vivir de hecho en íntima comunión con Él.

«¿Qué es esta oración?», se interroga el Catecismo al comienzo del apartado dedicado a la oración contemplativa, para contestar enseguida afirmando, con palabras tomadas de Santa Teresa de Jesús, que no es otra cosa «sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama» [8]. La expresión oración contemplativa, tal y como la emplean el Catecismo y otros muchos escritos anteriores y posteriores, remite pues a lo que cabe calificar como el ápice de la contemplación; es decir, el momento en el que, por acción de la gracia, el espíritu es conducido hasta el umbral de lo divino trascendiendo toda otra realidad. Pero también, y más ampliamente, a un crecimiento vivo y sentido de la presencia de Dios y del deseo de una profunda comunión con Él. Y ello sea en los tiempos dedicados especialmente a la oración, sea en el conjunto del existir. La oración está, en suma, llamada a envolver a la entera persona humana –inteligencia, voluntad y sentimientos–, llegando al centro del corazón para cambiar sus disposiciones, a informar toda la vida del cristiano, haciendo de él otro Cristo (cfr. Ga 2,20).

4. Condiciones y características de la oración

La oración, como todo acto plenamente personal, requiere atención e intención, conciencia de la presencia de Dios y diálogo efectivo y sincero con Él. Condición para que todo eso sea posible es el recogimiento. La voz recogimiento significa la acción por la que la voluntad, en virtud de la capacidad de dominio sobre el conjunto de las fuerzas que integran la naturaleza humana, procura moderar la tendencia a la dispersión, promoviendo de esa forma el sosiego y la serenidad interiores. Esta actitud es esencial en los momentos dedicados especialmente a la oración, cortando con otras tareas y procurando evitar las distracciones. Pero no ha de quedar limitada a esos tiempos: sino que debe extenderse, hasta llegar al recogimiento habitual, que se identifica con una fe y un amor que, llenando el corazón, llevan a procurar vivir la totalidad de las acciones en referencia a Dios, ya sea expresa o implícitamente.

Otra de las condiciones de la oración es la confianza . Sin una confianza plena en Dios y en su amor, no habrá oración, al menos oración sincera y capaz de superar las pruebas y dificultades. No se trata sólo de la confianza en que una determinada petición sea atendida, sino de la seguridad que se tiene en quien sabemos que nos ama y nos comprende, y ante quien se puede por tanto abrir sin reservas el propio corazón (cfr. Catecismo , 2734-2741).

En ocasiones la oración es diálogo que brota fácilmente, incluso acompañado de gozo y consuelo, desde lo hondo del alma; pero en otros momentos –tal vez con más frecuencia– puede reclamar decisión y empeño. Puede entonces insinuarse el desaliento que lleva a pensar que el tiempo dedicado al trato con Dios carece sentido (cfr. Catecismo , n. 2728). En estos momentos, se pone de manifiesto la importancia de otra de las cualidades de la oración: la perseverancia . La razón de ser de la oración no es la obtención de beneficios, ni la busca de satisfacciones, complacencias o consuelos, sino la comunión con Dios; de ahí la necesidad y el valor de la perseverancia en la oración, que es siempre, con aliento y gozo o sin ellos, un encuentro vivo con Dios (cfr. Catecismo , 2742-2745, 2746-2751).

Rasgo específico, y fundamental, de la oración cristiana es su carácter trinitario. Fruto de la acción del Espíritu Santo que, infundiendo y estimulando la fe, la esperanza y el amor, lleva a crecer en la presencia de Dios, hasta saberse a la vez en la tierra, en la que se vive y trabaja, y en el cielo, presente por la gracia en el propio corazón [9]. El cristiano que vive de fe se sabe invitado a tratar a los ángeles y a los santos, a Santa María y, de modo especial, a Cristo, Hijo de Dios encarnado, en cuya humanidad percibe la divinidad de su persona. Y, siguiendo ese camino, a reconocer la realidad de Dios Padre y de su infinito amor, y a entrar cada vez con más hondura en un trato confiado con Él.

La oración cristiana es por eso y de modo eminente una oración filial. La oración de un hijo que, en todo momento –en la alegría y en el dolor, en el trabajo y en el descanso– se dirige con sencillez y sinceridad a su Padre para colocar en sus manos los afanes y sentimientos que experimenta en el propio corazón, con la seguridad de encontrar en Él comprensión y acogida. Más aún, un amor en el que todo encuentra sentido.

José Luis Illanes

Publicado originalmente el 21 de noviembre de 2012


Bibliografía básica

Catecismo de la Iglesia Católica, 2558-2758.

Lecturas recomendadas

San Josemaría, Homilías El triunfo de Cristo en la humildad; La Eucaristía, misterio de fe y amorLa Ascensión del Señor a los cielos; El Gran Desconocido y Por María, hacia Jesús, en Es Cristo que pasa, 12-21, 83-94, 117-126, 127-138 y 139-149; Homilías El trato con Dios; Vida de oración y Hacia la santidad, en Amigos de Dios , 142-153, 238-257, 294-316.

J. Echevarría, Itinerarios de vida espiritual , Planeta, Barcelona 2001, pp. 99-114.

J.L. Illanes, Tratado de teología espiritual, Eunsa, Pamplona 2007, pp. 427-483.

M. Belda, Guiados por el Espíritu de Dios. Curso de Teología Espiritual, Palabra , Madrid 2006, pp. 301-338.

 

 

La luz de la fe (II): la creación (I): «Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno»

Si el mundo antes transparentaba a Dios, hoy se ha vuelto, para muchos, opaco. Por qué la fe en la creación es aún decisiva en la era de la ciencia.

06/08/2017

«Cuando veo los cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas, que Tú pusiste, ¿qué es el hombre, para que de él te acuerdes, y el hijo de Adán, para que te cuides de él?» (Sal 8,4-5). La contemplación del mundo inspira asombro en los hombres de todas las épocas. También hoy, aunque podamos conocer bien las causas físicas de los colores de una puesta de sol, de un eclipse o de la aurora boreal, nos fascina presenciar estos fenómenos. Además, a medida que la ciencia avanza, se hace más patente la complejidad y la inmensidad que nos rodea, tanto por debajo de nuestra escala –desde la vida microscópica hasta las entrañas mismas de la materia– como por encima de ella, en las distancias y magnitudes de las galaxias, que sobrepasan la imaginación de cualquiera.

A MEDIDA QUE LA CIENCIA AVANZA, SE HACE MÁS PATENTE LA COMPLEJIDAD Y LA INMENSIDAD QUE NOS RODEA, TANTO POR DEBAJO COMO POR ENCIMA DE NUESTRA ESCALA

El estupor también nos puede captar de modo profundo al detenernos a considerar la realidad de nuestro yo: cuando uno se da cuenta de que existe, sin ser capaz de comprender del todo el origen de su vida, y de la conciencia que tiene de sí mismo. ¿De dónde vengo? –Aunque la velocidad con que se vive hoy en muchas partes del planeta lleva a eludir este tipo de preguntas, en realidad no son algo reservado a espíritus particularmente introspectivos: responden a una necesidad de dar con las coordenadas fundamentales, un sentido de la orientación que a veces puede adormecerse, pero que de un modo u otro, tarde o temprano, vuelve a aflorar en la vida de todos.

La búsqueda de un Rostro más allá del universo

La percepción del abismo de la propia conciencia o de la inmensidad del mundo puede limitarse a veces a experimentar un profundo vértigo. Sin embargo, la religiosidad de los hombres ha sondeado en todas las épocas más allá de estos fenómenos; ha buscado, de formas muy variadas, un Rostro que adorar. Por eso, ante el espectáculo de la naturaleza, dice el salmista: «Los cielos pregonan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos» (Sal 19,2); y también, ante el misterio del yo, de la vida: «Te doy gracias porque me has hecho como un prodigio» (Sal 139,14). Durante siglos este paso desde el mundo visible hasta Dios se hacía con gran naturalidad. Pero el creyente se ve hoy a veces ante interrogantes que pueden causarle perplejidad: ¿no es esta búsqueda de un Rostro más allá del universo conocido una proyección del hombre, propia de un estadio superado de la humanidad? Los avances de la ciencia, aun cuando esta no disponga de respuesta para todas las preguntas y problemas, ¿no hacen de la noción de creación una suerte de velo de nuestra ignorancia? ¿No es, por lo demás, una cuestión de tiempo que la ciencia llegue a salir al encuentro de todas esas preguntas?

Sería un error descartar demasiado rápido estas cuestiones como impertinencias, o como síntomas de un escepticismo infundado. Sencillamente, ponen en evidencia cómo «la fe tiene que ser revivida y reencontrada en cada generación»[1]: también en el momento presente, en el que la ciencia y la tecnología han mostrado con creces todo lo que el hombre puede conocer y hacer por sí mismo, hasta el punto de que la idea de un orden anterior a nuestra iniciativa se ha vuelto a veces lejana y difícil de imaginar. Estas cuestiones, pues, requieren una consideración sosegada, que permita afianzar la propia fe, comprendiendo su sentido y su relación con la ciencia y la razón, para poder iluminar también a otros. Naturalmente, en un par de artículos solo es posible trazar algunas vías, sin agotar una cuestión que por sí misma incide en multitud de aspectos de la fe cristiana.

La revelación de la creación

En nuestro recorrido podemos partir sencillamente de la afirmación fundamental de la Biblia sobre el origen de todo lo que existe y, en particular, de cada persona a lo largo de la historia. Se trata de una afirmación muy concreta y fácil de enunciar: somos creación de Dios, fruto de su libertad, de su sabiduría y de su amor. «Todo cuanto quiere el Señor, lo hace en los cielos y en la tierra, en los mares y en los abismos» (Sal 135,6). «¡Qué numerosas son tus obras, Señor! Todas las hiciste con sabiduría. Llena está la tierra de tus criaturas» (Sal 104,24).

EL GÉNESIS NO AHORRA DETALLES SOBRE LOS MODOS EN QUE EL MAL Y EL DOLOR SE ABREN CAMINO DESDE MUY PRONTO, Y SIN EMBARGO AFIRMA REPETIDAMENTE QUE EL MUNDO ES ESENCIALMENTE BUENO

Sin embargo, a veces las afirmaciones más simples encubren las realidades más complejas. Si en la actualidad la razón humana percibe a veces borrosamente esta visión del mundo, tampoco llegó de un modo sencillo hasta ella. Históricamente, la noción de creación –en el sentido en que la Iglesia la recoge en el Credo– surgió solo en el curso de la revelación al pueblo de Israel. El apoyo de la Palabra divina permitió poner al descubierto los límites de las distintas concepciones míticas sobre los orígenes del cosmos y del hombre, para llegar más allá de las especulaciones de los brillantes filósofos griegos, y reconocer al Dios de Israel como el único Dios, que creó todo de la nada.

Un rasgo distintivo del relato bíblico es, pues, el hecho de que Dios cree sin partir de nada preexistente, con la sola fuerza de su palabra: «Dijo Dios: –haya luz. –Y hubo luz (…). –Hagamos al hombre a nuestra imagen (…) –Y creó Dios al hombre a su imagen» (Gn 1,3.26-27). También es propio de este relato el que en el origen no haya ningún rastro de mal: «Y vio Dios todo lo que había hecho; y he aquí que era muy bueno» (Gn 1,31). El propio Génesis no ahorra detalles sobre los modos en que el mal y el dolor se abren camino desde muy pronto en la historia. Con todo, y en abierto contraste con esta experiencia universal, la Biblia afirma repetidamente que el mundo es esencialmente bueno, que la creación no es una forma degradada de ser, sino un inmenso don de Dios. «El universo no surgió como resultado de una omnipotencia arbitraria, de una demostración de fuerza o de un deseo de autoafirmación. La creación es del orden del amor (…): «Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste, porque, si algo odiaras, no lo habrías creado» (Sb 11,24). Entonces, cada criatura es objeto de la ternura del Padre, que le da un lugar en el mundo. Hasta la vida efímera del ser más insignificante es objeto de su amor y, en esos pocos segundos de existencia, él lo rodea con su cariño»[2].

NUESTROS ANTEPASADOS NO TENÍAN MICROSCOPIO, ACELERADORES DE PARTÍCULAS O REVISTAS ESPECIALIZADAS, PERO QUIZÁ SABÍAN Y VEÍAN COSAS ESENCIALES QUE NOSOTROS PODEMOS HABER PERDIDO DE VISTA POR EL CAMINO

El inicio del evangelio de San Juan arroja también una luz decisiva sobre este relato. «En el principio existía el Verbo» (Jn 1,1), escribe el cuarto evangelista, retomando las primeras palabras del Génesis (Cfr. Gn 1,1). En el inicio del mundo está el logos de Dios, que hace de él una realidad profundamente racional, radicalmente llena de sentido. «Contigo está la sabiduría, que conoce tus obras, que estaba presente cuando hiciste el universo, y sabe lo que es agradable a tus ojos y conforme con tus mandamientos» (Sb 9,9). A propósito del término griego con que se designa al Verbo de Dios, explicaba Benedicto XVI: «Logossignifica tanto razón como palabra, una razón que es creadora y capaz de comunicarse, pero precisamente como razón. De este modo, san Juan nos ha brindado la palabra conclusiva sobre el concepto bíblico de Dios, la palabra con la que todos los caminos de la fe bíblica, a menudo arduos y tortuosos, alcanzan su meta, encuentran su síntesis. En el principio existía el logos, y el logos es Dios, nos dice el evangelista. El encuentro entre el mensaje bíblico y el pensamiento griego no era una simple casualidad»[3]. Todo diálogo presupone un interlocutor racional, con logos. Así, el diálogo con el mundo que empezaron a entablar los filósofos griegos era posible precisamente porque la realidad creada está transida de racionalidad, de una lógica muy simple y muy compleja a la vez. Este diálogo venía a encontrarse, pues, con la afirmación decidida de que el mundo «no es producto de una necesidad cualquiera, de un destino ciego o del azar»[4], sino de una inteligencia amorosa –un Ser personal– que trasciende el orden mismo del universo, porque lo precede.

