04/05/2022La coherencia de la fe y la herencia del honor
El Papa Francisco continua con sus catequesis dedicadas a la edad adulta, en esta oportunidad colocando como referencia a Eleazar, su cohe
El Papa pide a los jóvenes escucha, valentía y servicio
En el proceso de encontrar el propio camino en la vida, Francisco anima a los jóvenes a escuchar como la Virgen María y a prestar atención a las palabras de sus abuelos.
Ciudad del Vaticano
El Papa invita a los jóvenes a construir una vida plena que sea fruto de la valentía de entregarse al servicio de los demás. En el Video del Papa de mayo, con la intención de oración que confía a toda la Iglesia a través de la Red Mundial de Oración del Papa , el Santo Padre se dirige a los jóvenes y los invita a que “descubran en María el estilo de la escucha, la profundidad del discernimiento, la valentía de la fe y la dedicación al servicio”.
La importancia de la escucha
Además del ejemplo de la Virgen María, el Papa recomienda a los jóvenes que en su proceso de discernimiento escuchen “las palabras de los abuelos”, ya que “en ellas encontrarán una sabiduría que los llevará a ir más allá de las tendencias del momento”. Sin embargo, también deben ser escuchados.
“Nos hace falta crear más espacios donde resuene la voz de los jóvenes”, reclamaba Francisco en la Exhortación Christus vivit. Esta petición del Santo Padre ya fue recogida en 2019 por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, que creó un organismo internacional de representación de los jóvenes para fomentar su participación y corresponsabilidad en las Iglesias particulares. Y es precisamente en colaboración con este Dicasterio que se ha realizado El Video del Papa de mayo: el primero de un tríptico de intenciones de oración que tendrá como protagonistas a la familia en junio y a los ancianos en julio.
Rezar por la valentía de la fe y la dedicación al servicio de los jóvenes.
Valentía y servicio
El mensaje de mayo también está marcado por el servicio, de forma que el discernimiento tenga un impacto positivo en los demás. Francisco invita a los jóvenes a ser valientes y decididos para decir ‘sí’ al Señor como hizo María, que “se arriesgó y lo apostó todo cambiando su vida al seguirle”. “Ustedes, los jóvenes que quieren construir un mundo mejor, sigan su ejemplo”, insiste el Santo Padre.
Hacia la JMJ de Lisboa 2023
El ejemplo de María para los jóvenes, indicado por el Papa Francisco en este video, es subrayado por el Padre João Chagas, responsable de la Oficina Jóvenes del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida: “El tema de la próxima peregrinación intercontinental de los jóvenes -la JMJ de Lisboa 2023- será mariano: ‘María se levantó y se fue deprisa’ (Lc 1,39). Todo el camino de preparación de este evento es una invitación a los jóvenes para que se levanten y ayuden al mundo a hacerlo.
En su último mensaje a los jóvenes, el Santo Padre les dirigió un enérgico llamamiento: ¡Ayudémonos ‘unos a otros a levantarnos juntos, y en este difícil momento histórico seremos profetas de tiempos nuevos, llenos de esperanza! Que la Bienaventurada Virgen María interceda por nosotros’ (Papa Francisco, Mensaje para la XXXVI JMJ)”.
La oración es la mejor forma de preparación para la JMJ de Lisboa 2023.
Diálogo entre generaciones
El P. Frédéric Fornos S.J., Director Internacional de la Red Mundial de Oración del Papa, obra pontificia que cuenta con una sección juvenil, el Movimiento Eucarístico Juvenil, recordó que, desde el inicio de su pontificado, Papa Francisco ha subrayado la importancia de un nuevo entendimiento entre las generaciones, en particular entre abuelos y nietos.
“No es casualidad que a Francisco le guste recordar a menudo al profeta Joel: ‘Después de esto, derramaré mi espíritu sobre todo hombre y tus hijos y tus hijas se convertirán en profetas; tus mayores tendrán sueños, tus jóvenes tendrán visiones’ (Jl 3, 1; cf. Hch 2, 17)”, dijo el padre Fornos.
El sacerdote explicó además que con la intención de oración de este mes, en el contexto del proceso Sinodal, el Papa Francisco pone la luz sobre la formación de los jóvenes en el discernimiento: “¿Cómo ayudar a los jóvenes, siguiendo el estilo de María, a escuchar, a discernir, para reconocer los llamados del Señor y servir en el mundo de hoy? Aquí se juega seguramente el rol de los ancianos que pueden ayudarlos en esta tarea. Recemos juntos por esta intención de oración”.
Francisco: María "fue valiente y decidida al decir 'sí' al Señor".
MAYO: POR LA FE DE LOS JÓVENES
“Al hablar de familia quiero empezar dirigiéndome primero a los jóvenes. Cuando pienso en un modelo en el que ustedes, los jóvenes, se puedan sentir identificados, siempre me viene a la cabeza nuestra Madre, María. Su valentía, su saber escuchar y su dedicación al servicio. Ella fue valiente y decidida al decir “sí” al Señor. Ustedes, los jóvenes que quieren construir algo nuevo, un mundo mejor, sigan su ejemplo, arriésguense. No olviden que para seguir a María necesitan discernir y descubrir lo que Jesús quiere de ustedes, no lo que a ustedes se les ocurre que pueden hacer. Y en este discernimiento es de gran ayuda escuchar las palabras de los abuelos. En esas palabras de los abuelos van a encontrar una sabiduría que los va a llevar más allá de las cuestiones del momento. Le van a dar panorámica a las inquietudes de ustedes. Recemos, hermanas y hermanos, para que los jóvenes, llamados a una vida plena, descubran en María el estilo de la escucha, la profundidad del discernimiento, la valentía de la fe y la dedicación al servicio. Francisco”
El Santo Padre a los farmacéuticos: puntos fijos en la pandemia
Al recibir a la Federación Católica Internacional de Farmacéuticos Católicos, el Papa Francisco subrayó que la emergencia sanitaria fue para esta categoría una ocasión para estar cerca de la gente. La audiencia se celebró en la Casa de Santa Marta a causa de su problema de rodilla
Vatican News
En el curso la mañana el Santo Padre recibió a los representantes del mundo de los farmacéuticos a quienes llamándolos “queridos amigos” les dio los buenos y días y su bienvenida agradeciendo, ante todo, las palabras que le dirigió su presidente. “Ustedes – les dijo el Papa – son los dirigentes de la Federación Internacional de Farmacéuticos Católicos, pero sabemos que nuestras asociaciones eclesiásticas están siempre abiertas a todos y al servicio de todos, naturalmente según los principios de la moral cristiana, basada en la dignidad de la persona humana”. Además, el Pontífice afirmó que “la pandemia de Covid-19 ha puesto a los farmacéuticos, por así decirlo, en primera línea”.
Punto de referencia para los ciudadanos
Y añadió que “los ciudadanos, a menudo perdidos, han encontrado en ellos un punto de referencia para la asistencia, el asesoramiento, la información, y también – como bien sabemos – para poder realizar rápidamente las pruebas necesarias para la vida y las actividades cotidianas”.
“Creo que esta situación de crisis también ha provocado en su entorno profesional la necesidad de ‘arrimar el hombro’, de apoyarse mutuamente. Y esto debería ser un incentivo para asociarse. Felicito a su Federación porque ha sabido ver esta crisis como una oportunidad y ha relanzado el valor del compromiso asociativo, típico de la tradición católica”
Papel social de los farmacéuticos
Volviendo a su papel social, el Papa dijo que “los farmacéuticos son como un ‘puente’ entre los ciudadanos y el sistema sanitario”. En cuanto a la burocracia del sistema, que la pandemia puso a prueba en sus procedimientos causando más perjuicios para la salud de los enfermos, el Santo Padre afirmó que “los farmacéuticos hacen una doble contribución al bien común”:
“Aligera el peso del sistema sanitario y alivia la tensión social”
El farmacéutico es cercano
Francisco afirmó que “naturalmente, este papel debe llevarse a cabo con gran prudencia y seriedad profesional, pero para la gente es muy importante el aspecto de la proximidad – subrayo esto: la cercanía – el aspecto del consejo, de esa familiaridad que debe ser característica de la asistencia sanitaria ‘a medida del hombre’”.
“Esto es cierto. En los barrios, los farmacéuticos son la casa, están a mano. Hay que ir al médico, pero vas a ver a un farmacéutico, tocas el timbre y lo encuentras para darte una mano: ‘Toma esto’, es algo más familiar, más cercano”
Conversión a una ecología integral
Otro aspecto que mencionó el Santo Padre, y tiene “un significado social y cultural”, es la “contribución que los farmacéuticos pueden hacer a la conversión a una ecología integral”.
“Todos estamos llamados a aprender un estilo de vida más respetuoso con el entorno en el que Dios nos ha colocado, con nuestra casa común. Y este estilo de vida también incluye una forma de comer y de vivir saludable en general. Creo que los farmacéuticos también pueden ‘crear cultura’ en este ámbito, promoviendo una mayor sabiduría para llevar una vida sana”
Enriquecerse con los conocimientos de otras culturas
Antes de despedirse, el Obispo de Roma sugirió que se inspiren “en la tradición milenaria que, aquí en Europa, se remonta a las antiguas farmacias de los monasterios”. Y aludió a las raíces que pueden “enriquecerse con los conocimientos y prácticas de otras culturas, como las de Oriente, o las de los pueblos originarios de América”.
“Yo diría que ustedes, farmacéuticos, pueden ayudarnos a desenmascarar los engaños de un falso bienestar y a educar en una verdadera ‘buena vida’, que no es privilegio de unos pocos sino que está al alcance de todos. El buen vivir no en el sentido de hacer una vida bella, sino el vivir en consonancia con el ambiente, en consonancia con el universo, con todos”
Tras desearles lo mejor en su trabajo y camino asociativo, el Papa los bendigo de corazón y los encomendó a la intercesión de la Virgen María y de su patrón, San Juan Leonardi, pidiéndoles, por favor, que no se olviden de rezar por él.
EL PAN QUE DA LA VIDA ETERNA
— El anuncio de la Sagrada Eucaristía en la sinagoga de Cafarnaún. El Señor nos pide una fe viva. Himno Adoro te devote .
— El Misterio de fe. La transubstanciación .
— Los efectos de la Comunión en el alma: sustenta, repara y deleita .
I. Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este es el pan que baja del Cielo para que si alguien come de él no muera 1 . Es el sorprendente y maravilloso anuncio que hizo Jesús en la sinagoga de Cafarnaún, que hoy leemos en el Evangelio de la Misa. Continúa el Señor: Yo soy el pan vivo que ha bajado del Cielo. Si alguno come de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo 2 .
Jesús revela el gran misterio de la Sagrada Eucaristía. Sus palabras son de un realismo tan grande que excluyen cualquier otra interpretación. Sin la fe, estas palabras no tienen sentido. Por el contrario, aceptada por la fe la presencia real de Cristo en la Eucaristía, la revelación de Jesús resulta clara e inequívoca, y nos muestra el infinito amor que Dios nos tiene.
Adoro te devote, latens deitas, quae sub his figuris vere latitas : te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias, decimos con aquel himno a la Sagrada Eucaristía que compuso Santo Tomás y que desde hace siglos fue adoptado por la liturgia de la Iglesia. Es una expresión de fe y de piedad, que puede servirnos para manifestar nuestro amor, porque constituye un resumen de los principales puntos de la doctrina católica sobre este sagrado Misterio.
Te adoro con devoción, Dios escondido... , repetimos en la intimidad de nuestro corazón, despacio, con fe, esperanza y amor. Quienes estaban aquel día en la sinagoga entendieron el sentido propio y realista de las palabras del Señor; de haberlo entendido en un sentido simbólico o figurado no les hubiera causado la extrañeza y confusión que San Juan describe a continuación, y no hubiera sido ocasión de que muchos le dejaran aquel día. Dura es esta enseñanza, ¿quién puede escucharla? 3 , dicen mientras se marchan. Es dura –sigue siendo dura– para quienes no están bien dispuestos, para quienes no admiten sin sombra alguna que Jesús de Nazaret, Dios, que se hizo hombre, se comunica de este modo a los hombres por amor. Te adoro, Dios escondido , le decimos nosotros en nuestra oración, manifestándole nuestro amor, nuestro agradecimiento y el asentimiento humilde con que le acatamos. Es una actitud imprescindible para acercarnos a este misterio del Amor.
