Enviado por adminideas el Lun, 05/04/2021 - 12:17 Ideas Claras DE INTERES PARA HOY lunes, 05 de abril de 2021 Indice: ROME REPORTS Francisco en Urbi et Orbi: la Pascua da esperanza y no defrauda La alegría del Señor Resucitado en la segunda misa de Pascua El Papa en la Vigilia Pascual: “Jesús no es un personaje obsoleto" LA ALEGRÍA DE LA RESURRECCIÓN: Francisco Fernandez Carbajal Meditaciones: Lunes de Pascua “Ha triunfado de la muerte”: San Josemaria Pascua de Resurrección Padre nuestro, que estás en el Cielo : Manuel Belda Retiro de abril #DesdeCasa (2021) Resurrección: Historia y Eternidad: Ernesto Juliá ¡R E S U C I T Ó! : Magui del Mar Reflexiones en la fiesta de la Resurrección de Cristo : Plinio Corrêa de Oliveira Educar en igualdad, respetar la diversidad : Mikel Elía Ser cuidado aún no es un derecho de todos : Jacinto Bátiz ‘La mejor forma de tratar la razón es usarla’: Daniel Sada / Pablo Velasco ‘La eutanasia es la crisis más grave en la milenaria historia de la medicina’: Marcos Gómez Sancho / Hilda García ¡Es el miedo, imbécil!: Alberto Sánchez León Feminismo…y feminismos : José Morales Martín Semana Santa 2021. Triduo Pascual.: Josefa Romo Garlito La importancia de la escuela : Jesús Domingo Martínez El profesor implicado : Pedro García VISITA A UNO DE LOS MÁS FAMOSOS SANTUARIOS CRISTIANOS DE ESPAÑA (y III): Antonio García Fuentes Te pido que reces por el PAPA FRANCISCO que el Señor le ilumine y por tu Obispo, si te queda un poco acuérdate de mí. Si estimas que vale la pena el “Boletín” difúndelo entre familiares y amigos. ¡¡¡Gracias!!! Con el mayor afecto. Félix Fernández ALTA EN EL BOLETIN: boletin-help@ideasclaras.org BAJA BOLETÍN: boletin-unsubscribe@ideasclaras.org ROME REPORTS Francisco en Urbi et Orbi: la Pascua da esperanza y no defrauda Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Pascua! Hoy resuena en cada lugar del mundo el anuncio de la Iglesia: “Jesús, el crucificado, ha resucitado, como había dicho. Aleluya”. El anuncio de la Pascua no muestra un espejismo, no revela una fórmula mágica ni indica una vía de escape frente a la difícil situación que estamos atravesando. La pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres; y a pesar de todo —y es escandaloso— los conflictos armados no cesan y los arsenales militares se refuerzan. Y este es el escándalo de hoy. Ante esto, o mejor, en medio a esta realidad compleja, el anuncio de Pascua recoge en pocas palabras un acontecimiento que da esperanza y no defrauda: “Jesús, el crucificado, ha resucitado”. No nos habla de ángeles o de fantasmas, sino de un hombre, un hombre de carne y hueso, con un rostro y un nombre: Jesús. El Evangelio atestigua que este Jesús, crucificado bajo el poder de Poncio Pilato por haber dicho que era el Cristo, el Hijo de Dios, al tercer día resucitó, según las Escrituras y como Él mismo había anunciado a sus discípulos. El Crucificado, no otro, es el que ha resucitado. Dios Padre resucitó a su Hijo Jesús porque cumplió plenamente su voluntad de salvación: asumió nuestra debilidad, nuestras dolencias, nuestra misma muerte; sufrió nuestros dolores, llevó el peso de nuestras iniquidades. Por eso Dios Padre lo exaltó y ahora Jesucristo vive para siempre, es el Señor. Y los testigos señalan un detalle importante: Jesús resucitado lleva las llagas impresas en sus manos, en sus pies y en su costado. Estas heridas son el sello perpetuo de su amor por nosotros. Todo el que sufre una dura prueba, en el cuerpo y en el espíritu, puede encontrar refugio en estas llagas y recibir a través de ellas la gracia de la esperanza que no defrauda. Cristo resucitado es esperanza para todos los que aún sufren a causa de la pandemia, para los enfermos y para los que perdieron a un ser querido. Que el Señor dé consuelo y sostenga las fatigas de los médicos y enfermeros. Todas las personas, especialmente las más frágiles, precisan asistencia y tienen derecho a acceder a los tratamientos necesarios. Esto es aún más evidente en este momento en que todos estamos llamados a combatir la pandemia, y las vacunas son una herramienta esencial en esta lucha. Por lo tanto, en el espíritu de un “internacionalismo de las vacunas”, insto a toda la comunidad internacional a un compromiso común para superar los retrasos en su distribución y para promover su reparto, especialmente en los países más pobres. El Crucificado Resucitado es consuelo para quienes han perdido el trabajo o atraviesan serias dificultades económicas y carecen de una protección social adecuada. Que el Señor inspire la acción de las autoridades públicas para que todos, especialmente las familias más necesitadas, reciban la ayuda imprescindible para un sustento adecuado. Desgraciadamente, la pandemia ha aumentado dramáticamente el número de pobres y la desesperación de miles de personas. «Es necesario que los pobres de todo tipo recuperen la esperanza», decía san Juan Pablo II en su viaje a Haití. Y precisamente al querido pueblo haitiano se dirige en este día mi pensamiento y mi aliento, para que no se vea abrumado por las dificultades, sino que mire al futuro con confianza y esperanza. Y les digo que mi pensamiento va especialmente a ustedes, queridos hermanos y hermanas haitianos: estoy cerca de ustedes, estoy cerca de ustedes y quisiera que esos problemas se resuelvan definitivamente para ustedes. Rezo por esto, queridos hermanos y hermanas haitianos. Jesús resucitado es esperanza también para tantos jóvenes que se han visto obligados a pasar largas temporadas sin asistir a la escuela o a la universidad, y sin poder compartir el tiempo con los amigos. Todos necesitamos experimentar relaciones humanas reales y no sólo virtuales, especialmente en la edad en que se forman el carácter y la personalidad. Me siento cercano a los jóvenes de todo el mundo y, en este momento, de modo particular a los de Myanmar, que están comprometidos con la democracia, haciendo oír su voz de forma pacífica, sabiendo que el odio sólo puede disiparse con el amor. Que la luz del Señor resucitado sea fuente de renacimiento para los emigrantes que huyen de la guerra y la miseria. En sus rostros reconocemos el rostro desfigurado y sufriente del Señor que camina hacia el Calvario. Que no les falten signos concretos de solidaridad y fraternidad humana, garantía de la victoria de la vida sobre la muerte que celebramos en este día. Agradezco a los países que acogen con generosidad a las personas que sufren y que buscan refugio, especialmente al Líbano y a Jordania, que reciben a tantos refugiados que han huido del conflicto sirio. Que el pueblo libanés, que atraviesa un período de dificultades e incertidumbres, experimente el consuelo del Señor resucitado y sea apoyado por la comunidad internacional en su vocación de ser una tierra de encuentro, convivencia y pluralismo. Que Cristo, nuestra paz, silencie finalmente el clamor de las armas en la querida y atormentada Siria, donde millones de personas viven actualmente en condiciones inhumanas, así como en Yemen, cuyas vicisitudes están rodeadas de un silencio ensordecedor y escandaloso, y en Libia, donde finalmente se vislumbra la salida a una década de contiendas y enfrentamientos sangrientos. Que todas las partes implicadas se comprometan de forma efectiva a poner fin a los conflictos y permitir que los pueblos devastados por la guerra vivan en paz y pongan en marcha la reconstrucción de sus respectivos países. La Resurrección nos remite naturalmente a Jerusalén; imploremos al Señor que le conceda paz y seguridad, para que responda a la llamada a ser un lugar de encuentro donde todos puedan sentirse hermanos, y donde israelíes y palestinos vuelvan a encontrar la fuerza del diálogo para alcanzar una solución estable, que permita la convivencia de dos Estados en paz y prosperidad. En este día de fiesta, mi pensamiento se dirige también a Irak, que tuve la alegría de visitar el mes pasado, y que pido pueda continuar por el camino de pacificación que ha emprendido, para que se realice el sueño de Dios de una familia humana hospitalaria y acogedora para todos sus hijos. Que la fuerza del Señor resucitado sostenga a los pueblos de África que ven su futuro amenazado por la violencia interna y el terrorismo internacional, especialmente en el Sahel y en Nigeria, así como en la región de Tigray y Cabo Delgado. Que continúen los esfuerzos para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos, en el respeto de los derechos humanos y la sacralidad de la vida, mediante un diálogo fraterno y constructivo, en un espíritu de reconciliación y solidaridad activa. ¡Todavía hay demasiadas guerras y demasiada violencia en el mundo! Que el Señor, que es nuestra paz, nos ayude a vencer la mentalidad de la guerra. Que conceda a cuantos son prisioneros en los conflictos, especialmente en Ucrania oriental y en Nagorno-Karabaj, que puedan volver sanos y salvos con sus familias, e inspire a los líderes de todo el mundo para que se frene la carrera armamentista. Hoy, 4 de abril, se celebra el Día Mundial contra las minas antipersona, artefactos arteros y horribles que matan o mutilan a muchos inocentes cada año e impiden «que los hombres caminen juntos por los senderos de la vida, sin temer las asechanzas de destrucción y muerte». ¡Cuánto mejor sería un mundo sin esos instrumentos de muerte! Queridos hermanos y hermanas: También este año, en diversos lugares, muchos cristianos han celebrado la Pascua con graves limitaciones y, en algunos casos, sin poder siquiera asistir a las celebraciones litúrgicas. Recemos para que estas restricciones, al igual que todas las restricciones a la libertad de culto y de religión en el mundo, sean eliminadas y que cada uno pueda rezar y alabar a Dios libremente. En medio de las numerosas dificultades que atravesamos, no olvidemos nunca que somos curados por las llagas de Cristo. A la luz del Señor resucitado, nuestros sufrimientos se transfiguran. Donde había muerte ahora hay vida; donde había luto ahora hay consuelo. Al abrazar la Cruz, Jesús ha dado sentido a nuestros sufrimientos. Y ahora recemos para que los efectos beneficiosos de esta curación se extiendan a todo el mundo. ¡Feliz, santa y serena Pascua a todos! La alegría del Señor Resucitado en la segunda misa de Pascua Con el rito de la Resurrección y la aspersión comenzó la misa del Domingo de Pascua presidida por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro. Una celebración solemne en la que la ausencia de la homilía acentuó los significados de los rituales y los gestos. Al final, el pensamiento del Papa Francisco al nuevo arcipreste de San Pedro y al cardenal Comastri. Y un agradecimiento a todos los que contribuyeron al desarrollo de los ritos del Triduo Pascual. Fausta Speranza - Ciudad del Vaticano El anuncio de la derrota de la muerte vuelve pleno y poderoso en la vida de cada persona y en la celebración presidida por el Papa Francisco en el Altar de la Cátedra, en la Basílica de San Pedro. Intensa la participación espiritual de los presentes limitada en número porque este año, al igual que el anterior, las celebraciones estaban sujetas a las limitaciones impuestas por la pandemia de Covid-19. Concelebraron 24 cardenales y cuatro obispos. Unas 150 personas pudieron participar en la celebración. El Papa se detuvo bajo la escalinata del presbiterio para el Rito de la Resurrección. Había dos diáconos a cada lado del icono del Salvador, mientras que otro diácono cantaba el pregón de Pascua mientras Francisco incensaba el icono. El cardenal Re y el cardenal Sandri se dirigieron al altar para la oración eucarística: se colocaron a los lados del altar y no al lado del Santo Padre. Certeza pascual Este es el domingo en el que la promesa se convierte en certeza: "Cristo ha resucitado, ha resucitado de verdad". Así lo relata el Evangelio, que, en esta fiesta, que representa el momento más importante del año litúrgico, se proclama en latín y en griego. Como en otras celebraciones, las lecturas en español e inglés ayudaron a expresar el sentido de la universalidad de la Iglesia. Las palabras del Papa en la conclusión Antes de la procesión, al concluir la celebración, el Papa Francisco dirigió su pensamiento de "bienvenida" al cardenal Mauro Gambetti, recordándolo como Fray Mauro Gambetti, y un pensamiento de agradecimiento al cardenal Comastri que -recordó Francisco- fue arcipreste de la Basílica de San Pedro durante 16 años. En febrero, aceptando la renuncia del cardenal Comastri por razones de edad, el papa Francisco nombró para el cargo de arcipreste de la basílica de San Pedro y presidente de la Fábrica de San Pedro precisamente al cardenal Mauro Gambetti, que era custodio del Sacro Convento de Asís y que es también vicario general de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano y para las villas papales de Castel Gandolfo. El Papa dijo: "Me gustaría dar la bienvenida al nuevo arcipreste, el cardenal Fra Mauro Gambetti, ¡Gracias por su disponibilidad, hermano! Le deseo lo mejor en el servicio de esta iglesia tan importante para todos los cristianos. Y también quiero dar las gracias al cardenal Angelo Comastri que, tras 16 años como arcipreste y a las puertas de los 78 años, deja el cargo. Muchas gracias Cardenal Comastri, gracias por su atención pastoral, por su espiritualidad, por sus sermones, por su misericordia. Que el Señor recompense todo tu trabajo". A continuación, dirigió sus pensamientos a quienes ofrecen sus contribuciones a las celebraciones: "Y quiero agradecer a todos los que habéis trabajado para que las celebraciones de esta Semana Santa sean dignas, bonitas, ¡todos, todos! Agradezco a todos los que trabajan aquí en San Pedro, el coro, los ministrantes, los lectores, los diáconos... ¡Todos! Muchas gracias". Al final de la celebración, los concelebrantes participaron en la procesión con el Papa Francisco Cada domingo, con el Credo, renovamos nuestra profesión de fe en la Resurrección de Cristo. A partir de este gran misterio se entiende todo en la Iglesia y cada celebración eucarística lo hace relevante. También hay un tiempo litúrgico en el que esta realidad central de la fe cristiana se propone a los fieles de forma más intensa: la Pascua. Cada año, en el "Santísimo Triduo de Cristo Crucificado, Muerto y Resucitado", como lo llama San Agustín, la Iglesia recorre las etapas finales de la vida terrenal de Jesús: su condena a muerte, su subida al Calvario cargando la Cruz, su sacrificio por nuestra salvación, su deposición en el sepulcro. El "tercer día", pues, la Iglesia revive su Resurrección: es la Pascua, el paso de Jesús de la muerte a la vida, en la que se cumplen plenamente las antiguas profecías. Toda la liturgia del tiempo de Pascua canta la certeza y la alegría de la Resurrección de Cristo. El Papa en la Vigilia Pascual: “Jesús no es un personaje obsoleto" Durante la Vigilia Pascual 2021 en la noche del Sábado Santo, el Papa Francisco invita a ir a Galilea en nuestro interior para experimentar el asombro que produce el amor infinito del Señor, para aprender que la fe, para que esté viva, debe ponerse de nuevo en camino y para aprender a encontrar a Cristo resucitado en los rostros de nuestros hermanos. Mireia Bonilla – Ciudad del Vaticano En la noche del 3 de abril, Sábado Santo, el Santo Padre ha presidido la Vigilia Pascual en una Basílica de San Pedro prácticamente vacía debido a las medidas de contención de coronavirus. En su homilía, Francisco ha reflexionado sobre el Evangelio del día según Marcos, que relata cuando las mujeres pensaron que iban a encontrar el cuerpo para ungirlo, en cambio, encontraron una tumba vacía. Francisco asegura que “habían ido a llorar a un muerto, pero en su lugar escucharon un anuncio de vida”. Las mujeres – dice el Evangelio – “estaban desconcertadas”, y el Papa explica que este desconcierto “es miedo mezclado con alegría”. “Es la maravilla de escuchar esas palabras: ¡No se asusten! Aquel al que buscan, Jesús, el de Nazaret, el crucificado, resucitó” y después es invitación: “Él irá delante de ustedes a Galilea y allí lo verán””. Francisco nos invita hoy a ir a Galilea, explicando que significa hacer este “viaje” interior. Siempre es posible reiniciar nuestra vida “Ir a Galilea significa, ante todo, empezar de nuevo”. El Pontífice explica en su homilía que para los discípulos “fue regresar al lugar donde el Señor los buscó por primera vez y los llamó a seguirlo” y desde aquel momento, habiendo dejado las redes, siguieron a Jesús. Sin embargo – dice el Papa – “muchas veces malinterpretaron sus palabras y ante la cruz huyeron, dejándolo solo”. A pesar de este fracaso, Francisco subraya que “el Señor resucitado se presenta como Aquel que, una vez más, los precede en Galilea, va delante de ellos, los llama y los invita a seguirlo, sin cansarse nunca”. Es por ello que en esta Galilea “experimentamos el asombro que produce el amor infinito del Señor, que traza senderos nuevos dentro de los caminos de nuestras