El núcleo de los relatos de la creación

No es infrecuente que los relatos de la creación en el Génesis se perciban hoy como textos bellos y poéticos, llenos de sabiduría, pero quizá a fin de cuentas poco a la altura de la sofisticación y la seriedad metodológica que entretanto han adquirido la ciencia y la crítica literaria e histórica. Sin embargo, sería un error tratar con desdén a nuestros antepasados porque no tuvieran microscopio, aceleradores de partículas o revistas especializadas: olvidaríamos demasiado fácilmente que quizá sabían y veían cosas esenciales; cosas que nosotros podemos haber perdido de vista por el camino. Para comprender lo que una persona o un texto quieren decirnos es necesario atender a su modo de hablar, sobre todo si es distinto del nuestro. En este sentido, conviene tener en cuenta que, en los relatos de la creación, «la imagen del mundo queda delineada bajo la pluma del autor inspirado con las características de las cosmogonías del tiempo»; y que es en ese cuadro donde Dios inserta la novedad específica de su revelación a Israel y a los hombres de todos los tiempos: «la verdad acerca de la creación de todo por obra del único Dios»[5].

INCLUSO EN MEDIO DE LA IMPERFECCIÓN, DEL MAL, DEL DOLOR, EL CRISTIANO VE EN CADA SER UN REGALO QUE SURGE DEL AMOR Y QUE LLAMA AL AMOR: A DISFRUTAR, A RESPETAR, A CUIDAR, A TRANSMITIR

Con todo, se objeta con frecuencia que, si la noción de creación tuvo un papel en el pasado, hoy resulta ingenuo intentar proponerla de nuevo. La física moderna y los hallazgos acerca de la evolución de las especies habrían hecho obsoleta la idea de un creador que interviene para generar y dar forma al mundo: la racionalidad del universo sería, en el mejor de los casos, una propiedad interior a la materia, y hablar de otros agentes supondría desafiar la seriedad del discurso científico. Sin embargo, se hace así fácilmente, sin saberlo, una lectura literalista de la Biblia, que la Biblia misma descarta. Si, por ejemplo, se comparan los dos relatos sobre los orígenes, situados uno detrás de otro en los dos primeros capítulos del Génesis, se observan diferencias muy claras que no es posible atribuir a un descuido redaccional. Los autores sagrados eran conscientes de que no tenían que proporcionar una descripción detallada y literal acerca de cómo se produjo el origen del mundo y del hombre: procuraban expresar, a través del lenguaje y los conceptos de que disponían, algunas verdades fundamentales[6].

Cuando se acierta a comprender el lenguaje peculiar de estos relatos –un lenguaje primitivo, pero lleno de sabiduría y de profundidad–, se puede identificar su verdadero núcleo. Nos hablan de «una intervención personal»[7] que trasciende la realidad del universo: antes del mundo existe la libertad personal y la sabiduría infinita de un Dios creador. A través de un lenguaje simbólico, aparentemente ingenuo, se abre camino una profunda pretensión de verdad, que podríamos resumir así: todo esto lo hizo Dios, porque quiso[8]. La Biblia no pretende pronunciarse sobre los estadios de la evolución del universo y del origen de la vida, sino afirmar la «libertad de la omnipotencia»[9] de Dios, la racionalidad del mundo que crea, y su amor por este mundo. Se despliega así una imagen de la realidad, y de cada uno de los seres que la conforman, como «un don que surge de la mano abierta del Padre de todos»[10]. La realidad, a la luz de la fe en la creación, queda marcada en su entraña misma bajo el signo de la acogida. Incluso en medio de la imperfección, del mal, del dolor, el cristiano ve en cada ser un regalo que surge del Amor y que llama al amor: a disfrutar, a respetar, a cuidar, a transmitir.

Marco Vanzini / Carlos Ayxelá

Foto: Kurt K. Kreger (cc)


[1] J. Ratzinger, Dios y el mundo, Random House Mondadori, Barcelona 2002, 49.

[2] Francisco, Enc. Laudato si’ (24-V-2015), 77.

[3] Benedicto XVI, Discurso en la Universidad de Ratisbona (12-IX-2006).

[4] Catecismo de la Iglesia Católica, 295.

[5] San Juan Pablo II, Audiencia, 29-I-1986.

[6] Junto a esas razones internas a la propia Biblia, el conocimiento sobre la forma correcta de interpretar el texto sagrado también se ha logrado a través del diálogo –no exento de tensiones, pero muy fructífero– entre la teología y la ciencia. En estos largos procesos es frecuente que se den excesos por ambas partes, que se alimentan mutuamente: una lectura fundamentalista de la Biblia, por la que se pretende hacerle decir más de lo que realmente dice, suele desacreditar al texto sagrado, de modo que la ciencia se considera autorizada a decir más de lo que realmente es capaz de decir sobre el origen y sentido de la realidad.

[7] J. Ratzinger, La fiesta de la fe, Desclée, Bilbao 1999, 25.

[8] Esta convicción estaba radicada fuertemente en la fe de Israel, como muestran las palabras de una madre a su hijo, antes del martirio: «Te suplico, hijo, que mires el cielo y la tierra, y viendo todo lo que hay en ellos reconozcas que Dios no los ha hecho de cosas ya existentes, y que lo mismo sucede con el género humano» (2 M 7,28).

[9] R. Guardini, La fine dell’epoca moderna. Il potere, Morcelliana, Brescia 1993, 17.

[10] Francisco, Laudato si’, 76.

 

¿Qué es el Rosario? ¿Cómo se reza?

El mes de octubre tradicionalmente está dedicado a la Virgen María, en su advocación de nuestra Señora del Rosario. Pero, ¿por qué se aconseja rezar el rosario y cómo se reza? Respondemos a las preguntas más habituales.

¿Qué es y cómo se rezar el Rosario? Photo by James Coleman on Unsplash

02/10/2022

Sumario

1. ¿Qué es el Rosario?
2. ¿Cómo y cuándo nació esta devoción?
3. ¿Cómo se reza el Rosario?
4. ¿Por qué se aconseja rezar el Rosario?


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“Queridos jóvenes aprendan a rezar con la oración simple y eficaz del santo Rosario. Queridos enfermos, que la Virgen Santísima sea vuestro apoyo durante la prueba y el sufrimiento”. Papa Francisco, Audiencia General del 3 de mayo de 2017.

“El Rosario es la oración que acompaña siempre la vida, es también la oración de los sencillos y de los santos… es la oración de mi corazón”. Papa Francisco, introducción del libro El Rosario. Oración del corazón, de la edición Shalom.

 

1. ¿Qué es el Rosario?

El Rosario es una oración tradicional católica que busca honrar a la Virgen. En un inicio constaba de quince “misterios” que recordaban momentos (gozosos, dolorosos y gloriosos) de la vida de Jesús y de María. En el año 2002 san Juan Pablo II añadió los misterios luminosos que permiten meditar sobre la vida pública de Jesús.

También se llama “rosario” al objeto formado de cuentas que se utiliza para recitar esta oración.

“Todas las generaciones me llamarán bienaventurada", proclama la Virgen en el Magníficat. En efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el título de "Madre de Dios", bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades. El culto a María encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios y en la oración mariana, como el Santo Rosario, que en palabras de Pablo VI es "síntesis de todo el Evangelio". Es decir, el Rosario es una oración que concreta ese culto especial que la Virgen recibe en la Iglesia.

Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 971

Meditar con san Josemaría

Fijaos en una de las devociones más arraigadas entre los cristianos, en el rezo del Santo Rosario. La Iglesia nos anima a la contemplación de los misterios: para que se grabe en nuestra cabeza y en nuestra imaginación, con el gozo, el dolor y la gloria de Santa María, el ejemplo pasmoso del Señor, en sus treinta años de oscuridad, en sus tres años de predicación, en su Pasión afrentosa y en su gloriosa Resurrección. Amigos de Dios, 299

El Rosario no se pronuncia sólo con los labios, mascullando una tras otra las avemarías. Así, musitan las beatas y los beatos. —Para un cristiano, la oración vocal ha de enraizarse en el corazón, de modo que, durante el rezo del Rosario, la mente pueda adentrarse en la contemplación de cada uno de los misterios. Surco, 477

Santa María es —así la invoca la Iglesia— la Reina de la paz. Por eso, cuando se alborota tu alma, el ambiente familiar o el profesional, la convivencia en la sociedad o entre los pueblos, no ceses de aclamarla con ese título: «Regina pacis, ora pro nobis!» —Reina de la paz, ¡ruega por nosotros! ¿Has probado, al menos, cuando pierdes la tranquilidad?... —Te sorprenderás de su inmediata eficacia. Surco, 874

Santo Rosario. —Los gozos, los dolores y las glorias de la vida de la Virgen tejen una corona de alabanzas, que repiten ininterrumpidamente los Ángeles y los Santos del Cielo..., y quienes aman a nuestra Madre aquí en la tierra. —Practica a diario esta devoción santa, y difúndela. Forja, 621

 

2. ¿Cómo y cuándo nació esta devoción?

El origen del Rosario se remonta al nacimiento del Avemaría en el siglo IX, como oración para honrar a María, la Madre de Dios. Parece que el Rosario tuvo su origen en la orden de san Benito y se expandió por acción de los dominicos.

Desde el sí dado por la fe en la Anunciación, y mantenido sin vacilar al pie de la Cruz, la maternidad de María se extiende desde entonces a los hermanos y a las hermanas de su Hijo. A partir de esta cooperación singular de María a la acción del Espíritu Santo, las Iglesias han desarrollado la oración a la santa Madre de Dios, centrándola sobre la persona de Cristo manifestada en sus misterios. En los innumerables himnos y antífonas que expresan esta oración, se alternan habitualmente dos movimientos: uno engrandece al Señor por las maravillas que ha hecho en su humilde esclava, y por medio de ella, en todos los seres humanos; el segundo confía a la Madre de Jesús las súplicas y alabanzas de los hijos de Dios, ya que ella conoce ahora la humanidad que en ella ha sido desposada por el Hijo de Dios.

Este doble movimiento de la oración a María ha encontrado una expresión privilegiada en la oración del Avemaría:

“Dios te salve, María (Alégrate, María)”. El saludo del ángel Gabriel abre la oración del Avemaría. Es Dios mismo quien por mediación de su ángel, saluda a María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que Dios ha puesto sobre su humilde esclava y a alegrarnos con el gozo que Dios encuentra en ella.

“Llena de gracia, el Señor es contigo”: Las dos palabras del saludo del ángel se aclaran mutuamente. María es la llena de gracia porque el Señor está con ella. La gracia de la que está colmada es la presencia de Aquel que es la fuente de toda gracia.

“Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”. Después del saludo del ángel, hacemos nuestro el de Isabel. Isabel es la primera en la larga serie de las generaciones que llaman bienaventurada a María: “Bienaventurada la que ha creído...”. María es “bendita [...] entre todas las mujeres” porque ha creído en el cumplimiento de la palabra del Señor.

“Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros...”. Con Isabel, nos maravillamos y decimos: “¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?”. Porque nos da a Jesús su hijo, María es Madre de Dios y Madre nuestra; podemos confiarle todos nuestros cuidados y nuestras peticiones. Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: “Hágase tu voluntad”.

“Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos pecadores y nos dirigimos a la “Madre de la Misericordia”, a la Toda Santa. Nos ponemos en sus manos “ahora”, en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para entregarle desde ahora, “la hora de nuestra muerte”. Que esté presente en esa hora, como estuvo en la muerte en Cruz de su Hijo, y que en la hora de nuestro tránsito nos acoja como Madre nuestra para conducirnos a su Hijo Jesús, al Paraíso.

Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2674-2677

Meditar con san Josemaría

Ten una devoción intensa a Nuestra Madre. Ella sabe corresponder finamente a los obsequios que le hagamos. Además, si rezas todos los días, con espíritu de fe y de amor, el Santo Rosario, la Señora se encargará de llevarte muy lejos por el camino de su Hijo. Surco, 691

Un triste medio de no rezar el Rosario: dejarlo para última hora. Al momento de acostarse se recita, por lo menos, de mala manera y sin meditar los misterios. Así, difícilmente se evita la rutina, que ahoga la verdadera piedad, la única piedad. Surco, 476

Mirad: para nuestra Madre Santa María jamás dejamos de ser pequeños, porque Ella nos abre el camino hacia el Reino de los Cielos, que será dado a los que se hacen niños. De Nuestra Señora no debemos apartarnos nunca. ¿Cómo la honraremos? Tratándola, hablándole, manifestándole nuestro cariño, ponderando en nuestro corazón las escenas de su vida en la tierra, contándole nuestras luchas, nuestros éxitos y nuestros fracasos.

Descubrimos así —como si las recitáramos por vez primera— el sentido de las oraciones marianas, que se han rezado siempre en la Iglesia. ¿Qué son el Ave María y el Ángelus sino alabanzas encendidas a la Maternidad divina? Y en el Santo Rosario —esa maravillosa devoción, que nunca me cansaré de aconsejar a todos los cristianos— pasan por nuestra cabeza y por nuestro corazón los misterios de la conducta admirable de María, que son los mismos misterios fundamentales de la fe. Amigos de Dios, 290

 

3. ¿Cómo se reza el Rosario?

El Rosario se inicia con la señal de la Cruz. Posteriormente se anuncian cada uno de los cinco misterios que se contemplan ese día. 

Los lunes y sábados se contemplan los misterios gozosos; los martes y viernes, los dolorosos; los jueves, los luminosos; y los miércoles y domingos, los gloriosos. 

Cada misterio se compone de un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria. Cuando se han rezado los cinco misterios, se rezan las letanías de la Virgen, oraciones de alabanza a nuestra Madre. 

Según las tradiciones de distintos lugares, a esta estructura básica para rezar el Rosario se añaden algunas jaculatorias y oraciones que expresan la riqueza de la piedad popular. Aquí tienes una guía para rezarlo.