Tibi se cor meum totum subiicit, quia te contemplans totum deficit : a Ti se somete mi corazón por completo y se rinde totalmente al contemplarte. Sentimos necesidad de repetírselo muchas veces al Señor, porque son muchos los incrédulos. También a nosotros, a todos los que queremos seguir al Señor muy de cerca, nos pregunta: ¿También vosotros queréis marcharos? 4 . Y al ver la desorientación y la confusión en que andan tantos cristianos que se separaron del tronco de la fe, que tienen el alma como adormecida para lo sobrenatural, se reafirma nuestro amor: Tibi se cor meum totum subiicit... Nuestra fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía debe ser muy firme: «creemos que, como el pan y el vino consagrados por el Señor en la Última Cena se convirtieron en su Cuerpo y en su Sangre, que enseguida iban a ser ofrecidos por nosotros en la Cruz, así también el pan y el vino consagrados por el sacerdote se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, sentado gloriosamente en el Cielo, y creemos que la presencia misteriosa del Señor, bajo la apariencia de aquellos elementos, que continúan apareciendo a nuestros sentidos de la misma manera que antes, es verdadera, real y substancial»5 .
II. No se pueden mitigar las palabras del Señor: el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo . «Este es el misterio de nuestra fe», se proclama inmediatamente después de la Consagración en la Santa Misa. Ha sido y es la piedra de toque de la fe cristiana. Por la transubstanciación, las especies de pan y vino «ya no son el pan ordinario y la ordinaria bebida, sino el signo de una cosa sagrada, signo de un alimento espiritual; pero adquieren un nuevo significado y un nuevo fin en cuanto contienen una “realidad”, que con razón denominamos ontológica; porque bajo dichas especies ya no existe lo que había antes, sino una cosa completamente diversa (...), puesto que convertida la sustancia o naturaleza del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, no queda ya nada de pan y de vino, sino las solas especies: bajo ellas Cristo todo entero está presente en su realidad física, aun corporalmente, aunque no del mismo modo como los cuerpos están en un lugar»6 .
Nosotros miramos a Jesús presente en el Sagrario, quizá a pocos metros, o se nos va el corazón hacia la iglesia más cercana, y le decimos que sabemos, mediante la fe, que Él está allí presente. Creemos firmemente en la promesa que hizo en Cafarnaún y que realizó poco tiempo después en el Cenáculo: Credo quidquid dixit Dei Filius: nihil hoc verbo veritatis verius : creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta palabra de verdad.
Nuestra fe y nuestro amor se deben poner particularmente de manifiesto en el momento de la Comunión. Recibimos a Jesucristo, Pan vivo que ha bajado del Cielo, el alimento absolutamente necesario para llegar a la meta.
En la Sagrada Comunión se nos entrega el mismo Cristo, perfecto Dios y perfecto Hombre; misteriosamente escondido, pero deseoso de comunicarnos la vida divina. Cuando le recibimos en este Sacramento, su Divinidad actúa en nuestra alma, mediante su Humanidad gloriosa, con una intensidad mayor que cuando estuvo aquí en la tierra. Ninguno de aquellos que fueron curados: Bartimeo, el paralítico de Cafarnaún, los leprosos... estuvo tan cerca de Cristo –del mismo Cristo– como lo estamos nosotros en cada Comunión. Los efectos que produce este Pan vivo, Jesús, en nuestra alma son incontables y de una riqueza infinita. La Iglesia lo sintetiza en estas palabras: «todo el efecto que la comida y la bebida material obran en cuanto a la vida del cuerpo, sustentando, reparando y deleitando, eso lo realiza este sacramento en cuanto a la vida espiritual»7 .
Oculto bajo las especies sacramentales, Jesús nos espera. Se ha quedado para que le recibamos, para fortalecernos en el amor. Examinemos hoy cómo es nuestra fe; ante tantos abandonos, veamos cómo es nuestro amor, cómo preparamos cada Comunión. Le decimos con Pedro: hemos conocido y creído que Tú eres el Cristo 8 . Tú eres nuestro Redentor, la razón de nuestro vivir.
III. La Comunión sustenta la vida del alma de modo semejante a como el alimento corporal sustenta al cuerpo. La recepción de la Sagrada Eucaristía mantiene al cristiano en gracia de Dios, pues el alma recupera las fuerzas del continuo desgaste que sufre debido a las heridas que permanecen en ella por el pecado original y los propios pecados personales. Mantiene la vida de Dios en el alma, librándola de la tibieza; y ayuda a evitar el pecado mortal y a luchar eficazmente contra los pecados veniales.
La Sagrada Eucaristía aumenta también la vida sobrenatural, la hace crecer y desarrollarse. Y a la vez que sacia espiritualmente, da al alma más deseos de los bienes eternos: el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá nunca sed 9 . «La comida material primero se convierte en el que la come y, en consecuencia, restaura sus pérdidas y acrecienta sus fuerzas vitales. La comida espiritual, en cambio, convierte en sí al que la come, y así el efecto propio de este sacramento es la conversión del hombre en Cristo, para que no viva él sino Cristo en él y, en consecuencia, tiene el doble efecto de restaurar las pérdidas espirituales causadas por los pecados y deficiencias, y de aumentar las fuerzas de las virtudes»10 .
Por último, la gracia que recibimos en cada Comunión deleita a quien comulga bien dispuesto. Nada se puede comparar a la alegría de la Sagrada Eucaristía, a la amistad y cercanía de Jesús, presente en nosotros. «Jesucristo, durante su vida mortal, no pasó jamás por lugar alguno sin derramar sus bendiciones en abundancia, de lo cual deduciremos cuán grandes y preciosos deben ser los dones de que participan quienes tienen la dicha de recibirle en la Sagrada Comunión; o mejor dicho, que toda nuestra felicidad en este mundo consiste en recibir a Jesucristo en la Sagrada Comunión»11 .
La Comunión es «el remedio de nuestra necesidad cotidiana»12 , «medicina de la inmortalidad, antídoto contra la muerte y alimento para vivir por siempre en Jesucristo»13 . Concede al alma la paz y la alegría de Cristo, y es verdaderamente «un anticipo de la bienaventuranza eterna»14 .
Entre todos los ejercicios y prácticas de piedad, ninguno hay cuya eficacia santificadora pueda compararse a la digna recepción de este sacramento. En él no solamente recibimos la gracia, sino el Manantial y la Fuente misma de donde brota. Todos los sacramentos se ordenan a la Sagrada Eucaristía y la tienen como centro15 .
Oculto bajo los accidentes de pan, Jesús desea que nos acerquemos con frecuencia a recibirle: el banquete, nos dice, está preparado16 . Son muchos los ausentes y Jesús nos espera, a la vez que nos envía a anunciar a otros que también a ellos les aguarda en el Sagrario.
Si se lo pedimos, la Santísima Virgen nos ayudará a ir a la Comunión mejor dispuestos cada día.
1 Jn 6, 48-50. — 2 Jn 6, 51. — 3 Jn 6, 60. — 4 Cfr. Jn 6, 67. — 5 Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios , 24. — 6 Pablo VI, Enc. Mysterium fidei , 3-lX-1965. — 7 Conc. de Florencia, Bula Exultate Deo: Dz 1322-698. — 8 Jn 6, 70. — 9 Jn 6, 35. — 10 Santo Tomás, Coment. al libro IV de las Sentencias , d. 12, q. 2, a. 11. — 11 Santo Cura de Ars, Sermón sobre la Comunión . — 12 San Ambrosio, Sobre los misterios , 4. — 13 San Ignacio de Antioquía, Epístola a los efesios , 20. — 14 Cfr. Jn 6, 58; Dz 875. — 15 Cfr. Santo Tomás, Suma Teológica , 3, q. 65, a. 3. — 16 Cfr. Lc 14, 15 ss.
Evangelio del jueves: Jesucristo, Camino y Puerta al Padre
Comentario del jueves de la 3.ª semana de Pascua. "Nadie puede venir a mí si no le atrae el Padre que me ha enviado". Dios es la fuente de la Vida, y a esa fuente solo podemos llegar a través del Hijo en la oración y en los sacramentos.
05/05/2022
Evangelio (Jn 6,44-51)
Nadie puede venir a mí si no le atrae el Padre que me ha enviado, y yo le resucitaré en el último día. Está escrito en los Profetas: Y serán todos enseñados por Dios . Todo el que ha escuchado al que viene del Padre, y ha aprendido, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, sino que aquel que procede de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo que el que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron. Éste es el pan que baja del cielo, para que si alguien lo come no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Si alguno come este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
Comentario
El Evangelio según San Juan nos ha transmitido como ningún otro Evangelio los discursos de Jesús en los que habla de su relación con el Padre. Estos días la liturgia nos recuerda las palabras que encontramos en el capítulo sexto, concretamente en el Discurso del Pan de Vida. Las personas que seguían al Señor buscaban en él la vida. Y, sí, Jesús se ofrecía como Pan de Vida, pero de una Vida como ellos no podían imaginar. El alimento que estaba ofreciendo no era simplemente para el cuerpo.
Con las palabras del evangelio de hoy se nos está animando a no desistir de buscar, encontrar y amar a Jesús (cfr. Camino , 382). Para ello, es necesaria una actitud abierta del corazón, de escucha confiada y agradecida, que responda implicándose en un diálogo de amor con la propia existencia. Esto es: una verdadera escucha en la que nos dejemos tocar en lo más profundo de nuestro ser y, fruto de ello, conformemos nuestra vida según lo recibido. Cristo nos quiere dar la mano, iluminar nuestra inteligencia, fortalecer nuestra voluntad y acompañarnos en el camino hacia el Padre. Dios es la fuente de la Vida, y a esa fuente nos quiere llevar. ¿Cómo lo hace?: dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas (cfr. 1 P 2,21). Esto es la fe: identificación con aquel en quien se cree.
En una de las lecturas de la Vigilia Pascual leímos estas palabras: ¡Todos los sedientos, venid a las aguas! Y los que no tengáis dinero, ¡venid! Comprad y comed. Venid. Comprad, sin dinero y sin nada a cambio, vino y leche. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no es pan, y vuestros salarios en lo que no sacia? Escuchadme con atención y comeréis cosa buena, y os deleitaréis con manjares substanciosos (Is 55,1-2). ¡Cuántas veces habremos usado la palabra “saciar” sin saber realmente lo que significa estar saciados! Porque el profeta está hablando de algo que llena y ya no se pierde. Ahí es donde merece la pena invertir: en alimentarnos de Cristo, en convertir toda nuestra existencia en un diálogo con él, trabajando con él, descansando con él, cuidando las amistades con su amor, anhelando ver a un Padre cuyo rostro solo él ha contemplado y que nos ha mostrado y nos muestra en la medida en que le dejemos vivir en nosotros.
“¡Madre! -Llámala fuerte, fuerte”
¡Madre! -Llámala fuerte, fuerte. -Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias: y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha. (Camino, 516)
5 de mayo
Para comprender el papel que María desempeña en la vida cristiana, para sentirnos atraídos hacia Ella, para buscar su amable compañía con filial afecto, no hacen falta grandes disquisiciones, aunque el misterio de la Maternidad divina tiene una riqueza de contenido sobre el que nunca reflexionaremos bastante.
Hemos de amar a Dios con el mismo corazón con el que queremos a nuestros padres, a nuestros hermanos, a los otros miembros de nuestra familia, a nuestros amigos o amigas: no tenemos otro corazón. Y con ese mismo corazón hemos de tratar a María.
¿Cómo se comportan un hijo o una hija normales con su madre? De mil maneras, pero siempre con cariño y con confianza. Con un cariño que discurrirá en cada caso por cauces determinados, nacidos de la vida misma, que no son nunca algo frío, sino costumbres entrañables de hogar, pequeños detalles diarios, que el hijo necesita tener con su madre y que la madre echa de menos si el hijo alguna vez los olvida: un beso o una caricia al salir o al volver a casa, un pequeño obsequio, unas palabras expresivas. (Es Cristo que pasa, 142)
Devolver a la fe su honor, una misión de los ancianos
El Papa Francisco continuó, en la audiencia general de este miércoles, con su serie de catequesis sobre la ancianidad apoyándose en la figura de Eleazar, ejemplo de fidelidad y coherencia al rechazar renegar de su fe incluso si así perdía días de vida.
VIDEO
04/05/2022
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
En el camino de estas catequesis sobre la vejez, hoy encontramos un personaje bíblico —un anciano— de nombre Eleazar, que vivió en los tiempos de la persecución de Antíoco Epífanes.
Es una bonita figura. Su figura nos entrega un testimonio de la relación especial que existe entre la fidelidad de la vejez y el honor de la fe . ¡Es un valiente! Quisiera hablar precisamente del honor de la fe, no solo de la coherencia, del anuncio, de la resistencia de la fe.