derrotas” y este es el primer anuncio de Pascua que ofrece el Papa hoy: “siempre es posible volver a empezar, porque existe una vida nueva que Dios es capaz de reiniciar en nosotros más allá de todos nuestros fracasos”. Jesús no es un personaje obsoleto Ir a Galilea, en segundo lugar, significa “recorrer nuevos caminos”. El Papa explica que muchos viven la “fe de los recuerdos”, como si Jesús fuera un personaje del pasado, un amigo de la juventud ya lejano, un hecho ocurrido hace mucho tiempo, cuando de niño asistía al catecismo “que ya no me conmueve, que ya no me interpela”. En cambio, ir a Galilea significa “aprender que la fe, para que esté viva, debe ponerse de nuevo en camino”, “debe reavivar cada día el comienzo del viaje, el asombro del primer encuentro” y “debe confiar, sin la presunción de saberlo ya todo, sino con la humildad de quien se deja sorprender por los caminos de Dios”. Por tanto, el segundo anuncio de Pascua del Papa Francisco es que “la fe no es un repertorio del pasado, Jesús no es un personaje obsoleto, Él está vivo, aquí y ahora”. De hecho – recuerda el Papa – “camina contigo cada día, en la situación que te toca vivir, en la prueba que estás atravesando, en los sueños que llevas dentro. Aunque todo te parezca perdido, Él te sorprenderá”. Jesús visita todas las situaciones de nuestra vida Por ultimo, el Papa explica que ir a Galilea significa “ir a los confines” porque Galilea “es el lugar más lejano, desde donde Jesús comenzó su misión”. “En Galilea aprendemos que podemos encontrar a Cristo resucitado en los rostros de nuestros hermanos, en el entusiasmo de los que sueñan y en la resignación de los que están desanimados, en las sonrisas de los que se alegran y en las lágrimas de los que sufren, sobre todo en los pobres y en los marginados”. “Con Él – subraya – la vida cambiará”. Tras esta invitación, el Papa expresa su tercer anuncio de Pascua: “Jesús, el Resucitado, nos ama sin límites y visita todas las situaciones de nuestra vida. Nos invita a acercarnos a quienes están junto a nosotros cada día, para redescubrir la gracia de la cotidianidad”. LA ALEGRÍA DE LA RESURRECCIÓN — La alegría verdadera tiene su origen en Cristo. — La tristeza nace del descamino y del alejamiento de Dios. Ser personas optimistas, serenas, alegres, también en medio de la tribulación. — Dar paz y alegría a los demás. I. El Señor ha resucitado de entre los muertos, como lo había dicho, alegrémonos y regocijémonos todos, porque reina para siempre. ¡Aleluya!1. Nunca falta la alegría en el transcurso del año litúrgico, porque todo él está relacionado, de un modo u otro, con la solemnidad pascual, pero es en estos días cuando este gozo se pone especialmente de manifiesto. En la Muerte y Resurrección de Cristo hemos sido rescatados del pecado, del poder del demonio y de la muerte eterna. La Pascua nos recuerda nuestro nacimiento sobrenatural en el Bautismo, donde fuimos constituidos hijos de Dios, y es figura y prenda de nuestra propia resurrección. Dios –nos dice San Pablo– nos ha dado vida por Cristo y nos ha resucitado con Él2. Cristo, que es el primogénito de los hombres, se ha convertido en ejemplo y principio de nuestra futura glorificación. Nuestra Madre la Iglesia nos introduce en estos días en la alegría pascual a través de los textos de la liturgia: lecturas, salmos, antífonas..., en ellos pide sobre todo que esta alegría sea anticipo y prenda de nuestra felicidad eterna en el Cielo. Desde muy antiguo se suprimen en este tiempo los ayunos y otras mortificaciones corporales, como símbolo externo de esta alegría del alma y del cuerpo. «Los cincuenta días del tiempo pascual –dice San Agustín– excluyen los ayunos, pues se trata de una anticipación del banquete que nos espera allí arriba»3. Pero de nada serviría esta invitación de la liturgia si en nuestra vida no se produce un verdadero encuentro con el Señor, si no vivimos con una mayor plenitud el sentido de nuestra filiación divina. Los Evangelistas nos han dejado constancia, en cada una de las apariciones, de cómo los Apóstoles se alegraron viendo al Señor. Su alegría surge de haber visto a Cristo, de saber que vive, de haber estado con Él. La alegría verdadera no depende del bienestar material, de no padecer necesidad, de la ausencia de dificultades, de la salud... La alegría profunda tiene su origen en Cristo, en el amor que Dios nos tiene y en nuestra correspondencia a ese amor. Se cumple –ahora también– aquella promesa del Señor: Y Yo os daré una alegría que nadie os podrá quitar4. Nadie: ni el dolor, ni la calumnia, ni el desamparo..., ni las propias flaquezas, si volvemos con prontitud al Señor. Esta es la única condición: no separarse de Dios, no dejar que las cosas nos separen de Él; sabernos en todo momento hijos suyos. II. Nos dice el Evangelio de la Misa: las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos. Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies5. La liturgia del tiempo pascual nos repite con mil textos diferentes estas mismas palabras: Alegraos, no perdáis jamás la paz y la alegría; servid al Señor con alegría6, pues no existe otra forma de servirle. «Estás pasando unos días de alborozo, henchida el alma de sol y de color. Y, cosa extraña, ¡los motivos de tu gozo son los mismos que otras veces te desanimaban! »Es lo de siempre: todo depende del punto de mira. —“Laetetur cor quaerentium Dominum!” —cuando se busca al Señor, el corazón rebosa siempre de alegría»7. En la Última Cena, el Señor no había ocultado a los Apóstoles las contradicciones que les esperaban; sin embargo, les prometió que la tristeza se tornaría en gozo: Así pues, también vosotros ahora os entristecéis, pero os volveré a ver y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo8. Aquellas palabras, que entonces les podrían resultar incomprensibles, se cumplen ahora acabadamente. Y poco tiempo después, los que hasta ahora han estado acobardados, saldrán del Sanedrín dichosos de haber padecido algo por su Señor9. En el amor a Dios, que es nuestro Padre, y a los demás, y en el consiguiente olvido de nosotros mismos, está el origen de esta alegría profunda del cristiano10. Y esta es lo normal para quien sigue a Cristo. El pesimismo y la tristeza deberán ser siempre algo extraño al cristiano. Algo que, si se diera, necesitaría de un remedio urgente. El alejamiento de Dios, el descamino, es lo único que podría turbarnos y quitarnos ese don tan apreciado. Por tanto, luchemos por buscar al Señor en medio del trabajo y de todos nuestros quehaceres, mortifiquemos nuestros caprichos y egoísmos en las ocasiones que se presentan cada día. Este esfuerzo nos mantiene alerta para las cosas de Dios y para todo aquello que puede hacer la vida más amable a los demás. Esa lucha interior da al alma una peculiar juventud de espíritu. No cabe mayor juventud que la del que se sabe hijo de Dios y procura actuar en consecuencia. Si alguna vez tuviéramos la desgracia de apartarnos de Dios, nos acordaríamos del hijo pródigo, y con la ayuda del Señor volveríamos de nuevo a Dios con el corazón arrepentido. En el Cielo habría ese día una gran fiesta, y también en nuestra alma. Esto es lo que ocurre todos los días en pequeñas cosas. Así, con muchos actos de contrición, el alma está habitualmente con paz y serenidad. Debemos fomentar siempre la alegría y el optimismo y rechazar la tristeza, que es estéril y deja el alma a merced de muchas tentaciones. Cuando se está alegre, se es estímulo para los demás; la tristeza, en cambio, oscurece el ambiente y hace daño. III. Estar alegres es una forma de dar gracias a Dios por los innumerables dones que nos hace; la alegría es «el primer tributo que le debemos, la manera más sencilla y sincera de demostrar que tenemos conciencia de los dones de la naturaleza y de la gracia y que los agradecemos»11. Nuestro Padre Dios está contento con nosotros cuando nos ve felices y alegres con el gozo y la dicha verdaderos. Con nuestra alegría hacemos mucho bien a nuestro alrededor, pues esa alegría lleva a los demás a Dios. Dar alegría será con frecuencia la mejor muestra de caridad para quienes están a nuestro lado. Fijémonos en los primeros cristianos. Su vida atraía por la paz y la alegría con que realizaban las pequeñas tareas de la vida ordinaria. «Familias que vivieron de Cristo y que dieron a conocer a Cristo. Pequeñas comunidades cristianas, que fueron como centros de irradiación del mensaje evangélico. Hogares iguales a los otros hogares de aquellos tiempos, pero animados de un espíritu nuevo que contagiaba a quienes los conocían y los trataban. Esos fueron los primeros cristianos, y eso hemos de ser los cristianos de hoy: sembradores de paz y alegría, de la paz y de la alegría que Jesús nos ha traído»12. Muchas personas pueden encontrar a Dios en nuestro optimismo, en la sonrisa habitual, en una actitud cordial. Esta muestra de caridad con los demás –la de esforzarnos por alejar en todo momento el malhumor y la tristeza y remover su causa– ha de manifestarse particularmente con los más cercanos. En concreto, Dios quiere que el hogar en el que vivimos sea un hogar alegre. Nunca un lugar oscuro y triste, lleno de tensiones por la incomprensión y el egoísmo. Una casa cristiana debe ser alegre, porque la vida sobrenatural lleva a vivir esas virtudes (generosidad, cordialidad, espíritu de servicio...), a las que tan íntimamente está unida esta alegría. Un hogar cristiano da a conocer a Cristo de modo atrayente entre las familias y en la sociedad. Debemos procurar también llevar esta alegría serena y amable a nuestro lugar de trabajo, a la calle, a las relaciones sociales. El mundo está triste e inquieto y tiene necesidad, ante todo, del gaudium cum pace13, de la paz y de la alegría que el Señor nos ha dejado. ¡Cuántos han encontrado el camino que lleva a Dios en la conducta cordial y sonriente de un buen cristiano! La alegría es una enorme ayuda en el apostolado, porque nos lleva a presentar el mensaje de Cristo de una forma amable y positiva, como hicieron los Apóstoles después de la Resurrección. Jesucristo debía manifestar siempre su infinita alegría interior. La necesitamos también para nosotros mismos, para crecer en la propia vida interior. Santo Tomás dice expresamente que «todo el que quiere progresar en la vida espiritual necesita tener alegría»14. La tristeza nos deja sin fuerzas; es como el barro pegado a las botas del caminante que, además de mancharlo, le impide caminar. Esta alegría interior es también el estado de ánimo necesario para el perfecto cumplimiento de nuestras obligaciones. Y «cuanto más elevadas sean estas, tanto más habrá de elevarse nuestra alegría»15. Cuanto mayor sea nuestra responsabilidad (sacerdotes, padres, superiores, maestros...), mayor también nuestra obligación de tener paz y alegría para darla a los demás, mayor la urgencia de recuperarla si se hubiera enturbiado. Pensemos en la alegría de la Santísima Virgen. Ella está «abierta sin reservas a la alegría de la Resurrección (...). Ella recapitula todas las alegrías, vive la perfecta alegría prometida a la Iglesia: Mater plena sanctae laetitiae, y, con toda razón, sus hijos en la tierra, volviendo los ojos hacia la madre de la esperanza y madre de la gracia, la invocan como causa de su alegría: Causa nostrae laetitiae»16. 1 Antífona de entrada en la Misa. — 2 Ef 2, 6. — 3 San Agustín, Sermón 252. — 4 Jn 16, 22. — 5 Mt 28, 8-9. — 6 Sal 99, 2. — 7 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 72. — 8 Jn 16, 22. — 9 Hech 5, 40. — 10 Cfr. Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, pp. 1125-1126. — 11 P. A. Reggio, Espíritu sobrenatural y buen humor, Rialp, Madrid 1966, p. 12. — 12 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 30. — 13 Misal Romano, Preparación de la Santa Misa, Formula intentionis. — 14 Santo Tomás, Comentario a la Carta a los Filipenses, 4, 1. — 15 P. A. Reggio, o. c., p. 24. — 16 Pablo VI, Exhor. Apost. Gaudete in Domino, 9-V-1975, IV. Meditaciones: Lunes de Pascua Reflexión para meditar el lunes de la octava de Pascua. Los temas propuestos son: Jesús resucitado sale al encuentro de las mujeres; las santas mujeres se convierten en apóstoles; la valentía que da encontrarse con Cristo resucitado. MEDITACIONES05/04/2021 - Jesús resucitado sale al encuentro de las mujeres. - Las santas mujeres se convierten en apóstoles. - La valentía que da encontrarse con Cristo resucitado. «EL SEÑOR ha resucitado de entre los muertos, como lo había dicho; alegrémonos y regocijémonos todos, porque reina para siempre. Aleluya». La Iglesia, con la antífona de entrada para la Misa de hoy, nos invita a todos a unirnos en coro a esta exclamación de alegría. El domingo de Resurrección es un misterio tan grande que la liturgia no solo le dedica un día, «sería demasiado poco para tanta alegría»[1], sino toda esta semana, formando la octava de Pascua. Estos ocho días son como un largo domingo, porque no es posible contener en veinticuatro horas el gozo de saber que Jesús, con sus llagas gloriosas, está vivo y nos dice: «¿Quién peleará contra mí? Yo soy el que venció la muerte, encadenó al enemigo, pisoteó el infierno, maniató al fuerte, llevó al hombre hasta lo más alto de los cielos; yo, en efecto, que soy Cristo»[2]. Las mujeres que seguían al Señor, impulsadas por su amor, habían ido a visitar la tumba de su maestro. Sin embargo, vuelven inmediatamente a casa, corriendo, para contar a los demás lo que les ha sucedido: la han descubierto vacía y se han encontrado con Jesús... ¡que está vivo! «Las mujeres partieron al instante del sepulcro –nos dice el evangelio– con temor y gran alegría, y corrieron a dar las noticias a los discípulos» (Mt 28,8). Es el mismo Cristo, resucitado, quien sale a su encuentro y las confirma en aquel propósito apostólico: «Id y anunciad a mis hermanos que vayan a Galilea: allí me verán» (Mt 28,10). Ellas experimentan una alegría sorprendente, compatible también con cierta confusión, porque no es fácil olvidar las escenas de la pasión. No se cuestionan lo que han visto: no hay dudas de que es Jesús quien se ha cruzado con ellas en el camino; era su manera de mirar y su tono de voz. «Después de los ritos del Triduo Pascual, que nos han hecho revivir el misterio de la muerte y de la resurrección de nuestro Señor, ahora, con los ojos de la fe, lo contemplamos resucitado y vivo. También nosotros estamos llamados a encontrarlo personalmente y a convertirnos en sus anunciadores y testigos»[3]. MARÍA MAGDALENA y el resto de las mujeres que siguen a Jesús serán las encargadas de dar la noticia a los apóstoles. Jesús les confía a ellas el primer anuncio de la Resurrección, ellas serán «las primeras testigos de esta verdad. Quizá quiera premiar su delicadeza, su sensibilidad a su mensaje, su fortaleza, que las había impulsado hasta el Calvario»[4]. El corazón de estas mujeres arde en un intenso amor a Jesús, por eso no se separan del sepulcro. María Magdalena «buscaba al que no había hallado, lo buscaba llorando y encendida en el fuego del amor. Por ello –dice san Gregorio–, ella fue la única en verlo entonces, porque se había quedado buscándolo, pues lo que da fuerza a las buenas obras es la perseverancia en ellas»[5]. Aquellas mujeres se convierten en apóstoles de apóstoles. Serán ellas quienes impulsen a los discípulos a salir de una vez por todas de su escondite y a buscar también ellos al Señor. La fuerza de su testimonio nace de un amor sincero por el Maestro. El motor de la evangelización en la Iglesia ha sido siempre la caridad. Así sucede en la vida de los santos que, movidos por el fuego de su amor al Señor, lo han anunciado con valentía. Como los ríos se desbordan de su cauce en la primavera, haciendo el campo más fértil, «el apostolado es amor de Dios, que se desborda, dándose a los demás. La vida interior supone crecimiento en la unión con Cristo, por el Pan y la Palabra. Y el afán de apostolado es la manifestación exacta, adecuada, necesaria, de la vida interior. Cuando se paladea el amor de Dios se siente el peso de las almas (...). Para el cristiano, el apostolado resulta connatural: no es algo añadido, yuxtapuesto, externo a su actividad diaria»[6]. Ahora sabemos que el Señor está vivo y nos ama; esta es la gran noticia que llena de esperanza nuestra vida. Por eso, deseamos que muchos puedan gozar también de ella. Jesús mismo sale a nuestro encuentro para confirmarnos en este anhelo nuestro y, a la vez, para transformarlo en la misión de sus discípulos a lo largo de todos los tiempos: «Id y anunciad». Parece decirnos a cada uno de nosotros: “Con tu vida, con tu palabra, con tu amistad, también tú puedes comunicar a tus hermanos los hombres la gran noticia de que la vida es más fuerte que la muerte, y el amor más fuerte que el odio”. EN CONTRASTE con las santas mujeres, los guardias que custodiaban el sepulcro, al descubrir que estaba vacío, se llenaron de terror. Pensaron que alguien había robado el cuerpo. No supieron interpretar lo que había sucedido. Se asustaron porque se dieron cuenta de que sus vidas corrían peligro. Entraron en la ciudad y dieron parte a las autoridades judías. Los sumos sacerdotes y los ancianos compraron su silencio con una importante suma de dinero y les aseguraron protección en caso de que Pilato llegara a tener noticia de su negligencia. Mientras en las mujeres renace la valentía al descubrir que Cristo vive, las autoridades hablan de un muerto al que temen. Mientras las santas mujeres se van del sepulcro llenas de alegría para comunicar la noticia a los demás, los soldados huyen de allí con la intención de ocultar lo sucedido. Ellas recuperan la paz; ellos, al contrario, sucumben al miedo y a la mentira. «Hoy el Resucitado nos repite a nosotros, como a aquellas mujeres, (...) que no tengamos miedo de convertirnos en mensajeros del anuncio de su resurrección. No tiene nada que temer quien se encuentra con Jesús resucitado y a él se encomienda dócilmente con renovada valentía. Este es el mensaje que los cristianos están llamados a difundir hasta los últimos confines de la tierra»[7]. Cada día «son muchas las ocasiones que tenemos para comunicar de modo sencillo y convencido nuestra fe a los demás; así, nuestro encuentro puede despertar en ellos la fe. Y es muy urgente que los hombres y las mujeres de nuestra época conozcan y se encuentren con Jesús y, también gracias a nuestro ejemplo, se dejen conquistar por él»[8]. Envueltos en el gozo pascual, podemos invocar a María para que nos convierta en testigos del amor de Jesucristo, en mensajeros de la esperanza que él nos ha conquistado con su victoria. [1] Benedicto XVI, Regina coeli, 9-IV-07. [2] Melitón de Sardes, Homilía sobre la Pascua (Oficio de lecturas). [3] Francisco, Regina coeli, 22-IV-2019. [4] San Juan Pablo II, Audiencia general, 22-II-1989. [5] San Gregorio Magno, Homilía 25, 1-2. 