Enviado por adminideas el Sáb, 14/05/2022 - 12:04 Ideas Claras DE INTERES PARA HOY sábado, 14 de mayo de 2022 Indice: ROME REPORTS Regina Coeli: “Conocer en sentido bíblico quiere decir también amar” Los ancianos son un recurso, no una emergencia Llamados a ser artífices de la revolución de la ternura SAN MATÍAS, APÓSTOL* : Francisco Fernandez Carbajal 14 de mayo: san Matías, Apóstol “Auxilio de los cristianos” : San Josemaria Trabajar bien, trabajar por amor (V): Trabajo de Dios : J. López Oraciones de los primeros cristianos a la Virgen – Mes de mayo La importancia de invertir tiempo de calidad con los hijos : Luz Alicia Cuervo ¿Vale la pena casarse? : Ramón Fernández Aparicio La Santísima Virgen María, madre de Dios y madre nuestra : Silvia del Valle Márquez. Más aborto, menos garantías, más embriones exterminados : Julio Tudela El tiempo… ¿lo llevamos dentro? : Manuel Ribes Por qué la responsabilidad penal de Vladimir Putin es indiscutible : Mario Pereira El consumo de carnes y la evidencia científica : Jesús Domingo No nos acostumbremos a la guerra : Domingo Martínez Madrid La Misericordia : Jesús D Mez Madrid Solo a través del testimonio : Jesús D Mez Madrid Nuestro mercado laboral : Juan García. Los patios andaluces y no sólo en Córdoba : Antonio García Fuentes ROME REPORTS Regina Coeli: “Conocer en sentido bíblico quiere decir también amar” Palabras del Santo Padre antes del Regina Coeli Regina Coeli 8 mayo 2022 © Vatican Media “Escuchar a Jesús se convierte así en el camino para descubrir que Él nos conoce. Este es el segundo verbo, que se refiere al buen pastor: Él conoce a sus ovejas. Pero esto no significa solo que sabe muchas cosas sobre nosotros: conocer en sentido bíblico quiere decir también amar” expresó el Papa Francisco en el Regina Coeli de este domingo, 8 de mayo de 2022. “El Evangelio de la Liturgia de hoy nos habla del vínculo que hay entre el Señor y cada uno de nosotros” (cfr. Jn 10,27-30). Dijo el Santo Padre. “Para hacerlo, Jesús utiliza una imagen tierna, una imagen hermosa, la del pastor que está con las ovejas. Y la explica con tres verbos: “Mis ovejas —dice Jesús— escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen” (v. 27). Tres verbos: escuchar, conocer, seguir. Veamos estos tres verbos”: “Escuchar significa disponibilidad, significa docilidad, significa tiempo dedicado al diálogo”. “Para el Señor sobre todo es necesario escuchar. Él es la Palabra del Padre y el cristiano es hijo de la escucha, llamado a vivir con la Palabra de Dios al alcance de la mano”. Y añadió, “Quien escucha a los otros sabe escuchar también al Señor, y viceversa. Y experimenta una cosa muy bonita, es decir que el Señor mismo escucha: nos escucha cuando le rezamos, cuando confiamos en Él, cuando le invocamos”. Asimismo advierte el santo Padre, “Escuchar a Jesús se convierte así en el camino para descubrir que Él nos conoce. Este es el segundo verbo, que se refiere al buen pastor: Él conoce a sus ovejas. Pero esto no significa solo que sabe muchas cosas sobre nosotros: conocer en sentido bíblico quiere decir también amar”. “Finalmente, el tercer verbo”, concluye el santo Padre. “Las ovejas que escuchan y saben que son conocidas siguen: escuchan, se sienten conocidas por el Señor y siguen al Señor, que es su pastor”. A continuación, siguen las palabras del Papa al introducir la oración mariana, ofrecidas por la Oficina de Prensa de la Santa Sede: Palabras del Papa ¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días! El Evangelio de la Liturgia de hoy nos habla del vínculo que hay entre el Señor y cada uno de nosotros (cfr. Jn 10,27-30). Para hacerlo, Jesús utiliza una imagen tierna, una imagen hermosa, la del pastor que está con las ovejas. Y la explica con tres verbos: “Mis ovejas —dice Jesús— escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen” (v. 27). Tres verbos: escuchar, conocer, seguir. Veamos estos tres verbos. En primer lugar, las ovejas escuchan la voz del pastor. La iniciativa viene siempre del Señor; todo parte de su gracia: es Él que nos llama a la comunión con Él. Pero esta comunión nace si nosotros nos abrimos a la escucha; si permanecemos sordos no nos puede dar esta comunión. Abrirse a la escucha porque escuchar significa disponibilidad, significa docilidad, significa tiempo dedicado al diálogo. Hoy estamos abrumados por las palabras y por la prisa de tener que decir o hacer algo siempre; es más, cuántas veces dos personas están hablando y una no espera que la otra termine el pensamiento, la corta a mitad de camino, responde… Pero si no la deja hablar, no hay escucha. Este es un mal de nuestro tiempo. Hoy estamos abrumados por las palabras, por la prisa de tener que decir siempre algo, tenemos miedo del silencio. ¡Cuánto cuesta escucharse! ¡Escucharse hasta el final, dejar que el otro se exprese, escucharse en familia, escucharse en la escuela, escucharse en el trabajo, e incluso en la Iglesia! Pero para el Señor sobre todo es necesario escuchar. Él es la Palabra del Padre y el cristiano es hijo de la escucha, llamado a vivir con la Palabra de Dios al alcance de la mano. Preguntémonos hoy si somos hijos de la escucha, si encontramos tiempo para la Palabra de Dios, si damos espacio y atención a los hermanos y a las hermanas. Si sabemos escuchar hasta que el otro se pueda expresar hasta el final, sin cortar su discurso. Quien escucha a los otros sabe escuchar también al Señor, y viceversa. Y experimenta una cosa muy bonita, es decir que el Señor mismo escucha: nos escucha cuando le rezamos, cuando confiamos en Él, cuando le invocamos. Escuchar a Jesús se convierte así en el camino para descubrir que Él nos conoce. Este es el segundo verbo, que se refiere al buen pastor: Él conoce a sus ovejas. Pero esto no significa solo que sabe muchas cosas sobre nosotros: conocer en sentido bíblico quiere decir también amar. Quiere decir que el Señor, mientras “nos lee dentro” nos quiere, no nos condena. Si le escuchamos, descubrimos esto, que el Señor nos ama. El camino para descubrir el amor del Señor es escucharlo. Entonces la relación con Él ya no será impersonal, fría o de fachada. Jesús busca una cálida amistad, una confidencia, una intimidad. Quiere donarnos un conocimiento nuevo y maravilloso: el de sabernos siempre amados por Él y por tanto nunca dejados solos a nosotros mismos. Estando con el buen pastor se vive la experiencia de la que habla el Salmo: “Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo” (Sal 23,4). Sobre todo, en los sufrimientos, en las fatigas, en las crisis que son la oscuridad: Él nos sostiene atravesándolas con nosotros. Y así, precisamente en las situaciones difíciles, podemos descubrir que somos conocidos y amados por el Señor. Preguntémonos entonces: ¿yo me dejo conocer por el Señor? ¿Le hago espacio en mi vida, le llevo eso que vivo? Y, después de muchas veces en las que he experimentado su cercanía, su compasión, su ternura, ¿qué idea tengo yo del Señor? El Señor es cercano, el Señor es buen pastor. Finalmente, el tercer verbo. Las ovejas que escuchan y saben que son conocidas siguen: escuchan, se sienten conocidas por el Señor y siguen al Señor, que es su pastor. Y quien sigue a Cristo, ¿qué hace? Va donde va Él, por el mismo camino, en la misma dirección. Va a buscar a quien está perdido (cfr. Lc 15,4), se interesa por quien está lejos, se toma en serio las situaciones de quien sufre, sabe llorar con quien llora, tiende la mano al prójimo, se lo carga sobre los hombros. ¿Y yo? ¿Me dejo solo amar por Jesús y del dejarse amar paso a amarlo, a imitarlo? Que la Virgen Santa nos ayude a escuchar a Cristo, a conocerlo cada vez más y a seguirlo en el camino del servicio. Escuchar, conocerlo y seguirlo. Los ancianos son un recurso, no una emergencia Presentado el mensaje del Papa por el Día Mundial de los Abuelos Cardenal Farrel Aparte de los residuos: los ancianos son un recurso precioso, que todavía tiene mucho que ofrecer a la sociedad. Por eso, la Iglesia también está llamada a realizar una pastoral específica para ellos, para hablar a los ancianos en lugar de hablar de los ancianos. El mensaje del Papa Francisco para la segunda Jornada Mundial de los Abuelos y los Ancianos, que se celebra el cuarto domingo de julio -este año el 24- se titula: “En la vejez todavía darán fruto”. Lo presentaron el Cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, y Vittorio Scelzo, encargado de la pastoral de los ancianos del mismo Dicasterio. No es una emergencia El cardenal recordó cómo desde el inicio del ministerio del Pontífice “son innumerables las ocasiones en las que recordó lo necesario que es contrastar la cultura del desecho, promover el diálogo entre generaciones, preservar las raíces de los pueblos y salvaguardar la memoria”. El tema de la vejez es entonces el leitmotiv de las catequesis de las audiencias de los últimos miércoles. El Papa “nos invita a tomar conciencia de la importancia de las personas mayores en la vida de las sociedades y de nuestras comunidades ya hacerlo de manera no episódica sino estructural. En otras palabras, no se trata de perseguir una emergencia, sino de sentar las bases para una pastoral a largo plazo”. Farrell señaló que “en algunos países del mundo, especialmente en Europa y América del Norte, los ancianos representan el 20% o más de la población. Dentro de nuestras comunidades, por lo tanto, se requiere un cambio de perspectiva, dejando de lado aquellos argumentos que hacen que los ancianos aparezcan como personas distantes y ajenas a las que cuidar”. Los ancianos y la Iglesia La pregunta concierne directamente a la Iglesia. “Mirando los bancos de nuestras iglesias, la mayoría de las veces están poblados sobre todo por personas a lo largo de los años”, recordó el cardenal. Por lo tanto, hablar solo de «los ancianos» tiene poco sentido. “Ha llegado el momento de que aprendamos a hablar ‘a los mayores’. Por ello el Santo Padre insiste en la necesidad de perfilar una pastoral ordinaria de esta etapa de la vida y el mensaje que presentamos hoy es un claro ejemplo de esta preocupación”. En este sentido, un aspecto muy práctico ligado a las consecuencias de la pandemia es “cómo traer de vuelta a la iglesia a quienes han dejado de asistir por miedo al contagio”. Ternura: desmilitarizar corazones En su mensaje, el Papa indica tres pilares “sobre los que construir una verdadera espiritualidad de la vejez. El primero es el de la ternura”, dijo Farrell. El Papa nos invita a «desmilitarizar los corazones» y encomienda a los abuelos una «gran responsabilidad: enseñar a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo a mirar a los demás con la misma mirada comprensiva y tierna que volvemos a nuestros nietos». Pero atención: “La ternura no puede reducirse al consuelo de los débiles, sino que es lo que realmente necesita el mundo hoy: una alternativa real a la lógica de la violencia y la guerra”. Custodia: más allá del ámbito familiar El segundo elemento fundante de una espiritualidad de la vejez es la tutela. Es una misión que el Papa encomienda de modo particular a los ancianos y que, si bien se ocupa principalmente del ámbito familiar, no se limita a él. El Papa nos invita a mantener de rodillas no sólo a nuestros propios nietos, sino también a “aquellos muchos nietos asustados a los que todavía no hemos conocido y que tal vez huyen de la guerra o sufren por ella. Guardemos en nuestro corazón -como hizo san José, padre tierno y afectuoso- a los pequeños de Ucrania, Afganistán, Sudán del Sur…”. En estas palabras está el sueño de que el vínculo entre abuelo y nieto pueda convertirse en el paradigma de las relaciones entre las personas y está la idea de que esta generación tiene una tarea específica: custodiar y proteger”. Oración: un arte para aprender Finalmente, la oración. El Papa la define «como la «herramienta más apropiada para nuestra época» y es la única de la que no se puede despojar ni siquiera quienes viven en la extrema fragilidad». Pero orar -especialmente para la generación que hoy vive la vejez y que ha crecido en años marcados por la secularización- es un arte que hay que aprender y que ya no se puede dar por sentado. Es necesario nutrirla con la Palabra de Dios y la participación en la vida de la Iglesia”. “El mensaje del Papa para la próxima Jornada Mundial de los Abuelos y los Ancianos es la alternativa a la cultura del descarte”, concluyó Farrell. “Ayúdanos a todos, ya los propios ancianos, a comprender que, lejos de ser material para tirar, tienen una vocación específica dentro de nuestras comunidades. En este tiempo que anhela la paz, la Iglesia tiene una gran necesidad de personas ancianas, que tengan el “don” de la ternura, que sean capaces de velar e interceder”. El logo El logo del día Scelzo en cambio presentó el logo del Día. “El Papa Francisco, en el Ángelus en el que anunció la Jornada, la calificó como una ‘fiesta del encuentro’ y, por eso, hemos elegido un abrazo como logo del evento”, explicó. Un abrazo que resume muchos lazos: entre abuelos y nietos; entre dos cónyuges que han envejecido a lo largo de los años pero que crecieron en el amor mutuo; entre dos personas mayores que eligen vivir juntas para apoyarse mutuamente; o incluso un joven que va al encuentro de una persona mayor sólo para celebrar el Día Mundial de los Abuelos y las Personas Mayores. Los ancianos y las secuelas de la pandemia “El logo -añadió- también esconde la nostalgia de cuando uno podía abrazarse libremente y expresa el deseo de que pronto podamos retomarlo incluso en lugares donde esto aún no es posible” como las residencias, donde la pandemia aún es peligrosa. . La soledad mata Scelzo subrayó cómo “la vejez es la época de la vida en la que el valor de los vínculos es más evidente y en la que comprendemos cómo la soledad es siempre un mal. A menudo, lo hemos visto durante la pandemia, la soledad mata. Por eso, el abrazo de la Iglesia, también a través de la celebración de la Jornada, quiere ser más fuerte que cualquier soledad y la esperanza que formulamos es que cada comunidad encuentre el camino para llegar a todos. Como afirma el Papa, “¡sólo la visita a los ancianos es una obra de misericordia de nuestro tiempo!”