El honor de la fe se encuentra periódicamente bajo la presión, incluso violenta, de la cultura de los dominadores, que intenta envilecerla tratándola como un hallazgo arqueológico, o vieja superstición, terquedad anacrónica, etc.
La historia bíblica —hemos escuchado un pequeño pasaje, pero es bonito leerlo todo— narra el episodio de los judíos obligados por un decreto del rey a comer carnes sacrificadas a los ídolos. Cuando es el turno de Eleazar, que era un anciano de noventa años muy estimado por todos y con autoridad, los oficiales del rey le aconsejan que haga una simulación, es decir que finja comer la carne sin hacerlo realmente.
Hipocresía religiosa, hay tanta hipocresía religiosa, hipocresía clerical. Estos le dicen: “Pero haz un poco el hipócrita, nadie se dará cuenta”. Así Eleazar se habría salvado, y —decían aquellos— en nombre de la amistad habría aceptado su gesto de compasión y de afecto. Después de todo —insistían— se trataba de un gesto mínimo, fingir comer pero no comer, un gesto insignificante.
Es poca cosa, pero la respuesta tranquila y firme de Eleazar se basa en un argumento que nos llama la atención. El punto central es este: deshonrar la fe en la vejez, para ganar unos cuantos días, no es comparable con la herencia que esta debe dejar a los jóvenes, a enteras generaciones futuras.
¡Qué bueno este Eleazar! Un anciano que ha vivido en la coherencia de la propia fe durante toda la vida, y ahora se adapta a fingir el repudio, condena a la nueva generación a pensar que toda la fe haya sido una ficción, una cubierta exterior que se puede abandonar pensando que se puede conservar en la propia intimidad.
Y no es así, dice Eleazar. Tal comportamiento no honra la fe, ni siquiera frente a Dios. Y el efecto de esta banalización exterior será devastador para la interioridad de los jóvenes. ¡La coherencia de este hombre que piensa en los jóvenes, piensa en la herencia futura, piensa en su pueblo!
Es precisamente la vejez —y esto es bonito para los ancianos— la que aparece aquí como el lugar decisivo, el lugar insustituible de este testimonio. Un anciano que, a causa de su vulnerabilidad, aceptara considerar irrelevante la práctica de la fe, haría creer a los jóvenes que la fe no tiene ninguna relación real con la vida. Les parecería, desde su inicio, como un conjunto de comportamientos que, si es necesario, pueden ser simulados o disimulados, porque ninguno de ellos es tan importante para la vida.
La antigua gnosis heterodoxa, que fue una insidia muy poderosa y muy seductora para el cristianismo de los primeros siglos, teorizaba precisamente sobre esto, es una cosa vieja esta: que la fe es una espiritualidad, no una práctica; una fuerza de la mente, no una forma de vida.
La fidelidad y el honor de la fe, según esta herejía, no tienen nada que ver con los comportamientos de la vida, las instituciones de la comunidad, los símbolos del cuerpo. La seducción de esta perspectiva es fuerte, porque interpreta, a su manera, una verdad indiscutible: que la fe nunca se puede reducir a un conjunto de normas alimenticias o de prácticas sociales. La fe es otra cosa.
El problema es que la radicalización gnóstica de esta verdad anula el realismo de la fe cristiana, porque la fe cristiana es realista, la fe cristiana no es solamente decir el Credo, sino que es pensar el Credo, es sentir el Credo, es hacer el Credo. Trabajar con las manos.
Sin embargo, esta propuesta gnóstica es un “fingir”, lo importante es que tú dentro tengas la espiritualidad y después puedes hacer lo que quieras. Y esto no es cristiano.
Es la primera herejía de los gnósticos, que está muy de moda aquí, en este momento, en tantos centros de espiritualidad, etc. Y vacía el testimonio de esta gente, que muestra los signos concretos de Dios en la vida de la comunidad y resiste a las perversiones de la mente a través de los gestos del cuerpo.
La tentación gnóstica que es una de las —digamos la palabra— herejías, una de las desviaciones religiosas de este tiempo, la tentación gnóstica siempre permanece actual. En muchas tendencias de nuestra sociedad y de nuestra cultura, la práctica de la fe sufre una representación negativa, a veces en forma de ironía cultural, a veces con una marginación oculta.
La práctica de la fe para estos gnósticos que ya estaban en la época de Jesús, es considerada como una exterioridad inútil e incluso nociva, como un residuo anticuado, como una superstición enmascarada. En resumen, una cosa para los viejos.
La presión que esta crítica indiscriminada ejerce en las jóvenes generaciones es fuerte. Cierto, sabemos que la práctica de la fe puede convertirse en una exterioridad sin alma —este es el peligro contrario—, pero en sí misma no lo es en absoluto.
Quizá nos corresponde precisamente a nosotros, a los ancianos, una misión muy importante: devolver a la fe su honor , hacerla coherente que es el testimonio de Eleazar, la coherencia hasta el final. La práctica de la fe no es el símbolo de nuestra debilidad, sino más bien el signo de su fuerza. Ya no somos niños. ¡No bromeamos cuando nos pusimos en el camino del Señor!
La fe merece respeto y honor hasta el final: nos ha cambiado la vida, nos ha purificado la mente, nos ha enseñado la adoración de Dios y el amor del prójimo. ¡Es una bendición para todos!
Pero toda la fe, no una parte. No cambiaremos la fe por unos cuantos días tranquilos, sino que haremos como Eleazar, coherente hasta el final, hasta el martirio. Demostraremos, con mucha humildad y firmeza, precisamente en nuestra vejez, que creer no es algo “de viejos”, sino que es algo de vida. Creer en el Espíritu Santo, que hace nuevas todas las cosas, y Él con gusto nos ayudará.
Queridos hermanos y hermanas ancianos, por no decir viejos —estamos en el mismo grupo— miremos, por favor, a los jóvenes. Ellos nos miran, no olvidemos esto.
Me viene a la mente esa película de la postguerra tan bonita: “Los niños nos miran”. Nosotros podemos decir lo mismo con los jóvenes: los jóvenes nos miran y nuestra coherencia puede abriles un camino de vida bellísimo. Sin embargo, una eventual hipocresía hará mucho mal. Recemos los unos por los otros. ¡Qué Dios nos bendiga a todos nosotros ancianos!
Trabajar bien, trabajar por amor (I): Un motivo sobrenatural
¿Qué es "Santificar el trabajo"? En este artículo se explica que es darle un motivo, un porqué: un amor a Dios y a los demás por Dios que influye radicalmente en la misma actividad, impulsando a realizarla bien, con competencia y perfección.
02/06/2009
Decía San Josemaría que el espíritu del Opus Dei recoge la realidad hermosísima de que cualquier tarea digna y noble en lo humano, puede convertirse en un quehacer divino.
La vida de muchas personas ha experimentado un giro al conocer esta doctrina, y a veces solamente al oír hablar de santificación del trabajo . Hombres y mujeres que trabajaban con horizontes sólo terrenos, de dos dimensiones, y se entusiasman al saber que su trabajo profesional puede adquirir una dimensión trascendente, relieve de vida eterna. ¿Cómo no pensar en el gozo de aquel personaje del Evangelio que al encontrar un tesoro escondido en un campo, fue y vendió todo lo que tenía para comprar aquel campo?[1]
El Espíritu Santo hizo descubrir a San Josemaría este tesoro en la doctrina del Evangelio, especialmente en los largos años de la vida de Jesús en Nazaret, años de sombra, pero para nosotros claros como la luz del sol [2] , porque esos años ocultos del Señor no son algo sin significado, ni tampoco una simple preparación de los años que vendrían después: los de su vida pública. Desde 1928 comprendí con claridad que Dios desea que los cristianos tomen ejemplo de toda la vida del Señor. Entendí especialmente su vida escondida, su vida de trabajo corriente en medio de los hombres [3] .
Gracias a la luz de Dios, el Fundador del Opus Dei enseñó constantemente que el trabajo profesional es realidad santificable y santificadora. Verdad sencilla y grandiosa que el Magisterio de la Iglesia ha enseñado sobre todo a partir del Concilio Vaticano II[4] , y recogido después en el Catecismo, señalando que «el trabajo puede ser un medio de santificación y de animación de las realidades terrenas en el Espíritu de Cristo»[5] .
«Con sobrenatural intuición» –ha afirmado Juan Pablo II–, «el Beato Josemaría predicó incansablemente la llamada universal a la santidad y al apostolado. Cristo convoca a todos a santificarse en la realidad de la vida cotidiana; por ello, el trabajo es también medio de santificación personal y de apostolado cuando se vive en unión con Jesucristo»[6] .
Nuestro Fundador ha sido instrumento querido por Dios para difundir esta doctrina abriendo perspectivas inmensas a la santidad personal de multitud de cristianos y para la santificación de la sociedad humana desde dentro, es decir, desde el entramado mismo de las relaciones profesionales que la configuran.
'El trabajo acompaña inevitablemente la vida del hombre sobre la tierra'.
Esta semilla dará los frutos que el Señor espera si nosotros ponemos el empeño necesario para meditarla en la presencia de Dios y ponerla en práctica con su ayuda, porque la santificación del trabajo no es sólo una idea que basta explicar para que se aprenda; es un ideal que se busca y se conquista por amor a Dios, conducidos por su gracia.
SENTIDO DEL TRABAJO
Desde el comienzo de la Sagrada Escritura, en el libro del Génesis, se nos revela el sentido del trabajo. Dios, que hizo buenas todas las cosas, «quiso libremente crear un mundo "en estado de vía" hacia su perfección última»[7] , y creó al hombre ut operaretur [8] , para que con su trabajo «prolongase en cierto modo la obra creadora y alcanzase su propia perfección»[9] .
Como consecuencia del pecado, el trabajo está acompañado de fatiga y muchas veces de dolor[10] . Pero al asumir nuestra naturaleza para salvarnos, Jesucristo Nuestro Señor ha transformado la fatiga y el dolor en medios para manifestar el amor y la obediencia a la Voluntad divina y reparar la desobediencia del pecado. Así vivió Jesús durante seis lustros: era fabri filius (Mt 13, 55), el hijo del carpintero. (...) Era el faber, filius Mariae (Mc 6, 3), el carpintero, hijo de María. Y era Dios, y estaba realizando la redención del género humano, y estaba atrayendo a sí todas las cosas (Jn 12, 32) [11] .
Junto a esta realidad del trabajo de Jesucristo, que nos muestra la plenitud de su sentido, hemos de considerar que por gracia sobrenatural hemos sido hechos hijos de Dios formando una sola cosa con Jesucristo, un solo cuerpo. Su Vida sobrenatural es vida nuestra, y nos ha hecho partícipes de su sacerdocio para que seamos corredentores con Él.
Esta profunda unión del cristiano con Cristo ilumina el sentido de todas nuestras actividades y, en particular, del trabajo. En las enseñanzas de San Josemaría, el fundamento de la santificación del trabajo, es el sentido de la filiación divina, la conciencia de que Cristo quiere encarnarse en nuestro quehacer [12] .
Toda esta visión cristiana del sentido trabajo, se compendia en las siguientes palabras: El trabajo acompaña inevitablemente la vida del hombre sobre la tierra. Con él aparecen el esfuerzo, la fatiga, el cansancio: manifestaciones del dolor y de la lucha que forman parte de nuestra existencia humana actual, y que son signos de la realidad del pecado y de la necesidad de la redención. Pero el trabajo en sí mismo no es una pena, ni una maldición o un castigo: quienes hablan así no han leído bien la Escritura Santa. (...) El trabajo, todo trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre, de su domino sobre la creación. Es ocasión de desarrollo de la propia personalidad. Es vínculo de unión con los demás seres, fuente de recursos para sostener a la propia familia; medio de contribuir a la mejora de la sociedad, en la que se vive, y al progreso de toda la Humanidad. Para un cristiano, esas perspectivas se alargan y se amplían. Porque el trabajo aparece como participación en la obra creadora de Dios (...). Porque, además, al haber sido asumido por Cristo, el trabajo se nos presenta como realidad redimida y redentora: no sólo es el ámbito en el que el hombre vive, sino medio y camino de santidad, realidad santificable y santificadora [13] .
SANTIFICAR LA ACTIVIDAD DE TRABAJAR
'El trabajo se santifica de hecho cuando se realiza por amor a Dios'.