Meditar con san Josemaría

Virgen Inmaculada, bien sé que soy un pobre miserable, que no hago más que aumentar todos los días el número de mis pecados...”. Me has dicho que así hablabas con Nuestra Madre, el otro día.

Y te aconsejé, seguro, que rezaras el Santo Rosario: ¡bendita monotonía de Avemarías que purifica la monotonía de tus pecados! Surco, 475

Siempre retrasas el Rosario para luego, y acabas por omitirlo a causa del sueño. —Si no dispones de otros ratos, recítalo por la calle y sin que nadie lo note. Además, te ayudará a tener presencia de Dios. Surco, 478

¡Cuánto crecerían en nosotros las virtudes sobrenaturales, si lográsemos tratar de verdad a María, que es Madre Nuestra! Que no nos importe repetirle durante el día —con el corazón, sin necesidad de palabras— pequeñas oraciones, jaculatorias. La devoción cristiana ha reunido muchos de esos elogios encendidos en las Letanías que acompañan al Santo Rosario. Pero cada uno es libre de aumentarlas, dirigiéndole nuevas alabanzas, diciéndole lo que —por un santo pudor que Ella entiende y aprueba— no nos atreveríamos a pronunciar en voz alta. Amigos de Dios, 293

 

4. ¿Por qué se aconseja rezar el Rosario?

El Rosario de la Virgen María es una oración aconsejada por el Magisterio de la Iglesia Católica; en la sobriedad de sus elementos, tiene en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual puede decirse que es un resumen. Además, la misma Virgen María, cuando se ha aparecido en la Tierra, ha animado a rezar esta oración. El 13 de mayo de 1917, en su primera aparición en Fátima, María dijo: “Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra” y en su última aparición en ese lugar la Madre de Dios se presentó como la “Señora del Rosario”.

La Iglesia cree que la Santísima Madre de Dios continua en el Cielo ejerciendo su oficio materno, por eso es natural que los cristianos acudan a Ella para pedirle sus necesidades y confiarle sus preocupaciones.

Numerosos papas han atribuido gran importancia a esta oración: León XIII promulgó la encíclica Supremi Apostolatus Officio, un documento de gran entidad, la primera de sus muchas declaraciones sobre esta oración, en la que propone el Rosario como arma espiritual efectiva contra los males que afligen a la sociedad. Juan Pablo II escribió una carta el 16 de octubre de 2002 llamada Rosarium Virginis Mariae, con la que convocaba un Año del Rosario y en la que comentaba la belleza de esta plegaria, que ayuda a “contemplar a Cristo con María”.

Meditar con san Josemaría

El Santo Rosario es arma poderosa. Empléala con confianza y te maravillarás del resultado. Camino, 558

El Rosario es eficacísimo para los que emplean como arma la inteligencia y el estudio. Porque esa aparente monotonía de niños con su Madre, al implorar a Nuestra Señora, va destruyendo todo germen de vanagloria y de orgullo. Surco, 474

Te aconsejo —para terminar— que hagas, si no lo has hecho todavía, tu experiencia particular del amor materno de María. No basta saber que Ella es Madre, considerarla de este modo, hablar así de Ella. Es tu Madre y tú eres su hijo; te quiere como si fueras el hijo único suyo en este mundo. Trátala en consecuencia: cuéntale todo lo que te pasa, hónrala, quiérela. Nadie lo hará por ti, tan bien como tú, si tú no lo haces.

Te aseguro que, si emprendes este camino, encontrarás enseguida todo el amor de Cristo: y te verás metido en esa vida inefable de Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Sacarás fuerzas para cumplir acabadamente la Voluntad de Dios, te llenarás de deseos de servir a todos los hombres. Serás el cristiano que a veces sueñas ser: lleno de obras de caridad y de justicia, alegre y fuerte, comprensivo con los demás y exigente contigo mismo.

Ese, y no otro, es el temple de nuestra fe. Acudamos a Santa María, que Ella nos acompañará con un andar firme y constante. Amigos de Dios, 293

 

 

¿Qué es la Doctrina Social de la Iglesia? ¿Cuáles son sus principios?

En el camino de la salvación de cada persona, la lglesia se preocupa por toda la familia humana y sus necesidades, incluso en el ámbito material y social. Por ello, desarrolla una brújula, una doctrina social que forme las conciencias y ayude a vivir según el Evangelio y la propia naturaleza humana.

20/01/2022

Sumario

  1. ¿Qué es la doctrina social de la Iglesia?
  2. ¿Dónde se explica? (Desarrollo histórico)
  3. ¿Es la doctrina social de la Iglesia una especie de política o ideología?
  4. ¿Por qué la Iglesia opina en temas sociales?
  5. Principios de la doctrina social de la Iglesia

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«Con esta doctrina, la Iglesia no persigue fines de estructuración y organización de la sociedad, sino de exigencia, dirección y formación de las conciencias. (Compendio Doctrina Social de la Iglesia, n. 81).

“La Iglesia (...) tiene una misión de verdad que cumplir en todo tiempo y circunstancia en favor de una sociedad a medida del hombre, de su dignidad y de su vocación (Caritas in veritate, n. 9).

1. ¿Qué es la doctrina social de la Iglesia? (DSI)

La doctrina social es el anuncio de fe que hace el Magisterio ante las realidades sociales. Recogida en un compendio, esa defensa se traduce en indicaciones, consejos y exhortaciones por las que la Iglesia anima a los cristianos a ser ciudadanos responsables.

De hecho, “no existe unanimidad acerca de la realidad que se designa como «DSI». Juan Pablo II –en la que es la definición más precisa que ha dado el Magisterio– dice que es «la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del hombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial» (Sollicitudo Rei Socialis 41)”[1].

El único objetivo de la Iglesia es “ayudar al hombre en el camino de salvación”. (Compendio Doctrina Social de la Iglesia, 69). Esta es su única misión y también la razón por la que la Iglesia tiene el derecho y el deber de desarrollar una doctrina social que forme las conciencias de los hombres y les ayude a vivir según el Evangelio y la propia naturaleza humana. Un cristiano coherente dirige todos los aspectos de su vida hacia Dios, viviendo según su designio salvífico. La Iglesia acompaña a los cristianos en esta tarea.

Esto incluye dimensiones de la vida humana y de la cultura como la economía y el trabajo, pasando por la comunicación y la política, hasta temas como la comunidad internacional y las relaciones entre las culturas y los pueblos.

La caridad es una «fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos. En esta perspectiva la caridad se convierte en caridad social y política: la caridad social nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas, consideradas no sólo individualmente, sino también en la dimensión social que las une» (Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 207).

2. ¿Dónde se explica la doctrina social de la Iglesia?

La DSC nace con la Rerum Novarum de León XIII, papa que estaba muy preocupado por la “cuestión obrera”, es decir la situación de muchos trabajadores pobres del campo que ahora vivían miserablemente en las ciudades. A partir de ese momento las enseñanzas sociales, que existían desde el principio del cristianismo, se ordenan de manera sistemática. Las cartas sociales de los pontífices tendrán la Rerum Novarum como referencia. Entre las muchas encíclicas sociales, destacan además de la RN, las de san Juan Pablo II: Laborem Exercens (90 años desde la Rerum Novarum), Sollicitudo Rei Socialis y Centesimus Annus (100 años desde la Rerum Novarum). Recientemente, el Papa Francisco se ha dirigido a los cristianos con dos encíclicas de tema social: Laudato si' (2015) y Fratelli Tutti (2020).

Con el objeto de facilitar una búsqueda temática de los contenidos, en los últimos años se escribió un Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia que puede servir como punto de referencia.

3. ¿La Doctrina Social de la Iglesia es una especie de política o de ideología?

No. Su competencia no se extiende a las cuestiones técnicas, ni propone sistemas de organización social, que no pertenecen a su misión: ésta se limita al ámbito moral y evangélico. Además, esa función no la realiza en base a un poder coercitivo (propio del Estado), ni sirviéndose del “brazo secular” (es decir, usando instituciones civiles que actúen según sus dictados, ejerciendo de este modo para su influencia en la sociedad); la ejerce mediante un poder de convicción, que respeta la laicidad de la vida pública. Por consiguiente, la enseñanza social del Magisterio no obstaculiza la autonomía de las realidades terrenas. Más bien, las interpreta para examinar su adecuación al espíritu evangélico y orientar la conducta cristiana.

“Es de justicia que pueda la Iglesia en todo momento y en todas partes predicar la fe con auténtica libertad, enseñar su doctrina social, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas, utilizando todos y solo aquellos medios que sean conformes al Evangelio y al bien de todos según la diversidad de tiempos y de situaciones” (Gaudium et Spes, 76)

“En el orden de la moralidad, la Iglesia ejerce una misión distinta de la que ejercen las autoridades políticas: ella se ocupa de los aspectos temporales del bien común a causa de su ordenación al supremo Bien, nuestro fin último. Se esfuerza por inspirar las actitudes justas en el uso de los bienes terrenos y en las relaciones socioeconómicas”. (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2420)

Meditar con san Josemaría

“Esto trae consigo una visión más honda de la Iglesia, como comunidad formada por todos los fieles, de modo que todos somos solidarios de una misma misión, que cada uno debe realizar según sus circunstancias personales. Los laicos, gracias a los impulsos del Espíritu Santo, son cada vez más conscientes de ser Iglesia, de tener una misión específica, sublime y necesaria, puesto que ha sido querida por Dios. Y saben que esa misión depende de su misma condición de cristianos, no necesariamente de un mandato de la Jerarquía, aunque es evidente que deberán realizarla en unión con la Jerarquía eclesiástica y según las enseñanzas del Magisterio”(Conversaciones, 59)

Jamás he preguntado a alguno de los que a mí se han acercado lo que piensa en política: ¡no me interesa! Os manifiesto, con esta norma de mi conducta, una realidad que está muy metida en la entraña del Opus Dei, al que con la gracia y la misericordia divinas me he dedicado completamente, para servir a la Iglesia Santa. No me interesa ese tema, porque los cristianos gozáis de la más plena libertad, con la consecuente personal responsabilidad, para intervenir como mejor os plazca en cuestiones de índole política, social, cultural, etcétera, sin más límites que los que marca el Magisterio de la Iglesia (Amigos de Dios, 11)

“Nunca hablo de política. No pienso en el cometido de los cristianos en la tierra como en el brotar de una corriente político-religiosa —sería una locura—, ni siquiera aunque tenga el buen propósito de infundir el espíritu de Cristo en todas las actividades de los hombres. Lo que hay que meter en Dios es el corazón de cada uno, sea quien sea. Procuremos hablar para cada cristiano, para que allí donde está —en circunstancias que no dependen sólo de su posición en la Iglesia o en la vida civil, sino del resultado de las cambiantes situaciones históricas—, sepa dar testimonio, con el ejemplo y con la palabra, de la fe que profesa”. (Es Cristo que pasa, 183).

4. ¿Por qué la Iglesia opina en temas sociales?

La salvación obrada por Cristo y, consecuentemente, la misión de la Iglesia, alcanza al hombre en toda su integridad, incluido el ámbito social. De hecho, el cristianismo no puede ser restringido a meras devociones, sino que es antes un modo de vivir en sociedad.

El Papa Benedicto XVI afirma que la doctrina social de la Iglesia responde a la dinámica de caridad recibida y ofrecida y resume su función como el “anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad”. (Caritas in veritate, n. 5)

El Papa Francisco explica la razón por la cuál la Iglesia expresa su parecer en los asuntos que afectan a la comunidad mundial (Discurso del Santo Padre al cuerpo diplomático, 7 de enero de 2019), diciendo que es la misión espiritual que Jesucristo dirigió a San Pedro y sus sucesores la que impulsa al Pontífice y a la Santa Sede “a preocuparse por toda la familia humana y sus necesidades, incluso en el ámbito material y social” y aclara que “la Santa Sede no busca interferir en la vida de los estados”, sino que observa “las problemáticas que afectan a la humanidad”, para “ponerse al servicio del bien de todo ser humano” y “trabajar por favorecer la edificación de sociedades pacíficas y reconciliadas”. Por este motivo, la Iglesia no puede quedar al margen de las realidades humanas, e interviene con su doctrina para iluminar distintos aspectos de la sociedad.

La Iglesia desde su experiencia por el contacto con la gente y los pueblos, y desde su doctrina de fe apoyada en una profunda reflexión, es un gran interlocutor, para defender y dar voz a los más débiles, a las naciones pobres y al planeta amenazado por la crisis ecológica.

5. Principios de la doctrina social de la Iglesia

Esta preocupación de la Iglesia se concreta en valores que sirven de base para la actuación social. Todos ellos tienen base evangélica y están de acuerdo con la naturaleza humana, que la Iglesia asume y defiende, buscando llevarla a la plenitud, por la Redención obrada por Cristo. Estos valores son:

  1. La dignidad de la persona humana: la vida humana es sagrada y su dignidad inviolable, independientemente de la edad, el estado de salud, la riqueza o la condición social. Cada persona tiene derecho a la vida desde su concepción hasta la muerte natural. Además, una vida digna conlleva paz, que en muchas ocasiones se ve amenazada por la guerra y la violencia.
  2. Familia y comunidad: el hombre es un ser social y tiene derecho a crecer en comunidad. El matrimonio y la familia son la base de la sociedad (ya en los comienzos de la Iglesia la familia era considerada “iglesia doméstica”, término que se recuperó en el Concilio Vaticano II y que san Juan Pablo II extendió). Todas las personas tienen derecho a participar en la sociedad.
  3. Derechos y deberes: todas las personas tienen derechos que hacer valer y deberes que cumplir, tanto a nivel individual como familiar y social. En particular de los trabajadores: la economía está al servicio de las personas, no al revés. Los trabajadores tienen derecho a un trabajo digno, seguro y bien remunerado.
  4. Opción preferencial por los pobres y vulnerables: Jesús nos enseñó que los más vulnerables en una sociedad tienen un lugar privilegiado en su Reino. Es un deber de justicia ayudar a todos a luchar contra la pobreza y las situaciones de riesgo, algo que el Papa Francisco ha recalcado desde el inicio de su pontificado.
  5. Bien Común: es “el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección” (GS 26)
  6. Solidaridad: la Iglesia promueve la paz y la justicia por encima de diferencias de raza, nación, religión, etc. Hay una sola familia humana que todos somos responsables de cuidar.
  7. Subsidiariedad: el Estado debe permitir “a las asociaciones inferiores (resolver) aquellos asuntos y cuidados de menor importancia, en los cuales, por lo demás perdería mucho tiempo, con lo cual logrará realizar más libre, más firme y más eficazmente todo aquello que es de su exclusiva competencia” (QA 80).
  8. Cuidado de la creación: Dios puso al hombre al frente de las realidades terrenas para dominarlas y cuidarlas, manifestando en el respeto a otras criaturas el respeto debido al Creador. La crisis medioambiental tiene dimensiones morales.