. Será también, junto a la celebración de una Misa dedicada a los ancianos el 24 de julio, el corazón de la celebración de la Jornada”. Vittorio Scelzo (C) “Frente a un mundo en el que las palabras son cada vez más duras y los muros entre las personas siguen levantándose, surge la propuesta de la mansedumbre como forma de ser. El mensaje habla de la necesidad de “desmilitarizar los corazones” como para purificar un aire contaminado por la retórica del enemigo y actitudes contrarias”, concluyó Scelzo. Los testimonios Durante la rueda de prensa también hubo dos testimonios, uno de la India, de una misionera que asistió a su abuelo de 90 años tras la muerte de su abuela, y el de Giancarla Panizza, presidenta de la Asociación Auser para el envejecimiento activo, de Sartirana. quien contó la conmovedora historia de una niña ucraniana nacida en el pueblo de Pavía y su familia. Las condiciones del Papa Finalmente, respondiendo a una pregunta, el cardenal Farrell habló de la forma en que el Papa Francisco vive esta etapa de su vida: “Acepta sus limitaciones con gran espíritu, es un ejemplo para todos nosotros. Con la edad avanzada hay una disminución de las habilidades pero juega un papel muy importante. Nos demuestra que a pesar de las limitaciones no se detendrá, envía un mensaje a todos: hay que seguir adelante, seguir dando lo mejor de nosotros. Realmente es un gran ejemplo para todos los adultos mayores, ya que aunque tiene limitaciones, no deja de hacer lo que tiene que hacer. Sigue conociendo gente, la vida sigue y esto es lo que le dice a los mayores: tienes un mensaje que transmitir al mundo y tienes más experiencia que otros, debes salir y dirigirte a los jóvenes”. En las redes sociales, la Jornada se marcará con el hashtag #nonnieanziani y se publicarán y enviarán una serie de indicaciones pastorales a todas las Conferencias Episcopales a finales de mayo. Llamados a ser artífices de la revolución de la ternura II Jornada Mundial de los Abuelos y Mayores Jornada Mundial de los abuelos © Vatican Media Este martes, 10 de mayo de 2022, en su mensaje para la II Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores que se celebrará el 24 de julio de 2022, el Papa Francisco llama a “ser artífices de la revolución de la ternura”. “La ancianidad no es un tiempo inútil en el que nos hacemos a un lado, abandonando los remos en la barca”, dice el Papa “sino que es una estación para seguir dando frutos. Hay una nueva misión que nos espera y nos invita a dirigir la mirada hacia el futuro”. “La sensibilidad especial de nosotros ancianos, de la edad anciana por las atenciones, los pensamientos y los afectos que nos hacen más humanos, debería volver a ser una vocación para muchos. Y será una elección de amor de los ancianos hacia las nuevas generaciones”, exhorta el Santo Padre. A continuación, sigue el mensaje completo del Pontífice. Discurso del Santo Padre Querida hermana, querido hermano: El versículo del salmo 92 “En la vejez seguirán dando frutos” (v. 15) es una buena noticia, un verdadero “evangelio”, que podemos anunciar al mundo con ocasión de la segunda Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores. Esto va a contracorriente respecto a lo que el mundo piensa de esta edad de la vida; y también con respecto a la actitud resignada de algunos de nosotros, ancianos, que siguen adelante con poca esperanza y sin aguardar ya nada del futuro. La ancianidad a muchos les da miedo. La consideran una especie de enfermedad con la que es mejor no entrar en contacto. Los ancianos no nos conciernen —piensan— y es mejor que estén lo más lejos posible, quizá juntos entre ellos, en instalaciones donde los cuiden y que nos eviten tener que hacernos cargo de sus preocupaciones. Es la “cultura del descarte”, esa mentalidad que, mientras nos hace sentir diferentes de los más débiles y ajenos a sus fragilidades, autoriza a imaginar caminos separados entre “nosotros” y “ellos”. Pero, en realidad, una larga vida —así enseña la Escritura— es una bendición, y los ancianos no son parias de los que hay que tomar distancia, sino signos vivientes de la bondad de Dios que concede vida en abundancia. ¡Bendita la casa que cuida a un anciano! ¡Bendita la familia que honra a sus abuelos! La ancianidad, en efecto, no es una estación fácil de comprender, tampoco para nosotros que ya la estamos viviendo. A pesar de que llega después de un largo camino, ninguno nos ha preparado para afrontarla, y casi parece que nos tomara por sorpresa. Las sociedades más desarrolladas invierten mucho en esta edad de la vida, pero no ayudan a interpretarla; ofrecen planes de asistencia, pero no proyectos de existencia [1]. Por eso es difícil mirar al futuro y vislumbrar un horizonte hacia el cual dirigirse. Por una parte, estamos tentados de exorcizar la vejez escondiendo las arrugas y fingiendo que somos siempre jóvenes, por otra, parece que no nos quedaría más que vivir sin ilusión, resignados a no tener ya “frutos para dar”. El final de la actividad laboral y los hijos ya autónomos hacen disminuir los motivos por los que hemos gastado muchas de nuestras energías. La consciencia de que las fuerzas declinan o la aparición de una enfermedad pueden poner en crisis nuestras certezas. El mundo —con sus tiempos acelerados, ante los cuales nos cuesta mantener el paso— parece que no nos deja alternativa y nos lleva a interiorizar la idea del descarte. Esto es lo que lleva al orante del salmo a exclamar: “No me rechaces en mi ancianidad; no me abandones cuando me falten las fuerzas” (71,9). Pero el mismo salmo —que descubre la presencia del Señor en las diferentes estaciones de la existencia— nos invita a seguir esperando. Al llegar la vejez y las canas, Él seguirá dándonos vida y no dejará que seamos derrotados por el mal. Confiando en Él, encontraremos la fuerza para alabarlo cada vez más (cf. vv. 14-20) y descubriremos que envejecer no implica solamente el deterioro natural del cuerpo o el ineludible pasar del tiempo, sino el don de una larga vida. ¡Envejecer no es una condena, es una bendición! Por ello, debemos vigilar sobre nosotros mismos y aprender a llevar una ancianidad activa también desde el punto de vista espiritual, cultivando nuestra vida interior por medio de la lectura asidua de la Palabra de Dios, la oración cotidiana, la práctica de los sacramentos y la participación en la liturgia. Y, junto a la relación con Dios, las relaciones con los demás, sobre todo con la familia, los hijos, los nietos, a los que podemos ofrecer nuestro afecto lleno de atenciones; pero también con las personas pobres y afligidas, a las que podemos acercarnos con la ayuda concreta y con la oración. Todo esto nos ayudará a no sentirnos meros espectadores en el teatro del mundo, a no limitarnos a “balconear”, a mirar desde la ventana. Afinando, en cambio, nuestros sentidos para reconocer la presencia del Señor [2], seremos como “verdes olivos en la casa de Dios””(cf. Sal 52,10), y podremos ser una bendición para quienes viven a nuestro lado. La ancianidad no es un tiempo inútil en el que nos hacemos a un lado, abandonando los remos en la barca, sino que es una estación para seguir dando frutos. Hay una nueva misión que nos espera y nos invita a dirigir la mirada hacia el futuro. “La sensibilidad especial de nosotros ancianos, de la edad anciana por las atenciones, los pensamientos y los afectos que nos hacen más humanos, debería volver a ser una vocación para muchos. Y será una elección de amor de los ancianos hacia las nuevas generaciones” [3]. Es nuestro aporte a la revolución de la ternura [4], una revolución espiritual y pacífica a la que los invito a ustedes, queridos abuelos y personas mayores, a ser protagonistas. El mundo vive un tiempo de dura prueba, marcado primero por la tempestad inesperada y furiosa de la pandemia, luego, por una guerra que afecta la paz y el desarrollo a escala mundial. No es casual que la guerra haya vuelto en Europa en el momento en que la generación que la vivió en el siglo pasado está desapareciendo. Y estas grandes crisis pueden volvernos insensibles al hecho de que hay otras “epidemias” y otras formas extendidas de violencia que amenazan a la familia humana y a nuestra casa común. Frente a todo esto, necesitamos un cambio profundo, una conversión que desmilitarice los corazones, permitiendo que cada uno reconozca en el otro a un hermano. Y nosotros, abuelos y mayores, tenemos una gran responsabilidad: enseñar a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo a ver a los demás con la misma mirada comprensiva y tierna que dirigimos a nuestros nietos. Hemos afinado nuestra humanidad haciéndonos cargo de los demás, y hoy podemos ser maestros de una forma de vivir pacífica y atenta con los más débiles. Nuestra actitud tal vez pueda ser confundida con debilidad o sumisión, pero serán los mansos, no los agresivos ni los prevaricadores, los que heredarán la tierra (cf. Mt 5,5). Uno de los frutos que estamos llamados a dar es el de proteger el mundo. “Todos hemos pasado por las rodillas de los abuelos, que nos han llevado en brazos” [5]; pero hoy es el tiempo de tener sobre nuestras rodillas —con la ayuda concreta o al menos con la oración—, junto con los nuestros, a todos aquellos nietos atemorizados que aún no hemos conocido y que quizá huyen de la guerra o sufren por su causa. Llevemos en nuestro corazón —como hacía san José, padre tierno y solícito— a los pequeños de Ucrania, de Afganistán, de Sudán del Sur. Muchos de nosotros hemos madurado una sabia y humilde conciencia, que el mundo tanto necesita. No nos salvamos solos, la felicidad es un pan que se come juntos. Testimoniémoslo a aquellos que se engañan pensando encontrar realización personal y éxito en el enfrentamiento. Todos, también los más débiles, pueden hacerlo. Incluso dejar que nos cuiden —a menudo personas que provienen de otros países— es un modo para decir que vivir juntos no sólo es posible, sino necesario. Queridas abuelas y queridos abuelos, queridas ancianas y queridos ancianos, en este mundo nuestro estamos llamados a ser artífices de la revolución de la ternura. Hagámoslo, aprendiendo a utilizar cada vez más y mejor el instrumento más valioso que tenemos, y que es el más apropiado para nuestra edad: el de la oración. “Convirtámonos también nosotros un poco en poetas de la oración: cultivemos el gusto de buscar palabras nuestras, volvamos a apropiarnos de las que nos enseña la Palabra de Dios” [6]. Nuestra invocación confiada puede hacer mucho, puede acompañar el grito de dolor del que sufre y puede contribuir a cambiar los corazones. Podemos ser “el ‘coro’ permanente de un gran santuario espiritual, donde la oración de súplica y el canto de alabanza sostienen a la comunidad que trabaja y lucha en el campo de la vida” [7]. Es por eso que la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores es una ocasión para decir una vez más, con alegría, que la Iglesia quiere festejar con aquellos a los que el Señor —como dice la Biblia— les ha concedido “una edad avanzada”. ¡Celebrémosla juntos! Los invito a anunciar esta Jornada en sus parroquias y comunidades, a ir a visitar a los ancianos que están más solos, en sus casas o en las residencias donde viven. Tratemos de que nadie viva este día en soledad. Tener alguien a quien esperar puede cambiar el sentido de los días de quien ya no aguarda nada bueno del futuro; y de un primer encuentro puede nacer una nueva amistad. La visita a los ancianos que están solos es una obra de misericordia de nuestro tiempo. Pidamos a la Virgen, Madre de la Ternura, que nos haga a todos artífices de la revolución de la ternura, para liberar juntos al mundo de la sombra de la soledad y del demonio de la guerra. Que mi Bendición, con la seguridad de mi cercanía afectuosa, llegue a todos ustedes y a sus seres queridos. Y ustedes, por favor, no se olviden de rezar por mí. Roma, San Juan de Letrán, 3 de mayo de 2022, fiesta de los santos apóstoles Felipe y Santiago. Francisco [1] Catequesis sobre la vejez, 1: “La gracia del tiempo y la alianza de las edades de la vida” (23 febrero 2022). [2] Ibíd., 5: “La fidelidad a la visita de Dios para la generación que viene” (30 marzo 2022). [3] Ibíd., 3: “La ancianidad, recurso para la juventud despreocupada” (16 marzo 2022). [4] Catequesis sobre san José, 8: “San José padre en la ternura” (19 enero 2022). [5] Homilía durante la Santa Misa, I Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores (25 julio 2021). [6] Catequesis sobre la familia, 7: “Los abuelos” (11 marzo 2015). [7] Ibíd. © Librería Editora Vaticana SAN MATÍAS, APÓSTOL* Fiesta — Dios es el que elige. — Nunca faltan las gracias para llevar a cabo la propia vocación. — La felicidad y el sentido de la vida están en seguir la llamada que Dios hace a cada hombre, a cada mujer. I. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy Yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca1. Después de la traición de Judas había quedado un puesto vacante entre los Doce. Con la elección del nuevo Apóstol se había de cumplir lo que el mismo Espíritu Santo había profetizado y lo que Jesús expresamente había instituido. El Señor quiso que fueran doce sus Apóstoles2. El nuevo Pueblo de Dios debía estar asentado sobre doce columnas, como el antiguo lo había estado sobre las doce tribus de Israel3. San Pedro, ejerciendo su potestad primada ante aquellos ciento veinte discípulos reunidos, declara las condiciones que ha de tener el que complete el Colegio Apostólico, según había aprendido del Maestro: el discípulo ha de conocer a Jesús y ser testigo suyo. Por eso, Pedro señala en su discurso: Es necesario que de los hombres que nos han acompañado todo el tiempo en que el Señor Jesús vivió entre nosotros, empezando desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue elevado de entre nosotros, uno de ellos sea constituido con nosotros testigo de su resurrección4. El Apóstol pone de relieve la necesidad de que el nuevo elegido sea testigo ocular de la predicación y de los hechos de Jesús a lo largo de su vida pública, y de modo especial de la Resurrección. Treinta años más tarde, asegura en las últimas palabras que dirigió a todos los cristianos: No os hemos dado a conocer el poder de Jesús y su venida siguiendo fábulas ingeniosas, sino como testigos oculares de su grandeza5. Pedro no elige, sino que deja la suerte a Dios, según se hacía a veces en el Antiguo Testamento6. Se echan suertes, pero es Dios quien da la decisión, se lee en el Libro de los Proverbios7. Presentaron a dos, a José, llamado Barsabas, por sobrenombre Justo, y a Matías, forma abreviada de Matatías, que significa regalo de Dios. Echaron suertes, y la suerte recayó sobre Matías, que fue agregado al número de los Once Apóstoles. Un historiador antiguo recoge una tradición que afirma que este discípulo pertenecía al grupo de los setenta y dos que, enviados por Jesús, fueron a predicar por las ciudades de Israel8. Antes de la elección, Pedro y toda la comunidad ruegan a Dios, porque la elección no la hacen ellos, la vocación es siempre elección divina. Por eso dice: Tú, Señor, que conoces el corazón de todos, muestra a cuál de estos has elegido. Los Once y los demás discípulos no se atreven por sí mismos, por sus propias consideraciones o simpatías, a tomar la responsabilidad de señalar un sucesor a Judas. San Pablo, cuando se siente movido a declarar el origen de su misión, indica que ha sido constituido no por los hombres ni por la autoridad de un hombre, sino solo por Jesucristo, y por Dios, su Padre9. Es el Señor el que elige y envía. También ahora. Cada uno de nosotros tiene una vocación divina, una llamada a la santidad y al apostolado, recibida en el Bautismo y especificada después en las sucesivas intervenciones de Dios en la propia historia personal. Y hay momentos en que esta llamada a seguir de cerca a Jesús se hace particularmente intensa y clara. «Yo tampoco pensaba que Dios me cogiera como lo hizo. Pero el Señor (...) no nos pide permiso para “complicarnos la vida”. Se mete y... ¡ya está!»10. Y luego toca a cada uno corresponder. Hoy podemos preguntarnos en nuestra oración: ¿soy fiel a lo que el Señor quiere de mí?, ¿busco hacer la voluntad de Dios en todos mis proyectos?, ¿estoy dispuesto a corresponder a lo que el Señor a lo largo de la vida me va pidiendo? II. ... et cecidit sors super Matthiam..., y recayó la suerte sobre Matías... La llamada de Matías nos recuerda que la vocación recibida es un don siempre inmerecido. Dios nos destina a asemejarnos cada vez más a Cristo, a participar de la vida divina, nos asigna una misión en la vida y nos quiere junto a Él, en una vida eterna felicísima. Cada uno tiene una llamada de Dios para estar cerca de Cristo y para extender su reinado en el propio ámbito y según sus circunstancias. Además de esta llamada universal a la santidad, Jesús hace especiales llamamientos. Y llama a muchos: a algunos para que den un testimonio particular alejándose del mundo, o para prestar un servicio particular en el sacerdocio; a la inmensa mayoría, el Señor los llama para que, estando en el mundo, lo vivifiquen desde dentro en el matrimonio, que es «camino de santidad»11, o en el celibato, en el que se entrega el corazón entero por amor a Dios y a las almas. La vocación no nace de buenos deseos o de grandes aspiraciones. Los Apóstoles, y ahora Matías, no eligieron ellos al Señor como Maestro, según la costumbre judía de seleccionar al rabino del que uno debía aprender. Fue Cristo quien los entresacó a ellos; a unos directamente, a Matías a través de esta elección que la Iglesia deja en las manos de Dios. No sois vosotros los que me habéis elegido -les recordará Jesús en la Última Cena, y hoy leemos en el Evangelio de la Misa-, sino Yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca12. ¿Por qué llegaron estos hombres a gozar de este inmenso don? ¿Por qué ellos precisamente y no otros? No cabe preguntarse por qué razón fueron elegidos. Simplemente, los llamó el Señor. Y en esa libérrima elección de Cristo –llamó a los que quiso13– estriba todo su honor y la esencia de su vida. Desde el primer momento en que Jesús se fija en un alma y la invita a seguirle, se suceden luego otras muchas llamadas, que quizá parecen pequeñas, pero que señalan el camino; «a lo largo de la vida, de ordinario poco a poco pero constantemente, Dios nos propone –con invitación exigente– muchas “determinaciones” de esa llamada radical, que implican siempre la relación de persona a persona con Cristo. Dios nos pide desde el principio la decisión de seguirle, pero nos oculta, con sabia pedagogía, la totalidad de las posteriores determinaciones de aquella decisión, tal vez porque no seríamos capaces de aceptarlas in actu»14, en aquel momento. El Señor da luces y gracias particulares en esos impulsos en los que el Espíritu Santo parece tirar del alma hacia arriba, en deseos de ser mejores, de servir más a los hombres, y de modo particular a los que cada día conviven con nosotros. Nunca faltan sus gracias. Matías, según nos señala la tradición, murió mártir, como los demás Apóstoles. La esencia de su vida estuvo en llevar a cabo el dulce y a veces doloroso encargo que aquel día puso el Espíritu Santo sobre sus hombros. También en la fidelidad a la propia vocación está nuestra mayor felicidad y el sentido de la propia vida, que el Señor va desvelando a su tiempo. III. Jesús elige a los suyos, les llama. Este llamamiento es su mayor honor, lo que les da derecho a una particular unión con el Maestro, a especiales gracias, a ser escuchados de modo muy particular en la intimidad de la oración. «La vocación de cada uno se funde, hasta cierto punto, con su propio ser: se puede decir que vocación y persona se hacen una misma cosa. Esto significa que en la iniciativa creadora de Dios entra un particular acto de amor para con los llamados, no solo a la salvación, sino al ministerio de la salvación. Por eso, desde la eternidad, desde que comenzamos a existir en los designios del Creador y Él nos quiso criaturas, también nos quiso llamados, predisponiendo en nosotros los dones y las condiciones para la respuesta personal, consciente y oportuna a la llamada de Cristo o de la Iglesia. Dios que nos ama, que es Amor, es también Aquel que llama (cfr. Rom 9, 11)»15. Pablo comienza sus cartas así: Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado al apostolado, elegido para predicar el Evangelio de Dios16. Llamado y elegido no por los hombres ni por la autoridad de un hombre, sino solo por Jesucristo, y por Dios, su Padre17. El Señor nos llama como llamó a Moisés18, a Samuel19, a Isaías20. Vocación que no se fundamenta en ningún mérito personal: Yahvé me llamó desde antes de mi nacimiento21. Y San Pablo lo dirá aún más categóricamente: Nos llamó con vocación santa, no en virtud de nuestras obras, sino en virtud de su designio22. Jesús llamó a sus discípulos para que compartieran con Él su cáliz, es decir, su vida y su misión. Ahora nos invita a nosotros: hemos de estar atentos para no oscurecer esa voz con el ruido de las cosas, que, si no son en Él y por Él, no tienen el menor interés. Cuando se oye la voz de Cristo que invita a seguirle del todo, nada importa frente a la realidad de seguirle. Y Él, a lo largo de la vida, nos va desvelando la riqueza inmensa contenida en la primera llamada, la de aquel día que pasó más cerca de nosotros. Apenas elegido, Matías se hunde de nuevo en el silencio. Con los demás Apóstoles experimentó el ardiente gozo de Pentecostés. Caminó, predicó y curó a enfermos, pero su nombre no vuelve a aparecer en la Sagrada Escritura. Como los demás Apóstoles, dejó una estela de fe imborrable que dura hasta nuestros días. Fue una luz encendida que Dios contempló con inmenso gozo desde el Cielo. 1 Antífona de entrada, Jn 15, 16. — 2 Cfr. Mt 19, 28. — 3 Cfr. Ef 2, 20. — 4 Hch 1. 21-22. — 5 2 Pdr 1. 16. — 6 Cfr. Lev 16, 8-9; Num 26, 55. — 7 Prov 16, 33. — 8 Cfr. Eusebio, Historia Ecclesiástica, 1, 12. — 9 Gal 1, 1. — 10 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 902. — 11 Cfr. Conversaciones con Monseñor Escrivá de Balaguer, Rialp, 14ª ed., Madrid 1985, n. 92. — 12 Jn 15, 16. — 13 Mc 3, 13. — 14 P. Rodríguez, Vocación, trabajo, contemplación, EUNSA, Pamplona 1986, p. 28. — 15 Juan Pablo II, Alocución en Porto Alegre, 5-VII-1980. — 16 Rom 1. 1; 1 Cor 1, 1. — 17 Gal 1, 1. — 18 Ex 3, 4: 19, 20; 24, 16. — 19 1 Sam 3. 4. — 20 1, 49, 1. — 21 Is 48, 8. — 22 2 Tim 1, 9. Después de la Ascensión, mientras esperaban la venida del Espíritu Santo, los Apóstoles eligieron a Matías para que ocupara el puesto de Judas y quedara completo el número de los Doce, que representaban a las doce tribus de Israel. Matías había sido discípulo del Señor y testigo de la Resurrección. Según la tradición, evangelizó Etiopía, donde sufrió martirio. Sus reliquias, por encargo de Santa Elena, fueron llevadas a Tréveris. Es el Patrono de esta ciudad. 14 de mayo: san Matías, Apóstol Comentario de la fiesta de san Matías. “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto”. Como san Matías, pidamos al Señor luz para ver nuestra vocación y fuerza para llevar el mensaje del amor al prójimo a todos los rincones de la tierra. 14/05/2022 Evangelio (Jn 15,9-17) Como el Padre me amó, así os he amado yo. Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea completa. Éste es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros, en cambio, os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he hecho conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca, para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Esto os mando: que os améis los unos a los otros. Comentario Hoy en la Iglesia celebramos la fiesta del apóstol Matías. El Evangelio nos sitúa en el contexto de la Última Cena. Jesús profundiza en su enseñanza sobre la naturaleza del amor, al que, una y otra vez, pone en relación con la vida y la alegría. Nos invita a permanecer unidos a su amor. Y permanecer en él significa permanecer en sus palabras: escucharlas activamente y hacerlas vida propia. ¿Y cómo permanecemos unidos a Jesucristo? Por la fe y el amor. ¿Y qué pone en movimiento nuestro amor? El amor recibido. Las palabras de Jesús que nos ofrece el evangelio de hoy nos están diciendo que los mandamientos del Padre no son algo ajeno a nosotros, algo que viene de fuera, sino que son como nuestro ADN espiritual: nos recuerdan quiénes somos, de qué estamos hechos, aquello a lo que aspiramos. En el corazón de ese ADN espiritual está el mandamiento del amor mutuo, pero de un amor cuya medida solo podemos captar mirando a Cristo. Pero para realizar esta tarea, previamente Dios nos elige, nos concede una vocación. Como hizo con San Matías. En el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que la Iglesia nos propone en la primera lectura de la Misa, los discípulos rezan para determinar la llamada de un nuevo apóstol. Porque es Dios quien concede la vocación, no es uno el que la escoge. Tras rezar “Echaron suertes y la suerte recayó sobre Matías, que fue agregado a los once apóstoles”. Según la Tradición «Matías, que completó la docena de apóstoles, atracó en Etiopía primeramente, y después de haber llevado las multitudes a Cristo, con ánimo valeroso, recibió la corona del martirio» (cfr. Clemente de Alejandría, Stromata) Igual que el apóstol, tú y yo también somos llamados por Dios a proclamar la Buena Nueva. Cada uno, en sus circunstancias concretas, pero todos con la misma radicalidad de la llamada evangélica. Somos afortunados, Dios se ha fijado en nosotros. La vocación, toda vocación, es un misterio, y su descubrimiento, un don del Espíritu. Benedicto XVI lo explicaba así: «El secreto de la vocación está en la relación con Dios, en la oración que crece justamente en el silencio interior, en la capacidad de escuchar que Dios está cerca. Y esto es verdad tanto antes de la elección, o sea, en el momento de decidir y partir, como después, si se quiere perseverar y ser fiel en el camino»[1]. Pidamos al Señor, luz para ver nuestra vocación y la fuerza para, como hizo san Matías, llevar el mensaje del amor al prójimo a todos los rincones de la tierra. [1] Benedicto XVI, Encuentro con los jóvenes en Sulmona, 4-VII-2010. “Auxilio de los cristianos” «Auxilium christianorum!» –Auxilio de los cristianos, reza con seguridad la letanía lauretana. ¿Has probado a repetir esa jaculatoria en tus trances difíciles? Si lo haces con fe, con ternura de hija o de hijo, comprobarás la eficacia de la intercesión de tu Madre Santa María, que te llevará a la victoria. (Surco, 180) 14 de mayo Es la hora de que acudas a tu Madre bendita del Cielo, para que te acoja en sus brazos y te consiga de su Hijo una mirada de misericordia. Y procura enseguida sacar propósitos concretos: corta de una vez, aunque duela, ese detalle que estorba, y que Dios y tú conocéis bien. La soberbia, la sensualidad, la falta de sentido sobrenatural se aliarán para susurrarte: ¿eso? ¡Pero si se trata de una circunstancia tonta, insignificante! Tú responde, sin dialogar más con la tentación: ¡me entregaré también en esa exigencia divina! Y no te faltará razón: el amor se demuestra de modo especial en pequeñeces. Ordinariamente, los sacrificios que nos pide el Señor, los más arduos, son minúsculos, pero tan continuos y valiosos como el latir del corazón. ¿Cuántas madres has conocido tú como protagonistas de un acto heroico, extraordinario? Pocas, muy pocas. Y, sin embargo, madres heroicas, verdaderamente heroicas, que no aparecen como figuras de nada espectacular, que nunca serán noticia –como se dice–, tú y yo conocemos muchas: viven negándose a toda hora, recortando con alegría sus propios gustos y aficiones, su tiempo, sus posibilidades de afirmación o de éxito, para alfombrar de felicidad los días de sus hijos. (Amigos de Dios, 134) Trabajar bien, trabajar por amor (V): Trabajo de Dios «No os digo: abandonad la ciudad y apartaos de los negocios ciudadanos. No. Permaneced donde estáis, pero practicad la virtud». Lo decía un santo del siglo IV y lo repetía San Josemaría, al proclamar que en la vida ordinaria, hecha de trabajo, nos espera Dios. 06/05/2012 San Josemaría solía hablar de la vieja novedad del mensaje que recibió de Dios: viejo como el Evangelio y como el Evangelio nuevo[1]. Viejo, pues el espíritu del Opus Dei es el que han vivido los primeros cristianos, que se sabían llamados a la santidad y al apostolado sin salirse del mundo, en sus ocupaciones y tareas diarias. Por eso, la manera más fácil de entender el Opus Dei es pensar en la vida de los primeros cristianos. Ellos vivían a fondo su vocación cristiana; buscaban seriamente la perfección a la que estaban llamados por el hecho, sencillo y sublime, del Bautismo[2]. Llenaba de alegría al Fundador del Opus Dei encontrar en los escritos de los antiguos Padres de la Iglesia trazas de este mensaje. Bien claras a este respecto son las palabras que San Juan Crisóstomo dirige a los fieles en el siglo IV: «No os digo: abandonad la ciudad y apartaos de los negocios ciudadanos. No. Permaneced donde estáis, pero practicad la virtud. A decir verdad, más quisiera que brillaran por su virtud los que viven en medio de las ciudades, que los que se han ido a vivir en los montes. Porque de esto se seguiría un bien inmenso, ya que nadie enciende una luz y