Una expresión de San Josemaría, que salía con frecuencia de sus labios y de su pluma, nos adentra en el espléndido panorama de la santidad y del apostolado en el ejercicio de un trabajo profesional: para la gran mayoría de los hombres, ser santo supone santificar el propio trabajo, santificarse en su trabajo, y santificar a los demás con el trabajo [14] .
Son tres aspectos de una misma realidad, inseparables y ordenados entre sí. Lo primero es santificar –hacer santo – el trabajo, la actividad de trabajar[15] . Santificar el trabajo es hacer santa esa actividad, hacer santo el acto de la persona que trabaja.
De esto dependen los otros dos aspectos, porque el trabajo santificado es también santificador: nos santifica a nosotros mismos, y es medio para la santificación de los demás y para empapar la sociedad con el espíritu cristiano. Conviene, por tanto, que nos detengamos a considerar el primer punto: qué significa hacer santo el trabajo profesional.
Un acto nuestro es santo cuando es un acto de amor a Dios y a los demás por Dios: un acto de amor sobrenatural –de caridad–, lo cual presupone, en esta tierra, la fe y la esperanza. Un acto así es santo porque la caridad es participación de la infinita Caridad, que es el Espíritu Santo[16] , el Amor subsistente del Padre y del Hijo, de modo que un acto de caridad es un tomar parte en la Vida sobrenatural de la Santísima Trinidad: un tomar parte en la santidad de Dios.
En el caso del trabajo profesional, hay que tener en cuenta que la actividad de trabajar tiene por objeto las realidades de este mundo –cultivar un campo, investigar una ciencia, proporcionar servicios, etc.– y que, para ser humanamente buena y santificable, ha de ser ejercicio de las virtudes humanas. Pero esto no basta para que sea santa.
'Es imprescindible buscar de un modo u otro la presencia de Dios'.
El trabajo se santifica de hecho cuando se realiza por amor a Dios, para darle gloria –y, en consecuencia, como Dios quiere, cumpliendo su Voluntad: practicando las virtudes cristianas informadas por la caridad–, para ofrecerlo a Dios en unión con Cristo, ya que «por Él, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre Omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria»[17] .
Pon un motivo sobrenatural a tu ordinaria labor profesional, y habrás santificado el trabajo [18] . Con estas breves palabras el fundador del Opus Dei muestra la clave de la santificación del trabajo. La actividad humana de trabajar se santifica cuando se lleva a cabo por un motivo sobrenatural .
Lo decisivo no es, por tanto, que salga bien , sino que trabajemos por amor a Dios, ya que esto es lo que busca en nosotros: Dios mira el corazón [19] . Lo decisivo es el motivo sobrenatural , la finalidad última, la rectitud de intención de la voluntad, el realizar el trabajo por amor a Dios y para servir a los demás por Dios. Se eleva así el trabajo al orden de la gracia, se santifica, se convierte en obra de Dios, operatio Dei, opus Dei .[20] .
CUALIDADES DEL MOTIVO SOBRENATURAL
El motivo sobrenatural es sincero si influye eficaz y radicalmente en el modo de trabajar, llevando a cumplir nuestra tarea con perfección, como Dios quiere, dentro de las limitaciones personales con las que Él cuenta.
El motivo sobrenatural que hace santo el trabajo, no es algo que simplemente se yuxtapone a la actividad profesional, sino que es un amor a Dios y a los demás por Dios que influye radicalmente en la misma actividad, impulsando a realizarla bien, con competencia y perfección, porque no podemos ofrecer al Señor algo que, dentro de las pobres limitaciones humanas, no sea perfecto, sin tacha, efectuado atentamente también en los mínimos detalles: Dios no acepta las chapuzas. No presentaréis nada defectuoso , nos amonesta la Escritura Santa, pues no sería digno de El (Lv 22, 20). Por eso, el trabajo de cada uno, esa labor que ocupa nuestras jornadas y energías, ha de ser una ofrenda digna para el Creador, operatio Dei , trabajo de Dios y para Dios: en una palabra, un quehacer cumplido, impecable [21] .
Una "buena intención" que no impulsara a trabajar bien, no sería una intención buena, no sería amor a Dios. Sería una intención ineficaz y hueca, un débil deseo, que no alcanza a superar el obstáculo de la pereza o de la comodidad. El verdadero amor se plasma en el trabajo.
Poner un motivo sobrenatural no es tampoco añadir algo santo a la actividad de trabajar. Para santificar el trabajo no es suficiente rezar mientras se trabaja, aunque –cuando es posible hacerlo– es una señal de que se trabaja por amor a Dios, y un medio para crecer en ese amor.
Más aún, para santificar el trabajo poniendo un motivo sobrenatural, es imprescindible buscar de un modo u otro la presencia de Dios, y muchas veces esto se concreta en actos de amor, en oraciones y en jaculatorias, a veces con ocasión de una pausa o de otras circunstancias que ofrece el ritmo del trabajo. Para esto son de gran ayuda las industrias humanas .
'El amor a Dios hace grandes las cosas pequeñas'.
Pero vale la pena insistir en que no hay que quedarse ahí, porque santificar el trabajo no consiste esencialmente en realizar algo santo mientras se trabaja, sino en hacer santo el mismo trabajo poniendo el motivo sobrenatural que configura esa actividad y la empapa tan profundamente que la convierte en un acto de fe, esperanza y caridad, transformando el trabajo en oración.
Otra consecuencia importante de que la raíz de la santificación del trabajo se encuentra en el motivo sobrenatural , es que todo trabajo profesional es santificable, desde el más brillante ante los ojos humanos hasta el más humilde, pues la santificación no depende del tipo de trabajo sino del amor a Dios con que se realiza. Basta pensar en los trabajos de Jesús, María y José en Nazaret: tareas corrientes, ordinarias, semejantes a las de millones de personas, pero realizadas con el amor más grande.
«La dignidad del trabajo depende no tanto de lo que se hace, cuanto de quien lo ejecuta, el hombre, que es un ser espiritual, inteligente y libre»[22] . La mayor o menor categoría del trabajo depende de su bondad en cuanto acción espiritual y libre, es decir, del amor electivo del fin, que es acto propio de la libertad.
Conviene no olvidar que esta dignidad del trabajo está fundada en el Amor. El gran privilegio del hombre es poder amar, trascendiendo así lo efímero y lo transitorio. Puede amar a las otras criaturas, decir un tú y un yo llenos de sentido. Y puede amar a Dios, que nos abre las puertas del cielo, que nos constituye miembros de su familia, que nos autoriza a hablarle también de tú a Tú, cara a cara. Por eso el hombre no debe limitarse a hacer cosas, a construir objetos. El trabajo nace del amor, manifiesta el amor, se ordena al amor [23] .
El amor a Dios hace grandes las cosas pequeñas: los detalles de orden, de puntualidad, de servicio o de amabilidad, que contribuyen a la perfección del trabajo. Hacedlo todo por Amor. –Así no hay cosas pequeñas: todo es grande. –La perseverancia en las cosas pequeñas, por Amor, es heroísmo [24] .
Quien comprende que el valor santificador del trabajo depende esencialmente del amor a Dios con que se lleva a cabo, y no de su relieve social y humano, aprecia en mucho las cosas pequeñas, especialmente las que pasan inadvertidas a los ojos de los demás, porque sólo las ve Dios.
Por el contrario, trabajar por motivos egoístas, como el afán de autoafirmación, de lucirse o de realizar por encima de todo los propios proyectos y gustos, o la ambición de prestigio por vanidad, o de poder o de dinero como meta suprema, impide radicalmente santificar el trabajo, porque equivale a ofrecerlo al ídolo del amor propio.
Estos motivos se presentan pocas veces en estado puro , pero pueden convivir con intenciones nobles e incluso sobrenaturales, permaneciendo latentes –quizá durante largo tiempo– como los posos de cieno en el fondo de un agua limpia. Sería una imprudencia ignorarlos, porque en cualquier momento –quizá con ocasión de una dificultad, una humillación o un fracaso profesional– pueden revolverse y enturbiar toda la conducta. Es preciso detectar esos motivos egoístas, reconocerlos sinceramente y combatirlos purificando la intención con oración, sacrificio, humildad, servicio generoso a los demás, cuidado de las cosas pequeñas...
Volvamos la mirada una y otra vez al trabajo de Jesús en los años de su vida oculta, para aprender a santificar nuestra tarea. Señor, concédenos tu gracia. Ábrenos la puerta del taller de Nazaret, con el fin de que aprendamos a contemplarte a Ti, con tu Madre Santa María, y con el Santo Patriarca José –a quien tanto quiero y venero–, dedicados los tres a una vida de trabajo santo. Se removerán nuestros pobres corazones, te buscaremos y te encontraremos en la labor cotidiana, que Tú deseas que convirtamos en obra de Dios, obra de Amor [25] .
[1] Cfr. Mt 13, 44.
[2] Es Cristo que pasa , n. 14.
[3] Ibidem , n. 20.
[4] Cfr. Const. dogm. Lumen gentium , nn. 31-36; Const. past. Gaudium et spes , nn. 33-39; Decr. Apostolicam actuositatem , nn. 1-3, 7.
[5] Catecismo de la Iglesia Católica , n. 2427.
[6] Juan Pablo II, Homilía , 17-V-1992. Cfr. también, entre otros textos: Discurso , 19-III-1979; Discurso , 12-I-2002, n. 2.
[7] Catecismo de la Iglesia Católica , n. 310.
[8] Gn 2, 15. Cfr. Gn 1, 28.
[9] Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica , n. 2427. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes , nn. 34 y 35.
[10] Cfr. Gn 3, 18-19.
[11] Es Cristo que pasa , n. 14.
[12] Ibidem , n. 174.
[13] Ibidem , n. 47.
[14] Conversaciones , n. 55. Cfr. Es Cristo que pasa , n. 45; Amigos de Dios , n. 120.
[15] Cfr. Juan Pablo II, Litt. enc. Laborem exercens , 14-IX-1981, n. 6.
[16] Santo Tomás de Aquino, S. Th. , II-II, q. 24, a. 7 c.
[17] Misal Romano , Canon de la Misa.
[18] Camino , n. 359.
[19] 1 Sam 16, 7.
[20] Conversaciones , n. 10.
[21] Amigos de Dios , n. 55.
[22] Juan Pablo II, Discurso , 3-VII-1986, n. 3.
[23] Es Cristo que pasa , n. 48.
[24] Camino , n. 813.
[25] Amigos de Dios , n. 72.
Retiro de mayo #DesdeCasa (2022)
Esta guía es una ayuda para hacer por tu cuenta el retiro mensual, allí dónde te encuentres, especialmente en caso de dificultad de asistir en el oratorio o iglesia donde habitualmente nos reunimos para orar.
03/05/2022
∙ Descarga el retiro mensual #DesdeCasa (PDF)
1. Introducción .
2. Meditación I. Los dones y frutos del Espíritu .
3. Meditación II. Meditación. María, modelo de virtudes .
4. Charla .
5. Lectura espiritual .
6. Examen de conciencia .
Retiro de mayo #DesdeCasa (2022) from Opus Dei
1. Introducción
Los primeros pasos de la Iglesia en el mundo estuvieron marcados por la oración. (…) Escribe Lucas en el Libro de los Hechos: «Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones» (2,42). La comunidad persevera en la oración. Encontramos aquí cuatro características esenciales de la vida eclesial: la escucha de la enseñanza de los apóstoles, primero; segundo, la custodia de la comunión recíproca; tercero, la fracción del pan y, cuarto, la oración. Estas nos recuerdan que la existencia de la Iglesia tiene sentido si permanece firmemente unida a Cristo, es decir en la comunidad, en su Palabra, en la Eucaristía y en la oración. Es el modo de unirnos, nosotros, a Cristo. La predicación y la catequesis testimonian las palabras y los gestos del Maestro; la búsqueda constante de la comunión fraterna preserva de egoísmos y particularismos; la fracción del pan realiza el sacramento de la presencia de Jesús en medio de nosotros: Él no estará nunca ausente, en la Eucaristía es Él. Él vive y camina con nosotros. Y finalmente la oración, que es el espacio del diálogo con el Padre, mediante Cristo en el Espíritu Santo.