Meditar con San Josemaría

“La Iglesia es, por tanto, inseparablemente humana y divina. Es sociedad divina por su origen, sobrenatural por su fin y por los medios que próximamente se ordenan a ese fin; pero, en cuanto se compone de hombres, es una comunidad humana (León XIII, encíclica Satis cognitum ASS 28, 710). Vive y actúa en el mundo, pero su fin y su fuerza no están en la tierra, sino en el Cielo” (Amar a la Iglesia, 6)

“Este, y no otro, es el fin de la Iglesia: la salvación de las almas, una a una”. (Amar a la Iglesia, 7)

“Querer alcanzar la santidad —a pesar de los errores y de las miserias personales, que durarán mientras vivamos— significa esforzarse, con la gracia de Dios, en vivir la caridad, plenitud de la ley y vínculo de la perfección. La caridad no es algo abstracto; quiere decir entrega real y total al servicio de Dios y de todos los hombres; de ese Dios, que nos habla en el silencio de la oración y en el rumor del mundo; de esos hombres, cuya existencia se entrecruza con la nuestra.

Viviendo la caridad —el Amor— se viven todas las virtudes humanas y sobrenaturales del cristiano, que forman una unidad y que no se pueden reducir a enumeraciones exhaustivas. La caridad exige que se viva la justicia, la solidaridad, la responsabilidad familiar y social, la pobreza, la alegría, la castidad, la amistad…” (Conversaciones, 62)

“No hay más que una raza en la tierra: la raza de los hijos de Dios. Todos hemos de hablar la misma lengua, la que nos enseña nuestro Padre que está en los cielos: la lengua del diálogo de Jesús con su Padre, la lengua que se habla con el corazón y con la cabeza, la que empleáis ahora vosotros en vuestra oración. La lengua de las almas contemplativas, la de los hombres que son espirituales, porque se han dado cuenta de su filiación divina. Una lengua que se manifiesta en mil mociones de la voluntad, en luces claras del entendimiento, en afectos del corazón, en decisiones de vida recta, de bien, de contento, de paz” (Es Cristo que pasa, n. 13)

“La Universidad no debe formar hombres que luego consuman egoístamente los beneficios alcanzados con sus estudios, debe prepararles para una tarea de generosa ayuda al prójimo, de fraternidad cristiana.

Muchas veces esta solidaridad se queda en manifestaciones orales o escritas, cuando no en algaradas estériles o dañosas: yo la solidaridad la mido por obras de servicio, y conozco miles de casos de estudiantes españoles y de otros países, que han renunciado a construirse su pequeño mundo privado, dándose a los demás mediante un trabajo profesional, que procuran hacer con perfección humana, en obras de enseñanza, de asistencia, sociales, etc., con un espíritu siempre joven y lleno de alegría” (Conversaciones, n. 75)

“Es hora de que los cristianos digamos muy alto que el trabajo es un don de Dios, y que no tiene ningún sentido dividir a los hombres en diversas categorías según los tipos de trabajo, considerando unas tareas más nobles que otras. El trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su dominio sobre la creación. Es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener a la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que se vive, y al progreso de toda la Humanidad” (Es Cristo que pasa, n. 47)

“Un hombre o una sociedad que no reaccione ante las tribulaciones o las injusticias, y que no se esfuerce por aliviarlas, no son un hombre o una sociedad a la medida del amor del Corazón de Cristo” Es Cristo que pasa, n. 167.


[1] Arturo Bellocq. Qué es y que no es la DSC. Scripta Thelogica. Vol. 44. 2012.p. 340

 

 

Ejercicios Espirituales de Juan Pablo II

SHUna bellísima predicación de monseñor Nguyên Van Thuân para los Ejercicios Espirituales de Juan Pablo II

Habla monseñor Van Thuân, predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa

1. LA ESPERANZA, EL GRAN DESAFIO PARA EL MUNDO CONTEMPORANEO

2. DIOS, LA UNICA CERTEZA TRAS TRECE AÑOS DE CARCEL

3. EL SECRETO DEL LA SANTIDAD: VIVIR CADA DIA COMO SI FUERA EL ULTIMO

4. «PADRE, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?», EL MISTERIO DE LA CRUZ

5. LA EUCARISTÍA CAMBIO LA VIDA EN EL CAMPO DE REEDUCACION COMUNISTA

6. LA FUERZA DE LOS CRISTIANOS ESTA EN SU DEBILIDAD

7. EL SECRETO DE LA ESPERANZA, «REGRESAR A JERUSALEN»


TRAS TRECE AÑOS EN LA CARCEL, AMO A CRISTO POR SUS «DEFECTOS»

Habla monseñor Van Thuân, predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 12 mar (Palabra).- Desde que en 1698 un antepasado suyo, ministro del rey y embajador en China, recibió el bautismo, comenzó la persecución. El rey le quitó todas sus posesiones y le expulsó. Desde entonces su familia sufre la persecución. En 1975, Pablo VI le nombró arzobispo de Ho Chi Minh (la antigua Saigón), pero el gobierno comunista definió su nombramiento como un complot y tres meses después le encarceló. Durante trece años estuvo encerrado en las cárceles vietnamitas. Nueve de ellos, los pasó régimen de aislamiento. Una vez liberado, fue obligado a abandonar Vietnam a donde no ha podido regresar, ni siquiera para ver a su anciana madre. Ahora es presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz de la Santa Sede. A pesar de tantos sufrimientos, o quizá más bien gracias a ellos, este arzobispo, François Xavier Nguyên Van Thuân, es un gran testigo de la fe, de la esperanza y del perdón cristiano.

Testigo de esperanza

Desde este domingo, hasta el próximo sábado, monseñor Van Thuân predica los ejercicios espirituales a Juan Pablo II y a sus colaboradores de la Curia romana. Y, obviamente, el tema de las meditaciones será el de la esperanza. «Esperanza en Dios», «Esperanza contra toda esperanza», «Aventura y alegría de la esperanza», «Renovación y pueblo de la esperanza» son los títulos de algunas de las meditaciones que ha preparado para el Papa. No es casualidad que el libro que ha difundido en todo el mundo (traducido en once idiomas) en el que narraba sus años de cárcel llevase precisamente por título «El camino de la esperanza».

Una esperanza que nunca ha desfallecido en él, ni siquiera el 16 de agosto de 1975, cuando fue arrestado y transportado en la noche a 450 kilómetros de Saigón, en la más absoluta de las soledades. Su única compañía, el rosario. En esos momentos –explica Van Thuân–, cuando todo parecía perdido, se abandonó en manos de la Providencia. A los compañeros de prisión no católicos que le preguntaban cómo podía seguir esperando, les respondía: «He abandonado todo para seguir a Jesús, porque amo los defectos de Jesús».

Los «defectos» de Jesús, de hecho, serán uno de los argumentos que afrontará el predicador del Papa en estos ejercicios espirituales. Estos son algunos de ellos.

Jesús no tiene memoria

«En la Cruz, durante su agonía, el ladrón le pide que se recuerde de él cuando llegara a su Reino. Si hubiera sido yo –reconoce monseñor Van Thuân– le hubiera respondido: «no te olvidaré, pero tienes que expiar tus crímenes en el purgatorio». Sin embargo, Jesús, le respondió: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso». Había olvidado los pecados de aquel hombre. Lo mismo sucedió con Magdalena, y con el hijo pródigo. Jesús no tiene memoria, perdona a todo el mundo».

Jesús no sabe matemática ni filosofía

«Jesús no sabe matemáticas –continúa diciendo Van Thuân al hablar de los «defectos» de Jesús–. Lo demuestra la parábola del Buen Pastor. Tenía cien ovejas, se pierde una de ellas y sin dudarlo se fue a buscarla dejando a las 99 en el redil. Para Jesús, uno vale lo mismo que 99 o incluso más».

«Además, Jesús no es un buen filósofo. Una mujer que tiene diez dracmas, perdió una y encendió una luz para buscarla. Cuando la encuentra llama a sus vecinas y les dice: «Alegraos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido». ¿Es lógico molestar a las amigas tan sólo por una dracma y después organizar una fiesta por haberla encontrado?. Además, al invitar a sus amigas a la fiesta, se gasta más dinero que el valor de la dracma. De este modo, Jesús explica la alegría de Dios por la conversión de un solo pecador».

Jesús es un aventurero sin idea de economía

«Jesús es un aventurero –afirma Van Thuân–. Quien quiere ganarse el consenso de la gente se presenta con muchas promesas, mientras que Jesús promete a quien lo sigue procesos y persecuciones, y sin embargo, desde hace dos mil años, constatamos que no sigue habiendo aventureros que siguen a Jesús».

«Jesús no tiene ni idea de financia ni de economía –añade el arzobispo vietnamita–. En la parábola de los obreros de la viña, el patrón paga el mismo sueldo a quien trabaja desde primeras horas de la mañana, y a quien comienza a trabajar por la tarde. ¿Se equivocó al echar cuentas? ¿Cometió un error? No, lo hace a propósito, pues Jesús no nos ama por nuestros méritos, su amor es gratuito y los supera infinitamente. Jesús tiene «defectos» porque ama. El amor auténtico no razona, no calcula, no pone barreras ni condiciones, no construye fronteras y no recuerda las ofensas».

Amar a los enemigos

–Zenit: Amar a los enemigos es otro de los temas que usted ha escogido para los ejercicios espirituales del Papa.

–Monseñor Van Thuân: Un distintivo particular del amor cristiano es el amor a los enemigos, con frecuencia incomprensible para quien no cree. Un día, uno de los guardias de la cárcel me preguntó: «Usted, ¿nos ama?». Le respondí: «Sí, os amo». «¿Nosotros le hemos tenido encerrado tantos años y usted nos ama? No me lo creo…». Entonces le recordé: «Llevo muchos años con usted. Usted lo ha visto y sabe que es verdad». El guardia me preguntó: «Cuando quede en libertad, ¿enviará a sus fieles a quemar nuestras casas o a asesinar a nuestros familiares?». «No –le respondí– aunque queráis matarme, yo os amo». «¿Por qué?», insistió. «Porque Jesús me ha enseñado a amar a todos, también a los enemigos –aclaré–. Si no lo hago no soy digno de llevar el nombre de cristiano. Jesús dijo: «amad a vuestros enemigos y rezad por quienes os persiguen». «Es muy bello, pero difícil de entender», comentó al final el guardia.

–Zenit: Sucede lo mismo con el perdón: muchos lo invocan pero pocos lo viven…

–Monseñor Van Thuân: Los escribas y los fariseos se escandalizan porque Jesús perdona los pecados. Sólo Dios puede perdonar los pecados. El amor misericordioso resucita a los muertos, física y espiritualmente. Jesús siempre perdonó a todos. Perdonó cualquier pecado, por más grave que fuera. Con su perdón dio nueva vida a muchas personas hasta el punto de que se convirtieron en instrumentos de su amor misericordioso. Hizo de Pedro, quien le negó tres veces, su primer vicario en la tierra, y de Pablo, perseguidor de cristianos, apóstol de las gentes, mensajero de su misericordia, pues, como él decía, «allí donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia»».

–Zenit: Parafraseando a Martin Luther King, ¿cuáles son los sueños de un hombre lleno de esperanza, como monseñor Van Thuân?

–Monseñor Van Thuân: Sueño una Iglesia que sea Puerta Santa, que abrace a todos, que esté llena de compasión y comprensión por todos los sufrimientos de la humanidad. Sueño una Iglesia que sea pan, Eucaristía, que sea don y dejarse comer por todos, para que el mundo tenga vida en abundancia. Sueño una Iglesia que lleve en su corazón el fuego del Espíritu Santo, pues allí donde está el Espíritu hay libertad, diálogo sincero con el mundo, discernimiento de los signos de nuestros tiempos. La doctrina social de la Iglesia, instrumento de la evangelización, nos ayuda a hacer este discernimiento en los cambios sociales de hoy.


LA ESPERANZA, EL GRAN DESAFIO PARA EL MUNDO CONTEMPORANEO

Primeras reflexiones de los Ejercicios Espirituales del Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 12 mar (Palabra).- Juan Pablo II comenzó en la tarde de hoy los Ejercicios Espirituales, una semana especialmente dedicada a la oración en la que suspenderá todos sus encuentros públicos. De hecho, no tendrá lugar ni siquiera su tradicional audiencia de los miércoles con los peregrinos. El predicador de los ejercicios, el arzobispo François Xavier Nguyên Van Thuân (trece años de su vida pasados en las cárceles de Vietnam) quiso dedicar su primera meditación al tema «Ante el misterio de Dios».

El amor, la única certeza

«Estos días de ejercicios son un tiempo propicio para cantar nuestra gratitud al Señor –dijo Van Thuân dirigiéndose al Papa y a sus colaboradores de la Curia romana– pues «su misericordia es eterna». «Levanta del polvo al indigente y de la inmundicia al pobre para que se siente entre los príncipes de su pueblo»». «No hemos sido escogidos a causa de nuestros méritos, sino sólo por su misericordia. «Te he amado con un amor eterno, dice el Señor». Esta es nuestra seguridad. Este es nuestro orgullo: la conciencia de ser llamados y escogidos por amor».