la pone debajo del celemín... Y no me vengas con que: tengo hijos, tengo mujer, tengo que atender la casa y no puedo cumplir lo que me dices. Si nada de eso tuvieras y fueras tibio, todo estaba perdido; aun cuando todo eso te rodee, si eres fervoroso, practicarás la virtud. Sólo una cosa se requiere: una generosa disposición. Si la hay, ni edad, ni pobreza, ni riqueza, ni negocios, ni otra cosa alguna puede constituir obstáculo a la virtud. Y, a la verdad, viejos y jóvenes; casados y padres de familia; artesanos y soldados, han cumplido ya cuanto fue mandado por el Señor. Joven era David; José, esclavo; Aquila ejercía una profesión manual; la vendedora de púrpura estaba al frente de un taller; otro era guardián de una prisión; otro centurión, como Cornelio; otro estaba enfermo, como Timoteo; otro era un esclavo fugitivo, como Onésimo, y, sin embargo, nada de eso fue obstáculo para ninguno de ellos, y todos brillaron por su virtud: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, esclavos y libres, soldados y paisanos»[3]. «EL SEÑOR QUIERE ENTRAR EN COMUNIÓN DE AMOR CON CADA UNO DE SUS HIJOS, EN LA TRAMA DE LAS OCUPACIONES DE CADA DÍA, EN EL CONTEXTO ORDINARIO EN EL QUE SE DESARROLLA LA EXISTENCIA» (JUAN PABLO II). Las circunstancias de la vida ordinaria no son obstáculo, sino materia y camino de santificación. Con las debilidades y defectos propios de cada uno somos, como aquellos primeros discípulos, ciudadanos cristianos que quieren responder cumplidamente a las exigencias de su fe[4]. El espíritu del Opus Dei se dirige a cristianos que no necesitan salirse de su propio lugar para encontrar y amar a Dios, precisamente porque —como ha recordado Juan Pablo II glosando la enseñanza de San Josemaría— «el Señor quiere entrar en comunión de amor con cada uno de sus hijos, en la trama de las ocupaciones de cada día, en el contexto ordinario en el que se desarrolla la existencia»[5]. Por eso, exclamaba nuestro Padre: Al suscitar en estos años su Obra, el Señor ha querido que nunca más se desconozca o se olvide la verdad de que todos deben santificarse, y de que a la mayoría de los cristianos les corresponde santificarse en el mundo, en el trabajo ordinario. Por eso, mientras haya hombres en la tierra, existirá la Obra. Siempre se producirá este fenómeno: que haya personas de todas las profesiones y oficios, que busquen la santidad en su estado, en esa profesión o en ese oficio suyo, siendo almas contemplativas en medio de la calle[6]. Las enseñanzas que San Josemaría ha transmitido con su palabra y sus escritos, junto con su ejemplo, constituyen un espíritu con unos rasgos característicos, como el sentido de la filiación divina, la contemplación en la vida ordinaria, la fusión de alma sacerdotal y mentalidad laical, el amor a la libertad y la alegría de los hijos de Dios... Estos y todos los demás aspectos de las enseñanzas del Fundador del Opus Dei no son elementos simplemente yuxtapuestos, sino destellos de un único espíritu capaz de informar y penetrar todos los momentos y circunstancias de la vida. Como gira con naturalidad una puerta alrededor de su eje, del mismo modo el espíritu de la Obra se apoya, como en su quicio, en el trabajo ordinario, en el trabajo profesional ejercido en medio del mundo[7]. El quicio de una puerta no es más importante que la puerta, sino un elemento que ocupa una posición singular. Así como no serviría para nada un gozne solo, sin puerta, del mismo modo apenas tendría sentido —por mucho que brillara— un trabajo profesional aislado del conjunto, convertido en fin de sí mismo: un trabajo que no fuera eje de la santificación de toda la vida ordinaria, familiar y social. Pero a la vez, ¿qué sería de la puerta sin el eje? Para nosotros, el trabajo profesional y los deberes familiares y sociales son elementos inseparables de la unidad de vida, imprescindible para santificarnos y santificar el mundo desde dentro, configurando la sociedad humana según el querer de Dios[8]. Nuestro trabajo profesional puede ser, efectivamente, trabajo de Dios, operatio Dei, porque somos hijos adoptivos de Dios y formamos una sola cosa con Cristo. El Hijo Unigénito se ha hecho Hombre para unirnos a Sí —como los miembros de un cuerpo están unidos a la cabeza— y obrar a través de nosotros. Verdaderamente, somos de Cristo como Cristo es de Dios[9]. Él vive y obra en el cristiano por la gracia. San Josemaría predicó incansablemente que cualquier trabajo honesto puede santificarse —hacerse santo—, convertirse en obra de Dios. Y que el trabajo así santificado nos identifica con Cristo —perfecto Dios y perfecto Hombre—, nos santifica y perfecciona, haciéndonos imagen suya. Es hora de que los cristianos digamos muy alto que el trabajo es un don de Dios[10]: no un castigo o maldición, sino una realidad querida y bendecida por el Creador antes del pecado original[11], una realidad que el Hijo de Dios encarnado asumió en Nazaret, donde llevó una vida de largos años de trabajo cotidiano en compañía de Santa María y San José, sin brillo humano pero con esplendor divino. En manos de Jesús el trabajo, y un trabajo profesional similar al que desarrollan millones de hombres en el mundo, se convierte en tarea divina, en labor redentora, en camino de salvación[12]. El mismo esfuerzo que exige el trabajo ha sido elevado por Cristo a instrumento de liberación del pecado, de redención y santificación[13]. No existe trabajo humano limpio que no pueda «transformarse en ámbito y materia de santificación, en terreno de ejercicio de las virtudes y en diálogo de amor»[14]. En nuestras manos, como en las de Cristo, el trabajo ha de convertirse en oración a Dios y en servicio a los hombres para corredención de la humanidad entera. El Creador había formado al hombre del barro de la tierra y le había hecho partícipe de su poder creador para que perfeccionara la creación, transformándola con su ingenio[15]. Sin embargo, después del pecado, en vez de elevar las realidades de esta tierra a la gloria de Dios por medio del trabajo, frecuentemente el hombre se ciega y se degrada. Pero Jesús ha convertido el barro en colirio para curar nuestra ceguera, de modo similar a como hizo con el ciego de nacimiento[16]. Cuando descubrimos que es posible santificar el trabajo, todo se ilumina con un nuevo sentido, y empezamos a ver y amar a Dios —a ser contemplativos— en las situaciones que antes parecían monótonas y vulgares o se desplegaban sobre un horizonte sólo terreno, sin alcance eterno y sobrenatural. Un espléndido panorama se presenta ante nosotros: santificar el trabajo, santificarse en el trabajo, santificar con el trabajo[17]. Somos protagonistas del designio divino de poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas. Designio que Dios quiso que nuestro Padre comprendiera con una visión clarividente que le llevaba a escribir, lleno de fe en la gracia y de confianza en nuestra correspondencia: Contemplo ya, a lo largo de los tiempos, hasta al último de mis hijos —porque somos hijos de Dios, repito— actuar profesionalmente, con sabiduría de artista, con felicidad de poeta, con seguridad de maestro y con un pudor más persuasivo que la elocuencia, buscando —al buscar la perfección cristiana en su profesión y en su estado en el mundo— el bien de toda la humanidad[18]. * * * Oh Dios, ¡qué preciosa es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres a la sombra de tus alas se cobijan (...). En ti está la fuente de la vida, y en tu luz veremos la luz[19]. La Santísima Trinidad concedió a nuestro Padre su luz para que contemplara profundamente el misterio de Jesucristo, luz de los hombres[20]: le otorgó «una vivísima contemplación del misterio del Verbo Encarnado, gracias a la cual comprendió con hondura que el entramado de las realidades humanas se compenetra íntimamente, en el corazón del hombre renacido en Cristo, con la economía de la vida sobrenatural, convirtiéndose así en lugar y medio de santificación»[21]. El espíritu de la Obra ha iluminado ya la vida de multitud de hombres y mujeres de las más diversas condiciones y culturas, que han emprendido la aventura de ser santos en la naturalidad de la vida ordinaria. Una aventura de amor a Dios, abnegado y fuerte, que colma de felicidad el alma y siembra en el mundo la paz de Cristo[22]. Juan Pablo II invitó a seguir fielmente el ejemplo de San Josemaría. «Tras las huellas de vuestro Fundador, proseguid con celo y fidelidad vuestra misión. Mostrad con vuestro esfuerzo diario que el amor de Cristo puede animar todo el arco de la existencia»[23]. Contamos sobre todo con la intercesión de Nuestra Madre. A Ella le pedimos que nos prepare diariamente el camino y nos lo conserve siempre. Cor Mariae dulcissimum, iter para tutum!, iter serva tutum! J. López [1] Conversaciones, n. 24. [2] Ibidem. [3] San Juan Crisóstomo, In Matth. hom., XLIII, 5. [4] Conversaciones, n. 24. [5] Juan Pablo II, Alocución en la Audiencia a los participantes en el Congreso "La grandeza de la vida corriente", 12-I-2002, n. 2. [6] De nuestro Padre, Carta 9-I-1932, nn. 91-92. Citado en El Fundador del Opus Dei, p. 304. [7] Es Cristo que pasa, n. 45. [8] Cfr. Conc. Vaticano II, Cons. dogm. Lumen gentium, n. 33. [9] Cfr. Jn 6, 56-57; XVII, 23; 1 Co 3, 23; Col 1, 26-29; Gal 2, 20; Rm 8, 10-11. [10] Es Cristo que pasa, n. 47. [11] Cfr. Gn 2I, 15. [12] Conversaciones, n. 55. [13] Cfr. 1 Cor 6, 11. [14] Juan Pablo II, Alocución en la Audiencia a los participantes en el Congreso "La grandeza de la vida corriente", 12-I-2002, n. 2. [15] Cfr. Gn 2, 7, 15. [16] Cfr. Jn 7, 7. [17] Es Cristo que pasa, n. 44. [18] De nuestro Padre, Carta 9-I-1932, n. 4. [19] Sal 35, 8, 10. [20] Jn 1, 4. [21] Congregación para las Causas de los Santos, Decreto sobre el ejercicio heroico de las virtudes del Siervo de Dios Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei, 9-IV-1990, §3. [22] Cfr. Ef 1, 10. [23] Juan Pablo II, Alocución en la Audiencia a los participantes en el Congreso "La grandeza de la vida corriente", 12-I-2002, n. 4. Oraciones de los primeros cristianos a la Virgen – Mes de mayo ORACIONES DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS A LA VIRGEN Con motivo del mes de mayo, publicamos algunas oraciones de los primeros escritores cristianos dirigidas a la Virgen María. Tienen el sabor genuino de los primeros años de la Iglesia. El amor a nuestra Madre ha estado presente desde los comienzos y Ella ha ayudado a sus hijos de modo permanente. “SUB TUUM PRAESIDIUM” (siglo III) SAN EFREN DE SIRIA (siglo IV) ANFILOQUIO DE ICONIO (siglo IV) HIMNO AKÁTHISTOS (siglo V) SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA (siglo V) Fuente: www.primeroscristianos.com La importancia de invertir tiempo de calidad con los hijos Por Luz Alicia Cuervo / ASPAEN - 03.05.2022 foto: freepik La educación en los primeros años de los niños tiene una trascendencia grande en su vida. Por eso, para empezar este artículo quiero pedirte a ti papá, a ti mamá que, antes de continuar leyendo, visualices a tu hijo/a en el presente: ¿Cómo es? ¿Cómo se comunica? ¿Qué le gusta? ¿Qué le enoja?... Y ahora piensa cómo quieres que sea en el futuro: ¿Valiente? ¿Con criterio? ¿Fuerte? ¿Virtuoso? ¿Decidido? ¿Inteligente? ¿Autónomo? ¿Independiente? Si lo piensas bien, todo es cuestión de tiempo. Y es que precisamente este es un factor que juega un papel vital en nuestras vidas, pues el tiempo es vida. Y así como las plantas necesitan de la tierra, el agua y el aire para crecer, los niños (tu hijo/a) necesitan del tiempo de sus padres para hacerlo. En el mundo actual nos hemos llenado de tantas responsabilidades y deberes que hemos llegado a pensar que estar con nuestra familia es perder tiempo y hemos olvidado la importancia que tiene el ‘invertir’ tiempo en estas relaciones que, sin duda, dejan huellas imborrables. Científicamente se ha demostrado que es en la familia en donde se puede conseguir de manera natural que el ser humano crezca sanamente en todas sus dimensiones y que cada día alcance su mejor versión, siendo conscientes de que cada ser es único e irrepetible y que cuenta con su propio ritmo de aprendizaje. Pero ¿cómo lograrlo? Lo primero es ser consciente de que los padres son los primeros y principales educadores de sus hijos y que esta es una labor que no termina nunca, ni siquiera cuando los padres fallecen porque quedará su legado. Lo anterior nos permite reiterar la invitación a trabajar en este aspecto con intención y poniendo el foco en donde corresponde. A continuación presentaremos algunos aspectos clave con los que podremos lograr que el tiempo dedicado a la familia sea de calidad. Poner foco ¿Qué queremos lograr? Ser cada vez mejores padres, dedicarle más tiempo a nuestros hijos y fortalecer los lazos que nos unen con ellos para que no nos limitemos a ser unos cuidadores, sino que disfrutemos y crezcamos con ellos, entregándoles herramientas para que se desarrollen adecuadamente en todas las dimensiones y así puedan asumir con éxito la realización más completa de ellos mismos. Identificar la realidad familiar Es importante recordar que todas las familias tienen características diferentes, por eso es muy posible que las actividades que una realiza y le dan buenos resultados, no tengan el mismo éxito y acogida en otra. Así las cosas, hay que estudiar bien los gustos de cada miembro de la familia para armar planes propios, siempre con la disposición de ceder ante las cosas que no sean del total agrado de todos, teniendo en cuenta que esto abre un universo nuevo que nos ayudará a conocernos mejor y a entendernos. Todo depende de los diferentes entornos familiares y de los aspectos culturales que se desarrollen en cada familia. Sabemos que la visión del adulto es muy distinta a la del niño, preadolescente o adolescente y podemos correr el riesgo de querer imponer lo que a nosotros nos gusta y allí hay que tener especial cuidado, pues la idea es involucrar a todos los miembros de la familia. Priorizar Es normal que los intensos horarios de trabajo profesional, sumado a las tareas de la casa, que nunca dan tregua, nos genere la percepción de que no hay tiempo para ese tipo de actividades. Sin embargo, pueden estar seguros de que sí lo hay. La clave está en priorizar y son los padres quienes deben defender la buena utilización del tiempo libre, para que haya una verdadera vida familiar. Tengan en cuenta que cada circunstancia del día puede ser una oportunidad de formación y fortalecimiento de vínculos. “Cuando los padres tengamos muy asumido que