Todo lo que en la Iglesia crece fuera de estas “coordenadas”, no tiene fundamento. Para discernir una situación tenemos que preguntarnos cómo, en esta situación, están estas cuatro coordenadas: la predicación, la búsqueda constante de la comunión fraterna —la caridad—, la fracción del pan —es decir la vida eucarística— y la oración. Cualquier situación debe ser valorada a la luz de estas cuatro coordenadas. Lo que no entra en estas coordenadas está privado de eclesialidad, no es eclesial. Es Dios quien hace la Iglesia, no el clamor de las obras. La Iglesia no es un mercado, la Iglesia no es un grupo de empresarios que van adelante con esta nueva empresa. La Iglesia es obra del Espíritu Santo, que Jesús nos ha enviado para reunirnos. La Iglesia es precisamente el trabajo del Espíritu en la comunidad cristiana, en la vida comunitaria, en la Eucaristía, en la oración, siempre. (…) No olvidemos nunca esta palabra de Benedicto XVI: “La Iglesia no crece por proselitismo, crece por atracción”. Si falta el Espíritu Santo, que es lo que atrae a Jesús, ahí no está la Iglesia. Hay un bonito club de amigos, bien, con buenas intenciones, pero no está la Iglesia, no hay sinodalidad.
(…) Dios dona amor, Dios pide amor. Esta es la raíz mística de toda la vida creyente. Los primeros cristianos en oración, pero también nosotros que venimos varios siglos después, vivimos todos la misma experiencia. El Espíritu anima todo. Y todo cristiano que no tiene miedo de dedicar tiempo a la oración puede hacer propias las palabras del apóstol Pablo: «La vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal 2, 20). La oración te hace consciente de esto. Solo en el silencio de la adoración se experimenta toda la verdad de estas palabras. Tenemos que retomar el sentido de la adoración. Adorar, adorar a Dios, adorar a Jesús, adorar al Espíritu. El Padre, el Hijo y el Espíritu: adorar. En silencio. La oración de la adoración es la oración que nos hace reconocer a Dios como principio y fin de toda la historia. Y esta oración es el fuego vivo del Espíritu que da fuerza al testimonio y a la misión.
Papa Francisco, Audiencia general , 25 de noviembre de 2020
2. Primera meditación
Opción 1: Meditación. Los dones y frutos del Espíritu.
Opción 2: Catequesis del Papa Francisco sobre los dones del Espíritu Santo
3. Segunda meditación
Opción 1: Meditación. María, modelo de virtudes.
Opción 2: San Josemaría, Homilía Madre de Dios, Madre nuestra , sobre las virtudes de la Virgen Santísima. (audio y texto)
4. Charla
El don de la gracia; evitar apoyar el desarrollo de la vida espiritual principalmente en la propia lucha. Papa Francisco, Ex. Ap. Gaudete et exultate , números del 47 al 62 .
5. Lectura espiritual
Creo en el Espíritu Santo, Catecismo de la Iglesia Católica , nn. 687-747 .
6. Examen de conciencia
Acto de presencia de Dios
1. «Proclama mi alma las grandezas del Señor, y se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador» (Lc 1, 46-47). Como la Virgen, ¿sé reconocer, asombrarme con lo bueno y grande que Dios hace en mí y en los demás (familia, amigos, etc.)?
2. «Porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava» (Lc 1, 48). ¿En qué aspectos podría crecer en humildad: en saber valorar, acoger, comprender y agradecer?
3. «Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón» (Lc 2, 51). Siguiendo el ejemplo de la Virgen, ¿cómo abro en la oración mi corazón al Señor, haciéndole partícipe de mis problemas y de mis alegrías?
4. Santa María intercede ante Dios por nuestras necesidades. ¿Rezo con piedad y confianza el santo rosario? En lo posible, ¿procuro reunir a mi familia para honrar a la Virgen con esta devoción?
5. «Haced lo que él os diga» (Jn 2, 5). «Muchas conversiones, muchas decisiones de entrega al servicio de Dios han sido precedidas de un encuentro con María» (Es Cristo que pasa , n. 149). ¿De qué modo acudo a María como aliada para acercar a las personas a Dios?
6. «Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor» (Is 11, 2). ¿Qué dones del Espíritu Santo podría pedir para mí o para otras personas, para asemejarnos a Cristo en las circunstancias en las que nos encontramos?
7. «En cambio, los frutos del Espíritu son: la caridad, el gozo, la paz, la longanimidad, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre, la continencia» (Gal 5, 22-23). ¿Cuál de estos frutos podría cultivar con la gracia de Dios?
Acto de contrición
Retiro espiritual
Escrito por Mario Arroyo.
La vida contemporánea no nos deja mucho espacio para reflexionar, para pensar y, sobre todo, para cultivar nuestro espíritu.
Entre las experiencias que por lo menos hay que tener una vez en la vida, se encuentra el curso de retiro espiritual. No cualquier tipo de retiro, no uno “de impacto”, sino uno “de silencio.” Cada vez más estamos necesitados del silencio en esta turbulenta sociedad. Cada vez es más necesario encontrar remansos de paz, en los cuales podamos reflexionar sobre nuestra vida.
¿Por qué un retiro espiritual de silencio? Porque la vida contemporánea no nos deja mucho espacio para reflexionar, para pensar y, sobre todo, para cultivar nuestro espíritu. Muchas veces estamos envueltos en la vorágine de la inmediatez. Las redes sociales acaparan nuestra atención, siendo muchas veces nosotros víctimas de su superficialidad. Tener un espacio para estar tranquilos, en un lugar retirado del mundanal ruido, meditando sobre las verdades eternas, esas realidades a las que preferimos darle la espalda en nuestra vida corriente, por ser esclavos de las prisas y los pendientes, es, a fin de cuentas, un verdadero lujo. Pero un lujo, aunque parezca contradictorio, necesario.
¿Necesario para qué? Para tener una visión equilibrada de la vida en general y de nuestra vida en particular. No nos vaya a suceder, como decía san Agustín: “corres bien, pero fuera del camino.” Hay que elegir el camino correcto, hay que evaluar las decisiones que hemos ido tomando en nuestras vidas y sopesar, fríamente, si han sido las correctas o no. Hay que proyectar un futuro, pensar hacia dónde vamos, para vivir auténticamente nuestra vida, no vaya a resultar que en realidad sea ella “la que nos viva a nosotros.”
Un retiro sirve para contemplar la vida en su conjunto, lo que ha sido hasta ahora, y contrastarla con lo que quisiéramos que fuera o, claramente más audaz, pensar en cuál habría sido el plan de Dios con nuestra vida. Dios “no nos ha hecho en serie, sino en serio.” No somos simplemente un espécimen más de la especie humana, sino que cada uno de nosotros ha sido pensado, querido y amado por Dios. Tenemos la posibilidad de empatar los sueños de Dios con nuestros propios sueños sobre nuestra vida. Ver si han sido compatibles hasta ahora y, si no lo han sido, descubrir los caminos a través de los cuales pueden encontrarse nuestros sueños con los de Dios.
Un retiro espiritual no es periodo de tiempo para realizar una simple introspección, lo que ya sería bastante, sino un espacio para confrontar el sentido global de nuestra vida, de cara a Dios y a la vida eterna. Las verdades eternas muchas veces sirven como telón de fondo que da el punto de contraste a nuestra propia existencia. Las realidades últimas, ineludibles desde la perspectiva de la fe, contribuyen así a cargar de contenido el retiro espiritual, diferenciándolo de otras experiencias análogas de tradiciones religiosas diferentes, como el budismo, donde se busca solo hacer el vacío interior.
Las realidades de la muerte, el juicio, el cielo, el infierno y el purgatorio sirven como puntos de contraste para evaluar nuestra vida. No nos invitan al desinterés por la vida presente, por concentrarnos en la venidera, sino a vivir intensamente el momento presente, precisamente porque aquí es donde nos ganamos la vida eterna. La meditación sobre la muerte le da gran realismo a nuestra vida y permite tamizar las decisiones que tomamos, de forma que descubramos su auténtico valor e importancia. Es una meditación realista pues, aunque no nos guste pensarlo, nuestro tiempo es un recurso limitado, y vale la pena dedicarlo a las cosas que realmente merecen la pena.
En la sociedad de los smartphones y las redes sociales, el gozar de un espacio libre de ellos puede ofrecer una bocanada de aire puro a nuestro espíritu, sencillamente porque recordamos que tenemos un alma, la cual tiene una vida que espera ser desarrollada a través de las incidencias de la vida corriente. El retiro también nos ofrece el espacio idóneo para confrontar nuestra vida con el modelo de vida de todo cristiano: Jesús de Nazaret. Es la oportunidad de mirarlo con calma para intentar interiorizar algunos de sus gestos, palabras y actitudes. Para dar valor a lo que Él valoraba y, en cambio, quitarle importancia a lo que Él no se la daba. Silencio, verdades últimas y vida de Cristo cierran el ciclo de lo que podemos denominar un retiro espiritual.
¿Por qué Mayo es el mes de la Virgen María?
¿Por qué el mes de mayo?
La primavera y la historia son dos motivos por los que en mayo se honra a María, aunque el motivo de celebrar a Nuestra Madre va más allá
María es la única mujer de toda la historia de la humanidad a la que Dios permitió nacer sin pecado original, la madre de Cristo y siempre Virgen, que fue asunta al cielo en cuerpo y alma. Tenemos 30 días por delante en este mes de mayo para dedicarlos especialmente a Nuestra Madre. Pero, ¿por qué el mes de mayo es el mes de la Virgen María ? Si la Iglesia está celebrando laResurrección de Jesús, ¿por qué se rinde homenaje también a María en este mes?
Esta tradición lleva dos siglos en vigor y coincide con el comienzo de la primavera y el destierro del invierno. El “triunfo de la vida” que simboliza la primavera es uno de los motivos por los que se sitúa en mayo el mes de la Virgen, Madre de la Vida, de Jesús.
Además, la presencia de este homenaje particular a María se corresponde con otorgar un sentido cristiano a este mes y en esta estación. La Grecia y la Roma clásicas también celebraban la llegada de la primavera. Lo hacían con festividades, oraciones y flores para Artemisa y Flora, ambas consideradas diosas de la fertilidad.
Esta tradición dio un vuelco en el siglo XII y cambió de página en el calendario. Nació la fiesta de “La devoción de los treinta días a María”, que tenía lugar entre la segunda quincena de agosto y la primera de septiembre.
Dedicarle un mes exclusivo a la Virgen es una idea del siglo XVII. En esta época volvió a incluirse un culto especial a María en el mes de mayo, que es el que ha llegado hasta la actualidad.
La primavera y el mes de mayo presentan una naturaleza verde, en flor, con buen tiempo. Ese reflejo de la belleza de la naturaleza también hablan de María, de su belleza y de su virtud.
La celebración de este mes de mayo es más que una tradición entre los cristianos, es un homenaje y una acción de gracias hacia quien es Nuestra Madre. Como “regalos” para Ella, se suelen hacer muchas cosas. Entre ellas, el rezo del Rosario , las ofrendas florales o la meditación de sus dogmas son algunas ideas con las que honrar a María en este mes de mayo.
Julio Tudela: “El embrión humano no es una agrupación de células sino un individuo”
Desde el Observatorio de Bioética de la UCV hablan de la “tragedia” de más de 60.000 embriones congelados en España condenados a muerte
Javier Arnal
Julio Tudela, miembro del Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia (UCV), ha rebatido un artículo publicado ayer en un conocido medio de comunicación español, en el que se habla de más de 60.000 embriones congelados en nuestro país que están abandonados, y los califica como “agrupaciones de células que legalmente merecen respeto, pero no son consideradas vida”.Tudela defiende que esa afirmación, no justificada, “contradice las evidencias científicas disponibles actualmente acerca del estatuto biológico del embrión humano, y que puede afirmarse que existe un gran consenso científico en cuanto a considerar que la vida de un ser humano comienza con la fecundación, por lo que el cigoto, embrión humano de una sola célula, es un individuo de la especie humana, con identidad propia e irrepetible”.
Obstáculos éticos de la reproducción asistida
“El mayor obstáculo bioético, aunque no el único, que presentan algunas técnicas de reproducción asistida como la Fecundación in Vitro (FIV) o la Inyección Intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI) es el de la producción supernumeraria de embriones humanos destinados en su gran mayoría a su destrucción”, afirma Tudela.
Un artículo publicado en el diario “El Mundo” el 2 de mayo de 2022 presenta como investigación pionera un trabajo que trata de evaluar el número de embriones criopreservados existentes actualmente en España, así como sus posibles destinos futuros.
Se trasladó una encuesta a distintos centros nacionales de reproducción asistida solicitando datos acerca de cuántos de estos embriones estaban destinados a ser gestados por los donantes, donados a terceros, utilizados en investigación, directamente destruidos o, finalmente, sin un destino conocido.