4-5. [6] San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 122. [7] Benedicto XVI, Regina Coeli, 9-IV-2007. “Ha triunfado de la muerte” Cristo resucitado, glorioso, se ha despojado de todo lo terreno, para que sus hermanos los hombres pensemos de qué hemos de despojarnos (Forja, 526). 5 de abril Cristo vive. Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia. No temáis, con esta invocación saludó un ángel a las mujeres que iban al sepulcro; no temáis. Vosotras venís a buscar a Jesús Nazareno, que fue crucificado: ya resucitó, no está aquí (Mc XVI, 6 (Evangelio de la Misa del Domingo de Resurrección).). Haec est dies quam fecit Dominus, exsultemus et laetemur in ea; éste es el día que hizo el Señor, regocijémonos (Ps CXVII, 24, Gradual de esa misma Misa). El tiempo pascual es tiempo de alegría, de una alegría que no se limita a esa época del año litúrgico, sino que se asienta en todo momento en el corazón del cristiano. Porque Cristo vive: Cristo no es una figura que pasó, que existió en un tiempo y que se fue, dejándonos un recuerdo y un ejemplo maravillosos. No: Cristo vive. Jesús es el Emmanuel: Dios con nosotros. Su Resurrección nos revela que Dios no abandona a los suyos. ¿Puede la mujer olvidarse del fruto de su vientre, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidare, yo no me olvidaré de ti (Is XLIX, 14–15.), había prometido. Y ha cumplido su promesa. Dios sigue teniendo sus delicias entre los hijos de los hombres (Cfr. Prv VIII, 31.). (Es Cristo que pasa, 102) Pascua de Resurrección Audios y textos para vivir el Tiempo Pascual, que comienza el Domingo de Resurrección y finaliza el Domingo de Pentecostés. DE LA IGLESIA Y DEL PAPA04/04/2021 San Josemaría explica en la homilía Cristo presente en los cristianos, que «El tiempo pascual es tiempo de alegría, de una alegría que no se limita a esa época del año litúrgico, sino que se asienta en todo momento en el corazón del cristiano. Porque Cristo vive: Cristo no es una figura que pasó, que existió en un tiempo y que se fue, dejándonos un recuerdo y un ejemplo maravillosos». • La Resurrección del Señor: pasaje del Evangelio de San Juan. • Homilía de san Josemaría: Cristo presente en los cristianos. El tiempo pascual es tiempo de alegría, de una alegría que no se limita a esa época del año litúrgico, sino que se asienta en todo momento en el corazón del cristiano. • Evangelio del Domingo de Pascua: ¡Jesús vive! • Meditaciones: Domingo de Resurrección (audio y texto). • Audio meditación del Prelado: La Luz que necesita el mundo. Y videomensaje de felicitación de la Pascua de Resurrección (2020). • Pascua: He resucitado y aún estoy contigo. Explicación de la liturgia del tiempo de Pascua. • Rezar el Regina Cæli: Regina Coeli (o Regina Cæli) es el nombre de una oración mariana y cristológica de la Iglesia católica en honor de la Virgen, que sustituye al Ángelus durante el Tiempo Pascual. • Domingo de Resurrección: Jesús ha vencido la muerte. Meditación de Mons. Javier Echevarría en EWTN (2004) • Dentro del Evangelio: San Josemaría comenta la Resurrección. Para leer y meditar • Varias preguntas sobre la Resurrección de Jesucristo: ¿Cómo se explica la resurrección de Jesús? (En PDF) ¿Pudieron haber robado el cuerpo de Jesús? (En PDF) ¿En qué consiste sustancialmente el mensaje cristiano? (En PDF) • Tema 11 (Resúmenes de fe cristiana). Resurrección, Ascensión y Segunda venida de Jesucristo. • Vida de María (XVII): Resurrección y Ascensión del Señor. Los evangelios no incluyen a la Virgen en el grupo de mujeres que el domingo fueron a lavar el cuerpo del Señor. Su ausencia abre la esperanza en la victoria de Cristo. Padre nuestro, que estás en el Cielo Con el Padre Nuestro, Jesucristo nos enseña a dirigirnos a Dios como Padre. Es la oración filial por excelencia. RESÚMENES DE DOCTRINA CATÓLICA21/11/2016 La oración del cristiano es la oración de un hijo de Dios que se dirige a su Padre Dios con confianza filial. PDF► Padre nuestro, que estás en el Cielo. RTF ► Padre nuestro, que estás en el Cielo. Serie completa► “Resúmenes de fe cristiana”, libro electrónico gratuito en formato PDF, Mobi y ePub ***** 1. Jesús nos enseña a dirigirnos a Dios como Padre Con el Padre Nuestro, Jesucristo nos enseña a dirigirnos a Dios como Padre: «Orar al Padre es entrar en su misterio, tal como Él es, y tal como el Hijo nos lo ha revelado: “La expresión Dios Padre no había sido revelada jamás a nadie. Cuando Moisés preguntó a Dios quién era Él, oyó otro nombre. A nosotros este nombre nos ha sido revelado en el Hijo, porque este nombre implica el nuevo nombre del Padre” (Tertuliano, De oratione , 3)» (Catecismo, 2779). Al enseñar el Padre Nuestro, Jesús descubre también a sus discípulos que ellos han sido hecho partícipes de su condición de Hijo: «Mediante la Revelación de esta oración, los discípulos descubren una especial participación de ellos en la filiación divina, de la cual San Juan dirá en el Prólogo de su Evangelio: “A cuantos lo han acogido (es decir, a cuantos han acogido al Verbo hecho carne), Jesús ha dado el poder de llegar a ser hijos de Dios” (Jn 1, 12). Por eso, con razón rezan según su enseñanza: Padre Nuestro » [1] . Jesucristo siempre distingue entre «Padre mío» y «Padre vuestro» (cfr. Jn 20, 17). De hecho, cuando Él reza nunca dice «Padre nuestro». Esto muestra que su relación con Dios es totalmente singular: es una relación suya y de nadie más. Con la oración del Padre Nuestro, Jesús quiere hacer conscientes a sus discípulos de su condición de hijos de Dios, indicando al mismo tiempo la diferencia que hay entre su filiación natural y nuestra filiación divina adoptiva, recibida como don gratuito de Dios. La oración del cristiano es la oración de un hijo de Dios que se dirige a su Padre Dios con confianza filial, la cual «se expresa en las liturgias de Oriente y de Occidente con la bella palabra, típicamente cristiana: “parrhesia” , simplicidad sin desviación, conciencia filial, seguridad alegre, audacia humilde, certeza de ser amado (cfr. Ef 3, 12; Hb 3, 6; 4, 16; 10, 19; 1 Jn 2, 28; 3, 21; 5, 14)» (Catecismo, 2778). El vocablo “parrhesia” indica originalmente el privilegio de la libertad de palabra del ciudadano griego en las asambleas populares, y fue adoptado por los Padres de la Iglesia para expresar el comportamiento filial del cristiano ante su Padre Dios. 2. Filiación divina y fraternidad cristiana Al llamar a Dios Padre Nuestro, reconocemos que la filiación divina nos une a Cristo, «primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8, 29), por medio de una verdadera fraternidad sobrenatural. La Iglesia es esta nueva comunión de Dios y de los hombres (cfr. Catecismo, 2790). Por ello, la santidad cristiana, aun siendo personal e individual, nunca es individualista o egocéntrica: «Si recitamos en verdad el “Padre Nuestro”, salimos del individualismo, porque de él nos libera el Amor que recibimos. El adjetivo “nuestro” al comienzo de la Oración del Señor, así como el “nosotros” de las cuatro últimas peticiones no es exclusivo de nadie. Para que se diga en verdad (cfr. Mt 5, 23-24; 6, 14-16), debemos superar nuestras divisiones y los conflictos entre nosotros» (Catecismo, 2792). La fraternidad que establece la filiación divina se extiende también a todos los hombres, porque en cierto modo todos son hijos de Dios —criaturas suyas— y están llamados a la santidad: «No hay más que una raza en la tierra: la raza de los hijos de Dios» [2] . Por ello, el cristiano ha de sentirse solidario en la tarea de conducir toda la humanidad hacia Dios. La filiación divina nos impulsa al apostolado, que es una manifestación necesaria de filiación y de fraternidad: «Piensa en los demás —antes que nada, en los que están a tu lado— como en lo que son: hijos de Dios, con toda la dignidad de ese título maravilloso. Hemos de portarnos como hijos de Dios con los hijos de Dios: el nuestro ha de ser un amor sacrificado, diario, hecho de mil detalles de comprensión, de sacrificio silencioso, de entrega que no se nota» [3]. 3. El sentido de la filiación divina como fundamento de la vida espiritual Cuando se vive con intensidad la filiación divina, ésta llega a ser «una actitud profunda del alma, que acaba por informar la existencia entera: está presente en todos los pensamientos, en todos los deseos, en todos los afectos» [4]. Es una realidad para ser vivida siempre, no sólo en circunstancias particulares de la vida: «No podemos ser hijos de Dios sólo a ratos, aunque haya algunos momentos especialmente dedicados a considerarlo, a penetrarnos de ese sentido de nuestra filiación divina, que es la médula de la piedad» [5]. San Josemaría enseña que el sentido o conciencia vivida de la filiación divina «es el fundamento del espíritu del Opus Dei. Todos los hombres son hijos de Dios. Pero un hijo puede reaccionar, frente a su padre, de muchas maneras. Hay que esforzarse por ser hijos que procuran darse cuenta de que el Señor, al querernos como hijos, ha hecho que vivamos en su casa, en medio de este mundo, que seamos de su familia, que lo suyo sea nuestro y lo nuestro suyo, que tengamos esa familiaridad y confianza con Él que nos hace pedir, como el niño pequeño, ¡la luna!» [6]. La alegría cristiana hunde sus raíces en el sentido de la filiación divina: «La alegría es consecuencia necesaria de la filiación divina, de sabernos queridos con predilección por nuestro Padre Dios, que nos acoge, nos ayuda y nos perdona» [7]. En la predicación de San Josemaría se refleja muy frecuentemente que su alegría brotaba de la consideración de esta realidad: «Por motivos que no son del caso —pero que bien conoce Jesús, que nos preside desde el Sagrario—, la vida mía me ha conducido a saberme especialmente hijo de Dios, y he saboreado la alegría de meterme en el corazón de mi Padre, para rectificar, para purificarme, para servirle, para comprender y disculpar a todos, a base del amor suyo y de la humillación mía (...). A lo largo de los años, he procurado apoyarme sin desmayos en esta gozosa realidad» [8]. Una de las cuestiones más delicadas que el hombre se plantea cuando medita sobre la filiación divina es el problema del mal. Muchos no aciertan a congeniar la experiencia del mal en el mundo con la certeza de fe de la infinita bondad divina. Sin embargo, los santos enseñan que todo lo que acontece en la vida humana ha de ser considerado como un bien, porque han comprendido profundamente la relación entre la filiación divina y la Santa Cruz. Es lo que expresan, por ejemplo, unas palabras de Santo Tomás Moro a su hija mayor, cuando estaba encarcelado de la Torre de Londres: «Hija mía queridísima, nunca se perturbe tu alma por cualquier cosa que pueda ocurrirme en este mundo. Nada puede ocurrir sino lo que Dios quiere. Y yo estoy muy seguro de que sea lo que sea, por muy malo que parezca, será de verdad lo mejor» [9]. Y lo mismo enseña San Josemaría en relación con situaciones menos dramáticas, pero en las que un alma cristiana puede pasarlo mal y desconcertarse: «¿Penas?, ¿contradicciones por aquel suceso o el otro?… ¿No ves que lo quiere tu Padre-Dios…, y Él es bueno…, y Él te ama -¡a ti solo!- más que todas las madres juntas del mundo pueden amar a sus hijos?» [10]. Para San Josemaría, la filiación divina no es una realidad dulzona, ajena al sufrimiento y al dolor. Por el contrario, afirma que esta realidad está intrinsecamente ligada a la Cruz, presente de modo inevitable en todos los que quieran seguir de cerca a Cristo: «Jesús ora en el huerto: Pater mi (Mt 26, 39), Abba, Pater! (Mc 14, 36). Dios es mi Padre, aunque me envíe sufrimiento. Me ama con ternura, aun hiriéndome. Jesús sufre, por cumplir la Voluntad del Padre... Y yo, que quiero también cumplir la Santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maestro, ¿podré quejarme, si encuentro por compañero de camino al sufrimiento? Constituirá una señal cierta de mi filiación, porque me trata como a su Divino Hijo. Y, entonces, como Él, podré gemir y llorar a solas en mi Getsemaní, pero, postrado en tierra, reconociendo mi nada, subirá hasta el Señor un grito salido de lo íntimo de mi alma: Pater mi , Abba, Pater,...fiat! » [11]. Otra consecuencia importante del sentido de la filiación divina es el abandono filial en las manos de Dios, que no se debe tanto a la lucha ascética personal —aunque ésta se presupone— cuanto a un dejarse llevar por Dios, y por ello se habla de abandono. Se trata de un abandono activo, libre y consciente por parte del hijo. Esta actitud ha dado origen a un modo concreto de vivir la filiación divina —que no es el único, ni es camino obligatorio para todos—, llamado «infancia espiritual»: consiste en reconocerse no sólo hijo, sino hijo pequeño, niño muy necesitado delante de Dios. Así lo expresa San Francisco de Sales: « Si no os hacéis sencillos como niños, no entraréis en el reino de mi Padre (Mt 10, 16). En tanto que el niño es pequeñito, se conserva en gran sencillez; conoce sólo a su madre; tiene un solo amor, su madre; una única aspiración, el regazo de su madre; no desea otra cosa que recostarse en tan amable descanso. El alma perfectamente sencilla sólo tiene un amor, Dios; y en este único amor, una sola aspiración, reposar en el pecho del Padre celestial, y aquí establecer su descanso, como hijo amoroso, dejando completamente todo cuidado a Él, no mirando otra cosa sino a permanecer en esta santa confianza» [12]. Por su parte, San Josemaría también aconsejaba recorrer la senda de la infancia espiritual: «Siendo niños no tendréis penas: los niños olvidan en seguida los disgustos para volver a sus juegos ordinarios. —Por eso, con el abandono, no habréis de preocuparos, ya que descansaréis en el Padre» [13]. 