estamos colaborando con la obra más grande del mundo, al participar en la creación de nuevas vidas, y no solo en cantidad, sino en calidad, sabremos a lo mucho a que, con alegría inmensa, habremos de renunciar”. José María Batllori – autor del libro Cómo educar jugando Involucrar a los hijos en las labores cotidianas Para Eva Bach, pedagoga y autora de obras como Madres y padres influencers (Grijalbo) cantidad y calidad tienen que ir juntas. “Para que se dé un instante de intensa calidad, hacen falta muchos instantes previos, mucha cantidad que va tejiendo un vínculo afectivo sólido”, afirma Bach. Una manera de lograr lo que plantea Bach es involucrar a los hijos en las actividades diarias dándoles responsabilidades propias de la edad, desde pequeños encargos hasta tareas más complejas, que nos servirán para mantener la conexión y fortalecer la relación con nuestros hijos en medio de las rutinas diarias. Por ejemplo, a la hora de preparar el almuerzo pueden invitarlos a ayudar, explicándoles e involucrándolos según la edad, pasando los ingredientes, lavando los alimentos, enseñándoles a manejar el horno, la estufa, la licuadora, etc. Todo en medio de una conversación amable, en la que se resalte la importancia de alimentarse bien y balanceadamente. Incluso, si son muy pequeños, es bueno tenerlos allí motivándolos para que te cuenten historias con creatividad. Todo esto les ayudará a reconocer que hay un ingrediente secreto en la familia, además del amor de papá y mamá, y es la unión y el trabajo en equipo. Cualquier momento es perfecto Procuremos no posponer los espacios de familia. Es muy fácil caer en la ‘trampa’ de pensar que no estamos de humor, que estamos cansados, que no tenemos lo necesario para hacer la comida que queríamos, que no contamos con los mejores juegos e incluso llegamos a pensar que hay muchas cosas por hacer sin darnos cuenta de que nos estamos negando la posibilidad a nosotros mismos de pasar un rato agradable y estar felices. Juan José Javaloyes, experto en educación personalizada, dijo en una conferencia del programa Experto que “hay que quererse cansados porque descansados casi nunca estamos”. El trato frecuente y confiado con los hijos ofrece innumerables ocasiones de conocerlos mejor, aconsejarles y enseñarles. Tomarse en serio las ganas de jugar El juego encierra una gran riqueza ya que no solo sirve para entretenerse sino también para desarrollar la inteligencia y crecer en virtudes. Además, los niños, los preadolescentes y hasta los adolescentes quieren y necesitan jugar, requieren nuestra colaboración y esto no quiere decir que tengamos que pasarnos el día jugando con ellos. En el juego el niño es espontáneo y actúa tal cual es, por eso es importante observarlo y orientarlo correctamente. Una recomendación especial para los papás es que aprovechen el juego para enseñarles a ganar y a perder. Se debe jugar siempre correctamente, cumpliendo a cabalidad las reglas: si perdió, perdió, pues no se deben hacer excepciones simplemente porque es ‘el príncipe’ o ‘la princesa’, sino aprovechando esa situación para enseñarle la importancia del juego limpio y que no siempre se puede conseguir la victoria. Debe primar la importancia de disfrutar del juego, de la compañía, de las enseñanzas y de aprovechar bien el tiempo. Varios expertos han listado algunos beneficios de invertir tiempo de calidad en familia: Fortalece el sentido de pertenencia de la familia Construye identidad y genera seguridad, confianza y autoestima Promueve un desarrollo emocional saludable Genera mayor estabilidad emocional Fomenta el desarrollo de los pequeños en todas sus dimensiones: física, social, afectiva, cognitiva, etc. Disminuye el estrés y la tensión Genera memorias que construyen un lazo fuerte de unión familiar y quedan grabadas en el cerebro Está demostrado que los niños que han vivido estos momentos de unión familiar desarrollan una fortaleza, un coraje especial y la capacidad de resiliencia que les ayudará en los momentos difíciles y de estrés cuando son adultos. Aumenta la tolerancia con ellos mismos y con los demás. Mejora la comunicación en el entorno familiar. Aumenta la felicidad de la familia. Genera experiencias y aporta conocimientos. Se generan aprendizajes mutuos, los niños aprenden de sus padres y los padres de ellos. Como verán, cada uno de estos temas tienen mucha tela de donde cortar, sin embargo, puede ser el inicio para saber si estamos dedicando tiempo a la familia y si este es verdaderamente tiempo de calidad. Ojo, estar con tus hijos en casa no necesariamente significa que estés cerca de ellos. Lo ideal es que ese tiempo, sea corto o largo, sirva para hacer mejor a cada miembro de la familia, teniendo presente que lo más valioso de todo este proceso es que papá y mamá también crecen, fortaleciendo el núcleo familiar y haciendo un gran aporte para una sociedad mejor. *Por: Luz Alicia Cuervo Fonce Comunicadora social y periodista, especialista en desarrollo familiar y personal, coach familiar y de equipos, conferencista y experta en temas de familia. Actualmente en 3er. año del programa Experto DAIP ¿Vale la pena casarse? Por Ramón Fernández Aparicio Hace un tiempo me encontré con Roberto, un buen amigo de la infancia. Me habló entusiasmado de su ascenso en el trabajo, de la mudanza, de sus altibajos con el running, etc. Durante la conversación, mi memoria conectó con un acontecimiento del pasado y, abriendo una brecha espacio-temporal, me trasladé a la primavera de 2017. Roberto tenía 28 años recién cumplidos cuando envió al grupo de antiguos alumnos del colegio el siguiente mensaje: «¡Que me caso con la Vero!». Un aluvión de emojis de felicitación inundó el wasap. Sin embargo, terminado el primer tiempo de alegría, comenzó la segunda mitad del partido, donde el jolgorio inicial fue sustituido por un frío escepticismo respecto al compromiso. Las embestidas llegaron por sorpresa, cuando se juntaron a tomar unas cervezas en casa de Roberto. Primero fue el matemático de la pandilla: «Los números no fallan; la gente ya no se casa. Si no, busca en internet y compruébalo tú mismo». El sociólogo puso en duda la existencia de un auténtico compromiso: «¿Fidelidad? y, ¿para toda la vida? ¡Imposible! Yo llevo dos años viviendo con mi novia, pero si las cosas se tuercen, pues… cada uno por su lado. ¿Cómo puedes prever el éxito en tu relación?» Y el que siempre fue más tacaño que tío Gilito suelta: «¿Una boda? ¿Con la que está cayendo? Dudo que puedas cubrir los gastos…» La cara de Roberto era un poema. «¿No se suponía que todo esto iba sobre el amor…?» Los comentarios manifestaban el desgaste que tiene el prestigio del matrimonio en nuestra generación. ¿Da igual que lo dejemos caer o estamos echando por la borda un tesoro importante que han custodiado generaciones durante siglos de civilización? Roberto me llamó después de ese encuentro y me dijo que su idea del matrimonio era la que habían vivido sus padres pero, que se había quedado corto de argumentos para defenderlo ante sus amigos. Roberto se crió en una familia humilde: su padre agricultor, su madre limpiadora. Ambos trabajaron a destajo para dar un buen futuro a sus hijos. Hoy, ya jubilados, pasean de la mano todas las tardes por el parque cercano a su casa, algo parecido a los cinco primeros minutos de la película Up. Roberto valoraba mucho ese ejemplo y aspiraba a vivir con la Vero algo similar. En primer lugar, hablamos sobre el matrimonio natural. Todas las culturas, en la medida que se desarrollan un poco, se han preocupado de reconocer la institución del matrimonio o algo similar. Por ejemplo, el Derecho Romano lo definió como «la unión de hombre y mujer en pleno consorcio de su vida» y protegió los derechos de la mujer y de los niños. El matrimonio natural «viene de fábrica» para nuestra especie: corresponde al designio original de Dios para el hombre y la mujer, a quienes, tras bendecirlos, les dijo: «creced, multiplicaos, llenad la tierra y dominadla» (Gn 1, 28). Pasado el tiempo he ido conociendo argumentos mejores. Pero, si salimos del paso en esa ocasión, se debió sobre todo a la ilusión y al verdadero amor que irradiaban Roberto y la Vero. Ahora las circunstancias han cambiado. Por mis actuales estudios de Teología he podido profundizar mucho más en el significado del matrimonio y comprender mejor aquello que intuíamos. Jesucristo reveló el significado pleno que tiene el matrimonio: obró su primer milagro durante una boda y enseñó que el matrimonio es un vínculo único, fecundo, que constituye un camino de santidad. Así, lo elevó al rango de sacramento (Mt 19, 3-9). En definitiva, en el matrimonio los esposos no entregan solo parte de su tiempo o de su patrimonio, sino que se donan ellos mismos, libre y completamente, por amor, uniéndose de forma única: «y serán los dos una sola carne» (Mc 10, 8). En cuanto a lo que decían los amigos de Roberto, que me parece exponían el sentir de la sociedad, me gustaría también ofrecerles ahora una respuesta. Es cierto que las estadísticas de éxito matrimonial no son muy alentadoras, pero eso no puede determinar nuestras decisiones. Nos emociona el riesgo, liberar adrenalina en momentos puntuales, pero nos asustamos ante un compromiso de pasar del «te quiero» al «sí, quiero». Pensamos en el matrimonio y nos tiemblan las piernas, sin entender que precisamente ese nerviosismo es señal de que estamos llamados a tener una vida épica y no solo una vida cómoda. Con problemas, discusiones, tropiezos… sí, por descontado. Pero es precisamente ahí donde se forja el héroe y encuentra el propósito de su existencia: darse por completo a la persona amada. La fidelidad no es una posibilidad más o menos alcanzable, sino la garantía de que el camino emprendido tiene visos de epopeya memorable. En cuanto a que casarse es caro, que mejor responda Roberto: Después de hora y pico de recuerdos y un par de cervezas en el encuentro que mencionaba al principio de este artículo, Roberto miró su reloj, puso cara de circunstancias y me dijo: «Lo siento pero debo irme. La Vero y los niños deben estar a punto de llegar a casa. Y, ¡hoy es nuestro aniversario de boda y quiero darle una sorpresa!». Me enseñó una elegante bolsa que contenía una caja pequeña, roja, anudada con un lazo. «Las alianzas de nuestra boda nos las prestaron mis padres y, por fin, he podido ahorrar para comprar unas en condiciones. ¡Ya verás qué contenta se va a poner !» Y, despidiéndonos con un abrazo, me alegré por Roberto y por todos aquellos que se atreven a disfrutar de la aventura del matrimonio. La Santísima Virgen María, madre de Dios y madre nuestra Escrito por Silvia del Valle Márquez. María Santísima es modelo de mujer y de madre, por lo que debemos conocer sus virtudes para después poder imitarlas en lo personal y educar a nuestros hijos en ellas. Mayo es el mes de María por lo que es el tiempo perfecto para conocerla un poco más y sobre todo para acercarnos a ella, para ponernos bajo su protección y cuidado, a nosotros y a nuestra familia. Debemos recordar que el mismo Jesús nos la dejó al pie de la Cruz para que nos cuide y proteja y nosotros lo único que debemos hacer es acudir a ella, no solo en lo personal sino también en familia y para eso tenemos todo el mes para fomentar nuestro amor por ella. No quiere decir que solo debamos hacerlo en este mes, sino que mayo es un mes dedicado a la Virgen María y sería muy bueno aprovecharlo al máximo. Muchas veces nos cuesta trabajo tener una relación cercana con ella y es aquí donde te quiero compartir mis 5Tips para lograrlo. PRIMERO. Aprende un poco sobre ella. Nadie ama lo que no conoce, es por esto que debemos leer un poco lo que el magisterio de la Iglesia nos dice sobre la Santísima Virgen María. Existen varios documentos a los que podemos tener acceso ya sea en las librerías católicas o en la página web del Vaticano. Uno de ellos es Redemptoris Mater de San Juan Pablo II que nos habla sobre la mariología, otro documento muy bueno es Marialis Cultus de Pablo VI sobre el culto y devoción a María Santísima. Si nos ponemos a leer un poco sobre la Santísima Virgen es más fácil que la conozcamos mejor y así podamos apreciarla y amarla como a la madre de Dios y madre nuestra también. SEGUNDO. Investiga sobre las diferentes advocaciones. Es verdad que existen muchas advocaciones y que a veces nos cuesta trabajo saber a cuál de ellas acudir para pedir ayuda y protección, pero debemos estar seguros que todas son la misma Virgen Santísima que se hace cercana a nosotros y que, como en algún momento lo dijimos a los niños, se pone diferentes vestidos para ir a visitar a sus hijos de cierto lugar en particular. Conociendo sus advocaciones podremos adoptar alguna y acercarnos más y más a ella. En cuanto a la familia, siempre es más fácil que nuestros hijos crezcan con el amor a una advocación en particular, pero también podríamos ir adoptando a una cada cierto tiempo para que también nuestros hijos puedan escoger la que más les llegue al corazón. ¡Claro! Siempre recordando que es la misma Virgen María. TERCERO. Escoge alguna devoción mariana. Existen muchas, el santo Rosario, las tres Aves Marías, el Ángelus y en pascua el Regina Caeli, las novenas y las consagraciones, todas son muy buenas y todas nos acercan a la Madre del Cielo. No importa por cual empieces, lo importante es que nos hagamos el hábito de rezarle a la Virgen Santísima, de todo corazón, ya sea personalmente o en familia. Muchos me preguntan que si es mejor en familia y mi respuesta es que sí, ya que así nos encomendamos todos juntos como hijos suyos, además de que nuestros hijos crecerán con este amor a nuestra Madre y después será difícil que lo dejen porque se hace un estilo de vida. CUARTO. Conoce las virtudes de la virgen y trata de imitarlas. María Santísima es modelo de mujer y de madre, por lo que debemos conocer sus virtudes para después poder imitarlas en lo personal y educar a nuestros hijos en ellas. Algunas de estas intubes son: una fe viva, la humildad profunda, la obediencia ciega a Dios, una esperanza infinita, la oración continua, la mortificación por sus hijos, la pureza, la paciencia heroica, una gran dulzura, la sabiduría que le fue compartida de su divino Hijo y una caridad ardiente. Sé que todo esto suena inalcanzable para nosotros, pero es importante que comencemos a trabajar en estas y muchas otras virtudes que María Santísima tiene para asemejarnos poco a poco y cada día más a ella. Y QUINTO. Comparte todo esto con tu familia y los