Embriones “sin destino conocido”
El mencionado artículo periodístico define este último destino, el indeterminado, como el más controvertido, después de afirmar, parafraseando a la autora de la investigación, Rocío Núñez Calonge, que estos embriones son en realidad “agrupaciones de células que legalmente merecen respeto, pero no son consideradas vida”.
“Los intentos de establecer una naturaleza de pre-embrión, algo parecido a lo que la autora afirma hablando de las “semillas” de las plantas, como algo distinto del embrión, fracasaron hace ya algunos años, siendo abandonados hasta por los que los promovieron en los años ochenta del pasado siglo a raíz de la aparición de las técnicas de fertilización in vitro”, afirma Julio Tudela.
Para Julio Tudela, “las actuales evidencias acerca de su identidad genética, procesos epigenéticos, programa de desarrollo ya existente en el estadio de cigoto, fenómenos de diferenciación y posicionamiento celular intra embrionarios, y otros, alejan toda duda sobre la existencia de un individuo de la especie humana, inmaduro, en todo embrión, siendo arbitrario todo intento de establecer etapas madurativas que definieran naturalezas diferentes en este proceso de desarrollo”.
“El concepto “persona” que también menciona la investigadora incluye, además del reconocimiento de la identidad biológica humana, el reconocimiento de dignidad y derechos, que pueden ser otorgados o retirados, como la humanidad ha hecho injustamente en tantas ocasiones, pero que no anulan la evidencia de la existencia humana presente en todo embrión”.
“Graves imprecisiones”
“A esta grave imprecisión en el artículo, hay que añadir otras que confunden más que aclaran. El hecho de que, según el artículo, 60.005 embriones se hallen en “situación de abandono” por no estar definido su destino, no es más grave que 668.082 de ellos -según datos registrados, aunque en realidad pueden ser muchos más- que permanecen criopreservados, estén destinados, mayoritariamente, a su destrucción, bien por promoverla directamente o por hacerlo para utilizar sus células en investigación”, afirma este miembro del Observatorio de Bioética.
“La gravedad del hecho es mayor si se tiene en cuenta que se siguen produciendo importantes cantidades de embriones que no van a ser implantados en procesos de reproducción asistida, lo que plantea una espiral de producción y destrucción de -no debe obviarse, como hace la mencionada autora- seres humanos en sus procesos iniciales de desarrollo”.
Según afirma Julio Tudela, “esta cuestión ha sido ya denunciada previamente, entre otros por Rich Vaughn, un abogado de Los Ángeles que dirigió el comité de reproducción asistida de la American Bar Association durante muchos años, que afirmó en 2019 que “es un verdadero dilema para estas clínicas… No sabemos muy bien qué hacer con ellos y todos tienen miedo de actuar ante la posibilidad de ser demandados si las personas reclaman décadas después sus embriones”.
En su intervención Rich Vaughn afirmó que ‘no se sabe cuántos embriones están almacenados; los centros no tienen que informar eso. Un estudio estimó que había 1,4 millones en los EE. UU. Los investigadores creen que entre el 5 y el 7 por ciento son abandonados, aunque llega al 18 por ciento en algunas clínicas’.
Sentencia del Tribunal de Justicia Europeo en 2011
“Denominar eufemísticamente a los individuos de la especie humana en sus estados iniciales de desarrollo como agrupaciones de células, para tratar de minimizar la tragedia que se esconde tras su manipulación y destrucción, es faltar a la verdad científica y constituye una forma inaceptable de manipulación, contra la que, por cierto, ya se pronunció en 2011 el Tribunal de Justicia Europeo en su Sentencia de 18 de octubre, en la que establecía que “es un embrión humano todo óvulo humano a partir del estadio de la fecundación”.
“Y un embrión humano – concluye Julio Tudela - no es simplemente un agregado celular sino un individuo diferenciado, organizado, que sigue un programa de desarrollo preestablecido sin solución de continuidad y que, si se le deja evolucionar naturalmente, progresará en su maduración hasta la edad adulta. Los estados de inmadurez en este proceso evolutivo no le desposeen de su naturaleza humana, del mismo modo que la inmadurez de un neonato no le priva de su condición personal de ser humano, con dignidad y derechos.
Libertad y cristianismo
Escrito por Aniceto Masferrer
Publicado: 15 Abril 2022
La plenitud humana consiste en amar y en sentirse amado. En esto radica también el cristianismo, lo cual solo es posible desde la libertad.
El cristiano ama la libertad. Sabe que su vida no sería propiamente humana si renunciara a amar en libertad, que no sería realmente libre si se desentendiera de la verdad, y que no podría acceder a la verdad si no se atreviera a pensar por sí.
Resulta común pensar que libertad y cristianismo son difícilmente compatibles. Algunos incluso sostienen que son expresiones antagónicas: o libre o cristiano, pero no ambas cosas al mismo tiempo. De ahí que para vivir en libertad uno deba ‘liberarse’ del cristianismo. Hace poco una estudiante universitaria me preguntó: «¿Es usted creyente?». Al responderle afirmativamente, repuso: «Me sorprende mucho, porque usted piensa por sí mismo y en sus clases fomenta el pensamiento crítico». Este comentario refleja ese tópico común. Ahora bien, ¿es cierta esa incompatibilidad entre libertad y cristianismo? ¿De dónde proviene?
Según la idea moderna de libertad, hija de la Ilustración, el ser humano es libre no tanto por su capacidad de elegir entre lo bueno o lo malo, entre lo verdadero y lo falso, como por el poder de decidir si algo es bueno o malo, verdadero o falso. En la modernidad, la libertad dejó de ser una cualidad fundamental del ser humano para convertirse en su fundamento, concibiéndose como la capacidad irrestricta e ilimitada del ser humano de hacerse a sí mismo. En esta línea, el liberalismo logró limitar el poder político absoluto al tiempo que fomentó un ejercicio absoluto de la libertad humana (sin más límites que los establecidos por las leyes).
A esta visión contribuyó también la perspectiva atea y anticristiana de buena parte del pensamiento ilustrado, así como de algunas de las ideologías que le siguieron (liberalismo, nacionalismo y socialismo, entre otras), presentando modelos prometeicos de libertad o emancipación. Desde entonces, no pocos pensadores han visto el cristianismo como enemigo a abatir. Afirmó Voltaire que «Jesucristo necesitó doce apóstoles para propagar el cristianismo; yo voy a demostrar que basta sólo uno para destruirlo». Diderot criticó a los cristianos por pretender tiranizar a la sociedad: «Cristo ha dicho: mi reino no es de este mundo; y vosotros, sus discípulos, ¡queréis tiranizar ese mundo!». Es bien conocida la sentencia de muerte de Nietzsche: «Dios está muerto. Dios permanece muerto. Y lo hemos asesinado». Esa concepción absoluta, atea y anticristiana de la libertad humana es claramente descrita por Gramsci, quien afirmó que «el socialismo es justamente la religión que debe matar al cristianismo. […] Nuestro evangelio es la filosofía moderna, […] la que prescinde de la hipótesis de Dios en la visión del universo, la que solo en la historia pone sus fundamentos, en la historia de la cual nosotros somos las criaturas del pasado y los creadores del porvenir».
Las consecuencias políticas, sociales y económicas de esa absolutización de la libertad a lo largo de los siglos XIX y XX son bien conocidas, tanto los estragos del liberalismo clásico (en el problema obrero, por ejemplo), como los de la propuesta alternativa de los regímenes totalitarios (marxismo, fascismo y nacionalsocialismo), además de los efectos trágicos y devastadores de dos guerras mundiales. Es lógico que en ese contexto surgiera el existencialismo, una corriente filosófica que describía al ser humano como «pasión inútil» y «condenado a ser libre». Sartre se limitó a llevar la libertad moderna, atea y nihilista, a sus últimas consecuencias. Atea por prescindir completamente de Dios, y nihilista por negar la existencia de una verdad y de un bien que le trasciende («No está escrito en ninguna parte que el bien exista»), dejando al ser humano como única realidad absoluta. Al negarse la verdad y el bien, la razón humana quedó relegada: «La razón es, y solo debe ser esclava de las pasiones, y nunca puede fingir tener otro oficio que no sea servirlas y obedecerlas», afirmó Hume. Y Nietzsche declaró que «en todo, una cosa es imposible: racionalidad». Al no existir verdad y bien que trasciendan al hombre, la libertad se convierte en una cuestión «de gustos y de inclinaciones», «de organizar nuestra vida siguiendo nuestro modo de ser, de hacer lo que nos plazca», como ya defendía John S. Mill en 1859.
Esa concepción moderna de libertad es incompatible con el cristianismo. Y lo es porque no es conforme con la dignidad humana. La libertad es un rasgo fundamental del ser humano. Una vida humana sin libertad, no es vida. De ahí que el judeocristianismo no sea una religión esclavizante sino liberadora y que Jesús iniciara su predicación con ese mensaje. La plenitud humana consiste en amar y en sentirse amado. En esto radica también el cristianismo, lo cual sólo es posible desde la libertad. No se puede amar desde la coacción. Es más, sólo el amor da sentido a la libertad: se ama porque se es libre y se es libre porque se ama. De ahí la máxima agustiniana «ama y haz lo que quieras».
Sin embargo, la libertad humana no es absoluta, sino relativa. El ser humano no es Dios. El gran peligro del ateísmo es el del endiosamiento, como le sucedió a Hitler y a otros líderes totalitarios. La persona creyente sabe que existe una verdad y un bien que no son obra suya, y cuyo conocimiento le permite realizarse viviendo en la realidad (de lo que es el ser humano y de lo que son las cosas), no en la ficción, en la apariencia o en la falsedad. De ahí la conocida frase de que «conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres».
Que la libertad humana sea limitada o relativa, que no sea ella misma la fuente última de verdad y bien, no significa que el ser humano esté condenado a aceptar algo que le viene impuesto o a adherirse servilmente a lo que otros dicen. Todo lo contrario. Uno de los reproches más contundentes de Jesús a sus oyentes se refiere a este punto: «¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?». No dijo «¿por qué no sois más dóciles u obedientes con lo prescrito por vuestros líderes religiosos?». En absoluto. Esto supondría rebajar la dignidad del ser humano, que está llamada a juzgar por sí misma lo que es justo, verdadero, bello y bueno. Quien piensa por sí mismo, no hace nada por venirle impuesto, sino porque quiere hacerlo, y lo quiere hacer porque ha descubierto -también por sí mismo- que ese es el mejor camino para crecer y realizarse de un modo verdaderamente humano.
En resumen, el cristiano ama la libertad. Sabe que su vida no sería propiamente humana si renunciara a amar en libertad, que no sería realmente libre si se desentendiera de la verdad, y que no podría acceder a la verdad si no se atreviera a pensar por sí mismo. En realidad, el ‘sapere aude’ kantiano tiene profundas raíces cristianas.
Aniceto Masferrer
Cuando se presenta el aborto como acto de amor
Escrito por Julio Llorente
Publicado: 27 Abril 2022
Por muy oscura que sea nuestra imagen de la vida, hemos de aceptar que es mejor nacer que no hacerlo
Aunque resulte paradójico, la abundancia de información, lejos de beneficiarnos, nos perjudica. La buena noticia que celebramos hoy será inexorablemente eclipsada por la calamidad que lamentaremos mañana. La desgracia que nos conmueve ahora, mientras escribimos, yacerá más pronto que tarde sepultada en los desvanes de nuestra memoria, soterrada bajo los escombros de otros recuerdos. Nos gustaría festejar la victoria de Nadal en el torneo de Acapulco, pero cómo hacerlo cuando en Ucrania ha estallado una guerra de cuyo desarrollo somos exhaustivamente informados.
Querríamos que nuestra indignación ante los desmanes de Putin perviviese, que fuese lo suficientemente duradera para movernos a la acción, pero el precio de la gasolina, la inflación, la candidatura de Feijóo desvían irremediablemente nuestra mirada. En un artículo que publiqué cuando aún escribía bien, antes de que se agostase mi ingenio, comparaba el incesante tráfago de información contemporáneo y su incidencia sobre nosotros con un río que fluye demasiado rápido para empapar su fondo. De algún modo, las noticias se deslizan sobre la superficie de nuestro ser sin penetrarla; carecemos del tiempo y del sosiego necesarios para leer un artículo cualquiera y reflexionar sobre él, para meditarlo y hacerlo nuestro.