4. Las siete peticiones del Padre Nuestro En la oración del Señor, a la invocación inicial: «Padre Nuestro, que estás en el Cielo», siguen siete peticiones. «Las tres primeras peticiones tienen por objeto la Gloria del Padre: la santificación del nombre, la venida del reino y el cumplimiento de la voluntad divina. Las otras cuatro presentan al Padre nuestros deseos: estas peticiones conciernen a nuestra vida para alimentarla o para curarla del pecado y se refieren a nuestro combate por la victoria del Bien sobre el Mal» ( Catecismo , 2857). El Padre Nuestro es el modelo de toda oración, como enseña Santo Tomás de Aquino: «La oración dominical es la más perfecta de las Oraciones... En ella, no sólo pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino además según el orden en que conviene desearlo. De modo que esta oración no sólo nos enseña a pedir, sino que también forma toda nuestra afectividad» [14]. Primera petición: Santificado sea tu nombre La santidad de Dios no puede ser acrecentada por ninguna criatura. Por ello, «el término “santificar” debe entenderse aquí (…), no en su sentido causativo (sólo Dios santifica, hace santo), sino sobre todo en un sentido estimativo: reconocer como santo, tratar de una manera santa (…). Desde la primera petición a nuestro Padre, estamos sumergidos en el misterio íntimo de su Divinidad y en el drama de la salvación de nuestra humanidad. Pedirle que su Nombre sea santificado nos implica en “el benévolo designio que él se propuso de antemano” para que nosotros seamos “santos e inmaculados en su presencia, en el amor” (cfr. Ef 1, 9.4)» ( Catecismo , 2807). Así pues, la exigencia de la primera petición es que la santidad divina resplandezca y se acreciente en nuestras vidas: «¿Quién podría santificar a Dios puesto que Él santifica? Inspirándonos nosotros en estas palabras “Sed santos porque yo soy santo” (Lv 20, 26), pedimos que, santificados por el bautismo, perseveremos en lo que hemos comenzado a ser. Y lo pedimos todos los días porque faltamos diariamente y debemos purificar nuestros pecados por una santificación incesante... Recurrimos, por tanto, a la oración para que esta santidad permanezca en nosotros» [15]. Segunda petición: Venga a nosotros tu reino La segunda petición expresa la esperanza de que llegue un tiempo nuevo en que Dios sea reconocido por todos como Rey que colmará de beneficios a sus súbditos: «Esta petición es el “Marana Tha”, el grito del Espíritu y de la Esposa: “Ven, Señor Jesús” (Ap 22, 20) (…). En la oración del Señor se trata principalmente de la venida final del Reino de Dios por medio del retorno de Cristo (cfr. Tt 2, 13)» ( Catecismo , 2817-2818). Por otra parte, el Reino de Dios ha sido ya incoado en este mundo con la primera venida de Cristo y el envío del Espíritu Santo: «“El Reino de Dios es justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rm 14, 17). Los últimos tiempos en los que estamos son los de la efusión del Espíritu Santo. Desde entonces está entablado un combate decisivo entre “la carne” y el Espíritu (cfr. Ga 5, 16-25): “Sólo un corazón puro puede decir con seguridad: ‘¡Venga a nosotros tu Reino!’. Es necesario haber estado en la escuela de Pablo para decir: ‘Que el pecado no reine ya en nuestro cuerpo mortal’ (Rm 6, 12). El que se conserva puro en sus acciones, sus pensamientos y sus palabras, puede decir a Dios: ‘¡Venga tu Reino!’ ” (San Cirilo de Jerusalén, Catecheses mystagogicæ , 5, 13)» ( Catecismo , 2819). En definitiva, en la segunda petición manifestamos el deseo de que Dios reine actualmente en nosotros por la gracia, de que su Reino en la tierra se extienda cada día más, y de que al fin de los tiempos Él reine plenamente sobre todos en el Cielo. Tercera petición: Hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo La voluntad de Dios es que «todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tm 2, 3-4). Jesús nos enseña que se entra en el Reino de los Cielos, no mediante palabras, sino «haciendo la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mt 7, 21). Por ello, aquí «pedimos a nuestro Padre que una nuestra voluntad a la de su Hijo para cumplir su voluntad, su designio de salvación para la vida del mundo. Nosotros somos radicalmente impotentes para ello, pero unidos a Jesús y con el poder de su Espíritu Santo, podemos poner en sus manos nuestra voluntad y decidir escoger lo que su Hijo siempre ha escogido: hacer lo que agrada al Padre (cfr. Jn 8, 29)» ( Catecismo , 2825). Como afirma un Padre de la Iglesia, cuando rogamos en el Padre Nuestro hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo , no lo pedimos «en el sentido de que Dios haga lo que quiera, sino de que nosotros seamos capaces de hacer lo que Dios quiere» [16]. Por otro lado, la expresión en la tierra como en el Cielo manifiesta que en esta petición anhelamos que, como se ha cumplido la voluntad de Dios en los ángeles y en los bienaventurados del Cielo, así se cumpla en los que aún permanecemos en la tierra. Cuarta petición: Danos hoy nuestro pan de cada día Esta petición expresa el abandono filial de los hijos de Dios, pues «el Padre que nos da la vida no puede dejar de darnos el alimento necesario para ella, todos los bienes convenientes, materiales y espirituales» ( Catecismo , 2830). El sentido cristiano de esta cuarta petición «se refiere al Pan de la Vida: la Palabra de Dios que se tiene que acoger en la fe, el Cuerpo de Cristo recibido en la Eucaristía (cfr. Jn 6, 26-58)» ( Catecismo , 2835). La expresión de cada día , «tomada en un sentido temporal, es una repetición de “hoy” (cfr. Ex 16, 19-21) para confirmarnos en una confianza “sin reserva”. Tomada en un sentido cualitativo, significa lo necesario a la vida, y más ampliamente cualquier bien suficiente para la subsistencia (cfr. 1Tm 6, 8)» ( Catecismo , 2837). Quinta petición: Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden En esta nueva petición comenzamos reconociendo nuestra condición de pecadores: «Nos volvemos a Él, como el hijo pródigo (cfr. Lc 15, 11-32), y nos reconocemos pecadores ante Él como el publicano (cfr. Lc 18, 13). Nuestra petición empieza con una “confesión” en la que afirmamos, al mismo tiempo, nuestra miseria y su Misericordia» ( Catecismo , 2839). Pero esta petición no será escuchada si no hemos respondido antes a una exigencia: perdonar nosotros a los que nos ofenden. Y la razón es la siguiente: «Este desbordamiento de misericordia no puede penetrar en nuestro corazón mientras no hayamos perdonado a los que nos han ofendido. El Amor, como el Cuerpo de Cristo, es indivisible; no podemos amar a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano y a la hermana a quienes vemos (cfr. 1Jn 4, 20). Al negarse a perdonar a nuestros hermanos y hermanas, el corazón se cierra, su dureza lo hace impermeable al amor misericordioso del Padre» ( Catecismo , 2840). Sexta petición: No nos dejes caer en la tentación Esta petición está relacionada con la anterior, porque el pecado es consecuencia del libre consentimiento a la tentación. Por eso, ahora «pedimos a nuestro Padre que no nos “deje caer” en ella (…). Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce al pecado, pues estamos empeñados en el combate “entre la carne y el Espíritu”. Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fuerza» ( Catecismo , 2846). Dios nos da siempre su gracia para vencer en las tentaciones: «Fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas; antes bien, con la tentación, os dará también el modo de poder soportarla con éxito» (1Co 10, 13), pero para vencer siempre a las tentaciones es necesario rezar: «Este combate y esta victoria sólo son posibles con la oración. Por medio de su oración, Jesús es vencedor del Tentador, desde el principio (cfr. Mt 4, 11) y en el último combate de su agonía (cfr. Mt 26, 36-44). En esta petición a nuestro Padre, Cristo nos une a su combate y a su agonía. (…). Esta petición adquiere todo su sentido dramático referida a la tentación final de nuestro combate en la tierra; pide la perseverancia final. “Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté en vela” (Ap 16, 15)» ( Catecismo , 2849). Séptima petición: Y líbranos del mal La última petición está contenida en la oración sacerdotal de Jesús a su Padre: «No te pido que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno» (1Jn 17, 15). En efecto, en esta petición, «el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El “diablo” [“dia-bolos”] es aquel que “se atraviesa” en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo» ( Catecismo , 2851). Además, «al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros de los que él es autor o instigador» ( Catecismo , 2854), especialmente del pecado, el único verdadero mal [17], y de su pena, que es la eterna condenación. Los otros males y tribulaciones pueden convertirse en bienes, si los aceptamos y los unimos a los padecimientos de Cristo en la Cruz. Manuel Belda Publicado originalmente el 21 de noviembre de 2012 Bibliografía básica Catecismo de la Iglesia Católica, 2759-2865. Benedicto XVI-Joseph Ratzinger, Jesús de Nazaret , La Esfera de los Libros, Madrid 2007, pp. 161-205 (capítulo dedicado a la oración del Señor). Lecturas recomendadas San Josemaría, Homilías El trato con Dios y Hacia la santidad, en Amigos de Dios , 142-153 y 294-316. J. Burggraf, El sentido de la filiación divina , en A.A.V.V., Santidad y mundo , Pamplona 1996, pp. 109-127. F. Fernández-Carvajal y P. Beteta, Hijos de Dios. La filiación divina que vivió y predicó el beato Josemaría Escrivá , Madrid 19952. F. Ocáriz, La filiación divina, realidad central en la vida y en la enseñanza de Mons. Escrivá de Balaguer , en A.A.V.V., Mons. Escrivá de Balaguer y el Opus Dei. En el 50 aniversario de su fundación , Pamplona 19852, pp. 173-214. B. Perquin, Abba, Padre: para alabanza de tu gloria , Madrid 19993. J. Sesé, La conciencia de la filiación divina, fuente de vida espiritual , en J.L. Illanes (dir.), El Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo , XX Simposio internacional de Teología de la Universidad de Navarra, Pamplona 2000, pp. 495-517. J. Stöhr, La vida del cristiano según el espíritu de filiación divina , en «Scripta Theologica» 24 (1992/3) 872-893. [1] Juan Pablo II, Alocución, 1-VII-1987, 3. [2] San Josemaría, Es Cristo que pasa, 13. [3] Ibidem, 36. [4] San Josemaría, Amigos de Dios, 146. [5] San Josemaría , Conversaciones, 102. [6] San Josemaría, Es Cristo que pasa, 64. [7] San Josemaría, Forja, 332. [8] San Josemaría, Amigos de Dios, 143. [9] Santo Tomás Moro, Un hombre solo. Cartas desde la Torre , n. 7 (Carta de Margaret a Alice, agosto de 1534, relatando una larga entrevista con su padre en la prisión), Madrid 1988, p. 65. [10] San Josemaría, Forja, 929. [11] San Josemaría, Via Crucis , I Estación, Puntos de meditación, n. 1. [12] San Francisco de Sales, Conversaciones espirituales, n. 16, 7, en Obras Selectas de San Francisco de Sales , vol. I, p. 724. [13] San Josemaría, Camino, 864. [14] Santo Tomás de Aquino, Summa theologiæ, II-II, 83, 9. [15] San Cipriano, De dominica oratione, 12. [16] Ibidem, 14. [17] Cfr. San Josemaría, Camino, 386. Retiro de abril #DesdeCasa (2021) Esta guía es una ayuda para hacer por tu cuenta el retiro mensual, allí dónde te encuentres, especialmente en caso de dificultad de asistir en el oratorio o iglesia donde habitualmente nos reunimos para orar. DEL OPUS DEI05/04/2021 ∙ Descarga el retiro mensual #DesdeCasa (PDF) 1. Introducción. 2. Meditación I. La Resurrección. La esperanza cristiana. 3. Meditación II. Las apariciones de Jesús resucitado. Cristo vive. 4. Charla. El matrimonio, vocación a la santidad. 5. Lectura espiritual. 6. Examen de conciencia. 1. Introducción al retiro mensual de abril “«He resucitado y ahora estoy siempre contigo», nos dice a cada uno de nosotros. Mi mano te sostiene. Dondequiera que tú caigas, caerás en mis manos. Estoy presente incluso a las puertas de la muerte. Donde nadie ya no puede acompañarte y donde tú no puedes llevar nada, allí te espero yo y para ti transformo las tinieblas en luz” (Homilía del Papa Benedicto XVI, Pascua 2007). “«Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí» (Ga 2, 20). Nosotros no estamos ya uno junto a otro o uno contra otro. Él atraviesa todas estas puertas. Esta es la realidad del bautismo: Él, el Resucitado, viene, viene a vosotros y une su vida a la vuestra, introduciéndoos en el fuego vivo de su amor. Formáis una unidad; sí, sois uno con él y de este modo sois uno entre vosotros. En un primer momento esto puede parecer muy teórico y poco realista. Pero cuanto más viváis la vida de bautizados, tanto más podréis experimentar la verdad de estas palabras. En realidad, las personas bautizadas y creyentes nunca son extrañas las unas para las otras. Pueden separarnos continentes, culturas, estructuras sociales o también distancias históricas. Pero cuando nos encontramos nos conocemos en el mismo Señor, en la misma fe, en la misma esperanza, en el mismo amor, que nos conforman. Entonces experimentamos que el fundamento de nuestra vida es Él mismo. Experimentamos que en lo más profundo de nosotros mismos estamos enraizados en la misma identidad, a partir de la cual todas las diversidades exteriores, por más grandes que sean, resultan secundarias. Los creyentes no son nunca totalmente extraños el uno para el otro. Estamos en comunión a causa de nuestra identidad más profunda: Cristo en nosotros. Así la fe es una fuerza de paz y reconciliación en el mundo; la lejanía ha sido superada, pues estamos unidos en el Señor (cf. Ef 2, 13)” (Homilía del Papa Benedicto XVI, Pascua 2008). 2. Primera meditación: La Resurrección. La esperanza cristiana. Opción 1: Homilía del Papa Francisco en la vigilia pascual de 2020. Opción 2: Homilía de san Josemaría: “La esperanza del cristiano”. (Audio y texto) 3. Segunda meditación: Las apariciones de Jesús resucitado. Cristo vive. Homilía de san Josemaría: “Cristo presente en los cristianos”. (Audio y texto) 4. Charla: Año Familia 'Amoris Laetitia'. El matrimonio, vocación a la santidad. Mensaje del Prelado del 19.III.2021. 5. Lectura espiritual. Opción 1: Exhortación apostólica Amoris laetitia, capítulo IV: “El amor en el matrimonio”. Opción 2: Catequesis sobre la familia, audiencia del 14.X.15: “Las promesas que hacemos a los niños”. 6. Examen de conciencia. Acto de presencia de Dios 1. «Vino Jesús, se presentó en medio de ellos y les dijo: “La paz sea con vosotros”» (Jn 20, 19-20). ¿Afronto los retos de cada día con paz? ¿Cómo procuro crear a mi alrededor –con mi cónyuge, con mis hijos, con mis compañeros, etc.– un ambiente de serenidad? 2. «Todo el que ha nacido de Dios, vence al mundo» (1 Jn 5, 4). ¿Con qué actitud contemplo los retos de la sociedad? ¿Es Jesús el punto de referencia constante en mi compromiso por transformar el mundo? 3. «El buen deportista no lucha para alcanzar una sola victoria, y al primer intento. (…) Prueba una y otra vez y, aunque al principio no triunfe, insiste tenazmente» (Forja, n. 169). ¿Cómo acudo a los sacramentos para aumentar el deseo de seguir caminando con el Señor, con la seguridad de que me ayuda cada día una y otra vez? 4. La Resurrección de Cristo nos introduce en una nueva vida. ¿Cómo se transforma esta realidad en alegría y optimismo en mi familia cuando aparecen las dificultades? 5. «La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rm 5, 5). ¿Qué proyectos en mi vida familiar, profesional y social puedo confiar más al Espíritu Santo, para que él los lleve a buen término? 6. «Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos» (Lc 24, 15-16). ¿Camino compartiendo mi vida con Cristo? ¿Pido ayuda al Espíritu Santo para que mis prácticas de piedad sean un encuentro con Jesús vivo? 7. «Entró para quedarse con ellos. Y cuando estaban juntos a la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron» (Lc 24, 29-31). ¿Procuro no perder el asombro ante la Eucaristía e intento compartir este gran don con mi familia? Acto de contrición Resurrección: Historia y Eternidad Ernesto Juliá Resurrecció de Cristo de El Greco. La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo es un hecho ocurrido en el tiempo de la historia humana que introduce ese tiempo, esa historia, en la Eternidad de Dios, y a la vez, la Resurrección injerta plenamente en el tiempo y en la historia humana la Eternidad de Dios. Esa unión en la tierra de la historia humana con la Eternidad de Dios ya comenzó en la Encarnación del Verbo, de Cristo. Y se hace definitiva en la Resurrección al abrir al hombre a la perspectiva de nuestra resurrección en Él y con Él, que nos injerta en la plena realidad de la Vida Eterna. Estas grandes verdades de nuestra Fe, que los hombres vivimos aunando Fe y Razón permitiendo que la Eterna Luz de Dios ilumine y abra horizontes al tiempo humano de la historia; la Iglesia las vive todos los días en la celebración de la Santa Misa, y de manera muy particular en la Liturgia de la Semana Santa. En estos días pasados hemos acompañado a Cristo, que siendo Dios y hombre, se deja tratar como el más indefenso y despreciado de los seres humanos que haya vivido sobre la tierra. Se acerca de tal manera a la miseria y maldad humana, que se “hace pecado”, carga con todos los pecados del mundo y soportando ese peso sucumbe bajo la Cruz. La Iglesia –todos los creyentes- ha vivido con Cristo toda su Pasión en la Liturgia de la Semana Santa: “La Iglesia hoy vive el Viernes Santo. El Barco parece estar haciendo agua por todos lados. Algunos la traicionan desde dentro. Pienso en el drama y los horribles crímenes de los sacerdotes pedófilos. ¿Cómo puede ser fructífera la misión cuando tantas mentiras cubren la belleza del rostro de Jesús? Otros se sienten tentados a traicionar dejando la nave para seguir a los poderes de moda. Pienso en las tentaciones que se están produciendo en Alemania durante su camino sinodal. Uno se pregunta qué quedará del Evangelio si todo esto llega al final: una verdadera apostasía silenciosa” (Cardenal Sarah). Esta Semana Santa ha sido la pasión de toda la Iglesia cargada con todos nuestros pecados que algunos pretenden, incluso después de proclamarse pecadores, bendecir dando la Comunión a no creyentes; tratando de bendecir la práctica homosexual; no alzando la voz para defender