que te rodean. Todo esto no tiene sentido si no lo compartimos con los que nos rodean, porque cuando amamos a alguien lo queremos gritar a los cuatro vientos, es así que debemos compartir este amor a nuestra Madre del Cielo con los que nos rodean, empezando con nuestros hijos. Para eso podemos hacer material didáctico que nos ayude a que nuestros hijos pequeños comprendan quién es María Santísima. Para nuestros hijos más grandes podemos buscar libros adecuados a su edad y madurez como son: Las glorias de María de San Alfonso María de Ligorio, el Nicán Mopohua de Antonio Valeriano, María, mujer y madre del Padre Juan Pablo Ledesma LC, entre otros. Lo importante es que todos la tengamos presente en nuestra vida personal y familiar, que nos sintamos sus hijos y recordar que “un hijo de María jamás se perderá”. Más aborto, menos garantías, más embriones exterminados El gobierno enviará el próximo día 17 de mayo al Congreso para tramitación parlamentaria su proyecto de nueva ley del aborto que podría ser aprobada el próximo año. La situación que precede a este nuevo intento de extender el aborto y de privar de derechos al no nacido viene marcada por algunos sucesos que pasamos a enumerar: Hace doce años que esperamos una sentencia del Tribunal Constitucional que resuelva el recurso de inconstitucionalidad a la vigente ley por considerar que no respeta el derecho a la vida del nasciturus, entre otras razones. Nadie ha sabido explicar hasta la fecha por qué una sentencia del Tribunal Constitucional que afecta a derechos fundamentales ha sufrido este retraso, aunque no es difícil intuir que razones ideológicas y políticas están detrás de esta inacción que deja indefensos a los más débiles, los no nacidos, a quienes la ley debería proteger en primer lugar. La aprobación de una nueva ley del aborto haría ya innecesario el pronunciamiento del alto Tribunal, que parece estar en el trasfondo de esta intolerable dejación. En junio de 2021, ya en el Parlamento europeo, el informe Matić reivindicó el reconocimiento del aborto como un derecho para la mujer ignorando los derechos del nasciturus. Posteriormente, el presidente francés Emmanuel Macron proponía la inclusión del derecho al aborto en la Carta de Derechos de la Unión Europea, contraviniendo de este modo el primero de sus artículos en el que se plasma el derecho a la vida. Recientemente, la Organización Mundial de la Salud ha reclamado facilitar el acceso al aborto a todas las mujeres en todas las circunstancias, sin restricciones y en todo el mundo, omitiendo todas las consideraciones que afectan a la salud de las mujeres embarazadas que abortan o a la salud de sus hijos. Además, el organismo internacional parece supeditar la concesión de ayudas a los países a que estos legislen en este sentido. Paralelamente a estas regulaciones proabortistas se producen otras que promueven la eutanasia y se abandona la implementación universal de los cuidados paliativos. El actual proyecto de ley del aborto destina recursos importantes a la financiación no solo del aborto en centros públicos sino de todos los métodos anticonceptivos, incluyendo una rebaja de impuestos a los productos de higiene femenina, estableciendo la gratuidad para muchos de ellos. El destino de estos fondos, ignorando necesidades sanitarias más urgentes, como es el caso de la atención paliativa no sigue verdaderos criterios de salud y de atención a los ciudadanos, sino exclusivamente ideológicos. El ejercicio de la objeción de conciencia parece convertirse en un obstáculo si el aborto y la eutanasia se convierten en derechos. Los actuales movimientos regulatorios en estos dos campos tratan pues de restringir este derecho en los facultativos implicados. El derecho a la objeción de conciencia -negarse a participar en actos no médicos que buscan provocar la muerte de los pacientes- es el último resquicio que le queda al no nacido o al enfermo incurable o terminal de ver respetado su derecho a la vida dado que este derecho no le es reconocido en la ley. Es la negación del facultativo a terminar con su vida la única garantía de que su derecho a la vida sea respetado. La ley del aborto actualmente vigente, modificada por el Partido Popular en 2015, restringe el derecho al aborto en las menores de edad mayores de 16 años que deben contar para practicarlo con el permiso de sus padres o tutores. El actual proyecto suprime esta restricción. Pero no solo esta: elimina el periodo de reflexión necesario de 3 días que debe transcurrir entre la petición de la mujer y la práctica del aborto. Se elimina también la obligatoriedad de facilitar a la mujer información sobre los recursos y ayudas disponibles en caso de querer continuar con su embarazo. No existe tampoco ninguna obligatoriedad de mostrar imágenes de su hijo o informarle de las posibles secuelas futuras que conlleva la práctica del aborto. Simultáneamente se han venido produciendo en los últimos meses regulaciones que pretenden restringir el derecho a la libertad de expresión por parte de los defensores de la vida cuando se manifiestan frente a clínicas abortistas. La reciente regulación aprobada por el gobierno lo considera acoso y lo persigue penalmente. Se trata de un instrumento más para eliminar alternativas a la mujer que se dispone a abortar. El actual anteproyecto parece derivar el grueso de los abortos, financiados con fondos públicos, a los centros públicos, dejando el recurso a los centros privados acreditados solo en caso de necesidad. Debe recordarse que según los datos del Instituto Nacional de Estadística de 2020 el 85% de los abortos se practican en clínicas privadas, más de 80.000, que deberán ahora ser asumidos mayoritariamente por la sanidad pública en detrimento de otros servicios más urgentes. Finalmente, la implementación de medidas de protección de la salud como la concesión de bajas en mujeres con dismenorrea, embarazadas a partir de la semana 36 de gestación o la persecución de malas praxis médicas como el abuso de cesáreas o episiotomías, aunque es recogido explícitamente en el texto que se propone no supone ninguna novedad pues forma parte de la buena praxis médica habitual. Reflexión final Reconocer el derecho de las madres a terminar con la vida de sus hijos es negar el derecho de sus hijos a vivir: el derecho a decidir de la mujer no puede en ningún caso conculcar el derecho a la vida del no nacido. Privar de la información necesaria a la mujer que pide abortar es impedirle el ejercicio de una decisión libre. Una mujer angustiada o no, que quiere terminar con su embarazo debe evaluar correctamente antes de tomar una decisión las alternativas disponibles, la ayudas a las que tiene derecho, los efectos secundarios que pueden derivarse de la práctica del aborto y la naturaleza de aquello con lo que quiere terminar: su propio hijo. Sin esta información la decisión no es libre: se toma sin disponer de los datos necesarios y muchas veces en situaciones de angustia que la limitan. Allanar el camino al aborto es restringir el camino hacia la vida y la libertad. Como afirmó Jerome Lejeune, defensor de la vida y uno de los mejores genetistas de su época: “La calidad de la civilización puede medirse por el respeto que tiene hacia sus miembros más débiles. No existe otro criterio”. Esto sitúa nuestra actual civilización en una situación de franca decadencia que exige de todos nosotros un decidido compromiso en favor de la vida y la dignidad humanas. Julio Tudela Observatorio de Bioética El tiempo… ¿lo llevamos dentro? El concepto más utilizado Todos los humanos tenemos una cierta percepción del tiempo, en general muy semejante, siendo un concepto que utilizamos con mucha frecuencia en nuestra vida diaria con expresiones muy variadas: “no tengo tiempo”, “hace mucho tiempo” y tantísimas otras; por ello, resulta ser el sustantivo más empleado en cualquier idioma. Es la base de cómo registramos la vida en la Tierra. Estamos tan acostumbrados a referirlo al movimiento de los astros que llegamos a olvidar esta relación; ello me permite sorprender a mi nieto cuando cumple 10 años diciéndole: “¿sabes lo que estamos celebrando hoy? Pues que ya has dado diez vueltas alrededor del sol”. Pero, ¿sabemos realmente lo que es el tiempo? Cuando tratamos de definir el tiempo nos vemos en la necesidad de recurrir al uso de términos directamente relacionados con el propio concepto del tiempo, entrando en lo que denominamos un círculo vicioso. Por ello es fácil estar de acuerdo con lo que nos dice San Agustín en el Libro XI de sus Confesiones: “¿Qué es entonces el tiempo? Si nadie me pregunta, lo sé. Si quisiera explicarle a quien me lo pregunta, no lo sé.”[1] Nuestra percepción del tiempo No somos capaces de dar una definición precisa, pero sí que podemos describir determinadas características que observamos en torno al tiempo. Percibimos que el mundo está en un incesante proceso de cambio y entendemos que el tiempo, como ya apuntó Aristóteles, es la medida de ese cambio. Nuestro cerebro registra recuerdos que atribuimos al pasado y también es capaz de anticipar ciertas cosas del futuro, como, por ejemplo, la posición futura de la pelota después de un certero raquetazo en la cancha de tenis; este hecho nos genera la sensación de que el tiempo es algo que parece fluir uniformemente y por igual en todo el universo, mientras que en su transcurso suceden todas las cosas. Además, la mayoría de los procesos que observamos son irreversibles, desde el aroma que se dispersa en una habitación hasta el envejecimiento de nuestro propio cuerpo y de todos los seres vivos. Estos procesos marcan lo que llamamos la flecha del tiempo, ocurren en una dirección en el tiempo y nunca al contrario. La consideración del tiempo como absoluto, es decir, el mismo para cualquiera en cualquier parte del universo es otro de los aspectos que se manifiesta como una percepción común en el ser humano. Aunque los neurocientíficos no han podido localizar ningún tipo de reloj en nuestro cerebro que sea responsable de detectar el paso del tiempo, el hombre sí que tiene esa capacidad; es la capacidad que nos permite distinguir entre un lapso de tiempo de tres minutos, en comparación con otro de un cuarto de hora. Tampoco la ciencia es capaz de definir el tiempo Filósofos y científicos se han afanado en profundizar en el conocimiento del tiempo, pero tampoco han alcanzado a proporcionar una definición satisfactoria del mismo ni, por supuesto, a responder a todas las incógnitas que nos plantea. Y los avances de la ciencia, que nos permiten ir conociendo diferentes características de lo que entendemos que es el tiempo, han ido abriendo una amplia grieta entre la percepción humana basada en nuestros pensamientos y experiencias durante los últimos milenios y lo que se deduce de las ecuaciones que definen el modelo del universo que damos como válido. La estructura temporal del mundo es diferente de nuestra percepción del mismo. La teoría de la relatividad de Einstein se ha demostrado completamente precisa para describir el comportamiento y evolución del universo, y de ella se deducen varios aspectos sorprendentes del tiempo. Según esta teoría, el tiempo y el espacio derivan de la existencia de la materia y están entrelazados, constituyendo una dimensión añadida a las tres dimensiones espaciales que visualizamos. El espacio-tiempo es, pues, una dimensión semejante a las otras tres. Además, esta teoría elimina el concepto de un tiempo absoluto: cada individuo poseería su propia medida personal del tiempo, medida que dependería de dónde está, qué campo gravitatorio le afecta y a qué velocidad se mueve. La noción de «presente» no tendría sentido en el universo. Hay otro rasgo profundo e intrigante que manifiestan las leyes fundamentales desde Isaac Newton: no distinguen entre pasado y futuro, son reversibles y por tanto no reconocen la dirección del tiempo. Como vemos, la información que obtenemos de la ciencia rompe los esquemas que tenemos trazados en nuestra mente. Interpretando las leyes físicas y la percepción humana A partir de las teorías científicas aceptadas que explican el universo, surgen diferentes interpretaciones que tratan de explicar la naturaleza del tiempo. Vamos a hacer referencia a las dos más importantes:El presentismo es la teoría que dice que los únicos eventos y objetos que existen son los que se encuentran en el presente; solo el presente es real, es decir, el pasado ya no existe y el futuro aún está por nacer. Esta teoría choca con la relatividad especial, ya que, al existir solamente el momento presente, los eventos que ocurren serán los mismos para todos. La relatividad especial niega la noción de simultaneidad, ya que que dos observadores que se mueven uno respecto del otro podrían no estar de acuerdo en el momento de los eventos y, cuando las velocidades se acercan a la velocidad de la luz, el orden temporal de los eventos puede ser percibido de manera diversa por diferentes observadores.La visión mayoritaria de científicos y filósofos es el eternismo (o el universo de bloque), en la que el pasado, el presente y el futuro son igualmente reales, por lo que nuestro sentimiento intuitivo de que hay algo muy especial en el presente es esencialmente una ilusión. Brian Greene es un físico teórico de cuerdas muy popular, debido fundamentalmente a sus numerosas publicaciones y programas en la televisión. En su obra El tejido del cosmos lo resume así: si aceptamos la noción de que la realidad consiste en las cosas existentes en nuestra imagen mental congelada justo en este momento, y si aceptamos que el “ahora” de una persona no es más válido que el “ahora” de otra ubicada muy lejos en el espacio moviéndose libremente, debemos aceptar que la realidad abarca todos los eventos en el espacio-tiempo. Así como imaginamos que todo el espacio está realmente ahí fuera, que existe realmente, también debemos imaginar que todo el tiempo está realmente ahí fuera, que también existe realmente. Pasado, presente y futuro ciertamente parecen ser entidades distintas. Pero, como dijo una vez Einstein: “Para nosotros, los físicos convencidos, la distinción entre pasado, presente y futuro es sólo una ilusión, por persistente que sea”[2]. Lo único que es real es todo el espacio-tiempo. La interpretación de Rovelli Carlo Rovelli es uno de los creadores de la teoría de la gravedad cuántica de bucles, uno de los varios intentos en curso de casar la mecánica cuántica con la relatividad general. Ha reflexionado de forma particularmente profunda sobre el tiempo, sin limitarse al contexto de su campo de investigación, la gravedad cuántica. En su interpretación, el tiempo lo debemos entender como un concepto complejo de múltiples capas con diferentes propiedades. Algunas capas afectan solamente a dominios limitados[3]; sabemos, por ejemplo, que el tiempo que sentimos en las condiciones de nuestra vida en la tierra es diferente al que sentiríamos viajando a velocidades próximas a la de la luz. Para comprender la realidad debemos pensar en el mundo como una colección de eventos o procesos. “Cuanto más lo hemos estudiado, menos comprensible parece el mundo en términos de algo que es. Parece ser mucho más inteligible en términos de relaciones entre eventos.”