Si viviésemos en un mundo mejor, uno menos informado, seguiríamos hablando sobre lo que ocurrió hace dos semanas en Colombia: la aprobación de una ley que permite el aborto hasta los seis meses de gestación. Buena parte de la sociedad celebró la noticia como un triunfo de la libertad y de la democracia, pero yo, con esa aversión tan mía a los consensos, no pude unirme a su alborozo. Digo que deberíamos continuar discutiendo el asunto porque es incluso más grave que la guerra de Ucrania. El niño de veinticuatro semanas tiene una cabeza ya formada, manos, pies; podría sobrevivir fuera del vientre materno. No hace falta, por tanto, recurrir a argumentos enjundiosos, a sutilezas metafísicas, para defender su derecho a vivir. Basta una imagen. Cualquiera puede ver en ese crío a un semejante, cualquiera puede reconocerse en él y aceptar la sordidez de arrebatarle la vida.
El problema adviene cuando alguien presenta el aborto como filantropía, como un acto de amor de la madre y de toda la sociedad para con el hijo. Ese hombre hipotético podría invitarnos a mirar a nuestro alrededor. Hay calamidades por doquier. Los polos se derriten, los bosques agonizan a causa de nuestra depredación, el planeta será pronto inhabitable. Y no sólo. También se cierne sobre nosotros la sombra de una devastación más rápida. Basta con que un jefe de Estado pulse el botón rojo para que el mundo salte por los aires; desde las detonaciones de Hiroshima y Nagasaki vivimos algo así como una propina, un tiempo de descuento, una prórroga. La humanidad se extinguirá en cuanto un líder político reúna la audacia y la insensatez suficientes. ¿Acaso no es una crueldad arrojar a un niño a un lugar así, acechado por la muerte? ¿Acaso no deberíamos concebir el aborto como epítome de la caridad?
La situación no mejora si descendemos de lo global a lo particular. El padre de la criatura se ha esfumado y la madre no tiene ni recursos económicos ni una familia que la auxilie. Vive en un cuchitril al que algunos se refieren insultantemente como «piso» y trabaja a cuarenta kilómetros de allí, en casa de unos ricachones para los que limpia, cocina, plancha. ¿Cómo empujar a la criatura a una vida así, tan miserable, sin cargo de conciencia? ¿No sería mejor abortarlo y ahorrarle tantísimo sufrimiento?
Conviene tomarse en serio estas preguntas. Si la sombra es lo bastante densa para eclipsar la luz, si la realidad es ante todo hostil, ominosa, asfixiante, si la vida del niño va a ser algo así como una réplica del drama del Calvario, ¿qué sentido tiene traerlo ―digo, arrojarlo― al mundo? ¿No constituiría eso más una condena que un don, más una cruz que un regalo?
Sólo se me ocurre un contexto en el que el pesimismo sería más que excusable: uno en el que los malthusianos hubieran triunfado y, como consecuencia, ya no nacieran niños
Comprendo la objeción, por supuesto, pero no puedo compartirla. Parto de la premisa de que, por muy cenizo que sea uno, por muy oscura que sea su imagen de la vida, ha de aceptar que es mejor nacer que no hacerlo. El no ser es tan inferior al ser que ni una concepción negativa del mundo permite. Para ser pesimista antes hay que ser sin más, y es precisamente esa posibilidad la que los pesimistas que promueven el aborto hurtan al crío que todavía habita las entrañas de su madre.
Pero no es sólo que el ser supere al no ser, sino también que el ser es bueno, ¡muy bueno!, en sí mismo. Llevo años defendiendo la idea de que vivimos una realidad fundamentalmente luminosa en la que también hay dolor, sufrimiento, muerte. Abortar a un niño es, antes que cualquier otra cosa, privarle de un sinfín de prodigios: el aroma del césped recién cortado, el abrazo tranquilizador de un amigo ―ese abrazo que es al tiempo consuelo y refugio―, unos ojos verdes iluminados por los rayos de un sol agonizante, pequeños milagros que bien justifican un nacimiento. ¿Cómo concluir que la vida es mala, indigna de un bebé, cuando los almendros aún florecen y los adolescentes se enamoran? ¿Cuando el petirrojo sigue cantando y los colegiales jugando al tejo?
Sólo se me ocurre un contexto en el que el pesimismo sería más que excusable: uno en el que los malthusianos hubieran triunfado y, como consecuencia, ya no nacieran niños. Mientras continúen haciéndolo, el mundo será bueno y nosotros habremos de preservar nuestra alegría. Escuchen, si no les convenzo, el llanto horrísono de un recién nacido. ¿Acaso no perciben en él los jubilosos acordes de una esperanza?
Julio Llorente,
Los Señores del Mundo
¿Son los multimillonarios como Elon Musk los nuevos Señores del Mundo?
Mientras estamos enfrascados en los grandes temas que hoy nos agobian y preocupan a nivel nacional o internacional, no prestamos suficiente atención a los movimientos que se vienen sucediendo en el amplio espectro empresarial y financiero mundial, donde vertiginosamente se están acumulando unas cotas de poder inimaginables en manos de unos pocos multimillonarios.
Hace solos unos días, la red social Twiter ha pasado a ser propiedad del gran empresario tecnológico Elon Musk , por el módico precio de 44.000 millones de dólares. Esto supone que esta poderosa herramienta de comunicación ya no será controlada por los accionistas, una vez que deje de ser cotizada en Bolsa, sino que un solo hombre tendrá el control absoluto de una gran parte de las comunicaciones que hoy se entrecruzan de un extremo a otro del globo terráqueo en fracciones de segundos.
Si a esto se le añade el dominio que está alcanzando en sectores tan sensibles como la lucha espacial con su empresa Space X o en otras dedicadas a la fabricación de coches eléctricos, transportes de alta velocidad o ingeniería artificial, resulta evidente que se está articulando un pool de supermillonarios que junto a nombres como Jeff Bezos, Bill Gates, Mark Zuckerberg o Warren Buffet serán los auténticos administradores del quinto poder con todas las posibilidades de situarse en cabeza y desplazar a los otros poderes de los Estados.
Según Musk, Twiter se ha convertido en un foro público mundial y al parecer uno de sus propósitos es garantizar la libertad de expresión . Me imagino que Trump censurado desde el asalto al Capitolio o los aficionados a los toros en España, por ejemplo, tomarán buena nota de ello. El problema es que esta arma nuclear de comunicación adolece de graves riesgos como son la proliferación de bots diseñados para operar de forma automatizada y despersonalizar la comunicación o la alarmante exaltación de las mentiras o fake news que tanto daño está haciendo a personas e instituciones. ¿Puede un hombre solo controlar esta poderosa plataforma y corregir estas graves deficiencias?
¿Están conectados estos nuevos Señores del Mundo con los grandes acontecimientos que hoy sufre la humanidad como la pandemia, la desestabilización de Europa o la grave crisis energética y económica? ¿Les guía solo el poder económico? ¿Son los verdaderos artífices del Nuevo Orden Mundial tan ideologizado y desacralizado?
Jorge Hernández Mollar
Paralizados por el móvil
Por Ángel Cabrero Ugarte - 26.04.2022
foto: freepik
Estar movilizados podría sonar a que me han puesto en movimiento, me llevan o me traen. Pero ahora tenemos el efecto contrario con el móvil.
Estamos paralizados por el móvil. Aparentemente es un medio de comunicación que me permite estar en muchos sitios, pero la verdad es que me ata. El efecto más habitual es que me está dominando. Si preguntamos por ahí a cualquiera sobre esta esclavitud la negarán. “Yo domino perfectamente el aparatito”.
Es de gran utilidad la experiencia del control. Entrar en la aplicación que nos dice, con minutos y segundos, el tiempo que hemos dedicado al móvil al cabo del día. Cuanto a los wasaps, cuanto al correo, cuanto a los videos que me ha enviado no sé quién, cuanto a buscar el tiempo me llevará ir a este sitio, o cuanto tarda en llegar el bus. Es apabullante. La cantidad de veces que he utilizado el móvil, el tiempo que he dedicado a este chisme. Horas.
Hace 15 años esas horas las dedicábamos a otros asuntos. Había gente que iba leyendo en el metro. Llegábamos a casa y estábamos más asequibles para los demás, más serviciales. Leíamos un buen libro, y al mes empezábamos otro. Teníamos menos problemas para estar con los hijos. Ahora siento que me atosigan y me impiden contestar a estas ocho conversaciones abiertas en el wasap, que me interesan mucho porque están organizando no sé qué cosa…
Y me han enviado unos videos, de cosas variopintas y casi siempre inútiles. Y me siento en la obligación de enviarlo a no sé quién, porque le gustará mucho esta historia o este chiste. Pero es que este otro vídeo dura 10 minutos. Debería borrarlo sin más, no puedo perder ese tiempo. Pues voy y lo pierdo y, sí, fue interesante, pero no es algo que me arregle la vida.
Acabo de llegar a casa y veo que ha entrado ese correo... No me queda más remedio que leer lo que me dice, porque es una cuestión urgente de trabajo, a ver si consigo contestar… Y resulta que en lugar de estar en las cosas de la casa, en lugar de saludar tranquilamente a los hijos, a mi esposa, pues estoy en el pasillo, atascado, necesitado de actualizar todas las bobadas -en su momento no las llamaríamos así- porque si no pensarán que no me interesa.
¿Cuántas veces te has propuesto terminar con semejantes pérdidas de tiempo? ¿Nunca? Pues tienes un problema gordo. Has cambiado tu jerarquía de valores. Antes estabas en lo que hay que estar, ahora estás en simplezas o, al menos, en cuestiones efímeras que podrían resolverse en un ratillo al final del día, en el caso de que tuvieras tiempo.
Nos han estropeado la vida. Y esto sin contar todas esas gentes, con frecuencia jóvenes e incluso niños, que se dedican a ver frivolidades o, directamente, pornografía. El sistema, la tecnología, está destrozando la vida de miles y millones de personas. ¿El sistema o la tecnología es malo en sí mismo? No, pero ha desviado trágicamente nuestra vida.
Volver a las prioridades. ¿Qué es lo más importante en mi vida? Hemos de ser capaces de controlar nuestro tiempo. En la medida en que yo sepa controlar al móvil, en la medida en que vuelva a dedicar mi día a lo verdaderamente importante, estaré en condiciones de ayudar a otros. A quienes tengo a mi alrededor. Y me daré cuenta de que tengo a uno de los hijos en su habitación, con la puerta cerrada, y no sé si está estudiando o está totalmente perdido.
Y seré consciente de cuántas cosas estupendas puedo hacer cuanto tengo un rato tranquilo de descanso. Pero necesito esa conversión, dejar de lado ese mundo que me esclaviza.
El caos, la nueva y peligrosa estrategia revolucionaria
El caos es la nueva y peligrosa estrategia de los movimientos revolucionarios sobrevivientes del comunismo y de otros movimientos anticristianos de carácter religioso
El caos fue uno de los puntos de mayor preocupación y análisis, en los últimos años de la fecunda vida del eminente pensador católico y hombre de acción brasileño, Prof. Plinio Corrêa de Oliveira .
Plinio Corrêa de Oliveira
Corrêa de Oliveira se distinguió por sus lúcidas previsiones sobre la realidad social, política y religiosa de Brasil y del mundo, muchas de las cuales se fueron cumpliendo a lo largo de las décadas, demostrando un innegable espíritu profético.
El tema del caos como instrumento revolucionario siempre estuvo presente en sus observaciones.
En su obra maestra «Revolución y Contra-Revolución « (1959) Corrêa de Oliveira afirma que
«encarados superficialmente, los acontecimientos de nuestros días parecen una maraña caótica e inextricable, y de hecho lo son desde muchos puntos de vista».
Sin embargo, añade,
«es posible discernir resultantes, profundamente coherentes y vigorosas, de la conjunción de tantas fuerzas desvariadas». En efecto, «al impulso de esas fuerzas en delirio, las naciones occidentales van siendo gradualmente impelidas hacia un estado de cosas que se va delineando igual en todas ellas, y diametralmente opuesto a la Civilización Cristiana». De donde concluye que la crisis contemporánea «es como una reina a quien todas las fuerzas del caos sirven como instrumentos eficientes y dóciles».
Según señaló Plinio Corrêa de Oliveira en numerosas conferencias y en artículos como «Cuatro dedos sucios y feos » (1983), “Los dedos del caos y los dedos de Dios » (1992), intelectuales de izquierda y hasta «teólogos de la liberación» pasaron a ver el caos como un nuevo y eficaz instrumento de revolución social, después de la crisis del comunismo.
Las llamadas teorías del caos, con sus aplicaciones al campo social, se pusieron en boga. No es por casualidad que el caos está siendo incentivado por diversos movimientos anticristianos, con raíz política y religiosa, que actúan de manera indiscutiblemente articulada en este mundo globalizado.