la vida y recordar el crimen y el pecado del aborto, etc. “Pero la victoria de Cristo siempre atraviesa por la Cruz. La Iglesia debe ir a la Cruz y al gran silencio del Sábado Santo. Debemos orar con María junto al cuerpo de Jesús. Mirar, orar, hacer penitencia y reparar para poder anunciar mejor la victoria de Cristo Resucitado” (ibídem) Cristo ha resucitado, y la Iglesia resucita siempre con Él y en Él. “Soy miembro de la Congregación para las Causas de los Santos. Allí veo con inmensa alegría cómo la Iglesia brilla con santidad. Nos alegra ver el impresionante número de hijas e hijos de la Iglesia católica que se toman en serio el Evangelio y la llamada universal a la santidad. Verdaderamente ‘es del costado de Cristo durmiente en la cruz de donde ha brotado el maravilloso sacramento de toda la Iglesia’ (Sacrosanctum Concilium, n. 5). A pesar de lo que dicen los ‘ciegos de nacimiento’ y a pesar de los muchos pecados de sus miembros, la Iglesia es hermosa y santa. Es la extensión de Jesucristo.” (ibídem). En este tiempo Pascual, la Iglesia dice con el santo apóstol Tomás al encontrarse con Cristo Resucitado: “Señor mío, y Dios mío”. Y espera, con María, la venida del Espíritu Santo en este nuestro tiempo histórico injertado ya de Eternidad. ernesto.julia@gmail.com ¡R E S U C I T Ó! Autora: Magui del Mar La Dama Azteca de la Pluma de Oro Poeta Mexicana Domingo de Resurrección Cómo puede la pluma describir un hecho que resulta tan sublime: ver el amor de Cristo que redime, sufrió por ello hasta en la cruz, morir. Un ¡Aleluya! el universo entona un ¡Aleluya! que se eleva al cielo, ¡Cristo resucitó!, con cuánto anhelo el milagro esperaba…y lo pregona. ¡Resucitó! ¡Resucitó! ¡Aleluya! Este canto se eleva hasta la gloria… Hoy Cristo confirmó la salvación. El mundo esta pregunta hace suya: “Di dónde está, oh muerte tu victoria! O dónde está, oh muerte, tu aguijón?” Derechos Reservados. MAGUI DEL MAR La Dama Azteca de la Pluma de Oro ruizrmagui@gmail.com Reflexiones en la fiesta de la Resurrección de Cristo Cristo, Nuestra Señor, no fue resucitado: resucitó por su propio poder La Resurrección representa el triunfo externo y definitivo de Nuestro Señor Jesucristo, la derrota completa de sus adversarios y el argumento máximo de nuestra Fe. San Pablo afirma que si Cristo no hubiese resucitado, nuestra Fe sería vana. Es en el hecho sobrenatural de la Resurrección que se funda todo el edificio de nuestras creencias. Cristo, Nuestra Señor, no fue resucitado: resucitó. Lázaro, fue resucitado. Él estaba muerto. Jesucristo lo llamó de la muerte a la vida. Al Divino Redentor, nadie lo resucitó. Él se resucitó a sí mismo. No tuvo necesidad de nadie que lo llamase a la vida. Volvió a ella cuando quiso. Se ha hablado mucho… y se ha sonreído a respecto de la resistencia de Santo Tomás a admitir la Resurrección. Quizá haya en esto alguna exageración. Lo que es cierto es que tenemos ante nuestros ojos ejemplos de una incredulidad incomparablemente más obstinada que la del Apóstol. En efecto, Santo Tomás había dicho que necesitaría tocar con sus manos a Nuestro Señor para creer. Pero, viéndolo, creyó inmediatamente, antes le tocarlo. Pascua de Resurrección San Agustín ve en esa dificultad inicial del Apóstol una disposición providencial. El Santo Doctor de Hipona dice que el mundo entero quedó suspendido del dedo de Santo Tomás, y que su gran meticulosidad para aceptar los motivos de creer, sirve de garantía a todas las almas timoratas de todos los siglos sobre la objetividad de la Resurrección, de que no se trató del fruto de imaginaciones en ebullición. * * * Santo Tomás mete el dedo en la llaga de Nuestro Señor, dejándonos un testimonio incontestable de la Resurrección de Cristo Todo cuanto se refiere a Nuestro Señor tiene una aplicación por analogía a la Santa Iglesia Católica. En la Historia de la Iglesia vemos con frecuencia que, cuando ella parecía irremediablemente perdida, y todos los síntomas de una próxima catástrofe parecían minar su organismo, ocurrieron siempre acontecimientos que la han mantenido viva contra todas las expectativas de sus adversarios. Es algo curioso que a veces no son los amigos de la Santa Iglesia quienes la socorren: son sus propios enemigos. En una época muy delicada para el Catolicismo, como fue la de Napoleón, se dio el episodio mil veces curioso de que el Cónclave para elegir a Pío VII se realizó bajo la protección de las tropas rusas, siendo ellas cismáticas, dirigidas por un soberano cismático. En Rusia, la práctica de la Religión católica era impedida de mil maneras. Sin embargo, las tropas de ese país aseguraron en Italia la libre elección de un soberano Pontífice, precisamente en el momento en que la vacancia de la Sede de Pedro habría acarreado para la Santa Iglesia perjuicios de los cuales -humanamente hablando- tal vez no se hubiese levantado jamás. Estos son medios maravillosos que la Providencia utiliza para demostrar que Ella tiene el supremo gobierno de todas las cosas. Pero no pensemos que la Iglesia debió su salvación a Constantino, a Carlomagno, a D. Juan de Austria o a las tropas rusas. Aún cuando ella parezca enteramente abandonada, y aún cuando el concurso de los medios de victoria más indispensables en el orden natural parezcan faltarle, podemos estar seguros de que la Santa Iglesia no morirá. Y cuanto más inexplicable sea, humanamente hablando, la aparente resurrección de la Iglesia -aparente, acentuamos, porque la muerte de la Iglesia nunca será real- tanto más gloriosa será la victoria. En estos turbios y tristes años en que vivimos, confiemos. Pero confiemos no en esta o aquella potencia, no en este o aquel hombre, no en esta o aquella corriente ideológica, para operar la restauración de todas las cosas en el Reino de Cristo, sino en la Providencia Divina que obligará nuevamente a los mares a abrirse de par en par, moverá montañas y hará estremecer toda la tierra, si eso fuere necesario para el cumplimiento de la divina promesa: “Las puertas del infierno lo prevalecerán contra ella”. Plinio Corrêa de Oliveira Educar en igualdad, respetar la diversidad Escrito por Mikel Elía “Tan solo alzo la voz para defender un proyecto educativo que tiene demanda social en Navarra, arraigado en los sistemas público y privado de los países de la OCDE y amparado por el Tribunal Constitucional en numerosas sentencias” La Ley de Educación (LOMLOE), más conocida como Ley Celaá, ha generado cierta polémica por varias razones. Una de ellas es su discutible concepto de libertad educativa y su escasa comprensión de la educación concertada. No es algo de poca entidad, teniendo en cuenta que son millones las familias que eligen ese tipo de centros. Más allá de la polémica, la ley no parece responder a ese deseo compartido de que las normas generales que se refieren a la Educación sean fruto de un amplio consenso. Nos jugamos demasiado como para someterla a las tensiones de la polarización política. Este debate reclama serenidad y lucidez. Entre las medidas de la nueva ley, figura una disposición adicional que deniega el concierto a los colegios de educación diferenciada: aquellos que separan por sexo en determinados cursos académicos. En los últimos días, se han sucedido algunas declaraciones con motivo de su aplicación en Navarra. Me permito aprovechar el debate abierto para explicar la posición del colegio Irabia – Izaga, en el que han depositado su confianza más de 4.000 familias y 7.000 alumnos desde su creación en 1964, en las barriadas más populares de la Chantrea. Durante 57 años, esas familias, muchas navarras y también inmigrantes, han participado en un proyecto educativo que les ha ayudado a desarrollarse profesionalmente, rompiendo barreras y diferencias sociales. La mayor parte de ellas no habrían estado en condiciones de afrontar los gastos de un centro privado. Como muchos otros colegios de nuestra Comunidad, aspiramos con nuestro trabajo y con la ayuda de los conciertos a disminuir las desigualdades y ampliar las oportunidades. La igualdad de oportunidades entre sexos es otro principio irrenunciable en una sociedad democrática. Para llegar a ese objetivo hay muchos caminos. Niños y niñas tienen igual dignidad e iguales derechos, pero pueden tener distintos procesos de maduración y modelos de aprendizaje particulares. En algunos casos, la educación diferenciada es una alternativa adecuada para atender los diferentes ritmos de maduración. La diferenciación permite la personalización y ayuda a alcanzar una igualdad de oportunidades real para todos, mediante una atención individual. De hecho, hay numerosas experiencias de la validez del modelo, especialmente para las alumnas. Tal vez por ello el presidente Barack Obama incluyó esta opción en la red escolar de Estados Unidos, y hoy es una realidad en más de un millar de centros públicos de todo el país. Algunos consideran que la educación diferenciada segrega a los jóvenes y refuerza los estereotipos de género. Si fuera cierto, las familias y los profesores seríamos los primeros en no querer ese modelo. Es más, el Estado debería no solo impedir el acceso a los fondos públicos, sino que tendría la obligación de cerrar un centro de ese estilo. En Irabia – Izaga defendemos la igualdad efectiva y el empoderamiento de la mujer. De la misma manera que condenamos el machismo y cualquier forma de violencia de género. La educación diferenciada está basada en la igualdad y en el respeto a las diferencias. Los miles de antiguos alumnos lo atestiguan. No sostengo que la educación diferenciada sea mejor o peor que ninguna otra. Todas las que respeten la ley, los principios de la convivencia democrática y las expectativas de las familias, son legítimas y merecen el apoyo de la sociedad. Tan solo alzo la voz para defender un proyecto educativo que tiene demanda social en Navarra, arraigado en los sistemas público y privado de los países de la OCDE y amparado por el Tribunal Constitucional en numerosas sentencias. Pienso que la clave del debate es el respeto a la diversidad y el peligro del abuso de las mayorías. La calidad democrática se mide por el respeto a las opiniones diferentes, la capacidad de dialogar con quieres no piensan de igual manera, el deseo de buscar puntos de encuentro que nos permitan convivir en paz. Entendimiento, más que enfrentamiento. Compatibilidad, más que confrontación. Y no hablo de utopías. Es algo que viene sucediendo en Navarra desde hace décadas. Aquí conviven la enseñanza pública, la privada y la concertada. Se ofrecen modelos educativos distintos, de acuerdo con las preferencias de las familias. Nadie excluye al otro, nadie ejerce una superioridad moral sobre los demás. Vivimos en una tierra de igualdad y de diversidad. Desde su nacimiento, miles de familias navarras han demandado al colegio Irabia – Izaga una educación inspirada en el humanismo cristiano y caracterizada por el protagonismo de las familias, la tutoría personal, la calidad académica, la innovación y la importancia de las humanidades. Compartimos los valores de igualdad, justicia, solidaridad, atención a las diferencias y búsqueda del progreso. Estos valores nos llevan a respetar todas las opciones educativas; y a pedir respeto también para la nuestra. Si los principios inspiradores fueran otros; si las familias no estuvieran satisfechas; si los antiguos alumnos mostraran comportamientos socialmente rechazables. En resumen, si la experiencia no fuera positiva, entendería una revisión radical del modelo. Si todo eso no sucede, sino más bien lo contrario: ¿es lógico limitar la diversidad por diferencias ideológicas? Mikel Elía Ser cuidado aún no es un derecho de todos Escrito por Jacinto Bátiz Los cuidados paliativos no son un derecho para todos. Depende de en qué comunidad autónoma residamos cuando nos encontremos al final de la vida para que tengamos derecho o no a una atención de calidad En diciembre de 2016, fue presentado por el Grupo Parlamentario Ciudadanos el Proyecto de Ley de derechos y garantías de la dignidad de la persona ante el proceso final de vida. En mayo de 2018, fue presentada por el Grupo Parlamentario Socialista la Proposición de Ley Orgánica de regulación de la eutanasia. En 2021 tendremos una ley de eutanasia, pero aún estaremos sin una ley nacional para que las personas sean cuidadas con derechos y garantías al final de sus vidas. Ante esta desidia nacional para otorgar estos derechos a todos los ciudadanos españoles, comenzaron en 2010 algunas comunidades autónomas a elaborar y aprobar sus propias leyes autonómicas para satisfacer las necesidades de sus ciudadanos, otorgándoles así el derecho a ser cuidados y garantizar su dignidad en el proceso de morir. Hasta ahora, son nueve las comunidades autónomas que han sido conscientes de que no bastaba con reconocer la existencia de muchos ciudadanos que necesitaban y continúan necesitando una atención específica para evitar su sufrimiento en el último trance de su vida; han sido coherentes con estas necesidades y han querido otorgarles el derecho a ser cuidados con calidad, poniendo a su disposición recursos asistenciales adecuados y competentes, orientados a cuidar cuando no es posible curar. Pero aún, ser cuidado no es un derecho para todos. ¿Por qué esto sigue siendo así? Va a depender de en qué comunidad autónoma residamos cuando nos encontremos al final de la vida para que tengamos derecho o no a una atención de calidad. Si en esa etapa tan difícil de nuestra vida para nosotros y para nuestras familias estamos residiendo en una de las ocho comunidades autónomas que aún no disponen de una ley para garantizar esta atención, dependeremos de la actitud compasiva de los profesionales que nos atiendan con sus conocimientos profesionales y su compromiso deontológico para evitar que suframos mientras llega nuestra muerte. Tal vez, si lo ilustro con situaciones concretas y reales, lo entiendan mejor. ¿Qué derechos tiene Juan Manuel, enfermo en fase terminal por un cáncer de páncreas que se encuentre residiendo en una comunidad autónoma de las que tienen aprobada una ley de garantía de los derechos y de la dignidad de las personas en el proceso final de su vida? Por ejemplo, en la ley de la Comunidad Autónoma del País Vasco, en su artículo 12, se garantiza «el derecho de las personas a recibir cuidados paliativos integrales y a elegir el lugar donde desean recibirlos». Este derecho no lo tiene garantizado Maribel, que padece una insuficiencia cardiaca refractaria en fase terminal y que se encuentra residiendo en una de las ocho comunidades autónomas que no tienen aún aprobada una ley de garantía de los derechos y de la dignidad de las personas en el proceso final de su vida. Esto demuestra una falta de equidad en la garantía de unos cuidados paliativos entre unas comunidades autónomas y otras. Mientras exista esta inequidad en nuestro Sistema Nacional de Salud, se habrán secuestrado unos derechos a una parte muy importante de los ciudadanos españoles. Objetivo prioritario ¿Tener una ley de eutanasia antes que una ley de cuidados paliativos se puede considerar coherencia política para un país como España, que se considera un país avanzado? Me temo que no. El Atlas de Cuidados Paliativos Europa 2019, coordinado por la Universidad de Navarra, muestra unos datos referentes a la situación de los cuidados paliativos en España con los que nos dan un toque de atención para que nos pongamos las pilas: nos hemos estancado en los servicios de cuidados paliativos, colocándonos en la cola de Europa. Hemos quedado en ridículo ante Europa por nuestro nivel en los cuidados a las personas que sufren en torno al final de la vida. Pero no se trata de «quedar bien», se trata de hacer bien las cosas para que los españoles puedan considerarse bien cuidados cuando más lo necesitan, al final de sus vidas. La universalización de los cuidados paliativos debiera ser un objetivo prioritario para un país que dice preocuparse de los ciudadanos más frágiles. Aún estamos muy lejos de cuidar a nuestros enfermos incurables de manera homogénea y equitativa. Este sí debe ser un verdadero reto de un país avanzado y con vocación de progreso. Jacinto Bátiz ‘La mejor forma de tratar la razón es usarla’ Escrito por Daniel Sada / Pablo Velasco El rector de la Universidad Francisco de Vitoria afirma que «hace mucho que vivimos en una sociedad postcristiana, pero no estoy seguro de que los cristianos asumamos qué significa esto y qué reto supone para nuestra fe». Vince in bono malum, con esta certeza de vencer el mal con el bien la Universidad Francisco de Vitoria camina con su rector, Daniel Sada, a la cabeza desde 2003. Continuamos con él esta serie de entrevistas que iniciamos hace unas semanas para preguntarnos cómo hacer visible la fe en un mundo postsecular. Lo hacemos a partir de la pregunta sobre la presencia en los debates públicos de la propuesta de los intelectuales católicos y teniendo en cuenta que existe en España una potente