[4] La física que conocemos consiste en descripciones matemáticas de cómo cambian las cosas, no de cómo son. “La mecánica de Newton, las ecuaciones de Maxwell, la mecánica cuántica, etc., nos dicen cómo suceden los eventos, no cómo son las cosas. Entendemos la biología estudiando cómo evolucionan y viven los seres vivos. Entendemos la psicología (un poco, no mucho) al estudiar cómo interactuamos entre nosotros, cómo pensamos… Entendemos el mundo en su devenir, no en su ser.”[5] Lo que percibimos como tiempo no se explica solo por la relatividad general: involucra la teoría cuántica, la termodinámica y probablemente más, incluidas la neurociencia y las ciencias cognitivas. Es importante destacar que hay aspectos de nuestra propia experiencia humana del tiempo que están muy ligados a la forma específica en que funciona nuestro cerebro: el hecho de que tenemos recuerdos, que anticipamos el futuro, etc. Es el cerebro humano, no la física fundamental, lo que determina lo que llamamos el fluir del tiempo y el sentido de la velocidad a la que fluye. “La evolución ha moldeado nuestro cerebro como una máquina que se alimenta de la memoria para anticipar el futuro.”[6] Hace 1.600 años San Agustín ya estaba ahí San Agustín nos dejó pensamientos muy profundos sobre muchas materias, pero su análisis del tiempo resulta especialmente clarividente. La validez y actualidad de sus reflexiones es resaltada por el premio Nobel de Física Steven Weinberg, cuando escribe: “el Libro XI de las Confesiones de Agustín contiene una famosa discusión sobre la naturaleza del tiempo, y parece haberse convertido en una tradición citar este capítulo al escribir sobre cosmología cuántica”[7]. La teoría general de la relatividad que enunció Einstein establece que el tiempo está ligado fundamentalmente a la materia y a la gravedad, y que sin materia no existiría el tiempo. Si el espacio-tiempo es un aspecto o parte del universo físico, se sigue que el comienzo del universo físico debe haber sido el comienzo del espacio y del tiempo mismos. Y esta fue la notable intuición de Agustín, afirmando que no tiene sentido hablar de “tiempos anteriores a la creación”. Antes de Agustín, nadie que sepamos había tratado de considerar el «tiempo» como algo cambiante, algo que podía comenzar y detenerse; después de todo, siempre percibimos que el tiempo avanza, y contemplar la temporalidad como finita o maleable parece antinatural. También se anticipó Agustín a la idea de que el tiempo puede existir solo en la mente, conclusión contenida igualmente en el Libro XI de las Confesiones, en el que se pregunta sobre la naturaleza del tiempo y en el que, según Rovelli, presenta un lúcido análisis de nuestra capacidad para percibir el tiempo, que resume de la siguiente manera: “En el presente, vemos sólo el presente; podemos ver cosas que interpretamos como rastros del pasado, pero hay una diferencia categórica entre ver rastros del pasado y percibir el fluir del tiempo, y Agustín se da cuenta de que la raíz de esta diferencia, la conciencia del paso del tiempo, es algo interno. Es integral a la mente. Son las huellas dejadas en el cerebro por el pasado. La exposición de Agustín de la idea es bastante hermosa. Se basa en nuestra experiencia de la música. Cuando escuchamos un himno, el significado de un sonido viene dado por los que le preceden y le siguen. La música sólo puede ocurrir en el tiempo, pero si siempre estamos en el momento presente, ¿cómo es posible escucharla? Es posible, observa Agustín, porque nuestra conciencia se basa en la memoria y la anticipación. Un himno, una canción, está de alguna manera presente en nuestras mentes en una forma unificada, mantenida unida por algo, por lo que consideramos que es el tiempo. Y por lo tanto esto es lo que es el tiempo: está enteramente en el presente, en nuestra mente, como memoria y como anticipación.” [1] Agustín de Hipona Las confesiones Libro XI http://www.augustinus.it/spagnolo/confessioni/conf_11_libro.htm [2] Brian Greene The fabric of the cosmos . Space, time, and the texture of reality 2004 ISBN 0-375-41288-3 [3] [3] Melinda Baldwin Author Q&A: Carlo Rovelli on the physics of time 19 Feb 2019 in People & History [4] Carlo Rovelli The order of time 2018 ISBN 9780735216129 (ebook) [5] Ibid [6] Financial Times FT Series Masters of Science 2018 Carlo Rovelli on the meaning of time https://www.ft.com/content/ce6ef7b8-429a-11e8-93cf-67ac3a6482fd [7] Stephen M. Barr St. Augustine’s Relativistic Theory of Time 2020 Church Life Journal University of Notre Dame Manuel Ribes Observatorio de Bioética Por qué la responsabilidad penal de Vladimir Putin es indiscutible 08/05/2022 Publicado en The Conversation Mario Pereira Profesor de Derecho Penal y de Estudios sobre Seguridad Internacional Son muchas las voces pretendidamente autorizadas que sostienen que conducir a Vladimir Putin y sus asociados ante un Tribunal Penal constituye una quimera. La Realpolitik y el hecho de ser Rusia una potencia nuclear le hace inmune a sanciones impuestas por parte de cualquier corte penal del mundo. Si los dos padres del Derecho penal internacional, Raphael Lemkin y Murray Bernays, hubieran bajado los brazos ante la cuasi-unánime crítica que recibieran sus respectivas tesis en su día, lejos estaríamos de tener hoy el sistema penal internacional que ostentamos. Nuestra labor, desde la Academia, no ha de ser la de agoreros de un supuesto status quo fáctico carente de ética, de justicia, sólo sustentable mediante la bestialidad de la fuerza. Debemos (des)valorarlo y enmendarlo en pos de un deber-ser que resulte (cada vez más) garante de la observancia y respeto de los derechos humanos. Hemos de insistir en que sí cabe responsabilizar penalmente a Putin et al y desarrollo cinco claves para atender esta cuestión: 1. Un crimen contra la paz. Horrores que hemos visto en las últimas semanas, como las matanzas de civiles en Bucha, el asedio a la ciudad de Kiev, los bombardeos a Mariúpol, entre tantas otras atrocidades perpetradas por las fuerzas armadas rusas en Ucrania, indudablemente podrían constituir crímenes de guerra… Intentar negarlo, sería un ejercicio de imperdonable necedad. Pero más allá de su condición de actos contrarios a las Convenciones de Ginebra, se trata de algo más grave: constituyen actos criminales de guerra que se absorben por la más grave de las figuras típicas del Derecho Penal Internacional: el crimen de agresión o la guerra de agresión, o, como se formulara originalmente en Núremberg, el crimen contra la Paz. No estamos ante una guerra, estamos ante un crimen atroz del Derecho penal internacional –el peor de todos ellos–. Luego, las actuaciones desplegadas por el ejército de la Federación Rusa en el territorio de Ucrania y contra sus ciudadanos, no derivan de un conflicto bélico (siquiera en apariencia). Carecen, ab initio, de cualquier atisbo de legitimidad o justificación, ni jurídica ni mucho menos ética. 2. Una acción que atenta contra el marco de seguridad internacional de la Humanidad. El delito de agresión o crimen contra la Paz, en su formulación original en el art. 6º del Estatuto del Tribunal de Núremberg se articula sobre dos extremos, diseñados por Murray Bernays: la conspiracy (coautoría sui generis que se configura sobre un acuerdo criminal consistente en lanzar una guerra ilegal contra otro estado) y la membership (la responsabilidad individual por ejecutar un rol dentro de una organización o institución orientada a la ejecución del plan criminal). Esto es, para ser autor del delito, el art. 8 bis del Estatuto de la Corte Penal Internacional requiere que celebren el pacto o acuerdo criminal, por lo que sólo podrán serlo aquellos individuos que cuenten con la suficiente capacidad (fáctica y jurídica) como para preparar, iniciar o realizar los actos de agresión. Tal es la razón por la que más que en los actos delictivos individuales, su interés penal reside en su potencialidad de desestabilizar dicho orden jurídico internacional, como en desestabilizar el marco de seguridad internacional de la Humanidad (desplazando la imputación de un concurso real de homicidios, asesinatos, lesiones, delitos sexuales, etc.). 3. La responsabilidad de la toda la Federación Rusa y sus aliados. No sólo Vladimir Putin, sino todo jerarca de la Federación Rusa y de su aliada Bielorrusia, en la medida en que controlen o dirijan parcialmente la acción política o militar del estado, que no hayan renunciado o se hayan opuesto a intervenir en el conflicto armado, han intervenido en la celebración de ese pacto o acuerdo criminal. Pacto que no requiere de un acuerdo expreso, sino que se verifica mediante el reajuste de las instituciones políticas y militares del estado orientándolas a la preparación, inicio o realización de los actos de agresión. Produciéndose una verdadera reconfiguración del campo estructurado de la interacción socio-política, dirigido a la consumación del delito internacional (la guerra de agresión). (por ejemplo: soldados, funcionarios públicos, periodistas de agencias públicas, etc.) en pos de la finalidad inicua (aunque siempre disfrazado ello bajo un mantra o discurso pseudo legitimante, como pudiere ser la supuesta lucha contra «elementos nazis»). 4. Contra el veto de Rusia. No obsta a lo anterior, el hecho de que Rusia no integre la Corte Penal Internacional ni haya adherido a su estatuto. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas puede resolver la creación de un Tribunal ad hoc a estos efectos, o bien podría remitir el caso a la Corte Penal Internacional. Se dirá que resulta cuanto menos quimérico tal planteamiento, dada la posibilidad de que Rusia interponga su veto. Sin embargo, existe importante doctrina que cuestiona la legitimidad de interponer un veto a una resolución relativa a delitos atroces por parte de cualquiera de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Su principal argumento en contra del empleo del veto en estos casos, es que conlleva un coste en vidas humanas. Hay que considerar además el pronunciamiento de la Corte Internacional de Justicia, del que cierta doctrina deduce que el poder de veto conferido por la Carta de la ONU, debe usarse de una manera tal, que resulte compatible con las normas de ius cogens (como las Convenciones de Ginebra, los Principios de Núremberg, etc), y en modo alguno socavando los deberes de todo miembro del Consejo de Seguridad en dar una respuesta adecuada ante cualquier violación grave a dichas normas y a la seguridad internacional. 5. La denuncia de los Estados. El Derecho penal internacional no se estructura sobre tribunales internacionales sino sobre los tribunales nacionales. Todo estado, sea parte o no del Tratado de Roma, puede ostentar jurisdicción y competencia para perseguir y castigar estos delitos. Tampoco podrían ampararse en fueros o amnistías generales o especiales. Ya que para estos casos de responsabilidades por delitos atroces, tales institutos resultan inoponibles. El consumo de carnes y la evidencia científica Durante su participación en el 9º Congreso Nacional de Porcicultores de México, que se ha celebrado del 4 al 7 de mayo en la Riviera Maya, Daniel de Miguel, responsable de Internacional de INTERPORC, manifestó con toda claridad ‘la evidencia científica recomienda el consumo de carnes magras, como la de porcino, "en una proporción de entre 3 y 4 raciones por semana para obtener los nutrientes que necesitamos, por lo que forma parte de una alimentación completa” por lo que es importante “trasladar a los consumidores la realidad científica sobre los beneficios nutricionales de la carne de cerdo”’. El responsable de Internacional de INTERPORC participó en un debate sobre la importancia de la carne de cerdo en una dieta equilibrada y abrió el diálogo exponiendo el posicionamiento nutricional de la carne y los productos elaborados de cerdo desde la evidencia científica. En ese sentido, “cobra un especial valor su inclusión en una dieta equilibrada para lograr una alimentación sana en todas las edades, especialmente entre los más jóvenes”, De Miguel remarcó, ya que “ellos van a ser los futuros consumidores y decisores de compra”. Y recordó que “en el caso concreto de España, la carne de porcino forma parte de la Dieta Mediterránea, reconocida como una de las más saludables del mundo”. Daniel de Miguel también habló de los falsos mitos, para introducir el tema del debate, señalando que “desde INTERPORC trabajamos mucho la comunicación para informar adecuadamente a los consumidores y desmontar algunas falsas creencias sobre la carne de cerdo”. En relación al nuevo consumidor y a su evolución a lo largo de los últimos años, incidió en que “debemos saber adaptarnos al contexto actual, en el que se encuentra este nuevo perfil al que hay que saber adaptarse”. Por ello, recomendó a las empresas porcinas mexicanas que trabajasen adecuadamente su comunicación para trasladar a los consumidores actuales, que demandan más que nunca alimentos sanos y de calidad, “la realidad científica que demuestra que la carne de porcino incluye proteínas; todos los aminoácidos esenciales; minerales como el hierro y el zinc; y vitaminas del grupo B, que permiten el correcto funcionamiento del sistema nervioso e inmunitario. Unas características que le confieren un alto valor biológico y nutricional”. Jesús Domingo No nos acostumbremos a la guerra Dada la situación de horror que se vive a diario en Ucrania, urge reabrir los corredores humanitarios para que la población civil pueda ser evacuada con seguridad. Y se plantea ya dramáticamente hasta cuándo van a poder resistir los heroicos defensores de Mariúpol ante unas embestidas cada vez más inhumanas. Por último, no hay que olvidar el riesgo de que nos acostumbremos a vivir con el ruido