* * *
El caos va penetrando de modo creciente en la vida de muchos países
Traducimos a continuación el artículo “La inmovilidad móvil del caos» (A imobilidade móvel do caos” – 1993)
Si existe un denominador común de la vida pública y privada de tantas naciones hoy en día, se puede decir que es el caos. Las perspectivas caóticas parecen alimentarse a sí mismas y, cada vez más, se camina en las vías del caos, nadie sabe bien hasta dónde.
Las fuerzas enigmáticas del caos producen explosiones, erupciones, que dan la impresión de que el mundo se va a rajar. Los optimistas, los tontos -disculpe el lector el pleonasmo- se asustan poco, porque piensan que todo volverá a ser como antes. Los que se tienen en cuenta de clarividentes se alarman, creyendo que el mundo quedará «patas arriba» en cualquier momento. Pero ellos también se equivocan, pues «plus ça change, plus c’est la même chose» – cuanto más eso cambia, es más lo mismo…
En efecto, el proceso caótico que todos presenciamos y padecemos , por así decirlo, se mueve en la inmovilidad. Aquí, allí, más allá se manifiestan desavenencias, situaciones tan tensas y críticas, que se diría que una guerra mundial va a explotar en cualquier momento en algún lugar. Sin embargo, en ese girar del caos las situaciones terminan quedándose inmóviles.
Ahora, precisamente esa inmovilidad fija de la movilidad continua , de las situaciones que no mejoran, ni empeoran, constituye el propio drama en que, cada vez más, un número creciente de países se va hundiendo.
Es una especie de SIDA psicosocial que se difunde por el mundo entero: esa enfermedad no mata, pero debilita todo lo que pueda haber de sano y orgánico el interior de las naciones.
El demonio. padre del mal, del error y de la mentira, gime con estertores desesperados, vociferando su eterno y nefasto grito de rebelión: «Non serviam» – ¡No serviré!
El hombre de hoy, acobardado ante de la multiplicación de las catástrofes, ruinas morales y materiales , se pone en cuclillas lamentando: «la regla de la vida es que las cosas se quiebren y a ella todos tienen que sujetarse. Todo se rompe y nada tiene significado. Las cosas ya no significan nada».
Desde el fondo de todo ese panorama parece proyectarse el siguiente mensaje : «Habitúate y comprende que nada tiene razón de ser. ¡La razón humana está extinguida y nada más ocurrirá de forma razonable, nunca más! Pero esto no te será dicho explícitamente: ¡el operar de los acontecimientos mundiales será cada vez más absurdo e irracional. Y todos tendrán que habituarse a la idea de que el absurdo asumió el cetro del mundo!»
Ese parece ser el mensaje actual de los hechos: «¡Razón humana, retírate! ¡Pensamiento humano, enmudece! Hombre, no reflexiones más, y como un animal déjate arrastrar por los acontecimientos»…
Y, de lo más recóndito de ese abismo es dado al católico discernir las fulguraciones engañosas, el cántico al mismo tiempo siniestro y atrayente, emoliente y delirante de aquel ser abyecto que es como una personificación de la ilogicidad, del absurdo, de la rebelión irracional y llena de odio contra el Omnipotente sapientísimo: el demonio. Padre del mal, del error y de la mentira, gime con estertores desesperados, vociferando su eterno y nefasto grito de rebelión: «Non serviam» – ¡No serviré!
Esas son las perspectivas sobre las cuales pueden y deben discutir los teólogos. Los teólogos verdaderos, es claro. Es decir, los pocos entre ellos que aún creen en la existencia del demonio y del Infierno.
Plinio Corrêa de Oliveira
A pesar de los falsos estereotipos
La Comisión Episcopal para la Educación y la Cultura daba cuenta hace unos días de los alumnos que cursan la asignatura de Religión católica, tanto en centros públicos y concertados, como privados. En este curso, tres millones ciento cincuenta mil alumnos, desde la Educación Infantil hasta el Bachillerato, han optado por la clase de Religión católica. Esto supone casi un 60% del alumnado, con una bajada muy leve, menos de un punto, respecto al curso pasado. Recuerdo que la asignatura de Religión es de libre elección, y sobre ella pesan estereotipos falsos e infundados. Por tanto, estas cifras no son nada desdeñables en el seno de una sociedad marcada por una creciente secularización.
La labor de los docentes de Religión debería ser públicamente reconocida y valorada. Sin ellos no sería posible prestar este servicio. De la misma manera, sin las familias y los jóvenes que optan por cursar esta asignatura, la presencia viva y efectiva de la Religión católica en los centros escolares se iría poco a poco diluyendo.
Jesús Martínez Madrid
La generación próvida
Con el colorido y el ambiente festivo que suelen caracterizar cierto tipo de manifestaciones, y con la participación de numerosas familias con niños, Madrid se ha tiñó de verde para recordarnos que hay esperanza, que hay quienes levantan la voz, incluso desde ámbitos tan significativos como el sanitario en el que se les mira con lupa y se quiere poner en cuestión el derecho fundamental a la objeción de conciencia, o desde los más jóvenes que, sin complejo alguno, nos han recordado que no son la generación perdida sino la generación provida.
Pedro García
Educar en la afectividad
Educar es tarea de los padres. También puede haber colegios especialmente involucrados que se preocupen por la educación, no solo por la formación académica de los alumnos. Pero la educación de la afectividad y de la sexualidad compete a los padres. Es una cuestión delicada en los tiempos que corren y si el padre o la madre se queda al margen porque, ya se sabe, hay mucho trabajo, no tengo tiempo para nada, está faltando gravemente a unos de sus deberes más trascendentales.
El dejar pasar, no preocuparse de esos temas, puede llegar a una gravedad que solo se percibe a veces cuando está todo perdido. El ambiente en el que viven muchos jóvenes está, con demasiada frecuencia, muy degradado por la pornografía. ¿Todavía hay padres que no se han enterado? Son esos padres que en ningún momento se han planteado hablar con detenimiento, con confianza, con detalles, con sus hijos.
Los preadolescentes y adolescentes deben aprender a amar, pero en el ambiente no encuentran demasiado de eso. En casa, si hay un poco de sensatez, los padres se darán cuenta de que hay que estar atentos. Y sin embargo hay muchos padres que les dejan, desde muy pequeños, a los hijos un móvil en donde, sin ninguna dificultad, pueden encontrarse los contenidos más perniciosos que el propio padre pueda imaginar.
“Cada vez resulta más patente que la educación sexual, inseparable de la educación afectiva, debe comenzar antes de la adolescencia, antes de los trastornos de la pubertad, mucho antes de las situaciones de urgencia. Son escasos los autores que se atreven a formular -en este terreno- planteamientos educativos destinados a los niños, especialmente en el ámbito familiar”. Así se explica una experta, Inés Pélissié, en un libro muy recomendable: “¡Por favor, háblame del amor!”.
Juan García.
Educar desde la ideología
Los cambios que se van a producir en la educación, que son de calado y que no afectan solo a cuestiones formales, suponen también que la reforma se aboca a una imposible aplicación exprés, en el culmen de una chapuza que comenzó hace año y medio con la derogación de lo LOMCE y la aprobación por la puerta de atrás, en plena pandemia, de la que se va a convertir, por muchos motivos, en la inolvidable y desastrosa “ley Celáa”.
Cada vez que en educación se da un volantazo de este tipo son los alumnos quienes más lo sufren. Los indicadores de calidad a nivel internacional nos retratan año tras año. Son los resultados que cabe esperar cuando un Gobierno cree que su tarea es educar a los ciudadanos desde la ideología.
JD Mez Madrid
La pobreza y miseria avanza cada vez más
Sigue la fatídica marcha que “alguien o álguienes”, han impuesto en el mundo actual; no admito la casualidad puesto que los hechos son causales; y ello nos afecta a la inmensa mayoría de terrícolas; más claro aún, que los ricos-ricos son cada vez más numerosos y como contra partida, los pobres-pobres también aumentan pero en proporciones astronómicas, y todo ello no puede traer nada bueno; antes o después vendrán las tragedias y rebeliones de siempre. Copio una prueba más de lo que estamos viendo, llevamos ya muchos años.
“El repunte sin límite de la inflación y la ralentización de la caída del paro en los primeros meses de 2022 han empeorado el grado de dificultad de los ciudadanos españoles para llegar a fin de mes y encontrar trabajo. Es lo que los economistas denominan Índice de Miseria . Aunque España ya figuraba en 2021 a la cabeza de los países desarrollados (OCDE) en este ranking, con una tasa cercana al 20%, ahora ha ampliado su negativo liderazgo. Lo que confirma que los ciudadanos no perciben el crecimiento de la economía ni siquiera cuando se produce.
Cinco CCAA gastan ya la mitad de su presupuesto en pagar nóminas públicas
La guerra frena el consumo en España: las ventas de las grandes empresas caen un 9%
El indicador se ha situado ya por encima de los 23 puntos, es decir, en los niveles que se registraron durante la recesión económica de 2013. El elemento acelerador en aquel año fue la alta tasa de paro (se acercó al 27% en el primer trimestre), pero ahora se está produciendo la combinación más dañina, es decir, la de ambas tasas (IPC y desempleo) en una situación muy elevada”. 24/04/2022 (en Vozpópuli).
Igualmente los aparatos administrativos (funcionariado oficial o político) son enormes y han creado ejércitos de parásitos que se mantienen, a costa de los impuestos ya confiscatorios que nos imponen, “los gobiernos que padecemos y que no sabiendo gobernar, nos arrastran a las ruinas que soportamos”; agravadas aún, más, por lo que nos “roban”, asignándose los administradores pagas que no merecen; y aumentado todo ello con el malgasto continuo del dinero público, en obras o realizaciones que en nada sirven para un verdadero progreso social y humano. Esa es la realidad que encontramos, cuando de estar bien administrados, los ingentes recursos que hoy hay, toda la sociedad podríamos vivir mucho mejor y más tranquilos; siempre que de verdad, se organicen los trabajos positivos que hay por realizar y que nadie realiza, todo son mentiras y subterfugios, para lo que falsamente dicen, “invertir dinero público”, cuando la realidad es un malgasto y malversación continuas del dinero o recursos públicos; y esta es una enfermedad general y mundial; pero los políticos se amparan unos a otros y de estos temas ni hablan, ni dejan hablar y así vamos o mejor dicho nos llevan.
La sabiduría verdadera ya advertía hace milenios de todo esto, pero es claro que los estudios de la inteligencia y de la filosofía, no les interesan a los políticos, ni ahora ni nunca; ellos se sostienen en la mentira y en el subterfugio, y como dominan con la fuerza la situación, pues de ahí, las caídas continuas de unas sociedades indefensas.
Destacó Pitágoras advirtiendo en sus enseñanzas la prevención de estas penurias con esta recomendación a los gobernantes junto a los individuos de su escuela.
“No ansiéis haceros muy ricos, puesto que con ello lograréis el que haya muchos más pobres – mantener a vuestros gobernados en un término medio, muy ricos se hacen muy soberbios y muy pobres se envilecen. He citado de memoria, pero guardando la máxima aproximación, a la realidad de lo que el maestro dijo.
Reflejo una mínima parte de las enseñanzas de aquel Maestro, cuyas enseñanzas totales, debieran ser enseñadas y “aclaradas”, por buenos Maestros, en cualquier escuela, academia, o universidad donde existan; y no digamos de aquellos padres, que se atreven a traer hijos a este mundo y que son o deben ser, “los primeros maestros de sus vástagos”: Más enseñanzas pitagóricas.
“No inicies obra alguna sin antes rogar a los dioses que en ella colaboren. Y cuando te hayas familiarizado con esta costumbre, sondearás la esencia de hombres y dioses, y conocerás de todo el principio y el fin. Sabrás también que los males que aquejan a los hombres, han sido por ellos mismos generados. En su pequeñez no saben ver ni entienden que tienen cerca los mayores bienes. Pocos conocen el secreto de la felicidad y ruedan como objetos de acá para allá, abrumados de múltiples pesares. La aflictiva discordia innata en ellos, limita su existencia sin que se den cuenta; no conviene provocarla sino vencerla, a menudo cediendo. La Sagrada Naturaleza te irá revelando a su hora sus más ocultos misterios. Si te hace partícipe de ellos, fácilmente lograrás la perfección. Y sanada tu alma, te verás libre de todos los males”.
Antonio García Fuentes
(Escritor y filósofo)
www.jaen-ciudad.es (Aquí mucho más)