red de colegios y universidades de inspiración cristiana donde se forman y estudian alumnos generación tras generación. La pregunta que surge espontánea es qué sucede para que no haya un juicio cristiano de la realidad en tantos de esos estudiantes. Daniel Sada, doctor en derecho con una tesis sobre GK Chesterton y el distributismo, con amplia experiencia en la Administración pública y en la gestión en el ámbito universitario, tuvo la intuición, junto con los inspiradores de la Universidad Francisco de Vitoria, de que ese juicio no se podía hacer solo en la capilla o en la labor pastoral universitaria, sino que era necesario despertarlo en cada aula y a través de cada ciencia. Si el cristianismo es verdad, apuesta esta universidad a través de su Ideario y específicamente del Instituto Razón Abierta, tiene que tener que ver con las matemáticas, la medicina y el arte, debe haber una unidad del saber que ayude a ampliar los horizontes de la razón, como proponía el papa Benedicto XVI. En la Carta a Diogneto, se afirma que los cristianos viven en medio de las ciudades participando activamente en ellas, pero trascendiéndolas. Nos encaminamos a una sociedad postsecular, pagana o directamente anticristiana, ¿cómo vivir como cristianos hoy? Sabemos desde hace mucho que vivimos en una sociedad postcristiana, pero no estoy seguro de que los cristianos asumamos qué significa esto y qué reto supone para nuestra fe. Ciertamente hay ataques y realidades anticristianas que reclaman una defensa de la fe. Pero creo que nuestra principal amenaza en el Occidente desarrollado no es la de ser atacados, sino la de ser ignorados, y por tanto condenados a la irrelevancia cultural y evangelizadora en el mundo. Y creo que todavía con demasiada frecuencia nos movemos, erróneamente, más en el refugio y el intento de recuperación de lo que teníamos que en la asunción de la intemperie en la que somos llamados a vivir una fe renovada y desprovista de los abrigos que en otras épocas pudo haber. Cuando en cualquier foro hablamos o estamos presentes a la defensiva, nunca conseguimos verdadera atención o relevancia, creo que no por falta de verdad sino por no saber qué o cómo decir al mundo de hoy lo que necesita oír. Podemos todavía aprender a escuchar de manera que captemos los anhelos profundos que están expresados en lenguaje secularista, y tratar de hablar a ese oído profundo de nuestros contemporáneos. Cuando en cualquier foro hablamos o estamos presentes a la defensiva, nunca conseguimos verdadera atención o relevancia, creo que no por falta de verdad sino por no saber qué o cómo decir al mundo de hoy lo que necesita oír Este ser alma exige un compromiso, un encuentro. Tanto Benedicto XVI como Francisco nos han recordado que no se es cristiano por una cuestión ética sino por un acontecimiento. ¿Qué significa ese acontecimiento, el encuentro con Cristo? O dejamos que la fe se exprese como lo que es, el encuentro personal con Alguien que nos cambia la vida, o se convierte en algo domesticado e inocuo. A pesar de las dudas y de ese ateo que todos llevamos dentro, lo que nos pide Cristo a los cristianos es que nos fiemos de lo que nos prometió, e intentemos vivir como nos enseñó, convencidos de que la felicidad nuestra y del mundo dependen de ello. Tomemos en cuenta que compartimos las dudas y las preguntas que cualquier hombre o mujer tiene en la cabeza y el corazón cuando toma su vida en serio. Ese ateo interior es un insatisfecho, a veces con angustia; es un buscador incansable. Los cristianos necesitamos expresar mejor que el encuentro con Cristo ha conquistado o enamorado a ese buscador y ha saciado con creces el anhelo de sentido para vivir. Y digo expresar mejor porque no siempre conseguimos hacerlo patente a los buscadores insatisfechos que nos miran con una mezcla de suficiencia, escepticismo e interés no fácil de descifrar. Me ilumina mucho una cita de Benedicto XVI: «“Venid y veréis”. Esta palabra que Jesús dirige a los dos discípulos en búsqueda, la dirige también a los hombres de hoy que están en búsqueda. Al final de año, pedimos al Señor que la Iglesia, a pesar de sus pobrezas, sea reconocida cada vez más como su morada. Le rogamos para que, en el camino hacía su casa, nos haga día a día más capaces de ver, de modo que podamos decir mejor, más y más convincentemente: Hemos encontrado a Aquél, al que todo el mundo espera, Jesucristo, verdadero Hijo de Dios y verdadero hombre» (Benedicto XVI a Curia Romana. 21 dic 2012). Es verdad que algunas ideas cristianas han sido esenciales en la configuración de muchos de nuestros ideales. Sin embargo, una vez que perdieron su vigencia formal o se han sustituido por otros o se han cambiado, ¿en qué medida esta pérdida se debe a cierta tibieza o debilidad de los cristianos? Seguramente en mucha medida. Creo que ante la pérdida de la hegemonía cultural cristiana y el proceso de secularización tan avanzado en Occidente echamos con demasiada frecuencia la culpa a los que se han opuesto y todavía hoy se oponen a los valores cristianos; y nos fijamos menos en la pérdida de autenticidad y radicalidad en la fe de los cristianos y de nuestras instituciones católicas. Cuando la Iglesia nos convoca a la Nueva Evangelización y nos habla de «nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones de fe», en buena medida creo que se refiere a esto: más a la respuesta creativa y comprometida que espera de los cristianos el Señor que nos convoca que a contemplar lo que hacen los que se oponen a nuestros valores. Nos hace falta una mirada confiada en Quien ha creado el corazón del hombre y guía los caminos de la historia. De nuevo, Benedicto XVI: «Tenemos que preocuparnos de que el hombre no arrincone la cuestión de Dios, cuestión esencial de su existencia. Tenemos que preocuparnos de que acepte la cuestión y la nostalgia que en ella se esconde. Me vienen a la mente las palabras que Jesús cita del profeta Isaías, es decir, que el templo debería ser una casa de oración por todos los pueblos (Cf. Isaías 56, 7; Marcos 11, 17). Él pensaba en el llamado patio de los gentiles, que liberó de negocios externos para que se diera el espacio libre para los gentiles que allí querían rezar al único Dios, aunque no pudieran participar en el misterio, a cuyo servicio estaba reservado el interior del templo… Pienso que la Iglesia debería abrir también hoy una especie de «patio de los gentiles», donde los hombres puedan de algún modo engancharse con Dios, sin conocerle y antes de que hayan encontrado el acceso a su misterio, a cuyo servicio se encuentra la vida interior de la Iglesia» (Benedicto XVI a Curia Romana. 21 dic 2009). O dejamos que la fe se exprese como lo que es, el encuentro personal con Alguien que nos cambia la vida, o se convierte en algo domesticado e inocuo Muchas veces tenemos posturas reactivas propias de lógicas dialécticas que tienden a caricaturizar las posiciones de la Iglesia. ¿Cómo estar presente en la vida pública de una forma no reactiva? Creo que debemos desproveernos por igual de dos cosas: prejuicios y complejos. Los prejuicios nos distancian del acercamiento necesario a los que piensan o viven valores muy alejados a los nuestros. Y los complejos nos paralizan en ese ponernos en salida que nos pide el papa Francisco. Yo diría que hoy más que nunca debemos buscar la frescura y volver a las raíces del Evangelio y confiar profundamente en que, a pesar de todo el mal que hay en el mundo, el corazón del hombre está bien hecho y tiene escrito a fuego un anhelo profundo de un Dios personal, que no es ajeno a la Historia, sino que se ha metido en ella para cambiarla definitivamente. Quien estudia a fondo la historia, especialmente la del siglo XX, sabe que, a pesar de todos los vaivenes ideológicos y la fuerza con que se trató de imponerlos, al final la naturaleza humana con su huella imborrable de Dios termina imponiendo su humilde y testaruda realidad. La Universidad está en continuo repensarse a sí misma desde sus orígenes. Parece que siempre necesita reinventarse y adaptarse a cada una de las épocas. Ahora bien, ¿cree que existe una vocación propia de la Universidad que sigue teniendo vigencia hoy? La vocación sigue siendo la misma, y nos la recuerda Juan Pablo II en la Ex Corde Ecclesiae: «La ardiente búsqueda de la verdad y su transmisión desinteresada a los jóvenes y a todos aquellos que aprenden a razonar con rigor, para obrar con rectitud y para servir mejor a la sociedad». Lo cual no impide que en cada tiempo la Universidad actualice su forma de afrontar esa vocación, buscando las formas de encarnarla mejor y con más penetración en el mundo que está llamada a transformar. Si acaso, hoy es más urgente que nunca esta misión específica de la universidad en la cultura de la postverdad. Venid y veréis. Esta palabra que Jesús dirige a los dos discípulos en búsqueda, la dirige también a los hombres de hoy que están en búsqueda. Al final de año, pedimos al Señor que la Iglesia, a pesar de sus pobrezas, sea reconocida cada vez más como su morada. Le rogamos para que, en el camino hacía su casa, nos haga día a día más capaces de ver, de modo que podamos decir mejor, más y más convincentemente: Hemos encontrado a Aquél, al que todo el mundo espera, Jesucristo, verdadero Hijo de Dios y verdadero hombre» (Benedicto XVI a Curia Romana. 21 dic 2012). ¿De qué forma contribuye hoy su universidad al desarrollo de esa vocación? ¿Cómo contribuyen a ese fin los Premios Razón Abierta? Conectando con la pregunta anterior, una de las formas en que las universidades católicas debemos actualizarnos es preguntándonos a fondo por nuestra identidad católica. Una universidad no es católica por que tenga crucifijos en las aulas, una pastoral activa o asignaturas de humanidades y de teología en los currículos de las carreras. Todo esto es necesario y conveniente, pero donde más está en juego la «catolicidad» de nuestras universidades es en la forma en que usamos la razón en cada una de las ciencias particulares que impartimos e investigamos. Ninguna ciencia es antropológicamente neutra y siempre hay una cosmovisión subyacente. En este sentido Benedicto XVI insiste en la necesidad de afrontar nuestra docencia y nuestra investigación desde una razón abierta o ampliada, desde la que las ciencias particulares se abran a la filosofía y la teología y unas y otras trabajen para superar la fragmentación del saber, desde la que tanto se dificulta el alcance de la verdad. Esto supone repensar cada ciencia desde esta razón abierta. Y por muy largo que sea este camino, creo que es irrenunciable si no queremos terminar siendo instituciones irrelevantes e inocuas desde el punto de vista evangelizador. Los Premios Razón Abierta son una de las iniciativas que hemos puesto en marcha en el intento de sumar con otras universidades en esta dirección: detectando y potenciando profesores e investigadores que en su docencia e investigación estén haciendo en acto ese diálogo entre las ciencias particulares y la filosofía y teología. Esta iniciativa nos permite apoyar e impulsar el diálogo que fomentamos entre nuestros profesores de humanidades y de las ciencias particulares, e ir consolidando lo que llamamos comunidades de repensamiento (que no es otra cosa que la síntesis de saberes entre la ciencia y las humanidades) en las diferentes áreas de conocimiento de nuestra universidad. A veces confundimos esta alegría de la que nos habla Francisco en Evangelium Gaudium con un sentimiento o con un folclore. Sin embargo, es necesario que esa alegría tenga en cuenta la razón, esté alimentada por certezas. ¿En qué medida las universidades pueden contribuir a revitalizar la razón y su síntesis con la fe? La mejor forma de tratar a la razón es usarla. Y usarla de una manera abierta, ampliada, capaz de mirar la realidad y buscar la verdad en el todo, no solo en el fragmento. La razón ampliada llega al corazón e integra y unifica todo el hombre, por eso produce alegría. En ese camino la síntesis con la fe no solo es posible, sino que se producirá como consecuencia del reclamo que el uso correcto de la razón produce. Entrevista de Pablo Velasco ‘La eutanasia es la crisis más grave en la milenaria historia de la medicina’ Escrito por Marcos Gómez Sancho / Hilda García «Cuando quitas el dolor al paciente, el 100% de las veces se suprime la demanda de eutanasia», explica Marcos Gómez, uno de los máximos exponentes mundiales en medicina paliativa Para el doctor, lo prioritario es atender a los enfermos, no legalizar una forma de terminar con ellos. «Es incomprensible que haya eutanasia sin buenos cuidados paliativos». Así lo asegura Marcos Gómez Sancho, tras toda una vida dedicada a la medicina, en especial a la atención a los enfermos en sus últimos momentos. Especialista en Anestesiología y Reanimación, fue reconocido en 2011 con la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo. A comienzos de 1989, creó una de las primeras unidades asistenciales de medicina paliativa en España y, en la actualidad, dirige la Unidad de Medicina Paliativa en el Hospital Universitario Dr. Negrín de Gran Canaria. Entre otros cargos, ha presidido la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL) y la Comisión Central de Deontología de la OMC (Organización Médica Colegial). Todo un referente en temas de bioética, el doctor Gómez Sancho propone varias claves para evitar la eutanasia, una práctica que califica de ‘innecesaria’: «Mejorar la capacitación de los profesionales, incrementar los recursos de cuidados paliativos y aumentar los recursos sociosanitarios para los pacientes crónicos con enfermedades progresivas y progresivamente invalidantes». ¿Qué opinión le merece la ley de eutanasia, que muy pronto será una realidad en España? Me parece una ley mala, a destiempo e injusta. Una ley sobre eutanasia no es prioritaria en estos momentos. Lo realmente prioritario es atender a los enfermos, antes que legalizar una forma de terminar con ellos. Y hay una escandalosa deficiencia en los cuidados a los enfermos. Es empezar la casa por el tejado. Sabiendo que hay una cantidad tan grande de personas que están mal atendidas, cuando no desatendidas, me parece incluso antiestético. Antiestético sobre todo en medio de una pandemia como la que sufrimos… La situación que estamos padeciendo como consecuencia de la pandemia ha generado en la sociedad española una deuda moral, en especial con los miles de ancianos que han muerto y que lo siguen haciendo, en situación de soledad, en nuestras residencias, sin que sus familias dispongan de información ni de respuestas convincentes a este trauma tan horroroso que están sufriendo. Me pregunto si no sería más apropiado que nuestros políticos se pararan a reflexionar, intentando dar respuesta a tantas y tantas personas que viven en esta situación. ¿Qué mensaje quieren enviar nuestros parlamentarios a los españoles aprobando ahora una ley de eutanasia, cuando en España ha habido alrededor de 100.000 muertos, por lo menos, mayoritariamente ancianos? En España hay una escandalosa deficiencia en los cuidados a los enfermos De todo ello se deduce que la atención a las personas mayores en España no es la adecuada. Absolutamente. En Canarias, por ejemplo, faltan más de 7.500 plazas residenciales públicas para mayores y 70.700 en toda España. ¿Cómo vamos a legalizar una forma de acabar con estos enfermos? Me sigo preguntando cuánto tiempo han dedicado en el Congreso de los Diputados a discutir acerca de algo que es evidente, que es el fracaso de nuestro modelo sociosanitario, y a estudiar y plantear una reforma del modelo de las residencias de ancianos. Cero. Los partidarios de la ley de eutanasia dicen que responde a una demanda de la sociedad, pero la realidad es que se ha tramitado sin debate y sin contar con el colectivo médico. La van a aprobar sin haber escuchado prácticamente a nadie, ni a organizaciones profesionales ni a nada que se le parezca. Es más, he visto en la página web del Senado que yo mismo estaba propuesto para comparecer en la Comisión de Justicia antes de la legalización de la eutanasia. Y resulta que ni a mí ni al resto de los que estábamos en esa lista nos han llamado. Es decir, que se han saltado todos estos procedimientos que son habituales cuando se aprueba alguna ley. Me he enterado ahora de que el día 4 de marzo se publicó en el boletín oficial el informe de la ponencia y el dictamen de la Comisión de Justicia del Senado sobre la regulación de la eutanasia, sin haber llamado ni escuchado a los que ellos mismos habían propuesto como expertos en la materia. Ha sido una ley mal hecha, según los técnicos, y con muchas deficiencias en la redacción. ¿Qué mensaje quieren enviar nuestros parlamentarios a los españoles aprobando una ley de eutanasia, cuando la pandemia ha dejado alrededor de 100.000 muertos? ¿El paciente que pide la eutanasia quiere morir o dejar de sufrir? Hemos de entender que quien quiere morir es porque no