de fondo, cada vez más leve, de la guerra. El Papa Francisco pedía que no nos acostumbremos a la guerra, que pidamos la paz con voz potente desde los balcones y en las calles, para que termine la destrucción a la que el nacionalismo expansionista de Putin ha condenado a un país que sólo reclama su derecho a vivir en libertad. Domingo Martínez Madrid La Misericordia La misericordia es el límite último que Dios impone al mal que, pese a su aparente poder, nunca tendrá la palabra definitiva. A partir de esta certeza, Juan Pablo II instituyó el Domingo de la Divina Misericordia. Si el Papa Wojtyla pensaba en los horrores vividos en Europa durante la II Guerra Mundial, las recientes masacres en Europa recuerdan la actualidad de este mensaje. Pero no hace falta irse a los grandes acontecimientos para comprobar los dramáticos efectos que genera la ruptura con Dios a través del pecado. Esos efectos se palpan también en lo cotidiano, en la vida personal de cada uno, según planteaba el Papa Francisco en su carta apostólica “Misericordia et misera”. Incluso cuando parece que no hay ya esperanza de redención posible, esa Misericordia Divina sin límites es capaz de regenerar toda vida marchitada, inundándolo todo de “alegría” con su perdón. Jesús D Mez Madrid Solo a través del testimonio La Iglesia católica durante el siglo XX, especialmente con el Concilio Vaticano II, recuperó ese aspecto esencial de la consigna evangélica: “Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Tras un primer periodo en el que el cristianismo fue la religión de los perseguidos, que se transmitía a través del testimonio personal, el edicto de Teodosio convirtió al cristianismo en la religión oficial del Imperio en el siglo IV. Esta alianza entre trono y altar se reforzó en la época moderna con el desarrollo de las iglesias nacionales (en la ortodoxia y el mundo protestante) y con diversas fórmulas de nacionalcatolicismo. El Papa ha recordado ahora los daños que se derivan de esas fórmulas, que en cierto sentido son una contaminación. El cristianismo solo puede extenderse y mantenerse a través del testimonio y de la libertad de quienes lo acogen. Jesús D Mez Madrid Nuestro mercado laboral Que el mercado laboral español tiene problemas estructurales no es nada nuevo. Por ejemplo, con más de 3 millones de parados resulta paradójico que haya sectores en los que las empresas no puedan cubrir sus puestos de trabajo. El hecho de que haya sectores como la construcción, la agricultura o la industria del metal, que no encuentran personal para cubrir sus necesidades, indica una falta de adecuación de los sistemas de formación a las necesidades del mundo laboral. Sigue pendiente la extensión y la mejora de la Formación profesional, pero además se ponen de manifiesto problemas demográficos para el relevo generacional en algunos sectores. En cualquier caso, se trata de un problema que requiere también una respuesta política porque compromete el futuro de nuestra economía. No podemos recurrir únicamente a Europa para que demuestre el realismo necesario para sacar a la economía española del bucle en el que se encuentra Juan García. Los patios andaluces y no sólo en Córdoba Sí, en la meridional España, hay “un duende especial”; y motivado por ello una de sus manifestaciones son “los patios andaluces”; lo que viene de viejo, muy viejo, y sus raíces parece ser que vienen consolidadas desde la época de Roma y quizá mucho antes, puesto que los romanos es cierto que vinieron a “romanizar”, pero también vinieron a aprender de “la Iberia de los íberos y sus antecesores los Tartesos, puesto que ésta ya era “vieja”, cuando la pisaron romanos, cartagineses, griegos, judíos y otros pueblos semitas, que vinieron a “comerciar” y explotar los recursos que ya había en aquella “Hispania”; donde reitero, vinieron “a enseñar pero también a aprender”. Incluso en la Biblia hay noticias de ello y concretamente en el reinado de Salomón. Prueba de todo ello es el arte o amor a la jardinería, que si bien lo demuestran “los poderosos” (sirva como máxima expresión la Alhambra granadina y sus jardines, de los que similares hay muchos más en Andalucía) las clases medias, acomodadas, o incluso el pueblo o la plebe, cultivaba de siempre, aunque fuesen unos cuantos “tiestos”, con flores demostrando ese amor a las flores y al bien estar natural a que instintivamente aspiramos siempre el verdadero ser humano, que sobre todo y ante todo, quiere, “una casa o lar propio con la mayor y mejor paz que pueda conseguir”; todo ello se sigue mostrando hoy, en centenares de pueblos andaluces, donde sus habitantes y a su costa, adornan hasta las puertas, fachadas y las calles en que habitan; destacando en este caso, los pueblos del amplísimo litoral andaluz, ribereño a dos mares y un océano, donde la floresta artificial y cuidada prolifera con abundancia digna de ser resaltada. El patio andaluz es el invento del “aire acondicionado natural”, puesto que con él, la proliferación de plantas y flores, la fuente con agua, o el pozo, con los que “se refresca el ambiente” de los tórridos días del estío y esas noches calurosas del verano andaluz, se consigue bajar unos cuantos grados el caluroso exterior. Por ello y como en este Sur, donde el sol “aprieta bastante en el estío”, para conservar esos jardines privados, había que construir con las defensas necesarias; y es por ello por lo que todo aquel que podía, se hacía su casa (“o mansión”) con ese reducto interior, que permitía tener el jardín pertinente, incluso “más sibaritismo” aún, puesto que “las clases pudientes”, en sus grandes patios, tenían dos tipos de residencia; las partes bajas para residir en verano, o en “el buen tiempo”; y las altas, para residir en el avanzado otoño y el invierno, pues aquí también el frío viene “en su tiempo”; y todo aquel que podía permitirse ciertos lujos, los tenía y algunos los siguen teniendo hoy. Lo que ocurrió es que vinieron “los tiempos modernos con todos sus adelantos, pero también con esa anti natural forma de vivir, y donde la prisa (“o priesa que antes se decía”) rompe todas las armonías, y se va conformando una sociedad absurda, donde nos han llevado a la mayoría, en lo que yo denominé hace ya muchos años, o sea… “ir de prisa hacia ninguna parte” y así sigue ese rumbo, que por su velocidad, acaba con “flores, jardines, patios, balcones y ventanas ajardinadas, que antes abundaban y hoy no o mucho menos, puesto que todo ello requiere un cuido, que el actual “mono humano” no tiene o no quiere tener tiempo para cuidarlo, y como vemos, se consuela o se satisface, con esos aparatitos “apretabotones” y donde parece ser que muchos encuentran todo lo necesario para vivir. Por ello, aquellos goteos o “chorreos de pequeñas fuentes”, incluso el ruido de “las moscas en su vuelo siestero”, ya se perdió, del cotidiano vivir, que en este Sur, yo recuerdo desde niño, donde aquel tenue ruido mosqueril, era como una tenue nana natural, que hacía agradable la siesta, aún en el descanso del sillón de anea, mecedora o cualquier similar fabricado con la fresca mimbre, teniendo al lado, el vulgar porrón o botijo de agua fresca, para apagar la sed de la forma más natural que había. Sí, hay que detenerse, todo aquel que sepa o quiera saber del pasado y ver que con él se perdió, mucha humanidad; por ello yo he escrito todo esto hoy, donde mi hija mayor (María) me envía una dirección, de algunos patios de los abundantes que aún quedan en mi ciudad (Jaén) y que les facilito a mis lectores para que los vena en: https://lacontradejaen.com/la-contra-patios-jaen/ y al propio tiempo, felicito a las personas que aún cuidan, estas “joyas”, que seguro irán desapareciendo, con las vidas de sus actuales cuidadores, puesto que las nuevas generaciones, hablarles de “patios, flores, jardines, filosofía y otras cosas así, es perder el tiempo”; como mucho irán alguna vez a esa Córdoba que ha comercializado sus patios y de paso allí, se pegarán “una hinchada de cerveza o vino, salmorejo, revuelto de espárragos y huevos, rabo de toro y postre de pastel cordobés”; y… “comamos y bebamos que mañana moriremos”… “es la vida”. Antonio García Fuentes (Escritor y filósofo) www.jaen-ciudad.es (Aquí mucho más) Inicie sesión para enviar comentarios
“Escuchar a Jesús se convierte así en el camino para descubrir que Él nos conoce. Este es el segundo verbo, que se refiere al buen pastor: Él conoce a sus ovejas. Pero esto no significa solo que sabe muchas cosas sobre nosotros: conocer en sentido bíblico quiere decir también amar” expresó el Papa Francisco en el Regina Coeli de este domingo, 8 de mayo de 2022. “El Evangelio de la Liturgia de hoy nos habla del vínculo que hay entre el Señor y cada uno de nosotros” (cfr. Jn 10,27-30). Dijo el Santo Padre. “Para hacerlo, Jesús utiliza una imagen tierna, una imagen hermosa, la del pastor que está con las ovejas. Y la explica con tres verbos: “Mis ovejas —dice Jesús— escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen” (v. 27). Tres verbos: escuchar, conocer, seguir. Veamos estos tres verbos”: “Escuchar significa disponibilidad, significa docilidad, significa tiempo dedicado al diálogo”. “Para el Señor sobre todo es necesario escuchar. Él es la Palabra del Padre y el cristiano es hijo de la escucha, llamado a vivir con la Palabra de Dios al alcance de la mano”. Y añadió, “Quien escucha a los otros sabe escuchar también al Señor, y viceversa. Y experimenta una cosa muy bonita, es decir que el Señor mismo escucha: nos escucha cuando le rezamos, cuando confiamos en Él, cuando le invocamos”. Asimismo advierte el santo Padre, “Escuchar a Jesús se convierte así en el camino para descubrir que Él nos conoce. Este es el segundo verbo, que se refiere al buen pastor: Él conoce a sus ovejas. Pero esto no significa solo que sabe muchas cosas sobre nosotros: conocer en sentido bíblico quiere decir también amar”. “Finalmente, el tercer verbo”, concluye el santo Padre. “Las ovejas que escuchan y saben que son conocidas siguen: escuchan, se sienten conocidas por el Señor y siguen al Señor, que es su pastor”. A continuación, siguen las palabras del Papa al introducir la oración mariana, ofrecidas por la Oficina de Prensa de la Santa Sede: Palabras del Papa ¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días! El Evangelio de la Liturgia de hoy nos habla del vínculo que hay entre el Señor y cada uno de nosotros (cfr. Jn 10,27-30). Para hacerlo, Jesús utiliza una imagen tierna, una imagen hermosa, la del pastor que está con las ovejas. Y la explica con tres verbos: “Mis ovejas —dice Jesús— escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen” (v. 27). Tres verbos: escuchar, conocer, seguir. Veamos estos tres verbos. En primer lugar, las ovejas escuchan la voz del pastor. La iniciativa viene siempre del Señor; todo parte de su gracia: es Él que nos llama a la comunión con Él. Pero esta comunión nace si nosotros nos abrimos a la escucha; si permanecemos sordos no nos puede dar esta comunión. Abrirse a la escucha porque escuchar significa disponibilidad, significa docilidad, significa tiempo dedicado al diálogo. Hoy estamos abrumados por las palabras y por la prisa de tener que decir o hacer algo siempre; es más, cuántas veces dos personas están hablando y una no espera que la otra termine el pensamiento, la corta a mitad de camino, responde… Pero si no la deja hablar, no hay escucha. Este es un mal de nuestro tiempo. Hoy estamos abrumados por las palabras, por la prisa de tener que decir siempre algo, tenemos miedo del silencio. ¡Cuánto cuesta escucharse! ¡Escucharse hasta el final, dejar que el otro se exprese, escucharse en familia, escucharse en la escuela, escucharse en el trabajo, e incluso en la Iglesia! Pero para el Señor sobre todo es necesario escuchar. Él es la Palabra del Padre y el cristiano es hijo de la escucha, llamado a vivir con la Palabra de Dios al alcance de la mano. Preguntémonos hoy si somos hijos de la escucha, si encontramos tiempo para la Palabra de Dios, si damos espacio y atención a los hermanos y a las hermanas. Si sabemos escuchar hasta que el otro se pueda expresar hasta el final, sin cortar su discurso. Quien escucha a los otros sabe escuchar también al Señor, y viceversa. Y experimenta una cosa muy bonita, es decir que el Señor mismo escucha: nos escucha cuando le rezamos, cuando confiamos en Él, cuando le invocamos. Escuchar a Jesús se convierte así en el camino para descubrir que Él nos conoce. Este es el segundo verbo, que se refiere al buen pastor: Él conoce a sus ovejas. Pero esto no significa solo que sabe muchas cosas sobre nosotros: conocer en sentido bíblico quiere decir también amar. Quiere decir que el Señor, mientras “nos lee dentro” nos quiere, no nos condena. Si le escuchamos, descubrimos esto, que el Señor nos ama. El camino para descubrir el amor del Señor es escucharlo. Entonces la relación con Él ya no será impersonal, fría o de fachada. Jesús busca una cálida amistad, una confidencia, una intimidad. Quiere donarnos un conocimiento nuevo y maravilloso: el de sabernos siempre amados por Él y por tanto nunca dejados solos a nosotros mismos. Estando con el buen pastor se vive la experiencia de la que habla el Salmo: “Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo” (Sal 23,4). Sobre todo, en los sufrimientos, en las fatigas, en las crisis que son la oscuridad: Él nos sostiene atravesándolas con nosotros. Y así, precisamente en las situaciones difíciles, podemos descubrir que somos conocidos y amados por el Señor. Preguntémonos entonces: ¿yo me dejo conocer por el Señor? ¿Le hago espacio en mi vida, le llevo eso que vivo? Y, después de muchas veces en las que he experimentado su cercanía, su compasión, su ternura, ¿qué idea tengo yo del Señor? El Señor es cercano, el Señor es buen pastor. Finalmente, el tercer verbo. Las ovejas que escuchan y saben que son conocidas siguen: escuchan, se sienten conocidas por el Señor y siguen al Señor, que es su pastor. Y quien sigue a Cristo, ¿qué hace? Va donde va Él, por el mismo camino, en la misma dirección. Va a buscar a quien está perdido (cfr. Lc 15,4), se interesa por quien está lejos, se toma en serio las situaciones de quien sufre, sabe llorar con quien llora, tiende la mano al prójimo, se lo carga sobre los hombros. ¿Y yo? ¿Me dejo solo amar por Jesús y del dejarse amar paso a amarlo, a imitarlo? Que la Virgen Santa nos ayude a escuchar a Cristo, a conocerlo cada vez más y a seguirlo en el camino del servicio. Escuchar, conocerlo y seguirlo.