Pecadores y prostitutas, antepasados de Jesús

Al afrontar el complejo problema pecado y de la Gracia, monseñor Van Thuân explicó que «Si consideramos los nombre de los reyes presentes en el libro de la genealogía de Jesús, podemos constatar que sólo dos de ellos fueron fieles a Dios: Ezequiel y Jeroboam. Los demás fueron idólatras, inmorales, asesinos… En David, el rey más famoso de los antepasados del Mesías, se entrecruzaba santidad y pecado: confiesa con amargas lágrimas en los salmos sus pecados de adulterio y de homicidio, especialmente en el Salmo 50, que hoy es una oración penitencial repetida por la Liturgia de la Iglesia. Las mujeres que Mateo nombra al inicio del Evangelio, como madres que transmiten la vida y la bendición de Dios en su seno, también suscitan conmoción. Todas se encontraban en una situación irregular: Tamar es una pecadora, Rajab una prostituta, Rut una extranjera, de la cuarta mujer no se atreve a decir ni siquiera el nombre. Sólo dice que había sido «mujer de Urías», se trata de Betsabé».

El pecado exalta la misericordia de Dios

«Y sin embargo –añadió el arzobispo vietnamita– el río de la historia, lleno de pecados y crímenes, se convierte en manantial de agua limpia en la medida en que nos acercamos a la plenitud de los tiempos: en María, la Madre, y en Jesús, el Mesías, todas las generaciones son rescatadas. Esta lista de nombres de pecadores y pecadoras que Mateo pone de manifiesto en la genealogía de Jesús no nos escandaliza. Exalta el misterio de la misericordia de Dios. También, en el Nuevo Testamento, Jesús escogió a Pedro, que lo renegó, y a Pablo, que lo persiguió. Y, sin embargo, son las columnas de la Iglesia. Cuando un pueblo escribe su historia oficial, habla de sus victorias, de sus héroes, de su grandeza. Es estupendo constatar que un pueblo, en su historia oficial, no esconde los pecados de sus antepasados», como sucede con el pueblo escogido.

Esperar hoy

La conciencia de la fragilidad del hombre y sobre todo del amor de Dios constituyen las grandes garantías de la esperanza. Van Thuân reconoce que «todo el Antiguo Testamento está orientado a la esperanza: Dios viene a restaurar su Reino, Dios viene a restablecer la Alianza, Dios viene para construir un nuevo pueblo, para construir una nueva Jerusalén, para edificar un nuevo templo, para recrear el mundo. Con la encarnación, llegó este Reino. Pero Jesús nos dice que este Reino crece lentamente, a escondidas, como el grano de mostaza… Entre la plenitud y el final de los tiempos, la Iglesia está en camino como pueblo de la Esperanza».

«Hoy día, la esperanza es quizá el desafío más grande –concluyó el predicador vietnamita– Charles Péguy decía: «La fe que más me gusta es la esperanza». Sí, porque, en la esperanza, la fe que obra a través de la caridad abre caminos nuevos en el corazón de los hombres, tiende a la realización del nuevo mundo, de la civilización del amor, que no es otra cosa que llevar al mundo la vida divina de la Trinidad, en su manera de ser y obrar, tal y como se ha manifestado en Cristo y transmitido en el Evangelio. Esta es nuestra vocación. Hoy, al igual que en los tiempos del Antiguo y del Nuevo Testamento, actúa en los pobres de espíritu, en los humildes, en los pecadores que se convierten a él con todo el corazón».


DIOS, LA UNICA CERTEZA TRAS TRECE AÑOS DE CARCEL

Esta esperanza es la gran respuesta que pide el mundo a los cristianos

CIUDAD DEL VATICANO, 13 mar (Palabra).- En el segundo día de esta semana dedicada por Juan Pablo II al silencio y la oración, el predicador de los Ejercicios Espirituales, en los que también participan los colaboradores del pontífice, ha afrontado el tema de la «Esperanza en Dios». En un mundo en continua contradicción entre el progreso y la barbarie, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân, reconoció que la vida sólo puede encontrar verdadero sentido y esperanza en Dios.

En una celda sin ventanas

«Durante mi larga tribulación de nueve años de aislamiento en una celda sin ventanas –confesó el prelado–, iluminado en ocasiones con luz eléctrica durante días enteros, o a oscuras durante semanas, sentía que me sofocaba por efecto del calor, de la humedad. Estaba al borde de la locura. Yo era todavía un joven obispo con ocho años de experiencia pastoral. No podía dormir. Me atormentaba el pensamiento de tener que abandonar la diócesis, de dejar que se hundieran todas las obras que había levantado para Dios. Experimentaba una especie de revuelta en todo mi ser».

Sólo Dios

«Una noche, en lo profundo de mi corazón, escuché una voz que me decía: «¿Por qué te atormentas así? Tienes que distinguir entre Dios y las obras de Dios. Todo aquello que has hecho y querrías continuar haciendo: visitas pastorales, formación de seminaristas, religiosos, religiosas, laicos, jóvenes, construcción de escuelas, misiones para la evangelización de los no cristianos…, todo esto es una obra excelente, pero son obras de Dios, no son Dios. Si Dios quiere que tú dejes todas estas obras poniéndote en sus manos, hazlo inmediatamente y ten confianza en Él. Él confiará tus obras a otros, que son mucho más capaces que tú. Tú has escogido a Dios, y no sus obras»».

«Esta luz me dio una nueva fuerza, que ha cambiado totalmente mi manera de pensar –continuó explicando el arzobispo vietnamita– y me ha ayudado a superar momentos que físicamente parecían imposibles de soportar. Desde aquel momento, una nueva paz llenó mi corazón y me acompañó durante trece años de prisión. Sentía la debilidad humana, pero renovaba esta decisión frente a las situaciones difíciles, y nunca me faltó la paz. Escoger a Dios y no las obras de Dios. Este es el fundamento de la vida cristiana, en todo tiempo».

De este modo, añadió el predicador de los Ejercicios Espirituales, «comprendo que mi vida es una sucesión de decisiones, en todo momento, entre Dios y las obras de Dios. Una decisión siempre nueva que se convierte en conversión. La tentación del pueblo de Dios siempre consistió en no fiarse totalmente de Dios y tratar de buscar apoyos y seguridad en otro sitio. Esta es la experiencia que sufrieron personajes tan gloriosos como Moisés, David, Salomón…».

La Biblia habla claramente. Según el arzobispo vietnamita «esta fue la gran experiencia de los patriarcas, de los profetas, de los primeros cristianos, evocada en el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos en la que aparece en 18 ocasiones la expresión «por la fe» y una vez la expresión «con la fe»». Esta es también la clave de lectura que permite comprender la vida de tantos hombres y mujeres que en estos dos mil años de cristianismo han dado su vida hasta el martirio. Entre todos estos ejemplos, destacó el de María, mujer «que optó por Dios, abandonando sus proyectos, sin comprender plenamente el misterio que estaba teniendo lugar en su cuerpo y en su destino».

Respuesta al mundo de hoy

«Escoger a Dios y no las obras de Dios: esta es la respuesta más auténtica al mundo de hoy –concluyó monseñor Van Thuân–, el camino para que se realicen los designios del Padre en nosotros, en la Iglesia, en la humanidad de nuestro tiempo. Es posible que quienes optan por Dios tengan que pasar por tribulaciones, pero aceptan perder los bienes con alegría, pues saben que poseen bienes mejores, que nadie les podrá quitar».


EL SECRETO DEL LA SANTIDAD: VIVIR CADA DIA COMO SI FUERA EL ULTIMO

Monseñor Van Thuân: «En la cárcel comprendí que el momento presente

CIUDAD DEL VATICANO, 14 mar (Palabra).- «La aventura de la esperanza», este fue el tema que afrontó el monseñor François Xavier Nguyên Van Thuân al predicar hoy los Ejercicios Espirituales a Juan Pablo II y a sus colaboradores.

Como ya hizo en otras meditaciones, las reflexiones del arzobispo vietnamita se inspiraron en su experiencia de trece años de cárcel en Vietnam. «Después de que me arrestaran en agosto de 1975 –confesó-dos policías me llevaron en la noche de Saigón hasta Nhatrang, un viaje de 450 kilómetros. Comenzó entonces mi vida de encarcelado, sin horarios. Sin noches ni días. En nuestra tierra hay un refrán que dice: «Un día de prisión vale por mil otoños de libertad». Yo mismo pude experimentarlo. En la cárcel todos esperan la liberación, cada día, cada minuto. Me venían a la mente sentimientos confusos: tristeza, miedo, tensión. Mi corazón se sentía lacerado por la lejanía de mi pueblo. En la oscuridad de la noche, en medio de ese océano de ansiedad, de pesadilla, poco a poco me fui despertando: «Tengo que afrontar la realidad. Estoy en la cárcel. ¿No es acaso este el mejor momento para hacer algo realmente grande? ¿Cuántas veces en mi vida volveré a vivir una ocasión como ésta? Lo único seguro en la vida es la muerte. Por tanto, tengo que aprovechar las ocasiones que se me presentan cada día para cumplir acciones ordinarias de manera extraordinaria»».

«En las largas noches de presión –continua revelando el quien entonces era arzobispo de Saigón– me convencí de que vivir el momento presente es el camino más sencillo y seguro para alcanzar la santidad. Esta convicción me sugirió una oración: «Jesús, yo no esperaré, quiero vivir el momento presente llenándolo de amor. La línea recta está hecha de millones de pequeños puntos unidos unos a otros. También mi vida está hecha de millones de segundos y de minutos unidos entre sí. Si vivo cada segundo la línea será recta. Si vivo con perfección cada minuto la vida será santa. El camino de la esperanza está empedrado con pequeños momentos de esperanza. La vida de la esperanza está hecha de breves minutos de esperanza. Como tú Jesús, quien has hecho siempre lo que le agrada a tu Padre. En cada minuto quiero decirte: Jesús, te amo, mi verdad es siempre una nueva y eterna alianza contigo. Cada minuto quiero cantar con toda la Iglesia: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo…».

Mensajes escritos en un calendario

«En los meses sucesivos, cuando me tenían encerrado en el pueblo de Cay Vong, –continuó explicando Van Thuân–, bajo el control continuo de la policía, día y noche, había un pensamiento que me obsesionaba: «¡El pueblo al que tanto quiero, mi pueblo, se ha quedado como un rebaño sin pastor! ¿Cómo puedo entrar en contacto con mi pueblo, precisamente en este momento en el que tienen tanta necesidad de un pastor?». Las librerías católicas habían sido confiscadas; las escuelas cerradas; los maestros, las religiosas, los religiosos desperdigados; algunos habían sido mandados a trabajar a los campos de arroz, otros se encontraban en las «regiones de nueva economía» en las aldeas. La separación era un «shock» que destruía mi corazón».

«Yo no voy a esperar –me dije–. Viviré el momento presente, llenándolo de amor. Pero, ¿cómo?». Una noche lo comprendí: «François, es muy sencillo, haz como san Pablo cuando estaba en la cárcel: escribe cartas a las comunidades». Al día siguiente, en octubre de 1975, con un gesto pude y llamar a un niño de cinco años, que se llamaba Quang, era cristiano. «Dile a tu madre que me compre calendarios viejos». Ese mismo día, por la noche, en la oscuridad, Quang me trajo los calendarios y todas las noches de octubre y de noviembre de 1975 escribí a mi pueblo mi mensaje desde el cautiverio. Todas las mañanas, el niño venía para recoger las hojas y se las llevaba a su casa. Sus hermanos y hermanas copiaban los mensajes. Así se escribió el libro «El camino de la esperanza», que ahora ha sido publicado en once idiomas».

Monseñor Van Thuân no lo dijo, sus pensamientos pasaron de mano en mano entre los vietnamitas. Eran trozos de papel que salieron del país con los «boat people» que huían de la dictadura comunista.

El camino hacia la santidad

«Cuando salí recibí una carta de la Madre Teresa de Calcuta con estas palabras –recuerda el predicador de los Ejercicios del Papa–: «Lo que cuenta no es la cantidad de nuestras acciones, sino la intensidad del amor que ponemos en cada una». Aquella experiencia reforzó en mi interior la idea de que tenemos que vivir cada día, cada minuto de nuestra vida como si fuera el último; dejar todo lo que es accesorio; concentrarnos sólo en lo esencial. Cada palabra, cada gesto, cada llamada por teléfono, cada decisión, tienen que ser el momento más bello de nuestra vida. Hay que amar a todos, hay que sonreír a todos sin perder un solo segundo».


«PADRE, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?», EL MISTERIO DE LA CRUZ

Meditación dirigida por monseñor Van Thuân al Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 15 mar (Palabra).- «La primera vez que tuve que defenderme en un tribunal nadie estuvo a mi lado. Todos me abandonaron. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerza, de modo que también en aquella ocasión pude anunciar su mensaje» Con esta cita de san Pablo, monseñor François Xavier Nguyên Van Thuân, el hombre que dirige las reflexiones de Juan Pablo II y de sus colaboradores en esta semana dedicada particularmente a la oración, en la que el pontífice ha cancelado sus citas públicas, desarrolló una reflexión sobre las palabras más difíciles de comprender de Jesús: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?».

El arzobispo confiesa que la experiencia de abandono descrita por san Pablo refleja muy bien las pruebas que él tuvo que soportar en sus trece años de cárcel en Vietnam. «En varias ocasiones me sentí abandonado –dice Van Thuân–, especialmente cuando en la noche del 1 de diciembre de 1975 me encadenaron junto a otra persona y nos llevaron con otros prisioneros, todos de pie, de la prisión al barco en el que más tarde nos embarcarían para llevarnos al norte de Vietnam, a 1.700 kilómetros de mi diócesis. Sentí un gran sufrimiento pastoral, pero puedo atestiguar que el Padre no me abandonó y me dio la fuerza».