le vale la pena vivir, porque está viviendo de manera indigna, según él, con un sufrimiento intenso que percibe como tal. Entonces debemos preguntarnos por qué este enfermo pide que acabemos con su vida y hacer todo lo necesario para evitar que esta persona solicite la eutanasia. Nos debería dar vergüenza como sociedad que un ciudadano diga que quiere acabar con su vida y lo aceptemos sin antes haber reflexionado y estudiado el por qué y sin intentar poner medios para que deje de solicitarlo. Esto sería lo lógico y lo natural, en lugar de directamente terminar con la vida de la persona. Para aliviar el sufrimiento del enfermo, son imprescindibles los cuidados paliativos. ¿Cómo es su situación en nuestro país? Deficiente. Valga como ejemplo que en España, según datos de 2018 −que no van a ser muy distintos a los actuales−, necesitan cuidados paliativos especializados 126.000 enfermos y de ellos solo los reciben 51.000. Por lo tanto, hay 75.000 españoles que mueren con un sufrimiento intenso, porque necesitan cuidados paliativos avanzados y no los reciben. Lo prioritario sería dotar a España de recursos suficientes para atender a estos 75.000 desdichados y no legalizar una forma de acabar con ellos, con sus vidas. Sería lo lógico y natural, es incomprensible que haya eutanasia sin que haya cuidados paliativos. En materia de cuidados paliativos, España ocupa en Europa el puesto número 31, de los 49 que se han estudiado. Y detrás de España solo están las repúblicas balcánicas y los países de la extinta Unión Soviética. Todos los demás países están por delante de nosotros y vamos a tener el dudosísimo privilegio de ser en Europa el país número 31 de cuidados paliativos y el número 5 de eutanasia. Por lo tanto, es algo que se debería haber considerado y lo primero debería haber sido lo primero, y no al revés, como se está haciendo. Nos debería dar vergüenza como sociedad que un ciudadano diga que quiere acabar con su vida y lo aceptemos sin antes haber estudiado el porqué ¿La ley de eutanasia permite la libertad de elección del paciente? Hay quienes esgrimen la necesidad de esta ley de eutanasia aduciendo la libertad de elección y la autonomía de las personas, pero es algo que se cae por su propio peso. No pueden tener libertad de elección entre cuidados paliativos y eutanasia, porque solo van a tener eutanasia. Por lo menos, 75.000 personas cada año en España. Yo oí una vez al propio Salvador Pániker −gran intelectual, ingeniero, filósofo y muchas cosas más, que fue uno de los dirigentes de la Asociación Derecho a Morir Dignamente de España− decir que no se entendía una eutanasia sin buenos cuidados paliativos. De hecho, en Bélgica, en la ley que se hizo al respecto, se hablaba del filtro de los cuidados paliativos. Es decir, que antes de acudir a una aplicación de la eutanasia los enfermos deberían pasar por un buen servicio de cuidados paliativos. ¿Cuál es la diferencia entre eutanasia y cuidados paliativos desde el punto de vista ético? Son dos cosas totalmente distintas y sin conexión posible. Los cuidados paliativos consisten en la atención esmerada, escrupulosa, de los pacientes al final de la vida y de sus familiares mediante equipos interdisciplinarios formados por médicos, enfermeros, psicólogos, trabajadores sociales, etc., que aúnan sus esfuerzos para intentar dar respuesta a sus múltiples necesidades. Pueden ser físicas, como el control de todos los síntomas, pero también psicológicas, sociales y espirituales. Por el contrario, la eutanasia significa acabar con el enfermo. Hay 75.000 españoles que mueren con un sufrimiento intenso, porque necesitan cuidados paliativos avanzados y no los reciben Ha afirmado que la eutanasia es innecesaria, ¿cuáles son las claves para sortearla? Se pueden hacer muchas cosas para evitar la eutanasia: mejorar la capacitación de los profesionales, aumentar los recursos de cuidados paliativos e incrementar los recursos sociosanitarios para los pacientes crónicos con enfermedades progresivas y progresivamente invalidantes. Hablando de enfermos crónicos, ¿las personas dependientes reciben una atención adecuada en España? Precisamente con los que más se discute este asunto de la eutanasia es con los pacientes crónicos con enfermedades degenerativas de motoneurona, como la esclerosis lateral amiotrófica. Durante mucho tiempo tienen la necesidad de unos cuidados muy grandes las 24 horas del día. En España existen pocos recursos para dar soporte a este tipo de enfermos y muchas veces hemos visto la deficiencia que hay de plazas residenciales. Cada año mueren en España 50.000 enfermos, es decir, 160 cada día, esperando que les llegue la ayuda a la dependencia a la que tienen derecho. Se dice pronto. Por lo tanto, en esta siniestra lista de espera lo que debería hacerse primero es intentar dar respuesta y ayudas a estos enfermos que las necesitan y que, sin embargo, no las reciben. Cada año mueren en España 50.000 enfermos, es decir, 160 cada día, esperando que les llegue la ayuda a la dependencia a la que tienen derecho Háblenos de ese déficit de plazas residenciales para personas dependientes. Es un problema en toda España, en unas regiones más, en otras menos. Según la Asociación de Cuidadoras, se ha normalizado que las personas dependientes sean una población que agoniza, literalmente. Hay casos mediáticos de pacientes con enfermedades degenerativas de este tipo. El último que vimos, el 3 de abril de 2019, fue el de un marido que ayudó a morir a su esposa afectada de esclerosis múltiple desde hacía años, con una dependencia del 82%. Este ha sido el motivo para reivindicar que lo que había hecho su marido, que es ayuda al suicidio, debería ser legal. Y nadie se ha parado a pensar que ese matrimonio llevaba diez años esperando por una cama en alguna residencia para enfermos crónicos o en un centro sociosanitario y no se la habían otorgado. Y murió esperando por algo a lo que, a todas luces, tenía derecho. Por lo tanto, el enfoque del asunto depende de la lectura que se haga del mismo acto. Este es un caso típico −que son los más mediáticos− de enfermos de padecimientos de motoneurona, que tienen mucho tiempo de invalidez y no reciben los cuidados que precisan. ¿Qué solución habría que articular para atender de manera integral a las personas dependientes? Lo urgente sería poner en marcha centros residenciales para descargar a los familiares de la tremenda sobrecarga que es cuidar las 24 horas del día a un paciente tan dependiente. Esto en cuanto a los sitios públicos. En los privados, según datos de la Fundación Luzón, el 94% de los pacientes de ELA no puede contratar a un cuidador, que cuesta 40.000 euros al año. Es decir, que si no hay plazas públicas y las plazas privadas solamente puede pagarlas el 6% de los enfermos de ELA, estamos cayendo en una discriminación económica tremenda. Como siempre, los más ricos serían los únicos que tendrían acceso a unos cuidados de dependencia exquisitos. Muchas veces las familias no saben qué hacer con un anciano enfermo. Lo llevan a un hospital, porque tiene un problema agudo, y luego no vuelven a recogerlo Tras su dilatada trayectoria atendiendo a pacientes en los últimos momentos de su vida, ¿cómo trata a un enfermo que pide la eutanasia? Lo primero es preguntar al paciente por qué hace semejante solicitud. No deja de ser extravagante que un paciente acuda a un médico para que acabe con su vida. Y, una vez que nos ha dicho cuál es el motivo, intentamos ayudarlo a resolver el problema que lo ha conducido a hacer esa demanda. Hemos tenido muchos enfermos que el primer día llegan solicitándonos que acabemos con ellos, porque llevan días sin dormir por un dolor intenso. Lo primero que hacemos es ponerles el primer bolo subcutáneo de cloruro mórfico y el enfermo se queda dormido y no vuelve a decir que acabemos con él, porque lo que estaba pidiendo es que lo cuiden, que lo traten y que le quiten el dolor. Cuando has quitado el dolor al paciente, el 100% de las veces se suprime la demanda de eutanasia. Si es por cualquier otro síntoma, lo mismo: controlarlo para que no tengan que pedir la eutanasia. En los casos de enfermos crónicos de ELA y en los que la familia no puede tener en casa al paciente por la sobrecarga de trabajo que exige, deberían ser atendidos en un centro sociosanitario adecuado. Los podemos ayudar en la medida de nuestras posibilidades para que estén lo mejor posible, pero quien debe dar una respuesta es el Estado, poniendo en marcha dispositivos asistenciales de cuidados que necesitan estos pacientes y que son escasísimos en España. La eutanasia choca frontalmente contra el juramento hipocrático. ¿Puede un médico decidir sobre la vida o la muerte? Por supuesto que choca con el juramento. La eutanasia, en mi opinión, significa la crisis más grave en la milenaria historia de la medicina. Por primera vez, el médico va a empezar a ser el gestor de la muerte de su enfermo. Esto es algo que, evidentemente, choca contra toda lógica y contra todo sentido común. Por lo tanto, atenta contra la propia profesión. Es lógico que se permita la correspondiente objeción de conciencia a los médicos que no la quieran aplicar, que va a ser la inmensa mayoría. Los médicos no hemos estudiado 14 años para acabar con la vida de los enfermos, sino para cuidarlos, curarlos y atenderlos. Para acabar con ellos no hace falta estudiar tanto tiempo. Esto va a terminar afectando a la relación médico-paciente, porque los pacientes pueden empezar a tener cierta suspicacia cuando acuden a un médico o a una clínica que saben que aplica la eutanasia. Puede generar algunos problemas añadidos en la relación médico-paciente. Los médicos no hemos estudiado 14 años para acabar con la vida de los enfermos, sino para cuidarlos, curarlos y atenderlos ¿Los profesionales médicos reciben la adecuada formación en cuidados paliativos? Ese es otro asunto importante en España: mejorar la capacitación de los profesionales, porque no están bien formados en cuidados paliativos. En la Unión Europea existe la obligación de que todas las facultades de Medicina de las universidades del Espacio Europeo de Educación Superior tengan una asignatura obligatoria de cuidados paliativos. Después de tantos años de la existencia de esta normativa, en España solo 22 de las 42 facultades de Medicina explican algo sobre cuidados paliativos. Pero de ellas solo 7 cumplen con tener la asignatura específica y obligatoria de esta materia. Por lo tanto, también podemos hacer mucho mejorando la capacitación de los médicos. Con respecto a Enfermería, el panorama no es mucho más halagüeño. Solo 69 de las 112 escuelas cumplen con este requisito. España es el único país de Europa que no tiene una especialidad en cuidados paliativos ni un área de capacitación específica ni ningún tipo de titulación oficial. Esto quiere decir que a los cuidados paliativos se puede dedicar el que quiera y sabemos que no todos los profesionales que se dedican a ello tienen una formación adecuada. Usted ha participado en el documental ‘Morir en paz’, de Andrés Garrigó. ¿Qué es morir en paz? Yo diría probablemente sin dolor, sin grandes síntomas, sin sufrimiento. Es decir, una muerte lejos de la tecnología, de la obstinación terapéutica y, a poder ser, en nuestra propia casa, donde todos tenemos nuestros fetiches, guardamos nuestros recuerdos y podemos disfrutar de lo que cada vez es un privilegio y un lujo más grande, que es la presencia constante de nuestros seres queridos a nuestro lado. Además, la situación la controlas tú, dependiendo de tu estado clínico y no de las estrictas normas carcelarias de un hospital, ni de la supervisora ni del médico de guardia de ese día en esa planta. Y ese sitio es la casa de cada uno, que no tiene por qué ser un palacio. Es donde cada uno puede comer lo que quiera y a la hora que quiera, y sin la disciplina de un hospital. Hay que huir de la obstinación terapéutica, que muchas veces es una tentación que tenemos los médicos, porque casi siempre al final el enfermo quiere estar en su casa. España es el único país de Europa que no tiene una especialidad en cuidados paliativos ni un área de capacitación específica ni ningún tipo de titulación oficial Pero cuidar a un enfermo en casa exige contar con ayudas a la familia. Los que dicen que prefieren estar en el hospital, entre líneas lo dicen porque no quieren ser una carga para los familiares, porque saben la cantidad de trabajo que les van a dar. Hay que suministrar ayudas a las familias para que puedan atender al enfermo en su casa. Tenemos equipos de asistencia domiciliaria, pero de poco sirve que venga un médico o un enfermero cada día a ver a un paciente que tiene necesidades las 24 horas del día. Los hospitales terciarios, universitarios, están diseñados para diagnosticar y curar y estamos hablando de enfermos que ya están diagnosticados y que son incurables. Por lo tanto, no tiene mucho sentido que estén en ellos. Y muchas veces sucede que las familias no saben qué hacer, generalmente, con un anciano enfermo. Lo llevan a un hospital, porque tiene un problema agudo, y luego no vuelven a recogerlo. El año pasado hubo que abrir un ala entera nueva en el Hospital Doctor Negrín de Las Palmas para ancianos que ya tenían el alta y cuyos familiares no pasaban a recogerlos. Esto pasa todos los primeros días de agosto. Los servicios de urgencias se llenan de ancianos cuyas familias los llevan para irse de vacaciones. Y luego, con un poco de suerte, pasan a recogerlos el 1 de septiembre. Son enfermos que no tienen que estar en los hospitales, están mejor cada uno en su casa. Comentaba que es antiestético aprobar la ley de eutanasia en plena crisis del coronavirus. ¿La pandemia nos va a enseñar algo positivo? Mi opinión personal es que, como sociedad, no creo que vayamos a aprender gran cosa. Dudo mucho de que la sociedad sea mejor después de esta pandemia que antes. Se habrán cambiado cosas en la vida diaria, en la forma de trabajar, de relacionarnos, pero no estoy muy seguro de que vaya a significar una mejoría después de la pandemia. Y, como individuos, habrá quienes van a salir muy crecidos, mejorados, y otros todo lo contrario, como sucede con todas las crisis. La vida, la biografía de cada persona está llena de crisis personales y de esas crisis algunas veces se puede salir mejor y otras veces peor. El sufrimiento es una oportunidad que nos da una enfermedad o cualquier otro acontecimiento, como un duelo, la muerte de un ser cercano. Y del sufrimiento, si estamos atentos, podemos salir fortalecidos o no. Depende de cada uno. Entrevista de Hilda García ¡Es el miedo, imbécil! Escrito por Alberto Sánchez León El amor arriesga, la comodidad amodorra, el miedo paraliza y la duda nos complica. Hay que escoger en qué lado se quiere vivir, y esa opción es de cada uno, íntima, personal El incomprensible desprestigio que está sufriendo la noción de verdad desde hace ya no pocas décadas es realmente inquietante. Y no solo la noción de verdad sino, tras ella, la actitud vital del filósofo. Si la verdad muere −cosa que es imposible, pues el día en que muera la verdad sería verdad que la verdad ha muerto−, entonces nada es verdadero, incluso la misma afirmación que acabo de hacer. Distinguir lo importante de lo no importante es para muchos la tarea de toda una vida. La pervivencia de la filosofía, más allá de la orientación que cada filósofo imprima a sus reflexiones, constituye por sí sola un recordatorio, hoy particularmente necesario, de que la vida humana no puede considerarse una simple función de la supervivencia; un indicio de que la razón no se satisface con vanos ejercicios dialécticos, al servicio de intereses distintos de la verdad. Puede parecer entonces que el papel del filósofo queda en el aire. Sin embargo, nunca ha sido tan necesaria su tarea como amante de la sabiduría y viajero que señala una salida; porque es evidente que el descrédito de la verdad lleva a la encerrona de lo superficial. Cuando la verdad no aparece en el tapete de las universidades, de los libros o de los discursos científicos, entonces solo cabe cobijarse en la certeza, el control y la seguridad. ¡Menudo panorama! Parece que ya no buscamos ser felices, sino estar seguros, no fallar. La diferencia es vertiginosa. La obsesión por la seguridad refleja miedo, la gran pandemia que nos achica como seres libres. Sí, miedo de no saber a dónde vamos, que provoca angustia y por eso paraliza. La seguridad, en cambio, tranquiliza, pero no da paz. Por el contrario, arriesgar significa tomar una decisión en la que algo se puede ganar o perder. Arriesgar es jugar, jugársela, mejor. Y es que la vida constituye un juego. No reconocerlo significa estar embotado. He aquí la tragedia del hombre de hoy: duerme para huir del miedo, y además… no lo sabe. El amor arriesga, la comodidad amodorra, el miedo paraliza y la duda nos complica. Hay que escoger en qué lado se quiere vivir, y esa opción es de