«Quizá todos nosotros, en varias ocasiones, hemos vivido o vivimos momentos semejantes de abandono –continuó diciendo el predicador del Papa–. Nos sentimos abandonados cuando nos inunda la soledad o el sentido de fracaso; cuando sentimos el peso de nuestra humanidad y nuestros pecados. Nos sentimos abandonados cuando incomprensiones e infidelidades perturban nuestras relaciones fraternas; cuando nos parece que la situación de desorientación o de desesperación en que se encuentran algunos no tiene salida; cuando estamos en contacto con los sufrimientos de la Iglesia y de pueblos enteros… Son pequeñas o grandes «noches del alma» que oscurecen en nosotros la certeza de la presencia de Dios cercano, que da sentido a toda nuestra vida. En esos momentos, incluso la alegría y el amor parecen apagarse». Según Van Thuân, en esos momentos, es cuando mejor se puede comprender el «misterio de la cruz».

«Los santos también han experimentado noches de desesperación –añade–, momentos en los que se han sentido abandonados por todo y por todos. Sin embargo, como auténticos expertos del amor de Dios, no han dudado en recorrer hasta el final la vía de la cruz, dejándose iluminar y forjar por ella, aunque esto implicara la propia muerte. Es la ley del Evangelio: «Si el grano caído en tierra no muere, queda solo, pero si muere, produce mucho fruto». Es también la ley propia de Jesús: su muerte fue real, pero es todavía mucho más real la vida sobreabundante que mana de aquella muerte».

San Pablo, añadió el predicador, nos presenta en la carta a los Filipenses a Cristo «en el momento en que se desnuda de sí, de su forma divina, para asumir «la condición de siervo», la «semejanza a los hombres». Es la imagen de un Dios que se «aniquila», se «pierde» para darse a sí mismo, para dar la propia vida sin medida, hasta la cruz, donde toma consigo toda la culpa del mundo, hasta el punto de que Él, el «inocente», el «justo» llega a asemejarse al hombre pecador». Intercambio admirable, entre Dios y el hombre, que san Agustín definirá como «comercio de amor» y León Magno como «comercio de salvación».

Cristo carga con los pecados del hombre hasta el punto de que en la cruz se dirige al Padre para gritar: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?». «Había sido traicionado por los hombres –recuerda Van Thuân–, los suyos no estaban con él, y ahora Dios, al que llamaba «Papá» («Abbá»), calla. El Hijo siente el vacío de su ausencia, pierde la alegría de su presencia. La incalificable certeza de no estar solo nunca, de ser escuchado siempre por el Padre, de ser instrumento de su voluntad, deja el paso a esa súplica llena de dolor».

El obispo vietnamita concluyó diciendo: «Fue el abandono sensible más desolador que experimentó durante su vida, como afirma san Juan de la Cruz. De ese modo, Cristo fue aniquilado y reducido casi a la nada. Y, sin embargo, continúa explicando san Juan de la Cruz, precisamente cuando era oprimido, realizó la obra más maravillosa de todas las que cumplió en el cielo y en la tierra durante su existencia terrena, llena de milagros y de prodigios. Con ella reconcilió y unió a Dios con el género humano. En esta sorprendente dinámica del amor de Dios, todos nuestros sufrimientos son acogidos y transformados, cada vacío es llenado, cada pecado redimido. Nuestro abandono, nuestra lejanía de Dios es colmada».


LA EUCARISTÍA CAMBIÓ LA VIDA EN EL CAMPO DE REEDUCACIÓN COMUNISTA

Meditación de monseñor Van Thuân al Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 16 mar (Palabra).- La Eucaristía fue el tema de la primera meditación que hoy predicó el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân al Papa y a sus colaboradores, quienes en esta semana se encuentran haciendo Ejercicios Espirituales. Comenzó con una conmovedora evocación de las Misas que celebró en los trece años de cárcel que tuvo que soportar en su país.

«Cuando me encarcelaron en 1975 –recordó el prelado vietnamita–, me vino una pregunta angustiosa: «¿Podré celebrar la Eucaristía?»».

El prelado explicó que, dado que al ser detenido no le permitieron llevarse ninguno de sus objetos personales, al día siguiente le permitieron escribir a su familia para pedir bienes de primera necesidad: ropa, pasta dental, etc. «Por favor, enviadme algo de vino, como medicina para el dolor de estómago». Los fieles entendieron muy bien lo que quería y le mandaron una botella pequeña de vino con una etiqueta en la que decía: «Medicina para el dolor de estómago». Entre la ropa escondieron también algunas hostias. La policía le preguntó: «¿Le duele el estómago?». «Sí», respondió monseñor Van Thuân, quien entonces era arzobispo de Saigón. «Aquí tiene su medicina».

«No podré expresar nunca mi alegría: celebré cada día la Misa con tres gotas de vino y una de agua en la palma de la mano. Cada día pude arrodillarme ante la Cruz con Jesús, beber con él su cáliz más amargo. Cada día, al recitar la consagración, confirmé con todo mi corazón y con toda mi alma un nuevo pacto, un pacto eterno entre Jesús y yo, a través de su sangre mezclada con la mía. Fueron las Misas más bellas de mi vida».

Más tarde, cuando le internaron en un campo de reeducación, al arzobispo le metieron en un grupo de cincuenta detenidos. Dormían en una cama común. Cada uno tenía derecho a cincuenta centímetros. «Nos las arreglamos para que a mi lado estuvieran cinco católicos –cuenta–. A las 21,30 se apagaban las luces y todos tenían que dormir. En la cama, yo celebraba la Misa de memoria y distribuía la comunión pasando la mano por debajo del mosquitero. Hacíamos sobres con papel de cigarro para conservar el santísimo Sacramento. Llevaba siempre a Cristo Eucaristía en el bolso de la camisa».

Dado que todas las semanas tenía lugar una sesión de adoctrinamiento en la que participaban todos los grupos de cincuenta personas que componían el campo de reeducación, el arzobispo aprovechaba los momentos de pausa para pasar con la ayuda de sus compañeros católicos la Eucaristía a los otros cuatro grupos de prisioneros. «Todos sabían que Jesús estaba entre ellos, y él cura todos los sufrimientos físicos y mentales. De noche, los prisioneros se turnaban en momentos de adoración; Jesús Eucaristía ayuda de manera inimaginable con su presencia silenciosa: muchos cristianos volvieron a creer con entusiasmo; su testimonio de servicio y de amor tuvo un impacto cada vez mayor en los demás prisioneros; incluso algunos budistas y no cristianos abrazaron la fe. La fuerza de Jesús es irresistible. La obscuridad de la cárcel se convirtió en luz pascual».

Para el predicador de los Ejercicios Espirituales del Papa «Jesús comenzó una revolución en la cruz. La revolución de la civilización del amor tiene que comenzar en la Eucaristía y desde aquí tiene que ser impulsada».

«Concluyo con un sueño –dijo monseñor Van Thuân–: en él la Curia romana es como una gran hostia, en el seno de la Iglesia, que es como un gran Cenáculo. Todos nosotros somos como granos de trigo que se dejan moler por las exigencias de la comunión para formar un solo cuerpo, plenamente solidarios y plenamente entregados, como pan de vida para el mundo, como signo de esperanza para la humanidad. Un solo pan y un solo cuerpo».


LA FUERZA DE LOS CRISTIANOS ESTA EN SU DEBILIDAD

Meditación de monseñor Van Thuân en los Ejercicios Espirituales del Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 17 mar (Palabra).- La semana dedicada por Juan Pablo II a la oración y al recogimiento, junto a sus colaboradores cercanos llega a su fin. Concluirá mañana por la mañana con la última meditación del predicador, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân. En el día de hoy afrontó un tema sumamente sugerente, la condición de «minoría» de la Iglesia católica.

Minoría, una realidad

Un tema que, como él mismo recordó, fue subrayado por los obispos de Europa en su reciente Sínodo. En aquella ocasión constataron que «la Iglesia en tierras tradicionalmente cristianas, se encuentra en una situación de minoría». Los datos son evidentes: «disminución de las vocaciones religiosas y sacerdotales; de la práctica religiosa; la reclusión de la religión al ámbito de la vida privada, con la relativa dificultad para contribuir con el mensaje cristiano en las costumbres y en las instituciones y transmitir la fe a las nuevas generaciones». Por ello, monseñor Van Thuân, comenzó su reflexión con esta constatación: «Ser minoría es una característica de la Iglesia en el mundo de hoy».

Para mostrar gráficamente esta situación, narró su cotidiana experiencia de viajes por el mundo en virtud de presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz con un pasaporte del Vaticano. «Con frecuencia encuentro dificultades por parte de los policías en los aeropuertos. En general, los italianos no ponen problemas. En Alemania ya es más difícil: «¿Qué es la Santa Sede?», preguntan. En Malasia, es mucho más complicado: «¿Dónde está la Santa Sede?», me preguntan. Les respondo: «En Italia, en Roma». Entonces me llevan ante un gran mapamundi en el que obviamente no aparece el Vaticano. De ese modo me hacen esperar una media hora con los inmigrantes ilegales».

«Vivir como minoría –continuó diciendo el prelado vietnamita– exige un esfuerzo de discernimiento de la nueva situación para comprender el designio de Dios para la Iglesia en el hoy de la historia y, por tanto, para saber cómo tenemos que comportarnos. De este modo, no se experimentarán complejos de inferioridad, sino que por el contrario, se vivirá una gran esperanza».

Para explicar este concepto de «minoría cuantitativa», monseñor Van Thuân recordó la historia de Gedeón, jefe carismático de Israel, en el siglo XII antes de Cristo. Gedeón venció a los enemigos con tan sólo trescientos hombres que no tenían más que cuernos por armas. Recordó también el enfrentamiento entre David y Goliat, aclarando que «Goliat representa el mal, es decir, las ideologías o valores que van contra el Evangelio. Goliat es hostil, amenaza, provoca. También hoy la Iglesia, ante el mal, tiene que enfrentarse contra Goliat, un gigante aterrador que parece invencible». Al inicio, David tomó el camino equivocado. Se vistió con la armadura del poder y de la fuerza, pero paralizaban sus movimientos. «No puedo caminar con todo esto, pues no estoy acostumbrado», decía al igual que podría decir la Iglesia, cuando recurre al arsenal del mundo. «La Iglesia tiene sus propias armas para afrontar la batalla», explicó Van Thuân. «Y son las únicas armas que cuentan de verdad». David dijo: «Goliat, tú te opones con la espada, con la lanza, y con la flecha. Yo me presentaré en el nombre del Señor de los ejércitos». A David le fue suficiente una honda y cinco piedras para derrotar a Goliat. «Cada gigante tiene su punto débil –comentó el predicador–. Basta prestar atención. Un canto bien colocado derrotó al gigante y su espada fue utilizada para cortarle la cabeza».

La fuerza de Dios

«David es la figura de la Iglesia de hoy –subrayó monseñor Van Thuân–. En muchas situaciones, estamos en minoría en cuanto a números, fuerzas, posibilidades y medios. Pero, al igual que David, seguimos adelante en nombre de Dios. En la historia, la Iglesia, tanto en su dimensión universal como local, ha sido una minoría ante el imperio romano y ante las invasiones de los bárbaros. Quedó debilitada por las divisiones internas en la era moderna, así como por la revolución francesa. En el siglo que termina ha sufrido las prepotencias del nazismo, del comunismo y ahora del consumismo. Pero ante los Goliat de todas las épocas, el Señor ha mandado a muchos David inermes: santos, papas, mártires».

Para dar actualidad a sus palabras puso el ejemplo de las primeras palabras del pontificado de Juan Pablo II: «¡No tengáis miedo!». Su emblema ha sido la Cruz «esperanza única» y María: «vida, dulzura y esperanza nuestra». Este Papa afirmó: «El comunismo es sólo un paréntesis en la historia». Monseñor Van Thuân recordó que «Muchos se burlaron de él. Pensaron que no era realista. Decían que el mapamundi ya era de color rojo. Pero el comunismo en Europa del Este cayó y la Iglesia está cruzando el umbral del tercer milenio».

El prelado concluyó con una exhortación: «Por eso, hermanos, «¡No tengáis miedo! Sigamos en nombre de Dios y caerán los muros del nuevo Jericó».


EL SECRETO DE LA ESPERANZA, «REGRESAR A JERUSALEN»

El Papa prepara su peregrinación a Tierra Santa con una semana de oración

CIUDAD DEL VATICANO, 19 mar (Palabra).- Juan Pablo II no se podía haber preparado mejor para la peregrinación que mañana comienza a Tierra Santa. El 18 de marzo por la mañana concluyó los Ejercicios Espirituales, en los que se había retirado durante una semana de oración, con una meditación en la que su predicador, el arzobispo vietnamita François Xavier Nguyên Van Thuân, dirigió la mirada a Jerusalén y a los lugares de la predicación de Jesús hace dos mil años. En su reflexión presentó con fuerza seductora la presencia de Cristo en una Iglesia «que en ocasiones está cansada, triste y desilusionada» ante el mundo actual, como los discípulos de Emaús, pero que al igual que ellos es capaz de regresar a la Ciudad Santa, reconociendo la «inefable certeza» de la presencia de Jesús a su lado.

La historia que tuvo lugar en aquellos once kilómetros que separan a Jerusalén de Emaús, afirmó el prelado vietnamita, es la imagen del camino interior al que está llamado todo creyente: de la tristeza a la alegría, la «gran alegría del arte de amar» que une a la Iglesia gracias a la presencia de Jesús entre los suyos.