cada uno, íntima, personal. La madurez tiene que ver con esta elección. Platón pulveriza a aquellos que han apostado por lo seguro. Son los ciegos que dan la espalda a la luz del sol, cavernícolas inmersos en un mundo de sombras, de conjeturas, sumidos, en el fondo, en un no saber. Y lo que ignoran es que las sombras son sombras. Salir de la cueva: esta es la actitud propia si se quiere crecer como persona. Por eso, el confinamiento de la razón es su gran verdugo. No arriesga quien juega, sino quien se la juega. Quien se refugia se aburre, se queda imbécil (del latín sine baculo, sin sabiduría). Así es como la verdad ya no interesa (inter-esse, introducirnos en el ser). En ese caso, ¿por qué hablar de ella? Y así, paulatinamente, desaparece del horizonte cultural, social y vital. Es el reino de lo superfluo. Sin verdad ya no hay deseo de saber. Se bucea en la nada. Caemos entonces en el estupor, que está en las antípodas de la admiración. El filósofo inmerso en él se dedica a la retórica, como decía Leonardo Polo. Mientras el filósofo se admira, el estúpido cae en la estupefacción. En este sentido escribe Platón en su magnífico diálogo Teeteto, que versa sobre la naturaleza del saber: «Es muy propio de un filósofo este sentimiento: el maravillarse. La filosofía no tiene otro principio». Quien se maravilla agradece la existencia misma. El estúpido es incapaz de agradecer. Por eso George Steiner, fallecido en 2020, decía: «Yo describiría nuestra época actual como la era de la irreverencia». El imbécil es irreverente, afincado en la superficialidad. La admiración es el despertar del sueño, en palabras de Leonardo Polo. El filósofo tiene un poco de ingenuo, y en esa ingenuidad hay algo puro, noble, porque uno se topa con el ámbito de lo novedoso. Quien se admira sale de sí y entonces ocurre el milagro: el encuentro con lo nuevo. En la gran tonalidad de novedades que existen en nuestro multiverso, lo más alto es cada persona que se conoce y quiere. La persona es lo más nuevo, el novum en el que siempre podremos admirarnos. Alberto Sánchez León Feminismo…y feminismos El jefe del Ejecutivo autonómico, Fernando López Miras, se reunía el pasado mes de marzo con la presidenta de la Organización de Mujeres Empresarias y Profesionales de la Región de Murcia (OMEP), Carmen Botella, y miembros de su junta directiva Tras el 8M, Día Internacional de la Mujer, tal vez es más fácil extraer alguna conclusión o reflexión serena, pasadas las discusiones sobre autorizaciones o no sobre marchas con ese motivo en diferentes ciudades, polémicas, dardos dialécticos y algunas meteduras de pata de toda índole. Hay cierto temor en no pocos periodistas a opinar sobre el feminismo, y eso a algunos les incita todavía más a escribir. Temor a ser impreciso, recibir críticas desde sectores radicales, ser tachado de “no se sabe qué”. No me parece positivo que el feminismo se vaya convirtiendo en un tema tabú para debatir y opinar, por lo mucho que falta todavía por lograr en beneficio de los derechos de la mujer, y también porque hay personas o sectores que quieren imponer a todos los demás un feminismo con trazos que otros sectores no comparten, en legítima discrepancia y ejerciendo un sano ejercicio reflexivo y dialéctico. José Morales Martín Semana Santa 2021. Triduo Pascual. Este año, hemos vivido los días cruciales de la Semana Santa- los del Triduo Pascual- con restricciones que han hecho que celebraciones tradicionales no aparecieran en las calles. No se pudieron sacar procesiones ni se abarrotaron los templos, como era usual; pero la devoción cristiana se ha mantenido fuerte y la gente ha acudido, con interés y fervor, al templo. En las iglesias penitenciales se han admirado, parejo a la emoción, magníficas tallas que hablan, con el lenguaje del arte sacro, de cuánto nos amó Dios, que entregó a su Hijo Jesucristo para nuestra salvación. ¿ Se puede tener sensibilidad humana y fe religiosa sin hacerse preguntas sobre el Amor de Dios manifestado, sobre todo, en la Pasión y Muerte de Cristo, nuestro Salvador? El Jueves Santo conmemoramos la Institución de la Eucaristía, de un Amor sin límites e incomprensible de Jesucristo al hombre hasta hacerse pan que nos fortalece en el camino hacia la vida eterna; ese día, también rememoramos su mandamiento cumbre, un Testamento cuyo cumplimiento caracteriza al verdadero cristiano: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”; es decir, hasta el extremo del don de sí. El Viernes Santo contemplamos a Jesús muerto en la Cruz, en donde dio su vida para redimirnos de nuestros pecados. Pero la fecha más importante del Triduo Pascual es el Domingo de Resurrección, que trae a la memoria la Victoria de Cristo sobre la muerte, preludio de nuestra resurrección gloriosa para el Cielo si hemos vivido, aquí abajo, de cara a Dios y haciendo el bien. Josefa Romo Garlito La importancia de la escuela El informe de la OCDE, Positive, High-Achieving Students? What Schools and Teachers Can Do, destaca algunos factores que tienen que ver con la escuela en su conjunto, y no con la labor de los docentes. El que más influencia demuestra en las notas es, con diferencia, el perfil socioeconómico del alumnado. Por un lado, a cada estudiante le afecta su propia condición, pero los datos también constatan un "efecto de grupo": si en la clase se da una concentración de estudiantes pobres o de poca cultura, bajan de media las notas y también las aspiraciones académicas, aunque lógicamente a unos les influye más que a otros. No obstante, esto no significa que estas escuelas se encuentren atadas de manos. Por ejemplo, dado que la presencia de alumnos de buenas notas, independientemente de su estrato social, afecta positivamente al rendimiento general, los centros deberían repartirlos por las clases en vez de concentrarlos en itinerarios "para listos". El clima corporativo de disciplina también ayuda, al igual que la participación de los padres en las actividades del centro o la evaluación frecuente del profesorado. En cambio, otras características menos personales y más "estructurales", como el gasto por alumno, el tamaño de las clases o la proporción de docentes con títulos superiores, parecen tener un impacto más reducido. Jesús Domingo Martínez El profesor implicado Según el informe de la OCDE, Positive, High-Achieving Students? What Schools and Teachers Can Do, hay ciertos factores escolares que afectan al rendimiento de los alumnos. ¿Cuáles son esos factores? El estudio se cuida mucho de presentar "balas de plata" educativas. El rendimiento de un estudiante depende de muchas variables, tan imbricadas que no es sencillo desligar el impacto de cada una en particular, y menos establecer una causalidad clara. En cualquier caso, a la vista del informe se pueden señalar algunos factores positivos. En lo que toca al profesor, existe una relación obvia -y esperable- entre la proporción de tiempo que los docentes dedican propiamente a la instrucción (en vez de a cuestiones disciplinarias o administrativas) y el rendimiento de los estudiantes. También resulta muy efectivo el tiempo dedicado a la corrección de tareas y exámenes. Pero corregir es una actividad que requiere mucho tiempo, y puede llegar a abrumar al profesor. En este sentido; el informe muestra una relación que a simple vista puede parecer paradójica. Por un lado, existe un nexo entre el mayor bienestar laboral manifestado por el profesor y las notas de los alumnos. Por otro, estas son más altas allí donde un mayor porcentaje de docentes dicen estar "estresados por la cantidad de trabajo". Esto puede indicar, según los autores del estudio, que los profesores más comprometidos con la educación de sus alumnos tienden a examinarles o mandar tareas con mayor frecuencia, y a dedicar más tiempo a la preparación de las clases, aspectos que mejoran la calidad de la instrucción. El beneficio de este "estrés", de hecho, es mayor para los estudiantes con bajo rendimiento. Así pues, tendría un efecto positivo e igualador, aunque hay que procurar que el docente no llegue a "quemarse". Las notas suben cuando lo hace el tiempo dedicado a la instrucción directa y a la corrección de exámenes y tareas Otro tiempo bien invertido es el que los estudiantes pasan junto a sus profesores en actividades extracurriculares. Allí donde es más elevado, mejoran las notas y el clima de disciplina en las clases ordinarias. Además, los alumnos que participan dicen aspirar a cursar estudios superiores en mayor proporción que los que no. Pedro García VISITA A UNO DE LOS MÁS FAMOSOS SANTUARIOS CRISTIANOS DE ESPAÑA (y III) Seguidamente subimos hasta el coro, desde el cual y ampliamente, podemos ver el interior de la iglesia o basílica. El coro es un enorme conjunto de tallas en madera de nogal; hay un doble órgano, se nos dice que de los mejores de toda Europa; vemos igualmente muy bellas vidrieras multicolores, gran reja y resumiendo; un templo muy bien dotado de inmensas obras que debieron costar enormes cantidades de dinero el realizarlas. Pasamos a la sacristía, que es otra maravilla del arte y donde destacan enormes lienzos de Zurbarán y su escuela, amén de muchas otras joyas valiosísimas como piezas únicas de arte. Finalmente pasamos al “mayor espectáculo del monasterio”; o sea, visitar el denominado relicario y tesoro de “la Virgen”; donde se pueden apreciar riquezas enormes e indescriptibles por su abundancia. Abruma tal acumulación de oro, plata, platino y piedras preciosas de todo tipo y tamaño; mantos de suma ostentación y riqueza “material”… ¿Esto lo entendería Cristo?... seguro que no, pienso y medito mientras observo con atención todo “esto”. Pero aún no ha terminado “el espectáculo”, puesto que pasamos al camarín que en su conjunto es otra joya artística y ostentosa, que aunque bellísima, declino el describirla ya que la visita es rápida y allí se necesitarían horas para “hacer inventario y solo visual”; posteriormente se nos da opción a ver la Virgen y besar una reliquia que nos muestra, un monje que hay aquí de guardia y para tal cometido; la Virgen es una talla del siglo XII y tiene 52 centímetros de altura, está adornada con un valioso manto, tiene en una de las manos al niño y en otra un cetro de oro; ambas figuras tienen coronas de oro y piedras preciosas; todo ello relumbra de forma espectacular. Tras ello el monje nos invita a rezar en voz alta una salve, cosa que es de obligado cumplimiento y que se realiza, por creencias o simplemente por cortesía y educación… terminada la visita, se nos indica que hay a la salida, una urna que recibe… “limosnas para el culto”… siempre el negocio hasta su última consecuencia, puesto que hemos pagado por entrar. Aquí termina la visita y yo a la salida a la calle, quiero ver la iglesia por dentro; entro y hay celebrándose una misa; por ello y con sumo cuidado doy un vistazo y veo que, la mejor vista ya la hemos efectuado desde el coro; desde aquí abajo lo que se ve es mucho menos completo; pero se confirma que se trata de un gran templo, muy bien cuidado y limpio, cosa que se nota a poco que uno se fije. Efectuado ello salgo y me reúno con mi esposa que fuera y con unas amigas, esperan charlando de “sus cosas”. Empieza a llover y el día empeora pues vuelve a sentirse frío; son apenas las doce y media y tenemos una hora libre, puesto que la comida no será hasta las 13,30; por ello deambulamos por estas tiendas y tenderetes que exponen en plena calle; y terminamos, sentados en una minúscula terraza porticada, que un modesto bar tiene instalada en aquellos viejos soportales; allí vamos a degustar una tapa de morcilla de ésta tierra (que no nos va a gustar mucho; puesto que la de nuestra tierra, que es de cebolla, la consideramos mucho mejor lograda) que nos sirven caliente, con un trozo de magnífico pan blanco y un buen vaso de cerveza, puesto que aparte de cansancio tenemos sed… y viendo llover y acompañados por otros componentes del grupo que nos siguen al mismo bar; hacemos tiempo de espera para la comida. Veo gorriones “atentos a lo que cae” y les echo la mayor parte de mi pan… esta vez si acuden prestos, se ve que tienen bastante hambre… yo sonrío, para mí es un placer ver como se mueven y cómo actúan estos vivarachos pajarillos. Comeremos frente al ayuntamiento, en el restaurante “Hispanidad”. El menú lo componen una muy rica sopa, de esas que nuestras abuelas o madres, hacían con casi nada, pero que con los aliños y el amor que les ponían sabían a gloria; ésta que nos sirven es así; pomposamente la denominan “de mariscos”; pero sólo lleva media docena de pequeñas chirlas o almejas y tres camarones (que no gambas) y “lo que sea”; pero repito, me sabe a gloria y en un día tan intempestivo como éste, cae muy bien al cuerpo. Después una “caldereta de cordero”, con patatas que resulta buenísimo; se trata de un guiso típico extremeño y que bien condimentado y en abundante ración, nos permite comer opíparamente. También nos sirven vino de la tierra pero “cunero, sin nombre o peleón”, pero pasable; nos es servido en una jarrita de barro, lo que le da cierto atractivo; después yo pido una naranja, que me la sirven de calidad magnífica; en resumen una muy buena comida como despedida de ésta tierra. Emprendemos la última etapa y regresamos a casa. El autocar se pone en marcha a las 14,55; sigue lloviendo y hace mal tiempo y así lleva varias horas; a la entrada en Andalucía el tiempo nos mejorará sensiblemente. El viaje va a resultar monótono y largo; por lo que y aunque nos pasan dos películas, voy pensando en el viaje y me viene a la mente algo que quiero reflejar; puesto que es la primera vez que viajo en un grupo donde viene un ciego o “invidente”, como metafóricamente se les quiere denominar hoy. Es un hombre ya viejo aunque con una vitalidad admirable y que por ello me causa esa admiración, que quiero dejar reflejada aquí, para que quién esto pueda leer en el futuro, le sirva como estímulo para superar las cosas que “la vida, el destino, o mejor dicho Dios… nos manda a lo largo de nuestra existencia”; puesto que éste hombre cuyo nombre es Joaquín, no es ciego de nacimiento; y la ceguera le viene por el padecimiento de una enfermedad rarísima (de la que me hablan) y cuando ya ha cumplido el medio siglo de existencia (en la actualidad pasa algo de los setenta años)… es un hombre activo en demasía y ha bregado y luchado en la vida, en diferentes oficios para situarse en la misma. Cuando le llega la ceguera es un empleado bien situado en una caja de ahorros. Pues bien y resumo; es un hombre que al contrario de haber quedado influido y apocado por el padecimiento; arremete contra el mismo y se vale admirablemente por sí mismo en todo cuanto puede y que he observado es muchísimo. Aprendió braille y con este sistema, es un lector incansable; aprendió a manejar ordenadores adaptados especialmente para ciegos y una enorme cantidad de actividades y “ganas de vivir”, que es todo un ejemplo para cualquier observador atento y que vea a éste hombre manejarse y manejar… su nombre es Joaquín Segura Pulido acompañado de su esposa (“Manolita”) a la que curiosamente conozco casi desde que éramos niños; igualmente les acompaña una hija soltera que vive con ellos (“María del mar”). Por todos esos motivos de conocencia, hemos convivido muy estrechamente el viaje y nos hemos sentado a la misma mesa y por todo ello, he podido observar el desenvolvimiento de éste viejo conocido, el que resulta incansable y nos ha acompañado a todos los lugares visitados y sin que su presencia, halla significado retraso alguno para el desenvolvimiento normal de todo el grupo. Ha realizado gran cantidad de viajes similares a éste y sigue ilusionado por hacer muchos más… que así sea. Entre sol y nubes y sin lluvia; llegamos a Andalucía y nos detenemos en Hinojosa del Duque, población de la provincia de Córdoba; son las 17,30 cuando nos detenemos ante las puertas del “Hostal el cazador”, que está dentro de la población y al borde de la carretera por la que cruzamos; media hora de descanso, obligatoria para el conductor del autocar por leyes de la circulación y también para nosotros estirar piernas, tomar algún café u otra cosa y aligerar “vientres o vejigas”. Ultimado el tiempo, de nuevo en la carretera, pasemos por las afueras de Córdoba y ya anocheciendo entraremos en la provincia de Jaén. A las 20,15 horas, llegamos al punto de partida y donde nos esperan con su automóvil; nuestra hija menor (Ana) a quién acompañan sus dos hijos; nuestros dos más pequeños nietos (Ana y Alberto) y también viene a recibirnos, nuestro querido y pequeño perro (un “Yorkshire” que salta de contento); agradecidos y contentos todos, y tras habernos despedido de los compañeros de viaje con un saludo a viva voz y dentro del autocar… marchamos a nuestra casa, que es… “el mejor hotel de todo el mundo”. F I N Antonio García Fuentes (Escritor y filósofo) www.jaen-ciudad.es (Aquí más temas) Inicie sesión para enviar comentarios