Monseñor Nguyên Van Thuân explicó de este modo cómo los cristianos pueden mantener la paz del corazón incluso en los momentos más difíciles: «Cada vez que Jesús se aparece después de la resurrección, siempre saluda con estas palabras: «La paz esté con vosotros». Jesús es nuestra paz, nuestra esperanza. Esta auténtica paz, que es una alegría que el mundo no puede dar y que nadie puede quitarnos, se alcanza sólo con el camino penitencial, con el cambio real de vida, como nos pide el Jubileo. Cambiar lo humano para hacer que se haga divino. Esto requiere una «metanoia», un cambio. Como ese cambio progresivo y después decisivo de los discípulos de Emaús: convertidos por la Palabra y por la presencia de Cristo entre ellos, cambiaron de camino. Huían de Jerusalén, la ciudad del escándalo de la muerte de su maestro en el que habían puesto su esperanza y ahora, sin miedo, regresan a Jerusalén, ciudad de la muerte y de la resurrección de su Señor».

«La paz que Jesús anuncia a sus discípulos es también amor. En el amor, el corazón se reconcilia, se reunifica, alcanza de nuevo esa paz para la que hemos sido creados y para la que estamos destinados», dijo el predicador de los Ejercicios del Papa.

«El episodio de Emaús –añadió– nos recuerda a todos nosotros una realidad gozosa de la experiencia cristiana: la presencia perenne en la Iglesia del Cristo resucitado. Presencia viva y real en la Palabra, en los sacramentos, en la Eucaristía. Pero también en las personas y entre las personas, en los ministros de la Iglesia, en los pobres, en cada hermano».

«Desde hace dos mil años la Iglesia vive de esta presencia. Y, mirando hacia el futuro, tiene la esperanza de su promesa: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el final del mundo». Tenemos que ser testigos de esta presencia y de esta esperanza». Por eso, monseñor Nguyên Van Thuân invitó a Juan Pablo II y a sus colaboradores a «volver a los orígenes del Evangelio. Volvamos continuamente a Jerusalén, como ahora se prepara a hacerlo el Santo Padre. Un regreso a los manantiales, al centro de la Iglesia, donde Jesús enseñó, sufrió la pasión, murió y fue sepultado. Parecía el final. Pilatos mandó soldados para custodiar la tumba de Jesús; los judíos hicieron rodar la gran piedra y la sellaron. Querían acabar con él para siempre. Cancelarlo de la memoria de todos, incluso de los suyos. Pero, en Jerusalén, Jesús resucitó y se apareció a muchas personas. La Iglesia exulta de alegría porque Jesús dijo: «Confiad: yo he vencido al mundo»».

 

 

“A la sociedad española se le ha hurtado el debate sobre la eutanasia”

Por Cristina Castillo Albarran|14 octubre, 2022|EutanasiaTop News

La Dra. María Castellano, académica de Número de la Real Academia Nacional de Medicina, analiza la Ley de la eutanasia en España un año después.

El pasado 27 de septiembre de 2022, tuvo lugar en la Real Academia Nacional de Medicina de España, la primera sesión de modo ordinario tras las vacaciones de verano. La primera exposición fue presidida por la Dra. Maria Castellano Arroyo, académica de número de la corporación, médica española, especializada en el campo de la medicina legal y forense y de la medicina del trabajo; conocida por ser la primera mujer catedrática en una facultad de medicina española.

Castellano presentó su exposición con el título “la ley de la eutanasia un año después. Legalidad y deontología”, categorizando el tema como “de gran importancia para los médicos y personal sanitario del que, hasta hoy, no habíamos hablado en esta casa”.

España ha sido el 5º país que, no solo ha despenalizado esta conducta, sino que además, le ha dado la categoría de derecho. A lo largo de la exposición la facultativa hace un análisis médico-legal y ético- deontológico de la ley de la regulación de la eutanasia, explicando los diferentes argumentos que “justifican” la aprobación de esta ley y la autenticidad o la validez de estos.

Algunos de los argumentos a favor de la eutanasia según la doctora son:

  1. La eutanasia responde a una demanda sostenida de la sociedad actual

Ante la propuesta de esta ley ha habido una “ausencia de difusión, divulgación, debate general y especializado, previo a la aprobación, tan necesarios para conocer de verdad la opinión de la ciudadanía española. Solo se habló, en algunas ocasiones, de casos muy concretos llevados a la pantalla, que pronto perdieron actualidad”, ha explicado la Doctora María,“una opinión muy compartida en el ámbito médico es que a la sociedad española se le ha hurtado el debate sobre la eutanasia”.

  1. La eutanasia es una necesidad nacida de la prolongación de la esperanza de vida a causa de los medios técnicos de sostenimiento de la vida, los cuales no mejoran la calidad.

Castellano afirma que es cierto que “no es ético sostener con medios extraordinarios y artificialmente una vida sin esperanza, según el principio de adecuación del esfuerzo terapéutico, sin embargo, lo conveniente sería aplicar la medicina, ciencia y arte para procurar bienestar, proporcionar compañía, afecto, comunicación para toma de decisiones y una despedida en paz dentro del proceso más natural posible hacia la muerte”.

  1. El reconocimiento de la autonomía del paciente

La Doctora explica que “no es adecuado promover normas de convivencia que favorezcan el desprestigio y la pérdida de los valores respecto a la vida, la auténtica dignidad, la aceptación del sufrimiento, la entrega, el sacrificio, el servicio…”.

La legalización de la eutanasia ha dado lugar a la llamada “pendiente resbaladiza” o “deslizante de la ley”, está produciendo la aceptación, cada vez más permisiva, de las circunstancias que la justifican respecto a la voluntad del paciente”, explica. “Algunos de los ejemplos, de esta permisividad, son los enfermos cuyas funciones mentales están afectadas, síndromes geriátricos múltiples, menores discapacitados…  o el caso de Holanda, donde ya se estudia legalizar la eutanasia para personas mayores “cansadas de vivir”.

Registro de objetores de conciencia

Por otro lado, el registro de objetores de conciencia ha recibido el rechazo del Consejo General de Colegios Médicos y de Consejos Autonómicos y de Colegios Provinciales. “Estamos de acuerdo en que es una ley que reconoce un derecho y garantiza una prestación, pero entendemos que esta ayuda a morir se prestaría con más eficacia si el registro que tenemos es el de aquellas personas que están dispuestas a ayudar, desde su propia reflexión personal y conciencia, a esta necesidad que alegan algunas personas”.

La facultativa explica que la enfermedad conlleva sufrimiento, tanto físico como psicológico, y que, esto también está presente en muchas circunstancias y situaciones personales. Expone que los remedios farmacológicos y humanos que proporciona la Medicina se dan a través de los Cuidados Paliativos, los cuales no son reconocidos como derecho universal y no están al alcance de todos los que lo necesitan, ya sea por motivos de desconocimiento como por limitaciones económicas.

“El dar a la vida humana un valor relativo, atendiendo a circunstancias personales, familiares, sociales… ha sido un cambio de criterio que sólo la historia juzgará en su justa realidad”.  Además, aclara que “equiparar la vida como derecho fundamental a otros bienes como la dignidad o la libertad, no es equitativo, aunque estos sean bienes de gran valor que merezcan la protección constitucional.”

Por último, merece un comentario un aspecto médico-legal puro: el concepto de “lo natural” y “lo violento”. Lo violento es toda fuerza ajena al organismo, venido de fuera por mecanismos diversos accidentales o intencionales y que causa daño o perjuicio, por ello, exige socialmente una investigación judicial para determinar cómo sucedió, que daño produjo y si es preciso que los responsables de que eso ocurriera respondan y reparen el daño causado”. Sin embargo, esta Ley a través de una disposición adicional dice:

“Sobre la consideración legal de la muerte… tendrá la consideración legal de muerte natural a todos los efectos, independientemente de la codificación realizada sobre la misma”.

La Dª Castellano cerró la sesión enumerando una serie de actitudes o conductas que pueden ayudar a mitigar la necesidad de la eutanasia, como:

  • El acceso a tratamiento y cuidados para que el paciente no soporte dolor.
  • Proporcionar bienestar físico (entorno…).
  • Proporcionar compañía, atender necesidades, afecto, la calidez de sentir una mano amiga, el compartir el momento del final de la vida, evitar la soledad y el abandono.
  • No realizar esfuerzos innecesarios, inútiles o fútiles.

“Estos son los Cuidados Paliativos, previstos y aplicados por expertos en este tipo de asistencia que es la indicada, necesaria y eficaz en esta etapa de la vida”.

 

 

Un psiquiatra alerta del aumento de casos de jóvenes que creen ser trans sin serlo

Por OBSERVATORIO DE BIOETICA UCV|13 octubre, 2022|BIOÉTICA PRESSNoticiasTransexualidad

Celso Arango, uno de los psiquiatras más reconocidos de España, asegura en declaraciones al diario El Mundo que en los últimos años se ha multiplicado la cifra de jóvenes que creen que son trans sin serlo debido a la moda.

«Esto es una locura, va a hacer daño a mucha gente, muchos jóvenes que tienen trastornos creen que los van a arreglar convirtiéndose en trans cuando no lo son. La Ley de Transexualidad no puede salir adelante así», afirmó durante la presentación de Amanda, una asociación de personas afectadas por este problema.

El jefe del departamento de psiquiatría pediátrica y juvenil del Hospital Gregorio Marañón de Madrid se confiesa alarmado con la posible aprobación en el Congreso de los Diputados de una Ley Trans que excluye la supervisión de los profesionales de la salud mental sobre adolescentes, afirmando que, en realidad, «no son trans, sino que tienen otros trastornos y creen que siendo trans los van a superar. Como la OMS ha despatologizado la transexualidad, ni nos han pedido opinión. Pero es una barbaridad lo que quieren hacer, y los vulnerables, los de siempre, podrían sufrir mucho«.

Una Ley alejada de la realidad

Para Celso Arango la Ley trans está alejada de la realidad, y reconoce que en el Gregorio Marañón están asistiendo a un boom, a un incremento importante de adolescentes que dicen ser trans, muchos por moda, y no lo son: “en nuestra unidad de hospitalización, si habitualmente teníamos uno o dos adolescentes que decían ser trans al año, ahora lo manifiesta el 15%, o 20% de los ingresados. Obviamente no es una cifra normal, no responde a la realidad”. “Los legisladores deben escuchar a quienes atendemos a estas personas,  y yo soy el primero a favor de la Organización Mundial de la Salud cuando dice que la disforia de género no es un trastorno mental, aunque también es verdad, ojo, que la gente con disforia de género sí tiene muchos trastornos mentales derivados de eso”. Para componer la Ley Trans, Arango sigue apostillando que “con las sociedades científicas no han contactado. El criterio imagino que ha sido ideológico”.

Una complicada marcha atrás

Arango sigue afirmando que “lo que me preocupa es que la mayor parte de los adolescentes que estoy viendo, al estudiarlos longitudinalmente, dicen ser trans y no lo son. Y el problema es que, si esto les abocara a una situación de esperar y ver, o de empezar con una psicoterapia, bueno. Pero si hablamos de que alguien que dice ser trans desde hace tres semanas va a un centro privado y le dan hormonas… pues es una barbaridad. Hacemos algo que tiene complicada marcha atrás, cuando no es irreversible. Y a nosotros como profesionales sanitarios nos han enseñado que nuestra primera obligación es cuidar de la salud de nuestros pacientes. En dos visitas no conoces a un paciente, imagínese a los que se reclaman trans”.

En línea con los países de nuestro entorno

Como hemos informado previamente, países en su día pioneros en la implantación de procesos de transición de género en adolescentes, como Suecia, Finlandia, Francia, EEUU o Australia, han rectificado sus protocolos ante la evidencia de que pudieran estar dañando a las personas con disforia de género, por aplicarse masivamente, sin la necesaria exploración y diagnóstico previo y de forma prematura, acumulándose las evidencias que indican que los efectos secundarios asociados a estos procedimientos son graves e irreversibles en muchos casos, agravando la salud de los afectados en lugar de contribuir a mejorarla.

En España, donde se promulgan leyes que desoyen estas evidencias, la extensión del daño asociado a los procesos de transición de género puede arrojar resultados catastróficos en el futuro.

Se hace necesario que se formulen análisis rigurosos de las evidencias relacionadas disponles que permitan elaborar protocolos actualizados que contribuyan a mejorar la salud de los afectados y no a comprometerla. La opinión y experiencia clínica de los especialistas implicados, como es el caso del Dr. Arango, debe ser tenida en cuenta por aquellos que legislan en este campo.

 

 

Los eructos de ganado neozelandés.

El pasado día 12 leía: “El Gobierno de Nueva Zelanda ha presentado este martes, 11 de octubre, una propuesta para imponer tasas desde 2025 a las emisiones por los eructos y gases de ovejas y vacas que provocan el efecto invernadero, en un país donde las cabezas de ganado multiplican el número de habitantes”. El plan, que no precisa una estimación de recaudación ni detalla el precio de emisión o cómo se medirán estas, será consultado con los agricultores hasta el 18 de noviembre.

Sería el primer país en que los agricultores y ganaderos paguen por las emisiones del ganado. Esta medida se debe a los esfuerzos del país oceánico, un gran exportador agrícola-ganadero, para combatir los efectos de la crisis climática.

En Nueva Zelanda, un país de cinco millones de habitantes, casi la mitad de las emisiones del país proceden del sector agrícola, principalmente por sus 26 millones de ovejas y 10 millones de vacas, mamíferos rumiantes que expulsan los gases producidos durante la digestión a través de sus eructos y flatulencias (pedos).

“Este es un paso importante en la transición de Nueva Zelanda hacia un futuro con bajas emisiones y cumple nuestra promesa de poner precio a las emisiones agrícolas a partir de 2025 (…) La propuesta permite a los agricultores de Nueva Zelanda liderar la reducción mundial de emisiones, brinda una ventaja competitiva y mejora nuestra marca de exportación”, dijo Ardern.

Pero la propuesta no convence a las asociaciones de agricultores y ganaderos, que aseguran que esta política provocará una gran reducción en el número de granjas de vacas y ovejas en el país, animales que transforman los pastos y forrajes que el país produce y q1ue no han estudiado como se transformaran sin contaminar.

La asociación neozelandesa Federated Farmers, respondió en un comunicado que este proyecto gubernamental “acabará con las zonas rurales de Nueva Zelanda” y verá como las granjas son reemplazadas por industrias.

«”nuestro plan era mantener a los agricultores cultivando”, dijo Andrew Hoggard, presidente de Federated Farmers, al asegurar que los agricultores venderán sus propiedades “tan rápido que ni siquiera se escuchará ladrar a los perros en la parte trasera de la (camioneta) mientras se alejan”.

Jesús Domingo Martínez

 

 

Asedio a la Corona

El Rey es símbolo de la unidad y permanencia del Estado” (Felipe VI)

Más allá de la crisis política y económica que sufre España, viene larvándose en estos últimos tiempos una crisis institucional, que de continuar avanzando, puede afectar muy seriamente a los pilares de nuestro sistema democrático y a la arquitectura constitucional que lo sostiene.

En el 40 aniversario de nuestra Constitución Felipe VI, destacó en un relevante discurso  que “en la Monarquía parlamentaria, el Rey es símbolo de la unidad y de la permanencia del Estado. Una Monarquía parlamentaria, en el seno de una democracia, que impulsó mi padre el Rey Juan Carlos…” Es precisamente la Monarquía parlamentaria  quien está siendo gravemente deteriorada por las actuaciones personales de Pedro Sánchez y las de algunos miembros de su gobierno bicéfalo.

Que hoy la unidad y permanencia del Estado está en entredicho es un hecho constatable. Son precisamente sus enemigos quienes se pavonean de chantajear al gobierno filocomunista de Sánchez con el objetivo de fracturar  al propio Estado que los alimenta y de proclamar sin recato su rechazo a la propia persona del Rey y a la Monarquía parlamentaria que representa.

La presión constante sobre Felipe VI para alejar a su padre el Rey Juan Carlos, de su entorno personal y familiar  exigiéndole un injusto exilio o las sorprendentes actuaciones del gobierno cerca de la Corona británica, para evitar su presencia institucional  en las exequias de Isabel II, han resultado ser uno de los hechos más ruines y grotescos que ha protagonizado este gobierno para debilitar a la propia Monarquía.

La guinda del pastel la ha puesto el propio Presidente del Gobierno con el penoso espectáculo que ha ofrecido al mundo entero, con ocasión de la  brillante parada militar celebrada en Madrid el Día de la Hispanidad y que fue retransmitida por numerosos medios de comunicación audiovisuales. Desde Adolfo Suarez hasta Rodríguez Zapatero, ningún presidente  de la democracia había dado lugar a tan descarado agravio público a la Corona.

 Por experiencia personal, me consta que detrás del protocolo hay un ímprobo trabajo de sus responsables para cuidar hasta el mínimo detalle  los horarios, puestos a ocupar, ceremonia de recepción de autoridades así como despedidas de las mismas etc. Atribuir a un fallo de protocolo la vodevilesca escena de Sánchez dirigiéndose a su lugar asignado entre abucheos de la “gente”, después de la humillante y paciente espera a la que sometió al Rey, no deja de  ser un insulto a la inteligencia de los españoles y una ofensa más que añadir.

 El “extraño” silencio del Rey en la grave crisis del poder judicial, que  en su papel  de  árbitro y moderador constitucionalmente le corresponde y su escasa proyección internacional en asuntos de gran interés para España, como en las  complejas relaciones con Marruecos, son ejemplos palmarios del asedio de Sánchez a la Corona para debilitarla.

Jorge Hernández Mollar

 

 

En lo que afecta a las residencias de mayores

Especialmente en lo que afecta a las residencias de mayores, sobran polémicas politizadas y de brocha gorda, en función del color del gobierno de cada Comunidad Autónoma. Uno de los tópicos es la oposición entre lo público y lo privado, obviando que, en materia de mayores y dependencia, es el sector social, incluido el de inspiración católica, el que lidera en gran medida las innovaciones. Si, en décadas pasadas, el reto en Europa era dar respuesta a las necesidades vinculadas con la dependencia, hoy se ve claramente que esto no basta. Desde esa perspectiva se enfocan las estrategias que buscan trasladar los cuidados de larga duración al ámbito de la comunidad y, en todo caso, romper con esa despersonalización que regula prácticamente todas las facetas de la vida de las personas y las impide tomar decisiones por sí mismas o llevar una vida activa y plena. Algunos de esos cambios exigen inversiones. Otros, simplemente, una mínima voluntad de cambiar las cosas.

Jesús Domingo Martínez

 

Empecinamiento abortista

El Gobierno de España ha vuelto a la carga: el Consejo de Ministros remitió al Congreso el 30 de agosto el proyecto de la nueva ley del aborto.  El Ejecutivo no ha esperado a recibir los preceptivos informes de diversos órganos consultivos, tenía prisa por despachar esta ley. Con esta ley aprobada, abortar será todavía más fácil y el personal sanitario que se oponga al aborto lo tendrá más difícil. Veremos qué dicen los correspondientes reglamentos (uno por autonomía), pero la caza de brujas contra los objetores de conciencia será un peligro real.

Ante una situación como esta nos preguntaos ¿Cómo se explica el empecinamiento abortista de tantos gobiernos?  Desde Biden en Estados Unidos hasta Boric en Chile, pasando por Macron en Francia o Sánchez en España, el furor abortista parece haberse adueñado de todo gobernante autodenominado progresista y que se precie. Por el contrario, los campeones mundiales en esa práctica, Rusia y China (más de setecientos millones de abortos entre los dos), llevan unos años intentando dar marcha atrás. Les urge contener el suicidio demográfico (Rusia) o evitar el colapso de la industria, escasa en mano de obra juvenil (China). Aprendamos el valor de la vida.

Pedro García

 

Contradicciones de la teoría “queer”

Es discutible cómo entiende Carmen Calvo la igualdad, cuando hacen ver que, de seguir adelante, la llamada “ley trans” pondría en entredicho buena parte de la legislación que las feministas entienden como una conquista, pero tiene razón cuando afirma como un dato irrebatible la condición sexual de las personas, el sexo biológico, y cuando advierte que el Estado tiene que dar una respuesta a las personas trans, pero el sexo no es ni voluntario ni opcional.

En su redacción actual esta ley aboca a la trampa de la que el feminismo clásico quería salir, porque al reivindicar el género sobre el sexo biológico, como pretende la teoría “queer”, paradójicamente las mujeres terminan siendo excluidas. Calvo advierte también que no existe un derecho a la autodeterminación de género, algo que puede aplicarse a los llamados “nuevos derechos”, a cuya aprobación se ha dedicado la izquierda en abierta contradicción con sus propias raíces culturales.

JD Mez Madrid

 

Asquerosa y repugnante

Para un ser humano normalmente constituido, física y mentalmente, el sexo es algo muy importante en su vida, pero ni mucho menos es lo fundamental de su existencia. Cuando para una persona la sexualidad es el eje de su trayectoria, de sus actos e incluso de su discurrir político, es muy posible que alguna patología esté aflorando.

Si un responsable de la cosa pública hace del sexo y del ejercicio de la sexualidad de los ciudadanos, el centro de su gestión y reduce el ámbito de su responsabilidad a realizar una política partidista hay que colegir que está muy próximo a convertirse en un individuo aberrante, asqueroso y repugnante (políticamente, por supuesto)

En esto de la sexualidad, como en casi todo, hay grados: Enfermos sexuales, desviados sexuales, anormales sexuales, pervertidos sexuales y… Montero.

Afirmar que los niños tienen derecho a mantener relaciones sexuales con un adulto o con quién les dé la gana, eso sí, previo consentimiento, entra de lleno en la consideración de los adjetivos, asqueroso, repugnante y aberrante.

Ante lo que supone tamaño atentado contra los más elementales principios de defensa de los menores, hay que dejarse de bromas con esa memez de “les niñes”; se hace necesario prescindir de los chascarrillos sobre un curriculum más bien escasito y es preciso obviar los dimes y diretes referentes a un chalet, a las derivaciones políticas de los compañeros de cama o a la desfachatez de los viajes de placer a Nueva York.

Jesús D Mez Madrid

 

 

¿Por qué bautizar a los niños? ¿No es mejor esperar a que ellos decidan?

¿Por qué bautizar a los niños pequeños?

¿No es mejor esperar a que ellos puedan decidir?

Hoy día hay padres que prefieren esperar a que sus hijos crezcan para que, cuando tengan suficiente capacidad de tomar decisiones propias, puedan decidir libremente si se bautizan o no. La razón parece lógica: las decisiones que tienen consecuencias importantes han de ser libremente tomadas, y pocas cosas hay más importantes en la vida que incorporarse o no a la Iglesia, que ser cristiano o no.

 

 

En cambio, muchos padres católicos bautizan a sus hijos a los pocos días de nacer, y no piensan que estén coartando la libertad de sus hijos, ni condicionando injustamente su futuro. Parecen personas razonables. ¿Lo son realmente?

 

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Un hecho sociológico

Hay muchas decisiones que toman los padres sin esperar a consultar con sus hijos, en cuestiones que les van a afectar de un modo decisivo en su vida.

Se ocupan de proporcionarles alimento, vestido, calor y afecto antes de que tengan uso de razón, sin que lo hayan pedido libremente, pero esto es imprescindible para sacarlos adelante con vida. Pero también hacen cosas, además de cubrir las necesidades básicas de subsistencia, que incidirán decisivamente en planteamientos vitales de fondo.

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Pensemos, por ejemplo, en el hecho de hablarles en un idioma concreto. La adquisición del idioma materno responde a una decisión de los padres que va a configurar el modo de expresarse de los hijos, sus más profundas raíces culturales e incluso unas perspectivas muy concreta en su acercamiento a la realidad.

Ningunos padres razonables tomarían la decisión de no hablar nada a su hijo hasta que creciera, escuchase varios idiomas y decidiera por sí mismo cuál querría aprender. El idioma es un elemento cultural muy importante en el desarrollo de la vida humana y retrasar su adquisición hasta la mayoría de edad supondría un gravísimo daño al desarrollo intelectual del nuevo ser humano.

Pero, ¿la decisión de bautizar y comenzar a formar en la fe tiene algún parecido con la de hablar a los niños en el propio idioma? Una persona que no tenga fe y no sepa lo que supone la existencia de Dios, su bondad, su modo de actuar en el mundo y en las personas, y que desconozca la realidad más profunda del bautismo pensará que no tiene nada que ver, que el idioma es imprescindible y la fe no lo es.

Pero eso no quiere decir que su valoración sea razonable, sino que se debe a sus carencias culturales, o incluso a sus prejuicios, que le impiden razonar contando con todos los datos reales.

Por eso, para hacerse cargo racionalmente de todos los factores implicados en esta cuestión resulta  imprescindible saber primero lo que supone recibir el Bautismo, y después valorar la situación.

Qué implica el Bautismo

Dios ha diseñado para cada ser humano una historia de amor, que se va desvelado poco a poco a lo largo de la vida. En la medida que tengamos un trato cercano con Él, esa historia se irá desvelando y tomando cuerpo. Y el primer paso para que se esa cercanía sea eficaz se da en el Bautismo.

La fe cristiana considera el Bautismo como el sacramento fundamental, ya que es condición previa para poder recibir cualquier otro sacramento. Nos une a Jesucristo, configurándonos con Él en su triunfo sobre el pecado y la muerte.

En la antigüedad se administraba por inmersión. El que se iba a bautizar se sumergía por completo en agua. Así como Jesucristo murió, fue sepultado y resucitó, el nuevo cristiano se introducía simbólicamente en un sepulcro de agua, para despojarse del pecado y sus consecuencias, y renacer a una nueva vida.

El bautismo es, en efecto, el sacramento que nos une a Jesucristo, introduciéndonos en su muerte salvífica en la Cruz, y por ello nos libera del poder del pecado original y de todos los pecados personales, y nos permite resucitar con él a una vida sin fin. Desde el momento de su recepción, se participa de la vida divina mediante la gracia, que va ayudando a crecer en madurez espiritual.

En el bautismo nos convertimos en miembros del Cuerpo de Cristo, en hermanos y hermanas de nuestro Salvador, y en hijos de Dios. Somos liberados del pecado, arrancados de la muerte eterna, y destinados desde ese instante a una vida en la alegría de los redimidos. «Mediante el bautismo cada niño es admitido en un círculo de amigos que nunca le abandonará, ni en la vida ni en la muerte.

Ese círculo de amigos, esta familia de Dios en la que el niño se integra desde ese momento, le acompaña continuamente, también en los días de dolor, en las noches oscuras de la vida; le dará consuelo, tranquilidad y luz» (Benedicto XVI, 8 de enero de 2006).

 

Por qué la Iglesia mantiene la práctica del bautismo de niños

Esta práctica es de tiempo inmemorial. Cuando los primeros cristianos recibían la fe, y eran conscientes del gran don de Dios de que habían sido objeto, no querían privar a sus hijos de esos beneficios.

La Iglesia sigue manteniendo la práctica del bautismo de niños por una razón fundamental: antes de que nosotros optemos por Dios, él ya ha optado por nosotros. Nos ha hecho y nos ha llamado a ser felices. El bautismo no es una carga, al contrario, es una gracia, un regalo inmerecido que recibimos de Dios.

Los padres cristianos, desde los primeros siglos, aplicaron el sentido común. Así como  la madre no deliberaba largamente sobre si debía dar el pecho a su hijo recién nacido, sino que lo alimentaba cuando el niño lo requería, así como lo lavaban cuando estaba manchado, lo vestían y lo abrigaban para protegerlo de los rigores del frío, así como le hablaban y le daban cariño,  también le proporcionaban la mejor ayuda que cualquiera criatura humana necesita para desarrollar la vida en plenitud:

La limpieza del alma, la gracia de Dios, una gran familia sobrenatural, y una apertura al lenguaje de Dios, de modo que cuando vaya despertando su sensibilidad y su inteligencia contemplen el mundo con la luz de la fe, aquella que permite conocer la realidad tal y como es.